| Insaciable || Hades x Zagreus |

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    By what right does the wolf judge the lion?


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    Como escritora, desde hace tiempo me apetecía adentrarme en lo más podrido de la psique humana (y echarme unas risas), así que he decidido homenajear al hentai más absurdo escribiendo un fic inmoral, estúpido y extremo. Curioso lector, echa un ojo a las advertencias y, si eres aprensivo, huye de aquí. Pero si te has sentido atraído por la pareja o la imagen de portada, algo me dice que no lo vas a hacer.



    Disclaimer: Hades y Zagreus pertenecen, en primer lugar, a la cultura griega, y en segundo lugar, a Supergiant Games.
    Rating: M.
    Advertencias: incesto padre/hijo, consentimiento muy dudoso (por consumo de alcohol), size!kink, rimming, lenguaje humillante, metáforas vulgares y conceptos anatómicos exagerados.

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    divisor



    Zagreus, tumbado en la cama junto a Hades, chupaba ávidamente uno de los pezones de su padre mientras amasaba sus enormes pectorales.

    El vino de Dioniso, tan exquisito como peligroso, provocaba en quien lo consumía un estado de delirio ante el que ni siquiera el dios más poderoso era totalmente inmune. Por eso el rey del inframundo se había visto obligado a usarlo con su hijo sin que este se diera cuenta.

    Se había cansado de sus estúpidos intentos por huir de él. Debía aprender por las malas que aquella cama era el lugar al que pertenecía, y que su único cometido en la vida era servirle.

    ¿Para qué iba a aspirar a más? ¿No le parecía suficiente privilegio haber recibido la misión de mantener caliente la polla de un monarca?

    Niñato desagradecido. Sólo le gustaba cuando se mantenía sumiso y necesitado de su cuerpo, como en ese momento.

    El chico, consumido por una excitación febril, succionaba el pezón como un bebé hambriento de leche materna mientras se frotaba desesperadamente contra el muslo de su amante en busca de algo de alivio.

    Sí, así lo quería siempre. Convertido en un muñeco. Reducido a un puñado de instintos primarios. Rezumando preseminal como un adolescente precoz. Temblando y gimiendo como una virgen.

    Le acarició la cabeza para premiar su mansedumbre y dejó escapar un suspiro satisfecho. En esas circunstancias lamentaba profundamente no ser una mujer para poder alimentarlo de sus propias mamas.

    Afortunadamente, tenía otros recursos.

    —Si quieres mi leche vas a tener que buscarla más abajo, chico —sentenció con una risa oscura.

    Su hijo dejó lo que estaba haciendo y lo miró a los ojos con un anhelo que le tensó los huevos de excitación.

    —Vamos. Sé que lo estás deseando, pequeña zorra —ordenó, y se deleitó viendo como lo obedecía al instante.

    Zagreus se deslizó hacia abajo y, recostando la cabeza en el vientre de su progenitor, se aferró a su gigantesca polla como un niño a su peluche y empezó a chupar ansiosamente la cabeza.

    Hades medía unos tres metros y poseía el físico de un titán, así que el tamaño de su entrepierna era proporcional al del resto de su cuerpo. Tan larga como la de un caballo y casi tan gorda como un muslo de Zagreus, se erguía con la imponencia de una columna griega, llena de relieves en forma de venas y durísima a causa de la excitación de su dueño. El glande era tan ancho que no se podía abarcar con toda la mano.

    El joven dios jamás podría chuparla apropiadamente; por eso se esforzaba en masajearla y acariciar cada rincón de forma reverencial.

    Mientras tanto, su boca estimulaba la abertura de su uretra con la agilidad de un perro. Su diámetro le permitía colar toda la lengua, así que jugó a penetrarla con ella, alternando esos estímulos con hambrientas succiones que buscaban sacar el tesoro que guardaba el rey del inframundo en los testículos.

    —Mírate. Te mueres por beberte toda mi leche. No puedes vivir sin ella, y sin embargo te empeñas en escapar de mí. ¿Es que no deseas tomarla todos los días? ¿No quieres quedarte para siempre en mi cama y dejar que te alimente como nadie va a hacerlo? Porque no vas a encontrar nada parecido en el Olimpo, chico estúpido. Ni siquiera la polla de mi hermano Zeus te va a llenar como yo lo hago. Vas a llorar por mí el resto de tus malditos días si después de probarme intentas sustituirme. Como yo no hay nadie, porque soy tu padre.

    —Padre, por favor… Necesito tu leche… Dame tu leche… —agonizó Zagreus, que empezaba a sentir una profunda angustia por no recibir el alivio que necesitaba.

    —Sigue ordeñándome, y si lo haces bien te la daré. No me voy a correr si te limitas a lloriquear como una niña.

    Su hijo retomó el intento de felación con renovadas energías, masajeando la polla ansiosamente justo por debajo de la cabeza y succionando la uretra con tanta lujuria que la saliva que derramaba le empapaba todo el contorno de la boca. Tras un rato Hades eyaculó por fin y su semen salió disparado como una fuente hacia Zagreus, regando de blanco todo su rostro, pelo y pecho. El dios tenía tanta cantidad acumulada que brotó durante varios minutos y el joven pudo beber de él con la ansiedad de un borracho empeñado en ahogarse con el alcohol.

    Le resultaba tan adictivo que sentía que podría alimentarse únicamente de eso durante el resto de sus días.

    —Eres delicioso, padre… —murmuró el hijo cuando se hubo llenado el estómago. Con una sonrisa de enloquecida satisfacción y el semen resbalando por todo su cuerpo como si se hubiera bañado, ofrecía una imagen tan erótica que la dureza de Hades no remitió ni un ápice.

    —Y tú, pequeña puta. Tú también lo eres. —Se incorporó hasta ponerse de rodillas en la cama y lo agarró del pelo—. Ponte a cuatro patas.

    Lo forzó a colocarse como un perro, dándole la espalda, y le hundió la cabeza en las sábanas para que le ofreciera el culo.

    —Eso es. Preséntame lo único que vale la pena de ti.
    Lo agarró de las nalgas con ambas manos, las separó y se lanzó a devorarle la entrada del ano con voraz agresividad. Lo penetró con la lengua, succionó para hacer ventosa y lo acarició en círculos con todo el rostro para que su frondosa barba le arañara toda aquella sensible zona. Zagreus empezó a gemir pesadamente e intentó mover las caderas, pero la fuerza del rey era imparable, y no logró contrarrestar el férreo agarre que mantenía sobre él.

    Sin embargo, Hades no se privó de darle más placer, y por ello llevó una mano a su pene y empezó a masturbarlo como si se tratase de la ubre de una vaca. Su extremidad abarcaba por completo el tronco y era capaz de ahogarlo con su calor.

    El placer que le proporcionaba al joven dios llegó en oleadas tan intensas que no pudo soportar por mucho tiempo aquel cúmulo de estímulos y se corrió con insultante rapidez, tras lo cual se quedó temblando como una hoja.

    —Parece que yo también sé ordeñar bastante bien —comentó Hades entre risas maliciosas, y se dispuso a tumbarse de nuevo en la cama.

    Pero Zagreus no estaba preparado para terminar, y el hecho de que su pene siguiera erguido era la prueba de ello.

    —Padre, fóllame, por favor… —murmuró con un hilo de voz—. Te necesito dentro de mí…

    —Mh… ¿Y por qué debería concederte ese honor? —preguntó con el ceño fruncido, tras lo cual le propinó un azote en la nalga izquierda y empezó a frotar la polla contra la tierna piel-. ¿Crees que te voy a dar todo lo que quieras por el simple hecho de habérmela chupado?

    —Por favor, padre… Por favor… Te lo suplico… —rogó, agarrándose con desesperación a las sábanas y restregando el culo contra él como un perro en celo.

    —No me interesan tus súplicas. Vas a tener que darme algo mejor. —Hizo una pequeña pausa, relamiéndose los labios con arrogancia ante lo patético y delicioso que se veía su hijo—. Prométeme que te mantendrás en tu puesto durante el resto de tus días. Júrame que no pretenderás aspirar a ser nada más que mi puta personal.

    —Te… lo juro… —balbuceó con la voz rota, meciéndose cada vez más frenéticamente—. Te juro que sólo viviré por y para ti… Seré únicamente tuyo… Sólo me dejaré follar por tu polla… —Varias lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. Dejaré que me uses cada noche durante toda la eternidad…

    —¿Renegarás públicamente de tus tontos intentos de huir del inframundo y reconocerás ante el resto de dioses que has asumido la tarea de ser mi juguete?

    —Sí… Les diré que ya sólo te venero a ti y a tu polla…

    —Bien —respondió, e hinchó el pecho con orgullo—. Así me gusta.

    Dando por zanjada la conversación, pues en el fondo se moría por enterrarse en él, volvió a separarle las nalgas, se posicionó y empezó a adentrarse en él con impaciencia.

    Aquella monstruosa polla no estaba destinada a entrar en agujeros tan pequeños como el de Zagreus. Por eso, al sentir como su interior era violentamente forzado a ensancharse chilló y puso los ojos en blanco. Sin embargo, gracias a su naturaleza de dios y a la lujuria que le provocaba el vino de Dioniso, lo que a cualquier otro le habría matado de dolor a él le produjo un placer inexplicablemente intenso.

    Era como si su padre se estuviera apoderando de todo su ser por dentro. Lo sentía por todas partes, forzándolo a abrirse más y más para él. Se veía obligado a separar más las piernas y elevar más el culo. Su espalda se quejaba por tener que hundirse ante el peso de su amante. Parecía que en cualquier momento su cuerpo se fuese a partir en dos.

    Cuando Hades chocó la pelvis contra su trasero, Zagreus emitió un alarido de éxtasis y empezó a babear contra las sábanas, completamente enajenado.

    Su progenitor, que también empezaba a desvariar por la excitación, lo agarró de las caderas y comenzó a martillear contra él sin ninguna piedad, haciendo chocar sus enormes huevos hinchados contra sus muslos y obligándolo a recibirlo absolutamente todo en cada embestida. De vez en cuando aprovechó para propinarle nuevos azotes en el culo, tan fuertes que acabaron dejándole la piel completamente enrojecida y ensangrentada.

    Tras unos minutos de frenética follada, Hades volvió a eyacular y Zagreus notó como su vientre se hinchaba a medida que el torrente de semen lo llenaba. Aquello provocó que se corriera por segunda vez contra las sábanas entre gemidos y gritos frenéticos.

    Al salir de él, el dios observó como su semen caía a chorros del destrozado culo del joven. Los músculos de su ano dilataban y contraían la entrada violentamente —como si en el fondo buscara ser llenado una vez más—, derramando de forma casi interminable aquel líquido espeso por sus piernas. Su culo no volvería a ser el mismo tras haber sido perforado y dado de sí tan salvajemente.

    El rey se lanzó a beber su propia leche, recorriendo una vez más la ensanchada cavidad con labios y lengua, y Zagreus volvió a babear sobre la cama, incapaz de articular palabra.

    No quedaba nada de él. Era un muñeco sin pensamientos ni opiniones; un trapo feliz de haber sido usado.

    —Buen chico —dijo Hades con la barba pintada de blanco—. Pero estás demasiado estrecho. Voy a tener que dedicar los próximos siglos a hacer que te acomodes perfectamente a mi tamaño.
     
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