34.º Reto Literario "Fluff vs Angst" – Heartstopper, "La decisión correcta".

[NickxCharlie]

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    La decisión correcta.



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    6.“Mereces lo mejor”

    *

    Conocer a Charlie había sido una de las mejores situaciones que le habían podido pasar en la vida, y no obstante, aquello también había desencadenado un remolino de turbación en si mismo. En quien creía que era, en sus preferencias sexuales, en sus gustos personales.

    Indudablemente Nick sentía que lo quería. Ver a Charlie sonreír con aquel optimismo nato equivalía a un soplo de fresca brisa veraniega. Contemplar tan dulce y carismático gesto lo hacía sentirse en un mundo donde no existían los días grises. Abrazarlo desataba un plácido y vigoroso hormigueo interno que sacudía su ser por entero. Todo lo vinculado con Charlie tenía un efecto resonante, tierno y dulce en su sensibilidad oculta.

    Sonriente ante la luz del alba que cubría el verde espacio, Nick lo vio correr por el campo, raudo como una flecha, circundando los conos, saltando sobre los neumáticos y sorteando cada obstáculo al paso para llegar a la meta en el extremo opuesto del patio.

    Lo descubrió tan eufórico, radiante y ufano que no pudo menos que contagiarse de su estado de ánimo. Había sido idea suya invitarlo para que se inscribiera al rugby, y tras muchos titubeos de por medio, Charlie por fin había accedido.

    —¿Qué tal lo hice?— le oyó bisbisear, agitado y con el balón afirmado contra el pecho.

    Nick había sentido unas ansias imperiosas y un anhelo casi vital por llegar a él, estrecharlo y hundirse en sus labios como tantas veces había hecho antes. Sin embargo, la inseguridad surgía al volver el rostro a las gradas y reconocer a sus amistades escudriñandole con desmesurada atención, como si esperaran el mínimo descuido para arremeter en su contra.

    Con un suspiro, cambió a tiempo la trayectoria del pretendido abrazo y estrechó en cambio la mano de Charlie, sin poder transmitirle una exigua parte de todo lo que sentía.

    —Lo has hecho muy bien— lo felicitó, devolviendole una sonrisa neutra—. Sabía que eras perfecto para unirte al equipo. Eres muy veloz, solo debemos mejorar tu defensa para que no te derriben tan fácilmente.

    Lleno de un júbilo desbordante, Charlie asintió. Arrojó el balón al césped y dudó en pronunciar las palabras que yacían atascadas en su garganta desde que finalizó los ejercicios.

    —¿Te gustaría que...?

    —¿Qué tal un partido amistoso?— abstraídos en el otro, ninguno advirtió en qué momento los jugadores estrella del equipo de rugby se acercaban a ellos. Los nervios invadieron a Charlie al saberse el blanco visual. Se frotó los brazos desnudos y sondeó brevemente a Nick, aguardando una negativa.

    —Yo, no. Nosotros...Bueno.— Nick se interrumpió, ávido por deslindarlos. Otra de las interminables dudas surgidas a raíz de haber conocido a Charlie era el qué dirían de él si se enteraban que posiblemente fuera homosexual.

    Tenía un elevado estatus que mantener, una apariencia intachable que resguardar a ojos ajenos.

    ¿Y su madre?

    ¿Sus amigos?

    No quería ser el hazmerreír de la escuela. Y en definitiva tampoco estaba deseoso de acaparar miradas desdeñosas y señalamientos directos y satíricos sobre lo qué era.

    Ni siquiera sabía a ciencia cierta que fuera gay. Hasta antes de conocer a Charlie, solo se había sentido atraído hacia las chicas. Pero Charlie le gustaba demasiado, tanto así que no podía ignorar ni soterrar sus propios sentimientos. Aún de si mismo.

    —Lo siento, chicos. Es sólo que justo íbamos a almorzar— se justificó. Las miradas puestas en él. Charlie le sonreía con tal carisma que sus deseos por besarlo solo crecían.

    —No deberías pasar tanto tiempo con esa nenita— le advirtió el cabecilla del grupo, Ben, haciendo un mordaz recorrido visual por el cuerpo de Charlie— He oído rumores de...dejemoslo en rumores.

    Una risa jocosa generalizada se desató en el grupo.

    Incómodo, Nick se rascó la mejilla y se volvió para ver a Charlie, quien ya se alejaba, cabizbajo, contrito y avergonzado, rumbo a las gradas.

    —¿Era necesario esto?— les increpó Nick a la defensiva. Una onda expansiva de impotencia y enfado empezaba a calcinarle por dentro. Odiaba que no aceptarán a Charlie en el equipo, que buscarán la mínima oportunidad para hacerlo sentir mal.

    Y él...él solo era un pusilánime que no podía meter las manos al fuego por el chico que le gustaba, todo para evitar involucrarse más de la cuenta.

    —Tranquilo, amigo. Solo era una broma— rió uno, tratando de palmearle la espalda. Exaltado, Nick retrocedió, sus ojos echaban chispas.

    —¿Si?, pues no bromeen así. No con Charlie— enfatizó, echando a andar en la dirección opuesta. Que difícil era hacer las cosas bien cuando todo el mundo te miraba, cuando el entorno entero representaba un juzgado.

    Mientras se internaba en los pasillos de vuelta al aula, Nick tuvo la impresión de que todos a su alrededor estaban hablando de él. De repente se vio rodeado de miradas escrupulosas y socarronas. Su respiración se agitó, verdaderamente insuflado del miedo que deriva al reconocimiento del despertar de su confusa orientación sexual.

    Se olvidó cómo era desenvolverse con naturalidad en un ambiente que prometía hostilidad si acaso se le ocurría vacilar. Y le ofuscó tanto la idea, que se olvidó de buscar a Charlie.
    ***

    "Lamento mucho haber olvidado el almuerzo, Charlie.

    ¿Quedamos para mañana?"

    Había escrito y rectificado el mensaje unas tres veces, añadiendo excusas y disculpas en lo referente al engorroso incidente con quienes se decían sus amigos.

    Tendido boca arriba sobre la cama, Nick observó el techo, su aliento se interrumpió en medio de una sonora exhalación. Tecleó por fin a enviar.

    En menos de dos minutos obtuvo contestación.

    "Esta bien, Nick. No te preocupes. Nos vemos mañana"

    Releyó el mensaje, esperando al ver la inscripción "escribiendo" junto a los puntos suspensivos. Sin embargo, Charlie se desconectó, aparentemente indeciso sobre lo que deseaba decir.

    Nick bufó ansioso y se mordió los labios desilusionado.

    ¿Por qué se reprimía?

    ¿Por qué no lo insultaba y lo llamaba idiota o cobarde?

    "Sabes..." escribió. "A veces creo que eres demasiado comprensivo conmigo"

    Su dedó rozó la tecla enviar, pero terminó borrando las líneas. Negó con la cabeza y se mesó el cabello, frustrado y molesto consigo mismo. Ojalá fuera más sencillo decir lo que sentía, cómo se sentía. Admiraba mucho a Charlie en ese sentido, por haber declarado abiertamente su preferencia sexual, aún si con ello se había expuesto a las burlas y los cotilleos. Sin embargo, podía ser él mismo y no un hipócrita, tal como estaba siendo Nick en la actualidad.
    ***

    La presión de sus compañeros se hacía cada vez más latente, manifestándose en cada mirada punzante que le dirigían a medida que Nick se abría paso en la cafetería, bordeando mesa tras mesa, ignorando las llamadas y peticiones de que se sentara en uno y otro lugar. Se concentró en mirar su desayuno dentro de la bandeja. El cartoncillo de leche chocolatada, la tajada de pan con arándanos y el emparedado de mortadela. Ya estaba a pocos metros cuando la duda volvió a acometerle, a paralizarle.

    ¿Qué dirían sus amigos después?

    ¿Qué les respondería él cuando le interrogaran al respecto?

    Sentía que estaba traspasando un linde sin retorno serpenteado de angustiantes prejuicios.

    Mientras se debatía consigo mismo, vio a Charlie alzar la mirada en su dirección, quitándose los audífonos y regalándole la sonrisa más bella de todas a la par que alzaba el brazo para saludarlo.

    Nick no tuvo más remedio que continuar, forzando a sus reticentes piernas a moverse. Tomó asiento y de pronto le pareció adivinar en la expresión preocupada de Charlie lo que su recelosa y contrariada conducta ostentaba.

    ¿Tan transparente se había vuelto?

    —Si no te sientes cómodo, podemos comer otro día— sugirió Charlie en aquel tono benevolente destinado a sus frecuentes desaires.

    —No— rehusó Nick en ademán. Se obligó a relajarse. No era justo para Charlie estar posponiendo su tiempo juntos solo por unos imbéciles que no tenían nada mejor que hacer que vigilarles—. Me gusta estar en tu compañía, Charlie. Y quería disculparme por lo de ayer.

    —No tienes que disculparte— apuntó Charlie, apabullado—. No fue tu culpa, Nick. A menudo dicen cosas sobre mi.

    —Quisiera que no lo hicieran— comentó, bebiendo del cartoncillo—. Es decir, ni siquiera te conocen y se creen con el derecho a opinar sobre alguien más.

    Charlie asintió, su sonrisa atenuandose a medida que las risillas se esparcían en el comedor.

    —Lo sé— le dio la razón—. Pero sería muy tonto tratar de cambiar la opinión de cada persona. Nos tomaría toda la vida.

    —Admiro que seas tan valiente, Charlie.

    —No lo soy— suspiró—. Simplemente estaba cansado de mantener las apariencias y pretender para encajar con el resto. Prefiero que me vean como soy realmente. Además, el sol siempre va a estar allí para brillar para mí. Se nublará y y lloverá, pero eventualmente el sol saldrá a iluminarlo todo de nuevo. Así ocurre siempre.

    —Se requiere de mucho valor para defender tu postura e ideales— manifestó Nick, azorado por los cuchicheos a su espalda. Optó por cambiarse de lugar, sentandose junto a Charlie—. Desde que te conocí siento que he empezado a conocer una parte de mi que no sabía que tenía.

    —¿Y es algo bueno?— inquirió Charlie, medio afligido.

    —Es mejor que bueno. Tu compañía me hace feliz y, además, ya me cansé de aparentar y esconderme.

    Charlie lo observó subirse a la mesa con los ojos bien abiertos.

    —Nick, ¿Qué estas haciendo?— se zozobró. Los pocos estudiantes de otras mesas que no habían reparado en ellos, ahora los miraban con genuino interés.

    —Yo...— Nick dudó. Repentinamente volvían las dudas a él. Tuvo el terrible presagio de que las habladurías crecerían hasta aplastarlo. Las risitas entre dientes se volverían estruendosas carcajadas y las miradas incisivas, cuchillas deseosas de alcanzarle—. Yo...— todo el valor se esfumó como hojas secas barridas por el viento de otoño.

    Trémulo al saberse observado, Nick sacudió la cabeza, bajó los ojos y descendió, incapaz de manifestar lo que llevaba dentro, lo que le hacía diferente. Confrontó la mirada confusa de Charlie y trató de sonreírle, pero el gesto no le llegó a los labios.
    ***

    Abandonar a sus supuestas amistades lo había catapultado un enorme trecho a la ansiada sensación de autonomía.

    Salir con Charlie los fines de semana lo hacía sentir lleno de vida y más apto a enfrentarse a los óbices diarios que la vida les deparaba.

    —Hoy tenemos práctica de rugby a primera hora— recordó Nick al igualar el paso de su acompañante. Llevaban tres días yendo juntos a la escuela. El trayecto era más grato de esa forma y además, les daba tiempo extra para conversar.

    —No se si vaya esta vez— se sinceró Charlie, mirando la punta de sus tenis al pasar junto al grupo que siempre le fastidiaba. Extrañamente en esta ocasión le permitieron pasar sin apenas mirarlo.

    La confusión se plasmó en su rostro.

    —Lo pensaran dos veces antes de molestarnos— farfulló Nick a mitad del pasillo, instando a Charlie a apresurarse a los casilleros—. Ya no son mis amigos. Les advertí que si intentaban algo, el entrenador sería el primero en enterarse.

    Charlie abrió los labios entre contrariado y pasmado.

    —Pero Nick. Ahora van a fastidiarte a ti también. Después del siguiente partido.

    —Sobreviviré— sonrió Nick al máximo, contento de lograr que Charlie sonriera con el mismo énfasis de antaño. Se acercó a él, vacilante al comienzo, brioso después, hasta que sus miradas se encontraron y toda incertidumbre languideció—. Hoy propongo tomar el almuerzo en el prado. ¿Qué dices?

    —¿Estás seguro de esto?...podrían vernos y...

    —Y no podemos cambiar la opinión de cada persona— citó Nick con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba aprendiendo a dejar de preocuparse tanto por lo que dirían los demás. Los profesores, los estudiantes de otros grados, sus compañeros.

    Tras reflexionarlo a solas, había llegado a la conclusión de que no era su prestigio o su imagen lo que debía proteger, sino a la persona que quería.

    Mereces lo mejor, Charlie— dijo con la mirada al frente, rozando sus dedos en su afán por percibir aquella conocida y confortable corriente que lo estremecía al menor contacto con su piel.

    Charlie no cabía en si del asombro por las resoluciones de su novio. Recién experimentaba lo que era tener una pareja que lo valorara de verdad y no alguien que quisiera "amarlo" a escondidas. Alguien que solo lo buscaba cuando quería y tomaba de él cuanto podía para después hacer de cuenta que no lo conocía. Nick era tan diferente, que estaba empezando a amarlo.

    —Lo mejor eres tu, Nick— le dio un efímero beso en la mejilla y entrelazó sus dedos, inundado de alborozo y deseoso de que, lo que tenían, no acabara nunca.
     
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