La larga sombra del juez (Zosan) Zoro x Sanji

Sanji recibe una carta de su hermana Reiju. Judge se está muriendo. Esta historia abarca los días anteriores y posteriores a su muerte.

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    Aileana

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    Aquí os dejo una historia corta que completare entre 4 y 5 capítulos. Se me ocurrió esta idea hace unos días y no me la podía sacar de la cabeza.
    Así que… aguantad mi explosión mental X)


    CAPITULO 1: Ha llegado una carta
    SPOILER (click to view)
    Un tarareo saliendo de sus labios un cigarro sin encender entre ellos, sus manos ocupadas cortando verduras frescas, mientras la carne se empapaba en vino. Un movimiento sutil meciendo sus caderas. El aire impregnado de lo que iba a ser una nutritiva y deliciosa comida.
    En resumidas cuentas, un día muy normal.
    —Ha llegado el correo.— escuchó la dulce voz de Robin entrando en la cocina.
    El rubio se giró hacia ella con una sonrisa en los labios, preparado para dejar salir un comentario sobre su belleza, su inteligencia o su delicadeza. Pero la arqueóloga tenía un semblante preocupado en su rostro. Sanji entrecerró los ojos extrañando y dejó sus quehaceres para lavarse rápidamente las manos y secarselas con su delantal mientras iba hacia ella.
    —¿Todo bien Robin-Chan?
    Robin respiró hondo antes de alargar su mano para entregarle un sobre blanco, una carta para él. Sin mediar palabra Sanji tomó la misiva entre sus manos y examinó el sobre para encontrarse con el sello de Germa66 como remitente.
    Casi sintió como si su estómago se diera la vuelta dentro de él. Una presión en el pecho y, aunque nunca lo llegaría a admitir, un temblor en las piernas. Levantó la vista hacia Robin, tras ella y asomados en la puerta se encontraba la navegante, su capitán y Usopp. Seguramente, tras ellos se encontraban sus demás nakamas.
    Esta vez fue el cocinero quien respiró hondo. Sus amigos habían decidido que la persona más adulta de la tripulación le entregara aquella carta. Podía entenderles.
    Sus manos temblorosas abrieron el sobre para encontrarse con una carta del puño y letra de su hermana, Reiju:

    Mi querido hermano Sanji,
    Rompo la norma de no comunicarnos entre nosotros y de tomar la distancia que nos solicitaste por una razón de suma importancia.
    Entiendo que esta noticia no llegue a suscitarte interés por la relación que mantienes con nuestro padre. Sin embargo, me veo en la situación, como hermana tuya y sin presiones por parte de ninguno de nuestros hermanos, sino por iniciativa propia; el comunicarte que padre se encuentra gravemente enfermo.
    No me pondría en contacto contigo si no fuera porque tememos por su vida.
    Los médicos de Germa ya han emitido su diagnóstico y dictaminan que no hay nada más que puedan hacer.
    Mientras Ichiji ha comenzado a tomar algunas de las responsabilidades de padre, me veo en la situación de empezar a preparar el funeral.
    Aún a sabiendas que decidirás no asistir, he creído adecuado informarte de la situación. En caso de que desees asistir, serás bienvenido por mi parte.
    No espero recibir respuesta.
    Te echo de menos.
    Tu hermana,
    Reiju.

    Las manos temblorosas de Sanji, sus ojos abiertos como platos. El temblor de sus labios dejó caer el cigarrillo entre ellos al suelo.
    La rabia en su pecho le alentaba a destruir la carta a gritar, dejar claro que él no tenía nada que ver con Germa. Judge no era su padre, para él era un simple donante de esperma. Todas las veces que había suplicado por su atención, por su cariño y se había encontrado con desprecio y con indiferencia.
    Pero entonces ¿por qué esa rabia se convertía ahora en miedo y tristeza?
    —Sanji, ¿estás bien?—sonó la voz de su capitán.
    Al levantar la vista del papel, el cocinero se encontró con todos sus nakamas dentro de la cocina, sus ojos dirigidos hacia él con preocupación. Se sintió estúpido.
    Apretó los dientes y arrugó la carta entre sus manos con toda su rabia.
    La lanzó por encima de su hombro a la papelera.
    —No era nada importante, no entienden que no quiero saber nada de ellos.
    El cocinero se dio la vuelta para seguir con sus quehaceres cuando una mano de apoyo se posó en uno de sus hombros.
    —Sanji si pasa cualquier cosa…
    —¡He dicho que no!—se zafó de forma brusca de aquella mano, dándose la vuelta, solo para encontrarse con el rostro sorprendido de Nami. Nunca le habían visto así y menos dirigiéndose a su querida Nami-Swan.
    El cocinero se llevó una mano al rostro, consciente de la brusquedad de sus actos.
    —Lo siento, Nami-san, no quería decirlo así.— se disculpó en un tono de voz más bajo.— Disculpad, necesito… un minuto.
    El chef abandonó la estancia sorteando a sus nakamas hasta llegar a la cubierta. Se dirigió al Vasco de popa, extrayendo un cigarro del paquete de tabaco que vivía permanentemente en su bolsillo y se lo encendió con ambos codos apoyados en la barandilla.
    Esperaba que la estela de espuma de mar que dejaba el Sunny mientras avanzaba rompiendo olas le proporcionase una tranquilidad que tardaba en llegar.

    En la cocina, los miembros de la tripulación se hallaban completamente sorprendidos por aquella reacción de rubio. Salvo Luffy, el capitán aún sin comprender completamente la reacción de Sanji se acercó a la papeler para recoger lo que quedaba de la carta.
    —Maaaa~—Soltó en un quejido infantil.—¿Qué pone aquí que le ha enfadado tanto?
    —¡OE,Luffy!—le regañó Usopp.— No puedes leer el correo de los demás.
    Sin embargo él también se había acercado para leer el contenido con cierta curiosidad.
    —Es el capitán, claro que puede.— le contestó Zorro al narigudo.
    —Esa definición es más propia del término “dictador” —Aclaró Robin que, como los demás, se había acercado a leer la carta.— Aunque siendo por preocupación hacia un amigo, puede tener sus excepciones.
    Las manos del capitán por fin desenredaron aquella comprimida bola de papel en la que se había convertido la carta para dejar su contenido expuesto a toda la tripulación.
    Los amigos se quedaron en silencio para leer aquellas líneas escritas a mano.
    —Oh, vaya, qué situación tan desafortunada.— comentó Robin siendo la primera en acabar de leer la carta.
    Nadie esperaba que Zoro fuera un lector rápido, de hecho si cualquiera preguntara a los nakamas, más de uno lo pondría únicamente por delante de Luffy, el que sería el más lento de todos.
    Sin embargo, justo cuando la arqueóloga dejó salir aquel comentario, el espadachín se dio la vuelta y abandonó la cocina. Siguiendo el olor a tabaco caminó hasta la cubierta de popa donde encontró al cocinero.
    Sus pasos se detuvieron unos instantes valorando si en realidad era buena idea aproximarse a él. Alzó una mano para frotarse la nuca pensativo. Siempre que lo hacía acababan enfadados o peleándose.
    Sanji alzó la mirada por encima de su propio hombro y le dirigió una mirada al peliverde. Sin decir nada le dio una última calada al cigarro y lo dejó caer al mar.
    El espadachín respiró hondo y por fin se aproximó al cocinero. El rubio devolvió su vista al mar. No quería hablar de ello, no quería justificar lo que sentía ni la decisión que había tomado. Y le enfurecía que, solo el pensar en ello inundara sus ojos de lágrimas.
    Zoro no apartó la mirada del chef. No sabía cómo proceder, tampoco sabía qué decir. Puede que no fuera el mejor para hacerlo.
    Quizá Luffy o Nami fueran los más indicados para ello, después de todo fueron ellos los que le rescataron en Whole Cake Island, mientras él se dirigía a Wano con los demás.
    Recordar aquella decisión le provocaba una punzada en el pecho. Parte de él se arrepentía de aquella decisión, aunque fuera necesaria en aquel entonces.
    Sanji por su parte no podía dejar de pensar en las palabras de su hermana.
    Judge no se merecía ni un minuto de su tiempo, ni un minuto de sus pensamientos. No obstante, la idea de la cercana muerte de su padre biológico le hacía sentirse aún más solo en el mundo.
    Una mano fuerte, firme, aunque reconfortante, descansó en su espalda y cuando quiso quejarse de ello fue tarde para darse cuenta de que las lágrimas salían silenciosas de sus ojos.
    El espadachín no dudó un instante en tirar del cocinero hacia él para ofrecerle un abrazo. El cocinero no podría creer lo que estaba pasando. No habían burlas, ningún insulto. Su cabeza sobre el pecho del espadachín con uno de sus musculosos brazos rodeando su espalda. Por un instante se sintió seguro y a salvo.
    —Déjalo salir.— la voz grave del espadachín sonó muy cerca de su oído.
    Y eso es todo lo que hizo falta para que Sanji se dejara llevar como un niño al que le acaban de decir que no puede ir a jugar a la calle. Nunca había llorado así delante de nadie, no al menos desde que dejó Germa.
    Las lágrimas de rabia y miedo na donaban sus ojos mientras un hipo descontrolado se apoderara de su respiración.
    —No…no voy a ir— logró decir entre hipos.
    Zoro respiró hondo más relajado al verle desahogarse.
    —Nadie te va a obligar a ir.— Le respondió.
    Las manos de Sanji se aferraron de los ropajes del espadachín.
    —No…—hipo— n-no se lo —hipo.— merece.
    La mano libre de Zoro se posó pesadamente sobre la cabellera rubia del chef.
    —No se merece —hipo.— que llore…—hipo.— por él…
    Zoro giró su rostro hacia los nakamas que se habían acercado de forma furtiva y les espiaban muy mal escondidos. El espadachín le hizo un gesto con la cabeza a su capitán, quien, como pocas veces sucedía, puso semblante serio antes de asentir.
    —Vámonos, Zoro se encarga de esto.— les ordeno en voz baja a sus tripulantes.
    —¿qué? ¡Acabarán a golpes!— le respondió Franky también en voz baja.
    Luffy negó con la cabeza y se retiró de su escondite para volver a la cubierta de proa.
    —Sabe lo que hace.
    Sanji seguía llorando entre hipos cuando sus nakamas se retiraron. El abrazo del espadachín le recordaba que no estaba solo, que aquella familia que había elegido era donde debía estar.
    —No quiero llorar por él… —Dijo en un tono más bajo y más calmado.
    —Hmm.— asintió Zoro a esas palabras.— Pero la cabeza y el corazón a veces nos hacen pasar por sentimientos que no tienen mucho sentido.
    Aquellas palabras de Zoro le tomaron por sorpresa, no habría imaginado que el marimo podía ser tan profundo.
    Lentamente se separó de él para volver a poner sus manos sobre la barandilla del sunny. Ya estaba mucho más tranquilo.
    —Te lo agradezco, marimo.— le dijo sin siquiera atreverse a mirarle a la cara. Había llorado en sus brazos, no podía darle más razones para burlarse de él.
    Pero ocurrió todo lo contrario. La pesada mano del espadachín volvió a estar sobre su cabeza, aunque esta vez juraría que lo había hecho para acariciarle el pelo. ¿Lo hacía? Imposible, el marimo era incapaz de mostrar ningún sentimiento que no fuera rabia e ira.
    —Cuando lo necesites, Ero-cook.
    Al levantar la mirada, sus ojos azules se encontraron con los profundos ojos fría oscuros del espadachín. Un color extraño para unos ojos humanos. Siempre había pensado eso.
    Sanji se secó una vez más las lágrimas de los ojos antes de volver a hablar.
    —Gracias, por el “alto al fuego”.— se refirió así a los repentinos modales de su contrario.
    El espadachín recuperó su mano de la cabeza rubia del chef y cruzó los musculosos brazos sobre su pecho.
    —Ya… no te acostumbres.— le dijo esbozando una media sonrisa pícara que le sacó el rubor de las mejillas a Sanji.— ¿te has sonrojado, Ero-cook?
    El rostro del marimo estaba sorprendentemente cerca del suyo, se había inclinado hacia él mientras pronunciaba la última frase.
    Aquello le hizo que le hirviera la sangre y su rubor se hiciera aún más evidente.
    —¡Quita esa cara de estupido de mi vista, marimo!— le contestó con un secreto empujón antes de volver caminando hacia la cocina echando más hubo a que una olla llena de sopa hirviendo.
    El espadachín siguió sonriendo mientras le veía marchar.
    Al menos le había aliviado un poco de aquella carga.
     
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    CAPITULO 2: incomunicados

    SPOILER (click to view)
    Sanji mantuvo la compostura durante todo el día. Nunca le había gustado que nadie mostrara pena por él. No lo soportaba, ni siquiera de parte de sus nakamas. Y por la actitud que mostró el resto de sus amigos durante el día, parecían entender su postura.
    Sin embargo, al caer la noche el insomnio le encontró en su cama.
    De normal no tenía problemas para dormir. Cocinar para toda la tripulación y en especial para su capitán era un trabajo agotador. Ni siquiera los ocasionales ronquidos de Luffy o de Franky lograban despertarle. Pero aquella noche, postrado en su camastro, no lograba cerrar los ojos. No sabía cuántas veces había contado ya las líneas visibles en la madera del techo. Luffy murmuraba en sueños algo incomprensible. A veces era divertido intentar descifrarlo.
    Aunque siempre caía en brazos de Morfeo antes de que llegara el marimo de su turno de guardia nocturna.
    —Mía…—balbuceó Luffy en sueños.
    Sanji se giró hacia el camastro de su capitán. El pobre estaría soñando con comida, otra vez. Aquello logró sacarle una sonrisa.
    El capitán sonrió en sueños y dejó salir, posiblemente su mayor secreto. Algo que nunca nadie hubiera esperado de una persona como él.
    —Robin…—balbuceó.
    Los ojos del cocinero se abrieron de par en par. En una situación normal se habría enfurecido y habría pateado a su capitán hasta despertarlo por atreverse a soñar con su querida Robin-Chan.
    Pero, sorprendentemente, se encontró con que no tenía ánimos para ello. Hizo media sonrisa, en parte, enternecido por su capitán. Luffy tenía buen gusto para las mujeres, después de todo.
    Volvió a tumbarse boca arriba y con la vista fija en el techo. Respiró hondo y cerró los ojos tratando de encontrar un mínimo deseo de dormir.
    Pero nada ocurrió.
    Terminó por incorporarse sobre su camastro. No podía dormir y ya no sabía cómo intentarlo. Se levantó decidido a salir a tomar logo de aire, descalzo y portando únicamente su pijama de dos piezas azul claro. Tomó el paquete de tabaco y el mechero antes de salir de los dormitorios masculinos. La brisa marítima nocturna era fría y se calaba en sus huesos. La madera del Sunny se sentía dura y fría bajo sus pies. Podría ir a prepararse algo caliente. Un té, un cacao, cualquier cosa que invocara al sueño.
    Se acercó a la barandilla del barco y sacó un cigarro del paquete de tabaco para ponerlo entre sus labios.
    —¡OE!— sonó la voz del marimo tras él. El peliverde descendía por las escaleras del mástil de la Matos justo cuando Sanji se encendía el cigarro.
    El rubio se giró hacia él al tiempo que daba la primera calada.
    —Es raro verte despierto a estas horas.
    Tomó el cigarro entre sus dedos y apoyó sus caderas en la barandilla con una media sonrisa en sus labios.
    —¿Acaso solo tú puedes ser el “noctámbulo” de la tripulación?
    El espadachín hizo media sonrisa mientras se acercaba a él. Parecía divertido por aquel comentario.
    —Si quieres hacer la guardia por mí, solo tienes que pedírmelo.— le contestó llegando a su lado y apoyándose él también en la barandilla.— Las horas de sueño me vendrían bien.
    Aquellas palabras le sorprendieron. Principalmente porque no era físicamente posible, el espadachín se pasaba todo el día entrenando, durmiendo y comiendo. Probablemente dormía alrededor de unas seis o siete horas durante el día.
    El cocinero no pudo retener la carcajada. En aquel momento, el espadachín le parecía más un slow loris que un humano.
    Zoro le miró con una ceja alzada. No entendía que había dicho que le hacía tanta gracia.
    — Eso… eso… ha estado muy bien.— logró decir Sanji intentando coger aire tras reírse.
    El espadachín le observó mientras el cocinero daba nuevamente una calada a su cigarro. Los largos y pálidos dedos del chef sosteniendo el cigarro encendido.
    Sus labios dejando salir el humo lentamente.¿Cuántas veces le había visto hacer eso? Y cuántas veces había deseado acariciar aquellos labios con sus dedos.
    Ante el silencio, el cocinero se giró hacia él para encontrarse con el iris de su brillante ojo plateado. Nunca le había preguntado cómo se había lastimado su otro ojo, sin embargo, debía admitir que aquella lesión jugaba a favor de su atractivo.
    Algo que nunca admitiría en voz alta.
    El espadachín le miraba casi sin parpadear. Como si estuviera examinándole. Nerviosamente alzó su cigarro entre ellos y se lo ofreció para romper aquella tensión que se había formado.
    —¿Quieres probar?
    El espadachín desvió su mirada al cigarro por un instante y luego se centró de nuevo en el chef. Estaban solos, hablando como personas civilizadas. Parecía que la distancia entre ellos se había acortado a causa de los últimos acontecimientos. Zoro rápidamente racionó que una situación así no iba a presentarse en su camino muchas veces más. Si quería dar un paso adelante, si quería hacer algo, aquella era su oportunidad, era ahora o nunca.
    No había podido ir a rescatarle a whole Cake Island, no había podido recibirle como era debido en Wano. Sus armaduras emocionales no les daban aquella oportunidad.
    Pero aquel entonces, en aquel mismo momento, una oportunidad se abría ante él; y el resultado podría ser muy bueno o un desastre. Sin embargo, estaba dispuesto a saltar al vacío para comprobarlo.
    Sanji se sorprendió cuando llegó la respuesta a su ofrecimiento. El espadachín alargó la mano, pero no tomó el cigarrillo entre sus dedos. La mano grande, ruda y templada del espadachín se posó en su nuca, con su pulgar sobre la mejilla del cocinero.
    No le dio tiempo a reaccionar.
    El espadachín tiró de él de forma posesiva e inclinó su rostro hasta que sus labios se posaron sobre los del rubio. Cerró los ojos para saborear el momento. Los tensos labios del chef se rendirían a sus caricias.
    Sanji siguió su instinto al cerrar los ojos, aunque sus labios tensos delataban la sorpresa del movimiento.
    Pero Zoro no solo era un hábil espadachín e iba a demostrarlo con creces. Sus labios se abrieron paso sobre la boca de Sanji, dejando con cada caricia un excitante temblor muscular. El cocinero olía a especias y tabaco, un olor tan hipnotizante que no podía evitar excitarle.
    La mano libre del espadachín se coló hasta la baja espalda del rubio atrayéndolo hacia sí, mientras su lengua lograba adentrarse en la boca del chef.
    Una oleada de calor invadió el cuerpo de Sanji. Nunca había recibido un beso así. Tan posesivo y abrasador. Zoro sabía muy bien lo que hacía y su forma de besar amenazaba con arrástralo a la locura. El cigarrillo cayó al suelo donde se apagó solo mientras su dueño se encontraba aprisionado entre la fuerte mano del espadachín y su musculoso cuerpo.
    Su lengua siguió torpemente los movimientos de la del peliverde. Se vio ávido de aquel beso, buscando el tacto de aquella lengua. Cada caricia le provocaba una expectativa de placer digna de sus más imposibles fantasías. Sus manos se aferraron a los ropajes del peliverde queriendo acercarlo más a él. Hasta que sus caderas se encontraron y la presión del miembro erecto de espadachín presionó sobre su ingle.
    Fue como un golpe de realidad. Sanji abrió los ojos y se apartó tan rápido que Zoro apenas pudo reaccionar. Quedándose ambos allí, mirándose con la respiración agitada, sus rostros sonrojados por la falta de aire y los ojos muy abiertos
    El espadachín temió haberlo perdido todo. La peor de las posibilidades inundó su cerebro.
    Sanji por su parte aún trataba de poner sus pensamientos en orden. Deseaba más de aquella sensación, era como una droga. Pero no entendía como podía ser él quien se la proporcionara.
    Puede que fuera real aquello de que del amor al odio solo hay un paso.
    ¿Amor? No, aquello no podía ser amor. Era una locura. Una apasionada y electrizante locura. ¿Acaso lo había hecho para reírse de él?
    —Sanji…
    Le sorprendió su voz grave. Pocas veces le llamaba por su nombre, siempre era “Ero-cook” o “imbécil”.
    ¿Por qué tenía que ser él quien le hiciera sentir así? La mano de Zoro se extendió hasta llegar a la cadera del rubio y lo atrajo de nuevo hacia sí.
    Para su propia sorpresa, no se resistió a ello. Mirando hacia otro lado, con el rostro completamente sonrojado dio un paso hasta estar de nuevo pegado al cuerpo del musculoso espadachín. La frente del peliverde se apoyó sobre la del rubio y ambos cerraron los ojos durante un instante.
    —Quiero besarte de nuevo…—Sonó la voz del espadachín más grave y más baja de lo normal.
    El cuerpo del cocinero se estremeció. Aquello debía ser lo que llamaban “hablar con pasión”.—Pero si lo hago me temo que no podré parar.
    El rubio movió su rostro contra él del peliverde, rozando su nariz con la propia, coqueteando con la idea de dejarse llevar, solo para ver hasta dónde quería llegar el marimo.
    Debía estar loco, porque una parte de él lo deseaba.
    Pero no iba a poder ser.
    Una estruendosa alarma proveniente de los altavoces del mástil, un nuevo juguete que había instalado Franky se disparó, sobresaltándolos a ambos.
    “¡AU! ¡SUUUUUPERRR MAREAS A PROA!” Gritó la alarma con la voz de su nakama.
    Aquello los puso sobre aviso.
    Amos deshicieron su abrazo antes de que el resto de Nakamas salieran de sus dormitorios como alma que lleva el diablo.
    —¿Qué está pasando? ¡FRANKY!— se quejó exaltada Nami.
    El ingeniero naval tardó un par de segundos en explicarles su nuevo juguete y él porque se había activado. En menos de lo que Luffy podía decir “carne”, Jimbe se puso al timón con la navegante a su lado. Chopper corrió a la enfermería a asegurar todos los botes de medicamentos que pudieran salir volando a causa del oleaje.
    —¡Es un archipiélago cambiante!—gritó Nami desde su posición.—¡Las islas se mueven y crean mareas!
    El trio monstruoso, Luffy, Zoro y Sanji ocuparon sus puestos defensivos para evitar cualquier daño al barco.
    —¡Y qué hacemos!—Sonó la nerviosa voz de Usopp.
    Nico Robin hizo su aparición haciendo crecer brazos de las caderas del trío monstruoso que se aferraban al barco para evitar que cualquiera de los tres terminaran en el mar. Luffy se giró hacia ella obsequiándola con una gran sonrisa. La arqueóloga le devolvió una sonrisa sin mostrar sus dientes.
    —¡Nami!—Exigió su respuesta Usopp mientras la navegante examinaba nerviosamente un mapa.
    La respuesta no tardó en llegar.
    —¡Tenemos que encallar el barco en una isla!
    Toda la tripulación se giró hacia ella con una mueca de terror.¿qué acababa de decir?
    —¡Yohohohohoho! Nami-san, eso podría romper el Sunny.
    Nami negó con la cabeza y dirigió su mirada a Franky.
    —No podemos navegar entre unas islas que se mueven sin saber su patrón ni lo que hay bajo ellas.
    El peliazul asintió creyendo saber lo que proponía.
    —Si encallamos el barco en una isla, podremos esperar a que esa misma isla esté al otro lado de su rotación y salir de la zona.—completó su teoría el ingeniero.
    —¡Exacto!— le respondió la navegante.— Franky, a las anclas. Jimbei… cuento contigo para ello.
    El Sunny viró bruscamente hacia un lado, las manos conjuradas por Nico Robin llegaron justo a tiempo para asegurar la posición de los demás tripulantes. Jimbe, aprovechó el movimiento del barco para tomar velocidad hacia la isla más cercana.
    Sanji aprovechó la confusión a bordo para mirar furtivamente al espadachín quien se había zafado de las manos de la arqueóloga por ir a asistir a Franky con las anclas de proa del barco.
    Concentrado y determinado a cumplir con las órdenes de la navegante.
    ¿Qué hubiera pasado si no les hubieran interrumpido? Sus labios hinchados y palpitantes por el beso aún anhelaban más de aquel sabor prohibido.
    —Sanji…
    ¿Era posible? ¿Acaso su corazón había dado un giro completo sobre lo que sentía por aquel espadachín?
    —¡SANJI!—Le llamó la voz de su capitán.
    Los brazos elásticos de su capitán llegaron hasta él y se enredaron alrededor de su cintura. Tiró de él y cuando lo tuvo enfrente le miró con una gran sonrisa. Esa que todos conocían como la de las malas ideas de Luffy.
    —¡OE, Luffy! ¿Qué haces?—Se quejó
    —Átame a un árbol.—fue lo único que le dijo.
    No lo entendió.
    —¿Qué te ate a que…?—pero no pudo acabar su frase pues su capitán estiró los brazos con todas sus fuerzas para lanzarlo a la isla más cercana. Los pies de Sanji tomaron tierra en la fría arena de la playa.
    Un árbol, tenía que encontrar un árbol. Por fin entendía lo que decía Luffy, él mismo iba a ser un ancla más.
    Escogió la palmera con el tronco más grueso que encontró y ató los elásticos brazos de su capitán ella.
    Desde la playa vio como el Sunny se movía torpemente arrastrado por la marea hasta llegar allí. La proa del barco se encajó en la arena de la orilla y Franky y Zoro dejaron ser las anclas.
    Estaban a salvo. Sanji se dejó caer sobre la arena de la playa mientras amanecía en el horizonte. Los vítores de alegría se difundieron por el barco.
    —Un momento.— Los interrumpió Nami-san con voz alarmada mirando su triple log pose.— No puede ser…
    Luffy y Zoro descendieron a la playa de un salto.
    —Qué sitio más raro.— comentó su capitán.
    El grito de la Navegante los alertó a todos.
    —¡Nami-san! — se levantó Sanji de un salto. Aunque no pudo evitar encontrarse con la profunda mirada del espadachín.
    Desvió la mirada con las mejillas ruborizadas ¿iban a hablar de lo sucedido?
    —¡El den den mushi no funciona! ¡Tampoco el Log pose!
    El temor se extendió por la tripulación.
    –¡Estamos incomunicados!
     
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    Hacía tiempo que no me metía a leer algún fic por el foro, pero al zosan no puedo resistirme. 😌 No te voy a mentir, también llevo unos años lejos del mundillo anime, dejé OP con el final de Dressrosa (¿yo? ¿Enamorada de Doffy y enfadada porque le tocó derrota?) PERO sí sigo varias páginas para saber, más o menos, cómo va la historia.
    Bien, después del contexto que nadie pidió (?) ¡me gusta tu historia! La veo muy ligera y fácil a la hora de leerla, ya te digo que me enganché. 👀
    Toda una sorpresa el crush de Luffy con Robin, aunque ¿cómo no amar a Robin? Es imposible verte el anime y no enamorarte de ella x'd
    En fin, que mucha intriga a ver qué pasa en esta isla incomunicada y cambiante~

    PD. "Estaban solos, hablando como personas civilizadas", fácilmente mi frase favorita en la historia xd
     
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    Hola!! aquí traigo el capítulo 3
    Muchas gracias Flamingori por tu comentario ¡Espero que te guste este cap!

    ATENCIÓN
    Este capítulo contiene una escena lemon explícita.
    ale, a disfrutar
    .

    Capítulo 3: Palabras desafortunadas

    SPOILER (click to view)
    “Incomunicados” aquella palabra caló en el cocinero como la brisa marinera del amanecer. Fresca, liberadora. Incomunicados significaba que hasta allí no llegaba el correo. Que el mundo exterior podía arden en llamas, que ellos no se enterarían. En aquel momento, para él, era una bendición. No quería más sentimientos confusos sobre el estado de salud y posible muerte de Judge. Quería seguir sin saber de ellos, como antes de la primera carta.
    Sin embargo, aquel podía ser un problema para la tripulación. Cualquier banda pirata poco conocida podía desaparecer de un momento a otro, pero ellos… les darían por muertos si tardaban demasiado en salir de aquella situación, la carrera hacia el One Piece podría complicarse.
    Jimbe y Nami observaban el log pose como quien observa un libro de dibujos escondidos. Esperando que pasara algo, descubrir un detalle que aclarara la situación.
    Las tres agujas apuntaban al centro y hacia a abajo. Un movimiento del todo imposible en el nuevo mundo. Pero al parecer el Log pose solo estaba detectando un centro magnético y se encontraba bajo el agua.
    Las agujas no se movían, rotaban sobre sí mismas.
    —Un único punto magnético, lo suficientemente fuerte como para tapar cualquier otra señal.—concluyó la navegante.—Sería lógico pensar que las islas del archipiélago se mueven alrededor suyo. Por lo que… —Nami respiró profundamente al darse cuenta de lo que aquello significaba.— Tendremos que analizar los movimientos de las islas y el tiempo que tardan en moverse.
    —Tendremos que guiarnos por las estrellas como antaño. —contestó el timonel.
    El capitán se estiró con ambos brazos hacia arriba en la playa y se sentó sobre la arena.
    —Si la isla se mueve sola, no tenemos de qué preocuparnos.
    —¡NO HAS ENTENDIDO NADA!—le gritó el resto de la tripulación.
    El cocinero volvió a toparse con la mirada del espadachín. No le retaba, pero su seriedad y determinación delataba el tema que necesitaba tratar con él.
    “Pero si lo hago me temo que no podré parar.” Las palabras del marimo resonaron en su mente y tuvo que apartar la vista antes de ruborizarse.
    Forzó una sonrisa y puso ambas manos sobre sus caderas mientras caminaba de vuelta al barco.
    —Yaaa… mientras Nami-swan y Jimbe siguen investigando, ¿quién quiere desayunar?
    Zoro siguió con su ojo bueno los movimientos del cocinero. No iba a pasar por alto lo que había sucedido aquella noche, como Sanji había correspondido a su deseo. No pudo evitar hacer media sonrisa.¿Desde cuando era tímido el Ero-cook?
    Sanji sirvió el desayuno mientras Nami y Jimbei trazaban un plan para determinar el movimiento de las islas de aquel archipiélago. Robin les entregó un par de libros sobre otros casos de archipiélagos cambiantes ya conocidos. El estudio sobre sus movimientos y cómo navegar en ellos.
    Tras un buen desayuno y asegurarse de que el Sunny estaba anclado a aquella isla, Luffy tuvo la gran idea que querer ir a explorar. Por cómo se veía desde el Sunny, era una isla virgen. Un extenso bosque separaba un extremo de la isla del otro, rodeado por playas de arena blanca. Ni rastro de civilización.
    Zoro le siguió en aquella idea, el médico de la tripulación también. Era una buena oportunidad para localizar plantas medicinales y reabastecer la enfermería.
    —Sanji-kun…—le llamó la atención Nami mientras él lavaba los platos del desayuno.
    —¿hm?— se giró distraído hacia ella. Su cabeza estaba en otra parte.
    —¿Te importaría ir con ellos?—le pidió.— Luffy podría comerse cualquier cosa venenosa, Zoro va a perderse, eso lo tengo más que claro.
    Sanji se vio en una encrucijada, no quería ir a dar vueltas por la isla con el marimo. No sabía si quería si quiera estar en la misma habitación que él. El desayuno ya había sido demasiado incómodo para él.
    —Chopper va con ellos, ¿no es así?—intentó justificarse.
    Nami respiró hondo y se llevó una mano a la frente.
    —Es como enviar a un niño a cuidar de dos monos.
    Sanji sonrió a aquella comparación. Lo sentía mucho por Chopper, pero la verdad era que no imponía demasiada disciplina.
    Respiró hondo y se secó las manos antes de quitarse el delantal.
    Se iba a arrepentir de ello, lo sabía perfectamente, pero Nami tenía razón.
    —Quédate tranquila, voy con ellos.

    Fuera del barco, en la playa, su capitán, el espadachín y el médico de la tripulación esperaban al cocinero para salir en busca de aventuras.
    El pequeño reno llevaba a su espalda su característica mochila azul. Gesto que le copió el chef, pues también cargaba con una mochila en caso de encontrar nuevos ingredientes o flora comestible. La navegante les despedía con un gesto de su mano a los intrépidos aventureros cuando se acercó la arqueóloga.
    —¡No os metáis en problemas! —les ordenó.—¡No sabemos cuánto tiempo tenemos que estar aquí anclados!
    Robin copió el gesto de la navegante con su mano mientras observaba a los miembros de aquel improvisado grupo de exploración.
    —Vaya, qué extraño.—valoró la arqueóloga.
    —¿hm? ¿A qué te refieres, Robin?—le preguntó extrañada la navegante ante el comentario de su nakama.
    Robin observaba al cocinero, quien no había respondido a la navegante con alguno de sus dulces comentarios, no les había lanzado besos mientras se alejaba. Nada. Sanji se aferraba con ambas manos a los tirantes de su mochila y caminaba con la vista al frente sin mediar palabra.
    —Sanji-kun, no se comporta con normalidad.
    Nami dirigió la mirada hacia el rubio y no pudo evitar esbozar una triste sonrisa.
    —No tiene el ánimo para fingir estar alegre.—dijo la navegante.— Ojalá pudiéramos hacer que su carga fuera más ligera. Pero es un tema delicado y muy complicado.
    Sin duda, la carta de Germa, las palabras de la hermana de Sanji, la posible e inminente muerte de Judge. Robin anhelaba lo mismo que su amiga. Ojalá pudieran compartir aquella carga con él.
    Los ojos azules de la arqueóloga se posaron en el espadachín que caminaba un par de metros por detrás del chef. Su mirada fija en el rubio, con una expresión severa en su rostro. Incluso Zoro parecía preocupado por él.

    Luffy canturreaba mientras agitaba una rama caída que había encontrado al principio de su paseo. Le seguía el pequeño médico canturreando tras él con una sonrisa en su rostro. Saltando por encima de las voluminosas raíces de los árboles. Tras ellos unos silenciosos Sanji y Zoro. El chef trataba de mantener su vista fija al frente y sobreponerse a la tentación de mirar hacia atrás al espadachín.
    Zoro caminaba tras el chef con su ojos fijos sobre el rubio. En su mente, el beso que había sucedido apenas hacía unas horas. Le había correspondido, no se lo había imaginado. Entonces, ¿por qué se estaba comportando así? Ni siquiera le miraba, se apartaba de él.
    Tampoco esperaba que el cocinero se lanzara a sus brazos para cubrir sus labios con los suyos. Aunque aquella imagen fantasiosa le sacaba una media sonrisa pícara. Pero Sanji no era así, al menos no con él. Sus peleas eran un divertimento, una manera de entretenerse. Solo había que ver al espadachín cada vez que se enzarzaban en una discusión. Siempre se le escapaba una sonrisa.
    Pero al parecer para el chef no era así.
    Su capitán estiró los brazos sin pleno aviso y a grito de “¿qué es eso?” Desapareció entre el denso folllage de las copas de los árboles. Apenas pudieron reaccionar. En menos de un segundo habían perdido a su capitán.
    —¡LUFFYYYY, espera!—gritaba el pequeño médico mientras salía corriendo en dirección hacia donde había desaparecido su capitán.
    Sanji dio un par de zancadas rápidas en un intento de detener al médico. Si empezaban a correr sin sentido, se perderían todos.
    Sin embargo, no llegó a detener al médico. Estaba tan ensimismado en sus propios pensamientos que no había reparado en la irregularidad de su entorno.
    —¡OÍ! Chopper no corras…
    Un pie se topó con una raíz sobresalida de un árbol y rápidamente la segunda zancada se convirtió en un tropiezo.
    Su rostro no llegó a tocar el suelo. Rodeando su pecho apareció un musculoso brazo salvador que previno aquel golpe. Sanji necesitó un segundo para reconocer el tacto del espadachín alrededor de su cuerpo. Cierto, Zoro caminaba tras él. Su rostro se ruborizó al instante.
    Zoro se preparó para su rechazo, para los gritos y los empujones. Pero el chef no se movió ni dijo nada. Lentamente le ayudó a recobrar la postura sin alejarse de su tacto. Su brazo sobre el pecho de Sanji se re posicionó alrededor de las caderas del cocinero.
    El rubor sobre las mejillas de Sanji resaltaba sus ojos azules, bajo una cascada de cabellos rubios.
    —Mira por dónde caminas.— salieron las palabras de los labios del marimo.
    Sanji apretó los puños en un gesto de rabia, no soportaba aquel tono condescendiente en su voz. Sus manos aún hechas puños apartaron al espadachín de su lado de un empujón y se dio la vuelta para volver a darle la espalda.
    Ni siquiera se atrevía a mirarle a la cara, no se atrevía a mencionar lo sucedido la pasada noche.
    Para temor de Sanji, Zoro no no iba a dejarlo pasar. El espadachín se le quedó mirando con una ceja alzada frente a aquel gesto. Parte de él se obligaba a medir sus palabras. Pero su rabia e impaciencia iban ganando terreno por momentos.
    Sanji se quedó mirando a sus pies, como si en cualquier momento esperara una reprimenda. ¿Cuándo se había vuelto tan frágil? ya no era aquel niño torturado que lloraba por el amor de los demás. Se había curado de eso y había trabajado muy duro para hacerse más fuerte. Pero los acontecimientos de los últimos días lo habían dejado completamente derrotado.
    Finalmente el vice-capitán suspiró llevándose una mano a la frente.
    — No te entiendo, de verdad. — No era su intención que su tono de voz sonase tan hastiado y molesto como realmente se sentía, sin embargo, aquello fue algo que no pudo controlar.
    Sanji apretó los labios dispuesto a reprender con sus palabras aquel comportamiento del marimo.
    — ¿Que tú no me entiendes? — se quejó mientras se daba la vuelta para enfrentarse al espadachín. — Eso tendría que decirlo yo ¿no crees?
    Zoro alzó la ceja de su ojo sano, no sabiendo porqué el rubio se mostraba tan molesto. Era él quien estaba siendo rechazado y castigado con el silencio. Si el cocinero no quería nada con él debería decírselo a la cara, como hacían siempre, nunca se contenían el uno con el otro. Pero de pronto, Sanji había decidido jugar a comportarse como un adolescente.
    —¡Tsk! — carraspeó el peliverde con una mueca molesta.
    Sanji se enfureció tanto por aquel gesto que tuvo ganas de abofetearlo.
    —Ni se te ocurra ponerme esa cara, cabeza de musgo. — le advirtió.
    Aquello fue demasiado para el espadachín. Al parecer tampoco podía mostrarse molesto cuando realmente lo estaba.
    — ¿Qué, acaso te molesta? — le respondió en tono amenazador dando un paso hacia él, posicionándose tan cerca del rubio que podía sentir la respiración contraria.
    Las mejillas del cocinero adquirieron un ligero tono rosáceo. Pero no le iba a dejar ganar.
    — ¡Por supuesto que sí! — le respondió con voz algo temblorosa. En su mente flotaba el recuerdo del beso de aquella noche. Como se le había llenado el estómago de mariposas. La caricia ruda y demandante de los labios de Zoro, sus manos posesivas envolviéndolo.
    — Pues anoche no lo parecía.
    Sanji tuvo que apretar los puños para no abofetear su cara.
    — ¡Ah! ¿quieres que hablemos de eso? — el cocinero no se iba a dejar arrinconar ni intimidar por el espadachín, se enfrentó a él con actitud desafiante. — Por que si quieres hablamos de cómo, tras años de peleas, insultos y burlas, anoche decidiste que era buen momento para comerme la boca. Por favor, — dijo enseñándole las palmas de las manos a Zoro como si le cediera el turno. — estoy muy interesado en una explicación.
    Sanji logró lo que pocas veces se había logrado a lo largo de la historia de la humanidad: dejar a Zoro sin palabras.
    ¿Peleas, insultos y burlas?, ¿acaso el cocinero se tomaba en serio todas esas riñas que habían tenido desde que se conocieron? Para el espadachín no había sido así. Su relación había empezado con una rivalidad que respetaba la unidad dentro de su tripulación. Y para el vice-capitán, aquella rivalidad se había convertido en una amistad que, a veces, daba pie a algún que otro flirteo. A su manera, por supuesto, ruda y sin pelos en la lengua.
    Al parecer no había sido lo mismo para Sanji, quien cansado de esperar la respuesta del espadachín, simplemente suspiró y se dio la vuelta para seguir caminando.
    — Vamos, tenemos que encontrar a Luffy y a Chopper antes de que se metan en líos.
    Zoro necesitó unos instantes más para darse cuenta de cuán hondo había metido la pata.
    — Sanji, espera…
    Allí estaba. el «Sanji» saliendo de sus labios, tan grave, tan tierno, tan sensual..
    El rubio apretó los párpados y los labios mientras negaba con la cabeza para no sucumbir a aquella tentación.
    — No tenemos tiempo para esto. — Sentenció el rubio dando por zanjada aquella conversación.
    Zoro agachó la cabeza y se pasó de nuevo una mano por su verde cabellera. Levantó la mirada hacia la esbelta figura del rubio que se había encendido un cigarro y que se alejaba a paso ligero, moviéndose ágilmente entre la maleza. Tenía que arreglar aquello, pero puede que aquel momento no fuera el mejor. Sanji ya estaba enfadado, quería explicarle que para él no había sido así, que no había sido un impulso repentino. Pero no le escucharía.
    Suspiró de nuevo y siguió al rubio en silencio por el camino que había tomado chopper para seguir a su capitán.
    No anduvieron mucho hasta encontrar a su capitán riéndose, sentado en el suelo, sosteniendo una gruesa y larga serpiente que había tenido la mala suerte de encontrarse con el futuro rey de los piratas. Mientras Chopper aprovechaba para extraer el veneno de los colmillos del reptil en un tarro de cristal, Luffy jugaba con el largo cuerpo de la serpiente. Asombrado por sus coloridas escamas y su inusual longitud.
    — ¿Pero qué… — Comenzó el cocinero, captando la atención de su capitán y del médico.
    — ¡OE, SANJI! — le llamó Luffy levantando el cuerpo de la serpiente con ambas manos. — ¿Nos la podemos comer?
    El cocinero les miró con una ceja alzada ante la despreocupación del capitán. Solo Luffy podía preguntar algo así.
    — Depende. — le respondió y señaló a Chopper con la mano que sostenía su cigarrillo. — Si Chopper dice que es seguro, no veo por qué no.

    De vuelta al Sunny, Luffy y Zoro cargaban a hombros con la larga serpiente mientras Chopper y Sanji les seguían unos metros por detrás. Mientras ellos exploraban la isla, los demás habitantes del barco habían asentado un improvisado campamento en la playa. Con una mesa y sillas suficientes para todos.
    Jinbei y Nami ya se hallaban sentados a la mesa, libros y mapas cubrían la superficie, mientras ambos, timonel y navegante, conversaban sobre la mejor estrategia y el mejor momento para desanclar el sunny.
    Franky había terminado las reparaciones y al verles de vuelta, cargados con la comida del día sobre sus hombros, anunció que bajaría la barbacoa a la playa para poder preparar la comida desde allí. Robin estaba sentada en una silla baja, en la orilla con sus pies a remojo en el agua del mar, mientras sus manos sostenían un grueso volumen. Franky, el esqueleto sin piel portaba un ridículo bañador de flores y se hallaba tumbado sobre la arena disfrutando de un utópico momento de relajación.
    Sanji, alentado por la propuesta de Franky se adelantó para subir al barco en busca de algunos ingredientes que pudieran acompañar a la barbacoa de serpiente. Luffy presumió de la caza del día delante de su tripulación. Había que admitir que, su capitán era único en el mundo.
    El espadachín dejó a su capitán con su momento de gloria para acercarse a la orilla. No tenía ánimos para estar de fiesta.
    — ¿ Todo bien? — le sobresaltó la voz de la arqueóloga que había levantado la vista de su lectura.
    Él la miró sin cambiar su expresión de molestia.
    — Ya veo que no. — Valoró ella y esperó unos instantes para proseguir. Zoro no iba a decirle nada, pero al menos iba a darle la oportunidad, si quería, de sincerarse. — ¿Es por lo de anoche con Sanji?
    Aquello sí que le tomó completamente por sorpresa al espadachín, quien le devolvió la mirada con su ojos sano tan abierto, que amenazaba con salirse de sitio.
    Robin ladeó la cabeza y alzó su libro momentáneamente.
    — Estaba en la biblioteca. No eres el único que se pasa las noches en vela.
    Zoro se llevó una mano al rostro en un gesto cansado. ¿Acaso toda la tripulación estaba despierta aquella noche? Con un bufido se sentó en la arena junto a la arqueóloga, con la vista fija en el horizonte.
    — ¿Te ha rechazado? — prosiguió ella.
    — Eso parece. —Le contestó el espadachín con la vista fija en el horizonte.
    La arqueóloga devolvió su vista a la página que estaba leyendo.
    — Extraño, anoche parecía corresponderte.
    — Oe… no hace falta meter el dedo en la herida ¿sabes?
    Robin desvió la mirada disimuladamente hacia el espadachín, quien seguía sin mirarla. Que Zoro intentase sutilmente flirtear con el cocinero del Sunny era algo que ya había presenciado con anterioridad. Aunque el rubio parecía no darse cuenta de los intentos del espadachín.
    — ¿Puedo hacerte una pregunta?
    — Las que quieras.
    — ¿Por qué ahora? — La pregunta de Robin le cayó como un cubo de agua fría sobre la cabeza. — Podrías haberlo hecho mucho antes.
    Zoro miró a Robin con un gesto sincero y se encogió de hombros. La verdad era que no lo sabía. Podía ser porque había llegado a su límite y ya no le valían las indirectas, puede porque ver sufrir a Sanji había dinamitado todo aquello, o porque sentía que si no lo hacía aquellos sentimientos acabarían pesándole de por vida.
    — Zoro, ¿te das cuenta de que parece que te estás aprovechando de la situación? — Robin era experta en hacer las preguntas que más reflexión conllevan. — ¿Y si te hubiera correspondido sin reservas? ¿No dudarías de que él te estuviera usando para tapar su dolor?
    — Sanji no siente dolor por Judge. Le duele que cuenten con él para algo de lo que quiere escapar.
    — ¿Estás seguro de ello? — Contraatacó la arqueóloga. — A veces lo que sentimos no va ligado a ningún tipo de razón. Puede doler a pesar de haberlo dado por zanjado.
    El espadachín soltó un guñido y se levantó de la orilla. Ya no quería escucharla más. No porque creyese que no tuviera razón, todo lo contrario. Robin había recalcado aquello que llevaba preguntándose todo el día y que alguien verbalizara sus preocupaciones en voz alta le poní de los nervios.
    — ¿A dónde vas? — escuchó la voz de Nami mientras se anudaba su pañuelo verde a la cabeza y daba largas zancadas de vuelta a la maleza.
    — Voy a entrenar. — Le contestó de mala gana mientras franky y sanji volvían del sunny con todo lo necesario para comenzar a preparar un banquete.
    — Pero vamos a hacer la comida… — Respondió Chopper.
    — No tengo hambre.

    Sanji observó como el espadachín desaparecía entre los árboles y apunto estuvo de dejar violentamente todo lo que llevaba entre manos sobre la mesa y seguirle. Pero se contuvo. Si el cabeza de musgo no quería comer, no era su problema.
    Luffy dirigió una mirada a Robin, quien había estado hablando con Zoro, esperando que la arqueóloga le ofreciera más información. Pero ella simplemente se encogió de hombros mirando a su capitán.
    Sanji se centró en preparar la carne de aquel reptil para la barbacoa, mientras franky preparaba las brasas, él separaba la escamosa piel de la carne y la combinaba con verduras y especias. El marimo no le iba a arruinar aquel momento de tranquilidad, estaba seguro de ello.
    El olor a deliciosa comida inundó el ambiente. Nami y Jimbei recogieron todo su material de investigación de la mesa para servir platos y cubiertos. Todos esperaban que Zoro volviese en algún momento para unirse a ellos, cansado de ejercitarse y con un hambre feroz. Pero doce platos de comida y una botella y media de vino tinto después, el marimo seguía sin aparecer. Aunque la tripulación trataba de no darle importancia, pues no sabían tampoco la profundidad de aquella situación, Sanji se sorprendió a sí mismo desviando la mirada de vez en cuando en dirección a donde había desaparecido el espadachín.
    Robin se había dado cuenta de ello. No solo eran aquellas miradas furtivas, ni siquiera había hecho ningún comentario cuando, antes de servir la mesa, ella y Nami habían aparecido con sus bañadores. Cuando ella le ofreció parte de su comida al capitán, el cocinero no había puesto el grito en el cielo ni había dejado salir ningún comentario celoso. No había intentado embaucar a Nami mientras le rellenaba la copa de vino.
    — Zoro aún no ha vuelto. — Decidió remarcar aquel pensamiento que rondaba la cabeza del cocinero. —¿estará bien?
    El silencio se hizo en la mesa. La arqueóloga dirigió sus ojos azules a los de cocinero. Nadie sabía qué había alentado el enfado del espadachín. Sanji hizo contacto visual con la arqueóloga, no hacía falta decir nada más. Con un suspiro dejó la servilleta de tela que descansaba sobre sus muslos en la mesa y acto seguido, apuró el contenido de su copa de un trago antes de levantarse.
    — Iré a buscar a ese imbécil.
    Se encendió un cigarro de camino a la maleza para calmar su temperamento y con la mano libre se aflojó el nudo de su corbata. No iba a ser difícil encontrarle, solo tenía que seguir el rastro de árboles cortados y ramas caídas. En una isla tan pequeña, tampoco se podía haber ido muy lejos.
    Apenas quince minutos andando fue lo que le costó encontrar al espadachín. De espaldas a él, con su torso al descubierto y una katana en cada mano. Con movimientos rápidos y certeros cortaba los troncos y las ramas de su alrededor con su se tratara de mantequilla.
    Sanji nunca se había parado a observar la increíble definición de los músculos de la espalda del espadachín. Lo visibles que eran en cada movimiento.
    Cruzó las piernas y se apoyó de lado en uno de los árboles. Zoro estaba enfadado, pero no tenía derecho a ello. Era él quien lo había puesto todo del revés.
    — Aún queda carne, si tienes hambre. — Se atrevió a hablar él primero.
    El espadachín cesó sus movimientos en cuanto lo oyó tras él. Su respiración agitada hacía que su pecho se moviese hacia delante y hacia atrás, exponiendo todos sus músculos. El sonido metálico de las Katanas entrando en sus fundas le siguió una mano que retiró el pañuelo verde de su cabeza, el mismo con el que secó el sudor de su frente y su nuca. Se giró hacia el cocinero con un brazo relajado sobre las tres empuñaduras de sus armas.
    — Tenía que poner algunos pensamientos en orden.
    Sanji dio una calada a su cigarro y dejó salir el humo en una larga exhalación.
    — ¿Y lo has conseguido?
    Zoro volvió a anudarse el pañuelo verde en su brazo.
    — Para nada.
    Sanji asintió en silencio y dirigió su mirada al suelo.
    Zoro tomó un paso hacia él, tratando de, al menos, ordenar las palabras en su mente.
    — Pero quiero que sepas algo. —Aquellas palabras hicieron que el cocinero levantara la vista hacia él. — El beso de anoche, no fue un impulso, he estado guardando ese sentimiento durante mucho tiempo.
    Sanji juraría que su corazón se saltó un latido por error.
    — Y no, no sé porqué lo hice anoche. —siguió el peliverde. — No sé por qué elegí ese momento. Lo podía haber hecho antes, pero nunca me atreví. Podía haber ido a por tí a Whole Cake Island, pero no lo hice y cuando Luffy me pidió que fuera a Wano le obedecí sin rechistar.
    Sanji no podía creer lo que estaba escuchando. El cigarro en su mano se consumió por completo.
    — Y me arrepiento de ello. — Zoro le miraba con ese inquisidor ojo plateado que parecía desnudarle el alma. — Desde entonces pienso que ya no es el momento, que da igual lo que haga porque he perdido la oportunidad.
    Sanji dio un paso hacia él, acercándose mientras dejaba de sentir sus piernas, como si caminara en un sueño.
    — No quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación. Ni quiero pensar que lo que sucedió anoche, tu respuesta, fue solo porque alivia lo que puedas estar pasando.
    Sanji dio otro paso hacia él mientras el espadachín permanecía inmovil durante todo su discurso.
    — Así que no, no he logrado aclarar nada.
    Sanji por fin estuvo frente a él, sus ojos en un vaivén contínuo entre su mirada y sus labios. El espadachín había sido completamente sincero con él, se lo agradecía muchísimo. Él tampoco sabía muy bien qué sentimientos le provocaba. Le enfadaba, le retaba, siempre podía contar con él en la batalla y aquellos labios.. la sensación de calor que desembocaba en su cuerpo y hacía temblar sus piernas. Anhelaba volver a sentirlo, sentir de nuevo sus brazos alrededor de su cuerpo y su lengua acariciando la propia.
    Alzó una mano para ponerla sobre la mejilla del espadachín. Podía oír el latir de su propio corazón en sus oídos. Las grandes y rudas manos del espadachín se aferraron a las caderas del cocinero y tiraban de él para acercarlo más. Reposó su frente sobre la del rubio y cerró momentáneamente los ojos.
    Esta vez fue Sanji quien inició el beso. En un instante la caricia sobre la mejilla de Zoro se convirtió en un agarre que lo atrajo hasta sus labios recibiendo la boca del espadachín con pasión, sus labios atraparon el labio inferior de Zoro y este no pudo evitar dejar salir un gruñido de posesividad, casi animal.
    Sus manos se adentraron bajo la blazer negra de su traje, explorando la espalda del rubio por encima de la tela de su camisa, pegando el definido cuerpo del cocinero contra el suyo. Sanji se puso de puntillas para rodear el cuello del espadachín con sus brazos. Mientras sus bocas se enzarzaban en un beso en el que sus lenguas se enredaban y acariciaban hasta el último de sus dientes. Quedarse sin aire parecía un precio justo que debían pagar para no separar sus cuerpos.
    Una de las manos del espadachín descendió por la espalda del cocinero y hasta sus caderas para tomar uno de sus muslos. Sanji, dejándose llevar por aquel arrebato de pasión saltó sobre las caderas del espadachín para rodearlas con sus ágiles piernas. Esta vez no iba a dejar que nada ni nadie les interrumpiera. Zoro encendía un fuego dentro de él que amenazaba con abrasarle por completo. Podían llamarle Kamikaze, porque estaba dispuesto a dejarse llevar por aquel fuego hasta que su cuerpo fuera solo una montaña de cenizas.
    El espadachín, apoyó la espalda del chef contra un árbol cercano, su erección presionada contra la del cocinero. Una mano de Zoro sujetaba una de sus piernas mientras la otra había comenzado a explorar su torso aún por encima de la tela de la camisa. Sanjis sintió los dedos del espadachín sobre su pezón y una exhalación abandonó su garganta. La expectativa de un placer aún mayor le estaba volviendo loco. Las caderas del espadachín se movieron contra las del cocinero simulando una embestida, una descarga eléctrica descendió por el vientre del cocinero haciéndole temblar. Quería más, mucho más.
    La urgencia del espadachín le llevó a descender hasta que quedó sentado en el suelo con el cuerpo del cocinero sobre sus muslos. Solo entonces separaron sus labios para dar paso a los agitados movimientos de sus brazos, que buscaban deshacerse de toda prenda de ropa que les impedía estar piel con piel.
    La blazer negra acabó en el suelo junto a ellos, ni siquiera llegaron a deshacer completamente el nudo de la corbata antes de lanzarla lejos. Los labios del espadachín se centraron en el cuello del cocinero mientras su manos desabrochaba los botones de su camisa. Sanji se sorprendió a sí mismo hundiendo una mano en la verde cabellera de Zoro mientras inclinaba su cabeza hacia un lado para exponer aún más su cuello a los ardientes y posesivos labios del espadachín. Las manos de Zoro eran grandes y ásperas, consecuencia de tanto entrenamiento. Pero eran calientes y cada caricia de sus dedos parecía dejar una marca que jamás se borraría de su piel. La camisa acabó, como las otras prendas, arrugada sobre el suelo.
    Los brazos de Sanji volvieron a atrapar el cuello del espadachín y sus labios se encontraron una vez más. No hacía falta decir nada, sus cuerpos, sus caricias, cada respiración hablaba por sí sola. El torso de Zoro era un buen lugar contra el que apoyar su cuerpo, grande y musculoso, mientras sus manos recorrían sus costados hasta llegar a su cinturón. No supo cuando, pero las caderas de Sanji habían comenzado a simular embestidas contra la erección del espadachín. Los labios del peliverde descendieron de nuevo por la suave y pálida piel del cuello del rubio hasta llegar a su torso y atrapar entre ellos un pezón. Sus dientes pellizcaron suavemente la sensible piel y su lengua acarició hasta el último milímetro de su aureola. las manos del cocinero se hundieron el el pelo verde de Zoro, mientras su boca dejaba salir un gemido de placer. Las grandes manos del espadachín se posicionaron sobre los glúteos del cocinero, aún por encima de la tela del pantalón para seguir cada movimiento de las caderas de este sobre su erección.
    Zoro creyó estar en un sueño, en uno en el que podía llegar hasta el final y no despertarse nunca. Los gemidos y exhalaciones de Sanji colmaban sus oídos y amenazaban con llevarlo a la locura. Se moría por tocarle, por adentrarse en él y oírle gemir de placer hasta el éxtasis.
    No podía esperar mucho más, inclinó su cuerpo con el del cocinero para dejarle tumbados sobre el suelo y con su cuerpo entre sus piernas.Sus manos se dirigieron hacia el cinturón, mientras los largos y ágiles dedos de Sanji se deshicieron de sus Katanas y tiraban de sus pantalones hacia abajo. Zoro notó la liberación de su palpitante miembro como un alivio, tras estar aprisionado contra la tela. Cuando por fin liberó el miembro erecto de Sanji, inclinó sus caderas sobre las del Rubio para que ambas erecciones entraran en contacto. Apoyó un brazo en el suelo por encima de la cabeza del cocinero para poder inclinarse sobre sus labios y besarle de nuevo. Un gruñido abandonó sus garganta al mismo tiempo que Sanji dejaba salir una exhalación de placer en cuanto sus miembros entraron en contacto. Con su mano libre, el espadachín tomó ambas erecciones y comenzó a acariciarlas de arriba a bajo masturbando un miembro contra el otro.
    — oh, joder…— exhaló Sanji en una voz tan sensual que Zoro sintió el impulso de aumentar el ritmo de su mano. En cambio, tomó una de las manos de Sanji y la guió para hacer exactamente lo que su mano había empezado. El cocinero se dejó guiar por su mano, pero al notar el agarre tuvo el impulso de mirar hacia abajo y conocer el miembro del espadachín. Sus ojos se abrieron en una mueca de sorpresa. Al parecer, Zoro cargaba con una cuarta espada.
    Zoro no pudo evitar hacer media sonrisa con su pecho henchido de ego al ver la expresión en el rostro de Sanji. Su mano libre viajó de nuevo hasta las caderas del chef y, tras retirar algo más sus pantalones, se coló entre sus glúteos. Sus dedos corazón y anular acariciando la separación entre ellos. El rostro de Sanji, ya sonrojado por la falta de aire y la excitación, intensificó su color al notar la mano del espadachín en esa zona. Devolvió la mirada al miembro erecto de Zoro, cuestionando si realmente iba a ser posible.
    — Sanji…— Le llamó la sensual voz entrecortada del espadachín, agitado por cada caricia que su mano describía sobre su miembro. — Mírame.
    Él le obedeció devolviendo su mirada azul al iris plateado del espadachín. Fue entonces cuando Zoro introdujo uno de sus dedos en su interior. Sanji ahogó un quejido arqueando sus espalda. La mezcla entre incomodidad y placer era extrañamente adictiva. El espadachín descendió sus labios al cuello del cocinero una vez más, mientras esperaba a que el rubio relajara su cuerpo para poder empezar a mover su dedo, le cubrió con un reguero de besos y lametones sobre su suave y pálida piel. La mano de Sanji sobre sus miembros aceleró sus movimientos, buscando más queriendo el máximo placer. Los dientes de Zoro dejaron su marca sobre el cuello del cocinero, sus caderas moviéndose contra el ritmo frenético de la mano de Sanji.
    Comenzó a mover su dedo en el interior del rubio, suavemente al principio, preparando la zona concienzudamente. Pero en cuanto el primer cosquilleo de placer apareció, aprovechó para añadir un segundo dedo.
    El frenético movimiento de sus cuerpos los aproximaba a un primer orgasmo que explotó entre ellos como fuegos artificiales. la semilla de ambos desparramada en sus torsos. El cuerpo tenso y encorvado del espadachín contra el arqueado cuerpo del cocinero. El primer orgasmo que le regaló a los oídos de Zoro un gemido de placer, procedente de la garganta de Sanji, con el que había soñado durante mucho tiempo.
    La respiración agitada entre ellos se volvió vapor. Las manos del cocinero tomaron el rostro del espadachín para besarle, entre exhalaciones y caricias de sus lenguas, el peliverde se las ingenió para deshacerse de los pantalones del rubio y alzar sus muslos, dejándole completamente expuesto a él. Zoro estaba en el cielo, y la anticipación de adentrarse en el cuerpo de Sanji le volvía loco por momentos.
    — Zoro… —Le llamó él entre exhalaciones y caricias de su labios.
    — Lo haré despacio. — Le contestó él creyendo saber qué quería oír.
    — Ni se te ocurra hacerlo despacio. — Le amenazó, para su sorpresa, el cocinero.
    El espadachín le sonrió y contestó a su orden con un gruñido de placer.
    El miembro del espadachín se posicionó a la entrada del cocinero y con el empuje necesario logró adentrar la punta en su interior. Aunque Sanji le había ordenado que no lo hiciera despacio, Zoro sabía que aquello era el deseo hablando por él y no quería hacerle daño. con ambas manos sosteniendo sus muslos empujó suavemente su miembro hacia el interior del cuerpo del cocinero. El miembro de este volvía a estar erecto y con una gota del líquido preseminal coronando la punta. Los ojos vidriosos de deseo de Sanji, su espalda arqueada, su boca abierta dejando escapar el aire de sus pulmones, todo él era una delicia para la vista.
    — No va a entrar entera. — Logró decir el rubio.
    — Sí lo hará, — le adelantó el peliverde. — Puedo notar como palpitas por dentro, como me buscas. — Le dijo muy cerca de su oreja. — Me vas a hacer que me corra solo con entrar.
    Sanji dejó escapar un nuevo gemido y se aferró con sus uñas a la espalda del espadachín.
    Zoro terminó de inclinar sus caderas contra el trasero del cocinero adentrándose por completo en él y se tomó unos instantes para observarle desde aquella posición. Se inclinó sobre su rostro para acariciar la nariz del rubio con la propia. Sus ojos se encontraron, las manos de sanji acariciaron sus mejillas como quien sostiene un tesoro. Aquel era su momento suyo y solo suyo.
    Sin desviar la mirada de aquellos brillantes ojos azules, Zoro dio una primera embestida suave y lenta. Los labios del cocinero se entreabrieron para dejar salir una exhalación, sus manos aun sosteniendo el rostro del marimo, mientras sus cuerpo se movían en un ritmo suave.
    Una de las manos del rubio descendió hasta su propio miembro para masturbarse cuando las embestidas del espadachín comenzaron a hacerse más profundas y contundentes.
    Un musculoso brazo del espadachín rodeó la cintura del cocinero para volver a alzarle y sentarle sobre sus caderas. En aquella posición, con ambas manos aferradas a los glúteos del rubio, cada embestida era más profunda, más placentera. El ritmo, aunque al principio torpe, se volvía más natural y acompasado con cada movimiento. El espadachín disfrutaba del interior del cocinero que palpitaba a su alrededor, le aprisionaba y temblaba.
    Los gemidos de ambos cada vez más acelerados, buscando el máximo placer posible. el ruido de sus caderas chocando la una con la otra, más parecido al sonido de un chapoteo.
    Las manos del espadachín se aferraron fuertemente a los glúteos del cocinero cuando el primer calambre de placer surcó su vientre hasta su miembro, acelerando el ritmo y la dureza de las embestidas, Sanji en respuesta, aceleró además el ritmo de su mano sobre su propio miembro.
    Los movimientos se volvieron frenéticos y ansiosos.
    — Sanji… joder, no voy a poder mucho más.
    El rubio entre gemidos y embestidas apenas podía encontrar las palabras para contestarle.
    — Y-y-yo tampoco… — Pero no pudo acabar la frase, pues el orgasmo se abrió camino en su cuerpo hasta su miembro y explotando en un éxtasis que amenazaba con nublarle la vista.
    Zoro sintió como el interior de Sanji se contraía a expensas del orgasmo y no pudo contenerse más. Él también llegó al clímax desbordándose dentro del cuerpo de Sanji, llenándolo por completo. Sus brazos abrazaron el cuerpo del rubio, quien le correspondió como pudo con los brazos cansados y la respiración agitada.
    Apenas tuvo fuerzas para devolverle el beso que buscaban los labios del peliverde. con los ojos cerrados y las piernas temblorosas. El miembro del espadachín aún palpitante en el interior del cocinero.
    El silencio se hizo entre ellos durante largos segundos que necesitaban para retomar el aliento y un ritmo normal de sus respiración.
    — Entonces… ¿hacemos las paces? — se atrevió a preguntar el rubio con su cabeza apoyada sobre el hombro del espadachín.
    El espadachín le respondió con una risa ronda y alzó una mano para acariciar su cabello.
    — Y mucho más. — le contestó él.
     
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    Seguiré esperando actualización jsjsjs me encanta el trama <3
     
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