El recuerdo del olvido (One-shot) (AU)

A veces las cosas pasan por una razón... lo difícil está en reconocerlo (One-shot staXxby)

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    Mi corazón no se doblegará, porque es mi manera de vivir.

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    ¡Hola! Este es un one-shot que tengo subido en otra plataforma pero que me gustaría compartir con ustedes, es un pequeño drama AU de dos youtubers que me gustan Alexby y StaXx. Espero lo disfruten, es algo viejo y probablemente tenga alguno que otro dedazo o error ortográfico, una disculpa, pero está escrito con mucho cariño

    Capitulo único

    Tomas sus manos y sientes que todo se mueve en cámara lenta. Sientes el calor proveniente de tu pecho exaltado, con el corazón golpeteando al cien mientras una carcajada nerviosa hace eco en las paredes de la iglesia. Recorriendo tus delgados dedos con los de ella coloca el anillo correspondiente en tu dedo anular mientras tú te sientes en las nubes, la chica frente a ti se encuentra llorando con una inmensa sonrisa y entonces la miras directamente, intentado guardar en tu mente la imagen de ese momento tan especial para ambos, ese cabello castaño claro, largo sujeto en una trenza en forma de diadema, resaltando de ese modo sus ojos negros, aquellos que te cautivaron desde el primer momento en el que la viste en tu habitación en el hospital luego de tu accidente.

    Ella sonríe y tus ojos se dirigen a su boca, sus labios carnosos que te llaman para degustar de ellos cada vez que la comisuras de su boca se elevan, mirándote con cariño, aquel que te hace pensar que todo lo que perdiste alguna vez no importa, porque ella se ha vuelto tu todo, ella y simplemente ella, con sus sonrisas, su carismas, su actitud, su amor...

    — Acepto... — contestas con fuerza, sabes que no habrá vuelta atrás, ahora eres completamente de ella y ella completamente tuya. Eva se acerca a ti para sellar el pacto de su unión con un beso, aquel que cierta parte de ti, una muy pero que muy pequeña, se negaba a aceptar.





    Han pasado 6 meses de tu boda y la vida sinceramente no podía ir mejor, a las dos semanas de volver de tu luna de miel, Samuel -uno de tus mejores amigos- te había hablado de un proyecto a largo plazo para la construcción de varios conjuntos habitacionales que le había pedido uno de sus jefes y necesitaba un arquitecto experimentado para ello, claro que habías aceptado el trabajo enseguida, oportunidades así no te llegaban dos veces en la vida y tú por supuesto no eras un estúpido como para dejarla pasar. Posterior a ello todo fue en subida, ahora no solo tenías trabajo fijo, sino que además, por fin habían terminado los trámites de compra de una casa en la periferia de Madrid.

    La vivienda era lo suficientemente grande como para que 4 personas habitaran el complejo - tú esperabas que con el tiempo la familia creciera- y por supuesto te habías encargado de que el patio fuera un paraíso para Max, aquel perro que más allá de tu mascota era tu mejor amigo, tu hermano. El trabajo de la mudanza había sido otro caos para ambos, a pesar de que no tenían mucho más que 3 o 4 cajas cada uno, traer los muebles y montarlos había tomado su tiempo y la mayoría de tardes habían pasado a ser risas, algunos regaños, descansos largos en el primer y uno sillón que habían terminado de armas los primeros días y momentos que ambos recordarían para siempre.

    Con el paso de los días, la mesa del comedor se encontraba ya en su lugar, al igual que los sillones y la mesa en la sala de estar y aunque el cuarto principal seguía siendo un poco caótico al igual que el despacho, estaban seguros de que lo habían hecho bien, se sentían como un verdadero matrimonio.

    El término de la mudanza les había traído una idea, invitarían a sus padres a cenar, no solo porque ellos habían insistido con que querían saber cómo había quedado la casa sino también porque los extrañaban y Alex lo entendía, después de todo era difícil dejar ir a un hijo cuando años atrás casi lo perdías para siempre, algo siempre te hacía sentir mal cuando recordabas el accidente.

    — ¡Alex! ¿Puedes ir a recoger las flores que encargué? Estoy terminando de preparar la cena y no creo que me dé tiempo de ir más tarde —gritó Eva desde la cocina, tú te encontrabas terminando de dibujar una parte de los planos que debías entregar en dos semanas y aunque tenías avanzada la cosa era muy tuyo adelantar un poco para estar con la familia, sin embargo aceptaste, dejaste los lápices a un lado y tomaste tu cartera para posteriormente salir del estudio en dirección a la puerta.

    — ¿Qué se supone debo recoger? — preguntas y esperas atento a la respuesta, caminando hasta la cocina mirando a tu chica cocinar, su perfecta figura moviéndose por la habitación intentando que no se quemara nada, sus muecas extrañas que definitivamente exponían su concentración en la preparación.

    — Encargué claveles, sé que te gustan mucho y a tu mamá también — contesta ella volteando por un segundo para regalarte una sonrisa, volviendo al instante a concentrarse en la comida, tu asientes con una enrome sensación de ternura y con un movimiento rápido sales de la habitación, tomando las llaves, las cuales se encontraban en un pequeño tazón sobre una mesilla a un lado de la puerta. Una vez afuera te despides de Max, el cual agita rápidamente la cola mientras te miraba partir, tú sales de la vivienda y caminas por la avenida principal. La florería está a solo 3 calles de ahí, por lo que no le ves ningún problema en ir a pie.

    Las cosas están relativamente tranquilas, ves a las personas caminar a tu lado mientras parecieran perdidas en sus cosas y tú decides hacer lo mismo. Recuerdas poco a poco algunos años atrás. Sientes que ha sido toda una vida, porque así ha sido, lo último que tu memoria recuerda es el haber despertado en una camilla, con un montón de tubos alrededor tuyo y un dolor de cabeza y abdomen mortal, luego ella. Eva. Entrando en la habitación con su perfecto traje blanco, la cofia adornando su cabeza y una bandeja con instrumentos de curación. Ella sonríe y las primeras palabras que te dedican son "Todo estará bien...", por supuesto le creíste.

    Con el paso de los días comienzan las explicaciones. No recuerdas quien eres. Y tus padres llegan llorando a ti, suplicando perdón por cosas que sigues sin comprender y que en ese momento de tu vida ya no importan, lo pasado era pasado y si tú nunca habías recordado nada de tu vida anterior al accidente había sido por una razón ¿No? Quizá no era tan relevante. Con el tiempo saliste del hospital con la cabeza un poco más llena, te llamabas Alex, acababas de concluir la carrera de arquitectura, eras hijo único y tenías un perro llamado Max, lo demás tus padres tampoco parecieron muy interesados en contarte así que solo lo dejaste pasar.

    Sin darte cuenta te encuentras en la puerta del local, obligas a tu mente a aferrarse al presente y rápidamente tomando el pomo de la puerta entras, el sonido de la campanilla en la puerta anuncia tu llegada y el olor a flores inunda tus fosas nasales, llenándote de una tranquilidad y un dejabú que decidiste ignorar.

    — ¿Si? — el dependiente te sonríe y tú te acercas hasta el mostrador para comenzar a hablar.

    — Buenas, mi esposa encargó unos tulipanes hace algunos días y vine a por ellos... — dejas la orden y miras atento al otro hombre, el cual pareciera observarte a fondo, aquello solo logra ponerte incomodo ¿Qué demonios? ¿Acaso tenía algo en la cara? Sin embargo, antes de que pudieras reclamar el hombre se va a través de una pequeña puerta, que supones lleva hasta donde se encuentran las flores. Tú esperas recargado en un exhibidor y miras por la ventana del local, volviendo a centrar tu atención en las personas que pasan por ahí.

    No tienes mucho en la cabeza más allá que la simple idea de qué decirle a tu madre para que no se siga preocupando por ti y tu esposa, ambos eran ya mayorcitos para cuidarse solos y sin embargo a ambos los seguían tratando como un par de niños. Sonríes. Tu madre siempre ha sido tan sobreprotectora contigo, al menos eso crees, los últimos años han construido esa conclusión sobre ella.

    El sonido de unos pasos te trae de vuelta al presente y tú giras la mirada para ver el perfecto ramo de tulipanes, era una mescla de colores, rojos, amarillos, blancos y rosas, sinceramente era una pasada. Sacas rápidamente el dinero y el hombre niega con un movimiento de cabeza.

    — Ya está pagado... —

    Vaya, Eva en ningún momento te lo había dicho, sin embargo solo asientes y lo tomas, degustando el olor, ese perfume que sin darte cuenta te traer una pequeña memoria perdida de ti sosteniendo un ramo casi idéntico, sin embargo no reconoces el lugar. Es un lago. En tu vida habías visto aquel paisaje, ni siquiera sabías que en Madrid había alguno como el del recuerdo, tan natural, en medio de un hermoso follaje de árboles. Niegas divertido, tu mente quizá solo recordó algún sueño, tu madre siempre decía que todo el tiempo habías tenido la cabeza en las nubes por lo que algunas cosas que pudieras recordaba no eran exactas.

    — Muchas gracias... — te despides, sin embargo el sonido de la puerta te advierte que otro cliente ha entrado. No quieres retener por más tiempo al vendedor por lo que apresuras el paso para salir, sin darte cuenta de la silla de ruedas. Entonces tropiezas. Y aunque no caes te has dado un buen golpe en el pie.

    — Lo siento... — escuchas la voz de la otra persona y entonces bajas la mirada, fijando tu vista en él, es un chico bastante extraño, de complexión delgada y rasgos maduros, sentado en una silla de ruedas de color azul, tu mirada lo escaneó en un segundo, parecía... familiar, sin embargo aquello quedó en segundo plano cuando te detuviste en sus ojos, los cuales parecían brillar, no entendías como es que habían personas que parecían haber perdido todo y seguían mostrado ese resplandor.

    — No... perdón, yo fui el que no te vio — sonríes apenado, dándote cuenta de que eres tú el parguelíta que no lo vio.

    — Vale, ni tú ni yo entonces... — él te sonríe y tú le devuelves el gesto.

    — Hasta luego... — caminas para salir del local cuando escuchas unas últimas palabras detrás.

    "— Frank, no debiste salir de casa...— así que ese era su nombre.

    — Hombre Abel, sabes que me aburro ahí dentro —"





    Llegas a casa con la misma tranquilidad con la que saliste, dejando las flores en un florero en medio de la mesa, dando un toque de vitalidad a la habitación. Estás a punto de volver a encerrarte en tu estudio por un rato más cuando preguntas rápidamente a tu chica.

    — ¿Por qué no me dijiste que ya habías pagado las flores? — no es que te molestara pero era bueno que pudiera decírtelo antes.

    — ¿De qué hablas?— la chica parecía divertida, como si bromearas con ella. — Solo hice el pedido, le comenté al encargado que pasaría por ellas y las pagaría en el momento. —

    Tú simplemente te sientes confundido.





    Han pasado 3 semanas de aquel extraño episodio y para tu buena o mala suerte Eva pareciera no dejar de pedir flores. Un arreglo cada semana. Ya es costumbre que cada miércoles por la tarde ella te pida ir a por ellas así que te has comenzado a formar una rutina, sales de casa, caminas por la misma acera y llegas al local con una sonrisa cordial, el dependiente te saluda, platican un poco para conocerse y tomas el arreglo de claveles, para posteriormente salir de la tienda y volver a casa. Sin embargo no has vuelto a ver al chico en silla de ruedas.

    Esta vez, el día pareciera diferente. Es jueves y tus planes para la tarde son quedarte en casa, limpiar un poco el estudio, comer con Eva, ver alguna película con ella y posteriormente ir a dormir temprano porque mañana tendrás una junta importante. Pareciera que todo va bien hasta que Eva te llama por teléfono, tendrá que cubrir el turno de la tarde en el hospital y no llegará a casa para la comida. Tú asientes y despidiente con algunas palabras bonitas te despides, colgando la llamada.

    Entonces te preguntas que harás, caminas un rato por la casa hasta que tomas la decisión de ir a buscar comida, estás seguro de que la cocina se quemará si decides preparar algo, así que por seguridad mejor no acercarse. Tomas las llaves de casa, tu cartera y las llaves del auto para posteriormente salir.

    Estás seguro de que Eva te tirará la bronca por comer comida rápida, pero un pequeño gustillo a veces no mataba a nadie y él, aunque no era fanático de esa comida, disfrutaba mucho de una buena hamburguesa. Te encuentras conduciendo en dirección a casa cuando comienza a llover, algo un poco extraño tratándose de la fecha en la que se encuentran, pero supones que es culpa de la maldita contaminación "Algún día todos estaremos muertos... piensas, y tu cabeza se pierde en un sin número de opiniones sobre el problema ambiental. Sin embargo tus pensamientos vuelven a la realidad cuando algo en la acera te llama la atención. Es Frank.

    El semáforo aún no ha cambiado de color por lo que miras la ventanilla y observas sus movimientos. Pareciera no importante en lo más mínimo la lluvia, movía sus manos a una velocidad tranquila dejando que la silla se deslizara poco a poco sin despegar la mirada de enfrente y tú no sabes que hacer, es un completo desconocido pero había algo en él, que te obligaba a intentar ayudarlo, por lo que cuando el semáforo cambió de color tú aparcaste el auto a un costado y bajaste rápidamente.

    — ¡Hey! —gritas, pues él se encuentra alejándose poco a poco. — ¡Frank! — no sabes si es prudente llamarlo por su nombre, sin embargo logras que el nombrado voltee a verte con una expresión de sorpresa. — ¡¿Quieres que te lleve?! — la lluvia parece caer con más fuerza, logrando empaparte por completo, sintiéndote por un momento como un completo idiota ya que ninguno de los dos se conoce. El contrario gira la silla y comienza a avanzar en dirección a ti, supones que ese es un sí.





    — Entonces... ¿A dónde ibas? — preguntas, sin despegar la mirada de la carretera, esperas no sonar como un entrometido o chismoso.

    — Solo fui a dar la vuelta un rato... no me gusta quedarme en casa — te contesta encogiéndose de hombros.

    — Ah... — y ambos vuelven a caer en un silencio un tanto tenso por unos cuentos minutos.

    — ¿Y tú? — escuchas su pregunta.

    — Fui a comer... no se cocinar y mi esposa se encuentra trabajando, así que... ya sabes — contestas con un poco de humor, quieres que el ambiente se disipe un poco, pero solo logras que el contrario se quede callado el resto del camino.

    — Gracias... — te dice luego de un trayecto de silencio. Se encuentran en frente de una pequeña casa de dos plantas, tú asientes y bajas del auto para ayudarle. Sacas la silla de la parte trasera y él te explica como volver a armarla, con movimientos torpes logras que quede firme y luego ayudas a Frank a bajar del auto, cargándolo un poco hasta sentarlo en la silla.

    — Bueno... creo que me voy — comentas algo incómodo, la lluvia sigue mojándolos así que te apresuras a subir al auto.

    — Oye... — la voz del chico te detiene y tú lo miras expectante. — ¿Cómo supiste mi nombre? — pregunta. Tú sonríes un poco nervioso y contestas.

    — Lo escuché de Abel... —

    — ¿Él te ha hablado de mí? — notas que en su voz hay un ligero nerviosismo. No estás seguro si es bueno o malo, quizá sentía nervios de que Abel anduviera contándole a extraños sobre su vida cuando él no estaba presente, o quizá solo era otra cosa.

    — No, que va... el primer día que te vi escuché accidentalmente que te llamó Frank y pues... solo me lo aprendí. — pareciera que esa no era respuesta que buscaba, sin embargo asiente y se apresura a sacar las llaves de casa de uno de sus bolsillos.

    — Yo me llamo Alex... — apresuras a decir y él inevitablemente suelta una carcajada.

    — Lo se... Abel me lo dijo —





    Inevitablemente vuelves a tu rutina. El trabajo en las mañanas, la casa en las tardes y el pedido de flores cada semana, sin embargo hay algo que es diferente. Frank. Cada miércoles que vas a por las flores él se encuentra en el local junto con Abel, ambos te saludan y se dedican a platicar un rato. Poco a poco se conocen y descubres más sobre ellos, por ejemplo: Abel había sido el mejor amigo de Frank desde niños, sin embargo por cuestiones familiares se había mudado y luego del accidente de Frank unos años atrás había vuelto a la ciudad para ayudarle un poco, terminando por compartir casa y trabajando juntos la tienda, ninguno de los dos había terminado los estudios, sin embargo parecían muy felices con lo que tenían.

    Tú por tu parte comenzaste a contarles un poco sobre tu pérdida de memoria, el accidente y como continuó tu vida luego de ello, además de cómo es que parecía no haber absolutamente nada de fotos o cosas sobre ti en casa de tus padres luego de inicios del bachillerato, como si hubieras desaparecido.

    Había veces en las que Frank parecía hablar un poco sobre sus amigos y sobre un chico en especial, pero nunca llegaba a ningún lado con la plática, en lugar de eso su humor comenzaba decaer, terminando por quedarse completamente callado. Aquello te preocupaba un poco. Y peguntabas sutilmente a Abel si Frank se encontraba bien, sin embargo este siempre negaba con la cabeza y contestaba con la misma frase. "Ya se le pasará..." pero siempre era lo mismo.





    Los meses pasaron y con ellos el año, aún te sorprendía que llevaras ya un año de casado con aquella hermosa chica, quien ahora se encontraban abrazándote con fuerza mientras lloraba de la felicidad, tú seguías aún un poco shockeado por la noticia que momentos atrás te había dado. Ibas a ser padre. Estaba seguro de que no cabía más felicidad dentro de ti, te sentías completamente eufórico, aunque claro, también un poco aterrado ¿Y si eras mal padre? ¿Y si no podías con ello? Las dudas que albergaste fueron muchas, sin embargo, al verla ahí, sonriente, acariciándose el vientre como si pudiera ya sentir al bebé, comprendiste que no estabas solo.

    — Hombre Alex, no esperaba verte hoy... — Tu entraste con una radiante sonrisa al loca, es que querías compartir la noticia con todos, presumir de tu familia.

    — Lo sé, pero tengo algo que contaros... ¿No está Frank? — preguntas, también quieres compartir con él esa maravillosa noticia, porque lo consideras ahora un gran amigo.

    — Esta en la parte de atrás de la tienda, iré por él — Abel rápidamente se adentró en la puerta de atrás y a los minutos salió de ahí jalando la silla de ruedas de Frank, quien parecía un poco sorprendido por tu presencia.

    — Alex, que sorpresa ¿Qué te traer por aquí?— preguntó, retirándose los guantes que utilizaba para quitarles las espinas a las rosas.

    — Es que tengo una noticia que daros... Voy a ser papá — y las reacciones no se hicieron esperar...

    — ¿Qué? —Notaste como Frank parecía que le habían sacado todo el aire en un momento, tenía la boca ligeramente abierta y los ojos como platos por la sorpresa.

    — Vaya... eso sí que es una sorpresa — Abel se acercó hasta ti para darte un abrazo, el cual correspondiste con ánimo — Felicidades... —

    — Gracias... —

    — Felicidades... — Frank habló con voz baja y una sonrisa en el rostro, sin embargo, sabías que había algo que estaba mal. Estabas seguro de que no era sincero.

    — Gracias... — terminaste.





    Las semanas que siguieron fueron un poco caóticas, Eva había dejado de encargar flores porque ahora se encontraba cubriendo turnos en el hospital, quería dejar todo listo para cuando tuviera que tomar los días libres por maternidad y tú te enfrascarte tanto en el proyecto de Samuel que ya no tenías tiempo suficiente ni energías como para quedarte a platicar cuando ibas a la tienda, así que solo pasabas de rápido, comprabas una rosa para tu esposa, saludabas a Abel y volvías a casa. No habías vuelto a ver a Frank desde la noticia.

    Suponías que debía estar ocupado, quizá solo tenía algunas otras cosas que hacer en casa y por lo que te había contado antes de desaparecerse, es que tenía proyectos que quería llevar a cabo. Suspiras, extraña a tu amigo.

    Una tarde de viernes para tu sorpresa sales temprano de trabajar, Samuel tiene que revisar algunas otras cosas más por lo que te deja el día libre, tú agradeces bastante. Necesitas un descanso. Conduces tranquilamente por la calle en dirección a casa, sin embargo te detienes por un momento y adquieres la maravillosa idea de ir a visitar a tus amigos, no hay quien te espere en casa hasta la cena, así que no le ves problema alguno.

    Estacionas el coche afuera, bajas con una pequeña sonrisa y entras en el local, Abel se encuentra atendiendo a una mujer bastante mayor, que compraba una docena de rosas blancas, suponías que iría a dejarlas al cementerio. Tu solo esperas en una esquina mientras admiras con cuidado algunos crisantemos rosas, volviendo a tu mente un dejabú, quizá antes del accidente te gustaban mucho las flores.

    — Hola Alex, que bueno verte... — la voz de Abel te sorprende y te hace dar un pequeño brinco del susto, te encontrabas tan perdido admirando la flor que se te había olvidado por completo que estabas en la tienda.

    — Si... el trabajo macho, que no deja libre... — ríes, acercándote hasta el mostrador. — ¿Y qué tal van las cosas por aquí? — preguntas.

    — Bien, un poco pesada la cosa pero puedo apañármelas solo — contesta y tu expresión cambia un poco ¿Solo?

    — ¿Y Frank? — vuelves a interrogar y la expresión del contrario cambia.

    — Ha estado enfermo... pero en poco tiempo estará bien, siempre pasa. — intenta no darle mucha importancia al asunto, sin embargo tu insistes.

    — ¿Pero enfermo? ¿Enfermo de qué? Si necesitas ayudar para cuidarlo puedo hacerlo... — Abel parecía bastante sorprendido por tu actitud, hasta tú mismo lo estás, pero es que había algo en Frank que te provocaba un enorme deseo de protegerlo, no sabías como ni porque, solo estaba ahí ese sentimiento.

    — No... no... — Ahora Abel parecía nervioso. — Frank me matará por esto... — escuchas que murmura en voz baja para sí y tu esperas atento a ver que dice. — Está algo decaído, se acerca el aniversario del accidente y por estas fechas se encierra en su habitación, la mayoría del tiempo se muestra fuerte pero yo sé que sufre... — Sientes que algo dentro de ti se rompe y mil cosas pasan por tu cabeza. Aprietas los puños con fuerza, te sientes un por un momento tan impotente. — En unos días estará mejor, llevo años intentado sacarlo de ahí cada vez que pasa esto pero es demasiado terco.

    — Abel... ¿Cómo era Frank antes del accidente? — La pregunta parece sorprender aún más al hombre.

    — Vaya... Frank era una persona divertida, se reía por todo — tu sonríes y recuerda la primera y única vez que lo has visto reír como un desquiciado, con una risa sumamente estrepitosa pero contagiosa. — Era... una persona normal, salía, iba y venía, jugaba mucho a los videojuegos, incluso se peleaba mucho con su pareja cuando perdía... — No recordabas haber escuchado que Frank tuviera novia.

    — Y cuando sufrió el accidente ¿Qué dijo su novia? —vuelves a preguntar y la expresión del contrario se oscureció un poco más.

    — No, Frank no tenía novia... — le tomó un momento terminar la frase — su pareja era un tío— la respuesta te sorprendió un poco, Frank no parecía... gay, pero no lo ibas a juzgar. El amor es amor y punto.

    —Vale, pero entonces ¿Qué pasó con ese tío? —

    — Él... murió, el día de accidente —





    3 días después de la plática con Abel te encuentras en silencio, sentado en el sillón intentado armar un cubo rubik con algo de dificultad, no entendías como es que había personas que podían armar aquel maldito cubo con tanta facilidad.

    — Alex, la comida está lista... — escuchas la voz de Eva, tú te levantas del asiento y caminas hasta el comedor, te sientas en la silla de enfrente a ella y comienzas a comer. — Cariño ¿Te pasa algo? —

    Tú solo detienes tus acciones y suspiras. — No, es solo que... bueno, Abel me dijo algo de Frank y yo, bueno... cosas mías — intentas no molestar a tu chica con todas las cosas que deambulan en tu cabeza, algunas más deprimentes que otras.

    — Espero que no sea algo malo... — comenta ella, sin dejar de comer.

    — ¡No! No, para nada... solo que, me contó que Frank se encuentra deprimido, es el aniversario del accidente que sufrió y parece que no ha salido de su habitación en días — quisieras tanto poder ayudarle. — Además, Abel me dijo que en el accidente su pareja murió, así que entiendo que se sienta muy mal...

    — Oh, vaya — Eva acerca su mano hasta la tuya, dándote un apretón y una pequeña caricia en los dedos. — Parece que a ese chico lo rodean las desgracias... — la chica suspira y tú igual, intentas volver a comer cuando te comenta. — Llamé a la florería hoy para encargar unas flores, pero Abel me dijo que hoy no había servicio, al parecer estaba de camino al funeral de uno de sus amigos... Espero que no sea el de Frank —





    En algún momento saltaste de la mesa y corriste fuera de la casa con las llaves del auto en la mano, arrancando a toda prisa cuando te encontrabas ya en el transporte y conduciendo como un completo lunático hasta la casa de Frank. Dejaste el auto mal estacionado sin importarte nada y corriste a tocar la puerta como un loco.

    — ¿Alex? — para tu sorpresa no es ni Frank ni Abel el que abre la puerta.

    — ¿Samuel? — estás estupefacto ¿Samuel conocía a sus amigos? — ¿Qué haces aquí? —

    — Es lo mismo que pregunto yo... — Samuel estaba igual de sorprendido que tú.

    — Yo... me enteré que de uno de los amigos de Abel murió y vine a ver cómo estaba la cosa — eres directo, esperando a que te dejen pasar, debes asegurarte de que Frank está bien.

    — ¿Eres amigo de Abel? Vaya... la ciudad sí que es pequeña — comenta algo incómodo y tú no entiendes el porqué, sin embargo te deja entrar y tú con un poco de autocontrol intentas mantener los nervios al mínimo.

    — ¿Alex? — escuchas otra voz y volteas la vista. Es Guillermo. Uno de tus otros amigos, a él lo conocías de toda la vida según te había dicho tu madre y tanto él, junto con Samuel, te habían ayudado a recuperar tu vida luego de la amnesia.

    — Guillermo... ¿Tú también conoces a Abel? — preguntas, acercándose hasta el nombrado, el cual parecía verte como si hubiera visto un fantasma.

    — Si... pero ¿Tú que haces aquí? — pregunta, mirando a Samuel en busca de respuesta, tú solo ves como este niega con la cabeza.

    — Yo vine porque me enteré que uno de sus amigos había muerto y quise ver si todo estaba bien, además estaba preocupado por Frank. —

    Ambos hombres parecieron repentinamente tensos por las palabras que acababan de salir de tú boca. Miras atento a que te contesten algo, pero parecían mirarse y decirse algo con la mirada preocupada.

    — Alex, espéranos aquí ¿Vale? — y rápidamente ambos hombres se fueron por el pasillo, dejándote a ti en una equina del recibidor principal. Veías personas caminar por la casa mientras la tensión y la duda te invadía, si era Frank el desgraciado que se encontraba en el féretro... ¿No era mejor que te lo dijeran y ya? Lo habías considerado un buen amigo y si tu amigo había querido dejar este mundo él lloraría su perdida.

    — Alex... — En eso escuchas su voz y sientes que por fin puedes dejar ir el aire retenido en tus pulmones. Volteas la mirada y lo vez, con una mirada cansada y ojos sin brillo, portaba un traje negro y cargaba en sus piernas un ramo de jazmines. — ¿Qué haces aquí? — te pregunta y tú solo dejas caer algunas lágrimas, que sin darte cuenta se habían acumulado en tus ojos.

    — Estaba preocupado por ti idiota... — te acercas hasta él para quedar frente a frente. — Abel me dijo que estabas deprimido y temí lo peor cuando Eva me dijo que Abel estaba en un funeral... — es que quieres ahorcarlo por preocuparte tanto, sin embargo, sientes una gran felicidad de ver que aún estaba vivo.

    — ¿Pensaste que yo...? — Frank comenzó a reír, dejando que todas las personas le miraran mal, tú de igual forma frunces el ceño, es que será hijo de puta.

    — Eso me pasa por preocuparme demasiado por un parguelita... — quieres recoger la poca dignidad que te queda y salir de ahí lo más rápido posible.

    — No, perdón... — él toma tu mano y sientes una especie de corriente, como otro dejabu que te invade. Lo sueltas rápidamente. Él se encoje de hombros y comienza a hablar. — Es que me parece un gesto muy lindo — él te sonríe y tú te pones nervioso. — No sé cómo agradecerte esto Alex — aquella frase te toma por sorpresa.

    — ¿Por qué? No he hecho nada... — contestas y él niega con un movimiento de cabeza.

    — Has hecho mucho por mí, ven... vamos a dar una vuelta —





    No sabes cómo es que has terminado sentado en la banca de un parque a quien sabe cuántas calles de ahí, mirando al chico a tu lado, quien pareciera tener la mirada perdida en los niños que juegan tranquilamente. Esperas. Parece que está luchando consigo mismo para decirte algo.

    — Alex, tú y yo ya no podremos ser amigos — empieza y sientes que algo dentro de ti se desgarra ¿Por qué tan de repente te dice algo como eso? ¡Joder! Que llevan un año de amistad y todo iba excelente ¿Qué demonios le había hecho cambiar de opinión tan drásticamente?

    Antes de que puedas discutir el vuelve a hablar. — Te contaré algo, pero necesito que me escuches con mucha atención ¿Vale? Después de que termine puedes sacar tus propias conclusiones... —

    Tú quieres comenzar a gritonear pero aceptas, tienes curiosidad por saber sus razones.

    —Cuando tenía 15 años y entré en el bachillerato me enamoré de un chico — una sonrisa triste se apoderó del rostro de Frank — Él se llamaba Alejando.

    >> Iba en mi misma clase, compartíamos las mismas optativas, teníamos amigos en común así que... un día solo pasó. Ambos terminamos liándonos. Recuerdo que pocos días después discutimos y creí que todo terminaría ahí, nuestra amistad, nuestro proyecto a futuro -porque ambos teníamos ideas en común- y no, en cambio él llegó llorando a casa para que lo disculpara. Entonces lo supe... supe que quería a ese chico para toda mi vida y comenzamos a salir en secreto, con los meses fuimos contándoles a nuestros amigos y ellos lo aceptaron, nos apoyaron y nos ayudaron cuando el rumor de nuestra relación comenzó por la escuela.

    Íbamos a celebrar nuestro primer año juntos cuando sus padres se enteraron de lo nuestro y por supuesto todo se complicó, a él lo retuvieron en casa por días y a mi mis padres me echaron de casa. Los días siguientes no supe nada de él hasta que un día solo llegó a clase y me pidió hablar, yo estaba seguro de que querría terminar conmigo y me preparé mentalmente para ello, en cambio... él me pidió que no lo dejara, que volviéramos a guardar nuestra relación para nosotros y yo no lo dudé ni un segundo porque lo amaba demasiado...

    Y de ese modo pasó otro año, en nuestro último curso sus padres volvieron a enterarse y alegaron que pondría una demanda en mi contra si seguía con su hijo. Ambos nos asustamos, éramos unos simples chavales que no tendían por que no podían estar juntos, así que aceptamos separarnos por las malas, recuerdo que ese fue el año más largo de mi vida. Terminamos los estudios y yo supuse que lo nuestro había terminado completamente, él escogería una carrera, tendría una novia, se casaría y viviría feliz, tal y como querían sus padres. Sin embargo él volvió a mí y volvimos a pelear en contra del destino.

    Él huyo de casa y ambos nos fuimos a Barcelona, ahí comenzamos desde cero al menos por un tiempo, posteriormente cumplimos 18 y volvimos aquí a Madrid, sus padres quisieron echarnos la bronca pero legalmente Alex ya podía decidir que quería hacer de su vida y me eligió a mí. Rentamos un departamento y comenzamos a trabajar, estuvimos así por dos años hasta que decidí que quería que él terminara la carrera, al menos uno de los dos podía lograr algo grande, por ambos, y no dudé ningún momento en trabajar el doble para costear la universidad.

    Cumplimos 24 y para ese entonces él había finalizado la carrera de arquitectura, yo en cambio había montado esa florería, recuerdo que lo hice porque a Alex le gustaban mucho las flores, en especial los claveles y decía que algún día haría los planos de un jardín botánico, siempre que decía eso me llenaba el pecho de orgullo, siempre pensaba "¡Miren todos! ¡Ese chico lindo, inteligente y emprendedor de ahí es mi novio!" y no me arrepentía de nada. Al menos eso fue lo que creí.

    Con el paso de los meses Alex comenzó a preocuparse mucho por las llamadas de sus padres, aunque yo sabía que se hacía el fuerte veía en su rostro que los extrañaba demasiado, era el típico niño de mami así que organicé una cita con ellos para cenar. Alex lloró de felicidad cuando se lo conté y entonces volví a sentirme feliz y pensaba que lo había hecho bien, porque con solo verle sonreír me sentía completo.

    El día de la cena llegó y fuimos a casa de mis suegros, al principio todo fue tenso, me miraban mal y yo intentaba con todas las ganas no estamparles mi puño en la cara, tú te divertías y sonreías mientras contabas anécdotas de nosotros, como es que en Barcelona había pisado la cola de un gato y me había dejado el tobillo destrozado, también cuando habías caído por accidente en una fuente, las carcajadas que dábamos. Te veías tan feliz que yo hice mi mayor esfuerzo por agradarles a ellos. Cuando la noche terminó quedamos en una tregua, ellos también extrañaban a su hijo y si la felicidad de su hijo era a lado de un hombre entonces no se interpondrían más.

    Yo creí que abrazaría a tu madre de la emoción, porque había conseguido que me aceptaran, había conseguido que fueras feliz y que tuvieras todo lo que merecías, una familia y el amor de una pareja y yo estaba dispuesto a entregarte todo con tal de que lo tuvieras. Incluso pensé esa noche en pedirte matrimonio, pero las cosas no pasaron con debían.

    Supongo que el destino te tiene preparado un camino y por mucho que intentes huir no puedes escapar de él, desde el principio nuestra relación había ido contra corriente, todo había sido desastroso como el refrán "lo que mal empieza, mal acaba", la vida se encargó de golpe devolvernos a la realidad. Esa misma noche nos estrellamos. Cuando desperté me encontraba completamente perdido, al principio no recordaba nada hasta que Samuel entró en la habitación y me explicó cómo iba el asunto, entonces lloré como loco por lo que había perdido, mis piernas y a ti.

    Me dieron de alta días después, Samuel me acogió en su casa mientras esperábamos a que nos dijeran algo sobre tu condición, lo único que sabía es que te encontrabas en estado de coma y que había una pequeña esperanza de que despertaras, pero no sabían cuáles podrían ser las repercusiones del golpe. Estuve día y noche pensando en que era mi culpa, si tan solo yo no te hubiera llevado lejos, si tan solo te hubiera dicho que "nunca más" desde el principio, podrías haber tenido una vida normal y cuando despertaste sin memoria tomé la decisión más difícil de mí vida. Te dejé ir.

    Tu familia aceptó gustosa a que yo me alejara, le pedía a Samuel, a Guillermo y a nuestros demás amigos que nunca me nombraran, me volví un fantasma, solo un recuerdo olvidado en tu memoria, y pasé los últimos 4 años intentado olvidarte. Los primeros meses fueron horribles, lloraba todo el tiempo, pensaba en salir de casa y buscarte para que me dieras una oportunidad, que no me olvidaras, pero me retenía mentalmente pensando que era lo correcto. En el pasado me había resignado tantas veces y en tantas ocasiones a que te perdía completamente, que cuando realmente pasó no supe que hacer, creí que podría mantenerme firme, por tu bien, pero no pude y poco a poco caí en depresión.

    Hace dos años te busqué, quería reconquistarte y demostrarte que el destino no había ganado, que era una basura y que nosotros mismo podíamos hacer lo que quisiéramos de nuestra vida, pero entonces te vi con ella, le sonreías y tomabas su mano mientras platicaban tranquilamente. Una parte de mí supo que había hecho lo correcto cuando te dejé ir y otra, la egoísta, me decía que debía arrancarte de su lado. Sin embargo no lo hice. Porque podía ver en tu mirada todo el amor que le profesabas, reconocí esos mismos ojos que alguna vez me vieron de esa forma, y me fui de ahí. Pasaron los meses y volví a abrir la florería, no podía quedarme como una sanguijuela pegado a Samuel, así que llamé a Abel para que me ayudara con lo que ahora no podía, él necesitaba trabajo y yo un apoyo.

    Con el tiempo creí que comenzaba a olvidarte, pero siempre había un momento en el que me sentía intranquilo y me ponía a pesar que había sido de ti, si ella te hacía feliz, que no te había hecho algo, si había terminado contigo, tenía miedo de haberme equivocado otra vez y cuando menos me lo esperé volví a tropezar contigo, estabas igual de lindo que la última vez, pensé en volver a buscarte pero Abel me lo impidió, me dijo que te habías casado. Entonces comencé a dormir más tranquilo, entendí que la única razón por la cual al vida nos volvía a reunir era para me diera cuenta de que tú habías conseguido ser feliz y que yo podía conseguirla también. >>

    -...- No sabes que decir, te encuentras llorando como un bebé mientras tus manos tiemblan, una parte de ti no se atreve a creer aquella historia, no entiendes como alguien puede dar tanto por otra persona, mucho menos por ti que no te lo merecías. —Pero... Abel me dijo que tu novio había muerto... — susurras por lo bajo.

    — Abel tiene razón, el Alex que yo conocí, del que me enamoré y al que quise proteger de todo ya no existe, tú eres alguien más, un hombre fuerte, con una excelente y hermosa esposa, el mejor arquitecto de la ciudad y por supuesto un futuro padre excepcional — ves como de los ojos de Frank caen las lágrimas.

    — Lo siento... — murmuras y sin darte cuenta lo abrazas, sintiendo aquella misma descarga que momentos atrás habías sentido en la mano.

    — No tienes nada de que disculparte —escuchas como intenta consolarte mientras acaricia tu espalda con cariño. — Pero ahora que lo sabes, es mejor que no nos volvamos a ver... — te separas un poco de él mientras admiras una sonrisa en su rostro.

    — Pero... — ahora que sabes la verdad no quieres dejarlo ir, quieres ser egoísta.

    — No Alex, entiéndeme... si me quedo en tu vida arruinaré tu relación con Eva y ella no se lo merece, yo ya soy tu pasado y tienes que preocuparte por otras cosas, como por ejemplo tu hijo, debes ser el mejor padre para él — acerca su mano hasta tu mejilla y la acaricia. —Prométeme que harás como si no me recordaras.

    — Frank... — te muerdes el labio, apretando los ojos con fuerza, las lágrimas siguen deslizando por tus mejillas. — Yo...—

    — Prométemelo Alex... — escuchas su voz, que se acerca a ti, sientes como poco a poco su respiración acaricia tu piel, estás seguro de que está a solo unos milímetros de distancia de tu boca.

    — Lo prometo... — acortas esa distancia...





    Llegas a casa con un pequeño vacío en el estómago, suspiras, intentando poner la mejor para no preocupar a tu chica.

    — ¿Alex? ¿Cómo te fue? — ella te observa desde el sillón con las manos cubriendo su pequeño vientre, parece que has interrumpido a la mitad de su película.

    — Bien — una pequeña sonrisa melancólica adorna tu rostro. — Pero supongo que no volveré a ver a Frank — te encojes de hombros intentando darle poca importancia. Caminas hasta ella y sentándose a su lado te acurrucas en su pecho, descargando las últimas lagrimas que te quedan para él.

    — Lo siento tanto cariño, pero... todo pasa por una razón y Frank de seguro está en un lugar mejor — ella intenta consolarte y tú asientes, estás seguro de que así es.

    Luego de su promesa él te había comentado que cerraría la florería y volvería a casa de sus abuelos, en su pueblo recibiría algunos terrenos como herencia y comenzaría algún nuevo negocio por allá junto con Abel, no podía dejar a su mejor amigo atrás, era como su hermano después de todo. Comenzaría desde 0. Encontraría un nuevo camino.

    Al final, el accidente no solo había matado al viejo Alex, sino también al viejo Frank y ahora, estos nuevos personajes, se encontraban dispuestos a encontrar de nueva cuenta la felicidad.
     
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