36.º Reto Literario "San Valenkink Vol II" – Hannibal, (Like a dead body)

[HannibalxWill]

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    26. Dulces sueños || Tras mutuo acuerdo, los personajes mantienen relaciones mientras uno de ellos se encuentra dormido o finge dormir.
    ...



    La percepción era un arma de doble filo.

    La empatía pura también lo era.

    Tras escupir el dentífrico en el lavabo, Will Graham se miró en el espejo del baño. Y una parte de si mismo esperó, si bien de manera muy recóndita, encontrar un rostro cambiado. El alce había mutado. La transformación estaba casi completa y dentro de poco se rompería la crisálida de su nuevo yo.

    ¿A esto había llegado?

    Se mentía.

    Descaradamente lo hacía. Puesto que no era su rostro cambiado ni el del alce lo que había esperado encontrar en su reflejo, sino el de Hannibal Lecter.

    Una mirilla bifocal los enlazaba. Sus propios sentimientos estaban entremezclados.

    Se habían cambiado el uno al otro. Jugaban una partida doble de riesgos inestimables.

    ¿Los movía el amor, la obsesión, el capricho, los deseos de destrucción, las ansias de pertenencia?

    Quizá todo junto convergía en ambos. Era difícil de precisar a esas alturas de la relación.

    Después de enjuagarse el rostro y secarse con una toalla, Will fue hasta la ventana y corrió las cortinas oscuras de lino.

    Las nubes seguían acumulándose en el cielo para resguardar la resplandeciente luna de plata.

    Vistiendo únicamente sus bóxers oscuros de licra, Will se metió a la cama, se cubrió con las sábanas y trató de imaginar lo que estaría haciendo Hannibal en ese preciso momento.

    Faltaban diez minutos para su llegada. Siempre era puntual. La última cita en su consultorio habría finalizado hacía media hora, a lo menos. Con suerte, el paciente volvería a casa sano y salvo, pero...¿Y si no?

    Para Hannibal la justicia no existía. Todos eran cerdos inferiores. Animales seccionados en diferentes categorías.

    Todos aquellos recipientes dentro de la nevera y el frigorífico. Los cortes, los órganos que podían pasar fácilmente por cerdo, res, cabra.

    La idea en si ya no le era vomitiva. Su psique se había rasgado tanto con la compañía de Hannibal que, la noche anterior no hizo un solo gesto de asco al terminarse el "pato a la naranja".

    Su habilidad, se había vuelto en su perdición.

    Tan atados estaban el uno al otro que, era como si constituyeran un solo ser fragmentado.

    Eran el diseño del otro. Se habían moldeado a semejanza del contrario y, al hacerlo, se habían condenado.

    La vida de ambos giraba en torno al caos, la muerte y la desconfianza mutua.

    Hannibal no era como el resto de criminales. Había algo de humanidad en él, pero no estaba dirigida hacia sus víctimas. Y sin embargo, aún a sabiendas de que era un asesino, que lo había alejado de sus amistades, y de que lo había destruido psicologicamente en su afan por retenerlo, Will no podía odiarlo del todo. Había una barrera que le impedía llegar a esa zona emocional. Puede que fuera por el lazo tan fuerte que había forjado con Hannibal.

    De extraños a conocidos.

    De compañeros a amigos.

    De amigos a enemigos.

    De enemigos a amantes.

    Todo era tan confuso. Pero a la vez tan simple.

    Will contuvo la respiración al oír el rechinido de la puerta al ser abierta. Escuchó como Hannibal se quitaba los mocasines y los dejaba botados antes de subir a la cama.

    —Esta es, sin duda alguna, mi parte favorita del día— lo escuchó decir.

    No respondió. Tenían un mutuo acuerdo. Will debía estar en silencio todo el tiempo para que Hannibal pudiera complacerlos a ambos.

    —Estuviste caminando por el jardín, después bebiste una cerveza y te cepillaste los dientes— esclareció Hannibal, deslizando con premura y delicadeza la punta de su nariz por la nuca de Will—. Hueles a bignonia roja, malta y lúpulo, además de fluoruro sódico.

    Will reprimió media sonrisa. A Hannibal nada se le escapaba. Ningún aroma se le confundía. Era bueno, mejor que bueno.

    Y pensar que le había arrebatado a Alana para poder estar con él. Cuando Hannibal quería algo, lo obtenía, sin importar los recursos a los que tuviera que recurrir. Will ya había aprendido parte importante del complejo proceso al que se había visto sometido.

    Se mantuvo quieto y silente cuando Hannibal le dio la vuelta para dejarlo boca arriba. Will respiraba a intervalos de diez segundos por vez para que su pecho se elevara lo menos posible. Todo era parte del extraño fetiche de Hannibal para tirarselo mientras Will pretendía dormir.

    No entendía a ciencia cierta tan absurdo método de complacencia, pero tampoco se había negado. Era más sencillo de ese modo, más fácil evitar la mirada salvaje, profunda y delatora del psiquiatra.

    Después de todo Will siempre rehuía en un primer momento el contacto visual. Corría el riesgo de ver más de lo que pretendía...o no ver nada en lo absoluto. Pero en realidad, lo que más le asustaba, era verse a sí mismo convertido en su nemesis.

    Al sentir el pecho desnudo de Hannibal contra el suyo supo que la hipérbole había comenzado. Sus latidos desenfrenados amenazaban con desbaratar la pantomima. Aún así Will no se movió. Notaba el tacto de las musculosas piernas de Hannibal sobre las de él. El roce era helado y satisfactorio, como cada noche.

    Hannibal lo había enlazado en un firme abrazo, con las manos detrás de su espalda como si pretendiera inmovilizarlo cuando Will no se oponía en lo más mínimo. Quizá lo hacía como medida preventiva. No tenía relevancia porque Will no pretendía ir a ningun sitio, aún si podía y tenía la oportunidad.

    Traicionar a Hannibal en ese momento sería como marcar su propia piel al rojo vivo. Así de encadenados estaban. Así de fuerte era el deseo que le oprimía el pecho ante los demandantes labios que le recorrían con suavidad la clavícula, descendiendo por su barbilla hasta su cuello y después más y más abajo.

    Por dentro Will se sentía estremecer. Diminutos impulsos eléctricos fluían por su pelvis.

    —El autocontrol ante todo, Will— lo sermoneó Hannibal al percatarse de que el tronco superior vibraba un poco.

    La metodología más eficiente consistía en dormir verdaderamente. Tomar un somnífero y permitir que Hannibal se saciara con él hasta el hartazgo, pero Will no estaba dispuesto a bajar la guardia de ese modo. Simular se le daba mejor. Después de todo, los juegos dobles siempre tenían lugar entre ellos. Consciente e inconscientemente.

    De haber tenido el libre albedrío para hablar en ese momento, Will le habría preguntado a Hannibal una vez más por qué le gustaba tanto llevar a cabo tan retorcido juego.

    Siempre era lo mismo.

    Y cuando a la mañana siguiente Will indagaba en el tema, no obtenía más que evasivas o respuestas a medias.

    "¿Acaso no te gusta hacerlo así?"

    "¿No lo encuentras emocionante?"

    Lo peor del caso es que sus respuestas serían afirmativas, y ambos retomarían el mismo ciclo de toxicidad y dependencia mutua.

    Haciendo un esfuerzo mayor, Will fingió que dormía. Relajó los párpados, aún cuando Hannibal entrelazó sus dedos con los de él y se apalancó entre sus piernas, usando sus muslos para separar los suyos.

    Y aunque cedía a sus demandas sexuales, en el fondo lo sabía. Hannibal también estaba cambiando...por él. Era a causa de Will que la metamorfosis de Hannibal tenía lugar.

    De ese modo lo salvaba.

    Se salvaban ambos.

    No serían monstruos en su totalidad, pero tampoco podían catalogarse como simples personas. Humanos exentos del crimen y el pecado.

    El lubricante fue esparcido con premura y después, vino la primer embestida, sagaz y violenta, abriéndolo a él. La gruesa erección entrando y saliendo, taladrandolo hasta lo más profundo de las entrañas.

    Y se sentía tan condenadamente bien

    ¿Qué buscaba Hannibal con ello?

    ¿Mayor control, sentido de pertenencia?

    Con los labios apretados para no gemir, Will notó que su cuerpo se mecía al mismo tiempo que el de Hannibal. Eran como un mismo ser.

    Sus jadeos eran tan tenues y débiles como el soplido del viento en el exterior.

    Un fuego abrasador le subía por los muslos y el bajo vientre en oleadas continuas entre cada dura penetración.

    Hasta que se sintió arrollar por la fuerza del doble orgasmo. Su cuerpo dejó de tensarse y se hundió en la cama, bajo el cuerpo de Hannibal. Después, el asfixiante abrazo se deshizo y Will pudo inhalar una bocanada de aire mayor. Su cuerpo volvió a relajarse y cuando Hannibal salió de él para besarlo por última vez en los labios, Will no se lo impidió. Contrario a ello, le correspondió con el mismo candor que había implosionado en ellos segundos antes.

    —Ha vuelto a ser toda una experiencia intimar de esta forma contigo, Will— musitó Hannibal, deslizando su brazo bajo las sábanas para acariciar el muslo expuesto del interpelado.

    No pensaba decírselo, pero idolatraba esos encuentros porque se imaginaba a Will muerto y a su total merced.

    Le ayudaba a lidiar con su naturaleza oscura y esos deseos reprimidos por hacer con Will, lo que había hecho con Mischa.

    La diferencia oscilaba en que, a su hermana la habían asesinado.

    Will en cambio seguía con vida, y aunque había ocasiones en que Hannibal ansiaba comerlo de manera menos metafórica, sabía también que lo necesitaba.

    Aún con vida, Will era parte de él. Le pertenencía. Y así sería siempre.

    Will Graham era el único que lo comprendía con una exactitud agobiante. Podía advertir sus movimientos y anticiparse a sus jugadas mejor que cualquiera de los patéticos peones del FBI.

    Más que un simple capricho, Will era la llave para subsistir lejos de la soledad a la que se había abandonado durante tantos años.

    Así era su amor por él. Impetuoso y ponzoñoso, pero real.

    Absolutamente auténtico.
     
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