Posts written by Silence Voice

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    Buenas, la última vez que yo tuve esta duda, me fue resuelta gracias a una amiga. En teoría, el límite son unas 40-50 páginas de Microsoft Word. No es que no haya un límite, porque sí que lo hay. Un fanfic de 10k de palabras realmente no es mucho. Yo te recomiendo no subir cosas de más de 40 paginas de Microsoft Word.

    Espero que te haya sido útil.
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    ¡Jelooooou! Después de seis eternos años (fuah, se dice pronto, la virgen XD XD) he vuelto para traer el último capítulo de este fanfic y dejarlo zanjado al fin. Esto es con el motivo de poder seguir con otro que llevaba tiempo escrito y que también dejé a medias y que he vuelto a retomar. Me ha encantado recordar lo mucho que me gustaba Avatartale y las relaciones de algunos de los personajes. También le he cambiado la portada a esta obra, creo que le hacía muuuuucha falta. Me ha costado, porque no me decidía con la postura y/o actitud de algunos personajes como Katara o Sokka, así que bueno... el fondo de la imagen también me resultó tediosa de elegir XD.

    ¡Así que, aquí va!

    Último Capítulo



    Habían pasado varios días desde entonces. Zuko había vuelto a la Nación del Fuego para poner la situación en orden y brindar tranquilidad a los habitantes de allí. El resto del grupo había vuelto a Isla Ember a excepción de Suki que permaneció con el actual Señor del Fuego para convertirse en su escolta personal. Ni Sokka ni ella sabían cuándo volverían a verse, y fue un sentimiento amargo que quedó en sus corazones. Durante ese tiempo, Chara había sido capaz de despertarse. Se encontraba débil, pero estaba bien. Eso alegró mucho a Frisk. Aunque Katara todavía no confiaba del todo en Chara, accedió a revisarle sólo porque Frisk se lo pidió. No fue durante mucho rato.

    Katara se marchó de aquel cuarto para seguir con sus cosas, ya que alguien tenía que cuidar del grupo. Por mucho que lo negara, ella seguía siendo como la madre de todos aquí. Frisk le prometió a su hermano volver con algo de comer. Al salir, vio a Sokka esperando fuera.

    - Aprovecha ahora que está tranquilo. – Le dijo al moreno. – Yo tengo que ayudar a Katara, pero volveré para que mi hermano coma algo.
    - Vale. Me quedaré con él de mientras.

    Frisk asintió y se marchó. Tenía la sensación de que Sokka y Chara necesitaban un rato a solas para hablar. Por eso no puso pegas. De hecho, era hasta mejor. Si su hermano se relacionaba más con los demás puede que se animara a ir con ellos. Ryutaro ya no estaba, así que su medio para viajar había desaparecido también.

    Sokka cerró la puerta tras de sí. Vio a Chara sentado en la cama, pero la luz solar que entraba por la ventana llegaba hasta él. El jersey verde con esa línea amarilla en el centro y en ambas mangas permanecía sobre el lecho. No estaba sucio. Sokka creyó que Frisk se habría ocupado de ello. Aun así, Chara usaba una camisa negra. Y era evidente que tenía vendajes en su cuerpo que tapaban parte de su cuello y su rostro.

    - Hola. – Saludaba Sokka, tomando una silla para sentarse. No se atrevía a hacerlo sobre la orilla de la cama, por temor a la reacción del chico. - ¿Cómo te sientes?
    - Vivo, supongo. – Se encogió de hombros. - ¿Qué ha pasado? No recuerdo haber llegado aquí.
    - Te trajimos a lomos de Appa. Aang y tu hermano Frisk se quedaron para cuidarte. Yo y Katara fuimos con Suki para llevarla a la Nación del Fuego donde estaba Zuko. Suki se quedará con él.

    Chara miró a Sokka, dándose cuenta de que eso no parecía ser una noticia agradable para el moreno. No lo dijo, porque ya era obvio y tampoco quería restregárselo al propio Sokka.

    - ¿Y bien? – Inquirió Chara con una suave voz. Sokka le miró. - ¿Qué haréis a partir de este punto?
    - No lo sé. – Sokka se encogió de hombros. – Imagino que Aang querrá seguir ayudando a la gente, así que… seguiremos viajando de un lado a otro. Siempre ha sido así, de modo que estamos acostumbrados.
    - Ya veo… - Chara cerró sus ojos y miró por la ventana, antes de bajar la mirada. La luz del sol era molesta. Sokka pareció darse cuenta, así que bajó un poco la persiana.
    - A mí a veces también me pasa. Los ojos duelen cuando te da mucho la luz. – Decía, atando la cuerda para mantener la posición de la persiana.

    Hubo un silencio por parte de Chara. Sokka intuyó que un tema como este parecía ser delicado. Si bien, Chara era la única persona que él conocía que tenía ese color de ojos. Sokka tuvo un extraño sentimiento de que eso tal vez era algo que afectaría a Chara de algún modo. Volvió a la silla, sin mucho más que hacer.

    - Chara, ¿por qué no te vienes con nosotros? – Habló Sokka entonces, rompiendo el hielo. Aquella oferta sorprendió al aludido.
    - ¿Qué? – Parpadeó, desconcertado. - ¿Por qué querríais que fuera con vosotros? No soy vuestro amigo.
    - Tú eres el que más ha recibido en el rescate de Frisk. Aunque atacaste a Zuko e hiciste una tremenda liada en la Nación del Fuego… eso fue en parte cosa de Azula, si lo pienso. – Sokka sujetó su mentón, recordándolo. – Además, no has matado a Zuko. Y ahora que no está tu dragón…
    - Ya… - Chara suspiró. Sokka le miraba.
    - Llevas mucho tiempo solo. Creo que te vendrá bien estar acompañado. Has luchado mucho para rescatar a Frisk, ¿por qué no aprovechas la oportunidad y te quedas con nosotros? Así estarás junto a él también.

    Chara no respondió. Parecía pensativo. Dudaba del por qué Sokka le ofrecía una posibilidad así. Independientemente de su colaboración para rescatar a su hermano… ¿le convertía eso en alguien confiable? Entonces, Chara reaccionó cuando sintió la mano de Sokka sobre su hombro.

    - Al menos puedes intentar darnos una oportunidad.
    - ¿Y Katara?
    - Buah, no le hagas caso. Ella a veces se pone en su modo mamá gruñona, y tanto ella como Aang están muy encima de Frisk. Pero vamos, es tu hermano. Y Aang es el primero que quiere ayudarte. Seguro que Katara lo terminará aceptando. Si fue capaz de perdonar a Zuko, seguro que te acaba aceptando a ti también.

    El castaño suspiró. Sokka no insistió más, no quería agobiarle. Justo en ese momento dio la suerte de que Frisk volvía con un cuenco con comida y otro con agua. Sokka se levantó, haciéndose el distraído para irse de ahí. De esa manera, Frisk se sintió libre de ocupar la silla que utilizó Sokka antes. Le dio la comida a Chara, quien sostuvo el cuenco con sus manos.

    - Debes tener hambre. Han pasado varios días desde que has despertado. – Decía con una sonrisa. – Katara me ha ayudado a prepararla, ¡aún tengo mucho que aprender de ella! A veces pienso que se parece mucho a nuestra madre.

    Chara no dijo nada. El cuenco calentaba sus frías manos. Sus ojos se sentían mejor ahora que la luz del sol no tocaba directamente en ellos. Frisk continuó parloteando, con una expresión feliz a pesar de que Chara no le miraba directamente hasta pasados unos minutos.

    - ¿Eres feliz con ellos, Frisk? – Interrumpió a su hermano repentinamente, haciendo que Frisk dejara de hablar de forma brusca. El chico parpadeó, sorprendido por esa pregunta.
    - Soy muy feliz. Puedo hacer muchas cosas junto a ellos, y puedo viajar a muchos sitios que nunca habría visto por mi cuenta… - Frisk movía sus piernas como un niño pequeño. – He conocido a un gran bisonte volador, y a un lémur-murciégalo. También me he reconciliado con mi propio elemento, aunque todavía me cuesta luchar porque no me gusta la violencia. Pero no tengo tanto miedo como antes. Aang y los demás… siempre están ahí para ayudarme. Me cuidan mucho y… sé que me quieren. – Contaba con una gran sonrisa.
    - Ya… has encontrado tu lugar junto a ellos. – Resumía Chara, sin alzar la voz. – Es bueno saberlo.

    Frisk parpadeó y miró a su hermano más atentamente. Chara no había probado bocado, más bien tenía pinta de estar pensando en muchas cosas. Podía ver la tristeza en él, en esos ojos escarlatas.

    - ¿Y del Avatar? – Preguntó Chara entonces, sacando a Frisk de su ensimismamiento. - ¿Estás a gusto con él?
    - Eh… - Las mejillas del joven le traicionaron al sonrojarse. – Sí… Me gusta mucho estar a su lado. Aang es divertido, y es tan curioso como yo. Además, es muy fuerte. Pero… es gentil y me cuida mucho, siempre se preocupa de que no me falte nada o de estar ahí por si necesito expresarme. – Bajó la mirada, poniéndose nervioso. Su corazón latía deprisa. – Es una persona maravillosa.

    Chara observaba a su hermano, viendo cada gesto que hacía, cada movimiento, o cómo cambiaba la expresión de su cara. Suspiró y bajó la mirada, hasta cerrarla. Pensó un poco. El comportamiento de Frisk era muy revelador para él.

    - Te has enamorado de él. – Chara rompió su propio silencio y pudo contemplar cómo la cara de Frisk se ponía al rojo vivo.
    - ¡¿Qué dices?!
    - Lo que veo. Es tan evidente…
    - ¡Pero yo…! ¡Yo…!
    - Está bien. – Se adelantaba Chara. – No es como si me fuera a enfadar o algo.
    - Ah… ¿no? ¿en serio? Pensé que… no te gustaría.
    - O sea que lo confirmas.
    - ¡Déjalo de una vez! – Protestó. Chara se rio un poco.
    - No puedo controlar lo que sientes ni tampoco lo que vayas a hacer, lo mismo que a la inversa. Así que, ¿para qué molestarse?

    Frisk movió inquieto sus piernas. No era lo que él habría imaginado. Siempre creyó que Chara se pondría hecho una furia dado su profundo odio hacia el Avatar. Pero esta pasividad le sorprendía. ¿Dónde estaba el hermano cascarrabias que tuvo en el pasado? Al menos… se alegraba de que no hubiera reaccionado mal, aunque eso significara confirmarle sus sentimientos románticos hacia Aang. Frisk odiaba cómo Chara era capaz de darse cuenta de lo que sentían los demás tan fácilmente.

    - Ah, supongo que está bien. – Dijo Chara entonces. – Podría daros una oportunidad e ir con vosotros…
    - ¡¿Eh?! – A Frisk se le iluminaron los ojos. - ¡¿Lo dices en serio?!
    - Sólo una temporada. Hasta que decida qué hacer después. – Bufó. – Soy tu hermano a fin de cuentas… tengo que estar mano con mano contigo para siempre, o hasta que me muera. A saber.
    - ¡Oh Chara! ¡No lo estropees! – Se quejó Frisk, haciendo reír al otro. - ¡No te rías!
    - Ya bueno, aparte de eso… ¿Para cuándo la confesión con el Avatar?
    Frisk parpadeó, poniéndose tan rojo que casi le salía humo de las orejas.
    - ¡Ah! ¡No te soporto! – Abandonó la silla para irse, gruñendo por el camino.

    Chara le vio irse, riéndose y llevándose la mano a la cara, sin dejar de reír.


    FIN

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    ¡Buenas! Hacía mucho que no me pasaba por aquí (y en general por todo el foro). Llevaba tiempo dándole vueltas a la hora de tomar la decisión de borrar ciertos temas, así que finalmente me he decidido por unos cuantos aunque no todos. Dentro del spoiler dejo todos los links. ¡Gracias!

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    ¿Los banners para cuándo?
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    Vengo a las puertas de que se termine ya el reto. Que sea en horario de México viviendo yo en España tiene sus ventajas ~~. En fin, no me voy a alargar mucho haciendo el post de introducción. ¡Que lo disfrutéis!

    QUOTE

    Fandom: Beyblade Burst
    Pareja: Lui Shirosagi x Free De La Hoya | FRUI
    Longitud: 4712 palabras
    Advertencias: Insultos y cierto uso de la violencia.

    Situaciones escogidas:

    2. Mi primera vez || Uno de los personajes es iniciado por el otro en su primera experiencia sexual. l PRINCIPAL
    15. Déjame un recuerdo || Los personajes marcan indiscriminadamente el cuerpo del otro con mordidas, azotes y chupones. l SECUNDARIA

    Disclaimer: Los personajes no me pertenecen a mí sino a Hiro Morita.

    Only_Mine_16-03-2023



    Only Mine



    Las cosas habían cambiado desde la última derrota. Había un ambiente de intranquilidad en el equipo. Nadie se había esperado que Free pudiera perder, siendo el más fuerte del equipo y quien ocupaba el cargo de capitán dentro del BC Sol.

    Su recuperación había sido larga, en parte porque el chico quiso ir más rápido de lo que realmente pudo. Su propio cuerpo se encargaba de hacérselo saber en aquellos días. Cristina tuvo que estar ahí para calmarle, incluso pidiéndole ayuda a Lui en algunos momentos. Era la única forma de que el rubio entrara en razón y encajara la derrota de una manera menos extrema.

    Free había estado distante con el equipo desde entonces. Los demás se daban cuenta que el joven se había enfrascado en sus entrenamientos, los cuales empezaban a levantar la preocupación de Cristina. A ella no le gustaban los extremos a los que Free comenzaba a llegar con tal de hacerse más fuerte. Por mucho que él estuviera frustrado, para Cristina no era una buena razón para justificarlo. No deseaba que Free se provocara una lesión por actuar de esa forma tan inconsciente. O al menos para ella era lo suficientemente imprudente como para preferir que el rubio se detuviera.

    Lui era testigo de todo. Y en parte sentía rabia, aunque la razón fuera completamente distinta. Sabía que el beyblade lo era todo para Free, pero empezaba a mosquearle la idea de que su rival, Fayna, fuera ahora tan importante para Free. El mero hecho de pensar que Free le había dejado a él en un segundo plano era insoportable. Le hacía sentir mal el que Free no le hiciera caso y que su mente estuviera pendiente de Fayna.

    Durante los días que transcurrían, Lui más pensaba en ello. Y se dio cuenta de que estaba celoso. Celoso de Fayna, en concreto. Y eso sólo fue como darse contra un muro llamado realidad. Se había enamorado de Free. Pero, ¿por qué había tenido que enamorarse precisamente de ese chico?

    Justamente esa pregunta vino a su cabeza cuando se topó con Free. El rubio traía mala cara, en parte por el agotamiento y la fatiga física que arrastraba. Lui le detuvo del brazo cuando pasó por su lado sin que el rubio tuviera la más mínima intención de saludarle.

    - Deberías tomarte un descanso. – Sugirió Lui, quien notó que Free trataba de soltarse de su agarre. – Hablo muy en serio, Free.
    - Suéltame. – Exigió.

    Pero en vez de ceder, hubo un forcejeo entre ambos. Free terminó contra la pared, dado que su cuerpo apenas tenía energía, arrastrando el cansancio desde hacía varios días consecutivos. No le fue difícil a Lui dominarle en esos momentos.

    - Escucha: si sigues así acabarás haciéndote daño y volverás al hospital. ¿Es eso lo que quieres?

    Y, obviamente, no recibió una respuesta. Lui comenzaba a odiar ese silencio con ganas. Es como si el rubio le estuviera ignorando. Y le dolía.

    - No tienes por qué soportarlo todo por tu cuenta, Free. – Insistió Lui para tener la atención del susodicho. – Deja de obsesionarte con el asunto, con Fayna. Ella no es… - Resopló, molesto al recordarlo. – Ella no debería ser el centro de tu atención.
    - Y no lo es.
    - No me jodas, Free. Quizá al equipo puedas engañarlo, pero no a mí.
    - Si sólo vas a decirme tonterías, entonces deja que me vaya. Tengo que seguir entrenando.
    - No voy a permitir que te destroces de esta manera.

    Free intentó moverse y quitarse a Lui de encima, pero fue inútil. Su cuerpo estaba demasiado agotado después de tantos entrenamientos sin apenas descansar bien. Acabó en el suelo, con Lui sobre su regazo y quien utilizaba su peso corporal para mantenerle quieto.

    El rubio puso mala cara. Esto empezaba a enfadarle.

    - Deja de meter tus narices en mis asuntos, Lui. – Gruñó Free, frunciendo el ceño. – Lo que yo haga o deje de hacer es cosa mía.
    - ¡¿Y qué hay del equipo?! – Alzó la voz. - ¡¿Has pensado en cómo tu actitud está perjudicando al resto?! ¡Porque lo dudo mucho estando más pendiente de encontrar la manera de joderte de nuevo con esos entrenamientos!

    Free se quedó en silencio, básicamente porque no tenía argumentos con los que debatir una verdad como esa. Lui llevaba la razón. Pero el rubio estaba frustrado y sobre todo decepcionado consigo mismo por perder de una forma tan humillante.

    - ¡¿Es Fayna tan importante para ti?!
    - No es asunto tuyo.
    - ¡Cállate y responde, joder!

    Free arqueó una ceja, desconcertado. ¿Por qué Lui parecía tan enfadado?

    - ¿Por qué te afecta tanto? – Fue la pregunta que soltó mientras Lui le sujetaba de la camisa, manteniendo la presión de sus manos contra sus hombros. – No es como si hubieses sido tú el que ha perdido contra ella.
    - Sólo no soporto el que ahora Fayna parezca ser todo lo que te importa, actuando como si los demás no existiéramos.

    Obviamente, Lui no iba a decir su auténtico motivo por el cual estaba tan enfadado. No iba a confesarle a este chico lo celoso que se sentía y lo mucho que quería su atención… como cuando se conocieron y Lui vino a España a raíz de que su madre aceptara la oferta de trabajo de parte de los padres de Cristina, pasando él a formar parte del BC Sol y vivir junto a Free en las instalaciones del equipo. No era sólo su compañero de equipo si no también su compañero de habitación. El primero de todos, según la propia Cristina.

    Eso le hacía sentirse especial, de algún modo.

    Free le empujó para poder ponerse de pie. Pero Lui no iba a ceder en su empeño de tener la atención de Free. No es como si pudiera seguir conteniendo sus celos y su deseo de que Free estuviera por él. Bastante herido se encontraba su orgullo por descubrir que se había enamorado de un chico, de otro hombre. Era la primera vez que Lui se cuestionaba tanto su sexualidad y sentía interés por conocerse más a sí mismo, conocer ese lado de su persona.

    Ambos terminaron llegando al cuarto que compartían. Estaba en la última planta del ático. Una habitación bastante más grande que el resto. Era el sitio privilegiado de Free. Su espacio personal.

    - ¿Vas a seguirme a todas partes? – Inquirió Free al notar la actitud de Lui, viendo que se acercaba a él.
    - ¿Qué? Soy tu compañero de habitación, ¿no es así? – Le vio asentir. – No vas a poder echarme ni aunque lo intentes.
    - No voy a hacerlo. – Inclinó la cabeza, como pensativo. Lui sabía que Free se estaba acordando que fue precisamente él quien solicitó que compartieran el mismo espacio. – Pero de todas maneras voy a volver a entrenar tanto si te gusta como si no.
    - Bueno – Lui esbozó una desafiante sonrisa. – Eso habrá que verlo.

    Lui sujetó a Free por los brazos y, una vez más, hubo un forcejeo entre ellos. Sin embargo, Free notó que su cuerpo le traicionaba a causa de la fatiga acumulada. Cuando creyó que caería de espaldas al suelo, sintió a Lui rodearle con sus brazos para evitar que se hiciera daño. El susto se lo llevaron, porque afortunadamente la suerte les sonrió al caer sobre la cama.

    Se mantuvieron quietos, como para recuperar la calma que perdieron en ese instante. Cuando volvieron a mirarse, se percataron de la escasa distancia entre ambos. Antes de que Free pudiera hacer algo, fue sorprendido con un repentino beso muy demandante por parte de Lui. El rubio frunció el ceño, y trató de quitárselo de encima, pero sin éxito. Su cuerpo no estaba por la labor de obedecerle.

    - Estate quieto de una vez – exigió Lui, cogiendo las muñecas de Free para someterle debajo de él. – Eh, quieto.
    - ¿Qué demonios estás haciendo? Déjame ir.
    - No. No te voy a dejar huir. – Dijo, acercándose de nuevo y atacando ese cuello tan al descubierto. La camisa de Free apenas le cubría, dejando muy al aire su pecho. – Tu cuerpo está ardiendo.
    - Cállate y apártate.
    - Va a ser que no.

    No importó cuánta resistencia mostrara Free. Teniendo el cuerpo en tal condición de agotamiento, no podía contra la fuerza física de Lui. Sentía cómo el chico besaba su piel, y eran sensaciones nuevas que le resultaban extrañas porque nunca antes las había tenido. Se quejó cuando Lui le mordía el cuello, y su respuesta fue otro intento por apartarle. No obstante, Lui le tenía bien sometido. Por alguna razón que no se explicaba, Free notaba cómo su cuerpo iba reaccionando.

    Lui acariciaba esa piel, cada vez más sorprendido de descubrir cómo el cuerpo de Free parecía arder debajo de él. No era la primera vez que tenía una sensación así. En algunas ocasiones, cuando el contacto físico se había establecido entre ellos ya fuera en algún abrazo o apretón de manos, Lui recordaba que el cuerpo de Free era… muy cálido. Era quizá el cuerpo más caliente que había llegado a tocar. Pero el rubio era suave al tacto, y cada caricia que le dedicaba, motivaba a Lui a repetir una tras otra precisamente gracias a esa calidez.

    - Para de una vez… - Escuchó a Free. - ¿Por qué estás haciendo esto?
    - ¿Qué? ¿vas a negar que te está gustando?
    - No quiero que lo hagas. Aparta.
    - No me da la gana. – Se reincorporó, pero manteniendo su fuerza contra Free. – Tú eres sólo mío.

    Free arqueó una ceja sin comprender el significado real de esas palabras. Sólo contempló cómo Lui pasaba sus manos por debajo de su camisa de tirantes amarilla, levantándola para dejar más expuesto su cuerpo. Un rubor apareció en sus mejillas. Empezaba a sentirse abochornado por estar siendo observado, aunque no por ello tuvo una connotación negativa.

    - No me toques… - Su lado vulnerable le exigía intentar regresar a su zona de confort lo antes posible. No quería que Lui pudiera descubrir esa faceta que no le gustaba mostrarle a nadie. Pero Lui no le hizo ni caso, continuando con su tarea. - ¡Que no me toques!

    El manotazo que le dio en la cara fue sonoro, y sorprendió a Lui. Free intentó moverse para huir, pero no pasó ni medio segundo que ya volvía a tener a Lui encima, cogiendo sus muñecas y poniéndoselas por encima de su cabeza, sometiéndole en la cama debajo de él.

    - Maldito imbécil. Te gusta ir por las malas, ¿no es así?
    - ¡No quiero hacer esto! ¡¿Cuántas veces tengo que repetirlo?! – Para Free era frustrante estar en esta situación cuando sus fuerzas le fallaban.
    - Dilo todo cuánto quieras. Voy a follarte, no me importa lo que digas. – El rubio abrió los ojos. Eso sí que sabía lo que quería decir. – Así aprenderás a no ignorarme.
    - ¿Haces todo esto porque te has sentido ignorado? – Preguntó sorprendido. Lui le cogió del mentón con poca suavidad.
    - No te importa una mierda, así que no preguntes. Así que, si quieres que las cosas vayan mejor para ti, te aconsejo no mostrarme resistencia.
    - ¿Acaso piensas que voy a dejar que hagas conmigo lo que quieras?
    - ¿O qué? No tienes la fuerza para resistirte. No esta vez.
    - Si no quieres que me resista… al menos cuéntame por qué lo haces.

    Pero no fue algo de lo que Lui fue capaz de hablar. Besó de nuevo a Free, quien llegó a morderle como una manera de rechazarle. En respuesta, Lui no se lo pensó mucho para darle una merecida bofetada. Pero Free tenía claro que no iba a dejar de oponerse a él. Y enfadado, Lui le arrancó la camisa, utilizándola luego para atarle las manos una vez que le giró, poniéndole bocabajo. Free se sintió todavía más expuesto.

    Sin embargo, las manos de Lui tocando su cuerpo no le hacían sentirse mal. No es como si Lui le estuviera torturando o infringiendo dolor intencionadamente para hacerle sufrir. Conforme más le acariciaba, más pensaba Free, quien observó de reojo a Lui mientras el chico le quitaba los pantalones.

    - Has estado celoso… - Soltó de repente De La Hoya. Lui abrió los ojos, casi quedándose paralizado hasta que fue capaz de reaccionar para mirarle directamente.
    - ¿Qué has dicho?
    - Que has estado celoso todo este tiempo. – Respondió con una calma que sorprendía a Lui. – La razón por la que venías a verme al hospital no era sólo porque Cristina te lo pidiera.

    Lui se quedó quieto, pero tratando de entender lo que estaba pasando en estos instantes. De repente, ahora el que se sentía expuesto era él. Pronto se levantó su orgullo, exigiéndole hacer algo. Por eso, puso su mano sobre la cabeza de Free.

    - ¿Y tú qué demonios sabrás? – Preguntó de malas maneras. – El motivo por el que lo haya hecho no te importa.
    - ¿Por qué no debería importarme? – Contraatacó. – Tú no quieres hacerme daño, ¿no es así, Lui?
    - Tú… ¿pero cómo…? – murmuró.
    - Por la forma en la que me tocas… - Dijo, todavía mirándole. – Aunque eres brusco y aunque tus mordidas me duelen, tus manos… cuando me tocas, tus manos se vuelven gentiles.
    - Tú me fuerzas a ser así – protestó, bajando la cabeza. – Desde que has perdido con Fayna no haces más que entrenar, entrenar y seguir entrenando. Apenas duermes, y no te acercas a mí. Te has vuelto frío.

    Free entrecerró la mirada, casi cerrando sus ojos. Justo en este momento, acababa de ver la fragilidad de Lui. A pesar de ese orgullo, este chico lo único que le estaba reclamando era su atención. Aunque la manera en la que lo hacía distaba mucho de cómo los amigos trataban de llamar la atención de sus colegas.

    - Lui – le llamó con tranquilidad. - ¿Cómo me ven tus ojos?

    La cara del susodicho casi se convirtió en un semáforo en rojo. Comprendió muy bien la pregunta que Free le estaba haciendo, en alusión a sus sentimientos hacia él. Tragó saliva, sin atreverse a responder. Se quedó apoyado sobre la cama pensando en qué diablos decirle.

    - Desátame, Lui.
    - No. Si lo haces, tratarás de huir.
    - No lo haré.

    Lui arqueó una ceja, y su expresión facial mostró cierta desconfianza hacia esas palabras. Sin embargo, optó por fiarse cuando Free asintió con su cabeza para que lo hiciera. Lui liberó lentamente las manos de Free, y él las movió para estar más cómodo. Lui se sintió nervioso cuando Free le miró sin siquiera cambiar su postura, como si le estuviera esperando.

    - ¿Vas a dejar que siga? – Preguntó Lui al ver ese cambio en la actitud del rubio.
    - Sólo si me aseguras que dejarás de hacerme daño.

    Lui se acercó a él con un aire más calmado, y sintiendo de nuevo el calor que desprendía ese cuerpo. Ni siquiera le estaba tocando, pero es como si Free fuera algo parecido a una estufa.

    - ¿Quieres que sea gentil contigo? – Preguntó en voz baja, recibiendo una respuesta afirmativa cuando el rubio asintió.
    - Sólo… deja que sea yo quien marque el ritmo. – Pidió. – Como pareces saber tanto…
    - No tanto como crees. Sólo un poquito.

    Free no estuvo seguro de tal afirmación, pero lo que era seguro es que al menos Lui sabía más que él en estos asuntos. Cerró los ojos cuando su piel se erizó desde el instante en el que Lui empezó a mostrar interés en su espalda. El chico besaba esa amplia zona mientras la acariciaba con sus manos, oyendo a Free hacer pequeños gemidos y temblar de esa forma tan adorable.

    - ¿Será que he encontrado una zona erógena? – Preguntó, viendo la confusión en el rostro del rubio que se volvió a girar para mirarle. Esa expresión avergonzada con esas mejillas ruborizadas fue una imagen que Lui supo que no se quitaría de la cabeza.
    - ¿Qué quieres decir?
    - Bueno… - Dejó caer un dulce beso, pasando su lengua por encima de la piel. – Una zona erógena es… un lugar mucho más sensible que te da placer. Creo que encaja muy bien con tu espalda a juzgar por tu cara.
    - Cierra la boca… - Protestó avergonzado.

    Lui echó una risilla antes de continuar. Quería confirmar su teoría. Repartía besos en toda la espalda de Free, tanto en la parte superior como en la central e inferior. Tocaba con sus manos, a veces sólo con las yemas de sus dedos como si quisiera imitar el tacto de una pluma. En ocasiones apretaba un poco, sintiendo esos músculos apretados por la tensión acumulada durante los duros entrenamientos a los que Free se sometía, como si realmente estuviera castigándose a sí mismo.

    Miraba al chico de tanto en tanto al oírle suspirar y apretar las sábanas con sus manos, temblando como una hoja. Era evidente que a este chico nadie nunca le había tocado de esta manera. Y, de la misma forma que ser su primer y único compañero de habitación le hacía sentirse privilegiado por tener un lado especial a su lado, ese sentimiento regresó a él mientras le manoseaba tanto como quería. Free no mostraba tanta resistencia como antes desde el momento en el que parecían haberse puesto de acuerdo. Eso eran buenas noticias para su deseo de hacer lo que fuera necesario para tener toda la atención de Free.

    Le escuchó medio suspirar cuando Lui besó su cuello. Free tuvo que cerrar los ojos, sintiendo a Lui encima de él y cómo desplazaba sus manos hacia su pecho donde el acceso era más difícil al estar tumbado encima de la cama.

    - Estás empezando a sudar, Free – le susurraba Lui cerca del oído. – Me pone mucho escuchar tu voz… - El rubio se percató de que Lui se restregaba contra sus nalgas por alguna razón. Al menos, los calzoncillos blancos que llevaba puestos tapaban su área genital.

    Sin embargo, se puso rojo de la vergüenza cuando notó cómo Lui terminaba de quitarle la ropa interior. No quiso girarse y estar de caras a Lui, pero el chico le obligó a moverse. Free quiso morirse de la vergüenza, viendo cómo Lui acariciaba su pene erecto.

    - Así que yo tenía razón – dijo Lui con una enorme sonrisa de satisfacción. – Te excita que te toquen la espalda. Mmm… es un buen dato a tener en cuenta.
    - No me mires… me da vergüenza. – Free movió las piernas, flexionándolas para intentar cubrirse. Pero no pudo apartar la mano de Lui.
    - No digas eso. Y no cierres las piernas. – Indicó, haciendo que las volviera a abrir a pesar de las dudas del rubio. – No es vergonzoso. Es muy sexy. Nunca pensé que pudieras ser así de erótico, Free~.
    - Ca- calla… - Se estremeció cuando la mano de Lui empezó a masturbarle. – Hg… ¿qué haces ahora? Ah… pa- para…
    - ¿Qué dices? Ahora viene la mejor parte. Relájate, me aseguraré de que no sientas dolor.

    Pero para Free ese no era el principal problema. Se sentía tan expuesto que estaba deseando esconderse y tapar su cuerpo. Claro que le tranquilizaba el hecho de que Lui no fuera a hacerle más daño, pero… ¡él nunca había hecho este tipo de cosas con nadie! ¿Tan difícil era de entender?

    Lui contemplaba la expresión de Free, viéndole dudar y pensar. Una idea se le vino en mente cuando miró aquel pene que seguía pidiendo atención. Algunos recuerdos de su infancia vinieron a su mente, recordando a sus padres hacer cierta clase de cosas que en aquellos años él no fue capaz de entender muy bien… aunque ahora sí al haber crecido.

    Free abrió los ojos cuando sintió la boca de Lui en su pene, comenzando a chuparle. Sus gemidos se hicieron más fuertes. En un acto inconsciente, mantuvo las piernas abiertas y colocó una de sus manos en la cabeza de Lui. Se sentía en las mil maravillas, pero no entendía por qué su cuerpo reaccionaba de esta manera y por qué seguía dándole tanta vergüenza. Pero esa endiablada boca era caliente y húmeda. La lengua de Lui empezaba a volverle loco. Una lengua traviesa que no paraba quieta, tocando cada rincón de su pene.

    - L- Lui… no… no puedo más…

    Lui comprendió esa señal, retirando su boca y masturbando a Free en movimientos rápidos con su mano. Miraba al rubio con atención, viendo cómo ese rostro se llenaba de placer cuando empezó a eyacular. El semen cayó sobre el cuerpo del rubio, manchando su mano que Lui notó pegajosa y caliente. Se rio un poco, mientras Free respiraba agitado.

    - Maravilloso~ - celebró. – Si pudieras ver tu cara… - Estaba precioso con esa expresión, el cuerpo sudando.
    - Ah… qué desastre – dijo al ver lo manchado que había terminado. Entonces, vio que Lui se quitaba sus pantalones y la ropa interior. Aquello llamó su atención. – E- espera… Lui, ¿qué vas a hacer ahora?
    - Es obvio. – Sonrió, acariciando su mejilla con la otra mano para no mancharle la cara con el esperma. – Voy a follarte~. Después de verte tener un orgasmo, ¿en serio piensas que no haría nada más? Me has puesto muy cachondo…

    Free contempló el pene de Lui exigiendo atención. Y en parte sintió miedo. ¿Cómo iba a…? Lui se rio, dándole un pequeño beso mientras desplazaba la mano cubierta de semen hacia el cuerpo de Free, en concreto hacia su ano.

    - Iré despacio, no te preocupes. Tú sólo trata de relajarte tanto como puedas.
    - L- Lui… no me hagas daño…
    - No lo haré. Pero quizá sí te duela un poco, sólo un poquito. – Le daba suaves besos por el cuello y el pecho, moviendo uno de sus dedos en el ano, haciendo movimientos circulares para estimular la zona antes de hacer nada. – Si no te relajas, entonces te hará mucho daño – avisó para que Free lo tuviera claro.

    El rubio asintió, tratando de poner de su parte. Lui no iba con prisas, sino todo lo contrario. Si no veía a Free lo suficientemente tranquilo, él permanecía a la espera, estimulando suavemente su cuerpo. Cuando lo consideró oportuno, usó el semen de Free a modo de lubricante, sabiendo que debía ir con mucho más cuidado. Free cerró los ojos cuando notó ese dedo abrirse paso dentro de su cuerpo. No le gustó nada.

    - D- duele… quítalo… - Pidió
    - Te duele porque estás tenso. Relájate. Hay que dilatar la zona y estimularla. No te preocupes, forma parte del proceso para que podamos seguir.
    - ¿Estás seguro?
    - Sí. – Le miró. – Confía en mí.

    Free accedió, dejando que Lui continuara. Él ya le había dicho que no le haría más daño, y el rubio se aferró a esas palabras. Sabía por qué Lui le estaba haciendo todo esto. La razón por la que se sentía celoso sería porque realmente no le veía como un buen amigo sino… ¿tal vez como algo más?

    El proceso de la preparación fue muy incómodo para Free. Acostumbrarse a los dedos de Lui y posteriormente al movimiento de su mano le tomó tiempo. La parte positiva es que, al ir sin prisas, ambos podían avanzar de forma segura en esto. Lui vio que ya no había dolor en Free ni siquiera usando tres de sus dedos y haciendo distintos movimientos en su cuerpo. Consideró que ya estaba lo suficientemente listo para la siguiente parte.

    Se colocó delante de él, sujetándole las piernas y tocando su pene, usando un poco de saliva para lubricarlo. La próxima vez, se aseguraría de al menos comprar un lubricante decente. Ya tenía la idea clara de que iba a repetir con Free, a quien escuchó gemir cuando Lui se introdujo en su cuerpo de forma lenta y progresiva. Sabía que su pene era un poco más grande que sus dedos, y, tal y como le había prometido a Free antes, estaba permitiendo que fuera él quien marcara el ritmo. Se quedó quieto cuando estuvo completamente dentro y se aseguró de comenzar a moverse una vez que Free le dio luz verde.

    Lui sintió el placer inundar su cuerpo. Si el cuerpo de Free ya era caliente de por sí, estar dentro de él era como meter las manos en el horno. Empezó a tener calor, y realmente creyó que no lo soportaría. ¿Cómo es que un ser humano podía poseer un cuerpo tan caliente? ¿era siquiera normal? No. Puede que Free no fuera precisamente normal, y qué curioso… cuanto más lo pensaba Lui, más le gustaba.

    Empezó a moverse más deprisa, oyendo los gemidos de Free. El chico hasta había empezado a masturbarse a raíz de haberlo aprendido de él. Lui no se lo impidió. Más bien, se dedicó a mirarle y contemplar cada cambio de su rostro. Apretaba esas caderas con sus manos, y de nuevo se acercó para besarle y empezar a dejar marcas sobre ese cuerpo caliente que no hacía más que excitarle y apretarle desde dentro. La sensación era increíble. Y Lui quiso más, moviéndose mucho más rápido, haciendo estocadas más fuertes y oyendo cómo sus cuerpos chocaban.

    Los gemidos de Free se hacían más fuertes. Lui no estuvo muy seguro de qué es lo que ocurría con él, pero tenía la impresión de que es como si llegara al orgasmo, pero… ¿sin eyacular? Era verdaderamente confuso. ¿Se podía hacer eso?

    - Lui… me vuelves loco… - Escuchó a Free hablarle. El susodicho esbozó una sonrisa mientras seguía penetrándole.
    - Gracias por tu halago~. Me alegra ver que lo estás disfrutando…
    - Sigue… no te detengas…
    - A tus órdenes~.

    Y eso fue lo que hizo. Sujetando las caderas de Free, continuó embistiendo. Su pene estaba duro y Lui sabía que no aguantaría mucho más. Pero intentó esforzarse para conseguirlo al ver que Free parecía que quería llegar al final otra vez. ¿Podría alcanzar una segunda eyaculación? Lui tuvo curiosidad al respecto.

    Pero pensar que este chico sería de esta manera en el sexo…

    - ¡¡Lui…!! ¡Ya casi…! – Free alzó la voz. El otro asintió, sintiendo que estaba a punto de eyacular dentro. Intentaba aguantar sólo para darle más placer a Free, pero él tenía un límite.

    Entonces escuchó al rubio gemir mientras se corría de nuevo. Lui le observó mientras todavía se movía, más lentamente, sin embargo. Free temblaba y le llamaba, apretando las sábanas con la única mano libre, teniendo la otra manchada de su propio semen al haber estado masturbándose.

    Fue en ese momento que Lui se sintió con más libertad de penetrar a Free sin tener que preocuparse de eyacular y dejarle a medias. Había visto a sus padres tantas veces, y había visto tantas cosas por Internet gracias al acceso de los móviles, que por eso le resultaba más fácil a Lui, quien cerró sus ojos cuando sintió como si un látigo de placer recorriera su cuerpo. Justo después, empezó a eyacular dentro de Free quien se sorprendió al sentir el esperma en su cuerpo.

    - ¡¿Qué haces?! – Preguntó casi asustado. Lui no podía parar de mover las caderas. - ¡E- espera, espera…! ¡No lo hagas dentro…! Hg…

    Pero ya era tarde. Lui ya lo estaba haciendo. Cuando terminó, dejó de ir moviéndose tras hacer las últimas estocadas. Se quedó quieto, respirando agitado. Free le miraba, como si estuviera escandalizado o algo.

    - ¿Qué? – Le preguntó Lui.
    - ¡Lo has hecho dentro, idiota! – Le recriminó. Lui arqueó una ceja.
    - ¿Y qué? No te va a pasar nada.
    - ¡¿Y tú qué sabes?!
    - No eres una mujer. No es como si pudieras quedarte embarazada de mí siendo hombre. – Pero esbozó una sonrisilla. – Oh, espera, ¿Será que te gustaría tener hijos?
    - No digas tonterías, pedazo de gilipollas. – Le apartó de una patada, cogiendo las sábanas para cubrirse rápidamente. - ¡No te he dicho que pudieras hacerlo dentro! ¡¿Cómo me lo voy a quitar ahora?!
    - Oh, eso es fácil. – Se acercó de nuevo. – Vamos al baño.

    Y entre protestas e insultos, los dos terminaron yendo al baño. Lui estaba más que encantado de no sólo ayudar a Free a limpiarse si no también de seguir descubriendo cosas a su lado. Tenía claro que esta no iba a ser la última vez que follara con él.

    Free era sólo suyo.

    FIN



    Edited by Silence Voice - 16/3/2023, 07:35
  6. .
    ¡Buenas! Yo aquí otra vez. Os juro que esta era la primera obra que quería hacer y que ya tenía planeada para el inicio del reto. Sin embargo, y como diría Gurú Pathik en ATLA: "la vida es complicada". Así que bueno, gracias a que han extendido el plazo me estoy aprovechando para escribir ahora.

    El fandom de Akatsuki No Yona apenas es conocido. Cancelaron el anime, supongo que por falta de presupuesto, y sigo el manga muy de cerca. Precisamente, la pareja de esta obra viene del manga de este fandom. Y es que diablos, el feeling entre ambos no me costó nada verlo (¡¡y es que este manga no sabe ser serio!! Hasta en situaciones serias te saca la risa de la nada). La verdad es que, inesperadamente, empecé a shipear a estos dos porque me encanta verles juntos.

    Nota: Me gustaría avisar que, como en el reto no se especifica nada sobre que los personajes deban mantener relaciones en todos los puntos disponibles para elegir, me he visto con la libertad de hacer algo más tipo fluff. Creo que mi imaginación no es lo suficientemente pervertida para todo. Pero al menos he traído el escrito, ya que ni siquiera tenía la esperanza de acabarlo. Lol.

    QUOTE

    Fandom: Akatsuki No Yona (o Yona Of The Dawn)
    Pareja: Tae-Woo x Yotaka
    Longitud: 5674 palabras
    Advertencias: Ninguna.

    Situaciones escogidas:

    14. Detrás de la máscara. || Uno de los personajes (o ambos) desconoce la identidad del otro.

    Disclaimer: Los personajes no me pertenecen a mí sino a Mizuho Kusanagi.

    Selene_14-03-2023



    Selene



    Después de largos meses de práctica, y también de autodescubrimiento, el momento por fin había llegado. Yotaka estaba nervioso, y más ante la idea que había aceptado realizar: vestirse de mujer. ¿Para qué otra cosa habría entrenado tanto su voz? El mero hecho de acabar aceptando que se había enamorado de otro chico había significado una buena lección tanto para su orgullo como para su obstinación.

    Kouren, una vieja amiga suya, le había invitado a la fiesta que iba a hacer para celebrar la mayoría de edad de Tao, su hermana pequeña. Una de las normas era llevar máscara, algo así como en los carnavales de Venecia, en Italia. Ese país inspiraba a la joven mujer. Para Yotaka era una buena oportunidad. Su plan era estar con Tae-Woo, un muchacho de dieciséis años que formaba parte de una familia numerosa

    Yotaka quería tantear el terreno y averiguar si Tae-Woo tenía ya algún interés romántico. ¿Tendría posibilidades? Bueno, al menos no estaría solo.

    Vistiéndose para la ocasión, la puerta se abrió tras él. Vold, quien siempre vestía de negro y tapaba la mitad de su rostro, venía acompañado de Algira quien llevaba un traje colorido de amarillo y azul. Yotaka puso cara de circunstancia al ver la máscara de gato que Algira usaba. Menos mal que se suponía que las máscaras servían para esconder tu identidad… Parecía que Algira o bien no lo había pillado, o es que directamente pasaba de eso.

    - ¿No podrías dejar tu fanatismo felino ni por un día, Algira? – Preguntó Yotaka cuando el otro saludó. Acomodaba su largo cabello gris en una alta cola de caballo.
    - ¡No, nunca! – Exclamó con su habitual alegría. – Hay que hacer gala.
    - Sí, de tu estupidez. – Soplaba Yotaka, mirándose al espejo en la búsqueda de algún fallo en su vestido blanco.
    - Cállate. No es mi culpa. Kouren no me ha dejado traer a mis preciosos gatos… - Lloriqueaba Algira, acordándose de sus más preciados amigos peludos de cuatro patas.

    Yotaka suspiró. Eso ya le cuadraba más. Kouren era muy exigente cuando se trataba de organizar eventos. Evidentemente, no permitiría mascotas de por medio que pudieran provocar algún problema. Y menos a los gatos de Algira, que eran muy traviesos.

    - No le hagas caso, Yotaka. – Habló Vold con calma. El pobre era una persona muy amable, pero su apariencia oriental y su forma de vestir oscura a menudo le hacían parecer un sicario a sueldo. – Lleva haciendo el drama con eso desde hace ya… bff… ni me acuerdo.
    - ¡Eh! ¡dejad de meteros conmigo! – Protestó Algira, pataleando. – Vosotros no sabéis lo que es tener mascotas.

    Yotaka y Vold intercambiaron miradas a través del espejo. Ni falta les hizo decir algo. Captaron muy bien el mensaje.

    Luego les avisaron de que la fiesta iba a comenzar. Algira se puso feliz y salió de aquel cuarto. La casa de Kouren era enorme e iban a venir muchos invitados, entre los cuales se encontraría Yona y su grupo de amigos. Algira estaba deseando recibirles y darles un abrazo. Por eso se había ido. Vold ni se molestó en regañarle. Era perder el tiempo. Algira era incontrolable a veces.

    En su lugar, se acercó a Yotaka. Su compañero volvía a peinar su sedoso cabello, el cual se esmeraba mucho en cuidar y mantenerlo sano. Para Yotaka, ser bello era importante. No sólo por Tae-Woo. Era más por su propia autoestima.

    - ¿Nervioso? – Preguntó Vold, ligeramente detrás del otro.
    - No. Peor. Estoy hecho un manojo de nervios.

    Vold sonrió debajo de su máscara negra.

    - Tranquilo. Ya verás que todo saldrá bien. – Dijo, poniendo sus manos sobre los hombros de Yotaka para mostrarle su apoyo. – Con ese look ni te va a reconocer.
    - Ya, ¿pero y si no? ¿y si algo falla? El ridículo que haré será recordado por todos durante años…
    - Venga, Yotaka. No seas pesimista. No harás el ridículo. Además, mírate. Luces como una auténtica princesita. – Intentaba animarle, y en parte quitarle esa ansiedad de encima. – Seguro que a Tae-Woo le encantarás. No sabrá quién eres, así que puede que hasta le gustes. – Le hizo un guiño con el ojo, dándole a entender lo que esas palabras significaban.
    - ¿Qué? No sería tan raro si él ya estuviera interesado en alguien más…
    - Bueno, por eso vas a hacer esto, ¿no? Has estado esforzándote mucho estos últimos meses desde que Kouren nos comentó que haría esta fiesta. – Vold pensaba que Yotaka se lo había tomado muy en serio. No le sorprendía, dado lo testarudo que era.

    Yotaka asintió. Vold tenía razón.

    El momento de salir llegó. Yotaka casi se arrepentía de no ser porque Vold estuvo ahí, a su lado. Yotaka respiró profundo y se puso la máscara antes de salir con Vold de la habitación. Aunque su amistad con Vold pasó por momentos realmente malos, ahora Yotaka se alegraba de haberle mantenido en su vida. Porque el chaval ahí estaba, sin juzgarle ni reírse de él por estar haciendo algo así sólo para averiguar si el chico correspondía sus sentimientos.

    El salón que se abrió paso ante ellos era enorme. Les recordó al típico castillo de nobles y doncellas bailando. Pero al menos era todo más moderno. Los tiempos clásicos se habían quedado en el pasado. Había música, un banquete de comida y hasta una enorme mesa con una serie de bebidas vigiladas por un barman que hacía cócteles. Kouren recibía a los invitados, y de mientras, Tao se paseaba avergonzada porque a cada paso que daba recibía felicitaciones y halagos por doquier.

    - Wow, esto es enorme… - Dijo Vold. Yotaka asintió. Los dos miraban por un pasillo superior con vistas al salón.
    - La familia de Kouren es muy rica. Algunas veces he estado aquí. – Comentaba, sabiendo que Vold también conocía esos datos.
    - Si uno no tiene cuidado, perderse en esta mansión es pan comido.
    - Hablando de pan comido. – Yotaka señaló hacia la parte del banquete. – Parece que Algira está achuchando a uno de los amigos de Yona.
    - Oh, ese debe de ser Zeno. Es un tipo de lo más glotón. Por mucho que come, no engorda ni un gramo.

    Eso fue sorprendente para Yotaka. Sin embargo, se puso nervioso cuando se sintió observado. Parecía que la gente había dado con su presencia y empezaban a chismorrear. Por un momento, Yotaka pensó que le había robado el protagonismo a Tao. Y eso casi le hacía entrar en pánico de no ser porque el novio de Yona, Hak, de alguna manera había distraído a la gente. Yotaka respiró aliviado, aunque retrocedió para tocar la pared con su espalda al descubierto.

    - Sinceramente, ahora sí que pareces una dama en apuros.
    - Cállate, Vold. Idiota…

    Eso le hizo reír al otro. Pero se acercó a Yotaka y le ofreció su brazo.

    - Si lo que necesitas es una introducción a la fiesta, déjame ayudarte con esa tarea. – Le comentó con una sonrisa que se escondía debajo de su máscara. Era lo único que usaba en el rostro, y, aunque ponía en duda la norma que Kouren había establecido, para Vold era igual de válida. No dejaba de ser una máscara, ¿cierto?
    - ¿Estás seguro?
    - Claro. Así llamarás menos la atención, y será más cortés de nuestra parte que quedarnos aquí como dos imbéciles mirando, lo cual… no era tu plan, ¿no es así?

    Yotaka asintió y aceptó la oferta de Vold. Se acercó a él para sujetarle del brazo, como si realmente fueran una parejita. Yotaka sentía que su orgullo se sentía herido por un acto como ese, pero Vold lo hacía por él, para ayudarle a él. Ya era mucho de su parte, teniendo en cuenta que no sacaba ningún beneficio a cambio.

    Vold saludaba a la gente. Algunos se reían por llevar el aspecto de siempre, con esa máscara de todos los días. Kouren lo vio desde lejos y resopló, un poco molesta. Sin embargo, lo dejó pasar. Vold era un amigo de confianza. El muchacho presentaba a Yotaka con un nombre falso. El propio Yotaka parecía una mujer de verdad. O al menos la gente creía que realmente lo era, sin sospechar de su identidad. Algunas veces, Yotaka apretaba el brazo de Vold cuando entraba en tensión. De forma casual pero sutil, Vold hacía palmaditas en la mano de Yotaka para tranquilizarle.

    Lo único que la gente comprendió por su cuenta es que Vold tenía novia.

    - Oh, Vold. Me alegra mucho verte en la fiesta.
    - Yona, querida. Cuánto tiempo.

    Fue un saludo con un abrazo. Entonces, Yona se fijó en Yotaka, sin reconocerle porque tampoco había tenido contacto con él previamente. Vold se dio cuenta e hizo un ademán.

    - Yona, ella es Selene. Selene, ella es Yona – miró a Yotaka para que entendiera un poco la situación y pusiera de su parte. – Es una amiga que conocí hace tiempo.
    - Mucho gusto – Yotaka se puso nervioso, pensando en que tal vez Yona notaría su entrenada voz. Pero la joven de pelo rojo sonrió y le estrechó la mano para ser cortés.
    - El gusto es mío, Selene. – Dijo ella, pasando su atención a Vold. – Es muy guapa. ¿Sois…? – Los señaló.

    Entre ellos se miraron y Yotaka rápidamente movió sus manos de un lado a otro de una forma un tanto frenética. Fue un gesto que a Yona le dio mucha gracia. Supuso que Selene sería una chica algo tímida.

    - No, no, no. – Negaba Yotaka. – Somos… - miró a Vold, sin saber bien cómo terminar la frase.
    - Somos compañeros. Sí, eso – asintió, más para convencerse a sí mismo que para sonar realmente convincente con Yona. Yotaka puso cara de póker cuando le escuchó.
    - Así que compañeros – Yona inclinó un poco la cabeza, tapándose ligeramente la boca con la mano. – Jae-Ha suele decir mucho ese tipo de cosas.

    Para Vold y para Yotaka fue como recibir un jarrón de agua fría. Conocían a Jae-Ha, que llevaba una de las mejores cafeterías de la ciudad. El tipo era muy coqueto, y tenía fama de decir muchas cosas con doble sentido, aunque fuera una persona encantadora. La gente disfrutaba mucho de pasar el rato en su local gracias a sus buenos productos que cambiaban según la temporada.

    - ¿Qué pasa, Yona? – Hak se acercó. Iba vestido de negro y azul oscuro. La máscara no le hacía irreconocible en su caso, y además, tampoco es que le favoreciera mucho. – Oh, Vold – saludó, alzando la mano. – Dios tío, cuánto tiempo.
    - Hola, Hak. – Se acercó para estrecharle la mano como el buen colega suyo que era. - Vaya, tú tan inconfundible como siempre eh.
    - Mira quien habla. ¿Alguna vez has pensado en cambiar tu outfit, cabrón? Pareces un asesino a sueldo.
    - Ha, ha, ha. Qué exagerado. Yo jamás mataría.

    Los ojos afilados de Hak pasaron a estar sobre Yotaka, que sintió un escalofrío. Hak podía ser bastante intimidante. Yotaka tenía la sensación de que ese tipo podría descubrirle en un abrir y cerrar de ojos… nunca mejor dicho.

    Pero se quedó helado al escucharle:

    - Al final te has negociado una buena novia. Ya era hora.
    - ¿Cómo que “negociado”? – Preguntó Vold, sospechando. – Deja de mirarme como si fuera un asesino o un tipo tan despreciable. Sólo soy un humilde trabajador de tiempo parcial.
    - Mira, uno como tú, Hak – se rio Jae-ha que se acercó. – Este también trabaja a tiempo parcial de repartidor.
    - Cállate, ojos caídos.
    - Oh venga, venga. No te ofendas. Todo trabajo es digno. – Sonrió, acercándose a Yotaka para coger su mano. - ¿Quién es esta bella dama? No me suena de nada.

    El grupo miró a Jae-Ha con rostro de circunstancia. Sobre todo Vold. Parecía que Yotaka llamaba la atención sólo por su aspecto. Era lógico. Con un pelo tan largo como el suyo, y un vestido así de blanco… lo raro sería que la gente no se fijara en su persona.

    - Pareces la mismísima luna. – Jae-Ha miraba a quien él creía que era una dama de belleza indescriptible.
    - Es Selene. – Se acercó Yona. – Es un poco tímida.
    - ¿Ya has oído, ojos caídos? Deja de acosarla.
    - ¡Eh! ¡No es acoso! ¡Es admiración! – Protestaba Jae-Ha. – Ah, estos jóvenes de hoy en día son tan ofensivos… - Dramatizó.

    Yotaka apartó la mano. ¿Qué pasaba con estas personas? Parecían unos fenómenos, en el sentido más excéntrico de la palabra. El tipo de cabello verde tenía toda la pinta de que le iba bastante el rollo masoquista por cómo Hak le estaba hablando. Era bastante evidente.

    - De todos modos, Jae-Ha – dijo Yona. - ¿No ibas a vigilar a Zeno? A este paso se puede zampar él solito toda la comida que hay.
    - Ah, no te preocupes por él. Estará bien sin mí un ratito.
    - Como te escaqueas. – Dijo Hak. – Ve y haz tu trabajo.
    - ¿Qué? no soy una niñera. Zeno es mayor que tú, por cierto. – Señaló a Hak.
    - Eh, venga. No empecéis con el tema – Yona sonrió un poco incómoda. – Sabéis que a Zeno no le gusta que habléis de esto.

    Los dos le miraron y asintieron, dejando el asunto como los buenos amigos que eran. Yotaka tenía un tic nervioso en la ceja. Este grupo… ya en serio, ¿de dónde demonios habían salido?

    La fiesta siguió sin muchos percances. Sólo algún que otro se salió de madre haciendo algo de escándalo. Vold fue a por algo de comer, de modo que Yotaka se apartó para no estar en medio de parejas bailando al tranquilo ritmo de la música. Después del jaleo de antes, era mejor bajar un poco los humos. Tenía una copa de licor en la mano, viendo a la gente pasarlo bien y disfrutarlo. Aunque el grupo de Yona era bastante llamativo. Pero pensar que le habían tomado por la novia “negociada” de Vold… si es que ese idiota se lo tenía merecido por ir con semejantes pintas a todos lados. Luego se quejaba de que la gente le tomaba por un sicario. Lo raro es que no lo hicieran.

    - ¿Estás sola? – Escuchó a alguien. Cuando giró la cabeza, Yotaka no pudo sorprenderse más. Reconoció a Tae-Woo en ese mismo instante, gracias a que seguía usando esa cinta delgada en la frente hecha de trenza de cuero con un par de plumas en el lado derecho.
    - Huh, sí… - De nuevo tuvo que fingir con su voz. Estuvo a punto de preguntar algo tan absurdo como su nombre para disimular, hasta que no creyó que eso fuera conveniente. - ¿Qué hace un chico como tú fuera de la pista?
    - Me han obligado a venir. – Se encogió de hombros. Eso llamó la atención de Yotaka. – Ayame dice que así encontraría novia. Pf.
    - Ya… hay mucha presión para ese tipo de cosas, eh.
    - Y que lo digas. – Tae-Woo se quedó a su lado, más fresco que una lechuga. Lucía cómodo, como con pocas ganas de estar entre el gentío.

    Hubo silencio entre ellos. Sólo la música les acompañó… y bueno, la gente, sí. Yotaka se fijó en Tae-Woo. Usaba un traje marrón y blanco que le quedaba bien. Y esa máscara oscura hacía destacar sus ojos azules. El chico sabía vestirse o, ¿quizá le ayudaron? Si hasta había dicho que le habían obligado a venir.

    - Esa tal Ayame… - Habló Yotaka. - ¿Es una amiga?
    - Es como una hermana en mi familia. Somos muy numerosos, y algunos somos adoptados. – Se encogió de hombros, tomándoselo con naturalidad. – Mi abuelo está deseando que me case y que tenga hijos. Ese viejo vive en el siglo pasado.

    Yotaka casi escupía de la risa. Se lo podía imaginar. Tae-Woo se fijó en “ella” con las manos a cada lado de su cuerpo. Su lenguaje corporal era abierto y receptivo. Había sido un consejo de las mujeres de su familia, para que la gente se sintiera más cómoda a su alrededor en situaciones como estas.

    - ¿Y tú? – Preguntó el chico. - ¿Has venido con alguien?
    - Bu- bueno… con un amigo. – Se acordó de Vold y el esfuerzo que estaba haciendo para que él pudiera tener una oportunidad como esta.
    - ¿Y te ha dejado sola? Es un poco desconsiderado de su parte – Tae-Woo puso sus manos detrás de su cabeza, en un gesto despreocupado muy característico de él. Eso también escondía su lado más serio.
    - Lleva mucho tiempo sin ver a sus colegas, así que se está tomando su tiempo.

    Tae-Woo le miró, sin saber qué pensar al respecto. Algo en esta mujer se le hacía familiar, sobre todo ese pelo. Tenía la sensación de que lo había visto en alguna parte, ¿pero dónde? Dirigió de nuevo su atención a la pista de baile. Sentía que si miraba demasiado a esta joven mujer, ella podría tomárselo como algo maleducado de su parte. No era plan de hacer tal revisión visual.

    - ¿Te apetecería bailar conmigo?

    Yotaka casi escupía cuando escuchó esa oferta. Puso su mano sobre su boca para evitar tal accidente, mirando a Tae-Woo, quien le miró de vuelta a ella. Hubo un silencio por parte de ambos. Yotaka pensaba si había escuchado bien, o sería cosa de su mente jugándole una mala pasada.

    - ¿Perdón? – Necesitó preguntar. - ¿Tú quieres… bailar conmigo?
    - Sí, ¿por qué? – Tae-Woo alzó una ceja. Esto era desconcertante. Parecía como si fuera la primera vez que a esta mujer la invitaban a algo como esto. – Lo siento, tal vez sea incómodo pa…
    - ¡No, está bien! – Le interrumpió, sorprendiéndole. Dejó la copa sobre una mesa cercana, acercándose a él. Se había puesto nervioso. – Tampoco tengo nada que hacer.

    Tae-Woo intentaba entender esta situación, aunque tampoco le dio muchas vueltas. Cogió la mano de Yotaka sin saber que era realmente él, y caminó a su lado hacia la pista de baile. Claro que Yotaka también había hecho sesiones de baile, intuyendo que algo así pasaría. Menos mal que no se había equivocado, si no sería bochornoso. Pero tener tan cerca a Tae-Woo hacía que se pusiera muy nervioso. Y era peor cuando pensaba que Tae-Woo podría darse cuenta de ello y sospechar.

    La música era tranquila. A lo lejos, Yotaka vio a Vold hablando con la persona que se ocupaba de cambiar la música. Y el muy cabrón le miró directamente desde ahí. ¡Vold lo estaba haciendo intencionadamente! Se puso rojo de la vergüenza cuando notó cómo Tae-Woo rodeaba su cadera con un brazo. Aunque el chico era un par de años más pequeño que él, le igualaba en altura. No tenía que bajar la cabeza para mirarle ni nada por el estilo.

    Estar tan cerca hizo que Tae-Woo percibiera el perfume de la chica con la que bailaba. Seguía teniendo esa sensación familiar encima que no se iba ni a tiros. Él conocía ese cabello gris tan sedoso, brillante y bien cuidado. Parecía la melena de un león. Una melena esponjosa y agradable. Todo era bastante familiar para él y continuaba con esa sensación de que no era la primera vez que se cruzaba con esta persona. Pero a él no le sonaba de haber visto a una mujer así antes.

    Sin embargo, el que no hubiera mucha distancia física y que ese vestido blanco no tapara la espalda de la joven eran cosas que distraían la mente de Tae-Woo, quien sentía esa suave piel debajo de su mano. Una piel nívea y cálida. Tuvo que apartarse y centrarse.

    - ¿Sucede algo? – Tuvo que preguntar Yotaka con esa voz entrenada para que no descubrieran su identidad.
    - Lo siento, necesito despejarme un poco. – Tae-Woo apartó la mirada y también sus manos.

    Antes de que Yotaka pudiera decir algo, vio a Tae-Woo alejarse y perderse entre las personas del alrededor. Aquello le dejó confundido. ¿Qué había pasado? Justo Vold se acercaba para responderse a esa misma pregunta.

    - ¿Qué ha ocurrido? – Miró a Yotaka. - ¿Le has dicho algo?
    - ¿Yo? Qué va. Simplemente… se ha ido – se encogió de hombros. Se sintió preocupado. - ¿Será que he hecho algo y se ha ido por mi culpa?
    - A saber. Hak me habló antes del chaval – Vold miraba a la gente, buscando al susodicho. Sin éxito. Demasiada gente.
    - ¿Qué te dijo? – Yotaka tuvo curiosidad. Recordaba que Tae-Woo le había mencionado más de una vez asuntos personales de su vida.
    - En su familia le tienen muy agobiado. Ya sabes, lo típico – comentaba Vold. – Sólo porque ha nacido hombre tiene que cumplir con las expectativas de su familia. Un asco todo, sinceramente.

    Yotaka se puso serio. La verdad, es que conocía bastante los problemas que Tae-Woo arrastraba. Al pobre le cargaban con muchas responsabilidades y era consciente de que el chico estaba muy harto de todo. Por mucho que Tae-Woo adorase a su familia, seguía siendo humano y seguía siendo sólo un chico de dieciséis años. Yotaka creyó que sería cosa del abuelo de la familia.

    - Voy a hablar con él.
    - No, espera. – Vold le sujetó del brazo antes de que Yotaka pudiera irse. - ¿Qué tienes planeado hacer? No olvides tu objetivo.
    - Ya lo sé, pero siempre que Tae-Woo se ha sentido mal… - Yotaka miró a otra parte. – De alguna manera consigo animarle, aunque sea un poco.
    - ¿Qué harás si te descubre?
    - Eso ahora es lo de menos. Ya veré.

    Yotaka se soltó de él, en parte porque Vold no quiso obligarle a permanecer en la pista de baile. Le pareció correcto dejar que su amigo fuera a hablar con Tae-Woo, a fin de cuentas, lo que Yotaka quería era el bienestar de ese chico. Si las cosas salían mal… bueno, Vold sabía que apoyaría a Yotaka.

    - ¿Vold? – Escuchó que le llamaban y, al girarse, vio a Tao, la hermana pequeña de Kouren. El vestidito que usaba le quedaba bien. Ella siempre iba mona a todas partes.
    - Oh, hola señorita Tao – no le pareció oportuno llamarla por su nombre a secas entre tantas personas, teniendo en cuenta que la familia de la chica tenía un alto estatus social.
    - Pensaba que vendrías a saludarme por tu cuenta, pero como no lo has hecho… - Esbozó una pequeña sonrisa.
    - Lo siento, es que… estoy ayudando a alguien con un asunto. No la ignoraría así como así.

    Ella asintió, extendiendo su mano para coger la suya.

    - ¿Bailas conmigo, Vold? – Preguntó. En ese momento, Vold agradeció llevar siempre la máscara porque su cara se había puesto colorada.
    - Me encantaría. – Asintió, aceptando su oferta.

    Desde la distancia, Kouren miraba a su hermana disfrutar de la fiesta que había organizado para ella. Esbozó una sonrisa, contenta de ver a Tao feliz. Y feliz de bailar con Vold, quien era como de la familia. Neguro estaba a su lado, viendo lo que pasaba.

    - Lady Kouren – la llamó. – Acerca de la señorita Tao…
    - No te preocupes. – Dijo con tranquilidad. – Vold lleva tiempo enamorado de ella.
    - ¿Y estás de acuerdo con eso?
    - Vold ha probado ser confiable en muchas ocasiones. Sé que Tao es su mayor prioridad. ¿No confías en él, Neguro?
    - No es eso. Sólo… quiero lo mejor para su hermana.

    La expresión de Kouren denotó confianza y mucha calma. Por esa razón, Neguro no dudaba.

    - Puede que no lo parezca, pero… - Kouren se fijó en Tao. – Ella es mucho más prudente que yo. No te preocupes por ella. Tao sabe leer muy bien a las personas. – Se rio un poco. – Además, está coladita por Vold. Esos dos parecen unos tortolitos tanteando el terreno de esa forma.

    La risilla de Kouren contagió a Neguro, quien también terminó riendo.

    Por otra parte, Yotaka terminó llegando a una terraza de las tantas que había en la mansión de Kouren y su familia. Allí vio a Tae-Woo apoyándose en el borde, contemplando el oscuro paisaje con esa luna iluminando desde el alto firmamento. Yotaka se sintió aliviado, parecía que Tae-Woo estaba bien, pero prefería comprobar hasta qué punto.

    Cerró la puerta tras de sí antes de acercarse, guardando una distancia segura para respetar el espacio de Tae-Woo, quien le vio llegar.

    - Oh, tú de nuevo. – Dijo el chico.
    - Quería ver… si estabas bien.

    Tae-Woo parpadeó y esbozó una pequeña sonrisa.

    - Gracias, es muy amable de tu parte. – Hizo una pequeña reverencia ante un gesto como ese. – No te preocupes. Sólo quería tomar aire fresco.
    - ¿Seguro? Puedes… contar conmigo si necesitas hablar de algo. – Se acercó a Tae-Woo, quien apartó su vista de “ella”. Estando solos, Yotaka se sentía más libre de actuar sin tantas miradas encima.
    - No quiero agobiarte con mis problemas. – Contestó. – O sea, quiero decir… agradezco mucho tu preocupación, pero en serio, tengo que ser yo el que aprenda a lidiar con mi vida.
    - ¿Tan malo es que no quieres contármelo?

    Tae-Woo se quedó en silencio. Por un momento, no supo qué decir. Esta chica… ¿por qué insistía tanto? Cada vez que la miraba, otra persona se le venía a la mente. Pero tenía toda la pinta de que él no estaba aquí. Y eso en parte le apenaba. Y también le recordaba que jamás podría cumplir los buenos propósitos que su abuelo tenía sobre él. Eso le hacía sentirse distinto en la familia. La oveja negra. El alienígena. Su familia era muy tradicional, y aunque no especialmente cerrada. Sin embargo, a Tae-Woo le preocupaba que, por sus gustos, pudiera ser rechazado por su gente. ¿Qué haría si eso pasaba?

    Echó un pesado suspiro, mirando de nuevo el paisaje.

    - Escucha… eres una mujer muy guapa y tal, pero – y ahí se sintió incómodo, haciendo una pausa. – Tengo la impresión de que tienes algún tipo de interés en mí.
    - Lo siento, ¿te molesta? – Fue una forma de reconocerlo, aunque Yotaka estaba viendo que la oportunidad de ver si Tae-Woo tenía los ojos puestos en alguien se le acababa de presentar.

    Tae-Woo no respondió. Al menos no de forma inmediata. Yotaka, bajo el nombre de Selene y ese outfit, esperó pacientemente. Y es que, precisamente, ser paciente no era su punto fuerte. A lo mejor eso hacía que la gente no le reconociera.

    - A mí… ya me gusta alguien más. – Confesó el chico con una cara más seria. No mentía. – Pero no ha venido.
    - ¿Cómo lo sabes? A lo mejor sólo está esperando el momento de saludarte… o algo.
    - No. Si hubiese venido le habría visto. Ese tipo no es la clase de persona que pueda pasar desapercibida con su aspecto.
    - ¿Huh? ¿”Ese tipo”? – Inquirió, bastante sorprendido. Tae-Woo asintió.
    - Se parece a ti con ese pelo y esa piel.

    Yotaka se quedó en silencio. Sin que Tae-Woo lo supiera, es como si se lo estuviera diciendo todo. Y por eso se sonrojó y se puso más nervioso. Recordó lo que Vold le dijo acerca de su identidad, pero, ¿valía la pena mantenerla en este punto?

    - Incómodo, ¿verdad? – Habló Tae-Woo al notar el silencio. – Así que, si quieres…
    - Tae-Woo.

    El chico abrió los ojos cuando escuchó esa voz. Miró hacia la mujer, creyendo por un instante que fue su imaginación. Pero nada más lejos de la realidad. Descubrió a Yotaka cuando éste se quitó la máscara. Se quedó helado y sin saber qué hacer. Había sido tan tonto como para creer que había estado con una mujer todo este tiempo, y en ningún momento sospechó. Esa voz femenina había sido la clave, y era lo que más desconcertado le tenía ahora.

    - Yo… ¿Yotaka? – Parpadeó, acercándose a él sin pensárselo. El otro asintió. – Pero… ¿qué diablos…?
    - Debes estar haciéndote un montón de preguntas.
    - ¡Pues claro que sí! ¡¿Qué porras…?! ¡Este vestido, el maquillaje…! En fin… ¡todo! – Decía bastante acelerado por su confusión. - ¿Has estado jugando conmigo todo este tiempo?
    - No. Nunca haría algo tan mezquino.
    - ¿Entonces? – Tae-Woo buscaba una explicación, poniendo sus manos en su cadera.
    - Yo… quería ver si tú… - Yotaka sentía que su vergüenza se apoderaba de él y al final se quedó callado mientras su cara se ponía colorada.

    Para ambos fue quizá el silencio más incómodo de su vida. Tae-Woo no hacía más que cuestionarse cosas, y Yotaka no sabía cómo explicarse. Al menos, Tae-Woo no estaba enfadado. De hecho, Yotaka alzó la cabeza cuando sintió las manos de Tae-Woo en sus mejillas, alzando su rostro. Estaba tan cerca…

    - Yotaka, ¿acaso tú…? – Pero parecía que el propio Tae-Woo había atado hilos. - ¿Estabas celoso o algo? – Y es que el chico se acordó cuando preguntó por Ayame.
    - No, yo sólo… quería saber si tenías algún interés hacia alguien. Ya sabes… algo romántico.

    Tae-Woo abrió sus ojos por la sorpresa. Parecía que hoy sólo iba a llevarse eso, muchas sorpresas. Aunque de mientras, disfrutaba de ver a Yotaka vestido de mujer. Quizá iba demasiado blanco para su gusto. Pero estaba guapo.

    - ¿Por qué querías saber algo como eso? – Inquirió. - ¿No te habría sido más fácil preguntármelo directamente?
    - ¡¿Cómo querías que hiciera algo tan vergonzoso?! ¡¿Eres idiota?!

    Pero el chico veía esa cara roja como un tomate, cuando debería ser él quien tuviera que estar así por haber dicho lo que dijo hacía unos momentos atrás, antes de saber que Selene era Yotaka.

    Veía al otro en cierta tensión por el bochorno. Tae-Woo sonrió y cogió a Yotaka de las manos.

    - ¿Puede que tú… sientas lo mismo que yo, Yotaka? – Preguntó Tae-Woo con una pequeña sonrisa. El contrario entrecerró la mirada y se limitó a asentir con la cabeza. Eso hizo que Tae-Woo se riera un poco por la ternura. – Vaya, ahora entiendo por qué no me has preguntado eso antes…
    - Te habrías dado cuenta…
    - Sí, es verdad. – Porque era lo que acababa de pasar.

    Entonces, ambos se miraron y se preguntaron lo mismo: ¿qué es lo que tocaba hacer?

    Yotaka estaba más nervioso que Tae-Woo, quien por lo contrario se había calmado. Y es que ahora se sentía feliz. Yotaka estaba en la fiesta, y no era la mujer que él creyó que era. Y por tonto había confesado. Bueno, ese parecía haber sido el plan de Yotaka o es lo que en parte había comprendido Tae-Woo por cuenta propia.

    - Tae-Woo – reaccionó cuando Yotaka le llamó. No había rechazado el contacto con sus manos. – No quiero meterte en problemas con tu familia por mi culpa.
    - ¿Eh? ¿Qué estás diciendo ahora, Yotaka? – Arqueó una ceja.
    - Sé que quieres a tu gente, es lo más natural del mundo. Pero… si estar conmigo puede significar que tú estés mal con tu familia, entonces…
    - Eh, eh. Para el carro. – Le dijo, interrumpiéndole al zarandear un poco sus manos. – Tú jamás serás la causa por la que yo tenga jaleo con mi familia. Ellos… sólo son tradicionales, pero no son tan cerrados de mente como crees. A lo mejor sólo van a necesitar un poco de tiempo para acostumbrarse. – Explicó seriamente, pero con calma. – Incluso en el caso contrario, no estaría dispuesto a dejarte ir. – Yotaka se sorprendió al oírle decir eso. – Mis sentimientos no van a cambiar, le pese a quien le pese. Y sí, seré un crío de dieciséis años, pero mi edad no define cómo es mi mente. Así que olvídate de esas ideas, Yotaka. Tú no serás nunca el problema.

    Aquello le dejó sin habla, pero a Yotaka le hizo infinitamente feliz. Tae-Woo tampoco esperaba de él grandes palabras o algo del estilo. Con que lo tuviera claro era suficiente, y si quería compartir lo que fuera con él, Tae-Woo le daría toda su atención.

    - Me siento como… un payaso por haber hecho todo este paripé…

    Tae-Woo miró a Yotaka de arriba abajo en un repaso visual. Se sintió más libre para hacerlo, sobre todo después de haber confesado sus sentimientos. Se rio un poco.

    - Tonterías. Estás precioso.
    - ¿Tú crees? – Las mejillas de Yotaka volvieron a encenderse como un semáforo en rojo.
    - Ya lo creo. ¿Quién te ha ayudado a vestirte así?
    - Ah… La… señorita Tao.
    - Oh, la protagonista de la fiesta. Con razón estás tan mono.
    - Por favor, no sigas… - Movió su mano derecha para taparse la cara. Tae-Woo se rio.
    - ¿Estás seguro? – Preguntó, acercándose. Yotaka dudó. – Si quisieras… podría besarte.

    Yotaka miró a otra parte un momento, poniéndose todavía más rojo la vergüenza. Eso le hacía gracia a Tae-Woo. Necesitó un poco de tiempo para ser capaz de mirarle de nuevo.

    - Sólo un beso. Nada más.
    - Nada más. Vale. – Asintió, conforme. - ¿Qué? ¿pensabas en algo más?
    - ¡Cállate!

    Tae-Woo se rio. Menuda forma de confirmarlo.

    Entonces se aproximó a Yotaka, rodeando su cuerpo para besarle. Fue un beso firme por su parte, aunque poco insistente sabiendo que tenía que respetar a Yotaka y dejar que se acostumbrara. Tener las manos de él sobre sus hombros le indicaba a Tae-Woo que todavía no era un terreno demasiado seguro para su persona. Pero al menos no le rechazó.

    Le miró al separarse, y sonrió. De alguna manera, Yotaka lucía más feliz. Le brillaban los ojos. Tae-Woo se agachó para coger la máscara que se le había caído a Yotaka y se la dio.

    - ¿Te apetece comer algo? Empiezo a tener hambre.
    - Sí, yo también. – Aceptó la máscara. - ¿Crees que debería seguir llevándola puesta?
    - Eso si quieres que la gente te vea así vestido sabiendo que eres tú. O puedes ir a cambiarte de ropa.

    Yotaka se lo planteó.

    - Será más cómodo si me cambio… así podré comer tranquilo.
    - ¿Querrás mi ayuda?
    - No… - Le entró la vergüenza de golpe. – No estoy preparado para que me veas desnudo…
    - Vale – se rio al haberle escuchado. – Me quedaré fuera del cuarto si te cambias por alguna de las habitaciones de este sitio.

    El otro asintió y entraron dentro de nuevo. Yotaka se puso la máscara, y buscó a Vold para pedirle ayuda. La iba a necesitar…

    FIN

  7. .
    Helou! La verdad es que no tenía nada claro participar en el reto, peeeeeeeeeeeeeeeeeeeero... Internet es muy traicionero y uno se encuentra cosas muy subidas de tono muy a lo random será que el universo quiere que no abandone el arte del sexo, así que gracias a eso he tenido una idea y bueno, aprovechando que han extendido el plazo del reto, ¡pues aquí me tenéis!

    Tampoco tenía muy clara la situación que podía escribir sobre esta pareja porque es que son tan... hot&horny que es que prácticamente todo les sienta bien. Entonces me acordé de que Free (el rubio de la foto) es muy exhibicionista y buah, la idea vino sola, pero del tirón. Así que, aquí me tenéis.

    Me gustaría avisar que hace mucho que no escribo, y MENOS una obra de +18. Así que espero que os guste. No me he alargado ni nada como solía hacer en otros retos pasados. Aquí he venido muy directamente al grano, sólo un poquito de contexto y ale, ¡a disfrutar! Y nunca mejor dicho ~~

    QUOTE

    Fandom: Beyblade Burst
    Pareja: Free De La Hoya x Lui Shirosagi | FRUI
    Longitud: 3419 palabras
    Advertencias: lenguaje soez, insultos.

    Situaciones escogidas:

    1. Háblame sucio || Uso de lenguaje soez y otras provocaciones verbales. l SECUNDARIA
    15. Déjame un recuerdo || Los personajes marcan indiscriminadamente el cuerpo del otro con mordidas, azotes y chupones. l SECUNDARIA
    28. ¿A qué piso? || Los personajes mantienen relaciones al interior de un elevador. l PRINCIPAL

    Disclaimer: Los personajes no me pertenecen a mí sino a Hiro Morita.

    Horny_Boy__Frui__13-03-2023



    Horny Bad Boy



    El festival en Japón se había parado de sopetón por la inesperada llegada de la lluvia. Habían tenido que salir corriendo para refugiarse del trombón de agua que estaba cayendo, y, aun así, acabaron empapados hasta las botas. Nunca mejor dicho. Estaban en la entrada de un hotel bastante elegante, aunque humilde. Según la publicidad del lugar, hasta aguas termales tenían. Eso era una marca de la casa muy propia de Japón. Los habitantes de este país no podían vivir sin sus aguas termales. Hacía algo de frío, y ninguno llevaba un abrigo encima. ¡Qué porras! ¡Si anunciaron buen tiempo! Este tipo de cosas le daban mucha rabia a Lui, quien se estaba acomodando el cabello, intentando quitar el agua sobrante que bajaba hacia su rostro.

    - Qué fastidio – se quejaba. – Mira que llover precisamente ahora.
    - Es verdad. Nuestra cita va a tener que esperar a otro día. – Free, su novio, se encontraba a su lado viendo el cielo cubierto de un manto de nubes negras. – Está cayendo con ganas, eh.
    - Ja, ja. No tiene gracia.
    - Vaya, no lo sabía – respondió con sarcasmo el rubio. - ¿Y bien? ¿Qué hacemos? – Miró a Lui, buscando soluciones. Free no era japonés, y apenas había pasado tiempo en Tokio. - ¿Alguna idea?

    Lui se dio media vuelta, para mirar detrás de él. Lo único que tenían disponible era entrar en este hotel. Tampoco es que tuviera mala pinta. Y no les faltaba dinero, sino todo lo contrario. Free parecía estar entendiendo lo que a Lui se le pasaba por la cabeza.

    - Siempre podemos reservar una habitación para un par de días – soltó el rubio de forma despreocupada, como dejándolo caer de manera casual.
    - Será mejor que estar aquí pillando frío. No me apetece pillar un resfriado. – Gruñía Lui, decidido a entrar.

    Free sonrió y le siguió el paso. La recepción era agradable, de luces blancas con asientos en distintos puntos de la enorme sala donde había un par de ascensores: el que subía y el que bajaba. También había indicaciones de las salas comunes como los sitios de ocio tales como el gimnasio y la piscina climatizada, así como para quienes preferían un baño en las aguas termales, protegido por un techo de cristal. La verdad, es que era un buen sitio. Hasta suerte habían tenido de venir a parar aquí.

    Lui reservó una habitación, así que les tocó subir en el ascensor. Free vio que su novio se tocaba el brazo para intentar darse calor. No es que él estuviera muy diferente.

    - Si quieres podemos ducharnos juntos con agua caliente. – Free rompió el silencio, sorprendiendo a Lui que evitó mirarle directamente por razones obvias.
    - No esta vez.
    - Oh, vaya. ¿Por qué no? – Protestó con un tono infantil de los suyos. – Si te encanta.
    - La última vez no salimos en dos malditas horas, Free.
    - Bueno, ¿y qué? Somos una pareja calentita~
    - Maldita sea… - Murmuró, poniéndose rojo de la vergüenza.

    Entonces, se encontró atrapado entre la pared metálica del ascensor y el cuerpo de Free. El rubio le acababa de acorralar sin ton ni son. Lui le miraba, intuyendo lo que a su chico se le pudiera estar pasando por esa calenturienta mente.

    - ¿Qué? No me digas que no tienes ganas…
    - Free, ni se te ocurra. – Dijo, cogiendo su muñeca para frenarle. – Aquí no.
    - Bueno, puedo darte a elegir… - Inclinó la cabeza en un gesto muy habitual suyo con esa sonrisilla de travieso que se le ponía y que Lui conocía demasiado bien. El chaval ya estaba planeando algo. – Puedo follarte aquí o… puedo follarte delante de la ventana de la habitación. ¿Qué es mejor para ti, Lui?

    Lui sintió cómo su cara se enrojecía como un semáforo. Ahí estaba de nuevo la faceta exhibicionista de Free. No fallaba. Por alguna razón, a su novio le encantaba la idea de no sólo tomar riesgos a la hora de tener sexo si no también le excitaba el que le pudieran mirar. Free siempre se deleitaba con las reacciones de las otras personas, y a veces flirteaba con gente que era más cercana a él. Lui ya estaba acostumbrado. Era algo que tenían hablado en su relación: no había exclusividad sexual entre ellos, y siempre podían tener otras parejas siempre y cuando eso les hiciera sentir bien y lo comunicaran al otro.

    - Deja de pensar con el pene, Free – protestaba Lui, mirando a otra parte. El aludido sólo esbozó una sonrisa.
    - Vaya, Lui… ¿te da miedo? Pobrecito. – Acarició la mejilla del que era más bajito que él, aunque fueran sólo cinco centímetros como mucho.
    - ¡No me da miedo, pero no me gusta! ¡Yo no soy un exhibicionista como tú!
    - Oye, ni que fuera algo malo.

    Lui ya se había dado cuenta que Free había reducido la distancia, manoseando su cuerpo aprovechando que su ropa estaba pegada a su piel, dejando entrever toda su figura. Al menos el ascensor seguía subiendo, con bastante lentitud. Por eso Free se aprovechaba de la situación. Menudo tipo listo…

    - E- espera… - Lui se estremeció cuando notó las manos de Free meterse por debajo de su camisa, subiéndosela en el proceso. – F- Free aquí no…
    - Sólo un poquito~ - contestó con satisfacción al verle la cara. Le gustaba que Lui intentara mostrar resistencia, o que lo hiciera y le obligara a someterle. Eso le ponía todavía más cachondo. – Ahora mismo es como si llevaras un traje de baño. Toda tu ropa está empapada. – Dijo, desplazando una de sus manos hacia la entrepierna de su novio. – Y está dejando algo muy a la vista…
    - ¡Idiota! ¡No me toques!

    Intentó apartarle, pero fue inútil. Free tenía más fuerza física que él gracias a esos monstruosos entrenamientos extremos que hacía. En cuestión de segundos, el rubio se las había apañado para coger sus muñecas y mantenerlas sujetas con una sola de sus manos. Teniendo la otra libre, se coló por dentro de sus pantalones y empezó a tocarle. Lui sintió esa endiablada mano masturbarle y enseguida su cuerpo empezó a reaccionar, sintiendo placer.

    - F- Free… ah… no sigas… hm…
    - ¿Seguro? – Preguntó con una voz juguetona. – Pero si estás empalmado… - Se rio.
    - ¡Cállate, imbécil! ¡Es tu culpa, por tocarme!
    - Shhhh, no alces tanto la voz. – Le indicó. - ¿O prefieres que te escuchen los clientes del hotel?

    Eso bastó para silenciarle. Obviamente, Lui no quería ser escuchado. ¡Qué vergüenza! Sin embargo, no podía dejar de suspirar a causa del placer que sentía. Su pene se había puesto erecto, y en el fondo no quería que esa mano se detuviera… no ahora. Cerró los ojos mientras el placer le inundaba. Free esbozó una sonrisa, contemplándole mientras besaba su pecho y se encontraba con sus pezones con los cuales se entretuvo usando su lengua. Más de una vez dejaba chupones y más de una mordida, marcando esa nívea piel intencionadamente para mostrarle al mundo que Lui ya tenía un dueño.

    Le encantaba dejar sus marcas en el cuerpo de Lui. Luego se sentía orgulloso de verlas. Incluso cuando los roles se invertían y Lui le marcaba a él, a Free le gustaba jugar con su novio al exhibir las marcas y dejar que otras personas las vieran. Era divertidísimo ver la cara que Lui ponía en muchas de esas ocasiones.

    - Ah… tan lascivo… - Escuchó a Lui, que empezaba a disfrutar a pesar de que sabía perfectamente que estaban en un ascensor. – No pares…
    - Oooh, así que ahora quieres que siga eh. – Dijo Free. - ¿Y… qué harás si me detengo?

    Lui le miró, sin poder mover sus manos que seguían bajo la fuerza de Free. Pero en su lugar, y usando su imaginación, alzó su pierna derecha para tocar con su rodilla la entrepierna de Free, percibiendo un bulto que pedía atención. Free torció su sonrisa, acercándose y dejando que esa pierna siguiera rozándole, otorgándole placer.

    - Tú estás más cachondo que yo. Pareces una perra en celo.
    - Bueno, entonces deja que esta perra te dé placer. ¿Qué te parece, pedazo de putita?
    - Cht, hijo de …

    Free se rio antes de besarle. Lui no le rechazó, y notó que Free soltaba sus manos lentamente para ver su reacción. En lugar de apartarle, Lui rodeó el cuello del rubio con su mano derecha, desplazando la izquierda por encima del pantalón y ejerciendo presión. A Free se le fue un sonoro soplido, y su cadera se movía en la búsqueda del placer.

    - Vas a tener que dejar que te folle aquí mismo… - La cara de Free estaba algo desencajada por la excitación. A Lui le encantó ver esa expresión.
    - Bueno, ya que has venido desde España para verme, supongo que te mereces una recompensa. A ver si así te portas mejor luego, perrita.
    - Uh, sí. Seré un buen chico ~
    - Tú nunca eres un buen chico, Free. Asúmelo – Lui sonrió con picardía. – Sólo eres un chico muy malo y muy horny. – Dijo, dejando que el rubio le tomara de las caderas.
    - Sí, es verdad… - Movió sus manos para bajar la cremallera de la bragueta de su pantalón para meter la mano y sacar su miembro viril endurecido que pedía atención de forma exigente. – Luego tendrás tiempo de castigarme como la perra que soy. Ahora déjame follarte, tú maldita puta…

    Lui se rio. Sabía que Free era así cuando estaba tan excitado. Dejó que el rubio le diera la vuelta contra el espejo que había tenido detrás todo el tiempo y gracias al cual, Free podía verle la cara. Lui observó, mirando por el rabillo del ojo, que su novio le bajaba los pantalones junto a la ropa interior. Ese pene grande y duro se restregaba contra sus nalgas, metiéndose incluso entre el espacio de sus piernas. Gracias a eso, Lui sintió el pene de Free tocar el suyo y cómo el rubio usaba su mano para masturbarles a ambos.

    Al chico se le iban los gemidos, sabiendo que Free sólo quería excitarle todavía más y aliviarse un poco antes de pasar al siguiente paso. Aceptó de buena gana los dedos que Free acercó a su boca, y que chupó sin vergüenza. Free sonrió complacido antes de mover esa mano y usar sus dedos para jugar con el ano de Lui, haciendo movimientos circulares para estimular la zona sin olvidarse del perineo. Lentamente, introdujo dos dedos y le arrancó un gemido más sonoro a Lui. Free movió los dedos, tocando las paredes y simulando la penetración a un ritmo muy lento. No tenían un lubricante a mano, así que era consciente que era mejor ir despacio. El ano no se lubricaba de forma natural, y provocar alguna lesión era ridículamente fácil.

    Al menos escuchaba a Lui gemir, y llamarle. A Free le excitaba mucho cuando Lui gemía su nombre de esa manera. Es como si su novio le necesitara a él, y sólo a él. No comprendía la razón, y siempre lo atribuía a una cuestión primitiva durante el acto sexual. Por eso introdujo el tercer dedo, moviendo más deprisa la mano.

    Sin embargo, notaron un cambio en el ascensor y rápidamente se separaron y se pusieron los pantalones en su sitio. Al cabo de unos segundos, las puertas se abrieron y entraron una pareja de ancianos con pinta de ser extranjeros. Probablemente serían ingleses a juzgar por esa piel blanca, pelo rubio y ojos tan azules.

    Free y Lui se miraron el uno al otro, pensando lo mismo: por poco les pillaban. Lui sintió vergüenza, pero a Free le encantaba la sensación. E incluso le gustaba sentir su propia excitación y tener que aguantarse. Era masoquismo. Sencillamente masoca. A Lui eso no le molaba tanto. Su cuerpo estaba ardiendo, y lo único que sentía era ese impulso de querer lanzarse sobre Free y dejar que hiciera con él lo que quisiera mientras le penetrara y le diera placer. Tal y lo mojada que tenía la ropa, no es como si pudiera esconder tan bien su propia erección.

    La cosa no mejoró cuando sintió la mano de Free en su culo, metiéndose dentro de sus pantalones para llegar a su ano y jugar con él usando los dedos. Lo hacía de forma sutil, aprovechando que la pareja de ancianos estaba de espaldas a ellos, ajenos a lo que ocurría. Lui intentaba detener a Free, pero debía concentrarse en no gemir de forma accidental y eso era realmente difícil cuando esos dedos estaban dentro de su cuerpo y le estimulaban, llegando a tocar un punto sensible.

    Fingió toser para esconder el gemido que se le escapó. Los ancianos se giraron, mirándole. En respuesta, Lui se disculpó así que los ancianos volvieron a lo suyo. Free se estaba aguantando la risa. Lui quiso matarle en ese momento por hacerle pasar por un momento tan increíblemente vergonzoso y… ¡humillante! ¡Sí, eso! ¡Era humillante!

    El ascensor se detuvo y los ancianos se marcharon. Fue un instante de alivio para Lui, quien respiró más tranquilo. Las puertas se cerraron y miró a Free con cara de pocos amigos.

    - ¡¿Se puede saber por qué lo has hecho?! – Inquirió indignado. - ¡¡Mira lo que ha pasado por tu culpa!!
    - Oh, venga ya. Ha sido maravilloso~
    - ¡Ni maravilloso ni leches! ¡No quiero que me hagas algo así! ¡¿Qué crees que pensarán esos viejos ahora, eh?!
    - Meh, tampoco le des tanta importancia. Seguro que ni se han enterado. – Dijo de forma despreocupada. – Ahora que se han ido, ¿quieres que te folle?
    - ¡Pero tendrás morro!

    Y se volvió a quejar porque ya tenía a Free encima, quizá no tan literalmente, pero vamos… Vio cómo de nuevo sus pantalones eran bajados y su hombría quedaba en libertad. La mano de Free masturbarle empezó a darle más placer. Las protestas quedaron en segundo plano cuando la necesidad sexual regresó.

    - Gírate y enséñame ese culito tan bonito que tienes… - Pidió Free. Lui obedeció, dándose la vuelta de la misma manera que antes.
    - Hazlo ya o nos volverán a interrumpir.
    - No tengas prisa. Sabes que no puedo correrme tan rápido. – Free restregaba su pene contra las nalgas de Lui. – Pero no te preocupes… voy a llenarte por dentro y me aseguraré de que sólo quieras mi leche~
    - Puta perra en celo de los cojones…

    Free se rio, antes de introducirse dentro de Lui. El rubio dejó ir un suspiro profundo, oyendo el gemido de Lui que siguió de otros más cuando Free no esperó mucho para empezar a moverse. No era la primera vez que tenían sexo, aunque esta era como la segunda o tercera que mantenían relaciones en un sitio público.

    - Ah, Lui… qué estrecho estás. – Decía Free, gozando de la sensación. – Hacía un poco de tiempo que no te follaba así…
    - Hg… imbécil… estás pillando una manía muy mala para mi salud.

    Eso provocó que Free se desternillara.

    - Pero si esto es muy sexy… pero no te preocupes, te seguiré follando más veces así. Ah… con tal de llenarte con amor…
    - ¡¡Pero no lo digas así, enfermo!!

    Al alzar la voz, a Lui se le escapó un gemido. Free tuvo que taparle la boca para prevenir que volviera a suceder. Lui veía a su novio a través del espejo, viendo su cara de absoluto placer mientras empezaba a embestirle con fuerza. Lui sabía que Free tenía algo así como un ciclo: primero se excitaba, y cuando empezaba a follarle, sentía los orgasmos, pero no eyaculaba. Y eso se repetía una y otra vez hasta el final. Lui se había documentado al respecto y era lo que la gente llamaba tener “múltiples orgasmos secos”, algo bastante raro en las personas. Pero bueno, su novio ya era especial de por sí. No había más que ver lo fácil que se excitaba en sitios públicos como este.

    Free miraba a Lui, y aunque le fastidiaba un poco no poder oír su preciosa voz, era mejor que tenerle gritando y que se enterase medio barrio. La gracia estaba en follar sin ser pillados. O follar y casi ser pillados. Eso implicaba que él mismo controlaba sus propios gemidos. Sujetaba con fuerza la cadera de Lui con la mano izquierda, clavando los dedos y dejando unas marcas rojas sobre es nívea piel, y ejecutando alguna que otra cachetada sobre esas nalgas y haciendo reaccionar a Lui.

    Penetraba con fuerza a su pareja, sintiendo los orgasmos ir y venir pero sin poder eyacular. Además, no se sentía con fuerzas para detenerse y en momentos así, tampoco le importaría que el ascensor volviera a detenerse y les vieran follar de esta manera. Con la mano libre mantenía el ritmo en la masturbación de Lui, que apretaba sus manos contra el espejo y la pared. Free se deleitaba verle con los ojos cerrados y ese rubor en la cara mientras el cuerpo delgado de su novio obtenía placer gracias a él. Al estar mojados por la lluvia, nadie diría que estaban sudando.

    Free se acercó a Lui, como abrazándole con su brazo izquierdo y estando en más contacto con él. El chico le miró de reojo, sintiendo esos pequeños pero dulces besos y cómo en sus suspiros y sus gemidos, Free le llamaba y le miraba.

    - Lui… me voy a correr… estoy cerca… - Avisó, haciendo que el otro asintiera.

    Sin poder decir nada porque una mano cubría su boca, Lui sintió que Free tocaba de nuevo un punto sensible dentro de él. Eso le provocó un intenso orgasmo. Cerró sus ojos con fuerza mientras el semen salía a chorros de su pene, manchando la parte inferior del espejo y el suelo. Free sonrió, manteniendo el movimiento de su mano y notando cómo el pene de Lui palpitaba. Era una delicia, aunque no era lo único.

    El cuerpo de Lui le apretaba a través de la musculatura ejercida en el ano. De repente es como si el espacio se redujera y a Free le encantó. Era algo muy parecido a ser succionado. Le costó moverse y no forzó el movimiento. Permitió que Lui sintiera el placer antes de poder volver a penetrarle, sabiendo que el chico estaba más sensible ahora. Su ano se relajó así como su cuerpo, y Lui sintió que Free le embestía de nuevo. Esta vez, el rubio le cogió de los brazos, apartándole un poco del espejo para penetrarle con fuerza. Sus nalgas parecían rebotar contra las caderas de Free, provocando un sonido viscoso y ruidoso.

    - ¡Lui…! – Escuchó a Free gemirle antes de sentir cómo el chico llegaba al orgasmo y eyaculaba dentro de su cuerpo, sintiendo ese esperma caliente. Free respiraba agitado, todavía moviendo sus caderas y agarrándose a Lui con fuerza y mordiéndole el cuello como para prevenir que pudiera escaparse de él.
    - Ah, Free… te estás… corriendo mucho esta vez… - Y es que sentía que no paraba de recibir más semen. ¿Cuánto habría estado Free esperando para vaciarse?
    - Uh… tan delicioso… - Susurró, empezando a frenar su movimiento pero haciendo fuertes estocadas.

    Fue la recta final antes de que los dos pararan. Respiraban agitados y bastante cansados. Les tomó unos minutos antes de ponerse la ropa y abandonar el ascensor cuando éste se detuvo. Lui prefirió no mirar atrás, sabiendo que tampoco tenía nada con lo que limpiar el estropicio que había liado por culpa de Free. Este chico… de verdad que era un pervertido.

    - Estoy deseando llegar a la ducha – dijo Lui, llamando la atención de Free. – Te has corrido mucho, mierda… - Sentía que el semen se escapa del interior de su cuerpo y se deslizaba por el interior de sus muslos. Era una sensación incómoda.
    - He, he… - Lui miró a Free con esa cara de felicidad absoluta. – No te quejes… te he dado todo mi amor ~

    Lui enrojeció como un semáforo antes de pegarle un golpetazo a Free. Por suerte la habitación estaba a pocos pasos, así que se dio prisa en entrar. Free le siguió, viendo a su novio huir a la ducha.

    - Espera, no te duches sin mí~
    - ¡Cállate, ni de coña vas a entrar conmigo! ¡Tú, maldito horny!
    - Oh vamos, no seas así. ¡¡Me toca un segundo round!!
    - ¡No! ¡Free! ¡Te he dicho que no!

    Y las protestas siguieron dentro del baño, con alguna que otra risilla por parte del rubio.

    FIN



    Edited by Silence Voice - 13/3/2023, 03:49
  8. .
    Hostia santaaaaa, no me lo esperaba. Creía que ibais a cerrar sin más el reto, ¡pero los huevos! JAJAJAJ, habéis extendido el plazo. Totalmente inesperado, ¡yaaaay!

    Me voy a celebrarlo.
  9. .
    Heeeeey! Aquí vengo con el último escrito que haré para el reto del foro, y es que ya apenas queda tiempo para que finalice el plazo. Estos... tres últimos días (contando con el de hoy) han sido terribles para mí. He estado liado haciendo mil cosas, ¡y no tenía tiempo para no estar siquiera en mi casa! Esta obra la he escrito con el móvil, igual que la portada que es provisional hasta que tenga tiempo para ver si puedo hacer una mejor (crucemos los dedos para que la pereza no se apodere de mí XD).

    Quiero hacer más cosas, como reactivar mi canal de Youtube para hacer reseñas literarias y así dar visibilidad a muchos/as autores/as y no descarto a Mundo Yaoi y tampoco Mundo Yuri. No soy experto haciendo reseñas y tal, pero vamos, que lo voy a intentar poquito a poco.

    QUOTE
    Disclaimer: Lui Shirosagi es un personaje que no me pertenece a mí sino a Hiro Morita. Zeno es un personaje que no me pertenece a mí sino a Mizuho Kusanagi del anime/manga de Akatsuki no Yona (o también conocida como Yona of the Dawn). Esta obra es sólo un crossover que yo mismo he creado porque mi loca cabeza adora juntar personajes muy random que termino amando con el corazón.
    Fandom: Beyblade Burst, Akatsuki no Yona.
    Pareja: Lui Shirosagi / Ouryuu Zeno.

    Por orden:

    Diálogo escogido: FLUFF | 16. "Estoy feliz de tenerte conmigo". / 13. "Tienes unos ojos hermosos". / 11. "Por favor, quédate". / 7. "¿Esa es mi camisa?". / 20. "Gracias por llegar a mi vida". / 6. "Mereces lo mejor". / 10. "Quiero hacerte feliz cada día". / 8. "Salgamos a ver las estrellas."

    Nota: Llevaba mucho tiempo pensándolo y al final me decidí a hacerlo. Zeno es un personaje intersexual, aunque él se identifica con el género masculino tampoco niega su lado femenino. Quería hacer una obra como esta y he intentado hacerla inclusiva con un personaje así.

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    Mi cálido invierno



    Hola. ¿No te ha pasado nunca que alguna estación del año se convierte en una época especial en tu vida? Ya sea por una razón en concreto, o por alguien. ¿Ese es tu caso? Si es así, déjame decirte que es algo maravilloso; si no es así… bueno, ¡Estoy seguro que ocurrirá en tu vida cuando menos te lo esperes!

    Después de diez mil años existiendo creía que ya lo había visto todo. Siempre me he alegrado de descubrir lo mucho que me equivoco. Aprendo de ello, es lo que más me gusta. Y es lo que no ha parado de suceder desde que empecé a vivir en Sapporo, la capital de Hokkaido. Lui y sus tíos me habían dado la bienvenida. Eran muy amables conmigo y me enseñaban cada cosa del mundo moderno que yo no conocía. Si bien, después de haber vivido cientos de años, me daba gracia pensar que era como un viejo atrapado en un cuerpo de diecisiete años eternamente joven e inmortal… algo que me disgustaba desde hacía mucho.

    Descubrir un mundo tan avanzado era toda una novedad. Cosas como los vehículos de hoy en día comparados con los carruajes de antaño o yendo a caballo. Cosas como lo que Lui me había explicado que eran los correos electrónicos que distaban mucho de las cartas escritas a mano y que tardaban semanas enteras en llegar, o los mensajes traídos por las palomas mensajeras. Todo era completamente distinto. A veces era abrumador, pero solía ser divertido. Lui se reía de mí por mi entusiasmo hacia los semáforos o las escaleras automáticas de algún supermercado de esos grandes, que ese era otro mundo aparte.

    El invierno había llegado y con él las gélidas temperaturas tan propias de esta región también lo hicieron. Tenía toda la pinta de que sería un invierno problemático. Todavía no me había acostumbrado a vivir entre tantas cosas nuevas, pero daba mi mejor esfuerzo por aportar algo. Y ese algo se llamaba fuego y agua durante la mayor parte del tiempo. Sakura, la tía de Lui y la que prácticamente se había encargado de su educación, había sacado partido a mi habilidad para manejar los cuatro elementos. Esta mujer era astuta e ingeniosa, eso sí, le sobraba carácter… Era como una mamá leona. Puedes estar seguro que te llevarías un zas por aquí y un zasca por allá como digas de buscarle las cosquillas. Y, sí, sus sobrinos eran sagrados para ella tanto como el resto de su familia. La mejor parte era que quizá Sakura estaba casada con un hombre que ponía de su parte y la amaba de corazón. A veces me preguntaba quién había tenido más suerte de los dos.

    - ¿Así que tengo que girar aquí? - Pregunté con curiosidad. Lui me estaba enseñando cómo usar lo que ellos llamaban el microondas, lo que para mí vendría siendo haciendo una fogata, clavar cuatro palos con un cacho de carne y ale, a esperar.

    Dios, qué viejo que soy.

    - Sí, ¿Ves estos números? - Me indicó Lui. - Son los minutos que quieres para calentar la comida.
    - ¿Y cómo funciona este chisme? - Di algunas palmaditas sobre el metal. - Parece una caja para ratones.

    Lui casi se reía de mi comentario. Era obvio que esta época tan moderna resultaba ser toda una caja de sorpresas. Eso, por alguna razón, me hacía pensar en pequeñas cajitas con un horrible payaso que salía fuera para darte un susto. Anda que no había caído veces en esa broma tan tonta.

    Lui me explicó cómo funcionaba el microondas y fue interesante descubrir hasta qué punto había avanzado la tecnología en la sociedad. Me dio miedo y me preocupó a partes iguales. Construir era algo difícil que tomaba mucho tiempo (y si no que se lo digan a los arquitectos), pero durante diez mil años había sido testigo de lo bien que se le daba al ser humano destruirlo todo a su paso. Parecía un don innato. Lui ya me había puesto al tanto de algunas cosas importantes que sucedieron en el mundo, gracias por supuesto a los libros de historia que él había leído. Este muchacho era muy inteligente, tal vez demasiado. Eso me hacía pensar que quizá por ello parecía tan solitario.

    Después de mi aprendizaje con el microondas y mirar las vueltas que daba el plato dentro, llegó la hora de comer. Los tíos de Lui habían salido por asuntos familiares que opté por no cuestionar. Sentía que era de mala educación meter las narices donde no me llamaban. Daba igual cuán importante me considerara la Tribu Ainú. Había crecido y aprendido a mostrar respeto… incluso para aquellos que realmente pudieron no merecerlo.

    Sentados en la mesa, me di cuenta que Lui miraba mucho la puerta corrediza de cristal que daba acceso al jardín en el que había un árbol que tenía pinta de haber vivido ahí durante mucho tiempo. Vi la inquietud en los ojos amatistas de Lui, y supe que pensaba en sus tíos.

    - Ellos estarán bien. - Dije para intentar calmarle. - Sé que la predicción del tiempo ha anunciado tormentas y tal, pero estoy convencido de que no les pasará nada.

    Lui me miró, como intentando aferrarse a mis palabras y mantenerse positivo como yo. No pude culpable. Sabía que este chico había tenido dificultades ya desde muy joven. Me parecía lógico que se preocupara de esta manera, se notaba que amaba a su gente.

    - Sí, no es la primera vez que se van. - Escuché y esbocé una pequeña sonrisa.
    - Ya verás que volverán tan pronto como puedan, con lo mucho que te quieren.
    - Es verdad…

    Tuve que contener la risa y callarme la boca al ver la expresión avergonzada de Lui. Ese tono rosado en sus mejillas resaltaba muchísimo gracias a su nívea piel. Creo que él lo sabía a la perfección y por eso evitaba mirarme directamente. Aunque Lui intentaba mostrarse fuerte y serio ante las personas, en el fondo me parecía una persona muy cálida y comprensiva. Estar a su lado era agradable porque era muy tranquilo.

    - Zeno, te vendría bien que fuéramos a comprarte unos abrigos ni que fuera.
    - ¿Eh? - No evité parpadear y dejar a un lado ese extraño sentimiento que siempre sentía cuando era llamado por mi nombre. Había estado por largos periodos de tiempo, muy largos, deambulando solo por este mundo sin tener a nadie. Por esa razón, no me sentía muy conectado a mi nombre. A ver… me gustaba mi nombre, era algo realmente mío, pero la soledad había sido algo permanente en mi vida y eso había causado estragos. - ¿Abrigos? - Reaccioné al cabo de unos minutos. Fue incómodo. Creo que Lui se dio cuenta de mi pequeña confusión interna. Él asintió.
    - Vas poco abrigado con esa ropa. El invierno de Hokkaido es muy duro, ya lo sabes.

    Me miré a mí mismo sin entender cuál era el problema con mi ropa. Al manejar los cuatro elementos, usaba el aire para manipular la temperatura a mi alrededor más próximo, de esa forma me protegía del calor o del frío según lo necesitara. Me sentí estúpido por no comprender algo tan básico como lo que Lui me decía.

    - ¿Vas a gastarte el dinero sólo por alguien como yo?
    - ¿Perdón? - Mi contestación tuvo que sorprenderle al ver su cara. - Por… ¿Por 'alguien cómo tú'? - Repitió, cruzándose de brazos. Creo que me iba a echar la bronca, a mí, a un monstruo viviente de hace más tiempo que tu abuela. - Zeno, tener ropa te vendrá bien. Es bueno que te mires a ti mismo con una nueva imagen.

    El problema radicaba en el hecho de que usaba prendas tradicionales que he estado usando durante cientos de años, a veces no era ni consciente de mi mal olor al estar acostumbrado a ir como unos zorros por todas partes. Lo sé. Era asqueroso, pero cuando eres inmortal eso suele ser lo primero que dejas de tener en cuenta.

    - Y no podemos olvidar tu mala costumbre de no cuidarte. Tu higiene brilla por su ausencia. - Me señaló con el dedo, haciéndome sentir como un crío que estaba siendo regañado. - ¿Sabes lo negra que sale el agua cada vez que tenemos que ayudarte a lavarte?
    - Aaah… pues no tenía ni idea - y me rasqué la cabeza, echándome a reír. Lui se llevó la mano a la cara en un resoplido.
    - No tienes remedio.
    - Tienes toda la razón. Y no será porque no me guste el agua.
    - No hace falta que me lo digas… como sacarte de ella es tan fácil que por eso el baño siempre queda hecho un desastre - noté el tono sarcástico de Lui. - ¡¡Zeno!! - Me llamó, despotricando. - ¡No te rías! ¡Esto es serio!
    - Ah, ah… lo siento, es que es buenísimo. - Mis manos estaban sobre mi estómago. - No me estaría riendo de no ser por tu cara. - Le señalé.

    Habitualmente era Sakura quien me ayudaba a lavarme, ya que todavía me costaba un poquito manejar la ducha. Mi cuerpo nunca había encajado con los estándares impuestos por la sociedad, y prefería que nadie lo viera si hasta a mí me resultaba repulsivo… aunque tuviera más relación con ser inmortal. Tener tanta vitalidad, estar tan sano, no poder estar enfermo… era… me daba asco.

    Después de haber comido, ayudé a Lui a llevar las cosas a la cocina. Lo dejamos ahí para luego. Él hizo hincapié en que yo pasara por el agua, y no pude negarme. Fuimos al baño y él preparó la bañera para poner el agua a una temperatura adecuada.

    - Quítate la ropa de mientras, Zeno.
    - ¿Qué? - Mis mejillas se encendieron como los semáforos en rojo de la calle.
    - No pongas esa cara - se había girado a mirarme. - Ya te he visto desnudo una vez.

    Toda la vergüenza se apoderó de mí de golpe, casi me daba algo. Sujeté la bufanda verde que siempre llevaba encima para intentar tapar mi rostro. Si fuera una avestruz, ahora mismo metería mi cabeza en la tierra… literalmente. Lui se me quedó mirando, como esperando. De mientras, me volví completamente incapaz de cruzar mis ojos azules con él. El silencio que hubo fue incómodo, y tenso por mi parte. Nunca habíamos hablado de ello, aunque su reacción en aquel momento no hubiera sido mala. No parecía que a Lui le disgustara mi cuerpo, pero tampoco las tenía todas conmigo. No era un terreno seguro para mí.

    - El agua casi ya está. - Me avisó mientras yo continuaba sentado sobre la tapa del váter.
    - Vale. Puedo arreglármelas solo.
    - Mmm, como hagas eso vendrá un huracán y lo pondrá todo patas arriba.

    Odié con ganas el sarcasmo de Lui en este instante, así que sólo resoplé. No quería tener una discusión absurda, pero vi que él se ponía delante de mí, mirándome. Tragué saliva y me puse nervioso. En silencio observé que tocaba mis manos, sin intentar hacer nada.

    - Zeno, ¿Te preocupa que vea de nuevo tu cuerpo?

    Entré en un conflicto interno cuando formuló esa pregunta. Lui parecía tan calmado… es decir… él ya me había visto desnudo una vez y no ocurrió nada malo, ni siquiera puso una mala cara. Todavía intentaba entender por qué. ¿Acaso no era obvio lo repulsivo que era este cuerpo inmortal? Incluso si lo cortabas en trozos, éstos simplemente volverían unirse sin importar qué y volverían a estar como si nada. Por eso, apreté mis manos en puños. Fruncí mi rostro y mostré mi disgusto.

    - ¿No lo odias? - Pregunté. - Este cuerpo… es… - Pensé en alguna palabra y sólo una vino a mi mente: - vomitivo.
    - ¿Por qué dices eso? - Le vi desconcertado. - ¿Es porque eres inmortal?
    - Pf, no sólo eso - imité el sonido de un burro porque me sentía frustrado de alguna manera. - Ya has visto cómo es mi cuerpo… no es… normal. - Desvié la mirada.

    Lui me miró con esa expresión tranquila y acarició el dorso de mis manos con sus pulgares. Me hizo sentir que estaba a mi lado.

    - Que tu cuerpo tenga rasgos femeninos y masculinos al mismo tiempo no te hace inferior. No tienes que avergonzarte de tu cuerpo, y menos maltratarlo así. - Miré a Lui. - No existe un cuerpo perfecto, y no es necesario que el cuerpo tenga que ser de una determinada manera sólo para encajar.
    - Pero es repulsivo… - suspiré.
    - No lo es. Y no es porque seas tú o porque yo crea que eres especial. Es sólo que tienes un cuerpo que es bonito. - Y le vi sonreír. - Llevas mucho tiempo negando que tu cuerpo pueda ser precioso, sólo necesitas un empujoncito para darte cuenta de ello.
    - ¿Tú crees? - Me sentía lo bastante inseguro como para tener miedo. Lui asintió y mantuvo aquella sonrisa.
    - La gente no puede simplemente rechazarte por tu cuerpo, y quién lo haga es que es imbécil, y ya sabes mejor que yo que hay montones de imbéciles por ahí.

    Eso me hizo reír. Nos hizo reír.

    Entonces Lui se acercó a mí todavía con aquella calma. Sus manos tocaron mi rostro con suavidad, y los dos nos mirábamos en ese pequeño silencio lleno de una cálida comprensión, la comprensión de Lui.

    - Estoy feliz de tenerte conmigo.

    Oír eso me hizo cosquillas en el estómago y mi corazón se puso a latir como un idiota. No podía estar teniendo estas… sensaciones. Sentí la vergüenza apoderarse de mí, y bajé la mirada. Quería llorar, pero me estaba conteniendo. Odiaba sentirme vulnerable, y mi lado más miedoso se negaba a mostrar esa parte de mí. Pero en ningún momento rechacé el abrazo que recibí de Lui, que me pilló desprevenido, pero no mostré resistencia alguna. Y sus caricias en mi espalda me reconfortaron, devolviéndome esa seguridad que había perdido.

    - Vas a estar bien, ya lo verás. Te ayudaré en todo lo que pueda hasta que veas que tienes un cuerpo muy bonito que merece ser mimado. No te preocupes más por eso, Zeno.

    Lui me dio el tiempo que yo necesité para calmarme después de haber llorado durante un buen rato. Él se balanceaba suavemente de lado a lado para ayudarme a sentirme mejor, sin deshacer el abrazo mientras me agarraba a su camisa. No me gustaba que nadie me viera así, pasarlo mal, pero tenía que reconocer que no podía aguantarlo todo y hacer como que todo iba bien. A pesar del miedo y mis inseguridades, los brazos de Lui fueron como un refugio en el que pude sentirme a salvo. Él no dijo nada, sólo estuvo aquí por mí. Al separarse, me miró directamente y secó mis lágrimas.

    - Está bien, no llores. - Me dijo en voz baja. - Tienes unos ojos hermosos, así que... ¿puedes sonreírme un poquito?

    Fue un acto reflejo. Las personas somos como un espejo. Cuando sonríes, una sonrisa es reflejada de vuelta. Quizá sonreí porque Lui me alcanzó con su calma. Ni siquiera tenía claro ya si mis mejillas estaban rojas por la vergüenza o por haber llorado... puede que quizá por ambas cosas.

    Entonces, alcancé la manga de la camisa de Lui. Fue una forma tímida de mantener su atención.

    - Por favor, quédate... - Pedí en voz baja y dejando que mi propio flequillo escondiera mis ojos al haber bajado la cabeza. Escuché una risa y recibí otro abrazo de vuelta.
    - Siempre.

    ***



    Llegada la noche, Lui había recibido una llamada por parte de su tía Sakura. Estuve en silencio, mientras seguía sentado en el sofá con el secador a un lado. Lui lo había dejado ahí porque justo me estaba secando el pelo. Según él, era mejor que no lo tuviera mojado.

    Le vi acercarse, dejando el móvil en la mesa. Se había alejado un poco para tener privacidad, algo que me parecía totalmente respetable. Era su familia. No tenía que involucrarme si no quería.

    - ¿Todo bien? - Pregunté con prudencia, para que Lui pudiera elegir si contármelo o no.
    - Sí, ya han llegado a su segunda residencia.

    Asentí contento y sin poder esconder una sonrisa. Lui se sentó a mi lado para continuar con lo que había dejado a medias. No es que el ruido del secador me gustara, pero no iba a discutir con Lui sobre cómo era mejor tener el pelo. También debo decir que no solíamos pelearnos. Aunque era muy joven y yo un vejestorio dentro de este cuerpo eterno y joven, la verdad es que Lui y yo éramos capaces de hablar las cosas sin atacarnos o tirarnos los tratos a la cabeza.

    Me sentía raro llevando sólo la toalla puesta, pero me gustaba sentir el aire calentito del secador.

    - Bueno esto ya está. - Me avisó Lui, apartándose. - Mi tía te compró un pijama, ve a ponértelo.
    - A sus órdenes, general. - Bromeé, poniendo la mano sobre la cabeza.

    Lui resopló y me revolvió el pelo antes de irse a la cocina con la idea de hacer la cena. Creo que ninguno de los dos le hacíamos ascos a la comida.

    Yendo al cuarto, no encontré el pijama por ningún lado, aparte de la ropa interior que Sakura consiguió para mí. Esa mujer era demasiado amable. Aún estaba pensando en cómo devolverle su hospitalidad por aceptarme en su casa y ayudarme tanto.

    Había dejado la toalla a un lado del armario en el suelo. Me dirigí a la habitación de Lui, sabiendo que podría encontrar algo suyo. Mirando en otro armario, vi una camisa blanca de tirantes. Sabía que hacía frío, pero por el momento valdría y me la puse sin pensarlo mucho más.

    - ¿Zeno? Zeno, ¿dónde estás?

    Iba a avisar a Lui, pero él fue más rápido que yo al llegar al cuarto. Al toparme con él, sus ojos amatistas se abrieron como nunca.

    - ¿Pero qué...? Esa... ¿esa es mi camisa?
    - Eh... Sí. No sé a dónde a ido a parar el pijama así que te la he cogido prestada.

    Lui puso su mano derecha sobre su cintura, cubriéndose ligeramente la cara con la izquierda. Pude ver cómo su cara se enrojecía. Automáticamente me cubrí con los brazos al ver que se estaba fijando en mi pecho que resaltaba por ser más femenino y donde se podía apreciar mi busto

    - Puedo... devolvértela si quieres.
    - No, tranquilo. No hace falta. - Oír esa respuesta fue desconcertante.

    Tenía toda la pinta de que Lui se había quedado en sus pensamientos y no supe qué esperar al respecto. No tenía pinta de que le hubiera sentado mal que me hubiera puesto su camisa. Le vi suspirar y darse la vuelta, empezando a buscar algo. Sólo me senté en la orilla de su cama, esperando. Entonces él me dio unos pantalones largos. Eran azules marinos que, según él, me ayudarían a sentirme más calentito.

    Tras ese momento tan extraño, volvimos al salón y nos pusimos a cenar después de un rato.

    Miré a Lui porque el programa que echaban por televisión no tenía mucho encanto para mí. Él comía con una expresión tranquila. Se sentía cómodo a mi lado. Fue entonces que se giró para observarme con esos ojos amatistas que poseía. Casi me quedaba embobado.

    - ¿Qué pasa, Zeno?

    No le di una respuesta inmediata. Me di mi tiempo antes de bajar la mirada y sonreír para negar con mi cabeza.

    - Nada.
    - Cada vez que dices eso siempre sucede algo.

    Conocía este sentimiento, y fue precisamente por eso que no fui capaz de hablar. Quería estar seguro de que no me estaba confundiendo. Tantos años viviendo habían pasado factura a mi mente. Me reí un poco, cerrando mis ojos.

    - ¿Zeno? - Me llamó Lui.
    - Sólo pensaba.

    Entonces sentí movimiento en el sofá. Fue Lui que se acercó a mí. Como ya empezaba a ser costumbre apenas había distancia entre nosotros. Le oí suspirar, y supe que ya analizaba la situación por si yo necesitaba ayuda. Pobrecillo. Como no aprendiera a tomarse las cosas con un poco más de calma terminaría colapsando mentalmente en menos tiempo. Pero fue eso lo que pareció detenerse entre nosotros, aunque sabía que no era más que una sensación. El tiempo era cruel. Nunca se detenía, y siempre se lo llevaba todo consigo.

    - A ver, dime. - Lui rompió aquel silencio que se formó entre ambos. - ¿Qué se te está pasando ahora por esa cabecita que tienes?

    Me reí un poco.

    - Oh vaya, creía que serías capaz de adivinarlo con sólo mirarme.
    - No seas tonto. ¿Pretendes que intente saber lo que piensas a cada momento? ¿a tu edad?
    - Mi edad no tiene nada que ver. - Protesté con una cara infantil. Me disgustaba que ese tema saliera en cualquier conversación.
    - Tienes razón. No puedo discutir contigo, eterno adolescente.
    - Heh, pero qué agallas tienes - y me atreví a sujetar su rostro desde la barbilla, pero sin apretarle. - Tendrías que respetar más a tus mayores.

    Pero su reacción fue inesperada para mí. Apartó mi mano y en poco menos de un par de minutos me vi sometido debajo de él tras haber mostrado algo de resistencia. Sin recibir heridas previas en mi cuerpo que activaran mi habilidad de regeneración y me otorgara más fuerza física, era como una persona normal que no se había ejercitado en su vida. Fue vergonzoso.

    - Vale, tú ganas. - Me rendí. No es como si pudiera hacer algo contra un chico que se entrenaba cada día. - Pero suéltame.
    - Lo siento, Zeno. No hay trato. - Abrí los ojos. - Podría reconsiderarlo si me cuentas lo que piensas.
    - Tsk... A eso se le llama chantaje, ¿lo sabías?

    Lui se rio. Por un momento sentía que me aplastaba cuando se acercó a mí. Eso me ponía nervioso porque mi pecho era sensible.

    - Puedo darte todo el tiempo que quieras hasta que lo reconsideres.
    - Debería darte vergüenza hacer esto. - Aunque era a mí a quien me daba vergüenza, precisamente. Sentía que me ardían las mejillas y algo de tensión en mi mandíbula. Supe que era porque me estaba poniendo rojo como un tomate.

    Y otro silencio gobernó. Bueno 'silencio'... la televisión seguía encendida, pero los dos la ignorábamos. Ahora mismo, parecía que toda nuestra atención recaía sólo en el otro. Lui no dejaba de mirarme, ni yo a él. Noté que dejaba de sujetarme con sus manos y que las puso por encima de mí sólo para ponerse más cómodo. Me dio la sensación de que me convertía en su almohada, y de nuevo, me sentí expuesto por culpa de su camisa de tirantes que yo le había cogido prestada... aunque a Lui pareciera encantarle el hecho de que la llevara puesta.

    - Me estás aplastando, Lui...
    - Oh vaya, cuánto lo siento. - Me respondió con un sarcasmo demasiado evidente. - ¿Debería recolocarme para que te sientas mejor?
    - Estaría bien si te apartaras.
    - Mmmm... Va a ser que no.

    Vi que se movía y se me subieron los colores a la cara cuando puso su cabeza sobre mi pecho. Y sus manos estaban a cada lado de mi cuerpo, pero muy cerca de mi busto. Pese a que él respiró de forma relajada, a mí me estaba dando un ataque de nervios.

    - El corazón te late a mil, ¿estás bien, Zeno?

    Eché un suspiro y tapé mi cara con el brazo derecho. Sentí que Lui se movía así que desplacé mi mano izquierda para bloquear su vista.

    - ¿Qué haces? Quita.
    - No me mires.
    - ¿Por qué no? ¿qué te pasa?
    - ¡Nada, pero no me mires!

    Pero fue inevitable. Era muy blando y Lui... bueno, Lui era Lui. Le había permitido verme tan vulnerable en tantas ocasiones que una parte de mí sólo quería que volviera a hacerlo. Y eso me hacía sentir estúpido. Lui apartó mi brazo y se echó a reír. Yo miraba a otra parte. Me quería morir.

    - Madre mía... y pensar que serías capaz de poner una cara como esa.
    - Cállate. Es culpa tuya. Estás demasiado cerca.
    - ¿Qué? ¿te molesta~? - Su cara se veía muy feliz. En estos instantes me sentí capaz de tirarle una silla en la cabeza. Menos mal que estaba tumbado debajo de él que si no...
    - Yo no he dicho eso... - Murmuré. - Es sólo que... - Tragué saliva, y terminé quedándome callado.

    No todos los días podía decir las palabras que quería expresar. Me costaba, porque, al final, el tiempo siempre me lo quitaba todo y terminaba quedándome solo. Había sucedido tantas veces que prefería ni contarlas.

    Lui me esperó y me dejó reincorporarme para que me sintiera más cómodo. Él no supo lo mucho que agradecí ese gesto. Me miraba, respetando mi silencio mientras esperaba a ver si decía algo. Cerré los ojos unos momentos, respirando para relajarme un poco y liberar algo de la tensión que había acumulado antes. Me lo pensé una y mil veces hasta que me decidí y cogí las manos de Lui con suavidad, tratando de no mirarle directamente... no todavía.

    - Lui, pues yo... - Alcé mi rostro, mirando esos ojos amatistas. - Quiero... - Estuve a punto de decirlo, pero esa voz interior me frenó. Entonces, Lui acarició mi rostro, todavía esperando. De alguna forma, eso me dio más seguridad. - Gracias por llegar a mi vida.

    Y por fin pude soltarlo. Fue como una liberación. Me reí un poco y me sequé las lágrimas traicioneras que no pude reprimir. Lui se acercó a mí con una sonrisa.

    - No hace falta que me las des. Zeno, mereces lo mejor. Y quiero hacerte feliz cada día.

    Me di cuenta de que se acercó a mí con la intención de besarme. Demasiado tiempo viviendo como para ignorarlo. Sin embargo, no le rechacé. Cerré mis ojos en un acto inconsciente y sentí los labios de Lui. Fue un beso suave y agradable, muy pausado. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo, y se concentró en mi estómago.

    Fui soltando las manos de Lui, y él las movió hacia mi cadera, acercándome a su cuerpo. Casi me quedaba sentado encima de sus piernas. Yo respiraba algo nervioso, y él debió notar que todavía no me sentía seguro y que necesitaba seguir tanteando el terreno. Por eso se detuvo y simplemente seguimos en esta postura. Me incliné sobre él para apoyarme sobre sus hombros, y sentí sus brazos rodearme y sus manos tocar mi espalda. Su contacto fue tan gentil que agradecí su comprensión, otra vez, por tener en cuenta lo que sentía y no continuar. Este chico era una maravilla.

    - Zeno - le oí llamarme. - Salgamos a ver las estrellas.

    Me aparté para mirarle de frente y esbocé una sonrisa. No iba a preguntarle por el frío sabiendo que él estaba acostumbrado a las bajas temperaturas de Hokkaido. Por eso asentí con la cabeza y me puse de pie.

    - Vamos. - Le ofrecí la mano, sin pensar hasta que él la aceptó. Y aunque ya conocía su casa, me dejé guiar para ir al jardín.

    Si bien, el invierno siempre había sido una época especialmente dura para mí que reflejaba la soledad que había estado viviendo durante estos últimos diez mil años, pero, por primera vez... este se convirtió en mi primer cálido invierno. Había sido bendecido con el mejor de los compañeros que jamás podría tener. Por eso miré a Lui.

    - Me pregunto si... - empecé a decir para llamar su atención - serías capaz de adivinar lo que estoy pensando.
    - Oh Zeno - protestó, haciéndome reír. - No empieces otra vez.
    - ¿Qué? Es divertido.

    Él gruñó, llevándose la mano a la cara. Pero con una feliz risa, miré que nuestras manos en ningún momento se soltaron.


    Fin



    Edited by Silence Voice - 7/9/2022, 03:50
  10. .
    Ays, muchas gracias b0ypuke por tu tiempo y por resolver mi duda. ¡Un gran abrazo! <3
  11. .
    Buenas, ¿qué tal? Venía a preguntar una cosita muy sencilla sobre el avatar de nuestro perfil con respecto a lo que pueda pesar la imagen. ¿Está establecido el límite del peso de la imagen o no hay ninguno? Por lo demás, sólo decir que gracias <3
  12. .
    Hey, hey, heeeey. ¿Qué tal? Aquí vengo de nuevo con otro pequeño aporte para este maravilloso reto del foro. Llevaba varios días intentando terminarlo, pero mi depresión me ha complicado mucho lograrlo. He tenido que forzarme un poco para que no me gane esta incapacitante pereza para poder acabar esta obra y traerla al foro <3 . He visto y leído la mayoría de las obras publicadas y joder, cómo se nota lo bien que escribe la mayoría. Puf, puta envidia joder :XD: :XD: .

    QUOTE
    Fandom: Akatsuki No Yona, Beyblade Burst
    Pareja: Lui Shirosagi / Zeno
    Diálogo escogido: FLUFF | 15.“Te ves adorable cuando sonríes”
    Longitud: 2268.
    Disclaimer: Los personajes de Beyblade Burst no me pertenecen a mí sino a Hiro Morita. Zeno pertenece a la autora Mizuho Kusanagi del anime/manga Akatsuki No Yona.

    Cuando_Sonries



    Cuando sonríes



    Nunca antes había dormido tan bien. No supo si era por la gran calma del establecimiento de aguas termales al que había venido, o por la compañía de la que disfrutaba. Lui observaba el rostro dormido de Zeno. Ambos tenían un futón para cada uno, pero estaban muy cerca entre sí. Es como si simplemente hubieran puesto una sábana dividida por encima. Aun así, el confort que otorgaban esas camas era increíble y cumplían perfectamente su función: proteger del frío a los clientes. Delante tenían un pequeño espacio con una mesita y un par de sillas pequeñas, a modo de balcón cerrado con la ventana corrediza ligeramente abierta. Hakodate era una ciudad muy tranquila, y ellos habían tenido la suerte de encontrar alojamiento en una posada de aguas termales.

    Lui no se movió de su cama, la cual parecía como una nube de algodón. En medio de las cobijas, logró ver la bufanda verde que Zeno siempre llevaba con él a todas partes. Lui sabía lo importante que era para el rubio, a quien contemplaba en silencio. Haber venido hasta aquí era un pequeño regalo que Lui quería hacerle a Zeno, por motivos diversos, aunque el principal fuera para que su compañero se relajara y aprendiera poco a poco a coger de nuevo la costumbre de cuidar más de su cuerpo. Ser inmortal había hecho que Zeno fuera como un zorro por ahí, sin darse cuenta de su propia suciedad.

    Deslizó la mano suavemente para apartar aquel rebelde flequillo rubio que parecía intentar ocultar el rostro de su dueño. Fue en ese momento que se topó con los ojos azules de Zeno cuando éste se despertó. Los primeros segundos fueron de incomodidad total hasta que se convirtieron en calma.

    - Hola, dormilón. – Susurró con una sonrisa.

    La actitud distendida de Lui y el hecho de que hubiera estado despierto fueron razones que provocaron que Zeno se tapara la cara con la bufanda, intentando esconder sus mejillas que se pusieron coloradas como unos tomates. Lui tuvo que contener la risa ante esa reacción.

    - ¿Cuánto hace que estabas mirándome?
    - Mmmm… no lo sé. No lo he calculado. Se está tan calentito aquí que tampoco quería moverme.

    Zeno se quedó en silencio, aunque realmente no hubo necesidad de que dijera nada. Lui ya estaba acostumbrado a entender el lenguaje corporal de la gente gracias a experiencias personales. Moviéndose, se quedó sentado sin apartar mucho las sábanas. Echó un bostezo y buscó su maleta con sus ojos, gateando a por ella para abrirla y buscar su móvil para mirar la hora.

    - Caray, ya son las cinco de la tarde. – Dijo con cierto tono de sorpresa.
    - La hora ideal para seguir durmiendo…
    - ¿Vas a estar ahí todo el día? – Arqueó una ceja cuando se acercó a su compañero. – Podemos aprovechar el tiempo y hacer algo.

    Pero mientras decía eso, veía que Zeno se estaba quedando dormido de nuevo. Lui esbozó una sonrisilla juguetona. Pese a que Zeno le llevaba diez mil años de ventaja, atrapado en ese cuerpo de diecisiete años eternamente joven, desde el punto de vista del propio Lui, Zeno tenía facetas bastante adorables. Y su cara durmiendo era una de ellas. Tocó su mejilla con el dedo, riéndose un poco.

    - Quita, melón… - Zeno apartó su mano, cubriéndose por completo con las sábanas.
    - ¿Pero qué te pasa? Estás muy perezoso, eh.
    - Tengo sueño.
    - ¿Y también frío?
    - No, pero no quiero que me estés mirando.
    - ¿Eh? ¿por qué no? – A Lui todo esto le estaba resultando divertido.
    - Porque me da vergüenza, maldita sea.

    Lui se desternilló de la risa. Luego se giró y se apoyó sobre Zeno intencionadamente. El rubio se mantuvo en sus trece y no se destapó. Prefirió quedarse escondido debajo de las cobijas. Todo fuera para que Lui no le viera la cara. No era muy fan de que le estuvieran mirando con un sonrojo en las mejillas. De mientras, Lui se entretenía con el móvil gracias a que el establecimiento también tenía servicio de Wifi gratuito.

    - Hay un enorme parque por aquí y parece que tiene árboles de cerezo por la zona. Podríamos echar un vistazo después de comer.
    - Comida… suena bien.

    Lui miró de reojo a su compañero debajo de las sábanas, todavía.

    - Jeh – sonrió. – Vaya, no tenía ni idea de que pudieras ser un glotón.
    - Todo el mundo es feliz cuando se trata de comida. Y quien te lo niegue, es que está mintiendo.
    - Vale, lo pillo. A ver, busquemos algo para comer.

    Encima de la mesita, delante de la ventana, el personal del establecimiento de aguas termales había dejado información sobre su restaurante con todo lujo de detalles sobre sus platos e incluso de dónde venían los ingredientes: eran de la zona, frescos y locales. Eso era algo que Lui solía tener en cuenta. Cuando de comida se refería, tenía que ser de la mejor calidad. A él le sobraba el dinero, por el momento, así que algunas veces disfrutaba.

    - Tendrías que ver la carta. Los platos lucen de rechupete. – Hablaba Lui para tentar a su compañero. – Aparte de las aguas termales, también cuentan con un par de jardines, uno de ellos basado en la época antigua de Japón. Seguro que han puesto montones de árboles de cerezo, no hay nada más japonés que eso. ¿No te gustaban a ti las flores?
    - Cállate, payaso. No me harás salir de aquí.
    - ¿Ah sí? Bueno, entonces habrá que cambiar eso, ¿no te parece?

    Zeno parpadeó, extrañado. No pasó mucho tiempo hasta que sintió que la sábana se abría por un lado y después un peso sobre él. Cuando se movió un poco para ver qué ocurría, su cara casi terminaba de enrojecer cuando vio que era Lui. Él estaba muy cerca y apenas una pequeña distancia les separaba. Lui sonrió de una forma pícara antes de comenzar a hacerle cosquillas. Zeno comenzó a reír sin poder controlarlo, y es que ser inmortal no le hacía inmune a las cosquillas. Zeno intentaba detener esas manos, pero era en vano. Reír tanto le quitaba toda la fuerza y ya había comprobado desde hacía tiempo que tampoco era capaz de subir escaleras si se reía.

    Cuando tuvo la ocasión, Zeno sostuvo las muñecas de Lui, pero eso sólo provocó un forcejeo entre los dos antes de que el propio Lui le sometiera y pusiera sus manos por encima de su cabeza. Al mirarse, ambos se percataron de la mutua cercanía a tal punto de que podían sentir el aliento del otro. Zeno se puso nervioso aunque sus mejillas seguían ardiendo. Para Lui, sin embargo, ver aquellos ojos azules brillar de aquella manera le resultó tentador. Y no se resistió.

    Fue acercándose poquito a poquito, como tanteando el terreno y esperando algún tipo de rechazo por parte del rubio, pero éste parecía que sólo le esperaba. Por ello, un tímido y suave beso tuvo lugar entre ellos metidos en las sábanas, casi escondidos en aquella habitación. El ritmo entre sus bocas era lento y pausado. Lui conocía la faceta evasiva de Zeno y su poca predisposición a establecer contacto físico. Era una consecuencia directa de ser inmortal. No obstante, a medida que soltaba a Zeno, Lui se percató de que el rubio le aceptaba tanto a él como al beso que seguían dándose.

    Zeno le acogió de forma gentil. Era la primera vez que se besaban, era por eso que Lui iba lento ya que tampoco tenían la necesidad de ir deprisa. La posada estaba en un lugar muy tranquilo de Hakodate, a escasa distancia del parque que daba acceso al monte Hakodate, un lugar muy importante de la localidad y en el que además había hasta un observatorio. De todas maneras, este lugar era considerado una ciudad del amor para la gente. Fuera o no verdad, el caso es que estaba disfrutando de un cálido momento con Zeno.

    - ¿Tienes hambre? – Preguntó Lui de repente.
    - Sí, un poco sí. – Respondía Zeno, todavía con esas mejillas coloradas. – No hemos comido mucho desde que llegamos aquí.
    - Bueno, ha sido un viaje largo. Iré a pedir algo. Si quieres salir a tomar el aire, puedes hacerlo.

    Zeno asintió, viendo cómo Lui se apartaba y se ponía más decente para salir del cuarto. El rubio respiró aire y lo dejó salir de sus pulmones, relajándose. En el proceso, acarició sus labios, jurando que todavía podía sentir los de Lui. Era la primera vez en mucho tiempo que volvía a besar a alguien.

    Pensando en ello, abandonó el futón y también la habitación. No tenía frío, así que para él estaba bien caminar por los acogedores pasillos de madera con zonas decoradas con árboles, arbustos y flores, hasta pequeños estanques de agua con peces nadando en ellas. A Zeno le recordaba un poco a algunos templos budistas que, actualmente, el tiempo había borrado de toda existencia y que, como mucho, sólo quedarían algunos vestigios para quien supiera dónde mirar.

    Echó un pesado suspiro, y optó por intentar centrarse en otra cosa para no amargar la ocasión. La posada era grande y moderna, con ese toque tan contemporáneo que hacía que su mente tuviera presente que esto ya no era el pasado lejano que una vez vivió. Ahora estaba en una época más pacífica donde el uso de las armas no era una opción, o al menos, no siempre. El mundo había evolucionado durante su ausencia, y avanzado más de lo que él podía asimilar. Quizá por eso Lui le había traído aquí con tal de que no se abrumara tanto.

    Cuando se quiso dar cuenta, Zeno acabó llegando a la nueva zona de la posada que consistía en un pequeño rincón que imitaba un parque natural de árboles de cerezo. Aquellos pétalos rosados caían en el suelo, creando una alfombra que embellecía el lugar. Zeno lo contempló, llegando a ver claramente cómo la luz solar pasaba a través de la copa de los árboles. La imagen que sus ojos observaba era mágica y le hizo sentirse mejor y más feliz. Conforme caminaba, algunos pétalos rebeldes caían sobre él. Se las apañó para subirse a uno de los árboles, rodeándose de su belleza y de la luz del sol. Esperó a Lui de mientras, permaneciendo tranquilo ahí arriba con algunos pajarillos revoloteando a su alrededor.

    No fue hasta un largo rato después que Lui llegó tras haber visto que Zeno ya no estaba en el cuarto que compartían. Se había hasta asegurado que el futón había sido abandonado por el rubio. Sonriendo con un suspiro, Lui supo dónde podría encontrar a su compañero. Y allí que se fue. La posada era un sitio especialmente relajante y acogedor, tranquilo. No había ruido por la noche gracias a que se respetaba el silencio para que los clientes descansaran adecuadamente. Los pasillos y las salas más amplias en las que podían pasar el rato daban un aire fresco que invitaba a cualquiera a desconectar.

    Llegando hasta los árboles de cerezo, Lui buscó a Zeno. No era tan fácil encontrar al rubio, dado que él no desprendía presencia alguna. El haber venido juntos y sugerirle venir a este rincón de la posada era lo único que le hacía saber que Zeno podría encontrarse aquí. Y al oír una risa, terminó localizándole subido a uno de los árboles. No le sorprendió, pero sí que se quedó mirándole. Zeno era una persona cálida, se esforzaba mucho por el bienestar de los demás, y solía ser positivo y muy comprensivo. Por esa misma razón, era como si el rubio encajara en este lugar entre los árboles, la luz solar y los pajarillos.

    Zeno se veía radiante.

    Lui se acercó, poniendo las manos en las caderas.

    - Así que al final me has hecho caso.
    - Oh, Lui. – Se sorprendió el rubio. - ¿Ya has pedido la comida?
    - Sí, nos la traerán dentro de poco al cuarto. Bajar de ahí para ir a comer sería una buena idea.
    - Tienes razón, pero me da pena dejar este sitio con lo bien que se está.
    - Podemos volver luego.

    Zeno le miró y la forma en la que primero sonrió para luego reírse fue una imagen que quedó grabada en la mente de Lui.

    - Me encantaría. – Escuchó, viendo que su compañero bajaba y le miraba. - ¿Sucede algo, Lui?
    - No, nada. Es sólo que… - Rascó su cabeza un momento mientras Zeno esperaba, inclinando un poco su cabeza. – Te ves adorable cuando sonríes.

    El rubio se sonrojó de nuevo, riéndose.

    - Ah, vaya. ¿En serio? – Lui asintió a sus palabras.
    - Tendrías que hacerlo más a menudo.
    - Bueno, lo tendré en cuenta. – Dijo caminando un poco, pero mirándole. Sus mejillas seguían estando tan rojas como un tomate. – Es gracias a ti por traerme a este lugar. Es maravilloso.
    - Me alegro de que te guste. – Se acercó a su compañero. – Es un buen sitio para relajarnos.

    Zeno asintió y a su lado, ambos se dirigieron a la habitación. Lui le miró un momento, antes de cogerle de la mano. Zeno se sorprendió le miró. Vio en la cara de Lui la pregunta reflejada en sus ojos sobre si le daba permiso para hacer algo así, por ello, Zeno sólo esbozó una tímida sonrisa y apretó un poco aquella mano. No hubo necesidad de usar palabras. Lui pilló enseguida el mensaje.

    Y juntos se decidieron a ir a probar la deliciosa comida que pronto iba a llegar.

    FIN



    Edited by Silence Voice - 19/9/2022, 02:42
  13. .
    Jelou!! Aquí va mi tercer aporte para el reto del foro. Me encanta ver la actividad que está teniendo, y la verdad es que no me sorprende con lo sencillito que es el reto. Miles de ideas se te pueden venir fácilmente a la mente. Traigo otra pareja original de uno de mis proyectos. Es más reciente que las otras que tengo, pero igualmente he disfrutado de poder hacer este escrito. ¡Espero que os guste!

    QUOTE
    Fandom: Originales
    Pareja: Oda / Sayuri Aoi
    Diálogo escogido: ANGST | 14.“¡Confié en ti!”
    Longitud: 2786.
    Disclaimer: Los personajes son de mi completa autoría.

    NOTA: La imagen pertenece a PokyInk Fernando Sánchez

    La_Venganza_de_Oda



    La venganza de Oda



    ¿Quién le iba a decir a ella que, después de tantos años recluida, aparecería una pequeña flor de lirio azulada dispuesta a estar con ella? Pero no era una flor cualquiera. Se llamaba Sayuri y pertenecía al Clan Aoi. Víctima de haber sido aislada por sus peligrosos poderes, Oda no tenía conocimiento alguno sobre dicha familia a la que Sayuri pertenecía. Sólo le importaba ella por ser quien era: una persona que había traído alegría a su mundo gélido y solitario condenado a estar tras una barrera espiritual para que no terminara congelando su alrededor.

    Sayuri venía a verla todos los días. La joven había visto entusiasmada cómo los poderes de Oda alcanzaban niveles tales como para crear vida en forma de pequeños conejitos, mariposas y gorriones. Ni falta hacía mencionar lo mucho que Sayuri amaba la belleza de Oda. Era como un ángel todo de blanco enviado por los cielos. Oda era una mujer preciosa a su parecer, tan hermosa que parecía un ser divino y en parte así era. Oda era la nueva reencarnación de un poderoso dragón al que le había sido otorgado el don del conocimiento sobre el mundo, y poderes tales como el dominio del agua. Pero Sayuri sabía lo mucho que Oda sufría precisamente por ello. Sin haberlo decidido, había nacido con un dragón divino en su interior. Y sin haber sido escuchada, fue aislada por las personas que temían su poder al igual que ella.

    Por esa misma razón, Sayuri traía libros, comida e incluso pequeños artículos de belleza. Oda disfrutaba en gran medida de su compañía a tal punto que Sayuri se convirtió en una parte vital de su mundo. Ella era su felicidad, y la persona que le hacía reír. Sayuri tenía una voz alegre y un carácter extrovertido y risueño. En el fondo, Oda sentía envidia de la joven. Sayuri podía correr donde quisiera. Hablar con más gente. Tocar cosas, recibir abrazos, vivir en una casa con más personas. Era todo lo que a ella le había sido negado.

    El bosque y los animales que había creado con su poder era todo lo que tenía. La barrera espiritual era lo que la apartaba del resto del mundo. Estaba aislada. Sólo la naturaleza era su compañera, y sólo las montañas gélidas de Hokkaido sus eternas oyentes silenciosas. Los conejitos y los gorriones eran los únicos testigos de sus hermosos cantos que ella utilizaba para consolarse en su soledad. Es como si una eternidad perpetua y sin cambios se hubiera apoderado de su vida y tomado el control de la misma.

    Esa barrera que Oda tanto maldecía no le permitía ningún tipo de contacto físico con ningún ser humano. Y eso le dolía. Ver a Sayuri, quererla abrazar y mimarla a besos era todo cuanto deseaba. No obstante, su miedo hacia sus propios poderes era lo que le impedía averiguar si sería o no capaz de romper aquella jaula invisible en la que la habían metido. Quería abrazar a Sayuri, pero le aterraba la idea de congelarla viva. Al menos la barrera era transparente y podían verse la una a la otra y escucharse. Sin darse cuenta, un odio latente vivía dentro de su corazón. Cuando Sayuri se iba, los gritos de Oda se quedaban en las montañas sin que nadie llegara a oírlos.

    Frustración. Rabia. Dolor.

    Esas eran las palabras que más se ajustaban a lo que en su alma había en contra de aquellos que le hicieron esto y la convirtieron en una prisionera en contra de su voluntad. Se aprovecharon de su más profundo miedo. Y miedo era lo que resumía muy bien su vida. Había crecido temerosa de su poder y de sí misma. Todo a su alrededor siempre terminaba congelándose. Desde haber sido ocultada en un templo subterráneo de niña, ahora era encerrada en este rincón de las montañas de Hokkaido. Sólo Sayuri venía a verla tras descubrir que ella vivía aquí porque no tenía otro remedio.

    Oda sentía que había sido abandonada a su suerte. Y esta situación había ejercido un impacto en su estado mental. A veces lloraba delante de Sayuri, tocando la barrera y suplicándole salir… pero era en vano. Luego Sayuri tardaba varios días en volver y Oda entraba en una especie de letargo.

    Un día todo cambió cuando apareció Tetsu, el hermano mayor de Sayuri. Oda se percató de su presencia y en esos momentos agradeció la presencia de la barrera que la mantenía a salvo de ese hombre serio y estricto, con aquellos ojos negros distantes y afilados. Su nombre, “más fuerte que el hierro” hacía gala de la personalidad que poseía esta persona. Oda estaba de pie, mirándole con su amatista mirada. Sayuri le había hablado de él montones de veces.

    - ¿Dónde está Sayuri? – Preguntó Oda. Su voz era suave, pero su tono era ciertamente demandante. Tetsu no mostró mucha emoción.
    - En casa. – Respondió de forma monótona. – Ella no volverá.

    Oda abrió sus ojos. Eso la asustó. El miedo se apoderó de ella.

    - ¿C- cómo que no volverá? – Necesitó preguntar. - ¿Por qué? ¿le… le ha pasado algo?
    - No tenía permitido venir a este sitio. No se supone que tú debas conocer a nuestra familia.

    Oda no estaba comprendiendo nada. Debido a su aislamiento constante durante toda su vida, sentía que algo le había sido ocultado. Sayuri ya le había contado que su hermano Tetsu era el futuro líder del clan, y por lo tanto, la mano derecha del que era su padre. Este hombre nunca hacía algo si no era importante. Eso incluía, por supuesto, el haber venido aquí. Por su cuenta, Oda ya dedujo que Tetsu no tenía intenciones de visitarla y ser amigo suyo o algo por el estilo.

    - Sayuri es muy importante para mí. No podéis apartarla de mi lado. – Oda apretó las manos, llevándoselas al pecho en un acto inconsciente para levantar una barrera entre ese hombre y ella al sentirse vulnerable. Tetsu sólo entrecerró brevemente la mirada.
    - ¿Qué es importante para ti, dices? – Cuestionó, en un acto de escepticismo. Oda tuvo una mala sensación. – Parece que el haberte mantenido cautiva en este lugar te ha convertido en un ser ignorante. – Oír aquello provocó que Oda se sorprendiera. Tetsu ni siquiera la trataba de humana, al parecer. – Fuimos nosotros, el Clan Aoi, los que nos encargamos de convencer a tu familia de dejarte a nuestro cargo. El Clan Usui siempre ha sido débil, así que fue sencillo ocuparnos de ti. Dejarte suelta por nuestro alrededor nunca fue una opción para nosotros.
    - ¿De… de qué estás hablando? – Oda sentía que se ponía a temblar. Aquel hombre no mentía, pues tampoco titubeaba al contarle nada de aquello.

    Tetsu suspiró, tomándose su tiempo. Un tiempo que utilizó para que Oda continuara debatiéndose en un bucle de confusión e incertidumbre mientras el miedo aumentaba dentro de ella. Oda apretaba los brazos contra su pecho. Era un intento inútil para conservar su calma, y una forma psicológica de mantener a raya a Tetsu al considerarle peligroso.

    - Eres un ser con una gran masa de poder en tu interior. Dejarte libre era lo mismo que correr el riesgo de que fueras utilizada contra nosotros algún día. – Empezó a contar Tetsu. – El Clan Usui no mostró resistencia y te dejó ir. Desde entonces, mi familia ha estado vigilándote en este lugar. Sayuri no tenía permitido venir bajo ningún concepto, pero a ella siempre le ha gustado burlarse del clan como la vergüenza de la familia que es.

    Oda no tuvo necesidad alguna de preguntarlo. Sayuri siempre supo de su existencia. Aquel encuentro que pareció casual no fue más que una mentira de aquella joven que fingió no saber quién era ella. Oda tragó saliva. Empezó a entender muchas cosas. Haber estado confinada no significaba que fuera estúpida, pues siempre se había considerado una mujer inteligente. Observaba fijamente a Tetsu con sus ojos púrpuras mientras su mente intentaba asimilar todo aquello. Su corazón se negaba a aceptar que Sayuri, siendo la alegría de su vida, hubiera podido mentirle de una manera tan vil.

    El Clan Aoi estuvo detrás de todo y fue siempre la causa de su sufrimiento. Esa gente… nunca se preocupó por ella, pues, viendo el trato que Tetsu le daba, Oda comprendió que esa familia ni siquiera la consideraba humana. Tal vez por eso la consideraban como una fuente de poder que levantaba el temor de la sociedad. O tal vez sólo el temor del Clan Aoi.

    - E- entonces… Sayuri…
    - Ella siempre supo que existías, si es lo que te preguntas. Ser la hija menor del líder del clan ha favorecido que tenga acceso a ciertos conocimientos de la familia. – Tetsu cerró sus ojos. – Probablemente sólo quiso dejar de estar aburrida usándote como una mascota. Sus movimientos empezaban a ser sospechosos así que sólo tuvimos que confirmar dichas sospechas. – Miró a Oda. – No se te está permitido tener contacto con nadie, por eso te encerramos aquí. Hasta que no aprendas cuál es tu lugar, no te moverás de aquí.

    Esas fueron las últimas palabras que ella escuchó antes de que Tetsu abandonara este sitio. La dejó sola, en compañía de los animales que vivían gracias a ella y que eran inmunes a su poder y su habilidad natural para bajar drásticamente la temperatura de su entorno.

    Oda se dejó caer de rodillas al suelo. Las lágrimas se hicieron presente a medida que ella recordaba todos los momentos que compartió con Sayuri, el único tiempo en el que alguien pareció querer formar parte de su vida de una forma sincera. Pero nada más lejos de la realidad. Mirando sus manos, Oda fue invadida por sentimientos como la furia y el dolor que dieron paso al odio que había estado latente dentro de ella por los años en soledad a los que fue forzada a estar. Acordarse de que ni tan sólo la consideraban humana empeoró significativamente sus emociones hasta tal punto de sentirse completamente traicionada y engañada.

    Su reacción no se hizo de esperar. El miedo dentro de ella desapareció como si el aire mismo apareciera para dispersar la niebla, y el poder del que temió durante tanto tiempo se despertó desde su interior y con él, Oda fue capaz de destruir violentamente la barrera con un viento helado que creó fuertes estacas de hielo sólido potenciado con su poder espiritual que se podía vislumbrar gracias a que parecía un halo blanco y luminoso en torno a su figura.

    - ¡Vais a lamentar vuestra injuria! – Sentenció.

    Un espía vestido de negro había visto desde la distancia lo que acababa de ocurrir. Intentó huir del lugar para tratar de hacer llegar la información lo antes posible, sin embargo, una cinta blanca pareció danzar a su alrededor. Cuando se dio cuenta, una katana ya había atravesado su cuerpo. Lo último que vio fue la mirada gélida de Oda mientras el frío se apoderaba de él para arrebatarle la vida. La sangre no manchó a Oda, pues se congeló en cuestión de segundos, rompiéndose en trocitos que cayeron al suelo.

    Oda acababa de matar por primera vez, pero no sintió nada. El miedo ya no la limitaba. En su lugar, el odio la motivó para seguir adelante. Ya era demasiado tarde para ser piadosa. El momento para devolver lo que le habían hecho había llegado. Y, hablando de llegar, justo alcanzó la ciudad. El viento jugaba con su ropa y con la cinta en el mango de su arma afilada protegida por el poder espiritual que además aumentaba tanto el rango de ataque como la fuerza del mismo. Si querían considerarla un monstruo, ahora tenían la oportunidad de hacerlo.

    El hielo empezó a formarse a su alrededor con su sola presencia. Su mirada era tan fría como el poder que poseía. Ya no le asustaba congelar a la gente. Estaba dispuesta a vengarse por lo que le habían hecho. Moviendo la katana, envió una ráfaga de hielo que destruyó todo a su paso gracias al hielo sólido. Las placas de hielo se formaban a través de ese mismo hielo, provocando la caída de algunas personas que dieron la voz de alarma. En poco más de cinco minutos el pánico se apoderó de la gente.

    Sayuri salió de su habitación, y corrió por los pasillos. El ruido del exterior era cada vez más fuerte y los gritos eran más fáciles de escuchar. ¿Qué estaba pasando? ¿estaban siendo atacados? Gracias al caos, ella logró escabullirse. En un momento así, nadie tendría en cuenta su castigo. Cuando llegó fuera tras cruzar varios jardines de la mansión que daba cobijo al Clan Aoi, los ojos castaños de Sayuri se abrieron como un par de platos al ver la semejante destrucción que había caído sobre la ciudad. Veía columnas y pilares formados por hielo que parecía expandirse a través del suelo en el que se formaban placas que anunciaban el riesgo de sufrir una dolorosa caída.

    La confusión se apoderó de ella.

    - ¡Allí! ¡Está allí!
    - ¡No puede ser! ¡Es Oda!
    - ¡¿Qué hace ella aquí?! ¡Se supone que debería estar confinada en el bosque!
    - ¡Dejad de hacer el idiota y moved el culo!

    Muchos gritos se oyeron. Sayuri escuchó bien ese nombre. ¿De verdad Oda sería la causante de todo esto? Le costó creerlo y necesitó confirmarlo. Los de su familia y sus aliados estaban tan ocupados al centrarse en el problema que no se daban cuenta de que ella estaba ahí. Al mirar al cielo, vio una figura blanca que reconoció enseguida. Era la mismísima Oda.

    - ¡¡Oda!! – Gritó, pero fue inútil. Había demasiado ruido como para que su voz llegara hasta ella.

    Oda se movía demasiado rápido. Gracias a sus habilidades, Sayuri pudo vislumbrar un par de alas casi translúcidas en la espalda de Oda, lo que le permitía realizar aquellos espectaculares saltos de altura. Ser atacada desde el aire no era un problema para Oda. Las lanzas y todo lo que le fuera lanzado se acababa congelando antes de que pudiera ser alcanzada, y a las malas, ella misma podía defenderse con una ráfaga de aire extremadamente frío y atacar usando esa preciosa katana. Ni siquiera los ninjas eran capaces de pillarla por sorpresa.

    Tetsu apareció justo en el momento en el que un edificio se derrumbó, salvándola de acabar aplastada bajo los escombros.

    - Hermano, ¿qué está pasando? – Preguntó angustiada. Él enseguida la apartó de un empujón. Sin tiempo a responder, aquel ángel blanco se presentó ante ellos, rodeado por la cinta blanca en la empuñadura de la katana.

    Sayuri observó horrorizada cómo la dulce mirada de Oda ahora se había transformado en una expresión fría y carente de sentimientos que una vez pudieron haberla llevado a defender a las personas que estaba atacando ahora con semejante violencia. Tetsu desenvainó su katana, quedándose por delante de Oda.

    - Así que has roto la barrera que te mantenía confinada. – Habló el hombre. Ella no mostró emoción alguna. – Pero venir directamente hasta aquí… tienes mucho valor.
    - Ahorra saliva. – Contestó Oda. – Nadie sabía lo que podía llegar hacer, ni siquiera yo. Esto es vuestra culpa.
    - ¿Qué estás diciendo? – Sayuri temblaba, sin estar segura si era por el miedo o el frío, o puede que por ambas cosas a la vez. Tetsu se mantuvo en guardia. – Nosotros no hemos hecho nada, Oda. De verdad…
    - ¡¡Cállate!! – La aludida miró directamente a la joven con tal enfado que Sayuri se vio silenciada inmediatamente. - ¡Tú lo sabías todo desde el principio! ¡Sólo me has utilizado! ¡Confié en ti!

    Y trató de atacarla de forma impulsiva, pero Tetsu protegió a su hermana menor, obligando a Oda a tomar una distancia prudencial de él. Sayuri tragó saliva.

    - No te molestes en hablarle. – Dijo Tetsu, dirigiéndose a Sayuri sin mirarla directamente. Cualquier gesto de distracción podría costarle la vida. – Si te concentras, sentirás el dragón rugiendo dentro de ella. No vale la pena tratar de convencerla, no te escuchará. – Y observó a Oda. – Yo me encargaré de acabar con su sufrimiento.
    - Hermano, tú…
    - Heh, qué divertido. – Oda sonrió. – Tengo buenas noticias para ti, Tetsu. – Dijo, poniendo su katana por delante. – El hierro no es lo suficientemente fuerte para resistir el cero absoluto del que soy dueña. Vosotros, y todo vuestro clan, moriréis hoy aquí. Desde el Más Allá desearéis no haber jugado conmigo de esa manera.
    - ¡Oda, espe…!
    - ¡Incluso muertos, os seguiré persiguiendo hasta que no queden vestigios de vuestra sangre!

    Y Tetsu no tuvo más opción que defenderse, sabiendo que lo inevitable sólo estaba por llegar…

    FIN

  14. .
    Yaaaay, aquí otra vez trayendo otro pequeño fanfic, ¡esta vez original! No suelo hacer yuri pero me las he apañado para formar mi parejita de yuri original, ya que tampoco son los animes yuri que conozco y tampoco tengo costumbre de hacer mucho shippeo, hasta ahora, claro. La verdad es que este reto me está ayudando a escribir de nuevo, así que lo agradezco muchísimo porque la depresión no me permite hacer muchas cosas y es frustrante lo incapacitante que puede llegar a ser.

    ¡En fin! Historias aparte, os dejo con el fanfic. No es muy largo, ya lo veréis.

    QUOTE
    Fandom: Originales
    Pareja: Fayna / Anna
    Diálogo escogido: FLUFF | 18.“¿Necesitas un abrazo?”
    Longitud: 1349.
    Disclaimer: Los personajes son de mi completa autoría.

    Esta_bien_ser_FRAGIL



    Está bien ser FRÁGIL



    Yangsuo era uno de esos lugares de China que podía robarte el corazón. Un lugar considerado patrimonio de la humanidad por su pintoresco paisaje, sus cultivos de arroz y, no menos importantes, esas preciosas y majestuosas montañas cubiertas de verde que daban forma a la sureña región de este gigante asiático. Y entre ellas un hermoso sendero de agua serpenteaba… un sendero llamado el Río Li.

    Fayna frecuentaba a diario la ciudad, manteniéndose mayormente en la zona más rural de la misma. La gente la conocía e incluso había quienes la veneraban por ser la encarnación mortal del elemento del fuego, uno muy importante en la cultura del país. Fuego, pensaba ella a diario. Se había sentado en uno de los tantos puentes de madera de cimientos sólidos viendo a los pescadores ir y venir con sus aves amaestradas, un arte que se encontraba en decadencia pese a ser tradicional. Casi sin darse cuenta y gracias a su subconsciente, ella había sido capaz de encontrar su pequeño lugar en este rincón del planeta. Los habitantes de Yangsuo hasta presumían de ser la cuna que un día vio nacer al legendario Dragón Amarillo, un ser inmortal que ella ya debería haber conocido pero que la suerte no le había sonreído. En su lugar, una mujer budista que se había convertido en una maestra gurú era la que guiaba su camino y le daba un techo en el que podía estar.

    Esos ojos rubíes de los que era dueña contemplaban su entorno de atmósfera tranquila que invitaba a su mente a encontrar la paz y ofrecía a su temperamental carácter a sosegarse, algo que hasta ahora no había pasado. Sus problemas de conducta ya eran algo habitual, y lo que ella más odiaba era terminar quemando algo… o a alguien. Sus arranques de enfado encendían su fuego interior, y su elemento se salía de su control. El hecho de que su maestra no la regañara y actuara de una forma tan pasiva no mejoraba las cosas, porque no era lo que Fayna acostumbraba.

    Mirando sus manos, recordó cuando un incendio se llevó a sus padres.

    “Es irónico”, pensó mientras bufaba. “Ese incendio mató a mis padres y ahora yo poseo el fuego”. Misterios de la vida, ¿o era un regalo que el universo le había dado? No. Ese poder siempre estuvo en ella, esperando a despertar en algún momento… uno que ya hacía tiempo que había llegado. Y hasta ahora no había sido capaz de dominarlo.

    La frustración era lo que más le traía de cabeza. ¿Cómo podía hacerse más fuerte? ¿cómo manejar un elemento tan destructivo que lo consumía todo a su paso? Eso y muchas otras preguntas mantuvieron ocupada la cabeza de Fayna.

    Echando un suspiro, se puso de pie para seguir caminando. Ella envidiaba la vida de los campesinos, o de cualquier otro humilde trabajador de Yangsuo. Nadie debía temer por si podía quemar algo o no. Esa preocupación era algo que sólo tenía ella, o al menos así es cómo lo sentía Fayna. Durante su paseo, algunas personas le dieron frutas y verduras, e incluso le pedían a ella que rezara, ¿pero rezar qué? Ella no era especialmente creyente. No era budista, ni practicante de alguna otra religión o forma de vida.

    Sus pies la llevaron al bosque que se extendía entre las montañas. El agua del río llegaba hasta el pequeño rincón que Fayna utilizaba con frecuencia para aislarse y reflexionar. Ese lugar solitario era el único que realmente parecía estar en su misma sintonía. A pesar de que tenía a tres compañeras más que dominaban otro elemento, Fayna tenía la sensación de que su caso era único. El fuego era destructivo a su modo de pensar, y a la mínima podía hacerle daño a alguien. Era ella la que debía tener cuidado por no perder el control.

    - Sabía que estarías aquí.

    Una voz interrumpió tanto su soledad como su silencio. Fayna movió la cabeza, viendo a una joven de pelo rubio hasta casi media espalda con esos ojos de color ámbar que tanto la cautivaban.

    - ¿Anna? – Un leve rubor cubrió sus mejillas. La más espiritual de sus compañeras había venido a por ella, algo que inevitablemente la hacía sentirse… especial.
    - Parece que este sitio te ha gustado. – Anna se acercó para sentarse a su lado, ambas en una estructura de piedra que tuvo pinta de formar parte de una decoración de algún jardín. Detrás de ellas había un pequeño templo en ruinas. Y debajo de sus pies, el agua corría libremente con los nenúfares flotando encima.
    - Me siento a gusto aquí. – Fayna se encogió de hombros. - ¿Shifu te ha enviado a buscarme?
    - Qué va. Ella está meditando así que bueno – suspiró. – Me he tomado la libertad de hacer un paseo.

    Eso era habitual. Ambas tenían una maestra que meditaba mucho, así que a ellas junto a sus dos compañeras les tocaba el buen mantenimiento del templo en el que vivían, a varios kilómetros desde aquí. No es como si pudieran cambiar los hábitos de la mujer que las había acogido, y no sólo a ellas y a sus compañeras. Más gente estaba viviendo en ese templo dado lo grande que era.

    - Veo que te han dado muchas cosas – Anna se percató de la carga que Fayna había estado llevando consigo, mirando esas frutas y verduras.
    - Ah, esto… sí, pf… la misma tontería de siempre. – Frunció el ceño en un gesto de molestia. Anna la miró en silencio.
    - ¿No te gusta?
    - Pues no, no me gusta. La gente me ve como si fuera… yo qué sé, un dios o algo. – Alzó las manos en un gesto exagerado para reflejar su indignación. – Odio que la gente sepa el poder que tengo. – Bajó la cabeza. – No me gusta sentirme así.

    Anna la escuchó atentamente. Sabía que Fayna confiaba en ella más que en nadie, ya que, de lo contrario, no estaría mostrándole su vulnerabilidad. Sin necesidad de decirlo directamente, Anna lo agradecía. Entonces, acercó su mano para tocar la de Fayna y así llamar su atención.

    - Fayna… está bien ser frágil. – Esbozó una pequeña sonrisa mientras aquellos rubíes la observaban. – No tienes que poder con todo. Siempre te esfuerzas mucho, así que no te machaques culpándote por cosas como esas. El fuego no es sólo destrucción, también es vida. ¿Por qué si no existiría en este mundo? – Ese comentario hizo que Fayna abriera los ojos. Aquello tenía sentido y pareció romper el prejuicio que Fayna tenía sobre el elemento que poseía. – No hay nadie mejor que tú para ser el fuego, así que no te preocupes tanto.

    Fayna tragó saliva y miró a otra parte, casi dándole la espalda a Anna sólo para terminar abrazando sus piernas. El larguísimo cabello blanco de Fayna con un mechón atado con un lazo rojo a modo de coleta alta, casi cubrió a su dueña, como intentando esconderla. Anna contuvo la risilla. Fayna podía ser adorable sin que se diera cuenta por esa personalidad ardiente y ese coraje tan característico de su forma de ser.

    - ¿Necesitas un abrazo? – Vio asentir a la joven. Anna sonrió y se movió para abrazar a su compañera por la espalda, rodeando su abdomen con sus finos brazos.

    Fayna cerró sus ojos, relajándose gracias al contacto con Anna. No hubo necesidad de decir nada. Anna la comprendía a la perfección. Era por eso que Fayna se sentía más libre de poder expresarse más a su lado. Anna simplemente disfrutó de aquello, sintiendo el suave y sedoso tacto del cabello blanco de Fayna que parecía reflejar la luz del sol. Un cabello que la cubrió a ella cuando Fayna lo movió con sus manos.

    En este pequeño rincón de todo Yangsuo, ellas habían encontrado su espacio en plena naturaleza donde nada ni nadie las pillaría por sorpresa. El aire sopló y jugó con las hojas de los árboles del alrededor, trayendo un sonido que las invitó a la calma en aquel abrazo que ninguna deshizo.

    FIN



    Edited by Silence Voice - 13/8/2022, 04:53
  15. .
    Jelooou, yo aquí reportándome para este maravilloso reto del foro que tan simple y sencillo me ha resultado precioso y no quería perderme la oportunidad de participar, ¡con una nueva ship! Apenas llevo un tiempo (cortito, eso sí) de haber empezado a verme Bleach así que me dije: ¿por qué no hacer un pequeño fanfic aprovechando la temática del reto que no supone una gran dificultad? Esta vez me he ido a por algo simple. Gracias a Flamingori. que ha sido la primera en participar y me he leído su obra, me ha servido para quitarme una duda que llevaba como dos días comiéndome la cabeza, ¡Gracias <3 !

    QUOTE
    Fandom: Bleach
    Pareja: Ichigo Kurosaki / Toshiro Hitsugaya
    Diálogo escogido: FLUFF | 22.“¿Te gustaría salir conmigo alguna vez?” ||“¿Hablas de una cita?” || “Sí, una cita”
    Longitud: 3043.
    Disclaimer: Los personajes de Bleach no me pertenecen a mí sino a Tite Kubo.

    Un_Viaje_En_Verano

    Un viaje en verano



    “¿Te acuerdas? Te prometí que te llevaría a ver el mar”.

    Toshiro recordaba aquel momento mientras miraba por la ventana de la caravana que el padre de Ichigo se había pillado, alquilándola por unos días. Pasar ese tiempo de relax no era precisamente lo suyo y no era exactamente el motivo que le había llevado a estar en el mundo de los vivos. Sin embargo, tampoco fue capaz de decirle que no a Ichigo. Ambos se las habían apañado para terminar llevándose bien hasta ser cercanos entre sí. No es como si en la Sociedad de Almas tuviera la oportunidad de ir a algún sitio para ver el mar.

    Isshin, el padre de Ichigo, tenía la música puesta y se dedicaba a canturrear junto a su hija Yuzu. Karin prefería escuchar su propia colección en su móvil usando unos auriculares. Ichigo estaba sentado delante de él, los dos en una pequeña mesa. A Toshiro le sorprendía lo peculiar que era esta familia, aunque no por ello se sentía incómodo. Era mejor que soportar a algunos de sus compañeros Shinigami, o al grupo de amigos de Ichigo. Todos ellos tenían un talento especial para hacer el tonto cuando estaban juntos.

    La novedad para él yacía en el paisaje. El mundo humano era diverso y bello, con una gran naturaleza y edificios tan distintos como singulares. Toshiro pensaba en ello comparándolo con la Sociedad de Almas. Aunque le sería más fácil si no fuera porque Isshin y Yuzu hacían escándalo. Una parte de él maldecía la hora en la que coincidió con Ichigo en la ciudad.

    - Te acostumbrarás a ellos. – Escuchó la voz de Ichigo. – Siempre están así.

    De una manera sutil, Toshiro dirigió su mirada hacia el padre de familia. Echó un suspiro un cerró sus ojos.

    - Ahora entiendo por qué tienes tanto aguante.
    - ¿Eh? – Parpadeó el más alto. - ¿A qué te refieres?

    Toshiro no respondió. Con semejante familia, llegaba a entender la manera de ser de Ichigo. ¿Cómo olvidar la primera vez que el chaval llegó a la Sociedad de Almas para rescatar a Rukia? La liada de aquellos momentos fue del todo impresionante.

    - Bueno – Ichigo miró a su familia. – Me gusta tener una familia así, sabiendo que las hay de mucho peores.
    - Sí, sin duda. Eres tan o más ruidoso que ellos.
    - ¡¿Qué has dicho?!
    - A eso mismo me estaba refiriendo.

    Ichigo se avergonzó y bufó. Se apoyó en el respaldo del pequeño sofá. El viaje era ameno, y menos mal que Isshin había puesto el aire frío en la caravana, ya que de lo contrario se estarían asando como pollos. El sol apretaba fuerte, especialmente en las carreteras donde las temperaturas alcanzaban cifras importantes a tener en cuenta. Eso hizo pensar a Ichigo, que observó a Toshiro. El muchacho llevaba puestas las prendas de Shinigami con las que él ya estaba tan familiarizado, al contrario que sus hermanas. Su padre, Isshin, lo normalizaba tanto todo que Ichigo no estaba seguro de si para él era algo extraño o no. Su padre era un caso perdido.

    - Vamos a tener que buscarte algo de ropa adecuada.
    - No hace falta.
    - Claro que sí. Me da calor con sólo verte así. – Le señaló. – Por suerte hay tiendas de ropa cerca de donde vamos, así que a lo mejor tienen algo de tu talla.
    - ¿De “mi talla”? – Arqueó una ceja.
    - Eh, bueno… - Ichigo recordó la vez que llamó a Toshiro como “canijo” y le hizo enfadar, así que sabía lo mucho que al Shinigami le molestaba que hicieran mención de su pequeña estatura. – La gente que suele ir es más… como yo, ya sabes…

    La cara de Toshiro ya le estaba indicando que no mejoraba las cosas al intentar pensar en una manera de no ofenderle. Toshiro estaba de brazos cruzados con esa cara seria. Ichigo sentía que se estaba metiendo en camisas de once varas, nunca mejor dicho…

    - De todas maneras, me iban a trasladar a esta área a la que vamos, así que me has hecho un favor por traerme, Ichigo.
    - Ah, eso… dale las gracias a mi padre. – Señaló hacia atrás con el pulgar. – No veas lo pesado que se pone cuando quiere algo. Llevábamos tiempo sin poder ir de vacaciones, así que hemos aprovechado esta oportunidad.

    Toshiro sabía que Isshin tenía una clínica médica. El hombre parecía haberse acostumbrado bien al mundo humano. Eso le alegraba en gran medida. A veces el trabajo como capitán de un escuadrón de Shinigamis era realmente agotador. El término “vacaciones” era algo que casi nadie conocía.

    Pasadas varias horas, lograron llegar a destino. Un pueblo más pequeño que parecía que había sido sacada de una isla paradisíaca. Lo primero que Toshiro notó fue el olor salado del mar y la brisa marina. Automáticamente se giró al percibir el aroma mientras Isshin y su familia se encargaban de meter las maletas dentro de la casa, también alquilada, que usarían durante estos días. El mar era visible a la lejanía, pero más edificios y carreteras obstaculizaban su completa visualización.

    - ¡Oh! ¡Es verdad! – Isshin le sorprendió cuando le tocó bruscamente el hombro con esas grandes manos. – Esta es la primera vez que ves el mar, ¿verdad, Toshiro? – Le vio asentir y el hombre se rio. - ¡Ya verás! Este sitio te va a encantar. Venía aquí con mi mujer muy a menudo, ¡es un lugar ideal para estar tranquilito y disfrutar del veranito! Sólo ten cuidado que no te dé mucho el sol. No es muy difícil sufrir un ataque de calor.

    Ataque de calor, se repitió Toshiro en la cabeza. ¿Qué se suponía que era eso? ¿acaso vendría alguien y le atacaría? Lo primero que pensó fue en un Hollow apareciendo de la nada con alguna clase de poder misterioso relacionado con el fuego o algo.

    Entró en aquella casa rústica con una decoración y distribución acogedoras. Ya había escándalo porque Isshin y Karin discutían de forma cariñosa sobre algo absurdo y hasta se retaron de forma estúpida por bien quién organizaba las cosas más rápido. Toshiro casi salía atropellado por esos dos si Ichigo no le hubiera cogido del brazo a tiempo.

    - Eh, tened más cuidado idiotas. – Se quejaba el más alto. – Será posible… - Bufó, rascando su nuca. – Luego dicen que soy yo que no miro por dónde voy.
    - Oi, Ichigo – el tono de voz de Toshiro denotaba molestia.

    El aludido miró hacia abajo, ya que Toshiro era más bajito que él. Si no fuera porque Ichigo ya era consciente de lo mucho que eso le gustaba, habría podido aguantar la risa que se le escapó, sobre todo al pensar en que, para ser capitán de un escuadrón, Toshiro lucía como una persona adorable.

    - ¿De qué demonios te estás riendo, imbécil?
    - Ah, no, nada… cosas mías. Sólo pensaba.
    - ¿Huh? ¿en qué pensabas?
    - Nada, nada.

    Ichigo intentó huir de aquella situación, pero Toshiro no hizo otra cosa más que seguirle con una expresión enfurruñada, demandando respuestas:

    - ¿Vas a decirme en qué estabas pensando?
    - ¡Ay, ya déjame tranquilo!

    Yuzu miraba de un lado a otro con Kon en los brazos. La pobre se había quedado ahí en medio de dos situaciones completamente distintas. Isshin y Karin no paraban de traer cajas. Para ella seguía sin tener mucho sentido haber alquilado una casa con el mar en apenas unos diez minutos a pie, y haber alquilado una caravana. Su padre a veces iba como un pollo sin cabeza por la vida.

    Así se pudo resumir lo que ocurrió hasta llegada la tarde. Para Toshiro seguía siendo una experiencia nueva viviendo en el mundo humano y entre los vivos, probando la comida e incluso aprendiendo a usar otra cosa que no fueran palillos para comer. Un día relajado y al parecer festivo. Ichigo invitó a Toshiro a ir y echar un vistazo a la tienda que le mencionó antes durante el trayecto y la cual parecía estar cerrada. Tampoco le sorprendió mucho.

    - Vaya, la gente sí que sabe aprovechar la excusa más pequeña para largarse de vacaciones.
    - Parece que es una de vuestras costumbres. – Dijo Toshiro viendo el cartel de cerrado pegado en el vidrio. - ¿Y? ¿qué hacemos?

    Ichigo resopló, pensando.

    - Como nos vamos a quedar aquí algunos días, no tenemos prisa por organizar las cosas que nos hemos traído. – Recordaba las maletas. – Seguro que Yuzu y Karin ya se han ido a la playa. ¿Quieres que vayamos?

    Toshiro arqueó una ceja. Una playa, repitió en su mente.

    - Supongo que está bien. – Se encogió de hombros.
    - Vale pues volvamos, tendremos que pillarnos un par de toallas. Miraré a ver si mi padre se ha traído la mini nevera, le dije que no se olvidara de traérsela.

    Cuando llegaron a casa, Toshiro observó descolocado el recibimiento extra exagerado de Isshin hacia su hijo Ichigo al que tiró al suelo de una patada. Eso provocó una disputa entre ellos, pero, según observaba, el Shinigami se percató de que no había hostilidad y que se trataba de una rarísima costumbre de mero trato familiar entre ellos. El hecho de que el padre le dijera al hijo que lucía más feliz de lo normal fue un comentario que llamó la atención de Toshiro y despertó su curiosidad. ¿Habría algún motivo especial?

    Tras aquella extraña situación, Isshin cayó en la cuenta de la presencia de Toshiro y le sujetó como si fuera un niño mientras el hombre sonreía de oreja a oreja. Toshiro ya puso una expresión gruñona muy típica en él.

    - ¡Toshirooo! ¡Parece mentira que seas mayor que mis hijas con lo pequeñito que eres!
    - ¡Papá no le digas eso!
    - ¿Qué? Pero mírale – movía de arriba abajo sus brazos. – Es más ligero que una pluma, ¡cualquiera estaría encantado de usarle como una pesa para ganar fuerza en los músculos!
    - ¡Deja ya de hacer el idiota! Queremos ir a la playa, ¡¿Dónde demonios has puesto la mini nevera?!
    - Ooooh, ¿la estabas buscando, Ichigo? Está en la caravana.
    - Cht… demonios. ¿Para qué alquilas una casa si ya veníamos con una caravana? ¡Es de tontos!
    - Eh, más respeto a tu padre. Tú aún no sabes cómo funciona el mundo de los adultos. ¡Aprovecha ahora que todavía no tienes esas preocupaciones! Ser adulto no es nada sencillo.
    - Que sí, que sí. Venga, deja el drama y baja a Toshiro. Le vas a marear.

    Isshin miró a Toshiro y empezó a reírse. Ese comentario parecía haberle caído en gracia, lo que hizo protestar a Ichigo una vez más. Al final tuvo que darle una señora patada a su padre y obligarle a soltar a Toshiro, sujetándole para que le dejara en paz. Toshiro no hacía más que pensar en la incomprensible situación que era esta y lo mucho que se estarían riendo sus compañeros de él. Su pequeño tamaño, en líneas generales, siempre era motivo de burla y confusión.

    Ichigo le dejó en el suelo, yendo a la caravana mientras murmuraba cosas. Toshiro miró a Isshin.

    - Eh, ¿sigues vivo?
    - Ah… sí… tener un hijo así es una maravilla… - dijo enseñando el pulgar de la victoria. Toshiro arqueó una ceja. - Oi, Toshiro… ve con él, ¿quieres? Sigue siendo un manazas.
    - Sí, claro.

    La familia Kurosaki era un caso único. Toshiro se dirigió a la caravana, viendo a Ichigo rebuscar y protestar al mismo tiempo. El Shinigami se tomó el lujo de sentarse en el asiento del conductor aprovechando que estaba vacío. Se notaba que no había aire acondicionado puesto, pues Toshiro notaba el calor desde hacía un buen rato y en lo personal no es que le estuviera gustando mucho.

    - Ese viejo dramático, ¡¿Se puede saber dónde ha metido la maldita nevera?! ¡Es increíble! ¿cómo se puede esconder una mini nevera?
    - Sí que es verdad que sois una panda de raros.
    - ¡Cállate, Toshiro! ¡No estás ayudando!
    - ¿Qué? Sólo digo lo que veo. ¿Qué clase de recibimiento es darle una patada a alguien? En mi vida lo había visto.
    - Mi padre es imbécil, no se lo tengas en cuenta. Está un poco mal de la cabeza.
    - Ya… menuda suerte, eh.

    Ichigo miró extrañado a Toshiro sin captar por dónde iba el Shinigami. De todas maneras, Toshiro esperó ahí mientras el más alto se dedicaba a buscar. No estaba familiarizado con una caravana, y teniendo en cuenta la forma de ser de su padre, Ichigo se esperaba que hubiera metido la mini nevera en el rincón más singular de todos. Le tomó bastante rato encontrarla dentro de uno de los cajones de la cama. A Ichigo casi le entraban ganas de entrar en aquella casa y cantarle las cuarenta a su padre. Menos mal que estuvo Toshiro ahí para hacerle ver que al menos ya no tenía que seguir matándose para encontrar eso.

    Toshiro le siguió, de nueva cuenta a la casa. Isshin les dejó dinero para ir al súper a comprar hielo y bebidas frescas. Ichigo resopló y dejó la mini nevera sobre la encimera. No valía la pena sostener algo si luego tenía que volver. Miró a Toshiro, quien le había estado haciendo compañía hasta ahora.

    - Podemos pillar una de las bicis de fuera. ¿Te animas, Toshiro?

    El aludido pestañeó, curioso, y simplemente asintió con la cabeza. Isshin les vio irse para quitarle la cadena a la bici. Fue un momento extraño para Toshiro a la hora de cómo montarse en la bicicleta junto a Ichigo. Bastó con apoyarse en la vaina inferior, cerca de los pedales, y apoyarse en Ichigo. Luego fue cosa de avanzar. El Shinigami miró a Ichigo, recordando lo que había pasado antes.

    - Oi, Ichigo.
    - ¿Qué pasa?
    - Antes… tu padre dijo que parecías más feliz. ¿Es por alguna razón en particular?

    La mente de Ichigo casi hacia un “crack” mientras su cara enrojecía ligeramente. Afortunadamente, Toshiro estaba detrás y no podía verle de frente. Dentro de sus pensamientos, Ichigo sólo pudo maldecir a su padre.

    - No hagas caso de lo que diga mi padre. No hace más que soltar una tontería tras otra. Siempre es así.

    Entre pitos y flautas, ir y venir del súper les llevó más tiempo de lo que Ichigo pensó. Poner hielo y dejar que las bebidas se enfriaran, y de paso elegir algo para comer mientras iban a la playa. Yuzu y Karin vinieron y se fueron varias veces, bien para pillarse algo en el súper o cualquier otra cosa. Isshin aprovechaba el aire acondicionado de la casa para estar tumbado en el sofá viendo la televisión tan feliz con una cervecita y algo para picotear. Toshiro tuvo envidia de él, más por el aire frío que por cualquier otra cosa.

    Llegó el atardecer para cuando pudieron ir a la playa. Toshiro abrió los ojos. El mar se abría paso ante él, vasto y espectacular. El sol se reflejaba en él desde una lejana distancia, y los colores rojizos del cielo con aquellas nubes naranjas se reflejaban en la parte más distante del mar, que se volvía oscuro conforme más cerca de la orilla. El sonido de las olas del mar ir y venir fue algo que relajó al Shinigami que no podía hacer más que disfrutar del natural entorno al que Ichigo le había traído. Había un muelle a lo lejos, y una montaña justo al lado opuesto. Unos navíos seguían zarpando en la mar, como si en algún momento fueran a perderse más allá de la línea del horizonte que separaba el océano del cielo.

    Ichigo sonreía, sobre todo contemplando a Toshiro. Desde luego, era su primera vez viendo algo tan grande como el mismo océano. Esos ojos turquesas intentaban observar todo su alrededor como si en cualquier instante su dueño fuera a ser apartado de este sitio. Ichigo sabía que Toshiro pertenecía a la Sociedad de Almas, que su lugar estaba allí y que él estaba más acostumbrado a estar allí matándose a trabajar como muchas veces le había contado Matsumoto o Renji. A pesar de ese pequeño tamaño, Toshiro se esforzaba muchísimo en cualquier cosa que hacía.

    - ¿Esto… es el mar? – Preguntaba Toshiro en voz baja. Ichigo asintió.
    - Sí. ¿A qué es bonito?

    Toshiro asintió.

    - Y pensar que puedes disfrutar de esto tan fácilmente…
    - Tú también podrías.
    - No seas tonto, Ichigo. – Cerró sus ojos. – No puedo quedarme todo el tiempo aquí.
    - Ya lo sé. Sé lo duro que es ser un Shinigami. – Sobre todo lidiando con el tema de los Hollow. – Pero… ¿no te gustaría ver esto cada vez que vinieras en vez de centrarte en tus obligaciones? – Preguntó sin recibir una respuesta. Ichigo sabía lo tozudo que podía llegar a ser Toshiro. – Yo… podría traerte aquí todas las veces que quisieras. – Dijo, haciendo que el otro abriera sus ojos. – Incluso podría ir a la Sociedad de Almas y fingir tu secuestro.
    - Si haces eso querrán cortarte la cabeza como mínimo.

    Ichigo se empezó a reír.

    - Lo que quiero decir es que… me gusta verte sonreír y disfrutar de algo. – Dijo, mirando al Shinigami. – Toshiro – le llamó suavemente. – Dime una cosa… ¿te gustaría salir conmigo alguna vez?
    - ¿Hablas de una cita? – Sorprendido, dirigió sus ojos hacia el más alto, a quien vio asentir.
    - Sí, una cita.

    Por alguna razón, eso puso nervioso a Toshiro. Él se cruzó de brazos, mirando el mar pero sin poder esconder esa expresión avergonzada de su rostro. Ichigo sólo sonreía, esperando por una respuesta.

    - Sí, supongo…
    - Heh – se rio un poco el más alto, acercándose a él para rodear sus hombros. – Oi, Toshiro~.
    - ¡¡Cht, quita!! – Se apartó de él, caminando en dirección al muelle. - ¡Como hagas algo vergonzoso te voy a congelar, que lo sepas!
    - ¡Eh, espera! ¡No has probado los bocadillos! – Dijo siguiéndole.

    Y contemplar el mar sentados en el muelle fue, desde luego, se convirtió en un recuerdo que no desaparecería nunca de la mente de Toshiro… ni la de Ichigo.

    FIN

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