Posts written by letterGrettel

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    —CAPÍTULO 9—



    —Venga, ¡tú puedes! Te estaré animando, así que estate tranquila ¿Sí?

    Yachi asintió de forma nerviosa, con la cara colorada. Se retorcía la manga del uniforme y no era capaz de mirar a un mismo punto mucho tiempo. Yamaguchi sonrió, suspirando, al verla tan nerviosa, y se acercó para abrazarla.

    —Todo va a salir bien, Yachi. Eres una chica genial, y Kiyoko-san ya lo sabe.

    —G-gracias... de verdad, por apoyarme... ¡Prometo que me atreveré a hacerlo!

    Yamaguchi observó a Yachi alejarse, despidiéndose con una mano y respondiéndole del mismo modo. Cuando hubo girado la esquina del patio, dejó caer la mano y suspiró.

    Habían acabado la práctica del día antes de lo normal debido a que el gimnasio iba a ser utilizado por la escuela esa tarde. Y Yachi había decidido que era el momento de confesarse nada más saberlo.

    Empezó a caminar para irse a casa, hasta que llegó a la salida del recinto escolar.

    —¿Estás bien?

    Yamaguchi se detuvo al ver a Tsukishima.

    —¡Tsuki! ¿Qué haces aquí?

    —Esperarte, creo que necesitas a alguien contigo ¿Verdad?

    —Tsuki... ¿desde cuándo te has vuelto tan considerado?—Preguntó Yamaguchi emocionado. Tsukishima frunció el ceño y chasqueó la lengua, girándose y empezando a caminar hacia casa.—¡Lo siento, Tsuki! Es solo que no me lo esperaba. Gracias, de verdad.

    —La próxima vez no te esperaré.

    —¡Qué cruel! Sinceramente, espero que no haya una próxima vez.

    —¿Estás bien?—Volvió a preguntar Tsukishima después de un rato caminando en silencio.

    —Sí...

    —¿Te apetece venir a casa a ver una película?

    Yamaguchi asintió, cabizbajo, y Tsukishima suspiró, revolviéndole el cabello en silencio.

    Eran amigos desde muy pequeños, y era algo habitual que fueran a la casa del otro. Yamaguchi dejó su mochila directamente sobre la silla de su amigo, antes de sentarse en la cama.

    —Dime, ¿qué ha pasado con Yachi? Estabas hablando con ella y parece que hayas perdido toda tu energía.

    Tsukishima dejó de forma ordenada su mochila mientras hablaba.

    —No puedo decírtelo...

    —Mmm... Está claro que ella te gusta—. Dijo Tsukishima mientras encendía el ordenador.

    —¡¿Eh?!

    —No grites, por favor.

    —Pero... ¿Cómo lo sabes?

    —Es obvio, la observas más que a nadie y eres quien más le ayuda. Además de que se te nota al hablar con ella.

    —Vale, vale, suficiente—. Dijo Yamaguchi sonrojado.

    —¿Está bien esta película?

    —Perfecta.

    Tsukishima se sentó al lado de su amigo en la cama.

    —Si necesitas cualquier cosa, puedes pedirla.

    —Lo sé... Cracias.

    Empezaron a ver la película, y pronto las piernas de ambos estaban recogidas sobre la cama, y ellos recostados en la pared.

    De repente, el móvil de Yamaguchi sonó, y éste lo cogió para ver el mensaje.

    Tsukishima notó enseguida la presión repentina y miró a su amigo.

    Se mordía el labio inferior y estaba encogido, abrazándose las rodillas con el brazo libre.

    —¿Estás bien?—Preguntó, aunque sabía la respuesta.

    —Sí... No... No sé, me siento idiota, porque debería tan solo alegrarme... Y...

    Tsukishima pudo entrever la foto de las dos managers del equipo sonriendo a cámara y unas letras que decían "Gracias, todo ha salido bien".

    Y justo cuando entendió del todo la situación, la caída de Yamaguchi le golpeó, despertando sus instintos de protección.

    —Hey, Yamaguchi—Susurró, abrazando al sumiso, que había empezado a temblar.—Estoy aquí... Hey...

    —Soy... Un mal amigo—susurró, pegándose a Tsukishima cuando éste le abrazó —. Debería...

    —Sssh... No eres un mal amigo, sé que una parte de ti está feliz por ella—. Yamaguchi empezó a sollozar.

    Tsukishima maldijo en silencio. Se había acostumbrado a tratar con Hinata y había olvidado que el número 10 era un caso especial. Incluso cuando entre él y Kageyama le habían ayudado en una caída completa, ésta apenas había durado media hora.

    Se había acostumbrado a los síntomas suaves de Hinata.

    Lo habitual era que una caída durase horas si no se trataba a tiempo. Y si era intensa y no había forma de evitarla, era necesaria una atención inmediata para reducir los síntomas.

    Sabía que Yamaguchi lo estaba pasando mal. Probablemente doliera, y por la forma en que se aferraba a él, pronto dejaría de ser consciente de su entorno.

    Tsukishima comenzó a protegerle y trató de iniciar un intercambio, notando cómo su dominante interior se retorcía gritando que le protegiera. Que necesitaba su ayuda.

    Aunque no necesitaba que sus instintos se lo indicaran para saberlo.

    Yamaguchi se agarraba a él. Temblando y llorando, y su mirada enseguida se vació, señal de que había caído por completo.

    Solo quedaba el instinto.

    —Estoy aquí, sssh...

    Tsukishima silenció la película, para reducir la cantidad de ruido en la habitación. Se recolocó entonces para poder abrazar mejor a su amigo, acariciándole la espalda y pegándole a su cuerpo. Yamaguchi no era bajo ni pequeño cono Hinata, pero aún así consiguió tenerle prácticamente envuelto con su cuerpo.

    El sumiso se agarraba a él entre llantos y temblores, y Tsukishima no entendía por qué era tan difícil lograr alcanzarle con su protección.

    Maldito Hinata y sus síntomas leves.

    —Yamaguchi, hey, estoy aquí. No pasa nada, eres un buen amigo. Es normal que no te sientas feliz del todo, pero no eres mal amigo por ello—. Le dijo, intentando liberar sus hormonas con toda la fuerza que era capaz.

    Pero Yamaguchi no lograba engancharse al mundo exterior a su caída. Tsukishima se mordió el labio y empezó a acariciar la mejilla de su amigo, despacio, intentando transmitirle calma. Le apartó el pelo de la cara y suspiró, preocupado. Volvió a apretarle contra su cuerpo, masajeando su espalda y sus hombros, intentando relajarle.

    Maldecía a su dominante interior por quejarse tanto. Ya sabía que Yamaguchi necesitaba ayuda, no necesitaba tener a su instinto con todas las alarmas encendidas en el fondo de su cabeza.

    —Voy a intentar algo—le susurró al oído, sin dejar de acariciarle.— Lo siento mucho, sé que no es algo que quisieras hacer, pero espero que funcione.

    Lentamente, le separó para sostener la cara de su amigo frente a él. Secó sus lágrimas, que mojaban toda su cara, y besó su frente, acariciando su mejilla.

    Se sonrojó por lo que estaba haciendo y lo que iba a hacer. Sabía por las clases de educación sobre dinámicas y sexualidad que las dinámicas eran parte natural de cada uno una vez se manifestaban y podían funcionar de modo independiente a las demás funciones del cuerpo, pero también les habían enseñado que tenían un componente sexual.

    Las dinámicas también estaban relacionadas con la intimidad. No eran ni necesarias, ni exclusivas, ni obligatorias. Pero era innegable que el contacto físico era imprescindible a la hora de tratar determinados estados. Y cuando más cercano, más adecuado.

    Por eso las dinámicas eran un factor en muchos casos a la hora de escoger pareja.

    De nuevo, no eran necesarias. Ni exclusivas. Ni obligatorias.

    Pero estaban ahí. Y podían hacer las cosas más fáciles o más difíciles.

    Taukishima volvió a besar la frente de Yamaguchi, secando sus nuevas lágrimas con sus dedos, y bajó a besar sus mejillas.

    —Tienes que conseguir volver con esto, por favor.

    Besó sus mejillas varias veces, con vergüenza, y lentamente besó sus labios por primera vez.

    Lo hizo de forma tímida y respetuosa, en un beso casto, presionando sus labios contra los de su amigo. Y notó un pequeño cambio en la tensión del cuerpo de Yamaguchi. De repente había relajado parte de su cuerpo.

    —Muy bien—. Susurró acercándose a su oído, acariciándole el cuello.

    Volvió a acercarse a sus labios, despacio, atento a todo, valorando si era necesario repetir la acción o si ya era suficiente.

    No, todavía temblaba.

    Volvió a besarle, repitiendo el beso casto de antes, pero más lento,y siguiéndolo de otro y otro más. Cada vez que lo hacía y le acariciaba el cuello y la espalda con suavidad y amabilidad, notaba el cuerpo de Yamaguchi más tranquilo.

    Primero empezó a temblar menos. En el segundo dejó de hacerlo y en el tercero dejó de llorar.

    —Muy bien, Yamaguchi, lo estás haciendo muy bien.

    Un ronroneo luchaba por salir de su garganta, pero no quería. No quería ceder a sus instintos de esa forma, quería seguir igual de consciente y alerta.

    Cuando Yamaguchi ronroneó, de todos modos, el suyo se escapó irremediablemente en respuesta instintiva.

    Luchó por no cerrar los ojos. Quería asegurarse de que todo iba bien, el intercambio podía ser unidireccional. Pero al sentir la respuesta del sumiso a su protección, su dominante interior le empujaba ahora a abandonarse en un intercambio.

    No quería. Pero Yamaguchi parecía estar mejor. Respiraba más tranquilo, aún con un gesto de dolor en su rostro, pero más relajado. Ronroneaba. No le soltaba.

    A veces se quejaba o se revolvía, pero desde un lugar más seguro.

    —Lo has hecho muy bien—. Le susurró Tsukishima en una de las veces que se estremeció.

    Su compañero mejoraba lentamente, pero aún faltaba mucho. Tsukishima le acarició el pelo, respirando despacio para concentrarse en mantenerse alerta.

    Tenía que estar alerta por si Yamaguchi empeoraba. Listo para reaccionar de forma racional y no instintiva. Tenía que...

    El beso de Yamaguchi le sobresaltó. Se separó bruscamente, sonrojado y avergonzado. Enseguida se acercó de nuevo para evitar que empeorase, pero escondió su cara sobre su hombro.

    Yamaguchi hacía algunos movimientos erráticos e inconscientes, en una búsqueda instintiva de alivio. Pero ya estaba, tardaría más, pero ya estaba en un estado del que se podía recuperar. No quería hacer más de lo necesario.

    —Lo siento...—Susurró—. Solo un poco más...

    En realidad no sabía cuánto. De reojo vio la pantalla del ordenador ya sin película. Estimaba que llevaban ya una hora así.

    Suspiró, empezando a notar el cansancio por no dejarse llevar.

    —"Solamente un poco"—pensó. —"No va a pasar nada..."

    Empezaba a sentir su voluntad debilitarse, hasta que lentamente su ronroneo se hizo más fuerte, su abrazo más cercano y sus ojos se cerraron.

    Mientras tanto, Yachi estaba en su casa, feliz y nerviosa. Hablaba con Kiyoko por chat y se sentía pletórica.

    ¡Yamaguchi tenía razón! Merecía la pena intentarlo.

    Kiyoko le había dado el sí con una sonrisa radiante, algo ruborizada, y respondiéndole que ella también le gustaba.

    Yachi estaba segura de que en otro momento habría explotado de escuchar eso. Pero ahora una sonrisa cruzaba su cara de oreja a oreja, con las mejillas calientes.

    Miró el chat con Yamaguchi, que aún no le había respondido. Era extraño, ya que solía responder casi de inmediato.

    Probablemente estaba ocupado.

    —¡El lunes le llevaré a Yamaguchi un dibujo! Por apoyarnos.

    —Creo que es muy buena idea—Respondió Kiyoko—. Además dibujas muy bien y se merece algo por ayudarte.

    Las mejillas de Yachi se sonrojaron, y se puso a dibujar emocionada.

    Eran casi las diez de la noche cuando Yamaguchi empezó a ser consciente de su estado.

    Intentó abrir los ojos, pero no era capaz. Le dolía la cabeza, y sus párpados pesaban muchísimo.

    Se centró en respirar a un ritmo calmado. ¿Dónde estaba? Intentó recordar. Habían acabado antes de tiempo el entrenamiento y... ¡Cierto! Yachi había decidido...

    De golpe recordó todo y maldijo mentalmente. ¿No era capaz de encajar un mal de amores? No... no era eso... se había sentido culpable por no alegrarse del todo.

    ¿Cuánto tiempo había pasado? Por cómo se sentía, había sido una caída grave. Pero a pesar de las molestias, se sentía cómodo.

    De repente sintió la necesidad de abrir los ojos. Tenía que hacerlo. Le costaba, pero sintió calidez en su mejilla y le parecía escuchar un murmullo que le ayudaba.

    —Hey, Yamaguchi, tienes que volver.

    De su garganta salió un quejido, en protesta. Pero aún así, tras unos momentos, logró abrir los ojos, cerrándolos de golpe por la luz.

    —Hola, ¿estás bien?

    Volvió a abrir los ojos y vio a Tsukishima observándole, con una mirada preocupada.

    Intentó responder, pero no salió ningún sonido de su boca.

    —No pasa nada, ¿me escuchas bien?

    Asintió despacio, y miró a su alrededor tanto como su cuerpo le permitía.

    Seguían en la habitación de Tsukishima, y la fuente de luz era la lámpara. Fuera ya era de noche.

    —Menudo susto.

    Yamaguchi se sobresaltó, y solo entonces notó la presencia de la madre de Tsukishima. Estaba allí sentada con una botella llena de agua.

    —Siento haberte sobresaltado, Yamaguchi. Llevo ya un rato aquí. Cuando llegué a casa noté enseguida tu estado, ha sido una caída muy intensa, me alegro de que Kei haya logrado evitar que fuera a más—. Se levantó y se acercó a ellos, tranquilizadora.— Quiero que bebais agua ¿Si? No sé cuánto tiempo llevais aquí, pero como mínimo tres horas.

    —Cinco—Susurró Tsukishima.

    Su madre miró entonces preocupada a los chicos. Se agachó a su lado y le ofreció un vaso a su hijo.

    —Bebe.

    —Él primero.

    —Hazme caso, necesito que le sueltes. Beber te va a ayudar a hacerlo, su caída todavía está ejerciendo mucha presión y te va a costar.

    Yamaguchí observó a su amigo beber en silencio, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía en el momento en el que uno de sus brazos ya no le rodeaba.

    —Muy bien, Kei. Ahora quiero que no devuelvas el brazo a abrazarle ¿De acuerdo?

    Tsukishima asintió, notando ya cómo su dominante interno protestaba.

    —Yamaguchi, ahora tú. ¿Eres capaz de mover los brazos?

    El aludido negó levemente tras intentarlo. Entonces la mujer le acercó el vaso.

    —Despacio, no te atragantes. Esto te aclarará la garganta. —Yamaguchi bebió deapacio— Muy bien, chicos. Sé que no es fácil. Lo estáis haciendo muy bien. Voy a llamar a Akiteru para que me traiga una cosa. Vuelvo enseguida.

    —¿Te sientes mejor?—preguntó Tsukishima cuando estuvieron solos.

    —Un poco...—murmuró Yamaguchi, despacio.—Lo siento.

    —No te disculpes, ya está.

    Yamaguchi resistió la necesidad de apoyar su cabeza contra el pecho de su amigo.



    —¿Tu madre no era profesora?

    —Profesora de biología. Y desde que Akiteru presentó síntomas de ser sumiso, investigó muchísimo. O eso me explicó.

    —Hola, soy yo —Dijo su madre al abrir—¿Estáis mejor?

    —Yo estoy bien desde el principio, mamá—le tranquilizó Tsukishima.

    —Estoy mejor, gracias.—respondió suavemente Yamaguchi.

    —Bien, te vas a tomar esto. Es un supresor de emergencias. No te va a pasar nada, aunque no estén recomendados para vuestra edad, los usos puntuales no suponen ningún peligro. Es como tomar un algo para un ataque de ansiedad, no pasa nada.

    Yamaguchi aceptó y tomó la pastilla. La madre de su amigo se quedó con ellos hasta que empezó a notar los efectos, media hora después.

    —Wow... Puedo moverme ya... Funcionan muy rápido—dijo. Su cuerpo se sentía de repente relajado y su mente ya no estaba embotada. Esa sensación de pesadez y miedo se esfumaba.

    Tsukishima también se sintió aliviado, pero no dijo nada. Dejó escapar todo el aire por primera vez desde hacía horas y se relajó, soltando a su amigo. Su madre le miró de reojo y sonrió, orgullosa.

    Cuando se despidieron de Yamaguchi después de que sus padres fueran a buscarle, le abrazó con fuerza.

    —¡Lo has hecho muy bien, Kei! Estoy tan orgullosa de ti.

    Tsukishima se fue a la cama pensando en lo que había pasado. Y sin saber si debía decirle a Yamaguchi algo sobre los besos.

    Yamaguchi se fue a la cama cansado, respondiendo a Yachi antes de quedarse dormido.

    —¡Te dije que todo saldría bien! ¡Felicidades!
  2. .
    SPOILER (click to view)
    Hola, oa traigo un capítulo que me ha costado muchísimo escribir, pero que espero que os guste ^^


    -CAPÍTULO 8-



    Hinata respetaba a Oikawa. Tras los partidos que habían jugado contra el Aoba Jōsai, y sabiendo que era senpai de Kageyama, el número 10 le había apodado "Gran rey" y sentía respeto por él.

    Era un gran colocador, sus saques podían llegar a dar miedo y sabía adaptarse a cualquier rematador.

    Sin embargo, todo ese respeto se encontraba en ese momento ensombrecido por el desconcierto que Hinata sentía en ese instante.

    Unos minutos antes, él y Kageyama estaban comprando zapatos nuevos. Estaban tranquilos, hablando del entrenamiento del día siguiente y el torneo de primavera que se aproximaba.

    Y ahora estaban en el parque. Se habían encontrado con Oikawa, y tras saludarse, Hinata había sentido una presión que resultaba abrumadora, casi como una orden silenciosa en el aire. Pero no entendía de dónde salía, y no le había hecho someterse, así que no dijo nada.

    —Kageyama, ¿qué te ocurre? ¿te duele la barriga?

    Kageyama estaba sentado e inclinado hacia adelante abrazándose. Negó con la cabeza ante la pregunta de Hinata, sin decir nada.

    Hinata por su parte notó el sudor en la nuca de su compañero. Le ocurría algo.

    —Hey, tonto-Yama ¿Estás bien?

    Al decir eso, posó la mano sobre su hombro, y Kageyama se encogió al contacto, emitiendo un gruñido que sobresaltó a su vez a Hinata.

    Notó sus instintos alerta, sin entender por qué hasta que se dio cuenta del sutil aroma que emanaba Kageyama.

    Rivalidad.

    No sabía por qué había pensado en esa palabra, pero era lo que sentía. Sin embargo, no era la rivalidad que tenían él y Kageyama. No, era una rivalidad diferente, más... Visceral.

    —Kageyama, ¿esto tiene que ver con Oikawa-san?

    Al escuchar el nombre, Kageyama se encogió, pero volteó la cabeza para mirar a Hinata.

    —Me pasa desde que supe que soy dominante —murmuró —. Sé que Oikawa también lo es, y desde el partido que tuvimos al entrar en Karasuno, siempre que coincidimos hace eso... Y es como si mi dominante interior se retorciera.

    —¿Te está dirigiendo órdenes silenciosas?

    —Creo que lo hace sin querer... No sé, pero siempre logra alterarme.

    Hinata posó una mano sobre la espalda de Kageyama, que intentó separarse.

    —Hey, creo que él estaba igual— Susurró, en tono tranquilizador—. Estaba tenso. Creo que sin querer también emites hormonas ante él.

    —¿Por qué iba yo a...?

    —Lo noté. Fue como un golpe en el estómago, la verdad. En cuanto nos cruzamos con él, noté una presión muy fuerte, desconocida. Pero también noté la tuya, aunque era tan... Diferente, que me costó reconocerla.

    —Yo no...

    —Kageyama, casi caigo de rodillas al instante, si no lo hice fue porque no iba dirigido a mí y pude aguantar. Pero ambos os estabais ordenando en silencio. Y si estás así creo que es por la rivalidad que tenéis.

    Kageyama le miró sin entender.

    —Dicen que cuando dos dominantes intentan ordenarse, sus instintos les hacen rebelarse. Como si el dominante interior se volviese violento. Y dicen que contenerlo es difícil... Por eso te pregunto si estás bien.

    Kageyama permaneció cayado hasta que Hinata le volvió a tocar el hombro.

    —No me toques, por favor—Susurró—. Me cuesta controlarlo ahora mismo.

    Hinata se separó, pensativo.

    —¿Realmente se rebela?

    —Quiero hacer cosas que normalmente ni se me pasarían por la cabeza.

    Hinata se sonrojó, viendo a Kageyama esconder la cara entre sus manos.

    Se sentía un poco culpable, ya que una pequeña parte de él estaba disfrutando de ver a Kageyama sin el control que casi siempre tenía en todo.

    —¿Quieres que vaya a por agua fría? Seguro que te sienta bien.

    —Por favor...

    Hinata se levantó exclamando que no tardaría y corrió lleno de energía a la tienda más cercana. Se dirigió a la zona de las bebidas y eligió una botella de agua bien fría. Pagó, salió de la tienda y se quedó quieto.

    Allí estaba el Gran Rey.

    Iwaizumi-san estaba con él, y parecía estar regañándole. Oikawa bebía de una botella como la que él acababa de comprar y parecía una persona diferente bajo la regañina de su compañero.

    —¿Cuándo vas a dejar esa rivalidad infantil con Kageyama? No es muy maduro por tu parte emitir hormonas de esa forma cada vez que lo ves.

    —Iwa-chaaaan, pero empezó él —se quejó Oikawa, intentando abrazarle. Iwaizumi le esquivó con los brazos cruzados—. Y lo hago de forma inconsciente, de verdad. Es solo que... Me molesta.

    —Oikawa, sé que empezaste tú. Reconozco tus hormonas y créeme, las noté antes que nada más. Y segundo, deberías superar ese miedo que le tienes.

    —¿Miedo? Iwa-chan, no le tengo miedo.

    —Ya, y yo no soy japonés.

    —Iwa-chaaaan, no seas malo.

    —Si no reconoces las cosas, no puedo ayudarte.

    —Pero yo... Hey, pequeñín ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Kageyama?

    Hinata se frenó en seco. Había intentado pasar por delante sin que le vieran, pero era inútil, había poca gente en la calle.

    —Voy a darle una botella de agua, no se encuentra bien...

    —Me pregunto de quién es la culpa—. Murmuró Iwaizumi, mirando a Oikawa de reojo.

    —Eh, no es culpa mía.

    —Yo no he dicho que lo sea.

    —Pero lo piensas.

    —Mmm... Oikawa-san... Tú tampoco te encuentras bien ¿Verdad?— Se atrevió a aventurar Hinata—. Creo que deberíais dejar de hacer eso, o en los partidos va a ser complicado para vosotros.

    —¿A qué te refieres? Es él el que...

    —Sois ambos—. Interrumpió Iwaizumi.

    —Como sea, no es algo que haga aposta.

    —Creo que es por vuestra rivalidad—Murmuró Hinata—. ¿Por qué no intentáis disfrutarla en vez de sufrirla?

    De repente, ante esa frase, Hinata notó sus piernas temblar ante la mirada de Oikawa. No, no era algo consciente. El colocador sentía algo que despertaba sus instintos contra Kageyama de un modo automático. Tragó saliva, en silencio. Ya era más fácil aguantar, pero la presión de las hormonas del Gran Rey era abrumadora, y no fue hasta que Iwaizumi le regañó que ésta disminuyó.

    —Lo siento... Solo quería ayudar—. Logró decir.

    —Lo siento yo—se disculpó Oikawa, frotándose la nuca por el golpe de Iwaizumi—. Es cierto que no tengo excusa para esto. Lo siento, pequeñín.

    —No soy tan pequeño.

    —Bueno, resulta lindo llamarte así ¿No crees?

    —¡Para nada!— Exclamó Hinata antes de salir corriendo.

    Iwaizumi suspiró y miró a Oikawa.

    —Tienes que superar ya ese miedo que le tienes a Kageyama.

    —Mmm... Algún día. No me gustaría sentirme así para siempre, pienso vencerle en el torneo de primavera y en el futuro, cuando haya madurado del todo.

    Iwaizumi suspiró y le rodeó los hombros con un brazo.

    —¿Estás mejor?— le susurró al oído.

    Oikawa se sobresaltó y miró a su compañero.

    —Iwa-chaaan, dame un beso.

    Iwaizumi entornó los ojos y sujetó la barbilla del capitán.

    —Eres un caprichoso. Más te vale disculparte con esos dos la próxima vez que les veas.

    —Lo prometo.

    Iwaizumi suspiró y le dio un pequeño beso en la mejilla antes de separarse.

    —Venga, vamos a casa. Tus hormonas siguen alteradas.

    —Pero... Iwa-chan... ¡Quiero un beso en los labios!

    Mientras ambos se dirigían a casa, Hinata alcanzaba a Kageyama.

    —Hey Kageyama, perdona por la tardanza. Ten.

    Kageyama cogió la botella en silencio y empezó a beber.

    —Me encontré con Oikawa-san e Iwaizumi-san. Creo que tenéis el mismo problema, así que le dije que dejase de hacer eso y que tú también pararías.

    —No lo controlo—. Protestó Kageyama.

    —Venga, puedes controlarlo, lo sé. Eres quien mejor controla el balón, ¿cómo no vas a controlar esto?

    —El balón... Es más fácil que mis instintos a veces.

    —Conmigo te controlas, nunca has hecho nada raro.

    —En el campamento de entrenamiento sí.

    —Eso no cuenta ¡Pasó porque fuimos idiotas! Pero después de eso no hemos tenido que usar nunca la palabra de seguridad ni nada de...

    Hinata se quedó en silencio al notar la mano de Kageyama sosteniendo la suya.

    —¿Necesitas...?

    Al ver el sonrojo en las orejas de Kageyama, Hinata no continuó. Tomó la mano de su amigo y la llevó lentamente a su cabeza, sobre su pelo revuelto.

    Kageyama empezó a acariciarle el cabello con suavidad, sin levantar la mirada ni moverse. Y Hinata permaneció mirando sus pies en silencio, hasta que poco a poco un ronroneo empezó a formarse en su garganta.

    El intercambio fue silencioso y tranquilo. No se movieron del sitio, y Kageyama, simplemente, permaneció acariciando los cabellos naranjas de Hinata, poco a poco sintiéndose más relajado.

    —Gracias...—Susurró cuando Hinata abrió los ojos y le miró adormilado. Los intercambios siempre le hacían regresar con la mente algo embotada—. Estoy mucho más tranquilo.

    —Me alegro—respondió Hinata con una sonrisa, frotándose un ojo.

    Una vez recuperados, ambos se levantaron para volver a sus respectivas casas.

    —Descansa mucho, Tonto-yama. ¡Mañana no puedes permitirte esto en el entrenamiento!

    —Mira quién fue a hablar, como si no fueras a necesitarlo tú.

    —¡Pero yo estoy acostumbrado! Y me afectan menos, pero mírate. Está claro que tu cuerpo no está acostumbrado a necesitar ayuda con sus dinámicas.

    —Idiota...

    El abrazo pilló a Hinata por sorpresa, pero no dijo nada. Tan solo palmeó suavemente la espalda de Kageyama antes de separarse y seguir su camino.

    Esa noche pensó en su rivalidad con Kageyama. Sí, le consideraba su rival. Pero también su mayor aliado. Y un gran amigo. El colocador siempre le ayudaba, tanto con consejos como con acciones. Sí, sabía que era horrible con las palabras, pero poco a poco se había vuelto más comprensivo. Kageyama al principio le intimidaba un poco, pero ahora era una de las personas a las que más conectado se sentía. ¿Por qué Oikawa y él no podían tener ese tipo de rivalidad? En opinión de Hinata, era muy divertido tener un rival. Les hacía mejorar y siempre deseaba superar a Kageyama, aunque por el momento no fuese capaz.

    Esperaba que algún día pudieran tener algo así, y no sufrir por tener sentimientos conflictivos el uno sobre el otro.

    Después de todo, el volleyball consitía en divertirse ¿no era un desperdicio dejar de disfrutar por otra persona?
  3. .
    SPOILER (click to view)
    Un poco de variación en el protagonismo de los personajes, para ver a Yachi y Yamaguchi ser super amigos :)


    -Capítulo 7-



    Yachi admiraba a Kiyoko.

    Desde el día que había hablado con ella para reclutarla como manager del equipo, Yachi se había descubierto casi cada día observando en silencio a su senpai.

    Recordaba todavía que al principio no sabía de qué le estaba hablando. Simplemente estaba viendo a la chica más guapa que conocía hablar con ella con una elegancia que le parecía inalcanzable. Sabía que todos la miraban, y ella misma no podía apartar la mirada.

    A veces se sentía avergonzada al recordar cómo no había escuchado ni una palabra de lo que le había dicho. Sin embargo, la sonrisa al responderle positivamente se le había grabado a fuego en la memoria.

    Y así era cómo ella, una chica tan tímida, había empezado a formar parte del maravilloso equipo de volleyball del Karasuno. Y había hecho amigos que le habían hecho darse cuenta de que no era menos que nadie. Si bien a veces aún se sentía torpe al hablar con la gente desconocida, Hinata y los demás le habían demostrado que ella también tenía algo que aportar.

    Acostumbrada ya a ver a Hinata haciendo un intercambio con algún compañero o incluso a ayudarle ella misma, Yachi se había sentido extraña al ver a Kiyoko en un intercambio con el rematador durante el campamento. Ya habían pasado un par de semanas y aún pensaba en ello de vez en cuando.

    Y es que se había sentido culpable de verlo, aunque fuera algo normal. De ver a Kiyoko abrazar a Hinata de forma tan gentil. Se había sentido culpable por presenciarlo, y algo celosa de Hinata. Tenía mucha suerte de poder interactuar de aquella forma con todos, pero en especial, con Kiyoko.

    Ella también quería que la chica le abrazase.

    –¡Cuidado!

    Yachi se sobresaltó al escuchar la exclamación y el golpe de balón delante de ella, que había parado Hinata.

    –¡Yachi! ¿Estás bien?

    –Eso es por no recibir bien el balón, idiota–Le recriminó Kageyama.

    Hinata volvió con el balón, sacándole la lengua a Kageyama.

    –¿Estás bien, Yachi?

    La chica se sobresaltó de nuevo al escuchar a Kiyoko y se sonrojó, avergonzada por sus pensamientos de hacía un momento.

    –S-sí, ¡no ha pasado nada! Tendría que... ¡que estar más atenta!

    Kiyoko sonrió suavemente.

    Y Yachi se sonrojó más.

    Y estaba siendo algo cada vez más habitual.

    –Hey Yachi, deja que te ayude con eso.

    –O-oh, gracias, Yamaguchi.

    –¿Estás bien? He visto que últimamente estás algo distraída.

    –¡Lo siento! Estaré más atenta, perdón si...

    –Jajaja, ¡no me refiero a eso! –exclamó Yamaguchi, riendo por la reacción de la chica. –Quiero saber si estás bien, si hay algo que te preocupe o si te encuentras cómoda.

    –Oh... perdona... Sí, estoy bien, no te preocupes.

    Dejaron las cosas que llevaban en el almacén en silencio.

    –No tienes que pedir perdón por todo, Yachi. Todos nos equivocamos ¡Yo mismo me equivoco todo el tiempo! Es normal.

    –Lo siento, es que...

    –Ahí estás de nuevo.– Yachi pareció entrar en pánico sin saber qué decir y Yamaguchi sonrió–No te preocupes, sé que es difícil. Yo pedía perdón todo el tiempo, pero aprendí a hacerlo solo cuando es necesario.

    –Gracias.

    –Si alguna vez necesitas hablar aquí me tienes, sé que a lo mejor no soy la persona más indicada, ¡pero puedes contarme cualquier cosa!

    Yachi sonrió, más tranquila. Yamaguchi siempre le inspiraba tranquilidad, y ahora que sabía que podía hablar con él, se sentía en calma.

    Aunque tampoco es como si tuviera nada que contarle ¿No?

    Era cierto que podía en general hablar con sus compañeros. Todos eran muy amables, aunque le tenía tanto respeto a sus senpais de tercero que le costaba iniciar una conversación. Y Noya y Tanaka le daban un poco de miedo, aunque sabía que eran muy buenos con todos. Y con Hinata y Kageyama tenía mucha confianza, pero sentía que eran demasiado enérgicos para ella. Tsukishima aún le daba algo de miedo y... Yamaguchi le transmitía calma. Sentía que podía hablar con él y que querría hacerlo sin sentirse nerviosa.

    Por eso se atrevió a hablar con él el día sábado que se encontraron por la calle.

    –¡Hey Yamaguchi!

    –¡Hola Yachi! ¿Qué tal? ¿Has salido de compras?

    –Muy bien, gracias. Necesitaba material de dibujo... ¿Tú qué tal estás?

    –He salido a por comida para Constelación. Mi perrita–Aclaró, dándose cuenta de que Yachi no conocía a su mascota. –¿Te apetece tomar un helado?

    –¿E-eh? Bueno, sí, la verdad es que hace mucho calor.

    Ambos se sentaron en un local que ofrecía helados artesanos, y una vez tuvieron cada uno su dulce, empezaron a charlar sobre diferentes cosas. Hablaron sobre cómo irían los próximos partidos y quién sería el próximo contrincante. Yamaguchi le enseñó fotos de Contelación a Yachi.

    –¡Realmente parece que tenga una constelación en el cuerpo!–exclamó Yachi, viendo la perrita llena de lunarcitos rubios sobre el pelaje negro.

    –La tengo desde los 9 años, y es muy buena. Seguro que te encantaría conocerla.

    –Me encantaría, ¡adoro a los animales!

    –Seguro que le caes muy bien.

    Tras un rato charlando, y con los helados ya terminados, Yachi pensó en confiarle sus dudas a su compañero.

    –Yamaguchi... ¿Puedo pedirte consejo?

    –¡Claro! Dependiendo de qué sea no sé si podré ayudarte, pero puedes preguntarme o comentarme lo que quieras.

    Yachi movió la cuchara contra el borde de la copa, pensando. No tenía muy claro qué quería decirle. La sensación que le empujaba a querer decirle algo estaba hecha de sentimientos confusos y poco definidos.

    –Mmm... ¿Qué piensas de Kiyoko-senpai?

    –¿Mm? Pues... – Yamaguchi se quedó pensativo unos instantes – Creo que es muy responsable y trabajadora, y aunque es muy callada, creo que es muy amable y que se preocupa mucho por todos en el equipo.

    –¡Sí! Es muy trabajadora, está siempre atenta a todos y es realmente amable.

    –Me alegro de que hablase contigo para que vinieras al equipo, gracias a ella estás con nosotros–Añadió Yamaguchi, sonriendo.

    Yachi se sonrojó con una suave sonrisa.

    –Yo también me alegro de haber entrado en el equipo.

    –¿De qué querías pedirme consejo?

    Yachi se mordió el labio y reunió el coraje para decirlo, aún sin saber muy bien qué pretendía contándoselo a Yamaguchi.

    –¿Me prometes que no se lo vas a decir a nadie?

    –Te lo prometo.

    –Creo... Creo que me gusta K-kiyoko-senpai

    Por la cara de Yamaguchi pasaron varias expresiones: primero sus cejas se elevaron y sus ojos se abrieron mucho, luego su boca se abrió en silencio. Tomó aire, como si fuera a decir algo y suspiró con una sonrisa, llevándose una mano a la cabeza. Cerró los ojos un instante, aún sonriendo, y volvió a mirar a Yachi.

    –¿Planeas decírselo?

    Yachi, sonrojada pero algo más tranquila tras ver que la sonrisa de Yamaguchi seguía intacta, se encogió de hombros.

    –No lo sé, ni siquiera sé si me gusta, gusta. Quiero decir... No sé si quiero que ella sienta lo mismo o si es solamente una gran admiración... – El nerviosismo de Yachi aunentó según hablaba– y eres la primera persona a la que se lo digo, tenía mucho miedo de decirlo, porque Kiyoko-senpai es una persona increíble, y es muy guapa y quizás es una locura que alguien como yo pretenda...

    –Hey, tranquila. –Yamaguchi, le tomó de la mano, antes de que pudiera decir nada más y las lágrimas que asomaban a sus ojos del nerviosismo se escaparan.– Lo entiendo, es normal estar nerviosa. Pero puedes estar segura de que Kiyoko-senpai nunca va a pensar nada malo de ti por esto, ni yo. Ni nadie del equipo. Kiyoko-senpai es genial, sí, ¡pero tú también lo eres! No te infravalores de esa manera ¿Alguien como tú? Todos tenemos la suerte de tenerte en el equipo, yo ahora mismo, tengo la suerte de que hayas decidido confiar en mí y contarme este pequeño secreto. Eres una persona muy amable y considerada, ¿quién no pensaría que eres genial? Y si no, que vean lo mucho que te esfuerzas a diario en el club ¡Y el cartel que hiciste para conseguir fondos! Y eres de las mejores estudiantes de primer año ¿acaso no es eso súper genial? Porque yo creo que sí.

    Se quedaron unos segundos en silencio, en los que Yachi se había calmado y ya no parecía que fuera a llorar.

    –Lo que quiero decir... Es que no sé qué te responderá Kiyoko-senpai si decides decírselo, pero estoy seguro de que todo estará bien. Lo que quiero es que entiendas que mereces la pena tanto como ella, que no eres ni menos ni inferior a nadie. ¿Lo entiendes?

    Yachi asintió lentamente, y Yamaguchi relajó su expresión al fin, borrando la seriedad de su cara y volviendo a sonreir.

    –Te apoyaré si decides confesarte. Y si no también, pero solo si es porque realmente no es algo que desees.

    –Gracias, Yamaguchi–Respondió Yachi, tras unos segundos sin saber que decir.– Muchas gracias.

    –No tienes que agradecerme nada, Yachi. ¡Para esto están los amigos!

    Pagaron sus consumiciones y se fueron, caminando juntos hasta que tuvieron que separarse, y Yamaguchi abrazó a la chica.

    –Puedes contar conmigo para lo que sea ¿De acuerdo?

    –Gracias. Tú también conmigo ¿Vale?

    Se separaron y cada uno se fue por su camino, con la agradable sensación que da saber que puedes confiar en alguien y que alguien confía en ti.

    Yachi llegó a casa con una sonrisa en la cara, feliz de haber hablado con Yamaguchi. Sentía que realmente tenía un muy buen amigo. ¡Le había animado a confesarse! Aún no sabía si era lo que quería, pero se sentía eufórica. No le había juzgado, y le había dedicado unas palabras preciosas.

    Tenía razón, tenía que valorarse más. Aunque Hinata y Kageyama le habían dicho ya aquello, Yamaguchi lo había dicho de una forma que le había llegado al corazón. Y sentía un calor agradable en el pecho al recordarlo.

    Yamaguchi era muy buen amigo.

    Yamaguchi, por su parte, llegó a su cuarto con una expresión pensativa. ¿Se habría notado? Esperaba que Yachi no se hubiera dado cuenta de lo mucho que le había costado sonreir al escuchar su secreto.

    Se sentó en su cama, acariciando a Constelación cuando se acercó pidiendo atención.

    –Le gusta Kiyoko-senpai– Le dijo a la perrita, sosteniéndola delante de su cara–Es normal, pasa mucho tiempo con ella durante las horas del club, y es una chica genial. Yachi es genial también, así que seguramente salga bien...–la perrita le movió la cola y soltó un ladrido–Le dije que le apoyaría...

    Se dejó caer de espaldas, y Constelación se tumbó en su barriga.

    –Es gracioso, me fijo mucho en Yachi, pero no me di cuenta de que ella miraba a otra persona...

    Cerró los ojos, sintiéndose con ganas de llorar por un momento, pero recuperándose enseguida.

    –¡No! Si Yachi está feliz es lo que cuenta. ¡Somos amigos! Y le he dicho que le apoyaría, así que lo haré. ¡Para eso están los amigos!
  4. .
    SPOILER (click to view)
    Traigo (a partir de ahora creo que los miércoles) el capítulo 6, el que más me ha costado escribir hasta el momento (creo que se nota ^^")

    Espero que os guste, si comentáis me haréis muy feliz~


    -CAPÍTULO 6-



    Daichi explicó la situación a Takeda-sensei. Kageyama y Hinata, aún algo nerviosos, estaban sentados uno al lado del otro, incapaces de mirarse a los ojos.

    –Kageyama, Hinata–Les llamó el profesor. Ambos levantaron la mirada, en silencio–No voy a preguntaros por qué estabais realizando un intercambio en ese momento. Es algo que pertenece a la intimidad de cada uno. Pero sí os recomendaría que en el futuro tuvierais en cuenta el lugar. Los espacios comunes no son lugares adecuados ¿Lo entendéis?

    Los dos asintieron con firmeza, entendiendo perfectamente esa parte. Entonces el profesor relajó su semblante y les dedicó una pequeña sonrisa.

    –¿Tenéis idea de por qué no fuisteis capaces de detener la situación que se estaba generando? –Ambos negaron con la cabeza, y Daichi interrumpió.

    –Creo saber por qué, profesor.

    –Oh, ¿qué crees que pudo ser?

    –La palabra de seguridad.

    Hubo unos instantes de silencio, en que tanto Kageyama como Hinata no parecían entender a qué se refería.

    –Hinata, Kageyama...–les llamó el profesor, y ellos se tensaron–decidme que teníais pactada una palabra de seguridad.

    –N-no... Nunca llegamos a pactar ninguna–dijo Hinata, avergonzado y rojo como un tomate–Pensé que solo hacía falta cuando los intercambios son... Para... Para adultos.

    Kageyama miraba a Hinata hablar, dándose cuenta de lo ridículo que sonaba lo que él mismo pensaba.

    –Tenéis que tener claro que la palabra de seguridad es para cualquier – Takeda-sensei remarcó esa última palabra – intercambio con órdenes. Debe pactarse siempre. Tan solo los intercambios de emergencia o protección no la necesitan, y aún así no sobra. ¿Ahora lo tenéis claro?

    Los chicos asintieron, avergonzados.

    –Bien, podéis ir a descansar. Es mejor que durmais pronto hoy.

    Todos salieron y Daichi les acompañó a la habitación común.

    –Aprovechad a ducharos antes de que vengan los demás, y dormid pronto.

    Cuando se quedaron solos, fueron al baño en silencio, y no intercambiaron palabras hasta que los dos estuvieron dentro del agua.

    –Lo siento. –Se disculpó Kageyama–Por eso–dijo, señalando las marcas rojas en el cuello y hombro de Hinata.

    –No vuelvas a hacer eso, tonto-Yama– respondió Hinata, tapándose con las manos las marcas –Duele. Mucho. No me gusta.

    –Perdona–repitió Kageyama, sintiéndose culpable.

    –Pero bueno, yo tampoco pensé en la palabra de seguridad. También es culpa mía ¿No?

    Kageyama había apartado la mirada, y no fue hasta que Hinata le salpicó con agua que le miró.

    –¡Hey! ¿A qué viene eso?

    Hinata entonces apoyó la cabeza en su hombro.

    –Volleyball–Murmuró. Kageyama le miró sin entender –Creo que esa palabra de seguridad sería la mejor contigo.

    –¿Crees que nos hace falta ahora?

    –¿¡Has escuchado a Takeda-sensei o no!? Dijo que era necesaria siempre, y ya has visto lo que nos ha pasado...

    –Hinata, tonto, ya sé que es necesaria. Me refiero... ¿Crees que volveremos a hacerlo? Después de lo de hoy... ¿No me tienes miedo?

    Hinata iba a responder al "tonto" de Kageyama, pero al escuchar aquellas palabras, se quedó en silencio.

    ¿Tenía miedo de repetir aquello? Sí. Aunque ahora sabía que había una manera de evitar que se repitiera, le daba miedo. Aún así, seguía dando por hecho que volvería a hacer intercambios con Kageyama, y no solo los de protección. ¿No era así en el volleyball? ¿Cuántas veces se había caído y hecho daño en los brazos? ¿Cuántas veces había sacado mal? ¡Si incluso le había dado a Kageyama en la nuca! Y nada de aquello le había detenido para seguir intentándolo. Ni en solitario ni con Kageyama. Todos los días se esforzaban por mejorar, a pesar de los fallos. No se les pasaba por la cabeza rendirse, dejar de hacer algo que les gustaba tanto.

    Y a Hinata no se le pasaba por la cabeza dejar de hacer intercambios con Kageyama por miedo.

    –Tengo miedo de que vuelva a pasar, pero ahora tenemos una manera de evitarlo. Y sé que no lo hiciste aposta... A mí me gustó hasta que me mordiste.–Reconoció, avergonzado– Y antes de hoy siempre me ha gustado. No quiero dejar de hacer algo que me gusta y que no es malo solo porque una vez ha salido mal.

    Kageyama se separó un poco de Hinata y le miró, pensativo. Las marcas que había dejado en el cuello y hombro de su amigo estaban aún algo hinchadas y eran rosadas, destacando. Se sentía culpable, pero sobretodo asustado.

    ¿Asustado?

    –Hinata, tengo miedo de mi dominante–reconoció en voz alta, mirando al agua– Me da miedo la posibilidad de perder el control de nuevo. A pesar de tener una palabra de seguridad, lo que me da miedo es no ser capaz de controlar mis propios pensamientos. Ni mi cuerpo.

    –Bienvenido a mi mundo, Kageyama– Respondió Hinata, mirándole con una sonrisa y los brazos abiertos.

    –Lo siento...

    –No lo digo para que te disculpes, lo digo para animarte. ¿No ves que soy el ejemplo de que puedes perder ante tus propios instintos continuamente, y tener una vida normal?

    –¿Y si se repite?–murmuró Kageyama, rozando con la mano su propio cuello, mirando el cuello de Hinata– ¿Y si la palabra de seguridad no evita nuevos mordiscos? No quiero hacerte daño.

    –¡Confío en ti, Tonto-Yama!

    Kageyama no respondió a aquello por dos razones. La primera: se había quedado sin palabras.

    La segunda: Tanaka había entrado justo en ese momento.

    –Hey, ¿no deberíais ir a descansar? Daichi me ha pedido que si estabais en el baño os enviase a dormir.

    Ambos salieron del agua y se despidieron de Tanaka, dirigiéndose en silencio a la habitación común.

    –Buenas noches, Hinata–Murmuró Kageyama, metiéndose en su futón.

    –Buenas noches, Kageyama.

    Cuando sus compañeros llegaron, ambos estaban profundamente dormidos.

    Mientras tanto, en el cuarto del Nekoma, dos personas seguían despiertas en la oscuridad: Kuroo y Kenma.

    Sus futones estaban uno al lado del otro, y Kenma estaba abrazado a Kuroo, que le acariciaba la cabeza con suavidad. Había sido un día cansado, y habían esperado a que todos se durmieran para hacer un intercambio de protección.

    No era realmente necesario para ninguno de los dos, pero a ambos les resultaba relajante y les ayudaba a dormir. Kenma adoraba sentir la mano de Kuroo acariciar su cabeza. Desde la zona todo era más agradable todavía.

    Kuroo adoraba enterrar la nariz en el cabello de Kenma y respirar su aroma. Y así, ambos se quedaron dormidos.

    Esa noche sirvió para relajar a todo aquel que estaba nervioso por algo. Nishinoya despertó de buen humor al día siguiente, sin rastros del estado en el que había estado los dos días anteriores. Suga y Daichi también despertaron menos preocupados, y Hinata y Kageyama recuperaron toda su energía para permanecer todo el día animados.

    –Hinata, ¿necesitas ayuda?

    Dos días después del incidente con Kageyama, Hinata no se había atrevido a hacer un intercambio a pesar de lo que había dicho. ¿Por qué? Porque se sentí avergonzado e inseguro pidiéndoselo a Kageyama. Después de todo, no había obtenido una respuesta. Sí, confiaba en Kageyama. En que no volvería a ocurrir nada malo. Pero a lo mejor Kageyama no quería y entre tanto volleyball no se había atrevido a preguntarle.

    Por eso ahora Kiyoko le preguntaba, con toallas limpias en brazos. Hinata estaba lavándose la cara en los grifos exteriores, y el agua rodaba por su cuello, mojando su camiseta. Tenía mucho calor y no le importaba.

    Pero Kiyoko se le acercó.

    –¡Kiyoko-senpai! Estoy... ¿Bien? Sinceramente, ya no sé si tengo calor por el tiempo que hace o si soy yo–Respondió Hinata.

    –¿Necesitas ayuda?

    Kiyoko dejó las toallas a un lado y se acercó con una a Hinata, ofreciéndosela. Hinata la cogió y le dio las gracias antes de empezar a secarse.

    –Si necesitas un intercambio puedo ayudarte, a menos que necesites que llame a Kageyama, o Tsukishima, o...

    –N-no hace falta–le interrumpió. Luego miró la toalla pensativo y habló, algo avergonzado–La verdad es que creo que sí necesito un intercambio, Kiyoko-senpai.

    Kiyoko sonrió en silencio, sabiendo que el chico se sentía algo avergonzado. Se acercó y abrió los brazos.

    –Pero... Estoy empapado, y además he sudado mucho...

    –Hinata, no pasa nada. Lo que sea más cómodo para ti, pero de verdad que no me importa.

    Hinata entonces cedió, sabiendo que realmente necesitaba aquello y que cuanto antes lo hiciera mejor. Se acercó a su compañera y ésta le abrazó. Era más alta que él, y enseguida Hinata sintió sus instintos salir a flote, introduciéndole lentamente en la zona. Realmente estaba punto de empezar a caer, si Kiyoko no hubiera estado allí, habría tenido que ir al gimnasio a pedir ayuda sintiéndose caer.

    Kiyoko sonrió suavemente mientras notaba el cuerpo de su compañero más relajado. Al pasar al lado le había notado muy tenso, y eso era algo extraño en Hinata. Aunque sí solía pasarle antes de necesitar un intercambio.

    Le acarició suavemente la espalda, en silencio, hasta que notó que ya estaba del todo relajado, incluso dejando escapar leves ronroneos.

    –Creo que ya puedes volver, Hinata. Deberías estar bien el resto del día–le susurró, al notar que ya estaba en completa calma.–Pronto empezarán un nuevo partido.

    Hinata abrió los ojos y se separó, algo adormecido todavía. Kiyoko le dio una palmada suave en la cabeza, recolocando su pelo en su desorden ordenado de siempre.

    –¡Gracias, Kiyoko-senpai!–Exclamó Hinata con una reverencia rápida.

    –No hay de qué, Hinata.

    El chico volvió corriendo al gimnasio, y mientras tanto Kiyoko recogió las toallas para seguir con sus tareas.

    Era la segunda vez que hacía un intercambio con Hinata. La verdad es que todos en el equipo lo habían hecho aunque fuera una vez, por diferentes circunstancias como cercanía en el momento, instintos... Pero Kiyoko, a pesar de ser neutral, tenía un sexto sentido a la hora de sentir las dinámicas de los demás.

    La primera vez que había ayudado a Hinata con sus dinámicas había sido en un descanso de entrenamiento, un par de semanas después de explicarles a todos sus circunstancias. El chico se había sentado en vez de seguir entrenando con Kageyama ( o persiguiéndole para continuar) como solía hacer. Se había dado cuenta enseguida de que no estaba bien y se había acercado.

    –Hinata, ¿estás bien?

    Y Hinata le había tomado de la manga sin responder, algo tembloroso y nervioso.

    –Tranquilo, ven, te sentirás mejor.

    Aún bajo los efectos de la caída, Hinata se había sentido algo avergonzado. Kiyoko aún así le había abrazado y protegido hasta que se encontró mejor.

    Luego Tanaka y Nishinoya habían pedido sus respectivos abrazos, y ella les había ignorado, ocultando la risa tierna que le daba verles siempre tan emocionados e insistentes por conseguir su atención.

    Era mejor no responderles para que siguieran concentrados en el entrenamiento.

    La chica llegó al gimnasio, y vio a Hinata charlar y reír rodeado de sus compañeros. Todo parecían sonreír más en presencia del número 10, y Kiyoko pensó que era como si todos trabajasen por proteger al pequeño sol que iluminaba el equipo.
  5. .
    SPOILER (click to view)
    Hola, os traigo el capítulo 5, con el cual estoy bastante feliz por el resultado~

    Dejad comentarios con vuestras impresiones~


    CAPÍTULO 5




    -¿Dónde están Hinata y Kageyama?-Preguntó Nishinoya, viendo que faltaban los dos chicos de primero.-¡Vamos a empezar dentro de nada!

    -Deben de estar al llegar-Dijo Asahi, notando que el líbero estaba algo alterado.-¿Estás bien, Noya?

    -¿Eh? Estoy perfectamente-respondió, mirándole-Supongo que algo nervioso, me pasa siempre que jugamos contra el Nekoma.

    Estaban a la mitad del campamento de entrenamiento, y ya habían tenido partidos con todos los equipos. Estaban ya acostumbrados a perder, aunque aprendiendo muchas cosas útiles de los demás.

    Era ya el segundo día en el que todos habían notado que Nishinoya estaba raro.

    -¡Perdón por la tardanza!-exclamó de repente Hinata, entrando por la puerta alegremente y seguido de Kageyama.

    -¡Por fin!-exclamó Noya, sin pensar-Habéis tardado mucho, Hinata-dijo, mirándole, y el rematador se detuvo con un escalofrío, mirando a los demás.

    -Lo siento... Solo quería asegurarme de no causar problemas y Kageyama me ayudó...

    -Noya... ¿Por qué estás haciendo eso?-Dijo Asahi, tocándole el hombro al líbero ligeramente-Hinata ha llegado a tiempo, no pasa nada.

    El líbero iba a disculparse, pero Daichi les indicó que se reunieran. Iban a empezar el partido.

    Todo transcurrió de forma normal en el desarrollo del juego, y al acabar, salieron a realizar el castigo de los perdedores, al que ya estaban acostumbrados: practicaron recepciones y salieron a correr.

    Al terminar, volvieron con calma, ya que era la hora de comer. Hinata charlaba con Tanaka, y Kageyama seguía trotando, dispuesto a entrenar hasta el final.

    Nishinoya se sentía crispado. No solo eso, sino que notaba su cuerpo pesado desde hacía dos días. Estaba incómodo, y cada vez se sentía más tenso con cosas que normalmente no le molestarían. Y los demás lo notaban.

    -Hey, Noya-senpai ¿Luego en la práctica libre me ayudarías con las recepciones?-Exclamó Hinata, durante el descanso después de comer.

    -¡Claro! Puedo enseñarte mis magníficos movimientos, aunque aún no serás capaz de hacerlos-respondió, sintiéndose algo más calmado tras haber comido.

    -¡Gracias!

    Sin embargo, apenas un rato después, todos supieron por qué Noya estaba alterado últimamente.

    Fue cuando Asahi se acercó al chico para despertarle de la siesta y se sintió paralizado. Se dio cuenta de que Noya estaba liberando hormonas sin darse cuenta. Con esfuerzo, logró moverse para intentar despertar a su amigo, pero Noya se despertó antes.

    -Hey, Noya, estás liberando muchas hormonas, nuestros compañeros van a acabar notándolo, tienes que tener más cuid...

    No pudo terminar la frase por la mirada penetrante del dominante. De repente, sus rodillas flaquearon y cayó sobre ellas, jadeando. Sin darse cuenta, Noya estaba obligándole a someterse, activando sus instintos.

    No fue el único que lo notó: Hinata y Yamaguchi, que estaban cerca, también cayeron sobre sus rodillas, sorprendidos, sin entender de dónde venía aquella orden silenciosa.

    -¡Hey, Nishinoya!-Le llamó Tanaka, acompañado de Ennoshita-¿Qué haces? No deberías bromear con esto. Estás arrastrando a varias personas.

    -¿Estás enfadado?-Preguntó Ennoshita. Pero ninguno recibió una respuesta. A pesar de ser neutrales notaban las hormonas de Noya, y estaban preocupados por sus compañeros sumisos, que apenas podían luchar contra ellas.

    -¡Noya!-Exclamó Asahi, resistiéndose a sumergirse en la zona-¡Para ya, si tanto necesitas un intercambio dínoslo, maldita sea! Sabes que te ayudaremos, pero no puedes dejarte llevar de una forma tan inmadura. No es propio de ti.

    El líbero le miró, y vio cómo se levantaba con dificultad, acercándose a él. Después de todo, no había recibido una orden, solo la presión de sus instintos. Podía resistirse con esfuerzo.

    -Hey, Noya. - Dijo el as del equipo, delante de él, mirándole a los ojos- Calma, podemos ayudarte, pero no puedes descontrolarte tanto ¿Sí?

    Le tomó las manos con suavidad, y Noya parpadeó, recuperando su consciencia y mirando al rematador que tenía delante, pendiente de él.

    -¿Asahi-san? ¿Qué ha...?

    Vio entonces a Hinata y Yamaguchi levantarse con ayuda de sus compañeros, mirándole, y lo entendió.

    Su expresión pasó de confusión a preocupación. Volvió a mirar a su senpai, esta vez nervioso.

    -Lo... Lo siento, no quería... Nunca... ¿Os he hecho algo? Dios mío, no me di cuenta de nada...

    -Hey, ya está-dijo Asahi, apretando sus manos-¿Estás bien?

    Noya asintió, con culpabilidad. Pero tras unos instantes sin mirar al otro a los ojos, habló.

    -En realidad, sigue ahí. La sensación de antes. Nunca me había pasado, siempre hago intercambios regulares con mis padres, no debería tener problemas...

    -Es normal a nuestra edad - Respondió Asahi tranquilizador - Hinata es un ejemplo algo extremo, pero siempre es normal que haya cambios. ¿Sigues necesitando un intercambio?

    -Sí... Pero no quiero molestar.

    -No molestas, todos nos ayudamos ¿Recuerdas? ¿Cuantas veces has ayudado a Hinata con sus caídas? Puedo ayudarte con las tuyas. Sé que cualquiera que pueda lo hará encantado.

    -Lo siento... ¿Puedes hacer un intercambio conmigo, Asahi-san?-preguntó el líbero, algo avergonzado.

    Asahi sonrió y llevó las manos del líbero a su cabeza, sabiendo que ese gesto serviría como petición de protección. Antes de terminar, miró a Daichi, Tanaka y Ennoshita, que se habían acercado más por si necesitaban ayudar. Los chicos entendieron la situación y se alejaron, más tranquilos.

    -A los dominantes también os pasa...-Dijo Hinata, observando desde la distancia a sus compañeros. Asahi estaba tumbado en la hierba, con la cabeza en el regazo de Noya, que le acariciaba el pelo suelto lentamente.

    -¿El qué?-Preguntó Kageyama, ante el comentario de Hinata.

    -Eso... También tenéis caídas.

    -No exactamente-Interrumpió Suga. Los chicos se voltearon a mirarle, incluídos Yamaguchi, Tsukishima y Yachi.-No es lo mismo que una caída. Desde luego, se empeora físicamente y puede tener consecuencias para la salud si dura mucho, pero, por señalar un diferencia clara, un sumiso con una caída muy fuerte y prolongada podría llegar a morir. Las "caídas" de los dominantes nunca pueden hacer eso.

    -Wow, Suga-san, sabes mucho sobre las dinámicas de los dominantes-Dijo Yachi, con admiración.

    Suga sonrió, sentándose al lado de sus compañeros de primero.

    -Los sumisos pueden llegar a despertar los instintos de un dominante ante una caída, pero no pueden forzarlo. Dependerá de si el dominante es más o menos sensible. Como la primera vez que Hinata tuvo un intercambio con Tsukishima- Explicó. -Pero un dominante puede forzar a un sumiso a tener un intercambio. Obviamente intenta evitarse, ya que no es algo adecuado o bueno, obligar a nadie a hacer algo que no quiere. Pero en último caso, el dominante se volvería violento, apático, sin energía y muy irascible... Pero no corre más peligro que ese. Puede suponer muchos problemas para la vida diaria, pero no para vivir.

    -¿Por qué pasa tan poco?-Preguntó Yamaguchi, pensativo-Quiero decir, sé que con nuestra edad es normal que haya descontrol a veces... Pero los adultos ¿Cómo evitan estas situaciones? No sería raro que por la calle ocurrieran accidentes relacionados con dinámicas habitualmente.

    -Los supresores-Respondió Tsukishima-Los adultos pueden tomarlos para controlar las dinámicas.

    -Exacto-Afirmó Suga, levantándose-Aunque sí que hay incidentes de vez en cuando. Es normal y no pasa nada siempre que no se den órdenes. Si se realizan intercambios basados en la protección se consideran situaciones de emergencia. Lo que hacen los criminales... dar órdenes sin consentimiento es ilegal. Lo otro es simplemente embarazoso.

    Se levantó y vio a Daichi indicarle algo.

    -¡Bueno! Creo que por hoy ha estado bien de explicaciones. ¿No deberíais saber esto por las clases?

    -Algunas cosas aún no las hemos estudiado-Dijo Yachi-Gracias por explicarlo tan claramente, Suga-senpai.

    -No hay de qué. Básicamente os he contado todo esto para deciros que, al igual que Hinata, o en este caso Noya, si alguna vez necesitáis ayuda no dudéis en pedirla. ¡Ahora vamos a entrenar!

    Todos se dirigieron al gimnasio con energía, mientras que Asahi abría los ojos y veía a Noya. Por encima de él estaba el cielo azul sin una sola nube.

    -Hola-dijo-¿Estás mejor?

    -Sí, gracias Asahi-san - respondió, más tranquilo y con una sonrisa amplia-Solo necesitaba esto... Siento haber causado tantas molestias.

    -Tonto, la próxima vez que necesites ayuda, pídela.

    Se levantó y empezó a caminar hacia el gimnasio.

    -Solo me pasa cuando jugamos contra el Nekoma. Siento que mi dominante interior quiere salir. Y hoy fue... Especialmente intenso.

    Asahi le miró, pensativo.

    -Puede que haya alguien que dispare esa reacción ¿No?

    -No quiero pensar eso... ¿No sería como culpar a otra persona de mi descontrol?

    Asahi suspiró y le dio una palmada en la espalda al líbero.

    -¡Me gusta tu sentido de la responsabilidad!

    Sin embargo, a la mente de Nishinoya había acudido un rostro y un nombre al escuchar las palabras de su compañero: Yaku. El líbero del Nekoma. Una persona a la que admiraba muchísimo y que a menudo robaba su atención durante los partidos.

    Negó con la cabeza, suspirando. ¿Por qué pensaba en él? Y especialmente de la forma en que lo estaba haciendo en el ese instante. ¿Acaso sabía si era un sumiso? No, no lo sabía. ¿Qué derecho tenía a señalarle? Aunque solo fuera un pensamiento, Nishinoya no quería siquiera pensar en hacer responsable a otra persona.

    Sin embargo, durante el resto del día no pudo evitar fijarse en Yaku siempre que no estaba sumergido en un partido.

    Era un líbero excelente, tenía mucha suerte de poder verle en acción desde tan cerca.

    Nishinoya no quería hacerle caso a las sensaciones que le invadían al mirar al chico. Seguro que era hambre. O sueño. O ambas. Fuera los que fuera, estaba deseando cenar e irse a descansar para dejar de pensar cosas raras.

    Y en efecto, la noche llegó.

    -Así que sabes mucho sobre las dinámicas de los dominantes.

    Sugawara miró a Daichi, rodando los ojos. Era de noche, todos habían cenado y había salido a mirar las estrellas. Era una noche muy calurosa.

    -Pensaba que el capitán tenía que controlar al equipo-Dijo, con un tono juguetón.

    -Se están portando bien, así que supongo que solo me queda vigilarte a ti.- Respondió Daichi, sentándose a su lado en la hierba.

    -Oh, no, vas a descubrir mis delitos-Dramatizó Suga, antes de reír.

    -Tonto...

    -Solamente quiero que no se extrañen por algunas cosas. - Sugawara habló seriamente - qQuiero decir... Nosotros nos extrañábamos de cosas que ahora consideramos normales. Solo son dos años de diferencia, pero me gustaría que aprendan más de lo que nosotros sabíamos.

    -Y aún así apenas has dicho nada sobre ello.

    -¡No venía a cuento! Además, sé que no saben mis dinámicas, así que... Bueno, no es que las oculte, si alguien me lo dice, no lo negaré, pero...

    -Lo sé, Suga-Interrumpió Daichi.- No te pongas nervioso, sabes que estoy de acuerdo.

    Suga respiró y se tumbó en la hierba, con las brazos estirados y suspirando.

    -Me da bastante igual, pero el mero hecho de ocultarlo hace que quiera decirlo.-se quejó el colocador.

    Daichi se tumbó a su lado y ambos estuvieron en silencio un rato.

    -¿Estás bien?

    Suga giró la cabeza, notando la hierba hacerle cosquillas en la nariz. Miró a Daichi y asintió.

    -Ya no me dan tanto sueño.

    Daichi se giró sobre su costado y alargó una mano para apartar de la cara de Suga un mechón de pelo.

    -Me alegro.

    -¿Y tú?

    -Sabes que aguanto mucho tiempo. Y en cierto modo, los intercambios con Hinata de vez en cuando han ayudado.

    -La situación de Hinata ha normalizado mucho los intercambios en el equipo...

    -Por eso pienso que no tenemos que preocuparnos. No creo que ninguno de ellos llegue jamás a discriminar en base a las dinámicas de alguien.

    Suga cerró los ojos, tumbándose también sobre su costado.

    -¿Crees que si lo supieran, no les parecería raro?

    -Claro que no, somos un buen puñado de dominantes en el equipo, pero uno más dudo que les parezca raro o les intimide-Respondió Daichi con una sonrisa.

    -No me refiero a eso...

    Suga abrió los ojos y sus miradas se cruzaron. Lentamente, tomó una mano de Daichi y la acercó a sus labios, sin apartar la mirada de la del otro.

    -Sino a esto.

    Daichi abrazó a Suga, con una mezcla de tristeza y alegría.

    -No tienes que preocuparte de eso, cada vez está más normalizado, y esa gente no te merecía... Sé que te cuesta confiar en que los demás van a ser respetuosos, pero te prometo que nuestros compañeros son de los más comprensivos. Lo supe cuando Hinata compartió sus circunstancias y todo el mundo decidió ayudarle.- Se separó y peinó con la mano al colocador- No tienes por qué decir nada. No tenemos por qué contar nada. Pero quiero que confíes en que no van a hacerte daño si algún día decides hacerlo.

    -Lo sé... Es... A pesar de saberlo, sigo teniendo miedo.

    -Poco a poco irá desapareciendo. Pero créeme, hasta los más revoltosos e inmaduros son buenas personas.

    -Lo sé, confío en ellos. Pero... No me atrevo todavía.

    Suga apretó la camiseta de Daichi y le miró tras un instante de silencio.

    -Tú siempre vigilante ante todos los males ¿Eh? -Murmuró, sonriendo.

    -Ya sabía que algo te pasaba. Solo vine a acompañarte.

    -Mmmm... Algún día me gustaría hacerlo contigo- Susurró Suga, jugueteando con la camiseta de Daichi- Sé que es difícil, y estoy feliz como estamos, pero... Sé que la sensación contigo sería maravillosa, Daichi.

    El capitán se sonrojó y desvió la mirada al cielo estrellado.

    -Me refiero a un intercambio ¿En qué estás pensando? Eres un pervertido ¿Lo sabes? -Bromeó Suga riendo.

    -Yo también quiero hacer un intercambio contigo, Suga. Pero ya es bastante pesado para tu cuerpo que tomes supresores estando en el instituto.

    -Si probásemos las hormonas, seguramente podría dejarlos...

    -Sabes que solo las pueden tomar los neutrales.

    -Lo sé, pero...

    Daichi besó suavemente los labios de Sugawara.

    -Hey, tranquilo. Tengamos paciencia, cuando seamos adultos seguramente nos ofrezcan más opciones. Apenas conseguimos que te dieran supresores.

    Tanto Suga como Daichi sabían que su relación era complicada. Ambos eran dominantes. Daichi tenía mucha resistencia a sus dinámicas y su padre era un sumiso, por lo que nunca había tenido ningún problema. Suga, en cambio, tenía bastante menos resistencia, y nadie en su familia era sumiso, por lo que tenía que recurrir a amigos o compañeros. Y por un tiempo había funcionado, hasta que dejó de hacerlo.

    No era capaz de entrar en ningún intercambio de forma activa. Funcionaba para los sumisos, pero no para él. A finales del primer año de preparatoria, ya no era capaz de realizar intercambios con nadie.

    Los médicos habían decidido administrarme supresores pese a su edad, debido a que no podía seguir manteniendo el cuerpo al límite. Desde entonces, sus hormonas e instintos estaban neutralizados al nivel de un neutral.

    Durante el segundo año de preparatoria, continuó acudiendo al médico, buscando alternativas a su condición. Los supresores le provocaban mucha somnolencia, pero prefería dormirse en clases o llegar tarde a pasar los días sufriendo sus dinámicas.

    Un día olvidó tomar las pastillas. Ese día, de tercer año, estaba jugando videojuegos en casa de Daichi. Apenas recordaba cómo había sido, pero al recuperar la consciencia, tenía a Daichi debajo, intentando calmarle, llamando su nombre.

    Había intentado ordenarle. Daichi no había reaccionado, como es natural. Pero había notado la fuerte oleada de hormonas dirigidas hacia él, y se había dado cuenta de que Suga no estaba bien. Lo siguiente fue orden tras orden, intentando someterle para poder hacer un intercambio, todo desde la inconsciencia de la caída de un dominante.

    Daichi sabía que sin hormonas de sumiso no podía hacer nada, pero había intentado obedecerle, con la esperanza de calmarle. Unos minutos después había tenido que ordenarle con todas sus fuerzas para hacerle reaccionar.

    Los médicos entonces supieron las respuesta: había imprimado en Daichi.

    Sus instintos solo reaccionaban ante él, pero no era posible realizar un intercambio sin tomar hormonas debido a su relación homotípica.

    Y aún no estaba permitido para personas no neutrales.

    -Suga-san, Daichi-san -Les llamó Tanaka -El entrenador Ukai quiere repasar jugadas.

    -¡Vamos allá!-Dijo Suga, levantándose rápidamente.- ¿Ya están todos los demás?

    -Bueno, creo que Hinata y Kageyama están entrenando todavía.

    -Voy a buscarles-Dijo Daichi.

    Y sí, Hinata y Kageyama se habían quedado entrenando un poco su remate rápido después de que Bokuto, Kuroo, Kenma y Akaashi se fueran. Pero en ese momento no estaban entrenando.

    -Hey, Kageyama. Sé que lo hemos hecho esta mañana y puedes decir que no si quieres - empezó a decir Hinata, mie tras recogían. - Quiero decir, ni siquiera sé por qué te estoy pidiendo esto. Se me ocurrió y pensé que podríamos hacer un intercambio antes de volver a los dormitorios...

    El volumen de su voz se había ido reduciendo según hablaba, y Kageyama le miró desde el otro lado del almacén, con una ceja levantada.

    -¿Eh? ¡Habla más alto, no te escucho!

    Hinata se ruborizó y se dió la vuelta.

    -¡Da igual, tonto-Yama! ¡Ya hemos hecho un intercambio a la mañana! ¿por qué querría hacer otro ahora? -Empezó a caminar hacia la salida, con las mejillas hinchadas.

    -¡Espera!

    Hinata se estremeció, notando una sutil orden en aquella palabra. Totalmente inconsciente por parte de Kageyama, pero ahí estaba.

    -¿Quieres hacer un intercambio otra vez? Pero estás bien, ¿no?

    Hinata asintió. Se sintió un poco culpable por hacerle pensar que estaba mal.

    -Antes aguantabas con dos o tres veces a la semana, pero ahora hacer intercambios casi todos los días, a lo mejor no te hacen falta tantos...

    -No... Es que...-Hinata apartó la mirada, avergonzado- Mmmm... Lo decía por si te apetecía... Pero no importa.

    Kageyama le agarró el brazo, con firmeza pero sin apretar. Se miraron a los ojos en silencio, sin entender muy bien la situación.

    -¿Quieres que vuelva a darte una orden?-preguntó el dominante, serio.

    Hinata tragó saliva. Sintió a su sumiso interior gritar que sí.

    Asintió.

    Y Kageyama sintió cómo su dominante interior le rogaba tomar el control.

    -"Póstrate"

    La palabra hizo a Hinata arrodillarse, pero el sabor que tenía aquella orden hizo a ambos estremecerse. Hinata, por primera vez, no solo se arrodilló, sino que se arrastró a cuatro patas hasta los pies de Kageyama.

    Levantó la mirada cuando la mano de Kageyama se lo indicó, y la mirada del dominante le hizo suspirar. Sus mejillas estaban calientes y se sentía... De maravilla.

    -¿Estás bien?-Preguntó el colocador, aún dueño de sus actos. Le resultaba increíblemente agradable aquella acción de sumisión tan... Nueva para él.

    Hinata asintió suavemente, y reposó su mejilla en la mano de Kageyama, con los ojos cerrados y suspirando.

    Cuando abrió los ojos y miró a Kageyama, fue cuando todo empezó a ir mal.

    -"Ofrece"

    La orden salió de sus labios como algo natural, nunca antes hecho, pero aprendido. Seguramente se lo habían enseñado en clase. Pero nunca había usado órdenes antes de hacerlo con Hinata, y mucho menos más de una.

    El cuerpo de Hinata se movió solo, sumergiéndole en la zona con un escalofrío de excitación ante la orden de Kageyama.

    Cerrando los ojos, ladeó la cabeza para dejar su cuello a la vista. Ofreciéndoselo a su compañero.

    Para cuando Kageyama besó la piel expuesta de Hinata, ambos estaban totalmente sumergidos en el intercambio

    Se estremecieron. De la boca de Hinata salió un jadeo y Kageyama le mordió.

    -¡AH! ¡Duele!-Hinata sintió el dolor del mordisco y entreabrió los ojos, aún sumergido.

    -"Al suelo"-Kageyama le dio la orden de tumbarse, y Hinata lo hizo sin ofrecer resistencia. Sin embargo, en el momento en que Kageyama volvió a morder a Hinata, esta vez en el hombro, Hinata reaccionó, a pesar de seguir sumergido.

    -¡Para Kageyama! Hey, Kageyama ¡Au! ¡No me muerdas más, duele mucho, estúpido!

    Pero Kageyama estaba completamente sumergido en su instinto de poseer.

    -¡Kageyama! ¡Detente!

    La orden venía del exterior, e hizo a Kageyama salir de su estado.

    Estaba encima de Hinata, que le miraba asustado, con los ojos llorosos. Kageyama sintió una mano en el hombro y se giró bruscamente, viendo a Daichi.

    -Kageyama, vuelve. Tienes que levantarte.

    Volvió a mirar a Hinata. Estaba debajo de él, y tenía una marca rojiza en el cuello.

    -¿Qué he hecho?-murmuró, horrorizado, sintiendo una repentina necesidad de proteger a Hinata, de dejar lo que fuera que estaba haciendo y abrazarle.

    -Kageyama, hazte a un lado-le repitió Daichi, con calma.

    Se dejó caer al lado de Hinata, que empezó a temblar en silencio, respirando fuerte.

    Daichi se agachó y les miró, seriamente.

    -Kageyama, ¿Te crees capaz de hacer los cuidados que necesita Hinata?- preguntó lentamente.

    Kagayama no había apartado la mirada de Hinata. Creía entender lo que le preguntaba Daichi, y miró sus manos. Estaba temblando. Miró a Hinata y luego a su capitán, con lágrimas en los ojos.

    -Por favor, Daichi-senpai... Enséñame.

    No entendía qué había pasado, pero quería ayudar a Hinata. Sin embargo no confiaba en sus instintos, que aunque ahora le pedían proteger al sumiso, hasta hacía unos instantes le empujaban a poseerle de un modo que él mismo no deseaba.

    Daichi intentó indicarle lentamente qué hacer. Aún no habían terminado el intercambio, y cuando un sumiso soportaba más de lo que era capaz o deseaba estando en la zona, necesitaba cuidados posteriores, una forma de cerrar el intercambio más reconfortante y pacífica, o podría sufrir una caída.
    Mientras Kageyama abrazaba a Hinata con cuidado, como con miedo a romperle, dejó escapar sus pensamientos a la vez en que Suga había intentado ordenarle a él.

    La sensación de pánico que le había inundado al darse cuenta de lo que había hecho sin poder controlarse. No quería eso para Kageyama.

    Hinata se abrazaba, acurrucado, a Kageyama. Temblaba y su cuerpo no parecía relajarse.

    -Lo siento, no voy a volver a hacer eso, perdona, Hinata...

    -Mmmm... Te pedí que pararas, estúpido.-Dijo Hinata, cuando empezó a relajarse, aún fuertemente abrazado a Kageyama.

    -No te escuchaba. No sé por qué, podía escucharte pero era como si no... no podía hacerte caso...-Kageyama se mordió el labio, asustado de sí mismo. Tenía miedo, era la primera vez que sus dinámicas le daban miedo.

    -Chicos, ahora es mejor que nos vayamos a los dormitorios ¿De acuerdo? -Les sugirió Daichi, interrumpiéndoles, cuando consideró que era suficiente para evitar una caída. -Deberíamos hablar con Takeda-sensei.

    Lentamente, les ayudó a levantarse. Sabía que tenían sentimientos encontrados, que estaban confundidos.

    Y él mismo no entendía cómo les había pasado aquello. Había una diferencia esencial entre ellos y él y Suga: Hinata era un sumiso, se suponía que podía detener a Kageyama.

    No era lo más raro del mundo que en sus primeros intercambios mediante órdenes un dominante perdiera el control, lo sabía. Los cambios hormonales que provocaban esos intercambios resultaban muy intensos las primeras veces y era algo común. Pero precisamente por eso la palabra de seguridad dicha por un sumiso era tan efectiva.

    Un segundo.

    Miró a los dos, que caminaban juntos pero sin mirarse, solamente tomados de la mano.

    Creía tener la respuesta.

    -Daichi, ¿qué pasa?-Preguntó Suga, viendo llegar a los tres con un aura negativa alrededor.

    -Mmm... Necesitamos hablar con Takeda-sensei.

    -Esperad, voy a llamarle-Dijo Suga, entendiendo que era importante. Entró en la habitación en la que se estaba manteniendo la reunión con el entrenador Ukai, y pronto salió su profesor.

    -Sawamura-kun, ¿Qué pasa?-Preguntó, preocupado.

    -Profesor, Hinata y Kageyama necesitan hablar contigo.

    Takeda les miró y entendió que algo ocurría. Se dirigió a una habitación más vacía y les llamó.

    -Venid, aquí estaremos tranquilos. ¿Puedes venir con ellos, Sawamura-kun? Se sentirán más cómodos.

    Daichi entró con ellos, pensando que tenían suerte de tener un profesor como Takeda-sensei. Estaba seguro de que él podría aclarar las dudas que seguramente inundaban la cabeza de aquellos dos.
  6. .
    SPOILER (click to view)
    Hola a todo el mundo, espero que au que no comentéis, las personas que lo leen estén disfrutando el fanfic. Publico tambi4n en Wattpad y AO3, por si os interesa (pero aquí es donde actualizo primero)

    Espero que disfruteis este capítulo!!! Y comentad vuestras impresiones, porfa :)



    CAPÍTULO 4



    El campamento de entrenamiento era algo que todos llevaban mucho tiempo esperando. ¡Habían trabajado muy duro en sus estudios para que estos no interfirieran con las actividades del club!

    Había muchos equipos y personas nuevas a las que conocer, y Hinata no paraba de ir de un lado a otro, aprovechando la oportunidad de practicar con todos los jugadores posibles. Admiraba a Bokuto, y como éste era de los que se quedaban hasta tarde practicando, Hinata aprovechaba y se pegaba a él y los demás jugadores que hacían entrenamiento extra. Se las apañaba para arrastrar a Kenma con él, aunque el colocador del Nekoma no fuese amigo de hacer más de lo necesario.

    –¡Quiero que me coloques el balón, Kenma! Quiero probar más colocaciones además de la de Kageyama.

    –Bueno... Solo un rato, luego me voy a jugar videojuegos–dijo Kenma, visiblemente cansado.

    Aún así, Kuroo le observaba y notaba que no iba de tan mala gana a practicar como se esforzaba en aparentar. Sabía que el número 10 del Karasuno motivaba a su colocador con toda la energía que desprendía. ¿Nunca se cansaba? Siempre que le había visto, era un derroche de energía. Incluso en los partidos se movía de un lado a otro más que nadie y no parecía perder fuelle.

    –Hey, pequeñín–Le llamó Kuroo, con un tono travieso. Le hacía gracia cómo al número 10 le molestaba ese apodo– ¿Quieres practicar contra mis bloqueos?

    Lo que le hacía gracia, en realidad, era el cambio de la expresión de molestia al entusiasmo.

    –¡Claro! ¡Muchas gracias, Kuroo-san!

    Kenma miró a su compañero de reojo, sabiendo lo mucho que se divertía a costa de las reacciones de Hinata.

    Kageyama había decidido ir a practicar a otro gimnasio, y Hinata se dispuso a jugar un partido de 3 contra 3 en compañía de Bokuto y Kenma en su equipo, y Akaashi, Kuroo y Tsukishima en el otro.

    El partido transcurrió de forma normal, lleno de emoción para los más entusiastas, y Bokuto se autoproclamó maestro de Hinata, que a partir de ese momento era su supuesto discípulo. Akaashi entornó los ojos ante aquello.

    –¿De verdad le quieres enseñar tantas cosas a tu rival?–murmuró, viendo con una leve sonrisa cómo realmente se le veía entretenido.

    –Deberíamos recoger–Dijo Tsukishima, cansado y pensando en irse ya a ducharse y dormir.–Ya es muy tarde.

    –Tienes razón, Tsuki–le respaldó Kuroo–Descansar también es importante.

    Tsukishima se apresuró a irse nada más recoger su parte, mientras los demás se quedaban rezagados, entretenidos hablando de jugadas y... Uff, demasiado vóleibol seguido para su gusto.

    Fue entonces cuando Hinata lo notó, mientras guardaba la red ya doblada. Iba a caer, y pronto. Miró a su alrededor, algo nervioso, viendo que Tsukishima se había ido. No tenía su móvil con él, así que tocaba ir en busca de sus compañeros al dormitorio, pero ¿Le daría tiempo? Los gimnasios y los dormitorios estaban separados por el patio y el comedor, si se iba en ese momento.

    –Hey, pequeñín ¿Estás bien?–Le dijo Kuroo. Hinata se sobresaltó y se volteó, viendo al capitán del Nekoma mirándole. Tardó unos segundos en reaccionar.

    –Estoy cansado–respondió–Debería irme ya.

    –Oh, es la primera vez que te veo con tan poca energía, me alivia saber que también te cansas, pequeñín.– Dijo Kuroo sonriendo.

    Hinata empezó a notar el entumecimiento familiar de las caídas, y se dirigió a la puerta del gimnasio, con la intención de echar a correr nada más cruzar el umbral.

    Pero Bokuto estaba lleno de energía.

    –¡Hey, hey, hey! Hinata, ¿mañana quieres que te enseñe algún truco nuevo? Podemos volver a entrenar hasta tarde ¿Qué te parece?

    –¡Claro!–respondió, con poca energía pero con sinceridad.–Pero Bokuto-san... Ahora tengo que...

    Antes de terminar la frase, sintió que le fallaban las piernas y se desplomó sobre sus rodillas, con la mirada perdida y apenas capaz de pensar. Todos los presentes se sorprendieron, pero Kenma corrió hacia él, para incredulidad de su compañero de equipo, y se agachó frente a él.

    –Shoyo... ¿Es una caída?–Preguntó, con voz suave. Hinata acertó a asentir, antes de perderse por completo en la niebla que adormecía su mente.

    Akaashi se acercó, preocupado.

    –¿Es una caída?–Preguntó, y Kenma asintió–¿Sabes qué le ha pasado? Parecía estar perfectamente hasta hace un momento.

    –Me contó algo...–murmuró–No me dio detalles, solo dijo que no le gustaba perder tanto tiempo de entrenamiento con sus caídas...

    –Llamemos a un profesor–Dijo Akaashi.

    Hinata empezó a temblar, extendiendo una mano tímida hacia delante, buscando ayuda inconscientemente. En su cabeza no sabía quién tenía delante, pero sí que no sabían nada y que a lo mejor no querían ayudarle. Eso estaba aumentando su nerviosismo, haciéndole caer más rápido.

    Fue Kuroo el que se acercó de modo casi automático ante aquel gesto. La reacción instintiva de un dominante ante un sumiso pidiendo ayuda.

    Kenma observó con calma como su capitán tomaba a Hinata de la mano y le atraía hacia él, abrazándole.

    El chico dejó de temblar ante aquella protección. Comenzó a respirar más pausadamente, empezando está vez a entrar en la zona, aliviado al sentirse a salvo.

    –¿Qué ha pasado exactamente?–preguntó Bokuto, sin entender del todo la situación.

    –Hinata empezó a caer–Le respondió Akaashi.– Y ahora que Kuroo le está protegiendo, han comenzado un intercambio.

    –Oh, pero Akaashi, ¿los intercambios no suelen necesitar órdenes? Tú siempre...

    Akaashi le interrumpió dándole un golpe en la pierna y hablando más alto.

    –Cuando un sumiso empieza a caer, puede realizar un intercambio si un dominante le protege. Digamos que es como un intercambio que evita la caída, no es voluntario, es... Bueno, la manera de evitar un mal rato.

    –Pero se ha sumergido muy rápido–Dijo Kuroo, desde su posición. Había colocado a Hinata sobre sus piernas, abrazándole con fuerza.– No es normal que pase tan rápido, y menos que esté tan sumergido. Como mucho, me esperaba que le diera tiempo a salir de la caída, pero...

    Hinata emitió un sonido parecido a un ronroneo cuando Kenma le acarició la cabeza.

    –Hey, ¿Qué haces, Kenma?–Dijo el dominante, reaccionando de forma protectora por instinto.

    –A mí... Imaginé que le gustaría.

    Hinata dejó escapar una leve protesta, moviéndose entre los brazos de Kuroo, al sentir que las caricias habían parado. El chico intentó acariciarle la cabeza, pero entonces se detuvo y volvió a abrazarle.

    Su instinto de protección de quejaba si le soltaba.

    –No me atrevo a soltarle – reconoció, algo avergonzado – ¿Puedes hacerlo tú?

    Kenma se sentó al lado y comenzó a acariciar los cabellos de Hinata, recibiendo el mismo sonido parecido a un ronroneo de antes.

    –¡Yo también quiero!–exclamó Bokuto con quizás demasiado entusiasmo.

    Hinata se encogió del sobresalto, y Kuroo se giró hacia el capitán del Fukurodani con una mirada asesina. Kenma y Akaashi secundaron esa mirada cada uno con un "sshhh" a la vez.

    Hinata se sentía cómodo, protegido con el par de brazos que le separaban del mundo. Se sentía en un sueño y notaba las pequeñas caricias en su cabeza como si le dijeran que podía sumergirse más y más en aquella sensación de paz.

    Akaashi se hizo a un lado para que Bokuto se pudiera agachar frente a Hinata, detrás de Kuroo. Se dedicó a observarlo, fascinado por la calma que reinaba en el número 10, generalmente lleno de energía.

    Kenma apoyó su cabeza en el hombro libre de Kuroo, sin dejar de acariciar los cabellos de Hinata. Sabía lo agradable que resultaba eso estando en la zona. Miró a Kuroo de reojo, que tenía apoyada la barbilla en el hombro de Hinata, y parecía estar disfrutando del intercambio.

    –¿No sería mejor traerle ya de vuelta? –Sugirió Akaashi, tras un rato de silencio.– Es tarde y no creo que sea buena idea que algún profesor nos encuentre así.

    Kuroo se tensó un poco, abriendo los ojos. No le apetecía, estaba disfrutando de aquel intercambio inesperado, y sus instintos le decían que aún no, que Hinata seguro que estaba mejor así.

    ¿Y por qué le importaba que estuviera mejor así el número 10 del Karasuno? Maldijo mentalmente aquel instinto, y miró a Kenma, algo adormecido por el intercambio. ¿Estaba Kenma de acuerdo con que hiciera un intercambio con otra persona? No era la primera vez que ocurría, y parecía que su colocador estaba disfrutando de aquello.

    En efecto, Kenma estaba disfrutando de ver a Kuroo hacer un intercambio con claridad y consciencia. Le había gustado ver desde fuera aquella protección a la que tan acostumbrado estaba, y era con Hinata, por lo que no le importaba. Estaban ayudando a un amigo ¿No? Al menos amigo suyo. Levantó la mirada al notar movimiento, y pilló a Kuroo mirándole.

    Su mirada era cálida y tranquila, y sintió sus mejillas calientes antes de notar ese calor empezar a envolver su cuerpo, lentamente y de un modo muy agradable. Cerró los ojos apretándose contra Kuroo.

    Akaashi se dio cuenta de lo que estaba pasando cuando ninguno de los dos jugadores del Nekoma le contestaron. Se llevó una mano a la cabeza, suspirando, y mirando a Bokuto.

    –Deberíamos vigilarles mientras estén sumergidos.

    –¿Estén?–Preguntó Bokuto, sin entender.

    –Kenma también está en la zona–Le susurró al oído, para no molestar.

    –¿Pero eso se puede... Los intercambios pueden ser entre más de dos personas, Akaashi?

    Akaashi asintió, mirando el reloj. Se estaba haciendo tarde, y debían terminar antes de que un profesor fuese a buscarles. Conocía a Kuroo desde hacía tiempo, y sabía que sus instintos le superaban a la hora de proteger. De hecho, el año anterior le había ayudado con una caída en pleno campamento.

    Miró a Bokuto, que parecía entre emocionado por lo que estaba presenciando y celoso, por no poder participar. Rodó los ojos al verle empezar a fruncir el ceño, y se inclinó hacia él, no sin antes comprobar que los otros tres no les prestaban atención.

    –¿Has traído alguna pastilla?–Bokuto se sobresaltó y le miró, sin entender, antes de asentir a su pregunta.–Entonces podemos hacer uno después, si quieres.

    Una sonrisa de oreja a oreja iluminó la cara del chico, feliz por aquella propuesta.

    Desde que el año anterior Akaashi había tenido una caída repentina, y él no le había podido ayudar, Bokuto se había encargado de ir al médico para poder tener hormonas de dominante. Quería poder ser él el que ayudase a su novio en situaciones así, y no tener que depender de otras personas. Solo las tomaba para realizar intercambios, y siempre las llevaba consigo por si se repetía aquella emergencia.

    Akaashi le había dicho que no tenía por qué hacer aquello, pero en realidad le había hecho muchísima ilusión poder vivir con Bokuto las dinámicas de su instinto.

    Mientras su chico fantaseaba con lo que harían después a solas, Akaashi se acercó a Kuroo y le tocó suavemente el antebrazo. Éste abrió los ojos y le miró algo aletargado.

    –Kuroo, deberías traerles de vuelta, es tarde.–Le dijo, con suavidad. –Van a estar bien–Le aseguró, ante la mirada a la defensiva del chico. –Necesitamos irnos todos a los dormitorios.

    Kuroo asintió lentamente, y empezó a llamar a los chicos que tenía bajo su protección.

    –Kenma... Pequeñín, tenéis que volver.

    Kenma abrió los ojos primero, acostumbrado a la llamada de Kuroo. Tardó unos segundos en darse cuenta de que se había sumergido en aquella situación, delante de otros y junto a Hinata. Apartó lentamente la mano de la cabellera naranja y miró a Kuroo, que al verle despertar le había vuelto a llamar con un tono cariñoso, para asegurarse de que estaba bien.

    –Hola... Perdona, no me di cuenta.–Dijo, despacio. Poco a poco su mente iba ganando claridad– ¿Shoyo no vuelve?

    Hinata reaccionó a su nombre, abriendo los ojos y viendo a Bokuto y Akaashi mirándole con calma. ¿Por qué le miraban?

    –Mmm... ¿Ya es de noche?–murmuró, y se dio cuenta de que estaba siendo abrazado. Dedujo entonces, todavía con dificultad, lo que había pasado, y se separó lentamente del abrazo, aún sin levantarse. – Kuroo-san, lo siento– se disculpó, algo nervioso– Muchas gracias por ayudarme, perdón por no explicaros nada...

    –No pasa nada, a cualquiera le puede pasar–Dijo Akaashi, intentando calmarle– ¿Estás bien?

    Hinata asintió, y cuando su consciencia volvió por completo, Kuroo le soltó, dejándole ir. Ya no necesitaba protección.

    Como si fuera un resorte, Hinata se levantó de un brinco y se inclinó disculpándose.

    –¡Muchísimas gracias por ayudarme! Siento las molestias y el no haberos dicho nada.

    –Me habías contado algo, por eso no nos preocupamos–le dijo Kenma.

    –¡Muchas gracias a todos!

    –No las des, ahora... Deberíamos irnos a los dormitorios–Dijo Akaashi, consiguiendo al final que todo el grupo abandonase el gimnasio.

    Una vez en los dormitorios, cada uno se dirigió a la sección destinada a su equipo, y Hinata era el último que faltaba.

    –Perdón por la tardanza, tuve un problema en el gimnasio ¡Pero Kuroo-san me ayudó! Y Kenma, Bokuto-san y Akaashi-san también, así que estoy bien.–Se disculpó al entrenador Ukai y sus compañeros.

    Tsukishima se rió de él por haber caído justo cuando él se había ido. Todos sabían que lo hacía para quitarle importancia al tema, aunque de una forma algo retorcida. Hinata, avergonzado, intentaba excusarse, y cuando todo estuvo claro corrió al baño para relajarse.

    –Hey, Hinata–Le llamó una voz una vez sumergido en el agua–¿Estás bien?

    Kageyama entró a su lado, en silencio, y Hinata asintió, con la cabeza medio sumergida en el agua. Hacía burbujas soplando, más relajado.

    –Si hubiera estado allí, quizás no habrías tenido que depender de otra personas–Murmuró Kageyama, mirando la pared.

    –¡No pasa nada! Fueron muy buenos conmigo, por suerte le había contado algo a Kenma, así que no se preocuparon demasiado. Y Kuroo-san me protegió enseguida, así que todo fue bien.

    Kageyama frunció el ceño, mirando a otro lado. No sabía por qué, se sentía algo molesto ante la idea de que otras personas hiciesen intercambios con Hinata sin él saberlo. Cuando lo hacía alguien del Karasuno no le molestaba, aunque sí sentía que le habría gustado hacerlo él. Pero no notaba lo que notaba ahora, una especie de... ¿Envidia?

    –Malditos instintos–Pensó, antes de notar algo en su hombro.

    Hinata se estaba quedando dormido, y Kageyama sintió la necesidad de abrazarle, pero en su lugar, le zarandeó.

    –Idiota, no te duermas en el agua–le dijo, preparándose para salir.

    Los dos volvieron a la habitación bostezando, y entraron en silencio. Algunos compañeros seguían despiertos, otros ya dormían. Se metieron en sus futones, uno al lado del otro, y pronto todo el Karasuno estaba durmiendo.

    Mientras tanto, en los baños del Fukurodani, Bokuto y Akaashi entraban en silencio, con todos ya dormidos.

    –Nada de ruido ¿Vale?–avisó Akaashi, conociendo a su compañero– No queremos que nos pillen.

    Bokuto asintió, de acuerdo con aquello, y miró al sumiso. Había tomado la pastilla con la suficiente antelación, y empezaba a notar los instintos. Era muy sensible a ellos cuando las tomaba.

    –Póstrate–Ordenó, en un susurro, y su compañero se desplomó en sus rodillas al instante. Se acercó a él, agachándose, y le besó suavemente.

    Bokuto era siempre un escandaloso, pero en lo que se refería a Akaashi se transformaba en la persona más cuidadosa que el sumiso conocía.

    Los dos chicos se besaron con calma, con Akaashi sumergido, disfrutando del contacto con Bokuto en pleno intercambio.

    No necesitaban tomar pastillas para disfrutar el uno del otro, no todo se basaba en intercambios y dinámicas instintivas entre ellos. Pero para ambos era algo especial desde que lo podían hacer. Y haber visto a sus compañeros hacerlo antes les había dado un poco de envidia.

    Bokuto se sentía feliz de poder sumergir a su chico hasta el estado de embriaguez en el que se encontraba, sabiendo que era posible gracias a la confianza que había entre los dos.

    Akaashi se sentía feliz de poder abandonarse a los brazos de su novio, a sus besos, sus caricias... El sumiso que llevaba dentro ronroneaba de placer y se sentía no solo a salvo, sino tremendamente excitado.

    Y no le importaba la situación, solo Bokuto y la necesidad de complacerle.

    Habían realizado intercambios incontables veces desde que habían adquirido la capacidad de hacerlo. Y aún así, todavía no se atrevían a hacer ciertas cosas que se morían por hacer. Sabían que era normal, que muchos sumisos disfrutaban un cierto grado de dolor, de exposición... Sabían que era seguro, que incluso si sus instintos les podían, la palabra de seguridad les mantenía a salvo. Pero Akaashi tenía miedo de pedir lo que su sumiso interior le pedía. Y Bokuto no quería hacer daño al otro. Temía a aquellos instintos que no eran suyos, pero sobretodo temía que la palabra de seguridad no funcionase con él, porque también él, como neutral, deseaba morder cada centímetro del cuerpo de Akaashi y convertirle en un hermoso desastre lleno de placer.

    No, aún eran muy jóvenes para atreverse a más que las tímidas órdenes de sumisión, los abrazos, las caricias, los besos húmedos y, a veces, el tocarse el uno al otro con cierta vergüenza, pero ansiando más y más.

    ¿Qué más daba que otra gente ya hiciera cosas así? A veces oían hablar a compañeros de sexo y ellos se miraban.

    Ellos tenían su propio ritmo, y no había nada malo con ello. Ganas no les faltaban, pero preferían ir despacio. Sabían que acabarían haciendo aquellas cosas que ahora no se atrevían a hacer. Por ahora, así estaba bien.

    –Te quiero, Akaashi–Dijo Bokuto, cuando el otro recuperó por completo su consciencia.

    Akaashi sonrió y le besó.

    –Te quiero, tontorrón.

    Todo el mundo tiene su propio ritmo para hacer las cosas. Y para darse cuenta de ellas.

    Y después estaban Hinata y Kageyama, que simplemente no pensaban demasiado en otra cosa que no fuera volleyball. Y las cosas, simplemente, ocurrían.

    Por eso a la mañana siguiente, el equipo se encontró a los dos durmiendo juntos, abrazados el uno al otro.

    Algo totalmente inconsciente que resultaría en las discusiones de siempre entre los dos.
  7. .
    SPOILER (click to view)
    Hola a todos, sigo publicando puntualmente, y espero poder mantener el ritmo. Me desanima un poco que nadie comente, ya que no sé si os gusta o no la historia ¡Pero no importa! Seguiré publicando y espero que alguien algún día me deje sus impresiones por aquí. ¡Disfrutad el capítulo!


    CAPÍTULO 3




    Kageyama se había quedado esperando a Hinata junto a su bicicleta, pensativo. Hacía ya rato que el Nekoma se había marchado, y ya habían recibido indicaciones del entrenador Ukai.

    El colocador, tras terminar el partido, había estado pensando en el intercambio de antes. No sabía qué quería decir, pero quería hablar con Hinata sobre ello.

    Cuando una cabellera naranja entró en su visión, levantó la mirada, y se topó a Hinata mirándole.

    –Kageyama, hola...

    –¿Puedo acompañarte?

    –Eh, nunca lo preguntas.– Al ver la expresión avergonzada del colocador, Hinata empezó a hablar nervioso – No estés tan serio, hace las cosas más raras de lo que son, tonto.

    –¡Eh! Yo no soy el tonto aquí, tú lo eres.

    –¿Ah? Para que lo sepas, yo no sabía...

    –Te invito a bollos de carne–le interrumpió Kageyama, empezando a caminar.

    Hinata se quedó en silencio un instante antes de sonreir y seguir al chico con su bicicleta al lado.

    Cuando la bolsa de papel con la comida caliente estuvo en su poder, se sentaron en un parque cercano para comer. Estaba anocheciendo.

    –¡Gracias!–exclamó Hinata antes de darle el primer bocado a su bollo.

    Kageyama observó detenidamente a su amigo y se sintió más tranquilo al verle comer tan feliz y despreocupado.

    –Hey, Hinata–Empezó, tras morder su propio bollo de curry– ¿Sigues pensando que es buena idea hacer intercambios antes de los partidos?

    –¿Mm?–Hinata tragó antes de hablar–¡Claro! He podido jugar sin distracciones gracias a ello, en los partidos importantes va a ser necesario.

    –Y no... ¿No te importa que te ordene?

    –Para nada– La respuesta de Hinata fue inmediata.– Ha sido una experiencia totalmente nueva, si te soy sincero. Nunca nadie me había... Nunca me había postrado. Es una sensación totalmente diferente a cuando me protegéis.–Dio otro bocado y masticó en silencio, mirando sus pies.– La zona que hay tras una caída y la que hay tras una orden son muy distintas.

    Estuvieron un rato en silencio comiendo, hasta que Kageyama habló.

    –Yo tampoco nunca había ordenado. Todos mis intercambios hasta ahora habían sido... Como los que he tenido contigo, por necesidad del sumiso... Y es muy diferente.– Levantó la mirada y vio que Hinata le miraba con atención. Dio otro bocado y al tragar continuó.– No sé si hice bien en usar "postrar", siempre nos enseñan que es la básica y todo eso, pero... –Le miró– ¿Estás seguro de que está bien?

    –Sí es cierto que fuera del contexto de un intercambio jamás me arrodillaría ante ti, oh, rey de la cancha–Bromeó, riendo ante la mirada fulminante de Kageyama– Pero en serio... No sé cómo se ve desde fuera... De hecho sé que tengo más experiencia de la normal en intercambios, aunque sean algo fuera de lo común... Quiero decir, que he hecho intercambios con mucha gente para mi edad. ¡Apenas llevo dos años así, maldita sea! –Suspiró y empezó a mirar sus manos agarrando lo que quedaba de su bollo– Lo que intento decir es que me gustó. Los intercambios que he tenido siempre han sido agradables, y tengo la suerte de no tener caídas tan graves como las de la mayoría de sumisos... Pero el intercambio de hoy... Me gustó. No fue sólo agradable, me gustó de verdad.

    –A mí también–susurró Kageyama.

    Se miraron sonrojados y terminaron la comida en silencio.

    –Me solía preguntar cómo es. Que te ordenen, sumergirse en la zona desde el principo. Siempre nos explican cómo funcionan las dinámicas, pero nunca sabemos nada hasta que empezamos a vivirlo. Hoy fue como... Como el día que colocaste el balón para mí por primera vez. Era nuevo, era genial, como... ¡Ffuaaa!– Abrió mucho los brazos con emoción– Y llevaba tiempo esperándolo. Esto ha sido parecido. Fue totalmente nuevo, genial y... Wow. Era como si mi cuerpo estuviera deseando eso y no lo supiera.

    Miró al final algo avergonzado a Kageyama, que le observaba atentamente.

    –Me pasa igual. Creo que es la primera vez que noto que mi cuerpo disfruta realmente de un intercambio. Normalmente no noto nada, sé que me sientan bien, que me hacen estar en mejor forma, pero no lo noto como hoy. Hoy fue como si desde el primer momento estuviera... –Se calló un instante– Mi mente es también la primera vez que se nubla.–dijo, algo más serio. –No sabía que era tan... Extraño y agradable.

    –A mí me pasa todo el tiempo, aunque la zona hace eso por definición. ¿Cuánto?

    –¿Cuánto qué?

    –Tu consciencia, ¿cuánto se fue?

    –No llegó a irse... Pero sí que dejé de pensar con claridad por un momento, hasta que llegó el entrenador Ukai.

    –¿Qué te dijo?

    –Que no se pueden hacer intercambios así en público, podría haber arrastrado a alguien.

    –Oh, lo siento.

    –No fue tu culpa.

    –¿Entonces sabías lo que pasaba a tu alrededor todo el tiempo?

    –Mmm... Sí. Era más difícil saber lo que me pasaba dentro, en mi cabeza. Quería... Quería ordenar más, Hinata. Quería...

    –Yo también–Interrumpió Hinata sonrojado– Yo también quería más.

    El sol se había puesto, y empezaba a oscurecer, por lo que se levantaron en silencio, avergonzados, y siguieron caminando.

    –No solo quería protegerte más.

    –Ni yo quería que solamente me protegieras, Kageyama.

    Llegó el punto de separarse y se miraron en silencio, hasta que Hinata estiró un brazo y atrajo a su amigo hasta su lado para abrazarle sin soltar la bicicleta.

    –No te preocupes. Yo no sabía que era así, nos lo explican todo el tiempo en clases, pero no es fácil entender a qué se refieren...

    Kageyama se sintió aliviado por aquel gesto y aquellas palabras, y le devolvió el abrazo suavemente.

    –Gracias, solo quería asegurarme de que estábamos... En el mismo nivel. No quiero hacer un intercambio así otra vez sin entender qué te provoca o sin que sepas lo que me provoca a mí...

    –¡Pues ahora ya está, tonto!–Rió Hinata subiéndose a la bicicleta–Nos vemos mañana.

    Se despidieron y se marcharon a sus casas, con un peso menos en el pecho al saber que ambos habían vivido aquel intercambio de la misma manera. Ambos habían descubierto algo nuevo y ambos estaban dispuestos a repetirlo si sabían que el otro estaba de acuerdo.

    No, Kageyama no quería repetir un intercambio así sin que Hinata supiera que no solo sentía la necesidad de protegerle. Sentía que le estaría traicionando, de algún modo, si no se lo decía. Ahora que habían hablado, se sentía aliviado porque Hinata sentía lo mismo.

    Era normal.

    Así eran los intercambios de verdad...

    Ambos, antes de dormir, se dieron cuenta de lo mismo.

    ¿Repetirían esas mismas sensaciones antes de cada partido?

    Habían hablado, habían aclarado todo y habían sido muy maduros explicando cómo se sentían, pero no se habían dado cuenta de lo que aquel detalle significaba realmente hasta ese momento.

    Realmente eran un par de tontos.

    Al día siguiente, Hinata escribió a Kenma antes de ir a clase. Tras el intercambio había estado algo distraído y apenas había hablado con el colocador del Nekoma, y al acabar el partido el equipo se había ido pronto.

    Esa semana transcurrió con normalidad y Hinata disfrutó de una de sus muy raras semanas sin caídas. Se sentía en perfectas condiciones y cada día de entrenamiento sin desperdiciar ni un minuto era un regalo para él.

    A la semana siguiente, durante el recreo, estaba en clase con sus compañeros cuando empezó a sentirse mal. Supo enseguida que estaba a punto de caer, aunque aún sus compañeros de clase no pudieran notarlo.

    –Voy al baño–dijo, levantándose con rapidez y saliendo del aula. Caminó rápidamente hacia una de las clases cercanas, en busca de Kageyama, pero tras asomarse vio que no estaba allí. Maldijo internamente, cambiando de dirección para ir hacia la clase de Tsukishima y Yamaguchi, esperando encontrar al rubio. Iba a ser una caída intensa, y necesitaba a un dominante, lo sabía. El cuerpo empezaba a gritarle que encontrase a uno. Llegó a la otra clase y tras asomarse no encontró a ninguno de sus compañeros de equipo, y empezó a ponerse nervioso. Tendría que volver, no quería caer en mitad del pasillo, delante de todo el mundo...

    –¿Hinata?

    Se sobresaltó y se giró, mareado. Yamaguchi volvía a su clase y al verle se preocupó.

    –Hey, estás a punto de caer, ven conmigo, vamos a otro sitio–Dijo, sujetándole para darle estabilidad.

    Se dirigieron al pasillo cercano al gimnasio, que estaba cerca, y Yamaguchi notó cómo el pelinaranja empeoraba, hasta que le ayudó a sentarse contra la pared y Hinata se abrazó a él con urgencia. No sabía ni dónde estaban ni era capaz de pensar ya, solo había una niebla densa en su mente y un malestar que le dolía.

    Yamaguchi intentó hacer lo de siempre, pero al cabo de un momento se dio cuenta de que no estaba mejorando, solo empeorando.

    –Hinata, ¿Me oyes? Asiente si es así–le susurró, acariciando su cabello y sosteniéndole con fuerza. Hinata asintió débilmente, empezando a temblar, y su compañero entendió lo que pasaba.– No te sirvo yo, necesitas a Tsuki, o a Kageyama... Puedo ir buscar...

    Hinata entonces se aferró a él con mucha más fuerza y empezó a sollozar. Su cuerpo temblaba, tenso, y su respiración era agitada. Su instinto le decía que no, que no se soltase, que no le dejasen solo. Le dolía y nunca antes había tenido una caída así.

    Yamaguchi decidió llamarles. Cogió el móvil y me escribió tanto a Tsukishima como a Kageyama, esperando que alguno de los dos cierta el mensaje. Aunque se temía que ya no podrían hacer nada, Hinata ya había caído del todo.

    –Ssshh... Tranquilo, sé que duele mucho–Le susurró, acariciándole tras guardar el teléfono.–No estás solo, estoy aquí, te recuperarse muy pronto, ya verás.

    Hablaba para intentar distraer al chico, aunque sabía que probablemente no estaba escuchando ya nada.

    Cinco largos minutos después, sus compañeros aparecieron, ambos alertados por el mensaje de Yamaguchi.

    Tsukishima era muy sensible a las caídas, y antes de darse cuenta estaba agachado frente a Hinata, acariciando su espalda de forma tranquilizadora.

    –Creo que ya no puede salir... –murmuró Yamaguchi, pero Kageyama también se acercó, más consciente que Tsukishima.

    Yamaguchi decidió soltar a Hinata, pero este se agarraba fuertemente a él, temblando y sollozando. Entre los dos dominantes tuvieron que encargarse de deshacer lentamente el abrazo con palabras tranquilizadoras y caricias suaves, hasta que lograron ser ellos los que le abrazasen a él, protegiéndole.

    –Puedo yo solo, Tsukishima–Dijo Kageyama, acariciando el pelo de Hinata.

    –¿Eres idiota?–Le respondió–Cuanto más protegido se sienta, antes se acabará.

    –Chicos, no creo que se el momento de discutir–Interrumpió Yamaguchi, sabiendo que si seguían así empezarían a discutir–Deberíais centraros en él, parece una caída fuerte.

    Como para confirmarlo, Hinata se estremeció, encogiéndose y sollozando, aferrándose a Kageyama.

    Los demás se quedaron en silencio, cediendo a sus instintos de proteger.

    Tras diez minutos, Hinata ya no lloraba, y tras otros diez minutos más, empezó a abrir los ojos.

    Lo primero que vio fueron sus manos agarradas fuertemente a una camiseta. Levantó la mirada lentamente y se topó con los ojos azules de Kageyama, que le acarició suavemente la cabeza.

    Tsukishima a su vez le acarició la espalda y Hinata se giró despacio, viendo cómo también le miraba.

    –¿Cómo estás?–Preguntó Yamaguchi.

    Hinata parpadeó varias veces e intentó hablar, pero tuvo que carraspear para que su voz saliera limpia.

    –Mareado...

    –Es normal, aún no has vuelto del todo–Dijo Tsukishima.–Si nos hubieras avisado antes, no habría pasado esto–añadió, a modo de reprimenda.

    Kageyama reaccionó abrazando con fuerza a Hinata, rodeándole con su cuerpo.

    –Mmm... Lo hice.

    –¿Qué hiciste?–Susurró el colocador, suavemente.

    –Buscaros... No...– aún temblaba un poco–Estábais... Ninguno.

    –Si vuelve a pasar algo así, escríbenos. O llámanos–Dijo Tsukishima. Los demás asintieron, de acuerdo con él.

    –Lo siento–Balbuceó Hinata.–No quiero ser una molestia.

    –Tonto, lo eres, pero qué se le va a hacer–Diji Tsukishima con sarcasmo. Pero Hinata no lo entendía así, ya que estaba en un estado delicado.

    Kageyama sintió el temblor del chico y arrebató a Hinata de los brazos de Tsukishima, sentándole en su regazo.

    –¡No eres una molestia!–le dijo, con seriedad.– Y si vuelves a creerte eso o pensarlo siquiera, te dejaré de pasar el balón hasta que vuelvas a ser el idiota de siempre.

    Ante aquellas palabras, Hinata dejó de temblar y empezó a respirar con calma.

    –Gracias–murmuró, al fin de vuelta.

    Todos volvieron a sus clases, teniendo que disculparse ante sus respectivos profesores. Aunque Hinata estuvo el resto del día en baja forma, las palabras de Kageyama le habían ayudado a mantenerse animado.

    Tenía muy buenos amigos.

    Edited by letterGrettel - 8/6/2020, 17:23
  8. .
    SPOILER (click to view)
    Hola a todo el mundo! Traigo el capítulo 2, que espero que os guste. Yo estoy muy ilusionada con este fanfic porque tengo motivación e inspiración para escribirlo :3 ¡Si me dejáis comentarios me haréis muy feliz!


    CAPÍTULO 2




    -Hi-Hi-Hinata, ¿estás bien? Ay, ¿Qué hago? Tengo que avisar a un profesor o algo, Kageyama ¿¡qué hacemos?!

    Una muy nerviosa Yachi recién llegada al club de volleyball se encontraba en una situación muy poco familiar en ella. Había quedado con el dúo de primero para fotografiar el salto de Hinata y hacer carteles para el equipo. Tras conseguir la foto y justo cuando Kageyama había ido a guardar el balón, Hinata se había arrodillado repentinamente en el suelo.

    Yachi se había acercado a él para preguntarle si estaba bien, y se asustó al notar cómo con la mirada perdida, el chico agarraba la esquina de su chaqueta.

    -Tranquila Yachi-le dijo Kageyama al volver y ver la situación.-Está cayendo ¿Recuerdas qué es eso?

    -¿¡Eh?! ¿No deberíamos llamar a un profesor?

    Kageyama negó con la cabeza.

    -Este idiota no necesita eso. ¿Ves que te ha agarrado la chaqueta?-dijo, señalando -Te está pidiendo ayuda a ti, Yachi. Un intercambio.

    -Pe-pero si yo... Soy neutral, ¡no puedo ayudarle, Kageyama! - Kageyama negó en silencio con la cabeza y le dijo que lo intentara.-¿Estás seguro? ¿Qué... Tengo que hacer?

    -Protegerle.

    Yachi quería preguntar más cosas, pero prefería dejarlas para más tarde. ¿Proteger a Hinata? No sabía cómo hacer eso exactamente, y trató de recordar todo lo que sabía de intercambios por las clases. Necesitaba sentirse seguro, así que se acercó un poco y posó una mano sobre el pelo naranja del chico, acariciándolo suavemente. Se sentía perdida hasta que notó cómo el cuerpo de Hinata empezaba a destensarse e inclinarse hacia ella, hacia su toque.

    -Wow...-murmuró la chica, centrada en las reacciones del pelinaranja, que tras apenas unos segundos había pasado de una gran tensión y la mirada perdida a un estado de tranquilidad y ojos cerrados plácidamente. Su mano se relajó y buscó la de la chica, llevándola a su cabeza junto a la otra en un gesto suave. Yachi se sonrojó, acariciando con más seguridad el pelo de Hinata, que parecía disfrutar mucho de ese contacto. -Wow... Es... ¿Está...?-Yachi no terminó la pregunta al notar la mejilla de Hinata recostarse contra su mano en cuanto la bajó un poco. Yachi, avergonzada y fascinada a la vez, bajó la otra mano y Hinata acabó apoyando su cabeza en sus manos, con una expresión de comodidad. Yachi se dejó llevar y guió la cabeza de Hinata hasta que estuvo en su regazo. El chico estaba totalmente postrado delante de ella, disfrutando la posición y las caricias en su cabeza, dejando escapar leves sonidos parecidos a ronroneos a ratos.-¿De verdad está en la zona?

    Kageyama estaba agachado al lado, para que Yachi supiera que estaba ahí y no estuviera nerviosa. Observaba todo con calma y en silencio, un poco contento por ver a Hinata disfrutando tanto, aunque nunca lo reconocería. Miró a la chica y asintió ante su pregunta. Era la primera vez que Yachi presenciaba (y por supuesto, que participaba) un intercambio, siempre había pensado que era algo que se hacía entre parejas y que era demasiado íntimo, a pesar de lo que enseñaban en clase. Ahora veía que sí, era íntimo, pero podía ser un simple acto de amabilidad o de amistad ¿Podía considerarse amiga de los chicos? La habían aceptado y ayudado a pesar de sus contínuas inseguridades, y ahora esta situación le decía que confiaban en ella.

    Yachi sonrió y devolvió su atención a Hinata.

    -Puedes empezar a llamarle, es un idiota que en 5 minutos es capaz de recuperarse-le indicó Kageyama.

    -¿No necesitan como media hora o una hora normalmente?

    -Hinata no. Tráelo despacio.

    Yachi sintió un poco de pena por sacar al chico de aquel estado que parecía tan agradable, pero decidió hacerlo. Dejó de acariciarle y le dio unos toquecitos amables y suaves en una mejilla.

    -Hi-Hinata... ¿Puedes volver?-Hinata asintió levemente, como respuesta.

    La zona permite a los sumisos responder a preguntas directas, de modo verbal o mediante un código pactado cuando no son capaces de hablar.

    -Perfecto, ¿Vuelves con nosotros entonces, Hinata? ¡Sin-sin prisa!

    Hinata empezó a respirar de forma más consciente, y poco apoco su cuerpo fue recuperando tono, hasta que sus ojos se abrieron lentamente, mirando a la chica desde su regazo.

    -Bienvenido de vuelta-dijo ella, sonriendo. Hinata se incorporó despacio, sujetando una mano de la chica, hasta que, parpadeando varias veces, regresó del todo.

    -Hola-Dijo, soltando la mano de la chica y algo avergonzado-Siento la molestia, Yachi. Muchas gracias por ayudarme, fui poco cuidadoso y caí justo cuando no había nadie más, espero no haberte asustado.-le dijo, con una leve sonrisa.

    -N-no, yo... Me asusté porque no sabía qué te pasaba... ¡Pero Kageyama me ayudó!

    -Estúpido, tienes suerte de que Yachi estuviera ahí, unos minutos más y te tocaba pasarlo solo.-le regañó Kageyama.

    -Perdón, de verdad que no lo controlo casi nada-dijo Hinata.

    Kageyama le acarició la cabeza en un gesto algo brusco pero amable.

    -Tonto, no te disculpes por ello. Sólo confía más en los demás y pídenoslo cuando quieras.

    -Mm... Hinata ¿Puedo preguntarte algo?-dijo Yachi, tentativa. Hinata asintió sonriendo- ¿Te pasa mucho?

    Hinata le explicó sobre su irregularidad y también sobre sus rápidas recuperaciones y la particularidad de poder realizar intercambios con cualquiera la mayoría de las veces.

    -Si alguna vez vuelves a necesitar mi ayuda... No... ¡No dudes en pedírmelo!

    -Gracias Yachi. La mayoría de las veces acabo acercándome a alguien sin pensar, pero si sé que esa persona está dispuesta a ayudarme es más sencillo. Gracias, de verdad.

    -P-para eso están los amigos ¿No?

    Hinata miró a Kageyama y sonrió, levantándose con energía y dándole la mano a Yachi para ayudarle a levantarse.

    -¡Pues claro!

    Así fue como finalmente la última persona que faltaba en el equipo supo sobre la situación de Hinata.

    Hinata tenía la capacidad de hacer que todo aquello resultase normal e incluso agradable en ocasiones. Sus compañeros se acostumbraron a realizar intercambios de vez en cuando con el chico, y el día que llegó un partido de práctica contra el Nekoma, Hinata tomó una decisión.

    -Kageyama-le dijo Hinata, antes de que llegase el equipo contrario, en una esquina del gimnasio.-¿Puedes hacer un intercambio conmigo ahora?

    -¿Mmm? No te noto cayendo.

    -No, es que... Quiero asegurarme de que nada me saque de la cancha-le dijo, con seguridad-¡Si me sumerges tú, ya no tendré de qué preocuparme!

    Kageyama le miró de arriba a abajo, pensativo. Era cierto, si lo hacían antes de un partido, se aseguraban de que Hinata no tendría que salir a la mitad de este. Sólo había una duda.

    -¿Estás bien con que lo haga? Creo que no es igual que te sumerja con una orden que que te saque de una caída...

    -¡Estaré bien! Y venga, Kageyama, estarás en forma tras acabar el intercambio.

    -Ya estoy en buena forma.

    -Quiero decir que estarás todavía mejor ¿No te llena de energía como a mí? Como es diferente para cada uno...

    -Sí, desde luego no me va a suponer ningún problema. ¿Quieres ahora?

    -¡Sí! Si lo hacer rápido podremos volver a hacer un par de pases antes de que llegue el otro equipo.

    Kageyama ocultó una sonrisa y miró a su compañero. Era la primera vez que usaba una orden en alguien. Aguantaba bastante tiempo sin necesitar intercambios, y su hermana solía pedirle que los hiciera con ella cuando empezaba a necesitarlo. Y últimamente había hecho alguno con Hinata en una de sus caídas, así que nunca había necesitado ordenar.

    Miró al chico y se acercó.

    -Póstrate.

    Hinata sintió un escalofrío recorrer su cuerpo antes de caer de rodillas. Era la primera vez que le ordenaban, y era totalmente diferente a caer. Era... Más que agradable, que también, era... Era...

    Se había sumergido más rápido de lo que esperaba, y un cosquilleo recorría todo su cuerpo. Era agradable y a la vez era como si una energía desconocida recorriera todo su cuerpo y le hiciera disfrutar de aquello de un modo... Nuevo.

    Resultaba excitante.

    Kageyama entonces se sentó a lado y le acomodó entre sus brazos, para que estuviera más cómodo. Hinata instintivamente le rodeó con sus brazos, quedando totalmente protegido por el cuerpo de Kageyama.

    El colocador por su parte también se encontraba en un trance suave. No era el mismo instinto que le llevaba a proteger a Hinata en sus caídas. No, era un instinto que no sólo gritaba "proteger", sino algo más que no terminaba de identificar. Quería... Quería ordenarle más, pero no tenía que hacerlo, por eso no entendía del todo esa necesidad.

    -Kageyama.

    El entrenador Ukai interrumpió su trance. Estaba junto a ellos, agachado.

    -¿Acabas de ordenar?

    Kageyama asintió, confundido por la expresión del otro, y tensando un poco los brazos alrededor de Hinata de modo protector.

    Ukai suspiró, rascándose la nuca y lanzando una mirada a la zona de entrenamiento.

    -¿Por qué?

    -Me lo pidió para no tener que salir del partido.-respondió Kageyama, notando cómo la niebla en su mente se iba disipando.

    -Ya veo, no es mala idea. Pero ¿sabes que no se debe hacer en público?-Kageyama ladeó la cabeza-Puedes afectar a más personas sin querer, cada uno tiene una sensibilidad diferente, y nunca sabes cuándo tu orden puede dirigir a otro.

    Kageyama entendió y miró a la zona de entrenamiento, preocupado. Todos parecían bien, y miró de nuevo a su entrenador.

    -No, no has sumergido a nadie, pero Asahi y Yamaguchi lo han notado, debes tener cuidado ¿De acuerdo?

    Kageyama asintió suavemente, notando cómo su cuerpo se relajaba al ver irse al entrenador. Se dio cuenta de que había rodeado a Hinata con todo su cuerpo mucho más de lo que pensaba. ¿Por qué era tan diferente de las otras veces? Sabía que no sería igual dar una orden, pero no se imaginaba que tanto.

    Hinata por su parte se encontraba totalmente sumergido, de un modo muy distinto al que estaba acostumbrado. Todo su cuerpo estaba preparado para hacer lo que Kageyama le ordenara. No, de hecho lo que le gritaba todo su cuerpo era que quería que Kageyama le ordenara algo. Había notado la protección repentina del dominante y eso le había hecho sentir tan seguro en sus brazos que solo quería complacerle...

    -Hinata... ¿Estás bien?-le preguntó Kageyama. Intentó responder, pero se sorprendió de estar tan sumergido que su cuerpo apenas le respondía.-Mmm...voy a traerte de vuelta ¿Vale? Creo que ya está bien así...

    Hinata sintió por un momento que no quería volver todavía, y se encogió. Su cuerpo le gritaba que disfrutase más tiempo de aquello...

    -Hey, idiota. Tenemos un partido con el Nekoma, ¿Recuerdas?

    Esa fue la clave para que Hinata recuperase el control de su instinto, lentamente empezando a regresar con ayuda de las caricias en la espalda de Kageyama.

    -Mmmm-abrió los ojos y notó cosquillas en la nariz, ya que el pelo de la nuca de su compañero rozaba su cara. Protestó con unos sonidos ininteligibles y Kageyama deshizo el abrazo lentamente, hasta tener delante al rematador.-Hola...

    -¿Estás bien?-Hinata asintió-Pues vamos a jugar.

    Hinata le dedicó una enorme sonrisa y se levantó, dirigiéndose a la cancha con energías renovadas y deseando jugar el partido.

    Kageyama por su parte fue más despacio, acariciándose la nuca donde momentos antes había sentido el aliento de Hinata.
  9. .
    SPOILER (click to view)
    Hola a todas las personitas que hay por aquí, después de MUCHO tiempo he vuelto al foro (para publicar el último capítulo de un fic de SNK que había dejado inconpleto) y la inspiración ha surgido para hacerme escribir AL FIN un fic de Haikyuu. Pretendo publicar el perfil cuando lo encuentre, pero todo fue gracias a unos dibujos de un artista de twitter que me hicieron crear esta historia. Espero que os guste, y no dudéis en comentar si es así, me motivaréis muchísimo a seguir escribiendo!!! La historia la publicaré también en Wattpad, bajo el mismo nombre de perfil :3



    En este mundo en el que vivimos, existen unas dinámicas interpersonales que diferencian a las personas en tres grandes grupos: Dominantes, Neutrales y Sumisos.

    Estos términos no se refieren a un rol o comportamiento de las personas en su vida diaria. De hecho, no tienes por qué rebelar a qué grupo perteneces, el cual se determina en la adolescencia cuando el cuerpo sufre los cambios normales de la pubertad.

    Estas categorías no pueden diferenciarse a simple vista y cada individuo puede vivirlas de formas muy diferentes.

    Las personas dominantes tienen, debido a sus instintos, la necesidad de proteger, comandar y dominar a las sumisas. Las personas sumisas, a su vez, sienten por la misma razón, la necesidad de ser protegidas, comandadas y dominadas por las personas dominantes.

    Ambos grupos tienen capacidades complementarias que les permiten realizar lo que sus instintos les piden, actividad que se denomina "intercambio", debido a que su salud se ve alterada negativamente si pasan mucho tiempo sin realizar dicha actividad, por lo que además de una necesidad vital, se considera un acto solidario en muchos casos. Los intercambios deben ser siempre consensuados, consentidos y seguros, incluso cuando estos implican actividades sexuales extremas.

    Los dominantes pueden dar "órdenes", y esto lo hacen liberando sus hormonas. Ante una orden silenciosa, los instintos de un sumiso pueden despertarse.

    Una de las órdenes básicas es "postrarse". El sumiso se arrodilla en silencio frente al dominante, y esto le puede hacer entrar en la zona.

    La zona es el estado de embriaguez en el que entra un sumiso cuando está en un intercambio. Es un estado en el cual apenas está consciente, y su cuerpo se encuentra relajado y receptivo. También es un estado de vulnerabilidad, por lo que un dominante ha de ser cuidadoso con un sumiso en la zona y, por supuesto, siempre proporcionar cuidados posteriores para que el sumiso regrese de forma segura.

    Tanto un dominante como un sumiso que pasan mucho tiempo sin realizar un intercambio pueden llegar a enfermar. Los sumisos, además, pueden "caer". Cuando un sumiso cae, entra en un estado semejante a la zona, pero de un modo dañino que puede, en casos extremos, dejarles en coma. También puede ocurrir si un dominante abusa de un sumiso de forma extrema, sin protegerle y sin proporcionar cuidados posteriores.

    Las personas neutrales no tienen estos instintos y tampoco ven deteriorada su salud si no realizan intercambios ocasionales, sin embargo, desde hace unos años, pueden tomar hormonas totalmente seguras para poder asegurar relaciones sanas entre neutrales y sumisos o dominantes. Al ingerir estas hormonas, pueden tanto ayudar a unos como a otros a realizar un intercambio, y pueden proporcionar a sus parejas una necesidad esencial. A pesar de que no sufren los efectos negativos, dichas hormonas pueden general que durante un intercambio sientan los instintos propios al medicamento ingerido.

    Este ha sido un gran avance en salud y también en igualdad, al solucionar una problemática que estigmatizaba las relaciones de sumisos o dominantes con neutrales. Actualmente, se están obteniendo buenos resultados en los experimentos para permitir a dominantes y sumisos tomar depresores que no solo puedan paliar efectos negativos, sino permitir las relaciones entre individuos del mismo grupo con todas las garantías de salud. Esto supondría la desaparición total de un estigma de relaciones homotípicas que cada vez son más aceptadas.

    Cada individuo vive todo esto de diferente forma, al igual que cada cual tiene tanto necesidades como sensibilidades diferentes. Puede haber personas para las cuales pasar años sin un intercambio sea algo normal que no le afecte a la salud. También puede haber sumisos más o menos sensibles a las órdenes (razón por la cual no se deben realizar intercambios en público, ya que se puede arrastrar a algún sumiso de alta sensibilidad sin querer) y dominantes que necesitan refuerzos hormonales para poder generar órdenes más efectivas.

    Sí, cada individuo experimenta los efectos de su grupo de formas diferentes. Y el caso de Hinata es bastante atípico.

    –¿Es uno de esos días?–preguntó Daichi, entrando en el gimnasio, y viendo a Suga en el suelo con Hinata en el regazo, abrazándole.

    Suga asintió. Rodeaba a Hinata con un brazo y la otra mano descansaba en su cabeza. No habló hasta que Daichi estuvo a su lado.

    –Empezó cuando le saludé en la habitación del club, pero no se sumergió hasta llegar aquí.

    Hinata estaba encogido con la cabeza descansando en su hombro, y se tensó un poco ante el estruendo repentino que habían causado Nishinoya y Tanaka al entrar, llenos de energía. Suga le abrazó más fuerte y le susurró algo al oído con paciencia y calma, logrando que se relajara.

    Cuando Tanaka y Noya vieron la situación, bajaron el volumen y empezaron a ayudar a preparar el gimnasio para el entrenamiento. Suga esperó a que apenas faltasen dos personas para empezar a hacer regresar a Hinata, que apenas protestó la primera vez que Suga le llamó.

    –¿Estás bien, Hinata?–Preguntó cuando el chico abrió los ojos. El pelinaranja tardó unos instantes de pequeñas caricias en la espalda para espabilarse y regresar, recuperando su característica energía.

    –¡Sí, muchas gracias Sugawara! Perdona las molestias, ¡entrenaré el doble de duro hoy!–exclamó Hinata, poniéndose de pié y esperando una respuesta de su compañero de equipo antes de empezar a calentar.

    Todo el equipo de Karasuno estaba ya acostumbrado a las repentinas y extrañas caídas de Hinata. Éste había decidido ocultarlo pretendiendo pasar desapercibido, hasta que a la semana de entrar en el equipo Tsukishima le habís abrazado de repente y para sorpresa de todos en mitad de estar recogiendo el gimnasio. El rubio había reaccionado por instinto, por mucho que eso le avergonzara, justo antes de que Hinata experimentara una caída. Y también, por mucho que no le gustase, se sentía aliviado de haber protegido al sumiso que tenía entre brazos (aunque todo fuera instintivo).

    Lo que había sorprendido más a todos fue, una vez entendida la situación, la rapidez con la que Hinata había entrado en la zona, saliendo inmediatamente del estado de caída en el que se encontraba unos segundos atrás.

    La situación durante los siguiente cinco minutos fue digna de ver. Tsukishima se había llevado a Hinata a una esquina del gimnasio, receloso, llevado por sus instintos que le gritaban que debía proteger a aquel sumiso vulnerable.

    Cuando sintió que Hinata estaba mejor, empezó a hacerle regresar.

    –Hey enano, tienes que volver ya.– Le dijo con un tono mucho más amable de lo que demostraban sus palabras.

    –Mmm... ¿Tsuki...shima?–murmuró Hinata, entreabriendo los ojos, aún sumergido. Parpadeó varias veces hasta regresar por completo, y se levantó de un salto, separándose del rubio–¡Lo siento! ¿Te abracé? Dios, perdóname, pensaba que podría controlarlo ¡Perdona!

    Todo el equipo se había quedado observando la escena, y Hinata no había sido capaz de decir nada más, avergonzado y hecho una bolita de nervios.

    –Bueno ¡Todos a casa por hoy!– interrumpió el capitán dando una palmada– Ya está todo, así que id a cambiaros y descansad bien para el entrenamiento de mañana. Hinata–dijo, dirigiéndose a él– ¿Te importaría quedarte un momento?

    Hinata asintió, inquieto, y Daichi esperó hasta que estuvieron solos.

    –Hinata ¿Puedes explicarme lo que ha ocurrido hace un momento?– le preguntó con un tono serio pero amable.

    –Tengo muchas caídas.–respondió Hinata, en voz baja.

    –¿A qué te refieres?

    –Mi cuerpo... Empiezo a sentirme muy débil y cansado, como si mi mente no pudiera trabajar...

    –Sé lo que es una caída, Hinata–le interrumpió Daichi con suavidad– Lo que quiero saber es qué quieres decir con que tienes muchas.

    El rematador miró al otro chico con vergüenza y algo de miedo, pero respondió de todos modos.

    –Mi periodo entre intercambios es muy corto e irregular–empezó– prácticamente todas las semanas tengo una caída, a veces dos. Mi consciencia deja de trabajar y me abrazo a la primera persona que encuentro.

    –Fue Tsukishima quien te abrazó hoy.

    –Llevaba un rato notando que iba a caer, pero esperaba poder aguantar hasta que todos terminásemos y llamar a mis padres para que vinieran a buscarme. Tsukishima a lo mejor lo notó, sé que hay dominantes muy sensibles a las caídas...

    –¿Has ido al médico?

    –Sí, dice que todo está bien y que es normal en mí... Y que aún es muy pronto para tomar hormonas reguladoras.

    Daichi observó al chico pensativo.

    –¿Por qué no nos lo dijiste?

    –¡Tenía miedo de que no me aceptáseis en el equipo por ello! Prometo que no va a interferir, me recupero muy rápido, solo tendría que irme al baño para caer sin molestar a nadie y como mucho en media hora estaría de vuelta...

    –Hinata, mañana hablaremos con todos y buscaremos una solución. Tendremos que hablar también con el profesor y el entrenador Ukai ¿De acuerdo?–Hinata asintió–No vamos a echarte del equipo por esto, y no vamos a dejar que caigas tantas veces. Encontraremos una solución. Ahora ve a cambiarte y descansa.

    Y al día siguiente acordaron que Hinata podría recurrir a cualquiera de ellos para sus intercambios, sobretodo al saber que no tenían que ser con dominantes, que el acto de protección de cualquiera le evitaba las caídas casi siempre.

    Hasta entonces había recurrido a sus padres, ambos neutrales. Apenas en unas pocas ocasiones había tenido que pasar solo una caída más fuerte de lo normal que necesitara los cuidados de un dominante.

    Y ahora tenía a todo el equipo de volleyball del Karasuno para ayudarle.

    Edited by letterGrettel - 20/10/2020, 00:27
  10. .
    Hola por una última vez en esta página. Llevo sin entrar en el foro desde que publiqué el último capítulo, y me disculpo por haberlo dejado a un paso del final. No sé si seré capaz de darle un cierre digno, pero aunque sea 4 años después, con todos los secretos que por entonces no conocíamos, desvelados, puede que a alguien le alegre un poco el día si puede leer el final.

    Un par de personas en Wattpad me encontraron y me preguntaron recientemente por este fanfic, y cuando me di cuenta, sentí ganas de disculparme. Mi vida ahora es más ocupada, pero me encantaría volver a escribir alguna cosilla de vez en cuando.

    No releeré el fanfic entero. Me he vuelto a leer los dos últimos capítulos para intentar encajar un poco con lo escrito.

    No va a estar a la altura, pero espero que sirva como disculpa y regalo de despedida <3

    __________

    —Vamos a pasear, Eren, te sentará bien.

    Eren alzó la mirada y sonrió al chico rubio que le miraba con dulzura. Le resultaba agradablemente familiar.

    Lentamente, se levantó, y con ayuda de un bastón de madera, se puso de pie y se estiró. Volvió a mirar al chico que tenía al lado, y antes de darse cuenta o de pensarlo, ya estaba sujetando las manillas de su silla, empujándola para avanzar fuera de la cabaña.

    Armin sonrió, posando una mano sobre la mano que había en la manilla a su izquierda.

    –Puedo moverla yo, Eren, no te preocupes, te cansarás antes si me empujas.

    Eren se detuvo y miró sus manos. Luego la silla, y por último al chico, que le sonreía con paciencia y cariño.

    Eren le devolvió la sonrisa inconscientemente, pasando a caminar a su lado con el bastón ayudándole a ahorrar fuerzas. Sus piernas se cansaban rápido, y su espalda se quejaba cuando estaba mucho tiempo de pie.

    Cerró los ojos cuando la luz y la brisa le acariciaron a la vez, al cruzar el umbral de la puerta. Cuando los abrió, el azul infinito estaba frente a él para recibirle.

    –Hoy está precioso, ¿no crees?

    –Siempre lo está.–respondió Eren, sin poder apartar la mirada del mar, nostálgico.

    Se sentía como en un sueño en el que todo era calma, aunque una especie de niebla inundaba sus pensamientos.

    Comenzaron a avanzar por la pasarela de madera que habían construído para ellos Mikasa y los demás. La cabaña había sido una petición de Armin, y tras la Gran Victoria frente a los titanes, se consideró que era una recompensa y un derecho más que justo para ambos poder vivir junto al mar, en la primera aldea costera tras la caída de las murallas.

    La pasarela no era alcanzada por la marea alta, pero tenía una pequeña rampa que se adentraba en la arena.

    Pasearon en silencio, solo arrullados por el sonido del las olas tranquilas, las gaviotas y el rumor lejano de la aldea, tras las rocas.

    Al llegar a un pequeño banco, Eren se sentó, y Armin se situó a su lado, tomándole una mano.

    –¿No estás muy cansado?–Le preguntó, mirándole. Eren le miró.

    –¿Armin?

    El nombre salió de su boca al ver el azul de sus ojos. Armin se mordió un labio, sonriendo como si quisiera llorar.

    –Así es... Dime, Eren.

    Eren parpadeó un par de veces y frunció el ceño, confundido. Se miró las manos, y al notar la presión de la mano de su compañero, volvió a mirarle, con el corazón acelerado y los ojos brillantes, a punto de desbordarse.

    Soltó el bastón que tenía sujeto con la otra mano, para sujetar la del rubio con ambas, mirándole.

    Trató de hablar, pero solo pudo hacer una pregunta.

    –¿Cuánto ha sido esta vez?

    Armin esbozó una sonrisa llena de emociones cruzadas y llevó su mano libre a la mejilla del chico confundido que tenía delante.

    –Una semana... Eh, tranquilo...

    Eren había comenzado a llorar nada más escuchar la medida de tiempo. Se llevó la mano de Armin a la frente, pidiendo disculpas.

    –Lo siento, lo siento... Lo siento...

    Armin le dejó llorar, llorando él mismo en silencio, acariciándole la cabeza.

    Tras la Gran Victoria, Eren había empezado a deteriorarse rápidamente. El primer mes fue el más pacífico, casi como si nada hubiera pasado. Había perdido su poder de titán, ya que había usado el legado de su padre para erradicar la existencia de dichos seres. Tras ellos, solo quedaban los humanos que habían sido atrapados en aquella maldición, sin recordar nada.

    Al principio, Armin se sintió desolado al no tener mejorías en su recuperación, pero Mikasa y Eren se encargaron de hacerle llegar al mar en la expedición realizada tras la última batalla. Con ayuda de Hanji, diseñaron una silla de ruedas que él mismo pudiera mover, y tras conseguir valerse por si mismo gracias a ella, decidió que debía adaptarse y aceptarlo con normalidad. Después de todo, habían llegado todos juntos al mar, y una vez allí, las raíces del primer asentamiento costero las echaron ellos.

    Había sido idea de Jean y Shasha que se hicieran una cabaña junto a la playa, al lado de las rocas para estar protegidos del viento, y Armin y Eren no podían estar más encantados.
    Jean fue quien propuso la pasarela para que Armin pudiera moverse sin meterse en la arena con la silla.

    Fue durante la construcción de la cabaña cuando Eren comenzó a sentir que le fallaban las fuerzas. Y en ese segundo mes, su condición evolucionó a peor lentamente, pasando del cansancio al dolor de algunas articulaciones. Al comienzo del tercer mes, con la cabaña hecha, comenzó a necesitar el bastón.

    Eren trató de sobreponerse. Sabía que iba a ocurrir, dos años eran poco tiempo, y debía disfrutarlos, pero no había contado con que para deteriorarse hasta la muerte en ese tiempo, su empeoramiento iba a ser muy acelerado.

    Ambos habían aceptado que tenían poco tiempo juntos.

    Pasear junto al mar, se convirtió en su rutina diaria. Al principio, y con la primavera acariciándoles, Eren cargaba a Armin desde la silla en el borde de la madera hasta la orilla. Le costaba, pero disfrutaba de ver al rubio disfrutando del mar. Se sentaban en la orilla, en el punto en que las olas les mojaban los pies, y charlaban o disfrutaban del azul ante ellos.

    En el cuarto mes, Eren dejó de ser capaz de levantar a Armin del suelo. Sus brazos empezaron a debilitarse también, y su equilibrió fallaba, haciendo que ya nunca se despegara del bastón.

    Aún así, disfrutaron el verano todos juntos. Era como un sueño que hacía que Eren no pensase en su vista cansada, en el sueño que le invadía a veces de forma repentina, o el dolor de sus piernas y su espalda.

    En el octavo mes, y con el comienzo del frío y las lluvias y el consiguiente aumento del tiempo en casa frente a la chimenea, Eren se comportó de forma extraña por primera vez.

    Estaban hablando, y de repente Armin notó cómo el otro se quedaba en silencio, mirando por la ventana, sin continuar la conversación. "Cuánta agua" había dicho, sorprendido. "¿Eren? Estás bien". Eren había mirado al rubio con desconcierto, mirándole de arriba a abajo, y había tardado unos instantes en reaccionar. "Perdona, ¿qué decías?". Armin sintió ganas de llorar al sospechar lo que estaba ocurriendo.

    En los siguientes 4 meses, los lapsos en los que la memoria de Eren se deterioraba habían ido aumentando en número y duración. Pero ahora, en esa tarde soleada de invierno en la que se encontraban, Eren había regresado del primer lapso de más de 3 días.

    –No me pidas perdón, Eren... No es tu culpa...

    –Estoy perdiéndome cada vez más tiempo, Armin. Yo nunca pensé... Que mi memoria iba a pasar por esto... Siento hacerte vivir así, lo siento... Lo siento.

    Tardaron unos minutos en tranquilizarse, y cuando lo hicieron, Armin abrazó a Eren.

    –Te quiero, Eren Jeager. Te lo diré las veces que sean necesarias. No dejaré de quererte ni si me olvidas ni cuando nos separemos. Y cuando tu memoria no sea capaz de reconocerme, me haré cargo de hacerte saber cuánto te quiero a cada momento, para que te sientas seguro a mi lado.

    –Ya me siento seguro contigo, incluso cuando no sé dónde estoy ni dónde estamos. Me siento perdido en medio de una niebla, pero es como si alguien se asegurase de que no me caiga. Tan solo... No quiero olvidarte. No quiero perder más tiempo del poco que me queda sin poder disfrutar de cada segundo contigo.

    Una ráfaga de aire frío les sorprendió a los dos, que comenzaron a volver a casa.

    –No va a ser fácil, Eren. Pero no pienso dejar tu lado hasta que tengas que irte.

    Entraron en casa, y Eren se sintió somnoliento. Sentía rabia por las horas que perdía durmiendo junto al tiempo que perdía sin recordar, pero no podía luchar contra nada de ello.

    –No te preocupes, durmamos juntos, ¿Si?

    Eren asintió, ayudando a Armin a salir de la silla y recostarse en la cama, tumbándose él mismo al lado, abrazándole.

    –Te quiero, Armin.

    –Y yo a ti, Eren.

    –Creo que siempre son tus ojos los que me devuelven aquí contigo. E incluso cuando no es así, me siento en paz al mirarlos.

    –Siempre me dices cosas sobre mis ojos, ¿Tanto te gusta?

    Eren se quedó un rato en silencio, y Armin pensó que se había dormido.

    –Son el primer océano que vi. Y el primer reflejo del cielo libre más allá de las murallas. Tus ojos me calman y me hacen más valiente de lo que soy en realidad.

    Armin no respondió al momento. Tan solo miró a los ojos a Eren y le besó, lentamente, acariciando su mejillas. Al acabar volvió a mirarle a los ojos. Sabía que aunque su brillo fuera, poco a poco, a apagarse, la esperanza que reflejaban jamás desaparecería.

    –Gracias por hacerme la persona más libre del mundo.
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    He vuelto después de 4 años por un par de comentarios en wattpad sobre un fanfic EreMin que dejé en el penúltimo capítulo, y siento que les debo a las pocas personitas que me leían un final digno xD
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    Ámame xDD

    http://my.w.tt/UiNb/wtariHQrez
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    En wattpad puedes encontrarla, aunque lentamente, va avanzando y está más adelantada que aquí :3
  14. .
    Alan se sentía bien, estaba siendo capaz de mantenerse calmado y disfrutar de la compañía de Alessandro. Caminar por el supermercado observando los movimientos del rubio mientras comparaba detenidamente los ingredientes que quería comprar le causaba una sensación de cotidianidad muy agradable y cómoda. Se imaginaba dibujando cada expresión del chico en un cuadro diferente, con gusto se pasaría horas retratándolo.

    Para cuando salieron, dirección al café, la lluvia estaba comenzando a caer. Alan agradeció su decisión de coger un paraguas y lo abrió, mirando a Alessandro con una sonrisa, tapándolo junto a él.

    A Alan le encantó poder sentir la cercanía del otro.

    Una vez en la cafetería, cerró el paraguas para dejarlo en el paragüero, colgó el abrigo en el respaldo de la silla y se sentó dejando su libreta sobre la mesa. Se puso a leer la carta para decidir qué tomar, mirando antes de reojo a Alessandro. Sin embargo, en cuanto escuchó la voz del italiano, alzó la mirada, con cierta preocupación. ¿Tanto le dolía? No podía ver nada, y menos si se estaba frotando, -Algo que ni siqueira era bueno- así que movió las cosas a un lado para acercarse.

    Se preguntó al instante por qué siempre caía en las trampas de Alessandro, sonrojándose y volviendo a sentarse tras aquel leve beso, casi ocultando su rostro con la carta. Aunque hacía un instante que había realizado su pedido, y no tenía mucho sentido seguir con esta en las manos.

    Dejó sus ojos descubiertos por el papel, para mirar a Alessandro, y mantuvo oculta su sonrisa y sus mejillas coloradas, al menos hasta que la camarera llegó con los pedidos. El moreno se acercó un poco más la taza con chocolate caliente, dejando antes la carta en su sitio, y se mantuvo removiendo para que enfriara.

    Ante las palabras de Alessandro, comenzó a escribir, mientras se mordía suavemente el labio inferior. Eso era lo que quería: hablar con el otro, pasar tiempo con él.

    -*Pues he terminado las clases y no me quedan exámenes tampoco. ¡Para el siguiente cuadrimestre podré hacer retratos en clase! Es lo que más me gusta dibujar*-Escribió lo último sonriendo y mirando a Alessadro.-*Probablemente hagamos algún concierto navideño, y seguramente iré a patinar al lago.*-Terminó, pensando en todas aquellas cosas buenas.

    No quería contarle lo que le preocupaba de la aproximación de las vacaciones ni sacar el tema de lo ocurrido unos días atrás. No, necesitaba poder hablar con él con calma y tranquilidad.

    Dio un sorbo a su chocolate mientras le pasaba el mensaje, que terminaba con un "¿Y tú?" seguido de una sonrisa dibujada.

    Se relamió los labios mirando un segundo la tele del lugar: anunciaban nevadas para principios de diciembre, aunque por suerte ninguna tormenta con rayos y truenos.

    SPOILER (click to view)
    OOoooooh *-* Alessandro fue tan tierno en su interior en esta respuesta. Fue tan bonito <3

    Estos dos tienen que amarse ya, van a sufrir si los separamos todo el tiempo xD
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    Hola a todos. Siento el gran parón y la decadencia paulatina que ha habido en el fic.

    Este ha sido mi primer y único fanfic por el momento, y me he dado cuenta a medida que lo escribía, de lo mucho que me cuesta. Me cuesta no escribir OOC pero sin ceñirme a la historia original. Y me cuesta mantener la inspiración.

    Por eso este es el penúltimo capítulo. He intentado hacerlo medianamente decente, para darle el final que más o menos imaginaba a la historia. Si alguno de mis lectores sigue por ahí, me disculpo con vosotros de todo corazón, y deseo que el final sea, al menos, suficiente.

    No es precisamente un capítulo largo, pero al menos no es tan corto como algunos. Espero subir el capítulo final en breves, y con esto darle fin "Nadie más lo entendería".

    Le tenía mucha ilusión a la historia, y le tengo mucho cariño, por eso me dispongo a darle al menos un final.

    Nunca había pensado abandonarla.

    Así que aquí está el vigésimo segundo y penúltimo capítulo de "Nadie más lo entendería".

    Disfrutad.


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    Eren tosió desde el suelo, jadeando y tratando de recuperar el aire que el golpe le había quitado. Trató de incorporarse con rapidez, pero volvió a toser, y fue consciente de la sangre que le manchaba. Alzó la mirada, apretando su pecho en el lugar que estaba la llave del sótano, como si en ese momento fuera un talismán.

    Logró levantarse, no sin sentir el dolor en sus piernas, y comprobó que el equipo de maniobras estaba bien, aunque le quedaba poco gas. ¿Qué debería hacer?

    Estaba muy cerca, solo tenía que lograr avanzar… solo eso.

    Sabía que muchos estaban muriendo en ese instante, pero no podía detenerse. Se llevó la mano que sostenía la llave al rostro.

    Las marcas de la transformación apenas se notaban ya.

    Podía hacerlo.

    Empezó a correr por las calles derruidas, y aun así dolorosamente familiares. Giró la esquina, en un horrible déja vù, y desde allí pudo ver los escombros que años atrás habían sido parte de su casa, en los que él y Mikasa habían dejado a su madre.

    Según avanzaba, comprobaba que no había titanes cerca. Claro que no: el capitán, Mikasa y los demás se estaban encargando de mantenerlos a raya.
    Observó el lugar. La viga que había aprisionado a su madre no estaba en el mismo sitio. El titán la había levantado en lugar de ellos, dejando un hueco que permitía la entrada.

    Respirando hondo, Eren se adentró en el pasillo subterráneo que conducía al sótano que su padre nunca había llegado a enseñarle.

    Y mientras introducía la llave en la cerradura, recordó a Armin.

    Su expresión relajada cuando él le había dejado solo sin despedirse.

    La puerta se abrió con un chasquido, dando la bienvenida al empujarla a un lugar oscuro y con un leve olor a humedad.

    Eren encendió una bengala que le habían dado para ese fin, y avanzó, arrimando la puerta.

    Libros.

    Había libros amontonados, decenas de gruesos libros apilados contra las paredes. Eren se acercó a uno que estaba abierto sobre un escritorio, y reconoció la ilustración que había en este: el océano.

    Eran libros prohibidos.

    Volvió a pensar en Armin. Él sabría qué hacer, entendería todo mejor. Y le encantaría estar allí.

    Sacudió la cabeza para centrarse. No solo había libros, también había un par de cuadernos y cartas.

    Eren encendió una lámpara de aceite que yacía en el suelo, y se sentó para abrir el cuaderno.

    Reconoció la letra de su padre, pero antes de leer, decidió buscar la última página.

    Se quedó sin aliento.

    Aquello iba dirigido a él. Su padre le hablaba a través del tiempo.

    “Eren, si lees esto significa que has recordado, al menos lo suficiente como para saber qué me ha ocurrido. Y me imagino que si has conseguido llegar aquí, es porque las cosas se han puesto peor. Escribo esto una vez la ciudad se ha quedado vacía de titanes, antes de ir en tu busca para entregarte la llave y el sérum.
    Perdóname, hijo, por no haberte contado nada.
    Y espero que las respuestas a tus preguntas estén a la altura.”



    Con cada palabra, el chico-titán se sentía más mareado. Respuestas a los temas prohibidos en las murallas. Respuestas sobre las murallas.
    Sobre los titanes.

    Y sobre una solución.
    “Perdóname por dejarte esta carga. Es tu decisión. Siento no haber podido salvar a tu madre. Siento que hayas nacido en un infierno como este.
    Y siento que tengas que sufrir más.
    A ti y a Mikasa, os quiere vuestro padre.”



    Eren cerró los ojos, y releyó de nuevo la parte en la que ponía la solución. Miró la imagen del océano en el libro junto a él, y cerró los ojos. Pensó en Armin. Podría ver el océano y el mundo exterior. Podría verlo todo.

    Eren se levantó lentamente, guardando la carta en su bolsillo, y colocándose de nuevo la llave en el cuello.

    Salió de allí, para dirigirse al frente de batalla, donde reconoció a sus compañeros y a los titanes Colosal y Armado más allá, listos para atacar a todo lo que restaba del escuadrón de reconocimiento.

    A todo lo que quedaba de esperanza para la humanidad.

    -¡Eren! ¿Lo has conseguido? ¿Has encontrado algo?-Mikasa se acercó a él, aliviada de verlo bien.

    Sus heridas se habían regenerado en el tiempo que había pasado en el sótano.

    -Tengo respuestas-Respondió, simplemente.-Cuando terminemos con todo, deberían volver al sótano y leer todo lo que hay allí. A Armin le encantaría.

    -¿Cuándo terminemos? ¡¿Sabes qué podemos hacer?!

    Eren le sonrió, y Mikasa sintió un escalofrío. Iba a hablar, preguntarle, cuando Eren le dio un abrazo y besó su frente.

    -Papá dijo que te quería, Mikasa. Lo pone en la carta que dejó.

    -¿E-eren? ¿Qué?

    Aquello no sonaba bien.

    Pero antes de poder decir nada, Eren se alejó y se mordió la mano, para transformarse. Todo estaba claro ahora. A pesar de que siempre lo había tenido delante, ahora lo sentía, al saber qué era.

    Era el poder que su padre le había pasado y la consciencia del precio que había que pagar por usarlo.

    El titán permaneció inmóvil, y lanzó un gruñido que atrajo la atención de todos los titanes, que se voltearon hacia él.

    Y cuando el acorazado comenzó a moverse, en su dirección, cerró los ojos y se lanzó de lleno a aquella sensación que ahora reconocía.

    Mientras todos los titanes se quedaban helados en su sitio, Eren pensó en Armin un instante, y sonrió.

    Todo se volvió confuso en el momento en el que los titanes se derrumbaron, él incluído, y comenzaron a evaporarse.

    Todo se volvió confuso en cuanto comprendió todo lo que acarreaban los titanes y recordó todo lo que ese poder arrastraba.

    Todo se volvió confuso cuando por alguna razón supo el precio exacto que había pagado.

    Vio a Mikasa hablarle con lágrimas en los ojos. Vio al capitán acercarse y gritando, aunque no podía escuchar nada más que unos fuertes estruendos como si estuviera bajo el agua.

    Cuando su hermanastra le levantó un poco para que viera, entendió: las murallas se derrumbaban dejando escapar grandes nubes de vapor. Ya no había titanes en su interior, al igual que ya no había ninguno. En el lugar de estos, había cuerpos humanos. Cuerpos vivos pero inconscientes.

    Eren perdió la consciencia cuando el sol del atardecer iluminó su rostro de repente, al colarse entre pedazos de muralla y nubes de polvo y vapor. Para cuando abrió los ojos, habían pasado varios días.

    -¡Eren! ¡Capitán, Hanji! ¡Ha despertado!

    Parpadeó al ver a Mikasa, y sonrió al comprobar que estaba bien.

    -Eren, ¿cómo te sientes?-le preguntó la mujer de las gafas.

    -...Estoy bien.-Respondió.- ¿Habéis ido al sótano?

    -Sí.-Respondió la científica-Y he leído la carta.

    Los tres la habían leído, además del comandante Erwin.

    -¿Ha funcionado?

    Esbozaron una leve sonrisa.

    -La humanidad está a salvo. Ya no hay titanes.

    -Eren…-susurró Mikasa, con una sonrisa triste-¿Cuáles eran las consecuencias de las que papá hablaba en la carta?

    Eren cerró los ojos un momento, y logró escuchar su respiración y sentir sus latidos. Abrió los ojos y miró al cielo, imaginando que miraba a los ojos de Armin.

    -Me quedan dos años de vida.
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