Posts written by schöne shun usagi-san

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    En la guerra y en el amor todo se vale.

    Capítulo 4: Lúcido y arrepentido.

    By Sioa Shun Uchiha-san.



    El sonido del despertador lo hizo sentir que su cabeza estaba a punto de explotar, estiró su brazo para tomar su celular y así apagar ese sonido del infierno cuando una notificación de whatsapp llamó su atención y entró a leerla.

    "Buenas noches, Osito, descansa bien. Todavía estamos aquí encerrados, estoy aburrido y tengo hambre, me muero de sueño, mañana pasaré por ti para venir al trabajo, no seas gruñón y esperame, no te vayas en tren. Te amo" Era un mensaje de Zen de la noche anterior frunció apenas el ceño y sintió sus mejillas arder ante las últimas dos palabras, por una vez no iba a quejarse de que quisiera ir a recogerlo, Kirishima tenía esa manía de querer estar juntos todo lo que le fuera humanamente posible por lo general aquello llegaba a fastidiarlo pero en ese momento en que la resaca le estaba impidiendo siquiera levantarse de la cama agradeció el gesto.

    Se quedó tendido un rato más con sus ojos cerrados, sintiendo el desagradable sabor del alcohol y el tabaco en su boca ¿Quién lo mandaba a él a embriagarse una noche de martes? ¡Maldito fuera Masamune y su mala influencia! No había llegado tan tarde la noche anterior, apenas a media noche, pero se había excedido con la cerveza y ahora se arrepentía profundamente de ello.

    Ahora que lo pensaba ¡Mierda! ¡Había hablado de más! ¡Ahora Masamune no iba a dejarlo vivir ni olvidar el arrebato de celos que había tenido frente a él! ¡Carajo!

    Gruñendo totalmente fastidiado se levantó y arrastró sus pies hasta la ducha, necesitaba un baño y cepillarse los dientes con urgencia, su estómago estaba revuelto y más le valía desayunar si no quería sentir que iba a devolver hasta su primera ingesta de leche a mitad de su día laboral.

    Entró a la ducha, disfrutando del agua caliente cuando los recuerdos de su conversación con su mejor amigo y la ebria determinación de la noche anterior golpearon su mente provocando un desmedido rubor en sus mejillas.

    -No volveré a beber así.- Se prometió, sabiendo desde el interior de su mente que era un juramento vacío.

    ¿Cómo había llegado a pensar en todo eso? ¿Por qué había decidido hacerle caso a las estúpidas palabras de su amigo? ¡Sabía que Masamune era el menos indicado para dar consejo romántico!

    ¿Demostrarle Zen que lo amaba? ¿Había pensado seriamente en convertirse en una especie de acosador? ¿Había perdido la maldita cabeza? Pues claramente si, su cordura se había extraviado en algún punto entre la cuarta y la octava cerveza de la noche anterior, pero ahora con las venas de la sien palpitando en una dolorosa migraña post-borrachera la había encontrado y se arrepentía profundamente de sus pensamientos.

    Bueno, quizás no tanto.

    Al menos en la soledad de su baño y la privacidad de su mente podía admitir que quizás Takano tenía razón, él amaba a Kirishima Zen por muy irritante que pudiera ser a veces y Hiyo era la niña de sus ojos, el descarado de su amante solía declarar abiertamente que lo amaba y la niña había dicho en una oportunidad que ella era feliz con él, Sorata y su padre, que no quería ni necesitaba una madre ¿Era tan descabellado empezar a pensar que tal vez si era digno de quedarse con ellos? ¿Era una locura tan grave querer quedarse a su lado y reclamar a los Kirishima como suyos? ¿Cómo su familia?

    Tal vez aún había algo de alcohol en su sistema, por eso pensaba de esa forma, pero era verdad que él no quería rendirse tan pronto, no quería dejar a las personas que lo hacía sentir feliz, verdaderamente feliz.

    Cansado salió de la ducha tras terminar de bañarse y se dispuso a vestirse y preparar un rápido desayuno mientras su mente parecía no querer abandonar aquellos complicados temas, se movía por su vacío apartamento casi como un autómata.

    Ahora con la cabeza un poco más fría podía decir que había estado exagerando, Shinka-san no había hecho en realidad nada comprometedor ni había intentado nada con Kirishima, sus celos eran infundados, debía tranquilizarse antes de hacer un enorme circo de sí mismo.

    Sin embargo, pese a que estaba más tranquilo aún algo de todo eso le molestaba. ¿Realmente tenía que esperar a que una mujer quisiera seducir a su novio para demostrarle al hombre que lo quería? Él no era una persona precisamente demostrativa, pero la noche anterior entre su embriaguez había pensado en algo que por mucho que su mente ahora sobria se negara a admitir era cierto. ¿Si se había esforzado tanto por Takano en el pasado, por qué no podía hacer lo mismo por Kirishima?

    -Ah, estoy dando vueltas como un perro que persigue su cola, nada de esto tiene sentido.- Se quejó mientras se sentaba a tomar casi a regañadientes su café, ingiriendo junto a él una píldora con la esperanza de que su resaca menguara un poco y luego comió lo poco que pudo sin sentir que su estómago estuviera por rechazar el alimento. Sería un largo día sintiéndose tan mal.

    Además estaba ese otro vergonzoso asunto, no podía creer que había en parte discutido su vida sexual con Masamune pero eso había hecho que un pequeño asuntito saliera a la luz. Había pasado tres años en una relació siendo pasivo. Su orgullo estaba levemente herido a decir verdad, no se había realmente percatado de ese detalle, su intimidad con Zen era siempre dirigida por el editor, las cosas eran así, había llegado a acostumbrarse, no era que no disfrutara del sexo con su pareja pero ahora que lo pensaba no era justo y a decir verdad podía decir que era hasta casi humillante.

    Él siempre se dejaba llevar, el castaño era quien iniciaba el contacto y de una manera o de otra siempre terminaba totalmente sumiso ante los deseos de ambos y que él quedara abajo, por decirlo de alguna manera, era lo que para ellos ya se sentía como lo natural.

    Aún con esas, la duda se había ya plantado en su mente y no podría desterrarla con facilidad. ¿Cómo se vería Zen bajo él? ¿Sería tan soez como siempre o mostraría una faceta más tímida? ¿Sería ruidoso? Dios, ahora que lo pensaba dudaba mucho que el editor tuviera experiencia con otros hombres además de él, eso quería decir que probablemente el castaño fuera virgen.

    Ante semejante revelación se ahogó con el café y comenzó a toser ruidosamente, escupiendo el negro líquido y manchando su camisa en el proceso.

    -¡MIERDA! ¡CARAJO! ¡ZEN, ESTO ES TU CULPA!- Intentando recomponerse sintiendo que hasta sus orejas ardían negó con su cabeza, no podía ser que él hubiera estado pensado en semejantes cosas y molestó fue a cambiarse, no podía presentarse en la oficina vistiendo ropa manchada.

    Estaba terminando de arreglar su ropa y peinarse, tratando de mejorar su aspecto en lo posible aunque su ceño fruncido y sus ojeras no le ayudaran demasiado cuando su celular comenzó a sonar ruidosamente sobre la cama donde lo había dejado esa mañana, malhumorado tomó el aparato y atendió sin siquiera mirar la pantalla.

    -¿Qué quiere?

    -¡Uy! ¡Pero qué genio tenemos hoy! ¿Dónde estás osito? ¿En serio te fuiste ya a tomar el tren? ¿Tengo que ir a buscarte a la estación?

    -No me vengas con tus pendejadas ahora, Zen, es temprano, estoy en mi apartamento.- Contestó masajeando el puente de su nariz con dos dedos en un intento por mitigar su mal estar general.

    -¿En serio? ¡Estoy abajo? ¿Estas bien? Es raro que estes demorado ¿necesitas que suba? ¿Te sentís mal?

    -¿De qué estás hablando?- Cuestionó un tanto perdido mientras apoyaba el teléfono en su hombro, ladeando su cabeza para sostenerlo ahí contra su oreja mientras terminaba de anudarse la corbata. -Ahora bajo, esperame, no vengas, idiota.

    -Takafumi son las ocho menos cuarto de la mañana, llevo aquí más de cinco minutos.- Explicó el editor sorprendido ante el despiste de su pareja. -Oh, no me digas que te emborrachaste ¿Te está tratando mal la resaca?

    -¡Pudrete!- Contestó cortando la llamada para luego comprobar en su celular que el mayor tenía razón, era tarde. -¡Carajo!- Apresurado terminó de acomodarse, tomó sus llaves, el celular el portafolios y salió casi desesperado al ascensor para ir al encuentro de su pareja.

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    -Me corto.- Comentó el castaño con un leve puchero antes de comenzar a reírse.

    En el asiento de atrás, Shinka se reía divertida al haber escuchado la conversación y negó suavemente con su cabeza. -No sé si pensar que es admirable que pueda tratar y bromear así con alguien tan serio como Yokozawa-san o pensar que usted es solo un suicida que está viendo hasta dónde puede llegar antes de que lo maten.

    El castaño comenzó a reírse más fuerte mientras guardaba su celular y miraba en dirección a la entrada del edificio. -Takafumi no es tan malo como parece, en realidad es un tierno.

    La mujer lo miró como si una segunda cabeza hubiera crecido en el hombro del que era su jefe y torció el gesto. -Tierno no es un adjetivo que yo usaría para calificar a Yokozawa-san, siempre parece estar enojado, entiendo que esa sea su forma de ser pero de ahí a ser tierno..

    -¡Oh, creeme, es un tierno! Si lo vieras con delantal haciendo la cena mientras le pregunta a Hiyo sobre si necesita ayuda con sus deberes entenderías porqué digo que es adorable.

    -Empiezo a darle la razón respecto a que Marukawa es un manicomio, y de los locos usted va al primero, con todo respeto se lo digo.- Contestó divertida entre leves risitas y al ver por la ventana pudo notar al agente de ventas trotando en dirección al vehículo para poco después subirse en el asiento del acompañante. -Buenos días, Yokozawa-san.

    El agente de ventas se colocó el cinturón de seguridad mirando con el ceño fruncido a la mujer sentada en la parte trasera pero luego relajó solo un poco su expresión, tenía que calmarse, no podía estar siempre tal alterado por la sola presencia de ella. -Buenos días, Shinka-san, disculpe la demora tuve algunos inconvenientes esta mañana. - Explicó escuetamente girándose a ver al castaño que lo miraba pucheroso. -¿Y vos qué?

    -¿La saludas a ella y a mi que me parta un rayo?- Cuestionó con un infantil tono de reproche.

    -En serio ¿Qué edad tienes? - Preguntó molesto y rodando los ojos. -Arranca que llegaremos tarde.

    -Ah, pero van conmigo y como yo soy el superior de ambos no habrá problema, saludame como corresponde Takaumi, es una orden.- Decretó con la diversión tiñendo su voz.

    -¡Sólo usas la carta de ser el superior cuando te conviene! -Protestó masajeando sus palpitantes sienes con sus manos, se le partía la cabeza, en serio no estaba para esas pendejadas. -Buenos días, Kirishima, ahora arrancá el maldito auto.

    -Buenos días, Takafumi.- Contestó divertido arrancando el motor para dirigirse a la editorial. -Creí que dijiste que no ibas a emborracharte anoche, claramente tienes resaca.- Comentó con un dejo de preocupación que los otros ocupantes del vehículo pudieron escuchar claramente.

    -Es culpa de Masamune, tampoco bebimos demasiado.- Mintió mientras desviaba su mirada a la ventanilla. -Solo tengo algo de dolor de cabeza.

    -¿Seguro? Quizás deberías haberte quedado a descansar.

    -Solo es una leve migraña, no voy a faltar al trabajo por eso, no digas tonterías.- Alegó más relajadamente.

    -¿Qué pasó qué te demoraste hoy?- Preguntó curioso el castaño, no eran normales los retrasos en el menor.

    -Nada, solo me desperté un poco más tarde y tuve un accidente con el café asique tuve que volver a cambiarme.- Explicó con sus mejillas sonrojadas, no quería pensar en cuál había sido la causa de ese accidente y en quéestaba pensado para que ocurriera.

    Shinka sonrió mientras los observaba, claramente los dos hombres habían olvidado que ella estaba ahí, se trataban con tanta intimidad que no pudo evitar sonrojarse un poco y si sumaba eso a las palabras que su jefe había dicho sobre el agente de ventas comenzaba a hacerse una idea de que ellos dos eran más que simples amigos. Mirándolos bien se veían bien juntos, serían una bonita pareja, Yokozawa parecía hasta menos gruñón junto al castaño.

    Y así fue el resto del camino a Marukawa, los hombre sostenían una charla amena mientras ella se dejaba llevar por sus fantasías personales que mucho tenían que ver con esos dos haciendo cosas más interesantes que solo hablar.

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    No podía concentrarse, estaba hundido en estadísticas e informes y para rematar acababa de llegarle desde el departamento Emerald una propuesta para hacer un evento con una de sus autoras más vendidas, tenía que leer la propuesta porque más tarde tendría reunión con la comisión directiva, Takano, el editor a cargo del la mangaka y la propia autora.

    Estaba molesto, no podía dejar de darle vueltas al asunto de "demostrar" sus sentimientos a Kirishima y en el deseo creciente que sentía por querer dominar al editor por primera vez. Tiempo atrás Zen le había soltado esa burrada de que aún le faltaba mucho para dominarlo y ciertamente ahora esas palabras le molestaban aún más que en aquel entonces.

    El problema con todo eso era ¿Él realmente estaba dispuesto a seducir a su pareja sin morir en el intento? Era complicado, él no era del tipo apasionado ni mucho menos seductor ¿Cómo mierda podía llevar a cabo aquella hazaña sin morir de vergüenza?

    -Yokozawa-san, éstos papeles necesitan su firma.- Dijo Henmi, acercandose indolente al escritorio para dejarle más trabajo sobre éste, ignorando absolutamente el mal humor que parecía tener su jefe ese día. Todo aquel que trabajara en el departamento de ventas había tenido que aprender a vivir con el carácter podrido de su jefe de buenas o malas maneras, aunque bueno Henmi podía decir sin temor a equivocarse que desde que Yokozawa se hiciera amigo de Kirishima su carácter se había dulcificado bastante.

    -Ahora los veo, Henmi-san.- Contestó casi en un gruñido tomando aquella documentación. Ahora no era el momento para estar distraído, tenía que enfocarse en sus funciones.

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    Ya en su tercer día se sentía más cómoda con el trabajo, iba entendiendo mejor las cosas y podía trabajar sin Yamada preguntandole cada diez minutos si iba bien, empezaba a encontrarle el gusto a eso de los storyboards, no era lo mismo ni por asoma a un manuscrito de literatura pero tenía su propio arte y belleza, además, jamás habría imaginado que iba a tener la oportunidad de estar laborando codo a codo con Ijuuin Kyo-sensei, su mangaka favorito desde adolescente.

    Alzó sus ojos esmeralda para ver a su jefe discutir con el autor por unos dibujos y recuadros que el hombre se negaba a cambiar, estaban hablando a los gritos y parecía que iban a matarse pero eso la hizo sonreír.

    Todos los artistas tienen su carácter, aquel mangaka no era la excepción, claramente él quería defender su trabajo de una corrección que no creía necesaria pero si se fijaba bien Kirishima también mostraba sus argumentos con genialidad. Lo admiraba, ese hombre era entregado a su trabajo y claramente era muy bueno en lo que hacía por algo había llegado a donde estaba como jefe de la revista Japun de shounen manga.

    Ambos eran hombres apuestos, ciertamente, podría ponerse a shipearlos si no fuera porque había visto la forma en que su jefe se trataba con el jefe de ventas, serían una pareja increíble esos dos, apostaba a que Zen tenía que ser de esos novios cargosos y juguetones que están jodiendo todo el tiempo.

    Suspiró resignada, ella y su imaginación ¿No podía parar de volver gays en su cabeza a todos los hombres atractivos que conocía? Tenía que recordarse que no los hombres eran putos para su desgracia.

    -¡Basta! ¡Es suficiente!- Gritó Kirishima, ya superado por los caprichos de su autor. -Tomemos un descanso para almorzar.- Pidió tras ver la hora, nuevamente pasaban de la una de la tarde. -A las dos los quiero a todos aquí para continuar y piensa en lo que te he dicho, Ijuuin-sensei, esa escena es aburrida y difícil de leer tienes que cambiarla. - Dijo dejando los papeles sobre la mesa, escuchando el suspiro generalizado mientras él salía de sala y tomaba su celular para llamar a su pareja.

    Apenas sonó tres veces antes de que la voz profesional del agente de ventas atendiera. -Yokozawa Takafumi habla.

    -Takafumi ¿Dónde estás? Se escucha mucho ruido de fondo estoy en mi descanso ¿Almorzamos juntos?

    -Acabo de salir de libros Marimo.- Contestó el agente de ventas con un resoplido fijando su vista entonces el el reloj de su muñeca. -Y tengo reunión a las dos y media, estoy volviendo a la editorial.

    -Aún así podemos almorzar juntos ¿Nos encontramos en la cafetería Los amigos aquí a la vuelta?- Propuso alegremente mientras se encaminaba a su oficina divertido al escuchar los leves gruñidos de queja de su pareja del otro lado de la línea.

    -Bien, llegaré en diez minutos cuánto mucho, ordena por mi.

    -Claro, conozco tus gustos.- Contestó divertido, soltando una carcajada ante la queja del otro hombre y el tono intermitente que vino después, le había cortado. Tras tomar su abrigo junto a su billetera salió de la editorial a la cafetería para tener un almuerzo tranquilo con su oso, después de dos días en los que apenas habían tenido tiempo de hablar comenzaba a extrañarlo.

    Mientras tanto Shinka estaba recogiendo su maletín para salir de la reunión cuando sintió que alguien se paraba a su lado y sonrió suavemente. -¿Puedo ayudarlo con algo, Ijuuin-sensei?

    -Si, de hecho si, me preguntaba si te gustaría almorzar conmigo, Shinka-san. - Preguntó el hombre con una leve sonrisa cruzando sus brazos sobre su pecho, se veía un poco menos desalineado, al menos se había afeitado la barba de varios días que tenía cuando le conoció pero se veía agotado.

    -Ah, claro, eso me gustaría, no conozco a nadie aquí así que de todos modos pensaba almorzar sola.- Contestó con simplicidad, retirándose del lugar junto al autor ante la mirada atónita de los ayudantes, Yamada y Shizuku quien parecía observarla con profundo odio igual que el día anterior.

    -Bien, hay una cafetería cerca de aquí donde podriamos comer tranquilos.- Continuó el mangaka llamando al ascensor una vez que estuvieron frente a él.

    -No sé si deba salir del edificio en horas de trabajo.

    -Es el descanso para almorzar y estas conmigo, nadie te dirá nada.- Alegó con una sonrisa ladina el escritor cediendo el paso a la joven una vez que las puertas se abrieron.

    -De acuerdo, confiaré en usted está vez.

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    -Ah, estoy agotada.- Murmuró la mujer tras sentarse en el cómodo asiento de ese cubículo en esa cafetería concurrida.

    -Lamento que tu primera semana de trabajo haya tenido que ser tan dura por mi causa Shinka-san.- Comentó amablemente el autor con una sonrisa encantadora en sus labios.

    La joven sonrió y negó con su cabeza. -No se preocupe, estoy muy feliz de trabajar con usted, no pensé que se me diera una oportunidad así cuando entre a trabajar aquí.- Explicó con más ánimos. -Es mi mangaka favorito, vale la pena estarme dejando la vida en esto si usted continúa publicando.

    -Me halagas Shinka-san.- Contestó mientras tomaba el menú para ordenar algo. -¿Cómo fue que terminaste trabajando en Marukawa? Escuché que vienes de otra editorial.

    -Si, así es, vengo de la editorial "Originals" era editora de literatura.- Contestó con una sonrisa dulce. -Todo esto está siendo una especie de interesante aventura para mi, nunca había trabajado en manga.

    -Pero "Originals" está en Sapporo ¿No es así?

    -Si, me mudé desde allá el viernes pasado, el sabado recien pude tomar posesión del departamento que había alquilado, así que pasé la primera noche en un hotel el fin de semana mudandome y bueno, usted sabe cómo viene siendo mi vida hasta hoy desde el lunes. - Resopló agotada.

    -Ahora entiendo porque se ve tan cansada, ha sido una semana muy difícil.

    -Si mucho, pero me voy adaptando, mis gatos estan felices en su nueva casa aunque todavía me odian por haberlos dejado por cuatro días en una guardería.

    El mangaka no pudo evitar reír ante sus palabras y negó suavemente con su cabeza. -¿Por eso se retiró ayer a media tarde?

    -Exacto, tenía que ir a buscarlos, no tengo hijos pero mis mascotas son tan exigentes como sí lo fueran.- Contestó divertida, reparando en la mesera que los saludaba para luego preguntar si ya iban a ordenar y tras decir ambos su pedido la vieron retirarse.

    -Ya veo, no podía tener mascotas, morirían de hambre en algún descuido.- Admitió el autor encogiéndose de hombros. -Shinka-san yo quería invitarla para agradecerle haberme levantado el ánimo y recordarme porqué hago esto.

    -Ijuuin-sensei no tiene que...

    -Kyo.

    -¿Disculpe?- Preguntó ante la interrupción del hombre, mirándolo entre curiosa y sorprendida.

    -Llameme Kyo por favor, no tiene que ser tan formal conmigo fuera del trabajo.- Contestó relajadamente mientras la miraba a los ojos.

    Ella se removió un poco incómoda en su lugar pero luego asintió con su cabeza. -Bien, como prefieras entonces, Kyo, entonces puede decirme Reika.- Autorizó relajándose un poco. -Pero como le decía no tiene que agradecerme, no solo es mi trabajo, sino que como fan realmente me entristeceria que usted dejará de publicar y era en serio eso de que mi mejor amiga me llamaría en ataque de histeria desde Sapporo si el manga se retrasara. - Bromeó alegremente.

    -De todos modos quería agradecerte Reika, no estoy pasando un buen momento como bien notaste pero tenes razón en que mi yo de veinte años me daría una buena patada en la cara si dejara todo ahora.

    -Entonces agradescase a usted mismo, por no permitirse renunciar aunque las cosas sean duras y por cierto espero que lo que sea que esté ocurriendo en su vida privada se solucione pronto, no hay mal que dure cien años.

    -Ni culo que lo resista.- Contestó el autor divertido al ver a la joven frente a él comenzar a reírse totalmente distendida, no quería ponerla incómoda, ya antes había cometido el error de ser demasiado invasivo con la gente, no era precisamente bueno para relaciones interpersonales pero esa mujer llamaba poderosamente su atención, esperaba al menos poder tenerla como amiga.

    Su brote de depresión se debía que tras tres años de intentar cortejar a Misaki Takahashi, un joven atractivo que lo había rescatado de su peor momento hacía seis años atrás, finalmente se había dado por vencido.

    Misaki sostenía una relación con el afamado novelista y escritor estrella de Marukawa Usami Akihiko y aunque al principio había decidido conquistar al chico a como diera lugar sin prestarle atención a ese escritor sobrevalorado tras cientos de rechazos de parte del chico finalmente se encontró a sí mismo agotado, triste, con el corazón roto, sintiendo que la realidad lo abofeteaba con una fuerza inusitada al gritarle que nunca podría tener a Misaki, que finalmente debía aceptar que moriría solo, que a nadie le importaba él ni su trabajo y el espiral de ideas trágicas se había llevado lo mejor de él, dejándolo abatido y desesperado, sin inspiración ni motivación.

    En el medio de todo eso esa mujer había aparecido, obligandolo a recordarse porque amaba tanto su trabajo, de dónde sacaba su inspiración, y al pensar en sus fans no pudo evitar llegar a la idea de que Misaki también se sentiría muy decepcionado si él dejara de publicar o si retrasaba la llegada del nuevo tomo de The kan. Estaba agradecido con ella, sentía que podían llegar a llevarse bien, en esos momentos sin tener en quien apoyarse la idea de tener una amiga lo animaba.

    -Por cierto, me dijiste que me contarías cómo fue que mi manga llego a tus manos, es un buen momento ¿No te parece?

    -Creí haberle dicho, Kyo-san, que esa clase de historias se disfrutan mejor con una cerveza.- Bromeó pero luego se encogió de hombros. -Pero bueno, ya que estamos, no veo porque no contarle. - Contestó con calma mientras sonreía al recordar el pasado, su mirada esmeralda entonces se llenó de una nostalgia sobrecogedora que dejó al mangaka expectante. -Mi padre falleció cuando tenía dieciséis años, estaba pasando por momentos muy duros, las cosas en mi casa no eran sencillas y yo era una adolescente, mi mejor amiga ya no sabía cómo animarme.- Explicó con tranquilidad. -Ella siempre estaba ahí, a pesar de ser muy mala para animar a la gente quería darme consuelo, habían pasado unos meses desde que mi padre falleciera y pasé el peor cumpleaños que alguien puede tener, mis diecisiete siguen siendo al día de la fecha el peor cumpleaños que he tenido y entonces Aki-chan vino a buscarme después de clases, íbamos al mismo instituto pero cursabamos en salones diferentes y me regaló el primer tomo de The Kan, que acababa de salir, las dos éramos muy fans del anime y el manga, seguimos siéndolo aunque seamos adultas. - Continuó su historia con una sonrisa en sus labios. -Ese día me tiró el manga a la cara mientras gritaba "Ésta es la mejor mierda que leí en mucho tiempo, asique toma, si no te alegras por esto te podes ir ya sabes a donde, no voy a ser tu pañuelo de lágrimas para siempre, leelo, reite y volve a ser la de siempre Rei-chan o me voy a enojar contigo."

    Ijuuin la miraba sorprendido pero con una sonrisa divertida en sus labios. -Su amiga tiene algunos problemas de personalidad ¿Cierto?

    -Si, es voluble como ella sola, supongo que es el temperamento del artista, ella también es dibujante.- Explicó con una gran sonrisa, con sus ojos brillando de manera particular al hablar de aquella mujer. -Al final de cuentas Aki-chan tenía razón, leí su manga y logró hacerme reír como hacía mucho tiempo no hacía, me levanto mucho el ánimo y estaba feliz porque sabía que Aki me lo había dado con sus mejores intenciones para alegrarme, antes de darme cuenta me volví una fan de usted, tengo todos los tomos y sus dos art-books, es un poco vergonzoso tener que decir todo esto teniendo en cuenta que ahora estamos trabajando juntos. Pero gracias, yo también tengo que agradecerle, gracias a su historia al menos el duelo se volvió menos doloroso por momentos en aquella época.

    -No tienes idea de lo que significa para mi saber que mi trabajo fue tan importante para alguien que me lee.- Dijo un poco sobrecogido por la historia.

    -A esto me refería cuando hable con usted, tiene muchos fans, para muchos puede ser sólo entretenimiento y tiene razón al pensar que si usted deja de dibujar quizás encuentren otra cosa para leer, pero también hay muchos otros como yo a los que su historia los ha ayudado a sobrellevar tiempos duros y su manga es algo más que simple entretenimiento y también hay otros enfermitos mentales como mi amiga que de tenerlo a usted enfrente se desmayaría de la emoción mientras grita que lo ama sin importarle si su esposo esta al lado de ella o no.- Comentó entre risas alegres.

    El autor comenzó a reírse a carcajadas mientras les servían su comida y se disponían a almorzar. -Sin quererlo me ha dado ánimos, quizás le haga caso a Kirishima-san y modifique esa escena que tanto le fastidia.

    -Me alegra, no olvide mencionarle al jefe que va a hacerle caso bajo mi concejo, quizás consiga sumar un par de puntos.- Bromeó correspondiendo a sus risas mientras se disponían a almorzar.

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    Hacía un rato que Kirishima había visto entrar a su nueva editora acompañada de su problemático autor a la confitería, y agradecía que ninguno de los dos hubiera reparado en su presencia.

    Era curioso ver a Ijuuin Kyo hablar tan tranquilamente con alguien al parecer por voluntad propia, sus ojos estaban atentos al par, no podía escuchar su conversación desde tan lejos pero sí que podía notar la forma en que reían mientras conversaban y no pudo evitar sonreír.

    Le alegraba que estuvieran llevándose bien, Shinka-san había resultado ser buena en su trabajo y bien predispuesta a aprender, había llegado como caída del cielo a solucionar el asunto de su deprimido mangaka y su falta de inspiración para trabajar, además Ijuuin era alguien muy solitario, después de años de trabajar junto a él le alegraba ver que al menos el hombre no era tan reacio a socializar como parecía.

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    Yokozawa entró en la cafetería, tras haber trotado un poco para llegar hasta ahí, se le había hecho un poco tarde y había demorado un poco más de lo que había pensado.

    Miró a su alrededor mientras ingresaba, buscando a su novio para ir a sentarse con él y no demoró mucho en encontrarlo, Kirishima siempre resaltaba a donde quiera que él estuviera sin embargo algo llamó su atención.

    Zen parecía distraído, miraba a un punto inconcreto mientras sonreía con su rostro apoyado sobre una de sus manos con su plato de comida frente a él sin tocarlo. Eso lo hizo girar su cabeza, buscando qué era lo que tenía al editor tan abstraído y su corazón se encogió al mismo tiempo que sentía su estómago cerrarse al ver que a unas cuantas mesas de distancia estaba Shinka Reika conversando con Ijuuin Kyo.

    ¿Kirishima estaba mirada a esa mujer? Tragó saliva con dificultad y volvió a poner su mirada sobre su pareja mientras se acercaba a él confirmando con horror que si, el castaño estaba mirándola con esa estúpida sonrisa tranquila y distraída en sus labios.

    Molestó dejó caer su maletín sobre la mesa con excesiva fuerza, sacando al castaño del trance mientras se sentaba frente a él. -Lo siento, me demoré un poco.- Saludó de mala manera, carraspeando un poco para tranquilizarse.

    -No importa, llegaste qué es lo importante.- Alegó el castaño volviendo toda su atención a su oso gruñón, arqueando una ceja. -¿Ocurrió algo que estás tan molesto?

    -No,nada de eso, estoy bien.- Dijo mientras se acomodaba para disponerse a almorzar, relajándose un poco, estaba imaginando cosas, debía convencerse de que Kirishima NO estaba mirando a esa mujer. -Gracias por pedir por mi.

    -No hay de qué, Takafumi, ya te extrañaba después de dos días sin casi verte ¿Te quedaras esta noche en mi casa?

    -Si, tengo una reunión con Masamune, y una mangaka sobre un evento de firmas ahora a las dos y media pero cuando termine, si no tengo más trabajo, iré a tu casa a ver a Hiyo.

    -¿Y te quedaras?- Consultó con una sonrisa ladina.

    -Como molestas, si, si, me quedaré.- Contestó desviando la mirada con un leve sonrojo en sus mejillas ¿Y si Zen si estaba mirando a esa mujer? ¿Y si le interesaba?

    -Bien, entonces te veré esta noche cuando salga del trabajo, hoy no volveré tan tarde, casi terminamos si tenemos suerte mañana estará listo para llevarlo a la imprenta el storyboard, por cierto Hiyo está preocupara por ti, me mandó a decirte que espera verte pronto.

    -Oh, le llevaré un regalo entonces.- Contestó con una leve sonrisa, le alegraba saber que Hiyo preguntaba por él cuando pasaba un par de días sin ir a casa de los Kirishima.

    Zen por su parte lo miraba mientras almorzaban juntos, al parecer se había preocupado de más al pensar que su novio estaba más irritado de lo normal, ahora se veía más relajado, como siempre y eso lo dejaba tranquilo. -Es buena idea, además dijo que quiere practicar una receta contigo de lo que aprendió en economía doméstica.

    -Luego le escribiré para saber si necesita que lleve algo a casa.

    El almuerzo había pasado tranquilamente entre charlas triviales y comentarios del trabajo pero la mente del jefe de ventas no estaba realmente ocupada en eso sino en su preocupación. No podía creer que estuviera planteandose seriamente seguir el consejo de Masamune, pero tras atrapar a su novio mirando embobado a esa mujer empezaba a pensar que quizás tenía razón.

    Agradeció que Shinka y el mangaka se hubieran retirado antes que ellos y mientras él regresaba a la editorial acompañado de su novio tomó su decisión.

    No, no iba a dejar que nadie le quitará a su amante y no pensaba permitir que Zen pusiera su atención en nadie más, esto era la guerra, al menos así se sentía y no iba a renunciar sin pelear.

    El problema era ¿Cómo lo hacía? ¿Qué iba a hacer? Kirishima siempre era el de las cosas vergonzosas e innecesarias ¿Qué podía hacer por él para que entendiera que lo quería, para ganarse su atención?

    El editor llevaba un rato hablándole mientras estaban dentro del ascensor que los devolvería a sus respectivos puestos de trabajo pero no estaba escuchándolo en lo más mínimo, solo veía sus labios moverse.

    Labios, beso... Kirishima siempre estaba molestando para robarle besos en la oficina, quizás podría empezar por eso. Miró de reojo el panel del aparato estaban a punto de llegar a su piso asique sin pensarlo realmente, no queriendo darse la chance a sí mismo de arrepentirse, avanzó dos pasos y tomó al editor por la barbilla, haciendo que se inclinara un poco, desgraciadamente el castaño era más algo que él asique tuvo que alzar un poco el rostro para poder robarle un beso.

    Pero no, un simple besito no iba a ser suficiente para alguien como su novio asique apagando a su conciencia se concentró en volver ese nexo una acalorada lucha entre sus lenguas, negándose a dejarse vencer esta vez, invadiendo cada resquicio de la boca contraría, acariciando suavemente en el paladar y cuando el timbrado del aparato le advirtió que las puertas estaban por abrirse se apartó, con sus mejillas ardiendo observando la mirada sorprendida que el mayor le devolvía, sonrojado y aun jadeando por algo de aire. -Te veré esta noche en casa.- Y tras esas palabras soltadas con toda la compostura que en realidad no tenía salió huyendo del ascensor rumbo a su oficina.

    Las puertas volvieron a cerrarse y el editor en jefe de Japun estaba parado, apoyado contra una de las metalizadas paredes mientras intentaba hilar un pensamiento coherente ¡Por Dios santo! ¿Qué mierda había sido eso? ¿Quién era ese hombre y que había hecho con su Takafumi?

    No podía creerlo, no se lo había esperado, Yokozawa jamás iniciaba ese tipo de contactos en la oficina y ese no había sido un besito ¡Por Dios que se había quedado con todo el aire de sus pulmones! Además ese había sido ¿Un beso de despedida? ¿Desde cuando Yokozawa daba besos de despedida? No ue se quejara, estaba encantado, tan encantado que si no dejaba de recrearse en el sabor de la lengua de su pareja iba a necesitar hacer una parada en el baño antes de volver al trabajo.

    Cuando las puertas se abrieron en el piso que le correspondía bajó un poco aletargado, intentando recomponerse para continuar con sus funciones ahora con una exagerada sonrisa en sus labios. Takafumi le había dado un beso de despedida y buenos deseos, se le podía caer la editorial encima que él no iba a cambiar esa cara de idiota en lo que quedara de día.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    Había tenido casi un colapso, no podía creer que había conseguido el valor de prácticamente acosar a su novio en el ascensor de la editorial ¡Ese era su lugar de trabajo! ¿Con qué calidad moral iba a reprocharle a ahora a Kirishima cada vez que intentara algo así en la oficina?

    Presentarse a la junta con semblante serio había sido todo un desafío, todo había salido bien a final de cuentas pero cuando esta terminó y se disponía a regresar a su oficina escuchó el llamado de takano.

    -Espera, Takafumi.- Lo interceptó parándose a su lado con el ceño fruncido. -Oye ¿Te sientes bien?- Consultó más serio, algo que dejó sorprendido al agente de ventas, quien parpadeo un par de veces por la pregunta.

    -Si, Masamune ¿Por qué?

    -Anoche bebiste de más.- Le recordó estirando una mano para apoyarla en su frente. -No, no tienes fiebre.- Comentó pensativo. -Estuviste algo distraído en la junta y llegaste todo rojo, pensé que quizás estabas trabajando enfermo, no sería la primera vez que lo harías.

    Y Con esas palabras el rostro del agente de ventas volvió a mutar a una notoria tonalidad rojiza que pobló tanto sus mejillas como sus orejas. -Estoy bien, Masamune, no te preocupes.

    -Oh ¿Seguro estas bien?- Inquirió ahora curioso, mirando a su amigo con los ojos entrecerrados. -¿Estas nervioso?

    -¡Ya callate, Masamune! ¡Encargate de tus asuntos!- Regañó dispuesto a dar media vuelta y continuar con su camino pero se vio impedido por la mano del morocho que lo había tomado del brazo y lo arrastraba dentro de uno de los salones de juntas que estaba vacío.

    -¿Qué pasó? - Inquierió en cuanto lo soltó.

    -¿Qué crees que haces? No pasa absolutamente nada, déjame en paz, ya tengo que irme en realidad, ve a molestar a Onodera.

    -A él puedo molestarlo después, ahora ¿Por qué el sonrojo y los nervios? Anoche estabas todo enojado y deprimido por el asunto con Kirishima y hoy estás distraído y sonrojado ¿Qué pasó? ¿Ahora sí te tocó anoche?

    -¡Pudrete!

    -No seas tan apático y cuéntame ¿Solucionaron las cosas? No me digas que tuvieron un rápidito en la oficina antes de la junta.- Bromeó quedándose boquiabierto ante el gesto de su amigo, parpadeando un par de veces. -¡Oh, Dios! ¡Takafumi, no te tenía como el tipo de persona que...!

    -¡NO ASUMAS ESAS COSAS, MASAMUNE! - Protestó antes de que el otro pudiera completar la idea, frotando su rostro con una mano. -Nada de eso, solo estoy arrepintiéndome de escucharte cuando sé que no eres más que un imbécil.

    -¿Escucharme? ¡Ah! ¡¿Así que si vas a mover el culo en lugar de esperar a que una zorra se lo lleve?!

    -¿No te hartas de ser un idiota?- Contestó rodando los ojos. -Escucha, tengo que irme, Hiyori está esperándome en cas así que no fastidies ahora.

    -Oh, claro, claro, adelante ¿Quién soy yo para apartar a una buena madre de sus deberes de esposa?

    -¡Morite, Masamune!- Chilló saliendo de la sala con un gran portazo ignorando las sonoras carcajadas del enfermito de su amigo.

    De mal humor fue a su oficina, junto sus cosas y se despidió de sus subordinados, eran apenas las cuatro de la tarde, muy temprano pero había terminado con lo necesario asique podía irse, nadie iba a detenerlo tampoco.

    Le escribió a Hiyori para preguntarle si tenía que llevar algo a casa y tras recibir una corta lista de compras se encaminó a un mercado para buscar lo que ella le pedía y de paso comprar un paquete de dulces para la chica a modo de disculpa por desaparecer por dos días.

    Sonrió complacido cuando apenas cruzar el genkan sintió a Sorata frotandose en sus piernas mientras ronroneaba el cántico alegre de Hiyori que desde la cocina la daba la bienvenida.

    Si, se sentía en casa.

    No demoró en llegar donde la preadolescente entregadole las compras y su presente.

    -Se ve bien, Onii-chan, ahora preparo la merienda para que los comamos juntos.- Alegó alegremente mientras dejaba que el mayor se deshiciera del traje y el portafolios en la habitación de su padre.

    Yokozawa entonces reparó en en la cantidad de ropa suya que descansaba en el armario de Kirishima, tenía incluso ropa casual y de entrecasa mezclada entre las que le pertenecían al mayor y con tranquilidad se colocó una remera blanca de mangas cortas y un pantalón holgado antes de regresar al living donde Hiyo ya había dispuesto dos tazas de té junto a los dulces.

    Miró con sorpresa la taza de la niña y arqueó una ceja. -¿Té?

    -Si, ya estoy muy grande para seguir tomando chocolatada ¿No crees, Onii-chan?

    Sonrió ante sus palabras y acarició suavemente su cabeza mientras asentía. -Si es lo que tu crees entonces esta bien, Hiyo. - Dijo sentándose a su lado. -¿Cuál es la receta que quieres intentar esta noche? Tu padre dijo que no volvería tan tarde hoy asique tal vez podamos cenar los tres.

    -¿En serio? ¡Que bueno! Bueno quiero hacer esto, ahora te lo enseño. - Girándose buscó en su mochila su cuaderno y comenzó a explicarle la receta al mayor con gran alegría.

    Y así pasó su tarde, entre alegres charlas con la chica antes de que entre ambos se dedicaran a preparar la cena.

    Pese a que Kirishima le había dicho que no llegaría tan tarde pasadas las nueve de la noche tuvo que pedirle a Hiyori que cenara y fuera a dormir ya que al día siguiente tenía escuela y él se quedó en el living, sentado en el sofá esperando por su pareja.

    Tenía la mirada perdida en el televisor frente a él sin prestarle atención al programa que éste emitía, estaba más entretenido pensando en cuál sería su siguiente movimiento para atraer la atención de su pareja.

    Tenía un par de ideas, pero la verdad fuera dicha, no creía poder llevarlas a cabo realmente, pasaban de las once de la noche cuando escuchó ruido en el pasillo y las voces de su pareja la nueva vecina despidiéndose mutuamente.

    Con renovada determinación fue a la cocina y se dispuso a calentar la cena para el editor.

    -Ya estoy en casa...- Se escuchó el murmullo junto al ruido de la puerta al cerrarse y pocos después los pasos de editor dirigiéndose a la sala.

    -Estoy en la cocina.- Anuncio haciéndose notar sin alzar demasiado la voz, Hiyo ya dormía y no quería despertarla.

    -Mmmm huele bien ¿Qué hay para cenar?- Preguntó Kirishima, alegre pero agotado entrando en la estancia.

    -Hiyo y yo hicimos katsudon para cenar, ve a lavarte las manos que enseguida lo sirvo, ella ya esta dormida.

    -¿Oh? ¿Me esperabas para cenar?- Canturreo mientras abrazaba las caderas de su amante, apegándose a su espalda.

    -¿Y qué si así lo hice? Ve a lavarte las manos Zen y déjame que estoy calentando la comida, puedes ocacionar un accidente, idiota.- Reprochó en tono bajo, girando apenas la mirada para encontrarse con los ojos juguetones del editor y su sonrisa ladina.

    -Así sí da gusto llegar a casa, deberías solo mudarte de una vez, Takafumi.

    -Deja de balbucear tonterías.- Pidió, respirando profundo antes de girarse y tomar al mayor del cuello de la camisa atrayéndolo a él para besar sus labios menos apasionadamente que la última vez, haciendo del beso una caricia mutua, lánguida y dulce, y tras separarse con las mejillas aun ardiendo lo miró a los ojos. -Bienvenido a casa, ahora andá a lavarte las manos.- Ordenó soltandolo para volver a lo que hacía.

    Kirishima se quedó estático, parpadeando un par de veces antes de hacer lo que le fue pedido, dirigiéndose al baño con una sonrisa genuina en sus labios, solo sabría Dios que mosca le había picado a su osito gruñon, pero no se quejaba, para nada.

    Cenaron juntos entre amena conversación y luego se encargaron entre ambos de dejar la cocina presentable antes de irse a dormir.

    -Sabes, Takafumi, estas muy adorable hoy.- Comentó mientras se subía la cama, abrazando las caderas de su amante para atraerlo contra él.

    -¿Adorable? Estás chiflado, Zen, soy un hombre ¿Cuántas veces tengo que recordártelo?

    -Los hombres también pueden ser adorables, pero estas muy... - Dudo de qué adjetivo usar y solo negó con su cabeza, tirando del cuerpo del menor para dejarlo recostado en la cama y colocarse sobre él. -Tus besos me dejaron deseando más ¿Sabias?

    -Ey, Zen, tenemos trabajo mañana y vos estás agotado, no me vengas con estas cosas ahora. - Alegó frunciendo el ceño.

    -Vos fuiste el que empezó ¿Querías provocarme, Takafumi? - Consultó mientras se inclinaba sobre él rozando sus bocas sin llegar a besalo.

    -No te fuerces a pesar si simplemente no tienes neuronas para hacerlo, estas diciendo estupideces.- Se defendió con el ceño fruncido.

    -Hazte responsable de esto.- Exigió ignorando el insulto, tomando la mano del agente de ventas para ponerla sobre su semi erección, haciendole notar su estado.

    Yokozawa tragó saliva y fijó su mirada en los ojos ámbar de su pareja antes de por su propia cuenta comenzar a acariciar el leve bulto sobre la tela, chasqueando su lengua ante la mirada arrogante y victoriosa del mayor.

    Ese imbécil. Le iba a enseñar.

    Apoyando su mano disponible sobre el pecho desnudo del castaño empujó hasta hacerlo caer en la cama y sobre él, apoyando su peso en sus rodillas y apoyando luego la mano que usó para empujarlo en la cama junto a su rostro. -No vamos a llegar al final, trabajamos mañana.- Declaró para después besar sus labios, acallando cualquier cosa que él editor tuviera pensado decir.

    El beso pronto se volvió apasionado, sus lenguas luchaban fuera de sus bocas, acariciándose, reconociéndose mientras el menor acariciaba la semi erección de su pareja sobre el pantalón, masturbandolo lentamente, complacido de escuchar la respiración del castaño acelerarse.

    Cuando el beso se cortó deslizó su boca por el cuello del más alto, lamiendo despacio, probando su piel mientras sus dedos se colaban bajo la ropa para dejar expuesta la virilidad erguida de su novio.

    -Takafumi~

    Cerró sus ojos al escuchar ese jadeó y continuó bajando, deslizando su lengua por la clavícula derecha para luego llegar a su pectoral dejando un suave beso sobre el pezón a su alcance, complacido de oír los leves suspiro que su amante estaba dejando escuchar y lentamente fue acomodándose entre sus piernas bajando con besos por el plano vientre hasta sentir la erección rozando su barbilla.

    Alzó su mirada al rostro de su pareja, encontrándose con ese bello par de ojos que lo observaban expectantes y deseosos y pese a que estaba costandole su sangre y vida le mantuvo la mirada mientras abría su boca y sacaba su lengua para acariciar en círculos el enrojecido glande.

    -Taka-ngh~

    Lentamente fue dandole abrigo desde su boca, haciendo vació con sus mejillas mientras usaba su lengua para empujar la punta contra su paladar, descendiendo su cabeza para dejar entrar centimetro a centimetro cuanto podía del sexo de su amante.

    La mano derecha del editor comenzó a pasearse por los cabellos de su pareja, apretando su mandíbula mientras veía con ojos entrecerrados los ojos azules que estaban decididos a enfrentarlo ¡Dios! ¡Eso era lo más erótico que había visto en demasiado tiempo! ¡Takafumi se la estaba chupando mientras lo miraba a los ojos! ¡Si estaba soñando mataría a quien lo despertara!

    -Seguí... - Pidió mientras empujaba un poco su cabeza, marcándole un ritmo más acelerado y el agente de ventas no dudó en obedecer.

    Bajaba y subía su cabeza por la extensión tan rápido como le era posible, tomándose unos segundos para respirar al sacarlo de su boca y recorrer las hinchadas venas del tronco con la lengua sin perder contacto visual, usando su mano derecha para comenzar a acariciar los tensos testículos.

    Sabía que Zen iba a correrse pronto, la forma en que palpitaba contra su lengua se lo estaba dejando claro pero por si llegaba a tener dudas las forma en que él tiraba de su cabello y comenzaba a arquear su espalda eran una nueva confirmación.

    -¡Taka-fumi... voy a...! - Advirtió apretando los párpados al sentir que su novio no se detenía al contrario ponía más empeño, succionandolo sin embargo ya no pudo tolerarlo más cuando en una de las bajadas el agente de ventas acunó su virilidad en su garganta. -¡Caraj-!- Gimoteó llevando su mano derecha a su boca para morderla en un intento de ahogar la exclamación apretando quizás con excesiva fuerza los cabellos viendo tras sus párpados cerrados las chispas de luz mientras su cuerpo sucumbía a los espasmos de un espectacular orgasmo, dejándose caer en la cama en cuanto su cuerpo se liberó de tensión.

    No era que le gustara particularmente el sabor del semen, pero sabía lo mucho que a su pervertido novio le gustaba verlo tragar. Le costó un poco no ahogarse en cuanto el editor se liberó y conteniendo la simiente aún en su boca se apoyó sobre en sus manos mientras se incorporaba, esperando atento a que el castaño se recuperara un poco. En cuanto Kirishima abrió sus ojos y volvió a verlo a la cara, tragó marcando deliberadamente el movimiento de su garganta, haciendo evidente lo que hacía y luego sacó su lengua para lamer discretamente su labio inferior.

    Bueno, podía sentirse orgulloso, la mirada y la expresión de Zen en ese momento era impagable e inclinándose volvió a besarlo antes de que el castaño hablara y arruinara el momento.

    El beso fue aumentando de cadencia y antes de darse cuenta estaba de nuevo con la espalda contra el colchón y con el mayor sobre él intentando succionar su alma fuera de su cuerpo con sus manos reccorriendolo sin ningún permiso.

    -Zen, te dije que no ibamos...- Intentó protestar al sentir los labios ajenos invadiendo indiscriminadamente su cuello.

    -No puedes hacerme eso y esperar que me quede tranquilo, Takafumi.- La voz del editor enronquecida por el deseo era algo que ni bajo tortura admitiría lo mucho que lo calentaba, sin embargo los movimientos del mayor se estaban volviendo más lánguidos y aletargados.

    -Estás a punto de quedarte dormido.- Contestó usando solo la suficiente fuerza como para quitarse al mayor de encima y devolverlo a su lugar en la cama sin ser demasiado brusco.

    Agotado y frustrado el castaño se quedó tirado, cubriendo sus ojos con su antebrazo derecho. -Mierda...- Murmuró con la voz pastosa, claramente luchando contra el sueño que después de su orgamos se había hecho totalmente irrefrenable. -Cuando termine el ciclo Takafumi... no podrás ocultarte de mi ni en el inf-infierno.- Alegó arrastrando las letras.

    Honestamente se le hizo divertido ver al hombre luchando contra su necesidad básica de descanso y no pudo evitar cierto orgullo al pensar que parte de ese agotamiento era responsabilidad suya. Después de todo los conejos de Takano sobre el acoso no eran tan inútiles. -Solo duerme, Zen.- Pidió acercándose a darle un ultimo y casto beso en los labios, evitando quejarse al sentir que el hombre lo abrazaba y se dejó arrastrar a los dominios de morfeo junto a su pareja.

    Al parecer no sería tan complicado seducir a su novio y mantener su atención.

    .-.-.-.-Continuará. -


    En la guerra y en el amor todo se vale.

    Capítulo 5:

    By Sioa Shun Uchiha-san



    Escuchó el despertador de forma lejana y entreabrió los ojos con cansancio, parpadeando un par de veces antes de que el sonido se detuviera. Sintió algo cálido y confortable rodeándolo y para cuando pudo enfocar la vista y sentir su adormilada mente más atada a la realidad que los sueños cayó en la cuenta de que ese era el cuarto de su novio.

    Despacio intentó moverse pero los brazos que lo rodeaban se apretaron más contra él.

    -Shh, quieto.- Pidió la aletargada voz de su compañero mientras sentía su cuerpo acurrucarse más contra el propio.

    -Hmn ¿Zen?- Murmuró girándose despacio para encarar el apacible rostro del mayor que aún tenía los ojos cerrados. -Muévete, tenemos que levantarnos.

    -Mmmh, no.- Se quejó cual si fuera un niño pequeño que murmura un arrastrado "cinco minutos más" a su madre.

    -Oye, sé que estás despierto, suéltame ya.- Pidió pero pese a sus palabras se quedó inmóvil en el abrazo, cerrando los ojos. -Ambos trabajamos.

    -Solo unos arrumacos más y te dejo levantar.- Murmuró Zen con la voz pastosa, comenzando a repartir besos por los hombros del menor hasta llegar a su cuello, dejando leves caricias con sus labios.

    -Deja de hablar dormido cuando de hecho estás despierto.- Protestó moviéndose sin demasiada brusquedad pero quitándose de encima los brazos del editor para sentarse en la cama, frotando su rostro con una mano. -¿Qué hora es?- Preguntó estirándose para tomar su teléfono y verificar que eran las siete menos cuarto, bien, al menos no era tarde.

    -Oh, Takafumi, solo quiero unos mimitos.- Pidió el castaño desde la cama estirándose tanto como el espacio se lo permitiera.

    El agente de ventas lo miró por sobre el hombro, rodando sus ojos, el mayor era peor que un mocoso cuando se ponía cargoso en las mañanas pero recordando su plan, apoyó su peso en una de sus manos sobre el colchón y armándose de valor se giró para encararlo, inclinándose segundos después para dejar un suave beso en los labios del mayor. -Buenos días, Zen, es hora de levantarse.- ¡DIOOOOS! ¡QUE HORROR! ¡QUÉ ALGUIEN LO MATARA! ¿En serio acababa de decir algo tan vergonzoso? Se volteó dispuesto a huir antes de enfrentar las consecuencias de sus acciones pero fue demasiado tarde.

    El mayor lo tomó del brazo y lo tiró contra las sabanas, colocándose sobre él. -¿Realmente pensaste que te iba a dejar ir tan fácil después de eso? - Preguntó con una sonrisa ladina mientras tomaba las manos del jefe de ventas, evitando así que lo empujara, llevándolas por sobre su cabeza para inmovilizarlas allí.-Además si vas a darme un beso de buenos días, tendré que enseñarte cómo hacerlo apropiadamente.

    -¡Ey! ¡Suélta-nnngh~! - Intentó protestar, siendo silenciado por un apasionado beso que apenas si llegó a responder cuando unos toques a la puerta los dejaron a ambos inmóviles.

    -¡Papá! ¡Onii-chan! ¿Despertaron ya? ¡Se les hará tarde! - Se escuchó la apacible voz de Hiyori desde el otro lado de la puerta.

    Kirishima sonrió ladino mientras acariciaba el pecho de su pareja con su mano disponible, metiéndola bajo la remera para poder tocar libremente su piel, ignorando deliberada y olímpicamente la mirada asesina del oso. -¡Si, Hiyo! ¡Ya vamos! - Contestó en voz alta mientras relamía sus labios sin apartar su mirada de los ojos azul grisáceos de su novio.

    -¡Los espero con el desayuno!- Contestó la inocente muchacha, escuchandode después sus pasos alejarse por el pasillo.

    -¡Kirishima suéltame de una vez!- Chilló con voz mesurada, removiéndose en la cama para intentar zafarse en cuanto la menor se alejó de la puerta.

    -Solo un poco más a un tenemos tiempo.- Contestó inclinándose a besar su cuello.

    -¡Y una mierda!- Utilizando un poco más de fuerza logró zafarse y fue lo suficientemente rápido como para alejarse de la cama antes de que el castaño volviera a abalanzarse sobre él. -Se nos hará tarde, déjate de tonterías y mové tu trasero.

    -¿Eso es acaso una insinuación? ¿Quieres verme mover mi trasero para ti? Osito, que atrevido.

    Yokozawa que ya estaba parado frente al armario tomó de una de las perchas del editor una camisa y se la arrojó a la cabeza al mayor. -¡Cállate y cámbiate, por el amor de Dios!

    -Ow ¿Vas a elegirme la ropa? ¡Qué tierno!

    -¡Púdrete!- Reprochó rodando los ojos mientras buscaba uno de sus trajes para cambiarse soltando un pequeño jadeo al sentir el cuerpo del mayor tras él y sus labios besar su nuca.

    -Eres adorable.- Susurró. -No te libraras tan fácil, pareces empeñado en provocarme desde ayer, Takafumi.

    -Estas imaginando cosas.- Se limitó a contestar sacando su conjunto de ropa y entregando un pantalón al jefe de Japun. -Termina de vestirte que Hiyo nos espera. - Declaró mientras se dedicaba a ahora a vestirse, aún algo avergonzado de cambiarse frente a él aunque a decir verdad aquello también era ya parte de su rutina.

    -Estas raro.- Contestó simplemente el editor, negando apenas con su cabeza antes de comenzar a cambiarse.

    -Te lo dije, solo imaginas cosas.

    -¿A sí? ¿Imagino cosas? ¿Entonces qué fue todo eso del beso de bienvenida, el de buenos días y el beso en el ascensor?

    Sintiéndose atrapado y con las mejillas sonrojadas el agente de ventas soltó un gruñido de fastidio intentado disimular su bochorno. -Si tanto te molesta no volveré a hacerlo ¿Feliz? - Preguntó mientras terminaba de abotonarse la camisa y tomaba el saco para colgarlo de su brazo junto a la corbata.

    -¡Ey! ¡No! ¡No dije eso! - Protestó algo descolocado por esa respuesta de parte de su huraña pareja.

    -Entonces no te quejes.- Tras sus palabras abandonó la habitación, dirigiéndose a la cocina mientras se colocaba la corbata, dejando solo y confundido al editor. -¡Buenos días Hiyo!

    -Buenos días, Onii-chan ¿Qué tanto hacían vos y papá?- Preguntó curiosa con una alegre sonrisa. -Se estaban demorando.

    Con las mejillas acaloradas, el agente de ventas tosió un poco mientras se acomodaba el nudo de la corbata. -Nada, tu padre no quería levantarse porque es un vago. - Alegó intentado salir del paso.

    -Pobre debe estar muy cansado, trabajó mucho últimamente, no seas malo con él Onii-chan. -Pidió la niña entregándole una bandeja con parte del desayuno para que la llevara a la mesa mientras ella tomaba las tazas para llevarlas también.

    -Lo intentaré.- Contestó escuetamente encargándose de servir correctamente la bandeja que la menor le había entregado, dejando su saco bien colgado de la silla en la que luego se sentó a la derecha de la cabecera, como siempre.

    Hiyo solo sonrió mientras se sentaba frente al mayor, al lado izquierda de la cabecera, esperando juntos a que llegara el dueño de casa para comenzar a desayunar.

    -¡Buenos días!- Saludó jovial Kirishima, entrando en la estancia vistiendo una camisa blanca junto a un saco marrón y un pantalón de vestir, sentándose en su lugar con una leve sonrisa. -Gracias por el desayuno, Hiyo.

    -De nada papá ¿Llegaste muy tarde anoche?- Preguntó sonriente.

    -No, llegue antes de medianoche, pero ya estabas dormida.- Contestó sonriente. -Por cierto el katsudon estuvo delicioso, me encantó.

    -¡Qué bueno! - Contestó sonriente bebiendo su té mientras comía un poco de lo que había preparado.

    Yokozawa sonrió levemente de forma casi inconsciente mientras comenzaba a tomar su café. -¿Tienes todo listo para la escuela, Hiyo?

    -¡Si, Onii-chan! No te preocupes, todo está preparado, la madre de Yuki-chan nos llevará hoy a clases.- Explicó sonriente.

    -Me alegra.- Respondió con tranquilidad, la calidez de ese hogar era notoria, Kirishima había comenzado a hablar con su hija, consultando sobre sus días en la escuela con gran interés. Eso era algo que admiraba profundamente del castaño, sin importar que tan atareado estuviera con su trabajo, él siempre tenía tiempo y energía para escuchar a su hija y encargarse de ser un buen padre.

    -Bueno, ya tengo que irme.- Comentó la chica levantándose de su lugar apresuradamente, tomando su abrigo y su mochila antes de acercarse a besar la mejilla de su padre y luego la de Yokozawa. -¡Tengan un buen día en el trabajo! ¡Nos vemos en la noche! ¡Adiós Sorata, pórtate bien!- Se despidió incluso del gato, corriendo a la salida.

    -¡Ten un buen día!- Contestaron ambos adultos al verla marcharse.

    Hiyo salió apresurada de la casa sonriendo al encontrarse a su vecina saliendo de su departamento. -¡Buenos días Shinka Onee-san!

    La colorada sonrió al verla y cerró la puerta de su casa con calma mientras se acercaba a la menor para acariciar suavemente sus cabellos. -Buenos días, Hiyo-chan ¿Cómo has estado?

    -Bien, estoy por irme a la escuela ¿Se va ya a trabajar?- Consultó alegremente.

    -Si, estaba por ir a tocar tu puerta para preguntarle a tu padre si ya esta listo.

    -¿A papá? - Consultó la niña con gesto confundido.

    -¿No te lo dijo?- Consultó sorprendida, parpadeando un par de veces. -Resulta que trabajo con tu padre, soy su nueva subordinada, ha estado llevándome a trabajar estos días ¿Está en casa?

    -Wow, es genial que trabaje con papá.- Contestó alegre la chica, asintiendo con su cabeza. -Papá está desayunando con Onii-chan ¡Ah! ¡Se me hará tarde!- Comentó percatándose del despiste y la saludó con la mano antes de correr al ascensor. -¡Entré por favor! ¡La deben estar esperando! ¡Cuídese, Shinka Onee-san!

    -¡Igualmente Hiyo-chan! ¡Suerte en la escuela!- Se despidió agitando su mano con alegría antes de dirigirse a la puerta de sus vecinos y dudó por un momento mientras apoyaba la mano en el picaporte ¿Estaría bien entrar? Hiyori la había invitado a hacerlo pero de todos modos... Respiró profundo y simplemente abrió, procediendo a entrar y quitarse los tacones en el genkan. -¡Buenos días!- Saludó desde la entrada en voz alta, no muy segura de sí acceder a la casa. -¡¿Kirishima-san?! - Escuchó confundida el ruido de una silla siendo arrastrada por el suelo junto a un grito ahogado y algo preocupada ingresó a paso rápido. -¿Está bien? ¿Ocurrió algo...? - Preguntó silenciandose al ver a Yokozawa-san cubriéndose la boca con el dorso de su mano y un leve sonrojo en su rostro, Kirishima estaba a unos pasos de él y una silla estaba en medio de ambos en una posición algo extraña.

    -Buenos días, Shinka-san ¿Qué hace aquí?- Preguntó despreocupadamente el castaño.

    -Son más de las siete y media y se estaba demorando en ir a tocar mi puerta.- Explicó la mujer pasando sus ojos verdes de un hombre al otro ¿Yokozawa tenía la corbata torcida o era idea suya? -Pensé que quizás se habría quedado dormido, me encontré a Hiyo en la entrada y ella me invitó a entrar ¿Está todo bien?

    -¿Tan tarde es?- Preguntó el castaño con aire despistado, mirando el reloj en su muñeca. -No pasó nada, hoy no toqué su puerta tan temprano porque Takafumi se quedó aquí anoche así que no había que desviarse para ir a buscarlo.

    ¿Se había quedado a pasar la noche? ¿Era eso normal? Tuvo que sacudir su cabeza antes de que imágenes muy poco santas de esos dos hombros minaran su mente. -Ya veo, bueno, de todos modos tenemos que ir saliendo para no llegar tarde, por cierto ¡Buenos días, Kirishima-san, Yokozawa-san!

    El agente de ventas estaba acomodándose con todo el disimulo que podía la ropa, colocándose el saco antes de tomar las tazas y llevarlas a la cocina. -Buenos días, Shinka-san. - Contestó educadamente sin embargo estaba molesto ¿Qué se creía esa mujer entrando en la casa de Kirishima con tanta confianza? Si, Hiyo la había invitado a entrar, pero aun así le fastidiaba.

    -Ya nos vamos entonces, déjame agarrar algunas cosas y salimos.- Contestó el castaño comenzando a buscar su portafolios, las lleves y su teléfono.

    -Déjeme ayudarle con eso, Yokozawa-san.- Amable, la mujer tomó la bandeja y las pocas cosas que quedaban en el desayuno sobre la mesa para llevarlas a la cocina, parándose junto al agente de ventas para secar las tazas que el hombre acababa de lavar. -¿Dónde las pongo?

    -En aquella alacena.- Contestó señalando el lugar sin despegar su vista de lo que hacía con el ceño aún fruncido.

    Shinka suspiró, era difícil tratar a Yokozawa ¿Cómo puede alguien estar tan molesto todo el tiempo? Negando con su cabeza se dispuso a guardar las cosas. -Se ve que usted y Kirishima-san son buenos amigos ¿Suele quedarse a dormir aquí muy seguido?- Consultó notando con cierto interés que el hombre a su lado se alteraba un poco.

    -Solo a veces, cuando Kirishima-san tiene mucho trabajo y su madre no puede cuidar de Hiyo.- Contestó rápidamente lo primero que le vino a la cabeza ¿De qué otra forma podría justificar que de hecho dormía más en ese apartamento que en el propio?

    -Ya veo, es un gran amigo.- Contestó ella alegremente. -Es bueno saber que Hiyo-chan cuenta con usted para no pasar tantas horas sola, es una jovencita encantadora. - Dijo intentado mantener la conversación, sonriendo nerviosamente al ver que el hombre apenas la miraba de reojo y soltaba un bajo hump como toda respuesta. Si, era muy complicado hablar con él.

    -¡Vamonos!- Dijo Kirishima entrando a la cocina, sosteniendo los portafolios de ambos y las llaves en la otra mano.

    Yokozawa cerró el grifo, secó sus manos, tomó sus pertenencias de las manos del castaño y luego los tres se dirigieron al genkan.

    -Iré saliendo, cierra tu, Takafumi.- Comentó el castaño, siendo el primero en calzarse y salir al pasillo para llamar al ascensor.

    -Si, si.- Contestó escuetamente el hombre.

    Shinka miró curiosa una vez fuera del departamento que Yokozawa tenía su propio juego de llaves y tuvo que hacer acopio de todo su temple para no comenzar a chillar emocionada ante lo que eso podría significar ¿Y si Kirishima-san no tenía prejuicios en contra de ella por ser prácticamente lesviana porque él era gay?

    -¿Shinka-san, se encuentra bien?- Preguntó Yokozawa al girarse y encontrarse con la mujer mirándolo con una expresión extraña en el rostro y un sonrojo notorio en sus mejillas.

    -¡Ah! ¡Si, si! ¡No se preocupe!- Se apresuró a responder sacudiendo una mano frente a su rostro y ambos tuvieron que trotar al ascensor cuando Kirishima los llamó desde allí, pidiendo que se apuraran.

    El camino a Marukawa fue bastante más relajado que los días anteriores, Shinka intentó mantener algún tipo de conversación con el agente de ventas pero éste no era precisamente hablador así que resignada solo se apoyó en el respaldar del asiento, mirando por la ventanilla mientras sonreía, pensando en la escena que quizás había interrumpido sin querer. ¡Qué buena decisión había tenido al mudarse ahí! ¡Tenía transporte gratis al trabajo y fanservice en las mañanas! ¿Se le puede pedir más a la vida?

    -.-.-.-.-.-.-

    Yokozawa bajó del ascensor en su piso, despidiéndose educadamente de Shinka y de su pareja antes de dirigirse a su oficina. Serían semanas complicadas ahora que tenía que organizar el evento de la autora de Emerald que había sido presentado en reunión el día de ayer.

    Estaba menos distraído que en días anteriores y más relajado, era vergonzoso admitirlo pero había extrañado dormir en compañía de Zen, su respiración contra su nuca y sus brazos envolviéndolo en las noches tenían demasiado poder sobre él, lo relajaba, lo hacía sentir absurdamente seguro y confortable. Era un hecho que se levantaba de mejor humor cuando compartía el lecho con el castaño, aún cuando lo único que hicieran fuera dormir juntos.

    Sin embargo estaba algo molesto por la irrupción de aquella mujer en casa del mayor ¿Tantas confianzas ya se tenían? ¡No llevaban ni una semana de conocerse! Aunque bueno, para su desgracia, esa mujer había compartido más horas con Kirishima que él en esos últimos cuatro días.

    Admitía que la chica en realidad no tenía una personalidad desagradable, había incluso intentado entablar conversación con él esa mañana, era hermosa y Zen había dicho que era buena en su trabajo, parecía estar siempre de buen humor ¿Sería por eso que a Kirishima parecía llamarle la atención?

    Negó con su cabeza, volviendo su atención al informe que tenía frente a él, tenía una reunión de planificación en unas horas con el departamento de Japun, finanzas, impresiones y la comisión directiva para llegar a un acuerdo sobre la cantidad de copias de uno de los mangas pendientes, tenía que concentrarse en eso, no podía estar perdiendo el tiempo de nuevo.

    Por otro lado necesitaba replantearse las cosas, sus intentos por llamar la atención del castaño estaban dado resultado pero aquel era un juego peligroso, Kirishima no había demorado nada en notar su comportamiento y esa misma mañana sus "demostraciones de afecto" casi le explotaron en la cara, tenía que ser cuidadoso.

    -.-.-.-.-

    Eran cerca de las once de la mañana cuando Kirishima se levantó de su lugar a la derecha de Ijuuin-sensei y estiró su cuerpo. -Tengo que retirarme, muchachos, tengo una reunión a la que asistir, sigan trabajando sin mi, por favor. - Pidió el editor en jefe con una sonrisa amable en sus labios.

    -¡Buen trabajo, Kirishima-san! ¡Suerte en la reunión!- Se despidieron los demás editores y ayudantes del mangaka.

    -Shinka-san.

    -¿Si, Kirishima-san? ¿En qué puedo ayudarle?- Preguntó levantando la vista de la hoja en que estaba trabajando.

    -¿Podrías acompañarme? Sería bueno que vieras cómo se manejan estas reuniones antes de que tengas que enfrentarte a una con tu propio plan de ventas.- Contestó el jefe con una sonrisa tranquila.

    Asintiendo la joven se levantó de su lugar, alisando el pantalón de vestir y su blazer con ademán delicado. -Claro Kirishima-san, es un honor que me pida acompañarlo, gracias por permitirme ir de observadora para saber a qué atenerme en el futuro.- Concluyó haciendo una rápida reverencia.

    -Vamos entonces. - Despidiéndose de nuevo ambos editores salieron de la sala C para dirigirse luego a la oficina de Japun donde Kirishima tomó algunos documentos y Hashime-san los esperaba listo para ir a defender la que era su planificación de ventas.

    Entre los tres entraron al ascensor, y ambos editores comenzaron a explicarle a grandes rasgos cómo se manejaban esa clase de reuniones en la editorial, advirtiendo que las cosas podrían tornarse un poco violentas en ocasiones.

    Cuando llegaron a la sala de la reunión aún no había nadie y los tres tomaron asiento donde Kirishima les indicó.

    -Ven, quédate junto a mi, Shinka-san, así verás mejor cómo se procede con todo esto.- Pidió el castaño señalando el puesto a su izquierda.

    La mujer hizo como se le indicó y tomó en sus manos las copias que su compañero le tendía. -Ah, gracias.

    -Es una copia de mi propuesta, Shinka-san, aún quedan diez minutos para la reunión sería bueno que la leyera.- Comentó alegre y amablemente Hashime.

    -Gracias, Hashime-san.- Educadamente tomó las hojas y comenzó a leerlas haciendo algunas preguntas que su jefe y su compañero no dudaron en aclarar.

    La primera en llegar había sido una hermosa mujer de largos cabellos negros y gesto severo, la jefa de finanzas le comentó por lo bajo su jefe, la mujer había saludado con una reverencia parca y tomado asiento mientras revisaba los documentos, luego llegaron dos hombres con gesto un poco más amable, representantes de departamento de impresión quienes se sentaron entre la mujer anterior y su compañero Hashime, luego vio entrar a Isaka-san acompañado de su siempre inexpresivo secretario, eso había sido un espectáculo, había tenido que morder su lengua para evitar reír.

    Isaka entró abriendo teatralmente ambas puertas con una enorme sonrisa traviesa y juguetona en sus labios al grito de "Vamos a hacer dinero aquí" , luego había caminado como si fuera el dueño absoluto del lugar, cosas que en realidad era prácticamente cierta, se había sentado en la silla del escritorio principal frente a todos ellos, se había hamacado hacia atrás y había subido las piernas a la mesa, cruzando sus brazos tras su cabeza sin perder la sonrisa zorruna de sus labios.

    -Buenos días, Isaka-san.- Saludaron los presentes, y ella no dudó levantarse cuando notó que todos lo hacían para hacerle una reverencia a su director.

    -Ryuichiro-sama, baje los pies de la mesa, por favor.- Pidió el hombre parado a su lado sin cambiar ni por un segundo las expresiones de su rostro mientras observaba los papeles que tenía en sus manos. -Estos son los documentos de la reunión.- Continuó inclinándose para entregarle los papeles a su jefe.

    -¡Si, si, Asahina, tu sostenlos! - Alegó usando una mano para agitarla despreocupadamente en el aire sin tomar los papeles antes de cubrir su boca con ésta para ocultar un bostezo. -Bueno ¿Empezamos con la guerra?

    -Aún no llega el departamento de ventas.- Alegó la jefa de finanzas con el ceño fruncido.

    Shinka estaba un poco incrédula pero totalmente divertida al ver la actitud de quien era el director de la editorial, vaya jefazo que tenían.

    En ese momento la puerta se abrió y Yokozawa entraba para hacer una marcada reverencia, acompañado de otro chico que ella no conocía. -Mis disculpas por la demora.- Dijo antes de incorporarse y al ver que sentada a la izquierda de Kirishima estaba esa mujer su rostro se torció en una mueca de amargura ¿Tenía que verla hasta en la sopa? ¿En serio? ¿Qué mierda hacía ella ahí?

    Recomponiéndose avanzó hasta situarse a la derecha de Kirishima con Henmi a su lado, no llegaba en realidad tarde, la reunión empezaba a las once y media y eran las once y veintisiete.

    -Oh, el oso salvaje de Marukawa a punto de llegar tarde a una junta, eso no se ve todos los días.- El comentario incisivo de la jefa de finanzas se dejó escuchar en la sala.

    -He llegado perfectamente a tiempo, Higurashi-san.- Ladró con el ceño fruncido el menor.

    -Tranquilos, tranquilos, antes que nada ¿Quién es la nueva víctima? - Preguntó Isaka-san desde su puesto, arqueando una ceja con diversión al ver una cara nueva en la sala.

    Kirishima fue entonces quién se levantó, señalando a la mujer a su lado con una mano, invitándola a ponerse de pie. -Es una nueva editora del departamento Japun, la he invitado en calidad de oyente a esta reunión con el fin de que aprenda cómo se manejan las cosas aquí antes de que le sea asignado un autor.

    -Buenos días a todos, soy Shinka Reika, es un placer estar aquí.- Contestó educada, haciendo una pronunciada reverencia.

    -¡Ja! ¡Un placer, dice! ¡Pobre inocente paloma!- Comentó Isaka entre risas alegres.- Bueno empecemos con esto.- Dijo sentándose como corresponde y alzando una mano a la espera de que los documentos llegaran mágicamente a ella, cosa que no demoró en pasar ya que su siempre atento secretario se los entregó inmediatamente y fingiendo leerlos, acomodó las hojas golpeándolas con el escritorio. -Bueno ¿De quien es el plan de ventas?

    -Mío, Isaka-san.- Comenzó a presentar el proyecto Hashime.

    Desde su sitio, Shinka escuchaba todo con atención, con su mirada puesta en su compañero y tomando nota mental de todos los detalles.

    Por su parte Yokozawa estaba intentado controlar el revoltijo en su estómago al ver a esa mujer sentada tan innecesariamente cerca del castaño, se regañaba mentalmente mientras escuchaba vagamente el discurso del otro editor.

    -Bien, finalizando, el departamento de Japun solicita que se autoricen 300.000 copias para el ejemplar. - Dijo el hombre después de varios minuto de presentación volviendo a su asiento.

    -¿Qué? ¡¿Estas soñando despierto, cierto?! - Gritó entre risas la jefa de finanzas. -Kirishima-san ¿Cómo te atreves a aprobar semejante pedido?

    -Creo que la cifra es la correcta Higurashi-san, 300.000 copias es lo justo.

    -¡Te quedarás con más de la mitad sin vender, Kirishima-san!- Gritó esta vez Yokozawa arrancando risas al jefe de Japun.

    -Mmm, perderíamos dinero y no me gusta como se escucha eso.- Acotó Isaka con una sonrisa, lucía aterradoramente complacido, como si tirarle un bidón de nafta a aquella hoguera en proceso fuera la cosa más divertida del mundo.

    -Desde el departamento de venta sugerimos que la primera tirada para este manga sea de 250.00 copias. - Alegó con en voz alta.

    -¡Oye! ¡Takafumi! ¿Estás chiflado?- Intervino la risueña voz de Kirishima mientras se cruzaba de brazos.

    -¡Cómo siempre son unos exagerados todos ustedes!- Gritó Higurashi. -¡Desde finanzas no vamos a autorizar más de 230.000 impresiones!

    -Nosotros sugerimos 240.000 - Agregó uno de los hombres que representaba el departamento de impresiones.

    Shinka se achicó un poco en su lugar mientras veía a todos gritar a su alrededor incansablemente por cerca de veinte minutos y a su jefazo máximo disfrutando de esa carnicería como si fuera aquello lo más entretenido en el mundo ¿Quién la había mandado a trabajar en Marukawa? ¿Por qué había postulado ahí? Giró a ver a su jefe pero lo encontró riéndose y contestando con sarcasmo a las acusaciones de los demás departamentos determinado a obtener las 300.000 ejemplares que estaba solicitando.

    ¿Qué clase de circo romano era ese? Veía la cara de Yokozawa, quien parecía a punto de matar a Kirishima, ya se podía imaginar a ese hombro girándose para ahorcar al castaño ¿Siempre eran así las reuniones?

    -¡Bien! ¡Escuché suficiente! Se autorizarán 285.000 copias. - Decretó Isaka tras casi una hora de discusiones, dando por finalizada la junta y firmando los papeles sin perder el gesto alegre y casi malicioso.

    Todos recogieron sus cosas y comenzaron a salir de la sala, Shinka sentía que su cabeza iba a explotar. -¿Siempre es así? - Preguntó alzando a la vista a su compañero.

    -Si, y a veces es peor.- Contestó Hashime con gesto risueño.

    -¡Qué horrible! - Murmuró aterrada.

    -¡Oye, palomita!- La voz del director la hizo detenerse antes de continuar su camino y se giró a mirarlo con una ceja arqueada ante el apodo.

    -¿Disculpe?

    -¿Qué te pareció la junta, palomita?- Insistió divertido el hombre, sonriéndole afablemente y la mujer se quedó dudando un segundo antes de contestar ¿Pero qué onda con su director?

    -Eh, estuvo muy bien, aprendí bastante, Isaka-san, gracias por preocuparse.- Contestó haciendo una leve reverencia.

    -Oh, creí que te habías asustado un poco palomita ¿Fue idea mía o te escondías en la silla?

    -¡Ryuichiro-sama, tiene otros asuntos que atender!- La gran mano del secretario inexpresivo se aferró a la parte posterior del traje de su supervisor tirando suavemente de él. -Lamento los inconvenientes que haya podido provocarles, Shinka-san, Hashime-san

    -¡Oye, Asahina!

    -Nosotros nos retiramos.- Y tras sus palabras, ignorando las quejas del hombre lo arrastró lejos de allí.

    -¿Qué fue eso?- Preguntó la mujer torciendo su cabeza con la confusión pintada en toda su cara.

    -Te acostumbraras, Isaka-san es así, a veces le pone apodos a algunos empleados.- Contestó encogiéndose de hombros su compañero. -Tienes suerte del que tuyo no sea tan malo.

    -¡Me llamó palomita!

    -Puede ser peor.- Contestó divertido el hombre. -Volvamos, aun debes estar muy ocupada con Ijuuin-sensei ¿Cierto?

    -¡Ah! ¡Si! ¡Tenes razón! Vamos.- Sacudiendo su cabeza, haciendo ondular su cabello que estaba vez llevaba suelto, siguió a su compañero de nuevo a su sección. -Espera ¿Y Kirishima-san?

    -Debe haberse quedado hablando con Yokozawa-san, no te preocupes por él. - Dijo yéndose después con ella al ascensor.

    Efectivamente dentro de la sala, el jefe de Japun y él de ventas se habían quedado rezagados terminando de pulir unos detalles de la propuesta.

    -Bien, entonces esto es tuyo.- Dijo Yokozawa entregando unos documentos a su novio, intentado huir de ahí lo más pronto posible, estar solos en una sala de juntas con Kirishima podía ser la receta perfecta para el desastre.

    -Gracias, por cierto ¿Almorzamos juntos? - Invitó sonriendo ladino el editor. -Todos ustedes me costaron 15.000 ejemplares menos, merezco que me compenses.

    -¡Ey! ¡No mezcles los tantos! Sabías que 300.000 era demasiado, estás tan chiflado como Masamune ¿Qué les pasa a ustedes y sus ambiciosas cifras? ¡No tienen idea de nada!

    -¡Ustedes son los que no entienden nada!- Alegó divertido el castaño soltando una relajada risa. -Bueno ¿Irás a almorzar conmigo?

    El hombre resopló, a veces el buen humor de Kirishima era irritante, acercándose un paso a él, golpeó suavemente su pecho con unos papeles que tenía en las manos. -De acuerdo, vamos.- Aceptó finalmente -Y no deberías quejarte tanto, la cifra fue justa.

    -Lo que ustedes digan, cuando haya que hacer una reimpresión me reiré de ustedes. - Alegó tomando su maletín para luego tirar del brazo del oso antes de que saliera del salón acercándolo a él para robarse un rápido beso. -¿Te he dicho ya lo sexy que te vez cuando pierdes los estribos en las reuniones?

    -¡Ey! ¿Qué crees que haces en un lugar como este?- Alegó frunciendo el ceño, apartándose un paso con sus mejillas enrojecidas.

    -¿Qué tiene de diferente una sala de juntas del el ascensor? - Preguntó arqueando una juguetona ceja, divertido al ver al menor balbucear. Adorable, Takafumi no tenía ni idea de lo adorable que se veía nervioso, molesto y sonrojado.

    -Eso no volverá a repetirse, que quejabas de eso esta mañana así que olvídalo de una vez.

    -No me estaba quejando. - Negó mientras volvía avanzar a él, burlándose de su bochorno, era divertido jugar un poco con el agente de ventas. -Sabes después de esta mala junta me vendría bien un besito de mi osito para levantar mis ánimos.

    -¡Púdrete!- Contestó con el ceño fruncido. -¡Y deja de reírte de mi!

    -Vamos Takafumi, a veces actúas como una pudorosa adolescente.

    -¡Y tu como un adolescente calenturiento! ¿No te jode?

    -No, pero sí que me encantaría joderte. - Contestó giñandole un ojo.

    ¡Ay lo quería estrangular! ¿Por qué nunca podía ganar una discusión verbal con ese bastardo ¡Bien! ¿Quería un estúpido beso? ¡Le daría su estúpido beso! Tomándolo de la solapa del saco lo atrajo a él para plantar un beso en sus labios para luego alejarse de él, más cuando quiso zafarse se vio acorralado contra la mesa. -Ey ¿Qué crees que haces?

    -No esperaba que realmente fueras a besarme.- Contestó contra su boca, apoyando su mano en la mesa a los lados del cuerpo del menor.

    -Jodias para que te lo diera y ahora te quejas ¿Quién te entiende?

    -Sabes, Takafumi, con lo sexy que estuviste en la junta y tu besito de buenos días estas causando algunos estragos de los que deberías hacerte cargo.- Murmuró apegando sus cuerpos mientras hablaba contra su cuello.

    -Kirishima, suéltame.- Gruñó entre dientes apoyando sus manos sobre el pecho del mayor. -Estamos en la oficina.

    -No creo que pueda contenerme mucho más.- Contestó ignorando los reclamos, mordiendo despacio el cuello a su alcance.

    -¡Nng! Idiota, no es lugar para este tipo de mierdas.- Susurró, no queriendo demostrarle al mayor lo mucho que sus acciones estaban alterándolo.

    -¿Y quién es el que ha estado provocandome?

    -Estas imaginando cosas, yo no he hecho nada.- Respondió logrando zafarse de él. -Vamos a almorzar de una vez.- Pidió mientras apresuraba sus pasos fuera de la sala, ni siquiera Kirishima era capaz de acosarlo en el pasillo donde todos podrían verlos.

    El castaño lo siguió, soltando un resoplido molesto, de nuevo se le escapaba el escurridizo oso. Mandaría a Hiyo a casa de sus padres ese fin de semana, Takafumi ya no se le iba a escapar.

    Pronto ambos estaban almorzando en la cafetería de la editorial, charlando amenamente.

    -Y dime ¿Por qué llevaste a Shinka-san a la reunión?- Preguntó entonces Yokozawa, intentando sonar lo más casual posible.

    -Tengo pensado ponerla a cargo de Makoto-sensei, esta semana termina el ciclo, así que para la semana que viene la asignaré a ese autor y tendrá que hacer la propuesta para el plan de ventas, pensé que podría ayudarla ver como manejar las cosas.

    -Hump, eres demasiado amable.- Contestó con una leve mueca. -Por lo general los editores se enfrente a eso sin haberlo visto antes.

    -Si, pero se presentó la oportunidad y pensé ¿Por qué no? Ya tuvo una primera semana difícil, un poco de ayuda no le viene mal, no soy tan cruel con mis subordinados.

    -Hump.

    -¿Estas celoso, Takafumi?- Preguntó divertido al ver el gesto enfurruñado de su pareja, arqueando las esquinas de su boca en una sonrisa juguetona.

    -¡Ya quisieras!- Contestó rodando los ojos, negando con su cabeza. -Y no bromees con esas idioteces en un lugar como este.

    -Oh, y yo que pensé que te importaba un poco.

    -Pues te jodes.

    -Lo estás diciendo mal.- Contestó como de costumbre con esa estúpida frase que ya tenía bastante harto al agente de ventas.

    -¿No tienes nada más original que decir?

    -¿No tienes un insulto más original para agredirme? Que poca imaginación, no me das juego.

    -¡Atragantate con la comida y morite, haceme ese favor!

    -Si me muero me extrañarías, a puesto a que llorarías mares.

    -No te creas tan importante.

    -¡Oh! ¡Takafumi! ¡Eres tan cruel conmigo! - Contestó escuchando las risitas de unas mujeres no muy alejadas de ellos, editoras del departamento zafiro, como de costumbre.

    -¿No te cansas de hacer escenas en el trabajo? - Preguntó resignado mientras rodaba los ojos el menor. -Saldré a fumar ¿Vienes o no?

    -Te acompaño. - Contestó levantándose junto a su pareja para dirigirse al pequeño patio donde estaba el sector fumadores.

    Ambos encendieron su vicio mientras Yokozawa miraba distraídamente a su pareja. Dio una larga calada a su cigarrillo sin apartar sus ojos del castaño, quizás debería dejar todo el show respecto a intentar atraer su atención y decirle al mayor que si, que estaba celoso, que dejara de revolotear cerca de esa mujer o que, en su efecto, no permitiera que ella estuviera siempre tan cerca pero hacer eso era todavía más complicado que simplemente poner a prueba sus nulas dotes de seductor. Era humillante tener que reconocer que estaba apabullado por la posibilidad de que aquella colorada pudiera ser del interés del editor.

    Suspiró cansinamente y negó suavemente con su cabeza.

    -¿En qué piensas?- Preguntó serio Kirishima, había notado esa mirada de Takafumi, como si intentara decirle algo pero al mismo tiempo negándose a hacerlo, no era nunca nada bueno dejar que el oso se dejará llevar por los teatros que armaba en su cabeza.

    -No es nada.- Respondió encogiéndose de hombros mientras daba una nueva calada. -Me quedaré también esta noche en tu casa si no te molesta.

    -Sabes que no, mi propuesta aún sigue en pie.

    -No es lugar para discutir eso, Kirishima.

    -Lo sé, solo te lo recordaba.- Contestó el castaño mirándolo de reojo, era raro que Yokozawa se invitara por su cuenta, por lo general era él quien tenía que invitarlo pero lo hacía feliz que el menor tomara la iniciativa. -Mandaré a Hiyo con mis padres este fin de semana, así que quédate. - Pidió preparándose para lo que seguro sería una discusión, sus intenciones estaban claras e implícitas en aquella frase y Yokozawa siempre armaba una escena con ese tipo de cosas antes de aceptar.

    -De acuerdo, pensaba quedarme de todos modos.- Contestó el agente de ventas con sus mejillas decoradas de rosa, evitando mirar a su pareja mientras luchaba por mantenerse estoico. -Y por cierto... lo otro.- Comentó aún sin dignarse a mirarlo a la cara. -Lo estoy pensado seriamente, pero aún no te daré la respuesta. - Aprovechando la obvia estupefacción del editor, tiró su colilla en el cenicero y se giró sobre sus pasos para regresar a trabajar.

    ¿Acababa de...? ¿Yokozawa acababa de aceptar tener un fin de semana de sexo con él sin rechistar? ¿Acababa de darle una respuesta prácticamente afirmativa a su pedido de vivir juntos? Para cuando volvió en si el agente de ventas estaba ya saliendo de la cafetería.

    -¡Espera! ¡Takafumi!

    Apresurado corrió tras él, alcanzando a subirse al ascensor a su lado, apoyándose en sus rodillas mientras recuperaba el aire una vez dentro del aparato.

    -¡Joder! ¡No me hagas correr así que ya tengo una edad! ¡Te dije que esperaras!

    -¡No era necesario correr como un desquiciado! ¡Y no me vengas con la carta de la edad, ese truco ya está gastado! - Contestó rodando los ojos, sonriendo divertido ante la agitación del castaño. -Estás fuera de estado, Kirishima, deberías hacer algo más que solo aplastar tu culo en la silla.

    -¡Te enseñaré qué tan fuera de estado estoy este fin de semana!- Refutó ya compuesto, con una mueca victoriosa al ver el sonrojo en el rostro del menor. -Mmmh ¿Así que de eso se trata? ¿Quieres que te lo demuestre, Takafumi?

    -¿Quién tiene cara de querer tal cosa?- Contestó molesto, desviando su mirada.

    -Vos, por supuesto.

    Rodando sus ojos llevó una mano a masajear el puente de su nariz. -Eres imposible.

    -Ay, pero así me amas.

    Takafumi se permitió sonreír para sus adentros, miró de reojo el panel del ascensor y volvió a mirar al editor. -Tienes razón, desgraciadamente te amo.- Contestó saliendo triunfal del aparato cuando este se detuvo segundo después dejando totalmente estupefacto al mayor que no demoró apresurado tras él.

    -¡Takafumi! ¡Dilo de nuevo! ¡No puedes soltarme eso en un momento así!- Chilló indignado. -¡¿Por qué siempre lo dices cuando no estoy preparado para grabarlo?! ¡Repitelo!

    -¡Piérdete! ¡Andá a trabajar! ¡Cómo si fuera a dejar que me grabaras diciendo algo como eso!

    -¡Takafumi! ¡Eres un jodido embustero y tramposo! ¡Eso no es justo!

    -Aprendí del mejor.- Contestó entrando a su área de trabajo. -¡Ahora lleva tu trasero a tu oficina y déjame en paz! ¡Tengo cosas que hacer!

    -¡Ah! ¡Eres un...! ¡Te voy a...! ¡Ah! - Chilló frustrado tirando sus cabellos hacia atrás con una mano mirando el rostro divertido y avergonzado de su pareja. -Por esta vez ganas, pero ya veras...- Amenazó antes de girarse para irse a trabajar de una vez.

    -¿Tienes cinco años o qué? - Preguntó viéndolo marcharse. El corazón estaba a punto de escapar de su pecho, estaba a punto de romperle las costillas por la fuerte que palpitaba contra estas, le estaban temblando las manos de los nervios y la emoción, menos mal que Kirishima estaba tan perdido en su indignación que no había notado su deplorable estado.

    Respiró profundo, al menos estaba feliz de haberle ganado una batalla verbal al mayor y de paso haber soltado sus sentimientos.

    De bastante mejor humor se dispuso a continuar con su trabajo.

    -.-.-.-.-.-

    Para las siete y media de la tarde el equipo completo de ayudantes y editores se dejaron caer sobre la mesa totalmente agotados.

    -¡Al fin! - Murmuraron casi al unísono.

    -¡Buen trabajo a todos!- Murmuró Kirishima guardando el manuscrito terminado en un portafolios. -Mañana a primera hora irá a imprenta.- Dijo masajeando sus cansados ojos. -Ijuuin-sensei espero que esto no se repita.

    -Ahmmhg...- Balbuceo el autor medio muerto sobre la mesa.

    -Ya puede ir a casa.- Dijo escuchando la exhalación de alivio de todo el equipo que pronto comenzaban a levantarse y a salir de la habitación, su mirada se posó en su autor, que aun seguía tirado en la mesa, casi podía ver el alma escapando de su cuerpo. -Ijuuin-sensei, si no fuera tan dramático y trabajara como corresponde no tendría que terminar en este estado.

    -Vete al diablo, Kirishima.- Contestó incorporándose débilmente, frotando su rostro con ambas manos para intentar disipar el cansancio.

    -Vaya a casa y descanse.- Pidió con una sonrisa, tras tantos años de trabajar juntos eran algo parecido a amigos, no se veían realmente fuera del trabajo pero tenían una gran confianza entre ellos.

    Shinka sonrió mientras se acercaba con una leve sonrisa de agotamiento. -Kirishima-san ¿Irá a casa o se demorara un poco más? - Consultó educada.

    -Me temo que demorare un poco, Shinka-san ¿Tienes problemas con devolverte en tren o me esperarás?

    -No sé preocupe, me disolveré en tren.- Contestó con calma.

    Ijuuin escuchaba el intercambio con el ceño apenas fruncido. -¿Ustedes se van juntos?- Consultó sintiéndose un poco perdidos.

    Ya estaban solo ellos en la sala así que la mujer no tuvo problemas en contestar. -Si, Kyo-san, vivimos en el mismo edificio así que Kirishima-san es muy amable al llevarme y traerme del trabajo ¿Usted en qué se va? No está en condiciones de manejar, podría tener un accidente.

    -En eso tiene razón, Kyo.- Agregó el editor en jefe con el ceño fruncido. -Vas a matarte si te duermes al volante y muerto no me sirves.

    -Muy gracioso, Kirishima-san.- Contestó el autor rodando los ojos. -¿Sabes manejar, Reika-san?

    La mujer parpadeó un par de veces antes de asentir. -Si, no tengo auto pero si sé manejar y tengo licencia ¿Por qué?

    -Perfecto, llévame a casa, luego te pago el taxi desde allí para que te devuelvas.

    -¡Ah! ¡Kyo-san, no creo que eso sea una buena idea!

    -¡Me parece una gran idea!- Contestó Kirishima ganándose una mirada enfurruñada de su editora.

    -¡Kirishima-san!

    -Es una orden de tu superior, Shinka-san, lleva a Ijuuin-sensei a su casa.

    -¡Ah! - Resopló dejando caer sus hombros. -De acuerdo, de acuerdo, vamos Kyo-san.- Pidió la mujer saliendo de la estancia.

    Ijuuin se giró un momento a ver a su editor antes de abandonar la sala, sonriendo ladino mientras la mujer se alejaba. -Gracias.

    -Me debes una muy grande, Kyo.- Alegó el castaño giñandole un ojo y con una sonrisa cómplice entre ambos los vio marcharse.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    El autor le había marcado el camino a su casa en el GPS a la mujer antes de acomodarse en el asiento del copiloto y quedarse profundamente dormido.

    Shinka suspiró, primera vez que salía del trabajo a un horario medianamente decente y tenía que desviarse del camino para llevar al voluble mangaka a su casa. No estaba realmente molesta, solo un poco decepcionada, ella ya se veía en su casa tomando un relajante baño de inmersión antes de preparar una cena decente por primera vez en la semana y había tenido que cambiar sus planes.

    Miró de reojo al autor a su costado profundamente dormido y sonrió. Pobre hombre, lucía agotado, lo entendía, realmente lo compadeció, esperaba que lo que fuera que estuviera aquejandolo se solucionara pronto, era un tipo muy agradable no le deseaba para nada ningún mal.

    Tras llegar al edificio aparcó en el lugar señalizado con el nombre del mangaka en el su suelo y se quitó el cinturón de seguridad, se veía tan tranquilo así dormido, no quería despertarlo.

    Bajó del auto tras apagar el motor, tomó sus cosas y se encaminó al otro costado del vehículo abriendo luego la puerta del acompañante, miró al hombre y ladeó un poco la cabeza ¿Podría cargarlo a su apartamento? No se veía tan pesado y ella tenía una excelente condición física, seguramente no sería problema cargarlo ¿Cuánto pesaría? ¿Setenta y cinco kilos? No era tanto, debía pesar más o menos lo mismo que ella, tenían casi la misma altura, él era apenas más alto que ella, el problema radicaba en realidad en que no tenía idea de cuál era exactamente el departamento del hombre.

    Suspirando se inclinó para tocar suavemente su hombro, sacudiendolo con delicadeza. -Kyo-san... Kyo-san... Ya llegamos, despiertese por favor.

    El hombre se removió un poco, apretando sus ojos y resistiéndose a despertar.

    -Kyo-san, podría cargarlo a su departamento pero no sé dónde es, despierte de una vez.- Pidió la mujer sacudiendo un poco más fuerte.

    -¡Ya desperté! ¡Ya desperté!- Se quejó al sentir las sacudidas más claramente frotando sus ojos con ambas manos mientras se incorporaba y se quitaba el cinturón de seguridad adormiladamente. -Rayos.

    -Necesita descansar, parece al borde de la muerte. - Comentó divertida la mujer mientras lo veía bajar del auto pagó apretar los botones para trabjar las puertas y activar la alarma.

    -Gracias por traerme, ven, acompáñame, llamaremos el taxi desde mi apartamento.

    Ambos subieron al ascensor y en pocos minutos estaban dentro del espacioso y extrañamente limpio departamento.

    -Tiene un hermoso lugar aquí.- Comentó la mujer instintivamente atraída a las bibliotecas que ocupaban casi toda la pared del salón, curioseando los libros, mangas y revistas con interés, intentado mantener la compostura y no empezar a gritar como una fan desquiciada cuando se topó con los manuscritos y dibujos inéditos del autor, tomandolos como si fueran la joya más valorada del mundo.

    -Gracias, Reika-san, me alegro que le guste.- Murmuró con voz cansada. -Ya que está aquí ¿Le gustaría acompañarme a cenar? Podemos pedir algo para comer.

    Girandose aun con aquellos tesoros en las manos miró al hombre de pies a cabeza. -¿Cuándo fue la última vez que comió algo decente? No hablo de comida rápida o delivery.

    -Bueno...- Con un gesto dudoso llevó su mano a su nuca, rascandola distraídamente.

    Negando con su cabeza, volvió a dejar las cosas donde estaban. -¿Dónde está su cocina? Mi cuerpo tambien grita por comida casera y de todos modos pensaba cocinar cuando llegue a casa.- Contestó acercándose a él con andar tranquilo. -La comida casera se disfruta mejor en compañía ¿No le parece?

    -En ese caso es por aquí, ven. - Relajadamente guió a la editora hasta su cocina y la mujer no demoró mucho en revisar su heladera y su despensa rescatando los pocos comestibles que tenía.

    -Kyo-san, no puede vivir así, necesita alimento decente ¿Cuándo fue la última vez que fue al mercado?

    -Eh ¿Hace dos o tres semanas?

    La mujer rodó los ojos. -Autores...- Resopló mientras se quitaba la chaqueta para dejarla colgando a un lado, lejos de donde pudiera mancharse con la comida. -¿Le molesta si me quito la camisa?- Consultó y al ver el gesto de sorpresa del hombre se apresuró a agregar. -¡Tengo una remera abajo, por Dios!

    El hombre comenzó a reírse sonoramente ante la aclaración. -Debe tener cuidado con sus palabras, Reika-san, pero no me molesta.

    Rodando los ojos la mujer negó suavemente. -Los hombres son unos mal pensados.- Protestó quitándose la delicada camisa para quedar con una musculosa en tirantes finos, dejando la prenda junto al blazer y usando una banda que tenía en la muñeca recogió su cabello en una coleta alta, abriendo el grifo para lavar las pocas verduras utilizables que había rescatado de la nevera. -¿Podría darme una tabla y un cuchillo, Kyo-san?

    El hombre entonces se movió con tranquilidad para facilitarle los utensilios a la mujer. -Bonitos tatuajes...

    -¿Ah? ¡Gracias! - Contestó sonriente ante el halago girando su rostro para ver de reojo el tatuaje en su brazo derecho que empezaba unos tres centímetros debajo de su hombro y bajaba hasta poco más de medio camino antes de su codo, era un hermoso atrapasueños del que caían tres plumas y tomando el cuchillo comenzó a cortar las verduras. -¿Podría poner agua a calentar una olla?

    -¡Claro! - Contestó disponiéndose a hacer lo pedido. -No pareces del tipo de mujer de tatuajes, pareces tan tranquila.

    Shinka no pudo evitar reírse ante sus palabras. -Según usted ¿Qué clase de mujer usa tatuajes?

    -No sé ¿Las que usa ropa de cuero, fuman y escuchan heavy metal?- Contestó arqueando una ceja.

    Aun riendo la chica negó con su cabeza.- ¿Y quién no le dice a usted que yo no soy ese tipo de mujer? No me conoce, Kyo-san

    -¿Entonces fumas y usas cuero?- Consultó risueño.

    -Si, de hecho.- Confirmó entre risas. -Bueno, ya no uso cuero, una madura, o al menos lo intenta, pero todavía tengo mi chaqueta de cuero con tachas y mis botas acordonadas hasta las rodillas.

    -Eres toda una caja de sorpresas.

    -Solo hemos trabajado juntos cuatro días ¿Usted qué cree?

    -Que me gustaría conocerla más, Reika-san. - Contestó relajadamente mientras la veía cocinar, apartándose para no estorbarle demasiado. -¿Entonces escuchas heavy metal?

    -Si, un poco, soy una persona del rock en realidad solo que no puedo presentarme a trabajar de mallas ajustadas y con una remera de the gazette ¿No le parece?

    El autor rió mientras se sentaba en un banco al otro lado de la isla, asintiendo con su cabeza. -Si, tenes razón, te verían raro.

    -Más que eso, me despiden por impresentable. - Bromeó alegremente.

    -¿Y qué significan?

    -¿Qué cosa?

    -Sus tatuajes ¿Qué significan? Digo, si es que significan algo.

    -Bueno él fénix en mi espalda representa a mi padre, ese fue el primer tatuaje que me hice cuando tenía veinte años.- Relató con tranquilidad refiriéndose al tatuaje que tenía sobre su columna entremedio de sus omoplatos donde podía verse un fénix resurgiendo de un cúmulo de cenizas hecho todo en tinta negra. -Él me cuida las espaldas a donde sea que voy.

    -¿Por qué un fénix? - Consultó curioso.

    -Bueno, es una criatura que me encanta y de alguna forma siento que a pesar de que él ya no está resurge de sus cenizas cada vez que lo recuerdo, sigue vivo en mi corazón de alguna forma. Es cursi ¿No le parece?

    -Un poco, pero es admirable y conmovedor que pienses así de él ¿Eran unidos, cierto?

    -Si, mucho.- Se limitó a contestar con la mirada un tanto entristecida.

    -¿Y él atrapa sueños?- Consultó cambiando de tema, no quería verla así, no quería verla triste, suponía que debía ser un tema doloroso, él aún tenía a sus padres y no quería ni pensar en el día en que eso ya no fuera así, debía ser doloroso.

    -Ese es el último que me hice, tiene dos años.- Comentó un poco más alegre. -Me lo dibujó Aki, le tengo mucho cariño.- Narró con una sonrisa mientras se giraba para colocar las verduras en el agua hervida. -¿Dónde tiene los condimentos?

    -En la estantería a tu izquierda. - Contestó mientras la veía moverse con gracilidad por el área.

    -Como le decía, ella me dibujo el tatuaje, fue una especie de apuesta, yo perdí y ella dijo que eligiría mi próximo tatuaje, un día llegó con este dibujo y me dijo que era para la buena suerte, para alejar las envidias y los malos sueños, que de alguna forma me iba a proteger y acepté, me pareció una buena idea y el dibujo es precioso.

    -¿Y tienes más tatuajes? - Consultó curioso, no le estaba pasando desapercibido la forma en que ella hablaba de aquella mujer, no era la primera vez que se la nombraba.

    -Si, tengo otros tres.

    -¿O y dónde están?

    -¿Por qué soy la única que está siendo interrogada aquí? - Contestó entre suaves risas mientras ponía a funcionar la arrocera.

    -Bien, bien, tienes razón ¿Qué quieres preguntar?

    La mujer se giró a él una vez dejó todo cocinándose y se apoyó de brazos cruzados en la mesada de isla, inclinándose al frente mientras veía al hombre con la cabeza ladeada. -¿Por qué estaba tan deprimido?

    -Ah, bien, que directa.

    -Perdón, no fui bendecida con la virtud del tacto.- Admitió ella con una leve mueca de culpa ganándose una cansada carcajada del hombre.

    -Bueno, no importa, tampoco es como si me molestara, pues...- La miró por unos segundos y luego suspiró dejando caer sus hombros ¿Valía la pena contarselo? Ella lo miraba expectante, de alguna forma confiaba en que podía hablar libremente con ella. -Se podría decir que sufro de un corazón roto.

    La mujer hizo una mueca antes de resoplar. -Ya veo, bueno, lo entiendo.- Contestó con una sonrisa ladina. -A todos nos han roto el corazón alguna vez ¿Cierto?

    -Es la primera vez.

    Ella lo miró sorprendida, parpadeando ante su afirmación. -¿Está bromeando, cierto?

    -No, Reika-san, he tenido relaciones antes pero nunca me había sentido tan vacío y roto como ahora.

    -Kyo-san...- Cerrando sus ojos respiró profundo y volvió a mirarlo. -Escuche no soy muy buena para consolar a la gente pero, lamento informarle que tenía que pasarle en algún momento, a todos nos rompen el corazón, el primer amor es difícil.- Admitió con una mueca en sus labios. -Pero no puede dejar que eso lo deprima tanto, llore, patalee y quéjese todo lo que haga falta, pero reconstruya su vida y lo más importante, no cierre su corazón

    -Hump ¿Quién podría fijarse en mi?

    -¿Está loco? - Contestó ella sorprendida ante esa pregunta, sobresaltando un poco al mangaka. -No diga burradas, es un hombre atractivo, joven, con una carrera envidiable y está entre los solteros codiciados de Japón, no me haga reir, no se autocopadezca que no tiene con qué ¡Por Dios, santo!

    Riendo ante el discurso negó con su cabeza. -Tampoco me conoce, Reika-san.- Contestó divertido. -Tengo un caracter complicado, mi vida es una montaña rusa emocional, mi trabajo es absorbente, puedo dormir tres días seguidos si me dejan y puedo ser jodidamente infantil cuando quiero, además soy un desastre mayormente para todo menos dibujar.

    La mujer comenzó a reírse al escuchar al mangaka defenestrarse a sí mismo y negó con su cabeza antes de devolver su atención a la comía. -Bueno, siempre hay un roto para un descocido.- Contestó encogiéndose de hombros. -Solo no pierda la confianza en si mismo, todos tenemos defectos y no por eso nos vamos a morir solos.

    -Eres muy optimista.

    -Puede ser, no es el primero que me lo dice. - Alegó entre risas. -Ponga la mesa por favor, la comida estará pronto.

    -De acuerdo.- Contestó calmadamente. -¿Y vos? ¿Tenes pareja?

    -No, por el momento no.- Contestó encogiéndose de hombros mientras veía por el rabillo del ojo como el sujeto empezaba a hacer lo que le había pedido.

    -¿Y sigues abierta al amor?

    -Es complicado. - Contestó mientras suspiraba. -Deje los platos aquí que ya los sirvo.

    Asintiendo, el hombre hizo lo pedido antes de dirigirse a la mesa para poner los vasos y cubiertos. -¿Por qué es complicado?

    -No es el único con un corazón roto.- Contestó ella con simpleza. -Estoy enamorada de un imposible.- Contestó con tranquilidad. -Pero, si, estoy abierta, ella no es la indicada para mi y lo sé, así que sigo esperando a esa persona indicada que me ame, me acepte sin querer cambiarme y que entienda que ella siempre va a ser importante para mi.

    -¿Ella?

    -¿Le molesta?- Contestó girándose a mirarlo mientras empezaba a servir el arroz.

    -No, no realmente, pero ¿No le parece que pide demasiado?

    -No.- Contestó encogiéndose de hombros. -Solo quiero alguien que me ame y por quien yo pueda sentir amor, ella está en mi vida, es parte de ella, es importante para mi y no podría apartarla de mí jamás, si la persona indicada llega sabrá entender eso.

    -¿No es un poco egoísta de su parte? Pedir que alguien la ame pero usted seguir enamorada de alguien más.

    La mujer negó nuevamente. -No me está entendiendo.- Alegó mientras se dirigía a la mesa con ambos platos en sus manos. -Si es la persona correcta y logra capturar mi corazón, no tiene porque preocuparse por ella porque dejaría de amarla de una forma romántica pero eso no quita que siga siendo alguien importante en mi vida.

    -Creo que la entiendo mejor ahora.- Comentó sentándose en su lugar mientras veía el plato colocarse frente a él, honestamente se veía suculento. -Gracias por la comida.

    -Disfrutala.- Contestó alegremente sentándose en frente del autor. -Le soy honesta...- Comentó mientras tomaba un poco de arroz entre los palillos. -Ya no la amo en realidad.

    -¿Perdón? ¿A qué se refiere?

    La mujer inspiró profundamente y miró el rostro agotado del autor con una sonrisa nostálgica en los labios. -Hace tiempo que me di cuenta que eso, ella es especial, es importante, es parte de los motivos que me mantienen activa y feliz pero, la veo, la veo feliz con su esposo y su hijo y me doy cuenta que hace años que no la amo de esa forma, que es nostalgia lo que siento, añoro la forma en que ella podía hacer acelerar mi corazón, sigue siendo realmente importante pero solo como mi amiga.

    -Hablas de Aki-san ¿No es así? Noté que es especial para ti cada vez que la nombras.

    -Si, soy muy obvia.- Alegó ella riendo mientras disfrutaba de la cena. -Pero como le digo, sé que no le interesa todo esto pero me siento cómoda hablando con usted.

    -Lo mismo digo, Reika-san.

    La mujer asintió con su cabeza y degustó un bocado antes de continuar hablando. -En realidad soy una romántica de clóset, así me llaman algunos amigos, odio que me digan así pero tienen razón.- Alegó rodando sus ojos mientras arrugaba su nariz en una mueca de disgusto. -Pero lo cierto es que nunca nadie me ha hecho sentir como me hacía sentir ella cuando estaba plenamente enamorada, me gustaría volver a sentir eso y ser correspondida ¿No es tanto pedir no cree?

    -Creo, Reika-san que tenemos muchas cosas en común. - Contestó el autor asintiendo con tranquilidad. -Por cierto, esto esta delicioso.

    -Está hablando su hambre, Kyo-san, con lo poco que tiene apenas pude cocinar algo decente.- Reprochó ella entre risas. -La próxima vez no será una cena tan mediocre.

    -Me alegra saber que habrá una próxima cena.- Bromeó entre relajadas risas.

    -.-.-.-.-.-.-

    Kirishima entró a su casa pasadas las ocho de la noche y sonrió al encontrarse tras cruzar el genkan a su hija y a su pareja preparando la cena. -¡Ya estoy en casa!

    -¡Bienvenido, papá!- Escuchó exclamar a su hija que se giraba a verlo con el delantal puesto y el cucharón en la mano.

    -Bienvenido.- Comentó Yokozawa girándose a verlo con el delantal negro puesto y frente a la arrocera. -Llegas temprano.

    -Si, al fin, Ijuuin-sensei terminó el bendito storyboard a tiempo, el plazo de vence mañana al mediodía, enviaremos el manga a impresión a primera hora.

    -Son buenas noticias, a ese autor tuyo hay que tenerlo vigilado.- Comentó el agente de ventas.

    -No tienes idea lo que es tratar con autores.

    -No, y espero que siga así, solo son mi problema cuando hay eventos.- Contestó viendo por el rabillo del ojo como el castaño se desplomaba en el sofá del living, recostandose cuan largo era mientras dejaba caer su brazo derecho por el costado, acariciando a Sorata en cuanto el gato fue a buscar mimos frotándose contra su mano. -¡Zen! ¡Quítate los zapatos! ¡Mancharas el sofá, descuidado!

    -¡Si, si! ¡Ya voy, querida!

    -¡Idiota!- Murmuró fastidiado al escuchar que lo llamaba de aquella forma. -¡No soy tu esposa, infeliz!

    -¡Entonces no me regañes!- Pidió divertido el editor desde su lugar.

    -¡¿Quieren dejar de discutir?!- Pidió Hiyo alzando apenas la voz, rodando sus ojos. -Papá, quítate los zapatos.

    -¡Oh! No me dejan ser...- Murmuró divertido ante la intervención de su hija, incorporándose para hacer lo pedido antes de volver a dejarse caer totalmente despatarrado.

    -¡No andes de vago y poné la mesa!

    -Takafumi estoy cansado... ¡Consentime ~! - Canturreo desde su lugar.

    -Ay por el amor de Dios... - Murmuró para sí mismo el agente de ventas que contra todo pronóstico se dispuso él mismo a poner la mesa, Zen realmente debía estar agotado, había sido un fin de ciclo realmente duro y no quería presionar demasiado, en pocos minutos él y Hiyo tenían me mesa servida.

    -¡Papá, a comer!- Lo llamó la pre-adolescente acercándose a su padre para sacudirlo despacio por el hombre, el castaño se estaba ya dormitando, realmente debía estar agotado para dormirse de esa forma en el sofá.

    -Ya voy.- Murmuró levantándose para luego arrastrarse hasta la mesa, inspirando el delicioso aroma del curry recién hecho. -Mmmh, delicioso, gracias por la comida. - Dijo antes de comenzar a disfrutar de sus alimentos. -¡Increible! ¡Les quedó genial!

    -¡Gracias papá!- Afirmó la niña sonriendo orgullosa ante los halagos, disimulando el leve rubor en sus mejillas, le gustaba poder consentir a su trabajador padre con ese tipo de cosas.

    -Tengo la mejor hija y la mejor esposa del mundo. - Afirmó el editor.

    -No tienes esposa, idiota.

    -¿Y vos qué?

    -¡Zen! - Protestó, odiaba cuando el hombre hacía ese tipo de bromas frente a Hiyori, no importaba cuánto tiempo pasara, seguía irritado ¿Qué no se daba cuenta el idiota que la chica podría empezar a notar algo raro en sus bromitas de mierda?

    -Papá, no está bien que le digas así a Onii-chan.- Regañó la niña mirando a su padre con el ceño fruncido, Yokozawa estaba al menos feliz de que la pequeña fuera más sensata que su progenitor. -En todo caso sería tu esposo.- Corrigió la obviedad.

    -¡HIYORI!- Gritó el jefe de ventas casi ahogándose con sus alimentos viendo desencajado a la preadolescente que le sonreía con completa inocencia y una sonrisa idéntica a la de su padre.

    -¿Qué pasa Onii-chan?

    Zen se había recostado contra el respaldar de su silla sujetando su estómago con las dos manos mientras estallaba en estruendosas carcajadas.

    -¡¿Y vos de qué mierda te reis pedazo de idiota?!

    El editor simplemente no podía parar, su estómago y sus mejillas le dolían, estaba a punto de llorar por el ataque de carcajadas. -¡Ay no puedo! ¡No puedo!

    -¡Zen!

    Un poco más calmado el hombre se incorporó limpiando sus ojos de las lagrimillas mientras miraba a su hija. -Bien dicho, Hiyo ¡Esa es mi hija!

    -¡No celebres este tipo de...! ¿Ay, para qué me gasto? - Se quejó frotando su cara con una mano.

    Hiyo reía discretamente ante la actitud de ambos adultos y le dedicó una amplia sonrisa a su padre, encogiéndose apenas de hombros. -Por cierto papá ¿Puedo quedarme este fin de semana en casa de Yuki-chan? - Preguntó con sus ojos brillantes y expectantes.

    -¿Todo el fin de semana?- Preguntó el hombre sorprendido.

    -Si bueno, es que mañana habrá una pijama party en su casa con otras compañeras y luego el sábado queremos ir al cine pero la función es algo tarde y la madre de Yuki-chan dijo que si me dejas ella puede llevarnos y luego podría quedarme el sabado tambien ¿Puedo? ¿Me dejas?

    El castaño pareció meditarlo unos segundos, él pretendía mandar a su hija con sus padres por el fin de semana, la adoraba, era su pequeña pero tenía interesantes planes con su pareja, era mejor así, no molestaría a sus padres y Hiyo la pasaría mejor con sus amigas. -Si puedes, pero déjame hablar con la madre de Yuki-chan primero ¿Está bien?

    -¡Si! ¡Gracias papá!

    -¿Qué? ¿No hay abrazo?

    -¡Ya estoy grande para eso!

    -¡Nada de "estoy grande"! ¡Me abrazas o no hay trato! - Chantajeó divertido, le conmovían tanto como le preocupaban esos cambios en su pequeña, como ya no querer tantos besos y abrazos, ya no querer ositos de regalo ¡Ahora encima le venía con que iba a tomar té porque estaba grande para la chocolatada! ¿A quién le había permiso su hija para crecer tan rápido?

    -¡PAPÁ!

    -Zen, déjala tranquila. - Intervino el agente de ventas negando suavemente con su cabeza.

    -¡No! ¡Quiero mi abrazo~!

    -Papá, eres peor con un niño.

    -¿Desde cuando le copias las frases a Takafumi?

    -Lo que pasa es que tengo razón. - Atajó el agente de ventas con cierta diversión.

    La cena transcurrió sin más percances, entre el agente de ventas y la niña se habían encargado de dejar todo impecable y luego llegaron las despedidas a la hora de dormir. Yokozawa había optado por tomarse un baño antes de acostarse y para cuando entró a su habitación, por que sí, empezaba a asimilar que esa era su habitación sonrió al encontrarse al castaño despatarrado boca abajo y roncando.

    Se acercó sigiloso a la cama y se inclinó para dejar un suave beso sobre la frente del mayor antes de treparse al colchón haciendo su mayor esfuerzo para no despertarlo, arropandolos a ambos mientras se permitía acomodarse contra él, abrazándolo contra su cuerpo para ser quien apoyaba su pecho contra la espalda del editor.

    -Buenas noches. - Susurró antes de cerrar sus ojos y permitirse descansar.

    -.-.-.-.- Continuará. -
  2. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Martes 4 de junio del 2019.

    En la guerra y en el amor todo se vale.

    Capítulo 3: ¿Para qué están los amigos? ¡Para dar malos consejos, por supuesto!

    by Sioa Shun Uchiha-san


    Estaba lo que se dice destruída, después de un fin de semana cargando y desarmando cajas, moviendo muebles, armando muebles, acomodando sus pertenencias, limpiando y un primer día de trabajo infernal donde había sentido su cerebro explotar con toda la nueva información que metieron a presión en su sistema, desde como pegar fondos de mangas, detalles de edición, sus funciones como editora hasta estar hasta las dos de la mañana ayudando con un manuscrito mientras conversaba con el mangaka para mantenerlo animado.

    Al llegar a su casa había caído rendida al colchón en el suelo y apenas había podido dormir unas cuantas horas, su alarma sonó a las seis y media de la mañana, estuvo tentada a arrojar el teléfono contra una pared ¿Por qué bosta había elegido ser editora? ¿No podía ser algo más sencillo? ¡No sé! ¡Pastelera! ¡Algo que no le quitará años de vida por día laboral cumplido!

    Se levantó con pesadez del colchón, fue a bañarse y luego miró su armario con desgana, ese día no le importaba verse "bonita" solo quería estar cómodo, iba a tener un largo día, menos mal que su jefe vivía enfrente para llevarle a trabajar, se vistió con un largo pantalón palazo de vestir en color azul marino, zapatos negros, una camisa blanca y un blazer del mismo que el pantalón, buscó su maletín y fue a hacerse un café mientras se miraba en el espejo, haciéndose una coleta alta para luego mientras esperaba que se hiciera su desayuno, maquillandose solo lo necesario para disimular sus ojeras. Kirishima iría a buscarla en cualquier momento, primero había sido un gran shock saber que su vecino era su jefe pero luego se había relajado, era un hombre agradable y carismático además parecía ser un buen jefe, paciente y entregado a sus labores.

    Pasaban de las siete y cuarto cuando escuchó los golpes a su entrada y caminó con la taza de café aun en la mano para abrir.

    -Buenos días, Kirishima-san.- Saludó con alegría. -Lo esperaba un poco más tarde, pase me terminó el café y nos vamos.- Dijo la joven dándole entrada a su vecino.

    -Permiso.- Murmuró entrando tranquilamente en la casa mientras la chica terminaba su bebida. -Buenos días, perdón por venir temprano pero le dije a Takafumi que iría a recogerlo para que fuéramos juntos a trabajar.- Comentó el hombre mirando curioso el apartamento, ya que el sábado apenas si había prestado atención, encaminandose al salón para ver curioso las bibliotecas de la jove.- Oh, veo que es una gran fan en serio de Ijuuin-sensei.- Comentó mientras recorría con la vista los lomos de los mangas y los libros. -Ah ¡También de Usami-sensei!

    -Si, si, me encantan.- Afirmó alegre mientras terminaba su café y enjuagaba su casa, mirándolo desde su cocina.

    -Veo que también es fanática del BL y el horror.- Comentó mientras miraba impresionado la basta colección de la chica, recorriendo los lomos con sus dedo índice derecho.

    -Si, a Hiyo-chan le llamó la atención un par de mis títulos BL y Yaoi, pero le dije que no podía prestarselos.- Comentó algo sonrojada. -No dejé que los viera bien en realidad, no quería tener problemas con su padre en cuyo caso descubriera que alguien le había dado algo así.- Admitió algo nerviosa. -Aunque tampoco le iba a dar algo tan subido de todo, es una nena.

    Kirishima lo miró boquiabierto un segundo antes de comenzar a reírse. -¿En serio te pregunto por BL?

    -Creo que en realidad no debería decirle esto, no la regañe por favor, solo se emocionó cuando vio mi colección de mangas y muchas cosas que ella no conocía y cuando me despisté notó que tengo varios de BL, me pidió que le explicara qué era y luego me pidió prestado algo para leer.- Comentó apenada -Le expliqué más o menos, espero que no le moleste.

    -No, no, esta bien, me guste o no está creciendo pero me sorprende un poco que le llamara la atención, puede prestarle algo mientras no sea muy atrevido, tiene mi permiso Shinka-san.

    -Oh, bien, me alegro entonces.- Dijo tomando su maletín con tranquilidad, acomodándose un mechón tras su oreja. -¿Nos vamos, entonces?

    -Si, vamos, antes de que se nos haga tarde y Takafumi decida irse en lugar de esperarnos. - Comentó alegremente saliendo del departamento con la chica y pronto estaban charlando animadamente en el auto del mayor camino a la casa del agente de ventas.

    -Es bueno ver que son amigos tan cercanos.- Comentó la mujer mientras estacionaba frente a un edificio departamental. -La gente en Marukawa es tan amable.

    -Pffff - El editor en jefe no pudo evitar empezar a reírse a carcajadas. -Eso pasa porque todavía no conoces a nadie, ya cuando tengas tu primeras reuniones y veas a gente de otros departamentos vas a cambiar de idea ¿Has hablado con nuestro director? Marukawa es un manicomio.

    -¿Qué editorial no es un manicomio? - Bromeó alegremente. -¿Se refiere a Isaka-san? A mi me pareció una persona divertida en la entrevista.- Comentó despistada la joven.

    -Ya verás lo que es ese hombre...- Contestó alegremente Kirishima riendo ambos con alegría.

    Yokozawa al ver el auto de su pareja estacionarse frente al edificio salió apresuradamente, enfundado en uno de sus elegantes trajes grises pero cuando logró acercarse lo suficiente notó con desagradable sorpresa que el asiento del acompañante no estaba libre, que en el que era su lugar estaba esa mujer, su ceño se frunció inmediatamente mientras los veía hablar animadamente entre risas y con enfado al llegar junto al vehículo abrió la puerta trasera. -¿Qué mierda hacías que llegas tarde? ¡Estaba a punto de irme a tomar el tren!

    -¡Ey! ¡Takafumi! ¿Por qué tan enfadado tan temprano?- Preguntó divertido el editor en jefe girando su cabeza para saludar a su amante, notando entonces que debió haberle dicho que Shinka que se pasara para atrás antes de que su oso se subiera al auto. -Perdón, perdón, me desperté algo tarde. Buenos días.

    -Hmp...- Contestó escuetamente ¿Por qué mierda Kirishima estaba llevando a esa mujer? ¿Por qué no le había dicho nada respecto que pasaría a buscarlo junto a ella? Era desagradablemente temprano para sentir sus órganos internos jugando a la guerra por culpa del revoltijo de celos. ¡No podía creerlo! Comenzaba a odiar a esa chica.

    -Buenos días, Yokozawa-san.- Saludó alegremente la joven, ignorando por completo que el jefe de ventas estaba casi planeado su homicidio en su cabeza, para ella ese hombre siempre se veía mal humorado, al menos todas las pocas veces que se lo había encontrado tenía esa expresión amarga en el rostro, no se lo tomaba personal, suponía que solo era alguien difícil de tratar pero no tenía problemas con eso.

    -Buenos días.- Saludó casi mordiendo las palabras mientras Zen arrancaba el vehículo para dirigirse a la editorial.

    No demoraron mucho en llegar a su lugar de trabajo entrando juntos sin embargo mientras Shinka estaba caminando al ascensor notó que los otros dos hombres se retrasaban un poco. -¿No vienen?- Preguntó curiosa.

    -¡Adelantata Shinka-san! Tengo que arreglar algo con Takafumi.- Alegó el castaño despidiéndose mientras tenía al agente de ventas tomado del brazo, hablando por encima de él antes de que proteste, la mujer solo se encogió de hombros y subió al ascensor para dirigirse a su puesto de trabajo, donde sus compañeros le indicarían el cubículo que ocuparía de ahora en adelante ya que el día anterior no había salido de la sala C en todo el día.

    -¿Se puede saber que quieres, Kirishima?- Cuestionó de mala manera Yokozawa mientras veía a la chica marcharse sin ellos de reojo. -No tengo tiempo para tus estupideces.- Alegó cruzándose de brazos, alejándose un poco de las chismosas de las recepcionistas para no volver a convertirse en rumor de pasillo como ya era casi habitual.

    -¿Qué te ocurre? Estás más gruñón de lo normal.- Contestó el castaño arqueando una ceja.

    -Nada.- Contestó simplemente frunciendo un poco más el ceño ¿Cómo era posible que siempre pudiera ver a través de él?

    -Ey, Takafumi no sé qué ideas estás teniendo pero...

    -¡Kirishima-san! ¡Yokozawa-san! ¡Buenas días! - Interrumpió un sonriente Henmi, totalmente ignorante de la situación entre ellos como siempre. -Hoy tiene junta con el departamento de finanzas, ya tengo los informes que me pidió ayer. - Alegó sonriente. -Los dejaré sobre su escritorio apenas llegue a la oficina.

    -Déjame verlos ahora Henmi, vamos.- Contestó el jefe de ventas dejando a Kirishima con la palabra en el boca mientras se alejaba con su subordinado que revisaba el maletín para entregarle los papeles con una sonrisa alegre.

    Zen frunció el ceño, Henmi le agradaba pero odiaba esa capacidad para ser inoportuno que tenía el chico y algo molesto se encaminó tras ellos al ascensor escuchándolos hablar de trabajo mientras miraba a Yokozawa con un claro mensaje en sus ojos "Vamos a hablar de esto después" y cuando el ascensor paró en el piso de ventas sonrió ante la despedida de Henmi. -Hasta luego Henmi-san y Takafumi, te veré en la hora del almuerzo. - Se despidió sonriendole mientras la puertas del aparato se cerraban.

    -Ey, no decidas por vos... mismo.- Terminó de decir luego de que las puertas estuvieran totalmente cerradas con la maquinaria siguiendo su curso. -Tsk, este idiota. - Murmuró molesto para luego disponerse a irse a continuar con su trabajo.

    -.-.-.-.-

    Japun era el infierno en vida, tras la llegada de Ijuuin a la editorial y la presentación de otros manuscritos todos los editores estaban corriendo para todos lados, se escuchaban las voces de varios discutiendo por teléfono con la imprenta, con autores, Shinka, Kirishima y Yamada estaba metidos en de nuevo en la sala C trabajando junto al mangaka estelar rodeados de ayudantes que lucían agotados, rodeados de tazas de café y latas de bebidas energéticas.

    -Me alegra ver que está de mejor humor hoy, Ijuuin-sensei.- Comentó Shinka con una sonrisa cansada pero dulce dejando junto a él una taza de café. -Siga así, vamos a buen ritmo, si se sigue esforzando llegaremos a tiempo con el plazo..

    -Gracias Shinka-san.- Contestó con voz algo arrastrada mientras tomaba la taza para darle un leve sorbo antes de dejarla en la mesa. Kirishima parado junto a él revisaba las hojas que ya habían avanzado para luego interrumpiera la charla.

    -Tienes que cambiar esto Ijuuin, el ángulo está mal, se ve extraño.- Alegó señalando el fallo mientras ponía la hoja frente a él, la mujer estiró un poco su cuello para poder observar los errores que su jefe marcaba y la conversación que sostenían con el artista mientras éste accedía a hacer algunos cambios en el dibujo antes de ser llamada por otro de los asistentes para terminar sentada nuevamente pegando fondos y hacer delineados.

    La hora seguía corriendo y estaba segura de que no iban a parar pronto para descansar un poco, había demasiado que hacer en poco tiempo.

    -.-.-.-.-

    Yokozawa gruñó, le había escrito a su pareja dos mensajes para preguntarle si pensaba bajar a comer o no pero ni siquiera le había contestado, eran más de la una de la tarde y ahí estaba él, almorzando solo como un imbécil.

    -¡Takafumi! - Se sobresaltó al escuchar su nombre y se giró para encontrarse el gesto cansado y la sonrisa arrogante de su viejo amigo. -Me alegra verte aquí, si no es en el trabajo no nos vemos jamás.- Alegó sentandose despreocupadamente a su costado.

    -¡Ey, Masamune! ¿Quién rayos te invitó a sentarte? - Se quejó mientras lo veía acomodarse a su lado.

    -¿Ah? No me digas que esperabas a alguien más.- Contestó acomodándose con su bandeja de almuerzo de forma totalmente descontracturada. -¿A cierto editor de Shounen, quizás? - Preguntó con saña y burla con una sonrisa ladina y mal intencionada.

    -¡Pudrete, Masamune!- Escupió su respuesta con fastidio.

    -¡Ey, ey! ¿Qué te pasa? ¿No te tocó anche? Estás más irritado de lo normal.- Alegó divertido.

    -¿No deberías estar molestando a Onodera en lugar de venir a romperme los huevos a mi?- Devolvió el ataque sonriendo con satisfacción cuando notó el gesto de enojo de su viejo amigo.

    -Ese desgraciado se me escapó, no sé como lo hizo.- Contestó rodando los ojos mientras se disponía a comer.

    -Deberías dejar de acosarlo en la oficina, ya suficiente con que invades su casa.- Alegó encogiéndose de hombros. -No sé cómo te soporta.

    -Wow, en serio andamos de amargada hoy ¿No? ¿Qué pasó? - Contestó agudamente mientras lo miraba de reojo divertido.

    -Nada, déjame en paz.- Protestó mientras intentaba concentrarse en comer su almuerzo.

    -Hump, claro... y yo soy la reina Isabel primera.

    -Claramente lo eres, al menos lo caprichoso te va ¿Cómo te verías con vestido, Masamune?- Consultó arqueando una ceja.

    -No mejor que tu amigo, aun tengo guardada esa foto con vestido de novia que envio tu querido Kirishima.- Contestó soltando una sonora y burlesca carcajada al ver el rostro del agente de ventas mutar a morado en pocos segundos.

    -Deberías borrar ese pedazo de mierda.- Contestó con notorio enfado. -¡No lo llevaba puesto, Kirishima solo lo puso delante de mi! - Se defendió ofuscado.

    -Claro, claro, oso gruñón ¿Cómo está Sorata?- Consultó cambiando de tema, podía darse cuenta que algo no andaba bien con su viejo compañero y no quería tirar demasiado de la tensa cuerda.

    -Bien, es un gato viejo, mañoso, mimado y feliz, Hiyori cuida bien de él.- Contestó encogiéndose de hombros. -Esta bien, su último control salió perfecto.

    -Ya veo, sabes hace mucho no salimos a beber, si tengo suerte terminaré con todo a tiempo hoy ¿Salimos esta noche? Yo invito.- El agente de ventas arqueó una ceja ante sus palabras pero luego dejó ver una leve y relajada sonrisa.

    -Esta bien, cuando termine pasaré a buscarte para irnos juntos.- Contestó encogiéndose de hombros.

    Ambos terminaron de almorzar entre charlas laborales y tribales para luego subir juntos al ascensor para volver a sus respectivas áreas.

    -.-.-.-.-

    Para cuando había logrado tomar un descanso, Kirishima notó preocupado que ya pasaban de las tres y media de la tarde y al ver su teléfono resopló resignado al ver que Yokozawa le había escrito hacía un par de horas para almorzar.

    Desganado le escribió una escueta disculpa mientras bajaba a comer algo y fumar un cigarrillo antes de regresar a su condena persona.

    "Ositoooo, lo siento mucho, estaba tapado de trabajo apenas puedo bajar ¿Dónde estás? ¿Paso a verte?" Rezaba el mensaje.

    "¿Cómo que "osito"? ¡Madurá idiota! No estoy en la editorial, salí a hacer unas rondas." Le llegó apenas unos segundos después la contestación cortante que le hizo sonreír, al menos Takafumi no parecía tan molesto como esa mañana.

    "Solo es un apodo cariños, deberías ponerme uno ¿No te parece? Esa clase de cosas las hacen las parejas ¿Qué tal si me dices "cariño"? ¿Sugar? ¿Honey? Ese último tendría sentido, tu eres mi osito y yo soy tu Honey" Contestó con una sonrisa ladina mientras imaginaba la cara que pondría su malhumorado novio al leer ese mensaje.

    "¡ESTAS LOCO! ¡Y UNA MIERDA! ¿Terminaron de morir las pocas neuronas que te quedaban, infeliz?" Tuvo que controlarse para no comenzar a reírse como idiota en medio de la cafetería donde cualquiera podría verlo haciéndole caras bobas al celular como si fuera un adolescente hablando con la chica que le gusta pero antes de que pudiera contestar un segundo mensaje entro. "De cualquier manera, quería avisarte que me iré con Masamune a beber esta noche, no iré a tu casa tampoco, no creo que bebamos demasiado pero no quiero llegar a ver a Hiyo oliendo a alcohol y tabaco"

    Hizo una leve mueca, no le molestaba que Takafumi fuera a beber con su amigo, no tenía celos de Takano, sabía que eso era agua vieja y le parecía de hecho genial que el oso hubiera podido recuperar su relación con su mejor amigo después de todo lo que había pasado, eso era algo que muchos no lograban y hubiera sido triste que su oso perdieran a alguien tan importante totalmente, pero ya era el segundo día seguido que su pareja se escabullia con excusas tontas para no ir a dormir a su casa y eso sumado a su mal humor aumentado le estaba haciendo sospechar que de nuevo el menor estaba lidiando con problemas por su cuenta, inventando fantasmas donde no los había y cuando eso pasaba las cosas podrían ponerse feas de la noche a la mañana por simples tonterías. "De acuerdo, le hablaré a mi madre para que cuide de Hiyo también hoy pero ¿Estás bien? ¿No está pasando nada extraño por tu cabeza?"

    "Solo saldré con Masamune ¿Qué diablos insinuas? Déjame tranquilo" La respuesta le hizo torcer el gesto, si, definitivamente algo olía mal en todo eso.

    "Bien, fingiré que te creo, solo si vienes a despedirte de mí antes de irte con Takano ¿De acuerdo?"

    "¿Qué tienes? ¿Cinco años? Zen, estoy por llegar a librería no me vengas con estupideces." El editor miró seriamente la pantalla por unos segundos y luego contestó rápidamente mientras tomaba un poco de su refresco.

    "Ayer dijiste que ibas a despedirte de mí y no lo hiciste, si no vienes hoy creeré que me estas ignorando, Takafumi."

    "Eres peor que un mocoso, Zen, por el amor de Dios, bien, iré a despedirme, ahora no me jodas que tengo trabajo que hacer, ve a trabajar también y deja el celular."

    "Estoy almorzando, no me regañes osito. Te amo, Takafumi" Esperó la respuesta, sonriendo divertido al ver que su mensaje se había quedado simplemente en visto y decidió solo terminar su alimento para poder fumar un cigarrillo después antes de volver a sus funciones con la imagen de su seguramente abochornado novio murmurando insultos por lo bajo por su último mensaje.

    -.-.-.-.-

    Ijuuin miraba de reojo a la nueva editora a su costado mientras él continuaba con sus dibujos, Kirishima había bajado a almorzar así que se sentía un poco menos presionado sin su viejo editor respirandole en la nuca y señalándole correcciones. -¿Qué edad tiene Shinka-san?- Preguntó al aire fingiendo no prestarle atención.

    La mujer que continuaba haciendo delineados contestó sin levantar la vista de su trabajo. -¿Cuántos cree que tengo?

    -Cualquier respuesta que tenga a eso va a ser incorrecta, así que me abstengo, las mujeres son susceptibles con eso.- Contestó el mangaka con serenidad pero una sonrisa ladina en su boca.

    -Al menos tiene sentido de la prudencia, Ijuuin-sensei, es bueno saberlo.- Contestó la broma mirándolo apenas de reojo sin distraerse demasiado. -Debe creer que soy joven, todos piensan que tengo menos edad de la que cargo.- Alegó la mujer. -Pero tengo treinta años.- Explicó con tranquilidad.

    -Ah, no es mucho menor que yo.- Contestó con cierta sorpresa. -Solo me dio curiosidad, dijo que lee mi manga desde los diecisiete años.- Dijo al aire, ignorando la mirada curiosa de sus ayudantes que estaban sorprendidos por esa interacción, él no era conocido por ser precisamente comunicativo o agradable mientras estaba trabajando.

    -Si, desde su primera publicación que lo sigo.- Alegó ella sintiendo que la mirada del otro editor en la sala, un tal Shizuku Ishi, la vigilaba con profundo desprecio y gesto un tanto perturbado, nos sabía cuál era el puto problema de ese chico, pero desde que los presentaron esa mañana se había portado demasiado desagradable con ella. No lo entendía. -Si quiere le explico la historia de cómo llegó a mis manos su manga.

    -Eso me gustaría me da curiosidad, es bueno conocer las historias de los fans.- Contestó con tono más afable a pesar de lo cansada que sonaba su voz.

    -Cuando quiera, pero esas historias se disfrutan más con una cerveza en la mano.- Bromeó la mujer con tranquilidad sin despegar su vista de la hoja en que trabajaba.

    -Luego de que terminemos el manuscrito la invitaré a beber, se lo debo por subirme el animo.- Contestó el mangaka ganándose una melodiosa risa de parte de la colorada a su costado.

    -Claro, si sobrevivimos hasta el viernes aceptaré encantada.- Alegó escuchando la puerta de la sala abrirse viendo entrar a su jefe con andar más tranquilo.

    -¡Ijuuin-sensei ¿Avanzó algo en mi ausencia?! - Preguntó mientras se acercaba.

    -Ahí están las dos hojas.- Contestó el hombre señalando las páginas a su costado que aún no habían llegado a manos de sus ayudantes esperando el visto bueno del editor en jefe quien las miró atentamente volviendo a pararse a la izquierda del autor, justo tras él.

    -Estan perfectas, continue.- Alegó pasando los papeles a los ayudantes para que siguieran con los tramados, texturas, fondos y delineados.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-.-

    Para cuando dió por terminada su jornada eran más de las seis de la tarde, le escribió a Takano un rápido mensaje para preguntar si ya estaba listo para salir y recibió una contestación que rezaba un "Dame media hora, te veo en la entrada."

    Tras juntar sus cosas suspiró y se despidió de los pocos subordinados que quedaban en el área para luego dirigirse al ascensor, usaría esa media hora para ir a despedirse de su exigente novio. ¡Las cosas que hacía por ese bastardo!

    Marcó el piso correspondiente mientras suspiraba, la imagen de aquella mujer hablando relajadamente y entre risas con el editor aun le revolvía el estómago desde esa mañana pero intentaba ignorar la sensación. No quería pensar en eso, se iría de copas con Masamune espero que eso al menos lograra distraerlo un poco de sus preocupaciones.

    Cuando las puertas se abrieron se bajó y dirigió su andar a la oficina principal de Japun donde se supone estaría su pareja más al llegar uno de los editores claramente al borde del colapso le informó que el jefe se encontraba en la sala C supervisando a Ijuuin-sensei y con desgana movió su cuerpo en esa dirección.

    No sabía porque Kirishima se empeñaba en despedirlo cuando estaba tan ocupado. Al verse frente a la puerta tocó dos veces antes de abrir. -Buenas tardes, disculpen la interrupción.- Entró haciendo una leve reverencia con la puerta aun en su mano.

    -Buenas tardes, Yokozawa-san. - Contestaron la mayoría alzando sus cansadas miradas en dirección al jefe del departamento de ventas y el oso gruñón frunció instintivamente el ceño al ver a esa mujer sentada entre los demás para su gusto demasiado cerca de su editor, aunque siendo justos estaba el autor en medio de ellos.

    -¡Ah! ¡Takafumi! ¿Ya te vas?- Preguntó dejando el manuscrito que revisaba desde el principio sobre la mesa para luego acercarse a su pareja con pasos rápidos.

    -Son las seis de la tarde, Kirishima-san.- Le hizo notar, sabía que el mayor solía perder la noción de tiempo y espacio cuando estaba trabajando. No lo culpaba, a él le pasaba lo mismo.

    -¡Mierda! ¿Tan tarde ya?- Cuestionó girándose un momento a ver a los dejasm. -¡En seguida regreso!- Informó saliendo de la sala junto al menor y cerrando la puerta tras ellos.

    -¿Qué crees que haces? ¡Estas ocupado!- Le recordó arqueando una ceja.

    -Solo soy un buen novio y te acompaño a la salida.- Murmuró cerca de su oído haciendo que el hombre se sobresaltara y se alejara un par de pasos de él.

    -¡No soy un maldito niño que tengas que llevar de la mano a la salida!

    -Ey, no digo que lo seas, solo tengo un buen gesto contigo, aprecialo.- Lo acusó infantilmente golpeando su pecho con dos dedos. -Ven, vamos.- Pidió empezando a caminar en dirección al ascensor.

    Sabiendo que era una batalla perdido y que cuando Kirishima tenía un objetivo nada de lo que él hiciera lo haría cambiar de opinión, solo suspiró y siguió sus pasos. -Se ve que están con demasiado trabajo ¿Seguro tienes tiempo para esto? - Consultó dentro del cubículo de metal.

    Con una sonrisa, el mayor tomó su corbata, tirando de ella para acercar a su pareja una vez las puertas se cerraron y le robó un rápido pero apasionado beso. -Te lo digo todo el tiempo, siempre tengo tiempo para vos.

    -¡¿Qué haces infeliz?!- Se quejó sonrojado, retrocediendo todo lo que el limitado espacio le permitía, tapando su boca con una mano mientras fingía fastidio. -Estamos en la oficina ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas eso aquí?!

    -Al menos me das permiso para hacerlo en otro lado.- Alegó divertido.

    -¡Ey! ¡No des vuelta mis palabras!- Protestó desviando la mirada. -Eres imposible.

    -Vamos, te gusta, deberías ser más honesto, osito.

    -Qué te jodan.

    -Lo estás diciendo mal.- Contestó bromista pero antes de que el otro replicara se encogió de hombros. -Solo avísame cuando estés regresando a casa, quiero saber que llegas bien.

    -No voy a embriagarme, Zen, solo son un par de copas.- Contestó rodando los ojos. -No soy un niño, soy perfectamente capaz de cuidarme solo.

    -Solo me preocupas, Takafumi, avisame por favor, quizás pueda irte a buscar si de casualidad coinciden nuestros horarios. - Contestó escuchando el tintineo del aparato que les avisaba que habían llegado a planta baja y bajaron juntos para dirigirse a la entrada de la editorial, Takano aun no llegaba, asi que Kirishima aprovecho para una vez afuera encenderse un cigarrillo.

    -Te preocupas demasiado.- Alegó algo apenado, encendiendo también su vicio negando levemente con su cabeza con aparente resignación. -Bien, te avisaré cuando esté por volver a casa.

    -Bien, oye, Takafumi, sobre lo de esta mañana...- Comenzó a hablar pero se vio interrumpido cuando la puertas se abrieron y Takano se apersonó entre ellos.

    -Listo, Takafumi, nos vamos.- Alegó reparando entonces en el castaño. -Ah, buenas tardes, Kirishima-san.

    ¿En serio? ¿No podía tener un puto momento para hablar tranquilo con su Oso? ¿Por qué todos interrumpían? -Buenas tardes, Takano-san.- Saludó con gesto amable, conteniendo su fastidio.

    -Se ve de la mierda.- Comentó Takano con una sonrisa ladeada al notar el agotamiento escrito en toda la cara del jefe de Japun.

    -Es un ciclo difícil.- Contestó soltando una leve risa, había llegado a tener cierta afinidad con el jefe de Emerald después de que Yokozawa le contara abiertamente al morocho sobre la relación que ellos sostenían, no eran amigos, pero sí que había un trato amistoso. -Usted tampoco se ve tan bien.

    -Si bueno, pero al fin todo se soluciono, espero que también se solucione lo suyo en su departamento.- Alegó encogiéndose de hombros. -Me secuestraré a Takafumi esta noche si no le molesta.

    -Todo tuyo, solo cuidalo y vigila que no se pase de alcohol.- Pidió con divertida complicidad.

    -¡Oigan ustedes dos, imbéciles! ¡No hablen como si no pudiera escucharlos, no soy un maldito niño que necesita niñera!- Se quejó con fastidió el agente de ventas.

    -Lo que digas Osito.- Contestó condescendiente pero cuando estaba a punto de recibir el grito de su pareja, arrojó la colilla de su cigarrillo a un lado y se acercó a robarle un casto beso, no había nadie más que ellos tres así que no había problemas. -Bueno, me regreso al trabajo. - Y con la agilidad de un competidor olímpico se escabulló dentro de la editorial antes de recibir reclamos.

    -¡Maldita sea, Zen! - Gritó molesto al verlo huir con el rostro aun ardiendo de vergüenza y se giró a ver aún más ofuscado a su amigo que se reía a gusto a su costa. -¡Tu callate, infeliz!

    -Como digas, Osito.- Contestó el jefe de Emeral con toda la burla y el cinismo impresos en la última palabra.

    -Muévete antes de que decida empujarte debajo de un auto en movimiento. - Ladró mientras comenzaba a caminar en dirección a un bar cercano que solían frecuentar para ese tipo de salidas.

    -.-.-.-.-.-.-

    Después de varias charlas triviales, burlas, ponerse al día con sus respectivas vidas y unas cinco cervezas entre la comida que habían ordenado, Yokozawa Takafumi comenzaba a sentirse ligeramente ebrio y su amigo sonrió ladino al notar ese estado, el oso era más colaborador cuando no estaba en sus plenos cinco sentidos.

    -Y bien, Takafumi...- Comenzó con una sonrisa ladina mientras encendía un cigarrillo, a Dios gracias por el sector habilitado para fumadores de es bar. -¿Me vas a contar que te tiene tan malhumorado como si fueras una vieja mal atendida?

    -¡Podes irte bien a la mierda, Masamune!

    -¡Vamos hombre! ¡Soy tu amigo, por Dios!- Se quejó entre risas divertidas, levantando sus hombros con despreocupación.-Se supone que estoy para ayudarte.

    -¡Ja! ¿Vos? ¡No puedes ni ayudarte a vos mismo! ¿Qué te hace pensar que quiero un consejo tuyo?- Alegó arqueando una ceja. Empezando la sexta lata mientras encendía su propio cigarrillo.

    -¡Ey! ¡Tengo mi vida bien ordenada, gracias!- Contestó ganándose una carcajada sarcástica.

    -Si, claro, señor acosador. - Contestó rodando los ojos.

    -Bueno, ese no ese el punto ¡Quiero saber que carajos te pasa! - Contestó apoyando el codo derecho en la mesa y levantó su antebrazo para apoyar su barbilla sobre la mano que sostenía su lata de cerveza a medio consumir.

    -No es nada, solo estupideces mías, Masamune.

    -Claro que son estupideces tuyas, por eso pregunto, siempre te ahogas en un vaso de agua. - Contestó con suspicacia. -¿Tiene que ver con Kirishima-San, verdad? Es lo único que puede aleterarte tanto. - Agregó con aire de victoria al ver a su amigo desviar la mirada con enfado mientras chasqueaba la lengua.

    -Odio cuando andas de metido, pareces una vieja chusma y cuarentona.- Alegó rodando sus ojos. -No debí decirte que estaba saliendo con él, te vuelves un dolor en el trasero.

    -Soy tu amigo, iba a terminar enterandome, de todos modos para cuando me lo dijiste ya tenía más que sospechas de que ustedes eran algo más. Kirishima-san no es precisamente discreto con las fotos que envía y toda la editorial rumorea sobre ustedes en especial la sección zafiro, esas mujeres hablan tanto de ustedes como de Isaka-san y Asahina-san.- Comentó con diversión, bebiendo un sorbo de cerveza. -Así que deja de hacerte el otro y soltá la lengua de una vez ¿Qué paso?

    -Te odio.- Protestó dejándose caer contra el asiento, apurando media cerveza de un trago para luego dejar la lata sobre la mesa, respirando profundo, quizás no era mala idea hablar con Masamune, tenía que hablar con alguien o se iba a volver loco. -Hay una mujer...- Comenzó mirando de reojo al moreno que estaba ahora serio con el ceño fruncido y prestandole toda su atención. -¡Es una estupidez lo que voy a decir!- Aclaró antes de continuar, dando una calada a su vicio con nerviosismo.

    -Solo suéltalo.- Lo apresuró el poco paciente editor.

    -El sábado se mudó una mujer frente al departamento de Kirishima, no sé explicarlo pero simplemente me dá mala espina.- Contestó con un leve gruñido. -Zen ha estado jodiendo con que me mude con él desde hace una semana pero no estoy seguro de muchas cosas se supone que él debería estar con una mujer que pueda criar a Hiyori como corresponder, formar una familia bien constituida no estar conmigo.- Soltó con enojo y cierto tono herido que no pasó desapercibido para él de ojos avellana. -Y justo cuando estoy pensado en eso apareció ella, hermosa y alegre...- Escupió casi con desprecio, no se sentía del todo bien al estar siendo tan despectivo con alguien que realmente no conocía pero es que simplemente no podía controlar, el veneno salía disparado por su boca sin poder contenerlo. -Se lleva bien con Hiyo, apenas compartieron un día juntas y parecen super amigas, a Hiyo nunca le caen bien mujeres extrañan y luego ayer en el almuerzo aparece el imbécil de Zen todo feliz, llenándose la boca con halagos para ellas que pasa y resulta que es su nueva subordinada.. - Continuó masticando las palabras como si le costara pronunciarlas, con la expresión fruncida como si le hubieran puesto ante él la cosa más asquerosa del mundo. -Que es impresionante, que será buena editora, que está feliz de tenerla en su equipo y yo qué sé que bostas más, y esta mañana, cuando me avisó que pasaría a buscarme para venir juntos a la editorial ¿A qué no adivinas con quién estaba? ¡Ella! ¡Esa mujer estaba sentada en mi lugar, charlando y riendo con Zen como si fueran putos amigos de toda la jodida vida!

    Iba a seguir despotricando si no fuera porque las carcajadas exageradas de Takano lo interrumpieron cortando el aire mientras el morocho tenía los ojos cerrados e intentaba contener el acceso de risa, sosteniendo su estómago con ambas manos. -¡¿DE QUÉ MIERDA TE REÍS?!

    -¡Te estás poniendo verde!- Contestó entre carcajadas casi descompuesto de la risa. -¡Ay Dios! ¡Me muero! ¡Espera, espera!- Pidió intentando recomponerse pero al ver el gesto desconfigurado de ira de su amigo el ataque de risa volvía con más fuerza.

    -¡Y POR ESTO ES QUE NUNCA TE CUENTO UNA MIERDA, MASAMUNE!

    Takano se forzó a dejar sus carcajadas como pudo, cubriendo su boca con una mano. -Perdón, perdón, es que sos un imbécil, no puedo contra eso.- Alegó totalmente divertido. -Nunca creí ver al Oso salvaje verde de celos, es un espectáculo digno de ver, no es mi culpa.

    -¡Morite!

    -¡Vamos, vamos! ¡No seas así!- Pidió totalmente divertido, cruzándose de piernas.

    -¡Esto es serio, idiota! ¿Qué haré si...?- Se interrumpió, silenciandose y toda su furia desapareció mientras su gesto se volvía serio, triste. -Masamune ¿Qué haré si la prefiere a ella? En serio es una mujer hermosa, puede darle cosas que yo no podré no puedo contra eso...

    -¡Y por eso digo que eres imbécil!- Lo interrumpió el editor, ganándose una mirada asesina.

    -¿Y a qué mierda viene eso? ¿Qué sugieres que haga? - Preguntó harto de la actitud melindrosa y burlista de su amigo, en momentos así se apiadaba de Onodera, había que tenerlos bien puestos para soportar a ese malnacido.

    -Es muy simple Takafumi ¿Lo amas, o no?- Consultó arqueando una ceja. -¡Entonce ponete los pantalones y demostrale que vos sos mejor que cualquier puta mujer de la tierra!

    -¿Estás tonto? ¿O qué carajos te pasa?

    -Takafumi, amás a Kirishima-san, amás a su hija, ellos te aman ¡Dejate de joder!- Contestó fastidiado. -Si tanto te preocupa que una zorra pueda llevárselo entonces esfuérzate, demostrale a tu novio que no tiene que fijarse en nadie más porque ya te tiene a vos.

    -¿Y cómo mierda pretendes que haga eso? ¡Ni siquiera estoy seguro de ser lo mejor para ellos, yo..!

    -¡Lo eres!- Afirmó apuntandolo con un dedo. -Deja de torturarte, eres lo mejor y punto y será mejor que te lo creas, tienes que estar seguro de eso para poder convencer también a Kirishima-san.- Alegó rodando sus ojos. -Demostrale que vos podes darle cosas que ninguna mujer puede, que nadie más puede, que lo amas.

    -Insisto ¿Cómo mierda pretendes que haga eso?- Preguntó ya harto.

    -¡Acosalo tanto que no pueda ver a nadie más!

    -¡¿Qué clase de concejo de mierda es ese?!- Preguntó escandalizado.

    -A mi me funciona.- Alegó encogiéndose de hombros. -Asegurate de que entre el trabajo, su hija y vos no tenga tiempo para fijarse en nadie más.

    -Eres un idiota.- Contestó desganado frotando su cara con una mano.

    -Vamos, Takafumi, no es nada difícil lo que tienes que hacer, solo mostrar de qué estas hecho.

    -¡No todos somos unos acosadores narcisistas como vos! Además, según vos ¿Qué es lo que tengo de mejor que cualquier mujer?

    -Bueno lo amas.- Comenzó a decir como si fuera lo más obvio del mundo. -Demostrale que nadie puede amarlo como vos.- Sugirió con una ceja arqueada. -Además por otro lado, ninguna mujer se lo podría coger como vos, digo, les falta algo para hacerlo.- Bromeó con cinismo.

    -¡MASAMUNE!- Chilló indignado por semejantes palabras.

    El morocho sonrió de forma casi felina, mirándolo entre la burla y la curiosidad por esa reacción. -Oh, no me digas que... ¿Acaso nunca te lo follaste?

    -¡No voy a contestar a eso!

    -¡Eso es un no!- Dijo sorprendido y divertido. -¿Por qué nunca lo hiciste?- Consultó curioso.

    -No voy a darte detalles de mi vida sexual, Masamune, no fastidies.

    -¡Oh vamos!- Suplicó entre bajas y arrastradas risas.

    -¡No es no, Masamune!

    -En serio ¿No lo intentaste si quiera? Digo, llevan tres años juntos por lo que me contaste.- Pensó en voz alta. -Conmigo solías ser activo ¿Qué te pasó?

    -No me vengas con esas mierdas ahora.- Contestó cruzándose de brazos. -¡No te voy a decir nada, asique cortala!

    -¡Oh, vamos!

    -¡Qué no, imbécil!

    -.-.-.-.-.-.-

    Entró a su casa con dificultad, mareado como el que más, habían bebido de más ¡Y mañana tenía que ir a trabajar! ¡Maldito Masamune y su mala influencia!

    El desgraciado había hecho mofa de él toda la noche, el muy descarado la había pasado muy bien haciendo leña del árbol caído ¿Por qué carajos lo tenía de amigo? ¡Era peor que un enemigo el muy infeliz!

    Tomando su celular buscó rápidamente entre sus contactos para escribir un mensaje "Ya estoy en casa, llegué bien, debes estar trabajando aun asi que no te preocupes." Le había costado un poco escribir porque se le nublaba la vista pero finalmente había logrado mandar el texto sin errores, o eso esperaba. No quería a Zen llamándolo entre burlas sobre su ebriedad a principio de semana ¡Era martes por Dios santísimo!

    Con desgana se arrastró por su frío departamento hasta su cuarto, se desvistió con torpeza y se recostó en su cama, mirando el techo esperando a que la habitación dejará de dar vueltas.

    Cuando consiguió serenarse un poco, ladeó su rostro, encontrando la bella foto de sus primeras vacaciones en familia y una sonrisa suave apareció en sus labios.

    Masamune tenía razón. ¡Él era Yokozawa Takafumi, él temido oso salvaje de Marukawa Shoten! ¿Qué había pasado con él? ¿Por qué actuaba como un estúpido adolescente asustado de que le robaran la novia? ¡Tenía que poner pelotas! como quien dice, además, ahora que lo pensaba era verdad ¿Tres años había jugado el papel de sumiso? ¿En serio?

    No lo podía creer, estaba casi indignado ahora que pensaba en eso, por otro lado, si él se había esmerado tanto en mantener a Takano a su lado en aquellos viejos tiempos ¿Por qué no hacer lo mismo ahora con Zen?

    Lo haría, tenía que hacerlo, su orgullo estaba en juego no solo su amor y su felicidad ¡Le demostraría a ese castaño creído quién era él! ¡Le dejaría claro a esa zorra que ni se atreviera a acercarse a lo que era su familia! ¡No la iba dejar quedarse con su hombre!

    Y en medio de la bruma del alcohol y su determinación se quedó profundamente dormido.

    -.-.-.-.-.- Continuará. -


    Notas de Sioa: ¡EY! ¿Qué tal mi gente? Este capítulo se escribió solo, no es tan largo como el anterior, pero me reí sola la vida mientras lo redactaba, espero que para ustedes también sea digno de diversión.

    ¿Qué piensan? ¿Creen que el Yokozawa sobrio pueda seguir la determinación del Yokozawa ebrio?

    Espero que esto guste, en serio, la verdad que los otros dos capítulos tuvieron mejor recepción de lo que esperaba.

    Ahora me voy a dormir que son las cuatro de la mañana y mañana trabajo :3 Me voy a querer cortar la que no tengo mañana, lo sé.

    No olviden comentar y votar, please.

    Sioa Shun Uchiha-san.
  3. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Domingo 2 de junio del 2019.

    En la guerra y en el amor todo se vale.

    Capítulo 2: ¿Qué hace ella aquí?

    By Sioa Shun Uchiha-san



    El domingo fue un día tranquilo, Zen se había levantado realmente tarde prácticamente él tuvo que sacarlo de la cama arrastrandolo de los tobillos para llevarlo a almorzar cerca de la una de la tarde. Él y Hiyo se habían realmente esmerado en prepararle uno de sus platillos favoritos al editor para subir un poco sus gastados ánimos.

    Tras la comida familiar un muy animado Kirishima propuso salir los tres juntos en una de sus típicas excursiones familiares y terminaron en un centro comercial donde Hiyori los arrastró de arriba a abajo en muchas tiendas, comprando libros, ropa y chucherías varias, ganándose un reclamo cuando Kirishima sugirió ir a una juguetería, que él le compraría la muñeca y el oso que quisiera, claramente la preadolescente estaba muy abochornada y molesta por la sugerencia ¿Por qué a su padre le costaba tanto entender que ella no era una niña?

    Habían terminado en el cine, viendo una estupida pelicula de romance adolescente que estaba en ese momento de moda y que la castaña se moría por ver, Yokozawa había terminado por dormirse a mitad de la función y había salido muy abochornado de la sala entre las bromas de su pareja.

    Luego habían terminado en una veterinaria cercana donde el agente de ventas escogió un collar nuevo para Sorata, compraron el alimento y las piedras que ya le hacían falta y Hiyori compró con su propio dinero un par de juguetes para el mimado felino sin escuchar el comentario de su padre que alegaba que el animalito quizás estaba ya demasiado viejo como para hacerlo saltar y correr por medio departamento siguiendo una ratita de juguete.

    Su salida terminó en un restaurante familiar, donde comieron los tres entre las típicas peleas de la pareja a las cuales la preadolescente estaba tan acostumbrada, a penas si se había parado a decirles una o dos veces que ellos dos eran peor que niños y luego pasadas las nueve de la noche llegaron al departamento.

    -¡Iré a ver a sorata para mostrarle sus nuevas cosas! - Declaró la chica apenas poner un pie dentro de la casa y corrió cargada de bolsas a su cuarto donde se encontró al felino desperezándose.

    Yokozawa sonrió, si la niña estaba creciendo pero tenía esos momentos donde se podía ver que aun era muy inocente.

    -Está creciendo y no quiero ¿Crees que ya debería ir buscando algún curso de tiro con armas de fuego e ir comprando la escopeta?- Preguntó Kirishima caminando la cocina para sacar dos cervezas de la heladera.

    -¿Qué? No digas locuras.- Contestó negando con su cabeza mientras se encaminaba al balcón para encenderse un cigarrillo, fumaba muchísimo menos desde que empezó a pasar más tiempo en esa residencia, por el bien de la niña, pero no podía quitarse del todo el vicio.

    -Es que en cualquier momento vendrá con algún niño ¿Qué haré entonces?- Protestó mientras entraba tras él al balcón, entregandole una cerveza y tomando asiento en un banco que tenían ahí para esas ocasiones.

    -Y hemos hablado de esto, Hiyo está creciendo y punto, cuando venga con algún novio tendrás que tolerarlo.- Alegó rodando los ojos. -Además si es cierto eso de que las mujeres buscan en su pareja un reflejo de su padre terminará con alguien como tu…

    -¡Dios! ¡No me digas eso! ¡Tendría que sacar al vándalo a patadas de mi casa!- Alegó con el ceño fruncido y una mueca de horror en los labios. -¡Dios no te escuche! Espero que Hiyo no tenga tan pésimo gusto.

    -Al menos admites que eres un desastre. - Comentó permitiéndose reír un poco. -Pero no sería tan malo tampoco.

    -¡Sería terrible! Te lo dije antes pero preferiría que se enamore de un tipo como vos. - Alegó encogiéndose de hombros mientras bebía un poco de su cerveza.

    -No la condenes a algo tan horrible.- Alegó con las mejillas apenas sonrojadas, rodando los ojos mientras daba una profunda calada a su cigarrillo. -Por cierto ¿Ayer te fue tan mal como parecía? Que te hayas tomado el día hoy teniendo en cuenta como estuviste toda esta semana y ayer me pareció extraño.

    El castaño suspiró con cansancio y tiró sus cabellos hacia atrás con una mano. -Me fue horrible, no pude lograr que Kyo-sensei dibujara ni una página entera, está muy deprimido y frustrado, dice que ya no quiere dibujar The kan, de hecho dijo que ni siquiera sabe si quiere seguir dibujando y que es un fracaso y todo eso, espantó a mis subordinados cuando empezó a arrojar cosas y romper las pocas páginas del manuscrito que había avanzado.

    Yokozawa hizo una mueca ante sus palabras. -Los editores si que lo tienen jodido al tener que lidiar con autores así.

    -Es frustrante, no sé porque de golpe decidió tirar todo de esta forma, si venía decaído desde hace meses pero no esperé que explotará así, Ijuuiin-sensei es por lejos el mangaka más complicado que he tratado nunca, pero hacía años que no tenía un brote tan malo como este.- Alegó negando con su cabeza. -Le pedí que descansara y que lo vería el lunes a primera hora en la editorial, si no logro que ni estando encerrado en la editorial trabaje, entonces tendremos que prescindir de él para la publicación de este mes, estamos demasiado atrasados y tampoco podré esperarlo mucho más, es la segunda vez que negoció con la imprenta y no voy a arriesgarme a hacerlo una tercera vez si veo que no tiene sentido.

    -Espero que mañana si puedas conseguir algo. - Contestó, agradecido del trabajo que tenía, él no podría tolerar autores, si fuera editor ya habría matado a un unos cuantos mangakas y escritores.

    -Awww, mi osito me da buenos deseos ¿Qué debería hacer con eso?- Bromeó divertido al ver que el estoico hombre se sonrojaba y lo insultaba por lo bajo. -Por cierto, Takafumi ¿Has pensado en lo que te dije? ¿En vivir juntos?

    El agente de ventas se ahogó con el humo del cigarrillo y comenzó a toser con dificultad mientras su divertido novio le daba un par de golpes a la espalda. -¡¿Acaso quieres matarme?! ¡¿Por qué me sales con eso de la reputisima nada?

    -No es exactamente de la nada, te lo pedí hace una semana y no me has dicho absolutamente nada.- Contestó apoyándose en el barandal junto al menor. -¿Lo has pensado siquiera?

    -A diferencia de ciertas personas yo sí pienso las cosas antes de abrir mi boca.- Reprochó con el ceño fruncido.

    -Bien, entonces lo pensaste ¿Y que decidiste? - Contestó como si el insulto anterior no tuviera nada que ver con él.

    Yokozawa lo miró a la cara, incluso en la penumbra de la noche eran fáciles de distinguir las facciones de su rostro, en poco tiempo el editor cumpliría sus treinta y seis años y apenas si se notaba algún cambio en su cara ¿El desgraciado dormía en formol o qué? Era fácil para él perderse en las formas del rostro de su pareja, en la sonrisa petulante y maliciosa que siempre se cargaba disfrazándola de encanto, en su mandíbula definida, sus pómulos pálidos pero casi nunca podía enfrentar su mirada ámbar, esos ojos lo ponían nervioso, su mirada le iba a hacer contestar un imprudente "Si, me mudaré contigo." que no estaba listo para pronunciar.

    -No puedo darte una respuesta en solo una semana, Zen. - Contestó con desgana, desviando su rostro para poder enfocar su mirada en la ciudad mientras se terminaba el cigarrillo, abriendo la lata de cerveza que el otro le había entregado al entrar al balcón.

    -¿Por qué no? Takafumi, prácticamente ya vives aquí, solo tendrías que hablar con la inmobiliaria para finalizar tu contrato de alquiler y terminar de traer las pocas cosas que tienes en tu departamento.

    -No es tan simple como eso y lo sabes.- Casi ladró dándole un trago a la cerveza. -Dijiste que no ibas a presionar con esto ¿Qué crees que estás haciendo?

    -No intento presionarte, pero te conozco lo suficiente como para saber que si te dejo estar pasarán otros tres años antes de que aceptes venir a vivir aquí.- Retrucó con una sonrisa ladina.

    -¡Eres imposible!- Protestó dejando caer sus hombros con resignación. -¿Quién dijo que yo iba a aguantarte otros tres años?

    -¿Oh? ¿Intentas romper conmigo?- Bromeó con tono cantarín acercándose un poco más para evitar con una de sus manos que el jefe de ventas se llevara la lata a los labios una vez más y se acercó a besarlo. -¿Quien dijo que yo te iba a dejar ir tan fácil?

    -¡Zen!- Se quejó en tono bajo con el ceño aún fruncido y sus mejillas sonrojadas. -Hiyori está en casa ¿Quieres dejar de hacer mierdas como esta? ¡Nos puede ver, idiota!

    -Está en su cuarto con Sorata, no va a pasar nada. - Murmuró tomando sus caderas para acercarlo a él y apoyar su frente en la contraría. -Tendremos que ir a acostarnos pronto, que mañana hay trabajo, pero quiero tener un poco más de vos, Takafumi.

    -¡Zen, es en serio, suéltame!- Murmuró intentando empujarlo con sus manos sobre su pecho , odiaba que el mayor pareciera tener más fuerza que él así que camio de tactica cuando el castaño se inclinó a besarlo mordió sus labios con bastante fuerza aunque sin llegar a realmente lastimarlo.

    -¡Auch! '¡Takafumi!

    -Te pedí que me soltaras, no es mi culpa que no entiendas en palabras.- Contestó sintiéndose satisfecho de haber ganado al menos una vez una de sus "discusiones" mientras veía al editor tocar su adolorido labio con un puchero.

    -¡Onii-chan! ¡Papá!- La puerta del balcón se abrió y Yokozawa sintió que el alma se le caía al suelo, si la chica hubiera llegado apenas minutos antes podría haber visto ese "beso", iba a matar a Kirishima, no era la primera vez que por su culpa la niña casi los descubría infraganti. -Ya me voy a acostar, quería venir a darles las buenas noches. - Comentó alegremente. -Ah ¿Papá estás bien?

    -Solo se mordió solo, sabes que tu padre puede ser algo torpe.- Se adelantó a contestar Yokozawa, antes de que su pareja dijera alguna de sus burradas que podían dejarlo en evidencia. -Buenas noches, Hiyo, descansa.- Se despidió de la niña que se acercó a dejar un beso en su mejilla.

    -Tu también descansa, Onii-chan.- Se despidió girándose a su padre. -Dulces sueños papá, e intenta no ser tan torpe, te vas a lastimar.- Lo regañó amorosa mientras dejaba un beso en su mejilla.

    -No te preocupes, Hiyo, si me lastimo, Takafumi puede ser una excelente enfermera.- Bromeó recibiendo un gruñido de parte del hombre a su costado. -Duerme bien, hija. - Se despidió viéndola salir del balcón y cerrar la puerta para luego irse a su cuarto.

    -¡Eres un idiota! ¡Casi nos ve! - Chilló en voz baja el menor.

    -Si bueno, estuvo cerca… ¿Y si mejor vamos al cuarto?- Propuso con una sonrisa ladina.

    -Ni se te ocurra, conozco esa cara.- Contestó mientras volvía a enfocarse en tomar su cerveza.

    -¡Oh! Y cuéntame…¿Qué clase de cara es, Takafumi?- Preguntó acercándose para susurrar esas palabras en su oído, soltando una baja risa al verlo casi ahogarse con la cerveza.

    -¡Ay por favor! ¡Qué te jodan!

    -No, no, lo estás diciendo mal. - Corrigió con un fingido tono de regaño, como si se tratara de un paciente profesor. -Es: "Jodeme, Zen, por favor"

    -¿No te cansas de decir tanta imbecilidad junta? - Se quejó con las mejillas sonrojadas, volviendo a encarar a su pareja, observandolo mientras él se reía a gusto en su cara e inclinándose lo silenció con un beso. No era lo más común que el empezara ese tipo de contactos pero tampoco era como si nunca hubiera iniciado un beso con el editor antes, sin embargo pronto su treta para hacer que le callara le salió por la culata y el beso comenzó a subir lentamente de nivel.

    Kirishima le había quitado la lata de las manos y ahora estaba abrazandolo sus caderas, no pudo resistirse al sentir esa hábil lengua recorriendo suavemente su paladar, frotándose contra la propia, invadiendo cada resquicio de su boca y antes de darse cuenta sus propias manos abrazaban la cintura del mayor mientras su lengua era quien empujaba la contraría, luchando por el dominio del beso, por ser él quien explorará la cavidad contraria y el calor entre ambos comenzó a aumentar.

    -Espero que Hiyo ya este dormida…- Ronroneó con la respiración agitada el mayor, empujando suavemente al agente de ventas contra la puerta corrediza de vidrio que separaba el balcón de la casa, metiendo una de sus piernas entre las contrarias.

    -Espera ¡Zen! ¿Qué crees que hace-ah? - Su pregunta se vió interrumpida al sentir los cálidos labios del más alto comenzar a recorrer los puntos sensibles de su cuello mientras la rodilla ajena frotaba su entrepierna.

    -Ha pasado una semana, no me conformo solo con un beso.- Murmuró contra su piel, mordiendo con fuerza en la unión de su cuello y hombro, vengándose por la agresión anterior.

    -¡Ah! ¡Carajo, Zen!- Se quejó ante la mordida, tomando las muñecas de su novio al sentir que bajaba sus manos descaradamente a donde su espalda perdía su nombre. -¿Qué crees que haces? ¡Estamos en el balcón!- Protestó ejerciendo algo de fuerza para separarlo.

    -¿Eso es un pedido porque te lleve al cuarto?- Consultó volviendo a morder su cuello, esta vez un poco más arriba a medio camino de su mandíbula, succionando con algo de fuerza.

    -¡Maldición! ¡No dejes marcas!- Protestó alzando un poco la voz.

    -Shh, Hiyo nos vas a escuchar.- Lo silenció con la malicia y la diversión decorando los tonos de su voz, zafando su mano derecha del agarre del jefe de ventas para llevarla entre sus cuerpos, acariciando el bulto que se formaba en la entrepierna del menor.

    -¡Nhg~! Mierda…- Gruñó entre dientes, su cuerpo se estremecía, no podía negar que para él también había sido complicado ese tiempo de abstinencia, llevaban más de una semana sin ese tipo de acercamientos, entre el trabajo de Zen y el propio estaban ambos tan agotados continuamente que al estar solos en la privacidad de su habitación ninguno tenía la energía suficiente como para hacer nada. -¡Carajo, no aquí! - Insistió al sentir que la ágil mano ya estaba bajando el cierre de su pantalón, no había perdido tanto la cabeza como para dejar a Kirishima ir más lejos cuando estaban en un lugar como ese, alguien podría verlos.

    -Eso sí que sonó a un pedido por llevarte al cuarto ¿Me extrañaste también, cierto? - Consultó metiendo su mano bajo la tela de los boxers para acariciar superficialmente la

    caliente piel de la virilidad ajena.

    -¡Mmhg! ¡Zen!- Juntando voluntad lo apartó de él con la suficiente fuerza, agitado y sonrojado, frunciendo el ceño al ver la diversión, la burla y el deseo escritas por toda la cara de su pareja. -¡No eres un adolescente calenturiento! ¡Cortala! - Regañó acomodándose la ropa como mejor podía para luego entrar al departamento totalmente ofuscado, sin embargo, dirigió sus pasos directamente al cuarto del mayor. -¿Vienes o no?- Preguntó antes de perderse por el pasillo.

    El castaño sonrió, su osito era adorable, demasiado adorable. olvidando las latas de cerveza se apresuró a alcanzarlo, cerrando la puerta del cuarto tras ellos. Takafumi no se le escaparía esta vez.

    -.-.-.-.-.-.-

    Estaba destruída, había pasado todo el fin de semana ordenando sus pertenencias en la nueva casa, yendo al mercado, contactandose con la veterinaria donde había dejado a sus mascotas para informar que iría a recogerlas ese lunes cuando terminara su jornada laboral y aún tenía muchísimo por hacer. Sus vecinos resultaron ser un encanto, había logrado terminar gran parte del trabajo gracias a Hiyo-chan y Yokozawa-san, incluso habían sido tan amables que hasta le habían brindado algo de comida casera.

    Aún así estaba hecha un harapo, salió del colchón que aun estaba tirado en el suelo, no había llegado a armar la cama todavía, se tomó una ducha y luego observó su armario a medio, buscó entre sus cosas hasta que se decidió por una falda tubo larga hasta por debajo de sus rodillas en color gris perla, una camisa celeste de mangas largas y un blazer blanco que se ajustaba a su figura.

    Para encontrar sus zapatos tuvo que revolver entre las cajas que aún no desarmaba y finalmente escogió unos stilettos azul francia de tacón bajo y luego se tomó su tiempo para aplicarse un maquillaje muy natural, apenas un labial claro y un delineado sutil a sus ojos junto con mascara de pestañas.

    Con prisas fue a la cocina, se preparó un café instantáneo y miró la hora con preocupación, relajándose al descubrir que aún tenía tiempo. Bebió rápidamente al café tomó una fruta y luego su maletín, se fijó de tener todos sus papeles en orden y volvió a leer cuál era el área de trabajo que le correspondía.

    Verificó tener su teléfono consigo y sus llaves y luego abandonó apresurada el apartamento. No sabía siquiera cuánto tardaba el transporte desde ahí hasta su nuevo trabajo y al ser su primer día estaba bastante nerviosa, quería dar una buena impresión y llegar tarde no era una opción.

    El viaje fue tranquilo, se bajó en la estación correspondiente, fijándose en el GPS de su celular qué camino debía tomar, no demoró mucho en llegar al edificio que buscaba, cuando había presentado la entrevista y exámenes había ido en taxi hasta allí pero la verdad que el recorrido desde su casa no era tan complicado, no se había equivocado al elegir aquel apartamento cuando comenzó a buscar un nuevo hogar.

    Con calma entró, saludó a la recepcionista y luego consultó educadamente a dónde debía dirigirse tras decirle la sección en la que trabajaría a partir de ese día. Las indicaciones fueron claras y la joven mujer se despidió deseándole suerte y asegurando que tendría un buen día.

    Bien, perfecto, estaba algo perdida pero se sentía en un lugar familiar al ver a la gente alterada, agotada, corriendo de un lado a otro con papeles y cosas, nadie reparaba en ella, si quizás alguna que otra mirada, pero nada más, cuando finalmente creyó encontrar la oficina correcta entró con pasos tranquilos, viendo a un desvelado hombre trabajar en la computadora con una taza de café junto a él.

    -Buenos días, disculpe que lo moleste pero este es mi primer día.- Explicó la mujer tomando un documento de su maletín para extenderlo al joven. -Estoy buscando al editor en jefe de la sección de shounen manga. - Explicó la mujer.

    El chico parpadeó antes de tomar el documento y mirarlo superficialmente con una sonrisa amable en sus labios. -Oh, Shinka-san, Bienvenid a bordo, lamento que te hayan integrado en un momento tan complicado, estamos a final de ciclo.

    -Lo imaginé.- Contestó divertida la mujer. -El chico que casi se desmaya al entrar al ascensor cuando yo salía fue una buena pista de ello. - Bromeó alegremente volviendo a guardar el documento que su compañero le devolvía.

    -¿Tienes experiencia como editora?- Consultó sin perder el gesto amable.

    -No en manga, era editora en literatura.- Explicó ella con una sonrisa. -¿Los mangakas son tan complicados como los escritores?

    -Tal vez hasta un poco peores.- Admitió el hombre asintiendo con su cabeza. -Soy Hashime Kaito, bienvenida a la revista de shounen manga de Marukawa Shoten. - Dijo haciendo una leve reverencia.

    -Muchas gracias, espero que cuiden de mí, daré mi mejor esfuerzo.- Contestó ella haciendo una educada reverencia. -Soy Shinka Reika ¿Dónde se encuentra el jefe? Tengo que presentarle los documentos para comenzar con la jornada. - Volvió a preguntar al ver el gran escritorio al final de los cubículos totalmente vacío.

    -Ah, Kirishima-san se encuentra con un autor en estos momentos, están en la sala C al final del pasillo, sería bueno que te dirijas ahí, está ocupado pero necesitas darle tu alta para el trabajo antes que nada.

    -De acuerdo, muchas gracias, Hashime-san. - Se despidió educadamente para luego ir en busca de su jefe y así saber qué funciones desenpeñaría ese día, si estaban a final de ciclo ya sabía ella que ese sería un día muy duro.

    Caminó por el largo pasillo esquivando a los ocupados trabajadores, mirando atenta los carteles hasta que llegó a la sala C y cuando estaba por tocar a la puerta escuchó un aterrador grito y el ruido de cosas siendo arrojadas. Asustada y preocupada abrió la puerta de golpe.

    -¿Qué ocurre? ¿Están bien? - Preguntó encontrándose a dos editores junto a un hombre desaliñado, con una barba de varios días, el cabello revuelto y largo cubriendo su rostro, ropa totalmente desacomodada, tenía el aspecto de alguien que llevaba varios días sin bañarse o cambiarse siquiera, sin necesidad de verlo adivinaba que ni siquiera había dormido su rostro debía mostrar marcadas ojeras y no le sorprendió ver que varios implementos de dibujo estaban en el suelo y la mesa junto a algunas arrugadas hojas alrededor de él que ella suponía era un mangaka.

    -Tranquilizate, Kyo-sensei, estás asustando a la gente.- Reprocho la voz masculina y cansada del castaño que estaba dándole la espalda para cuando él se giró ella sintió que quería esconderse debajo de una piedra, que la tierra se abriera bajo ella y se la tragara. -¿Shinka-san?

    -Eh…- Balbuceó congelada con el pomo de la puerta en la mano. ¿Por qué tenía esa mala suerte? ¡No podía ser! ¡¿Su vecino era su jefe?! ¡Y ella había estado bromeando en su mesa diciendo que esperaba no tener a otro dolor en el trasero como capataz hacía solo un día atrás! ¡Mierda! Encima había interrumpido una importante situación. -Ah, yo… . Murmuró antes de carraspear y armarse de valor ante los tres pares de ojos que la miraban, porque incluso el autor parecía haber reparado en ella. -Disculpen la interrupción.- Dijo haciendo una leve reverencia mientras sacaba su documentos para luego caminar un par de pasos, cerrando la puerta tras ella y entregarle las hojas a su superior. -Kirishima-san, estaba buscandolo para entregarle esto, debía estar usted enterado de que hoy me integraba a su equipo de trabajo en Japun, soy su nueva editora, Shinka Reika, es un placer.- Se presentó intentado verse lo más confiada y tranquila posible, haciendo una segunda reverencia.

    -¡Rayos! ¡Había olvidado que hoy llegaba un nuevo empleado!- Murmuró Kirishima, mirando la hoja en su mano por unos momentos antes de hacerle un gesto a la chica para alejarse al otro extremo de la habitación, dejando a su subordinado intentando levantarle los ánimos al mangaka. que parecía estarlo ignorando, con sus codos apoyados en la mesa mientras sostenía su cabeza baja con sus manos. -Bueno Shinka-san, que loca que es la vida, no me hubiera imaginado que hablaba de trabajar en aquí cuando mencionó lo de su oferta laborar el sábado en la noche.- Bromeó el castaño con una sonrisa.

    -Ah, bueno, yo tampoco me imaginaba que lo tendría a usted de jefe.- Comentó algo nerviosa la chica.

    -Espero no ser un dolor en el trasero.- Contestó el hombre soltando una carcajada al ver a la mujer sonrojarse y cubrir su rostro con una mano por la vergüenza.

    -¡Ay, Dios! ¡En serio lamento eso, Kirishima-san!

    -Tranquila, tranquila, no sabías que yo iba a ser tu jefe.- Dijo divertido, volviendo a leer el documento con interés. -Ah, vienes de otra editorial entonces no eres novata.

    -No, si lo soy.- Lo corrigió ella señalando una frase en la hoja. -Era editora de literatura, no tengo experiencia con mangas.- Explicó ella. -Veo que llego a final de ciclo y que están muy atareados… ¿Quién es él?- Preguntó intentando no ser muy indiscreta pero entonces el grito de "¡Déjame en paz, imbécil!" Resonó en toda la estancia, claramente el autor no estaba de humor.

    Entonces el gesto amable y alegre de su jefe y vecino cambio por uno serio y preocupado mientras miraba por sobre su hombro al mangaka gritandole a su subordinado. -Es Ijuuin Kyo-sensei, nuestro mangaka estrella ¿Conoces de The kan? Él es el autor pero está pasando por un mal momento y se resiste a dibujar, pensé que al traerlo aquí podríamos llegar a algo pero solo ha tirado cosas, y gritando cada vez que avanza con un dibujo.

    ¿Ese era Ijuuin Kyo-sensei? Ella admiraba mucho sus trabajos, era su mangaka favorito nunca lo había imaginado como alguién tan demacrado pero ya había trabajado antes con autores que de cara al público parecían la cosa más amable, hermosa e idílica de la vida pero ella los había visto al borde del desmayo por agotamiento y con un humor de perros que asustaría al diablo. -Oh, ya veo entonces ¿No han conseguido animarlo?

    -No, ya intentamos de todo, parece que este mes no habrá The kan, tendremos que posponer la publicación, no se puede trabajar con Ijuuin-sensei en este estado.

    -¿Cuando se vence el plazo? - Preguntó ella curiosa.

    -En cinco días desde hoy, es la segunda prórroga y él apenas a avanzado poco más de la mitad y con mucha dificultad. - Contestó seriamente el editor.

    -¿Cree que él lo lograría si lo animan?

    -Si, ya lo ha hecho antes pero veo imposible que nadie pueda convencerlo de nada ahora mismo, no sé qué fue lo que lo desmotivó tanto pero no había estado tan mal en seis años.- Alegó serio y preocupado, masajeando el puente de su nariz con dos dedos mientras se inclinaba a un costado de la mesa para firmar la forma de alta de trabajo de su nueva subordinada.

    -Bueno… ¿Le molestaría si lo intento?- Preguntó no muy segura, era su primer día, pero ya había tenido que lidiar antes con un escritor depresivo a quien nadie quería tener a cargo por sus crisis y altibajos, si había podido con él, quizás también podría ayudar ahora.

    Kirishima lo dudo, se giró a ver al mangaka y luego volvió sus ojos a los verdes de la mujer. -Bueno, perdido por perdido ¿Qué daño puede hacer? Adelante, a ver que tienes.- Comentó en tono casi desafiante, era inusual que alguien en su primer día se ofreciera a animar a un autor en la condiciones que estaba Ijuuin, los novatos solían asustarse bastante cuando se veían en situaciones así pero ella pedía voluntariamente colaborar, al menos era una mujer con iniciativa, si era lo mitad de buena de lo que era su impronta entonces parecía que se había sumado otro eficiente editor a su equipo.

    La joven sonrió y se acercó con andar tranquilo, escuchando sus tacones repiquetear contra el suelo de la sala y tomando una silla la acercó al autor para sentarse a su lado. -Buenos días, Ijuuin-sensei.

    El hombre apenas ladeó el rostro para verla, meciendo sus mechones de cabello obscuro que tapaban su rostro. -Hmp.. - Fue todo lo que dijo, pero ella sonrió amablemente, no dispuesta a rendirse tan rápido.

    -Soy Shinka Reika, nueva editora en la revista Japun, estoy encantada de conocerlo.- Continuó ella con tranquilidad, inclinando un poco su cabeza a modo de saludo. - Puedo preguntar ¿Cuánto tiempo lleva sin dormir, sensei? - Los dos editores en la sala tenían la mirada clavada en ella, y sabía que su jefe estaba analizandola, eso la ponía nerviosa pero aun así mantuvo un tono amable y seguro.

    Ijuuin frunció más el ceño tirando su cabello hacia atrás con una mano mientras miraba con enfado a la novata. -Cuatro días ¿Y eso qué te importa?

    -Bueno, es difícil trabajar cuando se lleva mucho tiempo sin dormir.- Contestó ella con simplicidad, encogiéndose de hombros. -No tiene buen aspecto, solo estaba preocupada. - Continuó con calma.

    -¿Crees que no sé lo que intentas? ¿Eres estúpida o me crees estúpido a mi?- Cuestionó agresivamente.

    Ella sintió un tic en su ceja ante las palabras pero mantuvo la sonrisa. -Ninguna de las dos, y si, intento animarlo ¿Qué tiene ese de malo? Sería bastante malo para todos que usted no continuara con su trabajo y haya que posponer la salida de su manga ¿No cree?

    -¡A nadie le importa! ¡Nadie está esperando esta porquería de manga! - Respondió levantándose de su asiento y golpeando con fuerza la mesa ante él con ambas manos. -¡No tiene sentido! Debería solo retirarme y al carajo con todo esto.

    El otro editor, más joven, ella calculaba que ese chico era más joven que ella se había sobresaltado y retrocedido tres pasos ante el exabrupto del autor, sin embargo ella negó con su cabeza suavemente sin moverse de su lugar, tomó su maletín y rebuscó algo en él ante la mirada curiosa de Kirishima y la molesta de Ijuuin. -Ah, ¡Aquí está!- Dijo alegremente. -Ijuuin-sensei ¿Me permite su mano derecha? - Pidió ella con calma.

    El hombre estaba muy confundido ¿Qué clase de estupidez pedía esa mujer? Sin estar muy seguro estiró su mano con fastidio y se sorprendió al recibir una pequeña bola de silicona rellena de slime, era una pelota anti-estres. -¡¿Pero qué carajos?!

    -¡Para que se calme!- Contestó ella alzando un poco su voz. -Siente sensei, por favor, somos adultos civilizados en el trabajo creo que podemos hablar ¿Cierto?- Contestó ella con tono nuevamente dulcificado.

    El Magaka la miró confundido y luego comenzó a reírse débilmente mientras volvía a su asiento apretando la pelota anti-estres en su mano. -Tiene métodos extraños.- Comentó el hombre con una ceja arqueada.

    -Si, si, no es el primer autor que me lo dice.- Contestó ella con alegría. - Al menos lo hice reír, es un avance ¿No cree? - Comentó ella tranquilamente y cuando vio que el sujeto estaba un poco más compuesto continuo. -Usted se desestima mucho, su manga es muy bueno, por algo es la estrella de la revista ¿No cree?- Contestó ella con una sonrisa suave.

    -¿Siquiera lo has leido?- Contestó nuevamente con fastidio.

    -Si, desde que tenía diecisiete años y salió el primer tomo.- Contestó la mujer ganándose una mirada sorprendida de los tres presentes asique soltó una risita relajada. -Soy una de sus fans, Ijuuin-sensei, y déjeme decirle que mi mejor amiga y mi ahijado de solo cuatro años también es un gran fan, claro él no sabe leer pero mi amiga le lee sus mangas como si fueran cuentos para dormir y a él le encantan. - Continuó con tranquilidad. -Si usted decide abandonar, eso sería una decepción también para mi ahijado y no puedo permitir eso, puede que no lo note, pero usted tiene muchos fans muy fieles Ijuuin-sensei.

    -¿Lo dices en serio? ¿Cómo podrías afirmar eso? Si abandono encontrar algo más que leer. - Contestó más deprimido que enojado.

    Ijuuin estaba resultando un hueso duro de roer, no le sorprendía que todos ya dieran por perdido el intento de levantarle la moral a ese sujeto y solo suspender la publicación por tiempo indeterminado. -Bueno, no puedo afirmarlo por todos pero puedo afirmarlo por mi y por mi mejor amiga, tendría que aguantarla llamandome desde Sapporo en un ataque de histeria porque The kan se pospuso.- Bromeó soltando una risa relajada que le robó una leve sonrisa al autor. -Además creo que esta olvidando algo importante… Ijuuin-sensei, hágame un favor, cierre los ojos y piense ¿Cuando empezó a dibujar The kan, alguna vez imaginó que llegaría hasta donde está? No me conteste solo pienselo para usted mismo.- Pidió viendo que el hombre soltaba un largo suspiro y cerraba sus ojos. -¿Aún recuerda qué sintió cuando su primer manga se volvió un éxito?

    Kirishima estaba impresionado, la mujer estaba logrando que Ijuuin cooperará era muchísimo más de lo que ellos habían logrado desde hacía casi dos semanas, tener al mangaka tranquilo en lugar de gritando y arrojando cosas era sorprendente, se sentía honestamente admirado.

    Ijuuin por su parte comenzó a concentrarse en lo que la nueva editora le pedía y una leve sonrisa se mostró en sus labios. -Si, aun lo recuerdo.

    -Dígame, sensei, ese joven recién publicado ¿Qué le diría en este momento en que habiendo llegado tan lejos quiere tirar por la borda todos sus esfuerzos? - Preguntó la joven viendo el rostro del autor torcerse de amargura. -Bueno, usted mismo es su más dura crítica.- Comentó luego de unos minutos. -Hágase un favor, no comenta algo de lo que puede arrepentirse, todos puede tener altibajos pero no se traicione a usted mismo renunciando a todo solo por los problemas que puede tener en este momento, vuelva a pensar como el joven que fue y busque en las cosas que lo inspiraron entonces para inspirarse ahora para seguir cumpliendo sueños. - Le pidió alegremente. -Yo estoy esperando ansiosa su manga, me ayudó mucho en malos momentos de mi vida y como yo debe haber mucha gente, asique no se decepcione y no nos decepcione a nosotros.

    Ijuuin se quedó callado y luego de unos largos minutos de incómodo silencio dejó la pelota anti-estres sobre la mesa, tiró su cabello hacia atrás con su mano y se giró a mirar a la editora. - Tienes razón, gracias.

    -Cuando quiera, Ijuuin-sensei.- Contestó ella con una sonrisa dulce. -De lo mejor de usted, aun cuando no se encuentra del todo bien y será recompensado ¿No lo cree así? Todos tenemos que esforzarnos aunque las cosas no nos salgan bien, yo confió en usted.

    -Tu nombre..- Pidió luego de unos segundos sonriéndole levemente. -¿Cómo era tu nombre?

    -Shinka Reika. - Se presentó estirado su mano a él.

    El sujeto sonrió y estiró también su mano estrechándose en un saludo. -Ijuuin Kyo, un gusto poder trabajar contigo.

    -Igualmente, Ijuuin-sensei.- Contestó ella con alegría. -Quédese con la pelota anti-estres, la necesitará más que yo.- Bromeó arrancándole una arrastrada carcajada al mangaka que volvió a tomar sus instrumentos regados por la mesa y el suelo para luego ponerse a trabajar.

    La mujer se levantó suavemente de la silla y se acercó a su jefe que la miraba serio y al otro editor que parecía estar atónito. -Bueno ¿En qué más puedo ayudar, Kirishima-san? ¿Cuáles serán mis funciones?- Consultó con tranquilidad

    Kirishima estaba impresionado por decir lo menos, había dado todo por perdido pero Ijuuin estaba dibujando completamente concentrado y su nueva subordinada le preguntaba por su trabajo, evaluó las cosas y sonrió ladino. -Bueno, te quedarás asistiendo a Ijuuin-sensei.- Decidió y señaló al joven editor a su lado. -Él es Yamada Shunsuke, el editor de Ijuuin en este momento, él te guiará en el trabajo, llamaremos a los asistentes de Ijuuin, espero que ustedes puedan trabajar bien juntos y logren que tenga listo el manuscrito en para el viernes. Ahora tengo otros asuntos que atender pero volveré más tarde para ver como siguen. Buen trabajo, Shinka-san.

    Algo sonrojada por el alago pero sonriendo satisfecha consigo misma la mujer hizo una reverencia ante ambos hombres. -Me esforzaré, muchas gracias, estoy dispuesta a aprender de su gía, Yamada-san. - Pronunció educadamente y pronto se vió nuevamente sentada junto al mangaka y su nuevo "supervisor" que le iba mostrando la parte terminada del manuscrito y comenzaba a explicarle la forma en que se hacían los fondos y cuál sería su trabajo.

    Ijuuin miró curioso a la mujer que acaba de devolverle la motivación mientras continuaba dibujando, viendo como ella se disponía a hacer todo lo que su editor le explicaba y alcanzó a escuchar vagamente la puerta cerrándose tras la partida de Kirishima.

    solo una hora y media después unos cinco ayudantes entraban al salón y entre todos continuaron con el trabajo.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    Kirishima había tenido una mañana complicada, casi dantesca, primero sus discusiones con Ijuuin que no habían llegado a ningún lado y luego una seguidilla de reuniones, supervisar manuscritos, y negociaciones con la imprenta que lo habían dejado abatido.

    Acaba de regresar a su oficina y ya pasaban de la una de la tarde, frotó sus ojos mientras iniciaba su computadora para revisar los planes de ventas de sus subordinados para los manuscritos de otros autores y en eso estaba cuando escuchó su celular sonar con el tono que usaba para el whatsapp.

    Tomó el parto con desgana pero sonrió al ver que la notificación rezaba el nombre de "osito gruñon", con una sonrisa en sus labios abrió el mensaje.

    "¿Estás libre para almorzar? Acabo de llegar de mi ronda, estaré en el comedor de planta baja, ven si quieres." Takafumi era tan adorable cuando intentaba tener un lindo gesto y lo disfrazaba de fastidio, se permitió recordar la apasionada noche que habían tenido, su cuerpo todavía estaba algo acalambrado por el esfuerzo, ya no era tan joven pero bueno, por eso hay quien dice que el buen sexo es como el ejercicio, si no duele después de hacerlo no sirve.

    "Ahora bajo, terminó de leer un informe y voy, además tengo mi bentou hecho por mi hermoso oso gruñón, sería un desperdicio si no fuera a comerlo con él." Contestó el mensaje, sabiendo que no iban a responderle y si Yokozawa decidia contestarle solo lo insultaría. Volvió a fijar su vista en el pna de ventas y lo leyó rápidamente como para tener una idea vaga del tema y así poder ir a almorzar con su novio.

    No fueron ni diez minutos los que demoró en llegar al comedor y encontrar la ancha espalda enfundada en el elegante traje de su novio, con pasos tranquilos se acercó a él, situándose a su espalda para luego inclinarse y hablar contra su oído. -¿Me esperabas, Takafumi?

    -¡Kirishima-san! ¡No haga eso! - Protestó sobresaltado, casi ahogándose con la comida mientras se giraba a mirarlo gritándole con los ojos "¡Estamos en el trabajo, imbecil! ¡compórtate!"

    -Ay, que sensible.- Se burló sentándose entonces frente a él con su bentou.

    -¡Deje de comportarse como un niño! ¿Quería darme un infarto o qué?- Protestó ignorando como podía las miradas y las risitas de las mujeres que estaban sentadas a un par de mesas de distancia, sabía que toda la editorial conocía que él y Kirishima eran buenos amigos, él desgraciado de su novio se había encargado de volverlos la comidilla de muchos con sus estupideces, como sus acercamientos furtivos y mandarle fotos de él a medio mundo en situaciones vergonzosas. Aun recordaba la vez que le envió a media editorial la foto suya con el delantal de Hiyo, o con sorata durmiendo sobre él, por su culpa había perdido el respeto de la gente que antes le temía por ser el Oso salvaje de Marukawa, ¡hasta Henmi había visto esas fotos! Su propio subordinado ahora ya no andaba como hamnster al borde del infarto alrededor de él y empezaba a tener más confianza para tratarlo. ¡Maldito Kirishima!

    -No te quejes, no hice nada tan grave ¿O es que quieres otra cosa?- Bromeó para luego reírse a carcajadas ante la mirada asesina de su pareja, haciendo una leve mueca al notar el cuello de la camisa de su novio un poco subido al igual que los bordes del traje, tapando la marca visible que le había dejado el día anterior en la base del cuello. -Ey ¡Eso no es justo!

    -La vida no es justa, idiota.- Contestó intentado simular indiferencia, comiendo su comida con calma.

    -Oh, y yo que me esforcé para ¡Auch!- Se quejó al sentir la patada bajo la mesa acompañada de la mirada amenazante de su pareja que le advertía sobre no decir cosas innecesarias en el trabajo. -Bien, bien, entendí, no seas malo conmigo.- Pidió mientras se disponía a almorzar.

    -¿Cómo va todo con Ijuuin-sensei? ¿Lograste algo?- Consultó cambiando rotundamente de tema.

    -Ah, ahora que lo dices ¡¿A que no adivinas quien vino a salvar mi hermoso trasero el día de hoy?!- Comentó con alegría.

    Yokozawa frunció el ceño ¿Y ahora de qué hablaba ese idiota? -¿Perdón?

    -Yo no conseguí nada con Ijuuin-sensei, pero llegó alguien como ángel caído del cielo para salvarme de la situación y consiguió poner a trabajar a mi voluble mangaka ¡Adivina quien fue!

    -¡Y yo qué sé! ¿Alguna pista?- Pidió entre fastidiado y confundido por la emoción en el rostro de su pareja.

    -Si te doy pistas no sería justo.

    -¡No tengo idea de quién me hablas, Kirishima-san! ¡Dejá de actuar como niño!

    -Le quitas lo divertido a todo, Yokozawa. - Contestó resignado, pero aun risueño. -Shinka-san.- Dijo finalmente haciendo que el agente de ventas casi se ahogara con la bebida.

    -¿Qué? ¿Qué tiene que ver ella?- Preguntó carraspeando e intentado disimular su pequeño casi accidente.

    -Resulta que Shinka-san es mi nueva subordinada ¡Que chico es el mundo! ¿No te parece?- Comentó alegremente. -LLegó esta mañana como la salvación, fue increíble, estoy muy sorprendido de que haya podido dominar así a Ijuuin, no tiene experiencia como editora de manga, pero fue editora de literatura, tiene que haber lidiado con autores así antes porque estuvo muy calmada, claramente no es la primera vez que trata con alguien con el carácter tan fuerte de Ijuuin-sensei, ella consiguió volver a inspirarlo y ahora estar arriba en la sala C trabajando en el manuscrito, salvó mi hermoso trasero. - Alegó alegremente. -Se ve que es una mujer bastante capaz.

    Yokozawa lo escuchaba con un amargo sabor en la boca, de pronto había perdido el apetito ¿Qué hacía esa mujer en la editorial? ¡¿Por qué tenía que trabajar para Kirishima?! Si, sabía que todo no era más que una coincidencia, dudaba mucho que se tratara de una loca como la ex compañera de la universidad de Kirishima que había planeado todo para trabajar con él y así tener una oportunidad de conquistarlo, pero nunca se sabía ¿Y si Shinka Reika era una acosadora? Es que era demasiadas coincidencias ¡Primero se mudaba al departamento de enfrente y luego trabajaba para Zen! ¿Qué carajos significaba eso? Encima el estupido del castaño se llenaba la boca con halagos para ella, de pronto se sentía enfermo.

    -Oye ¿Crees que es buena idea dejarla sola con Ijuuin-sensei? Sí no tiene experiencia editando manga debe estar muy perdida.- Comentó intentado disimular en algo su desagrado, fingiendo normalidad.

    -En cuanto termine de revisar los planes de venta que tengo pendientes iré a ver como están, Yamada-san está con ella asique dudo que haya algún problema, todavía no me han llamado asique es buena señal, parece una mujer bastante capaz.- Contestó con una sonrisa.

    -Ah, bien, como digas, vos sabras.

    -¡Ey! ¿Y ahora que dije?- Preguntó arqueando una ceja. -¿Qué te ocurre?

    -Nada, de todos modos hoy saldrás tarde ¿verdad? - Preguntó volviendo a desviar el tema, estaba enfadandose y sabía que era una soberana estupidez el motivo de su enojo, sus celos eran infundados y lo sabía, pero es que le daba mucha mala espina esa mujer.

    -Si, tendré que quedarme hasta tarde con Ijuuin-sensei para supervisar el manuscrito, no tenemos tiempo para revisión final asique habrá que ir haciendo todas las correcciones sobre la marcha, tiene que estar perfecto para el viernes. - Explicó con cierto desgano.

    -Bien, avisale a tu madre entonces que vaya a ver a Hiyo, yo iré a mi casa esta noche. - Contestó terminando de comer para luego guardar como correspondía el recipiente en que había llevado su bentou.

    -Ey ¿No irás a casa?- Preguntó sorprendido.

    -Estoy en tu casa desde el jueves, iré a mi departamento esta noche.- Insistió con el ceño fruncido, necesitaba algo de espacio para calmarse, además si quería debilitar un poco los argumentos de Kirishima sobre "casi vivir juntos" necesitaba algo de espacio entre ellos.

    -¿Es en serio? ¿Justo hoy? Estaré en el infierno esta semana, sería bueno que pudieras quedarte con Hiyo mientras yo termino con todo esto.- Alegó el castaño rascando un poco su nuca, llamar a su madre siempre era una buena opción, sabía que ella cuidaría excelentemente de su hija, pero Yokozawa era otra cosa, no solo cuidaría de su nena, sino que al llegar lo tendría esperandolo en el living de la casa o en su defecto durmiendo en la cama que compartían, eso era un gran extra.

    -Necesito volver a mi departamento, Kirishima-san, si tu madre no puede cuidar a Hiyo entonces iré pero tengo que volver a casa esta noche.- Alegó levantándose de su asiento. -Tengo que volver, mi hora de almuerzo casi termina.

    -Oh, bueno… te veré otro descanso, ven a verme antes de irte. - Pidió con cierta decepción.

    -De acuerdo.- Aceptó asintiendo con su cabeza antes de abandonar la cafetería y dirigirse a su oficina, aún tenía mucho que hacer y no podía estar sintiendo mal por ese gesto decepcionado del editor, ¡Joder! ¡Se supone que estaba molesto no podía dejarse manipular tan rápido!

    Con desgano se sentó en su escritorio para revisar informes y hacer las planillas de ventas con la información que había recolectado en sus rondas de ese día, tenía muchos informes que hacer en realidad pero siendo honesto no podía concentrarse.

    No sabía porque esa mujer le hacía sentir tan inseguro, tan molesto, no había ocurrido realmente nada pero que Kirishima hablara de ella con ese dejo de admiración durante el almuerzo le había arruinado el humor, y aparentemente eso era evidente porque nadie se le acercaba. Lo agradecia, al parecer aún no había perdido del todo el respeto de sus subordinados.

    Quizás irse a su casa ese día no era la mejor de las ideas, Kirishima estaba tapado de trabajo y contaba con él para cuidar a Hiyori, eso iba un poco más allá que solo encapricharse con tener algo de espacio, no podían dejar a la chica sola.

    Respiró profundo antes de soltar un casado suspiro ¿Desde cuando su vida parecía girar en torno a los Kirishima? Ah, si, ya se acordaba… ¡Carajo!

    -.-.-.-.-.-

    Al final había terminado por ni siquiera ir a despedirse de su novio como lo había prometido, al momento de retirarse no se dio tiempo a dudar, sabía que si veía al castaño a la cara con su gesto cansado tras un poco de insistencia iba a ceder y no podía permitirse eso.

    LLevaba ya una hora dando vueltas por su casa, había limpiado un poco, aunque tampoco había demasiado que limpiar, apenas si tenía muebles, el único adorno en su casa era la foto que tenía en la mesa de luz de su habitación donde se podía ver a él, Kirishima y Hiyo en las primeras vacaciones que tomaron juntos en la playa hacía dos años y poco más. Todo se sentía frío y solitario, sin siquiera la compañía de Sorata no se sentía cómodo en su apartamento.

    -¡Maldición! ¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo es posible que no sienta mi propia casa como mi hogar?- Se quejó dejándose caer en el sofá, recostandose a desgana y apoyando su antebrazo derecho sobre sus ojos.

    Sabía las respuestas a esas preguntas, pero odiaba tener que darle la razón a su pareja. Su hogar era con Zen y Hiyori, su apartamento solo era un espacio vacío que nada significaba para él, es más el lugar era tan impersonal que parecía más bien que nadie habitaba ahí, que era uno de esos pisos de exhibición a la espera de un comprador.

    Se preguntó mientras cerraba sus ojos ¿Por qué le costaba tanto aceptar la propuesta de su pareja de vivir juntos? y la respuesta fue aterradoramente clara.

    Tenía miedo.

    Miedo a que las cosas siguieran creciendo, a que su amor por el editor aumentará, a que Hiyo se volviera cada vez más como su hija, a que la felicidad se duplicará y que luego todo se fuera estrepitosamente al caño.

    Conocía ya el dolor de un corazón roto, su primera amor fue una montaña rusa de tristezas, Masamune nunca había tenido la intención de lastimarlo pero por algo existe el dicho de que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, todo había terminado tan mal que había quedado devastado, se sentía usado, incomprendido, dolido, que todos los esfuerzos que había hecho durante años para mantener bien a su mejor amigo habían sido desechados como si no valieran nada, toda su historia con Takano había sido dolorosa en aquel entonces y había terminado siendo aún peor, sin embargo nunca había llegado a tener una relación tan profunda como la que tenía con Kirishima.

    Eso era lo aterrador.

    Si había sufrido tanto por algo tan superficial si lo comparaba con su relación actual ¿Cómo quedaría si las cosas con Zen continuaba creciendo para luego simplemente terminar?

    -Mientras más grande es el imperio, más dura es la caída.- Murmuró en voz alta con ironía. Se sentía en una bifurcada con dos caminos sin salida, ninguno era mejor que el otro. No estaba dispuesto a renunciar a lo que tenía, a la felicidad que sentía cada día frente a esa familia extraña que formaba con los Kirishima pero le aterraba que de esta seguir creciendo cuando las cosas llegaran a su fin de él no quedará nada más que un montón de trozos imposibles de rejuntar, tan roto que nadie podría repararlo y por el otro lado si decidía terminar todo ahora por el bien de su corazón a futuro aun así sufriría lo indecible, no se imaginaba volviendo a vivir en ese cubículo frío en el que estaba en ese momento, sin las insufribles e infantiles peleas de Zen, sin la alegría y la dulzura de Hiyori.

    Podían decir que era un cobarde, pero todo ser humano que se precie de serlo con sus instintos de supervivencia activados intenta resguardar sus sentimientos de heridas irreparables.

    Además también otras preocupaciones, suponiendo que se mudara con Kirishima ¿Qué iba a decirle a sus padres? ¿Qué le dirían a los padres de Kirishima? ¿Cómo se lo explicarían a Hiyori? ¿Qué pensaría el mundo? ¿Qué dirían en su trabajo si cambiaba su dirección de contacto y alguien notaba que coincidía con la del editor en jefe de Japun? ¿Había Zen pensado en eso siquiera? Mudarse juntos era declarar abiertamente que eran pareja, era tener que presentar a sus padres y decirle la verdad a Hiyori, era formalizar. Quizás si Zen no tuviera una hija entonces podrían disfrasarlo simplemente como una cuestión de comodidad económica, pero con Hiyori en la ecuación era más complicado, nadie vería bien que dos hombres de su edad vivieran juntos con una niña de trece años.

    -Quizás solo estoy haciendo una tormenta de un charco. - Susurró intentando calmar sus pensamientos pero simplemente no pudo.

    Otro tema importante, siempre se había cuestionado qué ocurriría con él cuando una mujer apareciera en el cuadro y Shinka-san se veía para él como una amenaza. Si era un año menor que él, pero era atractiva, le agradaba mucho a Hiyori, nunca había visto a Hiyo así de cómoda con una mujer alrededor de su padre, Kirishima parecía en cierta medida interesado en ella.

    Bueno quizás eso último fueran solo sus inseguridades hablando, pero aun así ¿Qué iba a hacer? Tenía que tomar una decisión y podía sentir que su parte egoísta le reclamaba, exigiendo que tomará al maldito toro por los cuernos y que afrotara la realidad, él no podía ni quería vivir sin sus castaños, no podría ceder su puesto y poniéndose un poco fatalista admitía que aquella colorada podía poner su mundo de cabeza si así lo quisiera.

    ¿Qué haría si Shinka hiciera una jugada para intentar conquistar a Zen?

    -¡¿Quién mierda se cree esa zorra?!- Gritó a viva voz sentándose de golpe al haberse imaginado a la mujer intentado seducir al castaño, todo él había reaccionado inconscientemente ante esa horrible imagen mental. -¡CARAJO! - Gritó arrojando uno de los cojines lejos de él. -Se acabó, me voy a dormir.

    -.-.-.-.-.-

    Eran las dos de la mañana y Shina salía arrastrando los pies junto a Kirishima y el resto de ayudantes de mangaka, Yamada y el propio Ijuuin-sensei. Se despidieron en la entrada del edificio donde esperaban dos taxis y Zen se giró con gesto agotado a su nueva subordinada. -Vamos, te llevo a casa.- Propuso con una débil sonrisa. -Vivimos en el mismo edificio, y yo tengo auto, no soy tan desalmado como para dejarte ir sola en taxi.

    -Gracias Kirishima-san.- Contestó devolviendo el gesto amable. -¿En qué se irá Ijuuin-sensei? - Preguntó girándose a ver al devastado mangaka.

    -Tengo auto, me iré ya, los veré mañana, Kirishima-san, Shinka-san.

    -A las diez de la mañana te espero Ijuuin-sensei, no llegue tarde.- Pidió el editor en jefe.

    -Cuídese Ijuuin-sensei, maneje con cuidado, está demasiado cansado no quisiera que le ocurriera nada en su camino a casa.- Se despidió la mujer recibiendo un asentimiento y una leve sonrisa y luego siguió a su jefe hasta el único auto que quedaba en la plaza de estacionamiento y se subió una vez que él destrabó las puertas, poniéndose el cinturón de seguridad y cerrando sus ojos agotada. -Si mañana no voy a trabajar, cuando regrese por favor verifique si morí en mi apartamento o no. - Pidió soltando una risa divertida.

    -¿Cansada? ¡Pero si es tu primer día! - Se burló el hombre mientras arrancaba el motor.

    -¡Exactamente! ¿Quién trabaja hasta las dos de la mañana en su primer día después de una mudanza de un fin de semana? Nadie, solo el pobre idiota que decidió dedicarse a ser editor.- Contestó ella masajeando su sien con una mano soltando una risa floja. -Perdone, estoy cansada, se me escapa el humor de mierda.

    Kirishima comenzó a reírse mientra fijaba su atención en el camino. -Tranquila, tranquila, es entendible, tienes una boca atrevida y pensar que creí que eras una dulce dama.

    La editora comenzó a reírse un poco más fuerte y negó con su cabeza. -Sé comportarme como dama, pero no lo soy realmente.- Alegó encogiéndose de hombros. -Tendré que llamar mañana a la veterinaria, al final no pude ir a buscar a mis gatos hoy.- Dijo pensado en voz alta.

    -¿Tienes gatos? - Consultó más que nada para mantener la charla y no dormirse al volante.

    -Si, dos, los dejé en una veterinaria donde los cuidan cuando la gente se va de vacaciones, es una especie de guardería, no quería que estuvieran dando vueltas mientras arreglaba el departamento, hacen mucho desastre, pensé que hoy podría ir a buscarlos ahora que casi terminó con mi traslado pero bueno, usted sabe cómo fue mi dia.

    -Mañana estaremos igual pero puedes retirarte en la tarde para ir a buscarlos y luego regresas.

    -Si, esa… esa es una buena idea.- Murmuró dando un fuerte bostezo.

    -Ey, no te duermas, no voy a cargarte hasta tu apartamento.- Bromeó Kirishima haciendo que la joven lo mirara sorprendida antes de negar con su cabeza y reír.

    -Por dios, que bizarro, no gracias, paso.- Alegó negando con su cabeza.

    -No sé si debería sentirme ofendido con eso.- Comentó el castaño curioso, en realidad no se esperaba esa respuesta, no estaba coqueteando pero estaba cansado y no estaba prestando atención a sus palabras, estuvo a punto de retractarse por su broma fuera de lugar, por un momento había olvidado que tenía a una subordinada en el asiento de copiloto y se había imaginad a Takafumi durmiendo a su lado y lo divertido que sería cargarlo al estilo nupcial por medio edificio para llevarlo a su casa, sin embargo cuando la chica lo rechazó tan desagradada no estaba seguro de si debía sentirse insultado o no, sabía que era un hombre atractivo, era raro que lo rechazaran así.

    -No, por favor, no tiene porque sentirse ofendido, simplemente no es mi gusto.- Contestó ella con simpleza y luego lo pensó por unos segundos. - Digamos que para ser mi tipo tiene una cosa que sobra y hay dos cosas que le faltan.- Comentó ella con una sonrisa ladina.

    -¿Perdona?- Preguntó girando apenas el rostro para verla y al notar la mirada divertida su cansado cerebro hizo conección. -¡AH!... ¡Oh!... Claro.. entiendo.

    -¿Le incomoda?- Preguntó ahora comenzando a pensar que quizás no debió haber dicho eso.

    -¿Qué te gusten las mujeres? ¡Por supuesto que no, Shinka-san! Solo me sorprendió. - Alegó divertido el hombre. -No tengo esa clase de prejuicios.

    -Me alegra saberlo.

    Tras llegar al edificio, ambos bajaron del auto y subieron juntos en el ascensor rumbo a su piso y una vez en el pasillo se despidieron cansadamente.

    -Buenas Noches, Kirishima-san, descanse.

    -Igualmente Shinka-san, por cierto, mañana si quieres podemos ir juntos al trabajo. - Propuso él con gesto amable. -Trabajamos en el mismo lugar a la misma hora, no me molestaria llevarte.

    -¡Oh! ¡Claro! Gracias, eso sería de ayuda, bueno, Kirishima-san, lo veré mañana, puede tocarme la puerta cuando esté listo para irnos.

    -De acuerdo, hasta mañana. - Y tras la despedida cada uno entró a su respectivo hogar, Kirishima tomó su teléfono y escribió un rápido mensaje antes de ir a morir por un par e horas a su cama.

    "Acabo de llegar a casa, Takafumi, te veré mañana. Buenas noches." Caminó hasta su habitación y vestido como estaba se desplomó sobre el colchón, acariciando el lado izquierdo donde le faltaba la presencia de su pareja cuando el ruido de su celular lo despertó un poco, lo tomó con languidez para ver el mensaje que le robó una sonrisa pero antes de poder contestar, la inconsciencia se apoderó de él.

    "¡Son más de las dos la mañana, imbécil! ¡No es necesario que me escribas a esta hora! ¡Me despertaste! Bien, al menos podrás dormir antes de ir a trabajar mañana, dejá de perder el tiempo escribiendome y andá a acostarte, necesitas descansar. Duerme bien, te veré mañana."

    -.-.-.- Continuará.-


    Notas Finales: Buenoooo ¿Qué les parecio?

    Necesito hacer una aclaración, busqué la edad que tiene Ijuuin Kyo y me salió que tenía unos 30-33 años y como no estoy segura decidí me quedaría con "30" entonces en este fic tiene 33, no tengo idea y creo que en el manga nunca se dijo que edad tendría Ijuuin cuando publicó el manga "The kan" por primera vez, así que asumí que lo hizo entre sus 19 y 20 años y como Shinka tiene tres años menos que Kyo ella lee su manga desde los 17 años, desde su primera publicación, después se explicará mejor el porqué del amor que ella tiene por ese manga. ;D

    Yokozawa es un amor, esta todo enredado en pelotudeces como siempre, lo haré sufrir un poquito más pero tranquilos pronto empezará la parte divertida ¿Quién quiere ver a Yokozawa tratando de seducir a Zen para demostrarle que él es mejor opción que cualquier mujer? Eso es solo un pequeño adelanto de lo que tengo planeado.

    El capítulo me quedó más largo de lo que esperaba e-eU Pero bueno shit happens, espero que lo disfruten.

    Dejen sus comentarios y comuniquenme sus opiniones, eso me ayuda mucho.

    sin más me despido.

    Sioa Shun Uchiha-san.
  4. .
    Hola Anne :D

    Te dejó acá el link de mi nuevo trabajo:
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=76713910 Es de la trifecta espero que te guste

    déjame decirte que publicaré pronto la continuación de eso, estoy trabajando en el capitulo, ten solo un poco más de paciencia, pronto será publicado el final ;D
  5. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Sábado 1 de mayo del 2019.

    Notas de Sioa: ¡Hola gente linda! Bueno, volví con otro fic que me viene dando vueltas en la cabeza ya no sé cuánto tiempo pero quería terminar al menos uno de mis fics antes de ponerme a escribir otro porque sino nunca terminó ninguno.

    Aviso importante: Este fic no sigue una ubicación temporal en el manga de Sekaiichi Hatsukoi, la pareja principal es la trifecta, Kirishima Zen x Yokozawa Takafumi, leí las seis o siete novelas (no recuerdo ahora cuántas son exactamente) pero no sigo el manga así que no tengo ni idea de si se desarrolla más la pareja o no. Les pido que me corrijan si me equivoco pero teniendo en cuenta que cuando comenzaron a salir estos dos Hiyori tenía diez años ¿O no? Pues esto se ubicaría tres años, Hiyo ya tiene trece en esta historia. Solo aclarar eso, por el momento creo que no voy a hacer ninguna otra acotación, los veré al final del capítulo para el resto de aclaraciones. Espero que lo disfruten, es mi primer fic que tiene como protagonista a la Trifecta así que cualquier crítica o sugerencia es bien recibida, ahora si, ya los dejo leer.


    En la guerra y el amor todo se vale.

    Capítulo 1: La nueva vecina.

    By Sioa Shun Uchiha-san.



    Era un fin de semana normal, como cualquier otro en su vida, se levantó temprano después de escuchar movimientos en la casa y vestirse con un sencillo pantalón de jean y una remera de algodón obscura de mangas cortas salió de la habitación, no sin antes darle una última mirada a el bulto durmiente en la cama y sonreír débilmente.

    Con pasos tranquilos fue al baño, cepillo sus dientes, se lavó la cara, peinó su cabello obscuro y luego se dirigió con andar relajado a la cocina.

    -¡Buenos días, Onii-chan! - Saludó la hermosa niña que se encontraba parada frente a la estufa vigilando el revuelto de huevos que preparaba, su cabello largo y castaño estaba recogido en una coleta alta, vestía un pantalón de jean no muy ajustado, medias blancas, una blusa de color rosa pastel sin estampados de margas cortas y un delantal rojo a lunares blancos con un pequeño volado en la parte inferior.

    -Buenos días, Hiyo.- Saludó con una sonrisa sincera, de esas de las que él solo podría dedicarle a esa bella niña, bueno, ya no era una niña estaba mucho más alta, ya casi alcanzaba su hombro, la chica había tenido un estirón importante ese verano y aunque sus facciones seguían siendo dulces y delicadas incluso en su estilo de vestir se notaba que esa chica no era ya la misma infante que conoció hacía tres años, ya tenía trece años, era toda una preadolescente, una hermosa jovencita. -¿En qué te ayudó para el desayuno? - Preguntó con calma mientras tomaba un delantal negro sin ningún tipo de adorno, su delantal, después de tanto tiempo la residencia Kirishima empezaba a llenarse lentamente de sus pertenencias, como un cepillo de dientes propio junto a su peine sus lociones y su maquina de afeitar en el baño, su delantal en la cocina, un par de sus trajes en el armario de Kirishima, la planta que su madre le había regalado la última vez que había ido a visitarla que ahora crecía fuerte y bien cuidada en el balcón.

    -¿Puedes hacer el café mientras yo termino esto, Onii-chan?- Preguntó con alegría la castaña.

    Yokozawa no esperó otra orden y comenzó a moverse por la estancia con la seguridad de quien conoce el contenido de hasta el último de los cajones, buscando el grano de café en la repisa superior para luego buscar el moledor bajo la bacha del lavaplatos. -¿Cómo dormiste Hiyo? Anoche te veías muy cansada.

    -Si, los exámenes se vuelven cada vez más difíciles.- Comentó la chica con un leve puchero en sus labios. -Me alegra de que hayan terminado, estudie mucho las últimas semanas ahora al fin podré ver más a Yuki-chan. ¿Vos como dormiste, Onii-chan?

    El hombre sonrió, hermosa era esa época donde lo más problemático de tu vida era un examen escolar, a veces desearía volver a ser tan joven, pero luego recordaba ciertas cosas y no, mejor quedarse donde estaba, no quería volver a pasar por el secundario, gracias a Dios eso era algo que solo se vive una vez.

    -Muy bien Hiyo, gracias por preguntar, aunque tu padre me dejó sordo con cómo ronca.- Contestó con simpleza mientras se disponía a poner el grano molido en la cafetera para dejar haciendo el café. -¿Tienes planes de salir hoy con tus amigas? Te has esforzado mucho en tus exámenes, seguro quieres salir a divertirte con ellas.

    -Oh, no, todas están ocupadas hoy.- Se lamentó con la mirada algo triste, sacando los huevos revueltos de la sartén para disponerse a ponerlos en un plato y luego buscar un par de frutas que pelar y cortar en cubos para acompañar la comida principal del día. -Yuki-chan saldrá con su mamá hoy, Nanami-chan me dijo que iría a visitar a sus abuelos este fin de semana, Hachi-chan me dijo que hoy era el cumpleaños de su hermanita así que no puede salir hoy…

    -Ya veo, bueno, quizás si tu padre tiene tiempo podríamos salir los tres hoy.- Propuso no muy seguro, sabía que Kirishima estaba a cierre de ciclo y estaba tapado de trabajo el día anterior se había quedado con él hasta las tantas de la madrugada haciendole compañía mientras el hombre continuaba trabajando, su autor principal estaba trayendole problemas, al parecer nuevamente Ijuuin-sensei había entrado en una nueva espiral de depresión y estaba muy atrasado con el nuevo tomo del manga estelar de la revista Japun, The Kan.

    -Tiene mucho trabajo, no quiero molestarlo.- Contestó la chica sin perder la sonrisa.

    Esa era su rutina casi diaria, desde que había comenzado una relación tres años atrás con Kirishima Zen el editor en jefe de la revista Japun de shounen manga en la editorial Marukawa Shoten su vida había dado un giro de trescientos ochenta grados en muy poco tiempo, en aquel entonces él tenía el corazón roto por quien fue su primer amor Takano Masamune, y Kirishima había sido quien lo ayudó bastante a la fuerza y con métodos poco ortodoxos a dejar atrás esa decepción para enfocarse en un nuevo amor. Su relación con el editor había pasado ya por muchos problemas pero de alguna forma que no llegaba a comprender seguía en pie a pesar de todo antes de darse cuenta había sido arrastrado por su pareja a situaciones de lo más bizarras como por ejemplo vacaciones familiares los tres juntos, fines de semana de salidas familiares, él teniendo que participar en festivales escolares "padre-hija" cada vez que el castaño estaba demasiado ocupado como para hacerlo y finalmente prácticamente vivir juntos.

    Yokozawa pasaba más tiempo en la residencia Kirishima del que estaba dispuesto a reconocer en voz alta, cuánto mucho pasaba una o dos semanas al mes en su apartamento de soltero y ni siquiera siendo estas en días consecutivos, por lo general era arrastrado a seguir a su pareja a casa para cenar juntos con su hija, Hiyori, y luego siempre con alguna excusa tonta, Kirishima lograba convencerlo de quedarse a dormir. Aunque siendo honestos cada vez eran menos las excusas, Yokozawa no las necesitaba ya para quedarse a dormir en esa casa.

    Su rutina diaria consistía en levantarse temprano, preparar el desayuno junto a Hiyo, comer los tres y luego ir a trabajar con su insufrible novio a la editorial tras despedir a la chica. Al principio era él quien peinaba y ayudaba a la chica a prepararse para ir a clases, pero hoy en día Hiyori ya se peinaba sola, elegía su ropa y alistaba sus cosas y cada vez eran más frecuentes algunas malas contestaciones cuando preguntaba inocentemente si estaba segura de tener todo listo, la adolescencia estaba haciendo ya estragos en la siempre tranquila y juiciosa castaña.

    El y la niña habían hecho buenas migas desde el principio, para él era mucho más fácil tratar con niños o con animales que no lo juzgaban por su duro exterior y quería a la joven Kirishima como si se tratara de su propia hija, no había forma de que pudiera negar eso. Hiyo era la niña de sus ojos.

    Cuando tuvieron el desayuno servido se quitó el delantal para dejarlo prolijamente sobre el gancho en que correspondía en la cocina y sonrió al escuchar a la chica despedirse diciendo que iría a despertar a su padre.

    Con calma se sentó en el que ya podía considerar su lugar en la mesa a la derecha de la cabecera donde se sentaba Zen y pudo ver desde allí el altar que descansaba en un mueble en el otro extremo de la habitación.

    Ver aquello siempre lograba bajar sus ánimos. El altar de Sakura era su recordatorio constante de que su estadía en esa casa no era permanente. Habían tenido ya esa charla con su pareja muchas veces, Kirishima siempre le reafirmaba que él no tenía planes de volver a casarse con otra mujer, que era feliz con su osito salvaje y le reprochaba su falta de confianza en sí mismo, diciéndole que lo amaba y que no pensaba dejarlo por nadie, soltando siempre alguna de sus estupideces o cursilerías que a él tanto le fastidiaban y avergonzaban.

    Sin embargo no podía evitar pensar cada vez que miraba el altar o notaba a Hiyori crecer que ese no era un lugar que él debiera ocupar, ahí, sentada en la mesa a la derecha del editor debía haber una mujer dulce y capaz que amara al castaño y a la niña, que estuviera dispuesta a formar un hogar bien constituido y tomar el rol de una buena madre para guiar a la niña que estaba por entrar a una de las etapas más difíciles de su vida.

    Con cada mes que pasaba él sentía que el tiempo se le agotaba, que la fantasía en la que vivía tan feliz tarde o temprano iba a derrumbarse, él se había negado desde siempre a decirle la naturaleza de su relación a Hiyori y eso seguía siendo así, para la niña él solo era un buen amigo de su padre pero el teatro se les caería pronto ya que la castaña no era tan fácil de engañar ahora que ya no era tan ingenua, empero, con una mano en el corazón tenía que decir que una parte muy egoísta en él se negaba soltar la felicidad que tenía en ese hogar.

    Estaba dividido, sabía que él no era lo mejor para los Kirishima, lo mejor sería una mujer hermosa, amorosa, dispuesta e incondicional, sin embargo, no se sentía capaz de ceder el lugar que estaba ocupando. Cada vez que veía la foto de Sakura en el altar se disculpaba con ella por saberse no digno de estar ocupando esa casa como el amante de Kirishima.

    -Buenos días…- Las palabras arrastradas y la voz rasposa del susodicho lo hicieron bajar de la nube tóxica de sus pensamientos y enarcó una ceja con preocupación al ver el deplorable estado en que se encontraba el castaño.

    -Buenos días, ey, Kirishima, te ves fatal ¿No deberías descansar un poco más?

    -¿Ay, mi osito está preocupado por mi?

    -Andate a la mierda.

    -Oh ¿Por qué no puedes decirme algo lindo en las mañanas? - Se quejó con un infantil puchero en sus labios el editor.

    -¿Aún sigues medio dormido? ¿Queres que te despierte a patadas? Si estas de animos para bromear entonces no estás tan mal.

    -Deberías ser una buena esposa y recibirme con un "Zen, querido, el desayuno está servido"

    -Hacele un favor al mundo y morite atragantado con el café.- Pidió rodando los ojos.

    Hiyo se sentó junto a ellos en la mesa, a la izquierda de su padre y frente a Yokozawa con una enorme sonrisa decorando sus labios. -Papá no deberías molestar a Onii-chan tan temprano, te portas como un niño.- Regañó divertida, tomando su taza con el estampado de un osito con un moño rosa para luego dar un sorbo a su chocolatada.

    -Oh, mi propia hija me regaña. - Se quejó teatralmente mientras le daba un sorbo a su café.

    -Si no fueras un idiota eso no te pasaría.- Alegó Yokozawa con una sonrisa suave en sus labios, esas peleas matutinas también eran parte de su rutina y sería una vil mentira decir que no las disfrutaba, pero ciertamente estaba algo preocupado por el aspecto demacrado del editor. -¿Tienes aún trabajo que hacer?

    -Si.- Se lamentó el editor dejando caer sus hombros con cansancio. -Lo siento, no podré quedarme con ustedes hoy, tengo que ir a casa de Ijuuin Kyo-sensei está teniendo una crisis muy dura esta vez, si no voy yo veo bastante imposible que otro editor pueda lograr hacer que trabaje. Mi equipo es eficiente, pero Kyo-sensei es imposible cuando se pone así, no ha tenido una crisis tan mala desde hace seis años.

    -Está bien, papá, entendemos que estés ocupado. - Contestó alegremente la menor. -Pero cuidate, es verdad que te ves muy cansado.

    -¡Ay! ¿Qué hice para merecer una hija tan maravillosa como tu, Hiyo?- Preguntó estirando su brazo para pasarlo sobre los hombros de la niña e incorporarse de su silla para poder besar su rostro.

    -¡Papá! ¡No hagas eso! ¡Ya no soy una niña! - Protestó intentando quitarse de encima a su acaramelado progenitor.

    -¡¿Qué?! ¡Nunca vas a estar lo bastante grande como para que no pueda llenarte de besos! ¡Sos mi bebita!- Se quejó el hombre besando exageradamente las mejillas, la frente y las manos de su casi adolescente hija mientras ella intentaba evitarlo.

    -¡PAPÁ!

    -¡Kirishima-san, por Dios! ¡Dejala en paz! ¡Sos insufrible! - Se quejó el oso salvaje de ventas de Marukawa, rodando los ojos entre los chillidos de la chica y las protestas de su pareja.

    Sentándose de nuevo en su lugar, el editor cruzó sus brazos. -No seas traidor.- Protestó mirando al otro hombre en la mesa. -Se supone que me tienes que apoyar en esto, ella es mi bebita.

    -Ah…- Suspiró resignado mientras veía a Hiyo acomodarse el cabello mientras continuaba desayunando con gesto algo molesto y las mejillas arreboladas por las excesivas muestras de afecto de su padre.

    -¿Qué se supone que significa ese suspiro, Takafumi?- Se quejó mientras comía un poco del revuelto de huevo y picoteaba algo de las frutas cortadas.

    -Que sos insufrible.- Contestó encogiéndose de hombros.

    Kirishima estaba a punto de contestar cuando sonó su celular e hizo una mueca. - Disculpen, tengo que atender.- El hombre se apartó de la mesa hablando por el aparato mientras masajeaba el puente de sus nariz con dos dedos con evidente hartazgo. El castaño siempre era alegre, tenía muy buen humor y era conocido en la editorial por ser un jefe agradable y simpático pero muy comprometido, todos lo querían y lo admiraban pero claramente estaba muy estresado y cansado en esa ocasión y había levantado un poco la voz, sin llegar a gritar, mientras hablaba con un subordinado. -Tengo que irme, lo lamento, intentaré no llegar demasiado tarde. - Alegó tomando la taza de café de la mesa mientras se iba apresurado al cuarto para ponerse algo un poco más decente que la ropa de entrecasa.

    Hiyori y Yokozawa compartieron una mirada, ambos sabían que el hombre no iba complir con eso de no llegar muy tarde y ambos suspiraron mientras terminaban de desayunar, para cuando estaban llevando las cosas a la cocina para lavar, secar y guardar los platos escucharon al castaño trotar rápidamente al en dirección al genkan y gritar desde ahí "¡Los veo más tarde!" antes de escuchar la puerta abrirse y luego cerrarse de un portazo algo descuidado.

    -Bueno, tu padre no estará en todo el día pero si quieres podemos hacer algo juntos, Hiyo.- Dijo mirando a la niña de reojo mientras él secaba y guardaba las cosas que la chica le alcanzaba.

    -No hace falta Onii-chan, estaré en mi habitación quiero estar un rato en la computadora. - Explicó alegremente.

    -Está bien, estaré en el living si me necesitas. - Aceptó con una sonrisa tranquila y luego vio a la preadolescente perderse en el pasillo seguida de Sorata en dirección a la habitación.

    Al verse solo decidió dedicarse a limpiar y ordenar un poco la casa, necesitaba mantenerse algo ocupado mientras estaba solo, sus pensamientos habían estado rondando parajes obscuros no solo desde esa mañana sino desde hacía una semana cuando después de una tranquila cena Kirishima le había soltado una bomba nuclear encima al proponerle vivir juntos.

    El castaño lo había bombardeado con argumentos irrefutables, como el hecho de que prácticamente ya vivían juntos, que muchas de sus cosas ya habitaban el departamento, que llevaban una estable relación de tres años y que aquel era un paso lógico a seguir, ya habían incluso pasado vacaciones juntos, la casa estaba llena de fotos de ellos tres en sus viajes a la playa, al campo e incluso fotos con los padres de Kirishima a quienes había conocido después de que él lo llevará engañado a una cena familiar hacía poco más de un año y desde entonces varias veces había interactuado con ellos, la madre de Kirishima era una mujer amable y entrada en años, dulce y muy atenta, siempre preguntaba por él y a veces mandaba algún presente con Hiyo cuando la niña iba a visitar a sus abuelos y el padre de Zen era un hombre muy alegre, sumamente bromista y de gustos simples, entendía de dónde había sacado su novio su personalidad, aunque bueno, él era para darle de comer aparte.

    La verdad era que desde la propuesta se sentía inquieto, era un paso importante y no estaba seguro de querer tomarlo, pensamientos como los de esa mañana no estaban dejándolo tranquilo, sentía que él era un obstáculo para esa familia, no quería ser el responsable de impedir que una mujer mejor clasificada que él formara parte de esa hermosa familia sin embargo estaba tan acostumbrado a la calidez de ese hogar y a la felicidad que le brindaba que sabía que sería imposible renunciar a ellos. Estaba entre la espada y la pared.

    Él era un hombre de ya treinta y un años con un trabajo exigente que muchos podrían pensar aburrido, un carácter del diablo, un gesto amargo en el rostro y sin nada que ofrecer realmente ¿Cómo podía ser tan egoísta como para quedarse junto a Kirishima? Un hombre jovial, exitoso profesionalmente hablando, atractivo, carismático, con una maravillosa hija que necesitaba una madre que la guiara en los difíciles caminos de ser una adolescente.

    Él no podía ser una madre, para empezar era hombre pero aparte de eso simplemente no tenía la capacidad de fungir como una buena esposa, tal como lo había dejado claro el propio editor esa mañana, ni siquiera era capaz de recibir a su cansado novio con una bienvenida cariñosa a la mesa del desayuno cuando sabía que el otro estaba dejando la vida en el trabajo y que un gesto como ese podría hacerle más fácil el resto de su complicado día.

    Él no era "tierno", por mucho que el editor se empeñara en decir que sí lo era, todo en el era tosco y arisco, como un gato callejero que te va a sacar un dedo con las uñas si quieres acariciarlo, él no podría espera al castaño con una sonrisa y ofrecerle con tono mimoso "Zen, cariño ¿Prefieres tomar una ducha o cenar primero?"

    Sentía escalofríos recorrerle la espalda solo de imaginarse a sí mismo en tan penosa situación.

    Intentado no deprimirse o enloquecerse continuó con la limpieza de la casa, totalmente absorto, intentando dejar su mente en blanco para no seguir dando vueltas a ese gastado y torturante tema.

    -¡Onii-chan! - El gritó de Hiyori lo sacó de su ensoñación y se giró sorprendido a ella.

    -¿Qué? ¿Qué pasa Hiyo?

    -¡Estoy llamando hace diez minutos!- Protestó con un puchero la chica antes de negar suavemente con su cabeza. -¿No escuchas todo ese ruido? Creí que eras vos.

    -¿Ruido? No, no escuché nada, Hiyo.- Contestó silenciando para entonces escuchar voces y ruidos fuertes que venían del pasillo del edificio. -Parece que es afuera.

    -¡Iré a ver!- Antes de pudiera decirle nada, la castaña había salido del apartamento para pararse curiosa en la puerta.

    En el pasillo pudo ver a varios hombres, llevando muebles y cajas al departamento que estaba enfrente en diagonal al suyo. ¡Genial! ¡Nuevos vecinos! Sonriente regresó al genkan para ponerse su calzado y luego salió de la casa para ir a curiosear.

    La puerta del apartamento estaba abierta de par en par y se asomó un poco tocando a la puerta un par de veces para ver si alguien le atendía, es de buenos vecinos ir a dar una bienvenida y ofrecer ayuda si se la necesita.

    -¡Va!- Se escuchó el fuerte grito de una mujer desde dentro mientras ella se movía un poco a un costado para no estorbar a los trabajadores que entraban cargando cajas o muebles desarmados.

    -¿Dónde dejamos esto, señora? - Se escuchó la consulta de uno de los sujetos.

    -Por ahora solo dejen todo aquí, muchas gracias. - Volvió a escuchar la voz de la mujer y luego la vio asomarse a la entrada, mirándola con sorpresa antes de sonreírle alegremente. -Oh, buenos días ¿Qué se te ofrece pequeña?

    -"¡Qué bonita!"- Fue lo primero que pensó al verla, era una mujer joven, ella no le daría más de veinticinco años, alta y pálida, sus ojos eran verdes y sus cabellos de un hermoso cobrizo anaranjado, sus rasgos eran ligeramente asiáticos pero se notaba muy claramente que aquella mujer tenía ascendencia europea también, no solo por sus facciones, sino porque medía por lo menos un metro ochenta, mucho más que la mayoría de la población femenina de Japón. -Ah ¡Buenos días! ¡Soy Kirishima Hiyori! Soy su vecina de enfrente, solo veía a darle la bienvenida al edificio, señorita.

    -Oh, pero qué educada.- Comentó jovial la mujer. - Es un gusto conocerte, me alegra saber que tengo buenos vecinos.- Contestó dulcemente haciendo una leve reverencia frente a la chica. -Soy Shinka Reika, como puedes ver me acabo de mudar, espero que podamos llevarnos bien ¿Puedo decirte Hiyo-chan? - Preguntó con amabilidad.

    -¡Si, claro!- Aceptó la castaña con una sonrisa. - ¿Necesita ayuda con algo, Shinka Onee-san? - Preguntó educadamente mientras veía a los hombres salir del departamento.

    -Ahora que lo dices, si, sería bueno tener algo de ayuda, vivo sola y recien llego a la ciudad así que no tengo quien me ayude con todo esto pero no quiero molestarte jovencita, seguramente tengas algo más divertido que hacer un sábado que ayudar a una solterona a ordenar su casa. - Bromeó entre risas la colorada.

    -No tengo nada que hacer ¡La ayudaré con gusto! ¡Para eso están los vecinos, Shinka Onee-san!

    -Bien, pasa, pasa, disculpa por todo el desastre.- Dijo pasando el genkan, donde la castaña se quitó los zapatos respetuosamente y luego siguió a la dueña de casa hasta el living que era un laberinto de cajas y muebles desarmados. El departamento era amplio, tenía un comedor pequeño donde estaba la mesa aún desarmada y envuelta en papel film y carton junta a cuatro sillas, en la cocina había un par de cajas sobre la mesada con una heladera a medio acomodar contra la pared y en el living había un juego de dos sillones individuales, uno de dos cuerpos, una mesita de centro de madera y tres bibliotecas contra la pared junto al mueble donde suponía que iría un televisor y muchas más cajas.

    -No se preocupe, Shinka Onee-san, acaba de llegar es entendible.- Contestó con alegría la niña.

    -¡Oh! ¡Qué amable! En serio me salvas Hiyo-chan, ordenar todo esto yo sola será una tortura.- Comentó alegremente la mujer. -Quería empezar por mis libros, será lo que más trabajo llevará pero tengo que armar los muebles también, no sabía por dónde empezar.

    -Bueno ¿Qué le parece si mientras usted arma los muebles yo acomodo sus libros?- Propuso con una sonrisa.

    -Eso sería una buena idea, ven.- Con calma guió a la chica hasta las bibliotecas que era los unicos modulares a los que ya les había quitado el papel burbuja y el cartón y se las enseño. -Mira ¿Qué tal si empiezas por esta? Ahí pondré todos mis mangas.- Explicó tomando una de las cajas rotuladas para abrirla frente a la menor.

    -¿Le gusta el manga?- Preguntó impresionada la Kirishima menor mientras veía curiosa la caja, arrodillándose frente a ella para empezar a sacar ordenadamente los tomos, curioseando los títulos.

    -¡Me encanta! Soy una gran fanática.- Explicó sonriente la mujer. -¿A vos te gusta Hiyo-chan?

    -¡Si! Me gusta mucho el shonen y el shoujo.

    -Bueno, ya que vas a ayudarme con todo esto, puedes llevarte cinco tomos de lo que sea que llame tu atención ¿te parece? Luego me los devuelves. - Propuso con una enorme sonrisa.

    -¿De verdad? - Contestó emocionada, sonriendo ante las palabras de su vecina, realmente parecía una persona sumamente agradable, se sentía cómoda allí.

    -Si, de verdad. Ire a arreglar las cosas en el comedor, me llamas si tienes una duda con algo ¿Si, Hiyo-chan?

    -Si, Shinka Onee-san.

    La colorada se movió despacio hasta el comedor mientras los trabajadores continuaban trayendo cosas y ella ensamblada la mesa, quitaba el embalaje de la sillas y luego intentaba poner en condiciones la cocina. Para cuando los trabajadores habían terminado de dejar todas sus pertenencias y se habían despedido ella había conseguido dejar las cosas medianamente presentables.

    Hiyo estaba impresionada con la cantidad de títulos shonen, shoujo y shosei que su vecina poseía, además tenía toda la colección de The Kan, inclusive las ediciones especiales y los dos art-books que Ijuuin-sensei había publicado.

    -¿Cómo vas Hiyo-chan?- Preguntó la mujer acercándose a ella con dos tazas. -Disculpa pero solo pude encontrar té ¿Quieres?- Consultó tendiendole una de ellas.

    -Si, gracias Shinka Onee-san.- Algo sonrojada tomó la taza, ella estaba más acostumbrada a la chocolatada, pero el té tampoco estaba mal, además ya no era una niña, quizás debería dejar las cosas tan infantiles como la chocolatada, ya tenía trece años. -Voy muy bien, tiene muchísimas cosas aquí.

    -Si, bueno, me gusta mucho leer y antes de darme cuenta llegué a tener una gran colección de cosas.- Comentó entre risas mientras dejaba su taza sobre la mesita baja cercana a ellas para disponerse a ayudar a la niña. -¿Viste algo que te gusta?

    -Me gustan muchas cosas, yo también sigo mucho de los mangas que usted tiene aquí.

    -¿De verdad? - Consultó alegremente.

    -Si, tiene muy buen gusto aunque hay varios títulos que no conozco.

    -Bueno quizás me permitas hacerte una recomendación sobre qué llevarte para leer ¿Te parece?- Comentó alegremente mientras empezaba a acomodar los mangas ordenadamente en la estantería entre risas.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-.-

    Empezaba a impacientarse y preocuparse, Hiyo se había marchado cerca de las once de la mañana, aun no daba señales de vida y ya pasaban de las cuatro de la tarde, ni siquiera se había presentado a almorzar.

    Él había limpiado toda la casa en ausenta de la niña, incluso el propio cuarto de la menor y había preparado el almuerzo esperando que ella llegara a comer con él. Ya sin poder controlar su preocupación salió al pasillo, él se había asomado poco después de Hiyori se fuera para ver a que se desbía el escándalo y había notado que en el departamento de enfrente alguien se estaba mudando, había visto a Hiyo entrar ahí, así que suponía que debía seguir allí.

    Tomando su llave cerró la puerta de la residencia Kirishima y se encaminó al departamento cercano para tocar un par de veces a la puerta esperando pacientemente ser atendido.

    -¡Ya va!- Se escuchó el grito femenino desde el interior y él se removió algo incómodo, cuando la puerta se abrió, le asombró encontrarse con una hermosa joven, probablemente universitaria o recién salida de la univercida de cabellos cobrizos anaranjados, tan alta como él, de hermosos ojos y con ropa de entrecasa, apenas llevaba una camiseta de tirantes blanca que dejaba a la vista el tatuaje de un atrapasueños en su brazo izquierdo y un largo pantalón de algodón de color negro.

    -Eh.. ¡Buenas tardes! Estoy buscando a una niña, Kirishima Hiyori.- Empezó a explicarse mientras hacía una leve reverencia, sin poder evitar que su rostro se mostrara tan serio como de costumbre.

    -Ah, usted debe ser su padre, pasé por favor.- Pidió la colorada abriendo la puerta y cediendo la entrada a su casa. -Es un gusto conocerlo, Kirishima-san, Hiyo-chan es una gran niña, esta ayudandome con algunas cosas, soy Shinka Reika, su nueva vecina.

    Yokozawa sintió sus mejillas arder un poco al ser confundido como el padre de Hiyori, pero era lo más lógico que podía pasar en esa situación, aún así agradeció con una inclinación de cabeza la invitación de la joven y entró en el departamento. -No soy el padre Hiyo, lamento la confusión, soy Yokozawa Takafumi, soy amigo de su padre y estoy cuidado de ella mientras Kirishima-san está trabajando.- Explicó lo más claramente que pudo.

    -¡Oh! Lamento el malentendido Yokozawa-san, aun así, por favor, pase. - Pidió guiandolo a al living donde la cabecita castaña de la preadolescente se asomaba entre decenas de cajas ya vacías, libros en el suelo y montañas plásticos y cartones de embalaje. -Perdón por este desastre.- Volvió a disculparse haciendo una leve reverencia.

    -Descuide, es entendible.- Comentó el hombre caminando con pasos algo incómodos por la residencia ajena. -Hiyo. - LLamó a la niña que se giró ante su voz. -Son las cuatro de la tarde, no has venido a almorzar.

    -¡¿Tan tarde es?! - Preguntó sorprendida la niña levantándose del suelo con un libro en sus manos. -No me di cuenta, Onii-chan, estaba ayudando a Shinka Onee-san y no me di cuenta de la hora.

    -Mis disculpas, Yokozawa-san, nos entretuvimos demasiado charlado mientras ordenamos, ni siquiera hemos parado para almorzar.- Comentó la mujer con gesto algu culpable. - De todos modos no tengo nada que comer aquí, tengo que ir a hacer la compra. Hiyo-chan, deberías volver a casa para almorzar.

    -Oh pero Shinka Onee-san si usted no ha comido nada tampoco, Onii-chan ¿Puede ella venir a comer con nosotros?

    -Hiyo-chan, no te preocupes por mi.- Pidió la mujer avergonzada, haciendo una leve reverencia ante el serio hombre. -No se preocupe por favor, estoy bien.

    Yokozawa miró a ambas mujeres, notando el gesto suplicante en la carita de Hiyo y suspiró. -Shinka-san, usted también necesita comer, traeré el almuerzo y si así lo desea yo también podría ayudarla un poco con todo esto, parece mucho para que usted tenga que hacerlo sola.

    -Muchas gracias, Yokozawa-san.

    -¡Gracias Onii-chan!- Gritó alegremente la preadolescente, dándole un corto abrazo al hombre que luego se despidió para ir a buscar el almuerzo.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    Eran las siete y media de la tarde, le dolía la cabeza al punto de sentir que iba a explotar, ninguno de sus viejos trucos habían servido para hacer que Ijuuin-sensei se dignara a dibujar ni una mísera página del manga, el hombre estaba profundamente frustrado y deprimido y había terminado por rendirse con él por ese día, pidiéndole que descansara pero haciéndole prometer que el lunes lo quería a primera hora en la editorial, esperando que al estar en ese ambiente de trabajo en mangaka encontrará la suficiente motivación como para continuar con su trabajo.

    Entró a su casa con andar abatido y gritó con la voz enronquecida. -¡Ya estoy en casa! - Sin embargo lo único que lo recibió fue un adormilado Maow que venía de Sorata quien dormitaba sobre el sofá del living donde todas las luces estaban apagadas.

    Kirishima miró confundido la hora, no era tan tarde como para que su hija y su novio se hubieran ido a la cama, miró la cocina y estaba vacía, fue a su cuarto y también lo estaba, se encaminó entonces al de su hija y nada, ni una mosca.

    -¿Se fueron sin mi?- Se preguntó rascando su cabeza con una mano parado en medio de su vacío departamento. Sus amores no podían ser tan crueles de haberse ido a cenar fuera sin él ¿Cierto? Palpó su bolsillo y marcó el número de su amante, llevando al aparato a su oreja con el ceño fruncido, dos tonos después en cuanto fue atendido habló sin dejar que quien lo atendía siquiera lo saludara. -¿Dónde están? ¡LLegué a casa y solo esta Sorata! ¿Me abandonaron solito a mi suerte? ¿Pueden ser tan crueles? ¡Y yo que esperaba encontrar mi osito con delantal haciendome la cena!

    -¡Kirishima-san, deja de decir idioteces!- Se escuchó la exasperada vos del agente de ventas desde el otro lado de la línea.

    -¡Oh, pero es que llegué y no hay nadie!- Se quejó frunciendo el ceño.

    -Estamos en el departamento de enfrente, tienes una nueva vecina y Hiyo y yo estuvimos ayudandola a instalarse, estábamos por regresar pensamos que volverías más tarde.

    -¿En frente? ¡Ahí voy! Si es una nueva vecina será educado presentarme.- Tras sus palabras cortó la comunicación, dejó su maletín y se encaminó al departamento que estaba en diagonal frente al suyo y tocó dos veces a la puerta antes de que esta se abriera. -¡Buenas noches! Soy Kirishima Zen, me dijo mi amigo que él y mi hija están aquí ¿Puede ser? - Preguntó amable y alegre aunque las ojeras y el gesto casado en su rostro era casi aterrador.

    -Oh, buenas noches, soy Shinka Reika, su nueva vecina, si están aquí, pasé por favor. - La mujer le hizo lugar y al entrar en el living todo estaba despejado, con la ayuda de Yokozawa habían logrado dejar el comedor, el living y la cocina perfectamente presentables, todo en su respectivo lugar y ya habían sacado a la basura todas las cajas vacías y los desperdicios de embalaje, ahora solo quedaban el cuarto de la joven que estaba con cajas hasta el techo, pero ella quería encargarse sola de su habitación.

    -¡Papá! - Hiyo corrió a él para darle un suave abrazo. -Bienvenido, perdón, creímos que ibas a llegar más tarde y nos entretuvimos. ¿Cómo te fue en el trabajo? Te ves cansado.

    -Bien, Hiyo, me fue bien, mañana podré descansar.- Comentó el hombre con una sonrisa tranquila para su hija, no quería preocuparla diciéndole que su día había sido una probada del infierno.

    Yokozawa se acercó con pasos calmados, mirando a su amante con una ceja arqueada, se veía como si una bestia lo hubiera masticado y luego escupido. -Te ves terrible…- Murmuró con cierta preocupación. -Ahora iremos a casa y Hiyo y yo haremos la cena mientras te duchas.

    -Aww, eres tan buena esposa, Takafumi. - Bromeó el editor olvidado que no estaban solos o mejor dicho sin importarle la mujer presente.

    -¡Kirishima-san!

    Shika no pudo evitar reírse, tenía vecinos interesantes al menos parecía las cosas en su nuevo hogar habían empezado con el pie derecho. -Bueno, Hiyo-chan, Yokozawa-san muchas gracias por su ayuda, sin ustedes no habría logrado terminar de acomodar las cosas tan rápido, me alegra saber que la gente de Tokyo es tan amable y que tengo tan buenos vecinos.

    -¿No eres de aquí, Shinka-san?- Consultó Kirishima sorprendido.

    -No, vengo de Sapporo, acabo de mudarme a la ciudad.- Explicó con tranquilidad la mujer. -Me surgió una buena oferta de trabajo y quise tomar el riesgo.

    -¡Ah! ¡Es cierto! ¡Shinka Onee-san no has ido a comprar comida!- Dijo de pronto Hiyo al recaer en ese detalle. -Papá, Onii-chan ¿Puede cenar con nosotros? ¡Ella no debe quedarse si comer!

    -¡Oh! ¡Hiyo-chan! Eres muy amable, pequeña pero no puedo importunar así, tu padre recien llega de trabajar y yo…

    -No se preocupe, Shinka-san, mi hija tiene razón, no puede quedarse sin cenar, permita que le de la bienvenida a mi casa, usted a cuidado bien de Hiyo y e mi gruñon amigo todo el día.- Interrumpió Kirishima con una sonrisa amable.

    -Muchas gracias.- Dijo totalmente conmovida con la calidez con que estaba siendo recibida y dió una profunda reverencia.

    Antes de darse cuenta estaba en la residencia de los Kirishima, sentada a la mesa con el editor mientras el agente de ventas y la preadolescente preparaban la cena en la cocina tras ellos. -Y dígame ¿Su esposo? ¿Acaso no se mudó con usted?- Preguntó con cierta curiosidad el castaño.

    -¿Esposo? ¿Perdone?- COnsultó confundida la pelirroja.

    El castaño señaló entonces la mano izquierda de la mujer con una ceja arqueada. -Asumi que era casada, por la sortija…

    Entonces los ojos verdes de la chica repararon en su mano y comenzó a reírse relajadamentemente mientras se quitaba el anillo con tranquilidad. -¡No soy casada! El anillo es solo para evitar a algunos hombres indiscretos.- Comentó mostrándole el objeto. -Vea es solo un anillo simple, olvide que lo tenía puesto, me lo coloqué esta mañana para lidiar con la gente de la mudanza, he tenido algunas malas experiencias antes y esta fue la sugerencia de una amiga, la verdad funcionó, nadie me dijo nada.

    Kirishima entonces soltó una carcajada alegre. -Inteligente concejo el de su amiga.

    -¡Kirishima ven y ayuda a poner la mesa!- Se quejó Yokozawa quien veía y escuchaba la charla desde la cocina profundamente incómodo, no le agradaba ver a su novio hablando tan tranquilamente con aquella mujer, él también había asumido que era casada al ver el anillo pero no había sido tan descarado como el castaño como para atreverse a preguntar donde estaba su esposo.

    Pronto estaban disfrutando de la cena, Hiyo explicaba con alegría que su nueva vecina le había prestado cinco tomos de un nuevo manga que ella no conocía y narró con energía todos los traspieses de la mudanza, como que su Onii-chan había ayudado a instalar el televisor y armar algunos muebles complicados con algunos accidentes menores de por medio.

    -Ya veo, así que pasaron una gran tarde ocupada.- Alegó sonriente Zen, quien a pesar de sentirse agotado siempre tenía tiempo y energía para escuchar a su hija. -Por cierto, Shinka-san, dijo que vino aquí por una propuesta de trabajo ¿Cómo hizo para postular desde Sapporo? Recien esta terminado sus estudios ¿Cierto?

    Ahora fue el turno de la mujer en estallar a carcajadas. -¿Tengo cara de universitaria?

    -Si, la verdad si.- Como siempre contestó sin pelos en la lengua el editor.

    -Pues no lo soy, Kirishima-san.- Contestó divertida la mujer. -Tengo treinta años, hace mucho que dejé la facultad, soy licenciada en literatura y profesora de Inglés.- Explicó con una sonrisa tranquila. -Tenía un buen trabajo en Sapporo pero sentía que necesitaba un cambio así que decidí mandar algunas solicitudes por internet junto a cartas de recomendación de la empresa para la que trabajaba y cuando tuve una respuesta favorable vine a hacer un par de entrevistas, conseguí el puesto y aquí estoy, el lunes comienzo.

    -Debe ser complicado.- Comentó escuetamente Yokozawa mirando con cierto recelo la forma atenta en que Kirishima hablaba con la nueva vecina.

    -Bueno, trasladarse siempre es difícil y cambiarse de ciudad aún más, pero estoy ansiosa, me gusta la aventura y esta parece que será una interesante.

    -¡Ese es el espíritu! Seguro le irá muy bien en su nuevo trabajo, Shinka-san.

    -¿Usted cree? Muchas gracias, Kirishima-san, solo espero que mi nuevo jefe no sea un dolor en el trasero como el anterior.- Bromeó la mujer provocando la risa de su anfitrión.

    -Seguro le tocará un buen jefe Shinka Onee-san.- La alentó Hiyo con una gran sonrisa.

    -Eso espero, muchisimas gracias por su hospitalidad, no me esperaba esto, en serio soy muy afortunada.- Comentó la mujer sonriendoles a los presentes una vez terminó la cena. -Si me permiten me gustaría ayudar a lavar los platos, han sido demasiado atentos conmigo el día de hoy y prometo compensarlo.

    -¡No tienes que compensar nada Shinka-san! Debe estar agotada después de la mudanza.- Alegó Kirishima. -Y fue un gusto tenerla cenando con nosotros.

    -Oh, bueno, en ese caso yo creo que mejor me retiro para dejarlos descansar… ¡Ah! ¡Antes de que lo olvide! ¿Saben donde hay un marcado aquí cerca? Mañana tendré que ir a comprar comida y varias cosas indispensables.

    -¡Ahora le hago un mapa, Shinka Onee-san!- Hiyo se levantó para buscar lápiz y papel para luego hacerle un plano a su vecina que lo tomó agradecida y tras despedirse de esa extraña familia se regresó a su nuevo hogar.

    Hiyo se encargó de limpiar todo y luego fue a su cuarto a descansar, por su parte Kirishima fue a darse un baño y Yokozawa esperaba a su pareja en la cama intentado leer con su ceño fruncido.

    ¿Qué había sido todo eso? Estaba molesto, Kirishima había sido tan amable y alegre como siempre con su nueva vecina pero sentía un revoltijo desagradable en su estómago, sabía lo que era solo que no quería admitirlo.

    Esas risitas durante la cena le habían dado ganas de vomitar, cuando la mujer resultó no estar casada todo él se había puesto en alerta, estaba siendo exagerado, sabía que por sobre eso de hecho estaba siendo ridículo pero es que odiaba ver a mujeres tan ridículamente prendadas del carisma del editor.

    ¿Cómo podía ser que él se hubiera vuelto tan asquerosamente posesivo? Los celos se lo estaban comiendo vivos y estaba haciendo un enorme esfuerzo por no escupir bilis al castaño cuando entrara en el cuarto. No tenía nada que reclamar ¿Qué iba a decirle? "¡No seas tan amable con esa mujer! ¡No me agrada!" Sonaba estúpido hasta en su cabeza, solo habían ayudado a una nueva vecina, nada más.

    Kirishima entró en la habitación vistiendo solo un pantalón de pijama de tela fina y sonrió al ver a su pareja murmurando algo entre dientes como si estuviera gruñendo mientras apretaba un libro abierto entre sus manos, aunque claramente no estaba leyendo.

    Eso le hizo sonreír, había notado las miradas y la molestia del oso gruñón de Marukawa durante la cena, quizás se había excedido un poco, había tenido la intención de poner un poco celoso a su pareja solo por molestarlo, no había coqueteado con la nueva vecina pero si había sido casi galante y claramente Yokozawa estaba peleando consigo mismo para no hacerle una escena. Era jodidamente enternecedor.

    Con pasos calmos y sigilosos se subió en la cama mientras le quitaba el libro de la manos al menor. -Deja eso, ahora estas conmigo.- Alegó acercándose a besar sus labios por un apasionado instante. -No estes pensando en locuras, Shinka-san no me interesa.

    ¡Odiaba que Zen fuera capaz de leerlo con tanta facilidad! Su rostro se había sonrojado levemente ante sus palabras y gruñó con fastidio. -Te das demasiada importancia ¿Quién dijo que yo estuviera celoso?

    -No engañas a nadie, Takafumi.- Alegó mordiendo despacio su labio inferior. -Cuando te portas tan tierno y orgulloso me dan tantas ganas de…

    -¡Cállate!- Lo silenció apartando al castaño de él antes de que fuera a hacerle nada. -Necesitas dormir, pedazo de idiota, vas a caer inconsciente en cualquier momento ¡Así que déjate de estupideces y dormite!

    -Nunca estoy lo suficientemente cansado como para no querer hacer cosas contigo, Takafumi.- Alegó metiéndose bajo las mantas para abrazar las caderas del menor, atrayéndolo a su cuerpo.

    -¡Ni se te ocurra! Hiyori está despierta y vos estas hecho un esperpento, así que no me jodas y dormite.- Alegó dándole la espalda, sonrojándose al sentir el tibio pecho desnudo del editor pegar a su espalda y sus cálidos labios paseandose por su cuello.

    -Al menos dame un besito de buenas noches.

    -¡Que te jodan!- Protestó sintiendo entonces una gran mano tomándolo de la barbilla para obligarlo a girar el rostro y poco después le siguió la sensación de la boca de Kirishima sobre la propia.

    -Buenas noches, Takafumi, y no te hagas ideas locas, en serio ¿Cómo podría gustarme ella que ni la conozco en lugar de mi osito gruñon?

    -Buenas noches Zen, duermete de una vez que se estan muriendo las pocas neuronas que te quedan. - Protestó girándose de nuevo pero arrimando un poco su cuerpo al del mayor, sintiéndose un poco más relajado con aquellas absurdas palabras.

    ¿Qué tan bajo había caído como para rendirse tan fácilmente frente a Zen? Los pensamientos de esa mañana volvieron a su mente ¿Podría realmente alejarse de los Kirishima si una mujer digna se presentaba para cubrir el puesto que él tenía? Sacándolo de sus pensamientos sintió los fuertes brazos afirmandolo un poco más fuerte y cerró sus ojos, sintiendo la respiración suave del mayor contra su cuello, parecía que el editor finalmente había caído rendido a su agotamiento.

    -.-.-.-.- Continuará. -


    Notas de Sioa: Buenoooo ¿Qué les pareció el capítulo? Creo que es algo lento y enredado pero ya iré puliendo la idea al principio siempre es complicado poner claras las cosas, espero que esto haya llamado lo suficiente su atención como para darle una oportunidad a la historia.

    ¡Estaré esperando sus comentarios! Sus ideas y aportaciones pueden ayudarme bastante, dentro de poco será en cumpleaños de Kirishima, quería tener esta historia lista en parte por eso, sé que no tiene que ver con una temática de cumpleaños, pero esta sería mi aporte al fandom de la trifecta para su cumple.

    Creo que lo único que me queda por añadir es que Shinka Reika es un personaje de mi invención, que espero que llegue a agradarles. Aunque el fic pueda parecer algo dramático tranquilas que como todo lo que escribo tendrá mucho romance y comedia también :D

    Las veré en el próximo capítulo.

    Sioa Shun Uchiha-san.
  6. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Jueves 30 de Mayo del 2019.



    Encrucijada

    Capítulo 7: ¡Ayudame, Hungría!

    By Sioa Shun Uchiha-san.



    Dormir había sido imposible, había logrado conciliar el sueño solo por un par de horas pero no había descansado nada, los extraños sueños que había tenido no lo ayudaron. Estaba sentado en la cama, con el rostro serio y las ojeras apenas marcadas en sus párpados inferiores.

    Decir que estaba confundido era un eufemismo, se sentía perdido. Durante años había estado enamorado de Alemania, siempre permaneció a su lado como amigo, siendo su aliado, intentado por varios medios que el hombre notara que sentía por él más que mero compañerismo sin embargo nunca había conseguido nada, sabía que su forma de actuar no hacía otra cosa que confundir al rubio pero siempre había mantenido la esperanza de que tarde o temprano el de azules ojos finalmente se daría cuenta de lo que intentaba y le corresponderia, nunca había sentito dudas por sus sentimientos, bueno quizás eso fuera mentira, al principio sí que estaba confundido, sabía que Alemania era para él alguien preciado pero comparar el sentimiento que tenía por él con el que tuvo en su momento por Sacro Imperio Romano lo asustaba por aquel entonces.

    No fue hasta que Alemania hicieran una extraña actuación en un San Valentín allá por fines de la segunda guerra que se sentó seriamente a evaluarse a sí mismo y sus acciones que se atrevió a ponerle el titulo de amor a lo que sentía, sin embargo mucho tiempo había pasado desde ese día, quizás ya demasiado.

    Con andar aletargado se sacó las mantas de encima y miró distraídamente el despertador que tenía a un costado de la cama, eran las cinco de la mañana, todos estaban durmiendo así que desactivo la alarma que estaba programada para las seis y fue a ducharse haciendo el menor ruido posible para no perturbar a su hermano y sus invitados.

    Una vez en la ducha con el agua caliente corriendo sobre su agarrotado cuerpo cerró sus ojos y recordó el sueño que lo atormentó esa noche.

    En él todo era hermoso al principio, estaba con Germania paseando por las calles de Berlín junto a sus perros, conversaban y él revoloteaba a su alrededor con la típica alegría que lo caracterizaba mientras el rubio lo regañaba por estar haciendo demasiado escándalo en la vía pública, cosa que claramente él ignoraba, le resultaba tierno que el hombre intentara corregir sus escandalosas costumbres, eso claramente nunca iba a pasar pero era adorable que después de tantos años el germano no se hubiera rendido en su manía de intentar enseñarle disciplina.

    Ni en sus sueños dejaba de ser un pobre torpe y había tropezado en las vereda, cayendo estrepitosamente al suelo y raspando sus rodillas en el proceso, el rubio no había dudado en agacharse a su lado para revisar la herida mientras con voz bastante mas suave rezaba un regaño casi amoroso. "Por eso te digo que no puedes ir tan atolondrado por la vida, Italien, tienes que prestar más atención por donde vas, te lastimaste, mejor vamos a una farmacia a comprar algo para limpiar el raspón y que no se infecte ¿Puedes pararte?" No le había dado ni tiempo a contestar porque sin dudarlo el musculoso sujeto lo había levantado en brazos cual princesa de cuento para comenzar a caminar con él. Los perros habían desaparecido, las calles también, todo lo que los rodeaba había desaparecido, solo estaba ellos, él se sentía protegido y feliz entre esos fuertes brazos y aquellas palabras que podrían sonar parcas para cualquiera para él sonaban dulces y llenas de preocupación y afecto.

    Su rostro se sonrojó un poco mientras recordaba que en el sueño él había llenado de besos el rostro del Aleman en medio de halagos mientras veía al parco sujeto ponerse nervioso y protestar pero en ningún momento se había resistido, Germania nunca se resistía en sus sueños sin importar que clase de cosas él le hiciera, pero fue entonces que una voz llamó su atención a sus espaldas. Era la voz de Prusia, recordó con claridad la imagen del albino parado en medio de un fondo tan blanco como sus cabellos, con aquellos ojos sangre brillando y una sonrisa amplia en su rostro, soltando esa risa tan particular que parecía irritar a todo el mundo al mismo tiempo que los contagiaba de energía. "Ich liebe dich, Italien" Le había escuchado decir, abriendo sus brazos para él y cuando se quiso dar cuenta él estaba parado en medio de la blancura de ese espacio mirando de frente al teutón que esperaba por él y a su espalda estaba Alemania que lo miraba con su rostro serio y los brazos a los lados de su cuerpo, parado cual firme soldado.

    -Cosa mi sta succedendo? - Se cuestionó mientras apoyaba su frente en los empañados azulejos de la ducha, él día de ayer había sido divertido, había pasado una buena tarde como hacía demasiado tiempo no hacía, pasear con Prusia había sido especial, cada halago que el mayor hacía a su ciudad, a su historia, a sus monumentos lo hacían feliz, lo llenaban de confianza en sí mismo, cada payasada que habían hecho juntos lo había hecho olvidarse de todas sus obligaciones y le habían permitido ser él mismo, escandaloso y despistado sin recibir recriminaciones por su alborotada forma de ser pero todo se había ido bastante al caño cuando el albino le había confesado sus sentimientos.

    Era un tonto, debió prever eso, había pasado toda la noche analizando las cosas y era cierto que Prusia lo trataba diferente a los demás, a todos los demás, con él no hacía bromas de mal gusto, ni lo molestaba, con él era atento, cuidadoso, celebraba sus tonterías y siempre estaba ahí para levantarle el ánimo en cada desplante que su rubio hermano le hacía por temas de trabajo. Prusia le daba regalos, lo abrazaba, usaba cualquier excusa para pasar tiempo con él si tenía oportunidad, lo dejaba jugar con Gilbrid ¡No dejaba que nadie tocara a ese polluelo! ¡Solo se lo dejaba tocar a él! Sin embargo cuando pronunció aquellas palabras "Me gustas, en serio me gustas demasiado Italia" fue como una guantada sin mano para él.

    Es cierto, él jamás había dudado de su amor por Germania una vez que lo había aceptado por mucho que otras personas se le declararan o que hubiera pasado noches en compañía de amantes ocasionales. El era un país de buenos amantes, y a pesar de ser una nación eso no lo dejaba exento de las necesidades de la carne, ya lo había pensado antes, pese a no ser humano tenía necesidades muy humanas. El sexo siempre había sido solo eso, nunca ninguno de sus amantes le había hecho olvidar el amor por Germania, pero entonces llegó Prusia con sus sentimientos en bandeja pidiéndole una oportunidad y por primera vez sentía la incertidumbre.

    Algo había, Prusia algo de especial tenía porque sino no estaría en este estado, desvelado, confundido por un sueño tórrido, cuestionando cuando el teutón se había convertido en alguien diferente del resto para él. Él era una persona carismática y sociable, se llevaba bien casi con todo el mundo, era amigo de sus amigos y los quería a todos muchísimo pero estaba seguro de que de haber sido cualquier otra nación la que hubiera confesado esos sentimientos no estaría tan contrariado, estaba así porque se trataba de Prusia, porque algo tenía que estaba haciendo a su corazón sentirse consternado.

    No lo entendía ¿En qué momento? ¿Por qué? ¿Podía si quiera comprar lo que sentía por el albino a lo que sentía por Germania? Le asustaba siquiera intentarlo.

    Su cuerpo se había movido como autómata y ya había terminado de lavarse mientras sus pensamientos se enredaban cada vez más, así que resignado cerró la llave de agua y salió de la ducha, se enrolló una toalla en la cadera y tomó otra para secar su cabello, caminando de regreso a la habitación donde el despertador marcaba que eran las cinco y cuarenta de la mañana.

    Tenía tiempo de sobra antes de que todos en la casa despertaran, se vistió con uno de sus costosos y estilosos trajes, escogió una camisa negra, una corbata turquesa, saco y pantalones grises y zapatos negros.

    Arreglado y peinado fue a la cocina para prepararse un café muy cargado, iba a necesitarlo si quería encontrar la energía para pretender que estaba perfecto y que nadie sospechara de su estado emocional

    Necesitaba hablar con alguien y solo había una persona en quien tenía la suficiente confianza para hacerlo, estaba agradecido a que gracias a la reunión del G8 ella estuviera ahí en una inesperada visita. Hungría siempre había estado ahí para él desde que era muy pequeño, siempre había velado por él mientras estuvo en la casa del señor Austria y la quería mucho, con los años realmente su amistad se había convertido en una especie de hermandad, esperaba que ella supiera aconcejarlo.

    Prusia había conseguido dejarlo totalmente desorientado con su confesión, no sabía que tantos estragos podría hacer en él si empezaba con sus intentos por conquistarlo, no estaba seguro de que debía hacer, si atreverse a dejarle una ventana abierta al albino y ver que ocurría o enclaustrar su corazón en cuatro paredes consolándose a sí mismo con que Germanía era el único con la llave para abrir la puerta y destrabar las ventanas, esperando que el hombre algún día utilizara la llave que hace tiempo tenía en sus manos y pudieran de una vez ser felices juntos.

    -¡Ita-chan! ¡Mierda! ¡Me asustaste!- Ante esa estridente voz se giró para encontrarse con el responsable de sus caóticos pensamientos parado en la puerta de la cocina, vistiendo un traje azul prusia con una camisa blanca y una corbata negra.

    -Ve~ Perdón, Prussia.

    -No es nada, es que no esperaba que estuvieras despierto ya, son apenas las seis y diez de la mañana, se ve que la amenaza de West fue muy efectiva. - Comentó entre alegres risas.

    -"¿Amenaza? Cierto, Germania dijo que si llegabamos tarde de nuevo iba a tirar mi pasta al canal, lo había olvidado… No puedo creer que lo olvidara por estar pensando en Prussia." - Pensó para luego reír animadamente como si nada lo estuviera inquietando, los otros países se sorprenderían mucho si supieran lo buen actor que podía llegar a ser lo bien que podía mentir cuando lo ameritaba. -Ve~ No puedo permitir que tiré mi pasta, sería aterrador comer patatas pisadas mientras por los días que ustedes se queden aquí. - Alegó sonriente.

    -¡Ey! ¡Nuestra comida es asombrosa! ¡Nadie habla mal de las patatas y el Wurst en mi presencia, Ita-chan!- Alegó el albino acercándose a despeinarlo suavemente. -Guten morgen. - Saludó inclinándose a besar su mejilla derecha para luego girar su rostro y depositar otro en la izquierda, más este último fue más cerca de la comisura de sus labios.

    El sonrojo no se hizo esperar en el rostro del italiano pero aun así sonrió alegremente, intentado ignorar el leve cosquilleo que esos finos y pálidos labios habían dejado sobre su piel. -Buongornio, Prussia! - Correspondió al saludo, parándose de puntitas para dejar un beso en cada mejilla del más alto, alejándose de él con pasos discretamente acelerados, prefiriendo fingir que no había notado la sonrisa ladina del hombre que claramente había notado su ligera turbación. -¿Me ayudas a hacer el desayuno, ve~ ? Germania y il mio fratello se levantarán pronto.

    El teutón asintió y entre los dos prepararon una nutritiva y variada comida para todos, la reunión sería larga así que necesitaban energía para afrontar el largo día que tendrían por delante.

    Estaban sirviendo la mesa cuando Alemania hizo acto de presencia en la cocina y solo minutos más tarde llegó romano con un claro gesto de aun tener la almohada pegada a la cara mientras se quejaba en voz pastosa sobre lo inhumano que era ser obligado a salir de la cama antes de las siete de la mañana y despotricando entre dientes en contra de lo obsesivo compulsivo que era cierto rubio con la puntualidad.

    -.-.-.-.-.-.-

    Para placer personal de Alemania habían llegado más que a tiempo al hotel, de hecho era los primeros en la sala de juntas, como correspondía ya que se suponía que los hermanos Italia eran quienes presidían las conferencias de ese año.

    -¡Nos hiciste venir tan jodidamente temprano que no hay nadie! ¡Maldito macho patatas!.- Despotricó Romano mientras se sentaba en su sitió, revisando a desgana unos papeles, hoy empezarían exponiendo un resumen de las propuestas sobre los tratados económicos internacionales que se habían hablado el día anterior y el resto de naciones faltantes harían su correspondiente disertación, si por algún puto milagro todo saldría bien, terminarían las reuniones de ese día con las ideas medianamente claras y con alguna votación a favor o en contra de cada propuesta. ¡Tenía que estar soñando despierto si creía realmente que iba a ser tan productivo ese día!

    Suspirando Alemania giró su mirada a Italia del norte quien miraba distraído los documentos con una sonrisa apacible en su rostro, hoy era su oportunidad, su hermano había pasado todo el día anterior con el chico y no sabía que habría pasado entre ellos, que hubieran regresado en góndola juntos le estaba minando la mente con imágenes de una situación romántica entre ellos, con la voz gruesa del gondolero cantando una balada para ellos con el atardecer Veneciano de fondo. Aquella imagen lo ponía casi enfermo. No podía dejarse ganar, tenía que pensar en algo para atraer la atención del castaño hacia él y no hacia su hermano.

    -Italien. - Lo llamó acercándose a él con paso casi militar.

    -Ve~ ¿Qué pasa Germania?

    -¿Te molestaría que fuéramos a almorzar juntos en el receso?- Consultó con un tenue rubor en sus mejillas y un tono nervioso en su voz.

    El Italiano ladeó un poco su cabeza pero luego sonrió ampliamente. -¡Claro! ¡Me encantaría, Germania! - Aceptó gustoso, quizás pasar algo de tiempo con el de azules ojos le ayudara a aclarar sus confusas ideas, no podía evitar el leve calor en su pecho ante esa inocente propuesta pero su traicionera mente le hizo recordar el beso en la comisura de sus labios de esa mañana y el rostro sonriente del albino haciendo que sus mejillas enrojecieran y los dedos de su mano derecha acariciaron levemente la zona que había sentido cosquillear por ese recuerdo.

    -¿Estás bien, Italien?

    -¿Ve~ ? ¡Si, si, Germania! - Contestó rápidamente, intentado desechar esas ideas de su mente y concentrarse en la mirada preocupada del más alto, era tierno, verlo consternado por él era algo que siempre lo hacía sentir querido, empero, en ese momento con aquellas ideas en su cabeza solo podía sentirse culpable, la sensación de estar traicionando sus sentimientos por el menor parecía no querer alejarse de él. -Hoy se me antoja comer carpaccio ¿Qué te parece?

    -Me agrada, al menos no és pasta. - Contestó con una apenas perceptible sonrisa el rubio.

    Prusia los miraba hablar desde su asiento, acomodando sus papeles y las hojas en blanco donde haría las notas de la junta, al parecer su bruderlein estaba haciendo su movimiento sin embargo se permitió sonreír con cierta satisfacción al notar que el castaño acariciaba la zona que él había besado esa mañana con un tenue rubor en sus mejillas, podía sentir cierta esperanza, al menos un poco. El chico había reaccionado de manera bastante favorable con aquel pequeño acercamiento, no tenía nada de malo alegrarse un poco por eso.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos por las dos calmadas naciones que entraban en la sala, Inglaterra caminaba con su andar elegante de siempre, como si se tratara del dueño del lugar, exudando confianza y tranquilidad mientras hablaba alegremente con un sonriente Canadá que parecía a punto de desaparecer por momentos. Ambos saludaron a los presentes con diferentes entonaciones en inglés y los presentes correspondieron con amabilidad, minutos más tarde y haciendo un pequeño escándalo entraron Francia y Hungría que se sentaron a cada lado del albino, él galo a su izquierda y la marimacha a su derecha.

    -Bonjour, mon ami! ¿Qué te cuentas de nuevo?- Preguntó alegremente el rubio, pasando un brazo por sobre los hombros del teutón.

    -Guten morgen, mein freund! - Saludó alegremente correspondiendo el gesto del otro al pasar su brazo sobre los hombros del galo. -Aquí, siendo asombroso, como siempre.

    -¡No empieces con tus estupideces tan temprano!- Protestó la hungara. -Tienes de asombroso lo que yo de bailarina de valet.

    -Oh, estoy confundido, Hungría, no sabía que una marimacha pudiera ser buena en valet.

    -¡Eres un descarado!

    -¡Soy asombroso!

    -¡Asombrosamente desesperante!

    -Ah, pero soy asombroso al fin y al cabo, gracias por aceptarlo. - Alegó dándole unas fuertes palmadas en la espalda a la mujer como si se tratara de otro de sus camaradas varones.

    -¡Ay! ¡Eres un bruto!- Se quejó dándole un fuerte puñetazo en el brazo.

    -¡Auch! ¡Vos sos una bestia!- Alegó frotando la zona agregidad. -¿Me quieres dejar sin brazo, o qué?

    -¡Oh! ¿No que eras muy fuerte? ¿Te duele el golpecito de una chica?

    -¡Claro que no! ¡Soy demasiado asombroso para sentir dolor!

    -¡Te quejas como magdalena!

    -Ey, ey, mon amis, no peleen tan temprano.- Pidió el francés con una gran sonrisa, al menos podía estar tranquilo ahora, pese al rechazo del día anterior Prusia no parecía deprimido, era una preocupación menos, de hecho lo veía muy animado si ya estaba a punto de matarse con Hungría, le alegraba tanto ver que su amigo recuperaba su típica vitalidad.

    En medio de su disputa había llegado Japón quien se había tomado un momento para charlar con Alemania e Italia antes de tomar asiento, la entrada de Rusia había hecho que más de uno se sintiera incómodo pero Prusia era él que más detestaba al hombre aparte del aún ausente U.S.A, el rencor que le tenía aquella nación no era algo fácil de describir con palabras, había escuchado su "Privet, Gilbert" al saludarlo pero prefería ignorarlo, el tiempo que había tenido que pasar con ese sádico enfermo antes de la caída del muro aún podía traer pesadillas a su mente en sus días oscuros y el desprecio con que pronunciaba su nombre humano empleandolo como un insulto tácito lo enfermaba, era preferible fingir que no estaba compartiendo aire con ese fenómeno.

    Solo faltaba América y España, que como siempre llegaban bastante tarde que pasaban de las ocho y cuarto.

    La habitación se llenaba de bullicio y para todos era claro que Alemania empezaba a perder la paciencia, pobre hombre aún ni siquiera empezaba la peor parte y él ya sentía acercarse la migraña.

    -The greatest hero is here, my friends! - Gritó el americano entrando con una teatral patada a la puerta y una pose de superioridad mientras acomodaba sus brazos en jarra sobre sus caderas.

    -The greatest idiot in the world would you mean! you're late as always, U.S.A! What's your bloody problem? don't you have a watch, or don't you know how to use it? - Gritó colérico el británico.

    -Ow! England, try not to be a jerk so early in the morning, please! I made such a great entrance and you are so mean with me! - Se quejó el rubio llevando la botella coca-cola que cargaba a su boca para dar un largo sorbo antes de sentarse en su lugar.

    -¡Por favor!- Gritó Alemania en cuanto notó que Inglaterra iba a seguir la discusión con el americano. -¡Ya estamos todos, así que empecemos de una vez! - Suplicó con hartazgo.

    -Ve~ pero hermano España aún no llega. - Comentó Italia alzando su mano como si estuviera en una clase de colegio y necesitará permiso para hablar.

    -¡No hay que esperar a ese bastardo! ¡Qué se las arregle! ¡El es solo un invitado así que empecemos con esta mierda!- Alegó romano levantándose de su asiento para comenzar con la maldita reunión de una jodida vez pero cuando estaba en medio del discurso la puerta se volvió a abrir no tan bruscamente como con el rubio pero igualmente interrumpiendo.

    -Perdón, amigos, me quedé dormido. -Habló en su lengua madre el país de la pasión entrando con pasos lentos y una sonrisa alegre.

    -¡BASTARDO! ¡No hubieras venido!- Gritó romano con enojo iniciando una discusión donde él gritaba improperios y España solo sonreía alegremente disculpándose antes de ir a sentarse junto a Hungría.

    -¡SUFICIENTE!- Interrumpió Alemania, entre romano que peleaba con España, Inglaterra que ahora mismo no sabía porqué se estaba ahorcando con Francia, su hermano que discutía con Hungría y las risas tenebrosas de Rusia las cosas se habían vuelto a salir de control. -¡Quiero que todos hagan silencio, Romano terminará de leer el resumen de ayer y procederemos con la disertación de Alemania que estará a cargo de mi hermano! ¿Entendierón? - Gritó con su voz potente y autoritaria.

    -Sì, capitano! - Italia fue el único que contestó mientras todos volvían a sus lugares y suspiraban algo asustado después del regaño del rubio.

    -¡Puedo manejar solo a esta bola de idiotas, macho patatas! ¡No tienes que intervenir!- Gritó Romano antes de levantarse y carraspear con sus papeles en la mano. -Bueno, como decía antes de que el bastardo de España interrumpiera con su mierda de alegría estúpida, ayer se trató el tema de los tratados de comercio exterior, los países que dieron sus propuestas fueron Italia, Canadá, U.S.A y Japón durante la primera mitad de la junta y durante la siguiente sólo pudo exponer Inglaterra, sus propuestas respectivamente se trataron de…- Continuó hablando, explicando las mociones y las problemáticas expuestas por cada nación y luego de un par de minutos hablando dejó sus papeles sobre la mesa notando que el caos de nuevo reinaba en la sala. -¡YA CALLENSE, JODER! ¡PARVADA DE IMBÉCILES! ¡ME VALE CINCO HECTÁREAS DE MADRES SI NO ESCUCHARON LO QUE DIJE! ¡MUERANSE!

    -¡Lovi- lovi~ no te ofusques que te arrugas!- Canturreaba alegremente el español. -¡Yo si estaba escuchando!

    -¡PUDRETE, ESPAÑA! ¡PATATA ALBINA DEL CARAJO, ES TU MALDITO TURNO! ¡A VER SI HACES CALLAR A ESTOS IDIOTAS!- Dejándose caer en su asiento se cruzó de brazos con muchísimo fastidio, él que se había empeñado en tener todo perfecto para esa puta conferencia y todos ahí como la bola de imbeciles que era no le prestaban atención.

    Italia del norte solo resopló un corto ve~ mientras se encogía de hombros, su hermano era demasiado agresivo pero la verdad sea dicha no inspiraba una pizca de autoridad o respeto, además que fuera tan mal hablado era algo que a él le parecía bastante desagradable, quería a Romano, era su hermano, pero que se la pasara gritando improperios hasta a él lo canzaba. Pobre de su hermano españa.

    -Kesesese~ Gracias por la palabra.- Dijo el albino, carraspeando antes de levantarse y alzar un poco la voz. -Orden, por favor.- Pidió, más bien decretó, todos los presentes dejaron sus respectivas actividades para girarse a mirarlo en respetuoso silencio, hacía años que el antiguo Reino de Prusia, ahora Alemania del este, no tomaba la palabra en una junta, quizás habría pasado una buena década desde la última vez. Italia del norte se removió en su asiento, sentándose derecho, había olvidado que el hombre a pesar de siempre ser tan jovial cuando se trataba de trabaja daba tanto o más miedo que Alemania, su rostro serio mirando a cada una de las naciones, desafiandolos a todos con sus rojos ojos a atreverse a interrumpirlo si les daban las pelotas lo hizo estremecer un poco. Si, Prusia serio daba un miedo de cojones. -Gracias. - Dijo una vez considero que todo estaba con suficiente calma como para hablar. -Procederé a explicar la postura de La República Federal de Alemania ante el tema que nos atañe hoy a los aquí presentes…- Comenzó a hablar, su voz sonaba profunda y su postura firme acompañada de la fuerza y autoridad que imprimía a cada una de sus palabras parecía tener a todos hipnotizados e Italia del norte no era la excepción.

    Él nunca prestaba atención en aquellas reuniones, era más divertido molestar a Alemania o a Japón, quizás dedicarse a dibujar, al único que escuchaba era su rubio amigo o a su hermano durante las disertaciones pero en ese momento la voz de Prusia lo tenía en una especie de trance, no estaba realmente escuchando qué decía sino que escuchaba atentamente cómo lo decía, era desconocido para él aquel tono, esa confianza, esa postura, esa expresión pasivo-agresiva que advertía de horrorosos castigos a quien fuere que osara interrumpirlo, el inglés sonaba rasposo en su acento germano pero el albino modulaba claramente cada palabra, sin darse cuenta sus ojos ambarinos estaban posados en la forma en que se movían aquellos finos labios. ¿Prussia había sido siempre así de atractivo? ¿Así de imponente? ¿Así de atrayente? Si, ahora que lo pensaba si, pero nunca se había detenido a prestarle tanta atención.

    No se dio cuenta de en qué momento había comenzado a usar su lapicera en la parte posterior de sus copias de los documentos oficiales, trazando un dibujo que intentaba reflejar la postura severa del teutón, sus ojos iban de su dibujo a su modelo, reproduciendo su imagen en el papel sin dejar de escuchar embelesado la forma en que su voz hacía eco contra las paredes, era tan inspirado como Alemania cuando hablaba, escuchar a Prussia contestar a cada seria pregunta que realizaba Japón o Inglaterra era en alguna medida tranquilizador, no sabría definirlo pero así como era de imponente el prusiano se mostraba accesible, paciente, dispuesto a responder cualquier duda sobre su informe, sobre sus propuestas, hasta amable podría decir, era intimidante pero no al punto en que podía ser parco e inexpresivo Germania, cuando era el rubio quien hablaba era cierto que casi todos lo escuchaban, pero casi nunca había preguntas o diálogos con otros países durante sus disertaciones, sus discursos no motivaban a nadie a hablarle, era pragmáticos, cortos, concisos y sin dar un mínimo lugar a réplicas, en cambio Prussia era lo suficientemente duro como para evitar interrupciones pero al mismo tiempo lo suficientemente flexible como para aceptar críticas, sugerencias, contestar preguntas, su discurso era fluido pero invitaba a todos a participar. Germania y Prussia eran tan diferentes y tan parecidos.

    -Y con eso concluyo mi exposición. - Tras sus palabras el de ojos carmesí, se sentó en su lugar, dejando los documentos frente a él con la misma sonrisa maliciosa y arrogante de siempre. Había hablado por poco más de una hora y sin mucha ceremonia tomó el vaso de agua frente a él, vaciandolo de un solo sorbo. -¡¿Viste eso marimacha?! ¡Los dejé impactados con mi asombroso ser!

    -Eres insufrible, lo que pasa es que el sonido de tu voz es tan irritante que nadie pudo pensar lo suficiente como para hacer escándalo.

    -¡Mi voz es awesome, no irritante, marimacha! ¡Hazte ver los oidos porque te estas quedando sorda! - Alegó con indignación por semejante acusación.

    -¡Tu eres el que está sordo! ¿No escuchas tu propia voz? ¡A cualquiera dejarías imbécil con su irritante sonido!

    -¡Claramente tu buen gusto para el sonido está arruinado después de escuchar tanta música mala del podrido señorito de tu novio!

    -¡¿Qué dijiste de Austria, tu maldito patan?! - Protestó a punto de estrangularlo.

    -Oh, mon amis, no peleen.- Pidió alegremente francia. -Fue una disertación impecable Prusia, como siempre, me alegra volver a verte en el trabajo.- Alegó el francés guiñando un ojo.

    -¡Deja de dar cumplidos vacíos, Wine bastad! - Protestó inglaterra ¿Quién se creía el estúpido de su novio halagando a Prusia? ¡A él no le había dicho absolutamente nada bueno cuando había hecho su exposición el día anterior! ¡Es más, el maldito descarado lo había interrumpido todo el maldito tiempo con comentarios de mierda y alegando que no votaría sus mociones!

    -Ahora que Gilbert término, hablaré yo, da.- Dijo Rusia levantándose de su sitio mientras el prusiano chasqueaba su lengua con mal disimulado fastidio al escuchar su nombre de aquella forma despectiva, sosteniendole la mirada amatista y mal intencionada al muy bastardo.

    -No one want to hear your Communist shits, you bastard! - Interrumpió con tono cantarín pero agresivo el americano.

    -De todos modos haré mi disertación, cerdo capitalista. - Contestó el Ruso mirando con una sonrisa siniestra a quien lo interrumpía.

    -¡A nadie le importa! - Protestó molesto el americano.

    -Tendrán que escucharme, de todos modos algún día todos ustedes serán parte de la madre Rusia. - Alegó el alto hombre sin perder su tétrica aura que hizo estremecer a más de uno, es más se pudo escuchar el grito de "Germania, protégeme, Rusia es aterrador. Ve~"

    -The greatest hero never will be part of you, bastard! - Contestó entre exageradas risas las representación de United States of America.

    -Behave, America! - Gritó Inglaterra con fastidio.

    Romano estalló, el gordo bastardo de las hamburguesas estaba riendo tan fuerte que le dolían los tímpanos. -¡Callate gordo imbécil!

    -I'M NOT FAT! - Chillo el rubio con un puchero en sus labios.

    -Si dejaras de comer chatarra nadie te diría que estás gordo. - Contestó cruzado de brazos y piernas el británico con una sonrisa de superioridad en los labios acompañando su elegante postura.

    -¡Mira quien habla de comer chatarra! ¡No tienes calidad moral para decir eso, Inglaterra! - Contestó el español desde su lugar. -¡Tu gente le puso CHORIZO a mi amada paella!

    -Shut up, bloody Spain! Do you want me to kick your ass again? - Contestó el anglosajón.

    Levantándose de su sitió el país de la pasión se acercó rápidamente al rubio para tomarlo del cuello de la camisa. -¿Quieres que te recuerde quién le pateaba el trasero a quién, Inglaterra?

    -Kolkolkolkolkolkol~ - Entre la risa tétrica de Rusia y el ambiente intimidante entre Inglaterra y españa que cada vez que discutían parecía que ellos regresaban a sus épocas corsarias, era como volver al 1600 d.c y parecía que ambos estaban a punto de sacar sus viejos y oxidados sables para batirse a duelo en medio de la conferencia, aquello parecía un circo romano.

    -¡SUFICIENTE!- El grito de Alemania detuvo las peleas y con una mano señaló a Rusia. -¡Por favor, escuchemos el disertación de Rusia! - Pidió mirando el enorme reloj que colgaba en una de las paredes, ya pasaban de las diez y medía de la mañana. -Luego de su exposición tomaremos una hora de receso para almorzar. - Decreto. -¡España, Inglaterra! ¡Vuelvan a sus lugares!

    Soltandose con la amenaza brillando en sus ojos los antiguos corsarios se acomodaron en sus sillas con un chasquido molesto de sus labios permitiendo que el ruso hablara.

    Si disertación fue larga y varias veces interrumpida, cuando no eran los gritos de América, era algún comentario mal intencionado de Prusia, Alemania ya tenía una migraña de cuidado, Italia del norte estaba profundamente dormido sobre la mesa, Francia, España, Hungría y Prusia charlaban sobre a dónde irían a almorzar, Japón suspiraba bajo, claramente cansado, Canadá parecía ser el único que atendía al discurso del hombre con la tubería, para cuando finalmente habían logrado dar por terminada la primera etapa del la junta ya eran casi las doce del medio día.

    -Italien ¿Nos vamos?- Preguntó tras haber dejado acomodadas sus cosas, apoyando una mano en el hombro de su amigo para despertarlo de su siesta. -Italien, estas babeando tus documentos. - Le reclamó con el ceño fruncido sin conseguir despertar al castaño, fue entonces que sus ojos se posaron en los papeles y pudo distinguir la figura de su hermano firmemente parado con sus documentos en sus manos dando su discurso, el retrato era detallado y aunque solo estaba hecho con tinta negra se veía sencillamente increíble. Una punzada de celos atacó su pecho ¿Por qué Italia estaba dibujando a Prusia? Era estúpido ponerse así por un dibujo, más teniendo en cuenta que Italia del norte tendía a hacer dibujos de todo lo que llamara su atención, lo había visto retratando a Japón, a España, a Hungría, incluso a Romano y a él mismo pero le asustaba que tras esa imagen pudiera haber algo más. -¡ITALIEN! - Gritó con la voz en cuello, usando su tono de sargento, el monstruo verde de los celos había podido más que él y había dejado salir su enojo en aquel injustificado grito.

    -¡VE~! - Chilló el italiano parándose de golpe de su asiento con gesto aterrado, girándose a ver al rubio y retrocediendo un poco ante el enojo en su cara. -¡Perdón, Germania!

    -¡MACHO PATATAS! ¿QUIÉN TE CREES PARA GRITARLE A MI ESTÚPIDO HERMANO!- Renegó molesto Romano, los demás ya se habían marchado, solo quedaban ellos tres en la habitación.

    El alemán resopló con cansancio, masajeando el puente de su nariz con dos dedos. -Lo siento, Italia, no debí gritar.- Se disculpó ante la reacción que había tenido el más bajo con su brusca forma de despertarlo. -¡Vamos a almorzar! ¡Y no vuelvas a dormirte en las juntas! - Reprochó con el ceño fruncido.

    -Lo siento, Germania, no dormí muy bien anoche.- Se disculpó con un leve puchero antes de acercarse para tomar del brazo al más alto. -¿Vamos a comer?

    -Si, vamos antes de que se nos haga tarde. - Pidió dando un resoplido suave.

    -¡Oigan! ¡Iré con ustedes!- Se auto-invitó el sureño, apuntando al rubio con un dedo. -Ni creas que te dejaré solo con il mio fratello, pervertido macho patatas, ayer la patata albina tuvo suerte pero vos no tendrás tanta. - Alegó con el ceño fruncido.

    -¿De qué estás hablando, fratello? - Preguntó confundido el norteño.

    -Nada, eres un idiota ignorante y feliz, Veneciano.- Alegó el mayor negando con su cabeza antes de salir frente a los otros dos de la sala.

    Alemania suspiró ¿Cómo podía tener tanta mala suerte? Solo quería un momento a solas con Italia ¿Era tanto pedir? Ahora tendría Italia del sur con ellos quejándose, nunca iba a entender porque el hombre lo odiaba tanto.

    -.-.-.-.-.-.-.-

    Habían terminado en un elegante restaurante del casco histórico de Venecia, sentados en una mesa para cuatro con Romano intentado matarlo con la mirada. Ya habían pedido la comida y estaban esperando que esta llegara, mientras tanto ante ellos habían dejado el vino, las copas y una cesta de pan casero con una especie de salsa para picotear algo mientras llegaba su orden.

    -Italien, dijiste que no dormiste muy bien anoche ¿Qué ocurrió?- Preguntó intentando sacar algo de charla e ignorar al que esperaba pronto fuera su cuñado.

    -Ah, es que tuve aterradoras pesadillas donde Inglaterra me perseguía con sus horribles scones y me obligaba a comer su espantosa comida. - Comentó con el horror pintado en su cara, casi como si estuviera a punto de llorar. Era impresionante su calidad de mentiroso si así lo quería, pero es que no podía hablarle al rubio respecto a su extraño sueño y las dudas que asaltaron su mente durante toda la noche, no podía decir que había intentado desesperadamente discernir si se sentía atraído por Prusia o no durante toda la madrugada.

    -En serio tienes pesadillas extrañas, Italia.- Alegó el alemán con un resoplido de resignación, estirando una mano para acariciar sus cabellos en un gesto protector. -Inglaterra no te va a hacer nada.

    -Ve~ Grazie, Germania.- Contestó con una sonrisa, la calidez de las grandes manos del rubio siempre lograban tranquilizarlo, esas caricias tan breves dadas por alguien tan reacio al contacto físico eran sus pequeños tesoros, se sentía en cierta medida especial al saber que el hombre solo tenía esos gestos con él.

    -¡No lo toques, bastardo de las patatas!- Chilló Romano, dándole un suave golpe en la mano al rubio mientras lo miraba con el ceño fruncido.

    -Ve~ fratello ¿Qué te ocurre hoy?- Preguntó algo descolocado por la por demás agresiva actitud de su hermano.

    -Nada. - Gruñó el mayor entre dientes.

    -Ve~ Ve ~ Estas muy raro. - Alegó dando un largo suspiro. -Por cierto Germania, hoy tampoco regresaré a casa con ustedes, lo siento.- Informó con una apacible sonrisa.

    -¿Por qué?- Preguntó un poco descolocado ¿No podía ser que Prusia volviera a salir con él a solas o si? ¡Su hermano estaba jugando sucio si pretendía monopolizar la atención del italiano!

    -Iré a ver a hermana Hungría.- Explicó alegremente el mayor, ladeando un poco su cabeza. -¿No te molesta, verdad?- Consultó al haber notado un gesto un tanto molesto en el inexpresivo rostro del de ojos claros.

    -No, Italien, para nada, de todos modos tendré que llenar informes después de la junta. - Comentó un poco más relajado al saber que no era con su hermano con quien el chico iba a estar.

    -Ve~ También estas raro, Germania ¿Qué les pasa a todos hoy?- Consultó un poco desconcertado.

    -No estoy raro, son ideas tuyas. - Contestó con sus mejillas encendidas. Era vergonzoso pero al menos el hombre frente a él había notado que intentaba acercarse un poco más a él.

    -¡Pervertida patata!- Alegó Romano al ver el leve sonrojo del rubio, mal interpretandolo ¿En qué carajos estaba pensando ese desgraciado para ponerse así? ¡Por su madre que no iba a dejar que ese depravado tocará a su atolondrado hermanito menor!

    -Romano ¿Puedo saber por qué me odias tanto?- Consultó el alemán ya cansado de la continua hostilidad, estaba muy intentado a echar a ese tipo, pero no podía hacerlo sin hacer sentir mal a Italia del norte.

    -¡Porque eres un pervertido macho patatas que intenta pervertir a mi hermano!- Lo acusó con el ceño fruncido.

    -Ve~ Ve ~ Fratello, estas imaginando cosas.- Protestó apaciblemente Italia, negando suavemente con su cabeza. -Germania solo es mi amigo. - Agregó después, sorprendiendose un poco al notar que el dolor que siempre surgía en su pecho cuando pronunciaba aquellas palabras no era tan intenso, de hecho, no lo había sentido, apenas había sido una ligera incomodidad ¿Qué significaba eso?

    -Italien, yo…- Murmuró el germano, más fue interrumpido por un grito sostenido del sureño.

    -¡Eres demasiado inocente, Veneciano!

    Alemania resopló y miró al de cabello castaño obscuro con el ceño apenas fruncido. -Romano ¿Podrías dejarnos solos un momento? - Consultó educadamente.

    Italia se giró a ver con sorpresa a su amigo y luego giró su rostro al de expresión desconcertada de su hermano mayor. -Ve~ Romano, per favore. - Insistió antes de que éste empezara a quejarse.

    -¡Joder con ustedes dos!- Chilló levantándose con fastidio, había estado a punto de decirle al alemán hasta de los males que iba a morirse pero ante el pedido de Italia tuvo que callarse y muy a disgusto abandonó la mesa para dirigirse al baño y darles algo de privacidad a esos dos idiotas.

    -Querías decirme algo ¿Verdad, Germania, Ve~? Perdón por Romano, está algo alterado, quizás se peleó con hermano mayor España y por eso esta un poco más irritable de lo normal.- Explicó con una sonrisa.

    -No tienes que disculparte, Romano siempre me ha odiado, aunque no tengo claro porque.- Admitió dejando caer sus hombros con cierta pesadez.

    -No te odia, solo no le agradas tanto ve~

    -¿Cuál es la diferencia?- Consultó arqueando una ceja.

    -Bueno, a vos te tolera, no es como con hermano mayor Francia o Turquía, a ellos no puede ni verlos. Ve~ - Explicó con cierta diversión.

    -Italien, yo… Quería hablarte de algo desde que llegué pero no he encontrado la forma correcta de hacerlo.- Comenzó a hablar con seriedad, endureciendo un poco su expresión pero con un tenue camín decorando su rostro.

    -¿De qué se trata? - Consultó con genuina curiosidad, ver a Germania tan nervioso era algo muy inusual y por algún motivo tenía un extraño presentimiento.

    -Italien, ich mag dich. - Pronunció apresuradamente, sintiendo su rostro arder, había sido conciso, directo, como siempre, pero más tenían que ver sus nervios y la presión que sentía porque Romano no regresará en un momento inoportuno

    "Italia, me gustas" Había esperado esas palabras por más de cincuenta años y ahora que las escuchaba no sabía como reaccionar, se había quedado estático, mirando al rubio con sus ojos totalmente abiertos y sintiendo su corazón dolorosamente acelerado, su pecho insoportablemente cálido. ¿Había escuchado bien? ¿Lo había imaginado? ¿Era acaso eso real? ¿Seguía durmiendo sobre la mesa en la sala de juntas?

    -Cosa? - Fue lo único que se sintió capaz de articular. El hombre frente a él parecía pronto a mutar en un tomate maduro y balbuceó un par de veces antes de volver a hablar, casi temblando entre los nervios y la ansiedad.

    -Me gustas, Italia, más que como un amigo.- La vida entera le había costado volver a decir aquello, ahora en inglés, un idioma que ambos manejaban muy bien, quizás el italiano no había logrado entenderlo al decirlo en su lengua materna, pero es que los nervios lo traicionaban.

    -Germania…- Murmuró incapaz de decir nada, con sus ojos empañados de lágrimas. Estaba sucediendo, como en alguno de sus muchos sueños con el rubio, su gran amigo y aliado se le estaba confesando en medio de un elegante restaurante de su adorada Venecia a punto de disfrutar de su gloriosa gastronomía y él estaba ahí, petrificado, confundido, sin ser capaz de hacer absolutamente nada, la imagen de Prusia se plantó en su mente, tal y como en su sueño, con la sonrisa amplia y sus brazos abiertos, declarando un "Te amo", no un simple "Me gustas" y sobrepasado por sus emociones comenzó a llorar.

    -¡Italien! - Asustado, Alemania se había levantado para acercarse a él y tomar su rostro entre sus manos, limpiando cuidadosamente sus lágrimas y esas manos cálidas se sintieron bien, tan tranquilizadoras y seguras como siempre, pero había algo más, sentía un retro de dolor en su corazón que no sabía explicar, su mente era un caótico desfile de ideas confusas y con su nublada vista se fijó en los preocupados ojos azules. -Lo siento, Italien, por favor, no llores.- Pedía el germano, nervioso, alterado, claramente sin tener idea de cómo consolarlo. Él quería un abrazo, pero al mismo tiempo necesitaba alejarse, demasiado contrariado como para saber exactamente qué quería o qué necesitaba.

    Apartando con suavidad las manos del rubio de su rostro negó suavemente con su cabeza mientras intentaba detener su llanto. -Scuse, Germania, necesito ir… un momento al baño, ve~ - Dijo con cierta torpeza, levantándose y secando sus lágrimas con la manga de su fino traje, pasando junto al rubio para perderse en dirección al baño, sin notar que casi había chocado con su hermano y sin escuchar las quejas de este al verlo en ese estado.

    Gracias a Dios en baño de ese restaurante era individual así que entró y trabó la puerta, mirando el reflejo que le devolvía el gesto en el amplio espejo para luego apoyar sus manos sobre el lavamanos.

    -¿Qué me ocurre?- Volvió a preguntarse, antes de hundir su rostro entre sus manos, soltando un sentido llanto que no sabía de dónde venía, no sabía porque lloraba, quizás por alegría, por nostalgia, por tristeza, o por confusión, sentía todas esas cosas revueltas en su pecho. Había esperado una confesión de Germania por tanto tiempo y ahora que la tenía había huido de la mesa, dejando a su amigo solo y preocupado por su reacción. No sabía que hacer, no podía entenderse a sí mismo, hace un par de años atrás estaba seguro que se habría arrojado al cuello del más alto para devorar sus labios en un beso que le mostraría al rubio porque se habla tanto de la pasión italiana, pero ahora ahí estaba, encerrado en un baño llorando sin tener idea de qué hacer.

    Respirando profundo intentó tranquilizarse, inhaló y exhaló un par de veces hasta que el ritmo de su corazón volvió a ser el mismo de siempre y luego lavó su rostro con agua helada. Necesitaba desesperadamente hablar con Hungría.

    Cuando se sintió más calmado y su rostro estaba menos hinchado regresó a la mesa donde se encontró su hermano furico y tanto más preocupado de lo que parecía estar el Alemán. La comida ya estaba servida pero nadie había tomado bocado aun. Armándose de valor les enseño una de sus brillantes sonrisa y volvió a sentarse. -Ve~ Comida… - Canturreó alegremente.

    -Italien!

    -Fratello!

    Escuchó el reclamo de ambos, buscando una explicación, esperando algo de su parte que él no estaba en las condiciones para dar y tampoco quería hacerlo. -Ve~ Ve~ Se enfriará la comida. - Le hizo notar mientras se disponía a comer, algo que le dejó claro a sus acompañantes que no pensaba soltar palabra sobre los acontecimientos recientes.

    Romano miró con resentimiento a la bastarda patata frente a él pero decidió simplemente comer, después de todo en breve tendrían que volver a la torturante reunión y el germano con gesto entre culpable y preocupado lo imitó.

    -.-.-.-.-.-

    La Reunión en la tarde se había prolongado por otras tres horas, Francia había dado una accidentada exposición entre los gritos de Inglaterra, las burlas de América y acotaciones de Canadá que nadie escuchó.

    Prusia por su parte no había podido prestar atención, ni a la exposición de su amigo, ni a las peleas, ni a la vaga votación de mociones que había comenzado, sus ojos y toda su concentración estaban puestas en el Italiano dueño de sus afectos y en su amado hermano.

    West había llegado con una expresión de velorio muy preocupante, le asustaba realmente ver tan alterado a su pequeño, no estaba bien, claramente no estaba bien, puede que para todos aquella faz solo mostrara seriedad, pero él lo conocía, lo conocía demasiado bien y los ojos de su hermano, lo tenso de sus facciones, todo le estaba mandando flamantes banderas rojas con el mensaje de "Me siento devastado"

    Italia era otro poco de lo mismo, sonreía y tarareaba como siempre, pero sus ojos estaban hinchados, enrojecidos y las ojeras que había notado esa mañana se habían acentuado demasiado, por momentos el chico parecía ausente pero luego volvía a su actitud alegre que jamás le había parecido tan enfermantemente falsa como en ese momento. ¿Qué había pasado? Él había ido a almorzar con sus amigos a un lugar de comida rápida de donde los terminaron echando por escandalosos solo para darle algo de tiempo a solas a los otros dos y algo muy malo tenía que haber pasado para que sus adoraciones regresaran en semejante estado.

    Se estaba desquiciando de la preocupación.

    Necesitaba que la junta terminara de una vez, quería hablar con West, se estaba devanando los sesos intentando adivinar qué había ocurrido, y no lo entendía, necesitaba asegurarse de que su hermanito estaba bien y saber el motivo que había hecho llorar a su Ita-chan.

    Cuando finalmente Romano dio por levantada la sesión de ese día con un grito atronador, guardó torpemente las notas de ese día en su maletín y se apresuró a dirigirse a su hermano.

    -¡West, kesesese~ !- Lo llamó alegremente, no dejando ver lo angustiado que lo tenía ver en ese estado a dos personas que amaba tanto.

    -Ah, East ¿Regresarás con nosotros o irás con Francia y España?- Preguntó distraídamente mientras arreglaba sus notas, mirando de reojo a Italia del norte, cosa que no pasó desapercibida para el albino.

    -Oh, Francia y España me invitaron a beber, pero eso será en la noche, hoy el asombroso yo te ayudará con el papeleo, bruderlein. - Contestó entre alegres risas dándole un par de palmadas en la espalda al menor, observando de reojo como Ita-chan hablaba con Hungría abandonando juntos el recinto.

    -Oh, Danke, bruder!

    En serio necesitaba saber que carajos había ocurrido.

    -.-.-.-.-.-.-

    Italia y Hungría se alejaron del bullicio que hacían sus compañeros, Francia estaba intentado secuestrar a Inglaterra mientras América molestaba con algo a Canadá, nada fuera de lo común.

    Salieron del hotel juntos, ya que el italiano había invitado a la bella señorita a merendar con él, alegando que hacía mucho tiempo que no tenían una salida los dos solos.

    Se dirigieron guiados por el lugareño a una cafetería concurrida donde la música y el bullicio de la gente hablando en tono exageradamente alto hacían que el italiano se sintiera confortablemente a gusto.

    Habían pedido un café con leche cada uno acompañado de facturas dulces mientras hablaban de trivialidades, Hungría estaba preocupada, Italia claramente había llorado y no estaban ahí solo para hablar de lo lindo que estaba el clima así que dejando su taza delicadamente sobre su correspondiente plato alzó su mirada al rostro de marcadas ojeras frente a ella.

    -Ita-chan ¿Qué ocurre? ¿Qué te angustia? - Se atrevió a formular, apoyando ambas manos sobre su regazo en un gesto fluido, elegante y femenino.

    -Hermana Hungría ¿Es tan obvio?

    -Te conozco, Italia, has llorado ¿Qué ocurre? - Consultó con el tono amoroso de que solo una buena amiga sabe poner, ese que trata de dar consuelo al mismo tiempo demuestra que le preocupa tu estado, ese tan cuidadoso y cálido que lo hacía a él sentir tan querido y apoyado.

    -Estoy muy confundido Hungría, estoy desesperado. - Admitió bajando su mirada a la taza de café con leche entre sus manos, mirando las profundidades de ese liquido como si él fuera a darle todas las respuestas que necesitaba.

    -¿Por qué? - Se atrevió a consultar suavemente, mirando la expresión abatida del menor.

    -¿Cómo te das cuenta cuando un sentimiento se gasta?- Preguntó con aire taciturno y meditativo. -¿En siquiera posible que el amor se gaste? ¿Cómo sabes cuando algo nuevo te atrae?

    -Ita-chan…- Murmuró algo contrariada, intentado entender qué quería transmitir el castaño. -No estoy segura de entenderte pero… el amor si se gasta. - Contestó luego de pensarlo por un segundo, notando como los ambarinos ojos del chico volvían a fijarse en los propios.

    -¿Cómo lo sabes?

    -Ita-chan los sentimientos son cambiantes, no son eternos, nosotros somos casi inmortales así que nuestro corazón no cambia tan rápido como el de los humanos, podemos estar enamorados o sostener el odio por siglos pero eso no quita que nuestros sentimientos cambian, que el odio pueda convertirse en tolerancia y luego en amistad, los sentimientos son muy volubles, el amor también puede transformarse en odio, también puede desgastarse si no es alimentado con propiedad, si estamos hablando de un amor romántico pues… éste puede diluirse con cada decepción, ese tipo de amor es el más frágil en ocasiones, mientras más se lo bastardea, mientras más se lo dé por sentado, más va desapareciendo o se transforma en rencor o solo amistad, solo amor fraternal

    Italia la escuchaba con sus ojos inundados, temeroso ¿Era eso lo que le pasaba con Alemania? ¡No! ¡No podía ser! ¡El amaba a Alemania! ¡Lo había amado por décadas! Se negaba a que ese sentimiento que había mantenido vivo dentro de él con esperanzas estuviera muriendo.

    -¡Ita-chan! - Ver las lágrimas la asustó y con rapidez tomó una de las manos del chico entre las suyas. -Por favor, no llores, explícame que ocurre ¿Por qué me preguntas esto?

    -Hermana yo…- Murmuró con la voz entrecortada, afirmando más fuerte esa delicada mano, tan distinta de las grandes y cálidas de Germania, tan diferentes de las ásperas, frías y pálidas manos de Prussia, pero aún así ese simple agarre lo llenaba de seguridad y lo hacía sentir apoyado. -Estoy muy confundido, hoy ocurrió algo que he esperado por décadas… Alemania me dijo que le gusto. - Explicó con su mirada perdida en sus extremidades unidas, sin ver que a la mujer se le había cortado la respiración y que su expresión se había vuelto atónita. -Y no sentí la alegría desbordante que pensé que sentiría, todo se llenó de confusión, de nostalgia, me sentí hasta un poco herido.- Intentó explicarse. -En ese momento yo pensé en alguien más y también me llené de culpa.

    -¿Alguien más? - Preguntó en un hilo ahogado de voz.

    -Creo que tengo que explicarte el cuento completo.- Comentó el hombre, acariciando con galantería y delicadeza la mano que sostenía la propia, agradeciendo de esa forma el incondicional apoyo que representaba la mujer para él. -Ayer, Prusia se me declaró.- Explicó ahora ladeando un poco su cabeza, mirando con sus ojos llenos de dudas a su casi hermana. -Me confundió mucho, intenté rechazarlo pero él simplemente no me lo permitió, alegó que de todas formas iba a intentar conquistarme y nada que yo hiciera iba a detenerlo, que sabía de mis sentimientos por Alemania y que si lo elegía a él lo aceptaría pero que no se rendiría sin luchar.

    -¡Ay ese tonto!- Resopló entre fastidiada y conmovida, usando su mano libre para tirar sus cabellos hacia atrás, alejándolos de su cara.

    -Si, es un testarudo.- Admitió divertido el italiano. -Pero su determinación me conmovió, me dijo que yo le gustaba, que le gustaba demasiado pero luego…- Tragó saliva, sintiendo sus mejillas arder. -Dijo algo que no me dejó dormir en toda la noche.

    -Dime que te dijo ese animal que lo agarro sartenazos hasta que no pueda caminar. - Alegó con el ceño fruncido ganándose a cambio la cantaría risa del menor.

    -No merece que lo golpees por eso.- Lo defendió divertido. -Él me dijo "Me cansé de ver a quien amo en los brazos de otro con los míos cruzados" - Repitió aquella frase que se había quedado grabada en su mente casi con la precisión del fuego. -De cierta forma, confesó que me ama.- Explicó con sus ojos inundados y una leve sonrisa en sus labios. -Él no quiso decirlo, después empezó a maldecir en alemán o algo así, pero el caso es que me dijo que me ama, no solo que le gusto. - Explicó contrariado.

    Hungría estaba impactada, esa frase le había hecho sentir un poco de culpa porque sabía que Prusia se refería a ella y a Austria con aquellas palabras también además la ternura la invadió, su amigo estaba enamorado, no solo "atraído", estaba enamorado.

    -¿Por qué haces tanto hincapié en eso?- Preguntó intentando ser cautelosa, no queriendo alterar más al de por sí perturbado hombre.

    -Porque hoy alemania me dijo "me gustas más que como amigo" - Contestó abatido. -Esperé muchísimo para escuchar una confesión de él y fue solo eso un "me gustas", no un "me gustas mucho" o un "te quiero" o un "te amo" fue solo un me gustas.- Dijo perdiendo la voz a cada palabras hasta que fue cortado por un sollozo.

    La hungara lo dejó llorar, acariciando la mano que sostenía en la propia en completo silencio por un par de minutos hasta que al verlo un poco más compuesto decidió hablar. -Te decepcionó. - Se atrevió a afirmar.

    Italia la miró por unos segundos, intentando buscar la veracidad en sus palabras hasta que la realidad lo golpeó casi brutalmente. -Si.- Contestó con otro sollozo.

    Eso era lo que sentía, Hungría lo había dejado dolorosamente claro. Estaba decepcionado. Sabía que Alemania no era bueno para las palabras, para los sentimientos, para las demostraciones de afecto pero después de esperar por cincuenta años una declaración tan banal como un "me gustas" había sido dolorosamente decepcionante, hiriente, él estaba esperando algo más profundo que eso, le habría gustado escuchar un "te amo" con un "realmente te quiero" le alcanzaba pero no solo había obtenido un tosco "me gustas" y había sido horrible encontrarse en una realidad que no le hacía la más mínima justicia a sus fantasías, en cambio Prussia había empezado con un "me gustas demasiado" y había terminado declarando a medias que lo amaba con gran vehemencia y determinación, exigiendo una oportunidad para conquistarlo ¿Por qué alemania no había sido así? ¿Por qué no podía decirlo con esa misma pasión, con ese mismo fuego ardiendo en una mierda suplicante?

    -Tuve un sueño extraño anoche.- Comenzó a narrar mientras intentaba calmar los sollozos. -Yo estaba parado en medio de ambos, Prusia me esperaba con los brazos abiertos frente a mi diciendome que me ama y a mi espalda Alemania estaba esperándome firme como un soldado pero sin decir palabra. Yo no lo entiendo, todo esto me confunde, amo a Alemania ¿Por qué no puede solo abrazarlo y besarlo como siempre pensé que haría cuando me dijo que le gusto? ¿Por qué tuve que salir huyendo al baño como un idiota?

    -Ita-chan. - Lo llamó cautelosa, intentado tener tacto, viendo como el chico sujetaba su cabeza con su mano libre y su rostro bañado de lágrimas y sonrió cuando consiguió que éste la mirara a la cara. -¿Qué sientes por Prusia? - Consultó finalmente.

    Italia entonces la soltó y apoyando ambos codos sobre la mesa, cubrió su rostro con ambas manos, encogiendo sus hombros como si quisiera esconderse por completo entre las cuencas de sus palmas. -No lo sé.- Admitió con la voz ahogada. -Pensé en él, en lo que siento, prácticamente toda la noche y sé que hay algo especial en él, en lo que me hace sentir pero… Alemania.

    -No pienses en Alemania por un momento, Ita-chan.- Suplicó la mujer con suavidad. -Piensa en Prusia ¿Cómo te sientes cuando estás con él? - Consultó sutilmente, sin forzar al chico a cambiar su postura, entendía que a pesar de tratarse de ella con quien hablaba, para ningún hombre es sencillo dejar su corazón abierto, con sus sentimientos expuestos.

    Italia intentó seguir su consejo, sacar a alemania de la ecuación y concentrarse en el albino teutón. -Feliz.- Resumió en una palabra luego de varios minutos, alejando sus manos de su cara para volver a sentarse derecho en la silla, mirando nuevamente el café con leche como si él tuviera todas las respuestas. -A gusto, con Prusia siempre es divertido estar, él es alegre y escandaloso y me acompaña a hacer travesuras en lugar de regañarme, es como si él notara siempre que estoy decaído e hiciera más chistes y más bullicio para animarme y siempre lo consigue, puedo ser yo mismo a su alrededor y también me siento protegido con él, sé que él me cuidaría si algo me pasara y tambien lo admiro mucho, es muy disciplinado como Alemania para algunas cosas, como su puntualidad y que es muy ordenado, me gusta escucharlo hablar de sus viejas glorias, su rostro se vuelve nostálgico cuando me habla de cuando era un imperio, admiro lo eficiente que es para trabajar y me gusta escucharlo decir esas tonterías como que soy lindo o cuando me hace halagos por mis dibujos o bromea conmigo alegando que soy casi tan asombroso como él…

    Hungría escuchaba atenta, mirando y detallando cada gesto en el rostro del menor con una suave sonrisa en sus labios. - Prusia es bastante táctil, he visto que te cargosea a veces ¿Qué…? - Carraspeó algo incómoda. -¿Qué sientes cuando te toca?

    -Siempre me sentí a gusto con sus abrazos, sus palmadas en mi espalda, los besos de los saludos y esas cosas, siempre tiene las manos heladas pero de alguna forma él es cálido. -Intentó escribir. -Nunca le había prestado atención a eso hasta ayer, fuimos a recorrer Venecia y cuando caminamos de la mano por la Plaza San Marcos en rumbo al Campanile con nuestras manos juntas lo noté.

    -"Eso fue antes de que se te confesará" - Pensó Hungría ante su relato, recordando los suceso del día anterior.

    -Ahora que lo pienso también lo noté hace unos meses.

    -¿Perdón?- Consultó ella confundida y vió al menor negar suavemente con la cabeza.

    -Prusia había estado decaído por varios días y me preocupaba, yo estaba de visita en Berlin y un día cuando fuí a casa de Alemania lo vi salir con un gesto más sombrío que él de costumbre.- Explicó tranquilamente. -Sentí la necesidad de seguirlo para asegurarme de que estuviera bien, él siempre dice que es genial estar solo pero a veces lo veo tan solitario y apartado que me preocupa, mucho a decir verdad, ese día sentí que no podía dejarlo así. Al final él se dio cuenta que lo perseguía y terminó por dejar que lo acompañara, fuimos al cementerio, él quería ver a Federico el Grande y hablamos… Le conté un poco de Sacro Imperio Romano.- Explicó sonriendo al ver la sorpresa en los ojos de la Húngara que ahora lo veía boquiabierta. -Necesitaba preguntarle porque él si sobrevivió a la guerra, saber qué fue diferente entre ellos y terminé llorando.

    -Italia…

    El hombre volvió a negar. -Estoy bien, hermana. - La tranquilizó suavemente. -Él me explico un par de cosas, se preocupó por mi y me consoló, terminé dormido o desmayado después desahogarme y él me llevó a casa de Alemania, me cargó todo el camino, fue cuando me di cuenta de lo cálido que es su pecho y lo frías que tiene las manos, me sorprendió que fuera tan fuerte como para cargarme por tanto tiempo.- Explicó ahora con las mejillas nuevamente sonrojadas. -En realidad me hice el dormido la mitad del camino, era muy cómodo y agradable que él me cargara, no quería caminar, cuando llegamos me dejó en la habitación de Germania, me arropó y besó mi frente para dejarme descansar. En realidad fue muy dulce.

    Hungría mordió su labio inferior, nerviosa ¿Italia no notaba acaso todo lo que estaba diciendo? Comenzaba a pensar que su pequeño llevaba más tiempo de lo que él creía con extraños sentimientos por el teutón.

    -En fin, contestando a tu pregunta, siempre me sentí muy cómodo con que Prusia sea alguien un tanto tactil conmigo, pero esta mañana…

    -¿Qué ocurrió? - Consultó sintiendo ya al borde de un infarto, Italia no era consciente de lo emocionada que la tenían sus palabras.

    -Cuando me saludo…- La mano derecha del hombre volvió a posarse sobre la comisura de su labio y murmuró nervios. -Casi me beso…

    Hungría había tenido que hacer de tripas corazón para no chillar con aquella noticia. -¿En serio? ¡Qué descarado!- Protestó frunciendo el ceño, fingiendo compostura.

    -En problema es… que creo que me hubiera gustado que lo hiciera.- Admitió ahora con su rostro nublado de culpa. -Hermana, siento que estoy traicionado todo lo que sentí y siento por Germania.

    -Ita-chan, lo que voy a decir puede lastimarte ¿Estás seguro de que quieres escuchar?- Preguntó seriamente.

    -Si.

    -No estas traicionado nada, Alemania y tu solo son amigos, no hay una relación, no hay responsabilidades entre ustedes. - Afirmó seriamente sintiéndose algo culpable por el dolor que cruzó el rostro del menor. -Para bien o para mal esa es la realidad, Italia, llevas más de cincuenta años conservando sentimientos por él basados en ilusiones y fantasías, esa es la diferencia, Prusia se plantó ante tí con con sentimientos claros y ofreciendo una posibilidad real, algo tangible, no un sueño, si tus sentimientos cambian o están cambiando por algo será, uno no puede vivir eternamente de ilusiones, Alemania nunca que dio algo más allá del cariño de un amigo y aun hoy solo te ofreció un "me gustas", sin nada más que eso, sin pedirte cortejo, sin mostrar algo más profundo, es normal que tu corazón dude y no puedes sentirte culpable por eso, los sentimientos cambian, no estoy diciendo que te tires a los brazos del oligofrénico narcisista de Prusia, por su puesto que no, todavía tienes que descubrir qué es lo que él significa para vos, pero quizás deberías plantearte también que sientes por Alemania sin forzarte a pensar que seguís enamorado, no quiero que tomes mis palabras como verdad absoluta pero quizás sin darte cuenta esa llama se apagó antes de que la encendieran, tal vez lo que sientes es solo cariño y no necesariamente amor romántico ¿Me entiendes lo que digo, Ita-chan?

    El hombre inspiró todo el aire que entró en su pecho, sintiendo una dolorosa puntada en su sien, claramente había llorado demasiado ese día. -Quizás tengas razón, hermana Hungría.

    -No me tomes la palabra sin discutirla, Ita-chan.- Pidió la mujer sonriéndole. -Solo piensalo ¿Si? Y por favor, no te culpes, sea cual sea tu caso, en el corazón no se manda, él desgraciado tiene voluntad independiente.

    Italia no pudo evitar reír ante sus palabras y asintió con su cabeza. -Sabes.. Nuestra merienda se enfrió.

    -Bueno, entonces pidamos otro café.- Sugirió alegremente entregandole un paquete de pañuelos de su bolso para que el chico secara su rostro.

    -.-.-.-.-.-.-.-.

    La charla con Hungría lo había dejado muchísimo más calmado pero también más meditativo, era ya muy tarde pasaban de las diez e la noche, su hermana lo había llevado de compras luego de la merienda y habían terminado por cenar juntos en un modesto restaurante familiar, luego había acompañado a la dama hasta el hotel para asegurarse de que llegara a salvo y emprendió el regreso a su hogar.

    Al llegar a su casa se encontró con el lugar a oscuras, al parecer todos se habían ido a acostar, así que fue a la cocina a buscar algo que beber antes de irse a su habitación y sonrió al encontrar en la sala un muy preocupado Alemania esperándolo impaciente mientras fingía poner atención en el televisor encendido frente a él.

    -Italien! -Lo llamó levantándose del sofá. -Vuelves muy tarde.

    -Lo sé, lo siento, no quise preocuparte ve~ pero hermana Hungría tenía muchos planes y pues se nos fue la hora. - Se justificó alegremente.

    -Italien, yo, lo de hoy… necesito… - Balbuceó nerviosamente.

    El italiano sonrió con cierta tristeza y negó con su cabeza. -Ahora no, Germania. No quiero hablar de eso ¿Está bien?- Le pidió con seriedad pero semblante amable, cosa que pareció confundir al menor. -Mañana ¿Está bien?

    -Pero…

    -Mañana, estoy muy cansado y fueron demasiadas emociones por un día.- Explicó ante el desconcertado germano. Se acercó y parándose de puntitas dejo un beso en cada mejilla. -Buona notte, Germania! - Sabía que no estaba siendo del todo justo con su preocupado amigo, pero ya no podría tolerar otra profunda charla ese día, la cabeza lo estaba matado. Le sonrió por última vez y fué a la cocina, tomó un vaso de agua y una aspirina y subió a su habitación, encontrándose en el pasillo con el otro hombre que estaba dando más vueltas que una calesita en su mente. El teutón iba desnudo, chorreando agua, apenas cubierto por una diminuta toalla envuelta sobre sus caderas.

    -Kesesese~ Ita-chan, vuelves tarde ¿La marimacha te arrastró de compras?- Preguntó alegremente.

    El italiano no pudo controlar a sus ojos que recorrieron de pies a cabeza al hombre frente a él con un leve sonrojo en las mejillas. Prusia estaba muy bien definido, no tenía tanto músculo como su hermano pero era descaradamente atlético y absurda cantidad de cicatrices que decoraban su piel lejos de ser grotescas se veían sexys. -Ah, si, si, fuimos a merendar pero luego hermana Hungría quiso hacer compras y luego cenar, se nos pasó muy rápido la hora ve~...- Se justificó intentado despegar sus ojos de ese cuerpo, de las gotas que acariciaban la pálida piel.

    Prusia sonrió ladino ¡No era ningún tonto! ¡Notaba la forma en que Ita-chan lo estaba mirando y no era para nada inocente! Cómo quién no quiere la cosa se apoyó cruzado de brazos sobre la puerta del que por el momento era su cuarto con sus brazos cruzados y sosteniendo su peso en su pierna derecha mientras flexionaba la izquierda haciendo que la toalla se abriera peligrosamente dejando ver más de sus muslos y sonriendo aún más al notar los ojos del menor recorrer la piel expuesta. -Keseses~ Mujeres, son unas pesadas con eso de las compras, hasta ella que casi ni mujer es… ¿Ves algo que te guste, Ita-chan?

    El rostro del Italiano se prendió en llamas, no esperaba ser descubierto en su escrutinio y casi se le cayó el vaso por el susto que le provocó esa pregunta. -Ve~ - Balbuceó nervioso sin tener idea de qué decir después.

    Prusia sonrió triunfante para luego acercarse al menor con andar decidido, Italia se estremeció al notar una mirada casi depredadora en aquellos llamativos ojos bermellón. -Se vé que estás cansado, Ita-chan, ve a dormir. - Le dijo acariciando suave su mejilla con una de sus manos deteniéndose a una distancia fríamente calculada, dejando sus cuerpos lo suficientemente lejos como para que no se rozaran siquiera pero lo suficientemente cerca como para que el menor pudiera sentir su calor, sin embargo todo su parte seductor se perdió al notar las marcadas ojeras y lo inchado de esos ojos almendra, Italia había estado llorando y mucho por lo que podía notar, eso lo preocupo. -Ita-chan ¿Estás bien?

    No supo cómo reaccionar al ver esa brutal cambio de "Voy a hacerte hasta lo indecible" a "Estoy jodidamente preocupado por vos" y tragó saliva algo abrumado. -Estoy bien, Prusia.

    -Has llorado.- Alegó él serio y con el ceño fruncido. -¿Qué ocurrió?

    -No es nada, no te preocupes.- Contestó rápidamente dedicándole una sonrisa. -Ya me siento mejor así que no tienes que preocuparte.

    -¿Estás seguro? Ita-chan, si necesitas hablar estaré ahí ¿Si? No soy muy bueno para consolar pero… solo recuerda que estoy para vos ¿Está bien?- Pidió con seriedad.

    Enternecido el menor asintió y dejó ver una sonrisa mucho más honesta, lo que tranquilizó al albino. -Gracias, Prusia, pero tenes razón estoy muy cansado me voy a dormir ya. - Aclaró moviendo despacio su cabeza para apartar la fría mano que acariciaba su mejilla para poder ponerse de puntitas y dejar un beso a cada lado del rostro contrario. -Buona notte, Prussia!

    -Gute nacht, Italien! - Respondió sonriéndole y devolviéndole los inocentes besos a cada lado de su cara. -Descansa, no quiero verte mañana con esas ojeras, no son nada asombrosas.

    Italia se rió ante sus palabras y asintió antes de entrar en su habitación cerrando la puerta tras de él para poder irse a dormir un poco, mañana sería la última junta y sería la más difícil porque sería cuando habría que ponerse todos de acuerdo para votar las mociones ¡Dios se apiadara de su alma!

    Prusia sonrió al ver que había conseguido hacer reír al chico y se sintió menos agobiado al pensar que fuera lo que fuera que lo aquejaba quizás Hungría ya se habría encargado de consolarlo.

    Entró en la habitación que le correspondía, terminó de secar su cuerpo y se colocó los boxers para luego meterse en la cama y tomar su diario.

    Querido asombroso diario:

    Hoy fue otro día asombroso en mi asombrosa vida, dejé a todos totalmente idiotizados con mi genial voz durante la disertación, me divertí con Francia, España y Hungría en el almuerzo, hicimos tanto escandalo que cuando la marimacha me arrojó el plato de comida a la cara nos echaron del restaurante.

    Pero algo no tan asombroso pasó, cuando llegamos del almuerzo Ita-chan estaba triste y mi hermano ni hablemos, West parecía desolado, cuando llegamos a casa intenté que me contara algo pero no conseguí nada, estoy muy preocupado, Italia llegó tarde de su salida con la marimacha y parece que ha estado llorando mucho, sus ojos están rojos e inflamados y las ojeras de esta mañana están tres veces peor, tampoco quiso decirme que ocurre, solo espero que la otra casi mujer haya sabido ayudarle en lo que sea que le pase, me gustaría que me contara, quizás mañana cuando se vea menos agotado le pueda preguntar.

    En otras noticias más asombrosas y menos deprimente, lo que no es asombroso para nada, Ita-chan no rechazó mis avances hoy, le besé la comisura del labio antes del desayuno y creo que le gusto si es que su estremecimiento y sonrojo me dicen algo y esta noche cuando me vio solo en toalla se me quedó mirando ¡Claro! ¿Quién no miraría al asombroso yo? En fin, se me hace tarde y todavía tengo que vestirme para ir a ver a Francis y España, espero que Venecia este preparada para la juerga que podemos armar nosotros.

    Preußen

    Tras terminar de escribir se dispuso a vestirse y luego salió disparado de la casa con rumbo al hotel donde el resto de naciones se hospedaban, la noche es joven y ellos tres muy descocados, si las cosas salían como correspondía para las tres de la mañana serían arrestados.

    -.-.-.-.-.-Continuará. -


    Glosario / Notas de traducción:

    Cosa mi sta succedendo? : ¿Qué me está sucediendo?

    The greatest hero is here, my friends!: ¡El más grande héroe esta aqui, mis amigos!

    The greatest idiot in the world would you mean! you're late as always, U.S.A! What's your bloody problem? don't you have a watch, or don't you know how to use it? : ¡El más grande idiota del mundo querrás decir! ¡Siempre estás tarde, U.S.A! ¿Cuál es tu maldito problema? ¿No tienes un reloj o no sabes como usarlo?

    Ow! England, try not to be a jerk so early in the morning, please! I made such a great entrance and you are so mean with me! : ¡Ow! ¡Inglaterra, intenta no ser un imbécil tan temprano en la mañana, por favor! ¡Hice una muy increible entrada y tu eres desagradable conmigo!

    No one want to hear your Communist shits, you bastard! : ¡Nadie quiere escuchar tus mierdas comunistas, bastardo!

    The greatest hero never will be part of you, bastard!: ¡El más grande héroe nunca será parte de ti, bastardo!

    -Behave, America! : ¡Compórtate América!

    Shut up, bloody Spain! Do you want me to kick your ass again?: ¡Cállate, maldito España! ¿Quieres que te patee el trasero de nuevo?

    Notas de Sioa: Buenoooo… ME FUI AL HOYO ESCRIBIENDO. Es el capítulo más largo hasta ahora y creo yo que el más emocional, yo me emocioné mucho escribiendolo T.T Espero que a ustedes les cause algo, yo siento mi corazón dudar fuertemente respecto a todo esto, quiero que Ita-chan este con Prusia pero no quiero a Alemania sufrieno ¡AHHH! ¡Decisiones, decisiones! ¡la vida es dura amigos, pero más dura es la verdura! (?

    Okey, ya estoy delirando, me senté a escribir esto a las ocho de la noche y son las dos de la mañana, necesito cenar y dormir. -.-U

    Los veré en el próximo capítulo que no tengo ni idea de cómo va a ser.

    ¡Comenten gente, que los reviews no muerden (?)! Jajaja, nah, mentira, soy feliz viendo que al menos el fic tiene lecturas, al menos sé que hay gente que lee esto, eso es suficiente.

    Cuidense mi gente, hasta la próxima.

    Sioa Shun Uchiha-san
  7. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Jueves 30 de Mayo 2019.

    Notas iniciales: este capitulo esta practicamente re-escrito, poco o nada le queda del capítulo original escrito en Buenos Aires argentina el 4 de abril del 2015. Espero que disfruten de como quedo. Los dejo con la lectura.

    Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde: Lección aprendida.

    Capítulo 6: Hablando la gente se entiende.

    By Sioa Shun Uchiha-san.



    Sus piernas habían sido más rapidas que su mente, ni el mismo estuvo seguro del momento en que logró a duras penas estirar su brazo para tomar el tapado de Misaki tirando de él hacia atrás. Cuando recobró algo de aliento ambos estaban sentados en sobre el duro concreto de la vereda, jadeantes después de semejante susto y compartieron una breve mirada cargada de miedo y alivio. El primero en levantarse fue el menor y de inmediato trato de volver a alejarse del escritor, había sacudido torpemente su ropa y se había girado con toda la intención de continuar su camino, no tenía muy claro a donde, lo único que sabía es que quería estar lejos del mayor.

    -Misaki no te dejaré ir a ningún lado en estas condiciones, estas ebrio.- Sentenció severo avanzado tras él para tomarlo de una de sus manos frenando su avance. -Vamos a casa. - Pronunció tirando de él, al principio el castaño había protestado pero luego solo caminó con pasos torpes y descoordinados tras él, tambaleándose un poco debido al poco equilibrio que tenía con la embriaguez. Pensó que iba a tener que meterlo en el auto a la fuerza, pero el chico se había subido, había batallado un poco con el cinturón de seguridad y luego solo había esperado a que el millonario los condujera de regreso al departamento que compartían.

    El viaje fue callado, ninguno de los dos se miraban, Misaki tenía la mirada fija en el vidrio de la ventanilla y Usagi-san solo miraba el camino, deseaba llegar a casa pero al mismo tiempo sentía un gran vacío en su pecho, sentía que la tormenta acababa de comenzar. Resopló en baja voz, desviando por un segundo sus ojos para observar a su acompañante que permanecía molesto e ignorándolo como si realmente él no existiera. El camino era realmente interminable, viajar con un copiloto enojado y sentirte culpable por ello es la receta perfecta para el momento más incómodo de la historia, si a eso se le suma el factor de ebriedad y los celos de por medio, aquella situación no hacía más que empeorar.

    Finalmente llegaron, al estacionar el deportivo el castaño se quitó el cinturón con torpeza, se bajó del auto con cierta dificultad y cerró la puerta del vehículo con demasiada fuerza mientras se encaminaba dificultosamente al ascensor. Usami no perdió pista de sus acciones, cada vez más preocupado y molesto al notar la actitud indiferente del universitario. Entraron juntos al penthouse, creyó que podría hablar con su novio en cuanto estuviera a solas en la tranquilidad de su hogar pero Misaki no le dio tiempo a nada y se alejó de él, pretendiendo subir las escaleras para dirigirse a su cuarto. No podía dejar las cosas así, además parecía que el chico iba a pisar mal en cualquier momento y terminar por abrirse la cabeza contra un escalón.

    -Espera Misaki, debemos hablar. –Sentenció tomando el brazo del menor para detener su andar.

    -Yo no quiero hablar, así que suéltame. – Sacudió su brazo para hacer énfasis en su orden pero el apretón solo aumento.

    -No voy a soltarte Misaki, esto es serio. Te dije que no quería que pasaras la noche con ese sujeto y lo hiciste de todos modos ¿Cómo crees que me siento yo si llego a buscarte y te veo durmiendo borracho sobre su pecho? – Intentaba no elevar la voz, pero los decibeles parecían aumentar por sí solos, pronto tenía a su joven inquilino acorralado contra una pared para poder mirarlo de frente.

    -¡Suéltame de una maldita vez! ¿Crees qué porque tienes dinero puedes tener todo lo que te venga en gana? – Logró zafarse de su agarre alejándose unos pasos de él, con el ceño notoriamente fruncido.

    -¡Misaki!- Elevó su voz intentando silenciar a su acompañante.

    -No, no señor todo poderoso Usami-sensei. –Con burla extendió sus brazos hacia sus lados. –Yo no voy a reverenciarlo, no voy a obedecerlo, usted no es mi dueño.

    -¡Misaki estás ebrio!

    -Si lo estoy ¡Felicidades sabe lo todo! ¡Denle un premio al malcriado, adivinó! – Río al aire mientras aplaudía torpemente. – Pero ¿Nunca has oído que los ebrios y los niños no miente? Pues ahora lo sabes ¡Oh todo poderoso Usami Akihiko! Le tengo una noticia. Si quieres un juguete, un muñequito que te obedezca, ¡Entonces casate con uno de tus jugetes! ¡Bien que tienes el cuarto lleno de ellos! – Gritó alterado señalando con una de sus manos en dirección a la habitación del mayor. – Estoy cansado de ti Akihiko, estoy cansado de tus celos estúpidos, de que quieras manejar mi vida, primero que no quieres que trabaje, luego que no quieres que me reúna con amigos, luego que no quieres que conozca tu pasado, ahora que ni siquiera permites que tenga amigos en el trabajo. ¿Estas demente? ¿Cuál es tu maldito problema? ¡No puedes tenerme encerrado! ¡No puedes controlar cada aspecto de mi vida!

    La expresión del de ojos amatista era irrepetible, sus ojos estaban abiertos de tal forma que parecía que los globos oculares se escaparían de sus cuencas, su boca entreabierta con asombro en un gesto de estupefacción que se fue desfigurando hasta convertirse en uno de completa desolación, aquellas palabras le dolían, le dolían porque sabía que el menor tenía razón, él amaba a Misaki, pero muchas veces había actuado más como su dueño que como su novio. Debía reconocer que eso no era correcto, pero es que tenía tanto miedo a perderlo y ahora estaba ahí, perdiéndolo. Perdiendolo por culpa de su propia inseguridad, y sin siquiera poder decir algo a su favor solo mirando al ebrio universitario que intentaba retener las lágrimas que escapaban de las comisuras de sus ojos y caían por sus mejillas solo para morir en los enrojecidos labios que mordía regularmente para evitar estallar en gritos.

    -Misaki yo…- Aquel quejido de réplica murió antes de poder ser consumado cuando el castaño negó con su cabeza y agitó sus brazos.

    -No quiero escucharte. Hoy tu me vas a escuchar a mi. ¿Sabes de que tanto hablamos con Takano-san? -Lo miró con desafío esperando una respuesta, y lo único que recibió fue una negación con la cabeza. –De ti, siempre es de ti. Y aun así tu sigues pensado que yo voy a revolcarme con él o con cualquier imbécil que se me cruce enfrente, realmente Usagi: No se que clase de prostituto crees que soy ¿De verdad me crees capaz de engañarte? ¿De acostarme con cualquiera? ¡¿Tan mala imagen tenés de mi?! ¿Sabes qué? ¡Ya no me importa! Me voy a dormir. – Sin más dio media vuelta y subió corriendo las escaleras dejando al mayor con la palabra en la boca y la agonía en la garganta, escuchandose el portazo de su cuarto resonar en todo el lugar.

    Con Pasos cansinos, el novelista subió las escaleras, entró en su cuarto y acarició las sabanas de la cama, hacía tanto tiempo que no se sentía tan solo, tan desolado. Miro el techo del lugar y sintiéndose miserable volvió a llorar como hacía mucho tiempo no lo hacía deseando con fervor que aquellas cálidas y queñas manos volvieran a consolarlo como lo habían hecho aquella noche de invierno bajo la helada nevada donde se enamoró de él, pero sabía que esta vez eso no iba a pasar. Se acomodó de lado en su cama y abrazo a Suzuki como si de un niño se tratara e intentó idear, en medio de su dolor, la forma de enmendarse con su amado. Usami Akihiko no se rendia tan fácil, podría haberse equivocado, pero no iba a perder a su amado tan fácilmente. No lo perdería. No lo resistiría.

    -.-.-.-.-.-.-

    La mañana llegó en el lujoso penthouse del afamado novelista Usami Akihiko, y con ella llegó una atronadora resaca.

    Se sentó en su cama, sujetando su cabeza adolorida, intentado que la habitación deja de dar vueltas a su alrededor y que los dulces cantos de las aves no taladraran su cerebro como si se trataran de las estruendosas bocinas del boliche más popular de Tokyo ¿Es qué esas aves no podían ser menos ruidosas? Después de salir de su cama como un zombie de su tumba comenzó a caminar con pasos cansinos, arrastrando los pies se metió en el baño, quizás el agua tibia de una larga ducha se llevaría lejos sus malestares.

    Frotó sus ojos bajo la regadera mientras los recuerdos de la fuerte discusión que había tenido con su casero la noche anterior atacaba su mente y el corazón se le retorció en culpa. ¿Había sido capaz de decir semejantes cosas? ¿Lo había llamado por su nombre en medio de los gritos? ¿Había hecho una escena? ¡Maldición! ¿Acaso no podía ser de esos borrachos que olvidaban hasta su nombre al día siguiente? Al menos así podía fingir que nada había sucedido, pero no, el tenía que acordarse hasta de la última mísera palabra llena de estupidez que había escapado de sus labios.

    Lavó su cabello intentado buscar la forma de desenredar el desastre que él solito había armado. Usagi-san debía estar muy molesto o muy herido con las horrendas cosas que le había dicho.

    Salió de la ducha, alistándose para bajar a hacer el desayuno, la casa se veía vacía, había un ambiente tenso en todo el lugar. Usagi aun no bajaba, así que preparo los alimentos con parsimonia mientras su cabeza seguía pensado en todo lo que había dicho, la mayoría eran cosas que pensaba, eran dudas que tenia, pero no había sido la mejor forma de dejarlas salir. Se sentía un maldito que acababa de romperle el corazón a alguien que sabía que lo quería. Por qué si, él sabía que Usagi lo quería.

    Ya pasaban de las diez a.m y Akihiko aún no bajaba, miró las escaleras, esperando ver la elegante silueta de su amante asomarse, pero nada pasó. Espero una hora más, pero aún nada. Armandose de valor, subió las escaleras, caminó por el pasillo y tocó a la puerta de la habitación de su casero.

    -¿Usagi-san?– Entreabrió la puerta pero no había nadie dentro de ese cuarto, así que volvió a cerrar y dirigió una mirada a la puerta del estudio, su corazón palpitó con fuerza y caminó hasta allí, abrió la puerta con cuidado y vio a su amante sentado frente a su computadora con un cigarrillo en los labios, parecía perdido en sus pensamientos, así que entro. -¿Usagi-san? ¿Usagi estas bien? – pregunto pero la mirada de su casero le helo la sangre. No, definitivamente no estaba bien.

    -¿Qué necesitas Misaki? – Respondió sin apartar su mirada del ordenador.

    -Usagi… - Se adentro en el estudio sujetado su pecho con una mano. –Lo de anoche… yo…- Vio al silla girarse y mostrándole de frente a su "no novio" en un estado en el que prefirió jamás haberlo visto, se veía tan desecho, devastado, abatido, realmente se había excedido con sus reclamos el día anterior.

    -No tienes que aclarar nada Misaki. Entiendo. Hablé con Takahiro. Mañana te iras con el. – Contestó de forma casi robótica, levantándose de su silla para salir del cuarto.

    No, eso no podía estar pasado. Aquello no podía ser verdad. Rogó desde lo más profundo de su corazón a sus padres que le dieran el valor para frenar eso. No quería separarse de su Usagi, aquello tenía que ser una pesadilla.

    Lo vio salir del cuarto y caminar con parsimonia alejándose por la escaleras hasta la planta baja, sus pies se movían por impulso propio siguiendo al mayor mientras de su garganta aún no escapaba ningún sonido. Entro tras él a la cocina y lo vio servirse café mientras seguía ignorándolo, retomando sus pazos a la sala para sentarse en el rosado sillón, sin levantar la vista hacia su presencia en ningún instante para luego encender un cigarrillo y dar una profunda calada. Los ojos del mayor estaban más opacos de los que los había visto nunca, se sentía tortuosamente responsable por eso.

    Su corazón dolía, dolía como jamás hasta ahora había dolido. Observó al hombre de su vida mientras sus ojos se empañaban de amargas lágrimas y tragó saliva. -"Es ahora o nunca, demuestra que eres hombre o muere siendo un cobarde"- Se dijo a sí mismo en su mente y reuniendo todo el valor que tenía dirigió su andar hasta el sofá que estaba frente al escritor y se sentó. –Usagi-san….- Lo llamó más no tuvo respuesta, quizás si su voz no temblara tanto el mayor le escucharía, así que carraspeó, intentando llamar su atención –Usagi-san…- Era oficial, el hombre estaba ignorándolo intencionalmente, sabía perfectamente que le estaba escuchando, era imposible no hacerlo estando tan cerca y ofuscado tomó un almohadón y se lo arrojó a la cara. – ¡Akihiko no me ignores! ¡Tenemos que hablar de esto!- Ya casi era un adulto, tenía que empezar a actuar como tal, aunque su cara hubiera evolucionado a tomate por tan solo llamar al afamado autor por su nombre de pila en lugar de usar el acostumbrado apodo.

    Akihiko estaba anonadado, no esperaba que Misaki fuera a enfrentar la situación, mucho menos que se atreviera a llamarlo por su nombre sin ayuda del alcohol en sangre desinhibiendolo. Dejó el cojín que el menor había usado de proyectil y lo acomodó a su lado y fijó su mirada en el castaño.

    -Si lo que quieres es hablar. Entonces soy todo oídos, Misaki. –Respondió serio. Lo había pensado mucho durante la noche, la realidad era que no había podido dormir en lo absoluto, las palabras de Misaki le habían quitado el sueño. El muchacho tenía razón, no se había comportado bien, y después de meditarlo llegó a la devastadora conclusión de que quizás él no era la persona indicada para el jovencito. Si lo más sano para Misaki era dejarlo ir, entonces lo haría. Le ama demasiado como para seguir hiriéndolo.

    Se odio a sí mismo, odio a su estúpida y ebria boca que había hablado de más. Si no hubiera actuado como un imbécil la noche anterior esto no estaría pasado, y lo peor de todo es que no tenía idea de cómo iniciar esa conversación. Se tensó, apoyando sus manos en sus rodillas, apretando sus dedos sobre ellas, maldiciendo internamente su imprudencia que lo llevaba a meterse en semejantes situaciones. Podía sentir la mirada del mayor sobre él, apuñalándolo, esperando sus palabras, pero él no tenía idea de que podía decir. Lo medito en silencio unos momentos, y respiro profundo. ¡Que sea lo que Dios quiera! -Akihiko, lo de anoche… Yo estaba ebrio y no sabía lo que decía.

    -Pues parecías muy seguro de tus palabras. ¿No que los niños y los borrachos no mienten? – contestó, mirándolo con fijeza. El menor se estremeció, agitándose en su sitio y volvió a tragar saliva en un desesperado intento por recobrar la calma y el valor que se le estaba escapando con cara respiración.

    -Pues, la verdad es que no mentía pero no era la forma de decirlo. Yo exagere las cosas, si hubiera hablado antes contigo esto no habría pasado. – La respuesta salió más relajada de lo que creía, pero su mirada se fijaba en el suelo. Era verdad, ya llevaban años de conocerse y en esa extraña relación ¿Por qué le costaba tanto hablar? ¿No era eso lo que todas las parejas hacen? ¿Hablar de los malos entendidos? ¿Intentar comprenderse? En el mundo de los adultos las cosas se solucionan hablando.

    -¿A qué te refieres?

    -A que si me molesta que seas tan celoso, que intentes prohibirme cosas, que siempre hagas lo que quieras sin preguntar nada y esperando a que yo te siga sin chistar, aceptando todos los caprichos que tienes. – Dijo alzando sus ojos para por primera vez desde que empezó a hablar dignarse a mirarlo a los ojos. – Pero la verdad es que, yo no quería esto. Akihiko no quiero irme con Nii-san, yo quiero quedarme contigo. No quiero que esto termine así, siento que si dejo las cosas pasar entonces esto es un adiós para siempre.

    -Si te hago tanto daño Misaki, no le veo sentido a que permanezcas a mi lado. Yo te quiero pero no puedo obligarte a estar aquí si tú no quieres o te sientes presionado para hacerlo.

    -¡Yo no me siento presionado, ni obligado, no cambies mis palabras Akihiko!- Levantó la voz mirando a su interlocutor con el ceño levemente fruncido – Compórtate como adulto, estoy haciendo todo mi esfuerzo para hablar contigo en serio. – Admitió bajando nuevamente la mirada al suelo con las mejillas algo sonrojadas. Era difícil tocar todos esos temas, encima el millonario tenía el tupé de deformar lo que tanto le había costado decir, en serio necesitaba que el mayor lo tomara en serio, quería solucionar las cosas, no iba a dejar que terminaran así, su corazón no iba a tolerarlo y sospechaba que el escritor tampoco, quizás se daba demasiados aires pero sentía que si dejaba al hombre herido éste más que curar sus heridas se aislaría de todos y no quería eso.

    El mayor abrió sus ojos en sorpresa, tiró la ceniza de su cigarrillo y lo apago a medio terminar. Si quería que se pusiera serio entonces lo haría, él también tenía dudas que necesitaban respuesta.–Entonces Misaki… ¿Qué es lo que sientes?

    -Yo…- Lo dudo un momento, respiró profundo y volvió a levantar su mirada. – Akihiko yo te quiero, en verdad te quiero. No puedo decirte que te amo porque no lo sé, no sé si lo que siento es amor. Pero no entiendo la relación que tenemos. ¿Somos pareja? ¿Soy un remplazo de Takahiro? El día que superes a mi hermano ¿Me vas a dejar? Sé que soy un estorbo para tu carrera, Isaka-san me lo dejó muy claro repetidas veces, sé que si se llega a saber que tenemos este tipo de confusa relación habría un escándalo que destruiría tu reputación. Yo no quiero ser el responsable de arruinar tu vida.

    El rostro del novelista estaba desencajado ¿Así que eso era lo que Misaki pensaba de su relación? Ahora entendía mejor muchas cosas. ¡Si sería tonto el mocoso! Una sonrisa se instaló en su boca empezó débil pero fue creciendo de forma desmedida hasta desembocar en una jocosa carcajada.

    -¿De qué te ríes?- Preguntó con enojo, parándose de su asiento empuñando sus manos, ya no toleraba la tensión y la confusión, acaba de exponer sus miedos e incertidumbres ¿Y qué hacía Akihiko? ¡Se reía de él!

    -De ti.- Contestó con simpleza cruzando sus piernas. –Misaki eres un tonto, para empezar no eres un reemplazo de Takahiro, yo no te dejaré porque te amo y no tengo dudas de eso ¿Por qué tienes dudas respecto a si somos pareja o no? ¿no es obvio? – Preguntó mirando a su sonrojado castaño, se lo veía molesto pero también notaba que la vergüenza estaba comiéndoselo vivo.

    -Bu-Bueno… - Dudó y jugó con sus dedos, sintiéndose tonto, intentando no verse tan patético como se sentía, Takano le había dicho lo mismo, que su relación se sobre-entendía, quizás si era un poco tonto después de todo. –Es que tu nunca me lo pediste, desde que todo comenzó las cosas simplemente pasaron y siguieron creciendo con el tiempo, pero nunca tuve claro si solo estabas jugando conmigo o si somos una pareja. Nosotros… ¿Somos novios? - Dios, Jose, Jesus y la santa virgen le costó hacer esa última pregunta.

    -¿Estás diciéndome que quieres que te proponga ser mi pareja? – De acuerdo, eso se estaba poniendo entretenido.

    -¿Eh? ¿Qué?... Bueno… - Esto estaba siendo demasiado vergonzoso, su rostro ya había pasado por toda la gama del rojo conocida por el hombre y comenzaba a transformarse en una gama aún no conocida, era demasiado bochornoso admitir que si, que si quería una pregunta clara, una propuesta ¡Se sentía ridículo al pensarlo! ¡Pero si! ¡Lo quería! ¡Quería que Usami Akihiko se lo pidiera! Era estúpido, no se trataba de una adolescente de preparatoria y ellos eran hombres, pero es que quería las cosas claras o nada, al menos así funcionaba él. Si o no, blanco o negro, novios o nada, no era algo tan complicado ni pedía nada tan descabellado ¿verdad?

    El mayor se paró y caminó hasta el joven universitario, arrodillándose a su lado tomó sus manos entre las suyas, besando sus dorsos con cuidado, mirándolo profundamente a sus ojos, ahora entendía un poco mejor las esquivas actitudes del castaño, quizás debió haber hecho eso años atrás, antes de que las cosas se le salieran de control, pero bueno, todavía estaba a tiempo de arreglarlo. -Misaki ¿Quieres ser mi novio? - Preguntó directamente, sonriéndole.

    Su rostro era un poema, con completa pena apartó sus manos de las del afamado autor y hundió más su rostro entre sus encogidos hombros tapando sus facciones con sus cabellos. -Deja de decir cosas tan vergonzosas- Protestó en un hilo de voz.

    -Eso no contesta a mi pregunta, Misaki.

    -Si- Murmuro, intentando desaparecer, intentado hundirse más en el sofá o que la tierra bajo sus pies se abriera para tragarlo.

    -¿Perdón? No te escuche.

    -¡Deja de burlarte de miI! – Gritó estampando un cojín en su rostro, pero el más alto fue más rápido y tomando su muñeca lo detuvo, besando sus labios con pasión lo recostó sobre el sofá poniéndose sobre él. Se dejó llevar por un momento, respondiendo el beso, pero apoyando sus manos sobre su pecho hizo la suficiente fuerza como para apartarlo de él. -Espera aún no hemos terminado de hablar. No quieras cambiar el tema.

    -¿Qué más quieres aclarar?

    -¿Qué va a pasar si alguien se llega a enterar de esto? Es en serio Akihiko no quiero arruinar tu vida.

    -Misaki… - Se sentó a su lado soltado un suspiro. – No me importa, ya te lo he dicho antes. No me interesa lo que la gente piensa de mí. No me avergüenza mi orientación sexual y mucho menos me avergüenza tenerte como pareja, me gustaría anunciar nuestra relación. ¡Al demonio con Isaka! Él no tiene que meterse en mi vida privada, y tú eres mi vida privada, no tienes que ver con mi trabajo, bueno quizás seas mi inspiración, pero aun así no debes sentirte responsable de nada, si a la gente le gusta lo que escribo no le importará que salga con un universitario.

    -¿Estás seguro de eso?- La pregunta salió en un susurro, mirándolo con cierta incertidumbre, pero al ver el rostro decidido de su ahora oficial novio logró calmarse. –El otro tema que tenemos que hablar son tus celos. No quiero que vuelvas a dudar tanto de mí, siento que realmente no confías en mí, sé que fui imprudente anoche al decírtelo pero ¿Realmente me crees capaz de engañarte con alguien? ¿Crees que sería capaz de hacer las mismas cosas que hago contigo con otra persona? Apenas si accedo a hacerlo contigo jamás permitiría que otra persona me tocara, te lo he dicho antes, contigo es diferente, eres especial, no podría ni imaginarme haciendo algo así con alguien más.

    Lo pensó durante un instante y resopló cansinamente. –Misaki, no es que no confié en ti. No confió en los demás.

    -¡Pero no todas las personas que conozco quieren acostarse conmigo!- Protestó apenado.

    -Eso es lo que tú crees. Eres demasiado ingenuo Misaki.

    -Y tú eres un exagerado. – Replicó negando con su cabeza en desaprobación. –Tienes que controlarte y dejarme hacer mi vida en paz, quiero poder salir con amigos, verme con compañeros del trabajo, y hacer lo que yo quiera sin tener que preocuparme de que vayas a enojarte conmigo o a hacer una escena en plena calle o frente a cualquiera. ¡Quiero ser un universitario normal!

    -Entiendo, ayer he estado pensado en eso. He pensado toda la noche y tienes razón, tengo que aprender a controlar mis celos, pero tú tampoco te empeñes en provocarlos. Pasar la noche en el departamento de un hombre soltero, ambos juntos en privado, no es poca cosa. ¡Cualquiera hubiera explotado! ¿Qué pensarías tú si te digo que mientras no estas me voy con no se quien a pasar la noche hasta que vuelvas? Pero aun si vas a buscarme y me encuentras durmiendo sobre esa persona. – Le preguntó frunciendo el ceño.

    ¡Y se hizo la luz! Ahora si se sentía un imbécil, si lo veía por ese lado, él había sido el imbécil, no había tenido en cuenta que en realidad si era una situación un poco comprometida y mal interpretable. Había sido injusto con Usagi al no ponerse en su lugar, la verdad es que a él también le hubiera molestado bastante algo como eso. -Ahora entiendo. Lo lamento, no he sido justo contigo.

    -Yo tampoco lo fui contigo. – Admitió y con cuidado tomó su mejilla con su mano, acariciando su rostro con delicadeza, como si acariciara a un frágil cristal. - ¿Empezamos de nuevo?

    -Si, creo que eso es lo mejor. Eso quiere decir… ¿No me mandaras con Nii-san verdad?

    -Ni en tus sueños escaparas de mí ahora. – La sonrisa ladina apareció en sus labios, y sin miramientos se inclinó devorando aquella sonrosada boca que le llamaba a gritos, robándose hasta la última gota de oxígeno de los jóvenes pulmones.

    Envolvió sus brazos alrededor del cuello de su amante, enredando sus dedos en su cabello, tirando suavemente de ellos para acercarlo más a su cuerpo. Pronto pudo sentir la leve presión del cuerpo del mayor sobre el suyo, sus manos rozando su cuerpo de forma lenta, podía sentir esas frías manos subiendo desde sus rodillas hacia sus muslos, pasando por la cara interna subiendo después por sus caderas y un estremecimiento lo sacudió al sentir esos largos dedos metiéndose bajo su camisa, rozando su vientre, levantando la prenda a su paso hasta llegar a sus pezones y tuvo que separarse del beso soltando un sonoro jadeo.

    -Es-espera… Usagi-san. - Protestó al sentirse despojado de su camisa en un movimiento un poco brusco.

    -¿Qué pasó con llamarme por mi nombre? – Pregunto divertido en su oído mordisqueándolo con deseo, para luego descender con besos por su cuello.

    -Ahmm… No volveré a llamarte así… pa-para… No en la sala. - Se sostuvo de sus hombros intentado parar inútilmente esos cálidos labios que bajaban por su pecho con dirección a sus pectorales con el claro objetivo de atacar sus pezones.

    -Te lo dije Misaki, ni en tus sueños escaparas de mí ahora. – Sin contemplaciones atrapó su pezón derecho entre sus labios, dando una suave succión mientras su otra mano se encargaba de jugar con el otro entre sus dedos. La Espalda del castaño se arqueo, y enredó aún más sus dedos en los platinados cabellos de su novio.

    -¡No! ¡Ah! No quiero escapar esta vez, so-solo llévame al cuarto…- Susurró intentando contener sus suaves gemidos al mismo tiempo que trataba de lidiar con su vergüenza, pero es que esa vez realmente no quería escapar de las caricias de su amante, necesitaba sentirlo contra él, sentir sus cuerpos juntos como tantas veces antes sabiendo que lo que tenían era más que sexo o una relación casual, sabiendo que el mayor lo amaba y que las cosas iban en serio.

    La sonrisa creció en los labios del escritor y con un movimiento leve ya estaba de pie cargando en sus brazos, cual princesa de cuento, lo llevó escaleras arriba. Pronto las puertas del cuarto se cerraron tras ellos y la pasión lo inundó todo.

    Los gemidos se podían oír claramente llenando el aire, el castaño con timidez apartó las manos frías de su novio y se alejó solo un poco, terminado de desnudarse a sí mismo frente a él, de forma lenta desabrocho sus pantalones y los bajó para luego deshacerse de sus interiores, ya desnudo gateó suavemente sobre la cama y volvió a enredar sus brazos en el cuello del mayor mientras se sentaba a horcajadas sobre sus piernas. Besándolo de forma lenta y amorosa por un largo instante y tras separarse se acercó a su oído para hablar completamente apenado. -Si dices alguna estupidez te matare…- Murmuró, mientras sus manos bajaban por el pecho contrario dejando a sus dedos reconocer los discretos músculos que componían su fisionomía, memorizando cada trozo de piel, su textura, su temperatura, todo se graba en su cerebro con completa nitidez. Quería poder complacer también a su pareja, siempre era Usagi quien tenía las riendas en todo momento y esta vez él quería poder hacer más que solo recibir caricias, quería tambien entregarlas.

    Ayudó al mayor a terminar de desnudarse y se acomodó mejor sobre él, sentándose sobre su pelvis, moviéndose de forma lenta hizo rozar aquel inhiesto miembro contra sus glúteos, frotándose contra él, con cierta duda respecto a si estaba haciendo las cosas bien o no, deslizó sus manos entre sus cuerpos hasta que con las mejillas ardiendo tomó la erección contraría con su mano derecha empezando a masturbarlo en una cadencia lenta y excitante mientras se sentía a sí mismo perdiendo poco a poco su cordura al sentir aquellas grandes y frías manos envolver sus glúteos con firmeza, apegándose más a él y aumentado el ritmo de aquella fricción entre sus cuerpos que iban creciendo a cada momento haciendo que su desnuda virilidad se frotara contra la piel expuesta de su pareja.

    Pronto se descubrió a sí mismo arañando la ancha espalda con una mano mientras de su garganta ya no salían más que gemidos y quejidos vagos que solo lograban excitar más a su pareja, sitio al mayor volver a adueñarse de sus labios mientras sus largos dedos se deslizaban por la separación de aquellas deliciosas montañas de suave carne, acariciando de forma circular la entrada a su paraíso personal.

    Se tensó al sentir el primer dedo dentro de él, y mordió los labios del contrario en venganza, tirando suavemente de ellos en un gesto sensual, intentado contener sus quejidos, el segundo dedo dentro de él no demoró en llegar y la traviesa lengua ajena bajó por su barbilla hasta su cuello llegando a su nuez de Adán y dejó una mordida sobre ella que le arrancó un fuerte gemido.

    El castaño tomó con más firmeza el duro miembro en su mano y comenzó a masturbarlo un poco más rápido, jugando con su punta, acariciando su uretra con el pulgar, haciendo círculos, quería complacer a su novio, los suspiros contenidos que el escritor apenas dejaba escuchar eran lo único que le confirmaba que no estaba siendo tan malo en sus caricias pero su concentración se perdía cuando aquellos dedos aceleraban el ritmo en su interior, yendo más profundo, aumentado la velocidad, buscando dentro de él aquel punto que lo doblaba de placer y lo hacía desgarrar la espalda amplia del mayor con sus uñas.

    -Misaki estas muy cooperativo hoy.- Jadeo en su oído apretándose más contra su cuerpo para luego retirar sus dedos de él. – Ya no aguanto más. Necesito tenerte. – Advirtió tomando la muñeca del chico para apartar la mano que lo masturbaba e invitarlo a abrazarse a sus hombros mientras levantaba aquellas finas caderas dejando que su punta acariciara la húmeda entrada, sintiendo aquellas pequeñas manos aferrarse a sus hombros y dejó que el menor se auto-penetrara.

    Estaba avergonzado y adolorido, en aquella posición podía sentir que el escritor llegaba aun más profundo en su interior pero lentamente, con cada suave movimiento de sus caderas el placer comenzó a hacerlo perder el juicio, pronto se movían por motus propio, el ritmo se volvió rápido, se movía a todo lo que su cuerpo resistía, se abrazaba con desesperación a al cuerpo más grande, gimiendo contra su oído, intentado regularizar su respiración, tratando de no arañar demasiado fuerte la piel bajo sus manos entre el calor del momento y las ansias que le era difícil contener.

    Se sentía en el cielo al ver a Misaki montándolo de esa forma,escucharlo gritar ahogadamente contra su oido mientras lo escuchaba agitado, con la respiración errática, llamándolo con dificultad mientras sus propias manos se movían por todo su cuerpo, ayudándolo en su tarea al atraerlo a él por las caderas cada vez que bajaba, alzando las propias en un intento por llegar a un más lejos en él sin embargo al escucharlo gemir un casi desesperado "máh-más… Usag-Ah!" perdió el control y dejó al castaño en la cama, poniéndose sobre él mientras sus bajos instintos lo dominaban, abriendo más aquellas delicadas piernas mientras el ritmo se volvía casi insostenible.

    Los gritos se ahogaban en sus lenguas unidas, la pasión se descargaba con ímpetu en el cuerpo contrario, arañando, mordiendo, embistiendo. Ya no podían parar pero el cansancio se comenzaba a hacer notar, los nombres de los amantes escapaban de entre sus labios y el calor los sofocaba, quitándoles el aliento, pronto sintieron la presión en sus vientre aumentar y todo estalló como un volcán en erupción, gritando ambos sus respectivos orgasmos. Misaki arqueado contra la cama, manchando sus cuerpos mientras intentaba que su cuerpo dejara de temblar y Akihiko luchando por no colapsar sobre el joven y pequeño cuerpo de su novio, gruñendo entre dientes su clímax mientras dejaba a su simiente invadir el cuerpo del castaño para luego, con un poco más de manejo de su morosidad, salir de él y dejarse caer a su lado en la cama, abrazándolo para permitir que el chico usara su pecho de almohada.

    -Misaki… aún tengo una duda. – Comentó acariciando sus cabellos con cuidado luego de varios minutos de silencio y arrumacos suaves.

    -¿Sobre qué?- Preguntó un poco adormilado por las caricias y el post-orgasmo.

    -Anoche dijiste que hablabas de mí con Takano. ¿Es cierto?

    -Bueno, él se dio cuenta de que estábamos saliendo y hemos hablado un par de veces, él…- Se sonrojó hundiéndose más en el pecho del novelista, era difícil admitir esas cosas. -Él fue quien que me dijo que debía ser honesto contigo, que estaba lastimándote al no contarte sobre lo que siento y sobre mis miedos. Takano-san es un idiota, pero es buen amigo. En verdad no deberías estar celoso de él, está enamorado de alguien- Explicó bostezando con cansancio y cerrando sus ojos medio dormido ya.

    -¿Y tú cómo sabes? – Pregunto frunciendo el ceño.

    -Es mi amigo, conversamos y me lo dijo, está enamorado de uno de sus subordinados. – Respondió con la voz pastosa y aletargada.–No vuelvas a dudar de él, solo somos amigos. Tengo sueño, déjame dormir Usagi-san… - Protesto frotándose en su pecho, abrazándolo más a él como si de un oso se tratara.

    -De acuerdo, que descanses. - Besó con cuidado su frente y lo observó dormir por algunas horas.

    No podía evitar pensar que estuvo a punto de perder a su amado novio. Decidió que no volvería a ser tan idiota, pero necesitaba disculparse con ese tal Takano. Abrazó a su novio más contra él, quizás debía agradecerle a ese tipo la noche que acababa de pasar.

    Misaki finalmente se le había confesado y habían tenido una charla bastante interesante. "No hay relación sin comunicación" : ahora entendía esa frase, luego de esa charla comprendía mejor a Misaki y se sentía feliz por ello. La única preocupación que asomaba en su mente era cuando seria el día en que le confesaría a Takahiro que no era el cuidador de su hermanito sino su novio. Sonrió con ironía, faltaban años luz para que Misaki se atreviera a confesar abiertamente su relación, pero estaba bien, lo comprendía y esperaría paciente a que su pequeño estuviera listo para dar ese paso, mientras tanto daría lo mejor de sí para no volver a cometer los mismos errores, sabía que como amaba a Misaki jamás volvería a amar a nadie, lo que tenía entre sus manos era el invaluable corazón de su castaño, y estar a punto de perderlo para siempre le ayudó a abrir sus ojos.

    Se inclinó, besando la frente con cariño una vez más y arropó los cuerpos de ambos con cuidado. Había aprendido lo lección, hablando la gente se entiende, y ahora él entendía que teniendo un poco más de comunicación y compresión en su relación, podría permanecer al lado de su universitario por siempre, amándose hasta que su corazón dejara de latir.

    Cerró sus ojos y sonrió con satisfacción, abrazando más el menudo cuerpo contra él, dejándose llevar al mundo del ensueño por unas horas. Un pequeño descanso le haría bien, aunque un solo round no lo satisfacía, tenía que dejar descansar un poco a su pequeño que imaginaba que todavía tenía resaca.

    -Continuará.


    Notas de Sioa: Bueno…. mil años después he aquí una actualización. Voy a fingir que esto no esta abandonado desde 2016 y hagamos como que subí esto hace dos semanas (?)

    Gente ¡Perdón! ¡No me odien! ¡No me peguen! ¡La culpa es de la vida! La inspiración se va y tiempo no tengo asique es complicado seguir con las historias, pero las termino quizás debería ser como otros autores responsables que primero escriben, corrigen y cuando todo está terminado recién ahí lo suben, no como yo, que tengo una idea random la escribo me gusta la subo y estoy como "Si, ya lo voy a continuar tengo la idea en mi cabeza, asique va a funcionar" y despues pasan los años y la historia quedó ahí, a medias y la gente quiere matarme.

    Bueno, ahora si, en unos días subiré la continuación, el próximo capítulo será el final pero tengo pensado que será bastante largo.
  8. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Martes 28 de Mayo del 2019.

    Resolviendo dudas existenciales.

    Capítulo 9: Dudas resueltas y finales felices.

    By Sioa Shun Uchiha-san.



    Esa semana en el trabajo había sido más tranquila. El ciclo había terminado ¡Al fin! Takano-san había estado satisfecho con sus teorías respecto a las correcciones de los storyboards y finalmente, el día jueves de esa semana, su jefe le había informado que le sería asignada una autora novata. Ese mismo día se vio metido en una de las tantas salas de juntas de la editorial Marukawa para conocer a Himura Anne, una joven amable de carácter apacible.

    Hervía de felicidad al saber que finalmente era un editor, no un simple asistente, aun así Takano-san había asignado a Onodera-san como una especie de supervisor, estaba a gusto con eso, después de todo aun era demasiado nuevo y aunque estaba feliz le daban demasiados nervios no hacer bien su trabajo con su primera autora, la emoción y las ansias se mezclaban creando sentimientos complicados de explicar.

    Después de su charla el fin de semana anterior con su novio las peleas habían disminuído, ahora solo estaban las discusiones cotidianas respecto a que Usami dejara de fumar al mismo tiempo que bebía café, o que dejara de confundir la tazas para líquido caliente o frio, desacuerdos comunes de toda pareja que convive, desde el típico "Ya te dije que sacaras las sábanas tres veces" hasta él "¡Déjame tranquilo que estoy cocinado" cuando su escritor se disponía a acosarlo cuando estaba preparando la cena.

    La semana había transcurrido con tanta normalidad que era como un pequeño bálsamo de paz en su siempre caótica existencia. Él era un chico ordinario, tan común como cualquiera, pero su vida parecía estar siempre vinculada a rarezas y dificultades que nada tenían de normales. Tanta tranquilidad no era algo tan bueno, era como la quietud que se siente antes de una tormenta.

    Ese día sería el día ¡El fatídico día! No estaba preparado, toda su paz interior estaba trastocada. Alzó la vista desde su cubículo de trabajo al reloj de pared, en solo media hora saldría de la oficina y sabía que Usami Akihiko estaría esperándolo en la entrada en su flamante deportivo rojo para llevarlo al matadero.

    Bueno, estaba exagerando, no iría al matadero pero si se sentía como si cargara en sus hombros con el peso de un condenado a la horca. El fin de semana anterior, no sabía qué clase de espíritu lo había poseído y había tomado una determinación peligrosa. Había decidido que ese viernes hablarían ambos con su hermano sobre su relación.

    Todas sus dudas estaban bullendo en su mente como si se tratara de un caldo de pollo al fuego, Usagi le había dicho que no debía preocuparse, que todo saldría bien, esas grandes manos frías que parecían calentarse paulatinamente mientras más tiempo juntos estaban paseándose sobre sus cabellos si que lo calmaban, pero era algo momentáneo, ahora mismo no se sentía para nada relajado.

    Estaba revisando las líneas generales el argumento del tomo unitario que su primera mangaka a cargo sacaría pero no podía concentrarse. Simplemente seguía reproduciendo en su cabeza la desagradable imagen del rostro decepcionado de su hermano.

    Ya le habían avisado a Takahiro que irían esa tarde y que probablemente se quedarían a cenar, su hermano tan amable y cálido como siempre había celebrado la idea alegando que Mahiro y su esposa estarían muy felices de verlos, ya que hacía un tiempo desde la última visita.

    Las agujas del reloj seguían su curso marcando el paso inexorable del tiempo que lo llevaría a afrontar su realidad y las decisiones que como él adulto en formación que hera había tomado y de las cuales ya era tarde para retractarse.

    -Takahashi-kun ¿Cómo vas?- La voz de Onodera-san lo había sacado de sus pensamientos y giró su mirada a él dedicandole una sonrisa que intentaba ser genuina pero que se había quedado a medio camino entre una mueca nerviosa y un gesto asustado.

    -¡Bien, bien, Onodera-san! ¡No se preocupe!- Explicó rapidamente.

    -Oh, no te ves muy bien.- Comentó haciendo una mueca. -¿Te sientes mal acaso o es que pasa algo con el trabajo?

    -No, no, no se trata de eso ya terminé de leer lo que Himura-sensei me envió.

    -Bueno, yo ya iba de salida ¿Nos vamos juntos?- Ofreció, aprovechando que su amante estaba hablando por teléfono, demasiado distraído como para captar su intento de huída antes de que el morocho lo obligara a volver juntos a casa.

    -Ah, Onodera-san, hoy no podré acompañarlo, Usag-Usami-sensei vendrá a recogerme tengo algo que hacer.- Explicó nerviosamente rascando su nuca con su mano derecha. -Pero espereme un momento que preparo mis cosas y bajamos juntos. - Dijo levantándose mientras se disponía a apagar la computadora.

    -Claro, no hay problema. - Aceptó el mayor con gesto apacible mirando con algo de preocupación la torpeza de su compañero que en un primer intento de ponerse el saco lo había hecho al revés, y al segundo intento había aprovechado mal los botones. -Takahashi-kun ¿Seguro estas bien?

    -¡Si! ¡Si! Solo estoy algo distraído.- Alegó entre risas acomodándose la ropa y tomando el maletín para luego encaminarse a la salida junto a Ritsu.

    -¡Onodera! ¡Takahashi! ¿Dónde creen que van?- Gritó Takano desde su escritorio mientras colgaba el teléfono, haciendo a ambos castaños detenerse. -¡Esperenme! - Decretó severamente.

    ¡Mierda! ¿Por qué nunca podía escaparse de ese infeliz? Ritsu dio una larga y profunda inhalación mientras negaba suavemente con su cabeza.

    -Lo esperamos, Takano-san.- Contestó con tono un poco más alegre Misaki, sintiéndose un poco incómodo ante la mirada infinitamente traicionada que le daba el hombre a su lado. Aparte de ellos el único que quedaba en la oficina era Hatori pero imaginaba que pronto se marcharía después de todo el jefe estaba tomando sus cosas para irse. Estando a inicio de ciclo era raro que se quedarán más tiempo del que marcaba su horario laboral.

    Los tres se encaminaron al ascensor y Misaki soltó un largo suspiro una vez dentro del metálico cubículo, mirando casi con dolor cómo se iban marcando los pisos que bajaban.

    -Takahashi-kun, no es mi intención ser molesto, pero en serio no te ves bien ¿Qué ocurre?- Preguntó Ritsu, llamando la atención de Takano que entonces posó sus ojos almendrados en su nuevo subordinado.

    -No es nada Onodera-san, no se preocupe. - El gesto entre triste y preocupado hizo que ambos mayores compartieran una mierda, Onodera preocupado y Masamune sinceramente curioso.

    -No está bien mentir a tus superiores, Takahashi. - Alegó el morocho cruzado de brazos. -¡Te ordeno que nos digas que te pasa! Soy tu jefe.

    -¡Esto no está dentro de tus competencias, Takano-san!- Reclamó en un grito molesto el castaño mayor.

    -Oh, bueno… - El ascensor había llegado a planta baja y tras bajar, el editor novato pudo ver desde su lugar, por las puertas de cristal de la editorial el deportivo rojo de su novio esperando estacionado en la entrada con su flamante dueño apoyado en la carrocería, enfundado en un traje costoso, usando lentes de sol de cristales celestes y sosteniendo un cigarrillo contra su boca. -Mierda…- Jadeó entre dientes, él no decía muchas malas palabras, pero esta vez lo ameritaba. Los nervios crecían cada vez más e instintivamente retrocedió, ganándose una mirada curios de sus compañeros.

    -Ah, así que tiene que ver con Usami-sensei.- Comentó divertido el morocho. -¿Escapas de él?

    -¡Yo no estoy escapando! Es solo… No, no importa. - Respirando profundo intentó recomponer su estado y atreverse a ir al encuentro de su pareja.

    -¿Acaso pelearon?- Consultó con más tacto Onodera.

    Misaki lo pensó un segundo y luego negó con su cabeza. -No, pero… iremos a ver a mi hermano mayor. - Explicó de forma taciturna, mientras caminaba con pasos lentos a la salida. -Le diremos de lo nuestro y estoy muy ansioso. - Al notar que había dicho semejante cosa en voz alta se giró a ver de golpe a ambos sorprendidos adultos con un brutal sonrojo en su rostro. -¡Olviden que dije eso! ¡Por favor! ¡Los veré el lunes! ¡Buen trabajo! ¡Adios!- Las palabras salieron totalmente atropelladas, amontonadas unas sobre otras de forma casi incomprensible y luego de girar su cuerpo salió corriendo de la editorial, subiendose al auto del afamado novelista sin siquiera haberlo saludado y una vez dentro se puso el cinturón de seguridad, ocultado su rostro en sus dos manos ¡¿Por qué hablaba sin pensar?! ¡Se odiaba por ser tan transparente a veces! Apenas si registró a su novio subiéndose en el asiento del conductor, estaba demasiado abochornado, solo quería que todo eso terminara rápido.

    -Oh, así que Takahashi va a formalizar su relación… ¿Por qué no puedes ser así, Ritsu?- Preguntó Takano mientras salía del edificio y caminaba junto a su pareja.

    -¿Por qué no te atragantas con tu lengua y te mueres, Takano-san?- Contestó con otra pregunta el castaño, casi escupiendola entre sus dientes con molestia pero con el rostro ardiendo. ¡Cómo si hubiera algo que formalizar entre él y Takano! Bueno, si, eran pareja ¡Pero eso no quería decir que tuviera que decírselo a nadie! ¡Estúpido Takano! ¡Odiaba cuando ese hombre podía hacer latir su corazón tan rápido sin su propio consentimiento!

    Por su parte Masamune no pudo más que reír mientras veía a su novio caminar aceleradamente frente a él rumbo a la estación.

    -.-.-.-.-.-.-

    El camino había sido silencioso pero una vez que el deportivo rojo estacionó frente a la casa de su hermano en un barrio de los suburbios respiró con suma pesadez.

    -Misaki, ya llegamos. - Comentó Usami, girando a mirar a su novio con una sonrisa suave. -Tranquilo, todo saldrá bien. - Alegó estirando una mano para acariciar los castaños cabellos del menor.

    -No sé cómo puedes estar tan seguro, Usagi-san.

    -Si aún tienes dudas entonces podemos dejarlo para otra ocasión y tener una visita normal. - Ofreció pero para Misaki no fue difícil ver la leve sombra de desilusión y tristeza en los ojos amatistas de su pareja.

    -No, soy un adulto, dije que se lo diríamos y se lo diremos hoy.- Le temblaban las piernas, no había ni un gramo de seguridad en sus palabras, Akihiko podía imaginar perfectamente unas orejitas gachas sobre la cabeza del joven y una cola insegura escondida entre sus piernas.

    -Oh ¿Qué haré? Cada vez eres más y más adulto, Misaki.- Alegó con tono soñador, jugando con sus cabellos en un gesto dulce.

    -¡Ey! ¡Usagi-san! ¡No es momento de hacer eso! ¡No soy un niño!- Protestó peinándose un poco las alborotadas hebras y acomodando con nerviosismo el traje semiformal que usaba para ir a la oficina.

    -Bueno, vamos entonces.- Tras esas palabras el escritor descendió del vehículo y volteó a ver a su joven pareja que aún permanecía insegura dentro, iba a volver a insistirle en que dejarán aquello para otro momento, quizás había presionado demasiado a Misaki, sin embargo lo vio cerrar sus ojos, respirar profundo y luego tomar con seguridad la manija de la puerta para después salir del auto con decisión. Cierto, Misaki ya no era un adolescente tonto, seguía siendo un poco atolondrado pero cada día que pasaba se convencía más y más de que su pareja estaba volviéndose un hombre admirable.

    Caminaron juntos hasta la entrada, y el castaño con un leve temblor en las manos tocó el timbre.

    -¿Diga? - Se escuchó la voz femenina de su cuñada desde el intercomunicador.

    -Somos Misaki y Usagi-san, Onee-san. - Contestó en tono alegre Misaki.

    -¡Misaki! ¡Misaki!- Se escucharon los gritos de su sobrino que ya hablaba un poco mejor y cada día se volvía más y más parlachín, eso hizo sonreír al editor.

    -¡Enseguida voy, Misaki!- Contestó Manami con voz alegre.

    La conversación se cortó y apenas un minuto después la puerta era abierta por la castaña mujer. -¡Bienvenidos! ¡LLegan temprano! Takahiro aún no regresa, pasen. - Los invitó con alegría.

    Tras entrar y sacarse los zapatos en el genkan no demoraron en ser recibidos por el niño que ya correteaba con menos torpeza gritando alegre el nombre de su tío.

    -¡Oh! ¡Mahiro! ¡Has crecido tanto! - Misaki no demoró en tomarlo en sus brazos, arrojándolo al aire con alegría pero siendo cuidadoso entre los gritos y las risas de la criatura, ignorando deliberadamente la atmósfera de celos que su pareja estaba creando en torno a él.

    -Usagi-san ¿Qué le gustaría tomar? ¿Té? ¿Café? - Ofreció cordialmente la mujer mientra se dirigía al salón de la casa.

    Con un aura de infinita molestia el millonario se sentó en el sofá, mirando con recelo a ese mocoso que monopolizaba la atención de su novio. -Un café estaría bien, Manami-san.- Contestó con el tono más amable de su repertorio.

    -Takahiro llegará pronto del trabajo, no debe demorar mucho. ¡Mahiro! ¡No molestes a tío Misaki, hijo!- Regañó al niño que inquieto tiraba de la corbata del editor.

    -No te preocupes, Onee-san, no me esta molestando ¿Necesitas ayuda en la cocina?- Se ofreció solícito como siempre.

    -No, nada de eso, ya ayudas bastante ocupándome de Mahiro, cada día es más travieso.- Comentó la mujer con alegría. -¿Quieres un té?

    -Eso me gustaría, Onee-san.

    -Bien, en seguida lo llevó para allá.- Dijo la castaña perdiéndose dentro de la cocina.

    -¡Misaki! ¡Misaki! ¡Veni! ¡Mirá! ¡Mirá!- El niño había arrastrado a su tío al sector donde tenía su alfombra regada de sus juguetes para mostrarle cada uno de ellos con emoción, balbuceando historias que su tío no estaba realmente entendiendo pero que de todos modos se empeñaba por alentarlo con entusiasmo a que las continuara, jugando con él.

    Amaba a su sobrino, quería mucho a su cuñada, amaba a su hermano, las dudas de sobre la conversación que tendrían podría terminar en desastre seguían atormentando. Una parte de él moriría de la tristeza si perdiera a la única familia que le quedaba solo por estar enamorado de un hombre diez años mayor que él.

    Takahiro estaba demorado y eso era algo que internamente agradecia, aquella era una profunda dicotomía, quería que su hermano llegara de una vez para poder hacer lo que había ido a hacer y terminar de una vez con sus dudas, para aclarar las cosas, para saber que pasaría de allí en adelante y al mismo tiempo quería que su hermano nunca llegara para no tener que cruzar el aterrador puente que se hergía altivo frente a él.

    En algún punto de la tarde entre el té, las conversaciones sobre la futura novela del exitoso autor, la vida cotidiana de la familia que habitaba esa casa, el trabajo de Misaki y los juegos con el niño, Mahiro se había dormido.

    Manami se había disculpado y había tomado al chico en brazos para llevarlo a descansar más cómodamente en su cuarto, dejando solos a los amantes.

    -Odio que no me prestes atención cuando estas con ese mocoso.

    -Usagi-san, es un bebe todavía y es el hijo de tu mejor amigo ¿Podrías no ponerte celoso de él?

    -Te monopoliza.

    -Es un bebe.

    -No me prestas atención.

    -Mi vida no gira en torno a vos, gran Usami-sensei.- Dijo pronunciando con sarcasmo el apellido de su amante junto al honorífico.

    -Debería hacerlo. - Alegó el caprichoso hombre cruzándose de brazos y mirando a un lado.

    -Usagi-san.- Resopló con reproché y estaba a punto de estirarse a tomar las tazas para llevarlas a la cocina cuando una gran mano se cerró en torno a su brazo, fue tirado hacia atrás y unos gruesos labios con sabor a tabaco se posaron en los suyos. -¡Usagi! ¡¿Qué haces?! Onee-san podría habernos visto…- Murmuró con enojo y bochorno.

    -Te lo mereces por ignorarme.

    -Madura de una vez, Usagi-san. - Protestó tomando las tazas para llevarlas a la cocina.

    -¡Ya llegué! - Se escuchó el moderado grito desde la entrada junto al sonido de la puerta abriéndose, un instante después el dueño de casa se apersonó en el living. -¡Ah! ¡Usagi-san, qué gusto verte!

    -¡Bienvenido, Takahiro! - Saludó levantándose para estrechar la mano de su amigo. -Manami-san esta en el cuarto con Mahiro, ya regresa.- Le informó a su amigo con una sonrisa.

    -Oh, ya veo ¿Los hice esperar demasiado? Lo lamento mucho, hoy surgió un problema en la oficina y tuve que quedarme más de la cuenta.

    -No te preocupes hermano, lo entendemos.- Dijo Misaki mientras entraba a la estancia. -Bienvenido.

    -¡Misaki! - Sin mucha ceremonia el hombre abrazó a su hermano para saludarlo. -Me alegra verte, fue un tiempo desde la última vez que nos vimos ¿Cómo has estado? ¿Qué tal el trabajo?

    -Hermano, ya no soy un niño. - Se quejó débilmente al sentir la mano de su hermano deseándolo cariñosamente. -Pero estoy bien, todo está saliendo muy bien, ya tengo una autora designada desde ayer.- Explicó sonriente.

    -¡Oh! ¿En serio? ¡Ya eres todo un editor! ¡Felicidades, Misaki! - Felicitó alegremente con una enorme sonrisa en sus labios mientras dejaba a un lado su maletín y se sentaba uno de los sofá de la estancia.

    -¡Querido, bienvenido! - Saludó Manami, acercándose a saludar a su esposo con un leve beso en su mejilla. -Mahiro está dormido, jugó toda la tarde con Misaki y está agotado.

    -Que bueno.- Comentó sonriente el hombre. Misaki los observaba desde el sofá de dos cuerpos que estaba compartiendo con su pareja, su hermano y su cuñada eran un matrimonio hermoso, se amaban y eran una familia feliz, la calidez de su hogar se podía sentir en cada rincón de la casa, se sentía cómodo ahí, querido, amado, en familia.

    -Oh, por cierto, Misaki ¿A qué se debe la visita? Me sorprendió un poco cuando Usagi-san me dijo que querían venir a vernos hoy. ¿Era para decirme que ya tienes un autor a cargo? - Preguntó con alegre inocencia.

    El nudo comenzó a formarse de nuevo en la boca del estómago del menor en la estancia, trepando por su garganta y volviéndolo incapaz de hablar. Ahora era el momento, tenía que elegir, o se ponía los pantalones o escapaba por el camino fácil poniendo de excusa su autora designada y ganas de ver a su hermano. Solo habían pasado segundos desde que la pregunta fuera formulada pero la mirada significativa de su novio a su lado y el gesto inocente y dulce de su familia estaban haciéndolo sentir acorralado y como si aquél instante estuviera durando horas.

    -Yo…- Murmuró para luego apretar sus labios, respiró profundo y apretó sus piernas juntas mientras apoyaba ambas manos sobre sus rodillas ligeramente inclinado hacia el frente su su cabeza algo baja. -En realidad, hermano, hay algo de lo que me gustaría hablarte y no tiene que ver con el trabajo…- Se limitó a contestar desviando levemente la mirada a un costado.

    Los tres adultos mostraron sorpresa a diferentes niveles, sin embargo Akihiko tenía una sonrisa pacífica e indisimulable en sus labios, por un momento había dudado que el chico fuera capaz de seguir adelante con su determinación pero sus preocupaciones habían sido inocuas.

    -Ya veo ¿De qué se trata, Misaki? - Preguntó Takahiro aún algo impresionado pero curioso y alegre, si su hermanito quería hablar con él de algo no podía más que mostrarse dispuesto, aunque estaba algo preocupado, esperaba que no fuera nada malo y que el chico no estuviera metido en problemas.

    -Ah, bueno… es algo complicado de explicar.- Comenzó con nerviosismo, riendo ansiosamente mientras se incorporaba un poco con su mirada aun desvíada, incapaz de encarar al mayor mientras rascaba levemente su nuca con una mano.

    -¿Es algo malo, Misaki?- Preguntó serio y preocupado, con ese gesto de hermano mayor escrito en toda su cara, listo para dar su ayuda en lo que fuera que estuviera aquejando al menor. -¡Ah! ¡No me digas! ¿Vas mudarte solo? - Preguntó con cierto entusiasmo. No tenía porqué ser negativo, quizás su hermanito ya estaba listo para dar el paso de ser un hombre independiente y soltero, viviendo por su cuento como es debido.

    -Prepararé más té.- Ofreció Manami, a quíen el gesto molesto del escritor ante las palabras de su esposo no le había pasado desapercibido. Intuía que las cosas no iban por el lado que su marido pensaba, iban a necesitar té, la tensión de Misaki tampoco era algo que pudiera pasar por alto.

    -Gracias, Onee-san.- Dijo Misaki mientras veía a la castaña ir rumbo a la cocina antes de posar sus verdes ojos en los de su hermano. -Y no, no voy a mudarme, hermano.- Se limitó a explicar algo apresurado.

    -¿No? ¿Cuando piensas hacerlo? Hace tiempo que te graduaste y ya estas estable en tu trabajo, hasta tienes un autor a cargo ¿Quién es por cierto? Misaki, entiendo que es dificil vivir solo y que puede asustar un poco al principio, que los gastos son muchos y que encontrar piso es algo complicado pero no puedes quedarte en casa de Usagi-san para siempre. - Explicó con una sonrisa amable, regañando al menor con ese tono tan suyo, tan amable y apacible, sin notar lo mucho que sus palabras estaban alterando a ambos invitados.

    Misaki estaba cada vez más tenso, no sabía cómo seguir la conversación, las palabras se borraban de su mente, sentía el cerebro embotado y sus pensamientos se nublaban. -Si, bueno, eso lo sé pero… - Balbuceó inseguro.

    -Pero nada, Misaki, ya eres un hombre y…

    -¡Takahiro! - Interrumpió el escritor quien ya no podía permitir que la conversación siguiera por esos rumbos, veía claramente que su novio estaba alterandose y no quería que eso pasara. -Misaki puede quedarse en mi casa por cuánto tiempo él quiera.

    -Ese no es el problema, Usagi. - Contestó el hombre dando un largo suspiro. -Misaki tiene que independizarse.

    -Pero Takahiro.

    -Aquí está él té. - Interrumpió Manami, entregando el té a su cuñado y su esposo, poniendo también una taza de café frente al escritor para luego sentarse junto a su marido.

    -"Onee-san, que oportuna." - Pensó Misaki mientras tomaba la taza. -Gracias, Onee-san.- Dijo mientras daba el primer sorbo, tranquilizandose un poco al sentir el líquido caliente acariciar su garganta al tragarlo. -De todos modos, hermano no era eso de lo que quería hablarte. - Dijo intentando retomar la conversación y dejar el tema de su "independencia" para más tarde.

    -¿Entonces de qué se trata?- Cuestionó el hombre ya intrigado cuando una idea llegó a su mente y su sonrisa se amplió. -Será acaso… ¿Una novia?

    Misaki sintió su rostro enrojecer, Akihiko a su lado se había tensado y apretaba la taza en su mano con excesiva fuerza, por el rostro de su pareja sabía que estaba al límite de su paciencia y que ciertamente, el afamado autor mataba por un cigarrillo en ese momento.

    -¡No! ¡Bueno!... Yo… ¡Esto…! ¿Qué iba a decir? - Comenzó a divagar dejando la taza con su té en la mesa de centro para luego comenzar a gesticular con sus manos. -En realidad no es… bueno si, pero no, quiero decir, la verdad es qué…- Se silenció cerrando sus ojos y luego hizo una pronunciado reverencia. -Si, si tiene que ver con eso hermano.- Soltó finalmente alzando quizás un poco por demás su voz.

    -¡Ah! ¿En serio? ¿Quién es? ¿Cómo la conociste? ¿Es una compañera del trabajo? ¿Cuándo vas a presentarnosla? ¡Estaríamos muy felices de recibirla! ¿Cómo se llama? - Takahiro se veía inmensamente feliz, a su alrededor parecían revolotear flores y corazones, su gesto era tan genuinamente contento que fue como si el peso sobre los hombros de Misaki aumentará dos o tres veces más.

    -Cariño, estás agobiandolo. - Comentó Manami, apoyando una de sus delicadas manos sobre las de su esposo, dándole un par de golpecitos leves para calmarlo.

    -Lo siento, lo siento, no fue mi intención.

    Misaki giró su rostro, buscando el de su pareja. Akihiko lo miraba expectante y preocupado, sin embargo no demoró en contemplar una suave sonrisa y ver reflejada en sus ojos amatista la frase "Todo estará bien" siendo acompañada con la mano que despreocupada acariciaba sus cabellos en un gesto dulce que intentaba darle ánimos.

    Akihiko se moría por ser él quien tomara la mano del castaño, tirar de él para poder besar hambrientamente sus labios y decirle un rápido "Somos novios" a su amigo para luego salir de ahí y llevarse a su pequeño amante a un hotel de lujo para tener una apasionada noche. Sin embargo, a base de muchas peleas, había madurado un poco, para Misaki este era un tema delicado, tenía que respetar la voluntad del chico y dejar que manejara el asunto a su manera, no podía ser impulsivo, si su castaño no se lo pedía entonces no intervendría por mucho que todo su cuerpo estuviera gritandole que lo hiciera.

    Manami por su parte veía esa interacción entre los hombres con ojo crítico, desde que vió a Misaki y Usagi-san viviendo juntos por primera vez había sospechado que algo había entre ellos y sus dudas se acrecentaban con el correr del tiempo, desde la primera vez que Misaki los visitó en Osaka con su reacción desmedida ante las palabras de su esposo sobre el escritor hasta cada navidad donde podía notar las miradas entre esos dos hombres cuando se daban los buenos deseos, todo le hacía creer que entre ellos las cosas eran más grandes que solo amistad. Muchas veces se había regañado a si misma sobre esos pensamientos, que no podía asumir semejantes cosas de la vida privada de su cuñado, pero es que cualquier persona dudaría cuando notaba esos gestos cariñosos y el empeño que ponía el joven en quedarse viviendo con el escritor cuando ya no habían razones para continuar compartiendo casa.

    Podía ser que ella estuviera viendo fantasmas, pero ante ella estaba el presentimiento que lo que estaba pasando ahí, en esa habitación, era un intento de formalizar una relación. No pensaba decir su opinión, solo se sentaría y escucharía, preparada como toda buena esposa para contener a su marido en caso de él necesitarlo si es que las cosas tomaban el rumbo que ella estimaba.

    -Hermano. - Misaki finalmente retomó la palabra, llenando su pecho de valor mientras miraba con un semblante serio al mayor. -Yo, antes de contestar a tus preguntas tengo que aclararte algo.

    -¿Aclararme algo? ¿De qué se trata, Misaki? - Preguntó Takahiro algo descolocado por sus palabras pero sin perder su alegría.

    -Si, te pedí venir a verlos porque quiero hablarte sobre mi pareja pero…- Tragó saliva, rogando no perder el poco temple que había conseguido tener. -No se trata de una mujer.

    El silencio se extendió por la sala y Minami tomó con fuerza la mano sobre la que antes había posado la suya, apretandola un poco, girando su mirada preocupada a su esposo que había perdido la sonrisa y la había cambiado por un gesto de absoluto desconcierto.

    -¿Qué dices, Misaki? - Balbuceó con cierta dificultad.

    Con el rostro en llamas se obligó a mantener la mirada del mayor. -Que mi pareja es un hombre, hermano.- Explicó con la voz algo temblorosa. -Yo, creí que lo mejor antes de decirte quien es era que habláramos de esto primero… - Se detuvo, dando una dificultosa inhalación para sentir que su pecho oprimido recibía al menos algo de oxígeno. -Hermano, soy gay. - Dijo finalmente, dando una larga exhalación, sintiendo que parte del peso que cargaba abandonaba su cuerpo. -No es una etapa ni nada parecido a eso, yo sé que es extraño y todo pero he pensado mucho en esto y yo llegué a la conclusión de que me gustan los hombres y eso es…- Comenzó a balbucear hablando rápido y sintiendo que sus pensamientos perdían forma, intentaba justificarse, explicarse, pero es que no encontraba argumentos para exponer, había cosa que simplemente no podía decir y otras que creía innecesarias aclarar, había pensado durante toda la semana como comenzaría y mantendría esa charla pero ahora mismo todos los monólogos ensayados en el espejo del baño habían desaparecido de su memoria y el rostro cada vez más serio de su hermano no hacía más que orillarlo a un pronto ataque de ansiedad.

    -Misaki. - Lo interrumpió Takahiro soltando suavemente la mano de su esposa mientras se inclinaba hacia el frente, apoyando los brazos en sus rodillas mientras entrelazaba sus manos. -¿Por qué estas…?

    -¡Takahiro!- La voz de Akihiko se mezcló con la de Manami al pronunciar ambos ese nombre al unísono, ambos en tono bajo y preocupado, sonaba a una advertencia, sonaba a reclamo, los dos adultos estaban advirtiendo y rogandole porque el hombre cuidara las palabras que estaban a punto de salir de su boca.

    Misaki tenía los ojos empañados, sentía que iba a llorar en cualquier momento, la mirada dura del mayor era algo muy dificil de sostener, pero estaba callado, esperando, necesitando que su hermano terminaba de hacer la pregunta que había dejado a medio camino.

    Manami por su parte apoyó su mano en la espalda de su esposo con sus ojos llenos súplica y preocupación. Nunca habían tocado un tema como aquel, no sabía que pensaba Takahiro de la hmosexualidad y estaba asustada, no quería pelear con su esposo, pero esta vez estaría del lado de su cuñado. Suavemente movió su mano en una caricia delicada sobre la espalda enfundada por la chaqueta del traje de su pareja, ofreciendo consuelo y apoyo, intentado calmar las emociones que él estaba sintiendo, tratando de calmarlo de alguna forma.

    Takahiro resopló, sus ojos seguían clavados en su hermanito, lo veía y veía al tierno niño de ocho años que se aferraba a él durante el velorio de sus padres con sus ojos llenos de lágrimas mientras él juraba que se haría cargo de criarlo. Amaba a su hermano, era su familia, siempre había velado por él, toda la vida había estado a su lado cuidando su bienestar, su felicidad, intentado que el chico fuera más caprichoso, que dijera lo que sentía, lo que quería, tratando de hacerle ver que él no era una molestia, intentado desesperadamente que el chico dejara atrás las culpas y dejara de sentirse una carga para los demás. Cuando se casó quiso darle a Misaki todo lo que le había faltado al no haber crecido en el seno de una familia bien constituida, quería hacerle sentir el calor de un hogar pero las cosas no habían salido como él había pensado. Misaki había querido seguir viviendo con Usagi-san, su mejor amigo desde hacía años, no estaba dispuesto a aceptar eso al principio, ofendido y molesto al pensar que su hermano se sentía una molestia, que estaba negándose a sí mismo la posibilidad de una familia por temor a importunar en su vida de recién casado, sin embargo, terminó cediendo cuando Usagi le explicó los motivos.

    Luego de que su hermano se recibió y consiguió un trabajo había estado esperado ansioso el momento de felicitarlo por su adultez e independencia en cuanto el chico fuera a vivir solo, quería verlo realizado y feliz pero nuevamente se había encontrado con excusas de parte de su castaña adoración, excusas muy válidas, pero estaba cada vez más preocupado porque el chico estuviera negándose a crecer, que quedarse en casa de Usagi fuera un escudo, temía que Misaki estuviera asustado de emprender una nueva vida, que temiera decepcionarlo y pensó que presionarlo un poco para que continuara con su vida era lo que el chico necesitara, presionarlo solo era otra forma de mostrarle afecto, era su forma de intentar darle confianza, de decirle que él confiaba en que podía convertirse en un adulto autosuficiente.

    Y ahora estaban ahí, en la sala de su casa con su hermano temblando y con ojos llenos de lágrimas mientras le confesaba abiertamente su homosexualidad. Estaba molesto, furioso, y era algo difícil de controlar, agradecía que su adorada esposa estuviera a su lado, acariciando su espalda y dándole ánimos, también estaba contento de que tanto ella como su mejor amigo lo hubiera detenido antes de decir las cosas de una forma que pudiera dañar a su tesoro.

    -Misaki…Lo que necesito saber ahora es ¿Por qué no dijiste esto antes? ¿Hace cuánto lo sabes?- Cuestionó, su voz había salido más severa de lo que pretendía, pero menos el tono no era agresivo.

    Controlando sus ansias de llanto, el castaño negó suavemente con su cabeza. -No sabía cómo decirlo.- Intentó explicarse. -No estaba seguro de cómo tomarías esto y temía tu reacción, además no es algo que realmente haya pensado hasta hace poco tiempo.- Continuó intentado que su voz no sonara ahogada, le costaba demasiado modular sus palabras bajo los tres pares de ojos que lo escrutaban, aunque en ese momento, solo estaba pendiente de los de su hermano. -Hace poco menos de un mes que llegué a la conclusión de que si, soy gay, no es una etapa ni algo aleatorio, mi pareja me ayudó a comprenderlo, no tenía con quien hablarlo y sobre-pensé muchos las cosas, él hace tiempo que quería decirte de lo nuestro pero yo me negué porque tenía muchas dudas, no de nuestra relación, sino de que yo no fuera capaz de contestar tus preguntas o las que yo mismo me hacía, es muy difícil de explicar todo esto pero… Una vez alguien me dijo que no puedo sostener nada con sentimientos mediocres y sentía que venir a decirte las cosas con mis dudas aclaradas a medias era algo parecido a sentimientos mediocres.

    Akihiko estaba sorprendido, infinitamente orgulloso y al mismo tiempo absolutamente furioso con su padre y sus estupideces que volvían tan vulnerable a Misaki. En momentos así odiaba a su padre por minar la mente de su joven pareja con sus ideas absurdas.

    Takahiro apretó con fuerza sus manos juntas y frunció más el ceño. -¿Por qué Misaki?- Cuestionó mientras veía a su hermano llorar, asustado, vulnerable, haciendo un esfuerzo sobrenatural para mantenerle la mirada entre temblores.

    -Lo siento, hermano, yo no quería decepcionarte.

    -¡Misaki!- El grito había cortado el aire tenso que los rodeaba, y Takahiro había saltado de su asiento para aproximarse con pasos demasiado rápidos al menor. Manami y Akihiko se llenaron de pánico al ver al hombre abalanzarse sobre el editor pero el cuerpo de ninguno de los dos reaccionó lo suficientemente rápido como para detener al Takahashi mayor.

    La escena fue un shock para todos en la sala, Akihiko se había parado tarde para frenar a su amigo pero lo que ahora venían sus ojos era algo inesperado en esas circunstancias.

    Takahiro estaba envolviendo el cuerpo de Misaki entre sus brazos, arrodillado frente a él mientras acunaba el rostro de su hermano contra su pecho. -¡No seas tonto, Misaki!- Pronunció mientras lo aferraba contra él. -Lo que estoy intentando averiguar es ¿Por qué no confiaste en mí para decirme esto? ¿Tan mal hermano fuí para que pensaras que iba a despreciarte por algo como esto? Nunca quise que pensaras que no podías confiarme estas cosas, puedo ser estricto y sobreprotector, pero lo único que quiero es que seas feliz, es todo lo que he deseado siempre. - Afirmó mientras apretaba un poco sus brazos en torno al menudo cuerpo que contenía entre ellos.

    Las manos del castaño se habían aferrado a su espalda y sentía las cálidas lágrimas contra su pecho. -Lo siento, Misaki, estoy enojado pero no contigo y no por lo que me dices, estoy enojado porque no fue lo sucificientemente capaz de hacerte sentir que podías contar conmigo, que podías contarme estas cosas, que puedes ser caprichoso y decir y pedir lo que sea que te quieras para ser feliz porque yo no dudaría en dartelo si estaba en mis manos. Creí que había sido bueno, pero veo que fallé en muchas cosas si no pude darte la confianza de ser honesto.

    -Hermano.- Murmuró entre llantos el menor, las otras dos personas para él habían desaparecido, no podía hacer más que llorar contra el torso que lo contenía y que le traía viejos recuerdos, como todas aquellas veces en que las tormentas lo asustaban y su hermano estaba ahí para distraerlo para cuidarlo, todas las veces que su hermano trabajó horas y horas sin descanso para darle lo que necesito, recuerdos de aquellas ocasiones en que se despertaba de pesadillas que lo hacían llorar y Takahiro le daba permiso para dormir juntos y contarle historias felices para hacerlo dormir de nuevo. Ese pecho era seguro, era cálido, le hacía sentir protegido de una forma diferente a la seguridad que le regalaba Akihiko, Takahiro era su hermano, él mismo hermano que siempre fue capaz de todo por él, él que lo había criado abandonado sus propios sueños por su bien, quien había velado por él ¿Por qué había sido tan tonto de pensar que el amor de Takahiro era tan superficial como para desterrarlo de su vida solo porque se sentía atraído por su mismo sexo? -Lo siento, soy un tonto.- Murmuró entre sollozos algo escandalosos y no muy propio de un joven adulto de casi veinticuatro años. -¡Eres el mejor hermano del mundo! ¡Solo soy un tonto! - Repitió.

    Akihiko y Manami soltaron casi al unísono un largo suspiro mientras veían enternecidos la fraternal escena ante ellos. Los conmovía desde lo más profundo. Manami se sentía mucho más tranquila, feliz de no tener que pelear con su esposo para interceder en pos del bienestar de su cuñado, por un momento se sintió aterrada, había creído que su marido iba a golpear a Misaki, jamás podría haber defendido semejante reacción, pero ese abrazo entre los hermanos le confirmaba y recordaba los motivos por los que se había enamorado de ese maravilloso hombre, comprensivo, amable, comprometido, responsable, amoroso, protector, sacrificado, su esposo era de esos pocos hombres honestos y valederos que quedaban en el mundo.

    -Ya, ya, Misaki, no llores. -Pidió acariciando los cabellos del menor apartándose solo un poco mientras veía con nostalgia el infantil gesto del editor al frotar sus ojos con su muñeca y antebrazo derecho en un intento por deshacer las lágrimas. -Siempre te he dicho que puedes ser honesto conmigo, te esfuerzas demasiado, Misaki. - Pronunció mientras acariciaba su cabeza con tranquilidad, aun arrodillado en el suelo frente al menor.

    -Lo siento hermano, es solo que vos siempre esperaste que yo fuera un hombre correcto, que me recibiera, consiguiera un trabajo, viviera solo y me casara con alguna bonita chica y creí que con esto solo te decepcionaría, eres el mejor hermano del mundo, lo peor que podría hacer es decepcionarte.

    -No, Misaki, yo siempre desee lo mejor para vos, solo eso, y lo que yo tuviera en mi cabeza para tu futuro podría no ser lo mejor para vos.- Alegó el hombre con una sonrisa. -Mis planes no tienen que ser los tuyos, si, pensé que te casarías con alguna buena mujer y que me darías sobrinos en un futuro pero si yo te pidiera eso, si te pidiera que dejaras a tu pareja o intentara forzarte a dejar de ser gay como lo único que conseguiría es hacerte infeliz y no quiero eso. Si tu felicidad esta con un hombre a tu lado entonces me parece perfecto ¿Si? ¿Está claro? - Preguntó viendo como el chico asentía enérgicamente con su cabeza.

    -Gracias, hermano.- Dijo un poco más compuesto. Sentía su cuerpo tan ligero pero al mismo tiempo su cabeza iba a explotar, había llorado demasiado, había explotado de la manera más visceral posible cuando el terror de perder a su familia había inundado su mente y ahora pagaba las consecuencias.

    -Ya, ya…- Lo tranquilizó como si fuera un chiquillo, volviendo a sonreír mientras se levantaba y se apartaba un poco de él, tomando su mano como si fuera un niño pequeño. -Vamos al baño a lavarte la cara.

    -Hermano, no soy un niño.

    -Vamos, vamos, Misaki. - Canturreo en ese tono que era casi un arrullo, él mismo que usaba para calmar a su hijo cuando lloraba sin motivo aparente e ignorando la queja queda del chico se lo llevó al baño, presentía que en ese momento su hermanito necesitaba sentirse querido y aceptado, así que haría el esfuerzo. Seguía molesto consigo mismo por sentir que en parte había fallado como sostén del menor, al haberlo dejado sufriendo solo por ese tema no estaba seguro desde hacía cuánto tiempo, pero al menos ahora Misaki se había sincerado, no podía hacer otra cosa que mimarlo un poco para tranquilizarlo.

    -.-.-.-.-.-.-.

    -Gracias a Dios todo terminó bien.- Comentó Manami soltando todo el aire de sus pulmones mientras se recostaba contra el respaldar del sofá.

    -¡Éste Takahiro!- Resopló el escritor masajeando el puente de su nariz con dos dedos mientras se dejaba caer abruptamente en el sofá para luego mirar en dirección a la mujer frente a él. -Por un segundo pensé que tendría que matarlo a golpes si le levantaba la mano a Misaki.

    -No bromee de esa manera, Usagi-san.- Pidió la mujer. -Pero yo también me preocupé, pensé que tendría que pelear con él si se atrevía a hacerle algo así a Misaki.

    Esas palabras lo sorprendieron gratamente, al parecer Manami había decidido que apoyaría plenamente a Misaki. -Me alegra escuchar eso, Manami-san, pero no bromeaba, si él hubiera golpeado a Misaki yo le habría devuelto la agresión multiplicada.

    -Hum…- Silenciosa la castaña solo hizo esa especie de gruñido mientras miraba entre la curiosidad y la inseguridad a su invitado.

    -Manami-san, solo diga lo que está pensado.- Pidió finalmente, algo fastidiado, estaba más allá de su límite de paciencia, ciertamente matarían a quien fuera por un cigarrillo. -Saldré a fumar.

    -Lo acompaño.- Declaró para luego guiar al escritor al patio trasero. Una vez afuera el millonario no demoró más que un par de segundos en encenderse su vicio y dar una profunda calada con sus manos aun algo temblorosas, en serio había estado a punto de matar a golpes a Takahiro cuado pensó que él iba a agredir a su novio. Todavía no habían dicho la otra parte de la noticia, parte de la tormenta había pasado pero se sentía todavía en el ojo del uracan donde la calma era pasajera y letal.

    Manami miraba al amigo de su esposo parada a su costado y tras dudarlo por varios minutos estiró su mano a él. -¿Podrías convidarme? Solo un poco, dejé de fumar hace años, no podría terminarme un cigarrillo, pero ahora, después de lo que pasó, siento que lo necesito.

    Sorprendido el escritor estiró su mano con el cigarrillo encendido. -Claro… No sabía que fumabas.

    -Le dije, Usagi-san, lo dejé hace años, antes de terminar la universidad pero casi me da un infarto hace un rato, ahora mismo lo necesito. - Explicó dando una calada antes de devolver el cilindro de nicotina a su dueño, conservando el tóxico humo en sus pulmones por unos segundos antes de exhalarlo. -Usagi-san… ¿Puedo preguntarle algo?

    -Manami-san, le pedí que dijera lo que sea que estuviera pensado, en realidad ya no estoy de humor para seguir fingiendo una amabilidad que no tengo.

    La mujer río un poco, sabía que el amigo de su esposo era un hombre complicado y algo reacio, pero también con lo poco que lo conocía le parecía una buena persona, Takahiro siempre había hablado de él de buena manera aunque nunca había hecho un esfuerzo por suavizar los defectos del escritor, tales como su falta de paciencia. -Corrijame si estoy equivocada, pero es algo que pienso desde hace ya un tiempo… ¿Usted y Misaki son pareja?

    El escritor volteó su mirada a ella con una sonrisa de suficiencia y una mirada llena de interés. -¿Asi qué lo sospechabas Manami-san?

    Algo sonrojada la castaña asintió y luego le dedicó una suave sonrisa. -Si, por la forma en que se tratan y la forma en que se miran, siempre pensé que había algo más ahí pero me preocupaba estar inventandome ideas extrañas, ahora con lo que pasó creo que no estaba tan equivocada con mis suposiciones.

    -Eres una mujer muy inteligente, Manami-san, Takahiro no se equivocó al casarse contigo.- Comentó con tono más alegre. -Si, Misaki y yo somos pareja ¿Qué piensas al respecto?

    -Si son felices, entonces adelante.- Dijo ella con alegría. -Pero si lastimas a Misaki, Takahiro no es el único que va a mandar a matarte. - Explicó mirándolo con severidad instantes después. -Desde el principio Takahiro me explicó su relación con Misaki, siempre estuve de acuerdo con él respecto a que debíamos cuidar de él y desde siempre tuve claro que Misaki sería más un hijo que mi cuñado, eso nunca me molesto, él es un niño dulce, los planes de Takahiro no salieron como lo esperado pero aun así le tengo un gran cariño a Misaki, es como mi hermanito menor y ahora que soy mamá, pienso en qué haría si mi hijo fuera lastimado por alguien o qué haría si Misaki fuera lastimado por alguien y le advierto que voy a cuidar de ambos como quier buena madre que se precie de serlo.

    Akihiko estaba sorprendido, pero no pudo evitar que tras el discurso una carcajada baja se escapara de sus labios y los cubrió con la mano por un instante. -Lo entiendo, Manami-san, pero no está en mis planes lastimarlo.

    -Me alegra escucharlo, Usagi-san.

    -.-.-.-.-.-.-

    -Muy bien, ahora hay que secar.- Takahiro estaba manipulando el cuerpo de su hermano como si realmente fuera un niño y ahora tomaba la toalla para secar el rostro del menor.

    -¡Hermano! ¡No es necesario! ¡Ya soy un adulto!- Se quejó esta vez con más ímpetu el castaño, arrebatándole la toalla al mayor para secarse por sí mismo. -¿Cuándo dejaras de tratarme como un niño?

    El hombre rió alegremente y luego negó con su cabeza. -Lo siento, es solo que quiero que entiendas que te quiero, siempre voy a cuidarte, Misaki.

    -Eso lo entiendo, hermano, pero no es necesario llegar a tanto.- Comentó con cierta resignación, Usagi-san siempre hacía lo mismo, cuando se le metía la idea de cuidarlo o consentirlo era demasiado asfixiante.

    -Por cierto, Misaki, el resto de mis preguntas sigue en pie.- Comentó el hombre con una sonrisa.

    -¿Ah? ¿Qué preguntas?

    -¿Quién es tu novio? ¿Cómo se llama? ¿Es del trabajo? ¿Un compañero de la universidad? ¿Hace cuánto salen? ¿Cuándo me lo vas a presentar? Si no es un compañero ¿Donde lo conociste? ¿A qué se dedica? ¿Qué estudio? ¿Lo traerás a cenar con nosotros?

    -¡Hermano!- Lo frenó en su perorata con el rostro enrojecido, demasiado abrumado de golpe por sus preguntas y recordando que la parte más importante de la charla todavía no había llegado.

    -Lo siento, Misaki, pero quiero saber, me intriga mucho que clase de persona es tu pareja. - Comentó pensativo el mayor

    ¿Qué clase de persona era su pareja? Pues era un millonario arrogante, pedante e inútil que no sirve para otra que cosa que sea escribir, incluso después de cinco años todavía no aprendía cuales eran las tazas para liquido caliente y cuales lo eran para el frío, era un irresponsable imberbe que no era capaz de cumplir con su trabajo en tiempo y forma, arrastrando a él en problemas cuando no cumplía con sus plazos de entrega, era alguien celoso a niveles casi enfermos en ocasiones que ya había declarado abiertamente que quería encerrarlo para no perderlo de vista un segundo, sumado a eso lo utilizaba sin su consentimiento para pervertidas novelas BL y su familia estaba lleno de lunáticos que.

    No, no podía decirle eso a su hermano.

    -Bueno… es complicado. -Intentó decir dejando la toalla colgada en su lugar.

    -¿Por qué? - Consultó con inocente intriga.

    -A ver… ¿Por donde empiezo? - Se preguntó a sí mismo con sus mejillas arreboladas. -Llevamos juntos pues… y se llama… trabaja en… y lo conocí… ¡Eso! - Balbuceó, sintiendo que iba a colapsar. ¿Por qué era tan complicado explicar las cosas? ¡Era pésimo para expresarse! ¡¿Por qué nadie lo comprendía?! ¡¿Por qué Dios lo odiaba tanto y le había otorgado la elocuencia de una piedra?!

    -Hum, Misaki, no me estás diciendo nada. - Le hizo notar el mayor, enternecido al ver los nervios del castaño, el sonrojo en sus mejillas le parecía dulce. -Bueno empecemos por lo importante ¿Lo amas?

    -¡¿Ah?! ¡Hermano! ¿Cómo me preguntas eso? Yo… bueno… - Tartamudeó aferrando sus manos los bordes del saco de su traje. Bajó su mirada al suelo y encogió sus hombros, intentando buscar las palabras adecuadas empero estas no aparecían. -Yo… si.- Declaró finalmente, alzando el rostro para encontrar la sonrisa sincera de su hermano. -Si, yo lo amo mucho, hermano. - Dijo esta vez con más seguridad pero también mucho más sonrojado.

    -¿Y él…? ¿Te ama?

    El rostro del editor se suavizó y la tensión se disipó un poco mientras pensaba en su pareja, la sonrisa en sus labios afloró de forma natural y sus ojos se llenaron de amor y alegría. -Si, me ama ¿Sabes? Yo soy él que tiene problemas para decir lo que siente y me cuesta mucho ser cariñoso pero él siempre está diciéndome lo mucho que me quiere, que me necesita, tanto que a veces es agobiante, él quería decirte de lo nuestro desde hace un par de años pero yo era el que tenía dudas y no se atrevía. A pesar de que es una persona un poco complicada es un buen hombre, él… él me hace sentir especial, hermano.- Explicó avergonzado. -A veces me gustaría poder ser un poco como él, porque por mi culpa a veces él se preocupa demasiado, a veces pienso que me gustaría estar con él para siempre.

    Takahiro lo miraba lleno de orgullo y profundamente conmovido. -Tienes que presentarme a ese hombre que te hace ver tan enamorado, hermanito.

    En ese momento la puerta del baño se abrió de golpe, Akihiko estaba parado allí con sus ojos casi saliéndose de sus cuencas y la boca tan abierta como su mandíbula se lo permitía.

    -¡Misaki!

    -¡Eh! ¡¿USAGI?! ¡¿Pero qué…?! ¿Hace cuánto...? - Balbuceó casi desesperado, sintiendo que su rostro iba a explotar por culpa del bochorno, retrocendiendo tanto como el diminuto espacio del baño se lo permitía.

    -Venía a buscarlos porque se estaban demorando y casualmente escuché su conversación. - Contestó avanzando hasta el castaño, ignorando olímpicamente a su amigo.

    -¡MENTIROSO! ¡OLVIDALO! ¡OLVIDALO! ¡OLVIDA TODO LO QUE DIJE! ¡TE LO ORDENO! - Gritó desesperado, moviendo con desesperación sus brazos frente a él.

    -¿Acaso eres tonto? ¡Cómo si fuera a hacer semejante cosa!- Sin pensarlo tomó al menor de las caderas y lo abrazó contra su cuerpo. -No es algo común que digas ese tipo de cosas, no pienso olvidarlas nunca. - Le aclaró tomando su barbilla.

    -¡Usagi! ¡¿Qué..?! ¡Espe-! - Fue interrumpido por los labios ajenos que silenciaron los suyos en un beso demandante. Alterado comenzó a golpear los hombros del mayor con ambas manos para conseguir que lo soltara. -¡ESTÚPIDO! ¡MI HERMANO, IDIOTA!- Gritó sin aliento cuando logró sacarse de encima al mayor.

    -Ah, si…- Con gesto distraído el escritor se giró a ver a su amigo que estaba petrificado en su sitio. -Takahiro sigue aquí, es verdad.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-.

    -Así que… -Murmuró un apenas recuperado Takahiro, sentado en el sofá de la sala mientras miraba a su amigo con un tic nervioso en su ceja.

    -Lo siento Takahiro, Misaki hablaba de mi cuando, todas esas cosas bonitas y cursis que te dijo… hablaba de mi. - Comentó con una sonrisa divertida y arrogante mirando desde su posición como Manami intentaba revivir al castaño en la cocina, quién estaba con la frente pegada a la pared mientras la mujer intentaba darle ánimos y mimaba su espalda. Él castaño exageraba, solo había sido un beso, nada más, nadie podía esperar que tras escuchar semejantes declaraciones él se quedara con sus manos quietas y sus impulsos a raya.

    -¿Se puede saber desde cuando?- Cuestionó con el tic nervioso en aumento.

    -Desde que Misaki se mudó a vivir conmigo cuando fuiste a vivir a Osaka.- Constestó con simplicidad. -En mi defensa, yo quería decírtelo desde hace mucho, reconozco que te debo una disculpa por ocultarte esto.

    -¡Estuviste saliendo con mi hermano por casi seis años sin decirme nada, Usagi-san!- Chilló finalmente explotando ¡No se lo podía creer! ¡Le habían visto la cara de tonto por casi seis años! ¡Y él creyendo ingenuamente que Misaki y Usagi-san solo eran buenos amigos!

    -Bueno, él no quería decirte, reclamale a él. -Se lavó olímpicamente las manos, encogiéndose de hombros y cruzando sus brazos.

    -¡Oye! ¡Usagi! ¡No cargues todas las culpas en mi!- Gritó Misaki desde la cocina. -Onee-san ¿Qué voy a hacer? ¡Es un estúpido!- Se lamento el castaño, abrazando a su cuñada. -Yo solo soy un chico normal, Usagi siempre hace que todo salga mal.

    -Ya, ya, Misaki. - Lo consoló divertida la mujer, realmente le parecía adorable la actitud de su casi hermanito.

    -De todos modos. - Volvió a hablar el escritor, aclarando su garganta. -Takahashi Takahiro.- Pronunció con la voz gruesa y severa, volviendo su rostro duro e inamovible llamando la atención de todos los presentes. -Soy el novio de tu hermano, e independientemente de si lo aceptas o no pienso seguir siéndolo, Misaki es lo mejor que me ha pasado en la vida y no pienso dejarlo ir, aún así… Eres mi amigo y eres muy importante para Misaki, así que. - Descruzando sus brazos se inclinó al frente, haciendo una muy pronunciada reverencia. -Me gustaría pedir tu bendición, es algo importante para ambos. ¿Aceptas que Misaki y yo seamos pareja y continuemos viviendo juntos como lo hemos hecho hasta ahora?

    Misaki miraba impresionado a su novio, su rostro había mutado a diferentes tonos de rojo mientras lo veía y lo escuchaba y sin ser muy consciente de ello había empezado a acercarse a él. -Usagi-san, no tienes que…- Murmuró mientras se paraba a su costado, pasando una mano suave por la espalda del mayor. Era bochornoso, muy bochornoso, pero no podía explicar lo inmensamente feliz que lo hacía que su orgulloso novio estuviera pidiéndole la bendición a su hermano de esa manera. Sentía que su corazón iba a salirse de su pecho por lo fuerte que palpitaba contra sus costillas y la sonrisa que estaba desbordando sus labios no era que fuera capaz de reprimir.

    Takahiro los observaba en silencio y su gesto tenso fue desapareciendo mientras veía a su viejo amigo incorporarse para poner toda su atención en Misaki, notó por primera vez la mirada que ambos compartieron y los sentimientos de la que ésta estaba cargada, vio como los gentiles dedos largos del escritor se paseaban por el cabello castaño de su tesoro y tomó su decisión.

    -Usami Akihiko.- Pronunció obteniendo la atención de ambos sujetos frente a él y dejó que su sonrisa suavizara su propio rostro. -Somos amigos desde la secundaría, te conozco muy bien, sé que eres un hombre muy complicado pero te veo ahora, la forma en que tratas a Misaki, la forma en que lo miras, y lo que él me ha dicho… Claro que ambos tienen mi bendición.- Finalizó con su tono alegre y cantarín. -Pero si llegas a lastimar a mi hermano no podrás esconderte de mí ni en el infierno. - Quizás lo más aterrador de esa amenaza es que había sido hecha sin que el hombre cambiara en absoluto la expresión de su cara o la alegría en su voz.

    -Si lastimo a Misaki, me entregare voluntariamente, Takahiro. - Alegó entre fuertes y alegres carcajadas el escritor.

    Misaki vio confundido como su hermano y su ahora novio oficial se daban las manos, apretandolas con fuerza.

    -Te estoy confiando a mi familia, Usagi-san, cuídalo bien.

    -Descuida, lo haré.

    Un pacto entre hombres, por un segundo Misaki fue deslumbrado por lo honorable que se veía ese acto hasta que se dio cuenta de estaban hablando de él casi como si fuera una moneda de cambio, le hizo pensar en los antiguos pactos de matrimonios arreglados y la cómica imagen de él con un vestido rosado de princesa medieval era cargado por Akihiko después de haber sido entregado en matrimonio por su padre.

    -¡Ah! ¡YA PAREN USTEDES DOS! ¡YO NO SOY UNA MONEDA DE CAMBIO! - Gritó ofuscado.

    -Misaki ¿Me acompañas a comprar algunas cosas para preparar la cena?- Preguntó Alegremente Manami.

    -Si, si, claro, Onee-san.- Contestó aun molesto ¿Qué se creían esos dos? ¡Tontos! ¡Su hermano y Usagi eran unos tontos!

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    -¡Ah! ¡Necesito ir a dormir! - Resopló Misaki tras entrar al amplio departamento que compartía con su pareja. Era muy tarde, después de todo su hermano había aceptado todo de maravilla y él y Usagi se habían pasado toda la cena comentando cosas vergonzosas sobre él ¡Takahiro había hasta sacado el ridículo álbum de fotos de cuando él era un niño! ¡Hasta su Onee-san había hecho preguntas bochornosas! El último mes había sido el más largo y tedioso de toda su existencia, estaba seguro de que había perdido unos cinco años de vida a causa de tanto estres.

    Solo quería darse un baño y dormir, dormir, dormir y seguir durmiendo.

    -¿A donde crees que vas?- Preguntó una gruesa voz en su oído mientras unos fuertes brazos lo rodeaban.

    -¿Eh? ¡Voy a ducharme y a domir, Usagi! ¡Déjame en paz! - Pidió intentado soltarse de ese traicionero amarre, sabía ya por demasiada experiencia lo que su pareja estaba buscando ¡Estaba destrozado! ¿Es que ese imbécil no lo podía dejar descansar un poco?

    -Sabes Misaki, hoy dijiste cosas interesantes.- Comentó el escritor mientras dibujaba la silueta del cuello del menor con sus labios.

    -¡Usagi! ¡Te ordené que olvidaras eso!- Pidió demasiado avergonzado como para siquiera recordar todo lo que había dicho.

    -Hum, cómo si fuera a hacerlo. - Alegó girando su perfil para morder suavemente el lóbulo de la oreja del mejor, sonriendo satisfecho al escuchar el suspiro de su pareja. -Además tenemos que celebrar que ahora ya somos una pareja oficial, no hay porqué ocultarnos.

    -Usagi no vamos a hacer pública nuestra relación.- Alegó intentando refrenar las reacciones de su cuerpo ¿Cómo era posible que con solo unos toques Akihiko lo tuviera en ese estado de ansiedad?

    -Bueno, eso está bien pero aun así hay que celebrar que Takahiro nos dio su bendición.- Murmuró deslizando sus manos por debajo de la ropa del menor, acariciando el torso, totalmente satisfecho al sentir los estremecimientos que provocaba con sus acciones.

    -Usagi-san… tus manos están frías. - Murmuró débilmente.

    -Entonces calientas con tu cuerpo, Misaki. - La voz de Usami reverberando contra su tímpano lo hacía perderse, esa era su debilidad, esa voz pronunciando su nombre era algo a lo que no podía oponerse, simplemente se rendía, cuando Usagi lo llamaba con ese tono todo su cuerpo reaccionaba y no había nada que él pudiera hacer al respecto.

    Antes de darse cuenta estaban en el suelo de la entrada, desnudos, recostados sobre la arrugada tela de sus trajes y lo único de lo que era plenamente consciente era de los latidos del corazón ajeno que hacían sintonía con los propios.

    Ya no había dudas, no había nada más que su deseo, su amor y el brillante futuro que tenían por delante. Había cruzado el aterrador puente y todos sus conflictos internos habían sido resueltos.

    Ese era un comienzo de algo distinto, lo sentía y eso lo llenaba. Su hermano consentía con pleno conocimiento de causa que él viviera con su novio, ahora podrían tomarse de la mano frente a su hermano, disfrutar de la navidad en familia sin mentiras, sin incomodidades, no más elefantes invisibles en la habitación, dejar las cosas claras podría ser algo muy simple para muchos pero para él era liberador y emocionante.

    Quizás más adelante surgirían otros problemas, otras dudas, otros conflictos, pero sentía que no había enemigo que no pudiera vencer teniendo a su familia y a su escritor a su lado apoyandolo.

    Lo amaba, por mucho que le costará un par de vidas decirlo si que lo hacía, al menos en su interior podía gritarlo mientras su apasionado novio le hacía el amor. En su mente podía repetirse lo mucho que amaba a ese insufrible hombre mientras se aferraba a su espalda entre gemidos mal contenidos, expectante del brillante futuro que tenían por delante, sintiéndose preparado para cualquier cosa que la vida les arrojara a la cara. Juntos, no había cosa que pudiera frenarlos. No tenía dudas sobre eso.

    -.-.-.- Fin.


    Notas Finales: ¡LLoro! ¡Gente al fin! ¡AÑOS! ¡AÑOS DEMORÉ EN ESCRIBIR ESTA PERRA HISTORIA! pero bien, he aquí el hermoso final. ¿Qué les pareció? Yo estoy muy conforme. Cuando empecé hacer esta historia buscaba hacer algo de absurda comedia pero me salio un tragi-comedia-melodramatica muy extraña xD

    Este capítulo final va a dedicado a una lectora especial. Anne ha estado acompañando esta historia desde que comencé a escribirla hace años atrás y la publiqué por primera vez en y la sigue leyendo hasta hoy. Gracias por tu paciencia querida y por todo el apoyo.

    De todas formas también quiero darles un agradecimiento a todas las personas que leyeron esto, le dedicaron su tiempo y disfrutaron de la historia.

    Tengo en mente otro proyecto, uno sobre la trifecta (Kirishima Zen x Yokozawa Takafumi y mi adorada Hiyori) Quizás pronto vea la luz del día asique esten atentos.

    A quienes les interese les hago otro spam, lean mi fic "Un mes de locura" que tambien es de la Romantica y si hay algún rezagado fan de Hetalia como yo los invito a leer mi fic "Encrucijada" y el one-shot "Modela para mi" Puede que sea de su agrado.

    Sin más que añadir, voten, comenten que siempre es bien recibido y yo les contesto a todos sus mensajes, sean felices, coman perdices y lean yaoi.

    Sioa Shun Uchiha-san
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    Si que tiene anime Hetalia ¡Te recomiendo verlo te va a encantar! Tiene varias temporadas pero los capítulos solo duran poco más de cinco minutos ¡Dale una oportunidad! ¡Créeme que es genial! Empieza con Axis power Hetalia, luego viene Hetalia world series, tiene hasta una película y el especial de San valetín es genial xD (???) Bueno, basta, que te voy a spamear Hetalia por todos lados, amo esa serie, sigo esperando ansiosa que el autor se decida a crear a los países latinoamericanos, no es justo que solo tenga canon Cuba T.T

    Lamento decirte que si bien leí el primer tomo de Viewfinder, fue hace muchísimo tiempo, no recuerdo nad ay nunca vi las ovas Dx es un gran pendiente, veré entonces si puedo hacerte algo con Ritsu y Misaki como hermanos, pero advierto que los UA no se me dan muy bien, prefiero seguir las lineas generales del cannon pero por vos haré un esfuerzo. Primero terminaré este fic que te aviso que en un par de horas, más tardar mañana subiré la actualización final :D Y luego retomaré Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde que también estaba casi terminado, creo que en dos capítulos más podría darle fin a esa historia.

    Te mando un beso enorme Anne, gracias por aguantar tanto tiempo mis desplantes. Poca gente se queda a esperar una actualización para una historia que lleva tanto tiempo parada. ¡Te mereces el regalo!

    Cuidate mucho.
  10. .
    ¡Hola Anne! En cuanto termine este fic retomaré el de "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde" Me prometí a mi misma terminar mis fics inconclusos lo más pronto posible porque tengo otros proyectos en mente y antes de avanzar con ellos quiero terminar los que dejé tirados por falta tiempo e inspiración.

    Ahora que tengo un poco de ambas cosas quiero terminar todos mis fanfics.

    En cuanto termine este retomaré el otro y solo por si te interesa estoy subiendo un fic que se llama "Encrucijada" pero es de Hetalia, quizás si te gusta ese fandom podrías ir a darle una mirada.

    Y con respecto al epilogo, lo iré viendo. Cuando termine el fic, si ves que hay algo que quedó inconcluso o se te ocurre algún tema para un epilogo podría ver de incluirlo, si no me cuadra mucho quizás puedas pedirme un one-shot de algo que te interese leer, digo, eres una lectora fiel estas aquí desde que empecé con estos despropositos de historias. Me gustaría hacerte un regalo y dedicarte un fic :D
  11. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán. Argentina. Domingo 26 de Mayo del 2019.

    Resolviendo dudas Existenciales.

    Capítulo 8: Un resultado Inesperado.

    By Sioa Shun Uchiha-san



    Había sido un sábado norma, había despertado temprano apenas sintió movimiento en la cocina, Hiyo, como era su costumbre, había despertado antes que ellos y estaba haciendo el desayuno para todos acompañada de un adormilado Sorata que se frotaba suavemente entre sus piernas. Sin vacilar, ofreció su ayuda para terminar de preparar los alimentos y luego había ido a despertar al desparpajo de ser humano que tenía por pareja.

    Habían desayunado juntos, luego ido a hacer las compras para la casa, almorzaron y luego por la tarde habían ido al cine, donde como siempre, Kirishima había intentado tomar su mano dentro de la oscura sala y en cuanto Hiyo se había levantado por ir al baño se las había ingeniado para robarle un beso, ganandose varios reclamos de su parte por su descarado y caprichoso comportamiento. Luego de la película habían paseado por el shopping, comprado algunas cosas para la alegre niña que los acompañaba y habían cenado fuera en un concurrido restaurante familiar de la zona.

    Ahora estaban en casa, Hiyo estaba en su cuarto ya dormida y él acompañado de su novio descansaban en el balcón mientras fumaban y bebían una lata de cerveza cada uno. Estaban en un silencio tenso. Al menos para él lo era, Kirishima estaba a su lado y parecía indolente a lo inquieto que él se setía.

    La noche anterior había escuchado algo aterrador, no estaba seguro de si había sido aquello causa de su cansada mente que decidió hacerle una jugarreta o realmente el castaño había pronunciado esas palabras y ciertamente le aterraba preguntar, no era algo para lo cual se sintiera preparado.

    Hablar con Hiyori. Decirle a esa niña que se había convertido en la luz de sus ojos sobre la relación que él y Zen sostenían era algo que no estaba dispuesto a hacer. Los miedos se lo comían vivo ¿Y si ella los odiaba?

    Desde la primera vez que había puesto un pie en la residencia de los Kirishima y había reparado en el altar de Sakura que no sentía con el derecho de ser parte de esa familia. Él sabía que ese lugar debía ocuparlo una mujer, una que pudiera ser una madre para Hiyo, alguien que pudiera acompañar a la niña en el camino torrido que estaba por empezar, la niña tenía un pie en la adolescencia, doce años era una edad complicada y ella necesitaba a una mujer para guiarla, no a él, un hombre amargado con un trabajo igual de exigente que el de Kirishima, pero lo más importante, era hombre, él no podría nunca tomar el lugar de una amorosa madre.

    -Takafumi… - Esa voz lo hizo volver a la realidad y giró su mirada a su pareja que sonreía ladino mientras sostenía la lata de cerveza entre sus largos y firmes dedos. -Llevas cinco minutos con el cigarrillo apagado entre los dedos ¿En qué piensas?

    -¿Y eso qué te importa?- Contestó hoscamente, sintiendo sus mejillas arder al ser descubierto absorto en sus pensamientos.

    -Oh ¿Con qué esas tenemos? - Preguntó risueño, ladeando su rostro ligeramente sin apartar sus hermosos ojos de las mejillas teñidas del más joven. -¿Es por lo que te dije anoche, Takafumi?

    El agente de ventas se congeló por unos segundos girando lentamente su cabeza para confrontar la mirada ajena con el ceño notoriamente fruncido. -¡Entonces realmente lo dijiste! ¿Estas loco, Kirishima?

    -Vamos, Takafumi, tranquilizate.- Alegó tomando la cajetilla de cigarrillos que estaba en la pequeña mesita entre ellos para tomar uno y llevalo a sus labios, encendiendolo con parsimonia para después dar una larga calada. -Pensé que si tocaba el tema cuando estuvieras relajada sería más sencillo, pero mi osito gruñon estaba cansadito y se quedó totalmente dormidito.

    -¡Al carajo con tus diminutivos de mierda, Kirishima-san! ¿Querés hablar seriamente por una vez en tu vida?- Pidió tirándose hacia atrás el cabello con una de sus manos, negando suavemente su cabeza por la estúpida actitud de su pareja. -No necesito tus estupideces ahora ¿Cómo es eso de que debemos decirle?

    El castaño sonrió y alejó el cigarrillo de su boca, exhalando suavemente el humo mientras se acomodaba en su asiento. -Lo he estado pensado, Takafumi ¿Que dirías si te pidiera venir a vivir conmigo?

    -No. - Se limitó a contestar sin perder el rubor de sus mejillas, sintiéndose cada vez más nervioso.

    -¡Oh! ¡Eres cruel, Takafumi!- Se quejó con el ceño fruncido. -¡Es lo más lógico del mundo que vivamos juntos!

    -¿Me querés explicar qué tiene de lógico dos hombres compartiendo casa con una niña de doce años?- Inquirió con fastidio.

    -Bueno, llevamos dos años de noviazgo y prácticamente vives aquí, en mi armario hay por lo menos cinco trajes tuyos completos, tienes un cepillo de dientes y un peine en el baño, tienes tu propio delantal para cocinar, y hay fotos por toda la casa de las dos vacaciones que hemos tomado juntos, además tu gato vive aquí desde hace casi dos años y tienes las llaves de la casa.- Enumeró con una sonrisa ganadora mientras observaba complacido como su novio se quedaba sin argumentos. -Yo tambien tengo las llaves de tu departamento, pero apenas si vas a dormir ahí poco más de una semana al mes y ni siquiera en días consecutivos.

    -¿Por qué me tenes que venir con toda esta mierda ahora, Kirishima-san?- Replicó frotando el puente de su nariz con dos dedos, intentando disimular su bochorno, porque por mucho que quisiera rebatir cada una de esas cosas todas eran ciertas ¡Se sentía dueño del lado izquierdo de la cama de Kirishima-san por el amor de Dios bendito! Pero simplemente no podía aceptar aquello, aún tenía dudas, muchas dudas.

    -¿Qué pasó con nuestro acuerdo de decirnos por nuestros nombres en privado? - Preguntó el castaño haciendo un infantil puchero.

    -¡Yo nunca acepté tal cosas! ¡Vos sos el que se la pasa llamándome "Takafumi"! ¡Vete al diablo, Kirishima-san!- Alegó acercándose al barandal del balcón, buscando inspirar algo del aire de la noche para tranquilizarse. -No voy a mudarme aquí y no vamos a decirle nada a Hiyo.

    -No sabes lo adorable que te ves comportandote así, todo ofendido por una tontera.

    -¿Adorable? ¡Soy un hombre, por el amor de Dios!- Se quejó intentando no alzar el tono, no quería despertar la otra residente del departamento.

    -Los hombres pueden ser adorables.- Contestó soltando una leve risa. -Takafumi ¿Qué es lo que te altera? Te dije que no debes subestimar a Hiyori, ella entenderá, yo no he criado a una joven prejuiciosa.

    -Kirishima-san, yo no puedo simplemente mudarme aquí y decirle a Hiyo de lo nuestro, no es correcto ¡Deberías estar buscando una esposa en lugar de estar tonteando conmigo! - Reclamó, silenciandose inmediatamente después de decir aquello. Sus propias palabras habían roto algo dentro de él ¿Qué pasaría si Kirishima finalmente recapacitaba? ¡¿Y si realmente iba a buscar una mujer para completar su vida?! ¿Qué pasaría con él? ¿No le había alcanzado ya con sentir su corazón roto con Takano?

    Kirishima lo miraba serio y en silencio, su siempre apacible rostro ahora mostraba un ceño fruncido poco habitual, no tuvo tiempo a reacción cuando sintió una gran mano tomandolo por el cuello de la camisa, lo siguiente que supo fue que estaba siendo besado y que él correspondía como si a pesar de tener el cerebro nublado su cuerpo supiera exactamente qué hacer.

    -No vuelvas a decirlo.- Dictaminó el editor, alejándose solo lo necesario como para poder hablar aun algo agitado después del beso. -No voy a buscar a ninguna mujer, Takafumi, sabes que te amo.

    Cerrando sus ojos, no tuvo más opción que respirar profundo mientras sus manos se apoyaban a cada lado de la cadera contraria formando una especie de abrazo mientras sentía los largos y ásperos dedos del mayor recorrer sus mejillas en un mimo dulce. -Kirishimas-san, aún así, no puedo mudarme aquí, suponiendo que habláramos con Hiyo y no estoy diciendo que vayamos a hacerlo, que yo me mudara puede ser un shock, es demasiado repentino ¿Y tus padres? Ellos preguntarían, ya deben estar bastante preocupados de que yo pase tanto tiempo aquí, tu familia siempre hace preguntas respecto a si vas a volver a casarte o si tienes novia, han incluso interrogado a Hiyo pasa saber si traes a alguna mujer aquí.

    -Ey, alto ahí.- Lo detuvo, interrumpiendo la perorata con una sonrisa suave, relajando un poco la expresión de su rostro. -Le he dejado claro a mi familia un millón de veces que no voy a casarme con otra mujer.- Expuso con calma. -Hiyo tampoco tiene intención ni quiere tener "una mamá", ella ya ha dicho antes que es feliz con nosotros dos y Sorata creo que eso debería dejarte tranquilo con respecto a si aceptara o no nuestra relación y mis padres…- Hizo una leve pausa y el corazón de Yokozawa se detuvo al ver la sonrisa felina bailoteando en aquellos gruesos labios. Conocía esa expresión, esa era la cara que ese descarado intento de ser humano ponía cuando se mandaba una de las suyas ¿Qué carajos había hecho ahora Kirishima? -Ellos ya lo saben, tranquilo, les dije que vos todavía no querías una presentación formal y eso pero saben que somos pareja.

    Fue como si un balde de agua helada sacada del mismísimo ártico le cayera encima, su boca se abrió pero era incapaz de pronunciar palabra, para cuando el editor en jefe explotó en carcajadas su cuerpo decidió moverse y se apartó con un brutal empujón. -¡TE HAS VUELTO TOTALMENTE LOCO, ZEN! ¿CÓMO SE TE OCURRE DECIRLES SIN CONSULTARME PRIMERO! - Estaba seguro de que sus gritos habrían despertado a medio edificio pero no había sido capaz de modular su voz, la impresión era demasiado grande.

    Aun entre carcajadas el castaño negó un par de veces con su cabeza, sosteniendo su estómago con ambas manos, sabía que su temperamental novio le iba a acomodar las ideas a patadas si no se callaba y le explicaba pero ¡Es que su cara había sido un poema! ¡No podía esperar que no se riera si le ponía esa expresión! Sabía que Takafumi iba a tener una reacción así cuando se lo dijera, pero es que eso no quitaba que había sido un espectáculo digno de ver.

    -¡Zen! ¡Deja de reirte y explicame! ¿En qué carajos estabas pensando al decirles? ¡¿Estabas pensado siquiera?! - Preguntó intentado mantener su histeria a raya. -Si esta es una de tus bromas ¡Te juro que te arrojaré del balcón!

    -No, no, no es una broma.- Contestó finalmente ahogando sus risas y tranquilizandose un poco. -Mi madre comenzó a sospechar, es mi madre ¿Sabes? Ella fue la primera en darse cuenta de que algo pasaba, más que nada porque notó que yo estaba enamorado y al saber que tu estabas aquí todo el tiempo, que cuidas a Hiyo y que ella no deja de hablar de ti siempre que va a visitarlos pues, mi madre es una mujer lista, solo ato cabos y decidió preguntarme directamente si entre nosotros había algo ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué le mintiera?

    -¡Si! ¡Por al amor de Dios! ¡Ni siquiera la conozco!- Intentó hacerle ver lo obvio, pero la sonrisita estúpida del mayor no desaparecía.

    -¡Vamos! ¡Es mi madre! Mentirle no habría tenido sentido, iba a darse cuenta.- Alegó encogiéndose de hombros. -No tienes que preocuparte, estoy feliz, Hiyo está feliz, así que ella está encantada y si, quiere conocerte, se muere por conocerte.- Explicó relajadamente. -Le dije que mi osito gruñon es un poco complicado y lo entiende, pero está esperando que te presente, ella se lo dijo a mi padre y él lo tomó bastante bien, así que no hay problemas.

    -¿Cuándo exactamente ocurrió todo esto?- Preguntó casi con temor a la respuesta, sus suegros estaban plenamente conscientes de que ellos eran más que sólo compañeros del trabajo y eso ya alcanzaba para tenerlo cercano a un infarto, no sabía si aguantaría más información esa noche.

    -Bueno, lo supieron después del problema con mi ex compañera de la universidad ¿La recuerdas?- Consultó arqueando una ceja.

    El agente de ventas tragó saliva con dificultad y tras unos instantes se atrevió a contestar. -Si, pero eso ocurrió hace más de un año.

    -Exacto.

    Estaba en shock, con manos temblorosas tomó un nuevo cigarrillo y lo encendió para intentar aclarar sus ideas, increíblemente Kirishima parecía dispuesto a darle ese espacio para pensar, puede que fuera un idiota de cuidado pero hasta él sabía que aquello no era un asunto de chiste.

    Yokozawa estaba alterado, fumaba con nerviosismo y el pulgar de la mano que sostenía el cigarrillo golpeteaba constantemente el filtro del mismo para deshacerse de las cenizas que ni siquiera llegaban a formarse. Sus suegros lo sabían y parecían aceptarlo, su novio le pedía formalizar ¡Formalizar! ¿Cómo se supone que dos hombres formalizan? ¡Había una niña de por medio, no podían tomarse las cosas tan a la ligera! ¿Y sus propios padres? Sus padres venían preguntandole desde hace años cuando se casaría, cuando tendría una novia, cuando presentaría a alguien aquella gastada conversación siempre terminaba con su cansada madre recitando: "El trabajo es una esposa ingrata, cariño, cuando estés mayor el trabajo no se encargará de cuidarte, ni te dará amor o una familia, estoy preocupada por ti, Takarumi." Su madre era una mujer dulce que se preocupaba por su bienestar y en más de una ocasión había también reclamado que quería tener nietos antes de estar demasiado vieja como para jugar con ellos. Su padre era otro tema, jamás habían tenido una buena relación aunque quizás lo más correcto sería decir que ellos no tenían una relación, la última conversación relevante que había tenido con ese hombre se remontaba a su temprana adolescencia y no la recordaba bien, era un hombre apático y distante, quizás él no fuera a armar un escándalo por saberlo homosexual, dudaba si quiera que eso le importara pero ¿No se supone que cuando formalizas una relación tienen que presentarse las familias? ¿Kirishima pretendía eso? Terminar encerrados en un cuarto ellos con sus padres sonaba a un escenario casi dantesco.

    -Takafumi, somos adultos.- Aquellas palabras hicieron que volviera a la realidad y girándose, apoyó su espalda en el barandal para poder observar el gesto nuevamente serio de su novio. -Vos y yo sabemos que lo nuestro no es una aventura pasajera, vamos dos años juntos y espero que hayan muchos más ¿Por qué te cuesta tanto aceptarlo?

    -Zen, no es tan simple.- Con el rostro ardiendo de vergüenza, miró a un costado. -Ambos somos hombres ¿Sabes lo que eso puede afectar a Hiyo? ¿A lo que la gente le diría? Además… vivir juntos… ¿No te parece que eres ingenuo?

    -Lo que me parece es que actúas como un cobarde. - La respuesta había salido llana, sin ningún timbre de molestia en ella. Si quería quizás describir alguna emoción en esas palabras la única que encajaba era la indiferencia o quizás la resignación.

    -No es cobardía, Zen, pero tengo muchas dudas.- Alegó mordiendo la cara interna de su mejilla derecha con ansiedad. -Entiendo que Hiyori ya está grande, pronto empezará a hacerse preguntas respecto a porqué un hombre soltero de mi edad prácticamente vive aquí y comparte el cuarto de su padre, a porqué tengo autorización para retirarla del colegio o porqué eres tan denso a mi alrededor, no te molestas ni un poco en disimular cuando te dispones a acosarme. - Explicó su punto con dificultad. -Es casi una adolescente, va a llegar a la conclusión tarde o temprano, no voy a insultar su inteligencia creyendo que va a creer toda su vida que solo somos amigos.

    -No insultas su inteligencia pero te empeñas en pensar en el más trágico de los escenarios creyendo que va a odiarte cuando sepa la verdad ¿Cierto?

    Era desesperante al mismo tiempo que aterrador y tranquilizador que Kirishima fuera capaz de leerlo con tanta facilidad y certeza. LLevando una mano a su rostro, lo cubrió mientras soltaba un largo suspiro, antes de darse cuenta sus ojos estaban ya empañados. -No sabría qué hacer si ella me odia, Zen. - Explicó finalmente con la voz entrecortada. -Yo… Yo nunca seré su padre, no puedo ocupar el lugar de una madre, no soy una mujer, pero yo… - Tartamudeó incapaz de seguir hablando, sintiéndose humillado al verse reducido al llanto frente a una persona que admiraba y que amaba tanto como su pareja. -¿Es tan terrible que la quiera como si fuera mi hija? - Preguntó al aire con su voz tomada por la angustia. -No podría tolerar que ella no quisiera volver a verme, que me despreciara, yo no puedo ser su padre pero… pero…- No pudo terminar de hablar, unos largos y fuertes brazos estaban rodeándolo y una cálida mano se paseaba suavemente por sus cabellos.

    -Takafumi ¿Qué tiene de malo que te quiera a nuestro lado? Mi hija te adora, ella no va a odiarte, no es capaz de tal sentimiento.- Explicó con suavidad. -Además, estoy seguro de que estará feliz de poder presumir que tiene dos padres tan increíbles como nosotros ¿Verdad? A veces hasta creo que te quiere más que a mi.

    Un risa floja escapó de su labios en medio de sus lágrimas y llevó sus brazos a envolver la espalda del hombre frente a él. -Si no fueras un desastre quizás te querría más.

    -Takafumi.- Lo llamó apartándose un poco para poder después apoyar su frente en la contraria, observando aquellos profundos ojos azules anegados de llanto. -Te amo.- Declaró inclinándose a besar sus labios de forma casta por unos meros segundos. -Quiero que seas parte de mi familia, hay que decirle a Hiyo ya no podemos posponerlo.

    -Te odio tanto…- Murmuró cerrando sus ojos con el ceño fruncido, sintiendo la calidez que se extendía por su cuerpo y nacía en su pecho ante aquellas palabras y la risa clara y dulce de su novio no ayudaba en nada a calmar esas emociones.

    -Se lo diremos mañana. - Decretó el editor, volviendo a besar sus labios esta vez más apasionadamente. -Pero ahora, vamos al cuarto que no puedo esperar a hacerte el amor.

    -¿De qué rayos estás hablando? ¡Hiyo esta dormida! ¿Perdiste la cabeza?

    -No se despertará si no haces mucho ruido. - Alegó entrelazando sus manos para llevarlo a rastras al cuarto, riendo mientras escuchaba las protestas en voz contenida del más joven, alegaciones que de nada valdrían, porque una vez en su habitación lo arrojó sobre la cama. No pensaba escuchar sus excusas, había tenido a Yokozawa llorando entre sus brazos mientras confesaba que se sentía padre de su hija ¿Qué mejor afrodisiaco que ese? ¡Ay, como amaba a ese oso!

    -.-.-.-.-.-.-.-.-

    ¡Iba a matarlo! Juraba que iba a encontrar la forma de deshacerse del engendro de su novio en algún momento. ¡Le dolía caminar! ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo se le ocurría a Zen atacarlo así con una niña de doce años durmiendo en la habitación de al lado?

    Estaba tan tentado a dejar caer veneno para ratas en el plato de desayuno del editor.

    -¡Onii-chan! ¿Estás bien? - Preguntó Hiyo alegremente mientras encendía la cafetera, mirando curiosa el gesto enfurruñado del mayor. -¿Estás enojado? ¿Papá hizo algo tonto de nuevo que te molesto?

    ¡Estupido Kirishima! ¡Hasta la niña sabía que cuando estaba enojado la culpa la tenía él! -No, Hiyo-chan, solo no dormí del todo bien.- Explicó estirando una mano para acariciar suavemente sus castaños cabellos. -No te preocupes.

    -¿No dormiste bien? ¿Por qué?

    -No lo sé, solo me costo un poco dormir, no te preocupes, ve a despertar a tu padre yo me encargo del reso.- Le pidió y tras ver a la chica asentir y alejarse, resopló entre dientes.

    Estaba terminando de poner la mesa con todos los alimentos cuando padre e hija entraron a la estancia, Zen se veía aun adormilado pero eso no le quitó su retorcido sentido del humor.

    -¡Oh! ¡Takafumi! ¡Qué buena esposa! ¡Me esperas con el desayuno servido y en delantal! ¡Quiero me besito de buenos días!.

    -¿Aún sigues dormido? ¿Quieres que te despierte a patadas?- Preguntó alzando la voz y frunciendo el ceño. -¡Sentate a desayunar y dejá de decir estupideces!

    Riendo el editor se sentó en su lugar, y tomó su taza de café, inspirando extasiado el aroma que emanaba sin perder su jovial sonrisa. -Pero qué temperamento y eso que es muy temprano, envejeceras rapido si siempre estás tan mal humorado, Takafumi.

    -¿Y de quién es la culpa?

    -No lo sé ¿De quién será?

    -No tenes vergüenza. - Protestó distrayéndose ante el musical sonido de las carcajadas de la niña que acababa de sentarse con ellos a la mesa, tomando su chocolatada con alegría.

    -Papá y onii-chan siempre están discutiendo por tonterías, papá deberías no molestar tanto a Onii-chan.- Comentó mirando con reproche al castaño.

    -Mi propia hija en mi contra ¿No te da vergüenza, Takafumi? ¡¿Cómo osas ponerla de tu lado?!

    -Si no fueras un tonto, ella te defendería. - Alegó divertido y conmovido por la actitud de Hiyo, disponiéndose a disfrutar de su propio café.

    -Papá, Onii-chan, hoy es un lindo día ¿Les gustaría ir al parque a almorzar ahí? ¿Podemos tener un día de pic-nik?- Preguntó emocionada la castaña.

    -Oh, me parece un idea increible, Hiyo, claro que podemos ir. - Aceptó calmadamente Zen. -Mientras tu y Takafumi preparan todo yo usaré la mañana para ver algo del trabajo ¿Está bien?

    -Si, papá.

    Tras terminar su desayuno, cada uno siguió a la suyo, Kirishima como lo había dicho se instaló en la mesa del comedor con la computadora, totalmente absorto en el trabajo mientras Yokozawa y Hiyori preparaban la canasta con todo lo necesario para el pic-nik, además de ponerse a preparar juntos la comida que llevarían.

    Antes de darse cuenta estaban en el parque, eran cerca de la una del medio día y no eran la única familia que había tenido esa idea. Se habían tomando el momento para almorzar entre amenas charlas y luego de la comida, Hiyo se las arregló para convencer a Yokozawa de jugar a la pelota con ella.

    Zen miraba desde la manta a la sombra de un frondoso árbol como su hija y su novio correteaban por el lugar entre risas y juegos, no pasó desapercibido para él la mirada de varias mujeres cercanas. Le molestaban, Yokozawa siempre se empeñaba en que él no era atractivo ni un buen partido, parecía no darse cuenta de todas las miradas que levantaba, en parte agradecía que ese exterior duro e inaccesible de su pareja desalentara a las personas de acercarse a él. Takafumi era una excelente persona, pero si, intimidaba como el diablo, suerte que él era el único que conocía su lado más dulce, verlo hornear galletas en su cocina en compañía de Hiyo usando un tierno delantal era algo tan suyo que al mismo tiempo que quería compartirlo quería guardarlo para que nadie más conociera eso del agente de ventas, si todos supieran lo tierno que podía ser su oso tendría muchisimos más pretendientes de los que él podría espantar.

    Estaba tan perdido en sus pensamientos que para cuando regresó de Yokozawa-landía, tenía a su hija pasando una mano frente a su rostro con gesto algo preocupado.

    -¿Estás bien, papá? ¡Mira! ¡Onii-chan nos compró helado! - Dijo emocionada, sentándose cerca de su padre para entregarle el cono de crema helada.

    -Oh, qué considerado de su parte, gracias Takafumi. - Dijo alzando su mirada a su pareja que tenía una ceja arqueada.

    -¿Qué pasa? ¿Temas del trabajo?

    -No, no, nada de eso.- Alegó encogiéndose de hombros. -Solo los miraba jugar y pensaba que tengo suerte de tenerlos.

    -¡PAPÁ! ¡KIRISHIMA-SAN!- La protesta de sus amores avergonzados lo hizo estallar en carcajadas y sin prestarles atención comenzó a comer su helado.

    -Ah, Hiyo…- Llamó la atención de su hija, que inmediatamente se giró en su dirección ante su llamado. -Sabes, hay algo que Takafumi y yo queremos decirte, hija.

    El agente de ventas se atragantó con el helado y comenzó a toser con fuerza mirando a su pareja con sorpresa. -¿Estas bromeando, verdad? ¡¿Ahora?! ¡¿Aquí en el parque?!

    -Si ¿Por qué no? Es un buen momento, estamos pasándolo bien.- Contestó alegre.

    -¿Algo que decirme? ¿Hice algo malo?- Preguntó la jovencita algo confundida, sentandose de piernas entrecurzadas sobre la manta. -¿Estás bien, Onii-chan?

    -Estoy bien, Hiyo, tu padre solo va a matarme de un disgusto un día de estos. - Alegó sentandose también con inseguridad junto a su pareja, Zen parecía alegre, pero la mirada en sus ojos le había dicho que no tenía escapatoria. No se sentía preparado pero ¿Cuándo lo está uno para dar semejantes noticias?

    -No hiciste nada malo, Hiyo.- Explicó Kirishima de forma relajada, estirando una mano para tomar la de su pareja con suavidad ante la mirada curiosa de la pre-adolescente. -Pero hay algo importante que nosotros tenemos que explicarte.

    -¿De qué se trata, papá?

    Kirishima giró su rostro para observar el gesto nervioso y preocupado de su novio y respiró profundo, claramente Takafumi no iba a decir una sola palabra, las cosas estaban entonces en sus manos. -Hija, tu sabes que Takafumi es un gran amigo mío y que ha estado mucho tiempo con nosotros en estos dos años, que yo lo quiero mucho ¿Cierto?

    La chica frunció apenas el ceño ante ese extraño discurso, pero aun así asintió con su cabeza. -Si, sé que se quieren mucho aunque peleen todo el tiempo porque tu eres muy infantil, papá.

    -¡Ey! ¡No todo es mi culpa!- Protestó el editor, haciendo un leve puchero ante la risa que su novio soltó, divertido por las palabras de su hija. -Bueno, no importa, lo que queremos decirte es que si, nosotros nos queremos mucho.

    -Si eso ya lo sé papá, no entiendo.- ¿No podía ser cierto, verdad? Ella tenía que estar mal entendiendo algo, su padre y su Onii-chan solo eran amigos ¿Verdad?

    Tenso, Yokozaba carraspeó, atrayendo la atención de esas dos personas que se habían convertido en su mundo. -Lo que tu padre intenta decir, Hiyori es que nosotros…- Tartamudeó, sintió que su lengua estaba enredada y era muy difícil moverla para modular palabras, la niña de sus ojos los miraba inquieta y con un brillo de duda extraño bailoteando en sus bellos ojos castaños. No se atrevía, simplemente no podía decirle lo que ocurría, no tenía corazón para despedazar así las ilusiones de una chiquilla.

    -¿Ustedes qué, Onii-chan?

    -Nosotros somos pareja, Hiyo.- Dijo finalmente Kirishima poniendo toda su atención en la reacción de la menor que ahora los miraba con sus parpados abiertos a toda su capacidad, las mejillas rojas y su boca abierta. -Desde hace dos años que somos novios, eres un niña lista, sabes lo que ser novios significa ¿Verdad? - De forma casi robotica la chica asintió, sin salir de su estado de sorpresa. -Nos tomó mucho tiempo decirte esto porque muchas cosas pasaron y queríamos estar seguros de nuestra relación antes de que lo supieras, pero ya es tiempo de que te enteres.

    El silencio se volvió ensordecedor, los adultos estaban tensos y preocupados por la falta de respuesta de la chica, Yokozawa sentía su corazón tan acelerado por el miedo que sin pensarlo apretó más fuerte la mano de Kirishima que se entrelazaba con la propia y a cambio recibió un apretón igual de fuerte.

    ¡No podía creerlo! ¡Estaba pasado! Un sollozo cortó el aire, haciendo que el corazón de ambos adultos se detuviera, y sus lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, al darse cuenta de que estaba llorando llevó ambas manos a su cara para frotar sus ojos con sus puños.

    -Lo siento…- Se disculpó entre sollozos.

    -¡Hiyo!- Desesperados, ambos hombres se acercaron a ella dejando caer sus helados sin siquiera notarlo y rodearon a la menor entre ellos en un suave abrazo, más fue el padre de la chica el primero en hablar mientras tomaba sus manos para alejarlas de su rostro. -Hiyo ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras, Hija? - Estaba preocupada, nunca había siquiera pensado que ella pudiera largarse a llorar con la noticia.

    Yokozawa estaba devastado, sabía que eso podía pasar, esa era su pesadillas recurrente, Hiyori lo detestaba pero en un intento desesperado por no dejar ir su felicidad abrazó un poco más fuerte a la niña. -Hiyo, por favor…- Suplicó, no muy seguro de qué quería conseguir con eso.

    La niña negó con su cabeza entre sollozos y alzó ambos brazos para rodear el cuello de ambos preocupados hombres. Los estaba asustado y ella no quería eso. -Lo siento, perdón.- Se disculpó de nuevo, apartándose poco después para frotar de nuevo sus ojos con sus puños y así detener el llanto. -Yo…

    -Hiyo, por favor, dinos qué ocurre.- Suplicó Zen viendo a su hija apartarse después del abrazo y tragó saliva con dificultad, por primera vez tenía dudas de si confesarle aquello a la chica había sido correcto o no, pero se le acababan las opciones, su hija ya lo sabía y ahora debía atenerse a consecuencias.

    -Perdón, no quería asustarlos.- Dijo finalmente luego de calmarse un poco, mirando a ambos con una enorme sonrisa en sus labios que dejó a sus padres totalmente confundidos. -¡Es solo que estoy muy feliz!

    -¿Qué? - La pregunta había abandonado los labios de ambos al mismo tiempo, aunque Yokozawa la había soltado un poco más alto debido al desconcierto.

    -¡Si! ¡Estoy feliz!- Explicó la niña ahora soltando suaves risitas mientras intentaba contener el llanto que quería volver a surgir. -Tenía miedo de que papá buscará a una mujer para que fuera mi mamá nueva.- Explicó la chica con algo de culpa. -No quería que el trajera a una mujer extraña a casa porque yo soy feliz como estamos, con Onii-chan y Sorata, si papá se casaba con alguien más ya no vería a Onii-chan. - Explicó entre leves sollozos. -Perdón, pero… pero yo quería que ustedes fueran pareja.- Dijo avergonzada en un murmullo que había a dejando a ambos sin habla. -Si lo fueran entonces podríamos ser una familia feliz y no tendría que preocuparme de que papá trajera a alguna mujer que no me agradara a casa, además papá es más feliz desde que Onii-chan nos visita y yo quiero verlo feliz.- Sin poder evitarlo había roto de nuevo en llanto.

    Los adultos estaban totalmente impactados, si, Kirishima pensó que su hija los aceptaría pero nunca se le habría cruzado por la cabeza que su hija querría que ellos estuvieran juntos. -Yo me sentía tonta y me ponía muy triste cuando pensaba que Onii-chan podría tener novia y entonces dejaría de visitarnos y de hacer feliz a papá, o que papá me trajera una nueva mamá, yo no necesito otra mamá, Onii-chan es muy buena mamá. - Eso hizo que Yokozawa sintiera que su corazón había dado un vuelto de 380 grados dentro de su pecho. -Desee muchas veces que ustedes se enamoraran para que las cosas no tuvieran que cambiar.

    -¡Ay, Hiyo! - Totalmente conmovido, Kirishima abrazó a su hija, sentandola sobre su regazo y acunandola en sus brazos contra su pecho como si se tratara aún de una bebita y no de una joven en vías de desarrollo. -Tu si que sabes lo que es mejor para mi, deberíamos haberte dicho esto antes para que no te preocuparas tanto, pero ya vez, Takafumi no va a irse con ninguna novia y yo no traeré ninguna mujer a casa. Somos una familia nosotros tres.

    -¡Cuatro! ¡No te olvides de Sorata, papá!- Afirmó la chica, abrazándose al cuello de su padre aun entre lagrimas pero sin perder la sonrisa. -¡Estoy muy contenta! ¿Eso quiere decir que le puedo decir papá a Onii-chan?

    Ahora sí le iba a dar un infarto, el agente de ventas se acercó a sus tesoros con el pulso acelerado, acariciando suavemente el cabello de la niña con una de sus grandes manos. -¿No crees que eso sería confuso, Hiyo? Puede seguir diciendome Onii-chan - Su corazón no iba a resistir tantas emociones.

    -¿Qué tal si le decis mamá oso? - Propuso el editor ganandose un golpe en la cabeza cortesía de su novio.

    -¿No te cansas de hablar tanta imbecilidad junta, Kirishima? ¡Arruinas el momento con tus estupideces!

    La niña estalló en carcajadas ante la forma infantil en que se portaban los adultos y negó con su cabeza. -Son como niños. - Comentó alegremente, girandose a ver al agente de ventas. -¿Puedo decirte papá Takafumi? - Preguntó con sus ojos llenos de ilusión y a Yokozawa se le empañaron los ojos, incapaz de negarle nada a esa criatura.

    -Si, Hiyo, si eso te hace feliz puedes decirme así.

    -¡Entonces esta decidido! ¡Takafumi se mudará con nosotros!- Afirmó alegremente el editor coreado por los vitoreos de su hija.

    -¡Ey! ¡Oigan ustedes dos! ¿Quien dijo que yo…? - Se vio interrumpido al sentir que Kirishima besaba sus labios.

    -Ríndete Takafumi, no puedes contra dos Kirishima.

    -¡ZEN! ¡ESTAMOS EN PUBLICO!- Gritó azorado, sin poderse creer el descaro de ese sujeto.

    Hiyo había tapado su rostro ante esa tierna muestra de afecto, pero sus dedos estaban entreabiertos para poder verla, estaba sumamente feliz. Pensar que hacía no mucho había tenido una discusión con una compañera, esperaba que sus padres nunca averiguaran el motivo, pero es que Himura había dicho, en medio de una conversación que dos hombres no deberían estar juntos, que era enfermo. Todo había surgido por culpa de otra de sus compañeras quien había llevado manga que les estaba mostrando en él recreo y ella aseguraba que los protagonistas, ambos hombres, estaban enamorados. Himura había soltado su comentario inoportuno y para ella fue una afrenta personal, había pensado en su padre y en su Onii-chan y en lo mucho que quería que entre ellos hubiera más que amistad y fue como si estuviera insultandolos a ellos ¡Nunca había estado tan enojada en su vida! Sin darse cuenta la había empujado y Himura había tirado de su cabello, antes de que la pelea fuera a mayores las profesoras las habían separado y un poco después estaba esperando en la dirección a que su padre la fuera a retirar.

    Ya no tenía que preocuparse, ahora eran oficialmente una familia y se prometía a sí misma que si volvía a escuchar comentario como aquel sería indiferente. Ella era feliz, sus padres eran felices, el resto no podía opinar al respecto. La familia de su padre solía acosarla con preguntas del tipo de si ella quería una mamá, de si sería feliz si su padre se casara de nuevo y siempre había respondido con negativas, ella no necesitaba a nadie más en su familia para ser feliz, Yokozawa era suficiente y más que eso.

    Él le enseñaba a cocinar, estaba con ella cuando quería intentar recetas nuevas, la ayudaba con los deberes, cuidaba de ella cuando su padre estaba ocupado con el trabajo, le hacía hermosos peinados que sus amigas envidiaban, la arropaba antes de dormir, le traía regalos cuando pasaba mucho tiempo sin verla, le había regalado a Sorata, se preocupaba por ella, la quería, incluso iba en reemplazo de su padre a eventos "padre e hijos" el colegio. Yokozawa Takafumi era la mejor madre que podría pedir.

    -.-.-.-.-.-.-

    -No puedo creer que me convencieron de esto…- Murmuraba entre dientes Yokozawa una semana y media después de aquel día mientra adentraba las cajas con sus pocas pertenencias al departamento que desde ese día compartiría con su familia.

    -Te lo dije, Takafumi, ríndete.- Alegó Kirishima entre risas, entrando tras él con las dos últimas cajas de la mudanza. Su novio no tenía tantas cosas, apenas si se habían sumado un par de muebles que ya verían donde poner y cajas y cajas llenas de libros, ropa y alguna que otra baratija. Algo bueno que sacaban de eso era que hora tendrían la vieja Tv del agente de ventas instalada en su cuarto.

    -¡Eres insufrible!- Reprochó soltando un resignado suspiro.

    -¡Yo ordenare las cosas de la cocina!- Escucharon el grito de Hiyori, que entraba en dicha estancia con la caja que tenía el rótulo de "cocina" sobre ella.

    -¡Vamos! ¡LLeva tu ropa al cuarto yo ordenare los muebles en el salón! - Afirmó Zen encaminadose en medio de ese mar de cajas al salón para acomodar los pocos muebles que esperaban embalados todavía a ser puestos en el lugar que correspondía.

    Yokozawa resopló de nuevo y tomó dos cajas con sus objetos personales, apiladas una sobre otra para dirigirse al cuarto que ahora oficialmente le pertenecía, sin embargo al pasar cerca del altar de Sakura tuvo que detener sus pasos y observó la foto de la bella mujer por unos segundos.

    -"Perdoname, Sakura-san, finalmente vengo a usurpar el lugar que le corresponde, sin embargo le prometo que cuidaré de ellos y que los amo, mis intenciones son buenas, así que, por favor, le pido que me acepte y que desde donde sea que este cuide de nosotros."- Oró en su interior, rogando que su suplicara llegara aquella difunta mujer a donde fuera que estuviera. La respetaba, deseaba desde lo más profundo de su ser que ella pudiera aceptarlo, sabía que no tendría nunca respuesta pero quería creer que llegados a ese punto, Sakura de alguna forma ya le había dado su visto bueno.

    Ya no había espacio para dudas, ese fin de semana su familia y la de Kirishima se reunirían en casa de los padres de éste último en un almuerzo familiar para terminar de formalizar su relación. Todos sus conflictos internos puede que no estuvieran del todo solucionados, aún no sabía que pasaría en aquel almuerzo pero teniendo a Zen y Hiyori a su lado sentía que nada podía salir tan mal, sus demonios se habían silenciado. Finalmente tenía paz, tenía felicidad ¿Qué más podía pedirle a la vida?

    Con paso acelerado reanudó su camino a la habitación sin poder disimular la apacible sonrisa en sus labios, sentía ese como el primer día del resto de su vida, hacía dos años cuando despertó en una habitación de hotel desnudo y sin tener idea de que había pasado no había imaginado que el estúpido chantaje de Kirishima lo iba a llevar a este punto, que Takano le rompiera el corazón había sido lo mejor que podría haberle pasado, ahora estaba donde sentía que pertenecía. Tenía después de tantos años un hogar. Sin dudas. Sin desplantes. Sin dolor. Había encontrado su lugar en el mundo.

    -.-.-.-.-.- Continuará.-


    Notas finales de Sioa: ¡Buenaaaaaas! El capítulo quedó algo corto creo yo, pero se me acabó la inspiración señoras y señores. El siguiente capítulo será el último ¿Les gustó el cierre que hice de la trifecta? ¡OH JEBUS, CUANTO LOS AMO!

    Me alegra que haya habido gente que siguió esta historia desde el principio y que sigue leyendo y esperando las actualizaciones, eso para mi es muy importante. Les pido lo de siempre, una limosnita por favor… digo, déjenme un comentario ¡No sean agarrados! (?) ¡Hagan feliz a una autora irresponsable! (?)

    Bueno, sin más que añadir, nos vemos en el final ;D

    Sioa Shun Uchiha-san.
  12. .
    DIOS, me he reído lo que no está en los escritos! ¡Escribes muy bien! ¡En serio! Espero leer más trabajos tuyos, la verdad que fue un fanfic muy interesante y en serio me partí de risa.

    Cuídate querida, mucho existo, este fic merece más que solo dos comentarios.
  13. .
    San Miguel de Tucumá, Tucumán, Argentina. Jueves 23 de Mayo 2019.

    Notas: Advertencia: ¡Este capítulo contiene Lemmon!


    Resolviendo dudas existenciales

    Capítulo 7: Una charla necesaria y una determinación.

    By Sioa Shun Uchiha-san.


    Luego de que Akihiko se marchara se tomó su tiempo para ducharse, cambiarse con ropa de entrecasa y luego desayunar. Si el escritor cumplía su promesa de trabajar bien y hacer lo que le pedía demoraría en volver asique decidió hacer de su sabado un día productivo mientras el mayor no estaba cerca para monopolizar su atención.

    Primero limpió la casa, desde que había entrado a trabajar que descuidaba un poco la limpieza así qué tras poner a reproducir un compilado de música agradable dedicó unas buenas casi tres horas para ordenar y limpiar cada habitación de la casa, incluído el estudio del mayor de donde tuvo que llevarse la almohada y la manta que el hombre había usado por dos días para dormir en el sofá de esa estancia.

    Sintió algo de culpa, realmente esa semana había sido dura, las discusiones habían parecido no tener un final aunque por suerte podía adivinar que ya estaba todo bien teniendo en cuenta la disculpa inesperada que había recibido de su pareja la noche anterior. Ahora que lo pensaba, ayer había sido la primera noche en volver a dormir juntos después de las peleas, esperaba no volver a discutir así, suponía que es normal en las relaciones tener desacuerdos, él y Akihiko habían tenido muchos en cinco años pero nunca habían llegado a ese punto donde había echado al escritor de la habitación.

    Cansado después de cumplir con las labores domésticas miró la hora, ya era cerca de medio día, así tras poner a funcionar la lavadora se dedicó a prepararse el almuerzo, imaginaba que su novio no regresaría pronto pero de todas formas haría suficiente como para él en caso de que volviera antes o llegara con hambre.

    Tras almorzar y lavar los platos se dispuso a leer el resto de storyboard que su jefe le había encomendado, se suponía que al llegar el lunes al trabajo tendría que haber terminado de analizar todos ellos y honestamente no iba ni por la mitad.

    Las horas pasaron una tras otra mientras él se concentraba en el trabajo, ya iba por la tercera taza de café y los papeles se amontonaban a su alrededor mientras usaba un cuaderno en él que anotaba las explicación que él creía correcta para cada corrección hecha, le dolía un poco la cabeza pero no pensaba detenerse, quería demostrarle a su jefe y a él mismo que servía para ese trabajo, con suerte si superaba esa prueba quizás le asignaran una autora pronto.

    No escuchó la puerta cuando fue abierta, demasiado concentrado en lo que leía como para notar la presencia que acababa de hacerse presente en la sala y el ruido de sus propios murmullos mientras exprimía su cerebro para encontrarle sentido a aquellas marcas rojas sobre el papel lo había hecho incapaz de escuchar su nombre ser llamado en voz alta por su pareja.

    Akihiko sonrió, llevando apenas una mano a cubrir su boca. ¡Oh, qué peligroso que era eso! Misaki se veía adorable y sensual enterrado en trabajo murmurando para sí mismo mientras escribía en el cuaderno que tenía apoyado sobre su rodilla izquierda estando sentado a lo indio sobre la alfombra del salón.

    La noche anterior había sucumbido ante la epifanía de que su atolondrado castaño ya era todo un joven hombre trabajador y verlo vestido con una camisa de algodón holgada y unos pantalones viejos mientras le ponía toda su concentración y su pasión a hacer su trabajo no hacía más que re-confirmarle aquello.

    Ya no aguantaba más, el castaño no había reparado en él y tampoco en la apetecible vista que le estaba ofreciendo, no había mentido en la mañana, Misaki realmente lo había dejado encendido la noche anterior y esa semana había sido amarga entre las peleas y las horas alejados el uno del otro y justo cuando pensó que podría tenerlo para él, que podría iniciar su sábado de una manera feliz y fogosa Isaka había llegado para arruinar su fiesta.

    Chasqueando su lengua se quitó el saco, dejandolo sobre el respaldar de una silla y luego deshizo el nudo de su corbata para dejarla colgando sobre el saco antes de caminar con pasos suaves y silenciosos, sin advertir de su presencia al que pronto sería su presa.

    No le costó mucho llegar hasta Misaki, y menos aun le costó situarse tras de él, estirando una mano por sobre su cuerpo para quitarle el storyboard de la mano al mismo tiempo que depositaba un beso sobre su cuello. -Ya no es hora de trabajar.

    -¡Ah! ¡Usagi-san! ¡Casi me matas de un infarto! ¡No hagas eso!- Gritó tras el sobresalto que sufrió por ser tan abruptamente interrumpido. -Ten cuidado con eso, es de Marukawa y tengo que devolverlo el lunes.

    El escritor hizo una mueca, arrodillado a la espalda del menor mientras rodeaba su cadera con una mano y con la otra sostenía aquel material para darle una rápida ojeda. -¿Qué se supone que tenes que hacer con esto?

    -Takano-san me pidió que leyera unos cuantos storyboard de mangas que fueron publicados por el departamento Emerald en los últimos años y que luego le explicara los motivos por los que fueron señaladas cada una de las correcciones.

    -Está explotandote.- Alegó con el ceño fruncido el escritor.

    -No más de lo que vos explotas a Aikawa-san, Usagi-san. - Le hizo notar, girándose para tomar aquel documento de las manos grandes del millonario y acomodarlo a un lado antes de frotar sus ojos con sus manos. -¿Qué hora es? ¿Cómo te fue en la entrevista?

    -Son las cuatro de la tarde, me fue bien, fue insoportable como siempre, luego hubo un receso en el que Isaka me obligó a ir a almorzar con la entrevistadora, él y Aikawa y después de eso hubo una fastidiosa sesión de fotos para la estupida revista.

    -Sé que no te gustan esas cosas, Usagi-san, pero es parte de tu trabajo.- Alegó negando suavemente con su cabeza. -No deberías poner tantas quejas por hacer lo que corresponde.

    -Hablando de eso…- El hombre esbozó una sonrisa casi perverse mientras unía su brazo disponible al que anudaba las caderas de Misaki contra él. -Vos le dijiste a Isaka-san que ibas a encargarte de que yo cumpliera con sus caprichos por este mes…

    -Es tu trabajo, Usagi-san. - Le recordó con un leve temblor en la voz, la actitud de su pareja estaba poniendolo tenso, la tonalidad que estaba empleando para hablar le advertía que el sujeto no tenía buenas intenciones.

    -En fin, te dije que esto iba a costarte.- Alegó girando el rostro para mordisquear suavemente el cartílago de la oreja derecha del chico, reprimiendo una mueca satisfecha al escuchar el ahogado suspiro que su acción le había robado al menor. -Yo había accedido a este trato por mis propios intereses, pero vos te encargaste de que Isaka no te cambiara de sección dejándome a mí sin ningún beneficio.

    -Es tu trabajo.- Repitió con la respiración un poco más agitada, cerrando sus ojos al sentir los labios gruesos y ásperos del escritor comenzar a recorrer su cuello. -No se supone que yo deba darte nada a cambio de que cumplas tus responsabilidades, Usagi-san. -Intentó disuadirlo, aunque sabía que era inútil siquiera intentarlo, además tampoco estaba resistiendose, estaba inmóvil, dejándose seducir por esas caricias e intentado disimular lo mucho que deseaba que el escritor continuará.

    -Sabes que no funciona así, yo nunca salgo perdiendo. - Murmuró con tono arrogante, dejando a sus dientes morder suavemente esa zona sensible del cuello de su amante, esa que sabía que hacía temblar su cuerpo y recibió a cambio un estrangulado gemido. -Misaki… - Murmuró en su oído, usando sus manos para acariciar sus caderas, metiendolas lentamente bajo la remera.

    -Usagi-san, aquí no. - Pronunció con dificultad, no podía permitir que las cosas avanzaran más ahí, en medio de la sala, junto a los papeles del trabajo.

    -No estás resistiéndote, así no es divertido. - Bromeó con tono cantarín y burlista moviéndose despacio para levantarse del suelo tendiendole su mano al sonrojado aprendiz de editor que aceptó su ayuda unos segundos después para lograr ponerse de pie y una vez teniendolo frente a él avanzó un paso para tomar su mejilla en su mano derecha inclinándose para poder apoderarse de aquellos tiernos labios de dulce sabor.

    Misaki suspiró en el beso, alzando ambos brazos para abrazarse al cuello del mayor, correspondiendo al beso con suavidad mientras afirmaba sus dedos de una mano a la tela de la camisa y enredaba el resto en el platinado cabello del más alto. -Usagi-san. - Dejó salir su nombre en tono bajo, intímo y no protestó cuando las grandes manos del escritor lo tomaron por los muslos, alzandolo e incitandolo a rodearlo con sus piernas cosa que no dudo en hacer mientras volvían a besarse.

    Sentía los movimientos, imaginaba que Akihiko estaba llevandolo al cuarto mientras sus lenguas batallaban suavemente, frotandose la una a la otra en una caricia lenta y sensual antes de que los blancos dientes del fumador mordieran despacio su labio inferior tirando de él, movimiento que él imitó, succionando despacio el labio superior del mayor antes de abrir más su boca dejándose invadir, sintiendo la caricia del húmedo músculo de su novio recorriera suavemente la rugosidad de su paladar.

    Para cuando sintió que era arrojado sobre la cama su respiración ya era desacompasada, agitada y aun en la penumbra del cuarto, pudo divisar los juguetes a su alrededor y al dueño de su corazón parado frente a él, desabotonando su camisa con una mirada depredadora en los ojos.

    -En serio estas muy colaborador hoy ¿Me extrañaste, Misaki?

    Con el rostro sonrojado, ladeó su cabeza. No era capaz de contestar ese interrogante, al menos no con palabras así que decidió optar por algo differente. Con los años se había vuelto menos tímido y ya no le costaba tanto admitirse para sí mismo que la intimidad con Akihiko era algo que disfrutara pero aún seguía costándole un poco soltarse, la vergüenza parecía no querer desaparecer aún y cuando tras cinco años de relación poco o nada había de su cuerpo que el escritor no hubiera visto y tocado ya.

    Despacio y sin enfrentar las amatistas brillantes que lo observaban se quitó suavemente la remera, dejándola caer a un costado de la cama. Akihiko no tenía nunca ningún problema en desvestirse frente a él, pero para su persona seguía siendo algo penoso hacer eso las pocas veces que lo hacía era en momentos así, donde su propio deseo por el escritor quería manifestarse. Se había convertido en un código entre ellos, uno que el millonario no tardó en decodificar, sorprendiendose un poco de saber que de hecho su novio también necesitaba de sus caricias ese día.

    Subiendose a la cama, gateó sobre él para tomar su barbilla, volteando el rostro para poder enfrentarlo, disfrutando del tenue sonrojo que decoraba la cara de su novio antes de volver a besarlo y empujarlo lentamente sobre el colchón.

    Las manos de Akihiko siempre eran frías, sentirlas sobre su torso hacían del contacto algo electrizante que causaba estremecimientos difíciles de controlar y si a eso le sumabas el roce de la piel de sus torsos al desnudo y el beso que le estaba haciendo perder el aliento las sensaciones se convertían en algo excitante.

    Antes de notarlo sus propias manos estaban formando caminos sinuosos sobre la espalda de su amante, subiendo y bajando desde la nuca hasta su cadera, llevándolas después al frente de su cuerpo para recorrer suavemente el vientre plano del mayor.

    Sus dedos torpes bajaron con nerviosismo para desabrochar la hebilla del cinto y cerró sus ojos con vergüenza al escuchar la risa baja del mayor que se ahogaba entre sus bocas.

    -¡Nhg! - Gimió en tono moderado cuando el mayor dejó sus labios para bajar con su lengua por su barbilla, dedicándose después a perfilar el costado derecho de su cuello.

    -Misaki. - Su nombre pronunciado con esa voz enronquecida siempre tenía el mismo efecto, su cuerpo reaccionaba involuntariamente, ladeando su cabeza para cederle completa libertad al mayor, incapaz de resistirse a ese tono que hacía que su sangre fuera bombeada directamente a su entrepierna.

    -Usagi…- Susurró al sentir los finos dedos del peliplata deslizandose por su cadera, metiéndose dentro de sus pantalones y boxers para luego tirar de ellos, bajandolos juntos por sus piernas para dejarlo totalmente desnudo.

    Tuvo que tomarse un momento para mirarlo, el chico se veía agitado sobre su cama, totalmente desnudo y con las mejilla arreboladas por la excitación y la pena. No pudo reprimir el impulso de relamer sus labios mientras arrodillándose sobre el colchón acarició sus tobillos con ambas manos, subiendo por los músculos de sus pantorrillas para luego hacer algo de presión sobre las rodillas, separando sus extremidades bajas para poder acomodarse entre ellas. -Misaki, mirame. - Le pidió deteniéndose con sus manos ahora acariciando suavemente sus ingles.

    Tuvo que obedecer, simplemente no podía negarse a esa voz, así que con lentitud levantó sus párpados, encontrados sus ojos verdes en los violáceos de su pareja. -Usagi-san…

    El hombre dejó escapar un suspiro contenido, inclinándose al frente para volver a besar sus labios en un roce casto y corto. -Te amo, Misaki. -. Confesó apoyando su frente en la contraria sin perder contacto visual.

    Con sus manos aún presas de temblores inconexos, el chico acarició delicadamente las mejillas de su novio, permitiendo responder con una sonrisa tímida en un murmullo casi inaudible. -Tambíen te amo, Usagi-san…

    -Te extrañaba demasiado. - Murmuró mientras volvía besarlo, rozando sus labios al mismo tiempo que terminaba de quitarse las prendas que le impedían sentir con libertad la joven y cálida piel del castaño contra la propia.

    Apenado, pero dejándose llevar por el calor del momento, el menor ladeo el rostro, correspondiendo a los besos lentos y cargados de cariño y erótismo. -También… yo tambien. - Se atrevió a decir mientras volvía a envolver su cuello con sus brazos escuchando el ruido de la cremallera y la tela deslizándose por las piernas del más alto, incapaz de ahogar un gemido al sentir finalmente sus cuerpos desnudos friccionando mientras aumentaban la intensidad del ósculo.

    Los fríos dedos envolvieron su sexo erecto y los jadeos comenzaron a aumentar de volumen, chocando contra la atrevida lengua que estaba robándole el aire de los pulmones, cada vez menos consciente de lo que lo rodeaba, solo podía sentir el calor de su propio cuerpo y las caricias de su pareja, el sabor de su boca, la respiración ajena y dificultosa chocando contra su rostro.

    Estirándose como pudo sin romper el beso, Akihiko alcanzó el cajón de su mesa de luz, tomando a tientas el tubo de lubricante que llevaba abandonado ya una buena semana. ¡Hoy no estaba de humor para preliminares! Aunque por la forma en que Misaki respondía a sus caricias imaginaba que él tampoco.

    Apartándose casi a disgusto abrió el bote para humedecer sus dedos con el gel incoloro, sonriendo ladino al notar el temblor que sacudió al castaño que ahora se cubría el rostro con su antebrazo derecho, demasiado abochornado como para enfrentarlo.

    Se tomó su tiempo para prepararlo, adentrando sus dedos uno a uno entre los gemidos contenidos y los leves arañazos que su brazo derecho estaba ganándose cada vez que golpeaba la próstata con la punta de sus dígitos. Estaba en su propio límite, su paciencia no era mucha y tener al chico tan cooperativo estaba haciendo que su libido se disparara. Necesitaba sentirlo, necesitaba poseerlo.

    -Misaki… ¿Estas listo? - Preguntó con su propia voz agitada por sus bajos jadeos mientras rotaba sus tres dedos en su interior a un ritmo acelerado.

    -¡Si! - No sabía de donde carajos había salido ese grito casi desesperado, pero ya no podía contener su necesidad, sus piernas estaban abiertas flexionadas mientras sus caderas estaban en alto para facilitarle la tarea de dilatarlo a su amante y sus pies apoyados sobre la cama estaban estrujando las sábanas con la forma en que apretaba sus dedos.

    No necesito más confirmación que esa, tomó los muslos para alzarlos, invitando a Misaki a envolver sus caderas con sus extremidades bajas mientras frotaba su pulsante y húmeda erección contra la entrada resbalosa de lubricante.

    Fue entrando poco a poco, probando el terreno ya explorado y conocido, atento a sus reacciones como si fuera la primera vez que lo hacían, dejando su propia voz libre para soltar un gemido ronco al sentirse totalmente abrigado por aquellas cálidas y apretadas paredes, gruñendo de gusto al sentir las filosas uñas clavándose en sus hombros y el pecho contrario arqueado y frotándose contra el propio, haciéndole sentir contra su dermis sensible dermis los erectos pezones y la piel pegajosa de sudor de su compañero.

    La quietud solo duró unos segundos, mientras ambos intentaban recuperar el control de sus desbocados cuerpos, uno ansioso por moverse y el otro aun algo adolorido. Era imposible para ambos determinar en qué momento sus caderas comenzaron a moverse, si la danza había sido empezada por uno o por el otro o si simplemente aquel ritual era para ellos tan conocido que todo había comenzado al unísono.

    Sus cuerpos se reconocían, se buscaban, sus bocas bebían de la contraría sus alientos, sus gemidos, la saliva. Las manos recorrían cada recoveco, cada pliegue, cada conocida zona, buscando pertenecerse, buscando saciar la sed del otro por tenerse, por demostrarse físicamente el amor que se tenían.

    La habitación antes silenciosa se había llenado del ruido obsceno de sus pieles al rozarse, de la humedad chapoteando entre sus cuerpos con cada estocada, del sonido seco de sus caderas al encontrarse cada vez con más fuerza, con un movimiento más frenético, el rechinar de la cama chocaba contra las paredes mezclada con el coro de sus gemidos, el cántico de sus nombres pronunciado el tono que solo el frenesí de su pasión podía otorgarles.

    -¡Usa-gi! ¡Más…! - El pedido abandonó su boca sin haber sido consciente de ello y lo que recibió a cambio fue el movimiento brusco de su pareja al abandonar su cuerpo. Aquello lo sorprendió pero antes de tener tiempo a cuestionar nada las manos de su pareja lo habían volteado sobre la cama, conociendo ya las intenciones de su amante, dejó que todo su pecho se recostara contra la mantas desordenadas, aferrando sus manos a la almohada que tuviera más cerca mientras alzaba sus caderas, alcanzando a ahogar el grito que abandonó su garganta al morder la sabana bajo él.

    La nueva invasión fue violenta, pero no se quejaba su cuerpo se mecía hacia adelante con cada estocada rápida y fuerte que mandaba correntadas de placer por todo su cuerpo nublando aún más su mente.

    -¡Misaki..!- Ese gemido contra su oído pareció encender aún más su enardecido cuerpo, y el clímax comenzó a cernirse sobre él, aumentado la presión en su vientre y en sus testículos, apretando más sus paredes internas sobre la virilidad de su amante que estaba haciéndolo llegar a un necesitado orgasmo.

    -¡Usa-gi! ¡Ya…! ¡Angh~ No puedo! - Advirtió con la voz sofocada, incapaz de sostenerse más a sí mismo por los temblores en cuanto sintió que la fría mano del mayor abandonar el costado derecho de su cadera para deslizarse entre sus piernas, masturbandolo a la misma inhumana cadencia de sus embistes.

    -Hazlo… Vente para mi, Misaki. - El gruñido junto a su oído fue el último empujón que necesito para dejarse arrastrar por el placer, sucumbiendo entre espasmos involuntarios a los deseos de la carne, acabando sobre la mano que lo acariciaba. -¡Misaki! Te amo…- El gruñido para él se escuchó distorsionado, sintiendo sus oídos zumbar con el latido de su propio latido del corazón aturdiendolos, siendo obscenamente consciente gracias a su hipersensibilidad del momento en que su novio colmó su interior de su candida simiente.

    Lo siguiente que supo fue que ambos estaban colapsados sobre el lecho, jadeando por aire e intentado recuperar el control de sus cuerpos. Les tomó varios segundos volver a tener capacidad para moverse y un quejido incómodo se dejó escuchar de parte de mi Misaki cuando el escritor abandonó su interior para recostarse a su lado.

    Aun en silencio se dejó abrazar, moviéndose con lentitud al sentir sus extremidades aún atontadas por supor del post orgasmo y sonrió débilmente al sentir las mantas cubrir su cuerpo desnudo.

    -.-.-.-.-.-.-.-

    Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el pálido pecho de su novio subiendo y bajando al ritmo de su respiración calmada. Algo confundido se incorporó con lentitud, apoyando el peso de su cuerpo con una mano sobre el colchón y la otra en el vientre de su pareja, intentando ubicarse en tiempo y espacio.

    El rubor cubrió su rostro en cuanto los recuerdos de encuentro llegaron a su conciencia, se había dejado llevar, no había notado lo mucho que había extrañado los pervertidos ataques del escritor. Definitivamente esa había sido una dura semana para ambos.

    Lo vió tan apaciblemente dormido que se atrevió a inclinarse para depositar un beso casto sobre sus cerrados labios y luego intentó escaparse del atenazador brazo que apresaba sus caderas. Seguramente era tarde y tendría que volver a ducharse antes de poder bajar a hacer la cena.

    -¿A donde crees que vas?- La protesta, hecha con la voz rasposa y mal humorada del millonario, frustró sus intenciones de escapar indemne del lecho.

    -Eh… ¿A ducharme? - Contestó no muy seguro, totalmente quieto. El humor de mierda de su compañero de piso cuando despertaba no era algo para tomar a la ligera, no importaba lo que hiciera, Usami Akihiko siempre despertaba con un humor de mil demonios.

    -Hnmp…- La queja vino acompañada de ambos brazos envolviendolo y tirando de él con la suficiente fuerza como para hacerlo caer sobre el pecho contrario.

    -¡Usagi! - Reclamó, apoyando ambas manos en los pectorales para intentar empujarlo y hacer algo de espacio entre ambos. -Es tarde, nos quedamos dormidos, tengo que ir a ducharme antes de hacer la cena.

    -Pediré comida chica. - Zanjó el tema sin soltarlo y sin abrir aun sus ojos.

    -Ese no es el problema ¡Déjame levantarme!

    -No vas a moverte de esta cama hoy, Misaki.- Contestó abriendo los ojos para mirarlo con el ceño fruncido.

    -No vamos a quedarnos acá todo el bendito día.- Girando su mirada al infantil despertador sobre la mesa de luz se relajó un poco al notar que eran apenas las seis y cuarenta de la tarde, era algo más temprano de lo que él esperaba. -Déja que me levante, Usagi-san.- Volvió a insistir escuchando el rechinar molesto de los dientes del escritor antes de que los brazos lo liberaran. -Gracias. - Ni lento ni perezoso, evitando a toda costa que al hombre se le ocurriera volver a capturarlo, salió disparado de la cama, llevándose consigo la sábana para cubrir su cuerpo desnudo. -Te veré abajo.

    Como era de esperarse solo recibió otra queja y pudo ver de reojo como el mayor volvía a dejarse caer sobre el colchón.

    No demoró mucho en ducharse y menos aún en volver a vestirse con otra muda de cómoda ropa de entre casa. Acababa de preparar la mesita ratona de la sala para su tardía merienda cuando vió a su pareja por las escaleras vistiendo un pantalón de vestir, una camisa blanca y una corbata azul marino. Jamás iba a entender al fenómeno de su novio y su manía por vestir formal incluso dentro de la casa en un día de descanso. -Estoy por servir el café, Usagi. -Anunció, mientras regresaba a la cocina en busca de la jarra con aquel amargo líquido caliente y recién hecho.

    -Ah, ya recogiste tus cosas… - Mencionó al ver que los storyboard que estaban desperdigados por todos lados cuando llegó ahora estaban ordenados en dos montones prolijos sobre la mesa del comedor.

    -Si, no quería que se mancharan con el café o algo así, Takano-san me mataría. - Comentó casi sufriendo al imaginar la bronca que su jefe le daría si algo así pasara.

    -Ese hombre te explota.

    -No es un mal jefe, Usagi-san, es un hombre muy capaz solo es muy exigente.- Aclaró mientras servía las dos tazas y se sentaba frente a su pareja en un sofá individual y dejaba la jarra a un lado.

    -Hump. - Chasqueando la lengua tomó su cajetilla de cigarrillos para encenderse uno, le molestaba demasiado que Misaki defendiera a ese sujeto.

    -No empieces.- Pidió, adivinando los celos que el mayor sentía solo por haber acotado algo tan simple como lo anterior. -Y no fumes mientras merendamos, sabes que me molesta. - Le recordó casi resignado.

    -Esta bien.- Accediendo, dejó el su vicio a un lado, junto a la cajetilla y tomó su taza para dar el primer sorbo. -Mañana podríamos salir, ya entregué mi manuscrito y es domingo, asi que deberias estar libre. - Sugirió con tono más calmado.

    -Bueno, podríamos salir en la tarde, si me levanto temprano quizás llegue a terminar de leer las cosas del trabajo, pero no puedo seguir aplazando. - Alegó con una pequeña mueca pero luego sonrió. -Pero si, creo que alcanzaré a terminar todo para la tarde, además también tengo que ir a hacer la compra de la despensa, podemos ir juntos.- Aportó, sabiendo que esas cosas tan simples y cotidianas seguían gustandole mucho a su caprichoso y extravagante novio.

    -Suena a un buen plan. - Accedió con una sonrisa mucho más relajada, cortando un poco de la porción de tarta de fresas que tenía frente a él. -¿La cocinaste vos? ¿O la compraste?

    -La compre, últimamente no tengo tiempo de ponerme a hornear nada. - Admitió con un leve gesto de tristeza, le gustaba su trabajo, pero en conjunto con su exigente pareja muchos de sus hobbies habían sido totalmente relegados ¿Cuándo había sido la última vez que había leído un manga de "The kan" u horneado algo? No lo recordaba.

    -Podrías renunciar, yo puedo mantenernos a ambos tranquilamente no es necesario que trabajes.

    -Ya hemos hablado de esto, Usagi-san, me gusta lo que hago y no voy a ser un parásito viviendo de tu fortuna, además deberías guardar dinero para tu retiro.

    -No planeo retirarme en muchos años, Misaki y no serías un parásito, eres mi novio, no me molestaría mantenerte.- Alegó con el ceño fruncido.

    ¡Y otra vez la mula al trigo! ¿Qué les estaba ocurriendo? ¡En serio no podían estar sin discutir un mísero día! -No quiero que me mantengas además ¿Qué excusa le diríamos a mi hermano si yo me quedo aquí de vago viviendo a tu costa? - Intentó bromear, quitarle hierro al asunto, realmente no quería pelear pero el golpe de la taza al ser dejada bruscamente sobre su correspondiente plato sobre la mesa lo sobresaltó. -¿Usagi?

    -¡¿Y si ya no quiero inventarle excusas a Takahiro?!

    La pregunta había sido escupida con ira, la mirada molesta y dolida que los ojos violáceos estaban mandandole lo dejó sin habla por unos segundos. -¿Qué? - Atinó a cuestionar poco elocuentemente, bajando su taza para dejarla sobre su propio plato frente a él.

    -Ya no quiero ocultarnos Misaki, en algún momento teníamos que hablar de esto ¿Cuánto tiempo más vamos a escondernos como ratas?

    -Usagi… - Murmuró incrédulo y sorprendido, intentando digerir el planteamiento que el mayor exponía.

    Con manos nerviosas, el de cabello platinado tomó de nueva cuenta el cigarrillo antes olvidado y lo encendió, dando una profunda calada antes de retirarlo de su boca, exhalando segundo después el tóxico humo. -Perdón, esa no era la forma en que quería decirte esto.

    -Hablamos de esto antes…

    -Si, y en su momento acepté que aún no estuvieras preparado para decirle de lo nuestro, pero ¿Cuánto más vamos a mentirle? Misaki, él es mi amigo, y es tu hermano ¿De verdad pensas que podemos mentirle para siempre?

    -No para siempre pero…

    -Acabará por descubrirlo de una forma o de otra y prefiero que seamos nosotros quienes se lo digamos a que pase algo peor, que nos descubra haciéndolo, que nos vea besarnos, que algún día se terminen las excusas sobre los chupones en tu cuello, que lea alguna de mis novelas BL, que alguien que sepa de lo nuestro se lo suelte pensado que ya lo sabe, son muchos riesgos ¿No te parece?

    -Usagi-san, yo no quiero decírselo aún.- Admitió con la voz velada de tristeza. Entendía lo que el hombre explicaba y sabía que tenía razón, pero hablarle a su hermano sobre el tipo de relación que él sostenía con el escritor era algo a lo que estaba aterrado de tener que enfrentar.

    -¿Por qué? ¿Por qué, Misaki? ¿Te averguenzas de mi?- Consultó con seriedad, intentado que las emociones que se arremolinaban en su pecho no se translucieran en su voz, pero fue imposible, su inseguridad y las preocupaciones que habían estado rondando su mente salieron expuestas con esas preguntas, presentándole al castaño los fantasmas que aullaban en la noche durante los sueños del escritor.

    No sabía qué contestar a eso, o mejor dicho no se atrevía a hacerlo. Akihiko estaba frente a él, mirándolo expectante, al vilo de una respuesta de su parte que no tenía el valor de formular, sin embargo verlo desviar la mirada con un suspiro resignado al compás de un suave "entiendo" pronunciado en tono derrotado mientras volvía a aspirar el filtro del cigarrillo fue suficiente como para darle coraje.

    Ya no era un niño, exigía ser tratado como adulto, por lo tanto tenía que actuar en consecuencia, aquello no era discutir sobre qué harían al día siguiente, el escritor estaba haciéndole preguntas válidas y serias respecto a su relación, temas que habían pospuesto por años y el golpe de realidad que era ver la forma en que su inmadurez estaba lastimado a su amado fue suficiente como para animarlo a reunir todo su valor. -No, usa-...- Tragó saliva, ese era un apodo tierno, uno que usaba desde que había comenzado a tener confianza con el mayor, uno que había aprendido de su hermano ya que esa era la forma en que él le llamaba, en ese momento no se sentía correcto decirle de esa forma, sentía que esa conversación era algo que podía cambiar el curso de su relación.

    Con decisión, se levantó del sofá, sintiendo las ensombrecidas amatistas seguir sus andar hasta que se sentó junto a su pareja en el sillón de dos cuerpos, tomando a Susuki-san para sacarlo de su asiento por el momento. Si iban a tener esa charla iban a hacerlo bien. Se acomodó de costado, esperando a que el mayor hiciera lo mismo, y una vez que estuvieron de frente le sostuvo la mirada por un largo momento. -Akihiko, no me averguenzo de vos.- Le aclaró con voz clara y honesta. No había espacio para tonterías, eso era importante, sin embargo no pudo evitar la punzada de vergüenza al notar el gesto del mayor desfigurarse en una mueca incrédula y desconcertada.

    -Me llamaste por mi nombre…- La frase abandó sus labios con la misma sorpresa que reflejaba su rostro.

    -Si, bueno… Si vamos a hablar de esto, creo que llamarte Usagi suena un poco tonto.- Intentó justificarse con algo de nerviosismo. -¿Te molesta que te diga Akihiko?

    -No me llamas por mi nombre ni cuando hacemos el amor, Misaki. - Le hizo notar, soltado una leve risa al ver el sonrojo cubriendo las mejillas contrarias. -Solo me sorprende.- Lo tranquilizó estirando la mano derecha para tomar una de las del chico, entrelazando despacio sus dedos para luego acariciar el dorso con su pulgar. -Tranquilo, no me molesta, me gusta. - Le aclaró con algo más de serenidad. -Si no te averguenzo ¿Cuál es el problema?

    -Tengo miedo.- Admitió tras respirar profundamente, afirmando el agarre entre sus dedos. -Mi hermano es la única familia que me queda.

    -Lo sé, Misaki, por eso merece saber esto y no que estemos mintiendole en la cara.

    -Pero, Akihiko ¿Y si no lo acepta?- Preguntó con los ojos cristalinos, negándose a llorar en un momento así, pero sin ser capaz de controlar las emociones que se anudaban en su pecho.

    -Él te ama, sé que es una posibilidad que él no tome bien la noticia, pero te ama y tarde o temprano lo aceptara. Mi padre te acepto ¿Por qué no lo haría Takahiro?

    -Es diferente. - Negó suavemente con su cabeza, bajando la mirada a sus manos entrelazadas. -Mi hermano espera de mí que me vaya a vivir solo, viste como se puso y lo que nos costó convencerlo de que permaneciera viviendo aquí a pesar de que ya tengo un título y un trabajo, él espera que yo me ponga de novio con una chica linda y que forme una familia…

    -Misaki, él solo espera que seas feliz.- Alegó interrumpiendo el discurso, usando su mano izquierda para levantarle la barbilla y hacer que sus miradas volvieran a enfrentarse, dolido al ver esas esmeraldas empañadas de lágrimas, llenas de inseguridad y miedo.

    -Pero no quiero decepcionarlo.- Admitió finalmente. -Yo… lo que hablamos hace una semana tenía algo que ver con esto.- Admitió recibiendo una mirada algo confundida de su pareja y tras tragar saliva con algo de dificultad prosiguió a explicarse. -Sé que si le decimos a mi hermano de lo nuestro él hará preguntas, preguntará cómo y cuándo empezó y hay muchas cosas que no estoy dispuesto a explicarle, va a preguntar por… por mi orientación sexual y era algo que no tenía claro hasta ahora.

    -Entiendo, supongo que tenes razón, va a preguntar muchas cosas, no había pensado en eso.- Admitió con una mueca en sus labios, acariciando suavemente una de las mejillas del menor tras subir los dedos que antes sostenían la barbilla, intentando brindarle consuelo. -Pero aun así, esto no cambia las cosas, no quiero que sigamos mintiendo, que no sigamos escondiendo como si lo que tenemos fuera algo malo.

    -Pero ¿Y las consecuencias que eso traería?- Consultó con el ceño fruncido, no de molestia ni enojo, sino simplemente por lo contrariado que lo hacía sentir pensar esas cosas. -Akihiko, sos mayor que yo por diez años, sos el mejor amigo de mi hermano, cuando él me dejó aquí bajo tu cuidado estoy seguro de que jamás se imaginó que nosotros íbamos a tener este tipo de relación, no quiero que ustedes peleen, no quiero que él eche culpas sobre vos que no corresponden, que intente separarnos como hizo tu padre, vos te llevabas mal con él, cuando intento tal cosa no tuviste problemas con dejar claro que no ibas a dejarme pero yo no sé si sea capaz de pelearme con mi hermano, no quiero que eso pase, no quiero que haya heridos.

    -Misaki, contestame una cosa ¿Yo te hago feliz?- Consultó apretando un poco sus manos juntas, subiendo sus dedos a acomodar un mechón de cabello tras una de las orejas contrarias con sus ojos enfocados aun en los verdes frente a él.

    -Si.- Se limitó a contestar, no muy seguro de que se debía semejante pregunta.

    -Entonces no te preocupes por todo eso.- Alegó negando suavemente con su cabeza. -Takahiro es un hombre dulce y comprensivo, está algo chapado a la antigua pero por lo único que ha velado hasta antes de casarse y tener un hijo es por vos, por tu felicidad bienestar y aún sigue haciéndolo aunque tenga una esposa y un crío del que ocuparse. Si eres feliz conmigo entonces él va a entender, no va a darte la espalda ni va a decepcionarte.

    -¿Cómo estás tan seguro? - Preguntó dejando caer sus lágrimas, incapaz ya de mantenerlas en sus ojos y dejando que éstas hicieran largos ríos que surcaban sus mejillas.

    -Porque te ama, y él se cortaría sus propios brazos antes que herirte o truncar tu felicidad, él no sería capaz de lastimarte, Misaki. - Le hizo notar limpiando suavemente su llanto con el pulgar. -Va a aceptar que eres homosexual, y quizás le cueste procesar que sales conmigo, pero no va a rechazarte, ni vas a decepcionarlo.

    -Aún así… No sé si esté listo para decirlo ¿Qué pasa con todo lo demás? ¿Con tu carrera? ¿Si todo sale mal y mi hermano decide exponerte de mala forma a los medios? Yo no quiero ser una molest-...- Su perorata fue interrumpida por un suave beso y al separarse miró confundido la leve sonrisa en los labios del mayor.

    -Yo nunca estuve de acuerdo con ocultar lo nuestro, Misaki, ni de tu hermano ni de nadie pero entiendo que vos sos un chico simple que no quiere ser seguido por las cámaras y los medios, eso no quita que para mi no es nada trágico que salga a la luz nuestra relación, ni mucho menos el hecho de que soy gay, de todos modos vos no sos ninguna molestia, no vuelvas a decirlo.- Pidió con seriedad, pero desprendiendo dulzura de su mirada. -Takahiro no va a hacer semejante cosa, es mi amigo y más importante que eso es tu hermano y no va a exponerte. Ya te lo dije, te ama, no haría nada para lastimarte. - Repitió con calma.

    -Akihiko yo…- Balbuceó intentando reprimir el llanto que aún no se detenía y ordenar sus alborotadas ideas. -Esto me asusta.

    -Lo sé, pero llevamos cinco años juntos ¿Vamos a escondernos por otros cinco? ¿Por diez? ¿Hasta que él lo descubra? Quiero poder tomar tu mano cuando él vine de visita con su familia, quiero poder besarte en navidad cuando vamos a cenar a su casa, y no solo estar ahí y comportarme como si no fuéramos más que amigos frente al que es mi cuñado. Ciertamente no me gusta tener que faltarle el respeto así en la cara, fingiendo inocencia frente a él sabiendo que todas las noches te hago gritar mientras llegas al orgasmo. Es hipócrita y no creo que Takahiro merezca esto, que ambos estemos traicionando su confianza al ocultarle algo tan importante.

    Cerrando sus ojos, el castaño respiró profundo, y soltó la mano del escritor para luego dejarse caer suavemente contra su pecho, envolviendo sus caderas con sus brazos y sintiendo los contrarios rodearlo. Necesitaba eso, necesitaba un abrazo, sentirse seguro contra ese fuerte torso que parecía que era capaz de protegerlo del peor de los monstruos que habitaba en su cabeza.

    -Te amo, Misaki, sii de verdad no estás listo lo aceptaré, pero esto no puede seguir así para siempre. - Pronunció mientras apoyaba suavemente su barbilla sobre la coronilla del menor, acariciando suavemente la espalda del chico mientras lo refugiaba contra él.

    -No.- Contestó alejándose lentamente tras unos momentos pero sin poner la suficiente distancia como para romper el abrazo, alzando su mirada a él, tomándose ese instante para apreciar los sentimientos claros y honestos que reflejaban los ojos de su pareja y se armó de valor antes de tomar una determinación. -El fin de semana que viene, el viernes cuando salga del trabajo podemos ir a ver a mi hermano por el fin de semana y se lo diremos.

    -¿Estás seguro?

    -Si, tenes razón, mi hermano no merece que lo traicionemos y si… si seguimos ocultandoselo será aún peor cuando se entere.

    Subiendo sus manos, tomó su rostro entre ellas para acariciar sus mejillas sus pulgares, limpiandolas de las lágrimas que sus ojos ya habían dejado de derramar. -Te amo, Misaki.

    Sonrojado, cerró sus ojos, disfrutano de esa caricia y entreabriendo sus labios correspondió a sus palabras. -También te amo, Akihiko. - Un beso selló su confesión, uno que cada vez iba subiendo más su intensidad y antes de darse cuenta estaba recostado en el sofa con el cuerpo del millonario sobre él.

    -Quiero hacerte el amor de nuevo, Misaki…- Murmuró en su oído mordisqueandolo despacio mientras él solo era capaz de aferrarse a su espalda, tirando suavemente de la tela de la camisa. -Y quiero escucharte gemir mi nombre esta vez.

    Se tomaron su tiempo, esta vez no había desesperación, ni apuro, ni ciego deseo, solo la necesidad de sentirse, de demostrarse amor, de regalar caricias, de dejar que sus almas aún expuestas y sus emociones aun revueltas se correspondiera, se enlazaran.

    Hicieron el amor, algo más allá del mero sexo, de la mera exigencia de la carne ardida, cada beso no se daba sólo sobre la piel, cada susurro iba cargado de consuelo, el espíritu agitado de Usami que había cargado por años con tormentosos demonios que le auguraban miserias para su futuro, alegando que Misaki se avergonzaba de él, de sus sentimientos y su relación, ahora era calmado con cada roce, con cada gesto, y toda las dudas de Misaki volaron a algún lugar inalcanzable, borradas de él por las palabras dulces y los besos cuidadosos de su pareja.

    Las dudas de amos se diluían mientras sus cuerpos se fundían, mientras sus almas se mimaban. Nada más allá de ellos existía.

    -Continuará.


    Notas de Sioa: Bueno claramente me odian, mucho, quizás demasiado, quizás los review se llenen de amenazas sobre que si llego a abandonar esto me van a cortar las tetas o cosas peores, pero bueno gente ¡Al menos volví! Mis fics entran en pausa pero nunca son abandonados del todo. ¡Jamás! Voy lento, pero algún día los termino. Sé que muchos de mis lectores deben haberse desaparecido y que ni se acuerden de esta historia pero espero que el capítulo haya valido en algo la espera.

    Gracias al lemmon tuve que cambia la categoría del fic, originalmente no tenía planeado poner lemmon, esto ha sido una sorpresa.

    Ya no queda nada, quizás en dos o tres capítulos esto llegue a su final, y no esta vez no van a tener que esperar tanto, probablemente en unos días, cuanto mucho una semana este el siguiente cap.
    Sin más que añadir, espero que hayan disfrutado la actualización, estaré esperando sus comentarios para ver que opinana de todo esto, me quedó un poco muy emotivo el capítulo.

    Cuidense mi gente.

    Sioa Shun Uchiha-san.
  14. .

    Es una pareja jodidamente Crack, pero it's kinda cute too xD

    Me reí, honestamente. Entré solo por curiosidad y aunque es cortito esta bien. Espero ver otros trabajos tuyos en otra oportunidad :D

    Te mando un besaso <3

  15. .
    San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Lunes 20 de Mayo del 2019.

    Encrucijada.

    Capítulo 6: Paseando por Venecia.

    By Sioa Shun Uchih-san.



    No les había tomado ni cinco minutos llegar a la plaza San marcos desde el hotel Rose Salva donde se había llevando a cabo la reunión del G8, aquel hotel era una de las edificaciones históricas de la ciudad y estaba ubicado a solo cien metros de la la famosa plaza cosa que era una ventaja, podrían aprovechar bien lo que les quedaba del día para poder hacer un recorrido rápido pero indiscutiblemente enriquecedor.

    -Esta ciudad en serio es hermosa, Ita-chan.- Comentó el antiguo reino de Prusia caminando con paso distraído, observando los alrededores mientras se disponían a caminar entre la gente a través de la plaza, siendo las tres de la tarde le llamaba un poco la atención la poca cantidad de personas cuando suponía que siendo un lugar central por lo general debería ser un hervidero. -No hay mucha gente, al menos podremos pasear tranquilos.

    -Es hora de la siesta en realidad, muchos lugares están cerrados en este horario.- Explicó alegremente el italiano mientras caminaba junto al albino con aire atolondrado y jovial. -Me alegra poder enseñarte la ciudad, Prussia, espero que te guste, ve~

    -¿Y bien? ¿Cuál es el cronograma?- Consultó entre divertidas risas.

    -¿Cronograma? Eh… pues… ve~ - Dudó mientras ladeaba su cabeza, en realidad no tenía absolutamente nada planeado y con una risita alegre giró su rostro para centrar su mirada ámbar en la carmesí del contrario. -Pasear y ver que encontramos para hacer.

    -¡Kesesesesese! ¡Es un buen plan! Improvisar se nos da bien, nada malo puede pasar cuando estas con el asombroso Preußen.

    Italia del norte río contagiado de la energía de su acompañante. Pasear con Prussia era diferente a hacerlo con Germania, el rubio se había molestado con él el día anterior al haberlo sacado de la casa sin un rumbo fijo, ni siquiera había pensado en si habría museos abiertos o algo interesante para hacer, solo lo había sacado de la casa con la intención de tomar aire y ver los alrededores con ningún objetivo particular en su mente y eso le había valido un leve regaño, aunque, siendo honestos Germania nunca era realmente duro con él a la hora de reclamarle algo, menos algo tan simple como no haber planificado una salida turística.

    El albino andaba con paso relajado, mirando todo con una curiosidad palpable que lo hacía sentir halagado por el interés honesto que mostraba por conocer una de sus ciudades, observando los edificios y poniendo atención a la bella arquitectura que los rodeaba, nada que ver con el rostro sereno y casi inexpresivo de su hermano menor, que pese a estar atento no dejó traslucir tantas emociones mientras recorrían aquellas zonas el día anterior.

    -Eso de allí es la torre Campanile, aquella es la Basílica de San Marcos. - Dijo señalando frente a ellos con su sonrisa perpetua, notando como el rostro del albino seguía los movimientos de su mano y sonrió al ver que el hombre se giraba para señalar en otra dirección.

    -Supongo que ese es el Palacio Ducal ¿Eso que está allí atrás es el puente de los suspiros? - Preguntó con los mismos ánimos con que un niño que le ruega a su madre que le compre dulces.

    -Sì ¿Qué quieres hacer primero, Prussia? - Preguntó contagiado de su emoción.

    -¡Vamos a tomarnos fotos en las columnas de San Marcos y San Teodoro! - Exigió comenzando a correr. -¡No te quedes atrás, Ita-chan!

    El castaño comenzó a reírse, corriendo a ritmo débil tras los acelerados pasos del mayor. El albino no demoró en sacar su teléfono, apuntando hacia ambos con la cámara vez que estuvieron en medio de aquellos impresionantes monumentos. -¡Sonríe, Ita-chan!

    -Ve~ Te tomaré una foto en medio de ambas para que se vean bien. - Aseveró con energía tomando el celular de las manos del mayor para luego correr con el entre ellas, alejándose unos cuantos metros y no pudo evitar soltar una carcajada mientras veía al antiguo imperio parado entremedio de ambas, abriendo sus brazos y sus piernas a toda su capacidad con una enorme sonrisa en sus labios.

    -¡Asegúrate de captar todo mi asombroso ser!

    El italiano asintió vigorosamente mientras tomaba fotos cada vez que el albino cambiaba de postura, tomó un par con él con los brazos abiertos de aquella forma mientras lo escuchaba gritar un "Soy el rey del mundo" que hizo que algunos transeúntes se giraran a mirarlo, como si de porsi el de cabello blanco no llamara lo suficiente la atención su algarabía estaba haciendo que varios turistas que estaban cerca se detuvieran a observar el show que estaban montando mientras el teutón ahora se cruzaba de brazos dándole tiempo al italiano de tomar otro par de fotos antes de alzar su manos al cielo con una postura de superioridad mientras la sonrisa arrogante decoraba sus labios. Estuvieron así unos minutos, hasta que el de rojos ojos le pidió a un turista americano que les tómara un par de fotos juntos, él era asombroso, claramente, pero quería poder tener recuerdos junto con el castaño en las fotos y no solo que estas fueran de sí mismo.

    Le había pedido a Italia que se subiera a su espalda y éste no demoró ni dos segundos en subirse encima de él, anudando sus brazos a su cuello mientras envolvía sus cintura con las piernas, apoyando todo su peso en su espalda para dejarse tomar fotos entre risas y bromas.

    - Son impresionantes.- Admitió Prusia cuando dieron por terminada la sesión fotográfica, observando las altas columnas en cuyos extremos superiores enseñaban orgullosas dos esculturas impactantes. El león de San marcos, emblema de venecia y en la otra la San Teodoro.

    -En realidad se cree que es de mala suerte caminar entre ellas ve~ - Comentó pensativo el castaño mientras veía la forma embelesada en que el teutón admiraba las columnas.

    -¿Y por qué es eso? El asombroso yo no cree en supersticiones ¡Como si fuera posible que algo tan simple pudiera darme mala suerte!- Alegó entre risas alegres.

    -Bueno, fueron erigidas en granito en 1772, y además de ser la bienvenida para quienes llegaran a Venecia por barco eran el lugar donde se hacían las ejecuciones públicas.- Explicó con rapidez. -La gente cree que esa mala energía puede traer mala suerte.

    -¿En serio son tan antiguas?- Preguntó volviendo a mirar el monumento con admiración. -Entiendo porqué dicen que este es el centro histórico de venecia, pero no te preocupes Ita-chan, ninguna mala energía nos va a dar mala suerte, el asombroso yo es demasiado asombroso como para que un par de ejecuciones me maldigan Kesesese. - Bromeó pasando un brazo por sobre los hombros del castaño para atraerlo contra él.

    -¿Entramos al Palacio Ducal?- Propuso, sin haber hecho ningún intento por retirar aquel brazo de sus hombros, girando su mirada brillante al rostro del mayor. -Puedo guiarte yo, no hace falta hacer el tour guiado.

    -¡Kesesese! ¡Vamos! Nadie puede ser mejor guía que vos Ita-chan, tengo mucha suerte de que vos seas quien me acompañe, será una visita asombrosa.

    Entre chácharas y risas se encaminaron al Palacio. Italia lo guío contandole viejas historias de épocas pasadas, de los 120 Doxe que gobernaron con mano de hierro la entonces Serenísima República de Venecia por casi mil años, llevándolo a recorrer los que fueron los aposentos de los dogos y los Ilustres y antiguos salones llenos de arte con una belleza enceguecedora, y tras subir por Scala dei Censori le mostró habitaciones imponentes que se mostraban cubiertas de pinturas de paredes al techo llena de ribetes y marcos dorados que podrían quitar el habla a cualquier ser viviente, y muebles de madera pintados de caoba obscura que robaban el aliento. Pasaron por la Sala del Magistrato alle Leggi, la Sala dello Scrutinio, la Sala del Guariento, la Sala delle Quattro Porte, la Sala del Senato, la Sala della Bussola, la Sala del Consiglio dei Dieci.

    Italia explicaba durante su recorrido con pasmosa calma que aquel lugar había comenzado siendo un castillo, que fue construido allá por el siglo IX pero que para el siglo XII había quedado pequeño para albergar a todos los magistrados del gobierno y fue convertido totalmente en un palacio, más tarde había sufrido otras reformas que habían durado más de cien años desde 1340 a 1463 y luego con los incendios y las restauraciones consecuentes a ellos el lugar había terminado siendo una hermosa mixtura entre el estilo del renacimiento tardío, el gótico y el renacentista.

    Prusia no podía hacer otra cosa que escuchar embelesado aquellas viejas anécdotas mientras la estructura que lo rodeaba lo dejaba sin palabras, moviéndose en un silencio respetuoso para no perder ningún detalle y no molestar a otros turistas, además claro, de permitirse examinar la expresión melancólica en el rostro de la alegre nación mediterránea, escuchando como su voz se teñía de emociones diferentes al hablar de aquellos tiempos tan distintos a los modernos. No supo cuánto tiempo estuvieron paseando antes de llegar a "la nueva cárcel", pasando antes por el puente de los suspiros, donde el castaño le comentó con un gesto curioso que aquél no era el nombre original, ese era solo el apodo que los románticos le habían dado ya que cuando los condenados caminaban por él se decía que exhalaban un suspiro a sabiendas de que lo único que les esperaba era una celda.

    Caminar por aquellos corredores estrechos, oscuros y fríos le trajo viejos recuerdos de su propia historia al germano y no pudo evitar reprimir una carcajada cuando su acompañante le explicó con voz de travesura mientras señalaba una celda en concreto que esa era aquella de la que su queridísimo Giacomo Casanova se había escapado en 1756.

    No pudo evitar el impulso y le pidió al chico que lo acompañara a sacarse una foto allí para el recuerdo, cosa a la que el norteño accedió intentado hacer el menor ruido posible para no llamar la atención de ningún guardia que fuera a reclamarles por sus payasadas.

    Cuando terminaron el recorrido por la cárcel él mayor se quedó mirando en completo silencio las estatuas de Marte y neptuno en la cima de la Scala dei Giganti pero sin dejar de escuchar las historias que Italia para contar de su escultor, Antonio Rizzo y ambos rieron juntos ante las ocurrencias que el temperamental artista solía tener en vida.

    Cuando finalmente volvieron a la piazza San Marco ya eran más de las cinco y media de la tarde, casi eran las seis y el albino soltó un largo suspiro. -Increíble, en serio Ita-chan, es impresionante… podría decir que sos casi tan asombroso como yo.

    El italiano no era tan narcisista, ni ególatra, admitía ser un poco vanidoso, porque de hecho cuidaba muchisimo su apariencia al igual que sus ciudadanos, pero las palabras de Prusia lo habían hecho sentir muy bien consigo mismo, que el propio autoproclamado asombroso Alemania del este lo llamara por el mismo adjetivo que usaba para describirse a sí mismo era más que halagador y sus mejillas se habían coloreado un poco.

    -Ve~ ve~ Gracie, Prussia. Es algo tarde para ir a la Basílica pero podemos ir al Campanile, desde ahí podras ver todo y luego regresamos, Germania se molestara si no llegamos a cenar como lo prometimos.- Comentó con energías renovadas, tomando la mano del mayor para tirar suavemente de él guiandolo a su próximo objetivo.

    El antiguo imperio no pudo más que asentir con una enorme sonrisa, disimulando el leve sonrojo en sus mejillas con una carcajada al sentir la suave mano del castaño entrelazarse con la suya y decidido a aprovechar el momento enlazó sus dedos con los contrarios, usando su pulgar para dedicale una caricia sutil al dorso de la extremidad del italiano.

    -.-.-.-.-.-.-.-

    -¡AL FIN!- Gritó Hungría al ver al par salir del museo, bajo exageradas peticiones de Inglaterra, ninguno de los tres había entrado tras ellos al Palacio Ducal, y había estado comiendose los codos durante las más de dos horas que estuvieron esperando que sus objetivos salieran de aquel lugar.

    -No grites, Hungría, nos pueden escuchar.

    -Mon amour, sería imposible que la escuchen estamos rodeados de gente y los Italianos son muy bulliciosos.- Le hizo notar el frances, ganandose una mirada de desprecio de su amado británico.

    -Shut the bloody hell up, frog! I don't care, you ask me for help so do as I say! - Exclamó con indignación.

    -Me molesta no haber podido ver que tanto hacían ahí dentro.- Reclamó la mujer mientras se mezclaban con los turistas para seguir los pasos de sus objetivos, notando que se estaban encaminando al Campanile.

    -Como yo lo veo, Gilbert no necesita ayuda para una mierda ¡Mirenlos! ¡Estan caminando de la mano! ¿Podríamos por favor volver al hotel y dejar esta locura?- Insistió hastiado el inglés.

    -L'Anglaterre, puedes irte si quieres, pero la demoiselle Hongrie y yo tenemos la importante misión de ayudar un amigo y no vamos a rendirnos por mucho que te quejes, cejón.

    -¡¿Cúal es tu puto problema con mis cejas, wine bastard?!

    -¡Callénse y caminen! ¡Los vamos a perder de vista!- Protestó la mujer, ya estaba harta, los había escuchado discutir y visto casi matarse durante esas casi tres torturantes horas que habían estado esperando a que la parejita que querían formar saliera del maldito palacio. -¡Dejen sus discusiones maritales para después!

    -¡¿MARITALES?!- Chilló horrorizado Inglaterra, sin poder creer que aquella fémina hubiera calificado sus intentos de muto homicidio de aquella forma.

    -¡Ahora sos vos el que grita L'Anglaterre! ¡No seas indiscreto!

    -¡Te voy a matar afeminado barbudo!- Chilló a punto de ahorcar a su novio haciendo que la castaña de largos cabellos rodara los ojos.

    -¡La cortan o los agarro a sartenazos! - Amenazó alzando un poco la voz, deteniendo a ambos antes de que montaran una escena de desorden público. -Tenemos que hacer algo de tiempo antes de entrar al Campanile no queremos que accidentalmente nos encontremos en el ascensor, haran preguntas.

    -¡Esto es una soberana idiotez! - Resopló el británico rodando los ojos mientras se cruzaba de brazos. -En primer lugar no entiendo como esta vigilancia puede ayudar en su absurda tarea de celestinas.

    -Oh mon Chèri, ¿No que eras un buen espía? - Preguntó el galo con una sonrisa ladina. -Estamos esperando nuestro momento perfecto para interferir sutilmente y hacer que fleur de romance.- Explicó llevando las puntas de sus dedos a su frente en un gesto teatralmente dramático chasqueando luego sus falanges y tirar sus cabellos hacia atrás. -Es un plan perfecto.

    -You are such a bloody Drama Queen! - El hombre rodó sus verdes ojos con fastidio mientras continuaban moviéndose, viendo atentamente como el italiano y el germano entraban en el Campanile sin haber soltado jamás sus manos unidas.

    -Escuchen ustedes dos. - Los llamó Hungría con gesto cansado. -No pueden matarse dentro del Campanile, llamarán la atención con sus discusiones así que por favor, les ruego que dejen sus ridículas peleas para después. - Les suplicó con el ceño fruncido. -O en serio voy a agarrarlos a sartenazos y si los humanos nos arrestan por disturbios al menos me habré descargado por la tarde de mierda que me estan haciendo pasar. - Les aclaró haciendo que ambos tragaran saliva con dificultad. -¿Estamos claros?

    -¡SI, SEÑORA!- Dijeron ambos rápidamente, asintiendo con sus cabezas al mismo tiempo.

    -¡Señorita!- Los corrigió molesta, negando con su cabeza ¡Estaba rodeada de ineptos! -El plan es intentar darles una atmósfera romántica, desde la cima de esa cosa se puede ver todo Venecia, tenemos que intentar que estén lo más solos posible y si vemos que no pasa nada entonces tendremos que buscar la forma de encender la chispa entre ellos.

    -.-.-.-.-.-.-.

    No fue hasta que entraron al ascensor para catorce personas que ambos separaron sus manos, Prusia había notado algunas miradas por parte de los humanos y no quería volver incómoda la situación, aunque al separar sus palmas sintió la suya arder, como si un hormigueo continuo la recorriera, extrañando la calidez que la otra le había estado regalando durante todo el trayecto hasta ahí.

    La tarde estaba resultando perfecta, había estado antes en Venecia, conocía sus sestieres, sus monumentos, su gente, sus canales, su música, algo de su historia, pero estar haciendo aquel improvisado recorrido con Italia cambiaba todo.

    Estaba viendo su entorno con nuevos ojos, como si jamás hubiera visto Venecia antes, aprendiendo cosas nuevas de entre las historias que narraba su parlachin anfitrión, admirado de todo en lo que posaba sus ojos bermellón. Las sonrisas y los gesto de Italia lo dejaban sin habla, era el mejor día que había pasado en meses o incluso en años, la compañía de Italia estaba haciendo correr una alegría por su pecho que era difícil de explicar y si por el fuera no regresarían a cenar como habían prometido, sino que se llevaría de allí al castaño a algún restaurante para poder comer a solas, entre charlas, pasta y buen vino, haciendo durar ese día tanto como le fuera asombrosamente posible.

    Cuando el ascensor se detuvo en la cima, dejaron avanzar a los humanos primero antes de salir tras ellos.

    -Ven, Prussia, ve~ ve~ - Con emoción, Italia había salido disparado hacia el mirador desde donde se apreciaba una vista era apabullante. Parado junto al mas bajo abrió un poco más sus párpados, como si de aquella manera sus ojos pudieran alcanzar a apreciar mejor el paisaje que se mostraba glorioso ante él.

    Ante su mirada encandilada podía apreciar la Basílica de San Marcos, la Giorgio, la isla de la salute, la laguna, la piazza de San Marco, las columnas donde habían estado antes, los canales, el palacio Ducal, todas las edificaciones y su gente caminando por todas partes, los puentes, las palomas que revoloteaban ajenas a la agitación de los habitantes de esa ciudad llega de vida y vigor.

    -Ve~ ¿Te gusta? - Preguntó Italia, regresandolo a la realidad con su angelical voz.

    -Es… - Murmuró girando apenas su cuerpo para encontrarse con el chico inclinado en su dirección con sus manos tomadas tras su espalda en un gesto adorable y sus ojos expectantes a su respuesta, reflejando algo de ansias por conocer su opinión. -Italia, esto es sencillamente asombroso.- Artículo finalmente soltando una relajada risa entre sus dientes. -Entiendo que Napoleón haya dicho que la plaza San Marcos es "El salón más bello de Europa" pero se le olvidó mencionar que todo Venecia es belleza.

    Las mejillas del Italiano se encendieron mientras soltaban una risa baja y complacida por sus declaraciones. -Me alegro que estés disfrutando de mi ciudad, Prusia, Ve~ sabes este lugar en realidad es una réplica se podría decir.

    -Si, recuerdo que se había derrumbado. - Comentó con calma mientras pasaba un brazo por sobre los hombros del otro hombre acercándolo un poco a él al no notar ningún rechazo de parte del castaño.

    -Si, el 14 de Julio de 1902, antes solía ser un faro construido en ladrillo rojo, lo reconstruyeron diez años después de que se cayó es casi igual al original.- Explicó con calma. -Y aún tiene sus cinco campanas.

    -¿Recuerdas sus nombres?- Consultó con curiosidad, solo porque adoraba escuchar la dulzura de su voz, llena de amor por sus propios monumentos y su propia historia.

    El chico asintió distraídamente. - La Marangona, el Maleficio, la nona, la trottiera, y la mezza terza, cada una suena para cosas y en momentos diferentes. A las siete sonara la mezza tersa.- Comentó con alegría. -¿Quieres que nos quedemos escucharla aquí?

    -Nos van a estallar los tímpanos, Kesesese. - Bromeó alegremente, arrancandole una cantarina risa a su guía personal.

    -No es para tanto, ve~ - Contestó entre carcajadas suaves, apoyándose un poco en el albino mientras observaba a su gente caminando, haciendo sus vidas, ajenos a todo lo demás. -Me gusta venir aquí, a pesar de que está lleno de turistas, me relaja ver la ciudad desde lo alto, algunas veces tomo fotos para luego pintar mis cuadros.

    -¿No vienes a pintar aquí? ¿No sería eso más lógico?

    -Es complicado, prefiero solo sacar fotos, ve~

    -Italia… - Había un pensamiento resonando al fondo de su mente desde la noche anterior, desde aquella charla que había sostenido con su hermano y las consecuentes reflexiones que había tenido en la privacidad del cuarto de invitados que ocupaba en la casa del hombre a su lado. Lo suyo nunca habían sido las sutilezas, y sentía que estaba contra reloj, así que no podía evitar pensar que debía ser claro con sus intenciones ahora que las cosas con su hermano estaban claras y de cierta forma tenía permiso para comenzar con sus avances.

    El castaño había levantado su cabeza al escuchar que el otro lo llamaba con un tono extraño vibrando en su voz y la expresión seria del rostro del mayor lo había dejado un poco contrariado así qué decidió apartarse. -Ve~ ¿Qué ocurre, Prussia? ¿Dije algo malo? ¿Hice algo malo?- Preguntó empezando a preocuparse al no ver la siempre enérgica sonrisa bailoteando en los labios de teutón, esperaba que el hombre no comenzará a regañarlo, ni siquiera sabía que podría haber hecho para molestarlo.

    -No, no, Ita-chan, no se trata de eso.- Le aclaró rápidamente, gesticulando con sus manos y relajando un poco sus expresiones al notar el nerviosismo creciente del chico. Moviendo su cabeza, echó una mirada a su alrededor, queriendo comprobar que tenían algo de privacidad y suavemente tomó el brazo del de almendrados ojos para retirarse incluso un poco más, no quería ser escuchado por oídos ajenos.

    -¿Entonces? Ve~ Prussia? ¿Qué pasa? - Insistió mientras se dejaba guiar.

    -Necesito decirte algo.- Le aclaró una vez consideró tenían la suficiente privacidad, volviendo a posar sus intimidantes ojos carmín en los que le estaban devolviendo una mirada confundida, intentando reprimir el impulso de chasquear su lengua y ordenando sus ideas antes de abrir de nuevo su boca. -Escucha, Italia yo… - ¡Mierda! ¡No podía! Una cosa era ir coquetearle a un desconocido para llevarse a la cama de un motel y otra muy diferente era dejar sus emociones expuestas por primera vez en toda su maldita vida, Italia era diferente y no había previsto que los nervios pudieran traicionarlo tan vilmente cuando se suponía que estaba decidido ¡Él era el asombroso reino de Prusia! ¡Carajo! ¿En serio iba a empezar a balbucear como un adolescente? ¡No! ¡No podía tirar por la borda de esa manera su dignidad!

    -¿De qué se trata? Ve~ ¿Te ocurrió algo malo? - Consultó con cautela al ver la forma en que los labios del germano estaban curvandose en una mueca de molestia

    -No es necesariamente malo.- Respondió haciendo un extraño chasquido empujando el aire de su boca por entre sus dientes apretados antes de cerrar los ojos y respirar profundo. -Italia, necesito decirte esto de una sola vez y quiero que me escuches con mucha atención porque no sé si pueda repetirlo y en serio necesito que lo entiendas ¿Puedes hacer eso?

    -Ve~ve~ Es un pedido extraño, pero si, si puedo. - Se limitó a contestar poniéndose un poco más serio, al menos intentado ponerse a la altura de las circunstancias, acatando al pedido del mayor.

    -.-.-.-.-.-.-.-

    -¡Ashh! ¡No escucho nada desde aquí! - Protestó ofuscada Hungría mientras apretaba con nervios su falda, en cuando había notado los acercamientos y la forma en que Gilbert miraba a su alrededor, tanto ella como Francia supieron que algo bueno estaba por pasar y habían arrastrado a Inglaterra para intentar acercarse, sin embargo era imposible aproximarse lo bastante como para escuchar sin llegar a ser descubiertos.

    Inglaterra sabía leer los labios, así que, casi bajo a amenaza de los casamenteros había terminado siendo forzado a prestar más atención a aquella extraña pareja.

    -¿Y bien? ¿Qué está pasando, Mon Chèri?- Consultó Francia mordiendo con nerviosismo su bordado pañuelo mientras veía las pobladas cejas de su pareja fruncirse un poco.

    -¡Si me estan distrayendo no puedo concentrarme!- Les reclamó a ambos. -¿Quieren que lea sus labios o no? ¡Callense de una vez!- Pidió fastidiando sin desprender sus ojos de la escena frente a ellos. Estaban algo lejos a decir verdad, y dado que la ahora personificación de Alemania del estaba dándoles la espalda, apenas ligeramente de perfil, era muy difícil seguir el movimiento de sus labios y entender que estaba pronunciando. Al menos los otros dos habían acatado su orden y se habían silenciado, estaba desperdiciando sus dotes de espionaje en esa soberana estupidez, pero de alguna forma había terminado enredado en esos estrafalarios planes de su extravagante pareja y ya no había nada que hacer al respecto.

    -¡Por Dios bendito, Inglaterra! ¡Dinos algo! ¿Qué están diciendo? - Suplicó saber la hungara.

    -Creo… - Balbuceó algo sorprendido. -Creo que Prusia está por confesarse. - Declaró tras poder leer las extrañas peticiones que el albino le estaba haciendo al Italiano.

    Francia ahogó una exclamación de sorpresa mientras sus párpados se abrían a toda su capacidad.

    -¡Trae eso para acá, Francia!- Exclamó la hungara, arrancando de las manos del galo el pañuelo bordado para llevarlo a su propia boca y ahogar el chillido de emoción, con sus ojos clavados en sus queridos amigos ¡DIOS! ¡SI! ¡UNA CONFESIÓN EN VIVO! Estaba tan emocionada que no atinó siquiera a sacar su cámara para grabar semejante momento.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-.-

    Tras escuchar esa respuesta positiva a sus peticiones, Prusia se tomó un segundo para serenar sus nervios y no muy seguro de qué hacer con sus manos las dejó caer laxas a los lados de su cuerpo, sin despegar sus ojos de los que lo miraban ansiosos y expectantes.

    -Italia, no sé cuándo empezó todo esto ni puedo darte una explicación medianamente aceptable de porqué me siento así, me he estado cuestionando eso por meses, y podría decir que esto tal vez empezó hace años…

    -Ve~... Pussia

    -No me interrumpas, por favor.- Pidió controlando su voz para sonar mucho más seguro de lo que realmente se sentía, mostrarse vulnerable no se le daba bien, para nada bien y ser un cursi tampoco era su estilo asique solo negó con su cabeza suavemente. -Solo puedo decirte que me gustas, en serio me gustas demasiado Italia y creo que entiendes perfectamente de en que sentido te lo estoy diciendo ¿Verdad? - Observó como el nervioso hombre asentía con su cabeza en silencio y tomo otra bocanada de aire en un burdo intento porque su corazón desacelerará un poco sus latidos y que su garganta no se sintiera tan tensa. -¿Me darias una oportunidad para intentar conquistarte?

    El silencio se formo entre ambos, y el germano sentía el zumbido en sus oídos como si esa quietud estuviera ensordeciendo. A unos metros de ellos el bullicio de la gente era mucho, pero él ni siquiera los escuchaba, solo estaba aturdido y apabullado por la carencia de una respuesta de parte del italiano frente a él, todo lo de más simplemente no existía para él.

    Italia no había esperado eso. Era cierto que él y el prusiano habían hecho buenas migas desde siempre, y ahora que lo pensaba en los últimos meses, quizás incluso en los últimos su relación se había vuelto estrecha, Prusia siempre tenía interés por él, siempre se reía de sus cosas, nunca lo regañaba, siempre tenía algún detalle que darle o algún halago para regalarle, había llorado sobre él hasta desmayarse cuando se atrevió a contarle superficialmente sobre Sacro Imperio Romano, un tema que no había tocado nunca con nadie fuera de Hungría, quien fue la que lo había visto llorar por años cuando su primer amor nunca cumplió su promesa de volver de la guerra, Prusia era el primero y el único con quien había compartido eso.

    Siempre que se sentía dejado de lado por Alemania, Prusia estaba ahí, riendo animadamente y proponiendo ir a pasear, mostrarle Berlín, hablarle de su historia, de sus glorias pasadas, cada vez que Alemania tenía trabajo que hacer Prusia estaba ahí animando con chistes malos y ofreciendole salir a pasear a los perros juntos. Cuando llamaba para saber cómo estaba el rubio y preguntaba por el prusiano podían pasar horas hablando por teléfono, Gilbert siempre lo escuchaba, jamás se quejaba de sus balbuceos absurdos sobre las discusiones con su hermano y le preguntaba con emoción a cuantos gatos se había detenido a acariciar durante el día.

    Ahora que lo pensaba, debió haber notado antes los sentimientos del albino. Prusia era una persona solitaria en realidad, hasta donde sabía no tenía buena relación con casi ninguna nación fuera de Francia, España, Hungría, Austria y su propio hermano, muchas veces había escuchado por lo bajo los comentarios de otros países respecto a que él no debería existir, había escuchado muchas veces a Rusia llamándolo "Gilbert" con ese tono cantarín e inocentón que destilaba una toxicidad corrosiva, escribiendo las sílabas con saña, como queriendo recordarde al llamarlo por su nombre humano que él ya no era uno de ellos, que ya no pertenecía a su grupo, y todas y cada una de esas veces él sentía un nudo en su pecho, un peso doloroso que terminó por explotar cuando fue él mismo quien le pidió una explicación aquella tarde en el cementerio.

    Realmente sentía lo que le había dicho, no quería que Prusia desapareciera, cuando se aferró a él pidiendo que no muriera entre lágrimas, realmente había sentido angustia de pensar en que no volvería a ver a su querido amigo y ahora sus propias emociones se sentían confundidas ¿Había algo más? ¿Había algo más en sus propios sentimientos hacia él de rojos ojos?

    Pensó en Germania, su Germania, y sintió su garganta anudarse. Alemania a pesar de todo lo que había hecho para llamar su atención seguía tratándolo solo como un querido amigo pero aun así sus sentimientos seguían ahí, sabía que había más que amistad entre él y el rubio y llevaba décadas esperando a que algo pasara, a que el milagro ocurriera, y sin embargo la confesión y el pedido del teutón lo hacían sentirse confundido.

    Una parte de él se sentía halagada y nerviosa, una emoción extraña porque Prusia no era el primero en confesarse a él, le había pasado con otros humanos antes y nunca antes ninguna declaración romántica lo había hecho dudar de sus sentimientos por Alemania ¿Había algo más allí? ¿Acaso su amor por su rubio de celestes ojos se había desgastado después de más de cincuenta años esperando? No lo sabía y eso lo asustaba, la otra otra parte de él se sentía culpable, sentía que estaba traicionando a su Germania por el solo hecho de estarse aceptar a la petición del mayor frente a él.

    -Italia, por favor… dime algo. - Suplicó nervioso el albino, Italia llevaba más de diez minuto observando en silencio, aunque quizás decir "observando" estuviera mal, esa mirada estaba perdida, él chico parecía estar teniendo un diálogo interno del que él estaba excluido.

    -Prussia. - Su voz había salido limpia y suave, ya sin ese tono cantarín habitual y sin esos resoplidos extraños que tenía por costumbre soltar, esa entonación alegre de "ve" que resollaba entre sus labios con alegría. Todo eso había desaparecido haciendo que el germano sintiera su cuerpo tirante como si un calambre lo estuviera recorriendo de pies a cabeza. Ese era un Italia que no conocía y tanto así como lo asustaba lo que pudiera salir de sus labios, lo excitaba conocer qué era lo que hombre iba a decir, le encantaba ver que el chico era más que un alma risueña y que tras su habitual infantilidad se encontraba un hombre. -Esto es muy repentino. - Continuó hablando el castaño. -En realidad no sé que decirte, creo que sabes lo que yo siento por Germania, todos lo saben. - Aclaró con calma. -No sé si sea correcto darte ilusiones, esto… esto me confunde.

    -No te estoy pidiendo que me des alas, Italia. - Se explicó, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros al escuchar de esos labios la confirmación de que su hermano tenía aquella pequeña guerra casi ganada, que él solo estaba peleando contra un quimera contra la que parecía que no tenía ninguna oportunidad. -Solo quiero que me des una oportunidad para demostrarte que tal vez entre nosotros podría haber algo más que solo amistad.

    -Eso es darte ilusiones.- Expusó con el ceño apenas fruncido. -Prussia, necesito pensarlo, yo no creo que sea correcto que..

    -Italia. - Lo interrumpió antes de que aquellas palabras se volvieran más dolorosas para él. -Ya sabes como me siento, y creo que me conoces suficiente como para saber que no voy a rendirme tan pronto.

    -Pero Prussia…

    -Pero nada, sé que amás a West, o que al menos sientes algo por él pero no quiero dejarte caer en sus brazos sin pelear.- Le aclaró alzando una mano para acariciar la sonrojada mejilla derecha del menor. -No esta vez, me cansé de ver a quien amo en brazos de otro con los míos cruzados, si lo eliges a él lo aceptaré pero al menos sabré que hice lo que pude para conquistarte y no solo me senté a mirar como te alejas.

    -¿M-me amas? - Tartamudeó, impactado con semejante declaración y vió al albino maldecir entre dientes algo en su lengua materna mientras negaba con su cabeza. Claramente no estaba en sus planes soltar esas palabras.

    -El punto es Italia, que de todos modos voy a intentar cautivarte.- Dijo evadiendo aquel interrogante, acercándose un paso al frente para luego agacharse y depositar un beso suave en la frente de la nación mediterránea. -Nada de lo que digas ahora me va a hacer cambiar de idea…

    -No quiero que dejemos de ser amigos por esto.

    -Keseseses ¿Acaso crees que el asombroso yo permitiría que dejaramos de ser amigos?- Cuestionó esbozando de nueva la misma sonrisa arrogante y traviesa de siempre, esa que era una combinación entre egolatría y malicia y que podría desquiciar a cualquier o coaccionar a quien fuera para seguirlo en las locuras más descabelladas.

    -Che cosa prometti?

    -Ja, versprach er.

    Volvieron a silenciarse, pero esta vez ambos con una suave sonrisa casi cómplice y como si lo hubieran acordado ambos volvieron a girar sus rostros al paisaje de la ciudad.

    Su cabeza era un hervidero, en realidad no estaba muy seguro de cómo serían las cosas, pero al menos tenía esa promesa y sabía por las buenas virtudes que Prusia tenía que no iba a romperla, empero, estaba preocupado y dudoso, aquellas eran cuestiones delicadas y aquella simple charla le había dejado demasiadas interrogantes aún así no se quejó cuando volvió a sentir el peso del brazo del mayor sobre sus hombros y se acercó un poco más a él mientra cada uno estaba envuelto en sus propios pensamientos.

    -.-.-.-.-.-.-.-.-.

    -¿Qué pasó exactamente? - Preguntó Francia, confundido, frunciendo el ceño mientras veía el gesto un tanto avergonzado de Inglaterra y se cuestionaba a sí mismo ¿De dónde había sacado Italia una actitud tan entera?

    -Debemos irnos.- Insistió la representación del reino unido, caminando hacia el ascensor mientras Francia y Hungría le seguían los pasos.

    -¡Pero dinos que pasó Inglaterra! - Pidió la mujer casi trotando tras los dos hombres.

    -No debemos interferir, se los digo en serio.- Alegó con voz huraña.

    -Mon amour, solo dinos qué dijeron. - Insistió Francia mientras los tres entraban en el aparato que los bajaría de esa torre.

    -Dammit, Frog, we shouldn't be here in first place

    -¿Quieres explicarnos de una vez? - Repitió la hungara ya perdiendo un poco la paciencia. -Estamos hablando de dos personas muy importantes para mi.

    -Si son tan importantes deberías dejarlos en paz, Hungary.

    -¿Tan malo fue lo que dijeron? - Cuestionó Francia con la preocupación pintada en el rostro.

    Resoplando el británico se cruzó de brazos apoyándose en la parte posterior del ascensor antes de posar su atención en las dos naciones que lo miraban con nerviosismo. -Por lo que pude entender, Prusia se confesó y creo que Italia lo rechazó, Prusia le dijo que lo amaba… esto es delicado, no deben meterse.- Les indicó mirándolos con severidad. -Es asunto de ellos, Frog, te lo digo especialmente a vos. Ellos calramente pueden manejar esto solos, no conviertan algo complicado en algo muchisimo peor.

    -Solo queremos ayudar, mon amour.

    -Solo volvamos al Hotel por el amor de Dios, estoy cansado y hace mucho que pasó la hora del té.

    Con aquella declaración dieron la incursión por terminada y regresaron con pasos calmos al Rose Salva, sin embargo Hungría no estaba del todo tranquila. Quizás debería hablar con Italia, a solas, como en antaño. Gilbert no iba a decir palabra, lo conocía, seguramente empezaría a burlarse de ella hasta desesperarla y hacer que se distraiga queriéndolo matar con tal de que deje de preguntar.

    Con Italia era distinto, eran confidentes, había visto una expresión en el castaño que hacía mucho tiempo no apreciaba, juraría que el chico querría hablar con él y ahí estaría ella. Estaba en aprietos, quería ayudar a Gilbert pero tampoco quería manipular a Feliciano, solo quería verlo y charlar, estaba preocupada, no quería que ninguno de los dos saliera herido, empezaba a pensar que eso de ser celestinas era bastante más complicado de lo que esperaba.

    -.-.-.-.-.-

    Tras escuchar el repiquetear de la campana que efectivamente casi les revienta los tímpanos al estar tan cerca, ambos decidieron emprender el regreso a casa, si no se apuraban llegarían muy tarde y Alemania iba a gritarles por media hora por ser unos impuntuales.

    Toda posible incomodidad había sido disuelta, las bromas del prusiano habían vuelto a animar al Italiano que ahora andaba dando saltitos junto a él mientras comentaban con alegría sobre una serie de televisión que ambos veían cuando la profunda voz de los gondoleros que le cantaban con voz en cuello para sus pasajeros. -Ita-chan…- Llamó su atención con una sonrisa casi diabólica decorandole la cara.

    -¿Qué pasa, Prussia? Ve~

    -¿La góndola nos deja cerca de tu casa? - Cuestionó arqueando una ceja.

    El hombre ladeó apenas el rostro antes de soltar una risita alegre. -Si, de hecho hay una parada cerca de mi casa ¿Quieres subir? Pero es muy costoso, Ve~ - Comentó algo preocupado.

    -¡Vamos! ¡Sería asombroso viajar en góndola! Nunca lo hice, además aunque vos seguro ya lo hiciste ahora será diez mil veces mejor porque vas conmigo. - Alegó colocando los brazos en jarra sobre sus caderas, moviendo sus cejas de arriba a abajo con un gesto invitante mientras reía, totalmente orgulloso y convencido de sus palabras.

    -De acuerdo, ve~ será divertido.

    Y así terminaron ambos metidos en la góndola, gracias a las travesuras de ambos, Italia había estado a punto de caer al canal dos veces mientras se sacaban fotos y cuando el gondolero comenzó a cantar, Italia lo imitó.

    Tomandose aquello como alguna especie de desafío personal, Prusia comenzó a cantar con ellos, armando un escándalo muy difícil de ignorar y que había terminado en un ataque de risa por parte de ambas naciones por la pésima entonación del germano y su pobre intento de Italiano que sonaba muy parecido al graznido de una gaviota agónica.

    Para cuando llegaron la parada donde debían bajarse sus cuerpos apenas coordinaban por el acceso de risa y al bajarse de la góndola, Italia resbaló con la humedad del muelle y esta vez, efectivamente cayó al canal. Con ayuda del gondolero habían logrado sacarlo del agua, que gracias a Dios por aquella zona no era tan profunda.

    -Kesesesesese ¡Eso no fue nada asombroso, Ita-chan! Pareces un gatito mojado.- Comentó con algarabía, Italia no se había lastimado y como el susto ya había pasado podían bromear al respecto.

    -Se arruinó mi traje, ve~ ve~- Se quejó con un enorme puchero en sus labios mientras arrastraba los pies por los adoquines, resonando el tacón bajo de sus zapatos de vestir junto al chapoteo húmedo de sus medias mojadas contra el cuero del calzado.

    -Ya, ya, Ita-chan, en cuanto lleguemos te metes a bañar y ponemos a lavar tu ropa. - Intentó animarlo entre risas, ayudando al chico a quitarse el saco para luego quitarse el propio. -Toma, al menos te abrigará en lo que llegamos Keseseses.

    Ahogando un sollozo se abrigó con el saco que le quedaba algo grande sintiendo algunos estremecimientos ante la brisa leve que comenzaba a correr a esa hora. Ya eran las ocho de la noche, se habían entretenido demasiado y comenzaba a atardecer. Ahora tenía frío.

    -Ve~ Prussia ¡Cárgame! ¡Cárgame!- Insistió mientras tiraba un poco de su brazo.

    -Ay, qué remedio… - Aun risueño el hombre se agachó frente al más haciendo sus brazos hacia atrás. -Subete a mi espalda, Ita-chan.

    Sin esperar a que el otro se lo pidiera dos veces se trepó, aferrándose a su cuello y envolviendo sus piernas en la cintura mientras sentía las firmes manos de Prusia, un poco más pequeñas que las de alemania, aferrar sus muslos para evitar que se cayera.

    -Bueno ¿Cómo decis que era la canción? - Preguntó el germano, intentando volver encender el buen humor del chico al sentirlo temblar un poco por el frío contra su cuerpo

    Pronto tenía al Italiano cantando contra su oído con melodiosa voz una conocida canción de Andrea Bocelli.

    Su llegada no pasó para nada inadvertida con el ruidaje que estaban ocasionado, estado solo a pasos de la entrada de la casa del castaño la puerta se abrió de golpe y del interior salió un enardecido Romano que corrió a ellos con el puño en alto, frunciendo aún más el ceño al ver en las condiciones que llegaba su hermano.

    -Pervertito albino di patate cazzo! Che cazzo hai fatto a mio fratello? - El grito resonó contra las edificaciones cercanas mientras Prusia se detenía para dejar al norteño sobre su espalda bajarse.

    -Bruder! ¡¿Pero qué fue lo que pasó?! - Preguntó Alemania saliendo detrás de romano y seguido por un rezagado españa.

    -Fratello, Germania, Ve~ No pasó nada, me caí cuando bajaba de la góndola. - Explicó con gesto tranquilo y jovial.

    -¿Volvieron en góndola? - Preguntó Alemania con el ceño fruncido.

    -Fratello, sei inutile.- Resopló Romano con enfado.

    -Ita-chan, necesitas un baño, vamos a adentro.- Pidió españa con su habitual amabilidad señalando el interior de la casa con una mano mientras el chico lo seguía tarareando bajito mientras se movía al ritmo de la melodía.

    Romano por su parte se giró a ver al prusiano. -Escúchame bien, patata albina de mierda.- Dijo alzando una mano para señalar al antiguo imperio. - Le haces algo a ill mio fratello, me llego a enterar de qué le hiciste algo, o que se cayó por tu culpa E ti manderò a dormire con le pesche.- Y tras sus palabras giró sobre sus talones, huyendo al interior de la casa, ambos germanos casi podían imaginar que de ser un perro, el sureño estaría caminando con las orejas bajas y la cola entre las piernas mientras temblaba un poco.

    Prusia soltó una risa entretenida, Romano podía decir mucho pero no creía que realmente fuera a hacerle algo, además tampoco le había él hecho nada malo a Italia del norte.

    -Bruder, volvieron muy tarde, nos tenían preocupados.

    -Keseses, solo se nos fue un poco la hora.- Alegó encogiéndose de hombros mientras miraba a su hermano con una fingida cara de inocencia.

    -¿Qué estaban haciendo?

    -Solo paseabamos por el centro histórico, Bruderlein

    -¿Por qué volvieron en góndola?

    Una pálida ceja se arqueó y el mayor de los hermanos soltó un resoplido burlista mientras negaba suavemente con su cabeza. -Esos celos… ¡Ay, Bruderlein! No son buenos consejeros, mejor evítalos. - Le aconsejó con alegría, había tenido un día asombroso, no iba a tener una discusión con West apenas llegar a casa.

    -East, no es… No importa, vamos adentro. - Pidió soltando un largo suspiro para luego regresar a la casa.

    -.-.-.-.-.-.-.-

    La cena había sido agradable, se la pasó bromeando con España mientras disfrutaban del calzone que Romano había preparado para todos y tras despedir a su buen amigo todos habían ido a acostarse temprano, al día siguiente seguirán las aburridas e improductivas reuniones del G8 y todos tenían que estar preparados para afrontarlas, además Alemania había hecho un efusivo reclamo acompañado de una amenaza de que si llegaban a llegar tarde de nuevo él mismo se encargaría de tirar toda la pasta de la reserva de los hermanos Italia a su amada laguna, así que más les valía a todos despertarse a tiempo y estar listo a la hora indicada para no sufrir ningún retraso.

    Ahora él estaba recostado en su cama, se había duchado y tenía su espalda cómodamente apoyada contra las almohadas de la cabecera de la cama mientras escribía otra entrada de su diario.

    Querido asombroso Diario:

    Hoy fue el día más asombroso que he tenido en siglos, Italia y yo recorrimos un poco Venecia, nos tomamos fotos e hicimos algunos destrozos.

    Pero más importante que todo eso, finalmente lo hice, finalmente me atrevía a decirle que lo amo.

    Sé que la guerra la tengo casi perdida, pero no me importa, soy demasiado asombroso como para torturarme por eso de nuevo.

    Italia me hizo prometerle que a pesar de todo seguiremos siendo amigos, y pienso cumplir.

    Él ama a West…

    Querido asombroso diario, a pesar de que le dije que no iba a hacerme ilusiones, no puedo evitar sentirlas, y son asombrosas. Conocer otra de sus facetas es asombroso, no sabía que Ita-chan podía ser tan serio.

    El problema es que sé que mientras más grande es el imperio más dura es la caída.

    Lo más asombroso de todo esto, es que aun así vale la pena.

    Preußen.

    Volvió a dejar el diario sobre su mesa de luz y con una sonrisa se arropó en la cama para descansar. De nuevo a levantarse temprano para trabajar. El día de mañana era incierto, pero intentaría, en la medida de lo posible, sacar provecho de su tiempo con el lindo Italia.

    -.-.- Continuará.


    Glosario de traducciones:

    Shut the bloody hell up, frog! I don't care, you ask me for help so do as I say! : ¡Cerrá la maldita boca, sapo! ¡No me importa, ustedes me pidieron ayuda así que hagan lo que digo!

    leur de romance : Florezca el amor.

    You are such a bloody Drama Queen! : ¡Eres una maldita Drama Queen!

    Che cosa prometti? : ¿Lo prometes?

    Ja, versprach er. : Si, lo prometo.

    Dammit, Frog, we shouldn't be here in first place: Maldición, sapo, no deberíamos estar aquí en primer lugar

    Pervertito albino di patate cazzo! Che cazzo hai fatto a mio fratello? : ¡Pervertida patata albina de mierda! ¿Qué carajos le hiciste a mi hermano?

    Fratello, sei inutile.: Hermano, sos un inútil.

    E ti manderò a dormire con le pesche: Y te mando a dormir con los peces.

    Bruderlein: Querido hermano.

    Notas finales de Sioa: Buenooo… me costó dos vidas escribir este capítulo. Solo digo, no es que me queje, encontré mucha información interesante pero no quería hacer demasiado densa la cosa de una sola vez así que en otro capítulo agregare otro par de cosas que pude ir viendo por allí. ¡La historia de Venecia es muy interesante! especialmente la parte de los Doxe, pensar que es cierto que Venecia era quien controlaba casi todo el mediterráneo, tenía una influencia por todo Europa que es apabullante.

    Este capítulo está dedicado a FanFiker-FanFinal que a fin de cuentas me ayudado bastante con este capítulo y lo que es la información de Venecia. Acá es donde viene el Spam salvaje, si quieren pueden pasar a leer su fic "A las doce en el Campanile" cuyas descripciones detalladas de Venecia me ayudaron bastante para ubicarme y ver más o menos como desarrollar las descripciones que igual siento que han quedado algo pobres, intentaré hacerlas un poco mejor más adelante, es difícil describir algo que en realidad no conoces.

    Les doy un adelanto de lo que creo que incluirá el próximo capítulo:

    -Muchas discusiones en la reunión, países intentado matarse.

    -Una charla con hungría.

    -Un Romano psicópata.

    -Algún acercamiento de Alemania con Italia.

    -La tanga de tu madre y otros yuyos varios.

    Lo tiró así, en plan Brain-storm de nuevo ¿Alguna sugerencia productiva? Espero sus reviews, a ver para donde nos lleva esto, cada vez estoy más indecisa de con quien se va a quedar Italia.

    Sin más que añadir. Me despido.

    Sioa Shun Uchiha-san.
166 replies since 22/1/2013
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