14avo reto literario “Bodas de plata”. Original /Amarte en Guerra. (Barend x Heiner).

World War II

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    BIBA SHILE

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    Título: Amarte en Guerra.
    Categoría: One-shot.
    Sinopsis: ¿Una pareja homosexual en plena guerra mundial? Es difícil de imaginar, más cuando uno de ellos trabaja para “el jefe”.
    N/A: Es muy divertido trabajar en una historia para un reto, es la primera vez que lo hago y me ha gustado mucho. Gracias por leer uwu.



    Abril 16, 1945; Alemania (Berlín).

    Fuera de estas cuatro paredes de madera podrida, que mantienen en pie una vivienda bastante humilde, se oyen unos estallidos ensordecedores que hacen vibran el suelo opaco del hogar. Desde la ventana se puede ver luz, a pesar de ser las una de la mañana y estar en medio de grandes estructuras de cemento al borde del colapso. Nadie duerme; los militares se habían descuidado y los rusos habían aprovechado este descuido para atacar. Eran bombas, no se podía dudar de aquello. Los habitantes de Berlín ya conocían el sonido estrepitoso de los bombardeos. Nunca se acostumbrarían.

    Dentro de la casa, la sombra de un hombre se asomaba por la luz sutil que traspasaba el vidrio, aquél varón se hallaba sentado en una esquina lúgubre de la morada, con las rodillas a la altura de su pecho y la cabeza escondida entre estas. Estaba temblando de miedo, pero no temía por perder su vida en ese preciso momento, tenía temor de perder una vida ajena. Heiner era un hombre de cuarenta y dos años, casado con un ser de su mismo sexo hace veinticuatro años. Sí, su esposo era un varón. Y por desgracia, era un militar alemán bajo la orden del führer.
    Heiner, de cabello azabache y ojos avellana, comenzó a sollozar. Sentía una tremenda pena al saber que su esposo, cualquier día, podía perder la vida. Pero lloraba también por sentirse inútil.


    Eran las tres y media de la mañana, más o menos; el chico de pestañas largas se había quedado dormido esperando a su amado. Despertó al sentir la puerta rechinar, esta se abrió lentamente, raspando la madera contra el suelo disparejo. Entró una brisa que pegó de lleno en el rostro del de pelo anochecido. Éste se asustó al ver la figura humana en la puerta, pero al enfocar mejor su vista, cuando el que estaba en pie encendió la luz artificial, se dio cuenta de quién era. Sonrió.

    —Barend… —suspiró con voz soñolienta—, pensé que ya no vendrías. Jamás.

    El rostro de Heiner lo delataba a cinco metros, era obvio que había derramado lágrimas, sus ojos estaban hinchados y poseían un color carmesí opaco, y sus mejillas estaban mojadas y pegajosas. El militar, con su parada prepotente y su mirada dura, como la de una persona que ha matado a muchas personas; cayó al suelo para estrechar el cuerpo de su esposo. El de ojos avellana le correspondió sin pensarlo. Hace tiempo no se sentía prisionero de los brazos de su cónyuge.

    Barend era un hombre de cuarenta y tres años, casado con Heiner hace veinticuatro años. Su actitud era muy distinta en comparación con su contrario. Él era fuerte, valiente y prepotente cuando estaba fuera de casa; pero cuando compartía con su amado era amable, cuidadoso y fiel. El menor, al contrario, era siempre igual: amoroso con todos, pero el amor que sentía por Barend era hasta más superior que el amor que sentía por sí mismo. Mucho más supremo. Mucho más.

    Sus personalidades podían ser desiguales, pero ambos se amaban por igual. Llevaban muchos años de casados. Veinticuatro para ser más exactos, y pronto cumplirían los veinticinco. Es difícil pensar en un matrimonio homosexual en los años 40’s. Es hasta imposible, tanto que había ciudadanos que aún no sabían de la existencia de esta sexualidad, y la mayoría pensaban y piensan que se trataba de una “enfermedad” (contagiosa o letal, según ellos). Ellos mantenían su relación escondida de la sociedad, por varias razones. Sus vecinos podían pensar que estaban enfermos y se alejarían, y a su vez, advertirían a los demás ciudadanos de Berlín. La iglesia podría enterarse y castigarles. Y podrían hasta matarlos. En esta ciudad todo podía pasar. Absolutamente todo. Y era un miedo que la pareja de enamorados compartía: el rechazo. Por lo que ambos estaban de acuerdo en esconder su relación. Cada vez que alguien les preguntaba del porqué vivían juntos, respondían diversas cosas, pero su última mentira era que “eran parientes”. Una mentira clásica.

    ¿Y por qué están casados, en un principio? Todo ocurrió un nueve de Marzo del año 1920. Dos jóvenes de diecisiete y dieciocho años respectivamente, se conocen en una feria de frutas de aquellos años. Heiner no tenía a su madre viva, por lo que debía encargarse de cuidar de su padre enfermo (que murió en 1927) ganando poco dinero lavando y vendiendo frutas a los ricos de la época. Barend con sus dieciocho años recién cumplidos, tenía actitud para caminar. Solo con verle la cara se podía decir que era mujeriego, pero todo aquél que lo confirmara estaba errado. Él era homosexual de toda la vida, por lo que él decía, pero solo se había dado cuenta unos pocos días antes de cumplir los quince. Era muy vulgar para la época, el malcriado de la familia. Pero tenía que vencer el orgullo cuando le ordenaban que comprara frutas. Ahí conoció a Heiner, le vendió manzanas. La actitud altanera del mayor hizo que el azabache, que casualmente también resultó ser homosexual, cayera profundamente enamorado del de cabellos rubios y ojos pardos: Barend.
    Ambos empezaron una relación amorosa, y más o menos al mes y medio después decidieron casarse. ¿Pero cómo lo harían? Nunca se había visto un matrimonio del mismo sexo en aquella época, sin embargo, existió un viejo cura que tenía un pensamiento muy distinto al de los demás miembros de la iglesia católica, y los casó, en secreto. Por lo que es un matrimonio legal en toda regla.
    Y así consiguieron casarse. Y consiguieron llegar a los veinticuatro años de casados.

    Pero sin más flashbacks volvemos a la actualidad.
    Mientras la pareja de enamorados duerme sobre la cama húmeda, que se vuelve caliente cuando ambos se acuestan juntos; debemos hablar del dilema. Faltaba poco más de una semana para que fuera treinta de abril, aniversario de matrimonio. Y Barend se ha estado cuestionando qué darle a su amante. Ha pensado en muchas cosas, caras y baratas. Ha pensando mucho, realmente. Pero hay un problema que, les ha impedido, a ambos, sobrellevar sus vidas personales: el dinero. ¡Oh, dinero! Aquello que solo algunos pueden conseguir.
    Barend quiere hacer feliz a Heiner…, pero no sabe cómo.


    Abril 17, 1945.

    Heiner despierta y se estira, le cuesta acostumbrarse a la luz de la mañana, y para evitarla, se da vuelta; girando sobre sí, encontrándose con el rostro de su esposo.

    —Buenos días, Barend. —comenta brevemente, sonriéndole.

    —Buenos días —, el militar se levantó al instante.

    Eran las cinco de la mañana, ambos se levantaron para ir a trabajar. Si uno de los dos dejaba de hacerlo, seguramente morirían de hambre. Estaba muy obscuro fuera, y hacía un frío de muerte. Pero aun así debían salir a laborar. Era el esfuerzo de esos años. Comieron juntos, pero solo duraría minutos, y al final del día se verían otros pocos minutos más –si es que se veían–. El primero en salir siempre era Barend.

    —Vuelve pronto —, le dijo el menor, besándole en la puerta.

    Su compañero sonrió y su cara era más amigable de lo normal, pero al momento de salir de casa su mirada se endurecía. Y miraba mal a todo aquél que le pareciera sospechoso. Y no solo él cambiaba de postura cuando se alejaba de su amado, la sonrisa de Heiner también se esfumaba cuando el rubio salía de casa. Pero qué se le iba a hacer. Eran cosas de trabajo, y sabemos que los sentimientos no se pueden mezclar con lo laboral. Nunca.
    Era triste que, una pareja que se amaba verídicamente, no poseían tiempo para sí mismos. Con suerte se veían, con suerte se besaban, y casi nunca tenían relaciones. Cualquiera se cansaría de la rutina –ellos ya lo estaban–, pero nunca se cansarían de amar al otro. Y es que era una relación más fuerte de lo que podríamos imaginar. Físicamente estaban siempre lejos, pero sus corazones latían al mismo tiempo. El corazón de Heiner latía frágilmente al vender frutas y verduras; y el corazón de Barend retumbaba al compás de los misiles. Se amaban.
    Y si la vida ya era cruel para ambos, más lo fue hace seis años. El comienzo de una tortura.


    A esa misma hora de la mañana, el jefe de todo un país hacía una charla ante sus seguidores fieles. Ante sus militares fieles y honorables, que lo protegían. Muchas veces el señor de bigote reducido hablaba ante la ciudad, pero pocas veces eran malas noticias. Esta vez, era de esas pocas veces. Habló casi gritando que estaban perdiendo, perdiendo todo. El final se acercaba, pero nadie se lo quería imaginar (algunos, sin embargo, lo soñaban). Barend estaba entre la multitud, al frente, cuidándole las espaldas al führer, con su ceño fruncido y amenazando a la gente con la mirada. Era así, los militares tenían el poder.

    ¡Heil, mein Führer!

    El discurso acabó.
    Todos debían volver a su rutina para poder sobrevivir. Incluso Barend, quien suspiró, bajó la cabeza despejando su mente para pensar solo en su esposo. ¿Qué haría? Pronto cumplirían veinticinco años, y el de ojos pardos no quería que fuera un día como cualquier otro.

    La jornada fue extensa y, por sobre todo, aburrida. No hubo nada extraño el día de hoy. Barend ya debía volver a casa, y eso le hizo feliz por un instante. Quería sacarse inmediatamente aquellas prendas que tanto le incomodaban. Quería sacarse esa tela verdosa llena se insignias, aquellas largas botas negras embarradas en barro, aquél casco verde opaco, y aquél cinturón que cargaba el causante de muchas muertes: su ametralladora MG 34. Bueno, en realidad Barend asesinaba, pero él no quería hacerlo. Él no quería ser un asesino, pero era su trabajo. Y a él lo mandaba una fuerza superior.

    —He, Barend, vámonos por unas prostitutas, ¿qué dices? —, hablaba a sus espaldas otro militar. Un borracho de toda una vida, desde los trece años.

    —Estoy casado, Erich.

    —Por favor, yo también lo estoy —afirmaba—, pero con esto de la guerra con suerte puedo verla. La amo pero también tengo mis necesidades.

    —Ya te he dicho que no, Erich —, el rubio comenzaba a perder la cabeza.

    —Vamos, ¿cuándo fue la última vez que te acostaste con tu mujer? —preguntó, sonriendo con una cara de malicia. Quería tentar a Barend.
    El de ojos pardos guardó silencio.

    — ¡Tú te lo pierdes, maricón! —le insultó, sacando una botella de quién sabe dónde, para bebérsela —Además, tu esposa debe ser una puta, ya debe estar acostándose con otros hombres.

    Suficiente. Solo eso bastó para que Barend perdiera la cabeza. Había insultado a su “esposa”, que en secreto era un varón. Pelearon. Los movimientos del borracho eran ágiles, a pesar de estar bebido. Era más ágil y más rápido, pero no era tan fuerte como el más alto, y eso le dio gran ventaja a este para apuñalarlo en el estómago. Pero Erich era vengativo, y cuando tomó el arma que estaba a un costado, con intensiones de dispararle en la frente al rubio, éste último reaccionó más rápido. Tomó con destreza su Maschinengewehr 34 y le disparó al pecho a su compañero. Solo bastó un disparo. La bala era poderosa y casi al instante el hombre murió. Desangrándose.
    Barend se dio cuenta de lo que había hecho y, sin pensarlo, corrió lo más que pudo a su casa.


    Heiner ya había llegado a casa, y a los minutos su esposo llegó.

    —Llegas temprano hoy —le dijo de espaldas—, ¿cuál es el motivo de…? —guardó silencio, Barend estaba llorando.

    El menor se quedó en silencio. Hacía tiempo que no veía llorar a su contrario. Ya hasta pensaba que no le quedaban lágrimas, pero…, ahora las estaba derramando. El mayor cayó al suelo y comenzó a sollozar más fuerte; ahí Heiner reaccionó y lo siguió hasta confortarlo con uno de sus abrazos cálidos. Le preguntó qué le pasaba y Barend respondía que “había hecho algo horrible”.
    Al ser militar, nunca había sentido tanto dolor por matar a alguien –sin contar la primera vez– ya que lo obligaban a hacerlo. Era su trabajo en cierto modo. Ahora le dolía porque había matado a alguien sin ser obligado. Era distinto el sentimiento.

    —Tranquilo…, ya pasará. —Heiner intentaba consolarle, pero él sabía que Barend no podía más.

    — ¡Estoy cansado de esta mierda! —seguía llorando en el hombro de su pareja. — ¿Por qué tuve que nacer para esto…?

    —Ambos, Barend, ambos. —Heiner también sentía dolor. Un dolor punzante en el pecho al ver como estaba su situación. La situación de ambos.
    Esa noche tuvieron relaciones, y de eso modo pasaron el mal rato.


    Abril 30, 1945.

    Era el día. Era el tan esperado día. El aniversario de bodas de Heiner y Barend. Éste último se cuestionó semanas anteriores muchas veces qué darle a su esposo. Y a pesar de que no tenía nada material, si se le había ocurrido algo. Aunque no estaba nada seguro de cómo lo iba a tomar su amado.
    El día era especial: fueron muchas semanas en las que el sol no se asomaba, pero en este día la estrella mayor del sistema solar había dejado ver sus rayos abrazadores, iluminando la pequeña habitación de los amantes. El ambiente era cálido. Fuera los pájaros cantaban felices por la salida del astro. Heiner abrió sus ojos avellana, y se dio cuenta que Barend fijaba su vista en él.

    —Feliz aniversario, pequeño Heiner.
    El nombrado, feliz porque su pareja lo había recordado, lo abrazó debajo las sábanas. “Feliz aniversario a ti también” repetía en susurros contra el oído del contrario. Se besaron mucho.

    —Gracias pero, ¿no deberías estar trabajando, Barend?

    —Yo quería regalarte algo, pero no sabía qué —decía lentamente—. Así que, como agasajo, te daré mi estadía aquí, por todo el día.

    Heiner quedó mudo por unos segundos, y comenzó a llorar.

    —Sé que soy un esposo terrible pero…

    —Estoy tan contento —decía Heiner, entre lágrimas— por fin, por fin…, veinticuatro horas juntos es el mejor regalo que podría recibir. Te amo tanto, Barend.

    —Y yo a ti. Heiner…, te amo tanto que quiero llegar a ser viejo contigo. Quiero estar contigo todo el resto de vida que me queda. Ni las guerras podrán separarme de ti.

    Ni las prendas más caras del mundo podían hacer feliz a Heiner. Ese era su deseo. Tener a Barend cerca, aunque sea por un día. Tenerse cerca el uno al otro y expresarse el amor que se tenían, el amor que fue congelado por seis años, pero nunca fue desintegrado. Un amor sincero y fiel. Después de todo, ellos solo se tenían el uno al otro. Ellos eran sus propios pilares en la vida. Eran la razón del otro para levantarse cada día. Todo lo que hacían lo hacían pensando en el contrario. En nadie más. Solo ellos existían en estos momentos. Por un segundo querían olvidar que estaban en medio de una guerra. Por un segundo querían creer en un mundo en paz. Por un segundo querían abrazarse y no soltarse nunca más. Querían besarse. Querían hacerlo.

    Veinticuatro horas de paz. Veinticuatro horas de amor. Veinticuatro horas de pasión.

    A medida que las horas pasaban, el día iba cambiando. Si la mañana estaba soleada, ahora la tarde mostraba otra cara: lluvia feroz. Pero no importaba, porque la casa…, no, el hogar del matrimonio estaba lleno de vida. Lleno de luz. Sus miradas tenían un brillo propio, el brillo de la pasión, más potente que la luz del sol.
    El amor estuvo presente exactamente veinticuatro horas. Y hasta un poco más.


    Mayo 7, 1945.

    Había acabado. Todo había acabado.
    La batalla de Berlín había durado doce días y, por fin, había terminado. Y consigo, había terminado también la guerra tras la rendición Alemana el siete de Mayo.
    Los militares eran libres, Hitler, el führer, se había suicidado y su alma ahora era libre, junto con los militares que estaban bajo su orden. Barend era uno de ellos. Uno de los pocos sobrevivientes militares de la batalla de Berlín. Tenía lesiones graves por todo el cuerpo, pero nada importaba ahora. Era libre, ¡libre, después de seis años de tortura!
    Las horas pasaron eternas para Heiner en casa, pero al final del día, su esposo llegó. Como siempre lo hacía. Ahora estarían juntos, tranquilos. Por fin se podía observar una sonrisa real en el rostro de ambos hombres. Eran libres. Se amaban más que nunca.

    Todo valió la pena.

    —Si no estuvieras a mi lado, hubiera muerto hace muchos años.

    —Sin ti, seguramente habría muerto mucho antes de la guerra.

    Nunca habían sido tan felices. Esa noche salieron y, Barend, quemó su uniforme de militar. Ahora solo quería ayudar a su esposo en la frutería y verdulería, quería vivir tranquilamente con la única persona que había amado. Su esposo. El que lo acompañaría en todo a futuro.
    La guerra no había terminado al cien por ciento respectos los otros países, pero esperarían pacientes las noticias en la radio. Esta vez juntos.
    Juntos podían vencer una guerra. Juntos podían sobrevivir a miles de guerras. Si han estado juntos veinticinco años, podrían estar perfectamente sesenta, setenta, ochenta y muchos años más juntos.


    Edited by SheepJr - 31/8/2015, 01:19
     
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  2. ×~Akari Etsu~×
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    Hohohoho, esto fue hermoso!!♥♥
    No soy de ir leyendo originales porque siempre me pierdo con los personajes (xd) pero con el tuyo fue todo un lujo~~ Se entendió todo a la perfección, ay, y qué encanto de hombres(??. Su amor era tan bonito, me conmovió. Y me encantó las reflexiones que incluyes, realmente debió ser desesperante (y cruel, MUY cruel) ser homosexual en esa época, en mitad de la guerra donde la gente tenía la mente tan cerrada... Solo de imaginar que había hombres que se casaban con mujeres para mantener intacta su "masculinidad" me hierve la sangre, ¡¡menos mal que ahora ya va cambiando todo!! :v
    Sin mucho más, solo decir que me tendrás que decir donde tienen colocada la frutería/verdulería, que yo quiero ir a comprar ahí e,e (?)Aunque eso de ir a Alemania me saldrá algo caro.... (?) Meh. Jajaja.
    Muy bonito el relato, mis felicitaciones y nos vemos♥
     
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  3. Kimiko · Luna
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    /se le tira encima y la babea.

    ;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;; w ;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;;
    XQ ESCRIBES TAN HERMOSO, XQ. Meamor, me tienes que dar unas cuantas clases *cejitas* Ahr. Alkdañfñldkdsgñllfñsl me gustó mucho, en especial por la temática y y y adoro los fanfics así, diferentes, únicos. QUE TENGAN LA ESENCIA DEL ESCRITOR.
    Cumplamos muchos años de casadas como ellos. 😌 ¿ En fin, priziozo como siempre.

    Nunk kmbies. Saludos♥.
     
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  4. Mahetxxi
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    Hola :)

    Me gustó tu escrito 100% original , el tema reflexivo me recuerda a una historia de Artes así que a..... :) en fin, esta bello tu escrito y buen uso de la temática de la guerra .
     
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3 replies since 30/8/2015, 01:04   84 views
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