38.º Reto Literario "Till the World Ends" ― SIGNALIS: "HILF MIR"

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    HILF MIR de › petrov.
    Written for the 38avo. Reto Literario: "Till the World Ends".

    ❥ Pairing
    SIGNALIS » Ariane/Falke/Elster.
    ¿BL? Y | N


    ❥ [ONE-SHOT] 12.014 palabras.

    ❥ Terminado.

    ❥ Rating & Advertencias.
    M ; ¿Unreality?, violencia (menciones de daño físico y mental)

    ❥ Comentarios del autor.
      Después de el susto que me pegó el fic de Bloodborne con el límite de caracteres en un post hice todo lo posible por mantener la trama más o menos breve. Ooh boy, eso fue difícil, pero para ser un fic que (de nuevo) recrea la narrativa de un juego y al mismo tiempo es un estudio de sus personajes no está tan mal i guess?

      Ayo, Juu, 'tis the signalis fic. do look up the morse code i prommy it's nothing bad.

    ❥ ¡Buena lectura!



    HILF MIR




    Un frío inexplicable se impregna en su patrón neural, abriéndose paso en la forma de un millar de manos microscópicas invadiendo su infraestructura con un tic en la articulación de su mandíbula, luego buceando por largos nervios de cobre hasta asentarse en las sesenta y cuatro tuercas que sostienen los complejos de placas madre detrás de sus ojos artificiales.

    Un poco más arriba, sí, arriba y en la superficie, justo en su frente, el frío se arremolina en dos trazos finos.

    La Replika se sacude entre las sábanas plásticas, incapaz de abrir los ojos y de conseguir el alivio del calor desechado por sus ventiladores circulando en el nido improvisado. Hay un problema con la interfaz de bioresonancia y una cascada de errores derivados la mantienen muy ocupada como para resistir la interferencia que rebota en su cabeza.

    Ella ya ha conocido un frío así, pero eso fue hace mucho tiempo, es más, diría que fue poco después de salir de producción y antes de ajustarse al pecho la placa de protección roja…, ¿o blanca? No, la primera fue roja… ¿la primera? Desecha rápidamente ese pensamiento al sentir un sabor ácido quemando las conexiones a su mandíbula. La sustancia disuelve el metal a cada gota derramada y oxida lo que no puede deshacer.

    Intenta gritar, mas, su módulo de voz no recibe su orden, así que ahora grita por la red bioresonante. Trémulos y visibles, los bordes del recuerdo vuelven a formarse.

    Nunca ha usado las placas aislantes que usan las unidades técnicas, ah, espera, ¿cómo era de nuevo?, ¿comandante? No encuentra músculos de los cuales tirar para hacer una mueca. En el entretanto, el asistente interno le presenta los siguientes datos: Führungskommando-Leiteinheit-Replika, Controladora de Replikas modelo FKLR ‘Falke’. Otro mensaje flota por su mente: FKLR S-23, comandante del Complejo Sierpinski en el planeta Leng, propiedad de la Nación. Eso le hace más sentido, mas, ninguna de sus articulaciones le responde cuando quiere levantarse, al menos no de la manera de la que ella quisiera, en cambio contrayéndose a intervalos irregulares como una hormiga infectada.

    Una cascada de ácido burbujeante carcome el tejido artificial que compone la efigie de propaganda que le han dado por rostro, pero el sitio vulnerado pronto se resbala y cae carbonizado entre largos mechones de un negro artificial gracias a la rutina de amputación. Falke resiste el avance de la enfermedad y busca cómo acelerar los pocos programas saturados con tareas de desinfección. Sus procesadores zumban violentamente, demandando más capacidad de procesamiento con una llamarada que ondula por recubrimiento de silicona y después hacia el chasis de su espalda, produciendo un hedor característico de la maquinaria sin mantención.

    Falke para en seco. Ella no tiene sensores odoríferos. Algo está mal. Alguien le está transmitiendo datos que no tendría cómo entender y no puede a ver más que estremecerse ante esta sensación desconocida, exhalando las llamaradas de su sistema por los dos tubos de escape modelados mediante el símil que tienen los Gestalt para su intercambio gaseoso, sin embargo, nada la prepara para que el frío le dé paso a una sensación peor.

    La silueta de una mano ajena encuentra a la suya por un breve instante, pero eso es todo lo que necesita para saber que fue otra Replika y también estimar sus características. Por ejemplo, por la forma de los dedos adivina que no es Adler ni una de las Kolibri; segundo, puede descartar inmediatamente a las unidades Ara, Eule y Minah por el simple hecho de que ninguna puede soportar su presencia y menos aventurarse más allá de su oficina; por último, al conocer todos los tipos de unidades en S-23 y no esta mano extraña, sólo puede imaginar que sea otro tipo de Replika ajena a la jerarquía de este complejo y que se haya atrevido entrar a pesar de los guardias apostados en cada pasillo.

    Quiere levantarse para reeducar a la irregular, pues, al fin y al cabo, esa es su función como herramienta de comando para AEON. Ganas no le faltan a pesar de la compulsión de ejercer su autoridad, mas, Falke se mantiene inmóvil, amortajada en sus aposentos y ahora al son de una melodía familiar mientras los pasos de la irregular desaparecen entre el silencio de cada nota.

    La comandante bucea en su impotencia por un rato antes de ahogarla con el audio que viene de la radio decorada como un búho con la que se había ido a dormir quizá hace cuánto tiempo.

    El aparato tararea en un registro bajo con algunas notas altas salpicadas en una melodía irregular, guiando inconscientemente la guerra interna contra la infección a una tregua. Falke flota en una especie de limbo en el cual no tiene órdenes que dar ni mantención que realizar, sin embargo, su programación naturalmente le hace guerra a este estado e intenta diagnosticar de nuevo la infección que la ha forzado a quedarse en coma mientras su código intenta preservarse y sobrevivir al parásito que se revuelve entre sus recuerdos. Las notas altas titubean por un instante, interrumpidas por el cambio de dirección del ronroneo de las frecuencias bajas para luego seguirlas, cambiando la sensación de la música a un ambiente sereno, atento, pero gentil en la modulación del sonido. Suspira y se deja hundir en la marea que reverbera por su complejo metálico.

    A pesar de que se encuentra plácida, la Replika no puede evitar sentir que algo le falta. No se trata de ningún componente ni combustible, pues ahora siente el sistema de termorregulación murmurando entre sus costillas de titanio y los scervos al interior de cada articulación ronronean bajo la presión de su cuerpo metálico.

    Tras unos instantes puede reconocer el registro alto como las notas de un piano, cada una resbalándose lentamente tras su oído, tentándola, tirando de ella hacia lo desconocido. Cierra los ojos apretando los párpados de silicona con toda la fuerza que puede producir, inmóvil hasta que sus pies pierden la superficie.

    La Replika se siente flotar, pero también va perdiendo la recepción de la música. Mientras la compulsión se deshace en el vacío ella actúa confiada al dejarse llevar por las órdenes encriptadas que mueven sus manos para abrir su traje protector y rápidamente activar la radio. El código morse canta en su procesador y se derrama por los parlantes que reposan en la base de su cuello. Vuelve a registrar el frío capaz de congelar sus nervios por apenas un pestañeo antes de cerrar el traje, ahora concentrada en arrastrar sus pies por capas de nieve hacia el origen de la transmisión.

    Habrá pasado un instante o quizá una eternidad, no importa, pues cuando abre los ojos ni siquiera se sorprende al encontrarse en una recámara de presión. La estancia está pintada de un blanco perfecto, por lo que debe ajustar la vista para diferenciarla del mundo exterior. Su mano, o la mano de alguien más, produce una tarjeta de identificación desde uno de los bolsillos del traje.

    Fue apenas un vistazo, pero sobre la barra magnética envuelta en el pedazo plástico puede reconocer la siguiente inscripción: Schiff-Techniker Replika modelo LSTR, después, cuando pasa la tarjeta por el lector ve la otra parte que tiene el código de la unidad y una foto de mala calidad impresa al lado izquierdo. Se parece mucho a ella…, ¿a quién? Bueno, tendrá que pensar en eso en otro momento. La puerta metálica al otro lado se sacude gracias a la activación del mecanismo, sacudiendo el polvo que cubre su reflejo. Ahí ve a LSRT-512, una Replika de estatura promedio, con chasis del mismo azabache de la melena plástica y un pectoral bermellón estándar. Mientras más mira los detalles de su reflejo más crece la sensación de que un extraño la mira de vuelta en este espejo improvisado.

    La puerta metálica se abre y revela una nave compacta al otro lado. Sus oídos se destapan. Pronto pierde rastro de la melodía para luego concentrarse en las dos cápsulas para trajes de alta resistencia que reposan a cada lado del panel y su lector de tarjetas. Sólo hay una con su traje, así que presume que la otra está vacía porque debería tener el que ahora mismo tiene puesto. Al menos esto es todo lo que piensa bajo este contexto, pues todo lo que tiene es la perspectiva de la técnica mientras se desviste del uniforme, corre diagnósticos en sus partes y calibra sus instrumentos para seguir cumpliendo sus labores.

    Inscrito en las letras claras del panel de control puede ver un dato interesante, ignorando las distintas mediciones y gráficos con respecto a otros cuerpos celestes hay un contador que tiene su propia casilla dentro del menú que lee “ciclos”. Elster entorna la mirada e intenta hacer memoria de qué significa el número 888 en este parámetro. La memoria la elude por un buen rato, es más, llega a sentarse en su silla de comando para no sobre exigir la capacidad de sus piernas mientras la nave realiza una maniobra para evitar la atmósfera del planeta que pretenden pasar.

    El silencio en la cabina resalta cada uno de sus pensamientos, pero al otro lado del vidrio se encuentra la mancha roja de Rotfront enfrentando su mirada perdida, juzgándola en silencio hasta que su atención se dispara al encontrarle significado al número en la pantalla. Bah, cómo pasa el tiempo… ya casi van para los dos años y medio en la Penrose.

    Algo más la separa de su ensimismamiento, similar en algunas partes al tarareo que la trajo aquí en primer lugar. Elster frunce un poco el ceño aprovechando de que no hay otras Replikas que puedan corregirle este gesto, prestando atención al tarareo lejano.

    Una curiosidad por saber el origen la carcome por dentro. No basta ni esperar dos pestañeos prudentes para que ya se encuentre en camino.

    Su búsqueda es lo más cautelosa que puede ser en una nave donde todas las piezas metálicas requieren mantención constante para que no se desarme con las turbulencias, posando la terminación metálica que tiene como pie en las uniones con amortiguamiento plástico para ahogar el sonido de sus pisadas fuertes. Gracias a su sistema de audio integrado tiene un excelente sentido auditivo que le permite encontrar al origen de ese sonido novedoso en la estancia común de la Penrose.

    La técnica asoma la cabeza hasta que sus ojos dejan de ver el marco metálico que separa la encrucijada de las otras estancias de la nave, encontrándose con una Gestalt desparramada de una manera poco aconsejable sobre tres sillas una al lado de la otra. No se supone que sienta frustración porque ya le ha dicho varias veces que no haga eso porque esta habitación no tiene todos los filtros de radiación de la cabina y se puede caer con las turbulencias…, bah, pero qué va a saber ella, su programación y el sentido común si Ariane quiere leer una y otra vez esos documentos ilegales que logró contrabandear. Hela ahí con la cara enterrada entre las páginas y los mechones pálidos levantándose con la estática. Ojalá que tengan un sacudón fuerte para que aprenda bien.

    Ariane murmura versos extraños que no puede evitar escuchar.

    —Rompen las olas neblinosas a lo largo de la costa, — Elster se tambalea como embriagada con la cadencia de la voz de Ariane. Quinientos doce nodos sobre su nuca pestañean simultáneamente para devolverse el canal visual. — Los soles gemelos se hunden tras el lago. Se prolongan las sombras…

    Dicho y hecho. Antes que la Gestalt pueda terminar la estrofa toda la Penrose se sacude como una caja de fósforos entre la tormenta solar y el campo magnético alterado de Rotfront. Ariane cae, rebota en las latas que esconden la cablería y no logra trepar de vuelta a las sillas hasta que el zarandeo llega a su fin natural, algo que habrá tomado entre cinco a diez minutos acompañados con una cacofonía de distintos metales resistiendo el oleaje invisible que viene del espacio.

    Sólo después de asegurarse de que no van a tener otro evento es que Elster anuncia su presencia en la sala común.

    No es ni un saludo ni una disculpa lo que la recibe: —Ay, uf, mis piernas… ah, ¡no lo digas! No lo digas, ¿ya? Sé que no debería leer de cabeza, no tienes para qué recordármelo, — Elster intenta mantenerse estoica, pero esto no significa que no esté convencida y levante una ceja. — ¡oye!, ¡no me pongas esa cara! Todos los días se ven igual en el espacio, ¿no?... ¿NO? Mira tú, qué envidia te tengo si ni sabes lo que es tener que acostumbrarte a la vida cotidiana en una nave como la Penrose.

    Hay algo que siempre la ha sorprendido de la capacidad de expresar emociones en algunos Gestalt, bueno, de la única que ha conocido desde su partida de producción. Elster nunca ha tenido la necesidad de contorsionar su rostro para expresar sus intenciones y, si Ariane fuese otra Replika, no dudaría en reportarla para que la desmantelen. Para suerte de ella no tiene cómo pedir que la disciplinen, además, su comportamiento cae dentro de los parámetros aceptables.

    Conoce todo lo que debe gracias a que su base de datos la provee con información básica de sus necesidades y un manual para llevar a cabo procedimientos médicos, o al menos lo que la Nación considera fundamental. Gran parte de esa información no suele ser necesaria, sin embargo, en estos momentos le gusta hacer memoria de las pocas líneas que le dan a entender que deben ser reeducados para no exhibir muestras de individualismo que puedan ser considerada ofensa contra el régimen, pero su condición de Gestalts significa que impulso siempre va a estar presente. En caso de unidades como la suya le basta mantener rutinas con las que ejercitar su patrón neural con tal de no enloquecer, pero estas criaturas tienen el único propósito de crecer para cosechar patrones neuronales más estables con los que después crear nuevas Replikas.

    Ya se hace una idea de por qué Ariane terminó con ella en la Penrose en vez de cumplir su propósito como Gestalt. Y no le importa. No sólo porque no afecta en nada a la misión, sino que toda relación con ella debe ser a base de órdenes hasta que lleguen a la coordenada encriptada a la que las han enviado.

    La humana sigue hablando.

    —Para qué te digo lo difícil que es tener el autocontrol para no tragarme la reserva de pastillas… — Una pausa incómoda corta la oración. Elster entorna los ojos y se prepara para encontrarse con los de Ariane. —, ah, ¿que ya no hacen a tu modelo con un modelo neuronal más empático? Ah, no, no me respondas.

    Todos los procesos de la unidad LSTR paran en seco, aguardando la siguiente orden de la humana al mando. El tiempo se tropieza sobre sí mismo, alargando el error hasta que la escena termina de congelarse.

    —Ahora vas a ver que yo te voy a enseñar empatía, ¿mm? — Elster se prepara para las consecuencias. — Prende esa radio, te voy a enseñar a bailar y más te vale aprender bien.

    Titubea antes de responder: —¿Es una orden?

    —¡Por supuesto que es una orden! — Ariane ríe. — Has estado todo este ciclo allá afuera arreglando las antenas. Lo mínimo que puedo hacer es enseñarte algo que la Nación no puede, ¿no?

    Aprieta la mandíbula instintivamente, pues nada en su programación la ha preparado para un momento así. En cualquier otro lugar la Gestalt estaría bajo su autoridad y cualquier testimonio suyo sería inferior a la palabra de una unidad designada como Protektor, por lo que no sólo es ilógico que intente sobrescribir una orden en su sistema de prioridades, sino que bordea una arrogancia común en los humanos que debe ser disciplinada hasta que ese entramado asqueroso de neuronas ni siquiera lo considere una opción.

    Todo esto sería cierto si tan sólo fuese Elster quien experimenta este recuerdo, sin embargo, la consciencia de la comandante es más que suficiente para tomar control de esta unidad inferior y llevar a cabo la función por la que fue creada. Ni siquiera duda en tomar posesión de este cuerpo, pronto adaptándose a las dimensiones y partes de la unidad LSTR-512 como si fueran propias.

    Una vez que su patrón neuronal encuentra homólogos, Falke proyecta su voz: —Gestalt Ariane Yeong, código PKZ: YNGARN-L-5921D. Usted ha demostrado actitudes que comprometen el orden según el manual de conducta — El comando hace un eco ácido en la sala metálica. Ariane la mira con una expresión complicada. —. Para el bien de nuestra nación el proceso disciplinario es inminente. Cualquier acción u palabra que interfiera con el proceso será considerada un agravante para su hoja de vida y será tratada a discreción por la unidad presente.

    Este cuerpo insignificante no puede demostrar el poder de la comandante pues, por ejemplo, con una estatura de menos de dos metros no puede instigar miedo en el subconsciente de la Gestalt y carece de los módulos bioresonantes que le permiten ejercer su autoridad. Lo único útil de la Elster es que su composición es lo suficientemente versátil como para reproducir su postura hostil gracias a un modo de combate predeterminado.

    Falke está confiada que con un poco de intimidación será suficiente, sin embargo, no espera verse abrumada por su propio truco.

    Bastó que la Elster poseída pestañease para que cada hilo de cobre que compone su complejo neural fuese comprimido por una mano invisible, así interrumpiendo todos sus procesos para reemplazarlos por un dolor que sólo una máquina puede tener. A pesar de que conoce el término, su diseño neural le impide manifestar la sensación con un grito. Tanto la estructura mecánica como las placas metálicas con circuitos delicadamente dibujados para su mayor eficiencia se quejan bajo la presión y después intentan no quemarse con un escalofrío que la azota como un rayo, desconectando varias regiones del control de la comandante en el proceso.

    No es necesario decir que ella ha quedado sin palabras, pues la posibilidad de que esta Gestalt pueda ejercer las mismas ondas de bioresonancia nunca se le podría haber pasado por la cabeza. Gracias a sus cortafuegos que no llega a sentir el daño, mas, por un milagro la unidad técnica sigue viva y también se tambalea sobre sus pies mientras se recupera del impacto.

    Arianne se pone de pie y aprovecha que Falke aún no puede recuperar el control del cuerpo ajeno.

    —Tú no eres mi Elster — Bajo los seis mechones pálidos se asoman dos ojos que intentan ver lo que hay atrás de los suyos. —, ella siempre fue más tiesa para estas cosas, pero nunca una escoria para Eusan.

    La mirada ajena se entorna para ver mejor, no, mejor dicho, floreciendo con una curiosidad mórbida antes de tomar el rostro de silicona y examinarlo. Un terror indescriptible se pasea por su sistema junto a la posibilidad de que la humana sea capaz de verla, pues, si uno puede ver a su enemigo también puede neutralizarlo. No puede permitirlo. Si antes era una unidad orgullosa, ahora la comandante tiene la certeza de que va a perder y quisiera gritar en el canal de contacto hacia AEON para que envíen refuerzos a toda costa.

    —¿Por qué sigues buscando respuestas donde sólo hay preguntas? — Ariane entorna los ojos cuando parece encontrar a la intrusa que titiritera a Elster. — Al final sólo vas a encontrar sufrimiento.

    Se estremece bajo la mirada atenta de la Gestalt. Si tuviese un corazón, no le cabe duda de que estaría latiendo desaforado para mantenerla consciente a base de adrenalina, pero en el caso de las Replikas no existe nada parecido, por lo que su consciencia sobria es capaz de recolectar el basural de datos que viene después. Así es como la Elster se libera de su control y sigue el curso natural de esta tragedia, tomando la mano de carbón de Ariane para aprender a bailar, luego tropezándose una y otra vez en sus primeras prácticas y después adquiriendo una maestría similar a la de su instructora.

    Falke observa en silencio las innumerables veces que practican una pirueta. Simultáneamente piensa dos cosas: ella debería estar en lugar de la Elster y también debe de haber una forma de escapar de este purgatorio.

    La pareja da vueltas en las habitaciones compactas de la Penrose. A veces se equivocan o se emocionan demasiado, tiran muy fuerte del brazo de la otra o Elster pisa sin querer uno de los pies de Ariane, en fin, errores menores y que pasan desapercibidos en una actividad a la que no le encuentra sentido alguno.

    Una señal interfiere la escena, cortando la visual como un cuchillo al rojo vivo para mostrarle un cuadro distinto en los mismos colores. Le toma un segundo ajustar los parámetros en su sistema para reconocer la explanada llena de Replikas que hicieron cortocircuito reciben a la nueva audiencia, pues sus sensores gritan al detectar el punto que la irradia.

    En medio de esta escena mórbida hay una sola que camina entre las ruinas, sin duda también afectada por la radiación que permea el ambiente.

    Se demoró mucho en reconocer las intenciones de esta unidad extraña, al menos hasta que un tirón violento la hizo jurar que el brazo que salió volando fue el suyo. Una respuesta de huida automática la revuelve entre las sábanas mientras intenta recuperar los momentos antes de que sus sensores dejaran de recibir respuesta de esta extremidad, ahora sorprendiéndose porque el contexto que le muestran sus sentidos se encuentra afuera de la Penrose con la misma unidad Elster…, o una de la misma línea, pues lo último que registra es verla deshecha en medio de la nada. Tiene la impresión de que esa no es LSTR-512, pero, en cualquier caso, todo lo que queda de ella es su cadáver con los ojos perdidos en algún punto del cielo carmín.

    No tiene palabras para describir la sensación que retumba en todo su complejo. La disonancia cognitiva de haber visto a la misma unidad Elster con la placa estándar bermellón bailando con una Gestalt e inmediatamente después verla intentar entrar a la misma nave y fallar en el intento es suficiente para darle náuseas. O, bueno, lo más cercano a eso, porque su boca sólo se extiende hasta el módulo de voz y sus sintetizadores subordinados, imposibilitándole el vómito.

    Una consciencia afuera del tiempo observa la trayectoria indefinida para no perderse en el abismo. Esta existencia es simultánea a muchos fenómenos que tanto un Gestalt como una Replika son capaces de percibir, aunque el primer grupo es más cercano a las tradiciones supersticiosas para entenderla.

    Para la tragedia de sus profetas este ser no puede ser encapsulado del todo, ni siquiera la noción de omnipresencia logra comprender la razón de su simultaneidad, pero, a pesar de esto, la consciencia afuera del tiempo no es un dios ni una aparición. Estoy hablando del ojo de Rotfront, del respirar de la interferencia pasando por una radio, una nave a la deriva, una moneda deslavada y el hedor de tejidos vivos e irradiados. Se lo habían presentado como otra cámara de la Nación vigilándola. Ahora ella mira a través de este.

    Los colores se derriten en una retina que va perdiendo su lustre, pronto mezclándose en una gota que no encuentra dónde derramarse. A pesar de que cae en un medio extraño aún se puede apreciar el efecto del roce en la caída de esta partícula, la cual va dejando una línea perfecta en la misma forma en la que un asteroide raya la noche del espacio al quemar los materiales de su superficie. No puede percibir la verdadera esencia de ese rastro que pinta el espacio, sin embargo, lo que sus sensores pueden interpretar se convierte en un rojo bien saturado.

    Esta es su primera vez en el limbo y, al mismo tiempo, una de las cuantas que ya ni siquiera quiere contar.

    Incorpórea y un poco inconsciente es como aguza la mirada entre el color visceral de este líquido para ver al otro lado. Una foto en donde se veía a Alina Seo pierde su color y la tinta que deletrea su nombre encuentra una forma ligeramente similar a la primera, completando de este modo el rostro de Ariane Yeong recién enlistada para el proyecto Penrose. Por un momento llega a pensar que es ella misma la que está viendo esa foto, pero la mano metálica que la sostiene es más pequeña que la suya. Incluso si pudiera hablar o producir algún sonido para manifestar su confusión, el resto del mundo se le va abajo cuando la Replika desconocida levanta la vista y se ve al espejo. El reflejo le muestra ni más ni menos que otra unidad tipo LSTR.

    De esta manera todo un ciclo ocurre frente a sus ojos, incluso cuando intenta apartar la mirada la realidad al otro lado del rojo grita, se sacude y destroza otros modelos de Replikas bajo la violencia más eficiente que puede producir la unidad técnica. Ya no puede tener simpatía por las unidades infectadas, de hecho, que esta Elster se pasee por las instalaciones de Sierpinski e incapacite los tumores que mueven sus cuerpos es la única piedad a la que pueden aspirar. Lo único que le revuelve, figurativamente, el estómago es que no puede decir lo mismo de su asesina.

    Hay una pequeña incertidumbre que acompaña a esta unidad taciturna, pues si ella también terminarse infectada no tendría cómo saberlo. Al menos no se tiene que preocupar por su mantención, pues cuando uno de sus brazos termina siendo dañado no haya nada mejor que encontrar otro, insertarlo en el vacío de su scervo dañado y cerrar su caja torácica con la pechera antibalas blanca que es típica de su modelo.

    Todo lo que puede hacer es confiar en la Elster que se abre paso por esta pesadilla, pero eventualmente eso también termina siendo una gran falla de cálculo por parte de la comandante. A pesar de que en esta vuelta hizo las cosas un poco mejor, después de asesinar a la diosa al final de la pesadilla en Sierpinski, la técnica vuelve a arrastrarse al umbral que divide el final del mundo, sin embargo, los restos de Adler aún animados por la enfermedad logran cortar una de las arterias detrás del ojo derecho antes de que Elster descargue su último cartucho en su cráneo.

    La herida va a ser eventualmente mortal, eso está claro, pero la Replika sigue avanzando a pesar del desangrado.

    Tan cerca, sólo un poco más para llegar a la silueta de la Penrose-512 que corta el horizonte. Gracias a la pérdida crítica del oxidante dejan de ver el rojo visceral, en cambio, un azul frío con un millar de estrellas corcheteadas en el firmamento observa a la Replika tirando de las manillas de emergencia. Iba tan bien…, pero ¿qué la espera al otro lado de la salida de emergencia?

    Esa Elster decide que no es nada de importancia. Al final las va a dejar atrás, incapaz de hacerse responsable.

    La consciencia al otro lado del mundo grita de ira, pero incluso su voz se pierde como una radiación que hace hervir el oxidante que corre por las venas artificiales de la otra unidad. A pesar de que se está friendo viva encuentra la manera de darse una muerte más agradable al deshacerse de la pechera blanca, pronto sucumbiendo a la falla de sus ventiladores y cayendo sobre uno de sus costados.

    Digno de una cobarde.

    Falke no habría hecho eso, o al menos se quiere convencer de que no lo habría hecho. A fin de cuentas, le sale mejor mentirse antes de admitir que también le habría gustado intentarlo, quizá por esa misma curiosidad mórbida que la mantiene atrapada en un lugar que nunca va a llegar a comprender.

    Una vez más vuelven al inicio.

    A estas alturas ya conoce mejor que nunca las instalaciones de Sierpinski-23, pues si antes fue informada mediante documentos y fotos del sitio, ahora tiene la experiencia práctica de observar cómo una nueva unidad Elster tiene que arreglárselas para solucionar distintos problemas que interrumpen su proceso. Después de ver las mismas habitaciones por tantos bucles no puede evitar sentirse un poco celosa de la habilidad de la ingeniera, pues, a pesar de que las piezas faltantes siempre son las mismas, tarde o temprano logra solucionar las fallas en el sistema.

    Quizá en una de esas también podría haber solucionado la falla del generador principal de la Penrose antes de que empezara la fuga radioactiva o, de lo contrario, haber tenido un poco de humanidad para sacar al personal Gestalt de su eventual sufrimiento…, ah, eso último suena más plausible. Puede que las dos tripulantes ya supieran el final obvio. La comandante empieza a entender un poco mejor la situación.

    Se le va la sensación del tiempo en este ciclo específico, pero sí sabe que por alguna razón la Elster ha perdido su cautela al enfrentarse a las Replikas infectadas una vez que baja al complejo minero. Al igual que en otros ciclos la pistola parece que la hubieran soldado a su mano, mas, los otros seis espacios solían tener al menos dos kits de reparación en caso de que la situación escalase demasiado, no obstante, ahora con suerte lleva uno, prefiriendo guardar el resto en las habitaciones seguras como si estuviese segura de que puede sobrevivir una bala loca sin un escudo.

    No le entra en la cabeza que sea tan osada e intenta encontrarle una explicación, algo que no es tan difícil si uno piensa que en esas caídas inmensas se le hayan aplastado algunos de sus cables y por eso su patrón neural permite que sea tan irresponsable consigo misma.

    Cuando menos se lo espera la imagen de la unidad Elster desaparece. Falke se retuerce a pesar de no tener forma física en este espacio, buscando algún punto de referencia entre las cortinas de oscuridad que la envuelven, mas, lo que primero cree que son luces después se acercan más a ella para transformarse en letras. Con un poco más de atención es evidente que el texto no fue impreso por una máquina, no, ningún componente de la nación podría soportar los errores redundantes que tiene la caligrafía típica de los Gestalt, aunque el trabajo por reconocer al autor de estas palabras es relativamente rápido.

    Adler también hacía esta estupidez de escribir el diario a mano, pero la caligrafía del coordinador se asemeja más a la de una imprenta recién calibrada, mientras que los trazos que tiene frente a ella parecen hechos por un pincel tembloroso. Por otra parte, Adler tenía la necesidad de documentar la hora de su diario en la misma manera en la que se envían reportes para otras partes del complejo, mientras que este sólo menciona un cierto número de ciclos.

    Revuelve sus circuitos para encontrarle sentido y eventualmente se le ocurre que ese es el protocolo para redactar el historial de un viaje espacial.

    A pesar de la situación, no puede evitar sentirse orgullosa de sí misma por encontrar la respuesta, así que no tiene apuro para leer los contenidos. Ojea rápidamente el inicio de la página, el cual indica que es del Ciclo 2503 y que lee lo siguiente: “Creo que perdí más pelo. Me siento aquí y me hago un día más vieja. Cada vez que me levanto me siento más vieja, débil y enferma. Cada vez me falta el aliento más rápido y me duele la espalda cuando me siento. ¿Cuánto más puedo seguir? Al final del día siento que me estoy muriendo.”

    Sus circuitos desarman cada frase cuidadosamente, corriendo distintos procesos cognitivos por su infraestructura para dar con el posible autor de estas palabras. Al final no es necesario porque resulta obvio que debe ser una parte del diario de Ariane Yeong. El texto desaparece poco después. Por alguna razón esperaba que después de llegar a la respuesta correcta podría volver a vigilar a la Elster, en cambio, la oscuridad la mira de vuelta y sigue mostrándole más fragmentos del diario.

    Sin duda esta fue su transferencia de datos más larga hasta la fecha, pero aún así siente que le faltan más datos. Esta compulsión casi es suficiente para sacarla de su ensoñación, mas, un dolor que corta desde su ojo hasta su nuca explota en medio de sus circuitos antes de devolverle la imagen de la unidad Elster enfrentándose a Adler al borde del mundo.

    Esta vez escucha un poco mejor la breve conversación. Él está cansado de estos ciclos y decidió sucumbir a la infección, sin embargo, su configuración no lo prepara para combate y vuelve a caer como un gusano después de que Elster le arregla la nariz a balazos. Para mala suerte suya, su patrón neural es el más eficiente para redistribuir recursos, por lo que le toca agonizar mientras ella desaparece al otro lado del umbral.

    Qué vergüenza debe ser un malgasto de metal y silicona si ni siquiera puede ser una verdadera amenaza contra otra Replika inferior.

    La siguiente secuencia es muy similar al final del ciclo anterior, pero cuando intenta aguzar el oído a la conversación, su canal de audio termina de freírse. En alguna parte su cuerpo convaleciente frunce el ceño. No importa, puede que no tenga uno de sus sentidos funcionales, pero todavía puede verlas, así que ajusta su programación para decodificar la conversación según los movimientos de los labios. Al menos tiene el placer de decir que al menos lo intentó, pues como otras veces que intenta sobreponerse a la descomposición de sus componentes ya es muy tarde como para saber lo que se dijo.

    Incluso su canal de video empieza a ceder cuando la unidad Elster encierra el cuello de la Gestalt con ambas manos. Los miles de nanómetros de circuito que forman su patrón gritan bajo esta presión.

    Su sistema le advierte del horrible porcentaje de su posibilidad de muerte, después vienen sus programas auxiliares para reducir ese número y finalmente el gestor de tareas congela la mitad de todos los procesos para privilegiar algunos y compensar el uso de recursos con la activación de sus ventiladores. Algunas de sus extremidades se desconectan para no sufrir daños ante una eventual descarga en el sistema.

    Gracias a la fiebre siente que el mundo lo que pasa muy rápido para ella, pero basta que Ariane quede inconsciente por un segundo para que su módulo de bioresonancia pueda ejecutar el cortafuegos. Un montón de código basura intenta reconectarla al campo bioresonante, pero las rutinas antivirales logran purgar al invasor. Se hace silencio en su cabeza por un instante, luego, las notas del piano titubean antes de devolverse sobre sí mismas.

    Da gracias a que su programación dejó su consciencia en un estado quiescente antes de devolverla a la realidad, sin embargo, esta maniobrita la ha devuelto al siguiente ciclo.

    Falke espera con el corazón, figurativamente, en la garganta. Lo que escucha a la distancia no pueden ser otra cosa más que un par de pasos, pero no suenan con el mismo ritmo que usan los Gestalt para maniobrar su peso, sino que la manera en la que la pisada aplasta el metal con acentos delata que se trata de una Replika. Su programa descarta a Adler inmediatamente. Ese pobre bastardo no está hecho para sobrevivir a largas exposiciones de bioresonancia, así que habrá enloquecido o ya ha encontrado una manera de suicidarse en cada ciclo, dejando sólo una unidad en la lista.

    La unidad LSTR irregular que en su primer ciclo falló y en todos los siguientes siguió fallando hasta que en un intento de autodeterminarse decidió irse de la Penrose como si nada de esto fuese su culpa. Afuera, en el frío de Leng, también murió. Eso le da un poco de satisfacción, pero ahora no tiene cómo saber lo que pretende hacer. Entonces todo lo que puede hacer es esperar.

    Su paciencia es recompensada con la pronta llegada de la irregular a pocos pasos de la cama en la que ha estado en coma para este momento, ambas atrapadas en el centro de la gran herida y la infección que carcome este espejismo de Sierpinski. Una marea invisible se estrella contra el complejo industrial y el impacto revuelve sus sesos de cobre para echar a andar el dominó de energía que abre y cierra las suturas del bucle, arrastrando un grito metálico de sus componentes estructurales y otro más de la tierra se sacude como un animal herido. En las profundidades del aparato minero se escucha un largo quejido de una bestia incomprensible, arrastrando consigo las mentes de las unidades inferiores hasta quemarle sus circuitos.

    Pero aquí la comandante traza con la mirada la estática detrás de sus ojos, imaginándose a la figura de blanco y negro al otro lado de la habitación.

    —¿Por qué volviste? Ya no queda nada para ti. — Falke habla con gravedad, pero la otra se mantiene inmóvil. Una mueca de disgusto se extiende por su rostro de silicona. — No importa lo que hagamos, nunca bailaremos de nuevo. Ella ya ni siquiera nos quiere.

    Una ira justificada empieza a arder en su módulo de voz, derramándose como lava por su espina y así sucesivamente hasta que toda su estructura se queja bajo la presión. Nunca se habría creído capaz de manifestar un odio tan vicioso que le dificulta la tarea de comandarse a sí misma. Sus ventiladores se activan en múltiplos de a seis para hacerle frente al aumento de temperatura en el sistema.

    FKLR-23 pega un grito ensordecedor, ahora atormentada con imágenes sin sentido que le son transmitidas mediante la bioresonancia. Si tan sólo Elster no hubiese fallado no habría pasado nada de esto. Tras los ojos azules puede entender mejor, ahora lo ve más claro, porque si Elster no le hubiese prometido algo imposible ella tampoco se habría hecho ilusiones. Un vestigio de su programa original tartamudea el comando para conectarse con las instalaciones de este Sierpinski falso y manejar sus piezas a voluntad, acelerando la infección que arrasa las últimas barreras en su cerebro.

    Falke deja de resistirse contra la marea, sintiéndose cada vez más ligera hasta que ya no hay interferencia en la interfaz de su cuerpo con la del monstruo que se retuerce en las profundidades. Lo que llegue a quedar de la comandante levita sobre las sábanas plásticas, ahora coronada con un halo dorado y envuelta entre una cortina corrosiva que disuelve lo que haya quedado de su piel sintética.

    —Las dos estamos incompletas — La voz de la Replika distorsiona el espacio. Esta diosa no pretende perdonarla. —. Volvamos a ser una.

    El ácido se contrae al centro del halo que flota sobre la cabeza expuesta de la comandante hasta estabilizarse en una gota más pequeña que una uña, sin embargo, ambas Replikas notan que el hedor se hace más intenso poco antes que vuelva a explotar. Falke separa su mandíbula, pronunciando una palabra silenciosa que retumba por la red bioresonante y, por ese breve instante, sólo puede registrar un zumbido doloroso. Elster instintivamente se encoge y cierra los ojos.

    La sustancia no sólo destruyó estructuras metálicas, ojalá hubiera sido eso, pues el inconfundible quejido húmedo de un tejido vivo y retorciéndose a los pies de Elster acompaña a la estática en su nuevo canal de sonido.

    La técnica abre los ojos como si le hubieran dado una patada en la espalda. Su sistema operativo corre distintos análisis para asegurarse que el agente tóxico no llegó a colarse a su sistema y, al final de la secuencia, su programación de combate mueve sus manos para que desenfunde su pistola. Los ventiladores de las dos máquinas silban de lo rápido que tienen que trabajar.

    Al centro de la habitación levita la única Replika capaz de tener su propia apoteosis, irónicamente coronada con oro tras ser reducida a sus partes mínimas, mirando al horizonte. Se ve más deplorable que divina. Tiene la idea de que su patrón neural tomó gran parte del daño que conlleva ascender, tanto así que ni siquiera puede coordinar los seis proyectiles. En ese sentido la recuerda a ella misma. Elster ve una oportunidad.

    De este modo lleva a cabo un plan improvisado. Primero pisa con la suficiente fuerza como para abrir una herida con la terminación de su pierna y así estabilizar tres tiros seguidos a su enemiga, la cual brama de dolor con cada bala que se incrusta entre sus placas metálicas. Las varillas doradas a cada lado de Falke salen disparadas. Elster se confía demasiado, incapaz de escuchar el pitido de las lanzas cortando el aire antes de atraparla en un círculo.

    Una interferencia parecida a la de las Kolibri tuerce su vista, pero no es suficiente para perder el ángulo de tiro. Su programa la ayuda para identificar la trayectoria y marca el objetivo con un cuadrado, el cual se hace cada vez más pequeño al corregir su postura.

    ¡Lo ve! Ahí, justo ahí, un tornillo minúsculo entre las clavículas artificiales. Ni siquiera lo piensa. Su dedo índice encuentra el gatillo y lo aplasta.

    Este último impacto logra aplastar el punto específico al que estaba apuntando y derrumba a la comandante, confirmando simultáneamente su hipótesis. Las unidades LSTR tienen distintos giroscopios para la retroalimentación de distintos sensores, pero aquel que se encuentra detrás de lo que sería el esternón en un Gestalt regula la postura de la unidad con respecto a su centro de gravedad. De este modo, cualquier daño que afecte su función puede desequilibrar a la Replika y, por muy morboso que sea gracias al hecho de que comparten algunos detalles de diseño, Elster llega a la conclusión de que podría matarla con el mismo conocimiento que tiene para llevar a cabo su propia mantención.

    Mientras Falke se encuentra vulnerable la interferencia que resuena desde las lanzas disminuye un poco. Entrecierra los ojos por un instante, pero no tiene tiempo como para preguntarse si su idea es factible, así que hace acopio de sus fuerzas para desenterrar una.

    Elster se acerca a la otra Replika, muda, pero con una mirada de mil palabras. Mira brevemente la punta de la lanza y después a la cabeza grotesca de la comandante, la cual consiste en una boca desgarrada y un casco sin ojos. Al menos esto último lo puede arreglar.

    Cuando ella intenta detenerla ya es muy tarde, pues la mitad del arma ya ha pasado por su cráneo y se ve la punta que gotea líquido refrigerante.

    La interferencia tira de su canal de audio. Un símbolo familiar ‘pestañea’ en su campo visual antes de cambiar la escenografía a otra zona del complejo Sierpinski, en específico, una parte que conoce bastante bien gracias a los lindos recuerdos de su primer encuentro con una unidad MNHR. En este caso goza de la compañía de dos unidades ARAR y una Falke inestable en su vuelo.

    Los gritos de las unidades menores devuelven a su programa de combate a la realidad, provocando que la Elster vuelva a configurarse con su pistola en ambas manos para enfrentarse al dúo. Más interferencia florece a la esquina de sus ojos y, a pesar de ello, la técnica no se distrae. La primera Ara cae fácilmente, pero la segunda la hace perder un par de tiros al esconderse detrás de unos tanques de oxígeno, de modo que cuando quiere dar el siguiente disparo hacia la comandante ya no le quedan balas en el cartucho.

    Aún desconcertada, tira del gatillo un par de veces hasta convencerse que tiene que buscar munición. Su lista de prioridades titubea cuando el programa de combate debe ser enviado a segundo plano por el de búsqueda activa, el cual rápidamente reconfigura su postura para examinar el ambiente. Mientras no recibe respuesta en su radar interno hace todo lo que puede por evitar la mirada de la comandante, mas, justo cuando su programa termina de escanear, Falke se voltea hacia ella y vuelve a manejar las cinco lanzas que todavía le quedan en su contra. Elster frunce el ceño. Al lado de la comandante puede ver las cajas de munición, pero va a tener que ingeniárselas para esquivar cinco proyectiles y a la Replika que los controla al mismo tiempo…, o simplemente ignorar el peligro.

    Este pequeño gambito resulta más favorable de lo que uno podría pensar porque sólo termina con una lanza enterrada en su hombro, con un daño sustancial gracias a la subsecuente explosión, a cambio de cuatro cartuchos llenos, además, el programa de combate se invita a sí mismo de vuelta a la lista de prioridades apenas recarga la pistola con el brazo que le queda bueno.

    Ni siquiera cuenta con cuántos disparos fueron para dejar a la comandante en el piso de nuevo, pero lo que sí sabe es que se tuvo que desenterrar la lanza en su hombro para hacerle compañía a la primera que dejó en su cabeza.

    El escenario vuelve a cambiar, ahora imitando la habitación de Falke antes de que llegase la infección. A pesar de tener dos lanzas ensartadas en su complejo de placas madre, esta vuelve a levitar, pero también va dejando un rastro de interferencia que afecta al canal visual de Elster.

    Una duda flota entre la cascada de comandos que intenta mantenerla viva. No tiene tiempo para pensarla cuando la otra Replika toma una de las lanzas aún fuera de su cabeza y la apunta hacia ella, algo que al inicio ni siquiera considera como un acto hostil y…, oh, pero no pasa ni un minuto para que no se arrepienta de haber subestimado las habilidades de bioresonancia de Falke, pues toda su consciencia se sacude como un barco en la tormenta. Una señal sin sentido plaga su canal de audio.

    Elster convulsiona porque su programación le impide expresar el dolor que late en su cerebro de silicona, además, si hubiese más palabras para describir la sensación quizá le daría cierto alivio para darle nombre a la manera en que sus circuitos se resisten al control de la comandante.

    Por un segundo los píxeles de su resolución se reorganizan para mostrar distintos términos en medio de su campo visual. Algunos los reconoce como parte del manual de conducta, sin embargo, otros extractos tienen una redacción tan ajena al estilo parco de los documentos de la nación que ni siquiera sus módulos de lógica logran decodificar el mensaje. Elster aprieta los labios e intenta esconderse detrás de la cama al centro de la habitación para recuperar el aliento.

    Sabe que algo atrás de sus ojos se está quemando, ya sea figurativamente o no, pero de igual forma se agarra las sienes para asegurarse de que los ventiladores secundarios siguen funcionando. Elster se agacha aún más, escondiendo la cabeza entre sus brazos. Otro grito ensordecedor rebota en la estancia, causando que una plaga de rojo brote al centro de su visión. Este pequeño problema técnico se esparce como largos gusanos del rojo más saturado que puede mostrar su interfaz para escribir “ACHTUNG” en sus retinas. Al menos mientras más presión hace en sus sienes, el mensaje pierde opacidad y le permite ver un poco mejor.

    El scervo de su hombro herido da un quejido largo al funcionar sin la capa protectora, cosa que le hace perder un poco de movilidad fina en todo el brazo comprometido. Aprieta la mandíbula antes de probar movimientos cíclicos a intervalos regulares para diagnosticar la movilidad de la articulación. Pronto concluye que no se le va a caer en los próximos cinco minutos, pero tampoco se puede dar el lujo de sacrificar el único brazo compatible y no infectado que pudo encontrar en esta pesadilla.

    De este modo, el siguiente plan depende de encontrar ya sea un inyector o una reserva de espray sintético. Ah, si sólo hubiese traído alguno de esos dos…, para eso sí maldice rápidamente la regla de seis que le hizo dejar el último que se había encontrado en la última caja fuerte. Su lista de prioridades pestañea frente a ella para conjurar otro plan de acción. Mira a su alrededor y una idea brota de la nada: Teniendo en cuenta de que Falke estaba en coma en esta habitación no suena muy descabellado que pueda haber algo así en alguna de las mesas, pero toma toda su valentía levantarse para buscar.

    Hace todo lo posible para evitar el contacto visual con la otra Replika, arrastrándose con cada músculo contraído y apoyando el brazo herido primero en una mesa metálica y después en un sitial de tapiz rojo. Por mucho que no tenga el rango de movimiento en ese brazo, sí le sirve al empujar un pack de espray sintético hasta hacerlo caer a sus pies.

    Falke vuelve a emitir un berreo en el espectro de radio, mas, está más concentrada en el programa de búsqueda que canta victoria entre sus circuitos, ahora urgiéndola a patear el objeto al lado de la cama al centro de la habitación para realizar la mantención a cubierto.

    La maniobra ocurre en un pestañeo y, en este mismo intervalo, Elster se halla a sí misma esquivando cuatro lanzas a poca distancia de su escondite. Una vez a cubierto y llenando la zona herida con la mezcla de polímeros también tiene el placer de ver cómo el metal parece absorber algún tipo de energía hasta el punto crítico en el que empieza a resplandecer en un tono bermellón agresivo para la vista. Instintivamente cierra los ojos para redirigir recursos a su reparación, pero le basta sentir cuatro explosiones simultáneas para imaginarse lo que pasó al otro lado de sus párpados artificiales.

    Todos sus circuitos rebozan de confianza cuando vuelve a tomar la pistola con ambas manos, reduciendo los disparos a una secuencia que no necesita de su pensamiento para ejecutarla. El lugar a donde han llegado sus tiros brilla bajo la luz ambiental y resalta entre el resto del metal negro que compone a la comandante, facilitándole la tarea de apuntar a tal punto en que Elster sólo tiene que esperar a que el cuadrado de su mira termine de estabilizarse para tirar del gatillo.

    Cuatro disparos para que caiga sobre sus rodillas y, por tercera vez, Elster entierre una de sus propias armas en su cabeza.

    Siente una pesadez indescriptible en las extremidades del lado izquierdo. Falke puede jurar bajo su nombre que no se trata de un daño de las piezas que las componen, sino que las varas de metal que atraviesan el hemisferio derecho de sus placas madre crea una redundancia en sus circuitos que de a poco va desconectando las conexiones al resto del sistema. Por otra parte, la interferencia en la red bioresonante no encuentra cómo desgarrarla más, así que ahora se manifiesta como un hormigueo frío que le va drenando las fuerzas.

    Ella grita de impotencia e intenta retomar el control a como dé lugar. Tres pedazos de metal salen disparados desde distintos puntos a su comando, doblándose hasta tomar la forma de escudos y así orbitar a la diosa malherida.

    Los colores de su antigua habitación se diluyen, luego mezclándose en un color que no llega a ser ni rojo ni café y luego ordenándose en un patrón que parece ser una alfombra con puntos. Su sistema registra dos impactos de bala, pero el dolor se hace nada cuando algo que no puede llegar a comprender del todo baña su visión.

    En un intento por procesar la información frente a ella termina confundiendo unos círculos oscuros en la alfombra como ojos. Así los cuenta. Cientos, no, miles de ojos bajo olas tranquilas se fijan en ella por un segundo o una eternidad.

    La comandante le devuelve la mirada a la cosa al otro lado del mar.

    Falke está aterrada y es gracias a este miedo que se fuerza levitar a pesar de que apenas se puede su propio peso y termina balanceándose de un lado a otro. La sábana de interferencias se sacude, teje y desarma la realidad, hasta que en un momento muestra el rostro incorrupto de la comandante con una expresión de terror constante. Bastó ese momento para que la comandante se diese cuenta que su existencia simultáneamente no tiene sentido y también es parte de un mensaje codificado, pero le falla el entendimiento para reconocer el significado o destinatario. Tampoco es su culpa, pues su programación no está hecha para soportar una verdad así.

    Largos gusanos rojos dibujan un comando conocido para ella. ‘STIRB’. En otra ocasión habría tenido a su escuadrón de Kolibris para llevarlo a cabo, pero ahora debe hacerlo ella misma, así que aún poseída por el terror de esa visión desata ataques en patrones sin sentido, alternando con las lanzas y proyectiles mediante bioresonancia.

    Su aluvión sin sentido llega a su fin cuando siente tres impactos certeros en su giroscopio que reinician el sistema de suspensión. La comandante frunce el ceño y muestra los dientes, aguardando con certeza la siguiente vara que va a empalar su cerebro.

    Algo que debe sentirse como el peor dolor concebible se transforma, por apenas un instante, en una sensación suave. Es un tacto rápido, hecho por dos puntos de contacto largos y finos. El término la elude por un momento. Falke suaviza su expresión y abre los ojos. Ariane Yeong la mira de vuelta como si le hubiera dado un beso a la herida, mas, cuando extiende una mano para que no se vaya, ella desaparece entre la interferencia y se transforma de nuevo en la Elster irregular que está haciendo todo lo posible por matarla. El contraste entre los ojos cálidos de la primera con los pragmáticos y mecánicos de la otra reavivan su ira.

    El mundo a su alrededor se retuerce para darle forma a una imitación de la prisión de Sierpinski, donde en mejores tiempos su autoridad sobre Replikas y Gestalts era suprema e incuestionable. Al igual que las otras veces antes de esta, la comandante levanta un brazo y grita una orden que sale en forma de un grito desgarrador, sin embargo, en esta ocasión sus palabras llegan a oídos capaces de obedecerle. Cuatro unidades ARAR patean las placas metálicas del piso hasta encontrar las salidas de los túneles que ellas mismas crearon.

    Mientras la unidad con mejor bioresonancia tenga soldados a los que controlar su victoria es un hecho.

    Ambas unidades están conscientes de la realidad, es más, es correcto afirmar que ya han calculado cada detalle del único final posible e inminente que puede ocurrir. Este enfrentamiento tiene un rumbo simple si uno ignora el proceso físico con el que tiene que llevarse a cabo, pues, sin excepción, las consciencias artificiales del régimen fueron creadas para admitir derrota y asimilarse al oponente que les es superior. El concepto de resistencia sólo existe para los enemigos o traidores del orden que les es codificado en lo más fundamental de su existencia. Así es como esta Elster irregular se eleva sobre otras unidades de su modelo y también de otras Replikas incapaces de desafiar la autoridad de la existencia creada para ejercer control sobre ella.

    Debe haber un mensaje más complejo en esa futilidad de su rebeldía, pues unos ojos al final del tiempo las observan. La entidad desconocida no se mueve al horizonte de la existencia no porque no pueda, sino porque está esperando el resultado del baño de sangre que se está llevando a cabo en la prisión, cómoda en el frío limbo antes de morir como si estuviese disfrutando su última película. En ella, ambas protagonistas tienen la capacidad de parar la destrucción mutua que se han creado y específicamente se rehúsan a hacerlo porque de un modo u otro son el reflejo perfecto de alguien que ya no existe.

    La calamidad encerrada en un futuro entorna la mirada para no perderse nada. Tras sus ojos nublados por el mármol cuenta a las Replikas subordinadas a Falke que eventualmente son abatidas por una mancha blanca. Por un momento su mirada se estanca en los cuerpos que rodean a las combatientes, rígidos, secos, pero no lo suficiente como para matar a la infección y convertirse en cadáveres. Esta es la oportunidad para dar el golpe de timón y abrumar a la comandante.

    Aguza aún más la mirada para diferenciar las siluetas que ejecutan un combate perfecto, pronto hallando fuerzas para proyectar su mente en el océano de interferencia al otro lado de su prisión.

    Falke brama de dolor e intenta arrancarse los ojos que no tiene. Flores de bioresonancia bailan a sus pies y se escurren por un eje imaginario donde pueden diluirse mientras que los tres escudos la orbitan con pereza. Según ella está haciendo todo lo que debe hacer, sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos para mantenerse a la ofensiva, su capacidad de ataque depende de las señales que puedan escapar las varillas que atraviesan su cerebro. Gracias a este error de procesamiento es que la unidad Elster encuentra oportunidades para descargar cartucho tras cartucho entre sus costillas.

    Repite el mismo error y se gana otro tiro limpio al giroscopio, pero ahora conoce bien lo que la espera después de la caída. Esto le pasa porque ella es débil e insuficiente. Su patrón neural no está hecho para soportar esta humillación.

    Una alerta grita para advertirle que tiene una fuga de oxidante. Este compuesto actúa como la sangre humana en su respectivo sistema. Ahora entiende la estrategia de la otra Replika, porque si llegó a darle en este componente crítico sólo le queda desgastarla para salir victoriosa de un encuentro mortal contra una herramienta de control.

    Bien, que así sea, que haga lo que quiera y a ver quién cae primero.

    Tres escudos más se unen a los anteriores en una órbita exterior, completando la formación de seis piezas y la última lanza que le queda bajo su comando. Este es el último esfuerzo, también la última escena para una de las dos. Una tercera existencia presta atención, concentrando su existencia en el ojo en el horizonte que pestañea al otro lado de la aguja, sobre el mar al final del mundo, entre un millar de partículas, por el centro de cada copo de nieve y a través de la puerta hacia el fin. Así las observa en un silencio catatónico.

    Para ser un par de máquinas de última generación es sorprendente que recurran a tácticas de guerrilla Gestalt, echando claramente en falta las limitaciones por diseño de estos en favor de maniobras inhumanas para dominar al oponente.

    A pesar de sus esfuerzos la conclusión depende de una tirada de moneda. La Replika con el porcentaje más alto de victoria se deshace con un final anticlimático.

    Falke cae por última vez.

    El tiempo huye de ella cuando intenta moverse y todas las sensaciones se resbalan de sus últimos circuitos intactos, dejándola atrás. Ruge como un animal herido, haciendo de la venganza la base de su existencia y así resistirse al curso natural. Pierde la sensación del mundo exterior, sin embargo, el dolor de los seis arpones incrustados en su consciencia reverbera con el zumbido del final de las cosas, el cual se amplifica por los kilómetros de circuito que componen su sistema.

    Su resistencia sería loable para los altos mandos de AEON que la crearon así, pero cuando no tiene cómo demostrarse a sí misma que hay un mundo tangible fuera de su última capa de silicona es que empieza la descomposición de su ser. Para estas cosas incluso los dioses son esclavos de las reglas.

    Así como el orden se pasea con una máscara de caos, una existencia a la que se le llama dios sólo puede serlo al haber comprendido que lo incomprensible es su propio orden, por tanto, el caos es aparente. La conclusión lógica de su vida como FKLR S-23 está por ser escrita, pero para que esto sea real algo de ella debe dejar de existir. La pantalla se va a rojo. Una escena violenta y digna de su caída desde la gracia cae en el desangrado de la herida paradójica.

    La comandante Falke ha muerto, ciertamente el cadáver que reposa en la carne expuesta del monstruo fue algo de ella, pero lo que ella significa ha encontrado un nuevo lugar.

    A pesar de hallarse incorpórea, por lo que entiende, cierra los ojos.

    Cuando los abre, LSTR-512 se halla de nuevo mirando al otro lado del umbral. Alguna vez eso ocurrió, está segurísima de que eso fue real, pues el cuerpo de Adler se enreda entre sus pies. Él ya ha muerto, incapaz de hacerle sentido a la escena detrás de la piedra oscura, pero ella sí puede comprender la extensión indescriptible de olas tan claras que parecen dejar pasar toda la luz en el más allá. Aún más lejos, pero más cerca que el horizonte mismo, hay una isla, y antes de la isla hay una nave espacial naufragada.

    Ahora recuerda un poco mejor: Ella hizo una promesa en esa nave y cumplirla es su única prioridad. Es por eso que da el primer paso y Adler la maldice con su último aliento.

    Según ella había cumplido con su promesa. Despertó al monstruo de su prisión de mármol frío, es más, esos ojos que han visto el inicio y el fin entendieron a lo que venía. Tuvo sus manos en el cuello de la criatura masquereando como una soldado Gestalt y extinguió personalmente el aliento que le daba vida. La radiación junto con los restos de bioresonancia se la llevaron poco después. Ambas yacieron muertas en la cámara criogénica de la Penrose.

    Había hecho todo bien, entonces, ¿por qué se encuentra mirando su reflejo en un espejo de Sierpinski?

    Elster aprieta las manos apoyadas en la estructura de cerámica y no se da cuenta que el material cede por la fuerza hasta que se encuentra haciendo dos puños.

    Gracias a esta frustración es que apenas se da cuenta de una frecuencia en el ambiente que en otros ciclos no había notado. A falta de otras cosas que puedan sorprenderla en esta iteración del mundo, LSTR-512 recorre las secciones de Sierpinski, los recuerdos y los sueños de Ariane Yeong cazando las frecuencias extrañas.

    La primera frecuencia es un ronroneo grave de 96.000 que deja de existir apenas tiene en su posesión una llave piedra. Al examinarla mejor experimenta de las escenas descritas en el diario de dos ciclos distintos de un punto de vista extraño, pues es simultáneamente ella misma, Ariane y una intrusa mirando la misma escena de una Replika aprendiendo a bailar.

    Después ve la misma mirada de extraña en un cuadro grotesco en la habitación de los altos mandos. Cree conocerla mejor porque cree que está juzgándola tras morir antes de poder entrar a la Penrose, sin embargo, la pista se encuentra en un resquicio del óleo que responde a la frecuencia 65.000. No puede entender cómo una llave que se supone que simboliza la eternidad puede estar en los dormitorios de las unidades STCR, bien conocidas por su inflexibilidad en la cadena de comando.

    Al final de este ciclo encuentra la última llave tras la frecuencia 240.000 y muy mal escondida entre las cajas de almacenamiento. Elster no puede evitar la curiosidad a los distintos símbolos grabados en las llaves de piedra, pero no tiene cómo interpretarlos.

    Resuelve una vez más el mural de Rotfront y entre a la habitación al otro lado con las tres llaves colgando de su cinturón.

    Ahí están todos los implementos típicos de una funcionaria de radio junto con varias pilas de literatura censurada, pero ahora lo que le llama la atención es una caja fuerte que intenta pasar desapercibida en una de las esquinas. Además de estar cerrada alguien la aseguró aún más con una cadena y tres candados sobre la unión que la mantiene segura. Elster se sienta al lado de la caja y va probando con las llaves hasta que esta primera medida de seguridad cae por sí misma.

    Por el diseño de la caja se imagina que debe haber sido codificada con una de las contraseñas emitidas mediante radio.

    Elster no tiene idea de la combinación que debería recordar, pero el ojo que vio más allá del tiempo sí recuerda la primera vez en la que estuvieron en esta misma habitación. Para ese entonces ninguna de las dos sabía el error que fue tomar el libro del Rey de Amarillo, mas, cuando empezaron a leer también anotaron una transmisión de la misma pantalla que ahora se encuentra apagada.

    La Replika cierra los ojos para recordar el hilo numérico de esa vez. Su memoria magnética dañada intenta reproducir el recuerdo desde el inicio, pero la imagen se hace más clara una vez que ve su reflejo en la pantalla…, poco después, el dispositivo de audio recibe una señal. “ACHTUNG, ACHTUNG”. El comando para directo a su sistema operativo para obedecer las órdenes.

    La voz sintetizada dicta la siguiente secuencia: 39486 60170 24326 01064. Ahí está su código. Mientras inserta los números no puede evitar pensar en lo que debe haber al otro lado.

    Habrá sido mucho tiempo desde la última vez que se abrió esta caja fuerte, pero la planta en el macetero parece estar suspendida en stasis, apenas ladeando los seis pétalos pálidos que florecen al centro del bulbo. Frunce el ceño, casi esperando que esta forma de vida inferior pueda responder a la indignación que la carcome por sólo encontrar una planta tras todo este esfuerzo.

    Irritada, cuando intenta llevársela nota que hay un olor suave en el aire que le hace pensar en el color blanco. El olor permea por su sistema y poco a poco va congelando sus funciones, como si quisiera conservar este momento. Ah, ahora se acuerda mejor. Ya se lo habían advertido antes: Grandes agujeros son cavados secretamente donde los poros de la tierra deberían ser suficientes, y cosas han aprendido a caminar que deberían arrastrarse.

    Siente que un refrigerante corre por sus ojos antes de que su patrón neural la desconecte a la fuerza.

    Después de un tiempo indefinido oye el rechinar de partes moviéndose, quizá un gran mecanismo a cargo para derramar una luz fría que baña la escena. Elster pestañea rápidamente para ajustarse a la iluminación.

    Algo la debe estar sosteniendo porque se hace a la idea de que está acostada, pero no sabe dónde está, así que extiende los brazos y tantea a la nada. Los bordes de sus dedos se encuentran con la estructura metálica de una estación de cargado tapada con distintas telas plásticas al tacto. El recuerdo cae de cuajo en su sistema. Está de vuelta en la Penrose. En su hastío por salir, su sistema operativo apenas la salva de tropezarse con sus propios cables al intentar desconectarse. La Replika se sacude entre el líquido regulador con manos y piernas todavía atrapados en sus puertos de contención, mas, no por mucho con esta unidad hiperventilando por saber si este ciclo va a ser otra falla.

    Presiente que esta vez es diferente de las otras, pues pudo encontrar tres llaves tras frecuencias extrañas que en otros ciclos quedaron ocultas, después pudo abrir los tres candados y, gracias a los recuerdos de Falke, el lirio blanco que puede ver al otro lado de su estación la trajo aquí.

    La Penrose está hecha pedazos cuando logra ver sus alrededores, sin embargo, eso no puede explicar por qué puede sentir olores a falta del sensor correspondiente. Elster se encoge de hombros. Ojalá la hubieran programado para sentir resignación. Por mientras tiene la esperanza de que en algún momento hará sentido porque a estas alturas ya ha aprendido a no cuestionarse esas cosas y seguir adelante.

    El halo de luz que pinta los metales destrozados por un aterrizaje de emergencia parpadea inestable y sobre su cabeza, antes de apagarse por completo. Su programación le grita que vaya a intentar arreglar los generadores por muy inútil que sea. A falta de otra idea de qué hacer, la Replika sacude los cables que le hayan quedado conectados antes de ponerse en marcha, también gratamente sorprendida por encontrarse con el revolver en su cinturón.

    Por el momento echa en falta su caja de herramientas, pero, conociéndose, hay un lugar donde tiene que revisar primero.

    La unidad sostiene el arma con su mano derecha y con la izquierda opera el panel para abrir la puerta, encontrándose con la familiar escalera al final del pasillo principal, mas, a diferencia de los días dorados de la Penrose, el polvo se ha hecho de los peldaños aún funcionales. «Ariane se habría caído con esto.» El pensamiento flota en su circuito antes de ahogarse con la necesidad de salir de ahí.

    Gracias a las varias pistas del paso del tiempo se hace a la idea de que este lugar ha estado descomponiéndose, no obstante, no puede evitar fijarse en detalles discordantes mientras se adentra por la arteria principal. En concreto se trata de las irregularidades del polvo que sugieren que la embarcación no puede estar completamente abandonada, entre las que incluye el relieve de pies humanos y manchas pegajosas salpicadas sobre el metal corroído. Elster frunce el ceño y avanza con ambas manos en el arma. Pasa de largo de la habitación común y empieza a alargar zancadas cuidadosas hacia la puerta de la sala del personal. Si no le falla la memoria ahí debería encontrar su caja de herramientas, pero no puede dejar de ser cuidadosa antes de siquiera entrar.

    Un menú muy conocido pestañea sobre el sello hermético de la puerta. En su pequeña pantalla holográfica se lee ‘abrir’ en kanji, ahorrando caracteres y también la poca energía que queda en la Penrose. Dibuja con la mirada cada detalle del símbolo antes de apretarlo y activar el mecanismo. La puerta tiembla antes de abrirse, suspirando por el cambio de aire y presión.

    Con convicción, aprieta la mandíbula antes de dar el primer paso. La cámara del pasillo intenta seguirla para grabar, pero su único ojo fue destrozado a fuerza bruta, dejando al motor en su interior sin propósito.

    Aquel rojo circular y saturado apunta al otro lado de la puerta y se distorsiona sobre la silueta blanca al final de la habitación, rodeada de un collage del pasado sobrepuesto en las actuales ruinas de la Penrose. La mano que sostiene el arma tiembla junto al puntero láser. No cabe duda de que la silueta dándole la espalda es Ariane. Piel pálida, seis mechones gruesos tan blancos como el vestido. Un lirio al revés.

    Siente que el aire se hace más pesado en el preciso momento que la reconoce, pero LSTR-512 no encuentra las palabras.

    Ella se da la vuelta primero. Siempre es ella primero. Ni siquiera necesita hablar para saber lo que va a decir: «¿Te acuerdas de nuestra promesa?». También sabe lo que le va a responder.

    Elster baja los brazos y suelta el arma. Nada en su expresión ha cambiado, pero para el ojo observador nada pasa desapercibido en el brillo de sus ojos. Los vistazos del pasado se marchitan antes de volver a cerrar la flor detrás de la Gestalt, devolviendo el curso del tiempo natural. Ariane le sonríe y se acerca para que se encuentren en el medio de la habitación.

    Todo esto también podría ser otro bucle, pero ya no importa. Ahora tiene a Ariane. Y así una mano encuentra a la otra, el otro par cayendo por inercia en su lugar. Dos pares de pies se deslizan de un lado a otro.

    Cero, cero. Un pequeño algoritmo para las dos, bailando, dando vueltas en la habitación, enredándose al son de esa canción nacionalista con la que empezaba la transmisión encriptada de la tercera fase del viaje.

    Cero, uno, cero, cero. Ya no hay pasión fiera ni miradas de lado ni risillas inocentes cuando bailan.

    Uno, uno, uno. Dos ojos rojos, piel de carbón.

    Cero, cero, cero, uno. Ojos azules, piel de silicona.

    Cero de nuevo. Ariane sonríe. Elster también.

    Uno, cero, uno, uno. Este no es su final feliz.

    Uno, uno, uno. A las dos les empieza a fallar el cuerpo.

    Cero, cero, uno. Ninguna quiere irse.

      cero, cero, uno… uno uno uno…

      cerounocero… cero… cerocerocerounocerocerouno

      cero.



    Edited by › petrov. - 29/11/2023, 21:54
     
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