38.º Reto Literario "Till the World Ends" – The Umbrella Academy, (Apocalipsis), [KlausxCinco].

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    Reginald se lo había advertido ya varias veces. Sin embargo, sucumbió ante el orgullo, el engreimiento y la arrogancia.

    Quería demostrarle que era el mejor, que estaba más preparado que los otros, como siempre había evidenciado en los entrenamientos.

    Se sabía superior al resto de sus hermanos. Más capacitado, inteligente, más rápido y con mejores reflejos. Quería también, constatar, que las reprimendas y constantes exhortaciones de su padrastro no eran más que patrañas. Meras falacias para restringirlo.

    Noche tras noche se había perfilado ante él la idea (Descabellada, pero perfectamente plausible) de hacer un salto simultáneo hacia el futuro. Adelantarse algunas semanas, después todas las estaciones.

    "Viajar en el tiempo es peligroso, número Cinco"

    Él era mejor que eso. Lo tenía perfectamente calculado. Había estudiado al respecto. Investigado por meses enteros, pasando de conjeturas a hipótesis y después a análisis más detallados del continuo espacio tiempo.

    Todo iba a salir bien. Viajaría unos años al futuro y regresaría con alguna prueba de su salto. Entonces Reginald tendría que tragarse sus palabras. Todas aquellas amonestaciones durante las cenas, las infinitas recriminaciones y humillaciones en la mesa junto a sus hermanos.

    Lo que Cinco no esperó al realizar aquel salto fue encontrarse de cara al fin del mundo.

    Tres saltos, y todo estaba bien.

    Uno más, y todo era un desastre.

    Edificios en ruinas. Casas destruidas. Cimientos derrumbados, establecimientos hechos trizas.

    Decadencia, caos. Muerte.

    Cuerpos sin vida y desolación por doquier.

    El cielo estaba cerrado y predominaba el gris. Prácticamente rodeado de densos nubarrones negros que cercaban el horizonte como un manto de oscura seda.

    Y la intermitente llovizna de cenizas cayendo sobre de él como una suave ventisca de residuos y tierra.

    El suelo liso se había resquebrajado y mostraba ahora una inquietante sucesión de manchas ocres y rojizas. El césped uniformemente verde estaba ahora carbonizado.

    Al ver a su alrededor, se dio cuenta de que, nunca en su corta vida, pese a la distancia emocional con sus hermanos, se había sentido tan frágil, tan humano y solo.

    Podía cerrar con fuerza los ojos y hacer de cuenta que no estaba ahí, pero no podía cerrar la realidad.

    Y al poco tiempo se dio cuenta que tampoco podía cambiarla, puesto que, al intentar usar de vuelta sus poderes, se encontró con una escasez de energía total.

    Sus poderes se habían ido. Al igual que las personas, la civilización y el mundo como antaño lo conocía.

    Las advertencias de Reginald empezaron a arremolinarse en sus pensamientos como si de una oscura e inminente profecía se tratara.

    Aterrado, Cinco sintió que perdía la cabeza. Tenía las manos cerradas y los hombros hundidos mientras intentaba en vano enmendar su terrible yerro.

    Ya no podía concentrar energía, porque esta ya no fluía por su cuerpo como antes. Estaba vacío, y se sentía de igual forma.

    No quería mirar los escombros, ni los remolinos de fuego, o los cadáveres incinerados y aplastados, pero no le quedó más remedio. Al cabo de un rato el aire se tornó irrespirable. La garganta le ardía, los ojos le escocían. Sin poder contenerse, empezó a toser.

    Tuvo que sobreponerse la tela de la camisa en la nariz para que el turbio aire se filtrara un poco.

    No tardó mucho en ubicarse. Entre los múltiples destrozos había un puesto de periódicos volcado. Habían transcurrido veinte años desde su último salto espacio temporal.

    Pasó de largo los cientos de escombros y despojos y, siguió caminando contra el viento que, a cada paso, parecía más fuerte, denso y enrarecido. Soplaba tan fuerte que semejaba una muralla invisible.

    Surcando los destrozos de la hecatombe, Cinco logró abrirse paso y llegar al centro de la ciudad. Las rodillas le flaquearon al reconocer los cuerpos sin vida de sus hermanos.

    Todos ellos rezagados en torno a pértigas caídas, yaciendo bajo lozas agrietadas.

    Había columnas de polvo y ladrillos por doquier. Cinco pestañeó aturdido al ver a Allison y Vanya adultas, pero inertes. Poco más a la derecha Diego yacía sumergido entre un pequeño montículo de tierra.

    Cinco trató de apartar los destrozos para sacar los cuerpos, pero sus esfuerzos fueron inútiles.

    El cuerpo robusto de Luther estaba vuelto hacia arriba, tenía los cristalinos ojos abiertos, velados por el manto de la muerte. Aún poseía residuos de sangre seca en la sien derecha, producto del golpe de una de las tapias o un bloque de cemento.

    La desesperación le inundó a Cinco el rostro, antaño impasible y, la culpa le fue llenando el pecho hasta casi cerrarle la respiración.

    ¿Era culpa suya por haber viajado en el tiempo?

    ¿Había sido él el causante directo del apocalipsis?

    ¿Cómo saberlo?...

    Y más importante aun, ¿Cómo remediarlo?

    Sus hermanos estaban exánimes bajo los cimientos y todo lo que podía hacer era mirar.

    Sus opacos ojos azules se detuvieron en Klaus tan pronto se desplazó al otro lado de los escombros.

    Negó con la cabeza, sin poder creerlo. La mirada se le oscureció y las lágrimas le asomaron a los ojos.

    Muertos todos ellos.

    Toda esa gente. Millones de personas, flora y fauna reducidas a la nada.

    ¿Por qué no había obedecido?

    ¿Por qué tuvo que ser tan soberbio y egoísta?

    Sintiéndose derrotado en todo sentido, Cinco se sentó junto al cuerpo de Klaus y le acarició la mejilla tiznada de ceniza con suavidad.

    Sabía que estaba mal tener favoritismos. Pero era diferente. Porque a Klaus lo estimaba de una forma que rebasaba cualquier afecto familiar. A sus hermanos los quería, pero a Klaus lo amaba.

    Pese al agotamiento, Cinco se esmeró en recuperar primero el cuerpo de aquel a quien había amado.

    Su mente oscilaba violenta y frecuentemente entre la exoneración y la autoflagelación, de tal grado que creyó enloquecer antes de conseguir su propósito. Sin embargo, y aún a costa de sus poderes, pudo remover los pesados bloques de roca.

    El rostro de Klaus lucía apacible y libre de daño. Parecía dormido. Cinco se aferró a él como nunca había hecho antes. Era a Klaus al único que permitía acercarse más que a ningún otro y, al caer en la cuenta de que nunca más volvería a hablarle, se entregó de lleno al aborrecido llanto que eclipsaba su, ya de por si, endeble fortaleza.

    Suspiró tan profundo al abrazarlo que creyó que se rompería, como una fina pieza de porcelana dejada varada a la orilla de una mesa.

    Quiso decir "perdónenme"

    Pero lo que salió de sus labios no fue una frase en plural. Se sentía devastado, compungido y deshecho. Les había fallado a todos. A Reginald, al mundo, a sus hermanos, pero sobretodo, a sí mismo.

    El dolor emocional lo hacía alucinar. Al menos así lo pensó al ver como los párpados terregosos de Klaus vibraban antes de abrirse del todo. Ahí estaba ese hipnotizante brillo esmeralda de sus pupilas, enmarcadas por sus tupidas y largas pestañas.

    Cinco se sostuvo la garganta con una mano. Las palabras no le salían de la boca. Era como si le hubieran sellado los labios con un potente pegamento. Poco a poco cayó en la cuenta de que Klaus se removía en sus brazos, se estiraba y parpadeaba. Luego le vio apartarse el polvo de la ropa antes de que Klaus se pusiera de pie y se percatara de su presencia.

    –¿Cinco?
    **

    Conversaron lo más alejados posible de la llovizna de carbón. En una planicie de rocas amontonadas de lo que alguna vez fue un habitado inmueble de granito.

    Klaus se había tenido que limpiar las lágrimas vez tras vez a medida que explicaba brevemente los hechos. La luna desfragmentandose, los monolitos de su superficie aplastando todo a su paso.

    Los gritos desgarradores de las personas, el desastre reinante. La intervención inútil del equipo Umbrella.

    El fuego, la oscuridad, la nada.

    Incluso confesó que de no estar Cinco presente se habría lamentado de su despertar.

    Aquello sin duda formaba parte de sus poderes aún inexplorados.

    Mientras hablaban, Cinco quiso saber más sobre los poderes de Klaus, se interesó en la regeneración de su cuerpo, e indagó más en el relato de Klaus acerca de cómo el espíritu de Ben lo había poseído en una ocasión para hacer uso de sus poderes, utilizandole a él como un simple contenedor.

    La situación iba a buen recaudo, teniendo en cuenta que era el fin del mundo. Sin embargo, cuando llegó el turno de Klaus por averiguar sobre las peripecias de su hermano, este se irguió todo lo que le fue posible, miró hacia el inexistente ocaso con sus ojos pálidos y desprovistos de brillo, se enfundó las manos en los bolsillos del short y caminó hasta Klaus.

    –Aun no es tarde– murmuró lo suficientemente bajo para que Klaus no le escuchara. Klaus tuvo que inclinarse y acercar su oído hacia los labios de Cinco, pero este se limitó a tomarlo del rostro para girarlo y darle un tibio beso en la comisura de la boca.

    Klaus sintió que el corazón se le disparaba. Habría dado lo que fuera por seguir inmerso en el tibio y cosquilleante contacto, pero entonces vio a Cinco alejarse a otro de los derrumbes para hacerse con una varilla de metal.

    –¿Para qué...?– Klaus fue a preguntar, más se vio bruscamente interrumpido. Se le encogió el estómago una vez que Cinco se apuñaló a sí mismo a la altura del abdomen, atravesandose de una sola vez con la punta afilada del metal. Lo vio caer y sufrir convulsos espasmos, con la sangre fluyendo de la herida mortal bajo su cuerpo, como un tenebroso río de lava–. ¡No!– impotente, corrió y se arrodilló a su lado.

    Durante unos instantes Cinco pareció buscar su rostro con la mirada. La sangre le salía a borbotones de la boca. Terriblemente conmocionado, Klaus lo meció con suavidad, susurrandole una y otra vez que no era culpa suya, hasta que las pupilas azules quedaron vidriosas e inanimes.

    –Por favor, no me dejes– musitó Klaus entre violentas sacudidas, producto del llanto cargado de pesar, temor y soledad.

    No transcurrieron ni tres minutos para que Klaus experimentara una electricidad en su cuerpo, así como una materia extraña adhiriendose a él. Ya lo había vivido antes, cuando Ben ocupó su cuerpo.

    Ahora sentía la presencia de Cinco dentro de él.

    No le tomó mucho comprender la razón que había llevado a Cinco a tomar aquella medida tan extremista.

    Antes de perder el conocimiento, Klaus sonrió y se abandonó al vacío incorpóreo para que Cinco pudiera hacer uso de su cuerpo y utilizar de vuelta sus poderes.

    "Retrocederé en el tiempo y estaremos bien. Lo prometo"

    Klaus supo que así sería, pues desde siempre había creído en el enorme potencial de su adorado hermano.
     
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