Detrás del espejo.

[SasuNaru]

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    Te has criticado a ti mismo por mucho tiempo, trata de aceptarte totalmente y veras qué sucede.

    [Louise Hay]
    **

    I




    Casi había oscurecido para cuando terminaron de bajar la última caja del camión de mudanza. Minato había pagado la suma correspondiente del traslado a uno de los hombres menudos con gorra. Y entonces, por primera vez, se quedó mirando el vecindario que lo rodeaba. Las fachadas eran iguales, mismo tono granito en el exterior, mismo jardín minuciosamente recortado, mismas aceras, estacionamiento para un coche y cercas a cada lado de las viviendas.

    Había sido una compra modesta, asequible gracias a su finiquito.

    Respiró el aire fresco y la preocupación al fin lo envolvió al ver el semblante de su hijo al bajar del vehículo con dos grandes valijas a cada lado.

    Sus ojos azules, tan parecidos a los suyos, irradiaban angustia, su expresión era la clara escenificación de un alma en pena. Todo el se veía apagado. Costaba creer que fuera el mismo muchacho sonriente, impetuoso y rebelde que le pedía jugar béisbol los fines de semana. El mismo que llegaba corriendo de clases y se abalanzaba a sus brazos para que lo recibiera.

    Lo que no daría Minato por volver a ver su sonrisa alegre y su mirada efusiva.

    Pero era imposible. Desde que su amada Kushina había sido detectada con leucemia, la vida familiar se había derrumbado como un castillo de naipes ante una impredecible ráfaga de viento.

    Su esposa yacía internada en terapia intensiva, sometida a numerosos cuidados. Los gastos de los medicamentos y las quimioterapias le habían obligado a vender su anterior casa ubicada al centro de Tokio.

    Y ahora allí estaban. Después de mirar múltiples opciones, Minato se había decantado por una zona que tuviera privacidad. Quería que Naruto creciera en un ambiente tranquilo, y ese lugar parecía adecuado, afín a sus intereses como padre.

    Se habituarían. Claro que lo harían.

    Las quejas de Naruto al enterarse de que dejaría su anterior colegio, habían sido interminables. Reproche tras reproche, finalmente se había hundido en una dolorosa aceptación cuando Minato le tendió el último recibo del hospital.

    Durante el trayecto no hablaron. Naruto había fingido que dormía con la mirada vuelta hacia la ventanilla de su lado, los audífonos puestos y una canción atronadora.

    —Pediré una pizza para cenar, ¿Qué te parece?— saliendo de sus recuerdos, Minato se volvió para ver a Naruto.

    Tal como supuso, no hubo respuesta.

    Su mirada apagada no denotó el mismo brillo que usualmente mostraba cuando cenaban juntos. Minato lo dejó pasar. Estaba cansado por el viaje. Aún tendrían que desempacar las cosas y acomodar todo.

    Mañana iría a presentar su currículo en las oficinas de contaduría más próximas. Después tendría que ir al hospital. Saldaría las medicinas pendientes y vería a su esposa. La tomaría de la mano como siempre hacía, hablarían un poco y pretenderían que no estaban en la sección de cuidados intensivos para pacientes con enfermedades terminales. Solo se abrazarían como los amantes que eran, relegarían los problemas al olvido y Minato se desharía en llanto cuando estuviera a solas en su coche.

    Esa era su rutina de todos los días desde hace tres meses.
     
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    II



    Mudarse y empezar de cero en otra zona de la ciudad representaba un gran cambio en sus vidas. Minato estaba al tanto de ello. Sin embargo su eterna vena optimista le había sugerido que no se preocupara tanto, que pronto se adaptarían al cambio, que conseguiría apañarselas sin ayuda de Kushina.

    Dos semanas y tal cosa aún no ocurría.

    Cuando volvió del trabajo, cerca de las once de la noche, las persianas y cortinas seguían corridas, propiciando que un aire viciado y un ambiente tétrico y apagado reinara en el interior de una vivienda que debiera resultar cálida y hogareña. Naruto se había empecinado en mantenerse aislado en aquella oscuridad como acto de rebeldía ante la decisión, prácticamente unilateral, que Minato había tomado.

    Su ceño se frunció al entrar a la casa y, un suspiro de profundo malestar se abrió paso entre sus labios al tropezar con una de las decenas de cajas todavía sin abrir.

    —Naruto— lo encontró de nuevo sentado frente al televisor, con la mirada fija en el juego que se desarrollaba en la pantalla, sosteniendo el mando y pulsando los botones a toda velocidad. Ni siquiera reparó en su llegada.

    Minato lo miró más de cerca y su fastidio se trocó en un enfado mucho mayor al notar las pupilas de su hijo enrojecidas por las horas que llevaba jugando.

    Desde que tenía uso de razón, jamás había tenido una actitud violenta con su familia. No se consideraba a sí mismo un padre modelo, tenía sus fallas como cualquier padre de familia. No obstante era amoroso, nunca alzaba la mano a su mujer o gritaba a su hijo. Pero tampoco se había enfrentado, hasta entonces, al desafío de tener que criar a su retoño solo. Naruto estaba próximo a cumplir sus dieciséis años y le parecía ridículo su actual comportamiento.

    —Ya es suficiente— conteniendo apenas el enojo, fue a desenchufar el cable del televisor. Naruto le desafió entonces con la mirada.

    No abrazo, no saludo, no preguntas sobre qué tal le había ido en el empleo. Minato llevaba una semana acudiendo por las tardes para reunir el dinero suficiente para la matrícula de Naruto. Tenía que empezar en un nuevo instituto. Era duro y lo sabía, pero aquello no justificaba la actual holgazanería del menor.

    —No has desempacado todas tus cosas, no limpias, no estudias— numeró con el cable enrollado en los dedos—. Estás todo el día sentado en el sofá jugando videojuegos mientras yo me parto la espalda ganando algo de dinero para subsistir, cosa que ni siquiera agradeces.

    Naruto se levantó de a poco del sofá, sintiendo la rigidez tirante a causa del calambre por haber estado tanto tiempo en esa posición. Hizo una mueca de desagrado, separó los labios para hablar, pero detuvo a tiempo la retahíla de quejas al recordar que había hecho un voto de silencio como medida de rebelión ante los actos egoístas de su padre.

    ¿Qué se creía, que estaba feliz porque lo había alejado de sus amistades de toda la vida?

    ¿Acaso debía celebrar el que su madre estuviera muriendo en el hospital?

    Difícilmente se mordió la lengua para reprimir a tiempo las palabras. Se cruzó de brazos, cerró los ojos y alzó el mentón, como todo un crío malcriado, como el niñato desobediente que su padre tanto aborrecía.

    No le dirigiría ni una palabra. No se lo merecía.

    —Limpia tu cuarto y deshaz tu equipaje— las siguientes ordenes Minato procuró hacerlas en tono comprensivo, paternal. Quiso acercarse a abrazar a su hijo, pero Naruto huyó el contacto y subió corriendo a encerrarse en su habitación.

    Con los hombros tensos, Minato exhaló y se dirigió a la cocina. Sobre la barra desayunadora empezaban a acumularse los platos de varios días. No había nada nutritivo en la nevera porque llegaba demasiado tarde del trabajo y no le daba tiempo a comprar víveres. Se fijó entonces en que Naruto solo había estado comiendo pizza congelada y potes de sopa instantánea desde que se mudaron.

    Tomó el delantal de la silla y se lo anudó para empezar a recoger un poco.

    Debía ser tolerante, paciente. Naruto estaba en plena adolescencia y había que tener en cuenta los problemas que les aquejaban a ambos desde hace tiempo.

    Una vez más, Minato decidió que lo dejaría pasar. El caos pronto pasaría, la tormenta cesaría y el orden se restablecerá en su familia. Sólo había que seguir siendo optimista.

    Tristemente sonrió al ver el retrato de su esposa junto al lavamanos.
     
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    III



    Su padre había llegado hacía pocos minutos. Naruto lo había escuchado entrar y llamarle un par de veces.

    Como de costumbre, no contestó. Se había pasado la tarde jugando y comiendo. Llevaba semanas igual. Ese día, sin embargo, se sentía más alicaído. Estar solo en casa afectaba su estado de ánimo, pero salir en una zona que no conocía (Ni quería conocer) estaba fuera de sus pensamientos. Solo quería que todo volviera a la normalidad.

    Sentado en la cama dentro de su habitación, pasaba una a una las páginas del álbum de fotografías. Las primeras páginas mostraban a su madre sonriendo en diferentes ángulos y poses cuando todavía vivían en su anterior casa. Kushina aún conservaba aquella larga cabellera de fuego, y sus ojos eran dos gemas esmeralda que resplandecían en todo momento.

    Naruto notó que una lágrima humedecía una de las fotos. La limpió con la manga del antebrazo y fue pasando hojas, hasta que llegó a las fotos que exhibían su anterior secundaria. Había una fotografía grupal con todas sus amistades. La tímida de Hinata, el serio de Shino, el flojo de Shikamaru, la sonriente Tenten. Todos abrazándose en hilera.

    Tenía sus números telefónicos, pero no era lo mismo. Sus amigos estaban a kilómetros de distancia, así que no podrían acordar una salida como tal. Tampoco se sentía de buen humor para abandonar su casa. Quería estar solo, y a la vez, deseaba sentir compañía, que su madre se recuperara, que su familia se restableciera para poder retornar a su casa.

    Con lágrimas en los ojos, decidió ignorar el cuarto llamado de su padre. Cerró el álbum y lo guardó bajo su cama. Ya era tarde de todas formas.

    Fue al baño para vestirse la pijama y notó con cierto pesar que se había desprendido el botón de su pantalón deportivo naranja.

    Al tratar de vestirse el del pijama, también lo sintió demasiado ajustado a diferencia de lo holgado que le iba cuando vivía en su otra casa.

    Frustrado por el reciente descubrimiento, Naruto abrió la puertecilla bajo el lavabo para sacar la báscula. Generalmente era su madre quien la usaba, pero desde que la habían trasladado al hospital, la mayoría de sus pertenencias habían quedado varadas. Naruto había conservado algunas antes de que su padre decidiera empacar de vuelta el resto en aquellas horrendas cajas que pronto acumularían polvo.

    Primero se quitó los tenis antes de subirse. El horror se instaló en sus facciones al notar el número en el que se detenía la aguja.

    ¿Cómo era posible que aumentará diez kilos en solo seis semanas?

    Debía estar mal.

    Tenía que estar mal.

    Volvió a bajarse y aguardó a que estuviera en cero antes de subir nuevamente.

    Mismo número. Mismo terrible resultado.

    Conteniendo una maldición, Naruto se pasó una mano por el rostro. Pero se tranquilizó al momento.

    No era gran cosa.

    Cuando vivía en su anterior casa, solía ejercitar mucho con sus amigos. Quizá si empezaba a caminar un poco...

    Guardó la báscula y su rostro se serenó rápidamente. Sin embargo sus cejas rubias se contrajeron con enfado al oír los golpes a la puerta.

    Abrió y se encontró a su padre vistiendo el mismo esmoquin oscuro que solía llevar a su trabajo. Minato lo observó detenidamente antes de hacer un anuncio.

    -Traje pollo para la cena.

    Fiel al voto de silencio, Naruto salió del baño sin dirigirle la palabra. Le sentaba mal estar todo el tiempo peleado con su padre, pero tampoco quería dar su brazo a torcer. Quería que se diera cuenta de lo molesto que se sentía por haberlo arrastrado a ese lugar tan horrible. Por su culpa, había perdido a sus amistades, por su culpa, había aumentado de peso, por su culpa todo lo que tendría que estar bien, estaba mal.

    Ambos tomaron asiento en silencio en el comedor. Compartir desayuno y cena se había vuelto rutina. Y aun así, Naruto solía asaltar la nevera a altas horas de la noche para saciar ese maldito vacío interno que no se iba con nada, pero que aminoraba un poco cuando engullía un montón de cosas que le gustaban.

    -Por fin he conseguido reunir lo de tu matrícula.

    La noticia que debiera resultar amena, hizo a Naruto rabiar más por dentro. Mascó furioso un trozo de ala y fingió no escuchar aquello, pero Minato siguió perorando a la nada.

    -En unos días podrás volver a la escuela. Te hará bien hacer amigos.

    Silencio.

    -Tu madre ha estado preguntándome todo el tiempo por ti. Me ha pedido que te diga que quiere verte.

    Más silencio.

    Minato arrugó el ceño.

    -Debes...

    Ambos pares similares de ojos se volvieron hacia la puerta cuando los golpes interrumpieron el monólogo del adulto.

    Naruto siguió comiendo el contenido de su plato. No podía decirle a su padre que no tenía valor para regresar al hospital y ver aquel despojo en el que se había convertido su bella madre. La última vez que la había visto fue hace ocho semanas y lucía tan demacrada. Casi había perdido todo el cabello, su mirada había perdido brillo y nitidez, estaba pálida, delgada, inmóvil, postrada en cama.

    Naruto apenas había conseguido permanecer unos minutos en terapia intensiva antes de salir corriendo y llorando porque esa mujer que veía, no era su madre. El dolor era insoportable.

    Enguyó un cuarto, quinto y sexto trozo, oyendo a su padre intercambiar unas pocas palabras en la puerta momentos antes de ceder el paso a una elegante dama de cabello ébano y tez nacarada.

    Al instante, Naruto dejó de comer. Aquella desconocida se presentó como Mikoto Uchiha antes de extender su mano. Detrás de ella venía Minato llevando en las manos un pay de manzana. Metros más atrás, entró un chico con andar resuelto y las manos dentro de los bolsillos. Poseedor de rasgos delicados y suaves como los de Mikoto. Cabello oscuro en puntas, con un peculiar flequillo cayendo con elegancia hacia su costado derecho. Sus ojos negros lo contemplaron inquisitivos, profundos y penetrantes. Una mirada que le alborotó el corazón y le abrasó la nuca. Vestía pantaloncillos cortos en tono beige y una playera azul marino.

    Naruto se sintió extraño y hasta un poco avergonzado ante su escrutinio. Dejó de oír lo que decían Mikoto y su padre, dedicándose enteramente a ver a aquel muchacho tan atractivo y de serio y altivo porte.

    Experimentó fuertes deseos de hablar con él, considerandole una potencial amistad, pero, al mirar de reojo a su padre y notar su sonrisa relajada, cambió de parecer. Se había jurado no hablar todavía.

    Así que, se alejó a su habitación sin despedirse siquiera.

    Media hora más tarde, su padre fue a su recámara para reprocharle y reprenderle por su conducta para con los vecinos. Naruto apenas escuchó sus reclamos sobre comportarse con educación.

    Más de esto, menos de aquello.

    Rodó los ojos con irritación y esperó hasta que se fuera.

    Minutos después, el vacío dentro suyo se acrecentó, obligandole a bajar a la cocina para tomar un bocadillo.

    Al ver el pay de manzana en la nevera, Naruto se decidió a cortar un trozo. Se lo llevó a los labios y saboreó el dulce manjar del relleno deshaciéndose en su boca.

    Recordó a su madre moribunda.

    Entonces cortó un segundo y tercer trozo.

    Hasta que solo quedó el recipiente sin una sola morusa dentro.
     
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    Pobre Kushina 💔, bueno ya veremos cómo sigue ☺️
     
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    IV



    Probarse el uniforme escolar que su padre había dejado pulcramente doblado sobre su cama, fue una pesadilla.

    No solo le iba ajustado, sino que encima la tela del pantalón de franela se había rasgado a la altura de la cadera.

    Ahora no tenía uniforme. El gasto de Minato había sido inútil.

    Naruto lo maldijo mentalmente varias veces mientras daba saltitos frustrados por toda la habitación, intentando desesperadamente vestirse los pantalones de su anterior secundaria.

    Después de varios insultos, logró hacerlos entrar.

    Se retiró el sudor de la frente con el antebrazo y se dio prisa en acomodar los utiles en su mochila, a sabiendas de que Minato lo esperaba con impaciencia en el comedor para llevarlo. Naruto casi podía escuchar sus reclamos cuando lo viera usando su antiguo uniforme.

    "¿Por qué no estás usando la muda nueva que te compré?

    ¿Es que no ves que me esfuerzo mucho para poder hacer esos gastos?

    ¿Piensas que lo hago por obligación?"

    Y entonces Naruto se mordería los labios muy fuerte para no estallar y contestarle, que si, que lo hacía porque era su maldita obligación, que no tenía derecho a juzgarle nada porque él no tenía la edad suficiente para trabajar, pero cuando la tuviera, seguramente se largaría muy lejos para dejar de incordiarle tanto y pagaría hasta el último centavo invertido"

    Antes de tomar su mochila, Naruto se miró al espejo para acicalarse un poco el cabello. Su rostro se había redondeado un poco.

    La angustia se reflejó en sus ojos al dar por hecho el aumento de peso.

    Tendría que hacer algo al respecto, y pronto.
    *

    Su nueva secundaria quedaba a solo unas manzanas del condominio donde vivía actualmente. Naruto no agradeció ni se despidió al bajar del coche y azotar la puerta. Apenas si prestó atención al sutil regaño de Minato antes de empezar a andar hacia el interior de la estructura.

    Cómo odiaba todo.

    Su propia ropa le iba demasiado ajustada. No podía andar bien porque se sentía apresado por la tela, reprimidos sus movimientos bajo el algodón y la franela.

    Varias miradas le escudriñaron con notorio interes al verle recorrer los interminables pasillos.

    Naruto se obligó a bajar la mirada hacia el marmol bruñido que le devolvía una figura más rolliza que la que tenía apenas unos meses atrás.

    Mejillas regordetas, piernas más gruesas, brazos fofos, estomágo amplio.

    Cerró los ojos, sintiendose agobiado. No conocía a nadie. Mirara a donde mirara, los estudiantes se encontraban charlando por los pasillos en grupos.

    Una sensación incómoda lo inundó. Naruto la asoció inmediatamente con el hambre, asi que se detuvo para sacar un paquete de galletas que había guardado en su mochila la noche anterior. Abrió la envoltura y se zampó dos. Luego vio por el rabillo del ojo a un par de chicas susurrando y mirandolo a la vez antes de estallar en risas.

    Se detuvo frente a su salón. En la parte superior de la puerta pendía el número 2 acompañado de la letra D.

    Se vio en el vitral de la ventana obstruida con barrotes, imaginando lo que aquellas chicas habrían dicho.

    Tenía que parar. Tenía que hacerlo ahora.

    *

    Cuando la primera clase comenzó, Naruto aún divagaba en lo incomodo que se sentía vistiendo su propio uniforme. La bastilla superior del pantalón le comprimía el abdomen y cortaba su respiración. Además, apenas una caminata desde la entrada a su salón y ya se sentía terriblemente agitado, como si hubiera corrido por varios minutos sin descanso.

    No era el caso.

    Ni de coña.

    Llevaba semanas sin salir siquiera de su casa. Rehuía cualquier actividad física desde que su madre había sido ingresada a cuidados intensivos.

    De nuevo pensar en su madre muriendo, lo hizo desear comer algo. Cualquier cosa.

    "No"

    Sacudió la cabeza cuando un movimiento inconsciente de su mano lo llevó a buscar dentro de su mochila por las galletas restantes.

    La ansiedad empezaba a superarlo cuando el maestro entró. Naruto tomó su libreta y dibujó un trazo irregular de una bolsa de frituras.

    Entonces fue llamado a pasar al frente a presentarse.

    Tan pronto oyó las indicaciones del adulto sobre decir su nombre, gustos y pasatiempos, sus rodillas temblaron bajo el pupitre.

    Nervioso, Naruto se levantó, sometiendose al escrutinio de toda la clase. Miradas divertidas de un lado, susurros inentendibles del otro.

    -Mi nombre...- empezó con un balbuceo. -Mi nombre es Naruto Uzumaki- al ver que el profesor asentía y lo alentaba a continuar con un gesto de mano, tragó saliva.

    -¿Qué te gusta hacer?

    Naruto no tuvo que pensarlo mucho antes de contestar.

    -Jugar videojuegos.

    -¿Y tus pasatiempos?

    Se restregó las manos una y otra vez. El escrutinio de sus compañeros lo ponía cada vez más nervioso. Quería salir corriendo, regresar a su casa, a refugiarse en la seguridad del sofá.

    Fue entonces que lo vio. Casi al final de la tercera fila de pupitres. El mismo chico que había ido a su casa una semana antes y que, ahora, le observaba con una ceja elevada y aquellos ojos tan oscuros que competían con la noche.

    Naruto dio un paso atrás en automatico al sentir su mirada.

    -Yo...me...- Tartamudeó, mirando en todas direcciones, intentando encontrar la respuesta escrita en alguna parte. Su mente estaba bloqueada.

    -¿Si?- los ojos castaños del profesor lo apremiaban a continuar.

    -Me gusta comer- fue la respuesta que emitió, sin detenerse a pensarlo.

    -Se nota- el comentario brotó de uno de los pupitres delanteros antes de que el grupo entero estallara en carcajadas.

    Naruto apretó los puños, quiso alejarse, pero el profesor lo tomó de los hombros, seguramente previendo su reacción posterior y anticipandose a ella. Le invitó a sentarse de nuevo, y Naruto obedeció, sintiendose cada vez peor consigo mismo.
     
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    Pobre Naruto ¿Como se le ocurre decir comer con lo crueles que suelen ser en las escuelas? A ver si en el próximo capi le va mejor ❤️
     
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    V



    Siempre que solía llegar a casa después de clases, nada más abrir la puerta, la figura esbelta y enérgica de su madre lo esperaba en el comedor. Aquella sonrisa cálida y maternal infundiendole ánimos mientras servía la comida. Minato sentado en el extremo opuesto de la mesa, con el diario extendido y una taza de café al lado.

    Ese día, al llegar a casa, Naruto notó más que nunca el cambio, el terrible giro que había dado su vida tras la mudanza.

    Abrir la puerta no fue sinónimo de algarabía, como tampoco lo fue entrar a la solitaria casa y ver en la nevera una simple nota garabateada de su padre, adherida en la puerta del frigorífico con un imán, avisándole que llegaría más tarde ese día, que no le esperara para cenar.

    Naruto tomó plena consciencia de su disgusto. Había sido un pésimo día. No había podido hacer ningún amigo en el descanso, fue el hazmerreír en clases, la ropa no le quedaba.

    Mascó su enojo a medida que abría las puertas de la alacena. Acercó el contenedor de basura y arrojó los paquetes de galletas, los embutidos, las sopas instantáneas y la comida enlatada. Después fue furioso hasta el refrigerador para repetir la misma acción de antaño con la pizza congelada, los waffles, el pollo frito.

    Hizo un nudo a la bolsa y sacó todo al bote de la jardinera frente a la fachada de su casa.

    Ya se volvía para volver a entrar cuando reparó en la figura de perfil del muchacho de cabellos oscuros y piel platinada.

    Naruto lo observó embobado, casi sin parpadear, atento a su delicada fisonomía. Su vecino estaba regando las plantas con la manguera, portando su eterna expresión apática. Los labios en una tenue línea recta que se le antojó obstinada.

    Entonces escuchó la voz de Mikoto llamarle desde dentro.

    "Sasuke, tienes una llamada"

    "Sasuke" el nombre se repitió un par de veces en su mente. Así se llamaba el apuesto chico que vivía a sólo tres casas a la derecha.

    Con un suspiro de resignación, Naruto entró de vuelta a la casa.
    *

    Despertó alrededor de las dos de la mañana, hambriento. Su estómago gruñía, sus tripas le secundaban en una interminable orquesta que terminaron por hacerle levantar de la cama.

    Naruto abrió silenciosamente la puerta y bajó para buscar algo que aplacara el martirio de tener el estómago vacío.

    Su última comida había tenido lugar desde la tarde del día anterior, cuando se comió las galletas antes de clases. Luego de aquello no había ingerido nada más.

    Revolvió las escasas sobras de la nevera y al final terminó bebiendo tres vasos de leche.

    Satisfecho, se volvió sobre sus pasos.

    Tenía que empezar a perder peso rápido.

    Pero, ¿Cómo?

    Ya en su habitación buscó su celular para echar un vistazo a las múltiples páginas con dietas que prometían resultados en poco tiempo. Anotó en su libreta de apuntes seis de ellas, las más básicas. Empezaría mañana mismo.

    Se recostó en su cama, con la mirada perdida en la ventana, recordando al misterioso muchacho que tenía de vecino.

    Una sonrisa casi imperceptible se apoderó de sus labios momentos antes de que cerrara los ojos.

    *

    Un nuevo día le esperaba. Naruto inhaló profundamente para serenarse antes de entrar a clases.

    La primer semana sería la más difícil. Naruto sabía que tenía que comenzar a cambiar sus hábitos alimenticios. Lo hizo de forma drástica.

    La primer dieta que intentó era a base de sopas. Ingerir más líquidos para engañar al hambre, producir mayor saciedad entre comidas y desintoxicar su organismo.

    El hecho de que Minato casi no estuviera presente, ayudó bastante a que pudiera apegarse al plan alimenticio.

    De martes a jueves Naruto desayunó jugos acompañados de tés y aguas saborizadas con pocas calorías. Por las tardes bebía tanta agua como le era posible.

    Se dio cuenta, además, de lo difícil que resultaba enfrentarse a los antojos cuando los tenía enfrente. Encerrado en la nueva casa había estado comiendo para llenar la soledad y distraer a su cuerpo de los problemas y el estrés que le generaba la mudanza, pero comía casi sin ser siquiera consciente de lo que ingería.

    En clases era muy distinto. Ver toda esa comida chatarra en la cafetería y a donde quiera que mirase, lo hizo querer desistir desde casi el primer día.

    El único incentivo para continuar eran las burlas que había soportado. Los murmullos, los señalamientos.

    Ya había completado oficialmente su primer semana en la nueva escuela y aun no tenía ni un solo amigo.

    Los almuerzos solía pasarlos comiendo de pie cerca del salón, tratando de alzar lo menos posible la mirada para no encontrarse con algún otro alumno comiendo algo que se le antojara.

    Por suerte ya era viernes. Las primeras dos clases habían resultado medianamente soportables, aunque Naruto habría preferido dormir esas dos horas de lo cansado que se sentía.

    Solo en una ocasión había tenido oportunidad de volver la vista atrás para ver a aquel chico, a Sasuke. Lo había visto tomando nota, siempre atento y concentrado. Todas las chicas morían por sentarse a los lados o delante de Sasuke. Competían o se turnaban entre ellas, y Naruto comprendía muy bien la razón. Vaya si lo había captado muy rápido.

    Sasuke Uchiha no solo era un rostro bonito y un cuerpo de tentación. Poseía inteligencia, aunque tenía una actitud más bien arrogante y egocéntrica. Se sabía todas las respuestas a cualquier pregunta de cualquier materia, siempre era el primero en terminar y jamás cometía ningún fallo. Era, en pocas palabras, un chico excepcional que le despertaba sentimientos contrariados.

    Por un lado, Naruto lo creía un cínico y presumido que quería exhibir su propia perfección. Por otra parte, su ritmo cardíaco se aceleraba con solo mirarlo. Se preguntaba cómo besaría, qué tan suave sería su piel, cuán negros serían sus ojos si se le veía más de cerca.

    Verlo en las clases conllevaba soñar despierto, pero Sasuke era como una pintura a la que no se podía dejar de contemplar porque, en cada vistazo, se apreciaba algún detalle qué había pasado desapercibido hasta entonces y que lo hacía lucir menos perfecto e igualmente deseable. Como verlo morder sutilmente el borrador de su lápiz o entrelazar las manos bajo su barbilla mientras cerraba los ojos para descansar a cada término de hora.

    Después del almuerzo, Naruto fue a revisar su horario al salón. Había comido la cuarta sopa de la semana y su estómago reclamaba algo más sustancioso. Por las noches solía beberse un simple vaso de leche y un té, lo que hacía que la espera hasta el desayuno fuera una completa tortura.

    Cuando tuvo el papel con el horario en sus manos, sus labios se tensaron. Los viernes la tercera hora estaba destinada a la clase de educación física. El ni siquiera había llevado el uniforme correcto. No había querido decirle a Minato sobre lo ajustado que le iba por mero capricho.

    Vergüenza u orgullo, ya no importaba. Podría saltarse la clase, pero si llamaban a Minato, tendría más problemas y ya estaba harto de sus constantes regaños.

    Al ir al patio, encontró a sus compañeros haciendo los calentamientos previos, después debían formar equipos para el basquetbol. Uno a uno se fueron turnando. Y como cabría esperar, Sasuke había sido de los primeros en ser elegido.

    Al final Naruto se supo relegado junto a otro de sus compañeros, un chico rollizo que se presentó como Chouji Akimichi cuando reparó en su presencia. Verle comer vorazmente de una bolsa de frituras representó todo un desafío. Al final y seguros de que no serían elegidos para el primer partido, ambos se fueron a sentar a las gradas.

    Naruto pensó que era mejor así. No tenía ganas de jugar, pero algo en su pecho se había alborotado al grado de hacerle doler cuando vio a Sasuke corriendo agilmente hacia la canasta del otro equipo para encestar.

    -¿Por qué te cambiaron de escuela?- la pregunta de Chouji lo hizo suspirar. Odiaba dar explicaciones y recordar.

    -El trabajo de papá queda más cerca de este lado de la ciudad- supuso que una mentirilla iría bien para evitarse el mal trago de hablar sobre sus problemas actuales.

    Chouji no dejaba de engullir a toda velocidad y Naruto estaba experimentando una fuerte jaqueca de sólo oír el crujido de los dientes chocando contra la fritura. Pero lo peor era la sensación de vacío provocada por el hambre. Su estómago volvía a rebelarse entre sonoros rugidos que acapararon la atención del Akimichi.

    -Toma una- le convidó la bolsa. Naruto lo maldijo por dentro. Rechazó el ofrecimiento, presto a formular otra mentira cuando vio a una chica caminando dolorida hacia ellos.

    -Elijan a uno de los perdedores.

    Naruto entrecerró los ojos, irritado ante el apodo. Entonces ocurrió lo impensable, Sasuke Uchiha se adelantó varios pasos, irguiendo todo su elegante porte en su dirección, izando y blandiendo el índice para señalarlo.

    -Suerte- le deseó Chouji dándole una firme palmada en la espalda. Naruto se levantó lentamente, torpemente, todavía ensimismado en la charla dejada a medias. Avanzó nervioso hasta la cancha y se unió al equipo de Sasuke compuesto por una guapa y delgada joven de cabello corto teñido de rosa palo, otra chica de cabellos rojizos reía orgullosa a su lado. Más atrás estaba un albino de mirada severa y sonrisa afilada, conversando animadamente con otro muchacho robusto de cabellera naranja y gesto serio.

    El resto del equipo le pasó desapercibido ante el inminente abucheo del equipo contrario y los coros ganadores anticipados por los mismos.

    Sasuke había dictado las posiciones y Naruto solo atinó a acatar. Parándose a la mitad de la cancha, entre Suigetsu y Juugo.

    El sonido del silbato dio inicio al partido. Naruto corrió, imitando a sus compañeros. La cabeza le dolía y la sensación de su estómago se volvía más molesta a medida que pasaban los minutos.

    En algún punto del partido había llegado a rozar el balón segundos antes de desplomarse de bruces en el pavimento.
     
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    VI



    Minato no dejaba de observarle de refilón desde su asiento en el auto, pero Naruto había ignorado las decenas de preguntas formuladas por él desde que le habían llamado de la enfermería del instituto para que acudiera a recogerle.

    Asi terminaba su primera semana escolar, con otro bochornoso episodio en el que perdía la consciencia por la falta de nutrientes que la grasosa comida le proporcionaba.

    Terminando de abrocharse el cinturón con cierta dificultad, Naruto miró melancolico por la ventanilla, sin deseo alguno por hablar de lo que había ocurrido, contrario a Minato que introdujo la llave pero no encendió el motor de inmediato, sino que inspiró profundamente antes de hablar.

    -¿Por cuanto tiempo piensas hacerme la ley del hielo? - preguntó pensativo, sin girarse hacia su costado, viendo a traves del parabrisas, como si intentara ordenar sus ideas.

    Naruto no se volvió siquiera. Se sentía demasiado cansado. Quería llegar a casa y dormir el resto del día.

    -Intento ser un buen padre para ti, si al menos me dijeras cómo puedo mejorar.

    Pero Naruto dejó de escucharlo. Todo era absurdo. Ya ni recordaba desde cuando había establecido ese estupido voto de silencio entre su progenitor y él.

    Tras largos minutos de silencio, Minato se dio por vencido. Encendió la radio y el motor casi simultaneamente y Naruto pudo relajarse un poco al oír las suaves estrofas musicales de una canción de pop.

    Quiso olvidarse desesperadamente de lo ocurrido una hora atrás. Él despertando en la cama de la enfermería, a Sasuke intercambiando palabras con una de las enfermeras que sostenía el telefono contra su oído. En aquel momento tuvo que fingirse dormido al saberse incapaz de dominar la verguenza tras lo acontecido. Sasuke lo había escogido para que jugara en su equipo, y él solo había hecho el rídiculo al desmayarse durante los primeros minutos del partido.

    La sensación gratificante de saberse elegido por Sasuke se había evaporado muy rápido, dejando un rastro de irritación consigo mismo en su lugar.

    Minato había llegado poco después, y entonces ya no tuvo oportunidad de ver o despedirse de Sasuke. No quería escuchar a la enfermera decir que quizá había sufrido de insolación porque Naruto tenía muy en cuenta la verdad. La responsable de su desmayo fue aquella dieta.

    Cuando Minato estacionó el auto, Naruto bajó a toda prisa y corrió a encerrarse en su recámara. Echó el pestillo, respiró agitado y fue hasta el baño para sacar la báscula.

    Si al menos había perdido un kilo, habría valido la pena el esfuerzo, las ansias y el martirio.

    La decepción fue latente al ver la flecha señalar las mismas libras de hace cinco días.

    ¿Cómo era posible que no perdiera ni un gramo cuando se había matado de hambre por cinco días enteros?

    Con los hombros caídos, arrastró los pies de vuelta a la cama.

    Es que no había ejercitado. Debía ser eso. La falta de actividad física. Pero ¿Cómo podía hacer para equilibrar ambas cosas?

    La simple dieta estaba representando todo un desafío.

    Tuvo que serenarse para volver a revisar sus apuntes con las otras dietas. Eran todas similares.

    Podía probar con la segunda y agregar un poco de ejercicio esta vez. Convencería a Minato para que comprara algunos vegetales y empezaría de nuevo.

    Anotó su peso en una de las hojas. Mañana se mediría para poder llevar un control de sus avances.

    Esta vez, si iba en serio.
     
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