InGo:A París [KirinoxShindou][FxK] -cap 6-

Aquella noche Kirino durmió poco pensando en todo lo que podía hacer en París. Estaba nervioso y no paraba de girarse en la cama buscando una posición cómoda en la que pudiera conciliar el sueño, pero su sistema nervioso le traicionaba continuamente y cuando la encontraba tenía que levantarse para ir al baño.
En su mente recreaba imágenes que podían suceder… siendo sincero consigo mismo, recreaba imágenes que deseaba que sucedieran pero que lo dudaba mucho… Aunque todo era posible en la Ciudad del Amor… Pasear con Shindou por las adornadas calles entre su ambiente navideño era suficiente para él.
Suspiró y se giró. Quería besar a Shindou y que este le correspondiera.
La alarma sonó temprano, muy temprano. Se dio una ducha rápida y se vistió. Hubiera desayunado pero era tan pronto que no tenía hambre, así que se sentó en el sofá esperando la llamada de Shindou. Mientras tanto, sus padres se levantaron para despedirse de él antes del viaje.
-Pásatelo bien, Ranmaru –le sonrió su madre.
-A ver si aprendes algo de francés –murmuró su padre revolviéndole el pelo ante su disgusto-… y te cortas esas greñas.
Kirino renfunfuñó y sus padres volvieron a la cama hasta que tuvieran que levantarse ellos.
Shindou le hizo una perdida al móvil indicándole que estaba ya fuera para recogerle. Kirino sintió como las ganas de vomitar que tenía desde el día anterior se incrementaban y con el corazón en un puño salió a la fría calle arrastrando la gran maleta de ruedas y su mochila de mano colgando en un hombro.
-Buenos días, Kirino.
-Hola, Shindou.
Shindou le sonrió desde la puerta y le cogió la maleta caballerosamente. Shindou se sonrojó y le siguió hasta el coche, dónde el chofer guardó lo necesario en el maletero.
Kirino se metió dentro y se echó el aliento en las manos, hacía frío fuera. Era todavía de noche y las farolas titilaban cada ciertos metros. El adolescente de cabellos ondulados y cenicientos se sentó a su lado en la parte trasera y le pasó la mano por la mejilla.
-Yo llevo más tiempo en la intemperie –rio demostrándole con el contacto que su mano estaba bastante más fría.
El coche encendió las luces y arrancó en un seco ronroneo nocturno. Kirino soltó una carcajada, tan emocionado como estaba, temblaba por dentro y su estómago parecía más pequeño que nunca.
-A París –murmuró con una gran sonrisa en los labios… sí, a París con Shindou.
-Sí, será divertido. Siempre que he ido me ha gustado… pero esta vez seguro que es especial.
Kirino lo miró con sus grandes ojos celestes algo cohibido y sonrojado.
-Dicen que París en Navidad es preciosa –Shindou le devolvió la mirada con sus ojos caldero, grandes y opacos.
Kirino frunció los labios en una mueca de disgusto, esperaba que fuera especial por él, no por las Navidades.
-Ya verás como te gusta la ciudad. Te llevaré a los mejores sitios.
Kirino parpadeó y se encogió de hombros.
-Si estamos juntos me da igual donde sea –dijo sin darse mucha cuenta de sus palabras, y fue cuando Shindou se sonrojó y abrió la boca sin saber que decir cuando se dio cuenta y se tapó los labios en un gesto explosivo.
El otro chico ladeó la cbaeza y al final soltó una suave risa divertido por su reacción.
-Seguro que sí –suspiró Shindou acomodándose en el asiento del coche.
Kirino lo miró de reojo. Shindou llevaba una jersey beige y unos pantalones oscuros que le daban un aire elegante y arrebatador. Pero su amigo siempre iba muy bien vestido, podía permitírselo. La gente de clase alta tenía que mantener su apariencia inmaculada… Kirino pensó en Kidou y se mordió los labios, siempre había una excepción para toda regla. Esas gafas… esas gafas daban más miedo que ir de excursión con el entrenador Endou.

-Dicen que París en Navidad es preciosa –Shindou le devolvió la mirada con sus ojos caldero, grandes y opacos.

-Si estamos juntos me da igual donde sea –dijo sin darse mucha cuenta de sus palabras, y fue cuando Shindou se sonrojó y abrió la boca sin saber que decir cuando se dio cuenta y se tapó los labios en un gesto explosivo.

Kirino pensó en Kidou y se mordió los labios, siempre había una excepción para toda regla. Esas gafas… esas gafas daban más miedo que ir de excursión con el entrenador Endou.

-A ver si aprendes algo de francés –murmuró su padre revolviéndole el pelo ante su disgusto-… y te cortas esas greñas.

El aeropuerto quedaba algo lejos de la ciudad y tardaron media hora en llegar. Durante el trayecto Kirino había estado mirando por la ventana, hacia la oscuridad exterior salpicada de luces del alba.
Estaba muy emocionado con el viaje que tenían por delante y sus ojos brillaban con una alegría y un entusiasmo que arrancaban en Shindou sonrisas de complicidad cuando ambos se miraban.
El pelirrosa se cogió con fuerza las manos mientras mordía su labio inferior y dirigía sus ojos al Shindou que se reflejaba en su ventana. Luego miró al horizonte, el sol se asomaba con su amarillenta figura que teñía de verdes y naranjas el hermoso cielo del amanecer.
Kirino se giró hacia Shindou que también contemplaba la salida del astro rey.
-Que bonito, ¿verdad? –sonrió el pelirrosa.
Shindou asintió y ambos volvieron a dirigir la mirada al cielo.
Al llegar al aeropuerto salieron del coche, esperando ver a Kidou y Fudou que los acompañarían desde ese momento. El conductor que los había llevado se despidió deseándoles un feliz viaje y se marchó rumbo a la mansión de los Shindou.
Kidou y Fudou tardaron un rato en llegar que a ambos adolescentes se les hizo interminable y a la vez muy rápido. Esperaban en la salida del aparcamiento, donde habían quedado con los adultos. Hacía frío y su aliento se congelaba a su alrededor con vaporosas nubes de suspiros.
Shindou tiritaba, por las mañanas siempre tenía bastante frío. Kirino se le acercó y le rodeó con sus brazos sin decir nada, como siempre hacía desde que eran pequeños.
-Gracias, Kirino –sonrió Shindou notando el calor corporal de Kirino que era bastante elevado, también el suyo comenzó a subir.
Shindou siempre había pensando que el hecho de que su cuerpo se caldeara cuando Kirino le abraza era porque le pasaba parte e su calor… En esos momentos con las mejillas ruborizadas y el corazón latiéndole con fuerza entendía que el motivo era bastante diferente.
Kirino le sacó la lengua en una simpática mueca y el chico de cabellos cenicientos apoyó su cabeza sobre su hombro. El pelirrosa se sintió en el paraíso, pero como siempre, las cosas buenas no duraban demasiado.
-Buenos días –saludó la voz seria e irritada de Kidou.
Kirino y Shindou se soltaron de un sobresalto y se giraron hacia los adultos. Kidou llevaba un abrigo negro, elegante y sus llamativas gafas. A su lado Fudou bostezaba ruidosamente sin preocuparse de que pareciera un maleducado, llevaba un anorak pistacho y unos vaqueros grises ajustados.
-¿Tan temprano y haciendo manitas? –preguntó Fudou limpiándose una lágrima de sus ojos turquesas producto de su bostezo.
Kirino y Shindou se sonrojaron y le dedicaron una mirada asesina.
-Venga, vamos adentro, que hace un frío que pasma –murmuró Fudou acercándose a Kidou intentando abrazarlo también.
Pero Kidou le repelió alargando el brazo y emprendió la marcha hacia el interior arrastrando su elegante maleta plateada. Fudou apenas llevaba un maletín enano de color azul marino descolorido y desgastado.
Kirino miró sus maletas, tanto Shindou como él llevaban bastante más equipaje que ellos. Pero se encogió de hombros y les siguió junto a su amigo, que miraba con recelo a Fudou.
-Venga, Shindou –le susurró Kirino dándole una palmada en la espalda y agarrándolo de la mano durante un instante-. Dale una oportunidad.
Shindou abrió la boca ante el contacto y se giró a mirar los entusiasmados ojos de Kirino. Suspiró largamente bajando la mirada y luego le sonrió con tanta ternura que el corazón de Kirino dio un vuelco.
-Está bien, Kirino. Por ti.
Entraron al aeropuerto dirigiéndose inmediatamente a facturar el equipaje, de modo que pudieran quitárselo de encima. Kirino y Shindou se pusieron en la fila detrás de Kidou y Fudou, que se miraban el uno al otro de reojo y luego se hacían los desentendidos. Kirino rio al verlo.

En esos momentos con las mejillas ruborizadas y el corazón latiéndole con fuerza entendía que el motivo era bastante diferente.

llevaba un anorak pistacho y unos vaqueros grises ajustados