Special night | Genshin Impact [KaeLucKae]

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    The Ineffable Plan

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    N/A: Bueno, solo necesitaba una excusa para escribir un poco sobre Genshin y Kaeya fue mi razón perfecta, ya que el juego no me trata bien a mi señor, yo le daré el amor que se merece.

    Basado en el arte oficial por el cumpleaños de Kaeya publicado por la pagina de Genshin Impact.

    PD: Kaeya y Diluc no son hermanos, no los veo como hermanos, no los trato como si fueran hermanos.

    Special night



    Cuando vio a Lisa entrar sólo unos minutos al despacho de La Gran Maestra Intendente y verlas salir unos minutas más tardes, casi arrastrándola a la biblioteca supo que volverían a tener que repartir tareas del día entre los que quedaban.

    Aunque ahora no estaba Lumine para ayudar con la mayoría de las cosas y bueno, no es como si Amber esté de humor hoy para verle la cara, lo deja muy claro cada que se cruzan.

    El capitán de la caballería deberá sacrificar su día en pos de ayudar a los habitantes de la capital de la libertad. Es lo que los caballeros de Favonius hacen.

    Sacrificio.

    Es así como se da media vuelta y vuelve a su oficina a trabajar.

    Hoy no tendrá tiempo libre extra por ser su cumpleaños, de todas formas, nadie en la caballería parece saberlo.

    Pero está bien. Es sólo otro tonto cumpleaños.

    Cayó la tarde en la oficina del capitán de los caballeros de Favonius, el cansancio estaba repartido por todo su cuerpo hasta dolerle los codos por usarlos de punto de apoyo, estaba ligeramente mareado y no es por el alcohol.

    —Sólo cinco minutos —pensó para sí mismo, apartando los papeles importantes y dejando descansar su cabeza un momento, un poco, la nada misma para dejar a su mente estar en paz antes de seguir con lo que le quedaba.

    Pero la fecha sigue presente en su mente, así que tan traicionera como siempre, su subconsciente le lleva a los cumpleaños que pasó en el viñedo amanecer, cuando veía las cecilias florecer por las mañanas en espera a que Diluc apareciera por detrás.

    Con esa sonrisa que perdió hace mucho, la inocencia y la felicidad de un nuevo día.

    —¡Kaeya!

    —Ah, Diluc… Buenos días.

    —¡Feliz cumpleaños, Kaeya!

    Y en ese instante comparten sonrisas, inocentes e ignorantes ante el futuro que les depara, solo concentrados en el ahora.

    En ese sueño lejano que fue su vida juntos, bajo el mismo techo, compartiendo las mañanas y las tardes, los juegos, las risas y los abrazos.

    Kaeya escucha a Diluc llamándole desde lo lejos pero no es su voz, trata de reconocer entre las personas que conoce hasta que lentamente abre los ojos y una mano intrusa enguantada le deja una carta cerca de su rostro.

    Los reflejos de Kaeya actúan antes de procesar que la mano es demasiado pequeña como para ser una amenaza.

    A menos que tenga una bomba en ella.

    —¡H-Hermano Kaeya!

    La pequeña Klee chilla de la sorpresa y sus enormes ojos le miran cristalinos, sólo calmándose cuando los ojos de Kaeya vuelven a ser amables.

    —¿Klee, qué haces a esta hora?

    —Eh… ¿Feliz cumpleaños? —Y la sonrisa nerviosa tan reconocible aparece en su rostro.

    —Gracias pequeña —. La mano de Kaeya deja la muñeca de la niña para ir a su cabeza y dejarle un par de palmadas.

    Es ahí cuando nota que su escritorio está lleno de regalos, cajas, bolsitas con adornos, flores y una reconocible botella de su vino favorito junto a una carta.

    —Parece que no fuiste la única que vino a dejar algo…

    —Tehe —se ríe, aunque su misión falló aún puede encaminarla a la siguiente fase —. Aun falta algo, ven conmigo.

    —Pero los regalos —La mirada de Kaeya ve concentra en uno en especial, aquella botella de vino con la carta que parecen contener algo de su interés pero la mano de Klee le jala fuera de la oficina.

    —Los llevará Amber ¡vamos!

    Y es así como lo saca de ahí, fuera de su oficina es Lisa quién lo recibe y le muestra una venda entre sus manso junto a una sonrisa.

    —Se buen niño.

    —Técnicamente no veo de un ojo ¿y si sólo lo cierro?

    Lisa ríe pero niega lentamente con la cabeza, lo que se resume en ponerle de todas formas la venda sobre los ojos. Escucha los pasos de Amber y como carga los regalos en lo que piensa es una carreta.

    Incluso reconoce la voz de Jean nerviosa por ser quién debe tomar el otro brazo de Kaeya para sacarlo de la caballería.

    Kaeya teme por su vida, escucha los gritos de alerta de Klee cuando bajan las escaleras, el temblor en el agarre de Jean y la calma inexplicable de Lisa a cada paso que dan.

    La capital de la libertad parece especialmente ruidosa cuando pasan por sus escaleras y sus calles, escucha las felicitaciones de la gente y solo puede decir gracias mientras sigue siendo arrastrado.

    —Se tardaban —es la reconocible voz de Rosaria y el ruido palpable de la taberna de la ciudad a la que suele venir el sólo cada cierto tiempo.

    —No era necesario todo esto, vengo aquí yo solito…

    —Sólo si está Diluc atendiendo —ataca Rosaria y Kaeya sabe perfectamente que cara pone incluso si no la ve.

    —¡Uno, dos y tres! —Grita animada Klee.

    La puerta de la taberna se abre, Lisa retira la venda y junto a Jean liberan a Kaeya para dejarle ver dentro del recinto, el bardo “seis dedos” comienza a tocar música festiva, la luz del interior ciega por momentos al cumplañero hasta que logra acostumbrarse y ve como Amber termina de acomodar el pastel al lado de Diluc, quién también estaba acomodando un par de cosas hasta que se da cuenta de que Kaeya está mirándole.

    —Feliz…

    —¡Feliz cumpleaños, Capitán de los caballeros Kaeya!

    El grito general de todos quienes están dentro silencia la voz de Diluc y hace crecer la sonrisa llena de sorpresa de Kaeya.

    Pronto están todos cantando, desafinado pero alegre aquella canción tan conocida. Klee le toma la mano y lo acompaña hasta el centro de la mesa, justo en frente del pastel, Kaeya sólo puede sonreír y sostener con cariño la mano de la pequeña niña.

    Todos los presentes se unen a la fiesta, cantando y riendo, mientras Diluc sostiene el pastel, pedido de Rosaria que le dijo muy seriamente cual sería su tarea, ya había aceptado hacer la fiesta en su taberna cerrándola al público ¿Importaba ahora también ser el que cargue el pastel?

    Acercándose lentamente a un Kaeya sonriente, conmovido, verdaderamente feliz por esto.

    No aquella sonrisa que buscaba guardar apariencias. Diluc reconoce una sonrisa real en el rostro del moreno.

    El aire se carga con el aroma a caramelo y mantequilla, chocolate y frutillas, todos los ingredientes del pastel juntos abrieron el apetito de los presentes.

    Kaeya disfruta del momento, disfruta de estar rodeado de su gente, de sus amigos y trata con todas sus fuerzas en no pensar en los bandos de una guerra que no ha llegado a esta parte de la región.

    Sólo quiere ver a los ojos de Diluc y del resto y saber que están juntos, que esta tarde son sólo un grupo de amigos ruidoso en una taberna.

    Es sólo su cumpleaños.

    Tras ello, todos brindan y comienzan a cortar el pastel, Kaeya se sirve un pedazo y se lo ofrece otro a Klee, así poco a poco todos tenían uno y con esto se concentraron en conversar entre ellos.

    Lisa comentó divertida como armaron el plan, como Klee se involucró mucho en ello y convenció a todos de ayudarle. Amber confiesa que estuvo a punto de salirse lo de la fiesta varias veces en el día así que huyó de él.

    La risa de todos se hizo presente, el secreto a voces de la fiesta los tuvo nerviosos y esquivos todo el día.

    Aunque la carga extra de trabajo fue accidente.

    Jean se disculpó por eso claro. No estaba en sus planes volver a sentirse sobre cargada, aunque con la compañía de Lisa pudo relajarse.

    —¿Con un té verdad? —Pregunta Klee lo que hace sonrojar a Jean.

    —Claro que con un té, uno de diente de león para relajar el cuerpo —Lisa le responde dándole palmaditas en la cabeza.

    Klee queda conforme con la respuesta, y es lo importante, por que Jean no quiere que la niña sepa que usan el lugar de trabajo para cosas que no sean trabajo.

    Se relaja con la presencia de Lisa no es nada novedoso, todos lo saben pero, lo que hacen, aquellas sesiones de besos que le regala cuando el estrés la aqueja hasta el mareo son una cosa que quiere mantener en privado.

    Kaeya las deja conversando, necesita apartarse un momento e ir con el dueño del local que esta noche está de bar tender.

    No le toca hoy, Kaeya lo sabe demasiado bien, pero le alegra demasiado que se haya saltado su día libre para asistir personalmente a su cumpleaños.

    La barra está vacía, todos están en las mesas junto a la comida y las bebidas dulces (al haber niños presentes eligieron no beber alcohol por hoy) lo que hace que incluso Kaeya no pueda beber.

    Seguro fue idea de Diluc. No tiene dudas.

    Los ojos rojos se posan en la sonrisa de Kaeya y brillan por medio segundo antes de desviarse al vaso que está limpiando como si fuera muy importante en estos momentos.

    —Son muy animados ¿no crees? —Comenta casual, es en ese momento que gana la mirada de Diluc.

    —Son ruidosos, como tú.

    Kaeya sonríe más amplio, lo que provoca un pequeño tic en Diluc, como un cosquilleo en la parte baja de su estomago, le pasa cada que Kaeya sonríe.

    —Necesita ambiente así de vez en cuando Señor Diluc —Kaeya suena alegre y jugetón, sólo quiere molestarlo un poco aprovechando que es su cumpleaños.

    Tiene ese pase especial por hoy.

    Diluc guarda silencio, se muerde el labio inferior y toma valor para decirle esa frase que lleva años sin pronunciar.

    —Fe…

    —Gracias por venir.

    Kaeya interrumpe sus palabras sin darse cuenta, la mirada carmesí de Diluc permanece sobre él.

    —Fue todo una sorpresa, creí que… Se habían olvidado, pero verlos aquí con todo esto es lindo —Kaeya bebe un largo trago de su jugo de uva, este que solían beber en el viñedo amanecer cuando era pequeño, le da mucha nostalgia —, lo siento, te interrumpí ¿Qué decías?

    —Quédate después de que todos se vayan.

    —¿Eh?

    La mente de Kaeya queda en blanco, por primera vez en muchísimo tiempo no sabe que contestar a sus palabras. Diluc se toma eso como un pequeño triunfo y sonríe ligeramente.

    Lo que no ayuda a que la mente de Kaeya trabaje.

    La fiesta llega a su fin en cuanto ven a la pequeña Klee cabeceando por el sueño en los rincones de la taberna, Lisa se encarga de cargarla para llevarla a dormir, claro, Jean se encarga de llevarle las cosas y preocupándose de que no se haya dejado ninguna bomba por el lugar, y poco a poco el resto también se retira de la taberna.

    La fiesta ha llegado a su fin, pero los recuerdos de la noche permanecerán para siempre en la memoria de Kaeya.

    Después de todo, el no suele recordar demasiado su cumpleaños, no hasta el año pasado cuando fue mismamente Diluc quién se lo recordó con una carta dejada por su querido halcón.

    Es desde entonces que trata de recordarlo más seguido, aunque este año lo recordó, la celebración volvió a atacarlo emocionalmente.

    Parece que cada año mejora.

    Ahora con la taberna vacía de clientes e invitados sólo quedan Kaeya y Diluc.

    El, aún cumpleañero, juega con el contenido de su copa de cristal, esperando a que sea Diluc quién rompa el silencio pues fue su idea que se quede.

    Generalmente lo hecha de aquí a penas lo ve y claro, Kaeya sólo se ríe de ello mientras paga su cuenta.

    —¿Entonces…?

    —Feliz cumpleaños, Kaeya.

    Es lo único que sale de sus labios, toda la taberna estaba a oscuras y sólo había una luz encendida alumbrando al par. Kaeya aún está procesando sus palabras, su sonrisa es de confusión, sus ojos buscan la mentira o la broma en el rostro serio de Diluc pero sólo nota el leve sonrojo en sus orejas que oculta con el cabello.

    —Gra…

    —Eso era todo, ya puedes irte.

    Y esa frase tan conocida de Diluc le devolvió la risa al cuerpo de Kaeya, quién solo respondió con varias carcajadas que dejaron al cantinero totalmente confundido.

    —¿De qué te ríes? —No recuerda haber dicho ni un sólo chiste, es más, no bromea con Kaeya.

    —Es que —Kaeya hace una pausa, tiene que cubrir su rostro con su mano tratando de calmar la risa. —… Te viste lindo felicitándome.

    Era como antes, como ese recuerdo de cuando eran pequeños, justo soñó con eso sintiendo pena por lo lejano de esos recuerdos sin embargo una cosa es cierta.

    Al año pasado, fue Diluc quién le recordó que era su cumpleaños.

    Y ahora ha esperado (más bien maquinado) una situación dónde le daba poder de decir lo que quisiera, en su área de trabajo, a solas y con un Kaeya inundado de emociones por la gente que le rodea.

    Esperó a que esté con la guardia baja, y así no tener que enfrentarse a un Kaeya con sus armas, esos comentarios sarcásticos y tener una respuesta para todo a lo que le dice.

    —Gracias… —Kaeya no ríe en burla. Ríe por que disfruta demasiado de su compañía cuando no está acusándolo o insultando su trabajo.

    Por qué es en estos momentos en que recuerda lo tierno que puede llegar a ser Diluc, incluso con él.

    Diluc quiere repetir que ya se puede ir, pues la sonora risa de Kaeya está haciendo estragos en sus nervios, y quiere evitar a toda costa mostrarse avergonzado después de notar como extrañaba escucharlo reír a su lado.

    Al final se rinde ante esa sonrisa, y le sirve un poco del vino que sabe que le encanta beber cada que viene.

    —Sólo una.

    —¿Enserio?

    —Si no la quieres puedo tirarla —y usa un leve tono de amenaza que pone los pelos de punta de Kaeya.

    —¡No!

    Diluc había puesto su mano en la copa para apartarla y en el susto Kaeya atrapa su muñeca con las suyas lo que hace que se incline levemente hacia adelante. Ambos quedan demasiado cerca, como no han estado durante toda la celebración.

    Y saben perfectamente que están solos. Qué nadie más va a entrar en la taberna ni los va a molestar, tal vez sea esa idea tan clara que hace que Kaeya suspire de alivio contra el rostro de Diluc.

    Sus manos ajustan su agarre, su corazón palpita rápidamente esperando que él sea quién lo aleje.

    Pero no es así.

    Tal vez es por qué aún es su cumpleaños.

    —Quiero… —iba a pedir el trago, no se ve capaz de acortar la distancia sin tentar más su suerte de compartir esta tarde con Diluc.

    —Kaeya.

    Oh.

    Esa voz.

    Ese tono.

    Aquella forma tan extrañamente linda de decir su nombre el cual normalmente escupía a su cara por ya no ver a su amigo de la infancia sino al capitán de los caballeros de favonius.

    Kaeya es muy débil a Diluc, a todo lo que le rodea.

    Pronto la copa de vino pasa a segundo plano, las manos de Kaeya se aferran a su muñeca como fuente de seguridad y no alcanza a ver cuando Diluc pone la otra mano en su mejilla.

    El guante es grueso pero aun así siente el poderoso calor de su cuerpo contra su piel morena.

    Lo siguiente que entiende es el beso que le regala esa noche. Sabe ligeramente a sidra de manzana.

    La pequeña Klee se remueve entre los brazos de Lisa despertando por momentos de su pequeña siesta por el cansancio de la fiesta. Abre lentamente los ojos y se queja.

    Ha olvidado algo.

    —Tenía… Tenía que decirle a mi hermano Kaeya —Hace una pausa mientras boztesa.

    Jean le pone la mano sobre la frente para ayudarle a conciliar el sueño a la vez que Lisa la arrulla entre sus brazos.

    —Se lo puedes decir mañana, calma —Jane usa su voz más dulce.

    —Pero —Se queja entre los brazos de la bibliotecaria —… Debe saber que fue idea de él.

    —¿Idea de quién querida?

    —Diluc, él planeo todo…

    —Ya se lo diremos nosotras, descansa.

    Y parece que con eso Klee vuelve a dormir tranquila, su pequeña misión ya estaba hecha, y se había divertido mucho durante la fiesta, tiene toda la energía a cero. Lo que termina siendo un alivio, la pequeña tiene demasiada energía para lo bajita que es.

    Lisa y Jean se miran, sonríen a la vez y realmente toman nota de comunicarle eso a Kaeya, aunque no haría demasiada falta, con que se hayan quedado a solas a conversar ya sería un regalo para los dos.

    Dulce.

    Este beso es extrañamente dulce para como está su relación actualmente, el jugo de sidra que bebieron para acompañar la comida de esta celebración permanecía en los labios de Diluc que Kaeya no dejó pasar para disfrutar.

    Es realmente raro ese tipo de sabor en Diluc, al menos Kaeya se imaginó que sería más picante, o amargo incluso.

    Pero la forma tan suave en que movía sus labios contra los suyos le da escalofríos, como le toma de la nuca jugando sin pena con su mechón de cabello entre sus dedos para mantenerlo fijo contra su rostro y su respiración caliente contra su mejilla están haciendo estragos en él.

    Y el beso sólo dura unos segundos.

    Los suficientes.

    Para cuando Diluc pretende alejarse de él y pensar en una excusa para huir de la mirada de Kaeya, este ya estaba tomando con fuerza el cuello de su ropa y repetir su hazaña.

    No dejo que huya, esta vez ninguno iba a hacerlo.

    Ojalá pudieran echarle la culpa al alcohol y fingir que no se mueren de ganas de que sea más profundo.

    Pero pensar ahora no sirve.

    Y Kaeya suspira contra los labios de Diluc en una sutil súplica para que, por favor, por el amor a la gente de Mondstadt, no deje de besarlo.

    Ahora mismo es una necesidad sentir como sus manos enguantadas sigan dejando una marca de calor en su cuello.

    La silla donde Kaeya estaba tan cómodo sentado cae al suelo cuando este se levanta intensificando el contacto que ya no era tímido, y Diluc le domina la necesidad de tenerlo cerca.

    Pero hay una barra entre ellos.

    Y pronto los dos se dan cuenta de que no es cómodo besarse así.

    Se separan, temiendo que el otro se arrepienta en ese segundo del beso, de ver la decepción en sus ojos, sin embargo el sentimiento que ven reflejados es el mismo.

    Anhelo.

    Y antes de pensar más allá de eso Kaeya se sube a la mesa de la taberna pasando al otro lado rápidamente, sin embargo Diluc no deja que baje.

    —¿Qué pasa?

    —No hables —Diluc le hace guardar silencio, si Kaeya habla él va a hacerlo y va a comenzar a pensar, y no quiere hacer nada más que comerle la boca en este instante.

    Sus manos se aventuran a abrazarlo por la cadera tratando de meter los dedos entre su ropa, mostrando lo más característico de los usuarios pyro: su pasión.

    Kaeya se sujeta de sus hombros y sin pensarlo demasiado vuelve a juntar sus labios, en ese beso que ambos buscaban desde que terminaron el anterior.

    Sin pensar en nada más.

    Sólo ellos y la noche especial que van a pasar por ser el cumpleaños de Kaeya.

    Las consecuencias serán para el Diluc y el Kaeya de mañana.


    Dibujo de inspiración + Fuente:
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