35.º Reto Literario "A Slight Miscalculation" – Chilling adventures of Sabrina, (Predestinado).

[NicholasxHarvey]

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    Predestinado



    Abriéndose paso en la planta baja del instituto, Nicholas Scratch caminaba con la mirada al frente, imponente, audaz y con aire desafiante. La academia de artes ocultas se encontraba a rebosar de brujas, hechiceros y entes varios que gustaban de vagar entre los cambios de hora. A Nicholas le gustaba errar libremente por los pasillos en las noches, tanto calmas, como tormentosas, al término de las clases.

    Humo de inciensos con fuerte aroma a almizcle, pentagramas dibujados con tiza en el piso y las paredes, sesiones de espiritismo en la cafetería, siniestras salmodias susurradas en profusos coros tras las puertas de los dormitorios, aquelarres organizados en los tejados, invocaciones llevadas a cabo en los jardines, nigromancia en el cementerio, adoraciones y sacrificios al señor oscuro y otros dioses paganos en el bosque.

    El aire se respiraba viciado debido a las sustancias de diversa índole empleadas para tales pericias.

    Y Nicholas conocía mejor que nadie los múltiples decálogos, saberes de naturaleza arcana, volúmenes inmemoriales de brujería y sus respectivas fórmulas mágicas para potenciar efectos a razón de diversos propósitos.

    Sin embargo, estaba aburrido. Necesitaba experimentar algo nuevo. Ya habían pasado seis meses desde su rompimiento con Sabrina. Por fin la había superado. No obstante sus encuentros furtivos con sucubos e incubos no lograban más que hacerle sentir vacío.

    Le hacía falta romance.

    Le hacía falta liarse sentimentalmente con alguien.

    No con las hermanas brujas. Ese trío siempre le traía más problemas que placeres. Y en realidad Nicholas ya estaba harto de rodearse de tanta hipocresía.

    Si quería un escape de tanta basura, debía ir a otro lugar.

    Nicholas no tuvo que pensarlo demasiado. Si, tenía a alguien en mente. Si mal no recordaba, Sabrina había dejado de frecuentar a cierto mortal atractivo y terriblemente despistado en lo que a las artes oscuras se refiere.

    Harvey Kinkle sería su nuevo objetivo.

    "Solo para pasar el rato" quiso convencerse de ello al atravesar la gruesa y herrumbrosa puerta oscura de roble, cuyos desgastados postigos chirriaban cual maullido de gato.

    ¿Cuánto tiempo que no veía a Kinkle?, ¿Un año, quizá?

    Le daba curiosidad saber si el mortal aún lo recordaba. Pero lo descubriría directamente. Sólo esperaba que Sabrina no se enterara que pretendía ligarse a su ex novio, aunque claro, ella estaba demasiado ocupada con una nueva iniciación, seguro no le importaría.
    **

    El mundo de los humanos nunca dejaba de resultarle a Nicholas, en cierta medida, fascinante. Comprendía por qué Sabrina nunca pudo decantarse por una sola escuela. Había tanta simpleza y orden en ese plano terrenal que, un ser de su categoría, llegaba a sentirse etéreo, casi ingravido al estar rodeado de mortales.

    Nicholas se sentía poderoso por el mero hecho de saberse el único poseedor de habilidades ultraterrenas. Era como caminar entre hormigas, pero aún así no debía fiarse del todo. Estaba en Greendale solamente para ver a un mortal. No debía desviarse de su objetivo. Si se enteraban en la academia de que había roto las reglas, tendría serios problemas con el padre Blackwood.

    Poseedor de una tez bronceada y un cuerpo hérculeo, Nicholas se sentía orgulloso de su físico. Su lustroso cabello negro como el petróleo resplandecía bajo las lámparas hálogenas de los largos pasillos de la escuela Baxter.

    Pronto se supo no solamente observado, sino también señalado. Era la razón de los cuchicheos, el motivo del repentino cese en las actividades estudiantiles de los corredores y junto a las taquillas.

    Decenas de mortales le salían al paso, pero Nicholas los desechaba con un simple repaso visual, pues ninguno de aquellos comunes seres era a quien tan ansiosamente buscaba.

    Reconoció, al cabo de varios minutos de caminata, a uno de los amigos de Sabrina, charlando afuera del aula. Muy pronto Nicholas abordó a quien vagamente recordaba por el nombre de Theo.

    —¿Sabes en dónde esta el campesino?

    Parpadeando profusamente, Theo se le quedó mirando, sin terminar de asimilar del todo la pregunta. Bastante temeraria resultaba la sola presencia del brujo, y que encima osara cuestionar tan procazmente, no hacía las cosas mejores.

    —Kinkle— insistió Nick, casi al borde del desespero. Theo bajó la cabeza en cuanto el nombre fue emitido. Primera mala señal.

    —¿Sabrina te envió a buscarlo?— se interesó Theo.

    Nick bufó contrariado. Podía fácilmente mentir, pero tarde o temprano terminaría delatandose.

    —No. Sabrina esta ocupada— profirió en tono fluido, pasándose la mano por el cabello—. Sólo quise...digamos que pasar a saludar.

    Lentamente Theo asintió, se notaba en su mirada que deseaba hacer preguntas, muchas preguntas, pero Nick no se lo permitió. Endureció el gesto y le apremió con un ademán a que se lo dijera. Theo por fin accedió.

    —Hace unos meses se dio de baja— admitió decaído—. Nos pidió a Roz y a mi que lo dejáramos solo un tiempo. Necesita pensar algunas cosas.

    —Pensar algunas cosas— repitió Nick por inercia—. ¿Acaso pretende volver con Sabrina?

    Theo negó solemnemente con la cabeza.

    —Ese es precisamente el punto— aclaró—. Sabe que no regresaran. Sabrina apenas y pasa por aquí a finales de bimestre. Lo suyo con Rosalind tampoco funcionó, así que...lo mejor es hacerle caso y darle su espacio. Harvey ha pasado por muchas cosas.

    —La muerte de su hermano— comentó Nick por decir algo. Sabía sobre el incidente y lo mucho que Sabrina se culpó por ello en su momento.

    Theo le dio la razón con un leve torcimiento de labios, meditando si sería prudente lo que diría a continuación.

    —También se dio de baja del club de lectura y de la banda. Además su papá es...bueno, un idiota.

    —¿Qué tan idiota?— quiso saber Nick. Theo no dudó en dar su respuesta.

    —Lo suficiente para hacer sentir a Harvey como si no mereciera seguir vivo.
    ***

    Recostado boca arriba en la cama, con los audífonos puestos en su lista de rock de los 80 a todo volumen, Harvey Kinkle contempló una vez más la fotografía de Sabrina Spellman en su cumpleaños número dieciséis. Se sentía masoquista por aferrarse a un recuerdo de hace casi un año. Había dolido perderla, terminar su relación. No obstante, era lo mejor para ambos. No podía estar con ella porque era imposible restablecer la confianza mutua luego de que Sabrina le mintiera durante años, guardando en secreto su naturaleza de bruja.

    Quizá, de haberle dicho la verdad desde el comienzo, Harvey habría tenido tiempo de procesarlo, de digerirlo con los meses. Sin embargo no había sido el caso. Lo que tenían estaba destruido. Seguía estimándola, pero ya no la amaba. Él mismo había decidido terminar las cosas entre ellos. Y no se arrepentía de su decisión, solamente que había llegado a pensar un futuro junto a Sabrina y ahora se sentía muy a la deriva.

    "Que tonto"

    Se quitó los audífonos y los arrojó al otro lado de la habitación mientras intentaba conciliar el sueño.

    Su deteriorado estado anímico le ayudó a sumergirse rápidamente en un profundo letargo.

    Ahí estaba él a sus cinco años, recorriendo el túnel subterráneo oeste de las minas, jugando a las escondidas con Thomas, corriendo por el angosto conducto rocoso, girando en un recodo y después...

    Aquella figura extraña.

    Esa sombra aberrante, colosal e informe. Una entidad incorporea que fue alargandose en el muro de piedra frente a él. El rostro de un carnero con unos colmillos infernales asomando a los costados, los retorcidos cuernos, las garras de pesadilla extendiendose hacia él, las aguzadas pezuñas rasgando la tierra.

    Una risa entre dientes reverberando en el túnel, cruel, sardonica y demoniaca.

    Y después, un solapado y profundo terror apoderándose de cada fibra de su cuerpo.

    Una voz cavernosa llamándole.

    En ese punto todo era borroso. Había una silueta más materializandose junto a la primera, pero no le transmitía miedo. Un rostro desenfocado, unas palabras susurradas y después...nada. Él corriendo y llorando, intentando ponerse a salvo en una esquina hasta que lo encontrarán.

    Y lo hicieron.

    Solo que desde entonces su temor a lo desconocido se había apoderado de él, y lo seguía acompañando hasta la fecha.

    Agitado y sudoroso, Harvey se levantó de la cama y salió de su estado letargico. Se pasó la palma de la mano por el rostro varias veces, iniciando una caminata de lado a lado para disipar el horror de la pesadilla que cada tantas noches le atormentaba.

    No quería salir de su habitación todavía. Sabía que su padre estaría en la sala, tendido en el mueble y perdido en la bebida. Odiaba verlo así, pero lo que más detestaba Harvey era escuchar las increpaciones hirientes de su padre. Señalandolo siempre como el culpable directo de la muerte de su hermano y lamentándose de que no fuera él quien había muerto en aquel derrumbamiento de las minas.

    Entonces la discusión iría a peor.

    Era cosa de todos los fines de semana, desde la muerte de Tommy. El resto del tiempo su padre lo pasaba fuera, metido en alguna taberna y malgastando el dinero del seguro de Tommy en alcohol.

    Inquieto y ansioso, Harvey fue a abrir la ventana para respirar aire fresco. Quitó los postigos y apenas levantó el cristal cuando una presencia extraña se materializó en el antepecho, deslizando su larga pierna por encima, haciéndolo retroceder del susto.

    —¡Maldición!— gruñó Harvey a la defensiva, sosteniéndose el pecho ante la fuerte oleada de escalofríos que le acometió.

    Resultaba evidente que Nicholas no pensaba disculparse, pues, tan pronto estuvo dentro, Harvey lo vio sacudirse el polvillo del saco y dirigirle una mirada de perenne arrogancia, como si le hiciera un favor al estar ahí.

    —Sabrina no está aquí— Harvey fue presto a responder, adelantándose a lo que supuso era el motivo primario de que el brujo se encontrara al acecho en su casa.

    Contrario a lo esperado por Harvey, Nick no lanzó un conjuro para desaparecer, ni se desvaneció en el aire como solía hacer Sabrina, sino que empezó a husmear entre las cosas de su repisa con un brillo de interés en su mirada de obsidiana.

    —Oye, oye, deja de revisar mis cosas— se alarmó al verlo hurgar entre sus pertenencias del armario, apartando sus mudas de ropa como si fueran piezas sin valor alguno—. Ya te dije que Sabrina no está aquí. Hace tiempo que terminamos y más vale que no rompas nada o...

    De repente, Nick dejó de fisgonear para volverse a mirarlo con esmero. Harvey retrocedió un paso, cohibido ante su potente mirada, su expresión tan hermética, pero a la vez, tan singularmente atrayente.

    —Etiam.

    Harvey apenas lo oyó murmurar el extraño vocablo cuando su cuerpo se tensó como si se tratara de una cuerda recién estirada. El anquilosamiento y la parálisis que le circundaron, le impidieron interrogar al respecto.

    Inmóvil en contra de su voluntad, vio a Nick caminar parsimoniosamente hacia el buró junto a su cama, casi como si disfrutara de la jugarreta que le había hecho mediante el embrujo.

    "Imbécil"

    —Tengo curiosidad— farfulló Nick, extrayendo el cajón de golpe para verter el contenido sobre las revueltas sabanas de la cama, encontrándose con un sencillo reproductor de música, dos pares de audífonos nuevos, una pelota de béisbol, llaves y una billetera.

    Supo, al mirar de soslayo el rostro pétreo del mortal que, de encontrarse a sus anchas, lo habría maldecido hasta el cansancio.

    —Que aburrido eres— resopló—.¿En donde guardas las revistas pornograficas?— suspiró y chasqueó los dedos para revertir el conjuro y permitirle a Harvey moverse.

    Libre del encantamiento, Harvey se acercó a prisa a intervenir y guardar los objetos tan descuidadamente dejados sobre el colchón. La pelota en particular le importaba porque le había pertenecido a Tommy.

    Con el ceño fruncido, se decidió a encarar al brujo.

    —Quiero que te vayas de mi casa— le exigió, indicándole la salida con el índice.

    Esbozando media sonrisa cínica, Nick se cruzó de brazos.

    —Y yo quiero que me digas en donde escondes el porno, pero ya vemos que no vas a cooperar.

    Reparando en lo dicho, Harvey se sonrojó fuertemente. Así que eso era lo que había estado buscando desde su llegada.

    Vaya depravado.

    —¿Por qué quieres...?— calló y negó con la cabeza, consciente de lo torpe que sonaba su propia pregunta. Resultaba lógico con qué aliciente buscaba Nicholas Scratch "ese" tipo de material.

    Pero ¿Por qué pedírselo a él en vez de ir directamente a cualquier puesto de revistas?

    Nicholas no debía tener ningún problema en hacerse de lo que quisiera porque poseía poderes sobrenaturales, iguales a los de Sabrina, incluso más desarrollados que los de ella.

    —No guardo esas cosas— murmuró Harvey avergonzado, terminando de acomodar el cajón en su sitio. Sin embargo, al darse vuelta, vio que la sonrisa de Nick, lejos de atenuarse, se extendía más y más.

    —¿Ah, no?...Deb novis potestatem.

    Harvey ya había separado los labios para dar su respuesta, pero esta no salió de inmediato.

    —Esta bajo la cama.

    Y cuando lo hizo, fue lo opuesto a lo que pretendía expresar.

    Con el rostro arrebolado de vergüenza, se cubrió la boca con ambas manos. Pero no sirvió de nada. Nicholas había escuchado perfectamente y ya estaba de rodillas palpando el suelo. En cuestión de segundos encontró una caja de zapatos que colocó sobre el velador.

    A sabiendas de su contenido, Harvey le dio la espalda, rehusandose a contemplar lo que sabía sobradamente en el interior.

    —Eso no es mío— de pronto sintió la imperiosa necesidad de justificarse. Se dio media vuelta y la sonrisa déspota y victoriosa de Nick lo recibió de lleno.

    Nicholas sostenía dos revistas de mujeres en la mano izquierda y otro par de revistas de hombres en la derecha.

    —Lo sabía. Eres bisexual, igual que yo.

    Irritado de que su privacidad fuera violentada de semejante forma y, viéndose desprovisto de todo rastro de dignidad, Harvey fue a arrebatarle las revistas para guardarlas.

    —¿Por qué actúas como si me conocieras?— le increpó indignado—. Si tanto querías esto, podrías solo haberlo tomado desde el comienzo y largarte.

    Inmune al tono mordaz, Nicholas esperó a que Harvey se desocupara para acercarse otro tanto y tomarle el mentón entre los dedos. Era tan divertido hacerlo rabiar.

    —¿Me encuentras atractivo, mortal?— susurró cerca de sus labios, incitandolo. Harvey había cerrado los ojos inconscientemente, pero se apartó de forma abrupta al darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar, de lo que estaba permitiendo que sucediera.

    —¡Fuera!— insistió con renovado brío en medio de su arrebato de cólera—. Yo no...

    —¿Alguna vez has besado a un hombre, Kinkle?— le interrumpió Nick, avanzando decididamente hacia él—. ¿Sabes lo que se siente?

    Cada paso avanzado en su dirección, Harvey había retrocedido otro tanto, presintiendo el peligro en que se hallaba, hasta que su espalda topó con el tabique adyacente y no pudo seguirse alejando de la augusta presencia que, extrañamente, lo hacía tiritar por dentro.

    Maldito fuera.

    —¿Sabes acaso lo que se siente estar con alguien de tu mismo sexo?...no, no lo sabes porque eres virgen.

    Con las rodillas temblando de nervios por la cercanía de sus cuerpos, Harvey bajó la mirada, evitando todo contacto visual con el brujo.

    —No lo soy— anunció boquiabierto, su rostro tornándose cada vez más rojo.

    Nick estampó las palmas a los costados de su rostro para acorralarlo. Despacio acercó su nariz hasta el cuello de Harvey y aspiró el cautivante aroma a sándalo de su fragancia.

    —Hueles a virgen— susurró.

    —¿Cómo puedes saber algo así?— más y más incómodo, Harvey se removió hacia su derecha para rehuir el cosquilleante tacto contra su garganta. Entonces escuchó a Nicholas reír abierta y deshinibidamente.

    —Me lo acabas de confirmar, campesino.

    —No me llames campesino— protestó, descubriéndose irritado y con una sensación indefinible revoloteando en su pecho.

    La razón de que Nick le cayera tan mal se debía primordialmente a su rivalidad por Sabrina, pero no era todo. Desde que lo conoció, Harvey se había sentido inferior a él. Nicholas derrochaba sensualidad, virilidad. Parte de Harvey le temía, y el resto se sentía fuertemente atraído. Haber quedado en evidencia tan descaradamente respecto a su sexualidad tampoco le hacía mucha gracia. Era como si Nicholas se empeñara en humillarlo.

    —Quiero besarte— declaró Nick, provocando un sobresalto en el otro—. Pero no a la fuerza. Solo si tu lo permites.

    Harvey entornó la mirada con genuina sospecha. Su rostro ardía por dentro, pero no quería que Nicholas lo advirtiera y siguiera mofandose de él, así que optó por la vía rápida.

    —Si lo hago, ¿Te vas y me dejas tranquilo?

    La decepción se hizo palpable en el rostro sereno de Nick.

    —¿Tanto así te incordio?— inquirió.

    Harvey exhaló resignado, exhortando a la escasa parsimonia que le quedaba. Se sostuvo el puente de la nariz y cerró los ojos en un intento por calmarse. En apenas minutos Nicholas le estaba haciendo perder los estribos. Siempre ocurría, pero ya había pasado tiempo desde que se vieron. Y ahora aparecía de la nada en su casa, hurgando entre sus pertenencias para después burlarse de su inexperiencia sexual.

    —Solo hazlo— le urgió, quedándose rígido y dejando caer los brazos a los costados de su cuerpo. Se rehusó a abrir los ojos en todo momento, aún cuando Nick lo tomó de la nuca y le acarició los labios con el índice antes de presionarlos con los suyos.

    La mano libre de Nicholas lo estrechó de la cintura y, apenas Harvey jadeó en sorpresa, su boca fue invadida sin mayores contemplaciones.

    Fue un beso totalmente diferente a todos los que Harvey había dado antes. Nicholas estaba siendo rudo, impudico, lascivo.

    Y le gustaba.

    Sentía los vellos del cuerpo erizandosele de puro placer y deleite. Tan obscena y excelsa se sentía la lengua experta restregandose contra la de él.

    Nada tenía que ver ese beso con los suaves, tímidos y tiernos que había dado a Sabrina.

    —No lo haces tan mal— se jactó Nick al apartarse.

    Harvey había quedado tan aturdido que, incluso su cuerpo se inclinó un poco hacia el frente tan pronto el brujo abandonó de forma repentina sus labios.

    —Salgamos por una bebida— sugirió Nick, tomando la curiosa lámpara de lava sobre la cabecera para inspeccionar su contenido.

    Esta vez Harvey pudo recuperar el temple para analizar bien la absurda propuesta. Tomó aliento unos instantes e intentó expresar su negativa.

    "No"

    —¡Si!— cubrió su boca tan pronto la escurridiza e impropia respuesta brotó de ella. Nick sonreía divertido y tan seguro de si que, Harvey deseó, por breves instantes, golpearlo—. Te agradecería que no usaras tus poderes conmigo— frunció el ceño—. Tal vez no estés enterado, pero no confío en los de tu tipo.

    —Lo sé— expresó Nick, indiferente. Se alzó de hombros y dejó la lámpara en su lugar—. Desde el incidente de Sabrina con tu hermano.

    —No lo digas— pidió Harvey, herido, cerrando los ojos ante el claro recuerdo.

    Tommy no tenía por qué morir en las minas. En parte sentía que su padre tenía razón sobre quien debió morir allí. Desde su muerte, Harvey no había podido regresar al trabajo y poco después tuvo que dejar la escuela. La depresión era honda y calaba como cuchillas en carne viva.

    Si pudiera superar su estúpido y ridículo miedo a ese ente, esa...esa cosa que Harvey había visto cuando niño, quizá podría volver a las minas a continuar su trabajo y el de su hermano, entonces pagaría su matrícula y ya no tendría que preocuparse de oír los reclamos de su ebrio padre a diario. Lo sentía casi una obligación. Era una situación que había que afrontar con entereza. Debía enfrentar el horror de su infancia que había alcanzado proporciones colosales, tanto en sus pesadillas, como en su imaginación.

    —Nick— lo miró entre titubeante y esperanzado, olvidándose de las bromas y la tensión entre ellos—. Tu puedes viajar en el tiempo, ¿Cierto?

    —Tal vez. Depende de qué necesitas.

    La respuesta ambigua exigía razones. Harvey no quería darlas.

    Pero necesitaba superar su trauma.

    —¿Puedes hacerme retroceder en el tiempo?...si lo haces, haré cualquier cosa que me pidas.

    La ceja izquierda de Nick se alzó en visible interés ante la propuesta.
    ***


    Eran las nueve y cuarto de la noche cuando Harvey vio la silueta del brujo caminando soberbiamente en su dirección, apuestamente ataviado en el sobrio uniforme negro de la academia de artes oscuras.

    Llevaba más de treinta minutos esperandolo junto a las minas, pero eso era lo de menos. Tanto pensar la situación durante el día casi había logrado hacer que se retractara.

    La última media hora desde su llegada había luchado contra sus impulsos por irse y hacer de cuenta que jamás pidió ayuda a Nick para superar su ridículo trauma.

    Las causas que lo hicieron desistir de su cobarde retirada fueron pocas, pero significativas. Primeramente no podía seguir viviendo a la sombra de su padre. Extrañaba a Theo y Roz. Quería retomar su vida, seguir siendo funcional y hacer las cosas que le gustaban.

    Por otro lado su orgullo ya había sido vapuleado varias veces por Nicholas en una sola noche. No iba a permitirle burlarse de él si es que llegaba y notaba su ausencia.

    Además, Harvey era hombre de palabra.

    —Kinkle.

    Harvey levantó el brazo a modo de saludo y señaló la cueva a pocos metros a su espalda, junto a la boscosa e impenetrable ladera.

    —Es aquí— indicó inquieto.

    Nicholas, que había hecho su segunda escapada consecutiva de la academia de artes ocultas, bajó su mochila para sacar el grueso volumen que le era menester para ayudar a Harvey en su empresa.

    Resultaba imposible memorizarse todas y cada una de las letanías antediluvianas, fórmulas mágicas y encantamientos. Sabía la mayoría, conocía sus funciones, los efectos adversos, la forma de recitarlas, pero el pedido de Harvey implicaba un grado de complejidad superior y una amalgama múltiple y simultánea. Había que usar la proyección astral y el hechizo para retroceder en el tiempo. Ambos exigían demasiada energía y un nivel de concentración elevado.

    En otras circunstancias se habría rehusado a ser partícipe de esa locura. No era valiente, sino estúpido que el mortal quisiera enfrentar sus miedos.

    Sin embargo, la noche anterior en que había decidido retirarse por la puerta a pedido de Harvey, Nick se había encontrado con un escenario tan deplorable que constituía al padre ebrio, el revoltijo de la cocina, la nevera vacía.

    No había sido ético entrometerse y revisar, pero de cualquier manera saltaba a la vista que Kinkle necesitaba ayuda con urgencia. Incluso Sabrina se había olvidado de él. Si Nick no lo ayudaba, nadie más lo haría. Acababa de comprender que Harvey Kinkle era un mortal que interiorizaba sus problemas, se los reservaba para no ser una molestia para otros. Era muy suave por dentro, muy dócil con los demás. Y eso lo hacía tan diferente a todos los romances fugaces que Nicholas había tenido hasta entonces.

    Y, además, tenían un intercambio pendiente entre manos.

    —Buen traje— comentó haciendo alusión al atuendo de Harvey que consistía en un overol, casco, botas y gafas. Pese a que Harvey lo tomó por burla, Nick no se rió, ni mucho menos. Antes bien dejó al descubierto un grueso libro arcaico con extraños relieves en la pasta, rebuscó en las primeras páginas del índice y después miró a Harvey por encima del volumen.

    La noche envolvía las inmediaciones en un silencio aciago, apenas roto ocasionalmente por el ruido de las cigarras y lechuzas.

    —¿Cuantos años quieres retroceder?— quiso saber Nick mientras pasaba las páginas.

    Nervioso y mirando en todas direcciones, Harvey se frotó las manos. No era frío lo que sentía, sino miedo. Estaba por revivir un viejo temor que bien podría no ser nada. Quizá su mente le había hecho una mala jugada cuando se hallaba en las minas. Pero ¿Y si no?

    —Doce años. Debe ser el 13 de octubre. Me parece que debió ser después del atardecer.

    Nicholas asintió a la información recibida.

    —Llévame al sitio más cercano al que quieres ir.

    Un tanto temeroso, Harvey encendió la linterna eléctrica adherida a su casco y, vacilante, se adentró al pasadizo de la cueva rocosa. Ese lugar despertaba sensaciones espantosas en él. Aquel ser demoníaco que creía haber visto en su infancia, y luego, el derrumbamiento que provocó la muerte de Tommy.

    Gracias a las lámparas de keroseno dejadas por los trabajadores de la tarde, le fue más sencillo orientarse.

    La negrura se hacía más densa a medida que se internaban. Lo mismo que la humedad del ambiente que desprendían los muros se intensificaba.

    El camino era liso, exceptuando unos pequeños montículos de tierra dejados por los mineros. A los costados habían cientos de pequeños guijarros.

    Acometido por el sofoco de la claustrofobia, Harvey se detuvo a mitad de la ruta repleta de polvo y salitre. Apoyó su mano sobre una saliente y aspiró despacio hondas bocanadas del aire enrarecido.

    La mano de Nick envolvió repentinamente la de él para infundirle valor. Harvey la estrechó, cerró los ojos y esperó a que disminuyera el desasosiego.

    Desde que se había enterado que Sabrina era bruja, había querido pedirle a ella lo mismo. Que lo ayudara a enfrentar su miedo, que usará sus poderes para ese fin. Y en cambio ahí estaba, acompañado por uno de los brujos más poderosos del reino de lo oculto y guiado por él hacia su mayor miedo.

    ¿Qué podría ir mal?

    ***


    —Es cerca de aquí— seguro de sus palabras, Harvey dejó de caminar e instó a Nicholas a hacer lo mismo—. Quiero hacer esto solo, asi que te agradecería que te alejaras un poco después de que hagas o digas lo que sea que vaya a ayudarme.

    Sorprendido ante tal arrebato de temeridad, Nick apartó su mirada del libro y observó el semblante de Harvey Kinkle. Se le veía decidido. Mucho más que la noche anterior, cuando se lo hubo pedido.

    —No es un hechizo fácil, mortal— lo azuzó—. Y ni siquiera hemos hablado sobre lo que me darás a cambio. Podrías retractarte.

    Firme, Harvey le sostuvo la mirada.

    —No lo haré— aseguró—. Lo que pidas, te lo daré. Pero esto es algo que necesito hacer ahora. Y debo hacerlo solo.

    —Eres muy terco— exhaló Nick—. Deacuerdo, haré el hechizo desde la ruta a la derecha y te concederé diez minutos. Si no me llamas en ese tiempo, vendré sin atender razones, ¿Estamos?

    Tras un leve asentimiento, Harvey fue a estrechar la mano de Nicholas para sellar el trato, pero el astuto brujo usó el apretón para atraerlo hacia su cuerpo y besarlo desprevenidamente en los labios.

    Harvey se estremeció por el contacto hosco y premeditado, pero no lo apartó. De algún modo necesitaba esa despliegue de adrenalina para contrarrestar el miedo que lo estaba consumiendo por dentro como fuego a la cera.

    —Suerte, campesino— le deseó Nick, dándole una leve palmada en el hombro. No tenía idea de lo que el mortal quería probarse a si mismo, pero tampoco era de su incumbencia.

    Rápidamente y sosteniendo el libro en ambas manos, Nick se alejó hacia el pasadizo aledaño para recitar el primer párrafo del poderoso hechizo para viajar en el tiempo.

    —Dei tempus imnovis revere— cerró los ojos y se concentró en la fecha dicha por Harvey—. Iter rciperi, ut heri...

    Nick pensó en Harvey mientras terminaba de recitar, paladeó su nombre un par de veces y se recargó en el muro poroso para restituir un poco la energía gastada.

    Aun quedaban dos hechizos por efectuar. La proyección astral para constatar el éxito de su conjuro y, el hechizo para revertir el mismo.

    Más le valía al mortal cumplir con su parte.
    **

    Harvey, que se había quedado solo en el pasadizo, esperó lo que se le antojaron horas sumido en el silencio y la oscuridad. Pese a que Nicholas no estaba muy lejos, ahora sentía como si fuera el único ser vivo pensante ahí dentro.

    ¿Cuánto tiempo llevaba ahí, de pie? ¿Cinco minutos?

    El miedo y la desesperación se renovaron en su pecho. Tenía escalofríos y sus pies se negaban a moverse.

    Tampoco notaba mayor cambio a su alrededor. Todo seguía igual a como lo encontró a su llegada. El acomodo de las rocas, la inclinación de las antorchas.

    Debía empezar a moverse o se le terminaría el tiempo. Tenía que mentalizarse. Sin embargo, no llegó a hacerlo cuando percibió una presencia siniestra a su espalda. La sensación experimentada fue igual de tétrica y paralizadora que en su infancia.

    —Ni...ck— quiso gritar, y las palabras, brumosas y horrorizadas se atascaron como una estaca en su garganta.

    La sombra emergía del muro, multiforme y maligna y, conforme lo hacía, adquiría una forma demoníaca y macabra. La sensación de una alarma angustiosa y cargada de presagio se cernió en Harvey al tiempo que la linterna de su casco se apagaba, dando paso a una visión enloquecedora que no pudo soportar.
    ***

    —Suficiente tiempo— estipuló Nicholas, corroborandolo en su reloj de bolsillo. Quedaban dos minutos, pero quería cerciorarse de que todo estuviera bien con el mortal.

    Haciendo sonar sus dedos, se dispuso a preparar su segundo hechizo, cuando, al dar vuelta a la apergaminada hoja, un diminuto trozo de papel cayó a sus pies.

    —¿Qué es esto?— confundido, Nick se agachó a recoger el papelillo. Su rostro pasó del desconcierto al horror en cuestión de segundos. Se trataba de un verso del pasaje del grimorio de Armadel en conjunto con una de las clavículas de Solomon. Aquello había estado adherido y camuflado con un encantamiento al texto original del hechizo para viajar en el tiempo. Y Nicholas, que no había puesto la atención debida, lo había pronunciado...

    Recordó entonces a las tres brujas hermanas. Prudence, Agatha y Dorcas. Siempre buscaban incordiar a Sabrina. Ya lo habían hecho antes. Debieron superponer el texto, creyendo que Nicholas lo utilizaría en su siguiente presentación en la academia.

    Pero eso solo podía significar que Harvey...

    —Oh no— dejó caer el libro y echó a correr en dirección al túnel contrario.

    Al girar en el estrecho recodo donde se había quedado Harvey, lo primero que Nicholas vio fue al señor oscuro materializado en su forma humana. Estaba de pie ante el cuerpo inconsciente del mortal que yacía junto a uno de los montículos de tierra excavada.

    —Nicholas— con fingida alevosía, la figura humanoide extendió su palma abierta hacia el susodicho.

    Consciente de la amenaza inminente que representaba, Nicholas se obligó a arrodillarse y agachar la cabeza en señal de respeto, convencido de que sus poderes no podían equipararse a los contrarios.

    Un sello de invocación. Había recitado una de las nueve llaves prohibidas para abrir portales y permitir el ingreso a los seres del inframundo, pero ¿Qué buscaba el señor oscuro en un poblado tan insignificante como lo era Greendale?

    ¿Por qué manifestarse directamente en lugar de enviar a alguno de sus lacayos?

    —Me llevaré el alma del humano.

    La razón quedó expuesta mediante una sonrisa tan pérfida y diabólica que Nicholas tardó en captar lo dicho.

    Vio al señor oscuro acuclillarse junto a Harvey y alargar el brazo hacia su pecho. Iba a hacerlo. Realmente iba a tomar su alma.

    —¡No!

    Al mismo tiempo que el señor oscuro situaba su mano en el pecho de Harvey, Nicholas extendió su brazo.

    —Qui afecto protego mistique iubas serpentibus— salmodió el hechizo de protección, dando un paso al frente—. Exposteris vei esterpicuri.

    La figura resplandeciente de un pentagrama blanco se iluminó debajo del cuerpo de Harvey.

    De forma casi mecánica, el señor oscuro se situó fuera de la brillante y conocida efigie que alguna vez usara Edward Spellman para proteger a su adorada hija.

    No era más que un truco barato de ilusionismo que daba falsa seguridad temporal.

    —¿Por qué, Nicholas?— fingió un gesto de decepción y rodeó el cuerpo del joven, apuesto y traidor brujo—. ¿Por qué te revelas ante tu señor?

    Aunque le temía, Nicholas lo confrontó, quedándose en su sitio con el brazo elevado en dirección al cuerpo inconsciente de Harvey para mantener el hechizo de protección vigente.

    —¿Para qué deseas su alma?...¿Por qué no tomas cualquier otra? Esto no fue más que una equivocación.

    —Nada es una equivocación— una estridente risotada mitad humana, mitad animal brotó de la garganta del imponente ser de las tinieblas—. Si tanto quieres saber. Vine por el alma de este humano porque es de vital importancia para Sabrina. Es mi forma de garantizar su palabra en el libro infernal.

    —Sabrina ya no es nada con Harvey.

    —¿Harvey? ¿Así se llama?— se intrigó el señor oscuro.

    Fue demasiado tarde para Nicholas para rectificar su error. Acababa de referirse al mortal con su nombre, primer indicio de apego hacia él. Y singular muestra de debilidad en terreno desconocido.

    —Ya entiendo— asintió el señor oscuro, mirando a Harvey por encima de su hombro—. Es amigo tuyo y esta es la segunda vez que me desafias por su alma. Pero...Nicholas, nadie debe entrometerse en mis planes. Debes limitarte a servirme— frunció los labios con desprecio y movió el índice de derecha a izquierda, simulando una amonestación—. Si quiero su alma, me la llevaré.

    Frustrado, Nicholas bufó. Era evidente que él sólo no podría hacer nada para detener a Lucifer. Lo destruiría antes de que pudiera siquiera llegar al mortal.

    —Bien. Puedes llevartela— ofreció impasible, dejando caer su brazo para desvanecer el hechizo que mantenía el escudo de protección.

    El señor oscuro ladeó el rostro con genuino interés y desconcierto por tan arbitrario proceder.

    —Llevátela— reiteró Nick—. Pero a tu hija no le importa tanto como te imaginas. Ya no están saliendo y puedes corroborarlo con cualquier humano. El novio actual de Sabrina se llama Caliban y habita el cuarto círculo del infierno, ¿Qué alma crees que le interesará más?

    Estaba jugando sucio, tentando a su suerte, apostando con el mismo Lucifer estrella de la mañana. El ángel caído que residía y comandaba legiones enteras de demonios y aquelarres. Pero tenía que intentarlo.

    —Me proporcionas información de la nada. Sospechoso— farfulló el señor oscuro, mirandolo como un maligno depredador a su indefensa presa. Después se volvió a mirar a Harvey y le pareció tan frágil e insignificante que, empezó a dudar—. Bien. Buscaré al tal Caliban, pero si descubro que me mentiste, vendré a devorarme su alma junto a la tuya— sentenció en medio de un remolino de humo negro antes de desaparecer bajo tierra.

    Inmediatamente después Nicholas corrió hacia Harvey y le dio ligeras palmadas en las mejillas para hacerlo reaccionar.

    —Vamos, Kinkle.

    No tenía idea de lo que acababa de hacer. Si había mejorado o empeorado las cosas. De momento no importaba. Ya se encargaría de ayudar a Sabrina más tarde. Era el mortal quien lo necesitaba ahora.

    —¿Nick?— saliendo de su aturdimiento, Harvey abrió los ojos y enfocó con cierta dificultad la silueta arrodillada a su lado.

    Reconocía difusamente el rostro de Nicholas, pero recordaba haberlo visto con anterioridad.

    ¿Cómo?

    ¿Cuándo?

    Harvey se sostuvo la cabeza mientras Nick lo sujetaba de los codos para ayudarlo a levantarse. Recuerdos mezclados de la pesadilla que se repetía constantemente sobre el encuentro con aquel ser infernal acudían a su memoria como diminutos fragmentos de cristal.

    Hasta que tuvo las piezas completas y pudo dar forma a la segunda silueta de pie ante el ente con forma de carnero.

    —Me salvaste aquella vez. Eras tú— parpadeó confundido, viendo a detalle la expresión de Nicholas. No había dudas, había sido él quien lo ayudó a escapar a sus cinco años.

    ¿Por qué?

    —¿Qué ocurrió, Nick?

    Gratamente asombrado por el diminutivo empleado, Nicholas se alzó de hombros.

    —Me temo que no funcionó el hechizo— mintió. Era lo mejor de momento. Para Harvey. Para ambos—. Habrá que repetirlo en otra ocasión, pero aun así me debes algo— insinuó, ayudándolo a andar hacia la salida.

    Desorientado y algo mareado Harvey movió afirmativamente la cabeza mientras avanzaban hacia el exterior de la mina.

    —¿Qué es lo que quieres?— se animó a indagar.

    Nicholas sonrió abiertamente.

    —Sexo— rió encantado ante el semblante pálido del mortal—. Es broma. Vayamos por una bebida. Tendremos una cita.

    Harvey exhaló aliviado y conforme.

    —Ya llegaremos a la segunda base— añadió Nick con un sugerente guiño. Harvey le observó confundido.

    —¿Qué base?

    —Tienes mucho que aprender, campesino— le rodeó los hombros con el brazo—. Pero yo seré tu guía de ahora en adelante.

    Edited by [Ray] - 16/10/2022, 07:43
     
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