|| Lo que esconde el abanico ||

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Bananna
        +1   -1
     
    .
    Avatar

    | Toxic Beauty |

    Group
    100% Rol
    Posts
    11,777
    Location
    Montero

    Status
    Anonymous
    Entrar en Xõ fue como si hubiesen atravesado un portal que los hubiese llevado a la otra punta del mundo. De las arenas aburridas del desierto pasaron a un terreno lleno de vida, verde, con árboles altos que daban una agradable sombra y permitían que brotasen hierba y flores.

    Todo esto era posible gracias al gran lago que alimentaba el oasis y en torno al cual se había construido la próspera ciudad, siempre llena de gente que transitaba por el desierto y que aprovechaba este punto como un agradable alto en el camino antes de retomar su viaje.

    Aunque ese no era el objetivo de Tarish, tampoco iba a despreciar la belleza exótica de la ciudad. Por eso había reservado dos habitaciones para cuatro días, aunque sólo necesitase uno para cumplir su objetivo.

    Y fue, precisamente, en una de esas habitaciones donde despertó Hügo. Se encontró cómodamente tumbado en una cama matrimonial, descalzo y sin camiseta. La temperatura era agradable y los doseles de la cama, ahora corridos, dejaban ese espacio con una luz reducida que sólo aumentaba la sensación de frescor.

    Pronto uno de esos doseles fue tomado por una mano blanca de dedos alargados, y al descorrerse la tela pudo ver a contraluz la figura de Tarish, quien había cambiado sus ropas de viaje por una túnica blanca sujeta a la cintura con un cinto azul y dorado a juego con los bordes de la túnica.

    —Bienvenido al mundo despierto, querido. —Le saludó con una voz dulce mientras se sentaba en el borde de la cama. Dejó sobre el colchón un balde con agua y sacó de ahí un pañuelo que escurrió un poco —. Permíteme.

    Aunque no esperó a tener permiso y directamente empezó a limpiar su rostro con el paño. Era delicado y gentil, teniendo cuidado con ojos, nariz y boca, pero retirando sudor y arena y, a la vez, dejando una sensación refrescante acrecentada por el olor a rosas y menta que tenía el pañuelo, o quizá el agua.

    Debía haber una ventana abierta, porque a veces soplada una brisa que traía aroma de especias y se podían oír los sonidos apagados del mercado.

    —Hemos llegado hace media hora. Olivia ha tomado gusto por Baba, porque se ha asentado en sus hombros y la ha seguido a terminar ciertos asuntos pendientes. —Decía esto casi susurrando, para mantener una atmósfera íntima, mientras ahora volvía a hundir el paño en el agua. Después empezó a limpiar su cuello y pecho con el mismo cuidado y atención que su rostro —. He dejado tus armas junto a la cama y he tirado tu camiseta, pero no debes preocuparte: tengo ropa nueva para ti y estoy seguro de que te gustará mucho más que la que te hizo llevar esa señora… Señorita Muleau.

    Bajó los ojos a su torso mientras ahora le limpiaba los abdominales. Estaba claro que aquella sesión de aseo iba a tomar un giro mucho más interesante, sobre todo porque Tarish no tuvo muchos reparos que llevar su mano libre al cierre del pantalón de Hügo para abrirlo.

    Le lanzó una mirada para obtener su permiso y sonrió, pero apenas abrió el botón… Unos golpes sonaron en la puerta y Tarish puso los ojos en blanco con cierta exasperación.

    —Discúlpame un momento, querido.

    Se levantó, dejando el paño en el balde, y fue a abrir la puerta. Hubo una conversación breve y la puerta se cerró, pero cuando Tarish regresó junto a la cama tenía una expresión de fastidio.

    —Lo lamento, pero voy a tener que dejarte a solas un rato. Hay un baño frente a la cama, por si deseas darte un baño en condiciones, y tu ropa nueva está en el armario, limpia y lista para ti. También hay fruta y agua… Me gustaría pedirte que me esperes para el almuerzo, no debería tardar más de una hora en regresar.

    Dándolo todo por aceptado, le sonrió y volvió a cerrar los doseles de la cama. Se despidió con voz alegre y la puerta de la habitación volvió a cerrarse.




    —Amo, estoy harta de este pájaro demoníaco.

    —¿Por qué? Olivia es una dama encantadora.

    Balai resopló ante semejante afirmación y miró de reojo al pajarraco, que tenía su cabeza cómodamente apoyada en el regazo de Tarish y disfrutaba como un perro de recibir sus caricias.

    Volvió a mirar hacia la puerta por la que había desaparecido Taflosa y rodó los ojos, empezando a dar golpecitos en el suelo con impaciencia.

    —Llevamos ya quince minutos esperando.

    —Sólo han pasado cinco. ¿Por qué no te sientas tú también? —ofreció Tarish, señalando la silla libre a su lado, frente al escritorio. Balai lo rechazó con una sacudida de cabeza.

    —¿Podría volver a explicarme cuál es el problema, amo?

    —Las normativas para acceder a la cueva se han endurecido en las últimas semanas. —Repitió con paciencia, los ojos fijos en Olivia mientras la mimaba —. Al parecer se han detectado movimientos sospechosos por la zona.

    —¿Sospechosos…?

    —Seguramente se trate de un demonio escondido. Pero no es algo que me preocupes. Además, tenemos toda la documentación en regla y una carta de apoyo de la viuda Vantrease. Eso es prácticamente una carta blanca para ir a donde queramos y hacer lo que queramos.

    —Mientras no repita lo del hotel, amo…

    Tarish se rio suavemente, pero no comentó nada más al respecto. Prefirió sacar con la mano libre su abanico y darse un poco de aire, aunque de todas formas no tuvieron que esperar mucho más. La puertecita tras el escritorio volvió a abrirse y Taflosa apareció con unos papeles.

    —Lamento haberles hecho esperar. —dijo la mujer con un suspiro —. Hace mucho que nadie solicita adentrarse en la Cueva Cantante.

    —No debe preocuparse, gobernadora. ¿Está todo en regla? —preguntó Tarish con ojos grandes e inocentes que hicieron que Taflosa sonriese de forma amable.

    —Así es. Aquí tiene un mapa de la cueva, —le entregó uno de los papeles —y aquí los emblemas para que les concedan la entrada. Nadie debería interponerse en su camino, aunque…

    —¿Qué ocurre? —preguntó ahora Balai con cierta impaciencia.

    —No es nada, realmente. Pero necesito que firmen aquí también.

    Extendió un nuevo papel sobre la mesa y Tarish se asomó para leerlo.

    —Ah… Cesión de responsabilidades.

    —¿Qué significa eso, amo?

    —La ciudad de Xõ queda eximida de cualquier tipo de responsabilidad por posibles percances que podamos sufrir. En otras palabras, si nos ocurre algo mientras estemos en las cuevas, no podremos denunciar ni al gobierno ni a ningún organismo de Xõ. —Dicho esto, cogió la pluma del tintero y sonrió —. Pero está bien. Entiendo que las cuevas sólo son peligrosas para la gente imprudente o poco preparada.

    —Así es, así es. —Aseguró Taflosa, claramente aliviada de que Tarish no le estuviese poniendo ningún problema al respecto —. Estoy segura de que su excursión a la Cueva Cantante será perfectamente segura y provechosa.

    —¡Claro que sí! Baba, querida, firma tú también.

    La mujer gruñó, pero aceptó la pluma y se inclinó sobre el papel.

    —¿Qué hacemos con el mercenario?

    —Oh, no te preocupes por él. Me hago cargo de su seguridad.




    Olivia entró volando en la habitación, literalmente, y pronto buscó acomodarse sobre Hügo. Tarish fue el siguiente en entrar, y al verle sonrió y se acercó para alisarle un poco la ropa. La había seleccionado basándose en el estilo de la ropa de viaje que Hügo había llevado en la otra ciudad, pero eran telas más finas y claras, adaptadas al calor del desierto.

    —Veo que has decidido, sabiamente, prescindir de la armadura por ahora. —Comentó con calma —. Hoy no te hará falta. Mañana… Quizá.

    Le hizo un gesto para que le acompañase al balcón de la habitación y tomó asiento en la mesa que había ahí. Apenas estuvieron los dos asentados, Balai llegó seguida de un mozo que cargaba un carrito con la comida.

    Dejó las bandejas sobre la mesa, hizo un gesto de despedida y salió de la habitación, cerrando la puerta a su paso.

    —El menú del día es ensalada con dátiles, humus, pan de pita y una pechuga de pollo. —Anunció Balai, quedándose de pie junto a Tarish como la guardiana que era.

    —Suena delicioso. —El amo sonrió de forma golosa, tomando uno de los platos de ensalada, pero luego miró a Balai —. ¿No vas a comer con nosotros?

    —Amo…

    —¡Insisto! Por favor, ve a por tu comida y únete a nosotros.

    Balai dudó, pero acabó aceptando con una inclinación. Miró a Hügo, rodó los ojos y salió de nuevo.

    —Está empeñada en que tengamos una relación clásica de amo y sirvienta, pero yo prefiero algo más cercano. —Le confió a Hügo mientras tomaba la jarra y servía un vino de tono dorado y sabor áspero —. Debo reconocer que me mosqueé contigo. Te pedí que fueses manso con Boyard y terminaste hiriéndole a él y a la señorita Goa y haciendo una salida maravillosamente dramática de la ciudad. Pero entiendo que Vivienne tampoco te dio mucho margen de maniobra… De todas formas, no debes preocuparte más por eso. Calmé las aguas lo suficiente como para que no te persigan, aunque yo no me acercaría a ella ni a nadie de su familia durante los próximos cinco años, al menos… Respecto al pez de oro, sugiero fundirlo, convertirlo en monedas y disfrutar de la vida mientras duren. —Dijo esto último guiñándole un ojo.

    Le dio un trago a su copa y se relamió, empezando a picotear su ensalada de buen humor.

    —Confío en que no hayas olvidado la conversación que tenemos pendiente. En resumen: estoy desarrollando un sistema para almacenar energía de demonios y poder actualizar el nivel de las armas de forma más cómoda y práctica. Supongo que te preguntarás dónde entras tú en todo esto… —Guardó silencio cuando Balai regresó y esperó a que tomase asiento con ellos antes de proseguir —Debo ir a los hornos de Guliper, en la región noroccidental del continente. Aunque antes de eso tengo una visita pendiente a la Cueva Cantante de Xõ.

    —Iremos mañana. —Puntualizó Balai.

    —Así es. En esa cueva se han formado unos minerales muy especiales que he estudiado durante un tiempo y que necesito para mi pequeño proyecto. Los cogeremos mañana y los llevaremos a Guliper. Una vez ahí, fabricarán un cristal, montaré el aparato y podremos empezar las pruebas. Y ahí, querido mío, es donde haces tu aparición en escena. —Dijo señalándole con el tenedor en uno de sus gestos teatrales —. El látigo de Baba es también un arma contra los urraki, pero ¿cómo puedo hacer un experimento fiable teniendo sólo una muestra? Tú, sin embargo, tienes una espada y una daga, ¡y a distintos niveles! Eso me permitirá calcular bien la eficacia del proyecto. Claro que dicho esto podría darte una fecha aproximada para que te reunieses con nosotros cerca de Guliper, una vez estuviese todo dispuesto… Sin embargo, me gustaría contratarte también como guardaespaldas.

    —Sigo pensando que eso es innecesario.

    —Probablemente, pero ¿no es mejor prevenir que curar? Además, al viajar con nosotros me aseguraré de tenerte cerca para cuando esté en condiciones de comenzar la sesión de pruebas. Me encargaré de tu alojamiento y comida, también si necesitas ropa u otros gastos… Y estoy dispuesto a acordar un pago semanal. ¿A cambio? Tendrás que trabajar con Baba para mantenerme a salvo, claro, y más adelante deberás recoger los datos que te solicite. Puede que entre medias te haga algún encargo extraordinario… —Apoyó los codos en la mesa y reposó la barbilla sobre sus manos cruzadas, sonriéndole de forma calmada —. ¿Tenemos trato o necesitas pensártelo un poco?

    Aunque por la mirada de Hügo quedaba claro que no había nada que pensar.




    Por desgracia, el plan de Tarish de pasar la noche con Hügo se había arruinado por culpa de Olivia. El ave había hecho nido ocupando media cama y tenía bien clavado en la cabeza el no dejar que nadie más ocupase ese lecho. Tampoco parecía contenta con la idea de dormir con Balai (el sonido de tambores y un amago de picotazo hicieron que la guerrera saliera de la habitación sin mirar atrás), por lo que no quedaba más remedio que dejarlo estar.

    Y por la mañana, después de un desayuno bien potente para cargarse de energías, el grupo partió hacia la Cueva Cantante. La entrada estaba al sur del oasis, en una pequeña formación rocosa que podría haber sido una montaña hacía millones de años, y al parecer las cuevas incluso atravesaban partes del lago.

    Balai había preguntado varias veces a qué se debía el nombre, pero esa pregunta quedó contestada una vez llegaron a la entrada de la cueva. Cuando soplaba el viento, se producía un sonido parecido a un canto. Este curioso fenómeno acústico había generado una serie de leyendas locales que se podían escuchar en cualquier parte de Xõ.

    A la entrada de la cueva, sin embargo, había dos soldados que les cerraron el paso, al menos hasta que Tarish les mostró sus acreditaciones.

    —¿Ese… animal también entrará? —preguntó con recelo uno de los guardias.

    —¿Cómo? ¿Olivia? ¡Por supuesto! Está perfectamente entrenada. —Mintió Tarish con tanta convicción que nadie les puso más reparos.

    Y así pudieron entrar en la Cueva Cantante, armados con un farol que combinaba sus fuerzas con algunos de aquellos hongos bioluminiscentes que daban nombre al desierto Arenazul y que habían encontrado hogar en el suelo, paredes y techo de la cueva.

    Tarish caminaba sorprendentemente relajado para estar en un entorno desconocido y potencialmente hostil. Con Balai a su lado y Hügo cerrando la marcha, el magistrado llevaba el mapa extendido y giraba con decisión por los distintos pasillos de la cueva hasta que llegaron a una bolsa más grande que tenía un poco de vegetación y algo de agua filtrada del lago.

    Mientras Olivia se acercaba a beber y chapotear en el agua, Tarish se agachó para mirar algunas piedras y sonrió, conforme.

    —Estamos cer- Oh. —Se interrumpió y giró la cabeza hacia un lado al haber escuchado un ruido, el eco de una piedra sonando en el silencio de la cueva.

    —¿Voy a investigar? —Preguntó Balai con la mano en la empuñadura de su látigo.

    —Adelante. Hügo, ven conmigo. Baba, estaremos al final de ese pasillo, a la derecha.

    La mujer asintió y caminó en dirección al sonido, mientras que Tarish le hizo un gesto a Hügo y echó a caminar por donde había señalado.

    No tardaron en llegar al lugar que tanto estaba esperando: una nueva bolsa, pero esta vez repleta de un mineral de tonalidades rosas que brillaba como cristal ante la luz del fuego.

    —¡Oh! ¡Mira qué hermoso! —Suspiró, acercándose para tocar algunas de esas piedras.

    Abrió entonces su bolsa y sacó de ahí una caja considerablemente más grande que la bolsa, pero Tarish pronto le explicó a Hügo que era una bolsa grabada con un hechizo.

    —En términos sencillos, dentro de la bolsa hay un espacio infinito donde puedo almacenar todo lo que desee. Baba y yo somos los únicos que podemos extraer de aquí aquello que deseemos… Pero si te portas bien, quizá te otorgue acceso a ti también. —dijo en un tonó juguetón.

    Después se puso más serio y empezó a extraer con un cuchillo afilado algunas de esas piedras, guardándolas en la caja. Se cansó rápido, porque le cedió la tarea a Hügo, y aprovechó para ir a comprobar que Balai no se hubiese perdido.

    Acompañado por Olivia, salió a la primera bolsa, la que tenía vegetación, a tiempo para ver a Balai regresar ahí mismo arrastrando a una muchacha que tenía las muñecas atadas por la punta del látigo.

    —¡Amo! Mire lo que he encontrado.

    Tarish se acercó con curiosidad y sonrió.

    —Una urraki. —Dijo al reconocer los rasgos de la chica. No es que la conociese, sino que, asustada y defensiva, había cambiado su apariencia a la de un demonio, con orejas más afiladas, colmillos y garras —. Pero es una nafena, de rango amarillo…

    —¡Señor! —Bramó entonces la chica. Estaba llorando y temblando —. ¡Por favor, no me haga daño! ¡Por favor! ¡No he dañado nunca a ningún humano, lo juro…!

    Tarish la hizo callar con un gesto y se acercó un poco más a ella pese a la advertencia de Balai. Tomó el mentón de la chica y la miró atentamente. Le apartó el pelo de la frente y sonrió, acariciando el símbolo que tenía tatuado ahí.

    —Baba, puedes soltarla.

    —¿Qué? ¡No!

    —Es una sacerdotisa de Vuriana, una… pacifista. —Se rio al pronunciar esa palabra, casi burlándose de ella —. Antes permitiría que la golpeases y ultrajases de mil maneras que levantarte una mano.

    —¡Me ha bufado y mostrado los dientes!

    —¡Claro, porque no es tonta! Era una amenaza para que la dejases en paz. ¿No se ha dejado atar mansamente?

    Balai soltó una maldición. Después respiró hondo y, aun mascullando por lo bajo, deshizo la atadura, liberando a la chica, que cayó de rodillas frente a Tarish, llorando e reverenciándole ahora con su forma totalmente humana.

    —Gracias… Gracias, mi señor, gracias…

    —¿Cómo te llamas, sacerdotisa?

    —Kirala, mi señor.

    —Kirala… ¿Y qué haces aquí?

    —¿En la cueva…?

    —En Mon Tara.

    Que Tarish utilizase ese nombre para referirse a la dimensión de los humanos hizo que Kirala abriese los ojos con sorpresa y pareciese mirar a ese joven con mayor atención y detenimiento. Tragó saliva y se mantuvo de rodillas, con la espalda recta.

    —Yo… Nací en Mon Galar, pero cuando los portales se reabrieron decidí atravesarlos para explorar. Sin embargo, ¡oh! ¡Los otros urraki son despiadados! ¡Y los humanos también! Hui al desierto en busca de refugio y terminé encontrando esta cueva. No deseo luchar, ni dañar a nadie, ¡lo juro!

    —No necesitas jurar, sacerdotisa. ¿Por qué no has regresado a Mon Galar?

    Eso hizo que la muchacha dudase.

    —Pues… No es un lugar agradable, mi señor.

    Esa respuesta sacó una pequeña risa a Tarish. Sacudió la cabeza y sacó su abanico para darse algo de aire y ocultar parte de su rostro.

    —Hmn… ¿Mi señor? ¿Podría viajar con ustedes?

    —¿Qué? ¡Ni hablar!

    —Baba, no seas tan tajante. —Tarish lo sopesó unos segundos, pero pronto se encogió de hombros —. Bien. Eres experta en medicina, imagino.

    —¡Así es, mi señor! Todas las sacerdotisas de Vuriana estudiamos los tratados de Ga-

    —Ya, ya. —La interrumpió con un gesto vago —. Ponte en pie, entonces, Kira. Ahora te presentaré a nuestros otros compañeros. Ahora debe haber acabado de recoger el mineral…

    Volvió a caminar hacia donde había dejado a Hügo, pero Balai se acercó a él rápidamente para impedir su paso.

    —¿Está seguro de esto, amo?

    —Claro. —Dijo con despreocupación —. No te preocupes, la controlaré yo mismo. Y si deja de sernos útil… Bueno. Incluso un nafena puede servir para nuestro experimento.

    Aquello pareció calmar a Balai parcialmente y Tarish pudo retomar su paseo. Pronto estaba mirando a Hügo, que efectivamente estaba terminando de llenar la caja. Le felicitó con un aplauso emocionado y correteó para cerrar él mismo la caja y guardarla otra vez en la bolsa mágica.

    —El ruido lo ha provocado Kira, una chiquilla de unos veintipocos años… Va a unirse a nosotros, al menos durante un tiempo. No sabe luchar, pero es médica, y nunca viene mal viajar con un médico, hasta donde yo sé.

    Evitó contarle el detalle de que esa chica era un urraki. Lo vio innecesario, al menos por el momento, y de todas formas las armas de Hügo no la detectarían, al tener ella un nivel espiritual tan irrisorio.

    Con esto, regresaron cinco al hotel.




    No podía creerlo. ¿Realmente estaban a solas? Miró a su alrededor otra vez, pero ¡así era! No había nadie más que ellos dos en la habitación.

    Balai había acompañado a Kirala a la habitación que ella había ocupado con Tarish la noche anterior y Olivia, curiosa por la nueva incorporación al grupo, las había seguido haciendo sus graciosos ruiditos apocalípticos.

    Así que ahora Tarish, con su copa de vino áspero en la mano, estaba, por fin, a solas con Hügo.

    Sonrió, encantado con la perspectiva, y se acercó a él, poniéndole una mano en el hombro. Le invitó a sentarse, presionando suavemente de él hacia abajo, y entonces, sin más dilación, subió a su regazo con una sonrisa satisfecha.

    —Hola, desconocido. —susurró, acercándose para besarle.

    Cuando sus labios se encontraron y las manos de Hügo apretaron su cintura no pudo contener un suspiro de deleite, pero aquel juego terminó tan rápido como había empezado cuando el sonido del tambor se escuchó no tras la puerta, sino en la ventana.

    Al girarse, Tarish pudo ver la estatua emplumada que era Olivia cuando se quedaba totalmente estática. Gruñó y frunció el ceño.

    —¿Podrías darnos un rato, querida?

    Otra vez el sonido de tambor y ahora Olivia revoloteó, pero fue para entrar en la habitación y acercarse a la cama.

    Tarish tuvo que contener un gemido, pero de pura frustración. Sin embargo, accedió a la petición muda y salió de encima del mercenario, sentándose a su lado con un resoplido.

    —Mañana… —Empezó a decir después de dejarse caer de espaldas sobre el colchón —Quiero visitar la ciudad. Ver el mercado y el templo local, visitar los famosos jardines que tienen por aquí y ver el lago. Pasado mañana partiremos después de comer. Supongo que ahora tendré que ir a ver cómo está la chica.

    Con su humor claramente malogrado, se levantó de un salto y le dio un golpecito muy suave en la cabeza a Olivia con el abanico, a modo de reprimenda. Ella hizo otra vez el sonido del tambor y después subió al regazo de Hügo.

    Tarish rodó los ojos, pero sonrió al hombre antes de salir de la habitación una vez más.
     
    Top
    .
5 replies since 28/7/2021, 21:54   156 views
  Share  
.