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.One shot.
Advertencias: muerte de un personaje.
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Caía el ocaso cuando la vio acercarse al espacio abierto del claro. Fresca como una rosa recién abierta, brillante como el mismo sol que se hundía en el horizonte.
Emergió del prado como una ninfa de aspecto angelical. Su delicada figura entallada en el vestido blanco de novia con mangas de tres cuartos y un cuello de encaje que resaltaba aún más su candorosa y espléndida belleza.
Tenía el magnifico porte de una princesa y, a través de su velo, Ymir descubrió la sonrisa más jovial que le haya visto hasta entonces. Sus hermosos y dulces ojos azules le prodigaban comprensión, amor y cariño.
Su sola visión encandiló a Ymir más que cualquier amanecer que hubiera contemplado a las afueras de las murallas.
Su corazón se aceleró conforme Krista caminaba hacia ella, sosteniendo un ramillete de flores silvestres que no llegaban a opacar ni uno solo de sus cabellos dorados.
Los ornamentos de la boda que sus amigos habían colocado alrededor de los árboles, en conjunto con la naturaleza, creaban una atmosfera de abrumador ensueño.
A partir de ese momento, Ymir no se fijó en nadie más. Toda su atención recayó en Krista. Y quiso correr a abrazarla, olvidarse que no estaban solas y besarla como siempre lo deseó.
Pero se limitó a esperar, anhelante, con el pecho a rebosar de emoción y media sonrisa elevandose como los pliegues de un desgastado abanico.
Toda ella era perfecta. Aún cuando Krista no lo creyera o subestimara sus propias habilidades y virtudes, Ymir podía verla en su totalidad.
Era un ángel, el sol, una joya. Para Ymir, Krista lo era todo y mucho más.
Verla la llenaba de una felicidad indescriptible. Todo el tiempo fue ella. Desde que la vio la primera vez lo supo. Tenía que ser ella.
La princesa menospreciada.
Quien le entendería mejor que nadie.
Y así había sido.
La fragilidad de Krista, su belleza y sus buenos sentimientos habían ganado el corazón de Ymir por completo.
Junto a la arboleda aledaña, Connie, Sasha, Jean, Mikasa, Armin, y Eren les contemplaban sonrientes, alegres de su unión.
Todo era tan perfecto, tal y como Ymir lo imaginó.
Una ceremonia sencilla en el bosque, lejos de la corrupción de la iglesia y de las miradas inquisidoras del resto de Eldianos.
Solo ellas, y sus amigos.
-Ymir.
Ymir sonreía llena de dicha. Su mano apretó la delicada y suave muñeca de su prometida. Se le quedó mirando al rostro, leyendo su nerviosismo, sus ansias, la incertidumbre y un leve atisbo de lágrimas acumuladas.
Fue Hange la encargada de leer los votos ceremoniales. Entre el apacible ruido del arroyo, el crujir de las hojas en las copas de los árboles y el trino de las aves.
Ymir se concentró solamente en sentir la suave mano de Krista. La sostuvo con cuidado y, llegado el momento decisivo, le quitó el velo para encontrarse con una mirada más pura y azul que el mismo cielo.
Sentía un nudo en la garganta, pero estuvo segura de haber pronunciado el "acepto" cuando se volvió el centro visual de los presentes.
Krista hizo lo propio, e Ymir la sorprendió llorando contra su pecho.
Los adornos parecieron incinerarse con la caída definitiva del sol. Sus amigos desaparecieron y solo quedó Krista. Ymir seguía deslumbrada por su cercanía y su belleza, a pesar de que ya no llevaba el radiante vestido blanco, sino su uniforme de la academia.
Sus latidos se tornaban cada vez más lentos y dificultosos. La sangre bullía de las comisuras de su boca en un torrente intermitente.
De espaldas en el claro y con la mirada borrosa, consiguió elevar la circunferencia de metal que había tomado de la bodega del castillo meses atrás.
Intentó cambiar en su mente el paisaje otra vez, pero le costaba hacerlo con el peso de Krista comprimiendola en un fuerte y sentimental abrazo.
Eran las copiosas lágrimas de Krista las que caían en su rostro como el suave soplo de la nevizna que antaño vieran juntas.
-Te amo, Ymir.
La sintió agitarse convulsivamente mientras intentaba tomar bocanadas de aire. Su cuerpo poniendose cada vez más rígido.
A duras penas, Ymir atinó a buscar la mano de Krista para ponerle el oxidado anillo perteneciente a algún miembro de la realeza, quizá décadas atrás, cuando menos.
Ojalá hubiera tenido el coraje de decírselo antes.
Pero el tiempo no perdonaba a nadie. Su lapso se había cumplido, exacto y devastador, como una profecía...
Sus cuerdas vocales le fallaron. Una burbuja de sangre le subió por la garganta. Ymir la regurgitó. Su pecho dejó de elevarse y en sus retinas (ahora estáticas) quedó grabada la imagen de Krista aferrada a su cuerpo, llorando.
Al menos había tenido la dicha de conocerla.
Y sobretodas las cosas, amarla.
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Nuestro final.Shingeki no kyojin [YmirxKrista] |
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