Posts written by Raccoon

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    holiii, ¿Qué tal?

    Wow fue realmente interesante la aparición de Kuruk, no me la esperaba. Pero lo que sí fue inesperado fue la historia que se cuenta en este capítulo. No imaginé que Chara habría nacido en una época tan anterior a la de Aang (ahora me cobra sentido en la cabeza que Chara sepa tantas cosas cuando en teoría no debería, ya sin mencionar su retorcida manera de pensar). uuuum, el Reishi... desde luego para nombres raros que no falten hahaha.

    ¿Y ahora qué hará Aang al respecto? Chara-Gaster-Frisk, menudo triangulito, ¿no? Si uno muere, la palman los otros. Olé. Nuestro Aang lo tiene difícil.

    ¡En fin gracias por actualizar tan pronto (creí que te demorarías más)! ¡Ya nos veremos! ¡Chau!
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    Holi, ¿Qué tal? Me aburría por el foro y mira, terminé aquí :).

    Me gusta mucho cómo escribes (y anda que la cantidad de fanfics que tiene es poca woot_jump ), de verdad ha sido muy entretenido y los personajes son geniales cheezy ). Nunca me había encontrado con la mezcla de Avatar y Undertale pero es genial, me encanta.

    Espero que actualices pronto el fic lol3
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    Hola buenas a todos, ¿Cómo estáis? Me alegro de que la 1ª Temporada os haya gustado tanto, es una gran alegría para mí y me siento honrada. Sólo escribo este mensaje para hacer saber que estoy repasando lo que escribí de la 2ª Temporada y que pronto empezaré a publicarla, me disculpo así por la tardanza de esta noticia. Únicamente pido unos días más para tener tiempo de leer la 2ª Temporada y continuarla, puliéndola para traeros su estado óptimo.

    Eso era todo, gracias por la paciencia y aunque no deseo haceros esperar, solamente pido un pelín más de espera.
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    Buenas :D, lamento la tardanza pero estoy con los últimos exámenes así que ya os lo podéis imaginar... XDDD, bueno, lo importante es que traigo la conty, ¡Qué por cierto, es el último capítulo de la temporada así que espero que os guste y se entienda!

    Por si no se comprende dejaré una breve explicación al final. Agradezco de antemano que hayáis seguido la 1ª Temporada de Amor Prohibido y recuerdo que tiene la 2ª inacabada pero conforme tenga tiempo libre y oportunidades para escribir, la iré publicando así que permaneced atentas dentro de la categoría de Naruto :D.

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    Capítulo 43 Caminos diferentes



    Desde ese día, otros fueron pasando y con ellos, las semanas, en las cuales, Hashirama y Madara seguían juntos al igual que la formal relación que Tobirama e Izuna hicieron. Rex por su parte, se mantenía cerca del líder de los Uchiha, el cual, aún seguía en su forma de mujer. Los hermanos entre sí se comprendían e incluso llegaban a quedar para pasar tiempo, todos juntos con sus respectivas parejas. Los lazos entre el grupo parecían muy estrechos pero no se daban cuenta que Mito Uzumaki les acechaba desde la “oscuridad” por así decirlo pero la prima de esta pronto llegó a darse a conocer entre los hombres. Madara miró a Kushina un tanto extrañado pero rápidamente se hizo amigo de ella al ver lo agradable que era con todo el mundo.

    Entre todos se llevaban bien y las bromas no se hacían de esperar nunca entre ellos, cualquiera diría que los muchachos hubiesen pasado por tantas desgracias, en especial el mayor de los Uchiha. Los días siguieron avanzando y las entregas carnales entre el matrimonio nunca faltaban, incluso, Izuna preguntaba por esas noches de pasión de Hashirama y Madara, los cuales y sonrojados, lo mandaban a callar, causando la risa de todos.

    Pero no todo era de color rosa… El clan Senju junto al clan Uchiha, decidieron, una vez más y después de tanto tiempo, separar a sus líderes… Los miembros de cada familia estaban indignados ante la ausencia de Madara y de Hashirama, ya que estos dejaron de atender a sus responsabilidades… Sin embargo, ambos bandos lo único que hacían, era quejarse sin darse cuenta que habían llamado la atención de cierta Uzumaki que puso en marcha su plan, uno que, sin duda, daría resultado.

    Los días continuaban pasando, cada vez, la relación entre el matrimonio se hacía más inestable debido a que Mito, comenzó con su plan para poder ser ella la esposa de Hashirama y poder separar a este de Madara, el cual, se alejaba cada vez más del Senju. A pesar de que los dos trataban de seguir juntos, ya nada era igual el día en que Madara, harto de la situación, rompió su alianza al saber que Mito se convertiría en su “substituta” y su matrimonio con Hashirama quedaría en el olvido.

    El Shodaime Hokage quiso rechazar a la Uzumaki pero ya era imposible… Fue entonces que trató de ir hablar con Madara, pero este ni si quiera le recibió en su casa y fue Izuna quien amablemente le pidió a Hashirama que se marchara, porque su hermano mayor no deseaba verlo… El castaño trató de insistir pero pensó que lo más idóneo era hacer caso a las palabras del menor…

    Rex le proporcionaba el apoyo necesario al líder de los Uchiha, cuyo clan veía satisfecho que por fin, Madara y el Shodaime, hubiesen sido separados. Todo volvería a la normalidad, su jefe volvería a atender las responsabilidades que tenía con dicho título. Por otro lado, la relación de Izuna y Tobirama se vio algo dañada, pero no del todo, ambos seguían juntos y se comprendían y aunque trataban de arreglar las cosas, se dieron cuenta que ya nada era posible para reconciliar a sus mayores…

    Obito sin embargo, la liaba junto a Sora, diciéndole a Mito que era de todo menos guapa, pero ni ellos consiguieron algo para poder mejorar esa situación que de un momento a otro, Madara dio por terminada. El líder de los Uchiha, una noche, junto a sus hermanos y el león, decidió emprender marcha para irse de Konoha. Pero por unos momentos, comentó que deseaba ir solo y que ellos, le siguieran después. Sus menores así lo hicieron y Rex se quedó con los demás mientras veía a la “mujer” marcharse de su casa.

    Konoha se llenó de una débil niebla que iba siendo desplazada por el viento… La luna iluminaba las calles, hacia mover las hojas que habían caído de los árboles de los alrededores y la fresca temperatura, ponía la carne de gallina… El lugar, parecía algo así como muy fantasmal que daba mucha grima.

    Justo a la salida de la aldea, una mano detuvo a Madara del brazo, pero este no se giró al haber notado la energía que dicha parte desprendía… Suspiró, cansado mientras notaba como su protector metálico de tela color escarlata, se iba aflojando por sí sola.

    - Espera, por favor… Madara… - Habló aquella persona que le detuvo del brazo con mucha angustia en su voz. – No te vayas de la aldea… Quédate…
    - Cierra la boca, bastardo. – El mencionado deshizo su agarre, mirando de reojo al otro con esa mirada brillante y rojiza, característica de su Sharingan Eterno. - ¿Para qué quieres que me quede? ¿Para sufrir? ¿Para verte con esa puta? No gracias.
    - Pero, yo… - Trató de decir. – Madara, escúchame…
    - No tengo nada más que oír de ti, Hashirama. – Le interrumpió el pelinegro. – Lo nuestro se ha terminado, ya no hay remedio alguno… Ahora, tengo que irme, así que adiós. – Dejó de mirarlo y empezó a caminar.

    Sin embargo, unos cálidos brazos rodearon su persona, proporcionándole aquella calidez. Sentía un aliento en su nuca que hacía reaccionar su bello corporal. Madara cerró fuertemente sus ojos, aguantándose las ganas de llorar intensamente…

    - No te vayas… - Le musitó. – Por favor… Quédate conmigo…
    - No puedo… - Le contestó el otro, con una voz quebrantada. – No puedo, Hashirama… - Se giró, dejándole ver al Senju su empapado rostro por aquella agua salada que bajaba de sus clandestinos luceros. – Si me quedo, sólo sufriré… No puedo quedarme.
    - Te necesito a mi lado, Madara… - Decía Hashirama mientras secaba aquellas amargas lágrimas que bajaban insensatamente por las mejillas del Uchiha.
    - No seas hipócrita… - Una vez más, el mencionado se alejó levemente del que fue su esposo. – Tú ya no me necesitas… Tienes a Mito. – Suspiró y bajó la mirada. Más tarde, le dio la espalda al Senju. – Tú y yo ya no podemos seguir juntos…
    - ¡Madara, yo…! – Trató de decir el Shodaime.
    - ¡Ya cállate de una puta vez, maldita sea ya! – Se giró muy enfadado. - ¡¿Quién te has creído qué eres para decirme que me necesitas cuándo me substituyes por una zorra cómo esa?! – Y su mirada cada vez se llenaba de un odio que comenzaba a sentir. – Yo he luchado demasiado por ti, pero mira como hemos terminado. – Suspiró.
    - Yo te sigo amando, yo te amo, Madara… - Se acercó al mencionado.
    - Acércate más y juro que no respondo. – Se mostró agresivo, mirando con rencor y furia al Senju. – No sólo quieres que sufra quedándome aquí, si no que no paras de decirme hipocresías… - Se rió. – Jamás imaginé que caerías tan bajo… - Miró una vez más al otro. – Ahora me das asco.
    - Ma- Madara… - Lo miró incrédulo.
    - ¿Promesas de amor eterno? ¿Qué si me amas…? ¿Qué si nunca me cambiarías por nadie? ¿Qué me amarías eternamente aún después de tu muerte? – Hablaba con sarcasmo en su voz y se mostró profundamente entristecido, haciendo que sus lágrimas fueran más abundantes que antes. - ¿Dónde quedó todo eso, Hashirama? ¿Dónde? ¡Dímelo! – Le señaló. – Porque yo ya no lo veo… Todo eso…
    - Yo no pienso casarme con Mito, sabes perfectamente que yo sólo… - Le interrumpió el Senju pero no tuvo tiempo para terminar lo que iba a decir.
    - ¿Qué me estás contando? – Cuestionó Madara. – Mira, mejor… Olvídate de mí, yo ya no pienso volver a Konoha ni aunque me maten.
    - Pero Madara… - Suspiró. – Tú y yo hemos fundado Konoha… Hemos crecido como adultos en ella… Es… Es lo que fundamos con nuestro amor…
    - Un amor que ya no existe. – El Uchiha le dio la espalda, llevándose las manos a la cadera, tocando su vientre con sus finos dedos al sospechar de cierto aspecto. – Soy incapaz de perdonarte después de esto – miró de reojo al castaño. – Ahora, te has convertido en la peor escoria que pude haber conocido… Te has convertido en el ser que me ha enseñado a odiar… Porque es así… Te odio, Hashirama, eso jamás cambiará, ya lo verás.
    - ¡Madara…! – Trató de detenerlo pero le fue inútil, el pelinegro ya se había ido… El Senju se quedó ahí y más tarde se dejó caer de rodillas al suelo. - ¡Maldita sea, maldita sea…! – Golpeaba desesperadamente al suelo, sintiendo las lágrimas salir de sus ojos.

    Desde ese momento, pasaron tres meses en los cuales, Mito, quien ahora era la esposa de Hashirama, quedó embarazada de este y Konoha, vivía pacíficamente. No habían noticias sobre Madara Uchiha, nadie sabía si él estaba vivo o muerto, pero no es que alguien se interesara por ese pelinegro a excepción de tres personas: Kakashi, Tobirama y, cómo no, Hashirama. Por otra parte, la aldea shinobi había recibido la visita de Kyuhyun, el tercer hermano de Madara y el cual, se llevó una desilusión al saber más o menos lo que había pasado… Para ser exactos, únicamente le dijeron que el Uchiha, había abandonado la aldea por motivos personales que no debían ser contados. Dentro de dicho clan, había un par de hermanos que vivían en total armonía pero que pronto se trasladaron a vivir con el primo de su madre Mikoto.

    Hashirama vivía el día a día pensando en Madara… Todavía tenía la esperanza de que su amado Uchiha siguiera vivo, algo se lo decía… Deseaba encontrarlo y poder obtener su perdón pero… Parecía imposible… Ese pelinegro tenía el corazón roto en un millón de pedacitos chiquititos, no era posible el poderlo restaurar… Además… Él le odiaba… Y le parecía lo más normal del mundo.

    Por otra parte, Madara se encontraba viviendo lejos de Konoha, exactamente, en la frontera del País del Fuego con la Villa oculta de la Hierba. Estaba esperando un hijo, pues aún continuaba siendo una mujer, no había pasado un eclipse lunar y él, no había vuelto a su verdadera forma. Izuna y Obito vivían a su lado y le cuidaban, al menos, en lo básico, no deseaba ser una carga para sus hermanos.

    En dicha villa, Madara llegó a ser considerado la “mujer” más bella de todas. Muchos hombres pidieron su mano pero todos fueron cruelmente rechazados, además, el shinobi ya dejaba bien claro que, esperando una criatura, no se iba a enrollar con nadie, su único objetivo era hacer sufrir al bastardo que le destruyó la vida de esa manera… Él, que en sus días se alegraba de no poder odiar y sólo hacía falta echarle un vistazo… Ya no era la misma persona de antes o al menos, eso quería aparentar…

    Poco a poco los meses fueron avanzando y finalmente pasaron cinco años. Mito tuvo un niño llamado Daisuke, el cual, se parecía bastante al padre. El chiquillo era de piel porcelana como la madre, su rostro era redondeado, característica que heredó de su progenitora. Sus ojos eran negros brillantes y su cabello marrón oscuro corto, desordenado. La madre lo cuidaba con esmero mientras el padre también lo intentaba pero atendía estrictamente sus obligaciones como Hokage.

    Daisuke era un niño algo enloquecido, literalmente, era alegre y muy simplón que se conformaba con nada. En carácter no se parecía a su madre, si no a Hashirama y tal vez, a su tío Tobirama que se pasaba el día a su lado. A pesar de su corta edad, Daisuke había demostrado tener buenas habilidades como shinobi aunque era muy torpe, una calamidad.

    Por otra parte, muy lejos de Konoha, exactamente en la Villa oculta de la Hierba, en una casa que parecía una mansión con mucho lujo, se encontraba Izuna buscando a otro niño que desaparecía de su vista a la mínima… Había pasado un eclipse lunar y Madara había regresado a su naturaleza de hombre, aunque el hijo del shinobi ya sabía sobre este tema y el pequeño asimiló que fue el líder de los Uchiha quien lo trajo al mundo, siendo su madre aunque parecía que también era como un padre, el chiquillo siempre pensaba que Madara era su madre y entonces, le faltaba una figura paterna.

    Junto a Obito, los hermanos del pelinegro que descansaba en su habitación, buscaban al retoño de este, era la manía de ese crío desaparecer de la vista de todos… Incluso para el hijo mayor de Mikoto: Itachi, se le hacía complicado, más aún porque su hermano Sasuke le pedía atención constantemente, a pesar de las broncas de Fugaku, el marido de Mikoto y ambos, padres de los dos chicos, no servían de nada.

    Finalmente, Obito se encontró al pequeño subido en el árbol centenario de la mansión. Se dirigió a él y se puso a su lado.

    - Al fin te encuentro. – Dijo el adulto. – Eres muy escurridizo.
    - Supongo que es vuestra falta de habilidad lo que hace que no podáis cogerme. – Sonrió el chiquillo. A pesar de su corta edad, era muy insolente, normalmente, tenía tendencias a usar el sarcasmo. - ¿Dónde está el tío Izuna? – Preguntó mientras se reía. – No le veo. – Miró a su tío Obito. – Dime, ¿Se ha perdido?
    - Que gracioso. – Se molestó el otro. – A ver, ¿Tanto te gusta crearnos problemas con tu madre? – Cuestionó ahora el pelinegro de cabello corto, cabía decir que se mantenía su pelo así para no parecer un gemelo de su hermano Madara, aunque bien que podría parecerlo.
    - No es que me guste causar problemas, tío Obito. – Le contestó el menor. – Es sólo que me aburre estar encerrado en esa gigantesca casa.
    - Si tu madre no te dice que puedes salir, no lo harás. – Le replicó el mencionado, cruzándose de brazos… Ese niño rebosaba de una energía casi divina… No paraba quieto ni un segundo o eso creía él.
    - Está bien… - Suspiró pesadamente.

    La verdad es que el hijo de Madara era el peor caso que uno se podía encontrar en su camino… Físicamente, no se le parecía nada a su madre… El chiquillo parecía que iba a ser alto, era moreno de piel, con un cabello castaño oscuro que el menor pretendía dejárselo largo, ya que dos hermosos mechones de cabello decoraban los laterales de su fino rostro. Sus ojos eran negros brillantes, su nariz respingona, sus orejas pequeñas y sus labios eran finos y delgados. El niño entrenaba diariamente, por lo que su cuerpo iba ganando resistencia física y una ideal musculatura que iba marcando sus brazos y fortaleciendo sus piernas.

    Normalmente, el menor tenía la tendencia de ir descalzo, llevar unos anchos pantalones carmines, y simplemente, lleva puesto un poncho color crema con bordes del mismo color que sus pantalones que cubre la parte superior de su cuerpo sin llevar nada debajo. Tiene puestos unos guantes negros sin dedos que dejan los suyos propios al descubierto. En cierto caso, parecía una gota de agua con Hashirama, solo que, la mirada del chiquillo es más despreocupada, en ocasiones seductora de forma inconsciente cuando sonríe.

    - Ven, vamos a dar una vuelta. – Le propuso Obito, bajando del árbol y miró al menor. - ¿Puedes bajar?
    - ¿Me tomas por idiota? – A pesar de esta cuestión, el otro bajó directamente y aterrizó con éxito al suelo. – Creo que antes deberías decirle al tío Izuna que estoy aquí, ya sabes… Lo histérico que puede llegar a ser.
    - Sí tienes razón, vamos. – Sonrió el adulto.

    Los dos entraron en la mansión y empezaron a buscar a Izuna, el cual y más que desesperado, los encontró y se dirigió hacía el más pequeño, zarandeándolo y preguntándole sobre dónde había estado, con quién, etc.

    Para suerte del chiquillo, este supo zafarse de esos empujoncitos de su tío y más tarde se fue con Obito a dar una vuelta. Paseaban por la villa, humilde y sobretodo, tranquila. Aunque el menor no parecía feliz, la verdad y eso, llamó la atención del más mayor.

    - ¿Te ocurre algo? – El adulto miró al pequeño, curioso de la seriedad de este.
    - Tío Obito, lo he estado pensando y… - Suspiró. - ¿Si Madara es mi madre, quién es mi padre?
    - Ah esto… - Se rascó la nuca. – Verás, yo no lo sé. – Mintió.
    - ¿Ah no? – Se sorprendió, todo inocente. - ¿Entonces quién lo sabe?
    - Únicamente lo sabrá tu madre y si ella no te lo quiere decir, pregúntale a tu tío Izuna. – Se rió con torpeza.
    - Está bien. – Sonrió el menor.

    Y así... Empezó una nueva era cuyos tiempos cambiarían en ciento ochenta grados... Donde nadie... Sabría lo que pasaría de ahora en adelante, todos... Siguiendo el curso de la naturaleza...
  5. .
    Buenas :D, lamento haberme tardado en regresar, pero dormí mucho, mucho hahahaha me encanta dormir así que ya os podéis dar cuenta a_______a. Os traigo la conty, ya sólo quedan 2 capítulos más para que se termine la 1ª Temporada de Amor Prohibido, así que espero que os guste el final :P.

    Advierto que hay mención de lemon pero como Madara está en su forma de mujer, esas escenas no las hago aparecer porque no sería considerado Yaoi, pero creo que ya da a entender que sucede.

    Sin más que decir, espero que os guste el cap.

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    Capítulo 42 El eclipse lunar



    Por otra parte, Tobirama logró perfeccionar, por fin, una técnica que revivía a todo aquél de la muerte y con ello, pudo traer de vuelta a la vida a Izuna Uchiha, al cual y por fin, pudo abrazar, ambos riéndose. Con esa nueva vida, el pelinegro por fin volvería hacer su vida rutinaria, aunque debía acostumbrarse de nuevo. A esta técnica, el Senju lo llamó: “Edo Tensei”.

    Madara al saberlo se quedó estupefacto y no esperó a nada más y achuchaba a su hermano pequeño como si fuera un oso amoroso, asfixiando, literalmente, al menor cuyo rostro le cambiaba de color. Con una torpe sonrisa, Hashirama separó a los hermanos, viendo como Izuna cogía aire con desesperación.

    Pero no todo terminó ahí… Kakashi se presentó con un pelinegro realmente escandaloso y todo molesto que no hacía otra cosa que soltar amenazas una tras otra sin pensar en nada más… La presencia de ambos llamó la atención de los cuatro ahí presentes… Los Uchiha, no daban crédito a lo que veían y parpadeaban, como si la vida les fuera en ello…

    Hashirama puso una mano en el hombro de su uke, poniéndose a la altura de este último con una sonrisa en sus labios.

    - Kakashi ha cumplido su promesa, Maddy. – Le musitó al líder de los Uchiha. – Ha traído de vuelta a Obito.
    - ¿O… Obito…? – Tartamudeó totalmente incrédulo mientras sus ojos iban mostrando una enorme emoción. – Pe- ¿Pero cómo…?
    - No importa el cómo, cariño. – Le dijo el Senju. – Sólo ve allí y abraza a tu hermano, vuestro reencuentro es aquí y ahora.

    Madara intercambió miradas con su esposo y asintió. Después de darle un beso en la mejilla, miró hacia adelante y junto a Izuna, se fueron acercando realmente nerviosos. Obito, al darse cuenta, se quedó estupefacto… ¿Izuna no estaba muerto? ¿Entonces, cómo…?

    Se hizo un silencio sepulcral, uno típico de cementerio. La tensión estaba en el ambiente mientras los hermanos Uchiha eran observados por los otros dos Senju y Hatake. Al poco rato, Madara, Izuna y Obito se abrazaron totalmente contentos y emocionados al haberse reencontrado de nuevo, haciendo un gran escándalo. Por lo menos se tiraron más de media hora persiguiéndose por aquella sala enorme, haciendo sus típicos juegos pero era más para divertirse entre ellos que no para molestarse. Hashirama, Tobirama y Kakashi miraban contentos la escandalosa escena.

    A partir de ese momento pasaron unos cuantos días y el eclipse lunar, que con sus rojizos rayos iluminaban el cielo oscuro, tornándolo violáceo y toda el área de igual color, hizo magia no sólo en el paisaje, sino también en el cuerpo de Madara mientras que por otra parte, aquél enigmático sujeto procedente de un pueblo nativo, se dedicaba a ser testigo de dicho fenómeno natural en un denso bosque de difícil acceso.

    De nuevo en Konoha, Hashirama caminaba por las calles de Konoha, buscando a Madara pero sin resultados… Desconocía por completo su figura femenina, así que lo tenía chungo para poder reconocerlo… Y más aún si el Uchiha no se mostraba ante él y le decía: “Mira soy yo”. Estaba claro que eso sería imposible.

    Se le hacía muy extraño… Su Uchiha no había aparecido en todo el día y eso le preocupaba. Preguntó por él a sus hermanos pero ellos no parecían saber nada… También al león pero este lo sacó a patadas de donde se encontraba… ¿Quizá Madara le estaba evitando? Sería imposible… Decidió pararse cerca de la orilla de un lago que quedaba algo apartado de la villa, viendo el agua iluminada por ese hermoso eclipse que iluminaba con sus hermosos rayos todo lo que llegaba alcanzar…

    No pasó mucho tiempo cuando vio a una hermosa dama bailar o más bien dicho, danzar encima del agua. Llamó su atención y se fijó en ella, sin saber quién era exactamente… Vestía un kimono azul marino con decorados de grullas en la parte inferior de la prenda y también en las largas mangas. Por debajo de su kimono llevaba un eri blanco que tapaba un poco más su figura y le proporcionaba calor. A la altura de su pecho y alrededor de su cadera, llevaba una faja rojo carmín con un obijime de oro decorado con un obidome que era un cascabel de plata con unas plumas del color de la perla. Su piel era nívea, tanto, que parecía que podía cortarse con la mínima ráfaga de aire, su cabello espinoso, estilo escalado, era negro y largo hasta la cintura, muy parecido al de Madara.

    Hashirama se quedó estupefacto al ver semejante belleza danzar en el lago, haciendo magia con el agua, por alguna razón, el Senju no apartaba la mirada sobre aquella mujer que tanto le recordaba a su amado Uchiha… Eran como dos gotas de agua al compararlos en su imaginación… Se acercó un poco más a la orilla, observando aquellos delicados pero elegantes y carismáticos movimientos de aquella doncella que parecía tan frágil pero majestuosa…

    El Shodaime Hokage no podía apartar la mirada sobre ella y no lo iba hacer. En un intento de conocerla, el castaño se acercó, caminando por el agua gracias al control de su chakra en los pies. Cada paso que daba le permitía una mejor perspectiva de aquella persona que, al verle, se detuvo en seco.

    - Esto… - Trataba de decir el Senju, acercándose a aquella mujer. – Espero no molestarte…

    Sin embargo esa mujer se alejaba un poco, se le notaba muy tímida, como si reconociese al recién llegado de algo… Parpadeó, curiosa pero no dijo nada, ni una condenada palabra.

    - Me suenas mucho… Es como… Si ya te hubiera visto de antes… - Seguía hablando Hashirama, sin apartar la vista de ella. - ¿Esto, tu nombre…?

    El hombre vio como la otra desviaba su mirada… Ese acto le extrañó mucho y una vez más, se acordó de Madara. Sin que la mujer lo notase, él se aproximó unos metros más a su persona, estando a una próxima cercanía. Centímetro por centímetro, observaba el físico del ser al cual tenía delante… Las seductoras curvas que formaba su figura eran realmente tentadoras y que le daban un aire sensual… Y esos sencillos pero desarrollados senos sin exagerar, le hacían tener un cuerpo hermoso, tapado por aquél elegante kimono que le quedaba como anillo al dedo.

    Hasta que hubo en un detalle que no se le pasó por alto: su dorso de la mano derecha. En ella, había una cicatriz con cierto símbolo… Y él recordaba perfectamente a qué se debía. La mujer escondió dicha parte tras de sí misma, bajando tímidamente la mirada. El Senju comprendió en ese momento, quién era la persona a la cual había estado observando desde que la vio… Que estúpido había sido al no reconocerle o ahora, más bien dicho… Reconocerla.

    - Perdona… No te había reconocido… - Sonrió tiernamente, acercándose a esa mujer. - ¿Eres tú, verdad… Madara?
    - E- esto… - Dijo él o más bien dicho, ella. – Yo… - Se sonrojó llevándose las manos al pecho. Que mala costumbre tenía al hacer eso.
    - ¿Sabes? – Habló, interrumpiéndole. – No te había reconocido y no lo habría hecho de no ser por esa marca que dejé en tu mano. – Dijo cogiendo dicha parte y alzándola a la altura de sus labios, los cuales, puso sobre esa nívea piel marcada con su símbolo de Senju. – No me esperaba que fueras tan hermoso en tu forma de mujer, mi amado Madara… O debería decir… ¿Mi amada…?
    - Hashirama… Y- yo… - Intentó decir de nuevo, pero su dulce esposo no se lo permitió.
    - Sh… - Hizo el castaño, poniendo su dedo índice sobre aquellos finos y seductores labios femeninos. – Que esta noche bendiga nuestro amor… Porque mía te voy hacer… - Recitaba un poema improvisado mientras se acercaba a su “esposo” en forma de mujer. – En esta noche de eclipse de luna…

    Ante esa cercanía, Madara cerró sus ojos, sintiendo a los pocos segundos una cálida boca apoderarse de la suya mientras unos protectores y fuertes brazos rodeaban su cuerpo. Nuevamente, repetirían aquella entrega carnal, sólo que, quizá, el acto se llevaría ante la luna y en aquél lago…

    Mientras el matrimonio llevaría a cabo de nuevo aquél acto de amor, por otra parte, Tobirama e Izuna, acompañados por Rex, se divertían tirándose las almohadas del cuarto, el cual, estaba infestado de plumas que los blandos objetos tenían en su interior como relleno… Entre risas y golpes, la sala se llenaba cada vez más de un agradable ambiente.

    Después de un rato, los tres se sentaron juntos, apoyados en la pared, justo debajo de la ventana y miraron el desorden que habían causado: libros y pergaminos por el suelo, bosas de herramientas ninjas esparramadas por todos los rincones y sobre todo y lo más abundante: las plumas que cubrían el piso…

    - ¡Pf! – Izuna hizo un sonido con su boca para quitarse una pluma que, desde su cabello azabache, había caído cerca de su nariz.
    - Mira que sois desordenados. – Regañó Rex.
    - ¿Perdona? – Dijeron los otros dos. Uno cruzándose de brazos, el otro, llevándose las manos a su cadera.
    - ¡Tú también participaste Rex, así qué no te hagas el mayor ahora! – Le replicó el Uchiha, señalando al animal con poca educación, echándose encima de las piernas de Tobirama, que se puso un poco nervioso, cosa que no fue notada por el pelinegro.
    - ¡Admítelo, vosotros dos habéis liado más las cosas qué yo! – El león le miró molesto.
    - Eres un mentiroso. – Le miró de forma acusadora.
    - Mentiroso serás tú, niño. – Rex le miró de la misma forma.
    - Bueno calmaos ya. – Intervino el Senju. – Aquí los culpables sois vosotros dos y punto. – Miró a ambos con expresión divertida mientras se quitaba “responsabilidades” por el desorden.
    - ¡Oye caradura tú también participaste! – Izuna miró al peliblanco molesto sin tener en cuenta la cercanía que tenía con este último.
    - Sí claro, ¿Quién lo dice? – Se mostró arrogante, aunque lo hacía con ganas de molestar al otro.
    - Yo te lo… - Trató de decir, más, le fue imposible.
    - Eso si es que yo te lo permito. – Sonrió mientras se hizo dueño de aquellos tiernos labios cuyo propietario, abrió impactada su mirada…

    Nunca antes había recibido un beso así y no tenía experiencia. Rex también se quedó con la boca abierta, sorprendido de par en par y sin saber qué decir exactamente.

    Por otra parte, Obito y Kakashi caminaban tranquilamente por el bosque, acompañados, como no, por el compañero del primero de estos: Sora. Hablaban sin prisas mientras se explicaban entre sí sus diferentes motivos que los llevaron hacer diferentes cosas en sus vidas… Comprendiéndose entre sí, los tres dejaron de lado, por el momento, sus diferencias.

    De tanto hablar, una cosa llevó a la otra y esto, provocó que los tres, empezaran hablar de un tema que los tenía inquietos… Más bien, intrigados: el tercer hijo del legendario Rikudou Sennin. Se preguntaban quién era dicho descendiente y por qué seguía con vida a pesar del tiempo tan largo que había transcurrido… Cuando el Rikudou Sennin creó lo que posteriormente se llamaría “Mundo Shinobi” a penas tendría treinta años… De ser así, su tercer y enigmático hijo, no habría ni nacido… Entonces… Nada sobre esa persona era lógico… Pero sí o sí, descubrirían ese misterio que tanto lo rodeaba.

    Se pararon cerca de una colina que daba entrada a un hermoso campo de hierbas que se movía al compás del viento y que hacía homenaje a ese eclipse lunar… Se subieron a un árbol que había cerca de allí. Una vez arriba de dicha planta, al poco rato Sora se dejó caer por el sueño, así que Kakashi y Obito aprovecharon para hablar sobre ellos… Echaban de menos los viejos tiempos pero pensándolo así, se reían torpemente… Ni que ellos fueran unos viejos chochos que sólo recordaban su pasado.

    - ¿Sabes? Es la primera vez que veo un eclipse lunar. – Habló Obito rompiendo el silencio tan incómodo que se había formado entre ambos. – Pero me gusta.
    - ¿Si no? – Sonrió el peliblanco. – Yo también disfruto de los eclipses, aunque este es el primero que veo en mi vida.
    - Jejeje. – Rió levemente el pelinegro. - ¿Hace cuánto no compartíamos una conversación, Kakashi? – Miró al mencionado.
    - Quizá unos cuantos años… - Sonrió torpemente cosa que fue notada por el Uchiha. – Comprendo porque te fuiste pero creo que no hiciste bien…
    - Si bueno, ya lo sé. – Suspiró el otro. – Pero aquello que ocurrió con Kyuhyun me dejó hecho trizas y decidí largarme.
    - Y no pensaste en Madara… Ni en Izuna… - Kakashi miró a su compañero. – Pero por lo menos ahora ya has recapacitado, estoy seguro que todo irá mejor a partir de ahora.
    - No sé si sabes que… - Le miró de reojo. – Los eclipses lunares… Son señal de mal agüero…

    Esas palabras dejaron estupefacto al peliblanco, quien parpadeó confundido sin haber comprendido lo que Obito había querido decirle… Era como si fuera a ocurrir alguna catástrofe que no se podría evitar, pasara lo que pasara… Porque al fin y al cabo, ocurriría. Decidió restarle importancia a pesar de que se quedó inquieto y continuó charlando con su amigo, disfrutando de su compañía y de sus risas.

    Más tarde, siguieron conversando tranquilamente hasta que cayeron en los brazos de Morfeo, acompañando así a Sora que estaba prácticamente más que dormido en esos momentos. El viento soplaba de forma agradable, haciendo un calmado sonido con las hojas de los árboles de los alrededores que se movían al compás de la brisa.
  6. .
    Buenas :D traigo la conty antes de irme a dormir así que ya podéis darme las gracias e____e, okno, es broma XD. Greldon, bienvenida a mi fanfic, espero que te guste aunque, ¿Ya te dio tiempo a leértelo todo? Digo porque la 1ª Temporada está al borde de terminarse (sólo le quedan estos 3 últimos capítulos que seguramente entre mañana y pasado estarán subidos finalmente).

    Hola Himeko-san, yo también te mando un gran saludo y por supuesto, a ti también Tobi, no quiero que pienses que me olvidé de ti :D eso nunca :P.

    Bueno no os entretengo más :D.

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    Capítulo 41 Kyuhyun decide regresar a su hogar



    - ¡Ya te podías haber callado maldito imbécil! – Le replicaba un enigmático pelinegro, echándole los trastos a la cabeza a Sora, literalmente. Se encontraba muy pero que muy enfadado con ese… - ¡Pero no, tú siempre hablando de más!
    - ¡Lo siento, no podía evitarlo! – Se reía, como si esa bronca no fuera nada para él. - ¿Y bien, qué vas hacer ahora?
    - Por el momento ya veré, si no fuera porque destrozaste de par en par lo que tenía organizado, seguiríamos con el plan… - Se cruzó de brazos. Odiaba a ese shinobi tan pasota como el que tenía a su lado.
    - Jajajaja – se rió Sora. - ¿Te acuerdas qué antes no me acordaba de tu nombre? – Cuestionó mientras cambiaba de tema.
    - ¿Sí, y qué? – Le respondió con frialdad.
    - Pues ahora ya recordé quien eres. – Sonrió tan feliz.
    - A veces creo que eres un completo enfermo mental. – Suspiró pesadamente. Que difícil se le hacía aguantarlo… Divina paciencia la suya y eso que él era una de las peores calamidades existentes.
    - ¡Muchas gracias! – Se rascó la nuca, nuevamente riendo como un idiota.
    - ¡NO ERA UN CUMPLIDO! – Le chilló más que harto. - Menudo imbécil estás hecho… - Volvió a suspirar el pelinegro.
    - Dime una cosa… - El castaño le cambió de tema. - ¿Por qué te fuiste de esta aldea? – Cuestionó mientras miraba a Konoha que se encontraba no muy lejos de ellos dos.
    - No te incumbe. – Se levantó y empezó a irse caminando. – Vámonos.
    - ¡ESPERA! – A la lejanía sintió una voz que poco a poco se iba acercando a los otros dos que le miraban sorprendidos, solo que el enigmático personaje con su característica frialdad, le miraba como si el recién llegado fuera un gusano.
    - Parece que tenemos visita. – Se rió Sora.
    - Hm. – Bufó con su nariz, restándole importancia aunque en el fondo sentía… ¿Nostalgia, alegría…?

    El shinobi que los encontró se paró enfrente de ellos, respirando de forma agitada y más tarde, después de calmarse un poco y descansar, miró al pelinegro que yacía unos metros alejado de él.

    - ¡Ah, a este me lo encontré antes! – Sora reaccionó casi al instante al reconocer aquél peliblanco que intercambiaba miradas con su compañero.
    - Aja. – Dijo el pelinegro. – Si ya sé perfectamente quien es este sujeto. – Hablaba como si no fuera nada para él y miró al castaño. - ¿Nos vamos? No está en mi cabeza perder el tiempo con…
    - Obito. – Le interrumpió Kakashi. – Al fin te encuentro… - Sonrió ampliamente al ver a su amigo allí sin percatarse de que algo había cambiado en el menor. – Finalmente podré…
    - Vámonos, Sora. – Habló el pelinegro, ignorando su nombre. – No tenemos nada que hacer aquí. – Empezó a caminar.
    - ¡Claro! – Asintió tan contento y fue tras el otro.
    - ¡Espera, por favor! – Hatake hizo que el Uchiha del lugar se detuviera al verse cogido de la muñeca por aquella mano de nívea piel. – Dime por qué, Obito… ¿Por qué abandonaste la aldea…?
    - Suéltame o no respondo, Kakashi. – Le contestó el shinobi que era sujetado por dicha parte mientras miraba con furia al otro. Él había cambiado, ya no era la misma calamidad de antes… O eso creía.
    - Sé que debes tener tus razones, sin embargo… - Suspiró y bajó la mirada. – Aquí mucha gente te echó de menos… Tus hermanos…
    - ¡Cállate! – Le chilló, interrumpiéndole justo cuando el peliblanco iba a soltar un tema tabú para él. - ¡¿Qué sabrás tú de mis hermanos?! ¡Mejor lárgate por dónde…!

    No tuvo tiempo de reaccionar cuando se vio apresado por unos brazos que rodeaban su cuerpo, sintiendo una calidez que tiempo atrás no había sentido… Le recordó a la ternura de su hermano Madara… A las ostias que le daba su hermano Izuna…

    Empezó a forcejear, prácticamente sonrojado, tratando de no quedar en ridículo delante de un Sora que seguía con su típica sonrisa infantil. En cierto caso, le daba gracia ver a su compañero de cabellos negros en esa situación y le agradaba el pensar que quizá, su sufrimiento se iba a terminar.

    Seguía replicando sin embargo, por tanto esfuerzo, se quedó quieto. Kakashi suspiró, al fin había logrado calmar a su amigo: Obito Uchiha. Aunque no se había reencontrado con él de una buena forma que digamos… Nunca antes, esta calamidad le había recibido tan mal.

    - Suéltame. – Le volvió a decir, esta vez, sin moverse. – Suéltame Kakashi, ¿Qué no oyes? – Utilizó un tono agresivo de voz.
    - No hasta que decidas volver a Konoha. – Le contestó. – Madara está deseando verte, no sabes cuánto ha sufrido por ti y por el resto de tus hermanos…
    - Como si me importase… - Habló fríamente.
    - Ahora que te he encontrado, no puedo dejarte ir. – Kakashi miró al Uchiha de forma seria. No se andaba con bromas, no tenía ánimos. – Quiero comprender porque te fuiste, nadie sabe tus razones…
    - Y nadie tiene porque saberlas. – Se cruzó de brazos. – A mí, esta aldea me la resbala, ni si quiera me importa si algún día la destruyen.
    - ¡No seas imbécil! – Le empujó pero rápidamente le sujetó la mano, mareando al pobre pelinegro. - ¡¿Cómo puedes decir eso de tu propio hogar?!
    - Este lugar dejó de ser mi hogar hace tiempo. – Obito miró con odio a Kakashi. Ya estaba harto de las réplicas, estaba harto. – No pienso volver, no importa lo que hagas, jamás regresaré.
    - ¿Y qué harás entonces? – Se mostró molesto el peliblanco.
    - Cuando sea lo suficientemente fuerte… - Se rió. – Destruiré Konoha. – Se enserió.
    - ¿Y hacer sufrir a Madara? – La palabra del otro dejó estupefacto a Obito… No se esperaba eso y menos por parte de Kakashi… - Madara fundó esta villa con la ayuda de Hashirama, todo para que los niños tuvieran un lugar seguro donde vivir, donde crecer y donde desarrollar sus habilidades sin miedo a ser asesinados. – Explicaba mientras su semblante totalmente serio no se desvanecía de su rostro. – Él pensó en ello por sus hermanos, ¿Así se lo pagas? ¿Con odio?
    - Tú qué sabrás… - Desvió la mirada, con un claro eje de dolor emocional en sus ojos oscuros. Apretó con rabia sus puños.
    - Lo sé porque él ha sufrido mucho por ti, Obito… - Suspiró el otro, Sora, sólo se mantenía como un mero espectador.
    - Lo que tú digas. – Pasó el mencionado, dándole la espalda tras conseguir soltarse de aquél agarre. – Nos vamos, Sora.
    - No pienses que te lo voy a permitir. – Kakashi se molestó y sin pensárselo dos veces, abrazó por detrás al pelinegro que enrojeció salvajemente ante ese cálido contacto… ¡¿Por qué narices su cuerpo reaccionaba con esos gestos?! ¡Arg, qué vergüenza le daba!
    - ¡Ka- Kakashi suéltame! – Tartamudeó levemente.
    - Huy, parece que aquí hay tema así que mejor me largo. – Se rió el castaño del lugar, empezando a alejarse.
    - ¡Sora espera, no me dejes aquí, ayúdame! – Trataba de convencerlo el Uchiha. - ¡Maldito enfermo mental, suéltame o no respondo! – Miró de reojo a Kakashi, mostrándose muy molesto.
    - Te soltaré si regresas a Konoha. – Sonrió. – Anda, hazlo por mí…
    - Hm… - Suspiró. - ¿No tengo más remedio, cierto?
    - No que yo sepa. – Se mostró infantil.
    - Hm… - De nuevo suspiró a regañadientes. – Está bien, me quedo.
    - ¡¡Bieen, gracias!! – Kakashi se alegró mucho y eso sacó una cara estupefacta del otro. – Ven, te llevaré con el resto. – Le cogió de la mano y prácticamente, más que guiarlo, se lo llevaba a rastras.
    - ¡O- oye su- suéltame…! – Se quejaba el pelinegro al verse en una situación tan incómoda.

    Tras este cometido, los dos fueron en dirección a Konoha donde eran saludados, pero había poquísima gente que reconociera a Obito, el cual, le replicaba a su amigo de cabello blanco.

    Lejos, muy lejos de ellos, se encontraba aquél enigmático muchacho procedente de un pueblo nativo que vivía en ese lugar aislado… Se encontraba cerca del País del Fuego, sintiendo el cálido viento que daba aquella hermosa puesta de sol. El muchacho de ojos violáceos con ondulaciones hasta los lagrimales de sus orbes, miraba el cielo, presintiendo algo…

    Parpadeó durante unos instantes y luego, miró a todo el alrededor, viendo que no había nada fuera de lo normal… Suspiró y se subió a un árbol, sin apartar la vista del cielo.

    - “Parece que pronto habrá un eclipse lunar.” – Pensó, curioso. – “Habrá pasado mucho tiempo desde que pude ver uno”– Sonrió con nostalgia. – “Amado padre, espero que desde allí arriba estés bien.”

    Bajó de la planta de considerable tamaño y siguió caminando, tan tranquilo. Cabía decir que hacía mucho tiempo, de pequeño, pudo ser testigo de un hermoso eclipse lunar de luna roja que iluminaba el cielo, tornando este color violeta, todo un paisaje místico. Suspiró y continuó con su camino.

    Por otra parte, lejos de Konoha, exactamente en Corea, en un pueblo pequeño, vivía un hombre de joven edad con un gran parecido a Madara Uchiha. Era un poco alto y de piel nívea, de cuerpo delgado y algo musculado, maestro en el arte de la espada. Su cabello era corto desordenado color negro y ojos en el mismo tono oscuro. Vestía una camisa delgada color marrón suave y unos anchos pantalones blancos con una faja roja alrededor de su cintura. Finalmente, llevaba unas sandalias de tiras negras que se ataban alrededor de su tobillo.

    Estaba sentado en el jardín, meditando sobre lo que le había ocurrido a lo largo de su corta existencia… Recordando amargos momentos en los que derramó tristes lágrimas, unas que ahora ya se habían secado… Una amable familia lo acogió con los brazos abiertos y prácticamente hizo una nueva vida allí con ellos.

    ¿Quién sería este enigmático muchacho qué estaba triste por los acontecimientos de su pasado? ¿Y por qué no vivía con su familia biológica? Todo este misterio pronto se iría a resolver. Tenía la sensación de que alguien pensaba constantemente en él y exactamente no era su “hermano” Akira, que lo solía despreciar constantemente, llamándolo “forastero”, porque era así, él, no pertenecía a la familia con la cual vivía y la cual le dio un cálido hogar cuando más lo necesitaba pero… No fueron sus acciones…

    Fue...

    El Clan Uchiha...



    ¿Cómo olvidarse de un clan qué, en Corea, tenía un poder inmenso? Eran populares, deseados, admirados, temidos, respetados, gozaban de una buena vida… ¿Quién no desearía vivir de esa forma? Le daba rabia admitirlo pero echaba de menos sus costumbres…

    ¿Sus hermanos se habrían olvidado de él? Pues hacía muchísimo tiempo que, desde que fue expulsado de su verdadera familia, no volvió a saber de ellos… Y ellos tampoco fueron a visitarle en Corea… Quizá… Era que el consejo superior de los Uchiha, mantenían en alto secreto su paradero… Había oído que Tajima había muerto, de ser así, su sucesor estaba más claro que el agua… El hijo mayor de ese difunto shinobi que sólo causó problemas, ese, era quien ocupaba ahora el puesto de líder de su clan, seguramente…

    Se moría de las ganas de volver a ver a Madara… ¿Qué hermano menor no añoraría a su mayor? Pero aquí, la cuestión, era la siguiente:

    Si tú naciste en un lugar, al cabo de unos años, la situación empeora, te destierran de tu familia y de tu hogar y te llevan a otro lugar, pasas en dicho sitio, “X” años, aprendiendo nuevas costumbres, nuevas lenguas, teniendo nuevos amigos y por un momento te paras a pensar en tu vida hasta decidir que deseas regresar allí en donde naciste… ¿Cómo lo harías?

    Eso era lo que se preguntaba un muchacho llamado…

    - ¡Kyuhyun-chan! – De pronto, una voz femenina se sintió en aquella enorme casa que tenía por nombre: mansión… Ni más ni menos que una de las grandes familias de Corea: los Udo. La chica que le llamó, era de estatura baja, de cabello marrón pastel como naranja pálido y todo rizado. Su piel era nívea y tersa, con un gracioso lunar encima de su ceja izquierda. Sus ojos eran castaños oscuros, brillantes, y muy simpáticos, unos que siempre te arrebatan una sonrisa hasta en los momentos más tristes. Su rostro era algo redondeado y de finas facciones, con unos rosados labios finos en los cuales, siempre se podía ver una hermosa dentadura blanca y brillante por el esmalte. La muchacha vestía un kimono amarillo con bordes rojos y una faja del mismo color alrededor de su cintura. Dicha prenda, tenía decorados de flores de cálidos colores… Rosados… Rojos muy intensos, casi carmines… Verdes e incluso, tonos azules.
    - ¿Ah? – El mencionado se giró a ver a esa dulce doncella que parecía de las típicas películas medievales. - ¿Krystal? – Alzó sus cejas oscuras, mostrándose sorprendido.
    - Espero no molestarte. – Se sentó a su lado, sonriéndole cálidamente. - ¿Aún sigues pensando en “eso”? – Recalcó la última palabra para darle importancia a un tema pendiente de ambos.
    - ¿Se me nota? – Se rascó la mejilla izquierda, un tanto nervioso… Nunca se daba cuenta de que la gente percibía lo pensativo que a veces llegaba a encontrarse. – Perdona, suelo ser distraído.
    - No hay problema. – Krystal miró el cielo, con una cálida sonrisa en su fino rostro. - ¿Y… Ya lo has pensado? – Habló sin molestarse a mirar al muchacho.
    - Sí. – Asintió. – Lo he decidido… - Suspiró, enseriándose. – Enfrentaré mi pasado, pase lo que pase.
    - Sabes que no todo es igual a cómo lo viviste allí, en aquella aldea de shinobis, Kyuhyun. – La muchacha de cabello rizado color naranja pálido miró al hombre con semblante preocupado. – Después de todo, tus hermanos son…
    - Sí, ya lo sé, Krystal. – Le interrumpió el pelinegro con tranquilidad, contestándole con amabilidad. – Pero compréndeme, deseo verlos… Hace tanto tiempo que no sé nada de ellos que tengo la necesidad de viajar para ver cómo están…
    - Me hace mucha pena que te marches… - Bajó la mirada. – Sé que no eres de la familia, pero yo te quiero como mi hermano… - Apretó sus manos en forma de puños. - ¡Pero no veo la necesidad de qué te tengas que ir!
    - Si no voy yo, mis hermanos no vendrán por mí – Le contestó. – Les conozco bastante… No puedo decir que del todo, pues… En cierto caso, ha pasado mucho tiempo y ellos habrán cambiado. – Suspiró. – Además, yo también soy un Uchiha, por más desterrado que sea… Sigo teniendo esa sangre corriendo por mis venas – usó un tono firme de voz que denotaba determinación. – Demostraré que fueron muy injustos al echarme de esa forma. Además… - Miró sonriente a Krystal. – Tengo que recuperar los vínculos que perdí con mi verdadera familia.
    - Entonces te vas a ir de aquí… - Musitó la muchacha, realmente entristecida. – No entiendo… Si te dieron la espalda… ¿Por qué te esfuerzas en volver a recuperar algo que para ellos no significó nada? No tiene lógica, Kyuhyun.
    - Sí, ya lo sé, nada del corazón tiene lógica, querida. – Se rió torpemente, sorprendiendo a la otra. – Pero, después de todo, sigue siendo mi familia, soy parte de ellos… Mi hermano Madara es quien realmente lo pasó fatal con lo que pasó ese día…

    Flash Back...



    Era un día nublado en Konoha, el cielo era tapado por aquellas nubes algodonadas que poco a poco iban cambiando su tono gris a uno más concentrado, pareciéndose a un lugar oscuro, lleno del color negro.

    Justamente en la mansión de los Uchiha, una estancia que, en toda la extensión de la palabra, era realmente enorme por la cantidad de miembros de dicho clan que vivía allí, estaba ocurriendo el peor acontecimiento que muchos shinobis nunca iban a olvidar… Varios Uchiha, entre ellos, los consejeros, empujaban a un joven muchacho de pelo a media espalda, desordenado en puntas color negro, teniendo gran parecido con el de su hermano: Madara, era o estaba siendo expulsado.

    Sus hermanos trataban de evitarlo, en especial el mayor de todos, que estaba desesperado para impedir que apartaran a su pequeño de su lado, aún sabiendo que era inútil lo que hacía… Los gritos y el llanto eran presentes en aquella horrorosa escena.

    - ¡DETENEOS POR FAVOR, DETENEOS! – Chillaba un desesperado Madara, tratando de alcanzar a su hermano pequeño: Kyuhyun, en presencia del resto y de sus otros menores: Izuna y Obito.
    - ¿Están haciendo algo malo, nii-san? – Preguntó inocentemente el más pequeño, detrás de la pierna de Izuna.
    - Em… No. – Negó de forma dubitativa, sin saber qué responderle exactamente a su hermanito.
    - Basta, Madara. Deja de entrometerte. – Otro miembro de dicho clan, de nombre Hikaku, detuvo al mencionado, cogiéndole fuertemente del brazo. Era de la misma estatura que el otro pelinegro, solo que su cabello, atado en una alta cola de caballo, era color marrón oscuro, un pelín suave en el tono. Su piel era un poco más morena y sus ojos oscuros. Su cuerpo era delgado pero con una musculatura marcada. Vestía una camisa de cuello alto color violeta, con el símbolo de los Uchiha en la espalda. Portaba una bandolera color negra por encima de su pecho y que terminaba en una funda en su espalda que sujetaba un par de espadas que formaban una X en esta última. Sus pantalones grisáceos eran un poco anchos y de pliegues, que se movían al compás del viento que soplaba en esos momentos. Sus dos piernas, a excepción de sus rodillas, estaban vendadas hasta los tobillos.
    - ¡Pe- pero…! – Trató de decir pero le fue inútil.

    Y ante sus propios ojos, pudo ver como el injusto de su clan expulsaba a su hermano, sin que él, pudiera hacer nada…

    (...)



    - Con que eso pasó… - Suspiró Krystal de forma triste. – Y yo que pensaba que tu familia biológica te odiaba y por ello te expulsó…
    - Pues no. El que más me quería era mi hermano mayor. – Sonreía fraternalmente al recordar a su impulsivo familiar. – Aunque bueno, en cierto caso, no es que se ocupase al cien por cien por mí.
    - ¿De qué hablas? – Se sorprendió la otra, mirándole interesada.
    - Mi hermano mayor… - Kyuhyun enserió su mirada, viéndose notablemente entristecido. – Creo que él le tenía más importancia a su amigo Hashirama que a su propia familia…
    - ¿Hashirama…? – La chica se extrañó, desconociendo el nombre mencionado y a la persona a quien su amigo se estaba refiriendo… Realmente los shinobis parecían seres complicados. - ¿Quién es?
    - No le conoces pero él es una persona realmente poderosa. – Kyuhyun miró a Krystal. – Me da rabia admitirlo, pero ese hombre conoce mejor que yo a mi hermano Madara… - Volvió a suspirar. – Después de todo, ellos dos siempre pasaron tiempo juntos desde antes de nacer yo… Es comprensible.
    - Lo veo muy egoísta por parte de tu hermano que no te prestase la atención que necesitabas. – La chica se cruzó de brazos, viéndose molesta. - ¿Y tú no hiciste nada, Kyuhyun?
    - ¿Qué querías que hiciese? – Miró a la otra, sorprendido aunque irónico. - ¿Decirle: “Yo también existo y quiero que te alejes de ese hombre por qué yo soy más importante que él”? – Usó un tono sarcástico. – Las cosas con mi hermano mayor no solían ser fáciles.
    - Comprendo, aunque sigo viéndolo muy injusto. – Suspiró Krystal.

    Kyuhyun se levantó mirando el cielo y captando la atención de la muchacha, que tristemente, le observaba y sabía a qué se debía eso… El pelinegro ya había tomado la decisión de irse… Buscar a sus verdaderos familiares… Era obvio que esto, algún día tendría que pasar, más tarde o más temprano, terminaría marchándose.

    - Prométeme que volverás, Kyuhyun… - Bajó la mirada, totalmente entristecida. – No nos puedes dejar aquí solos, después de todo, nosotros somos tu familia, los que te acogimos con cariño…
    - Sí, lo sé. – Le sonrió tiernamente. – Pero tampoco es que os estuviese abandonando, pero quiero que comprendas que… No me iba a quedar de brazos cruzados sabiendo que tengo a una familia que me está esperando.
    - Ellos nunca te esperaron… - Replicó la muchacha.
    - Eso no es cierto y lo sabes. – Suspiró. – Bueno… - Cerró sus ojos. – Es hora de decir adiós, Krystal.

    Ella volvió a mirarle y asintió. Se levantó y abrazó al pelinegro, al que para ella era como su hermano mayor… Estuvieron por unos momentos así hasta que se separaron y el muchacho, se marchó tras despedirse de la que era su familia adoptiva. Salió de la casa y empezó a tomar su propio camino, rumbo a Konoha.

    Pronto, volvería y regresaría al lado de sus hermanos…

  7. .
    Buenas, traigo la conty :D me alegra saber que te ha gustado Himeko-san, espero que siga así. Advierto de que el fanfic terminará dentro de poco, al menos esta 1ª Temporada pero recordad que está la 2ª, así que nada de tener miedo hahahahaa.

    Sobre este cap, lo considero como un mero relleno XD, espero no morir en el intento (sí, lo sé, los rellenos son una -PII- mierda), pero aún así espero que os guste :D. Em... Aviso que hay una escena fuerte (erótica, vamos), así que no me hago responsable si alguien se trauma o le pasa algo.

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    Capítulo 40 El punto de vista de Kakashi Hatake



    Se pasaron pensando las cosas con cautela durante un buen rato… Preguntándose siempre lo mismo, Madara sólo recordaba a su hermano Obito, sumido en una tremenda tristeza que fue notada por Hashirama, que le miró de reojo.

    - “Debe de ser duro para ti que esté ocurriendo todo esto…” – Pensó el Senju mayor que ocupaba el rango de Shodaime Hokage. Se sentía triste al percibir a Madara en tal estado de ánimo. Suspiró, llamando la atención de todos a excepción de su Uchiha. - ¿Habéis pensado en algo, chicos?
    - Nada de nada… - Contestó Tobirama, aún cruzado de brazos.

    Volvieron a suspirar… ¿Cómo iban a resolver el misterio qué se les había venido encima sin piedad alguna? Todo era tan confuso… Pero para Madara, se le hacía doloroso. El pensar que su amado hermano odiaba la villa que fundó con Hashirama y que la había abandonado sin dejar rastro alguno, haciéndose el desaparecido e incluso el muerto… Hacía que su corazón se rompiese en mil pedazos y que su alma, bastante atormentada ya por las desgracias que le habían ocurrido, fuera desgarrada sin compasión.

    Miró por la ventana y así se quedó, con una mirada vacía. Durante el rato en el que continuaba en la sala del edificio, Madara únicamente se mantenía escuchando la conversación del hermano de Hashirama, de este último y de Kakashi, pero él no hablaba…

    Ese nudo en la garganta que tiempo hacía que no lo sentía, le impedía articular palabra alguna… Sentía una inmensa presión en el pecho… La necesidad de estallar en llanto estaba presente en su persona, su rostro demostraba aquella tristeza que poco a poco oscurecía su cara sin darse cuenta que su esposo estaba más pendiente de él de lo que imaginaba.

    Tras media hora de tratar de hallar una solución, se dieron por vencido y decidieron descansar un poco. Tobirama se marchó a su casa y Kakashi a la suya, quedando Hashirama y Madara completamente solos, pero, aún así, ninguno decía nada. El Senju suspiró y se levantó, mirando a su amado Uchiha.

    - Madara, esto… - Trató de decir pero no tuvo ni tiempo cuando calló al ver como el otro se giraba rápidamente y se abrazaba fuertemente a él, escondiendo su fino rostro en su pecho… Nuevamente, las lágrimas del Uchiha no se hicieron de esperar y este estalló en llanto.

    Hashirama suspiró y rodeó al pelinegro con sus brazos, brindándole amor y cariño, más un apoyo firme. Acariciaba la espalda de Madara, tratando de darle tranquilidad, demostrarle que todo estaba bien y que encontrarían una solución para que ese misterio terminase correctamente.

    Sabía cuánto le afectaba el tema de hermanos pequeños al pelinegro… Y le entraba tanta tristeza al verlo de esa forma, se le partía el alma… Pero pasara lo que pasara, él no se iría de su lado y menos ahora que tanto le necesitaba. Era su esposo y su deber, era cuidar de su pequeño uke.

    Después de otra media hora, Madara se secó las lágrimas que aún bajaban por sus níveas mejillas, enrojecidas por el agua salada que sus ojos dejaron ir momentos atrás. Respiró profundamente y dejó ir el aire, calmando poco a poco el resto de sollozos que el llanto había dejado en su garganta. Hashirama le hizo sentar en la cómoda silla que había en el despacho de la sala, y con cariño, le besó la frente, cosa que hizo que aquellos Sharingans Eternos, brillasen con amor.

    - ¿Cómo te sientes? – Le sonrió el Shodaime Hokage - ¿Estás mejor?
    - Sí… - Suspiró. – Perdón por hacerte perder el tiempo de esta forma… Pero no podía aguantarme más…
    - No te preocupes. – Hashirama puso su mano derecha encima del pecho del Uchiha. – No me hiciste perder el tiempo, sabes perfectamente que me gusta cuidar de ti. – Sonrió más que antes. – Además, ahora soy tu esposo, con más razón debo atenderte.
    - ¿Sabes Hashirama? – Cuestionó Madara, extrañando al castaño. – Eso ha sonado muy mal… - Se rió.
    - Pero que mal pensado resultaste ser. – Se acercó al otro, acorralándolo con su cuerpo y con la ayuda de la silla. Notó como el menor se tensaba levemente. – Y luego te quejas que este “violador personal”… – Hizo el gesto de las comitas con sus dedos. – Quiere hacerte cosas malas.
    - Porque será que no me sorprende – Madara le miró de forma acusadora. – Admítelo, tú mismo te ganaste ese mote.
    - Di lo que quieras, pero estás en desventaja. – Sonrió pícaramente mientras se acercó un poco más al Uchiha, que rápidamente reaccionaba ante esa cercanía. – Como estás algo adolorido, haré una mera excepción… - Se rió ante su propio comentario que iba muy subido de tono, demostrando cuan excitado se encontraba en ese momento.
    - ¡No hablarás enserio! – Habló el pelinegro con un notable sarcasmo en su voz, doblando las piernas contra su pecho en un vago intento de protegerse a sí mismo.
    - Ja, ja. – Se rió con gracia el Shodaime. - ¿Qué piensas que te voy hacer, Ma-ddy…? – Se burló.
    - Hijo de… - Trató de decir, sin embargo, sus labios fueron apresados por los otros del castaño. Madara intentaba forcejear y así lo hacía, sin embargo, era inútil negarse… Poco a poco iba correspondiendo a ese ardiente gesto de amor, uno que al poco rato se convirtió en uno íntimo, pues las morenas manos de su Senju poco a poco se iban paseando por su cuerpo, haciéndolo suspirar.

    Continuaron besándose con aquella intensidad, ninguno era capaz de negarse al otro, se necesitaban mutuamente y de no ser por el oxígeno, hubiesen continuado con su cometido. Trataban de calmar sus agitadas respiraciones pero Madara lo tenía más difícil, ya que su garganta era incapaz de ahogar aquellos gemidos que salían de su aliento al sentir su cuerpo presionado de aquella forma tan sensual, notando como su sexo era acariciado con suma dedicación…

    Un fuerte sonrojo hacía contraste con sus níveas mejillas y sus labios seguían siendo cazados constantemente por los otros de Hashirama, quien se deleitaba al ver a su amado Uchiha en esas circunstancias… Se animaba a seguir con más pero debía ser un poco más tranquilo, esta vez no podría hacer suyo a Madara, pues debía respetar su adolorido trasero por la noche anterior, pero el verlo gemir como un uke sensual, exótico y único, le hacía perder los estribos, literalmente.

    El pelinegro, aunque muy excitado, trataba de controlar aquellos gemidos pero el intento le salía como un tiro por la culata… Por no decir que aquél masaje en su parte íntima le hacía delirar, le causaba un enorme éxtasis… A veces creía que Hashirama hacía magia con su cuerpo, pues nunca había sentido tantas cosas con tanta intensidad… Y aquellos escalofríos que su persona hacía al reconocer el cuerpo del contrario, le causaba una placentera sensación.

    Con mucho descaro, el Senju introdujo su mano dentro de los pantalones del líder de los Uchiha, sintiendo aquella enorme y dura erección que estaba presa en dicha prenda de ropa; Hashirama no tardó en masajear con más profundidad aquél miembro que a gritos pedía atención. Madara al notarlo, gimió con más volumen en su voz, arqueando su espalda por el placer que sentía mientras apegaba su delicado pero bien formado cuerpo al otro del castaño.

    - Admite que tú necesitabas esto. – Le dijo con gracia el Senju, mirando como su uke gemía sin parar.
    - U- urusai... – Le contestó en un susurro que pareció un suspiro - ¡¡A- aah…!! – Gimió de nueva cuenta al sentir su glande levemente apretada pero sin hacerle daño.
    - ¿Decías? – Se rió.
    - Fo- Fokuna… - Le volvió a contestar. – E- eres un… Aprovechado…
    - Sí claro… - Besó aquellos cálidos labios con muchísima pasión mientras seguía atendiendo el sexo de su amado con su mano derecha.
    - ¡¡Hm… Hm…!! ¡Hm…! – De forma ahogada, el pelinegro seguía gimiendo, apretando sus manos el pecho del otro, sintiendo un final cerca. Tenía sus párpados fuertemente cerrados y un potente sonrojo aumentado en sus níveas mejillas.

    Nuevamente tuvieron que separarse ante la falta de aire por parte del Uchiha, quien al tratar de hablar, no hacía otra cosa que tartamudear al sentir como su miembro palpitaba. Hashirama aunque se moría de las ganas, debía de aguantarse y seguir con su trabajo, después de todo, su esposo estaba adolorido y hasta que no se recuperase no podía hacer nada…

    - ¡Ha- Hashirama… N- no me…! – Trataba de decir Madara al sentir un orgasmo cercano. - ¡No m- me aguanto…! – Bajó su cabeza, apretando fuertemente sus manos una vez más, con su cuerpo sudoroso y sus ropas apegadas a su piel. - ¡M- me vengo…!

    Y no pasó mucho rato cuando así sucedió: el pelinegro dejó salir su semilla mientras arqueó la espalda, gimiendo fuertemente el nombre de su esposo mientras tenía su rostro alzado, con la boca abierta, los ojos fuertemente cerrados y en sonrojo en sus mejillas. Respiraba agitadamente ante ese tremendo orgasmo mientras Hashirama le miraba complacido al saber que su trabajo había sido bueno… ¿Por qué no engañarnos? Adoraba ver a Madara de aquella forma.

    - Eres hermoso. – Comentó el Senju mientras volvía a cazar aquellos finos labios, siendo correspondido por Madara. Poco a poco, Hashirama dominaba aquél intenso beso, entrando en la cavidad bucal del otro, comenzando una erótica danza con ambas lenguas. Sin embargo, el aire era necesario en su pequeño uke, así que se vio obligado a separarse de él. - ¿Deseas ir a las aguas termales? – Le sonrió amablemente.
    - Uf… Sí… - Asintió mientras el sonrojo no se iba de su rostro. - ¡¿Pero qué…?! – Se sorprendió al ver cómo era cargado a caballito.
    - Yo te llevo. – Comentó el Shodaime Hokage con una brillante sonrisa.
    - E- está bien… - Se dejó hacer algo tímido.

    (...)



    KAKASHI HATAKE



    No terminaba de fiarme de aquél sujeto llamado Sora Tousen… ¿A dónde quería llegar diciéndonos cosas sobre Obito? ¿Quizá él…? No, debo de estar delirando… Por alguna razón, me siento celoso… No me explico por qué, pero así me siento…

    La ansiedad por encontrar a Obito era demandante en mi persona… Deseaba poderle devolver el que es su hogar: Konoha, él pertenece a la aldea, ¿Por qué la odiaría entonces? Yo le recuerdo como un muchacho torpe, una calamidad que se equivocaba en cada cosa que hacía… Me siento confundido, desde que él se fue, todo cambió para mí…

    ¿Quizá por el hecho de siempre estar solo? Pues se me hizo costumbre… No tengo padre, no tengo madre, tampoco hermanos ni hermanas… Soy… Totalmente huérfano. Si no cuido de mí mismo, ¿Quién lo hará? Nadie…

    Pero desde que había conocido a Obito, algo en mí se alegró. Saber que tal vez tendría un amigo, me llenaba de felicidad… Y desde que lo vi con aquella montaña de libros y el momento en el cual, pude acercarme a él, me volví su amigo. Desde ese acontecimiento, pude compartir muchas cosas con ese Uchiha… Me sentía bien conmigo mismo, siempre trataba de no incomodar a Obito con algún tema, por eso, decidí principalmente a conocerlo de antemano y así poder hablar de cosas con él.

    Recuerdo que a ninguno nos gustaba hablar de temas familiares, pues nos poníamos deprimidos así que evitábamos el tema, era el único del cual no decíamos nada, comprendiendo los motivos… Sin embargo, algo en mí nunca podía olvidarse de Obito…

    Algo en mí deseaba a esa calamidad de muchacho…



    No descansaré hasta encontrarlo y si es necesario, traerlo de vuelta a Konoha a como dé lugar. No importa el qué, conseguiré que regrese, aún si tengo que enfrentarme cara a cara en un combate.

    No me explico por qué tuvo que irse de Konoha… Por qué tuvo que abandonar su hogar, sin dejar rastro alguno… ¿Buscaba llamar la atención? No… De ser así ya hubiese regresado, le conocía perfectamente, y es la clase de personas que no aguanta mucho tiempo estando solas…

    Le prometí a Tobirama que traería a esa calamidad a la aldea y pienso cumplir con mi objetivo. No me importa si ese Sora Tousen está de por medio, si se entromete, lo derrotaré y seguiré mi camino. No me voy a detener hasta traer a Obito de vuelta.

    Porque esa calamidad es necesaria para mi corazón, cualquiera que se meta con él…

    ES HOMBRE MUERTO.

  8. .
    Hola chicas :D, ya imaginé que la conty os encantaría, sinceramente debo decir que ese fue el primer lemon que escribí, cabe recordar que este fanfic tiene entre 3 y 4 años porque lo escribí con 13-14 años, y sólo la 1ª Temporada (que es esta) está terminada, acordaos de que ya comenté que es la 2ª la inacabada XD pero pienso finalizarla.

    Agradezco muchísimo los halagos pero estoy segura que ahora a mis 17 años, sé que de haberlo escrito de nuevo, este fanfic estaría mucho mejor escrito, si no, notaréis la diferencia a partir de un cierto capítulo de la 2ª Temporada para cuando vaya a publicarla. Ahora, sin más, os dejo con la conty :P, que la disfrutéis.

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    Capítulo 39 Misterio sin resolver



    Después de aquella entrega mutua y de pasarse un rato compartiendo miradas, los dos, decidieron marcar con sus kunai, el dorso de sus manos, dejando en ellas el símbolo del clan del contrario. Ambos, en sus manos derechas. Se volvieron a tapar con las sábanas y finalmente, volvieron a dormirse.

    Como costumbre, la luna había sido testigo de aquél acto carnal lleno de amor, de una hermosa noche de bodas, en la cual, los dos casados, se habían entregado completamente el otro… No sólo sus cuerpos, sino también sus almas y sus corazones.

    Un poco lejos de allí, rozando la barrera que protegía a Konoha de los intrusos, se encontraba aquél enigmático pelinegro, cuyo nombre, aún se desconocía. Su compañero: Sora, bostezaba del aburrimiento. Era increíble lo rápido que pasaban de lugares con climas rigurosos y extremos a otros agradables y cálidos, templados para ser exactos.

    El pelinegro miró al castaño con sus ojos negros como aquella despejada noche.

    - ¿Y bien? – Preguntó Sora, rompiendo el silencio. - ¿Qué haremos?
    - Creí haberte dicho que tú entrarías a Konoha. – Le respondió el otro, cruzándose de brazos.
    - ¡Espera un minuto! – Le señaló rápidamente. - ¡Yo creí qué vendrías conmigo! – Se mostró enfurruñado, haciendo exagerados gestos con su dedo índice. - ¡¿No pretenderás qué entre y vaya solo… Verdad?!
    - Uf… - Suspiró pesadamente. Que harto estaba de aguantar a ese imbécil. – Sora, en esa aldea, hay gente que me podría reconocer, no puedo arriesgarme a entrar… Si no, mis planes se irán a la mierda. – Abrió peligrosamente sus ojos, mirando de forma afilada al otro de espesos ojos azules, cuya expresión, a veces parecía un cuchillo que se clavaba en tu persona. - ¿Lo comprendes?
    - Si voy yo solo, corres el riesgo de esperar una eternidad – le comentó. – Puedo perderme fácilmente por un lugar que no conozco. – Replicó Sora.

    El otro volvió a suspirar, estaba más claro que el castaño no accedería si él no iba a su lado, así que no tuvo más remedio y se transformó en una nutria pequeña. Más tarde, se subió al hombro izquierdo de Sora, el cual, se dirigió a la entrada de la aldea, por la que entró tras hablar con el guardia que vigilaba las puertas.

    Guiado por aquél pelinegro bajo la identidad de un animal realmente muy mono, caminaba por aquella villa, mirando a todas partes.

    - ¿Qué se supone que debo hacer? – Cuestionó mientras se reía con aquella infantil sonrisa.
    - Primero, encontraremos un hotel para hospedarnos. – Le contestó. – Tú sigue mis instrucciones.
    - De acuerdo, mientras no me pierda… - Se animó de nuevo mientras continuaba caminando.

    Entre los dos fueron caminando por la aldea, mirando a todas partes, esperando encontrar un buen lugar donde pasar la noche. Viendo que ninguna estancia les convencía, decidieron pues, subirse a un gran árbol, donde allí, pasaron el resto de las horas para dormir.

    A la mañana siguiente, el sol salió del horizonte, un suave viento se levantó, moviendo las mojadas hojas de los árboles, las cuales, yacían bañadas por el rocío del alba. En una estancia muy apartada de Konoha, hecha de madera y un hermoso pero humilde interior, se encontraban Hashirama y Madara, abrazados mutuamente mientras las delicadas sábanas cubrían sus cuerpos desnudos.

    Pasó media hora y el Senju, después de darle un beso en la frente a un dormido Uchiha, se levantó para luego, proceder a preparar el desayuno tras ducharse, como acostumbraba hacer cada mañana. Después de salir de la ducha y ponerse su ropa, se dirigió a la humilde cocina para llenar su estómago con algo cálido que sentase bien en esa temperatura tan fresca. Pensó en su ahora amado pelinegro que descansaba pacíficamente sobre la cama, con una única sábana cubriendo su delicado y fino cuerpo, cuya figura, se marcaba en dicha prenda de la cama.

    Recordando la noche anterior, Hashirama sonrió ampliamente. Con orgullo podía pensar que Madara le pertenecía, aunque él no era muy posesivo, sentía una gran alegría de pensar en ello. Miró el dorso de su mano derecha, viendo una cicatriz con la forma del símbolo de los Uchiha, era la prueba más irrefutable de que su primera vez, había sido con el dulce shinobi que descansaba en la cama sin enterarse de nada y el cual, tenía el símbolo del clan Senju en su dorso de la mano del mismo sentido que el castaño, le puso en dicha parte y el cual, preparó dos desayunos: uno para cada uno.

    Se dirigió hacía la habitación, tratando de que la bandeja de madera no se le cayera e hiciera un gran estruendo por los vasos, platos y boles que habían y los cuales, formaban el almuerzo al contener en su interior zumos, leche, cereales, etc. Dejó dicho objeto encima de la mesita de noche un poco apartada de la cama y Hashirama, se sentó al borde de esta, acariciando con su dedo índice la punta de la nariz de Madara, que respiraba tranquilamente pero que ponía expresiones de molestia al sentir ese contacto.

    El Shodaime Hokage sonrió con gracia y vio como el otro se giraba y le daba la espalda, a lo que aprovecho para seguir la línea recta que formaba la marcada columna vertebral del pelinegro, que, ante aquél escalofrío tan placentero, se despertó con un leve suspiro y miró molesto al culpable.

    - ¡¿Pero qué mierda…?! – Se giró para mirar quien había osado tocarle de esa manera.
    - Buenos días, mi amado Madara. – Le sonrió Hashirama. - ¿Cómo dormiste?
    - ¿Hashirama, fuiste tú…? – Alzó sorprendido sus cejas, aunque el sonrojó apareció en sus níveas mejillas.
    - Sí. – Asintió, acercándose al otro, aprovechando la desnudez del pelinegro. – Te amo Madara. – Sus ojos se expresaron llenos de amor. Nunca había sentido tanta felicidad.
    - Yo también – se mostró algo tímido. – Gracias por ser tan suave en la noche de ayer. – Se rascó nerviosamente la mejilla izquierda.
    - También fue mi primera vez, así que con más motivo debía ser delicado, debido a que tú estabas en las mismas. – Le respondió mientras besaba aquél delicado cuello, oyendo como su dueño comenzaba a suspirar.
    - Ha- Hashirama, e- espera… - Le dijo el Uchiha entre suspiros, sintiendo su cuerpo empezar a reaccionar. – Hum… - Suspiró, de nuevo.

    El Senju seguía con su trabajo, sin embargo, se detuvo ante la timidez del otro, mostrándose algo tímido al tener que comentar que estaba un poco adolorido por la noche anterior, causando una tremenda risa en el castaño, el cual, se llevó un tremendo golpe de almohada por parte de Madara, quien molesto, le chilló por su falta de comprensión ante su pequeña situación.

    Calmando un poco el ambiente, este volvió a ser suave y meloso para el ahora matrimonio, el cual, desayunaban los dos juntos. Hacían estupideces con la comida, incluso, guarreando esta última como si fueran unos críos de párvulos. Después, Madara se fue a duchar tras expulsar brutalmente a Hashirama del baño, ya que este tenía intenciones de acompañarle bajo el agua y obviamente, el Uchiha no se lo permitió. Desde la ducha, el castaño escuchaba las quejas del otro por su adolorido trasero.

    - ¡JODER YA PODÍAS HABER SIDO MÁS SUAVE! – Chillaba Madara desde el baño por tener ese pequeño dolor en el trasero. - ¡NO PODRÉ SENTARME DURANTE UNA SEMANA!
    - ¡AJAJAAJAJAJA! – Se reía Hashirama.
    - ¡NO TIENE GRACIA! – Le replicó el Uchiha desde la otra sala. - ¡SI ESTUVIERAS EN MIS CIRCUNSTANCIAS A SABER QUÉ HARÍAS TÚ!
    - ¡Ya traté de ser delicado! – Le respondió el Senju. - ¡Lo qué tienes no es porque no haya sido más suave, es porque eras virgen y es normal que te duela un poco!
    - ¡MENUDO DILEMA TENGO! – Seguía quejándose el pelinegro. - ¡A SABER CÓMO ME SENTARÉ CUÁNDO TENGA QUE HACERLO!
    - Puedes apoyarte encima de mis piernas sin apoyar el trasero. – Hashirama se continuaba riendo, Dios, aquella situación le daba una tremenda gracia cuya risa no podía aguantar. Si tuviera una cámara para grabar, no lo dudaría dos veces. – Date prisa en salir del baño, Madara, tenemos que regresar a la villa.
    - ¡QUÉ TE DEN! – Le contestó sin delicadeza alguna.
    - ¡Al qué le han dado ha sido a ti! – Se burló, estallando en risa.
    - ¡HASHIRAMA CUÁNDO SALGA DEL BAÑO CONOCERÁS MI FURIA! – Le chilló bien molesto al haber recibido tal respuesta tan poco agradable a su gusto… Mira que no mostrar ni una pizca de comprensión… Pero, como todo uke vengativo, ya se lo haría pagar con intereses.

    El rato pasó y el Uchiha salió del baño, con una sola toalla cubriendo su cadera, como no, era observado por su esposo, el cual, se detuvo al ver como las puertas corredizas de la habitación eran cerradas sin piedad ante sus narices y con poca delicadeza. Podía comprender a Madara pero tampoco era para exagerar tanto, ¿No? Bueno… En tal caso… Ya vería como mimarle para que ese enfado se le pasara.

    Tras media hora, el pelinegro se vistió con su típica ropa negra con el símbolo de su clan en su espalda, poniéndose la bandolera con la funda de esta última para mantener sujeto su Abanico de Guerra y junto a Hashirama, salió de aquella estancia.

    Mientras los dos tortolitos paseaban a sus anchas por aquél agradable bosque cuyos pájaros les daban la bienvenida con sus cantares, los problemas en Konoha estaban empezando… Los shinobi de la aldea, consideraban a Sora y a su compañero transformado en una nutria, como a unos forasteros que había que echar a como diera lugar.

    Tobirama también estaba allí y pretendía calmar las cosas e imponer orden, pero la situación no parecía mejorar debido a que el castaño que tenía ha dicho animal en su hombro, se quejaba constantemente, pero siempre, actuando de forma infantil y fastidiosa. Kakashi, llegó en pocos minutos, viendo la escenita con su típico libro en la mano izquierda, como siempre, llegando más tarde de lo previsto.

    - ¡Hola! – Saludó el peliblanco tan tranquilo, como si el tema no fuera con él. - ¿Me he perdido algo?
    - ¡Hasta qué al fin llegas pedazo de idiota! – Habló Tobirama contestándole en un tono poco amable, recibiéndolo como una fiera furiosa. Luego, señaló a Sora que no hacía más que defenderse de las palabras del resto. – Este shinobi ha entrado sin permiso a la aldea y tenemos que averiguar si es o no alguien peligroso.
    - Por su aspecto, dudo mucho que esté interesado en hacer algo en contra de Konoha. – Kakashi bajó del tejado en el cual se encontraba y miró al Senju menor del lugar. – Tú sólo ocúpate de poner orden con el resto, yo me encargo del otro sujeto, ¿De acuerdo? – Le musitó, únicamente para que el otro le oyera.
    - De acuerdo. – Asintió.

    Entre los dos, se pusieron manos a la obra. Tobirama mientras calmaba a sus camaradas, Kakashi trataba de hablar con el castaño que estaba furioso ante el recibimiento del resto de los shinobis. Como no, la nutria de su hombro sólo era una mera espectadora disfrutando de la escena, como si el tema no fuera con ella y esto, llamó mucho la atención de Kakashi.

    Los gritos de los amigos de Tobirama y de este último eran el centro de las miradas y obviamente, cualquiera se giraba a ver por aquella dirección, curiosos de saber lo que estaba pasando pero al ver discusiones y más discusiones, seguían con lo suyo. Tras media hora de que todo se calmase, los shinobis se retiraron y el Senju menor, junto al otro peliblanco, se encontraban bajo la copa de un árbol, hablando con Sora.

    - ¿Y bien? – Habló Kakashi. - ¿Cómo es qué se ha montado todo ese problema? – Miraba curioso al castaño que estaba enfrente de sus ojos.
    - Oye chaval ni que fuera yo el culpable, ¿Vale? – Le miró con una sonrisa hipócrita de la cual, se veía lo tan fastidiado que se sentía. – Yo vine aquí tan tranquilo y esos imbéciles se me echaron como fieras encima de mí. – Suspiró.
    - Quizá porque no les inspiraste confianza, ¿Qué les hiciste para enfurecerlos de esa forma? – Cuestionó Tobirama, realmente sorprendido.
    - ¿Yo? – Se señaló. – No les hice absolutamente nada, sólo quería continuar con lo mío.
    - “Quizá se sintieron ignorados y se molestaron.” – Pensó el shinobi del clan Hatake. - Quizá es debido a que nunca te han visto por aquí y pensaron que eras un enemigo.
    - Es lo más seguro. – Le apoyó Tobirama.
    - ¿Tengo pinta de agresivo? – Se rió ante su propio comentario. – Sólo soy un mero viajero que va de un lado a otro.
    - ¿Te gusta viajar? – Sonrió el Senju.
    - Por supuesto que me gusta, así conozco lugares, personas, culturas, etc. – Contestó el castaño tan alegremente que se volvía a reír y todo. – Y entre uno de mis viajes me encontré con la que sería mi nutria. – Señaló al animal que sólo se había mantenido observándolo todo.
    - Es muy bonita. – Comentó Kakashi, sonriéndole ampliamente. Cabía decir que tenía mucho cariño hacía los animales. - ¿Puedo cogerla?
    - Sí, siempre y cuando no te muerda. – Se rió levemente, mirando hacía su hombro. – Tiene… Muy mal carácter.
    - “Serás hijo de puta.” – Pensó el pelinegro que estaba transformado en dicho mamífero.
    - ¿Ah, qué muerde? – Preguntó Tobirama sorprendido, no sabía que las nutrias tenían fama de ser agresivas. - ¿Las nutrias son agresivas?
    - No mucho. – Sora le miró. – Pero digamos que este espécimen es… Especial. – Y no paraba de dejar el tono sarcástico en su voz… Adoraba meterse con su enigmático amigo y esa era una muy buena oportunidad que estaba aprovechando al máximo.
    - Es curioso, nunca he visto una nutria negra. – Comentaba Kakashi mientras cogía al animal, el cual, asesinaba con su oscura mirada al castaño. – Al menos no una que tenga pelaje negro y barriga blanca.
    - Veo que te fijas en todo. – Se rió Sora. – Por cierto – añadió. – Me llamo Sora. – Se señaló. – Sora Tousen. – Sonrió. - ¿Y vosotros sois…? – Los señaló mientras abría levemente sus espejos ojos azules.
    - Yo soy Kakashi Hatake. – Se presentó el peliblanco de la máscara que ocultaba gran parte de su barbilla, labios y nariz.
    - Y yo me llamo Tobirama. – Dijo el otro. – Tobirama Senju.
    - ¿Senju? – Alzó sus cejas. – He oído hablar mucho de ese clan. – Se cruzó de brazos todo pensativo. Luego, miró de nuevo a Tobirama y le señaló. - ¿No serás por casualidad el hermano menor de Hashirama Senju…?
    - Sí, así es. Soy su hermano pequeño. – Asintió. - ¿Le conoces?
    - Como no conocerlo, tengo un amigo que me ha hablado mucho de él. – Miró a la nutria, cosa que también llamó la atención de Kakashi. – Me acuerdo que me dijo que Hashirama Senju consiguió fundar esta villa gracias a un tal… Madara Uchiha.
    - Ah sí. – Suspiró el albino. – Él y Madara son matrimonio, están casados.

    Se hizo un silencio… Esa información había dejado perplejo a Sora y también a la nutria, que se mantuvo estática en el lugar. Literalmente, los grillos cantaban y más tarde, el castaño del lugar empezó a reírse como un completo imbécil.

    - ¡AAJAJAJAJAJA! – Se reía. - ¡AJAJAJAJAJA! ¡ME DUELE EL ESTÓMAGO! – Se llevó las manos a dicha parte. - ¡TÍO DEBES DE ESTAR DE BROMA! ¡¿DOS HOMBRES CASADOS?! ¡VENGA YA!
    - Es la verdad. – Dijeron ambos shinobis de cabello blanco.
    - ¡Entonces Hashirama si qué sabe cumplir bien sus ideales! – Seguía riéndose y se enserió, haciendo un repentino cambio de actitud. – Y hablando de ideales, ¿Cuáles son los vuestros?
    - El mío… - Sonrió Kakashi con cierta nostalgia. – Es poder encontrar a un amigo.
    - ¿A un amigo? – Se extrañó Sora. - ¿Qué amigo?
    - Se llama Obito Uchiha. – Respondió. – Hace algunos años que se marchó de esta aldea… Y bueno… Desde entonces quise saber en dónde estaba, así que me puse a buscarle por todas partes.
    - Oh vaya… Qué lástima. – Usó un tono disimulado de sarcasmo pero que ni aún así pasó desapercibido por ninguno de los otros dos presentes que estaban con él y que observaban como este miraba a la nutria. – Sé como uno puede sentirse y más si cierta rata se la pasa mordiéndote a todas horas.
    - Por lo que veo no tienes mucha amistad con este animalejo. – Comentó Tobirama, que, con suspicacia, le seguía el juego. - ¿Qué nombre tiene, por cierto? No nos vamos a pasar todo el santo rato llamándole “animal” o “nutria” – Con sus dedos hacía el gesto de las comillas.
    - Se llama Gobby. – Respondió el castaño. - ¿Y tú, Tobirama, cuáles son tus ideales? Es decir… Tus sueños.
    - Estoy… Osea… - Empezó a explicar. – Trato de crear una técnica capaz de traer a alguien de nuevo a la vida… Algo así como resucitarlo.
    - ¡Caray! – Exclamó Sora realmente sorprendido. - ¡¿Enserio vas a crear una técnica así?! – Asombrado, abrió de par en par sus afilados ojos. - ¡Sería impresionante verlo!
    - Bueno… Apenas estoy comenzando, pero algo es algo… - Se rascó nerviosamente la nuca.
    - ¿Y con qué motivos estás creando una técnica cómo esa? – Se interesó.
    - Pues… - Se cruzó de brazos, cerrando sus ojos color ámbar mientras el rubor en sus mejillas hacía acto de aparición. – Motivos personales.
    - ¡Ah claro! – Se rió Sora. - ¡Tuviste una novia y quieres revivirla! ¡Cómo no, debí haberlo pensado antes!
    - Eh… Sí, claro… - Se rió torpemente. – “En realidad, es por Izuna, pero bueno… No hay que dar mucha información a tipos raros como este” – Pensó no del todo confiado hacía el otro.
    - ¿Y cuáles son tus ideales, Sora? – Preguntó Kakashi.
    - Yo deseo encontrar al que llaman… El tercer descendiente del Rikudou Sennin – comentó, dejando estupefactos a los otros dos. – Mi amigo y yo le estamos buscando por separado.
    - ¡Espera! – Le dijo Tobirama. - ¿Cómo que el tercer descendiente del Rikudou Sennin? – Cuestionó muy, pero que muy sorprendido. – Que yo sepa, sólo hubieron dos.
    - No, hay tres. – Le rectificó. – Los dos mayores dieron origen a tu clan y al clan Uchiha, el tercer descendiente le dio origen al clan Hyuuga. – Informó. – Y estuvimos investigando… - Refiriéndose junto a su amigo pelinegro bajo la identidad de una nutria llamada “Gobby”. – Sobre él y dimos con que seguía vivo a pesar de la enorme cantidad de años que pasaron.
    - Hablas como si alguien te hubiese ayudado… - Comentó Kakashi. - ¿Podemos saber su nombre?
    - ¿Su nombre? – Repitió Sora sorprendido, ahora había metido la pata… ¡Pues a improvisar se dijo! – Mi amigo se llama Álex pero vive muy lejos de Konoha.
    - Oh vaya, ¿Y por qué investigáis por separado? – Se interesó el Senju.
    - Porque así podemos dar con diferentes pistas o con diferente información, por eso vamos por un lado diferente. – Sora miraba a Tobirama. - ¿Dijiste qué buscabas a un tal Obito Uchiha verdad? – Pasó sus ojos al otro peliblanco.
    - Sí… - Asintió. - Esto… ¿Por qué? – Parpadeó, totalmente extrañado.
    - Digamos que llegué a conocerlo. – Se cruzó de brazos.
    - ¡¿Hablas enserio?! – Casi al instante, los dos shinobis reaccionaron al unísono, dejando perplejo al castaño.
    - Sí. – Afirmó con su cabeza. - ¿Tú también le conoces, Tobirama?
    - Como no conocerlo… - Suspiró el mencionado. – Es el hermano menor de Madara… O era… No sabemos si está vivo o muerto… - Se rascó la mejilla. – Pero ojalá que esté vivo… Así podríamos traerlo de vuelta y…

    Sin embargo, la risa de Sora interrumpió al Senju menor, que lo miró un tanto desconcertado… No sabía por qué pero, esa risa no le causaba una buena sensación… Tobirama observó que esos espesos ojos azules y afilados se clavaban en su persona, sintiéndose algo intimidado.

    - Únicamente os digo que él está vivo y está más cerca de vosotros de lo que os podéis imaginar. – Dijo el castaño. – Pero lástima por vosotros pero no podréis hacerle regresar a esta aldea.
    - ¡¿Por qué lo dices…?! – Se alteró Kakashi. No se iba a dar por vencido únicamente por las palabras de ese insensato.
    - Pues es bien fácil… - Sonrió. – Para Obito, Konoha ya no significa nada. Es algo que pertenece a su olvidado pasado. Él odia esta aldea aunque no tiene previsto destruirla por respeto a su hermano Madara.
    - Hm… - Hatake apretó sus manos con rabia… No se iba a creer las palabras de ese imbécil pero ni él ni Tobirama se daban cuenta que su amigo, estaba en su hombro convertido en nutria.
    - Oh… - Fingió sorprenderse Sora. - ¿Cómo reaccionará Obito al saber qué su hermano Izuna está muerto?

    La nutria abrió con espanto sus ojos… ¡¿Qué había dicho su compañero…?! ¡¿Qué su hermano Izuna había muerto?! Esto no podía estar pasando… Sin piedad alguna, se lanzó a morder a Sora que empezó a montar un gran escándalo.

    - ¡HAAAAY! – Chillaba el castaño. - ¡¿PERO A TI QUÉ TE PASA RATA DE LAS NARICES?! ¡SUÉLTAME! – Movía de un lado a otro su brazo. - ¡¿ACASO ME QUIERES PROVOCAR LA RABIA O QUÉ?!

    Tobirama y Kakashi se miraban incrédulos… Tenían la sensación de que ese sujeto sabía más de lo que parecía o de lo que ellos mismos creían… Pero para extraerle información debían de ser muy pero que muy cautelosos… Sora les había mostrado que no era para nada un imbécil a quien se le puede engañar fácilmente… Oh no, él era muy astuto, mucho más que un viejo zorro.

    Después de aquellos acontecimientos, Sora terminó marchándose y siguió con su viaje, al menos, eso les hizo ver a los dos shinobis de cabello blanco como la nieve… El castaño no se iría muy lejos de Konoha, al menos, no hasta conocer a Madara Uchiha y a Hashirama Senju. Tenía grandes planes para ellos dos, quien sabe lo que les depararía a estos dos.

    Y hablando de los reyes de Roma, el matrimonio llegó a la aldea que ellos mismos fundaron, vieron correr a muchos niños y niñas de un lugar a otro, divirtiéndose y eso les llenaba de alegría. Pero no todo era de color rosa… Al poco tiempo de ir caminando por las humildes calles de la villa, Tobirama y Kakashi se presentaron ante ellos y con urgencia, los llevaron a la Torre del Hokage, el edificio central de Konoha.

    Allí dentro, tanto Hashirama como Madara esperaban respuestas por las prisas a las cuales, fueron llevados en dicho lugar…

    - ¿Y bien? – Habló el Uchiha, de brazos cruzados, y muy molesto… Algo que odiaba era que le arrastrasen con prisas por alguna cosa… - ¿Qué rayos pasa?
    - Nos encontramos con un shinobi llamado… Sora Tousen. – Respondió Kakashi con cautela, pensando en las palabras más adecuadas para soltar lo que iba a decir.
    - ¿Y? – Suspiró cansado Madara.
    - ¿Ocurrió algo con ese sujeto, chicos? – Para fortuna de Tobirama y el otro peliblanco, Hashirama les trató con su característica amabilidad.
    - Primero que nada… Nos dijo que… Bueno… - Dudaba el Senju menor, rascándose la nuca.
    - ¡Ya habla de una puta vez, caramba! – Con la palma de su mano, el líder de los Uchiha golpeó la mesa de forma salvaje, harto de tantas dudas que le hacían perder el tiempo. - ¡¿Qué tanto pasa?! ¡Tengo qué ir a ver a Rex!
    - Uf… - Suspiró Kakashi. – Es que es algo delicado, Madara… Y relaciona a la aldea con… - Tragó saliva, que miedo le daba imaginarse la reacción del mencionado cuando le informase de lo sucedido.
    - Pues habla de una vez, maldita sea. – Refunfuñaba todavía más molesto. – Me estáis haciendo perder el tiempo y odio que lo hagan.
    - Es sobre Obito. – Soltó Tobirama de una buena vez, dejando estupefacto o mejor dicho, sin palabras al Uchiha del lugar, que los miraba totalmente incrédulo… ¿Había escuchado bien? ¿Qué el tema se relacionaba con su desaparecido hermano menor: Obito?
    - ¿C- cómo…? – Fue lo único que alcanzó a decir mientras Hashirama le observaba.
    - Explíquense, muchachos… - Comentó el Shodaime Hokage sin comprender mucho la situación. - ¿Qué ocurre con Obito? ¿Acaso lo hallaron?
    - Más bien… Ese tal Sora Tousen mencionó haberlo encontrado. – Contestaron los dos shinobis de cabello blanco prácticamente al unísono.
    - ¡¿Y dónde está ese desgraciado?! – Madara se mostró muy alterado. Él tenía mucha paciencia y autocontrol pero cuando se trataba de sus seres queridos, toda clase de razón desaparecía de su cabeza y de su cuerpo, haciéndolo peligrosamente impulsivo.
    - Hace hora y media que se marchó de la aldea. – Contestó el Senju menor. – Él dijo que Obito no tiene intenciones de regresar a Konoha y que odia la aldea… - Bajó la mirada.
    - ¿Y si os ha mentido? – Hashirama se cruzó de brazos, mirando a los otros dos con ojos serios… Todo esto… Le daba una muy mala espina. – Quien sabe, a lo mejor ese tal Sora Tousen sólo quiere jugar con nosotros.
    - ¡Hashirama se trata de mi hermano, no juegues con el tema tan a la ligera! – Madara se giró a mirar a su esposo todo alterado. - ¡¿Cómo quieres qué ese bastardo mienta sobre Obito?!
    - Primero que nada, guarda la calma, Maddy. – Hashirama pasó sus oscuros ojos a los otros del Uchiha que pasaron a tener esa tonalidad roja característica de un Sharingan que, en el pelinegro, era uno eterno. – Y párate a pensarlo… No sabemos nada de Obito y no tenemos pruebas de que siga o no con vida, y ese sujeto tampoco ha mostrado algo para demostrar que nos está diciendo la verdad. – Explicaba, sus palabras tenían mucha lógica. – Así que, creo aconsejable que por el momento, seamos cautelosos con ese tipo, no debemos actuar a lo loco con él. – Suspiró. - ¿Alguna otra cosa? – Miró a su hermano menor y a Kakashi.
    - Dijo que… Busca al tercer descendiente del Rikudou Sennin. – Contestó Hatake, dejando estupefactos al matrimonio… Las sorpresas iban una tras otra…
    - ¿Perdón? – Se rió Madara con el más puro sarcasmo. - ¡Espera, espera! – Movió exageradamente sus dos manos. - ¡¿Cómo qué el tercer descendiente del Rikudou Sennin?! ¡Kakashi! – Señaló al mencionado. - ¡¿Sabes acaso lo qué estás diciendo pedazo de gilipollas?! – Se cruzó de brazos pero luego golpeó la mesa, una vez más. - ¡El legendario Rikudou Sennin, sólo tuvo dos descendientes!
    - No, tuvo tres, Madara. – Le contestó Tobirama, quien también se cruzó de brazos, suspirando en el proceso… A veces creía que el carácter del Uchiha era de armas tomar. – Ese tal Sora Tousen, nos explicó que ese tercer descendiente, dio origen al clan Hyuuga… - Miró seriamente al pelinegro. – Si no, ¿Cómo explicas qué esa gente tenga un doujutsu parecido al Sharingan?
    - Porque son una copia barata de mi clan. – Respondió Madara con tono infantil, mostrándose como un crío de párvulos.
    - Eso no te lo crees ni tú. – Comentaron los tres al unísono.
    - ¡BUENO! – Chilló harto. - ¡¿Y ustedes qué?! ¡¿Cómo lo explican pues?!
    - Yo creo que mi hermano tiene razón… - Hashirama se llevó la mano al mentón todo pensativo. – Eso del tercer descendiente del legendario Rikudou Sennin que dio origen al clan Hyuuga tiene mucho sentido… Pues el Byakugan no es una derivación del Sharingan de tu clan, Madara.
    - Es posible… - Se cruzó de brazos. – Espera, ¿Tú ya sospechabas de eso, Hashirama? – Miró al Shodaime Hokage.
    - Sí, lo sospechaba pero no dije nada porque eran meras teorías mías que carecían de sentido. – Se rió torpemente. – Perdón si te molesta que no te lo dijera con anterioridad…
    - No hay problema… - Suspiró el Uchiha. – Un tercer descendiente del Rikudou Sennin… ¿Qué persona o más bien, que tonto se creería eso?

    Se hizo silencio en la sala, uno incómodo, sepulcral… Los cuatro yacían pensando en cualquier cosa que explicase el misterio que se les había venido encima… Que si Obito estaba vivo, que si odiaba la villa por “X” razones, que si el Rikudou Sennin y su tercer descendiente, que si Sora Tousen era alguien con quien debían ser cuidadosos… Menudo lío tenían…

    ¿Cómo iban a resolver ellos, tal misterio? Apenas carecían de información… Pero para obtener esta última, sabían bien que debían arriesgarse a… Preguntarle a ese extraño shinobi de la nutria negra.
  9. .
    Buenas a las dos :D, me alegra mucho veros de nuevo y que la conty os gustase tanto, para mí es todo un honor que este fanfic pueda seguir adelante gracias a vosotras, en verdad me siento agradecida y puedo decir que únicamente este fanfic se actualiza por y para vosotras dos :P por ser sus más fieles seguidoras.

    Traigo el tan esperado capítulo, ¡Disfrutad de él!

    ADVERTENCIA: Este capítulo tiene lemon, es decir, escenas explícitas de adultos, si no eres +18 años no lo leas, pero si lo lees siendo menor de edad, NO ME HAGO RESPONSABLE de nada.

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    Capítulo 38 La luna de miel



    Después de una hora, todo el mundo recogió y limpió lo ensuciado. Se retiraron y cada uno se fue por un lado… Obviamente, los novios, recién casados, pensaban en otros planes. Una vez más, se miraron y se tomaron de la mano. Se marcharon un poco lejos de Konoha, volviendo de nuevo a aquella estancia en la que estuvieron una semana entera, acompañados por sus hermanos pequeños: Tobirama e Izuna y por Rex, el león y el cual, acompañaba al Senju albino por las calles, ambos, con la presencia del Uchiha menor.

    De nuevo con los líderes de dichos clanes, ambos, paseaban tranquilamente por el bosque después de cambiarse de ropa. Charlaban animadamente, dándose, obviamente, aquellos mimos a los que se acostumbraban a dar. Ambos sabían lo que venía después de la boda y la ceremonia del banquete con los invitados… Pero preferían reservarse hasta la noche. El sol se iba escondiendo en el horizonte, haciendo una hermosa puesta de oro, rojiza y como no, con detalles naranjas y azules.

    En la orilla de un tranquilo río, los recién casados se encontraban allí tumbados, Madara, encima del pecho del Hashirama, ambos, mirándose con ternura en sus ojos. Les parecía un sueño que, por fin, estuviesen formalmente casados y obviamente, se cogían una y otra vez de las manos para apreciar aquellos anillos que los juntaba como matrimonio que ahora eran.

    Una vez más, como ya muchas anteriores, volvieron a besarse. Compartiendo aquél cálido momento, se dedicaban mutuamente a decirse hermosas palabras que demostraban el amor que sentían entre sí, las promesas nunca faltaban en aquél momento.

    Viendo que sus estómagos pedían de comer, se rieron y se dirigieron hacía la estancia que quedaba un poco lejos. Por el hermoso camino del bosque, iluminado por la puesta del sol, los dos, aunque en silencio, se sentían cómodos con la compañía de su pareja… Madara nunca había sentido tanta felicidad como la que ahora tenía… Después de tantas desgracias, bien está lo que bien acaba, ¿O no?

    La noche fue dando su entrada y con ella, las estrellas que brillaban como el diamante y una hermosa luna llena, radiante, iluminando con sus rayos de seda, todo lo que tenía a su paso. Despejado, se podía apreciar aquél oscuro cielo, cuyo viento, era fresco y agradable. Un rayo de la luna, se infiltró por cierta habitación, iluminando la cama y a dos hombres que se besaban con pasión, aunque ciertamente, con suavidad y delicadeza, hiendo despacio.

    Los suspiros no se hacían de esperar, los gemidos por parte de Madara tampoco, sintiendo como su delicado y sensible cuello era mimado por aquellos cálidos labios de su esposo, que iba disfrutando del momento y de aquella piel nívea y frágil, marcándola como suya. Después de tanto tiempo, podría demostrarle al Uchiha cuánto le amaba.

    Acariciaba aquél fino pecho de musculatura levemente marcada, sentía esa piel suave, pero al mismo tiempo, ardiente ante el deseo… Se maravillaba al ver como sus caricias, aparte de hacer suspirar al pelinegro, hacía reaccionar su bello corporal, el cual, se erizaba constantemente, repartiendo placenteras descargas eléctricas, haciendo que su dueño se apegara a él, soltando más y más suspiros.

    Después de dedicarse a ese cuello y haberlo marcado, fue tumbando poco a poco a Madara debajo de él como si fuera la cosa más frágil del universo. Bajando lentamente, empezó a atender aquellos pezones que rápidamente, hacían reaccionar a su dueño, quien se arqueaba por esos escalofríos que le entraban, mencionando el nombre de su amado entre esos hermosos suspiros que era como una melodía para el llamado. Hashirama con devoción pero delicadeza, lamía y tocaba aquella piel, atendiendo a su mismo tiempo los pezones del otro mientras notaba como su largo cabello castaño era acariciado por aquellas suaves manos del Uchiha, que parecía dejarse llevar por lo que sentía.

    Poco a poco, Madara fue retirando aquella molesta prenda de la parte superior del cuerpo de Hashirama, el cual, le ayudaba a cumplir con su cometido mientras él se entretenía en quitar aquella blanca faja que le impedía ver el cuerpo de su amado en esos momentos.

    El pelinegro notaba como su cuerpo iba reaccionando con cada pequeña caricia, con cada dedicación… Lo sabía perfectamente… Su persona reconocía ese moreno cuerpo del Senju, a pesar del tiempo que había transcurrido, seguía sorprendiéndose de este aspecto en su físico. Rápidamente soltó un dulce gemido al notar como su sensible abdomen era acariciado con suma ternura.

    - Veo que tienes un cuerpo muy sensible, mi querido Madara. – Habló el castaño, en voz suave y un volumen bajo, casi susurrando.
    - Desde el principio… Mi cuerpo siempre te ha reconocido. – Le contestó el susodicho. – Aah… - Suspiró una vez más, notando esas cálidas manos sobre su físico, pasearse a su antojo sin dejar atrás esa inmensa delicadeza y dedicación. – Hashirama… Te amo… - Le miró directamente a los ojos, aquellas esferas negras que lo miraban con amor.
    - Y yo también, mi hermoso Uchiha. – Puso una mano en la nuca de aquél mar de espinas que el Uchiha tenía como cabello, notándolo fresco y suave, sedoso al mismo tiempo. Fue atrayéndolo hasta él, finalizando las distancias en un íntimo beso. Justo en un momento preciso, Hashirama llevó su mano derecha hacía las partes íntimas del más bajo, presionando levemente sin hacerle daño, ganándose un enorme pero callado gemido por parte del otro.
    - ¡Hm…! – Un gemido ahogado salió de la garganta del Uchiha, al sentir su cuerpo levemente presionado, sintiéndose rápidamente excitado y un calor invadirle mientras sus mejillas adquirían un tono rojo, haciendo un gran contraste. Se agarró con firmeza en el pecho del Senju.

    Al poco tiempo se separaron al necesitar respirar. Nuevamente, los gemidos de Madara no se hacían de esperar… El tiempo pasaba y la luna estaba cada vez más alta en su firmamento, siendo testigo de la entrega de aquellos dos recién casados que exploraban inexpertos sus cuerpos con dedicación. Las palabras de amor no faltaban entre ambos, tampoco las caricias que iban muy subidas de tono.

    La habitación se llenaba de gemidos, suspiros, de pasión desenfrenada y deseos… Poco a poco, la lujuria se veía en la mirada de ambos. Hashirama con su saliva lubricó tres de sus dedos y llevó el primero de ellos a la cavidad virgen del Uchiha, quien al notar esa intromisión se quejó agudamente al no estar acostumbrado sin embargo, el Senju le hacía olvidar ese molesto dolorcillo con algunos besos y otras caricias.

    Al notar que el pelinegro no se quejaba y le entraba el placer, el castaño empezó a mover su dedo en el interior del otro, llevándose leves quejas de este pero pronto se acostumbraba mientras su virginal entrada se iba dilatando un poco, pero no lo suficiente.

    Con una sonrisa en sus labios, Hashirama besó los otros de Madara, aprovechando para introducir un segundo dedo en la entrada de este, oyendo un callado gemido de dolor por parte del mismo. Era normal que le doliese, los dos eran vírgenes, era comprensible. Una vez introdujo el segundo dedo en aquél cálido interior del Uchiha, esperó pacientemente a que este se acostumbrase y una vez así sucedió, hizo movimientos circulares para que esa entrada se dilatase más, aunque seguía siendo insuficiente pero tampoco iría rápido.

    - ¡¡Aah Madara…!! – Gimió el Senju al notar como su miembro erecto era acariciado por aquellas manos, en un vaivén seguido que le excitaba cada vez más y más.

    Poco a poco, entre los dos fueron explorándose mutuamente, como era de esperar, Madara se quejaba de nuevo ante una tercera intromisión en su virgen cavidad. Se sentía algo nervioso y con razón, Hashirama no andaba muy diferente, pero los dos estaban igual de excitados.

    - Ha- Hashirama… - Tartamudeó Madara, con leves lágrimas en sus clandestinos ojos.- M- me… Me duele…
    - Pronto pasará, relájate. – Sonrió comprensivamente, mientras se acercaba a los labios del menor por tres meses, cazándolos suavemente. Para compensar el dolor del Uchiha, comenzó a masturbarlo, viendo como Madara reaccionaba casi al instante, soltando gemidos ahogados debido al beso y como se aferraba al pecho del castaño, con los párpados fuertemente cerrados.
    - ¡Hmm… Hm…! – Gemía el pelinegro. Se separó bruscamente del Senju, respirando agitadamente. - ¡¡A- ah, ah… Ha- Hashirama…!!

    El mencionado cada vez se sentía más excitado al ver a Madara gemir de esa manera tan irresistible… Pronto, la habitación volvió a llenarse de gemidos por parte de ambos, ya que el Uchiha también atendía a su esposo, el cual, poco a poco se fue poniendo entre las piernas del otro al notar como este se había acostumbrado a sus dedos, los cuales, retiró. Miró a Madara seriamente, siempre con la precaución de tener la autorización de su pequeño pelinegro.

    - ¿Estás seguro qué deseas continuar, Mada-chan? – Le preguntó el Senju, viendo al Uchiha con un enorme sonrojo en sus níveas mejillas y con la respiración agitada. – No quisiera…
    - Hazlo ya… - Le interrumpió el otro, aspirando grandes bocanadas de aire para sus pulmones. – Tómame, Hashi-kun… - Le miró con una sonrisa. – Hazme tuyo.
    - Te dolerá un poco al principio… Pero si te relajas, todo irá bien. – Le dijo, sonriendo mientras, poco a poco, fue introduciéndose dentro de aquél cálido cuerpo, sintiendo cada vez esa estrechez contra su pene totalmente erecto.
    - ¡¡A- aaah…!! – Prácticamente, pareció un grito de dolor al notar ese dolor tan intenso al ser lentamente penetrado. Se agarró firmemente a las sábanas con sus dedos, tratando de aguantar mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, enrojeciendo estas últimas y sus ojos fuertemente cerrados. - ¡¡Ha- Hashi… M- me… Me du- duele…!! – Se quejaba.
    - Todo… Todo irá bien… No te preocupes… - Contestó con un poco de dificultad al sentirse tan extasiado por el placer que sentía. Se iba introduciendo cada vez más dentro de Madara, con delicadeza mientras se sentía apretado por aquellas paredes internas del interior del Uchiha. – Ma- Madara… - Suspiró. – Eres… Eres estrecho…
    - Ah… - Seguía respirando con agitación. Trataba de calmar ese dolor pero con nulos resultados, poco a poco el manto del sudor los envolvía a ambos. – Me sigue… Me sigue doliendo…
    - Sh… No te preocupes. – Le sonrió con infinita ternura, a centímetros del pelinegro. – Cuando te acostumbres, verás que te sentirás mejor.
    - Ha- Hashirama yo… - Trató de decir, abriendo levemente sus ojos negros. – Yo soy…
    - Sí lo sé, ambos lo somos. – Le interrumpió al robarle un beso. – Te amo Madara, siempre lo haré, te lo juro. – Prometió para sellar ese juramento bajo un hermoso y cálido beso que fue correspondido, viendo como el Uchiha temblaba.

    Se besaban con pasión, acariciándose mutuamente. El Shodaime Hokage no tardó en estar completamente dentro de aquél cálido y estrecho cuerpo del Uchiha y esperó a que este se acostumbrase, mimándolo para que olvidase el dolor, el cual, provocó que del interior del shinobi de clandestinos ojos eternos, saliera algo de sangre. Hashirama se dio cuenta y a pesar de que se sintió algo culpable por ello, le entró al mismo tiempo, una gran alegría al ver que Madara se le entregaba puro, ambos, eran vírgenes y se sentían orgullosos de esta entrega carnal.

    Durante los próximos minutos, Hashirama se mantuvo quieto en el interior del Uchiha, repartiéndole besos en su cuello, en esos finos labios, en sus mejillas, acariciando con sus manos ese firme pero delicado pecho, bajando por los dorsales de este último y llegando hasta el sensible abdomen, ganándose suspiros. Nuevamente, el Senju cogió el pene de Madara, masturbándolo de nuevo y el cual, gemía.

    Al poco rato, el Uchiha comenzó a mover sus caderas al haberse acostumbrado, así que Hashirama también empezó un pequeño vaivén que hacía suspirar y gemir delicadamente al pelinegro.

    - Ah, Hashirama… Aah… - Gemía el shinobi de eternos ojos. – N- no te detengas…
    - Ah… - Suspiraba el otro. – Madara… Realmente… Eres estrecho… - Hablaba con dificultad por ese enorme placer, sintiendo como su miembro era succionado por esas paredes cálidas del menor.
    - Más… - Pidió el pelinegro. – Ha- Hashirama, m- más… - Suspiraba y seguía suspirando.

    El mencionado no se hizo de rogar y aumentó el ritmo de las estocadas, chocando cuerpo con cuerpo de forma acompasada. Los gemidos de Madara aumentaron considerablemente, sintiendo ese tremendo vaivén en su interior. Lo volvía loco y le encantaba… Ahora, podía decir que su primera vez, había sido apasionada, dulce y muy, muy delicada, hermosa.

    - ¡¡Aaaah!! – Gimió fuertemente el Uchiha al sentir como Hashirama tocaba un punto exacto dentro de sus entrañas que prácticamente lo llevó a los cielos. - ¡Si- sigue Hashirama…! – Se aferró al Senju que también le acompañaba en los suspiros y gemidos, ambos, llenando esa sala con sus voces, y, sobretodo, con un tremendo ambiente de pasión desenfrenada en dicho lugar.
    - ¡Ah Madara, me… Me encantas, ah…! – Hashirama gemía mientras seguía penetrando al otro, sintiendo el corazón del shinobi y el suyo propio bombear con suma fuerza y agitación. No se hizo de rogar y aumento el ritmo, notando su pene palpitar en las entrañas del Uchiha.
    - ¡¡Ah… Aah…!! – Le acompañaba Madara en las melodías de esas voces cuyos dueños se entregaban totalmente al contrario. - ¡Hashirama… N- No me aguanto…! – Decía al sentir como el final llegaba.
    - ¡L- Los dos juntos, Mada-chan…! – Respondió el mencionado, con un claro sonrojo en su rostro y el sudor envolviendo su cuerpo y el de su ahora Uchiha.

    Hashirama continuó penetrando con fuerza, aumentó el ritmo, sintiendo cada vez más cercano ese placentero final mientras sentía los tremendos gemidos del pelinegro, que disfrutaba como un loco. Entre suspiros, besos, caricias y demás, los dos terminaron en un orgasmo, chillando el nombre de aquél que les dio semejante placer.

    Rendidos y cansados, cayeron en la cama, respirando con dificultad. Se miraron y se sonrieron… Ahora se pertenecían mutuamente y no se arrepentían, obviamente, dejarían algo que dejase marca de dicho aspecto. Se abrazaron y con las sábanas, se taparon para dejarse caer en los brazos de Morfeo pero se despertaron y se volvieron a mirar y así, durante un rato.
  10. .
    Buenas :D, que bueno que pudiste comentar Tobi :3 y que rápido te diste sobre los dos miteriosos y sí, estás en lo cierto, no te equivocas en lo absoluto :P, digamos que se conocieron y Obito no pudo sacárselo de encima, por ello prefirió dejar que hiciera lo que le diera la gana mientras no estorbase hahahaha, algo así.

    Traigo la tan esperada conty con la tan ansiada boda de nuestros tortolitos :P, espero que os guste de todo corazón ^_^.

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    Capítulo 37 La boda



    Por otra parte, en la villa de Konoha, se celebraba la tan deseada boda por los protagonistas, uno de ellos, esperando en el altar del lugar el cual, era un hermoso templo sagrado, decorado exteriormente por los árboles de cerezo, cuyos pétalos, caían encima del tejado color rojo fuerte, haciendo un gran contraste. También había otros árboles como los gigantescos arces rojos, que cubrían el suelo con sus hojas rojas y naranjas.

    Dentro del templo, un amplio lugar decorado explícitamente para la ceremonia, Hashirama, vestido con un especial kimono de negro, detalles blancos y otros grises, esperaba a su futuro esposo que jugaba el papel de novia y el cual, todavía no llegaba. Normalmente, Madara para vestirse era bastante rápido pero por aquella ocasión, vestirlo con un uchikake blanco con decorados de hermosos árboles con ciertos pájaros como grullas blancas en la parte inferior del kimono, era digno de ver, digno de admirar.

    Pronto, un hermoso pelinegro se presentó, entrando con una elegancia insuperable, con un precioso velo blanco tapando su fino rostro. Acompañado por su prima Mikoto Uchiha, una hermosa joven de piel pálida, ojos negros, un poco bajita, delgada y de cuerpo algo desarrollado, de largo cabello azabache hasta la cintura, caminaba hacia el altar, con los ojos cerrados.

    Su hermoso kimono, era el centro de las miradas y como no, él era parte de ellas. Hashirama, quien se había girado para ver lo que ocurría, se quedó sin palabras, sorprendido de la belleza tan divina de su amado Madara… Se había imaginado al Uchiha vestido de esa forma, pero en la realidad, era aún más hermoso de lo que su mente llegó a mostrarle…

    Llegó al lado del hombre que dentro de unos pocos momentos, se convertiría en su marido. Mikoto, la que hacía de su madrina, le dejó al lado de Hashirama y más tarde, se retiró entre los invitados. Las mujeres llevaban unos kimonos llamados irotomesodes, al menos las casadas. Este kimono era de colores vivos y oscuros dependiendo del gusto de sus dueñas. Las solteras, llevaban hermosos furisodes, otra clase de kimono para mujeres que no estaban casadas ni comprometidas en matrimonio. Los hombres llevaban formales kimonos negros.

    Mientras el sacerdote del lugar, recitaba unas palabras, Hashirama miraba de reojo a Madara, con una sonrisa adornando su rostro… Se moría de la emoción al verlo tan hermoso… Realmente, por su frágil figura, le quedaba muy bien ese uchikake tan majestuosamente elegante. Hoy, en ese día tan especial que desde hacía tiempo, habían deseado y el que ahora estaban viviendo, los protagonistas, eran ellos.

    El líder de los Uchiha se sentía realmente nervioso… Sentía su cuerpo paralizado por la maldita costumbre de tener a tanta gente detrás de su persona, notando insistentemente, miles de miradas clavarse en su espalda. Pero lo que más nervioso le ponía, era la tan especial luna de miel… La sola idea de entregarse a Hashirama, le llenaba de vergüenza… Había oído muchas veces que la primera relación sexual de una persona, siempre resultaba ser algo doloroso al principio… Dios, la sola idea de pensar que sentiría un intenso dolor, le hacía retroceder.

    Permanecía con los ojos cerrados, escuchando las palabras del sacerdote, que parecía que nunca iba a cerrar la maldita boca… Hashirama suspiró, un tanto impaciente… Si ese hombre de sagrado puesto a las divinidades, no terminaba rápido, no aguantaría mucho y se lanzaría a cazar aquellos labios que permanecían tras un delicado velo blanco de seda.

    Tras casi una hora de mantenerse ahí de pie, el sacerdote les concedió el “sí quiero” a ambos novios, que, deseosos, por fin se dieron aquél beso que les unió en sagrado matrimonio. Los invitados se levantaron, aplaudiendo todos al unísono. De forma tímida, Madara se giró y miró en general, buscando a alguien para entregarle el ramo de hermosas flores que portaba en sus delicadas y frágiles manos.

    Sonrió tiernamente al divisar a Tobirama junto a su hermano Izuna, invisible para todos los ojos a excepción de los suyos, de los de su ahora marido y del hermano menor de este.

    Cruzó su mirada con Hashirama, el cual, pareció medio entender el mensaje. Le sonrió a su ahora esposo y luego, caminó hacía Tobirama, entregándole su ramo de flores que el albino, muy sorprendido, aceptó. Cogido del brazo del Shodaime Hokage, este y el Uchiha iban saliendo del templo sagrado, ambos, sonriéndose con una gran alegría.

    Después de la ceremonia, Madara, por tradición, se cambió de kimono y se puso otro de nombre hikifurisode o también conocido como hanayome, el cual, era de colores brillantes y cálidos, con largas mangas. Dicha prenda, se usaba después de la boda nupcial, específicamente, a la hora de compartir el banquete y ninguna mujer, podía imitar o llevar el mismo kimono, se consideraba pues, una falta de respeto a los protagonistas de esos momentos.

    Durante el banquete, que era devorado sin piedad por los invitados, los recién casados se miraban felices, mientras hablaban animadamente, jugando a la parejita feliz con la comida, siendo observados por sus clanes cuyos miembros, sonreían mientras se entretenían animando aún más el ambiente.

    Viendo que nadie les prestaba mucha atención, Hashirama decidió entablar nuevamente una conversación con su ahora esposo…

    - Te imaginé con ese uchikake, pero la realidad me ha mostrado que eres más hermoso de lo que mi mente alcanza, Maddy. – Le musitaba Hashirama al oído de Madara, quien le estaba escuchando perfectamente y el cual, miró a su esposo con una tímida sonrisa.
    - Tú también estás muy guapo, Hashirama… - Le contestó el Uchiha en el mismo bajo tono de voz. – Yo también te imaginé vestido así, pero como siempre dicen: la realidad es totalmente diferente. – Cerró sus clandestinos ojos, sin dejar de sonreír.
    - ¿Sabes qué te amo, no? – Habló el Senju con un tono meloso en su voz, acercándose al pelinegro, restregando mejilla con mejilla.
    - Claro que sí, cariño. – Le respondió el otro en el mismo tono.
    - Deja que te bese… - Sonrió el moreno, tratando de dar caza a esos labios finos y delicados, ahora ya sin ese molesto velo blanco de antes que los estuvo cubriendo un buen rato por culpa de aquél estúpido sacerdote.
    - Ha- Hashirama, estamos con los invitados… - Madara se llevó la mano al pecho, como es de esperar, todo tímido. – Lo verían… ¿Raro?
    - Qué más da… - Se rió. – Ni que su opinión me fuera a dar de comer…

    Madara le miró y le dedicó una brillante sonrisa, dándole a entender al Senju que le daba su autorización para besarlo. Contento, el más alto cogió suavemente la barbilla del Uchiha, abriendo levemente aquellos labios mientras él, iba acortando distancias. Ante la cercanía, el Uchiha, como ocasiones anteriores, iba entrecerrando sus ojos, sintiendo cada vez más aquél cálido cuerpo que hacía reaccionar el suyo propio sin su consentimiento.

    Sin que ellos se diesen cuenta, todo el mundo miró hacia ellos, esperando aquél hermoso gesto de amor por parte de los recién casados que, al sentirse tan y tan observados, miraron en dirección a los invitados y enrojecieron hasta las orejas. Entre réplicas y ánimos por parte de muchos, todos al unísono, empezaron a pedir lo típico que se le pedía a una pareja casada en el banquete de su boda: “¡Beso, beso!” y más beso.

    Se miraron con una sonrisa, una vez más, la vergüenza parecía vencerlos, escuchando las insistencias del resto… No acostumbraban a besarse en público pero esa era una muy buena oportunidad para demostrar cuánto se amaban y que nadie, absolutamente nadie, podría separarlos.

    Asintieron al unísono y sin pensárselo dos veces y a pesar de ser observados por muchos, se besaron tiernamente, cosa que aumentó más la euforia de los invitados… Pero a ellos no les importaba, después de tanto rato (que les pareció eterno), volvieron a sellar los labios del contrario, sintiéndose llenos, aunque muy, muy nerviosos.

    Tobirama para molestar un poco, les tiró un trozo de tarta de chocolate, cosa que molestó mucho a Madara al verse todo manchado… El Uchiha, miró con ojos asesinos al albino, señalando su hermoso kimono, ahora hecho un asco… Hashirama tragó saliva, conociendo muy bien que, cuanto menos se le hiciese enfadar a su esposo, mejor… Pero no… Su hermano pequeño siempre metía la pata.

    No pasó mucho tiempo cuando toda la sala se convirtió en un campo de batalla de comida, la cual, volaba de un lado a otro mientras todo el mundo, a pesar de pasárselo en grande, se manchaban de forma bestial. Izuna se moría de la risa en ese momento, a pesar de que era un espíritu, tenía la ventaja de hacer lo que le viniera en gana.
  11. .
    Tobi <3 que gusto me da verte, no te preocupes si no pudiste comentar antes, como ya dije en otro post, sólo espero que estés bien y que todo te vaya estupendamente y que no tengas muchos problemas. He mirado el vídeo y aunque el Audio Latino en Naruto jamás me ha gustado, la canción me agradó mucho, me sorprendió que te recordara al fanfic XDDD, no importa si eran imágenes de Naruto y Sasuke, el SasuNaru me gusta pero prefiero mil veces el NaruSasu, hahahahaha, me da por ukear siempre a los Uchiha excepto a Itachi.

    Volviendo al cap... La boda de Hashirama y Madara (sí, la que tanto estabáis esperando), se desarrollará un poco en este capítulo, los dos enigmáticos: Sora y su compañero cuyo nombre no he revelado, también aparecen aquí. Especialmente, en este capítulo aparecerá un nuevo personaje que posiblemente os haga sentir mucha incógnita o misterio, ya que su nombre no aparece pero obviamente con la descripción sabréis más o menos de quien se pueda tratar.

    ¡Qué lo disfrutéis!

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    Capítulo 36 El misterio del tercer descendiente de Rikudou Sennin



    Los días volvieron a pasar y todo entre los clanes Senju y Uchiha mejoró considerablemente. Ya no había más intentos de separación por parte de dichas familias y eso, permitió a Madara, encontrar por fin, una felicidad que una vez, la creyó totalmente lejos.

    No volvió a derramar lágrimas, esa época de tristezas y sufrimientos parecía haber terminado. Ahora reía, se lo pasaba bien, estaba tranquilo, estable emocionalmente y como no, siempre con su amado Senju, que si no fuese por Tobirama, quien de vez en cuando se juntaba con ellos, los intentos de “macho alfa” por parte del castaño, volverían.

    Izuna también estaba con ellos, aunque era un espíritu, se sentía feliz de ver por fin a su hermano lejos de toda clase de penurias por las que hasta ahora había pasado. Acompañados por sus hermanos menores, sin que Izuna fuera visto por nadie, Madara y Hashirama escogían sus trajes de boda por separado. El novio, por tradición, no podía ver el vestido de novia y esta, no podía ver el traje de su futuro marido.

    Y sí, Madara haría el papel de novia por ser el más dócil de la pareja, sin que esto afectase a su masculinidad. Al revés, si al líder de los Uchiha le daba ilusión y no ponía quejas, pero a la hora de escoger un traje, era demasiado exigente y no había Dios que encontrase algo idóneo.

    Por otra parte, Tobirama y Hashirama eran un poco peores en el tema… Aunque no tan exigente, el castaño se discutía cada dos por tres con su hermano mayor al pedirle opinión sobre los trajes de boda… Dichas disputas, eran observadas por los clientes de la tienda, que en un futuro, también celebrarían dichas ceremonias. La dependienta del lugar, se reía ante la escena de los hermanos Senju, al igual que la otra de unas tres calles anteriores en la cual se encontraba Madara con su hermano Izuna.

    Como es tradicional, la boda se llevaría a cabo en tres días. En el primer día, Madara obtuvo un kimono llamado shiromaku, el cual, era totalmente blanco, simbolizando que el hombre, de papel de novia en esta ocasión, iba limpio y puro de influencias, todo por haber respetado las normas que Hashirama estuvo en repetidas ocasiones, al borde de romper. En esa ocasión, lo llevó un poco solitario en cuestión a compañía… Según las costumbres de su clan, la novia no debía verse con el novio antes de la gran ceremonia en la cual, se llevaría a cabo el sagrado matrimonio que los uniría sin que nadie pudiera separarlos.

    Ese primer día fue muy aburrido, aunque a Madara no se le quitaba la ilusión de ver vestido a su amado Senju con un kimono negro, tradicional en las bodas japonesas, todo elegante… Se emocionaba. Llegó la noche y el Uchiha se tumbó en su futón, esperando conciliar inútilmente el sueño… Como deseaba estar en aquellos brazos morenos… Como deseaba escuchar la voz del que dentro de tres días, sería su esposo…

    Pero se le vino a la mente, la noche de bodas… Dios, él era virgen, ¿Cómo se suponía qué harían…? No tenía ni la más remota idea, además, no tenía experiencia y en cierto modo, le causaba cierto temor… ¿Le dolería mucho? ¿Le gustaría? ¿Se volvería adicto? ¿Se tornaría él, el violador en lugar del violado? ¿Cómo sería Hashirama en la cama? Dios estaba realmente curioso… Las imágenes eróticas que se le vinieron a la mente, hicieron despertar su cuerpo y eso, le obligó a entrar en una ducha bien fría para calmar ese calor.

    Llegó el segundo día y Hashirama, en plena mañana, salió de la mansión. Como día anterior a la boda, los comprometidos tenían derecho a verse, como no, ninguno se hizo de rogar.

    Por otra parte, aquél misterioso personaje que era acompañado por un simpático pero también enigmático muchacho llamado Sora, se encontraban ahora, en un paisaje totalmente diferente al que antes estaba… Dejaron atrás aquellos parajes primaverales a un extremo lugar helado, de temperaturas gélidas, de alta montaña, alejados de la mano de Dios.

    Caminaban de un lugar a otro, escalando tremendas subidas montañosas, bajando caminos escarpados, peligrosos… Sin cansarse, continuaban su camino… Lo que buscaban, era más que obvio pero lo que nadie sabía hasta la fecha… El Dios Shinnobi, conocido como el Rikudou Sennin, aparte de tener dos descendientes, tuvo otro más que quedó en el más oscuro misterio del que nadie sospechó nunca nada…

    Aquél sujeto de cabello rebelde y negro, tardó varios meses en dar con esa persona y ahora, tras averiguar que seguía vivo a pesar de los miles de años que pasaron desde aquél entonces, cuyas guerras eran peores que las de hace pocos años atrás cuando él ni si quiera había nacido, buscaba su paradero.

    Una persona, descendiente del Rikudou Sennin, cuya fuerza la heredó totalmente, tanto los ojos, espiritual, como fuerza física, alguien así no escaparía de sus garras. Además, por ese ser al que nadie conocía, es quien dio origen al tan estricto y popular clan Hyuuga. Nadie sabía de dónde provenía este último clan, tan poderoso y a la vez, de gente fría y calculadora. Poseedores de un Kekkei Genkai llamado Byakugan, del cual, muchos decían que derivaron del clan Uchiha, pero no, no era así y él, daría la prueba para confirmarlo, para ello, debía encontrar a ese sujeto que permaneció en el misterio, cuyas razones, también eran desconocidas.

    Toda clase de información sobre la enigmática de este personaje cuyo nombre tampoco se sabía, era prácticamente nula. El Rikudou Sennin, por alguna razón, ocultó a su tercer descendiente, ¿Con qué fines? Nadie lo sabía, puesto que nadie conocía a su tercer hijo…

    Se pararon en una caseta donde eran mirados de forma extraña por una familia de tres personas: una mujer, su marido y un niño de cinco años, que, por sus aspectos, podría definiros que eran gente acostumbrada a vivir a gélidas y extremas temperaturas por sus gruesos abrigos de piel y lana, pertenecientes de una cultura un poco diferente, simples habitantes sin importancia que no eran shinobis.

    Sora miró a su compañero, que yacía pensativo.

    - ¿Y bien? – Habló el castaño. - ¿Cuánto más tendremos qué seguir?
    - Si es necesario, daremos la vuelta al mundo para encontrar al tercer hijo del Rikudou Sennin. – Contestó el pelinegro. – Tengo mucho interés en ese sujeto y no descansaré hasta encontrarlo.
    - ¿Y si por algún casual estuviese en Konoha? – Inquirió. – Según tú, ese descendiente le dio origen al clan Hyuuga.
    - Sí, lo sé. – Asintió. – De estar en Konoha, te mandaría a que lo investigases.
    - ¿Perdona? – Sonrió de forma incrédula. - ¡Yo no me conozco tu aldea, chaval! – se señaló a él mismo de forma estúpida. – Vale que tenga altos conocimientos sobre muchos lugares, que sepa mucho de plantas, animales, de mar y todas esas chorradas de la vida, pero, ¿Por qué yo?
    - Porque así no sabrán quien eres y no te podrán relacionar conmigo, ¿Comprendes? – Le miró molesto, como odiaba cuando su compañero se ponía todo serio.
    - Tampoco es que te tengas que esconder tanto. – Habló, abriendo sus espesos ojos azules, afilados como un cuchillo que se mostraron amenazantes ante esa seriedad. – Dime, si eres un Uchiha, ¿Con qué motivos permaneces oculto cómo un completo desaparecido?
    - Cuando expulsaron a mi hermano del clan… Automáticamente me sentí solo, a pesar de tener a dos hermanos mayores, pero ya nada era igual. – Empezó a explicar el enigmático personaje. – Además, mi hermano mayor tenía una relación seria con otro hombre del clan Senju, así que digamos que me pasaba el tiempo solo, mi otro hermano también parecía tener algo de amistad con otro Senju, así que por ello, nadie cuidaba de mí.
    - Vaya, ¿Y quiénes son tus hermanos? – Volvió a cuestionar, totalmente curioso e interesado ante ese relato. Por fin, conocería cosas sobre ese pelinegro que escondía tanto su pasado. – Si es que puedo saberlo claro…
    - No tiene caso mencionarlos ahora. – Se cruzó de brazos, mirando la puerta. – Deberíamos continuar.
    - ¿Qué? – Abrió de par en par su boca, mostrándose fastidiado. – Estoy cansado de tanta caminata, seguramente habré perdido cinco kilos.
    - No seas exagerado. – Le replicó.
    - Es la verdad. – Contestó Sora. - ¿Por qué no nos quedamos aquí? Esta gente tan amable no nos negará la noche.
    - Tengo prisa, no puedo quedarme aquí a perder el tiempo. – Suspiró el pelinegro, levantándose. – Y si tú estás cansado, quédate aquí pero yo me voy, supongo que ya sabrás por donde andaré.
    - Si me tomas por adivina, quizá. – Se rió ante su propio comentario.
    - Contigo siempre igual. – Bufó fastidiado. Poder soportar a ese castaño de espesos ojos azules, era todo un record. – Está bien, nos quedaremos por una noche, pero asegúrate de descansar bien o mañana irás con la lengua arrastras de los kilómetros que vamos a recorrer.
    - ¿Tanto así? – Sonrió de forma infantil, con los ojos acostumbradamente cerrados.
    - Sí. – Se mostró con actitud fría.

    Asintieron al mismo tiempo y se quedaron allí el resto del día, donde la familia les dio algo de gruesos abrigos para mantenerse calientes, cerca de una fogata que había en la humilde cabaña en la que se encontraban.

    Cualquiera podría sorprenderse de los parajes a los cuales, estos dos muchachos iban… Siempre de un lado a otro, normalmente nunca se detenían cuando buscaban algo y más si ese “algo” era importante.

    Al pelinegro le agradaban las temperaturas frías, prácticamente estaba más que acostumbrado y Sora no era muy diferente. Sus cuerpos estaban bien entrenados, así que esas temperaturas no eran nada pero debían abrigarse por un sí acaso. El frío siempre podía ser traicionero, igual que las olas del mar.

    Se durmieron, uno apoyando la cabeza en el hombro del otro y este, encima de dicha parte del contrario. Hacía bastante tiempo que se conocían, al menos, desde que ese enigmático rebelde de cuya aldea, rechazó y se marchó de su lugar natal.

    Pasaron las horas, la ventisca de nieve no cesaba en aquellas altas montañas, tapadas por un grueso y visible manto de nieve que era gigante a simple vista. Desde la lejanía, el paisaje nevado aún se podría apreciar, seguramente. Poco a poco, la tormenta fue cesando hasta que sólo caían copos helados sin importancia y el sol, salió del horizonte, dando lugar a una hermosa alba.

    Nuestros dos personajes enigmáticos se levantaron y se fueron, volviendo a las andadas. Siguieron un camino largo, obviamente, lleno de nieve. Los lobos de la zona pasaban de largo, sin acercarse al carecer de interés en ese par de locos que montaban un gran escándalo, en especial, por las vacilaciones de Sora.

    Siguieron caminando, cambiando de dirección de forma repetitiva… Bajaban otros caminos, igual de peligrosos, aún más al haber piedras resbaladizas, desgastadas por el clima, por enormes avalanchas de nieve y otras rocas y todo lo que esa masa helada se llevaba por delante cuando era provocada.

    El cielo empezó a nublarse, el viento empezó a arreciar nuevamente, los copos de nieve fueron cayendo cada vez más y más, hasta nuevamente, convertirse en una densa cortina blanca que llenaba aún más los caminos de aquellos parajes, haciendo este algo ideal para una postal navideña.

    Sora y su compañero, cuyo nombre aún se desconocía, seguían caminando, restándole importancia a la cortina blanca que tenía nieve de nombre, obviamente. Era increíble pero estos dos muchachos no se cansaban de tanto caminar. Por ellos mismos, se entrenaron día sí y día también para obtener fuerza en muchos sentidos.

    El pelinegro se detuvo y se puso a pensar…

    - ¿Qué pasa ahora? – Habló el castaño. - ¿No decías qué tenías prisa? – Bufó. - ¡Venga continuemos!
    - Espera, Sora. – Le detuvo, parándole en seco. – He cambiado de opinión.
    - ¿Y a donde vamos ahora? – Se giró, llevándose las manos a la cadera.
    - Iremos… - Sonrió débilmente. – Iremos a Konoha. – Miró el paisaje con seriedad y señaló a su compañero con el dedo índice izquierdo. – Pero entrarás tú a la aldea, conmigo ni cuentes.
    - ¡Estás loco, me voy a perder! – Se quejó, eso era el colmo… Encima que era él quien ayudaba, él hacía todo el trabajo, ¡Pura injusticia! – Al menos podrías transformarte en algo y guiarme.
    - Los shinobis de Konoha no son tan idiotas para notar a alguien transformado. – Se cruzó de brazos.
    - Y a ti se te olvida la capacidad de ocultar tu chakra. – Le recordó, viendo como el otro se molestaba. Quizá, por un recuerdo no deseado que vino a la mente del pelinegro. – Creo que si quieres que yo confíe en ti, tendrás que darme motivos para que lo haga, ¿No crees?
    - Contar mi pasado no es algo que me vaya a servir de algo. – Siguió caminando. – Iremos a Konoha, cuando lleguemos, ya veremos qué hacer.

    Siguieron, una vez más, caminando. Esta vez, cambiaron de rumbo y fueron en dirección a la aldea a la cual, el misterioso pelinegro perteneció una vez y que por “X” razón, había abandonado, sin dejar rastro alguno. Sora le seguía desde detrás, cada vez entendía menos a su compañero pero, por alguna razón, su instinto le decía que debía confiar en aquél sujeto cuyo nombre olvidado no recordaba y el otro, ni deseaba decírselo, ¿Quizá para mantener su identidad oculta? Menuda estupidez, ¿De qué servía?

    Mientras ellos dos seguían con su camino, a miles y miles de kilómetros de allí, se encontraba un pueblo de aspecto nativo. No era muy moderno como la aldea de Konoha, pero su gente era muy humilde y en la cual vivía un joven muchacho, era alto y delgado, de buena musculatura, su piel era porcelana, tirando a pálida.

    Su cara era un poco alargada pero redondeada, de finas facciones y de unos ojos con ondulaciones a lo largo de los globos oculares, con finas iris y escleróticas púrpuras grisáceas, eran, pero realmente amables y cuyas pestañas alargadas, le daban elegancia a sus orbes. Sus orejas eran pequeñas y su cuello, sensible. Su cabello era castaño oscuro, muy largo hasta las rodillas, un poco desordenado, estilo escalado. Tenía un par de mechones que quedaban a los laterales de su rostro, atados casi hasta los hombros por una larga tela roja.

    Vestía una camisa negra que hacía una especie de falda a los laterales de su cadera, dicha prenda era de cuello alto ajustado al suyo y en el cual, reposaba un collar de siete magatamas carmines; en su frente reposaba un protector frontal plateado con unas extrañas inscripciones, cuyos laterales que quedaban en los otros de su frente, se alzaban un par de cuernos por el objeto metálico. Sus hombros y los dos laterales de su cuello eran protegidos por una parte de la armadura que se dividía en placas metálicas también todas rojas. Su pecho y abdomen, a excepción de los laterales de sus clavículas, también eran protegidos por una armadura de placas metálicas del mismo color. Llevaba unos anchos pantalones negros hasta los tobillos, donde se apreciaban unos vendajes que se escondían por debajo de dicha prenda y finalmente, unas sandalias de tiras del mismo color oscuro.

    En su mano izquierda sostenía un shakujo, un báculo budista para la oración pero también eficaz como arma. Era de oro puro y estaba decorado por otros tres anillos más pequeños a cada lado. En su espalda reposaba una katana, dentro de su vaina y esta, dentro de una funda cuya bandolera color crema pasaba por el hombro izquierdo del joven muchacho hasta la parte derecha del abdomen del mismo, regresando a la espalda.

    Dicha persona tan enigmática, era líder de un pueblo que lo amaba y lo veneraba, sabiendo de donde provenía y quien era su progenitor, al cual, se le conocía como el Dios Shinobi. Ese muchacho era muy amable con todos los pueblerinos, abierto a todo aquél que quisiera acudir a él para resolver dudas u obtener consejos y toda clase de ayuda que uno necesitase. Alguien suspicaz, únicamente, hablando de temas sin pasarse más allá del límite.

    Paseaba por las humildes calles, viendo a los niños correr, a mujeres atendiendo sus pequeños y a los hombres trabajar en las casas, todos, abrigados también por el gélido clima, ya que se encontraban en una montaña de difícil acceso y de gran altura.

    Una pequeña niña de cabello negro y fino como la noche, de piel morena, bajita por su corta edad y de ojos oscuros, con una gruesa chaquetilla pequeña, cayó accidentalmente al suelo, comenzando a llorar por el daño que el golpe le provocó en sus rodillas. El joven muchacho de cabello castaño y extremadamente largo, más allá de la espalda, se acercó a la pequeña, preocupado.

    - ¿Estás bien? – Le preguntó, observándola mientras le ayudaba a levantarse, tendiéndole la mano.
    - Me duele… - Lloriqueaba la menor, con la mano izquierda en sus pequeños y dulces ojos.
    - ¿En dónde te has hecho daño? – Cuestionó una vez más el mayor.
    - En las piernas… - Seguía sollozando la pequeña.

    El líder del pueblo sonrió de medio lado y cogió a la niña en brazos, llevándola a su humilde casa, ya que odiaba resaltar más que el resto y prefería tener una igualdad con su gente, la cual, siempre se sentía respetada por ese enigmático chico que, a pesar de tener una joven apariencia, su edad pasaba toda clase de lógica.

    La niña se vio dentro de la estancia del mayor, que la hizo sentar en su cama y le empezó a desinfectar la herida que fue provocada ante aquella patosa caída. Sollozando, la menor se quejaba del escozor que sentía pero al poco rato, se sintió mejor y vio como sus piernas eran vendadas con cuidado y detalle por su líder, admirándolo y el cual, le sonrió amablemente.

    - Ya estás. – Le comentó. – Deja que pasen un par de días y volveré para ver cómo están esas heridas. – Informó, ayudando a la niña a levantarse. – Si te sigue doliendo, ven a verme aquí.
    - ¡Sí, muchísimas gracias! – Sonrió la otra ampliamente y salió corriendo de la casa realmente feliz.

    El muchacho salió de la estancia, vigilando que aquella niña no volviera a tropezar. Miraba todo el entorno, atento a que no hubiera algo fuera de lo normal. Nuevamente, empezó a pasearse por las calles que poco a poco fueron volviéndose solitarias cuando los niños y la gente del pueblo se resguardaron en sus respectivas casas debido a que pronto, una ventisca de nieve empezó a arreciar con suma fuerza.

    El viento era sumamente fuerte, sin embargo, el castaño continuaba su caminata. Para proteger al pueblo durante su ausencia al haber decidido viajar, pensó en hacer un campo protector que asegurase la seguridad de sus seres queridos y no tardó en hacer dicha acción, resguardando, al mismo tiempo, al humilde lugar de la fría temperatura, donde esta subió un poco, volviéndose agradable.

    Los niños volvieron a salir y a jugar y todo el mundo, regresó a sus obligaciones y costumbres diarias. Los hombres del lugar despidieron con orgullo a su líder, confiando en que este regresaría algún día y que en caso de que ellos estuviesen en peligro, lo único que debían hacer, era pensar en su persona y él, acudiría.

    El pueblo le deseó un buen viaje tras hacerle una buena cantidad de comida que el muchacho decidió aceptar por no ser descortés con ellos y les dijo adiós de forma personal a cada uno, haciendo sentir orgullosa a cada persona.

    Más tarde, marchó del pueblo y se abrió paso al mundo que esperaba ser explorado. Entre caminos largos y cortos y toda clase de paisajes, este chico llegó lejos en un abrir y cerrar de ojos a pesar de ir caminando tan tranquilo. Estaba algo curioso por visitar muchos sitios… Siempre había vivido en un lugar altísimo, donde era difícil acceder… Acostumbrándose a esa vida con la gente pueblerina que siempre le aceptó como a uno más de la familia, se adaptó a lugares incomunicados, que no eran de importancia y ni si quiera, eran conocidos, lo que les daba una mayor ventaja: se ahorraban las guerras que otros pueblos y ciudades comenzaban por motivos estúpidos.
  12. .
    Buenas :D me alegra veros de nuevo ^^, ¿Qué tal habéis estado? Himeko-san, agradezco que el fanfic te esté gustando tanto pero creo que todavía no alcanzo la categoría de sensei pero bueno, puedes llamarme como gustes :P

    Os dejo con la conty :D

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    Capítulo 35 ¡La determinación de Madara sale a flote!



    Después de aquél momento, la relación entre los dos tortolitos volvió a mejorar, pero la amistad entre Madara y los consejeros de su clan, se fue completamente al garete, empeorando las cosas… Los dos clanes hicieron, nuevamente una prueba a la cual, llamaron: “Capacidad de creer”, y la cual, consistió en que se inventaban mentiras del clan contrario que faltaba el respeto al otro, viendo si de esa forma, conseguían de una vez separar a sus líderes pero estos terminaron aprobando dicha prueba.

    Finalmente y ante la desesperación de los dos clanes, estos volvieron a organizar un último intento de separación… Se crearon, como base, unas mentiras que supuestamente, llevasen a la lucha a los dos bandos los cuales y fingiendo, luchaban entre sí. Obviamente, Madara y Hashirama no sospechaban nada y entre sí trataban de defenderse el uno al otro.

    Sorpresivamente, uno de los consejeros le dio una tremenda patada al líder de los Senju, lanzando a este en dirección a un lago, al cual iba cayendo desde una gran altura. Asustado, Madara veía con horror aquella situación.

    - ¡¡HASHIRAMA!! – Chillaba un asustado Madara, cuyos ojos empezaron a humedecerse al ver a su querido Senju caer desde esa altura hacia el lago, temiendo por su seguridad. Pronto, las lágrimas se hicieron presentes en el Uchiha, el cual, miró furioso a ambos clanes, en especial, al consejero. - ¡¿CÓMO OS ATREVÉIS A LUCHAR ENTRE SÍ Y CÓMO TE ATREVES TÚ A HACERLE ESO A HASHIRAMA?!
    - Si muere, los Uchiha estaremos mejor. – Respondió el consejero con frialdad.
    - Hm… - Se levantó y se quitó la bandolera que llevaba de color crema y la cual, sujetaba su gran Abanico de Guerra. – Tobirama, aguántalo unos momentos. – Le dijo al Senju menor.
    - Bien. – Dijo el albino, haciendo caso.

    Madara miró hacia adelante, retrocediendo con sus pies, con una insegura mirada de si hacer o no lo que tenía pensado… Era observado por todos los presentes en ese lugar, en especial, por los consejeros. Pero Tobirama le miraba desconcertado.

    Tragó saliva. Debía pensar muy bien o mejor dicho: debía calcular bien la distancia que le separaba de su amado Hashirama, teniendo en cuenta que este estaba cayendo hacia el lago… Cerró sus ojos, pensando qué era lo que debía de hacer para no cometer fallos…

    Suspiró pesadamente.

    - ¿Qué tienes pensado hacer, Madara? – Cuestionó Izuna, quien sólo podía ser visto por su hermano mayor, por Tobirama y el líder de los Senju: Hashirama. - ¿No pensarás lanzarte?

    Madara le escuchaba atentamente, pero no decía nada y miró a Tobirama, quien captó el mensaje, apartándose levemente, cosa que extrañó al resto. El pelinegro, líder de su clan, retrocedió cinco pasos más y mostró, una mirada de determinación hasta ahora, nunca vista… Madara había sacado a flote su “Voluntad de Fuego”.

    Las lágrimas dejaron de brotar de sus orbes rojas por los eternos Sharingans, ya no más dolor. Se terminó, no sufriría de nuevo.

    Madara llevó su pie derecho hacía adelante, preparándose para pensar lo que tenía en mente. No pasó mucho tiempo cuando empezó a correr y se precipitó contra el vacío del barranco que lo llevaría en dirección al lago… En dirección a Hashirama que ya había entrado al agua del lago.

    Los Uchiha y los Senju miraron al pelinegro de forma incrédula… Nunca habrían pensado que ese rebelde de nombre Madara, haría tantas cosas por Hashirama… Todos se miraron y asintieron: las pruebas, se acabaron. Esa muestra de valentía por parte de ambos líderes, en especial la del pelinegro, era más que suficiente.

    Madara llegó rápidamente hacía el agua, zambulléndose en ella potentemente, causando un ruido ensordecedor de pura velocidad. Sin lesiones importantes, Madara nadó hacía Hashirama, quien parecía sonreír, esperándolo allí, en las profundidades de un lugar completamente silencioso donde los peces y otras criaturas marinas, vivían.

    El Uchiha alcanzó al moreno, nuevamente, las lágrimas del pelinegro se fusionaban con el agua. Estaba contento de estar al lado de Hashirama, quien estaba a centímetros de él, con su mano izquierda en el brazo del mismo sentido del Uchiha, quien tenía su dedo índice casi rozando su mentón. Los dos, mirada con mirada.

    Sus ropas se movían al compás de las corrientes del agua, al igual que sus largos cabellos. Mientras se hundían en el agua, se observaban mientras el cuerpo de Madara yacía levemente alzado, fruto de los juegos del líquido.

    Ni si quiera el medio acuático, impedía que esos dos jóvenes cuyo amor vencía todos los obstáculos que se le ponía, fue suficiente para que Madara y Hashirama, se besaran con sumo amor. Se separaron a los pocos segundos y nadaron hacía la superficie, donde aparecieron minutos después, poniéndose encima del líquido gracias a su habilidad con el chakra.

    Rápidamente llegaron hacía sus clanes que fueron brutalmente regañados, dejando bien claro que nadie les iba a separar. Viendo esto, tanto los Uchiha como los Senju, acataron y decidieron no interponerse más.

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    Sé que es corto pero aún así espero que haya gustado mucho :D, dentro de un par o tres capítulos tendremos la boda y aviso de que esta 1ª Temporada termina con el cap. 43 ^_^
  13. .
    Hola Himeko-san :D, me alegro de verte, espero que estés bien y que todo te vaya estupendamente. Me pone feliz que sigas mi fanfic como Tobi que le mando un saludo para cuando pueda estar en el PC, en verdad no quiero que tenga problemas XD. Agradezco que seas mi fan nº 1 pero a causa de que no suelo favorecer a nadie por encima de otros me temo que ya te puedes hacer una idea de lo que piense acerca de ello pero bueno no pasa nada :P.

    Disfruta de la conty :D (y tú también Tobi, cuando se te sea posible).

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    Capítulo 34 La penúltima prueba: ¡Superada!



    Pasaron unos días, donde nuevamente, los problemas no se hicieron de esperar. Los clanes Senju y Uchiha, se unieron para poner a prueba, como desde antes, a sus dos líderes y el amor de estos. Así que, para llevar a cabo dicha prueba llamada: “Fidelidad”, cada bando eligió, obviamente, a una mujer.

    Una de ellas era Mito, quien se había ofrecido voluntariamente para llevar a cabo sus verdaderos intereses: separar a Hashirama Senju de Madara Uchiha y el clan de ese, pidieron la ayuda de Karina, una chica realmente atractiva, idónea para cualquier boda y contraer embarazo.

    A las dos mujeres se les hizo conocer las intenciones con las cuales, ellas iban a llevar a cabo la misión y ambas, cabía decir que hicieron una gran amistad a los pocos días que pasaron y en los cuales, la distancia entre la pareja que una vez fue a las aguas termales, no se hizo de esperar.

    Hashirama estaba molesto de ver como Madara le prestaba más atención a una mujer que a él y el pelinegro, estaba en las mismas circunstancias, muerto de la rabia de ver a Mito al lado de su amado Senju. La ira le hervía la sangre y pronto, desataría su enfado de darse el caso de no poder aguantar lo que sentía.

    La Uzumaki, por su parte, yacía apegada todo el santo rato con el castaño, tratando de seducirlo y atraerle a sus redes para tenerlo bajo su control, sin embargo, el más mayor no se lo permitía y ponía la excusa de estar ocupado con asuntos de la villa como Hokage. Una excusa más que buena que le alejaba de la molesta mujer que se veía a simple vista cuánto se moría por él.

    Pasaron las horas y el cielo iba volviéndose amarillo, con nubes rojizas y el sol, poco a poco ocultándose en el horizonte. Madara, por fin, solo, se dirigió hacía la montaña del monumento Hokage donde yacía tallado en roca, el rostro de Hashirama Senju. Odiaba tener a Karina todo el puto tiempo a su lado, la odiaba a ella y las ganas de cortarle la cabeza no desaparecían en su persona cada vez que veía a esa mujer… Se acarició el brazo izquierdo, sintiendo la sensación de las manos de Karina en dicha parte, odiando ese tacto…

    Su cuerpo, al parecer, era reacio a toda clase de sensaciones y caricias que no provinieran de, quien si no: Hashirama. Madara seguía un poco sorprendido de cómo su persona reconocía al instante a ese Shodaime, que, hasta ahora, siempre le había visto con Mito… Porque no decirlo… Le odiaba, no le gustaba verlo con una mujer y menos con esa bastarda… Se sentía… ¿Traicionado…?¿Usado…? Lo que sea…

    Lo que él ni el castaño sabían, es que eran víctimas de sus crueles clanes y como no, de un par de mujeres que deseaban separarlos de una vez por todas.

    Llegó a la cima del monumento Hokage, donde allí se sentó. Sin más vacilación, suspiró muy pesadamente, llevándose la mano izquierda al pecho, apretándose con fuerza… Ese vacío que sentía, le producía dolor… Todo, porque su amado Senju parecía, otra vez, ciego por una mujer que por él… Miró al cielo y pensó.

    Pensó en su hermano Kyuhyun, injustamente expulsado de su clan… Pensó en Obito, desaparecido sin rastro alguno… Y pensó en su madre: Fumie, la mejor madre que uno podría haber deseado… Bajó la cabeza, cerrando sus ahora eternos ojos, cuyo color cambiaron al Sharingan al sentir una presencia detrás de su persona, paralizándole el cuerpo por la maldita costumbre que eso le provocaba…

    Se giró sin pensárselo dos veces, lanzando un kunai al mismo tiempo, haciendo que aquella persona lo esquivase por los pelos al no esperarse esa peligrosa acción que podría haberlo matado… Con sus ojos ámbar, miró incrédulo a un estresado Uchiha que le miraba como si se tratase de una amenaza.

    - Oye, cálmate, ¿Vale? – Habló, tratando de relajar el tenso ambiente.
    - ¿A qué has venido Tobirama? – Inquirió Madara, observando detenidamente al menor. Cada respiración, cada parpadeo… Cada movimiento. Estaba alerta.
    - He venido para hablar contigo, hay algo que debes saber. – Contestó el Senju, cruzándose de brazos. - ¿O prefieres qué me largue y te deje con la intriga? Porque ganas de irme no me faltan.
    - ¿Algo qué decirme? – Parpadeó confuso. - ¿Qué es lo que tiene que decirme el hermano menor del Shodaime?
    - Es sobre tu hermano. – Contestó, una vez más. Caminó hacia el Uchiha, sentándose al suelo, tan tranquilo mientras era observado por el mayor.
    - ¿Cuáles de los dos? – Cuestionó Madara, mirando aún de forma desconfiada a Tobirama… No se explicaba a qué venía todo aquello… - ¿Kyuhyun u Obito?
    - De Obito. – Le miró de reojo. – Siéntate, no soy tu enemigo.
    - Hm. – Parpadeó y a regañadientes, se sentó al lado de Tobirama, pero a cierta distancia. - ¿Qué pasa con Obito? – Habló tras unos cinco minutos de pura intriga, la desesperación le entraba nada más la mención de sus pequeños hermanos.
    - ¿Te acuerdas de Kakashi Hatake? – Tobirama dirigió su vista al Uchiha, parpadeando, tan tranquilo.
    - ¿De aquél crío? – Alzó sus cejas sorprendido. - ¿Qué pasa con él?
    - He venido a decirte que Kakashi tiene planes para buscar a tu hermano y traerlo de vuelta a la villa, en caso de encontrarlo. – Informó el Senju menor, dejando estupefacto al otro, quien parpadeó, sin haber comprendido nada.
    - A ver, a ver… - Se cruzó de brazos, todo pensativo. Luego, miró a Tobirama, sin creerle. - ¿Estás diciendo qué Kakashi pretende…?
    - Sí. – Le interrumpió. – Hablé con él hace unas semanas y me prometió que iba a traer a Obito de vuelta, para verte contento. – Le sonrió. – Aquí, aunque no lo parezca Madara, hay personas que te quieren.
    - No sé porque pero no termino de creérmelo. – Se tumbó, mirando el cielo con esos ojos rojos. – El que verdaderamente me preocupa, es Kyuhyun…. Seguramente debe de estar en Corea, pero, aún así…
    - Te preocupas demasiado por tus hermanos… Ellos son mayores ya, seguro han hecho sus vidas. – Comentó Tobirama. – Después de todo, tú estás haciendo la tuya.
    - Pf… - Hizo el mayor. – A veces me cuestiono si realmente mi existencia sirve para algo.

    Tobirama le miró incrédulo, viendo lástima en aquellos Sharingans cuyos poderes oculares yacían ahora intactos… Suspiró y miró el cielo, al igual que el Uchiha.

    - Mi hermano te ama, Madara… Deberías saberlo. – Comentó el albino, tras diez minutos de silencio sepulcral, donde sólo el cantar de los grillos era presente, hasta que la voz del Senju sonó.
    - Si tu hermano me amase, no andaría con la bastarda de Mito Uzumaki. – Le replicó. – Me parece increíble lo hipócrita que puede llegar a ser… - Se rió ante su propio comentario. - ¿Qué me amará únicamente a mí? ¿Promesas de eterno amor? Eso eran meras mentiras…
    - Hashirama no es como piensas. – Le miró.
    - Que no dices… - Utilizó un tono de sarcasmo en su voz. – Ya me dirás tú cómo es entonces… - Suspiró. – Tobirama, por Dios… Que yo soy la persona que mejor conoce a tu hermano… A mí me vas a venir diciendo que no sé cómo es Hashirama, venga ya…
    - Piensa lo que quieras. – Se levantó, mirándole. – Después de todo, mi hermano Hashirama no ama a Mito.
    - Ya me dirás tú con qué pruebas esperas a que te crea. – Respondió Madara.
    - Simple… Atiende antes los asuntos de la villa como Hokage para alejarse de esa pelirroja, a pesar de que Hashirama no le gusta mucho estar ocupado y estresado… Pero para alejarse de Mito, es capaz de muchas cosas. – Informó, dejando pensativo a Madara cuando el Senju menor se retiró.

    Parpadeó… Respiraba… Miraba el cielo… ¿Qué podía hacer? No sabía que pensar a esas alturas… Su vida siempre había dado muchos giros, de noventa hasta ciento ochenta grados a su completo… ¿Realmente le habría faltado a Hashirama por no haber intentado comprender su situación…?

    No sabía las razones pero su instinto pronto le avisó que aquí, había gato encerrado… Parpadeó durante unos instantes, se quedó ahí, en el suelo tumbado durante media hora… No estaba seguro de si levantarse e irse corriendo en busca de ese Senju cuya relación con este había resultado algo dañada por motivos que desconocía…

    Se levantó y se giró, dispuesto a irse corriendo, pero no contó con que otra persona había aparecido allí con la cual, se chocó y cayó de nuevo al suelo. Parpadeó, quejándose por el golpe y replicó por el incidente. Notó que había alguien delante de él y no tardó en reconocer a esa persona…

    Karina.



    La mujer estaba allí y por su mirada, Madara dedujo que ya no venía con buenas intenciones y sin saber, que él y ella, estaban siendo observados por un grupo de Uchiha que habían sido enviados por el consejero de dicha familia con el fin de saber los resultados de la prueba puesta por ambos bandos.

    Karina se relamió los labios, cosa que produjo el asco en el líder de los Uchiha el cual, abrió segundos después los ojos como si fueran un par de platos al sentir como le robaban, impertinentemente, un tremendo beso que rompió al instante.

    - ¡A- auch! – Se quejó la mujer al sentir como la tiraban brutalmente al suelo. - ¡O- oye! – Le miró molesta. - ¡Hm…! – Cerró sus ojos al verse cogida del cuello, levantada del suelo, sin llegar a tocarlo con sus pies. Llevó sus manos a las escondidas muñecas de Madara, marcadas por cicatrices debido a los intentos de suicidio de este en un tiempo pasado.
    - ¿Cómo te atreves, zorra…? – Musitó el pelinegro, bien furioso. – Y yo que pensaba que no eras tan puta como parecías… Resultaste ser… Una basura. – Habló con odio en su mirada. Esa mujer ya le tenía hasta las narices y su paciencia había llegado a su fin. Esa mujer, tenía los días contados.
    - ¡Yo sólo…! – Trató de decir, pero al mismo tiempo, trataba de respirar. Notaba como su garganta poco a poco era aplastada con mayor fuerza, impidiéndole coger aire.
    - Cierra la boca. – Le interrumpió Madara. – Mi paciencia contigo ya llegó a su límite… Ahora sólo te espera la…

    No terminó de hablar cuando una voz, le interrumpió. Miró a ver de quien se trataba y pudo visualizar a Hashirama Senju, que se dirigía hacia él mientras le miraba con seriedad. Karina notó como Madara se ponía nervioso, producto de que el cuerpo de este, ya estaba reconociendo al moreno que poco a poco se iba aproximando.

    - Bastardo… - Musitó. - ¿Qué haces tú aquí? – miraba al Shodaime con cierta rabia en sus Sharingans eternos.
    - Suéltala, Madara. – Ordenó el moreno que recién llegaba al lugar. – Karina no tiene la culpa de nada, déjala ir.
    - Cierra la boca. – Respondió, sin apenas modales. - ¡Responde a mi pregunta, Senju!

    Hashirama suspiró pesadamente, era obvio que Madara no se había dado cuenta de nada… No se percató de que esas dos mujeres: Karina y Mito, sólo habían sido utilizadas por ambos clanes para separarlos… Menos mal que se dio cuenta a tiempo, si no… Quién sabe lo qué podría haber pasado.

    A un par de metros de Madara, el Shodaime le miraba seriamente.

    - Suelta a Karina, ella sólo fue una herramienta, al igual que Mito. – Habló el moreno. – Por nuestros clanes. – Especificó, dejando estupefacto al pelinegro, cuya ira no se iba de sus ojos. – Ya no me mires así, por favor…
    - Hm. – Miró a Karina, ignorando al Senju. – Muy bien, la soltaré. – Levantó más y más su brazo y finalmente, como si de una basura se tratase y de la cual, hubiese que deshacerse, el Uchiha tiró a la mujer por el barranco y la cual, chillaba. - ¿Contento?
    - ¡Madara no tenías por qué hacerlo de esa forma! – Le regañó Hashirama muy alterado.

    Por suerte, Karina fue salvada por una ráfaga de agua por parte de Tobirama, la cual, la llevó a suelo firme, totalmente sana y salva. Madara aún seguía con aquella sonrisa.

    - Y dime, ¿Cómo esperas qué me crea toda esa historia de nuestros clanes? – Cuestionó Madara, mirando con gracia al Senju.
    - Nos pusieron a prueba. – Comentó el moreno. – Querían ver si seríamos fieles entre nosotros y no nos iríamos con otra persona. – Dijo, mirando de reojo unos arbustos que no quedaban a lo lejos y llamando la atención de Madara, quien estaba extrañado al ver como el Shodaime miraba por dicha dirección. - ¿Verdad qué si, chicos?
    - ¿Qué…? – Madara parpadeó fuera de tema.

    Ante ellos dos, apareció un grupo del clan Uchiha, los cuales, miraban seriamente a los dos presentes del lugar. Madara no pudo dar crédito a lo que veía.

    - Esto debe de ser una broma. – Se cruzó de brazos, todo enfadado. – Y una de mal gusto.
    - Esto… - Trató de decir un miembro del clan delante de su líder.
    - ¡Bastardos! – Chilló Madara. - ¡¿Cómo os podéis rebajar ante un puto consejero de mierda?! ¡Estáis enfermos! – Empezó una tremenda bronca, como no, los insultos nunca faltaban. - ¡¿Con qué motivo ha pasado toda esa jodida mierda?!
    - Como ya te dije, nuestros clanes nos pusieron a prueba. – Respondió Hashirama, sonriendo torpemente ante el mal vocabulario del otro. – Y creo que lo de los celos e intentos de convencernos sobre rechazar nuestro matrimonio, también fue obra de ellos…
    - Hijos de puta… - Madara se cabreó aún más.

    Ante eso, Madara no tardó en salir corriendo, como no, en dirección a la mansión de su clan para pedir explicaciones sobre todo lo ocurrido hasta ahora y los intentos de separación con el Senju, que, milagrosamente para el grupo, pudo detener al pelinegro, cogiéndolo de los hombros, a escasos centímetros… Eran observados con emoción por los otros tres Uchiha.

    Madara enrojeció hasta las orejas ante la cercanía, de además, sentía esas corrientes eléctricas que su cuerpo provocaba al estar reconociendo esa calidez del otro… Mirada con mirada, ninguno decía nada.

    Pasados diez minutos de silencio, uno, se dignó a hablar…

    - Madara, deja las locuras aparte… - Habló Hashirama, mirando a su amado Uchiha en cuyos ojos rojos se veía el destello del deseo.
    - Pero yo… - Trató de decir, pero el dedo índice del mayor no se lo permitió.
    - Sh… - Hizo el otro. – Las palabras sobran en este momento. – Sonrió mientras se acercaba al pelinegro, que ante la proximidad, iba cerrando sus ojos.
    - “¡¡Arg, qué emoción, qué emoción!!” – Pensaba un Uchiha del grupo que antes estuvo observado lo de Karina y su líder.
    - “¡No sé porque nuestro clan se empeña en separarlos!” – Pensaba el segundo, igual de emocionado que el anterior.
    - “¡Qué lindos!” – Pensó el tercero.

    Aquél contacto llamado beso no se hizo de esperar por parte de ambos líderes, que como siempre, disfrutaban de aquél momento… Tanta distancia para nada, privándose de sus muestras de amor, todo, por sus dichosos clanes que no hacían otra cosa que meter las narices donde no les llamaban… Pero no les iban a separar, y tanto que no.
  14. .
    Yo siempre quise ver así a Madara por ello decidí darle esa personalidad en mi fanfic porque también me gusta mucho, además, Mito me cayó mal desde un inicio, no sé por qué, tal vez porque siempre preferí a Hashirama con Madara pero bueno XDDD. Además, teniendo en cuenta que Kushna en el fanfic es todavía el Jinchuriki de Kurama (Naruto lo será posteriormente), pues en parte la ayuda a comprender a Madara, y me centro en que ella jamás odiaría a nadie por ningún motivo si éste no es grave.

    Ahora dejo la conty :D

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    Capítulo 33 Los dos misteriosos



    Después de aquella ocasión, los dos disfrutaron plenamente de una merienda que más tarde, compartieron con Tobirama y Rex, acompañados de Izuna pero este no comió nada, obviamente, como espíritu, no podía hacer tal cosa.

    Entre los cinco comentaban diferentes cosas, como los dos menores que ante sus mayores, reconocieron que se amaban, sin embargo, Izuna se mostraba algo triste al ser sólo un alma errante, cuya última voluntad, no sabía. Sin embargo, los locos de Hashirama y Madara se encargaron de animar el ambiente, dejando estupefactos a Tobirama y a Rex.

    A partir de ese momento, los días pasaron y el grupo se marchó de la estancia, dejándola ahí por si alguien desease descansar y pararse allí. En el camino, charlaban animadamente, en especial, el Shodaime y el Uchiha, que iban cogidos de la mano tan felices. Detrás de ellos, iba Rex y tras este, Tobirama e Izuna.

    Llegaron rápidamente a la aldea y cada uno, a excepción de los dos enamorados, se fue por un lado. Rex fue a la casa de los Senju para estar más tranquilo, Tobirama se fue a dar unas vueltas e Izuna a su bola. Hashirama y Madara, por su parte, decidieron irse juntos a las aguas termales de Konoha, donde fueron cálidamente bien recibidos por un anciano que solía ser muy amable con todos sus clientes, llegando a ser un señor muy querido por la gente.

    El anciano les indicó el camino a seguir para llegar a unas termas algo apartadas, obviamente, para tener más privacidad. Hashirama y Madara se dirigieron allí, no sin antes haber ido a unos vestuarios, que por suerte, hubo unos de dos personas y que utilizaron sin preámbulos.

    Una vez sin sus ropas y con una única toalla que cubriese sus caderas hasta sus muslos, se dirigieron a las aguas cálidas que les esperaban. El Senju no dejaba de observar cada detalle de piel del Uchiha que quedaba expuesta ante sus ojos negros… Era todo un deleite poder disfrutar de esa vista, aunque se moría de ganas por otras cosas… Pero, jodidamente: las putas normas.

    Como deseaba que los malditos consejeros se fueran a tomar viento de una vez, siempre con cosas pasadas de moda, con tradiciones que ya ni tenían sentido alguno y lo peor… Dándose lujos de decirle a él: Hashirama Senju, el Shodaime Hokage de la Villa Oculta de la Hoja, más específicamente, Konoha, quien podía ser o no su esposa… ¡¿Con qué derecho se daban a controlar su vida?! ¡Ojalá se vayan al infierno de una maldita vez!

    Llegaron a las aguas termales, donde Madara, mientras se metía en el cálido líquido, se desprendía poco a poco de la toalla que recubría su parte íntima, que, obviamente, no le dejó la oportunidad al Senju de poder apreciarla y el cual, suspiró resignado… Eso era lo único que no había visto de Madara, aunque, quizá… Jojojo.

    De mientras, lejos, pero bien lejos de Konoha, fuera del País del Fuego, se encontraba un muchacho joven de cabello desordenado corto y negro, con unos ojos del mismo color, afilados y fríos, de piel pálida, algo alto, delgado y un poco musculado, paseaba por las montañas solitarias tan tranquilo. Vestía una camisa ajustada a su cuerpo de color gris oscuro, con una de cuello alto color negra por encima, sin decoración aparente. Unos pantalones algo anchos del mismo color oscuro y unas sandalias ninja de tiras, atadas en sus tobillos mientras sus piernas yacían vendadas hasta por debajo de las rodillas.

    Hacía mucho tiempo ya que se había alejado de su tierra natal, ya no tenía motivos importantes para estar en ella, desde el momento en que su familia se rompió en pedazos, él decidió darse el piro, sin importar que aún le quedaban dos hermanos mayores que siempre velaron por su seguridad, ya que el tercero, fue expulsado de su clan.

    Dicho muchacho, todo enigmático, no estaba solo. Le acompañaba otro un poco más alto que él, de piel porcelana y musculatura bien marcada pero no exagerada. Tenía el pelo corto muy, pero que muy desordenado color castaño oscuro, unos ojos afilados, azules espesos que siempre sonreían infantilmente. Su nariz era respingona y su boca algo pequeña, donde siempre resaltaban unos brillantes dientes blancos y bien cuidados.

    Vestía una camisa roja de anchas mangas que colgaban levemente de sus muñecas, pantalones amarillos y sandalias ninjas. Llevaba una bandolera negra desde su hombro izquierdo hasta la parte derecha de su abdomen, donde en su espalda, descansaba una espada y algunos pergaminos en la funda.

    - ¿Y bien, qué haremos? – Habló el muchacho de ojos azules, con un tono agradable pero gracioso, con voz burlona. – Digo yo que tendrás algún plan a seguir.
    - ¿Plan? – Repitió el otro de forma seria. – No tengo cabeza para pensar planes, ya lo deberías saber.
    - Ya pero… - Suspiró y se rascó la nuca. - ¿Sabes chaval? – Se rió de forma estúpida. Hacer el idiota era su máxima especialidad, una que sabía utilizar para ocultar una terrible inteligencia. – Me estoy muriendo de hambre, ¿Qué tal si vamos a buscar comida?
    - Haz lo que te plazca. – Se cruzó de brazos. – Pero no te alejes mucho, el País del Fuego está a unos cuántos kilómetros de aquí y conociéndote… - No pudo terminar de hablar cuando se vio interrumpido por el otro.
    - No eres mi jodida madre para andar echándome sermones de aquí para allá, ¿Sabes? – Se cruzó de brazos mirándole con disgusto mientras le gruñía, aún con aquella simpática expresión.
    - Aún no sé cómo puedo soportarte… - Suspiró de forma pesada.
    - ¡Eso te tendría qué decir yo a ti, pedazo de amargado! – Su mirada cambió a una molesta, arqueando una ceja, como no, esa sonrisa estúpida no se le iba de la cara, pareciendo un completo hipócrita. – Oye tú, ¿Cómo es qué te alejaste de tu familia? Nunca me lo has contado. – Se interesó.
    - No tengo porque hacerlo. – Le contestó el pelinegro con frialdad.
    - ¿Y así es cómo piensas confiar en mí, ah? – Nuevamente, su voz burlona resonó por el lugar. - ¡Vaya, sin duda, comenzamos bien! – Empezó a reírse por algo que había dicho con sarcasmo. Parecía, realmente, un completo enfermo mental.
    - Estás mal de la chota. – Le miró incrédulo.
    - Y tú del culo. – Volvió a reírse ante su broma de mal gusto.
    - Sí, como decía… Estás mal. – Empezó a caminar.
    - ¡Oye espera, no terminé de hablar contigo! – Le siguió.
    - Ah… - Volvió a suspirar. – Sora, eres un imbécil. – Le dijo ya con pura molestia.
    - ¡Vaaya, qué gran alago, muchas gracias! – Se rascó la nuca haciendo después exagerados gestos que demostraban cuanto pasaba de él. - ¿Sabes? A mí se me olvidó tu nombre, ¿Cuál era?
    - Que te follen. – Le replicó, caminando más deprisa hecho una furia.
    - ¡Lo siento, no tengo pareja! – Le siguió. - ¿Me enseñas?
    - ¡AAAAARG! – Chilló exasperado. - ¡YA DÉJAME TRANQUILO Y CÁLLATE DE UNA VEZ! – Se giró a mirarlo. - ¡¿Qué no te cansas de joderme la vida?!
    - ¿Tengo cara de cansancio? – Se señaló a él mismo con esa infantil sonrisa. - ¡Vaya, qué divertido que resultas ser!
    - ¡Cierra la boca y continuemos! – Siguió avanzando.
    - ¿Y a dónde íbamos, por cierto…? – Caminaba a su lado, mirándole.
    - ¡A ninguna parte! – Alzó la voz. - ¡Sora, cállate, te lo digo muy enserio!
    - ¿Y cómo se hace eso? – Le siguió contestando.
    - ¡CERRANDO LA PUTA BOCA! – Volvió a chillar el pelinegro, ya fuera de sus límites de su tremenda paciencia… Sora era especialista en colmar dicha virtud de todo aquél que se le cruzase por delante… Uf, pobre de la persona que parase a hablar con él… Sentenciada estaba.
    - Estoy bien interesado en saber cosas de ti, aparte de que conociste a un tal Kakashi. – Se rió. - ¿Era tu novio?
    - ¡DEJA EL PUTO TEMA DE LOS COJONES Y SIGÁMOS AVANZANDO DE UNA PUTA VEZ! – Seguía chillándole, más que harto.
  15. .
    Hola Tobi :D gusto en verte de nuevo, no te preocupes si no pudiste comentar antes, en verdad te comprendo así que tranquila, no es como si tuvieras que responder al instante tras la actualización, tómate tu tiempo y si puedes ahorrarte problemas mejor XDDD, sé por lo que estás pasando así que... :P.

    ¡¡Aquí ta la conty!!

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    Capítulo 32 Una dulce merienda



    Después de esa conversación, pasaron las horas donde en cierta mansión de Konoha donde resaltaba el lujo, se encontraba Mito Uzumaki, sentada en el centro de una silenciosa sala, pensando en el Shodaime Hokage y de los celos que sentía cada vez que veía al líder de los Uchiha tan feliz a su lado.

    No soportaba la idea de ver a esos dos juntos, ella estaba enamorada del Senju mayor y no iba a permitir que ese pelinegro fastidioso se lo quitase, ya se encargaría de separarlos, no importa cómo, pero no permitiría que su querido Hashirama Senju, el atractivo Shodaime Hokage, se casara con Madara Uchiha.

    Huy no, ni soñándolo. No pasó mucho tiempo cuando una mujer joven de unos veinte y dos años, de piel pálida, de ojos grisáceos con toques violetas oscuros y una hermosa sonrisa, cuyo rostro, era redondeado, fino y delicado con su cabello largo color rojo carmín que llegaba prácticamente hasta su pantorrilla, se presentó ante Mito. Vestía un hermoso kimono color crema con detalles negros, con una faja alrededor de su cintura marrón rojizo oscuro. Llevaba unos pantalones cortos hasta sus muslos, color negros y ajustados a su piel, sus piernas, hasta un poco por encima de las rodillas, eran tapadas por unas medias también negras. Finalmente, su calzado era del mismo tono oscuro y estándar de la villa: unas sandalias.

    La mujer, comúnmente conocida como una de las kunoichis más hiperactivas y expresivas de toda la villa, era observada por la otra con cierta frialdad en sus ojos azules verdosos.

    - ¿Kushina? – Se extrañó Mito, mirándola. - ¿Qué haces aquí?
    - Vine a verte, llevabas tanto tiempo aquí encerrada que me preocupé. – Le contestó la mencionada, sin borrar esa luz de su rostro. - ¿Por qué no salimos y damos un paseo? Te vendrá bien.
    - Si claro… - Utilizó el sarcasmo en su voz. – Como vea a ese Uchiha de las narices, el día se va a poner negro.
    - Pobrecito, con lo agradable que es. – Se mostró apenada la pelirroja que estaba delante de la otra cuyo color de cabello, era prácticamente el mismo.
    - ¿Madara Uchiha te cae bien? – Mito alzó sus cejas, ella pensaba que dicho shinobi era odiado por todos de Konoha… Pero era de esperar que la rarita de su prima le saliese pues eso, con ciertas diferencias…
    - No le conozco mucho, la verdad… - Suspiró y se rascó la nuca, sonriendo torpemente. – Pero aún así, creo que es una cálida persona. – Miró la ventana. – Me fijé en sus ojos y cabe decir que en su mirada percibí que no es alguien malvado.
    - Hasta que te clave el puñal por la espalda. – Se cruzó de brazos, toda indignada ante la actitud de Kushina, viendo que no recibiría el apoyo de ella para ciertas cosas.
    - ¿De qué hablas? – Se sorprendió la otra. – Hablas como si Madara Uchiha fuese alguien… Como si fuese alguien cuya existencia no tiene importancia.
    - Es que es así, Kushina. – Le respondió Mito. – La existencia de ese shinobi no vale absolutamente para nada, es un maldito jinchuriki, es demasiado peligroso. – Suspiró con pesadez, cerrando sus ojos en el proceso. – Ese Uchiha tiene las intenciones de aprovecharse del Shodaime Hokage: Hashirama Senju, para hacerse poco a poco con el poder o tener información secreta de la villa como mano derecha de nuestro superior.
    - Dudo mucho que ese hombre sea tan malo. – Kushina expresó duda en su rostro. Podía percibir cierta mentira en su prima mayor, sin embargo, su gran defecto, era ser demasiado ingenua, a pesar de tener un grandioso e impactante carácter explosivo. – Yo le veo como alguien vulnerable, a simple vista…
    - ¡Hay Kushina! – Exclamó Mito riéndose. - ¡Qué ingenua! – Le miró. - ¿Acaso no sabes qué las apariencias engañan? Nunca debes fiarte a primera vista de alguien… - Cerró sus ojos y se enserió. – Puede que una persona parezca vulnerable, que no hará daño ni a una mosca… Sin embargo, esas personas son las más hipócritas que se han visto en este mundo.
    - Yo creo que antes, el hipócrita seria Tobirama Senju. – Replicó la menor, inflando sus mejillas en señal de queja. – Mató injustamente a Izuna Uchiha, sin explicación alguna, según ese clan.
    - Ese clan es el más mentiroso de todos… Su gente es repugnante, no tienen modales. – Se cruzó de brazos, cuanto odiaba escuchar la mención de ese clan, en especial, a su líder. – Los Uchiha no tienen educación, además, son extremadamente sanguinarios… - Una vez más, suspiró. – Es una gente que disfruta de la matanza y derramar sangre es su más fiel característica como shinobis… Si te tienen que matar, lo hacen sin más preámbulos.
    - “No sé si creerme todo lo que me está diciendo…” – Pensó Kushina mientras escuchaba a su prima. – “Puede que Madara Uchiha parezca un ser malvado de apariencia… Admito que da miedo a simple vista… Sin embargo, su mirada cambia toda clase de perspectiva…” – Se llevó la mano al mentón. – “No es posible que una persona que tenga una mirada tan pura y llena de sentimientos, pueda ser malvada y sanguinaria.”
    - ¿Me estás escuchando, Kushina? – Cuestionó Mito al percatarse de la ausencia mental de la más pequeña del lugar.
    - ¡Sí perdona, sólo estaba pensando! – Rió torpemente.
    - ¿Pensando? – Se extrañó.
    - ¡Sí! – Asintió.
    - ¿En quién? – Alzó sus cejas sorprendida. Se acercó a Kushina, con un claro interés. – Cuenta, cuenta, ¿Ya te hiciste un novio?
    - ¡¿Qué?! – Le miró incrédula, toda roja, compitiendo con el color de su cabello. - ¡Por supuesto qué no! – Movió exageradamente las manos, en señal de desaprobación. - ¡¿Cómo se te ocurre?!
    - Kushina, pusiste una cara de tonta cuando te pusiste a “pensar” – Hizo con sus dedos el gesto de las comillas, en señal de su sarcasmo bien pícaro. – Ya te enamoraste de alguien, así, que… - Sonrió peligrosamente. - ¡Dime quién es! – Le señaló toda ilusionada.
    - ¡¡Ya te dije qué no me enamoré!! – Se levantó del suelo en el cual había permanecido sentada y empezó a irse, toda molesta.
    - ¡Ah espera, estás mintiendo! – Mito también se levantó y la siguió, y así, durante un buen rato.

    Después de este acontecimiento, pasaron unos días en los cuales y en la humilde posada que Hashirama construyó, todo se encontraba esturreado por el salón… Como no, los culpables eran cierto animal y cierto Uchiha mayor que reposaban tirados en el suelo tras haber jugado a diferentes juegos de niños como el típico pilla, pilla.

    Izuna acompañaba a Hashirama en el “sentimiento” debido a que el pobre Senju era quien ahora, debía encargarse de ordenarlo todo y dejarlo todo como los chorros del oro… Por suerte para él, su hermano Tobirama, se había añadido al grupillo hacía poco tiempo y todo, para estar con el Uchiha menor y controlar, a su vez, a Hashirama y sus varios intentos de “macho alfa” con Madara, el cual, ya se encontraba un poco más cómodo con la presencia del albino.

    Las horas pasaron y la estancia nuevamente quedó ordenada. Hashirama y Tobirama respiraban algo agitados tras haber dado vueltas por todos los rincones con el único fin de poner orden en el lugar… Ambos, sin percatarse que el líder de los Uchiha, yacía profundamente dormido en el suelo, sin inmutarse.

    Hashirama sin notar el sueño de su pelinegro, hablaba tranquilamente con su hermano Tobirama, hacía tiempo que no compartía con él una agradable conversación. Se reía con el albino, haciendo graciosos gestos que tiraban a ser un tanto exagerados. Aproximadamente, pasó una hora y los hermanos Senju, callaron, mirándose extrañados al percibir tanto silencio en la casa que el mayor construyó con su Kekkei Genkai. Parpadearon al unísono y miraron hacía todo el entorno de la sala.

    Izuna estaba en la planta de arriba de la humilde estancia, junto a Rex para hablar más tranquilamente con el animal.

    Por otra parte, Madara seguía durmiendo. Su rostro demostraba mucha paz, calma interior mientras su cuerpo, estaba boca arriba, con las manos en el pecho que subía y bajaba de forma acompasada por la relajada respiración. Sus piernas yacían encima de un blando cojín que le daba una mayor comodidad al Uchiha, el cual, estaba más frito que la una.

    Hashirama se quedó embobado al mirar a su dulce pelinegro tomar una relajada siesta con aquella inmensa tranquilidad. Le sonrió a su hermano, quien captó el mensaje y subió arriba con el par de dos que estaban tumbados en el suelo, mirando el cielo mientras señalaban las nubes, comentando la forma que estas tomaban por acción de sus imaginativos cerebros.

    El Shodaime Hokage, miraba con ternura a un dormido Madara. El castaño se encontraba detrás de la cabeza del Uchiha, teniendo sus ojos puestos en aquella cercana frente que quedaba levemente al descubierto. Con su dedo índice derecho, tocó levemente aquellos vendajes que ocultaban aquellos ojos que aún estaban recuperándose de aquél implante para recuperar la visión… Aunque hoy: tocaba revisión.

    Suspiró mientras no borraba aquella sonrisa… Como adoraba ver al otro tan relajado. Después de todo, Madara también se merecía estar tranquilo, el pobre había sufrido con demasiado exceso… Era hora de que fuera feliz, pero no solo, si no a su lado. Se levantó con silencio y se dirigió a la cocina, donde empezó hacer unos panecillos rellenos de judías, uno de los pasteles favoritos del Uchiha que seguía descansado, no sin antes haber sido arropado por Hashirama. Hacía un viento algo fresco que tiraba un poco a bajas temperaturas, así que abrigarse no era una mala opción. Las nubes se ponían unas sobre otras en el cielo, algodonadas, cambiando poco a poco de ese color puramente blanco a uno cargado de gris, tirando a negro… O al menos, esa era la sensación.

    Mientras el cielo amenazaba con soltar una fuertísima tormenta de rayos y centellas, Hashirama se entretenía haciendo aquellos pasteles que tanto apetecían. Pensaba en mil y una cosas, entre ellas, la boda que estaba cerca… Su boda con Madara Uchiha. Sólo en pensar en ello, hacía que sus morenas mejillas adquirieran una tonalidad rojiza, producto de la emoción y los nervios que le entraban el solo imaginarse a su amado pelinegro vestido en un traje blanco tradicional, como símbolo de su pureza, de nunca haber sido tocado por nadie…

    Se le dibujó una pervertida sonrisa, de cuyas comisuras de sus labios, bajaba saliva, producto de las fantasías no tan santas que el Senju tenía en ese momento en aquella cabeza suya que, en algún momento de su vida, le había hecho una mala jugada. Movió dicha parte de un lado a otro, sacándose esas imágenes tan eróticas de su mente, tratando de concentrarse en lo que estaba haciendo.

    Rayos, a la mínima, ¡A la mínima! Se ponía a imaginar cosas subiditas de tono… No quería pensar que se había vuelto un pervertido, pero la sola idea de hacer suyo a Madara, no se le iba de la cabeza… Él no era un obsesionado con el sexo, ni mucho menos… Pero hasta ahora, había tenido aquellos “bajos instintos” de los cuales y si no fuera por su hermano Tobirama, a saber lo qué habría pasado…

    Pasó media hora y Hashirama terminó aquellos panecillos rellenos de judías, los cuales, los puso en un plato en un perfecto orden y calentitos, los llevó a la mesa, dejándola sobre esta. Preparó un poco de té verde, también caliente y más tarde, se acercó al Uchiha para despertarlo… Le daba tanta pena el tener que sacarlo de sus sueños… Con lo hermoso que se encontraba ese pelinegro durmiendo. Suspiró y lo movió suavemente, llamándolo por su nombre con delicadeza y ternura.

    - Madara-chan… - Llamaba Hashirama. – Madara-chan. – Repitió mientras movía al mencionado. – Despierta. – Seguía tratando de despertarle. – Madara-chan.
    - ¿Um? – Arrugó el entrecejo al oír cómo le llamaban y se llevó la mano a la frente. - ¿Qué…? ¿Qué pasa…? – Musitó.
    - Es hora de merendar. – Sonrió Hashirama. – Pero antes tendré que hacerte una revisión para ver cómo van tus ojos. – Informó para proseguir y empezar a quitar el nudo que mantenía atadas esas vendas de la mirada del Uchiha, ocultando aquellos hermosos orbes negros. - ¿Cómo has dormido, cariño? ¿Te sientes más descansado?
    - Sí. – Sonrió con un pálido sonrojo al oír aquella palabra del final de la primera pregunta, cargada de amor. – Gracias por atenderme tanto… No quisiera que te molestaras tanto… - Se rascó tímidamente la mejilla con su dedo índice de su mano izquierda.
    - No hay problema, como ya te dije una vez: me gusta cuidar de ti. – Se rió agradablemente. Poco a poco, aquellos vendajes iban cayendo de donde estaban, dejando ver aquellos párpados cerrados. - ¿Puedes abrir los ojos?
    - No sé… - Giró levemente el rostro, temeroso de hacer dicha acción.
    - Vamos, no tengas miedo. – Se mostró comprensivo, acariciando aquella nívea mejilla.

    Madara suspiró… Dudaba de si abrir o no aquellos ojos… ¿Sería capaz? ¿Podría volver a ver? ¿O se le iban a caer cómo un zombie que se pone unos ojos no sujetados? Sentía mucho miedo… Pero confiaría en su amado Senju, él era el mejor médico de todo el Mundo Shinobi, ¿Por qué iba a querer hacerle algo malo?

    Empezó a mover sus párpados bajo la atenta mirada de Hashirama, quien serio, miraba como Madara trataba de abrir, después de tanto tiempo, unos ojos que permanecieron en la más tenebrosa ceguera. Cuando Madara abrió levemente los ojos, al percibir la luz del día cuyo cielo se iba nublando, instintivamente los cerró, tapándose la cara.

    Hashirama sonrió comprensivamente, era obvio que su amado pelinegro reaccionase de tal forma… Estar tanto tiempo a oscuras, sin poder ver y que tras haberte acostumbrado, que entrase algo de luz a tus ojos, era muy molesto. Acarició la cabeza del Uchiha, animándole a volver abrir aquellos clandestinos orbes negros.

    Una vez más, Madara hizo el gran esfuerzo de abrir sus ojos, parpadeó levemente, tratando de acostumbrarse a esos movimientos oculares que tanta incomodidad le causaban, por no decir que veía muy borroso ante la falta de costumbre a la luz.

    - ¿Qué tal, puedes ver? – Cuestionó Hashirama, curioso mientras miraba a su amado Uchiha.
    - Puedo pero… - Contestó el otro. – Veo con mucha borrosidad…
    - Es normal. – Sonrió ampliamente ante esa respuesta, todo iba por buen cauce, tenía la esperanza que nuevas cosas iban a suceder y que estas, no iban a ser precisamente negativas. – Has estado mucho tiempo ciego tratando recuperarte, así que debes volver a acostumbrarte a la luz.
    - Menudo fastidio… - Madara suspiró todo resignado.
    - Jeje, vamos, mira el lado positivo. – Se acercó al otro, pasando su brazo derecho alrededor de los hombros del bajito. – Cuando te acostumbres podrás volver a ver como antes. Así que no creo que la revisión te haga falta.
    - Hashirama… - Le llamó Madara.
    - ¿Sí? – Parpadeó sonriente, todavía.

    Las pálidas mejillas del pelinegro adquirieron un sonrojo mientras la alegría se reflejaba en sus ojos, ahora disponibles, aunque con borrosidad que iba a desaparecer dentro de pocos días.

    Dirigió su mirada al Senju, poniendo una cálida y tímida sonrisa en sus finos labios.

    - Gracias por todo. – Le comentó, cerrando sus ojos al hacer una sonrisa aún más grande que la anterior.

    Hashirama se expresó alegremente, acarició la mejilla de Madara, atrayéndolo hacía él, viendo y notando rápidamente como el pelinegro se agarraba a sus prendas mientras hacía contacto físico.

    - Sabes que haría cualquier cosa por ti, Maddy. – Se rió. – Porque te amo.
    - Yo también, Hashi-kun. – Se mostró nuevamente tímido, con ciertos nervios. – Yo también te amo.

    Se acercaron el uno al otro, alcanzando los labios del contrario mientras el ambiente, entre los dos, volvía a ser uno íntimo y privado, donde nadie tenía el derecho de interferir o de meter las narices. Por fin, se podrían volver a besar sin molestos vendajes de por medio…

    Y no pasó mucho rato cuando ambos unieron sus labios, de forma cálida y suave, como siempre, Hashirama respetando la timidez de Madara, a pesar de tener a este cogido por la cadera con sus fuertes y morenos brazos, sintiendo ese cálido y frágil cuerpecito contra el suyo, ambos, reconociéndose mutuamente, como si de toda la vida se conociesen.

    Poco a poco, ese beso tan pausado fue cada vez más demandante, intenso, competitivo… Las danzas de sus lenguas no tardaron en comenzar, pero como era costumbre, Hashirama siempre le ganaba a Madara y exploraba la cavidad bucal de este a cada centímetro. Se sentían el uno al otro y poco a poco, sus pulmones les jodían la vida al comenzar con la demanda de aire… Trataron de seguir con ese beso, sin embargo, se vieron obligados a separarse, no sin antes permanecer unidos con un fino hilo de saliva que unía sus lenguas.

    Se miraron y se sonrieron, hasta que Madara, se percató de unos pastelitos encima de la mesa, ordenados en el plato con sumo cuidado y acompañados, como no, por un delicioso té verde caliente, idóneo para una lluvia que enseguida, se dio a conocer, empapando todo aquello que no estuviese bajo un techo seguro.

    El Uchiha se acercó a los dulces, sintiendo ese dulce olor… Era curioso pero reconoció que habían sido hechos con cariño por el Senju que se aproximó a su persona.

    - ¿Los has hecho tú? – Sonrió el pelinegro, mirando ahora al castaño con mejor claridad.
    - ¿Se nota? – Respondió el otro, sorprendiéndose.
    - Sí. Al menos, para mí sí se nota. – Madara alzó su mano, posándola en la mejilla izquierda del moreno, nuevamente, cortando distancias entre los dos y fijando su oscura mirada en aquellos labios que antes poseyó. – Déjame besarte… - Le musitó, con un tono sensual, con deseo.
    - Hm… - Sonrió con ternura, entrecerrando sus oscuros ojos. – Pues bésame. – Le respondió en el mismo tono de voz, de bajo volumen que sólo Madara podría oír en aquella sala. Era algo así como secretitos entre los dos tortolitos.
    - No sin antes decirte… - El Uchiha posó sus dedos índice y del medio de su mano derecha en el mentón de Hashirama, teniendo los labios de este a escasos centímetros. – Que te amo. Te amo Hashirama, no me cansaré de decirlo.
    - Entonces ya somos dos, mi amado Maddy. – Le contestó el Senju, sintiendo su corazón bombear con fuerza. Cerró sus ojos al notar esos cálidos labios sobre los suyos, una vez más. Podía percibir el nerviosismo del pelinegro, le daba gracia verlo así pero, al mismo tiempo, le gustaba… Correspondía ese beso como si la vida le fuera en ello, nuevamente, adueñándose de aquella boca pequeña, de una impertinente lengua que le salió contra la suya, atacando.
    - ¡Hm! – Gimió Madara mientras seguía metido en ese beso al sentir unas manos en su sensible cuello, sintiendo una electricidad recorrerle de arriba abajo de forma placentera. Sabía perfectamente que tan deseoso estaba Hashirama de unir sus cuerpos, él no estaba tan diferente, deseaba lo mismo, sin embargo, las normas, eran las normas. El Uchiha deseaba entregársele al Senju totalmente virgen, sin haber tenido relaciones con anterioridad, de lo contrario, el traje blanco que aún debía elegir, no se lo podría poner.

    Después de separarse y haber controlado sus agitadas respiraciones, se sentaron juntos en la mesa. Madara cogió un pastelito con cierto cuidado por la temperatura que este desprendía, dejando ver un vapor que le daba una mejor pinta y que cualquiera desearía encajarle un bocado. Lo apretó levemente, notándolo blandito.

    Como si fuera un crío de siete años, el pelinegro abrió sus ojos de par en par, poniendo sus labios en forma de O, con sus mejillas sonrojadas de forma pálida por la ilusión. Hashirama le miraba divertido, adorando dicha expresión.

    - ¡Están rellenos! – Comentó Madara, con un claro tono de alegría.
    - Adivina de qué. – Se rió el Senju.
    - ¡¡De judías, seguro!! – Le miró, con una iluminada sonrisa que hacía de sus ojos, un par de estrellas.
    - ¡Adivinaste! – Hashirama, al igual que Madara, se mostró infantilmente alegre. – Como antes estabas durmiendo, se me ocurrió hacerte la merienda, ¿Y qué mejor que tus pastelitos favoritos?
    - ¡Ah, Hashirama, gracias de corazón! – Saltó a abrazarlo, todo contento, más feliz que un regaliz.
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