35.º Reto Literario "A Slight Miscalculation" – Stranger Things (Corazones naufragos)

[MikexWill]

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    Corazones náufragos.




    Will Byers subió la empinada cuesta empedrada pedaleando su bicicleta a toda velocidad, con la ventisca del atardecer alborotandole el cabello castaño. Era increíble que, justo el día que venían sus amigos de visita, terminara extraviando uno de sus preciados dados de diez caras.

    En parte atribuía la culpa a no haber ayudado a su madre a desempacar el resto de las cajas traídas desde su anterior hogar en Hawkins.

    ¡Pero Jonathan tampoco había hecho nada!

    Últimamente su hermano mayor pasaba mucho tiempo con su amigo de las pizzas, charlando sobre conseguir citas y fumando hierba a todas horas.

    Una tontería.

    A Will no le interesaban las citas, ni las chicas, y mucho menos la hierba. Todo le tenía sin cuidado desde que se mudaron para empezar una nueva vida en California.

    Al menos allí no lo molestaban, no habían tontos rumores ni falsas especulaciones, y tampoco le llamaban el niño zombie, pese a que Will estaba cada vez más convencido de serlo.

    De un salto, bajó de la bicicleta, sosteniendo los manubrios para llevarla a pulso, caminando la brecha de la angosta acera de cemento hasta las puertas corredizas de cristal de la tienda.

    Will seguía siendo descuidado con sus cosas. En más de una ocasión había pensado en comprar repuestos de todas las piezas de su juego por si alguna eventualidad surgía, pero con el tema de la mudanza, dejar atrás a sus amigos, su casa, volver a empezar siendo el nuevo en un pueblo desconocido, el nuevo en clases, en fin, que se había olvidado de ello. Además, no era como si hubiera hecho muchas amistades.

    Siete meses viviendo al sur de California y aún no conocía a todos sus vecinos.

    Tras asegurar la bicicleta junto a la toma de agua, Will se aventuró al interior de la recién inaugurada tienda de juegos.

    La campanilla apostada en el linde superior del marco emitió un chasquido metálico junto a un suave tintineo que anunciaba la nueva posible clientela.

    Los grandes y brillantes ojos almendrados de Will resplandecieron anhelantes frente a las vitrinas que exhibían todo tipo de juegos de mesa. Cartas de monstruos, una amplia gama de figurillas coleccionables, volúmenes enteros de tiras cómicas, diversas piezas de antigüedades.

    Los aparadores de vidrio prometían toda clase de diversión. El tipo de diversión que a Will le gustaba. Nada como querer quedar con chicas, intercambiar números telefónicos y después...¿Qué hacían después?

    Will no lo entendía, ni quería hacerlo. No comprendía por qué el resto de sus amigos, y en especial su querido Mike, estaban tan interesados en esa clase de actividades, cuando, bien que mal, podían olvidarse del estrés y el fastidio de un largo día de clases al reunirse en el sótano a jugar calabozos y dragones.

    ¿Qué mejor que vivir una aventura en equipo rodeados de seres de fantasía?

    Había personas que no cambiaban. Will era un claro ejemplo de ello.

    Fuertemente interesado por los juegos en derredor, se olvidó de su objetivo inicial de hallarse ahí dentro. La ensoñación lo envolvió al igual que las tenues espirales de vapor expelidas por el difusor sobre uno de los exhibidores.

    El dependiente de la tienda, un joven de no más de veinte años, se encontraba tras uno de los mostradores, junto a la caja registradora, distraído en su teléfono celular y haciendo ocasionalmente bombas con su goma de mascar.

    Will decidió dar una vuelta por toda la tienda para inspeccionar mejor los múltiples objetos y hacer tiempo. Mike, Lucas y Dustin llegarían a las dos menos cuarto para pasar la primera semana de las vacaciones de otoño en su casa.

    Luego de meses sin ver a sus amistades, Will se sentía en la necesidad de darles una amena bienvenida. Sobretodo a Mike. Era horrible que su relación con Once se estropeara debido a la distancia, pero Once insistía en quererlo de ese modo, no quería herir a Mike, o ponerlo en peligro, además se sentía incomprendida y pensaba que Mike no le daba la atención y el tiempo suficientes.

    Hecho curioso, a parecer de Will. Porque sus discusiones pasadas con Mike también derivaban de los mismos tópicos. Era como si Mike no acabara por decidirse sobre lo que quería, si es que quería algo.

    Si no temiera tanto a estropear las cosas con Mike, tal vez intentaría algún acercamiento, pero ¿Cómo?

    ¿Cómo iba a decirle a su mejor amigo que estaba enamorado de él?

    ¿Cómo pedirle una oportunidad cuando ni el mismo Mike parecía entenderse a si mismo?

    Incluso Will seguía teniendo problemas con aceptarse como realmente era. Le había costado comprender por qué desde que tenía uso de razón, se sentía tan diferente al resto, como un error, una equivocación que no merecía estar ahí.

    A Will le daba miedo abrirse, decir lo que verdaderamente sentía, cómo se sentía. Era difícil expresarse, mostrar ese lado tan frágil y vulnerable. Especialmente con la persona que más le importaba.

    Fue gracias a Mike que aprendió a lidiar con aquella mezcolanza de inseguridades. Mike lo hacía sentir bien consigo mismo, aceptado y especial.

    Al fondo del local y, atravesando las pesadas cortinas negras de organza, estaba la trastienda, iluminada por una mortecina luz roja proveniente del único bombillo en el techo.

    De súbito la luz empezó a parpadear, reflectando en el aire diminutas partículas de polvo que semejaban esporas.

    Sacudido por un potente escalofrío en la nuca, Will sintió vertiginosos deseos de salir corriendo ante la maraña de recuerdos de la otra dimensión.

    No. No volvería ahí. No quería estar atrapado y solo de nuevo, consumido en la oscuridad y el frío, con su propia mente labrada en densos y brumosos laberintos sin fin, a merced de una criatura espantosa que no podía ver, pero cuya presencia sentía a flor de piel.

    Alerta, Will dio un paso atrás, haciendo un rápido repaso visual a la redonda para asegurarse de no estar en el otro lado.

    Inspiró profundo por la nariz, cerró los ojos y se dio un ligero pellizco en el brazo. Todo estaba en orden cuando abrió los ojos.

    De verdad estaba tratando de superar ese miedo absurdo que lo acompañaba desde que lo rescataron de la otra dimensión, pero no podía vencer sobre aquellas imágenes de nebulosidades y pesadillas que de vez en cuando le atormentaban.

    No eran más que alucinaciones de lo ya vivido. Quimeras, espejismos inmateriales del profundo temor que Will albergaba dentro de sí.

    Algún día quizá llegara a superarlo del todo, pero de momento, le parecía una utopía lejana.

    Más tranquilo, se dirigió al amplio y opaco aparador frontal para estudiar de cerca los diminutos frascos acomodados sobre bases acolchadas. Se trataba de la sección de alquimia. Eran supuestas pócimas, brebajes para potenciar poderes, ascender niveles, alcanzar mayores rangos. No era más que falsa utilería para mejorar la atmósfera de los juegos.

    Una emoción recóndita comenzó a manar en Will al situar su mirada en los frascos centrales.

    "Pócima de la verdad"

    Aquel frasco púrpura hexagonal de vidrio cortado llamó su atención por encima del resto.

    ¿Acaso no sería divertido si fuera real?

    Will pensó que sería buena idea comprarla para integrarla en algún juego de mesa, o incluso para decoración.

    Tomó la botellita del cojín sobre la estantería, luego se hizo con algunos dados del pasillo de afuera y fue directo a la caja.

    ***

    Las dos horas siguientes Will limpió a fondo el desastre que era el sótano. Apiló las cajas sin abrir en una esquina, barrió la basura, sacudió el polvo y retiró las escasas telarañas que pendían a las orillas.

    Bajar la mesa por las estrechas escaleras supuso más esfuerzo del que pensó inicialmente. En vista de ello, tuvo que pedir ayuda a su hermano.

    Jonathan Byers estaba en uno de sus viajecillos de la tarde. En esas ausentaciones mentales a causa de la hierba que a Will le sorprendía que su propia madre no advirtiera lo rojizo de sus ojos, por decir lo menos.

    Pero Joyce estaba demasiado ocupada hablando por teléfono a todas horas. Con su nuevo novio, seguramente.

    Will no la juzgaba. Amaba demasiado a su madre como para reclamarle por ello. Si su madre salía con alguien, tanto mejor. Así empezaría a superar a Hopper.

    El buen y heroico Hopper.

    Cuando Jonathan volvió a subir por las escaleras, Will se apresuró a desdoblar el mantel. Puso encima la grabadora con las pistas pregrabadas de la que sería una partida épica, y después anexó las piezas del juego, dados incluidos.

    Se había pasado toda la semana ideando la trama de su aventura. Quería sorprender a sus amigos, y en particular a Mike. Aunque se preguntó con cierto pesar si seguiría encontrándolo inmaduro por su eterno apego al juego de su niñez.

    Ya era demasiado extraño ser el único del grupo sin haber tenido novia. Mike había salido con Once, Lucas seguía viéndose con Max, y Dustin aún mantenía contacto con Suzie. Así pues, ¿En donde lo dejaba eso?

    El chico raro.

    El chico zombie...

    Abrumado, Will rebuscó en el interior de una de las cajas para sacar la capa y el sombrero de mago con estampado de estrellas.

    De pronto se sentía ridículo al ver toda la utilería del juego. Pero era lo que a él le gustaba, lo que le divertía, distraía y entretenía.
    ***

    Once no quería ver a Mike. Lo había esclarecido semanas antes de que el grupo de amigos confirmara que irían de visita. No fue ninguna sorpresa ver la nota dejada sobre la nevera con su caligrafía, anunciando que pasaría la noche con unas amigas.

    Will pensaba que, en parte, era lo mejor. Sería incómodo estar en el medio de dos personas que se habían amado y, ahora, no querían verse.

    Él los quería a ambos, de diferente manera. Mike era su todo, su motivación, su guía. Mike representaba su corazón mismo.

    Y Once, ella era su amiga, su hermana adoptiva, quien le protegía y ayudaba.

    Pero cómo dolía verlos juntos.

    Cuan insignificante se había sentido Will al ir tras ellos, al verles intercambiar miradas cómplices, o ir de la mano mientras él quedaba rezagado.

    Esos suaves besos destinados a otros labios, aquellas sutiles caricias públicas.

    Como había deseado ser Once. Estar en su lugar. Sin embargo, era un pensamiento demasiado egoísta, y Will lo había desechado muy rápido.

    Lo más importante era que Mike fuera feliz.

    Por eso, cuando Will lo vio pasar junto a la rampilla de la sala de equipaje del aeropuerto, su corazón se saltó varios latidos.

    —¡Mike!— exclamó sonriendo al máximo.

    Y aunque Lucas y Dustin se hallaban en la parte trasera de la cinta transportadora, Will corrió a su encuentro, estrechando primero a quien su corazón había echado tanto de menos.

    Lo abrazó con tanta fuerza y afecto que, el mismo Mike, tardó varios segundos en corresponderle. Lo había tomado desprevenido.

    —Will— sonrió Mike, alborotandole el cabello—. ¿Cómo has estado?

    Will tomó aire para relatar algunas anécdotas de su estadía en California y muy pronto el par de amigos fueron abordados por Lucas y Dustin, quienes no dejaban de discutir sobre qué equipo de fútbol ganaría el próximo partido en Hawkins.

    Se sintió tan bien ser escuchado por Mike, pasar tiempo con él en el trayecto, que Will no reparó en el estado anímico y ansioso de Mike, hasta que llegaron a su casa.

    Aunque Mike sonreía y se mostraba aparentemente alegre de encontrarse ahí, Will notó, al mirar a Mike desde la cocina mientras servía refresco en los vasos, que su mejor amigo no dejaba de frotarse el brazo, mirando en derredor en busca de algo.

    "De alguien" se corrigió, maldiciendo en voz baja al ver derramado el contenido del primer vaso.

    —¿Si quieren jugar a calabozos y dragones?— dudó Will al terminar de hacer entrega de las bebidas en la sala de estar.

    Contaban con la casa para ellos solos. Joyce había salido a reunirse con el extraño del teléfono y Jonathan estaba semiinconsciente en su recámara.

    —Claro que queremos— se adelantó Mike al resto—. ¿Pensaste en una historia?

    Por toda respuesta Will exhibió una radiante sonrisa, después señaló el cuadernillo sobre la mesita de cedro.

    A Dustin casi se le cae la quijada al leer superficialmente las más de 30 cuartillas.

    —Viejo, nos llevará todo el día— murmuró en todo de tedio.

    Lucas elevó una ceja, se acercó a ver el cuadernillo y asintió a lo dicho.

    —Bueno, ese es el punto, ¿No?— preguntó Will con timidez.

    Mike le quitó a Dustin el cuaderno de las manos y le dio un sutil codazo en las costillas a modo de reprimenda.

    —Es genial, Will— lo animó—. Vayamos a tu sótano.

    Así lo hicieron.

    ***

    —Y entonces...¡Una horda de Goblins se acerca por el flanco derecho para atacar al elfo!— profirió Will, encendiendo la grabadora para que el sonido de fondo de la pista de viento les transmitiera mayor credibilidad.

    Dustin derribó su personaje del tablero, componiendo una mueca de dolor al hacerlo.

    —¡Oh no, me ha herido!— se sujetó el hombro, melodramatizando.

    —¡Menos diez puntos!— exclamó Lucas, arrojando los dados y haciendo retroceder unas casillas a su clérigo.

    —¿Qué jugada hará el caballero?— se interesó Will, elevando la voz una octava—. ¿Mike?— insistió ante la inmovilidad del susodicho.

    —Oh, si, si. Lo siento.

    Tardo, Mike salió de su ensimismamiento, arrojó los dados y deslizó su pieza a un costado.

    —Ataco al Goblin delantero— murmuró con desgano.

    El entusiasmo de Will decayó visiblemente. Suspirando, Will se giró a apagar la grabadora ante la mirada de desconcierto del grupo.

    —Mejor juguemos otra cosa— propuso, intentado ocultar su decaimiento. Resultaba obvia la razón del por qué Mike estaba tan distraído y, aunque no quería, le afectaba.

    —Oye, amigo, ¿Qué es esto?— inquirió Dustin, alzando la pequeña botellita morada.

    Will se encogió de hombros.

    —Una pócima de la verdad— contestó—. Pensaba que podríamos usarla para el juego, pero creo que ya les aburrió— añadió lo último dirigiendo una mirada de desconsuelo a su mejor amigo.

    Lucas y Dustin se miraron entre sí, comprendiendo al cabo que, de algún modo, la habían liado.

    —Con que pócima de la verdad— sonrió Dustin, yendo hasta la hielera junto a las escaleras para tomar un refresco embotellado—. Es momento, queridos amigos míos, de jugar a verdad o desafío.

    —¡¿Qué?!— exclamó el trío al unísono.

    Aquello no podía augurar nada bueno.
    ***

    Poco a poco la botella dejó de girar. La boquilla señalaba a Dustin y la base a Lucas.

    Con gran agitación, Dustin se restregó las manos, preparándose para hacer la pregunta.

    —Bien, Lucas. ¿Verdad o desafío?

    Inquieto, Lucas se pasó un trago de saliva. Conociendo a Dustin, no le esperaba nada bueno, en ningun caso.

    —Elijo desafío— suspiró, bajando la cabeza.

    Dustin se levantó y puso la pócima al centro del círculo.

    —Quien elija verdad, deberá beber un sorbo de la pócima antes de responder— instruyó—. Será más emocionante y realista.

    —¿Vas a decirme qué tengo que hacer o puedo pasar mi turno?— se exasperó Lucas.

    Discretamente, Will se volvió a ver a Mike. De pronto la expresión de su amigo se había animado un poco. Así que después de todo había sido buena idea la de Dustin. Lo que fuera, con tal de que Mike no se deprimiera.

    —Lucas— nombró Dustin con inusitada seriedad—. Te desafío a ponerle un cubo de hielo a Jonathan dentro de los calzoncillos.

    Ante la descabellada propuesta, Mike rió. Will negó en rotunda desaprobación, mientras que Lucas se ponía en pie de un salto, decidido a no ser el gallina hazmerreír del grupo.

    —Cuenta con ello.

    ***

    —¡Idiotas!

    Minutos más tarde, el grupo salía corriendo en estampida por las escaleras, riendo por la travesura que acababan de presenciar.

    —¡No creí que lo fueras a hacer!— se carcajeó Dustin, chocando el puño con Lucas. Este se alzó de hombros con indiferencia.

    —Espera a que se le pase lo drogado— sonrió Will en complicidad, echando un vistazo hacia las escaleras—. Va a matarnos.

    —Si encuentra la puerta primero— se burló Mike, caminando tras el resto.

    Ya en el sótano, fue el turno de Lucas por girar la botella.

    —Oh no— se lamentó Will al ver descender la velocidad de la botella.

    —¡Oh si!— celebró Dustin con el puño en alto al verse nuevamente señalado por la boquilla—. Mi buen Will el sabio, ¿Verdad o desafío?

    Nervioso e indeciso, Will titubeó. Quería que todo terminara cuanto antes, pues intuía que nada bueno podía surgir de la mente revoltosa de Dustin. Sobretodo después de avistar el reto anterior.

    —Escojo desafío.

    —Que valientes amigos tengo— aplaudió Dustin, mirando de soslayo al único del grupo que aun no había participado.

    —Will el sabio, te desafío a que beses a Mike en los labios.

    El rostro de Will fue de absoluto dilema al oír el reto que le aguardaba.

    Mike torció los labios en un gesto de desconcierto y Lucas alzó las cejas asombrado de la osadía de su amigo.

    —Yo...no— vaciló Will, claramente avergonzado y con la cabeza gacha.

    —No se vale retractarse— farfulló Dustin divertido, alzando el índice para darse aires de abogado.

    El silencio tras dictaminarse la jugarreta empezaba a tornarse insoportable cuando, de pronto, Mike se puso de rodillas.

    —Hazlo— lo alentó.

    Rápidamente Will levantó el rostro para mirarlo.

    ¿Cuántas veces no se había imaginado que Mike lo besaba en lugar de a Once?

    ¿Cuántos sueños donde ellos dos eran los protagonistas?

    Su corazón se aceleraba progresivamente, latiendo contra su garganta como los redobles de un ruidoso tambor.

    Mike lo veía de una forma tan intensa conforme se acercaba que, Will estuvo tentado de preguntarle en qué pensaba.

    ¿Estaría pensando en Once?

    ¿O realmente estaba concentrado en Will?

    De rodillas frente a Mike, lenta y penosamente, Will hizo una aproximación hacia el rostro contrario. Cerró los ojos y, cuando sus labios se tocaron, se sintió como cuando conducía su bicicleta a toda velocidad de noche.

    Un fuerte cosquilleo se expandió por su estómago como el aleteo de cientos de mariposas sobre un campo de flores.

    Apartarse no fue cosa fácil, pero Will lo hizo, tan pronto Dustin soltó una risilla tonta que ponía de manifiesto lo divertido que se sentía de verles haciendo el ridículo. Incomodo, Lucas tosió contra su puño. Mike fue el único que no se rió, ni se movió de su lugar durante los escasos segundos que duró el beso.

    Sonrojado a más no poder, Will se rascó la mejilla y agarró la botella para hacerla girar.

    —De locos— dijo Dustin al ver que la boquilla apuntaba está vez a Will y la base a Mike.

    Will se sentó sobre sus talones.

    —¿Verdad o desafío, Mike?— quiso saber.

    Mike se alzó de hombros. Ya iban dos desafíos cumplidos, así que le tocaba a él variar un poco las cosas.

    —Elijo verdad.

    Enseguida, Dustin le pasó la botellita púrpura. Mike rodó los ojos al quitar el tapón para darle el obligatorio sorbo.

    —Eh, ¿A qué sabe?— preguntó Dustin curioso.

    De puro milagro Mike no vomitó al ingerir la sustancia viscosa, insípida y amarga.

    —Sabe a hojas podridas— se quejó arrugando la nariz—. ¿Qué rayos tiene esto, Will?

    —No lo se— negó Will, pensando en la pregunta qué le haría. De hallarse ellos dos solos quizá podría preguntarle sobre sus sentimientos por Once, pero estando los chicos, lo consideraba pésima idea—. ¿Te gustó el beso?— exhaló, temeroso de la respuesta.

    Quizá no era lo apropiado. Lo asumió cuando las miradas de Lucas y Dustin cayeron sobre Mike como aves de rapiña a la espera de una respuesta.

    Mike se aferró las rodillas y entreabrió los labios.

    —No. Ha sido lo más asqueroso que he hecho en mi vida.

    De inmediato y con los ojos abiertos a más no poder, Mike se llevó las manos a la boca, confundido, desconcertado y pasmado de su propia respuesta.

    Rápidamente el rostro de Will perdió color, lo miró, herido y perplejo.

    —¡Will, espera!— gritó Mike, poniéndose de pie. Pero fue tarde. Will había salido corriendo del sótano a toda velocidad, deseando alejarse del dolor cuanto antes.

    Boquiabierto, Dustin observó a Mike.

    —¿Por qué dijiste algo así?— se exaltó.

    —La jodiste, amigo— apoyó Lucas negando en desaprobación.

    —No tengo idea— se sinceró Mike, sosteniéndose la cabeza con desesperación—. Juro que era lo opuesto a lo que quería decir.
    ***

    El semblante de Mike fue toda una oda al arrepentimiento tan pronto Jonathan le mostró el mural que Will guardaba tan cuidadosamente bajo la cama con la esperanza de regalárselo cuando lo viera.

    Bien. Al parecer Mike era el único en no estar enterado de muchas cosas.

    —No creas que te lo enseñé para que te culpes de nada— explicó Jonathan, poniendo una mano sobre el hombro de Mike—. Solo creí que...bueno, Will pasó varios días haciéndolo y pensé que no se animaría a dártelo. Es muy susceptible, Mike. Tiene buenos sentimientos, pero tiende a sentirse incomprendido. A mi no me cuenta nada, pero lo noto. Lo veo. Es mi hermano

    —Tenemos que encontrarlo— se angustió Mike, repasando una vez más en el mural con el dibujo de un dragón de tres cabezas y el grupo de amigos representado por su personaje en calabozos y dragones.

    El personaje de Mike, su caballero, estaba situado hasta el frente, evidenciado como el más valiente del grupo. Y además en su escudo llevaba pintado un corazón.

    Empezaba a entender el motivo que tenía Will para querer ocultarlo. Era como si sus emociones estuvieran trazadas en la misma pintura.

    Con un nudo en la garganta, Mike tomó la resolución de salir a buscarlo cuanto antes para aclarar las cosas, aunque su propia mente era un caos en ese momento.
    ***

    Confuso, dolido y molesto consigo mismo, Will corrió por el vecindario hasta que no pudo más. Lo hizo hasta casi caer desfallecido cerca de un terreno abandonado en venta.

    Agitado y alicaído, se aferró a la reja de aluminio. La barbilla le temblaba y una gruesa película cristalina se había formado en sus ojos, impidiéndole ver con claridad.

    Una voz en su cabeza parecía burlarse de él por ser tan patético.

    ¿Qué esperabas Will?

    ¿Qué porque Once lo rechazó te iba a dar una oportunidad?

    ¿Por qué iba a interesarse en alguien tan débil?

    No había punto de comparación entre Once y él. Ella era poderosa, independiente, asombrosa.

    ¿Qué tenía Will a su favor?

    Un debilucho que se rompía ante la mínima ofensa.

    Odiaba sentirse así de vulnerable. Quería, de ser posible, erradicar todos sus sentimientos de tajo para que dejara de doler.

    De pronto ya no era dolor sino odio lo que sentía. Un odio abismal, tan profundo y corrosivo que, Will supo de inmediato, a quien le pertenecía. Ese odio no era suyo, sino del monstruo de las sombras, y estaba transmitiendoselo gracias a la conexión que aun poseían.

    Al advertirlo, Will empalideció. Abrió lentamente los ojos. El cielo se había encapotado en una tenebrosa negrura que se confundía con el resto del paisaje.

    Sordidas callejuelas.

    Laderas violáceas serpenteando donde antaño fueran coloridas.

    Árboles siniestros, de formas grotescas señalando al cielo como los dedos acusadores de un muerto.

    El marchito follaje apenas iluminado por débiles centellas que taladraban el negro abismo que era el cielo. Palpitantes membranas extendiendose por el suelo como enredaderas de impías proporciones.

    Era como despertar a mitad de una pesadilla, pero darte cuenta de que la pesadilla era real. La dimensión que se le ofrecía, etérea, maligna y emblemática, era tan real como su propio mundo.

    Will jadeó en busca de aire, luchó por no gritar ni desmoronarse al entender las verdaderas intenciones del ente. La imagen de Mike claramente perfilada en su subconsciente.

    —No— sacudió enérgico la cabeza, se oprimió las sienes y se aferró a pensamientos positivos para evitar que aquel monstruo siguiera invadiendo su mente.

    Cosas felices.

    Sus amigos jugando en el sótano a calabozos y dragones.

    Carreras nocturnas en bicicleta bajo el resplandor platinado de la luna.

    Su mamá preocupándose por él.

    Jonathan brindándole un consejo.

    La risa de Mike.

    Pronto la negrura se disolvió, y Will se vio de nuevo en el terreno desierto frente a la reja.

    —Mike— gimió consternado. Y entonces lo comprendió.

    Sin querer, mientras el monstruo de las sombras trataba de irrumpir en sus pensamientos, Will pudo ver superficialmente sus nuevos y siniestros planes que implicaban a todos sus amigos. Empezando por quien más le importaba.

    Aquello que había tomado de la trastienda, cuando creyó tener una fugaz alucinación.

    ¡En realidad la pócima la había tomado del mundo del revés!

    —¡Mike!— angustiado, Will echó a correr de vuelta a su hogar, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde.
    ***

    Todos estaban agotados. Habían recorrido el vecindario unas tres veces en sus bicicletas y alertado a Joyce, quien casi se desgañitaba al enterarse de que Will había desaparecido nuevamente.

    Llevaban más de dos horas buscándolo.

    Consumido por la culpa, Mike se decidió a dar otra vuelta cuando el resto de sus amistades yacían sentados en el suelo, presas del agotamiento.

    El mismo Mike estaba exhausto, pero se trataba de Will. No descansaría hasta encontrarlo y saber que estaba bien.

    De no haber perdido sus poderes, Once habría podido rastrearlo. Pero no era el caso.

    ¿Qué opciones quedaban?

    Un repentino acceso de náuseas lo obligó a detenerse. Aturdido, Mike bajó de la bicicleta para devolver el estómago sobre la hierba a orillas de la carretera.

    Era el mismo sabor pastoso, el gusto a vegetación podrida de la pócima que había tomado horas atrás.

    Una y otra vez devolvió Mike el estómago, y en cada arcada, percibió que aquella extraña sustancia verdosa que brotaba de su boca empezaba a marchitar el hierbajo que tocaba, casi como si fuera ácido.

    Las contracciones estomacales cesaron, y Mike vio aterrado como el charco de vómito adquiría la forma de un vórtice.

    —¡Mike!

    —¿Will?

    Desorientado, Mike se levantó del césped. Will corría en su dirección con el rostro contraído de pánico.

    Un alivio momentáneo lo embargó al saberlo bien y a salvo. Pero la sensación fue efímera. Tanto así que Mike apenas pudo procesar lo que ocurría.

    De un segundo a otro Will lo había empujado hacia el asfalto, interponiendose entre el grueso tentáculo que súbitamente asió a Will del tobillo.

    —¡Will!— todo acabó en un parpadeo. La extremidad bulbosa había tirado de Will hasta arrastrarlo dentro del vórtice. Después el portal se cerró, dejándolo atónito, con los ojos vidriosos y una sensación de impotencia que prevaleció en su pecho.
    ***

    Eran un equipo. Habían sobrevivido gracias a que se mantenían juntos y se apoyaban en todo momento. Pero cuando Mike fue testigo de cómo Will se sacrificaba en su lugar, no sólo no quiso pedir ayuda, sino que se decidió a ir directamente a rescatar a Will sin importarle las consecuencias.

    La imagen de Will siendo arrastrado por el césped hasta el vórtice, le había provocado una consternación aguda y un fuerte nudo en el estómago que no lo dejaba tranquilo.

    "¿Por qué, Will?"

    Pero la respuesta no podía ser más clara.

    Mike finalmente lo había entendido. Tarde, pero ahí estaba.

    Mientras sus amigos seguían ocupados en la infructuosa búsqueda, Mike fue directo al sótano de la casa de Will. Se bebió de una sola vez el brebaje que componía aquella extraña pócima y aguardó a que las arcadas aparecieran.

    No iba a exponer a sus amigos en un asunto que le correspondía a él y solo a él.

    No era ningún caballero de armadura plateada. No poseía ningún escudo o espada. Era un ser humano, común y corriente.

    Y acababa de comprender lo que por tantos años se había esforzado en reprimir y silenciar. Sus propios sentimientos.

    Los mismos que ahora lo llevaban de vuelta al mundo terrorificamente atroz.

    Las arcadas acudieron ininterrumpidamente, formando un extenso charco verde brillante que se esparció a lo largo de la marquetería del sótano. El suelo emitió un destello ciego, como el reflejo de una luz proyectado sobre un espejo. Los bordes se cuartearon y el portal apareció. Solo que, esta vez, Mike no esperó a que ningún monstruo saliera, sino que saltó directamente dentro.

    La caída fue breve, pero dolorosa. Había caído sobre el brazo y un dolor sordo se disparó por su codo y a la altura del antebrazo como miles de alfilerazos clavándosele en la piel.

    Mike ahogó un grito de dolor, se retorció en el oscuro suelo, y una vez recuperado, buscó a Will con la mirada.

    Tenía que encontrarlo pronto. Tenía que salvarlo.

    Era su obligación.

    Igual que en el mural.

    Despacio, se abrió paso entre el marchito follaje en lo que supuso el jardín delantero de la casa.

    El primer portal había sido abierto unos dos kilómetros al norte.

    "Ya voy, Will. Resiste"

    Recuerdos de su niñez con Will surgieron a medida que avanzaba hacia el prado.

    Ambos vestidos de caza fantasmas en halloween.

    Will suplicando una última partida de calabozos y dragones.

    Will invitándolo a su casa de campaña.

    Will sonriéndole a él como no hacía con nadie más.

    Lleno de zozobra y frustración, Mike resistió apenas las ganas de gritar al darse cuenta de lo importante que era Will para él.

    Lo dio por hecho desde la primera vez que desapareció, pero ni entonces comprendió y aceptó lo que sentía.

    Ahora en cambio...

    —¡Will!— llamó, viendo los densos nubarrones en derredor. Estaba en territorio de espantos, el reino de las pesadillas, terreno absoluto del demogorgon.

    No lo habían derrotado. De nada había servido el esfuerzo grupal, los sacrificios, todas esas muertes.

    Los tendones del brazo le punzaban en cada paso, enviándole una dolorosa descarga hasta su hombro. Mike usó aquel dolor para obligarse a continuar. Tensó la mandíbula y cuando pudo ubicar el espacio abierto del primer vórtice, una exclamación de sorpresa y espanto murió en su garganta.

    Apresado por aquellas horripilantes membranas bulbosas y reptantes estaba Will inconsciente, cautivo contra un olmo, con las extremidades de espanto enredadas a lo largo de su cuerpo.

    —Oh, no. Will— gimió Mike, sus rodillas perdieron fuerza, haciéndolo caer frente al árbol como si se tratara de un adorador proscrito.

    Con los nervios deshechos, Mike logró levantarse para buscar a tientas la navaja de bolsillo que cargaba siempre consigo.

    Encontrarla fue un suplicio y cuando finalmente la tuvo en sus manos, no supo como ni por dónde comenzar a cortar. Debía tener cuidado de no herir a Will.

    —Vas a estar bien, Will— balbuceó—. Ya veras como volvemos a casa y podemos seguir con la partida que tanto querías.

    Con sumo cuidado hincó la punta de metal en una de las gruesas enredaderas. El filo se hundió fácilmente en el tentaculo, como si estuviera hecho de arena.

    Un líquido supurante, parecido al limo verde de la pócima, empezó a brotar de la herida.

    A lo lejos, el tétrico clamor de un chillido agudo rasgó el silencio.

    Mike trató de ignorar las grotescas formas aladas que se recortaban como un remolino sobre el oscuro cielo. Se concentró en cortar el primer y tercer tentáculo que envolvían el torso de Will.

    Una vez liberado, lo sujetó con cuidado para recostarlo sobre el ennegrecido césped.

    —Vamos, Will. Reacciona— le dio suaves palmadas en las mejillas. Will entreabrió los párpados, pero sus ojos yacían estáticos, sin enfocar nada, dos pupilas vacías de reconocimiento—. ¡No dejes que te controle, Will!...¡Tienes que luchar contra él!— gritó a todo pulmón, zarandeado el cuerpo inmóvil.

    Nada.

    No tenía caso.

    El monstruo de las sombras, o lo que fuera que estuviera apoderandose de la voluntad de Will, usaba su miedo, el dolor y las inseguridades.

    Mike lo comprendió al recordar el hondo temor que había experimentado después de beber aquella sustancia y tras la partida de Will.

    Pensó que lo perdería. Igual que aquella vez.

    Creyó que no volvería a verlo. Y el pensamiento detonó la emoción de la que tanto gustaba alimentarse el ser de las sombras.

    —¡Will!

    Tenía que sacarlo de aquel estado cuanto antes. Debía hacerlo salir del trance o acabaría convirtiéndose en parte de esa cosa.

    ¿Qué hacer?

    Mike apretó los dientes y se golpeó las sienes con desesperación.

    —¡Vi tu pintura, Will!— exclamó al cabo, tomando su mano. Estaba fría y pálida—. Es el dibujo más hermoso que he visto en mi vida— cerró los ojos para retener el llanto que amenazaba con ahogarlo—. Pero te equivocaste en una cosa— rió sin sentirlo—. Debiste ponerte a ti al frente. Tu eres el valiente caballero, no yo. Eres tu quien ha enfrentado las peores situaciones y siempre has salido victorioso.

    Las pupilas avellanas de Will se entornaron levemente.

    Mike aferró con mayor fuerza su mano, haciendo caso omiso del furioso aleteo sobre su cabeza, los monstruosos chillidos del bosque y el rumor de las raíces membranosas que se agitaban por doquier.

    —Eres más fuerte que esto, Will— lo alentó—. Tenía tantas ganas de volver a verte. Te extrañé mucho, muchísimo, no tienes idea de cuanto quería saber de ti en persona. Perdóname por haberme portado como un idiota— usó el antebrazo para cubrirse los ojos, ya sin poder controlar las lágrimas—. Me gustó mucho el beso, Will— confesó, con un nudo obstruyendole la garganta—. La pócima que me diste...no se de donde la sacaste, pero debió ser una trampa del demogorgon. Dije lo contrario a lo que quería decirte...lo siento.

    La furiosa ventisca fue cesando. Mike temió que en cualquier momento algún monstruo los abordara. Imaginó lo mal que debió pasarla Will al hallarse en ese lugar completamente solo, rodeado de criaturas infernales, y la admiración por su mejor amigo creció.

    —¡Mike!— la voz de Dustin hizo eco a la lejanía.

    Creyendo haber sufrido una alucinación auditiva, Mike se levantó para ver a la pandilla que se acercaba presurosa en su dirección. Eran Dustin, Lucas, Once y Jonathan.

    —¡Chicos!— agitó el brazo, se limpió a prisa las lágrimas y se arrodilló nuevamente junto al cuerpo de Will. Sus párpados habían cesado con el movimiento involuntario y ahora sólo parecía dormir.

    —¡El vórtice va a cerrarse en cualquier momento!— alertó Dustin, señalando hacia la arcaica y derruida casa.

    Once corrió a abrazar a Mike y luego vio consternada el cuerpo inconsciente de Will.

    —¿Esta...?

    —Atrapado— respondió Mike, limpiándose la punta de la nariz que aun goteaba a causa del llanto.

    —Oh no...Will.— masculló Jonathan preocupado, estrechando el cuerpo de su hermano.

    —¡Tenemos que darnos prisa!— resolló Lucas, ayudando a Jonathan a levantar a Will.

    —Si el portal se cierra, nos quedaremos atrapados— farfulló Dustin corriendo a la delantera. Habían encontrado el portal luego de que Mike también desapareciera y lo buscarán en el sótano. El agujero seguía consumiendose a medida que los minutos corrían, como un charco al secarse bajo los rayos del sol.

    Una cuerda anudada a base de sábanas pendía del agujero del techo del sótano.

    Jonathan y Lucas fueron los primeros en subir, seguidos por Dustin.

    Fuera de si y con los ojos rasos de lágrimas, Joyce, que aguardaba del otro lado, alargó los brazos para ayudar a subir a Will.

    Once y Mike fueron los últimos.

    —¿Will?— sollozó Joyce, abrazando y meciendo el cuerpo de su hijo.

    ¿Hasta cuando terminaría la pesadilla que había comenzado en Hawkins y ahora los seguía hasta California?

    El grupo entero formó un círculo alrededor de Joyce. Afuera las sirenas de las ambulancias ululaban.

    Vuelto de espaldas, Mike se negó a encarar los hechos. Rechazó el abrazo de Once, ignoró los murmullos de aliento de Lucas y Dustin.

    Si hubiera sido más claro con sus sentimientos, nada de esto habría pasado.
    ***

    Apoyado de espaldas en la pared del pasillo del hospital, con la mirada perdida y acariciandose los labios con los dedos, Mike reaccionó al oír la puerta de la habitación aledaña cerrarse.

    Esbozando una tenue sonrisa de alivio, Lucas lo miró y, con un suave asentimiento, le dio a entender que era su turno. Mike había decidido ser el último en entrar. Quería meditar bien en lo que diría, pero todo discurso se diluyó cuando entró al inmaculado cuarto blanco y vio a Will recostado en la camilla. Estaba despierto y al verle llegar, le obsequió la sonrisa más bella y carismática de todas.

    —Hola— empezó Mike, acercándose vacilante y con las manos tras la espalda.

    Confundido, Will notó la actitud sospechosa de su amigo y lo invitó a sentarse en la única silla del cuarto.

    —Lucas, Dustin y...bueno, todos, me dijeron lo que hiciste.

    —No hice nada— negó Mike, dudando en tomarle la mano. Había estado tan aterrado por el estado de Will que, ni siquiera hizo caso de los planes que tenían los chicos para acabar con el demogorgon. Vagamente les había oído hablar del tema, de cómo liberarían a Will de su control mental una vez que se hubiera recuperado.

    —Si que lo hiciste— insistió Will, perplejo al saberse tomado de la mano. Apenado, miró hacia la ventana, suspiró y se giró a ver a su amigo—. Escuché lo que dijiste en la otra dimensión. No estaba seguro de si había sido un sueño, pero Dustin confirmó las voces que oí después, así que tuvo que ser real...¿fue real, Mike?— preguntó ilusionado.

    Mike asintió con una sonrisa en los labios. Se puso de pie para mostrar aquello que había estado ocultando tras su espalda desde que entró al cuarto.

    —¿Eso es...?— tanteó Will, parpadeando rápidamente.

    Mike desdobló la cartulina con un sencillo dibujo de trazos rápidos que pretendían emular al original.

    —Es una imitación defectuosa de tu pintura— admitió—. Jonathan me lo mostró y ...bueno, quise hacerte uno, pero a mi no se me da tan bien esto— se rascó la nuca. Will hizo amago de levantarse, pero Mike se lo impidió—. Debes descansar— lo ayudó a recargarse de vuelta y Will aprovechó la cercanía para abrazarlo.

    Desconcertado, Mike lo dejó hacer. Entonces lo abrazó con la misma intensidad, notando al poco rato que Will lloraba, pero no eran lágrimas amargas de tristeza, sino de felicidad.

    —Gracias, Mike. En verdad lo aprecio mucho.

    —No es nada, Will— le restó importancia—. Estaba pensando que podríamos, no se, quizá ir al boliche cuando te den el alta.

    —Suena genial— aceptó, viendo con detenimiento el dibujo que Mike había hecho. Se trataba de una sencilla copia del suyo, pero en lugar del personaje de Mike, era Will el sabio quien aparecía delante, haciendo frente al dragón de tres cabezas y protegiendo a sus amistades.

    —Ya idearemos algo para vencer a esa cosa— externó Mike tras un largo silencio en que supuso que Will estaría pensando justamente en ello.

    —Lamento lo de la pócima— se disculpó Will al recordar lo que había desencadenado aquel terrible lío.

    Mike negó.

    —No fue tu culpa, Will— lo deslindó—. Era una trampa. Esta vez me quedaré contigo y a la próxima que esa cosa venga, bueno...

    —¡Oigan chicos, dice Jonathan que si puede ser el padrino!— gritó Dustin desde afuera, dando a entender que había estado escuchando todo desde hacía rato.

    —¡No es cierto!— se defendió Jonathan de inmediato.

    Acto seguido se oyó un golpe seco acompañado de la exclamación de dolor de Dustin.

    Mirandose sonrojados, Will y Mike rompieron a reír.

    Ya vendrían nuevas aventuras, pero esta vez, si estarían juntos para hacer frente a lo que sea.
     
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