Conversaciones. (Original)

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  1. ~Akemi~
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    Ángel a sus 16 años se cambiaba por primera vez de casa.
    Si se lo preguntaba estaba demasiado nervioso.

    Todo ahí era nuevo (no en todo el sentido de la palabra pues comenzó a vivir en un pueblo con casas pequeñas y la pintura caída.) Su vecindario era nuevo, la gente era nueva, y por supuesto la escuela era nueva. Había dejado atrás a sus amigos de toda la vida, a su simpática novia, el patio donde había enterrado a sus innumerables peces dorados y los columpios oxidados donde se pasaba todas las tardes pensando que si se impulsaba con suficiente fuerza podía saltar y tocar una nube con las puntas de los dedos.

    Se miró por última vez al espejo, acomodando su cabello castaño y ocultando esas molestas pecas de sus mejillas con un poco de maquillaje. Su madre se ofreció a llevarlo a su nuevo instituto, pero Ángel se negó, lo mejor sería caminar para quitarse los nervios de encima, así que despidiéndose de sus padres salió de su casa dispuesto a caminar esos dos kilómetros que lo separaban de su nueva tortura.

    Llegó con el tiempo contado a su aula y tomó un fuerte suspiro antes de llamar suavemente a la puerta, encontrándose después de unos segundos con la que suponía era su profesora de Historia Universal.

    -Tú debes ser el chico nuevo. Adelante.- Le dijo amablemente y Ángel entró inmediatamente encontrándose con el caos que era su nuevo salón de clases. –Atención. Él es su nuevo compañero Ángel Zarzo, espero que le den la bienvenida a esta clase.

    Ángel sonrió tímidamente al sentir los ojos de sus compañeros sobre él y después de eso la profesora le indico cuál sería su lugar, una banca doble al fondo del salón. Era perfecto pues lo que menos quería en ese momento era llamara la atención. Sin embargo pudo sentir varios ojos sobre su espalda cuando cruzó el salón en silencio (sobre todo los ojos de las chicas que reían nerviosamente cuando él pasaba.)

    La profesora comenzó a pasar asistencia y Ángel se dio cuenta que iban sentados en orden alfabético. No le sorprendería ser el último, después de todo, los apellidos con z eran poco comunes.

    Llamaron a la puerta suavemente y la maestra soltó un suspiro pesado, dejando la lista de asistencia a un lado.

    -Adelante.- dijo con voz molesta y después la puerta se abrió, dejando ver a un chico con la piel blanca como la nieve y el cabello negro como el carbón.- ¿De nuevo tarde Zuriaga?- regaño la profesora, pero el chico solo se encogió de hombros sin decir una palabra.

    Sus compañeros ni siquiera parecieron notar al recién llegado. El chico avanzó por el salón sin hacer ruido y entonces llego frente a su banca. Al principio Ángel pensó que no había notado que él estaba ahí, pero eso era estúpido porque prácticamente se estaban viendo a los ojos, y fue cuando notó que le chico tenía los ojos más hermosamente azules que había visto y que una perforación adornaba su ceja derecha.

    El chico se sentó a su lado sin decir una palabra, ni siquiera preguntó su nombre o mostró el menor interés en conocerlo, simplemente sacó su libro de la mochila que llevaba y prestó atención a la clase.


    Por un momento Ángel se temió que la clase fuera eterna, pero para su suerte terminó a los noventa minutos.

    Suspiró largamente mientras se estiraba en su lugar y después oyó una voz chillona a su lado.
    -Ángel ¿verdad?- Era una de sus compañeras quien lo llamaba.
    -Sí.
    -Nos preguntábamos si querías comer con nosotros en la cafetería.- Ángel miró a un lado donde estaba su compañero que no le había dirigido la palabra en todo el día, y al ver que no tenía la intención de hacerlo volteó a ver a la chica.
    -Me encantaría.

    La chica se sonrojó y Ángel se levantó de su lugar tomando sus cosas y acercándose a un grupo de chicos que le dieron la bienvenida. Todos parecían amables y trataban de integrarlo a la conversación, cosa que agradeció. Cuando llegaron todos pidieron diferentes cosas, entre ellas papas y refresco, la comida ahí era verdaderamente cara.

    -La cafetería aquí es una mierda. Por estas fechas solo podemos comer aquí, pero en primavera se abren varios puestos más baratos y con mejor comida.- Le explicó un chico con una sonrisa arrogante.
    -¿Enserio?
    -Sí, debes probar lo que preparan en primavera en los puestos ambulantes.- le animó una chica bastante pequeña para su gusto.

    Al parecer todos estaban bastante interesados por él. Todos le hacían bastantes preguntas como de donde venía, porque se había mudado, donde vivía, si tenía hermanos. Las típicas preguntas para poder conocer a alguien.

    -Eres alguien bastante interesante Ángel.-Le dijo una chica sonrojada. Él no lo consideraba así, pero de todos modos le sonrió por el cumplido.
    -Te debe agradar una buena charla después de pasar toda una clase sentado con “El Señor Silencio”
    -¡Eso es grosero de tu parte!-Le reprendió una chica al chico llamado Fernando, el mismo que tenía esa sonrisa burlona que no le agradaba a Ángel.
    -Solo digo la verdad.
    -¿Por qué le llamas así?- preguntó Ángel curioso.
    -Prácticamente nunca habla.
    -¿Es mudo?
    -No, solo no le gusta hablar con nadie. Lo hace de vez en cuando pero no escuchamos muy seguido su voz- le dijo esta vez una chica.
    -Me alegro de que digas eso, pensé que no le agradaba.
    -¡Oh no! No te lo tomes personal, él simplemente es así.
    -¿Por qué?
    -No lo sé. Supongo que le parecemos aburridos.
    -Es una lástima, él tiene una cara tan hermosa.- Exclamó una chica con un puchero de tristeza.
    -Si me lo preguntan tiene cara de idiota.- Dijo Fernando, claramente molesto por el comentario.
    -Pero nadie te preguntó.

    La conversación se quedó ahí, pero Ángel se quedó pensando mucho tiempo después.

    No en todas las clases tenía que sentarse con ese silencioso chico, pero aun así no podía evitar mirarlo fijamente, aunque el chico parecía no notarlo.


    Después de todo el día no había estado tan mal.
    Cuando salió de la escuela el sol trataba de abrirse paso entre las nubes sin lograrlo. Eso era algo bueno pues quería ir a casa caminando y el calor solo hubiera hecho que se cansara. Además quería explorar un poco el pequeño pueblo entes de llegar a su hogar, así que se desvió del camino que había tomado en la mañana.

    Tras caminar un rato parecía no haber nada interesante, excepto una tienda de música y un pequeño café, pero de ahí en fuera el pueblo parecía muy aburrido en comparación con la ciudad en la que antes vivía.

    Iba a dar media vuelta cuando el chirrido de unos columpios lo dejó congelado en su lugar. Odiaba esa clase de ruidos, desde el chirrido de una puerta que necesitaba aceite hasta el de una motocicleta al pasar rápidamente. Pero en vez de alejarse de ese ruido se acercó, encontrándose con unos juegos abandonados y un chico meciéndose en los columpios al que Ángel rápidamente reconoció.

    Sin saber porque se acercó él. No debería hacerlo, tal vez lo molestaba con su presencia, además, si no le había hablado en el salón de clases que le hacía pensar que lo haría en unos juegos abandonados.

    -Hola- le saludo con una voz chillona una vez que estuvo lo suficientemente cerca para que el chico lo notara. Se sentía un idiota.

    El de ojos azules levanto levemente la mirada y la clavó en Ángel quien por un momento temió que lo ignorara, pero el chico no lo hizo, por primera vez en todo el día su rostro cambio esa expresión seria que lo caracterizaba y lo miró con una cara extraña.

    -¿Me has estado siguiendo?
    -Oh no. No es lo que crees.- se apresuró a decir. –Yo pasaba por aquí, estaba visitando los alrededores.- ¿Visitar los alrededores? ¿Qué clase de frase estúpida era esa? En realidad se sentía sumamente nervioso.

    No era intención del azabache atormentarlo o incomodarlo, así que notando su turbación decidió cambiar de tema.
    -¿Eres nuevo no es así?
    -Sí, acabo de mudarme.
    -Ya lo sé, de lo contrario no pasarías por aquí- Ángel no sabía a qué se refería, pero tampoco se esforzó mucho por averiguarlo.

    -Yo quería arreglar las cosas contigo.
    -¿Arreglar?
    -Siento que no te agrado mucho.
    -Llegaste hoy ¿Cómo es que piensas que no me agradas?-El chico regresó su mirada al suelo, como si la presencia de Ángel no le interesara en lo más mínimo
    -Soy tu nuevo compañero y ni siquiera me dirigiste la palabra.
    -¿Y por qué no lo hiciste tú?

    Ángel se quedó sin palabras, solo escuchando esa voz cristalina y clara, como un susurro helado. Casi se rió de sí mismo por haber sido tan idiota.

    -Lo lamento, no he preguntado siquiera tu nombre.- El chico lo miro sin expresión alguna de nuevo y un susurro salió de sus labios.
    -Alejandro.
    -Un placer Alejandro. Espero que podamos tener muchas conversaciones de ahora en adelante.
     
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