36.º Reto Literario "San Valenkink Vol II" – Fire Emblem:Three Houses, [Your hands] | Dimileth

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    Título: Your hands
    Fandom: Fire Emblem: Three Houses
    Pareja: Dimileth (Dimitri x M! Byleth)
    Situación:
    2. Mi primera vez || Uno de los personajes es iniciado por el otro en su primera experiencia sexual.

    Disclaimer: Spoilers del juego Fire Emblem: Three Houses.

    Dimitri Alexandre Blaiddyd jamás había visto a alguien moverse con tal destreza, cada paso de esas piernas parecía pertenecer a una danza calculada y mortal. Historias sobre el hombre no sobraban, y al verlo separar la cabeza de un cuerpo con su espada, supo de inmediato que los rumores eran ciertos. El Ashen demon, era un mercenario de fama creciente que asesinaba a sus adversarios sin piedad, con increíble facilidad, y, además, con una falta evidente de emoción en el rostro. La expresión de aquel hombre no cambió en ningún momento, y aunque actualmente se encontraba hundiendo su arma en las entrañas de un bandido, ni una gota de sangre escarlata consiguió ensuciar su oscura capa.

    Dimitri lo observó desde la distancia, con su lanza de plata aferrada entre sus manos. Su ensimismamiento no era normal, y aunque la situación demandaba de toda su concentración, encontró imposible apartar los ojos de esa hermosa figura. No fue hasta que Edelgard soltó un grito de alarma, que Dimitri fue capaz de despertar de su hechizo. Al girarse, contempló con horror como el líder de los bandidos levantaba su pesada hacha, con claras intenciones de dejarla caer sobre la heredera del imperio de Adestria. Edelgard pretendía defenderse con un cuchillo, y aunque Dimitri no dudaba de su capacidad como guerrera, no pudo evitar temer por ella. Corrió en su dirección, sabiendo bien que era demasiado tarde, que no podría llegar a su lado a tiempo.

    -¡El!-gritó, y entonces algo pareció cambiar, detenerse. El aire a su alrededor se volvió más pesado, una sensación inexplicable le erizó la piel. Y cuando sus ojos buscaron de nueva cuenta la figura de Edelgard, descubrió que el Ashen demon se encontraba a su lado, el líder de los bandidos yacía inconsciente a sus pies. ¿Cómo podía aquello ser posible? ¿Cómo se las había arreglado el mercenario para socorrer a Edelgard cuando Dimitri fue incapaz? Quiso preguntar, pero la pronta huida de los bandidos y la inesperada llegada de Alois, le impidió formular tales cuestiones.

    Aprendió momentos después, que el Ashen demon tenía un nombre: Byleth.

    Byleth. Dimitri no se mordió la lengua al expresar con palabras el evidente interés que sentía por él.

    -¡La forma en la que te enfrentaste al líder de los bandidos fue cautivadora!-dijo, sin manera de contener los elogios que de alguna manera le sabían a miel- nunca perdiste el control de la situación. Me has mostrado que aún tengo mucho que aprender.

    Edelgard no perdió el tiempo, y apresurándose, tendió una propuesta al mercenario, para que este sirviera bajo el mando del imperio de Adestria. Claude, por otra parte, declaró de forma coqueta que se aseguraría de ganar la amistad de Byleth primero, antes de sus servicios. Y Dimitri, sin saber la razón, discutió con ellos, incapaz de aceptar que alguno de los dos se volviera más cercano al mercenario.

    Byleth era suyo.


    *




    -¡Otra vez!-Felix se incorporó, sin molestarse en sacudir el polvo que cubría la tela de sus pantalones. Sujetaba su espada con firmeza, y observaba al profesor con el ceño fruncido y los ojos brillantes- no volveré a perder.

    Byleth negó suavemente con la cabeza, algunos mechones rebeldes se le pegaban a las mejillas a causa del sudor. Dimitri sonrió, ciertamente embobado, al ver la apariencia algo sonrosada del profesor. Su corazón latía con fuerza contra su pecho, pero debía tratarse del ejercicio al que había sometido a su cuerpo, y no a la oportunidad de escuchar hablar a Byleth.

    -El entrenamiento en exceso acarrea malos resultados-dijo el profesor, su expresión era pétrea, inmovible. Sólo su voz contenía algo de emoción- con tales hábitos sufrirás de una lesión-Felix refunfuñó, pero obedeció y se reunió con sus compañeros. Sylvain murmuró discretamente un comentario burlón, y el rostro de Felix se coloreó a causa del enfado. Aquellos dos no tardarían en discutir, pero para la fortuna de todos, el profesor volvió a hablar- Dimitri- lo llamó, y el dueño de ese nombre se estremeció-¿te molestaría practicar conmigo?

    Dimitri tragó saliva mientras asentía, sus pasos, aunque parecían seguros eran algo temblorosos. El profesor tenía ese efecto en él, el poder de deshacerlo con tan solo un par de palabras, de robarle el aliento al verse bajo la mirada de esos ojos azules. Byleth eligió una lanza de madera y le ofreció otra, el suave roce de sus dedos casi provoca que el corazón se le saliese del pecho. Oh, diosa.


    *




    Byleth era un hombre de pocas palabras, reservado y aparente de nula emoción. En los últimos meses, Dimitri consiguió hacer las paces con sus sentimientos, y finalmente los aceptó. Creyó con firmeza que se sentía atraído al profesor, pero cuando lo vio sonreír por primera vez, supo inmediatamente que lo amaba con absoluta perdición.

    Desde entonces, aprovechó toda oportunidad para hacerlo reír, y cada día esperaba con ansias tomar té en su compañía. Sabía que debía controlar sus celos al verlo con otros, y aunque fue difícil eliminar tal amargo sentimiento, logró ocultar la acidez de su infelicidad cuando el profesor dedicaba una pequeña sonrisa a alguien más. Byleth no tardó en convertirse en la fuente de su alegría, en su motivación al enfrentarse a sus recurrentes pesadillas.

    El profesor era un sol brillante que no debía ser tocado, sino admirado desde la distancia.


    *




    -¿Profesor?-Dimitri golpeó la puerta de madera con sus nudillos, temeroso de cometer algún error- Mercedes y Dedue cocinaron su plato preferido, han enviado conmigo algunas galletas y el té que más disfruta-no hubo respuesta- Profesor, por favor, enfermara si no come algo.

    La puerta se abrió con un pequeño chasquido, y aunque Dimitri se preparó, aun así, su corazón se encogió dolorosamente. Byleth tenía sombras bajo los ojos, y aunque su expresión era aparentemente tranquila, era evidente que había estado llorando en la soledad de su habitación.

    ¿Cuántas veces había deseado ver emoción en ese rostro? ¿Cuántas noches soñó con ver sus lágrimas, en circunstancias completamente diferentes? Dimitri ajustó su mandíbula, los dientes le rechinaron y la furia que sintió, la sed de venganza que usualmente ocultaba debajo de una sonrisa, se reflejó en la severidad de su voz:
    -Le ayudare-declaró, y la bandeja que sujetaba casi se hizo añicos entre sus manos-me asegurare de traerle la cabeza de quien le ha provocado tanto dolor. Deme la orden, profesor, y seré yo quien devuelva tranquilidad a su corazón.

    Los ojos de Byleth parecieron brillar por un momento, pero un instante después, negó con la cabeza lentamente. El profesor suspiró, y el suave sonido de ese suspiro, que estaba lleno de desconsuelo, le revolvió el estómago a Dimitri.

    -Dimitri, ¿te gustaría almorzar conmigo? -preguntó Byleth, haciéndose a un lado para dejarlo entrar en la habitación. No hubo necesidad de preguntar una segunda ocasión, Dimitri había deseado tanto verlo, había deseado tanto ver su rostro en los últimos días, que resultaba casi doloroso alejarse de su lado al intercambiar tan breves palabras.

    Ambos se acomodaron sobre la cama, la bandeja de comida era lo único que los separaba. Dimitri tomó algunos bocados, y no apartó la mirada del profesor, hasta asegurarse de que comiera y se terminara por completo el contenido de los platillos. Byleth parecía distraído, y con justa razón: su padre había muerto injustamente frente a él hace tan solo un par de días.

    -Profesor-

    -Jamás creí que un corazón pudiera sufrir tanto-murmuró Byleth, mientras posaba una mano sobre su pecho- siempre quise ser capaz de sentirlo todo, pero las emociones siempre parecieron eludirme. La alegría, el enojo y la tristeza; esas palabras nunca existieron para mí, creí por mucho tiempo que había algo mal en mí, que era defectuoso-las largas pestañas del profesor temblaron- la primera vez que experimenté la felicidad, fue contigo Dimitri. Y más sin embargo, hoy quisiera poder arrancarme el corazón, para enterrarlo y no sentir nada otra vez-Byleth se mordió los labios, lagrimas que se negaba a derramar le llenaban los ojos- si te pidiera que fueras tú, quien apaciguase aunque fuese un poco mi dolor, ¿me odiarías?

    He sido tuyo desde la primera vez que te vi, y si lo que deseas es que me convierta en tu espada, en la herramienta de tu venganza… que así sea. La resolución que Dimitri sintió en aquel momento, se vio reflejada en el brillo de su mirada. Byleth, quien no había dejado de observarlo en ningún momento, se estremeció al ser testigo de tal revelación.

    -Jamás- y esa era una promesa, palabras marcadas a fuego en su piel- jamás podría odiarlo, profesor.

    Byleth volvió a suspirar, pero en aquella ocasión lo hizo de puro alivio. Sin decir nada más, y sin ninguna advertencia, encontró refugió entre los brazos de Dimitri, rodeando su cuello con los suyos, y aferrándose a él con todas las fuerzas que fue capaz de reunir.

    -¿Profesor?-preguntó Dimitri, sintiendo estremecer la totalidad de su ser.

    La única respuesta que obtuvo fueron los labios de Byleth contra los suyos, una lengua atrevida parecía pedir permiso para explorar su boca. Dimitri no tenía idea de lo que ocurría, pero todas las cuestiones que habían invadido su cabeza desaparecieron al sentir tan anhelado contacto. Incapaz de contenerse, incapaz de pensar en algo que no fuese su amado profesor, las manos de Dimitri recorrieron las cuervas de esa cintura masculina.

    Los platos sucios cayeron al suelo con un estrepitoso sonido, pero lo único que Dimitri podía escuchar eran los delicados gemidos, los casi tímidos jadeos de Byleth. Sin darse cuenta, sus caricias se volvieron agresivas, desesperadas. Y al besar a su amado en la que parecía una milésima ocasión, un regusto a sangre lo obligo a volver a sus sentidos. Un corte sangrante en los labios de Byleth hizo que detuviera todo movimiento, y al bajar la mirada, descubrió que la piel en los antebrazos del otro estaba roja, tornándose casi morada. Dimitri no había controlado su descomunal fuerza y como resultado, su persona más preciada había resultado herida.

    Trató de apartarse desesperadamente para implorar perdón, pero Byleth lo detuvo, sujetándolo inesperadamente de las muñecas.

    -No me dejes-pareció rogarle-sólo tú puedes hacerme olvidar.

    -Yo…-la manzana de adán en su garganta tembló-podría lastimarlo profesor, yo jamás…-otra pausa, una temerosa a un posible rechazo-es mi primera vez, y temo cometer algún error. Si fuese yo quien le ocasionara más dolor-

    Pero Dimitri no pudo terminar de confesar sus más profundos miedos. Byleth lo besaba con vehemencia, con un deseo ardiente que amenazaba con consumirlos a ambos. Y las débiles protestas de Dimitri murieron, olvidadas en algún rincón desconocido de su mente.

    Se deshizo del uniforme a tirones, sin separarse de aquellos labios que no hacían más que aumentar su hambre. Byleth lo observó con un par de ojos llorosos cuando por fin se apartó para recobrar el aliento, y aquella mirada deshizo las ultimas dudas que detenían su avance. Dimitri quiso quitarle la camisa, pero la tela se desgarró, víctima de su impaciencia. Una pequeña sonrisa en los labios de Byleth le animó a continuar, y un tanto avergonzado, Dimitri se inclinó para tomar entre sus dientes un sonrosado pezón, que no tardó en levantarse firme ante sus atenciones.

    Byleth no se quedó quieto, pues sus dedos recorrieron los hombros de Dimitri, para luego deslizarse por su espalda y el ancho de sus caderas. Cada roce le provocó un estremecimiento, y despertó en él una sensación que jamás creyó posible. Cuando las manos de Byleth encontraron el miembro erecto y suplicante de Dimitri, unas cuantas caricias bastaron para llevarlo al borde de la liberación.

    Era la primera vez que sentía las manos de su amado sobre su cuerpo, y no pudo dejar de pensar en lo cálidas e inesperadamente suaves que eran.

    Aquellas manos se convertirían en su perdición.


    *




    Cinco años. Los fantasmas que perseguían a Dimitri seguían aumentando, privándolo de sueño y descanso. Al principio, temía la simple idea de que Byleth apareciera en sus pesadillas, y ese miedo ocasionó que pasara más de una noche en vela. Al transcurrir de los años, Dimitri comenzó a asegurarse de dormir siempre a la misma hora, a pesar de tener la certeza de que sería atormentado por la terrible presencia de los espectros que lo acechaban todas las noches. Y, aun así, jamás abandonó la esperanza de volver a verlo, de ser capaz de ver a su amado una vez más.

    Byleth había muerto.

    ¿Por qué no escuchó tus susurros? ¿Por qué es tu voz la única que no me persigue? Si fueras tu quien viniese a atormentarme, si fueras tu quien murmurara a mi oído palabras de desconsuelo… entonces aceptaría tu odio, tus deseos, tus reproches, con gusto.

    Pero Byleth jamás apareció en sus sueños, y Dimitri decidió entonces que evitaría dormir. Sin su profesor, sin su amado, nada tenía sentido. Lo único que lo mantenía con vida era el ferviente deseo de matar a Edelgard, y cuando por fin se hiciera con su cabeza, ¿tendría algún significado el despertar cada día?


    *




    -¡Lárgate!-bramó Dimitri, dándole la espalda.

    Byleth suspiró, y aunque su corazón permanecía herido, apoyó una mano sobre el hombro de su antiguo estudiante. Dimitri se sacudió de su contacto, y cuando finalmente se volvió, su mirada estaba llena de disgusto. Una sonrisa cruel apareció sobre sus labios cuando notó la expresión dolida de Byleth.

    -¿Cuántas veces tendré que repetírselo para conseguir que se largue, profesor?- preguntó, dándole un énfasis burlón a su voz- no hace falta que siga apareciendo frente a mí, ¿es tan difícil comprender que lo que mas quiero, es que usted desaparezca?

    -Dimitri-Byleth tuvo que hacer una pausa antes de proseguir, no podía permitir que Dimitri viera en su rostro o escuchara en su voz el dolor que sus palabras le provocaban- los mismos fantasmas que te persiguen, el recuerdo de las tragedias que te atormentan…

    -¡No quiero tu compasión!-gritó Dimitri con una expresión feroz- ¡no necesito de tu pena!

    -No es pena lo que siento por ti- Byleth dio un paso en su dirección, acortando la distancia que los separaba-fuiste tu quien me rescató del dolor, ¿no lo recuerdas? Déjame ayudarte.

    -¿Ayudarme? Si tanto deseas hacerlo, entonces respóndeme ¿adónde debo ir para encontrar paz? ¿qué debo hacer para callar las voces que me piden que lo destruya todo? ¿alguien como yo, merece vivir cuando otros han muerto en mi lugar?

    -No tengo respuesta para esas preguntas-confesó Byleth, y Dimitri bufó al escucharlo.

    -Entonces no puedes ayudarme, un monstruo como yo no merece salvación-finalizó Dimitri- no me hagas repetirlo de nuevo, profesor: lárgate.

    -No eres un monstruo, Dimitri-dijo Byleth, una nueva resolución en sus ojos- si alguien lo es, entonces lo soy yo.

    -¿Tú? Un chiste despiadado, ¿estas burlándote de mí, pro-

    Byleth tomó el rostro de Dimitri entre sus manos, y con fuerza, lo guio a su pecho. Aquella escena resultaría cómica para cualquiera que se topara con ella, pues Dimitri era monstruosamente alto, sacándole un par de cabezas a la estatura de Byleth. Permanecieron en aquella posición durante un breve momento, hasta que finalmente, Dimitri se apartó, su rostro caricia de color, incluso sus labios se encontraban pálidos a causa de la sorpresa.

    Byleth lo había obligado a apoyar el rostro contra su pecho, y en lugar de escuchar el palpitar de un fuerte corazón, lo único que Dimitri encontró fue absoluto silencio; el corazón de Byleth no latía, no producía sonido alguno.

    -¿Cómo es posible…?

    -No tengo las respuestas que buscas-respondió Byleth con suavidad, atreviéndose a apoyar una mano contra la mejilla del otro-pero no me iré a ningún lugar, me quedare contigo. Y el camino que decidas recorrer, lo recorreremos juntos.

    Dimitri cerró los ojos, una lagrima solitaria se deslizó hasta su barbilla.

    -Los veo-murmuró- parecen tan reales, tan reales como lo eres tú. Y entonces desaparecen-Byleth lo rodeó con sus brazos, sabiendo bien que jamás podría tomar todos los arrepentimientos, todo el trauma o todo el dolor que cargaba Dimitri sobre sus hombros-si tú también desaparecieras, profesor…

    Byleth se levantó de puntillas para besarlo, y cuando sus labios se encontraron, el resto del mundo dejó de existir. Dimitri lo sujetó de los muslos, levantándolo con destreza y pegándolo contra sí. Tan perdido se encontraba entre los besos y las caricias, que Byleth no notó cuando Dimitri lo aprisionó contra la pared, desgarrando cada prenda que se interpusiera en el camino de sus manos. Ya no eran dos personas, eran simplemente dos pares de brazos y piernas, un par de lenguas que exploraban con desesperación la boca del otro.

    Por un instante, y aunque aquel pensamiento fuese imposible, Byleth sintió el palpitar de su corazón contra su pecho.

    Juntos, pensó Byleth, cuando ambos se unieron en febril pasión, no importa a donde decidas ir o lo que desees hacer. Yo iré contigo.


    *




    -Ahora que sujeto tus manos contra las mías, me doy cuenta de lo frágiles que son-susurró Dimitri, mientras apoyaba los labios contra el hueco del cuello de Byleth- estas manos que me han salvado en innumerables ocasiones. Tus amables, cálidas manos, permíteme sujetarlas para siempre, mi amado.

    Byleth sonrió, dejándose hacer por el cosquilleo del aliento ajeno contra su piel. La guerra había terminado, y aunque Dimitri jamás conseguiría ser liberado del tormento que lo seguía todos los días, finalmente, ambos, comenzaban a recorrer el camino que los llevaría a un lugar más brillante.

    Habían intercambiado anillos, prometiéndose un final juntos, en donde sin importar a donde fuese el otro, sin importar que estuviesen lejos o cerca el uno del otro, ninguno de los dos jamás volvería a estar solo.
     
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