Son de campanas de revolución [+18] (Akihiko x Misaki) 04/05/18

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  1. Drewelove
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    ¡Hola!
    Aquí tenéis el quinto capítulo.
    Gracias por esperar.
    Me muero por leer vuestras reacciones.

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    SPOILER (click to view)
    5. Ahí fuera, libre bajo el sol.

    Miyagi no podía creer lo que veía, medio angustiado y medio ilusionado, no podía apartar la mirada de aquel muchacho que con los ojos cerrados y el libro boca abajo sobre la mesa le recitaba en minucioso orden los nombres de todos los reyes de la historia de su país, desde la unificación de las pequeñas ciudades estado que habían dado lugar al país hasta la actualidad.
    Su cabeza era realmente única, tenía una tremenda memoria y comprensión de los conceptos. Sin embargo… Su mirada se deslizo los sus ajados ropajes, no había nacido en la mejor familia para demostrarlo. No recordaba que su familia fuera tan pobre, cuando se le propuso a la hermana de este, la familia era humilde, sí, pero no pobre. Aquello había cambiado visiblemente. Si el chico lograba pasar los exámenes y entrar en la universidad, se lo iban a comer vivo entre los nobles y burgueses ricos.
    Shinobu abrió los ojos e inmediatamente le dio la vuelta al libro para comprobar que había recitado cada nombre en orden. Miyagi ya sabía la respuesta y en cuanto vió la sonrisa en los labios del chico no pudo evitar contagiarse.
    - ¡Lo hice!- exclamó victorioso.
    Miyagi asintió y se llevó la pipa de madera a los labios.
    - Aunque viendo tu progreso no es algo tan impresionante.- Le dijo.- Me preocupada que no pudieras seguir el ritmo para presentarte este año a la prueba, pero puede que me equivoque.
    Aquellas palabras hicieron que Shinobu se sonrojara, ¡por supuesto que iba a presentarse a la prueba aquel año! Desde que su mentor le había comentado sus planes se había autoconvencido de que podía hacerlo y lo iba a demostrar.
    - Aún no me has dicho por qué quieres estudiar.- Le preguntó su mentor.- Algunos de los que estudian allí simplemente lo hacen por el prestigio, otros por desafiar a sus familiar y lo que les tienen preparado, pero tú no estás en esa situación.
    Shinobu descendió la mirada hacia sus manos sobre el libro abierto.
    - Yo quiero estudiar leyes.- Le respondió.- Quiero defender los derechos del pueblo, de todos, sin importar su origen o riqueza.
    Miyagi se recostó sobre la silla mientras daba una calada a su pipa de madera.
    - Eso suena como si quisieras ser el próximo juez.
    El chico reaccionó ante aquellas palabras con un pequeño sobresalto y le dirigió la mirada directamente a los ojos. Miyagi no podía creer lo que veía, había dado en el clavo.
    - Con que es eso.
    Shinobu se mordió los mofletes por dentro aguantándose la vergüenza y con la mirada fija en su mentor, asintió con la cabeza.
    - ¿De veras crees que el mundo puede cambiar?- Le preguntó en un tono de voz más bajo, casi como si le tomara por iluso.
    Tras un instante de silencio Shinobu tragó saliva sintiéndose con el valor suficiente para hablar.
    - Necesito que el mundo cambie, “el mundo”, como lo conocemos, deja fuera a mucha gente.- Comenzó su argumentación.- Deja fuera a los más necesitados, a los que más necesitan de la justicia. No se puede construir una sociedad con los intereses de los nobles, el pueblo es el que vive día a día enfrentándose a las dificultades de la vida. El vulgo no ha nacido en un palacio ni con la vida resuelta. – Asintió sintiéndose más seguro de sí mismo.- Nos merecemos un gobierno para todos, no solo para unos pocos.
    Miyagi se había quedado sin palabras, puede que estuviera frente al primer atisbo de cambio en la sociedad. Seguramente, como aquel chico, habían muchos más deambulando por las calles y sentía curiosidad por saber cómo se desarrollarían los acontecimientos.

    · · ·


    Nowaki presionó el mecanismo de resorte del retrato ecuestre de su bisabuelo. El marco se desencajó de la pared y dejó a la vista del joven heredero, unas escaleras de piedra que descendían a una oscura estancia. ¿Quién iba a pensar que su antepasado se había aprovechado tan bien del título de arquitecto de la corte? Nowaki descendió las escaleras, antorcha en mano hasta una pequeña estancia rectangular completamente vacía, Las antorchas que colgaban de las paredes era el único mobiliario de la estancia.
    El médico se acercó a cada una de ellas y las fue encendiendo una a una. Esperaba haberle dado las indicaciones correctas al chico. Con la antorcha en una mano y su maletín de oficio en la otra, esperaba a su guía con la vista fija en la grieta de la pared que tenía frente a él. Una curiosa grieta que describía un rectángulo perfecto.
    Estaba nervioso, nunca había sentido la necesidad de saltarse la ley, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados frente a tanta injusticia.
    Lunes.
    Aquel lunes empezaba su actividad ilegal, desafiando a su familia, a la ley, al mundo entero si hacía falta.
    Un crujido lo sobresaltó y uno de los lados de la pared comenzó a ceder, el crujido se intensificó a medida que aquella sección de la pared cedía y se podía completamente de lado. Un joven gitano de ojos esmeralda apareció empujando aquel pesado trozo de piedra.
    - Buenos días Doctor. -Le saludó.
    Nowaki respiró hondo y asintió en silencio, era lo poco que su mente comenzaba a aceptar.
    El gitano y el doctor se adentraron en los túneles subterráneos que antaño fueron las calles de la ciudad antigua. Con la única ayuda de una antorcha a su paso, Nowaki se preguntaba cómo había llegado el gitano hasta el punto exacto sin ningún apoyo de luz. Sin duda, su orientación era magnífica, pues andaba por delante de él recorriendo el camino a paso ligero y decidido.
    No estuvieron mucho rato andando cuando Nowaki comenzó a escuchar un murmullo, el murmullo de gente, de vida. Se acercaban a la corte de los milagros. Nunca había recorrido aquel camino desde su hogar, pero iba a ser la primera de una larga rutina.
    Misaki le guió por los pasillos mejor iluminados, el murmullo se convirtió en un zumbido y a cada paso que daba las voces se hacían más claras. El gitano se detuvo muy cerca de la fuente de aquel sonido.
    - Espero que esté preparado para impresionarles, Doctor.- Le dijo.- He convocado esta reunión para decidir nuestra supervivencia.
    Lo que le faltaba, añadir más presión a su condición. El joven Gitano de adentró en la enorme estancia que bien podría haber sido la antigua gran plaza de Lutecia de la ciudad antigua. Por un momento sintió curiosidad por saber dónde estaba exactamente, bajo qué edificios se encontraba en aquel instante.
    La estancia decorada con banderines de festivales pasados y las paredes pintadas de vivos colores plasmaban la cultura de un pueblo. La plaza estaba llena de puestos y pequeñas tiendas de campaña y en su centro una pequeña tarima, posiblemente de un antiguo patíbulo de una horca, algo alterado, parecía más un escenario que un patíbulo. Sobre aquel escenario de madera, se hallaba Clopin un gitano al que conocía de sobra y quien trataba de apaciguar a la muchedumbre que que se agolpaba a su alrededor.
    - Por favor, hermanos, tranquilos, estoy seguro que mi sobrino tiene una explicación para esto—Clopin se encontró con Misaki al levantar la vista, quien se abría paso entre la muchedumbre seguido del Doctor Kusama.
    Al llegar al antiguo patíbulo, ambos subieron por la escalerilla de madera para enfrentarse a su esperado público, entre ellos, Takahiro, Manami y el pequeño Mahiro.
    - Gracias por contenerles, tío.- Le mururó Misaki cuando llegó hasta su lado.
    - Sea lo que fuere que tengas preparado.-Le habló en el mismo tono.- Espero que funcione.
    Misaki asintió en silencio y dio un paso al frente para dirigirse a su pueblo. Clopin se mantuvo en la retaguardia junto al doctor.
    - Hermanos,- les llamó.- No es un secreto que nos hallamos en una situación difícil. –Comenzó con manos temblorosas, él nunca había sido una persona fácil de palabra, no tenía rasgos de político.- Se nos dificulta el acceso al trabajo y a la comida, no podemos circular por las calles de nuestra ciudad sin que nos acusen de un crimen que no hemos cometido.- Apretó los puños al recordar a sus padres.- Y aquellos que intentan imitar el modelo de vida de los ciudadanos, a los que llaman “legales”, acaban sentenciados a muerte.
    De momento Misaki había captado la atención de sus espectadores.
    - He convocado esta reunión para dejar clara una cosa.- Tragó saliva antes de continuar.- Se está valorando la posibilidad de irnos a otra ciudad para huir de esta situación ¿Pero es que no os dais cuenta? ¡Nos pasará lo mismo allá a dónde vayamos!
    El murmullo comenzó a invadir la plaza subterránea.
    - No podemos seguir huyendo de esta situación.
    - ¿y qué pretendes que hagamos?- gritó alguien entre la multitud.
    - ¡Luchar!- respondió Misaki lleno de energía, sin embargo, la respuesta que tuvo de su pueblo fue una marabunta de quejas y gritos desaprobando aquella decisión.
    - ¿Gitanos contra soldados?-Gritó alguien más.- ¡Nos matarán a todos!
    Misaki se preparó para responder a aquella afirmación que comenzaba a sembrar el miedo entre el público, pero fue su tío Clopin quien ofreció otra respuesta. Dio un paso hacia adelante para dirigirse a su pueblo.
    - Y si no hacemos nada nos matarán de hambre.-Le respondió.- Mi sobrino tiene razón, no arreglaremos nada huyendo a otra ciudad.
    - Todos conocéis al doctor.- Dijo Misaki señalando a Nowaki que por primera vez en aquella conversación se sintió en el centro de toda atención.- Él ha curado nuestras heridas y nos ha enseñado a curar a los demás para que tuviésemos un conocimiento básico en el caso de que él no esté con nosotros. Se juega la vida por nosotros. - Nowaki se sintió halagado por aquellas palabras.- Bien pues, el Juez Fuyukiho le ha prohibido atender nuestras necesidades.
    El murmullo se hizo más intenso y Nowaki aprovecho la situación para ponerse al mismo nivel que Clopin y Misaki.
    - Su orden exacta fue no atender a ningún ciudadano ilegal de Lutecia.
    - ¡Ciudadano ilegal!- repitió Misaki.- No valemos nada para ellos, somos menos que perros, no merecemos compartir sus calles.- Misaki notaba como la furia se apoderaba de él.- ¡Digamos basta! ¡Esta situación tiene que acabar!
    Clopin decidió intervenir al ver el tono que alcanzaban las palabras de su sobrino.
    - Tampoco os pedimos que salgamos ahora mismo a las calles y carguemos contra los soldados del juez.
    Misaki negó efusivamente con la cabeza.
    - ¡Por supuesto que no! Pero, debemos prepararnos para ello.
    La muchedumbre aclamó las palabras de Misaki. Su hermano Takahiro y su esposa le miraban con cierta preocupación.
    - ¡Se acabó el dejarnos maltratar! ¡Nosotros también somos parte de esta ciudad!
    La ovación que siguió a aquellas palabras dejó claro que para ellos, para el mundo entero empezaba una nueva etapa.
    - El doctor nos enseñará no solo a tratar heridas, sino también a protegernos de las enfermedades y cómo reaccionar ante ellas.- Explicó Misaki a lo que Nowaki asintió en silencio.- Tenemos una gran ventaja, ¡Vivimos en los cimientos de su ciudad! ¡La corte de los milagros es un gran bastión!
    Aquellas palabras recibieron un “sí” colectivo.
    - Debemos jugar bien nuestra posición.-Intervino Clopin.-Podemos hacer que su poder caiga sin grandes masacres, ¡demostrémosles que nos merecemos un lugar en la sociedad!
    Las palabras de ambos fueron recibidas con vítores de ánimo, la esperanza inundaba el ambiente y las ganas de luchar por un futuro mejor era el arma para llegar hasta su final más aclamado, la libertad.
    - Enhorabuena, chico.- Le dijo Nowaki en un tono más bajo.- Has comenzado una revolución.
    Misaki sintió como una presión invisible se apoderaba de su pecho. Sí, lo había hecho, y rogaba por que todo saliese como esperaba. Sino…sería su perdición.
    - Debemos prepararnos.-Le habló de nuevo el doctor.
    Tras el discurso, Misaki, Clopin, Nowaki y un recién interesado por la causa Takahiro se reunieron con aquellos y aquellas que ya habían participado en partidas de recogidas de alimentos o de reconocimiento de túneles. Durante la reunión, Nowaki expuso los planos de la antigua ciudad y las zonas que estaban completamente destruidas, pero que podían explorar y, si era necesario, comenzar a escavar.
    Hablaron sobre los altos cargos de la ciudad entre los que se encontraban, el juez y sus hijos adoptivos. Misaki no pudo evitar pensar en los ardientes besos compartidos con el capitán de la guardia unos días atrás. Ya no podía volver a verle, desde ese momento eran enemigos. Sin embargo había quedado en verse con él al día siguiente. Se lo diría entonces, sí, y todo acabaría.
    Los objetivos eran claros, entorpecer la tarea de los soldados para lograr ventaja en abastecimiento e impedir el adoctrinamiento por parte de las autoridades. Eso último iba a ser difícil, puesto que ante el miedo de ser ejecutado cualquiera acataría cualquier orden que le dieran. Pero debían tener a la población de Lutecia de su lado, hacerles partícipes de la injusticia y arrinconar a sus opresores.
    Terminada la reunión, el ambiente general era de esperanza y alegría, pero todos los soldados sienten eso antes de adentrarse en una guerra, iba a ser difícil, nadie decía lo contrario. Pero el ánimo por conseguirlo aplastaba el miedo, de momento.
    - Misaki, aguarda un momento, Clopin, por favor quédate tú también.- Les dijo Nowaki antes de que abandonaran la sala donde se habían reunido y, solo cuando todos se hubieron ido, les habló de nuevo.- Puede que tengamos un aliado más.
    Misaki y Clopin se miraron confusos.
    - Estoy hablando del archidiácono.
    - ¿Qué? – reaccionó Clopin.- Los religiosos están claramente del lado de la corte y de su difunto rey, no podemos fiarnos de ellos.
    Pero Misaki no lo creía así, al menos del archidiácono de Lutecia, él había mandado a aquel monaguillo para que le acompañase a los antiguos aposentos del capitán, quien le había ayudado a escapar de los guardias. Desde entonces pensaba que el religioso tenía mucho que ver en todo aquello.
    - A mí me ayudó a escapar de la catedral.- declaró Misaki para la sorpresa de su tío.
    - Y tiene acceso a la mayoría de los túneles centrales desde las tumbas más antiguas de la catedral.- completó Nowaki.- Puede que la institución esté de parte de la corte y del difunto rey, pero el archidiácono está de nuestro lado.
    Clopin respiró hondo de manera sonora tratando de asimilar toda aquella información.
    - Y supongo que habrá que reunirse con él.
    Nowaki asintió con la cabeza.
    - Mañana.
    - ¿Mañana?- Exclamaron Clopin y Misaki al unísono.
    - Mañana al medio día le haré una visita, fingiré una cita médica con él y vosotros dos os adentraréis en la catedral por los túneles.
    Tío y sobrino se miraron cuestionando todo aquello, parecía muy precipitado.
    - La catedral está rodeada de guardias, Fuyuhiko ya no se fía ni de los religiosos.
    - Y con motivo, al parecer.- Repondió Clopin con los brazos cruzados.
    - Pero los soldados no pueden entrar en el edificio.- Le contestó el doctor.- Por muy desconfiado que sea el Juez sigue siendo un creyente devoto y sabe que nadie armado y con intenciones violentas debe adentrarse en la catedral.
    - Sería una blasfemia.-concluyó Misaki.
    - Exacto.-Le respondió el médico.- He ahí nuestra ventaja.

    · · ·


    Martes.
    Hiroki escuchó la repetida tos de su padre desde la buhardilla, parte de la casa en la que había dormido desde que era niño. Su cuerpo se levantó como un resorte. La tos no cesaba, aún seguía adormilado cuando escuchó la voz de su madre.
    - Cariño, por favor, tranquilízate.- Le rogaba.- Trata de respirar.
    Hiroki sentía los latidos de su corazón golpeando contra sus costillas, el terror se apoderó de su mente. Debía hacer algo, no podía quedarse ahí parado. Cuando trató de mover sus piernas se dio cuenta de que cada una pesaba una tonelada, no podía dejarse llevar por el pánico.
    Se forzó a levantarse y a vestirse como alma que lleva el diablo. Dio un salto hacia la planta baja de la casa sin apenas tocar la rudimentaria escalera de madera y se adentró en la habitación de sus padres. Su madre, arrodillada frente a la cama, con una mano en la espalda de su marido y en la otra un pañuelo de tela manchado de sangre. Su padre luchaba por recuperar el ritmo respiratorio después del ataque de tos.
    - Voy a buscar al médico.- Dijo antes de salir corriendo hacia la calle.
    Corrió calle arriba hacia la zona más rica de la ciudad. Estaba tan nervioso que incluso se había olvidado de que tenía un caballo con el que desplazarse. Pero no iba a volver a por él.
    En su vida había corrido tan rápido, esquivando a la gente de la calle, saltando obstáculos. Menudo día de descanso. Al fin llegó a la vía en la que se hallaba el palacete de la familia Kusama. Cuando se detuvo frente a la puerta pudo notar el sudor deslizándose por su espalda, su respiración agitada y sus manos temblorosas. Utilizó el llamador de cobre y lo golpeó tres veces.
    La pesada puerta no tardó en abrirse y tras ella un imponente mallordomo vestiodo con los colores del escudo familiar. En una situación corriente, al ver a una persona en aquel estado, el mayordomo, lo despacharía sin ningún miramiento pero, para suerte de Hiroki, este le reconoció.
    - Teniente, ¿qué sucede?
    - Necesito al doctor, es urgente.- Dijo tratando de recuperar el aliento.
    - Pero señor, el señor Kusama no se encuentra en casa.- Le respondió el mayordomo y al ver el gesto de pánico en el rostro del teniente valoró que no habría problema en comunicarle dónde estaba el doctor, ya que se hallaba realizando su oficio.- El señor ha ido esta mañana a la catedral para atender al archidiácono.
    Hiroki tragó saliva, ya sabía dónde estaba asintió con la cabeza y con un simple “gracias como despedida, giró sobre sus talones y echó a correr hacia la catedral.
    En el interior del edificio religioso, tras el primer oficio de la mañana y bajo el altar, donde se encontraba la cripta de sepultura de los archidiáconos anteriores, el Doctor y el archidiácono esperaban en silencio a la llegada de sus nuevos socios en su nueva y peligrosa empresa.
    El doctor había llevado consigo una copia más de los planos de la ciudad antigua y la actual para cedérselos al archidiácono. En el habitáculo rectángula, rodeados por cuatro sarcófagos de piedra el médico y el religioso esperaban y esperaban, hasta que un crujido procedente del mismo suelo rompió el silencio.
    Parte de una losa del suelo se levantó con gran facilidad y un par de manos la empujaron para dejar a la vista la entrada a uno de los túneles centrales. De él salieron MIsaki, el joven gitano de ojos esmeralda y Clopin, su tío.
    - ¿No os parece un sitio algo siniestro para reunirnos?- Le preguntó Clopin al resto de la comitiva.
    - Este es al lugar más seguro de la catedral, querido amigo.- Le respondió el archidiácono.- Aquí no nos oirá nadie.
    Misaki asintió algo más seguro de aquella situación. Aunque no podía quitarse de la cabeza que en unas horas se vería con el capitán de la guardia en lo alto del campanario, y nadie lo sabría.
    - Estamos aquí para dejar clara la alianza de la catedral de Lutecia con la causa.- Anunció el doctor.- Debemos decidir cuál será nuestro primer paso.
    - Si me permitís,- Volvió a hablar el archidiácono.- conozco al juez de hace ya muchos años y puedo decir que sospechará de todo, solo tenéis que ver como se encuentra la catedral ¡Rodeada de guardias!- Exclamó.
    - Pero no pueden entrar.- Confirmo Misaki.
    - ¡Santa Deidad! ¡Por supuesto que no!- Reaccionó el archidiácono.
    Clopin asintió en silencio y dio un paso hacia el religioso y el médico.
    - La catedral será nuestra conexión con el centro de la cuidad.- Declaró.
    - Moverse sin ser visto desde aquí en plena noche no será difícil.- Anunció Misaki.- Según los planos del doctor, no podemos acercarnos al palacio de justicia pues sus mazmorras reutilizaron parte de los túneles.
    - Pero antes de preparar cualquier ofensiva el pueblo gitano debe estar bien alimentado y sano.- Intervino Nowaki.- Y la población civil de Lutecia debe estar concienciada de la situación.
    El archidiácono asintió ante aquellas palabras.
    - El pueblo atiende cada mañana a los servicios religiosos. - Dijo.- Yo mismo me encargaré de que la conciencia de los civiles no se vea corrompida.
    - Lo que no entiendo.- Comenzó Clopin con tono de sospecha y dando un paso hacia el archidiácono con los ojos entrecerrados.- Es como un religioso puede estar de nuestra parte.
    Misaki agarró del brazo a su tío tratando de retenerle.
    - ¡Tío!- Intentó detenerle.
    Pero el religioso no se sintió ofendido, todo lo contrario, le sonrió de forma incluso triste en respuesta a aquellas palabras.
    - Lutecia nunca ha sido una ciudad demasiado rica, la pobreza no es algo que se pueda dejar de lado.- Le dijo- He llegado hasta aquí atendiendo a los más necesitados y defendiendo sus derechos, no voy a dejar ahora que un majadero como el juez Fuyuhiko lo eche todo a perder.
    Aquella respuesta sorprendió hasta al doctor. No esperaba un tono tan desafiante de alguien que desempeñaba ese tipo de oficio. La revolución comenzaba a cobrar forma, con un buen posicionamiento y estrategia ya tenían resuelto parte del plan. Solo les faltaba lo más importante, soldados.
    No tenían muchos luchadores entre las filas gitanas, todo lo que sabían sobre lucha lo habían aprendido en las calles. Nowaki había realizado un servicio militar, pero como médico. Sabía las bases de la lucha, pero no solo necesitaban eso. Tras la reunión Clopin se despidió del médico y del archidiácono, esperando a que su sobrino hiciese lo mismo, pero para su sorpresa, no lo hizo.
    - Deseo quedarme un rato más, me gustaría tratar algunos asuntos con el archidiácono.
    Su tío sabía que iba a hacerle preguntas sobre la ayuda prestada para escapar la primera ocasión que estuvo allí. Asi que no se detuvo a importunar a su sobrino. El doctor se despidió de ellos con una respetuosa reverencia y abandonó la cripa dispuesto a realizar su oficio como cada día.
    En cuanto se quedaron solos, Misaki no supo cómo plantearle al archidiácono que lo que acababa de decir era una mera excusa para quedarse. Pero antes de que pudiera abrir la boca el religioso ya le sonreía de manera cómplice.
    - Te está esperando, arriba en sus aposentos.

    · · ·


    El teniente se adentró en la catedral como un rayo y subió los escalones a la puerta principal de la catedral de una sola zancada.
    - ¡Teniente!- Le saludaron los soldados de la entrada.
    - ¿Está el doctor en la catedral?- Les preguntó sin devolverles el saludo.
    - si
    - Sí señor, aún no ha abandonada el edificio.- Le respondió uno de ellos.
    Y sin mediar ninguna otra palabra el teniente de adentró en el edificio religioso, el cual se hallaba poco poblado aquella mañana, tras el primer servicio, tan solo se quedaban algunas personas en las capillas laterales. Avanzó hasta la nave central y allí lo vio, caminando desde el altar, el doctor con su vestimenta habitual, maletín en mano y gesto de concentración, tan alto como el mismísimo campanario. A su lado, Hiroki parecía un niño.
    - ¡Doctor!- Le llamó y por alguna razón Nowaki pareció sobresaltarse.
    - ¿Teniente?- Preguntó en un suspiro- ¿Qué hace usted aquí?
    Su voz parecía algo nerviosa, pero el estado anímico de Hiroki pareció obviar aquel detalle.
    - ¡Buscarle a usted!- Dijo casi en un grito desesperado.- Es mi padre, ha tenido una recaída.
    Por alguna razón el doctor no parecía sorprendido, más bien apenado, como si ya esperara que pasase, pero no tan pronto.
    - ¿Doctor?- Le llamó de nuevo Hiroki.
    Nowaki dio un paso hacia el teniente en un gesto conciliador y alzó una mano que, por un momento parecía ir dirigida a su cabello, pero en un último instante corrigió el rumbo y se posó sobre su hombro.
    - Teniente esto es algo de lo que quería hablarle, aunque parece que la vida ha sido más rápida que yo.- Hiroki no entendía lo que quería decirle.- Su padre experimentaba algo llamado “La mejoría de la muerte”.
    Hiroki palideció al instante, sabía muy bien lo que era, lo había visto en incontables ocasiones en soldados al borde de la muerte, que aguantaban un día más para morir en su hogar y despedirse de sus seres queridos.
    - Veo que sabe de lo que hablo.- Dijo Nowaki.- Lamento decírselo de esta manera.
    Hiroki se culpó a sí mismo por no haberlo visto antes, por no estar preparado para ello.
    De pronto una sombra oscura cruzó su campo de visión, un joven en capa, un jovende cabellos castaños y ojos esmeralda. HIroki levantó la vista hacia el gitano. Nowaki siguió su mirada y notó como el miedo le invadía. Le había descubierto. EL joven gitano corrió como una flecha hacia las escaleras del campanario sin percatarse de la situación.
    Hiroki llevó la mano a su cintura buscando su arma, pero no la llevaba encima, no había salido armado de casa, no esperaba tener que utilizarla. En lugar de la empuñadura de su espada, su mano se topó con el férreo agarre de la mano del doctor y al devolverle la vista, se encontró con su expresión pálida y sus ojos abiertos al máximo como al niño al que acaban de encontrar haciendo algo malo.
    Entonces lo supo. Sea lo que fuere que estaba pasando, el doctor estaba involucrado.
    - ¿Qué está pasando aquí?- Murmuró el teniente.
    - No diga nada, teniente.- Trató de convencerle.- No diga nada y haré lo que sea para salvar la vida de su padre.

    · · ·


    Misaki subió los escalones de dos en dos hasta lo alto del campanario, su corazón latiendo contra sus costillas, amenazaba con salírsele del pecho. Pero aquella sería la última vez. No volvería a verle y si lo hacía, serían enemigos.
    Cuando llegó a sus antiguos aposentos él ya estaba allí, mirando por la ventana, el sol golpeando su piel, juraría que lo veía algo más bronceado que la última vez. El capitán se giró al verle con una media sonrisa y comenzó a andar hacia él.
    - ¡No, aguarda!- Le advirtió y el capitán se detuvo en seco ante aquellas palabras.- Hoy será la última vez que nos veamos.- Akihiko no podía creer lo que oía.- Pertenecemos a mundos diferentes, el tuyo me quiere muerto y el mío aún lucha por sus derechos más básicos.
    Akihiko abrió la boca dispuesto a responderle pero él levantó una mano para que le dejase hablar.
    - Sabemos lo que va a pasar. En algún momento esta situación estallará y nos veremos en bandos diferentes.-Continuó Misaki.- Lo más prudente es no volver a vernos. Así que…- Tomó aire para reunir todas las fuerzas posibles.- En cuanto salgamos de aquí, seremos enemigos.
    Aquellas palabras encogieron el estómago de Akihiko, por fin había encontrado a alguien con el que quería compartir su tiempo, pero la realidad les había dado una estocada mortal. Aquella sería su última oportunidad, no iba a dejarla escapar. Se acercó hacia él lentamente y alzó una mano hasta acariciarle el rostro.
    - Si al salir de aquí nos convertimos en enemigos, aprovechemos el tiempo que tenemos.
    Sin esperar permiso, llevó otra mano a la cadera de Misaki y lo atrajo hacia sí, descendió su rostro hacia el de él y besó sus labios apasionadamente. El gitano ahogó un gemido en su garganta, nada le excitaba más a Akihiko. Las capas de ambos cayeron al suelo.
    Misaki se puso de puntillas para rodear el cuello del capitán con sus brazos al tiempo que este desabrochaba su fajín verde y adentraba sus manos bajo la blusa de joven. Se besaron de nuevo, y sus labios se movían como sedientos por sus besos. Akihiko agarró ambas piernas del joven y lo levantó del suelo para enganchárselo a la cintura.
    Misaik se sorprendió con qué facilidad el capitán le levantaba del suelo, como si apenes pesara un gramo. Lo llevó hasta el rudimentario camastro y lo tumbó con su enorme cuerpo encima. Sus grandes y frías manos se deshicieron de su blusa y mi saki no tardó en hacer lo mismo con la de él.
    Así, abrazados, piel con piel, deseaba que el tiempo se detuviera, que nunca tuvieran que salir de aquella minúscula habitación. Misaki sintió el duro miembro del capitán contra el suyo, apenas les separaban la tela de sus pantalones. Un trozo de tela demasiado molesto.
    Las manos desesperadas del capitán deslizaron los pantalones del joven gitano por sus piernas hasta dejarlo completamente desnudo. Por su parte, Misaki tiró de los pantalones del capitían hasta sus rodillas hincadas en el colchón.
    - Si esta va a ser nuestra última vez.- Le susurró Akihiko mientras le introducía un dedo a lo que la respuesta de Misaki en forma de gemido fue al instante.- Voy a hacer que te acuerdes de mí para siempre.
    El capitán comenzó a mover su mano lentamente, el joven gitano clavó los talones en el colchón para alzar las caderas y servir el ritmo que marcaba su mano. Con una mano aferrada al hombro del capitán y la otra aferrada al miembro de este, el capitán casi se deshacer en cuanto la mano del joven gitano comenzó a acariciarle.
    - Misaki.- Gimió en su oreja.
    Tras un par de embestidas más el capitán retiró su mano y se posicionó para adentrarse en el cuerpo del joven. Lo hizo despacio, al principio, disfrutando de cada movimiento y de las reacciones del joven, sus gemidos y su piel erizada. Pero pronto ambos cuerpos reclamaron más. Y sin poder evitarlo sus movimientos se hicieron más bruscos y rápidos, los besos más apasionados y demandantes. Akihiko abrazó el cuerpo de Misaki y lo levantó hasta sentarlo en sus caderas. El joven comenzó a moverse con sus manos en las rodillas del capitán como punto de apoyo. Akihiko llevó su mano libre al miembro erecto del gitano y comenzó a acariciearle de forma lenta. Misaki arqueó la espalda hacia atrás dejando salir un gemido de su garganta, todo su cuerpo se estremecía. Akihiko empezó a golpear sus caderas contra las de Misaki en un ritmo más agresivo, a la vez que movía su mano el miembro de este al mismo ritmo.
    El clímax les golpeó a ambos como un estallido de fuegos artificiales. Sus cuerpo se tensaron al unísono gimiendo sus respectivos nombres, la primera de muchas otras veces que sucedería aquello.
    Tras horas de besos y caricias, ambos permanecieron tumbados sobre aquella vieja cama. La cabeza de Misaki sobre el pecho del capitán. Su mente le daba vueltas a la situación inminente a la despedia. Levantó la vista y se encontró con los ojos violetas clavados en el techo de la estancia. Ojos violetas…¿dónde había visto eso antes?
    Akihiko dirigió la mirada al joven de ojos esmeralda que le miraba con curiosidad, arqueó una ceja y se colocó de lado sobre el camastro para mirarle directamente.
    - ¿Qué ronda tu cabeza?
    Pero Misaki negó en silencio y se abrazó al cuerpo del capitán una última vez.

    · · ·


    En la corte de los Milagros, Takahiro caminaba tranquilo hacia la parte de la plaza en la que la vieja Agnesse cuidaba del ganado y donde solían dejar a Djali, la cabra de su hermano para que se relacionara con más animales.
    La historia de la vieja Agnesse era tan devastadora como muchas otras del pueblo gitano, ella había lelgado a Lutecia en busca de su hija y su nieto, pero nunca los encontró, más tarde supo que habían sido víctimas del juez. Desde entonces la vieja estaba algo ida de la cabez, no parecía vivir en el mismo planeta. Pero era gentil y buena con los animales, de ahí que le encargaran cuidar del ganado.
    -Agnesse.- La llamó Takahiro.
    La mujer menuda y increíblemente delgada de cabello cano y trenzado de giró hacia takahiro. Sus grandes ojos violetas brillaban con tristeza y ternura.
    -¡Hola chiquillo!- Para ella, todos eran chiquillos y chiquillas, no importaba la edad que tenían. –Ahora mismo te traigo a tu cabra, me hace muy buena compañía, es la mejor de todos.
    Takahiro no pudo evitar sonreír mientras la vieja hablaba con los animales como si fueran niños y los animaba a dejarla pasar hasta encontrar a Djali.
     
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    Hola!!! Estuvo genial como de costumbre:3 espero la con tu todo se está armando perfectamente :3 nos leemos luego
     
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  3. Drewelove
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    ¡Hola a todos y a todas!

    Entre esta noche o mañana publicaré el siguiente capítulo.

    Pero ahora quiero compartir esta imagen que me ha hecho una amiga y ¡que me encanta!

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    Esperando... :3
     
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  5. Drewelove
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    QUOTE (elotaku16 @ 15/7/2018, 22:31) 
    Esperando... :3

    Esto... no me ha gustado el capítulo y he tenido que reescribirlo. también he aprovechado para cambiar algunas cosas que tenia pensadas por eso estoy tardando más. Pero mañana estará listo.
     
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  6. Drewelove
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    ¡Hola a todos y a todas!

    Por fin he reescrito el capítulo así que ¡Espero que lo disfrutéis!


    SPOILER (click to view)
    6. Belladona y Taxus baccata
    El ceremonioso carruaje del Juez Fuyuhiko entró en la ciudad de Lutecia por la puerta sur. Tres semanas en la capital habían acabado con sus nervios. Se frotó las cejas con una mano y se presionó el entrecejo en un vano intento de aliviar la presión que sentía en su cabeza. El traqueteo de las grandes ruedas sobre el suelo de adoquines no contribuía en absoluto a su jaqueca. Aún tenía que llegar al palacio de justicia y reunirse con sus hijos antes de meterse en la cama. Mucho había cambiado desde que partió a la capital y debía comunicarles la nueva situación… y sus planes.
    Akihiko se hallaba sentado a la orilla de su cama en sus aposentos ridículamente enormes. Había mandado guardar todos aquellos adornos y decoraciones ostentosas de la estancia. Tras vivir su infancia en una húmeda y oscura estancia de muros de piedra en la catedral y en la academia y tiendas de campaña durante su etapa de soldado, aquella le incomodaba bastante. Sin embargo, lo que había despertado en mitad de aquella noche no era la decoración. No, era lo que llevaba despertándole los últimos días, sino la tienda de campaña que se formaba en su entrepierna cada vez que cerraba los ojos. Todas las veces que se abandonaba al mundo de los sueños la imagen de Misaki volvía a su mente, de su cuerpo entregándose al de él. Sabía que debían mantenerse alejados pero, daría lo que fuera por volverle a ver.
    El golpeo de unos nudillos al otro lado de la puerta de sus aposentos le sacó de sus pensamientos.
    - Capitán, - Escuchó la temerosa voz de una criada.- el señor juez ha vuelto y le convoca en su despacho.
    ¿Su padrastro había vuelto? Se pasó una mano por la frente para aclarar sus pensamientos antes de ponerse las botas y alcanzar su bata antes de salir de los aposentos en dirección al despacho de su padrastro. Una reunión a aquellas horas no podía significar nada bueno.
    Caminó junto a la criada quien le escoltaba hasta el despacho del juez. En el interior de la estancia ya le esperaban su hermanastro y el juez, este último sentado en su butaca tras su enorme mesa. La criada le abrió la puerta para dejarle pasar y se retiró de la estancia tras una leve inclinación.
    - Mis queridos hijos. –Comenzó el juez cuando se quedaron a solas.- Muchas cosas han sucedido durante estas dos semanas en la capital. Tenemos mucho que trabajar.
    - ¿Qué nuevas nos traes, padre?- Le preguntó el lameculos de su hermanastro.
    Pero el juez negó con la cabeza, acompañado de un autoritario gesto de la mano.
    - Primero decidme, -interrumpió el juez.- ¿Cómo la va búsqueda del brujo gitano?
    Akihiko notó con un escalofrío muy desagradable le recorría la espalda. Tuyo que morderse las mejillas para evitar cualquier gesto que delatara sus pensamientos.
    - La ley ha sido ejecutado tal y como dispusisteis, padre- contestó Haruhiko.
    El juez Fuyuhiko dirigió entonces su cansada mirada hacia su otro hijastro y capitán de la guardia de la ciudad.
    - Las patrullas se han doblado por las calles de la ciudad y alrededor de la catedral.- le contestó a su padrastro.- Pero ni rastro del gitano, señoría.
    El juez se frotó las cejas con una mano en gesto cansado.
    - No podemos dejar que esos brujos acaben con nuestra reputación, los llevaremos hasta la deidad.- Sentenció el juez.
    Akihiko trató de mantener la compostura ante la declaración de su padrastro.
    - Padre.- Siguió Haruhiko.- ¿Qué nuevas traéis de la capital?
    Entonces el Juez entrelazó sus manos de manera pensativa y se recostó sobre el respaldo de su butaca.
    - Lo que ha sucedido en la capital…-hizo una pausa.- tendremos que acelerar nuestros planes. –Ninguno de los dos sabía muy bien a lo que se refería.- La reina tenía un documento firmado y jurado ante el cabeza de la institución religiosa por el difunto rey.
    Los hermanastros se miraron entra sí aun sin entender muy bien por donde iba el discurso de su padrastro aún.
    - La reina viuda quedaré como reina regente junto a un consejo de sus nobles más allegados. - Por fin se explicó el juez.- Será gerente hasta que el príncipe cumpla la edad de quince años.
    Su padrastro parecía tremendamente incómodo con aquella decisión de la corte.
    - Lo que nos deja pocos años para limpiar la ciudad. –Dijo el juez.- Por otra parte, la reina está contenta con mi labor así que debemos estar a la altura para el nuevo rey.
    - ¿Qué sugerís padre?- Le preguntó Haruhiko dando un paso hacia el frente.- ¿Una purga?
    AKihiko sintió de nuevo aquel escalofrío desagradable.
    - El pueblo de Luetecia tiene que saber a qué nos enfrentamos, estamos en guerra por salvar la decencia de esta ciudad.
    · · ·
    El sol salía de buena mañana cuando el padre del teniente por fin se había estabilizado. Las toses y los esputos habían cesado por fin, aunque, eso no significaba que fuera a mejorar. El teniente había aparecido en plena noche en la puerta de su casa y no podía negarse, pues le había prometido la vida de su padre a cambio de su silencio. Algo bastante complicado dado que el padre del teniente se moría a paso rápido.
    El afligido cuerpo del pobre hombre había soportado la enfermedad todo lo que había podido, pero había llegado a su límite. El padre del teniente no aguantaría mucho más, pero se sorprendió a si mismo al pensar que no solo lo hacía por mantener su secreto a salvo, quería hacerlo por él, por Hiroki.
    Se levantó del suelo y sintió la a rodillas entumecidas por las horas en el suelo tratando de estabilizar la respiración de su paciente. Al girarse sobre sus talones se topó con el lloroso rostro de la esposa de su paciente en el pecho del teniente, quien abrazaba a su madre para darle todo el apoyo que podía, aunque su rostro transmitía el más absoluto terror.
    - Señora Kamijou,- comenzó el doctor mientras le limpiaba las manos y se recolocaba las mangas de su blusa.- debería hablar con su hijo.
    La madre del teniente asintió ensilencio y se acercó lentamente al lecho donde reposaba su afligido marido
    aflijido marido y se arodilló junto a él.
    Hiroki le hizo un gesto con la cabeza en señal de que abandonaran la estancia hacia la habitación principal de la casa. El teniente se alejó todo lo posible de la entrada de los aposentos de sus progenitores para evitar que su madre escuchase aquello que tenía que decirle el médico.
    - Teniente, esto no va bien.- Le dijo el médico en voz baja.- El cuerpo de vuestro padre no aguantará mucho más.
    El rostro de Hiroki pareció endurecerse en un instante.
    - Y os preocupa que diga vuestro secreto si no lo salváis.
    Hiroki abrió la boca para contradecirle, pero el teniente levantó una mano en señal de que aguardara.
    - No soy estúpido, teniente.- Le dijo.- He visto con mis propios ojos lo mismo que usted.- Hizo una pausa en la que bajó la vista hacia sus zapatos como si tratara de hacer acopio de fuerzas para decir sus más oscuros pensamientos en voz alta.- Mi padre se muere
    Nowaki sintió una gran punzada de dolor y pena por él, no sabía lo que era perder un progenitor, aunque sus padres estaban más que ausentes en su vida. El doctor alzó una mano y la posó sobre uno de los hombros del teniente, aunque en realidad lo que deseaba era acariciarle el pelo. Sabía lo que debía hacer, pero no iba a ser fácil.
    - Venga esta noche a mi residencia, teniente.- Le dijo de manera seria.- Tengo algo que deberá tener en cuenta.
    Hiroki asintió en silencio, también tenía asuntos que tratar con el doctor que prefería hacer fuera de su casa.
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    Misaki, Takahiro y Clopin habían ocupado el nuevo hogar de Misaki, una cueva unos veinte metros al sur de la cueva en la que vivían su hermano y Manami con al pequeño Mahiro. Los tres habían dispuesto el mapa de la antigua ciudad sobre una rudimentaria mesa.
    Sobre el papiro y marcado en colorante rojo estaba el área del palacio de justicia y en colorante azul la trayectoria del canal interno a la ciudad y que comunicaba con el afluente a las afueras de la ciudad y temían que ciertas secciones de los túneles se hubieran utilizado para el canal. Misaki y Takahiro habían comprobado el sector oeste a los muros del ala sur de la ciudad. Habían encontrado sectores derruidos y medio inundados, y suponían que en algunos casos tendrían que pasar por la mismísima agua del canal. Marcaron las áreas destruidas con colorante rojo.
    - Esto nos deja poco manejo de esta área, al menos durante el día.- valoró Clopin.- deberemos seleccionar a los buenos nadadores.
    - ¿En una colonia de gitanos?- Dijo Takahiro medio en broma.- Somos más como una colonia de gatos.
    - Yo sé nadar.- Le Respondió Misaki algo extrañado.
    - Eres la excepción que confirma la regla.- Le respondió su hermano con la vista fija en el mapa.- si consiguiéramos un acceso hacia el Este podríamos acceder a los días de mercado, la gente nos ayudará a camuflarnos.
    Misaki señaló la zona de la ciudad a la que se refería su hermano.
    - Deberíamos ir en grupos pequeños, esta zona es de callejuelas muy estrechas, debemos ser hábiles.
    Akihiko asintió en silencio con la cabeza al mismo tiempo que la puerta de madera que sellaba la cueva se abría y entraban otros dos compañeros gitanos que se habían prestado a ayudarles con el reconocimiento.
    - ¿Y bien? – les preguntó Clopin.
    - El sector Este está despejado, fácil de acceder a la superficie desde los túneles.
    Misaki hundió el dedo en el pequeño bol de colorante rojo y señaló el sector en el mapa como viable.
    - Hay algo más.- Comentó el segundo de los recién llegados.- nos hemos acercaado a la zona del Palacio de justicia.
    Misaki notó como se le helaba la sangra en las venas. Dirigió una mirada de alarma a su hermano quien miraba a los recién llegados como si hubieran cometido la locura más innecesaria de sus vidas-
    - ¿Qué habéis hecho que?- les preguntó.
    - Ls galerías comunican con los cimientos del edificio.- Dijo uno de los gitanos mientras otro asentía a sus palabras.- Solo nos separa un muro de piedra de esos malnacidos, podríamos atacarles.
    - No estamos preparados,- intervino su tío Clopin.- necesitamos estar más fuertes y entrenados, o seremos simple carnaza para ellos.
    Ambos gitanos parecieron estar de acuerdo con aquella advertencia. Misaki devolvió la vista hacia el mapa mirando la marca sobre el palacio de justicia.
    - Hay algo más.- Dijo uno de los gitanos mientras se acercaba al mapa y señalaba la zona que habían explorado.- Deberíamos instaurar un sistema de seguridad, en el casa de necesita una huida.
    Tenían razón, si alguien les veía entrar en los túneles podrían seguirles hasta la corte de los milagros, necesitaban un plan B.
    - Tengo una idea.- Dijo Misaki.
    · · ·
    Haruhiko se reunió de nuevo con su padrastro al medio día, mientras su hermanastro se ocupaba de males menores entre los calabozos y las patrullas. El juez le había hecho llamar para comer juntos en su despacho. Al llegar, el juez ya le esperaba con la mesa dispuesta.
    - Siento haberle hecho esperar, padre.- Dijo Haruhiko.
    - Siéntate conimgo, hijo. Le invitó a sentarse frente a él para comer.- Tengo buenas nuevas para ti.
    Él obedeció a su padre y esperó a que su eminencia se sirviera primero antes de llenar su plato.
    - Querido hijo.- Se dirigió a él como con el tono convincente que solía adoptar.- Ya sabes que el mundo es duro, cruel y triste. Solo los hombres como nosotros sobrevivimos.
    Haruhiko asintió en silencio como forma de respeto.
    - Por eso le hablé de ti a la reina regente.- Aquellas palabras le sorprendieron a Haruhiko.-Y se ha interesado mucho por ti y por la idea de que ocupes mi lugar cuando el príncipe tome posesión y yo me mude a la capital.
    El futuro juez de la ciudad hinchó pecho ante las palabras de su padrastro, sin embargo, la última parte le sorprendió.
    - ¿Os mudaréis a la catedral?
    Fue entonces cuando el juez hinchó el pecho como un pavo.
    - Como consejero real de Su Majestad.
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    Al caer la noche Hiroki abandonó su hogar en dirección a la parte más pudiente de la ciudad. Estaba preocupado por aquello que tenía que enseñarle el doctor y aun así debía seguir concentrado para sonsacarle la información que necesitaba saber. Llegó hasta el ostentoso palacete y esperó a que el mayordomo le abriera la puerta y le guiara hasta la biblioteca donde el Doctor Kusama le esperaba sentado en uno de sus divanes, ataviado con su impoluta blusa blanca, unos pantalones oscuros, el chaleco de cuatro botones desabrochado, el pelo revuelto y los pies descalzos.
    El mayordomo anunció su llegada a cuando entró en la biblioteca y el doctor, que estaba rodeado de expedientes de pacientes, se levantó de su asiento.
    - Mi lord, -Le avisó el mayordomo por delante de Hiroki.- El teniente de la guardia ha venido a verle.
    El doctor asintió y el mayordomo se retiró tras dejar entrar al teniente en la estancia. De pronto Nowaki sintió que no estaba decente para recibir a nadie, tenía papeles por todo el suelo.
    - Le pido disculpas teniente.- dijo mientras recogía algunos papeles del suelo.- Estaba revisando algunos casos.
    Hiroki respiró hondo, algo presionado por aquel ambiente tan ostentoso, nunca había visto tantos libros juntos.
    - Doctor tengo que algunas preguntas que hacerle.
    - Y yo tengo algo para usted.- Le interrumpió para extraer un saquito de tela negro de su maletín y tendérselo al teniente.- Esto es de lo que le quería hablar.
    Hiroki miro algo desconcertado al pequeño saquito-
    - ¿qué es?- le preguntó.
    - Esto es lo que necesitara si la situación de su padre se pone peor.- Le explicó mientras se acercaba a él.- Es una mezcla de Belladona y Taxus baccata.
    El teniente dio un paso hacia atrás.
    - Es veneno.-Resumió el teniente como si hubiera recibido un insulto.
    Ante aquella reacción el doctor negó en silencio.
    - La belladona es un alucinógeno y los síntomas del envenenamiento por taxus baccata son mareos, pupilas dilatadas, debilidad y boca seca, antes de la muerte.
    Hiroki miró con un prejuicio menor al saquito y alzó la mano lentamente hacia la ofrenda del doctor.
    - Su ida será tranquila e indolora con esta infusión.- le explicó el doctor.
    - Muchas gracias- Dijo él de forma sincera.- Aun así…doctor…-trató de redireccionar el tema como había ensayado cientos de veces en su cabeza. Pero la buena intención del doctor le confundía.- Tengo preguntas que hacerle.
    Nowaki se tensó al instante, sabiendo muy bien a lo que se refería.
    - Es por lo que ocurrió en la catedral.-Dijo Nowaki a lo que Hiroki asintió.- Sineto no poder cumplir la parte de nuestro trato, teniente pero todo esto tiene una explicación.
    De pronto Hiroki sintió una punzada de traición, no estaba siendo amable con él, solo estaba condicionando el terreno para convencerle de que no abriese la boca.
    - Doctor.- dijo en un tono más serie.- sabe que podría acusarle de traición.
    Nowaki tuvo que pensar rápido, no podía dejar el plan al descubierto.
    - No es lo que parece, Teniente.- Dio un paso hacia él y optó por ocultad la mitad de la verdad, o mentir a medias.- solo hacía mi trabajo.
    El teniente le miró con una ceja alzada.
    - Mi deber es atender a todos aquellos que necesiten de mi ayuda.- Le explicó.- Y el juez me quiere prohibir atender a los menos favorecidos.
    El teniente le miró sorprendido por un instante, no sabía si creerse aquello que acababa de decirle. Era demasiado grotesco incluso para el juez Fuyuhiko.
    - ¿Cómo sé que puedo creerle?- Le preguntó Hiroki dando instintivamente un paso hacia él.
    - Yo nunca le mentiría.- Le mintió.
    Nowaki se atrevió a levantar una de sus manos y le acarició el pelo embelesado por el color castaño claro de sus cabellos. El teniente no se movió, sus ojos clavados en los de él. Nowaki no tenía muy claro en qué momento se había acercado tanto.
    - ¿Y por qué no?- Le preguntó el teniente en un susurro.
    Aquella era su oportunidad, el doctor decidió demostrárselo en lugar de contestarle. De modo que se agachó hacia sus labios y los tomó entre los suyos en una caricia tierna y romántica. Sus manos se posaron en los brazos del teniente. Hiroki sintió como si una explosión de cosquilleos recorrieron su interior, era la sensación más placentera que había sentido y deseaba dejarse llevar más que nada, sin embargo, las palabras del doctor volvieron a flotar en su mente. No podía dejarse llevar por él. Tenía que salir de aquella situación.
    Nowaki se apartó del teniente con una exclamación de dolor. El teniente le había pisado. ¡Le había pisado un pie!
    - ¡No juegues conmigo Kusawa!- Le espetó con el rostro sonrojado.
    Sin mediar más palabra abandonó el hogar del doctor. Se merecía aquel pisotón, le había mentido y se había aprovechado de una situación de debilidad.
     
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    UFF...Bello e interesante como de costumbre, me encanta cada uno de los momentos en los que se ve serio la dirección a la que se dirige la historia.
    Nos leemos:D
     
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  8. Helena93
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    Interesante muy interesante espero conti pronto GRACIAS
     
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22 replies since 28/1/2018, 04:40   1306 views
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