Ruleta rusa.

El padrino [TomxMichael]

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    One shot.

    Advertencia: spoilers.
    *

    Convertirse en el jefe de la familia le había valido una importante lección de vida a Michael Corleone. Perder a su hermano Santino, tener que renunciar un tiempo a su patria para alejarse de todo y mantenerse relativamente a salvo. Que ingenuo había sido al pensar que sería un asunto sencillo. En la mafia nada era fácil ni fiable.

    Tonto e ingenuo.

    Pero ¿Se le podía acusar de ello?

    Durante toda su vida, Michael había procurado mantenerse fuera del alcance de los asuntos familiares. Era un buen civil y un honorario ex soldado de guerra. La cruz de la armada y la estrella de plata relucían en un cuadro dentro de su despacho. Habría podido vivir tranquilo durante muchos años más alejado de todo el barullo familiar.

    Su padre siempre llevó los negocios de la familia.

    ¿Por qué habría de ser diferente?

    Dentro de su puerilidad, Michael se había imaginado que llevaría un estilo de vida pacífico. Se casaría con su novia, tendrían un par de hijos y quizá se irían a vivir fuera de la ciudad.

    Rebelde y tenaz, no había permitido que su padre tomara nunca las riendas de su vida. Hasta entonces Michael había sido libre de elegir lo que quería. Se había opuesto a los mandatos de su padre, pero no podía oponerse ante los designios que la vida le tenía preparados.

    Mientras encendía un puro, Michael, pulcramente engalanado en su frac oscuro, siguió con la lectura del viejo periódico, en cuya primera plana se leía la trágica noticia del desceso del hijo mayor de Vito Corleone.

    Que impredecible era la vida. Y que injusto el destino de su familia.

    Su padre estaba viejo, débil y cansado. Pronto perecería y entonces la familia Corleone estaría aún más desprotegida.

    Como cabecilla que era ahora, Michael tenía que actuar y pronto. Tenía que adelantarse a los capos de las demás familias, antes de que estos acabarán con ellos.

    Gruesas volutas de humo ascendieron en dispersas ondas grisáceas, curiosas espirales tóxicas que se desvanecieron segundos después de ser expulsadas.

    —¿Puedo?

    Su atención se dispersó del diario al marco de la puerta, donde el recién llegado acababa de golpear con los nudillos.

    —Pasa— lo invitó Michael, doblando con cuidado el periódico y archivandolo en el cajón inferior del escritorio.

    Con un sutil inclinamiento de cabeza, Tom Hagen entró con pasos decididos y resueltos hasta tomar asiento frente al escritorio de nogal.

    Michael hundió el puro en el cenicero. Dejó salir una última exhalada de humo y fijó su mirada profunda y astuta en quien fuera su hermano adoptivo.

    Eficiente como solo él podía ser, Tom le extendió dos sobres marrones que Michael no tardó en abrir.

    —Según palabras de Tessio, Barzini quiere convocar una reunión con las cinco familias— musitó a modo de confidencia—. Si quieres saber mi opinión...

    —Y la quiero— acotó Michael, deslizando su brazo por debajo de la mesa hasta posarla en la rodilla de Tom, quien suspiró ante su toque y cerró momentáneamente los ojos.

    Que bien sabía Michael cuanto lo deseaba y qué ganas tenía de besarlo. En sus manos no era más que una simple marioneta. Pero lo amaba. Y tanto que lo amaba.

    Nada más llegar a la familia, al ser adoptado por Vito, le fue imposible no caer ante los múltiples encantos de Michael. Con que ansias aguardaba Tom por su regreso cuando Michael se enlistó en la marina. Habían crecido juntos y quizá lo mas idóneo para Tom habría sido ocultar su debilidad por él. Sin embargo, le fue imposible.

    ¿Cómo no ceder a su pasional arrebato siempre que se encontraban a solas?

    Michael quería ir todo el tiempo en contra de Don Vito y lo conseguía. Lo hizo al negarse a asistir a la universidad y lo repitió cada noche al enredarse en los brazos de su hermanastro Tom.

    El enardecido y reservado idilio había surgido como un sucio secreto y así permanecería. A la larga probablemente Michael buscaría desposar a alguna chica, y Tom jamás se negaría a acudir a sus brazos en donde lo citara.

    —Bien— carraspeó, acercando la silla más hacia la mesa—. Por ningún motivo padre debe enterarse. Estoy seguro de que le tenderán una emboscada, como hicieron con Sonny.

    Con el ceño fruncido, Michael asintió, atento al coloquio de aquel a quien su padre había nombrado consigliere en la familia.

    —Iremos nosotros— espetó Michael, leyendo el primer sobre—. Clemenza nos será de ayuda. Tessio será el chófer y la carnada, ya que nos ha traicionado. Irá en el Rolls Royce. Partirá desde la casa. Debe verse convincente.

    —Lo interceptaran antes de que llegue al restaurante— apuntó Tom, repentinamente emocionado por el rumbo de los hechos. Si, Michael Corleone podía ser verdaderamente brillante en cuanto a estrategias cuando se lo proponía. Si alguien en la familia tenía potencial y sangre fría para la mafia, ese era Michael.

    Centrado en la lectura del segundo sobre, Michael enarcó la ceja.

    —En cuanto a la reunión verdadera...

    —Será muy peligroso, Michael— le advirtió Tom, manteniendo su habitual tono de calma para intentar persuadirlo. Que asesinaran a Tessio era irrelevante, pero Michael se ponía en enorme riesgo si pretendía presentarse directamente a la reunión de las cinco familias.

    —Tratandose de nuestra familia, dime una sola cosa que no sea peligrosa, Tom.

    Lo había pillado.

    Imperterrito, Michael sostenía el segundo sobre frente a él, analizándolo letra por letra.

    —Citaron a mi padre a una emboscada— resopló—. Esto es obra de Barzini. Casi lo puedo jurar. Tan seguros están de su éxito que se reunirán en el hotel a espaldas del Bronx. Los Tattaglia y los Barzini constituyen una verdadera amenaza para nosotros. Por lo demás y, en lo que a mi respecta, no me sorprende que se sientan respaldados por los Stracci. Los Cuneo terminaran uniéndose a la alianza tarde que temprano. Estamos en autentica desventaja. Pero tenemos una oportunidad para dar el golpe definitivo, Tom.

    Pálido ante las palabras de Michael, Tom se levantó de la silla. Se acercó a la ventana cuyas cortinas tintas estaban corridas. Se mordió el puño y procuró serenarse al sentir la mano de Michael sobre su hombro.

    —¿Me ayudaras?— le oyó decir.

    Y aunque por dentro temblaba y se sentía desfallecer, Tom dio una respuesta afirmativa.

    —Sabes bien que haría cualquier cosa por ti, Michael— susurró—. Cualquier cosa— aprovechando la cercanía, lo tomó del rostro con ambas manos y lo besó con tanta pasión que el mundo se redujo a aquel contacto labial, tan vedado, como deseado.
    ***

    Mientras el deslumbrante Rolls Royce oscuro aparcaba fuera del restaurante, Michael Corleone se dirigía en compañía de Tom Hagen y sus hombres (diez guardaespaldas, tres sicarios y un agente de policía encubierto) hacia el edificio del hotel. Había llegado el momento de ajustar cuentas por todo.

    La familia Corleone no toleraría más bajas y traciones. Tampoco esperarían a la muerte de Don Vito para proceder. No había tiempo qué perder.

    Una vez que se deshicieran de Don Vito, las cuatro familias planeaban hacerse con el control absoluto de la ciudad. Tendrían más poderío y el tráfico de droga se expandiría sin ningún inconveniente en el medio.

    —¿Estás seguro de esto, Michael?— lo abordó Tom Hagen segundos antes de llegar a la puerta corrediza de cristal.

    —Si— no dudó en contestar, mientras empujaba la puerta. Sus hombres rodearían el edificio y solo ingresarían pasados cinco minutos del ingreso de Michael para no levantar inmediatamente sospechas. Estimaban que menos de la mitad de los guardaespaldas de las familias estuvieran presentes. Con suerte no habría más de uno por cabecilla. Era una falta de respeto mostrarse a la defensiva cuando ciertamente se habían reunido con el fin de establecer un acuerdo de paz entre las familias.

    Tras registrarse bajo identificaciones falsas, Michael optó por usar las escaleras.

    Era su obligación como nuevo jefe, vengar a Sonny. Su hermano lo habría hecho por él. Su muerte no podía quedar impune. No importa lo que costara. Su padre también había sido el blanco de esos hipócritas y, de no haber llegado Michael a tiempo al hospital aquella vez, tampoco viviría para contarlo.

    Deteniéndose en el descansillo superior, Tom rozó la mano de Michael. Su mirada endeble buscó en el atractivo rostro impávido del otro cualquier señal de duda. Pero no hubo un solo rastro de miedo o incertidumbre en los oscuros ojos férreos de Michael.

    ¿Quién iba a imaginar que quién más se había deslindado de la familia, era quien terminaría siendo el pilar más fuerte de todos sus miembros?

    Había que temer a Michael. Porque era un serio hombre de cuidado, pero Tom, que se había enamorado perdidamente de él, no podía, (ni queria) dejar de subyugarse ante sus deseos.

    Lo seguiría al mismo infierno con tal de estar a su lado.

    La suite 373 que habían escogido para la reunión, y la cual les fue revelada por el espía, guardaespaldas de los Cuneo, contaba con el privilegio (inoportuno en este caso) de poseer dos entradas. Una frontal y otra en la habitación aledaña, presumiblemente alquilada también por el grupo.

    Abriendo un poco su saco, Michael desprendió una de las colt de su funda, haciendo entrega de ella a Tom.

    —Es hora— murmuró Michael cuando sus hombres los rodearon—. Ya sabes que hacer, Tom.

    Tom asintió solemne desde su puesto en la entrada frontal.

    Con las cuatro familias fuera del camino, Michael se convertiría en el líder total de la cosa nostra. Sería reverenciado y la familia se posicionaría al fin en la cima.

    La vida con Michael sería una deliciosa ruleta rusa a partir de entonces. Si acaso no lo era ya.

    —Ahora.

    La orden fue dada por la voz de Michael, y Tom sintió que podía someterse a ella cientos de veces si acaso Michael le dirigía una sonrisa como la que le estaba obsequiando en ese momento.

    Los hombres entraron. El ruido de las metralletas inundó el espacio, la sangre brotó a borbotones de los cuerpos acribillados y las cinco familias de Nueva York pasaron a ser una sola.

    La única y la definitiva.

    La Corleone.
     
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