Anywhere (Two-Shot) FINALIZADO

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  1. ~Akemi~
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    Hola

    Gracias a las personas que comentaron esta historia, no pense que con el prólogo atrajera tanto.
    KaoriKusama: gracias por comentar. Me legra que te éste gustando este fic por fortuna traje rápido esta actualización, casi siempre me tardo un poco.
    Angela: a mi también me encantan estas historias de príncipes, no se por qué no hay tantas.
    Melyoan y Ari-XRSK: A mi también me encantaría hacer esta historia mas larga, de hecho gracias a sus comentarios lo estuve pensando, pero el problema es que tengo muchas historias pendientes,y no quiero empezar mas historias sin terminar las que ya tengo. Probablemente haga un fic largo con inspiración en este, pero no por ahora. Lo lamento

    En fin, en unos dias salgo por fin de vacaciones, y espero tener tiempo para actualizar rapido

    Bye bye



    —❤—❤—
    “¿Las cosas serían más fáciles si hubiera una manera correcta de hacerlas?
    Querida no hay una manera correcta”


    large

    Capítulo uno




    Hiroki seguía con paso lento a Nowaki por el bosque. Aun les quedaban cuatro o cinco horas de sol por lo que pudo calcular.Se sentía cansado y hambriento y le costaba seguir el paso que Nowaki llevaba. Cuando llegaron a un lugar donde la hierba estaba muy crecida Nowaki lo hizo detenerse en seco.

    —Camina justo detrás de mí y fíjate muy bien por donde pisas— le advirtió.
    —¿Por qué?
    —En un momento lo sabrás — Nowaki le sonrió tranquilamente y avanzó con cuidado, con la vista en el suelo. Hiroki no sabía qué era lo que el azabache buscaba pero pronto lo averiguó. En el suelo, escondida entre la hierba había una trampa y un conejo atrapado en ella.Tenía manchas negras y los observaba con los ojos abiertos. Nowaki lo sacó de la trampa, y le desgarro el cuello con un afilado cuchillo.

    Hiroki emitió un chillido cuando la cálida sangre salió y retrocedió un paso. Asustado, miró a Nowaki.

    —¿Por qué hiciste eso? —su voz temblaba y él miraba fijamente los ojos azules de Nowaki que parecía extrañado.
    —¿Nunca has comido conejo?
    —Por supuesto que sí.

    Nowaki no entendía por que Hiroki se mostraba tan molesto y asustado, hasta que vio sus manos llenas de sangre y el conejo cogido por las patas boca abajo y con los ojos abiertos. Comprendió que quizá Hiroki no estaba acostumbrado a eso, aunque le parecía extraño, cualquier hijo de un campesino habría matado alguna vez alguna ardilla o un pequeño pájaro en los inviernos más crudos y casi a diario mataban animales en las granjas.

    Metió el conejo en una bolsa de cuero que llevaba colgada, recogió la trampa y miró a Hiroki con ternura.

    —Escucha Hiroki, tal vez esto no te agrade, tal vez nunca has visto a alguien matar a un animal— por la expresión que puso Hiroki, Nowaki supo que tenía razón —pero nosotros tenemos que comer y aun si nosotros no los capturáramos algún proscrito o un lobo les daría alcance—. Hiroki pareció entenderlo y asintió despacio; aun así no podía dejar de sentir un nudo en el estómago cada vez que el azabache desgarraba el cuello de alguna criatura.

    Pero pronto se olvidó de eso cuando vio un arbusto lleno de frambuesas. Con el largo camino había olvidado el hambre que tenía y ahora que miraba las frambuesas la boca casi se le hizo agua. Se alejó de Nowaki, tomó una cuidadosamente y la llevo a su boca, saboreando lo dulce que era.

    —¿Te gustan?— el azabache llevaba un largo madero en uno de sus fuertes hombros con unos pavos silvestres atados a el, ahora parecían quietos, aunque Hiroki aun podía oírlos respirar. Se peguntó de dónde los había sacado.
    —Sí, además tengo mucha hambre.
    —Pronto llegaremos a mi casa— Le aseguró Nowaki y se sentó a un lado del castaño mientras tomaba una de las frambuesas que crecían en el arbusto. En ese momento ambos permanecieron en silencio mientras seguían comiendo las frambuesas, hasta que Hiroki vio otro arbusto a un lado, éste tenía unas bayas de un rojo brillante, Hiroki jamás las había visto.

    —Nowaki ¿Qué son?— preguntó tomando una baya en sus manos, era realmente diminuta y parecía dulce.
    —Nunca debes comerla.
    —¿Por qué?
    —Si comes una o dos te sentirás mareado toda una tarde, si comes un poco más entonces vomitaras todo lo que entre por tu boca, al final, con no muchas podrías morir— Nowaki tenía una voz tranquila mientras decía aquello, pero Hiroki pudo ver el temor en sus ojos.

    Observo detalladamente la baya y la aplasto, de ella salió un dulce aroma y sus dedos quedaron manchados de rojo.

    —❤—


    Llegaron a una pequeña cabaña casi cuando caía la noche. Hiroki admiró lo bien construida que estaba, pues lucía sólida y cálida. Siguió a Nowaki hasta lo que perecía un pequeño establo, ahí había un caballo moteado realmente hermoso que parecía haber estado esperando a Nowaki. Hiroki observo como lo acariciaba con dulzura para después darle un poco de alimento.

    A un lado del establo había un pequeño corral, y ahí metió a los pavos, los desato y les dio de comer, Hiroki se preguntó por qué lo hacía.

    —Acompáñame— Hiroki siguió a Nowaki al interior de la cabaña, todo estaba a oscuras hasta que Nowaki encendió algunas velas. El lugar poco a poco adquirió luz en cada esquina y Hiroki pudo apreciarlo. Notó que apenas entraba había una improvisada y pequeña cocina, la sala se extendía a unos cuantos pasos aunque contaba con una chimenea y unos pequeños sillones cubiertos con piles de animales, había una habitación que parecía anexa al resto de la construcción.

    Nowaki tomó un conejo de su bolsa y se dispuso a quitarle la piel, hasta que vio que la cara de Hiroki palidecía.

    —Por qué no vas a la sala y enciendes la chimenea— Aunque hacía calor Hiroki no se negó.
    Cuando llegó a la chimenea notó algo más, arriba había libros. ¿Cómo era eso posible? Los libros eran excesivamente caros, solo las iglesias y los reyes poseían grandes bibliotecas y aunque los que Nowaki tenía no eran más de cinco tomos se sorprendió.

    —¿Cómo los conseguiste?— le pregunto al azabache tranquilamente mientras se sentaba en uno de los sillones.
    —Mi padre era un sacerdote, así que cuando murió los conserve— eso tenía una explicación lógica. No era poco común que los sacerdotes tuvieran amantes y después hijos, era un secreto a voces; pasaba desde con sacerdotes pertenecientes a aldeas pequeñas hasta con los obispos.

    A Hiroki le dio mucha curiosidad preguntar por el pasado de Nowaki pero se abstuvo pues pensó que sería grosero preguntar, pero para su sorpresa Nowaki comenzó a relatar.

    —Era el hijo del sacerdote de un pequeño pueblo y mi madre era su ama de llaves, técnicamente todo el pueblo lo sabía, pero se abstenían a contármelo; aunque no era como si yo no lo supiera. Cuando murió nos dejó a mi madre y a mí varias extensiones de tierra, pero unos años después ella también murió.

    Hiroki se preguntó entonces que hacia ahí, en medio del bosque y cazando conejos. Muchos de los sacerdotes tenían grandes extensiones de tierras pues los fieles se las regalaban cuando morían y no tenían herederos o cuando querían alguna indulgencia. O bien, si el sacerdote le había enseñado a escribir y leer a Nowaki, él podría servir a una gran dama a redactar sus cartas o al mismísimo rey. Pudo ser rico con las tierras que tenia o recorrer con el todo el mundo a los lomos de un caballo.

    —Viví mucho tiempo en la aldea, luego en una gran ciudad y me mantenía de las rentas de las tierras que tenía. Pero aunque podía emborracharme todo lo que quisiera y tener a cualquier hombre o mujer que deseara no me sentía feliz. Hasta que un día llegue al bosque y de cierta manera, sin nada a mi alrededor y viviendo gracias a mi esfuerzo y dedicación a cada cosa que hacia me dí cuenta que era feliz. Dejé la ciudad, regalá la tierra a aquellos que la necesitaban, tome lo poco que tenía y comencé a construir, después de un año de vivir en el bosque terminé esta cabaña.

    A Hiroki le parecía increíble lo que Nowaki le contaba, y no pudo dejar de sentir una gran admiración por aquel hombre frente a él.

    Pronto un apetecible aroma inundo la cabaña y Nowaki lo llamó para comer. Hiroki estaba realmente hambriento y devoro el cojeo asado y el pan que Nowaki le servía.

    El azabache lo miraba divertido, sin embargo sepreguntó cuánto tiempo llevaría sin comer. Limpió la comisura del labio de Hiroki con una pequeña servilleta y Hiroki se detuvo y enrojeció. Nowaki soltó una pequeña risa por la acción tan tierna.

    Cuando ambos terminaron de cenar Hiroki se sintió realmente cansado, como si después de esos casi tres días su cuerpo por fin le pasaba factura. Nowaki lo miro frotar sus ojos y suspirar.

    —Puedes dormir en mi habitación. Está ahí—le dijo señalando una puerta. Hiroki iba a negarse, pero el cansancio no lo dejo, no tenía idea de cuento añoraba una cama suave y sabanas cálidas. Mientras se levantaba miro a Nowaki e hizo una pequeña inclinación con su cabeza.

    —Muchas gracias por dejarme quedar aquí, no tengo forma de pagártelo — Nowaki camino hasta él y revolvió con ternura el cabello..
    —No podía dejarte solo en el bosque. Y estoy casi seguro que tú hubieras hecho lo mismo por mí.

    Hiroki lo miró por última vez antes de entrar a la habitación que solo tenía una cama y un pequeño ropero, pero eso fue lo que menos le importo. Se metió entre las sabanas y por primera vez en días durmió tranquilo y soñó con los ojos azules de un ángel.

    —❤—


    —Hiroki— su voz sonaba tan lejana que el castaño no pensó que fuera real y siguió con los ojos cerrados, abandonándose al sueño.
    —Hiroki, levántate— ahora podía oír la voz más cerca y sentía unas fuertes manos moverlo delicadamente. Abrió los ojos despacio, y en la oscuridad se encontró con la silueta de Nowaki —Tenemos que irnos— Hiroki no sabía a qué se refería, pero salió de la cama y después cuando cuando ambos salieron de la cabaña Hiroki se dio cuenta que aún no amanecía, pero que no faltaba mucho.

    Afuera los espera el caballo de Nowaki atado a una carreta.
    —Puedes ir dentro de la cerreta y dormir un rato— Hiroki se subió a la carreta que llevaba ropa limpia y varias cestas. También había una gran manta roja, se tapó con ella y durmió por unos minutos más. Cuando despertó los pájaros cantaban con más fuerza y el sol comenzaba a salir, seguían en movimiento, pero unos minutos después Hiroki pudo oír el sonido que hacia el agua al pasar rápidamente y la carreta fue deteniéndose hasta llegar a la orilla del río.

    No era un río tan grande, pero sin duda sus aguas eran rápidas. Desde donde estaban se podía ver una pequeña cascada y había algunas rocas en las orillas.

    Nowaki desato al caballo y sacó unas cosas de la carreta dejándolas un poco apartadas de la orilla, pero a la vista. Hiroki lo miraba curioso aun en el interior, hasta que Nowaki comenzó a sacarse las botas y luego la camisa, dejando ver sus fuertes músculos. Hiroki aparto la vista avergonzado, nunca había visto a alguien aparte de sí mismo sin ropa y ahora Nowaki estaba quedando completamente desnudo ante él.

    Escucho el cuerpo de Nowaki zambullirse en el agua del río. Entonces lo vio con el cabello mojado y el agua golpeando su cuerpo.

    —Ven Hiroki, el agua no está tan fría— Hiroki no tenía miedo el frío, sino del cuerpo desnudo de Nowaki y del suyo propia. Sin embargo no desobedeció a Nowaki y aun aferrado a la manta roja poco a poco se despojó de su ropa.

    Únicamente soltó la manta cundo el agua del río cubrió su cuerpo. El agua era refrescante, sin embargo Hiroki temía que el río se lo llevara así que se atajó detras de una roca y comenzó a lavar su cuerpo. Nowaki frotaba unas extrañas hojas sobre su cabeza y estas formaban una gruesa espuma. Nowaki le hizo una señal para que se acercara, entonces el cuerpo de Hiroki se tensó y con cuidado nadó hasta Nowaki.

    Cuando quedó frente a él se dio cuenta de lo pequeño que realmente era a comparación del azabache y se sintió avergonzado, pero Nowaki le sonrió dulcemente y Hiroki se perdió en esa sonrisa olvidando su vergüenza. Nowaki comenzó a frotar las mismas hojas sobre su cabello castaño y Hiroki cerró los ojos por lo bien que se sentía ese masaje.

    Pronto, ambos quedaron igual de enjabonados, entonces Nowaki tomo un gran respiro y se zambulló en el agua seguido por Hiroki. Bajo el agua ambos pudieron versea los ojos, estaban muy cerca uno del otro y entonces ambos volvieron a salir a la superficie, riendo por cómo se veía el otro y volvieron a repetir la acción.

    Ambos salieron del río, con sus sus risas oyendose por el bosque. Hiroki rápidamente se puso la manta sobre los hombros agradeciendo que esta lo cubriera en su totalidad y comenzó a secar su cuerpo. Nowaki también llevaba una toalla y cuando hubo terminado de secarse se puso una ropa limpia que llevaba, y le pasó unas ropas más pequeñas a Hiroki.

    —Gracias— Hiroki se preguntó de dónde las había sacado.
    —No te preocupes, las tenía guardadas. Solo espero que no te queden muy grandes.

    Las ropas no eran muy grandes, sin embargo Nowaki ya no podía ver las suaves curvas del cuerpo de Hiroki. ¿Por qué negarlo? Desde que lo había visto en el bosque no podía quitarle los ojos de encima. No solo veía su cuerpo, esos ojos destellantes lo tenían hechizado, esa sonrisa dulce lo desorbitaba, le gustaba sus rasgos pequeños, la sonrisa tímida la constitución frágil de ese niño.

    Nowaki tomó una de las canastas que llevaban consigo y se la entregó a Hiroki.

    —Ve a buscar algunas fresas mientras yo lavó la ropa— Hiroki se tensó, pero asintió, aunque se quedó algunos segundos con su ropa, para después entregársela a Nowaki.

    —❤—


    Hiroki se adentró un poco al bosque, al lugar donde Nowaki le había indicado que podía encontrar las fresas y empezó a escogerlas de entre los arbustos para llenar rápidamente la canasta, que no era para nada pequeña.

    Cuando terminó sacó del bolsillo un pequeño anillo.Era el que su prometido le había dado.

    Miro a todos lados y una vez que se aseguró de que no había nadie hizo un pequeño agujero en la tierra y enterró el anillo, Nowaki no debía saber de el.

    —❤—


    Algunos días después habían establecido una pequeña rutina, que comenzaba todos los días con sus idas tempranas al bosque para lavar su ropa. Apenas llegaron a la cabaña Hiroki se encargó de extender la ropa mojada para que se secara rápidamente. Cuando termino se sentó en una roca que había cerca y se quitó los zapatos. En el castillo le habían parecido lo más cómodo que podía haber, pero ahora que estaba en el bosque realmente los odiaba. Nowaki lo vio cundo masajeaba sus adoloridos pies y se acercó a él.

    —Dámelos, te los cambiare, pero tendrás que andar cuatro días sin zapatos— Hiroki no pudo sentirse más feliz que cuando Nowaki le dijo aquello.

    Caminaron a la parte delantera de la cabaña. Nowaki tenía su caballo de nuevo unido a la carreta que ahora iba rebosante de cosas. Había varios conejos salados o ahumados. Los pavos silvestres iban en jaulas, pues Nowaki le había dicho que las personas en la ciudad preferían comerlos frescos, también iban varias cestas llenas de frambuesas y fresas que deleitarían los paladares de las hijas de los condes, una pequeña jarra de miel, algunas hierbas, flores secas y los zapatos de Hiroki.

    —Recuerda lo que te dije. No salgas a menos de que sea estrictamente necesario. Hay suficiente comida para cuatro días, tendrás que salir al rio pero intenta ocultarte, no dejes entrar a nadie y apaga las velas y la chimenea a más tardar tres horas después del anochecer. Y asegura la puerta antes de dormir y cuando salgas.—Hiroki asintió como si fuera un niño pequeño. Nowaki subió a su caballo y revolvió los cabellos de Hiroki, luego se puso en marcha.

    —❤—


    El viaje a la ciudad más cercana estaba a un día y medio de camino a caballo, más las horas que tendría que comerciar. Le gustaba ir a esa ciudad pues además de que no tenía que alejarse mucho del bosque, ahí estaba el castillo de un rey importante y muchas personas iban a comerciar en el gran mercado de la ciudad. A pesar de lo avanzada que estaba la guerra nunca escaseaban productos en esa ciudad, aunque las cosas tenían un precio más elevado del habitual.

    Todo el camino se fue preguntando si Hiroki estaría bien, si le alcanzaría la comida, si no lo vería ningún proscrito deambular solo por el bosque. Hiroki no era ningún tonto, de hecho era muy listo, pero al mismo tiempo muy inocente, como si no conociera el mundo exterior.

    —❤—


    Había tres formas de entrar a la ciudad que estaba amurallada recientemente por la guerra. El castillo estaba al norte y detrás de el solo había bosque, y toda la cuidad se alzaba al sur. Al sur estaba la entrada principal una gran puerta de acero para la que se necesitaban a más de cien hombres para alzar y desplegar. Se desplegaba cuando salía el sol y se alzaba justo dos horas después del anochecer. Cuando cruzaban esa puerta se abrían más de ocho caminos para llegar a ciudades, aldeas o pueblos cercanos, por eso era la más concurrida.

    Las otras dos entradas estaban situadas al este y oeste, y estas tenían puertas más pequeñas, pero que estaban vigiladas por centinelas día y noche. Nowaki entró por la puerta este.

    Cuando llego a la ciudad fue bien recibido con un amigo suyo que le daba hospedaje cuando se quedaba atrapado en la ciudad.

    Inmediatamente se puso a vender todo lo que tenía, sin embargo en la ciudad había un aire pesado. Todas las personas que tenían problemas económicos y no podían comprar carne roja le compraban conejos, y ahora contaban las monedas de plata y se las daban como si no estuvieran seguros de que era la mejor elección.

    Cuando iba con los condes y sus hijas compraban las bayas siempre le sonreían con coquetería y se quedaban charlando con él, ahora se mostraban nerviosas, y miraban dentro de sus casas o a los lados de las calles como si esperaran a alguien o que pasara algo. En general le estaba costando vender todos los productos que llevaba cuando antes podía venderlos apenas llegaba, pero afortunadamente pudo vender todo unas horas antes de la puesta de sol. Lo único que le quedaba y que de hecho había olvidado eran los zapatos de Hiroki.

    Antes de vender los zapatos contó las monedas de plata que tenía y se acercó con un sastre. Compro ropa para Hiroki y también alguna para él, en comparación, la ropa para Hiroki se veía pequeña, y por un momento temió que la hubiera comprado muy chica, pero pensándolo bien, Hiroki era realmente bajito y delicado.

    Compró otras cosas esenciales como sal, harina para preparar pan, comida para su caballo. Entonces se acercó con el zapatero. Y le ofreció los zapatos de Hiroki. Sus ojos expresaron sorpresa cuando los vieron.

    -¿De dónde los has sacado?- le pregunto casi furioso y los examino concienzudamente.
    -¿Por qué? ¿No me los puedes cambiar?
    -Por monedas, no. Además me costaría mucho trabajo venderlos, solo podría vendérselos al hijo de algún conde, y tendría que pasar por varias preguntas.- Nowaki se preguntó cuál sería el valor de esos zapatos.
    -¿Entonces por qué me los podrías cambiar?- el zapatero se lo pensó un poco y al final miro a Nowaki.
    -Los zapatos están un poco sucios, pero te los podría cambiar por dos pares de botas y cinco monedas de plata, pero ese no es su valor original, es solo lo que yo te podría dar.- Nowaki se sorprendió de sobremanera preguntándose ¿de dónde había sacado Hiroki unos zapatos de ese valor?¿Acaso los había…

    -¿Entonces aceptas mi oferta o no?- El zapatero lo miraba esperando su respuesta, al final Nowaki acepto y tomó unas botas para Hiroki, otras para él, y se metió las monedas de plata en el pequeño saquito que llevaba en el cinturón.

    Dejó las cosas en su carreta y acaricio a su caballo antes de meterse a la casa y sentarse en un banco. El asunto de que pasaba en la ciudad lo seguía aquejando. Nadie quería decirle nada, y él no tenía forma de averiguarlo, su amigo estaba fuera de la casa. La única que estaba ahí en ese momento era la sirvienta que lo miraba de reojo de vez en cuando.

    Decidió salir un momento para pensar mejor, además ahora estaba el asunto de donde había sacado los zapatos Hiroki.

    Pero pronto un sonido lo hizo dejar de pensar en todo. Los cascos de unos jinetes se oían no muy lejos de donde él estaba, parecía que eran más de cincuenta, y las personas no sabían si entrar a sus casas o quedarse donde estaban. Pronto pudo ver al ejercito del rey entrando a las humildes casas de las personas y saquear todo, algunas se alejaban despavoridas por las brillantes espadas.

    Nowaki estuvo a punto de regresar a la casa de su amigo recortando a la joven sirvienta, hasta que un grito llego a sus oídos, en el suelo justo sobresaliendo de la puerta de su casa había una mujer inconsciente, corrió ella pero al mirar dentro vio a un soldado tomando del brazo a un niño pequeño y una niña rubia que quería detenerlo con sus débiles brazos.

    -¡Búsquenlo por todos lados! ¡Si alguien intenta detenerlos puedes usar la fuerza!- le gritaba a sus hombres que entraron enseguida. Con los gritos de la niña, y los llantos del niño el soldado perdió la paciencia soltó al niño y abofeteo a la niña. Entonces Nowaki entro y sin que el soldado se lo esperara atino a soltarle un puñetazo en la nariz, pudo oír los pequeños huesos romperse, pero no le importó.

    -Toma a tu hermano y a tu madre y váyanse de aquí- le dijo dirigiéndose a la pequeña, que no debía tener más de doce. En ese momento la mujer se levantaba tambaleante, y la niña se alejó con su familia rápidamente.

    Nowaki iba a salir también, pero pronto el soldado lo detuvo y cuando vio algo relucir en sus manos lo tomo por sorpresa, era una daga de aspecto temible, pero a Nowaki nunca le habían dado miedo los hombres de armas, esos que pasaban por la vida como si pudieran pisar todo lo que estaba a su paso.

    El soldado dio un paso con la daga en alto y Nowaki se cubrió con los brazos para protegerse del letal golpe, hasta que dos hombres de armas llegaron de la nada y tomaron a Nowaki por los brazos. El azabache trato de zafarse, pero en caso de soltarse, no podría pelear con los tres hombres armados.

    -¡Amárrenlo al cepo, estará ahí tres días!- Nowaki no había visto del todo bien al soldado que había atacado. Llevaba la nariz ensangrentada y le costaba hablar, Nowaki sonrió, por lo menos le había roto la nariz al soldado, sin embargo al notar su sonrisa el hombre enfurecido le clavó el puño derecho en el vientre. El estómago de Nowaki no resulto ser blando como el soldado se lo esperaba, pero pese a ello Nowaki se dobló hacia adelante con el rostro crispado por el dolor, momento en el que el soldado aprovechó para asestarle un puñetazo en la cara que le alcanzó de lleno en el pómulo.

    Nowaki le mando una mirada furiosa, y el soldado se la regreso.

    ~°~



    Se suponía que los que estaban amarrados al cepo eran los que tenían crímenes menores, y a veces se les dejaba por un corto periodo de tiempo, su función era la de la vergüenza publica, pero en el caso de Nowaki no funciono. Todos lo que pasaban frente a él agachaban la cabeza o lo miraba con un toque de lastima, muchos lo conocían, y sentían tristeza por él, no era como si no se lo hubiera buscado pero las causas tampoco eran muy justas.

    Los primeros minutos estuvo luchando contra los brazaletes de acero que presionaban sus muñecas y que lo mantenían ahí, hasta que se dio cuenta que no podía escapar. Por suerte los soldados no se habían dado cuenta de la pesada bolsa llena de monedas que colgaba de su cinturón.

    A pesar de que aún no empezaba el atardecer la calle no estaba muy concurrida, por eso le extraño ver una cabellera rubia acercarse a él, se trataba de la niña que había salvado de los soldados hacia unas horas, subió a la pequeña tarima donde estaba el cepo, miró a todos lados antes de acercarse a Nowaki con un paño húmedo y un cuenco de madera lleno de agua y limpiar las heridas que ni él sabía que tenía.

    -Gracias, por lo de hace un rato.- le dijo mientras terminaba de limpiar la sangre seca de los labios del azabache.
    -¿Tu familia está bien?- la niña asintió mientras le llevaba el cuenco a los labios. Nowaki tomó el agua agradecido.
    -¿Por qué paso esto? ¿Qué es lo que le pasa a la ciudad?- en el rostro de la niña se dibujó el terror, miro a todos lados nerviosa y se acercó a la oreja de Nowaki.
    -El príncipe…- se calló cuando los cascos de un caballo se escuchaban cerca y se alejó de Nowaki rápidamente.

    ~°~


    El día había sido caluroso, pero la noche era realmente fría.

    Nowaki no había dejado de pensar ¿Qué había hecho el príncipe para que la ciudad se viniera de cabeza por su culpa?

    Debían de haber cerrado las puertas hacia algunas horas, y a Nowaki le sorprendió que ni siquiera las tabernas tuvieran luz a esa hora de la noche. Probablemente todos o la gran mayoría ya estuviera en sus casas y durmiendo intranquilos a la espera de un nuevo ataque por parte del ejército.

    Todo parecía en calma, hasta que una silueta a lo lejos avanzaba hacia él, iba encapuchada, no parecía ser muy alta, no fue hasta que estuvo muy cerca de Nowaki que éste pudo reconocerla.

    -Bessie- pudo reconocer a la señora entrada en años que era su amiga desde que él había abandonado su aldea.-¿Qué haces aquí?
    -Me entere de que te habías metido en problemas.
    -No podía quedarme a ver como golpeaban a una niña.- La menuda mujer sacó de entre su ropa una llave pequeña y se dispuso a liberar a Nowaki. El azabache sabía que trabajaba en el castillo, y que pudo conseguir la llave, no sin cobrar algunos favores, sin embargo se preocupó por ella.

    -¿Qué le paso al príncipe Bessie? ¿Por qué ha logrado poner la ciudad de cabeza?- Oyó a la mujer soltar un pequeño sollozo antes de quitarle las esposas y entregarle una capa.

    -Mi niño ha escapado.– eso realmente sorprendió a Nowaki- Fue durante su fiesta de compromiso, todos lo habían visto nervioso, pero nadie pudo detenerlo cuando escapo del castillo. Al principio pensaron que estaría en el bosque, pero lo buscaron por algunos días y no pudieron encontrarlo, concluyeron con que no podía estar en el bosque, no podía ir más rápido que unos soldados a caballo. Ahora sospechan que está aquí en la ciudad y que alguien lo está escondiendo. El rey y la reina se han vuelto locos, y mandan al ejército casa por casa a revisar. Pronto todos los condes serán juzgados y sus palacios también serán inspeccionados.

    -Pero ¿Por qué es tan importante su matrimonio? ¿Por qué lo buscan con tanta desesperación?
    -No lo iban a casar con cualquier príncipe Nowaki, lo iban a casar con un rey importante en la guerra. Y ahora el rey se siente ultrajado, sin ese matrimonio el comercio se vendrá abajo.
    -Menudo príncipe caprichoso ¿No se da cuenta de todo lo que está en juego?
    -No se puede mandar al corazón Nowaki.

    Mientras hablaban Bessie lo habia llevado por varias calles asegurándose de que nadie los viera, al final habían llegado a la puerta este del muro. Nowaki se sorprendió cuando vio que ahí estaba su caballo y carreta, con todas las cosas que había comprado esa tarde. La puerta estaba cerrada y dos centinelas lo observaban no muy asombrados.

    -Es mejor que te vayas y no regreses en unas cuantas semanas.- le advirtió Bessie, hizo una señal a los centinelas y estos abrieron la puerta.
    -Gracias Bessie… y lamento lo del príncipe- El azabache sabía que la mujer era la nodriza del joven príncipe, y que al no tener hijos propios le quería como si fuera suyo.

    A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas mientras Nowaki partía.

    —❤—


    El sol del quinto día se esfumaba y Hiroki no podía estar más preocupado ¿Dónde estaba Nowaki? Trataba de leer un libro, pero no podía concentrarse. Se alegró cuando oyó los relinchidos de un caballo, dejó el libro a un lado y salió de la cabaña, se le ilumino el rostro al ver a Nowaki acercarse, pero se alarmo cuando vio su pómulo amoratado.

    -¿Qué te paso en la cara Nowaki?- Nowaki había desmontado y estaba dejando en ese momento a su caballo en el establo, simplemente ignoro a Hiroki- Me asuste mucho cuando no apareciste, pensé que algo malo te había pasado.- Sin embargo Nowaki no le contestaba.-Nowaki ¿pasa algo?
    - ¿De dónde sacaste los zapatos que llevabas puestos?-Hiroki no entendió de que hablaba.
    -Eran míos…
    -¡No mientas!- Nowaki parecía enojado y Hiroki retrocedió unos pasos asustado.-Esos zapatos valían una fortuna ¿de dónde los sacaste?- Hiroki realmente no sabía que contestar ¿a qué se refería con una fortuna?- Hiroki ¿tu robaste esos zapatos?
    -¡Por supuesto que no!- Hiroki tenía las mejillas encendidas y miraba a Nowaki con los ojos llenos de lágrimas, pero ¿qué podía decirle?
    -Quiero que te vayas, no tendré a un ladrón en mi casa.- Nowaki parecía serio, y sus palabras fueron duras. Hiroki abrió la boca esperando decir algo, pero no pensaba rogarle para quedarse así que dio media vuelta y se echó a correr.

    Nowaki pudo oír sus pasos alejarse. ¿Por qué lo había tratado de esa forma? Estaba tenso y por supuesto que sospechaba que los zapatos eran robados, pero estaba tan enojado porque Hiroki le había mentido; pero en su lugar él también lo habría hecho, de pronto se sintió miserable y toda lo ira que había tenido se estaba esfumando remplazándose por preocupación ¿Cómo se le ocurría dejar a Hiroki solo en el bosque?

    Corrió detrás del castaño pero era muy tarde ya no podía escucharlo ni verlo. Estuvo gritando su nombre pero no lo encontró hasta pasados unos minutos. Lo encontró recargado en un roble seco, tenía el rostro oculto entre las rodillas y parecía sollozar, se acercó a él sintiéndose miserable. Lo levanto del suelo donde estaba y lo estrecho fuertemente en sus brazos, Hiroki parecía desconcertado, pero no dijo nada.

    -Lo lamento Hiroki, lo lamento tanto- Nowaki acariciaba sus cabellos, podía sentir la piel caliente de Hiroki a través de la ropa y podía oler el cabello de Hiroki, olía a flores. Hiroki se relajó en los brazos del azabache y también lo abrazo, de verdad lo había extrañado.

    —❤—


    Las estaciones pasaban rápidamente, los días se habían convertido en semanas y las semanas en meses. Nowaki le había enseñado a Hiroki a cazar patos y distinguir las bayas venenosas de las comestibles, le había enseñado a montar trampas y a quitar la piel de los animales para hacer pequeñas cobijas.

    Nunca se cansaba de las conversaciones con él, muchos podrían pensar que no tenían nada de qué hablar pues pasaban cada minuto del día juntos, pero no era así, Hiroki no hablaba de crianza de anímales ni cosechas, sin embargo sabía mucho de política aunque aún no hubiera visto el mundo. Podía comentar con él, libros que había leído antes y de cómo los precios subían y bajaban. Y aunque no tuvieran nada de qué hablar, nunca les atacabas silencios incomodos.

    Tenían una conexión especial, que Nowaki no podía explicar.

    No eran solo sus conversaciones, con cada risa honesta, cada suspiro se enamoraba más del castaño. Le encantaba la forma en que sus inocentes ojos brillaban cuando descubría algo nuevo, o los gestos que hacía cuando se concentraba en algo, o incluso su rostro sereno mientras dormía. Habían instalado una pequeña cama en la habitación del azabache y Nowaki cada noche lo miraba dormir.

    En las noches más calurosas encendían una pequeña fogata fuera mientras terminaban las últimas tareas del día, disfrutaban de una tranquila charla o bailaban alrededor del fuego, esas eran sus noches favoritas pues disfrutaba de la risa de Hiroki, y la cercanía de su suave cuerpo.

    Hiroki sentía algo parecido, con Nowaki se sentía a salvo, era como si toda su vida hubiera sido un pájaro atrapado, y de repente fuera libre en los brazos de ese ángel de ojos azules. No sabía lo que era, pero cada vez que Nowaki lo miraba, cada vez que le sonreía su corazón se encendía y quemaba.

    —❤—


    La mañana era fría, como todas las mañanas en otoño, Hiroki se levantó con pesar y se quitó las suaves sabanas que lo cubrían mientras se estiraba y tallaba los ojos, se puso sus botas y tomó la manta roja que siempre utilizaba cuando iban al rio, afuera Nowaki ya lo esperaba con las cosas listas.

    Se subió a la carreta y disfruto el viaje. No recordaba una mañana tan fría como esa, el viento soplaba fuertemente y derribaba las pocas hojas que aún quedaban en los árboles, el bosque se había pintado de tonos naranjas y dorados, y no faltaría mucho para que llegara el invierno. Nowaki ya había empezado a almacenar comida y Hiroki a coser suaves mantas con la piel de los animales que cazaban.

    Se detuvieron frente al río y el primero en entrar al agua fue Nowaki, Hiroki observo como su aliento salía cálido se su boca. Él comenzó a sacarse la ropa, pero cuando el aire rozó su piel desnuda se envolvió en su manta roja, tan pronto como su pie desnudo toco el agua lo retiro rápidamente; estaba helada, no entendía como Nowaki la soportaba.

    -Ven Hiroki- Nowaki le hizo una seña, pero Hiroki negó con la cabeza.
    -Está demasiado fría.
    -No es cierto, ven.-Hiroki negó de nuevo, así que Nowaki suspiro- Está bien, ayúdame a salir- Extendió su mano hacia Hiroki, y este la sacó de la manta roja, pero no espero que Nowaki lo jalara hacia él. La manta se quedó en la orilla del río, a salvo del agua, pero no así Hiroki.

    -¡Eres un idiota Nowaki!- le grito cuando su conmoción paso, y el azabache soltó una carcajada, sin embargo Hiroki no rió. Tiritaba y jadeaba de frio. Se acercó hasta Nowaki temblando de frio y buscando un poco de calor- Nowaki, de verdad que está muy fría.

    El azabache se arrepintió de su acción al ver a Hiroki tan vulnerable y muriéndose de frio, sabía que podía enfermar rápidamente y esto lo alerto.

    -Lo lamento Hiroki ¿Puedes salir del agua?- preguntó con notable preocupación, sin embargo Hiroki negó. Lo tomo en sus brazos y nadó con él, afortunadamente no se habían alejado mucho de la orilla.

    Cuando lo sacó Hiroki había quedado debajo de él, temblando mientras el agua fría le recorría el cuerpo. Nowaki lo contemplo, desnudo como estaba, en otras ocasiones lo había visto, pero no tan vulnerable como en ese momento, ese cuerpo en ese momento no despedía calor, pero lucia hermoso a sus ojos, lo examino de arriba abajo, hasta que se topó con los ojos acaramelados de Hiroki mirándolo intensamente.

    -Nowaki- su nombre salió como un jadeo de esos labios rojos. Se acercó lentamente, hasta que sus bocas estuvieron a milímetros de distancia, se moría por besar esos dulces labios, pero quería que Hiroki diera el último pasó.

    Hiroki nunca había besado a nadie, pero Nowaki estaba tan cerca de él, que casi magnéticamente levanto un poco la cabeza y sus labios se unieron por unos segundos. Sus labios estaban fríos, pero los del azabache despedían mucho calor, tanto que las mejillas de Hiroki se calentaron.

    El beso había sido muy rápido para el gusto de Nowaki, así que volvió a tomar esos labios, ahora en un beso más largo, y luego uno más y otro, hasta que el beso se volvió hambriento. Hiroki no tenía idea de que hacer, pero Nowaki se encargaba de guiarlo.

    Recorrió con sus manos calientes el frio cuerpo del castaño, y Hiroki trato de resistirse, porque se sentía demasiado avergonzado por la forma en que Nowaki recorría su cuerpo, pero ese beso le estaba haciendo perder la cabeza.

    Cuando se separaron ambos jadeaban un poco, a Nowaki la piel de Hiroki le perecía hermosa, así que bajó suavemente por sus mejillas y luego su cuello, el castaño le hizo un pequeño espacio, y Nowaki aprovecho para dejar una notable marca en ese níveo cuello, siguió bajando lentamente por el torso, dejándose dominar por el instinto.

    Besó el suave pecho y pudo oír el inquieto corazón de Hiroki, siguió bajando al plano vientre, pero entonces no pudo avanzar más, Hiroki se cubría con sus pequeñas manos, y trataba de cerrar las piernas, pero al estar Nowaki en medio le era imposible. El azabache se fijó en su rostro, su cara estaba roja de vergüenza y tenía una fina capa de lágrimas en sus ojos.

    -¿Qué pasa Hiroki?- le pregunto con dulzura aun besando su vientre.
    -No puedo Nowaki, me da mucha vergüenza.- Hiroki no se atrevía ni siquiera a mirarlo. ¿Qué le estaba pasando a su cuerpo? ¿Por qué aquello se sentía tan bien?
    -Pero si estamos igual pequeño.- Nowaki tomo una de las manos de Hiroki y la dirigió a su propio miembro.

    Hiroki jadeó cuando sintió lo caliente y duro que Nowaki estaba, sus manos temblaron y el azabache las retiro con dulzura y siguió bajando por su cuerpo, se centró en el interior de los suaves muslos, repartiendo besos tiernos y suaves lamidas, y avanzó por las piernas, las rodillas hasta llegar a las puntas de las pies; Hiroki lo miraba extasiando.

    Hiroki se veía hermoso recostado sobre las hojas secas y Nowaki se aseguró de guardar esa imagen por siempre en su memoria. El azabache abrió suavemente las piernas de Hiroki, dejando ver la rosada entrada, el castaño se removió inquieto, y Nowaki volvió a besarlo tratando de relajarlo, para de nuevo bajar y lamer la virgen entrada que pronto profanaría.

    -¡No! Nowaki… basta.-Hiroki se incorporó y se sostuvo con sus codos mientras Nowaki lo lamia descaradamente, enredo sus manos en sus cabellos obscuros y tiró suavemente de ellos, mientras gemía de vergüenza. Nowaki lo empujo suavemente para recostarlo de nuevo en las suaves hojas y metió dos de sus dedos en la caliente boca, Hiroki jugó suavemente con ellos, entonces Nowaki se detuvo y miro a Hiroki intensamente a los ojos.

    El castaño sintió que se le cortaba la respiración. Los dedos salieron de su boca y entonces Nowaki lo besó de nuevo, era un beso demandante, apasionado, y tan tierno que Hiroki cerró los ojos para aguantar tanto placer.

    Nowaki bajó sus dedos hasta que toco la suave entrada y poco a poco sus dedos entraron, no sin esfuerzo. Hiroki gimió adolorido, pero Nowaki no lo dejo separarse de él.

    El cuerpo de Nowaki cubrió el suyo, pudo sentir sus músculos tensarse, y cuando abrió los ojos se encontró con su mirada del color del cielo, estaba aterrado, pero se convenció de que Nowaki no podría lastimarlo, que en sus brazos estaba seguro. Gimió cuando los dedos de Nowaki presionaron un dulce punto en su interior ¿Qué era aquello? ¿Cómo podía hacer que su cuerpo temblara de esa manera?

    Nowaki sacó sus dedos del interior de Hiroki. Tomó firmemente sus suaves muslos y Hiroki lo miro, como si no comprendiera que era lo que iba a pasar, le sonrió para tratar de tranquilizarlo, y se empujó suavemente en su interior. La boca de Hiroki se abrió, pero no pudo emitir ningún sonido.

    Hiroki enterró sus dedos en la amplia espalda de Nowaki, y esté vio como en su rostro se pintaba un mueca de dolor. Se quedó quieto un momento mientras Hiroki se acostumbraba, pero de alguna forma no funciono, entonces él se sentó en las hojas y dejo que Hiroki se sentara sobre él, Hiroki respiraba en jadeos pero parecía mejor que cuando estaba recostado, lo beso intensamente, entonces el castaño comenzó a moverse despacio.

    Su cuerpo temblaba de gozo, sus caderas se movieron al compás con las de Nowaki y sintió que moría cuándo Nowaki empujo en ese lugar conde sus dedos habían tocado antes. Nowaki enterró sus dedos en las caderas de Hiroki obligándolo a moverse más rápido, más intenso. Hiroki nunca se había sentido tan descontrolado, tan fuera de sí, busco refugio en cuello de Nowaki, pero de nada le sirvió, un hormigueo se instaló en la parte baja de su vientre, y entonces sus piernas no pudieron moverse más. Se detuvo mientras trataba de llevar un poco de aire a sus pulmones. Nowaki vio su rostro descompuesto por el placer y aun sin soltarlo lo recostó y siguió enterrándose en él, rápido y duro, pero increíblemente delicado.

    Hiroki le miraba con unos ojos enormes, tan puros, tan vulnerables y arrasados por las lágrimas de placer que se le acumulaban hasta caer por sus mejillas.

    Hiroki sentía cada vez con más intensidad esa sensación electrizante en la punta de su pene, y no lo ayudo que Nowaki lo masajeara rápidamente y golpeara con más fervor ese punto en su interior que lo hacia gritar.

    -Por favor… Nowaki…no, no más. Algo…- No pudo seguir hablando Nowaki lo silencio con dulces besos. Y cuando se separo pudo observar el rostro de Hiroki sonrojado, cada vez más perdido en el placer.

    -No te contengas Hiroki, déjalo salir, solo entonces te sentirás mejor.- El castaño no comprendía las palabras de Nowaki. De pronto el cielo se volvió blanco frente a sus ojos, lanzó un grito que ni siquiera el oyó, y su cuerpo se tensó tanto y se sintió tan caliente que pensó que pronto empezaría a arder. Nowaki se derramo en su interior, y el gimió desesperado.

    Despacio los temblores en su cuerpo comenzaron a calmarse, su cabeza dejo de dar vueltas y sentía el cuerpo tan ligero que le era imposible moverse. El pesado cuerpo de Nowaki estaba sobre él, pero apenas podía sentirlo.

    ¿Qué había sido todo eso?

    —❤—


    Nowaki se encontraba tan feliz, que le era imposible describir como era que se sentía, jamás había disfrutado tanto de un cuerpo tan puro y delicado.

    Algo húmedo y caliente se deslizo por su mejilla, por un momento pensó que estaba llorando y no se había dado cuenta, hasta que un sollozo que apenas pudo identificar se hizo audible, entonces separo su cuerpo del de Hiroki, y lo que vio le rompió el corazón.

    Hiroki tenía las mejillas húmedas por las lágrimas, cuando Nowaki se separó de él, trato de cubrir sus ojos con sus manos pero los sollozos seguían saliendo de sus labios. Ni siquiera quería ver a Nowaki a los ojos. El azabache trato de abrazarlo, pero Hiroki se resistió y se hizo un ovillo en medio de aquellas hojas.

    -Lo lamento Hiroki ¿te hice daño?- el castaño no respondió y siguió sollozando despacio. Nowaki observo la manta roja que estaba a unos metros de él, envolvió a Hiroki con ella y lo dejo recostado en la carreta, se vistió rápidamente y recogió un poco de agua del río. Subió a su caballo y Hiroki y él no se dirigieron la palabra en todo el camino.

    —❤—


    Hiroki estaba recostado en su cama, aun con la manta roja sobre él, Nowaki lo había dejado ahí cuando regresaron a la cabaña.

    Hiroki no se sentía enojado con Nowaki, más bien se sentía avergonzado. No podía dirigirle la mirada, le daba vergüenza como su cuerpo había actuado de forma tan primitiva, el nunca había experimentado esas sensaciones, y eso le aterraba.

    -Hiroki, el agua para tu baño esta lista- le dijo suavemente Nowaki ingresando a la habitación. Hiroki se levantó despacio. Las piernas le temblaban y apenas podía mantenerse en pie.- Déjame ayudarte- la voz de Nowaki sonaba preocupada, pero cuando se acercó a Hiroki este como reflejo se apartó y mantuvo la cabeza baja. Caminó fuera de la cabaña, ahí había una cubeta llena de agua caliente, el clima se había templado, así que no sintió frio cuando dejo a un lado la manta roja y su piel volvió a quedar desnuda.

    Nowaki salió y observo a Hiroki desde el marco de la puerta, tenía un gran moretón en el cuello, había dejado las marcas de sus dedos en esas delicadas caderas y en los delgados muslos, había hecho todo mal.

    ~°~


    Hiroki se había lavado sin notar la mirada de Nowaki, estaba demasiado desconcentrado, no era su intención tratar mal a Nowaki, pero moría de vergüenza cada vez que este le hablaba.

    El agua caliente sobre su cuerpo lo había relajado. Se puso encima la manta roja y estuvo a punto de entrar a la cabaña, cuando oyó el relinchido de un caballo. Noto que era el caballo de Nowaki, y en ese momento el azabache lo montaba, pero no tenía la carreta. Se acercó hasta él y por primera vez levanto la vista para poder verlo.

    -¿Qué pasa Nowaki? ¿A dónde vas?
    -Puedes tomar todo lo que quieras he irte, yo regresare mañana en la tarde- Nowaki iba a poner en marcha al caballo pero Hiroki lo detuvo.
    -No, Nowaki…- Hiroki no tenía idea de lo que hablaba. El azabache desmonto a su caballo y toco delicadamente el rostro del castaño.
    -Te he lastimado, y de veras lo siento Hiroki.- El azabache acaricio suavemente su cabello y estaba a punto de alejarse de nuevo. Pero Hiroki no quería aquello, con las mejillas encendidas abrazó a Nowaki y le robo un dulce beso. La manta casi resbaló de los hombros de Hiroki hasta que Nowaki lo sostuvo fuertemente entre sus brazos. Cuando se separaron Hiroki tenía las mejillas rojas la mirada clavada en el suelo.

    -Te quiero Nowaki y no me has lastimado, pero yo… nunca me había sentido de esa manera, me siento tan avergonzado que no puedo mirarte a la cara. Soy yo el que debería pedirte disculpas- Nowaki tomó su mentón y lo obligo a mirarlo, los ojos de Hiroki parecían sinceros.

    -Yo también te quiero.- Lo tomo entre sus brazos, dejando la manta que lo cubría olvidada en medio del patio.

    Lo llevo dentro de la habitación y lo deposito suavemente en su cama. Hiroki parecía desconcertado, y más cuando Nowaki descendió tanto que su tibio aliento rozo la punta de su pene desnudo, haciéndolo gemir quedadamente.

    -Pues más vale que vayas dejando la vergüenza a un lado, porque tengo muchas cosas que enseñarte; si decides quedarte conmigo. Hiroki asintió ansioso, diciéndose que aquello no podía ser más perfecto.


    Edited by ~Akemi~ - 30/12/2017, 00:04
     
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