Posts written by Mare Infinitum

  1. .
    Jeremie siempre me identificó mucho cuando era adolescente. Y tenía un crush potente con Aelita. Let me just self-trans-insert here. Él es ahora ella y quiero dar amor también a la pobre de Yumi y también a todas las personas poliamorosas del mundo <3
    QUOTE
    Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Tania Palumbo y Thomas Romain
    Pareja: Aelita x Yumi / Aelita x Jeremie (pero es una chica trans)
    Serie/caricatura/cómic/etc: Code Lyoko
    Género: Romance, fluff
    Palabras: 7943
    Clasificación/Rating: +12
    Advertencias: Ninguna

    Frases (por orden): 19, Me gusta escuchar el sonido de tu corazón; 10, Quiero hacerte feliz cada día; 20, Gracias por llegar a mi vida

    Tres_corazones



    Tres corazones



    Ojalá mis salvadores de Lyoko entiendan lo que va a pasar en breve. Se podrían enfadar mucho conmigo. Podrían dejarme de lado. Sin duda da miedo.

    La Aelita que me devuelve la mirada en el espejo parece mucho más decidida que yo. Ya no soy la princesita que los chicos rescataban cada vez que estaba en apuros. Vale, Yumi también me llamaba así, pero ellos no entienden la complicidad que dos chicas pueden tener.

    Sean amigas cualesquiera o se atraigan más que dos imanes gigantes.

    Es raro estar en el cuarto de baño de la casa de los Ishiyama, y no en mi habitación. Y eso me hace sonreír. Es toda una aventura.

    Salgo de la estancia y ando por el pasillo. De camino a la habitación de Yumi pienso que el Ulrich de hace un par de años me odiaría para siempre si supiera lo que tenía en mente cuando le ofrecí a ella una fiesta de pijamas hace unos días. Ojalá nos haya dicho la verdad sobre lo de que ha pasado página. Mi anfitriona y yo hemos esperado mucho.

    Bueno, ella no sabe lo mucho que ha esperado. Yo sí. Su forma de decir «princesa» ya sonaba distinto en Lyoko, y yo cazaba el matiz cada vez. Pero ella no se daba cuenta, y lo adoraba.

    —Hola, estoy de vuelta —anuncio a Yumi. Ella no dice nada. Claramente necesita un segundo para procesar lo que está viendo.

    La razón por la que Odd y yo somos tan buenos amigos es porque ambos somos atrevidos. Me costó muy poco pasar de princesita miedosa a alguien que toma sus propias decisiones, incluso antes de salir de Lyoko. También he sido siempre la que he dado el primer paso en todo, y en esto no soy distinta: mi pijama veraniego de color blanco de dos piezas, muy fresquito, ha dejado pasmada a Yumi.

    Por eso ella y Ulrich dieron mil vueltas hasta no lanzarse a nada y yo aún salgo con mi Einstein. Aunque, bueno, ahora las cosas han cambiado un poco.

    —¿Qué pasa? —pregunto como si nada. Normalmente soy sincera y directa con lo que digo, pero esta vez me estoy recreando en ello.
    —N-nada, estás muy guapa.

    Cierro la puerta. El entrometido de Hiroki no está, pero igualmente me siento más segura así.

    —¿Qué plan teníamos?
    —Palomitas y Avatar the Last Airbender. El final de la serie en DVD.

    Septiembre de 2008, dudo que ninguna de las dos lo olvidemos.

    La verdad es que a pesar de mi entrada triunfal quiero disfrutar de la serie, y Yumi es firme y moderada. He visto como los chicos nos miran a nosotras cuando les gustamos y no tiene nada que ver con ella. Me gusta mucho su actitud.

    A lo largo de los dos últimos capítulos vamos exclamando, sonriendo y emocionándonos, recordando hechos anteriores en la serie (que ella me iba prestando DVD a DVD) y la anterior tensión se esfuma. Pero en cuanto vemos el beso final y nos da la llorera, nos abrazamos y la sensación vuelve. El abrazo se deshace poco a poco. Nos echamos una mirada y yo me vuelvo acercar; quiero sus labios pegados a los míos lo menos durante los próximos quince minutos.

    Ella no cede al impulso, pero tampoco se aleja. Hasta que ya no la puedo ver.

    —¿S-seguro que tú…? Jeremie y tú estáis juntos.

    Me imaginaba que volveríamos sobre esta conversación. Ya le había dicho que él… bueno, es complicado… que estaba de acuerdo. Sin más detalle.
    Me aparto.

    —Jeremie siempre será mi chico —dejo claro—. Pero también sé que puedo tener sentimientos por otras personas. Ya te dije que soy bisexual. —Ella asiente—. También soy poliamorosa.
    —Uau, vaya, no sé nada de eso…
    —Multiplica amor y responsabilidades afectivas hasta donde te creas capaz. Me he informado mucho, no quiero hacer daño a nadie. —Entonces decido que es mejor ser vulnerable con ella—. Llevo sintiendo algo por ti desde hace un tiempo, pero no iba a ponerle los cuernos a Jeremie sin más. Y si hubiera dicho que no, no estaría aquí, créeme.

    Aquello deja claras muchas cosas, pero ahora se respira un ambiente incómodo. Yumi da el primer paso.

    —Yo también siento algo por ti. —Alto, claro, con una sonrisa tímida.

    Le pongo una mano en la mejilla con suavidad y ella sola se acerca a por su primer beso. Es como si desarmara todas sus defensas de golpe, porque con el beso sus hombros se derrumban y queda ligeramente más inclinada que yo.

    —¿Estás bien? —le pregunto con amabilidad.
    —Mejor que nunca —susurra—. No sabía que me pesaba tanto el secreto.
    —Bueno… —contesto con unos morritos maliciosos—. No era tan secreto cómo crees. —Se yergue de golpe—. Yo he recibido muchas señales tuyas desde los tiempos de Lyoko. Las cazaba to-das.

    Ella se pone muy roja y yo me río con suavidad. Yumi es de lo más tierna. Me acerco para darle un beso más tentador y le pregunto, con toda la intención:

    —¿Te lo imaginabas así? —Ella entiende a medias, pero aclaro—. Tu primer beso conmigo.
    —Pues… —No, no voy a permitir que sus mejillas vuelvan a la normalidad, así que le pongo ojillos—. Pensaba que no me fundiría solo con darte un vistazo. Que llevaría traje…
    —¡Uh, eso me gustaría verlo! —Digo ilusionada. Ella se ríe.
    —… y no pensaba que sería tan delicado —acaba susurrando.

    Entonces todo se alinea a mi favor.

    —Yo más o menos he acertado. Solo me falta una cosa.
    —¿Qué?
    —Teníamos banda sonora. —Ella lo aprueba, pero no lo sabe todo—. ¿Conoces Me against the music, de Britney Spears?
    —Desde luego. ¿Britney de traje y tirando ficha a Madonna? Por favor, sí.
    —Ponla. A ellas les cortan el rollo, pero a nosotras seguro que no.

    Hay canciones que simplemente son ideales para enrollarse. En el momento en el que Yumi vuelve de poner la canción en su portátil, el magnetismo se dispara y rodamos por su cama entre besos. Claramente a ella le gusta estar encima, y no me importa: es mucho más fácil deslizar mis manos por su cuerpo (de forma inofensiva, eso está pactado previamente) desde abajo.

    No ha dicho nada del cuello. Me desvío de sus labios, la acerco y le doy un largo lametón en su lado izquierdo. Noto su sorpresa y luego cómo su cuerpo se rinde un poquito más sobre el mío. Deposito un beso sobre la zona húmeda para rematarlo.

    —No me dejes marca… —susurra.
    —No me gusta dejar pruebas a la vista —le aseguro, guiñándole un ojo. Ella me ataca a besos de nuevo para compensar.

    La canción termina poco después. Nosotras seguimos durante un rato, con más suavidad, simplemente disfrutando lo que tanto habíamos anhelado. Tener su cuerpo tan cerca es una explosión de sensaciones y adoro rodearlo con mis brazos, mimarlo, devolverle un poco de esa espera.

    Quizá ha pasado una media hora larga antes de que nos entre el sueño. Nos hemos quedado tumbadas de lado, mirándonos. Sabiendo que la noche está acabando para nosotras, me acurruco cerca de su pecho cuando ella queda boca arriba.

    Me gusta escuchar el sonido de tu corazón —musito.
    —A mí me gusta poder acariciar y besar tu pelo. Aún me siento un poco tu protectora cuando lo hago.
    —Me gusta que lo seas, aunque ahora ya no sea necesario.

    Las palabras bonitas fluyen con parsimonia hasta que dejan de sonar. Yumi se ha quedado dormida. Yo también estoy agotada…

    * * *



    Por la mañana ya vuelvo a estar en la Academia Kadic. Es nuestro último año, así que tenemos más libertades los fines de semana. Yumi acabó el año pasado y está estudiando bachiller en otro centro, aunque suele venir a representar obras de teatro.

    En cuanto me siento en mi malgastada cama, sonrío. Todo es distinto. Solo espero que ella esté bien, que haya podido descansar esta noche. Estaba muy preocupada sobre lo que iba a pasar entre Yumi y yo.

    Contrario a lo que su pronombre indique, tengo que ir a verla al piso de los chicos. Justo cuando voy a llamar a su puerta, Ulrich aparece de la nada.

    —Aelita, ¿pero qué haces? ¡Jim vigila los pasillos con lupa!
    —Es urgente, quiero hablar con Iv… Jeremie. —Casi se me escapa. Me esperaba preguntas de Yumi ayer, pero no un ataque sorpresa—. Cosas del examen de este lunes que se me han olvidado. ¿Se ha despertado?
    —Sí, adelante. Necesitaré un repaso a ese examen, ¿me dejarás tus apuntes?
    —¡Claro!

    Llamo a la puerta mientras Ulrich se retira a su cuarto. Su vecina, gran amiga e informática, me abre, solo que él cree que es su vecino. Es un secreto.

    —Hola. Pasa —me dice, apagada.

    La sigo y cierro la puerta con cuidado detrás de mí. Está todo muy recogido y limpio. Aún va en pijama.

    Lo pregunto igual a pesar de que ya lo sé por su tono.

    —¿Has podido dormir?
    —Unas pocas horas. Suerte que hoy es domingo. Me da tiempo de estudiar.

    Se tumba en la cama, boca arriba. Su crecida melena rubia se esparce, despeluchada.

    —¿Cómo ha ido con Yumi?
    —Bien, creo que estamos saliendo juntas oficialmente —digo con cuidado.
    —Me alegro —dice. En esa frase hay un atisbo de alegría al que me aferro.

    Cuando se es poliamorosa tienes muchas más responsabilidades, no vas por allí rompiendo corazones sin más usando una palabra de excusa. Además, hay que pactarlo, dejarlo claro, y si uno de tus «vínculos» (en lugar de parejas, que es muy monógamo) no puede aceptar quién eres… lo mejor es alejarse. He aprendido a ser cautelosa por ello.

    No dejo de notar la coincidencia. Mientras yo averiguaba porqué perdía la cabeza por dos personas, a mi lado la persona que más quería en el mundo se hundía en un pozo de inseguridad, miedo y desconocimiento que precisamente tenía que ver con aceptar quién era. Hace unos meses, antes de que le contara nada de lo mío, me sentó en la cama y me dijo:

    —Desde que solamente tengo los estudios tengo mucho más tiempo libre. Eso ha hecho que me enfade menos por cansancio, como tanto esperábamos, pero ha surgido algo que no puedo frenar ni sepultar bajo los libros. —Se quedó en silencio varios minutos. Yo estaba aterrada—. Soy una chica transgénero. Y negarlo solo me hunde más.

    Me llevé una buena sorpresa, aunque reflexionando después me di cuenta de la lógica que tenía. Su encierro en los estudios, cómo ocultaba su cuerpo con ropa, y en general su cada día peor estado de ánimo. Llegó un día que ya ni siquiera se molestaba en enfadarse.

    Lo primero que hice fue abrazarla. Me contó que se había informado de muchas cosas, de lo bueno y de lo malo, y fue mucha información para mí de golpe. Hormonas, posibles operaciones, cambios legales, incluso que la Academia Kadic en bloque le diera la espalda cuando su salud mental pendía de un hilo. También me contó que se dio cuenta de quién era por nuestras participaciones en el teatro. La ropa, la actuación. Hablaba histérica, la pobre, estaba soltando todo de golpe porque necesitaba hablar, no quería interrumpirla.

    —¿Cómo te llamas? —pregunté, después de acabar su explicación.
    —Ivette —dijo en un susurro. Si siquiera un ruido hubiera roto el silencio antes, no lo habría oído.
    —Bien, Ivette, mírame —le pedí, tomándola de las manos. Ella alzó la mirada poco a poco. Sus ojeras intensificaban la tristeza que emanaba de sus ojos—. No me voy a ir a ninguna parte. Desde ahora tengo novia. Y quiero hacerte feliz cada día.

    Al instante se puso a llorar y me abrazó con fuerza. Tenía miedo de que me fuera. De que se fueran todos sus amigos. Su familia. Y de callarse y hundirse.

    Ivette había sido muy celosa y había considerado absurdas mis aficiones de la Tierra mientras aún luchábamos en Lyoko. Era la manera que tenía de intentar comunicarme (mal) esto, sin ser consciente de ello, porque ella solo había conocido el trabajo, la presión y el peligro. No sabía nada de sí misma, y en cambio yo sí sabía de mí porque me obsesioné en buscarme.

    Cuando le pregunté si realmente había sufrido casi tres años en silencio (desde que cerramos el superordenador y tuvimos paz) me dijo que no, que tuvo un año de tranquilidad. Identifiqué ese tiempo, pero no supe darme cuenta de cuando empezó a decaer.

    Contarme quién era tampoco la ayudó.

    —Debería sentirme alegre, aliviada, pero no puedo. Todo puede salir mal en cualquier momento. Tengo mucho miedo…

    Estuve allí en todo momento, y sentí que yo tampoco podía ocultarle nada, así que cuando supe lo que sentía y supe sobre el poliamor, se lo conté. Pensé que me echaría de su lado o se enfadaría, como había hecho tiempo atrás, pero no fue así. Le costó entenderlo, igual que a mí lo suyo, pero lo aceptó porque yo no me había ido, así que ella tampoco iba a irse. Su frase me hizo llorar:

    —Te quiero y me lo has dado todo. Si me quieres, es lo que cuenta. Te apoyo.

    Por eso, notar que le sienta bien que sea feliz con Yumi me alivia. El motivo por el que no ha dormido mezcla el miedo a que yo sea rechazada (porque entonces, en su lógica, Ivette lo sería también por sus amigos) con la horrible sensación de estar en un sitio que no le pertenece con una armadura de la que no puede salir: la de que la identifiquen como a un chico.

    —No se lo he dicho a Yumi —le aclaro—. Tuve un par de ocasiones, pero decidí esperar.
    —No pasa nada. Ahora que salís, creo poder contárselo yo.

    Ivette ha sido incapaz de contárselo a nadie hasta ahora. Le he aconsejado ir al psicólogo del centro, o hablar con sus padres, pero no lo ha conseguido. El miedo la derrota cada vez. Por eso hemos quedado en que si yo tengo oportunidad, hablaré por ella.

    Sonrío. Su melena esparcida por la cama me habla de lo mucho que ha avanzado ella sola.

    —¿Quieres que estudiemos juntas?

    Me devuelve la sonrisa. Eso siempre la anima.

    Mientras repasamos para el examen de ciencias hay una cierta armonía en la habitación. Nos sentimos cómodas, nos miramos de forma coqueta y, en los pequeños descansos que siempre hacemos, dejamos que uno o dos besos cariñosos floten. Estudiar juntas es su remanso de paz, es lo más seguro que tiene a su alrededor, y no me he atrevido a interrumpirlo con nada conflictivo desde que me dijo su verdadero nombre. Pero la verdad es que a menudo la observo de reojo mientras recita de memoria o investiga y me la imagino con uno de mis vestidos (que sé que le encantan, pero que no se ha atrevido a ponerse a pesar de mis ofrecimientos) o con el que ella misma me ha dicho que quiere (uno liso, azul turquesa, parecido a su jersey habitual). Llegará el día en el que se lo ponga y la bese y ella se ría de pura felicidad.

    He visto antes sus pequeños momentos de euforia (cuando se dio cuenta de lo largo que tenía el pelo, o cuando encontró en una tienda algo que realmente le gustaría ponerse) y todo es precioso, delicado y todo a lo que aspiro cuando da pasitos hacia su futuro.

    —Llevas un rato mirándome —susurra, algo avergonzada.
    —Me has pillado. Estoy llena de sentimientos cálidos por ti, y…

    Mi mano simula un ave que desvía su dirección hacia Ivette. Ella se ríe un poco. Su timidez asoma. Es como si hubiéramos vuelto a cuando fui materializada, cuando ella no era capaz de actuar con naturalidad a mi lado. Conocerla de nuevo está teniendo un efecto parecido, aunque con mucha más confianza entre las dos.

    La quiero. Cuando florezca va a ser imparable.

    * * *



    Hace dos semanas de aquella mañana de estudio. Yumi y yo hemos tenido algunas citas muy divertidas (un paseo, una peli en el cine), aprovechando que ella aún no tiene tanto trabajo. Ahora el curso ya está a plena potencia para todos, así que lo mejor es que ella se persone en la Academia al salir de su instituto.

    Las conversaciones importantes se posan en nuestras espaldas como losas. Me encantaría contarles a Ulrich y a Odd que salgo con Yumi, pero es nuestra primera quedada los cinco desde el verano y tanto ella como yo hemos preferido disfrutar de la ocasión.

    Claro que no sabe lo que Ivette planea. Ella sí tiene pensado dar el paso.

    —¿Estás segura?
    —Es la mejor ocasión que tendré en un tiempo… —Le da un escalofrío. Tiembla de nervios—. Y sois los que más me importáis, aparte de mis padres. No voy a ocultarlo más.

    Le doy mi mano.

    —Te ayudaré en todo lo que pueda. Eres muy valiente.

    Esa última frase no la anima como pensaba que haría. Quizá no se siente así. De todas maneras, le aseguro que, si no se ve capaz, podemos hablar uno por uno. Era el plan inicial.

    Me hace gracia pensar que si llega a salir con un vestido, a más de uno le saltarían los plomos. Ivette ha escogido uno de sus jerseyes habituales y unos vaqueros cualquiera. Le gusta pasar desapercibida.

    La ocasión no acompaña para un cambio de vestuario. Hay un torneo de skateboard en el gimnasio y Odd ha querido que estemos los cinco para verlo. Su medio novia Samantha (hace años que van dando tumbos al respecto) va a participar y hay que animarla. También han prometido comida, lo que a Odd le dice que es su día ideal.

    Antes de que la competición empiece, nos encontramos en el césped, cerca del gimnasio. No hay nadie por aquí. Hemos estado hablando bastante animadamente sobre música, de Samantha, de exámenes… Bueno, menos Ivette. Ella está muy callada y procura no mirar al suelo muy a menudo. El resto del grupo ya sabe que lleva una larga temporada cabizbaja, pero ni saben por qué, ni saben que hoy es distinto. Cuando Odd le pregunta cómo está, boquea un par de veces, encoje los hombros y me lanza una breve mirada.

    Le doy la mano de forma muy visible. Se la aprieto para darle ánimos, y espero que eso no transmita el mensaje de que la estoy forzando a abrirse. Pero ella misma toma las riendas:

    —No estoy bien. Estoy… Tengo mucho miedo. —El matiz importa: habría dicho «aterrada» y entonces perdería el control de la conversación ante las preguntas sobre ese femenino—. He descubierto algo de mí.
    —¿Qué es? ¿Qué puede ser tan temible? —pregunta Yumi, visiblemente preocupada.
    —Soy… soy una chica. Me llamo Ivette.
    —¡Qué dices! —exclama Odd inmediatamente.

    Ivette no se atreve a repetirlo. Tiene los ojos cerrados muy fuerte, como si esperara a que le hicieran daño. Yumi me mira con intensidad, quizá entendiendo algunas cosas de nuestra primera noche juntas. Luego le toma la otra mano a Ivette.

    —Acude a mí cuando lo necesites. He aprendido algunas cosas de una de mis nuevas compañeras, está pasando por lo mismo. Te ayudaré en todo lo que pueda.

    Ivette se relaja un poco en su hombro.

    Odd, que parecía estar maquinando algo, suelta:

    —Pues me parece que lo veía a venir. Einstein no siendo feliz estudiando y estando con Aelita tenía que significar algo gordo. Por eso intentaba ducharse sin nosotros… —Le acribillo con la mirada y me entiende. Se corta—. No sé cómo va nada de eso, pero ten mi apoyo. ¿Te pasamos al cuarto de Aelita?
    —Es más complicado que eso, Odd —contesta en un murmullo—. Pero gracias.

    Odd no parece tener cara de verle la complicación al tema, solo se la encuentra en sus propios estudios. Por lo menos su respuesta ha sido positiva.

    A diferencia de Ulrich, que está mirando muy firmemente al suelo. Todos nos tensamos con él. Se da cuenta de que le estamos esperando.

    —No sé qué decir, yo… no lo entiendo. ¿Qué es lo que cambia?
    —Nada —le digo tajantemente—. Salvo que tu amiga será un poco más feliz.

    Ivette y yo sabíamos que esto podía pasar en cualquier momento. Quizá por eso nos aterra que suceda en nuestro círculo de más confianza.

    Ulrich se levanta, totalmente perdido e indeciso con sus movimientos. Murmura un «necesito pensar» y se va.

    —Siempre ha sido un poco rígido —le excusa Odd quitándole hierro (mal)—. Voy a ver si le ablando un poco.

    Asiento y dejamos que se vaya. Le deja una mirada preocupada a Ivette antes de darse la vuelta.

    Ella se esconde de nosotros, encogida de piernas. Sus temores se cumplen. No sé qué decirle.

    —Conozco a Ulrich —dice Yumi—. Va a rumiarlo mil veces, Odd le sacará de su cabeza y luego volverá. Siempre lo ha hecho.

    No dice «no dejará de ser tu amigo». Si dice que ha conocido a una persona trans, quizá esa personaha tenido que dejar atrás a personas que no aceptan quién es.

    Ivette está en silencio unos minutos hasta que alza la cabeza. Sus ojos llorosos alternan entre Yumi y yo.

    —Me alegro de que estéis saliendo juntas —habla. Y consigue sacar una sonrisa microscópica—. Encajáis muy bien. Quería decírtelo a ti primero por ello, Yumi, pero…

    Se le corta la voz y vuelve a encogerse de hombros. Yumi y yo empezamos a lagrimear también. Ella la abraza y le dice:

    —Gracias, de verdad. Entre las dos te ayudaremos todo lo que podamos. ¡Tienes mucho por explorar!

    Ivette sonríe de forma clara esta vez. Se destensa cuando el abrazo acaba y se deja caer en el césped, tumbada. La imitamos. Quién diablos quiere ir a ver una competición ahora.

    * * *



    A pesar de lo de Ulrich, aquella conversación sí consiguió aliviar a Ivette. Necesitó un largo rato para relajarse, pero hizo preguntas a la japonesa sobre su compañera de clase, si sabía algo de ella. Yumi dijo que no había querido husmear mucho, pero que, por ejemplo, su mejor amiga siempre la acompañaba al baño de chicas y siempre cuando no había nadie dentro.

    Pocas veces he visto a Ivette tan dispuesta a hablar de todo su proceso y adoré cada segundo de ello. Ese es el camino a seguir. Hasta aceptó echar un ojo al armario de Yumi cuando ella se lo ofreció (aunque no dijo nada de cuándo).

    No fuimos a ver la competición. Odd y Ulrich sí. El primero me dijo que su amigo necesitaba un tiempo, y que él iba a mediar en todo.

    Han pasado solo unos días. Odd ha venido a verme a mi habitación. Se juega un castigo por estar en el pasillo que no toca.

    —Vale, me han surgido dudas y no quiero cagarla con Je… ¡Ivette!
    —¿Le has preguntado?

    Se encoge un poco.

    —No… —No le digo nada al respecto—. Es que le costó mucho abrirse ¡y si la voy interrogando quizá se sienta peor! Quiero ser lo más natural posible.

    Le doy un abrazo.

    —Gracias, seguro que le gustará. ¿Qué quieres saber?
    —Tengo claro que le hablo en femenino, su nombre y todo, pero ¿y en público?
    —Nadie más lo sabe. Ella ha intentado usar todo el lenguaje neutro posible y no señalarse mucho. Evita su antiguo nombre siempre que puedas.

    Odd asiente. Si fuera como Ivette, seguro que iría con una libretita apuntándolo todo.

    —¿Y por qué lo del cambio de habitación es complicado? En mi cabeza es todo muy sencillo, pero yo no estoy pasando lo que ella.
    —Yumi nos contó que una compañera suya está pasando por el mismo cambio. Es transgénero también. Nos dijo que esa chica no puede cambiarse el nombre, así que en todas partes sale como hombre. Y que nunca iba sola al baño. —Odd esperó, entrecerrando los ojos. Estaba intentando adivinar el problema—. Si Ivette se muda a mi habitación, cuando tenga que ducharse ¿qué hace? ¿A qué piso va? Ella quiere ir al de mujeres, pero está aterrada porque nadie más sabe quién es, asumirían que es un hombre y la echarían. Como poco.
    —Oh, claro… ¡Qué mal! Y supongo que le sienta como un tiro estar en el baño de chicos.
    —Claro. No pertenece allí.
    —Menos mal que te he preguntado a ti, eso tiene que dolerle —suspira, rascándose la nuca—. ¿Crees que hablará con alguien de ello? Yo que sé, con el director, por ejemplo.
    —Quedan unos pocos meses para que se vaya del Kadic, no quiere ponerlo todo patas arriba para luego marcharse.

    Odd asiente.

    —¿Entonces supongo que no se ha planteado ponerse ropa de chica o algo así…?
    —Le encantaría —digo con cierta ensoñación—. Pero aún no está preparada. La Academia no es un sitio seguro para ella, está cansada de esconder cosas aquí.
    —Claro, entiendo… A mí me cuesta mucho tener a Kiwi protegido. A estas alturas creo que los profesores ya simplemente hacen como que no saben que lo tengo en el cuarto.

    Odd me hace algunas pocas preguntas aclaratorias que creo que ya sabe de antemano, y le recomiendo lo que hicimos Yumi y yo en su momento: investigar. Y entonces me decido a preguntar:

    —¿Cómo lo lleva Ulrich?

    Hace una pedorreta con su boca.

    —Hacemos lo que podemos. Le he dicho tres o cuatro veces ya que no debería importarle que Ivette sea una tía, y que él ni es el protagonista ni es el que más sufre, pero no sé si el mensaje cala.
    —Vaya, es una buena reflexión…
    —Pero algunas de las preguntas que te hecho me las ha hecho él a mí antes —confiesa más animado—. Se está esforzando mucho.
    —¡Me alegro!

    Se me ocurre mirar el reloj entonces. Creo que voy un poquillo tarde.

    —Oye, he quedado con Yumi, ¿nos vemos luego? —Odd me lanza una sonrisa socarrona—. ¿Qué pasa?
    —Bueno, Ulrich y yo nos dimos cuenta de algo el otro día… —Se me hiela la sangre. ¿De verdad fuimos tan evidentes incluso cuando el foco se centraba en Ivette?—. El bueno de Stern se puso algo celosillo por un momento porque dice, cree… que os gustáis.

    Ojalá encuentre la ocasión de decirlo abiertamente con Yumi presente, pero prefiero soltarlo ya.

    —Es cierto.
    —¡¡Vaya!! ¿Cuándo ha sucedido? ¿Einstein está enterada?
    —Hace unas semanas, y sí. No habría dado ningún paso hacia Yumi sin la aprobación de Ivette. Salgo con las dos.
    —¡¡Y yo que me creía un ligón!! —suelta, riéndose.
    —¡Baja la voz, no quiero que todo el pasillo se entere! —le espeto, azorada y algo ofendida.
    —Perdón, es que… —Aunque sigue con una sonrisilla molesta en el rostro.
    —Y no soy ninguna ligona, esto para mí no es algo pasajero. —Suelto un soplido—. Todo lo que imagino desde que salgo con Yumi es que vivimos las tres juntas.

    Odd por fin se calma y se disculpa de nuevo.

    —¿Os importa si se lo digo a Ulrich? Esperaré vuestro mensaje si hace falta. Es que él dice que está bien con esa posibilidad, pero prefiero que haya algo firme y no tenga que pensar más en ello.
    —Vale, le preguntaré a Yumi.
    —¿Te imaginas que Ivette se pilla de Yumi también? ¡Sería perfecto!

    Ahí sí que me rio. No es la primera vez que tengo esta conversación.

    —No lo creo, se ven como muy amigas.

    Al decirlo me entra un calorazo porque me ha venido la imagen mental de ellas besándose. Menos mal que disimulo bien.

    —Bueno, me voy ya, tengo mucho que decirle a mi buen colega —se despide Odd.

    Yo asiento y saludo, sin decir nada.

    Media hora después me encuentro con Yumi. Ella no tiene mucho tiempo, así que hemos quedado en el bosque de la Academia. Es un lugar tranquilo para pasar el rato. Lo primero que hago es besarla con muchas ganas.

    —Uy, ¿y esa energía?
    —¡Estoy feliz! Las cosas están saliendo bien.

    Todo lo que hacemos es parlotear sobre estos últimos días separadas y darnos muchos besos. Es lo único que necesito hoy. Intento no hablar demasiado de Ivette, ya que ha ocupado bastante nuestra mente desde su salida del armario con el grupo. Cuando Yumi me pregunta cómo está, intento ser breve, porque me gustaría que Ivette misma pudiera decir que está bien:

    —Se la ve más relajada. Tranquila. Ahora está estudiando.
    —Como siempre —dice Yumi con una risita amable. Ella también lo ve como buena señal—. ¿Sabes algo de Ulrich?

    Le cuento que Odd ha venido hace un rato a hacerme preguntas, y que en parte son de Ulrich. Que creo que necesita un tiempo, pero que estará ahí para Ivette si lo necesita.

    También le digo que los chicos que se han dado cuenta de lo nuestro.

    —¡No jodas! ¿Y qué piensan?
    —A Odd le parece bien. Bueno, le parece bien todo mientras sea algo positivo porque se nota que no es él quien tiene que aclararse las ideas cada dos segundos.
    —Suertudo.
    —Ulrich aparentemente no ha tenido un ataque de celos enorme. Odd me ha preguntado si se lo puede decir.

    Yumi asiente con algo de despreocupación. El cambio de actitud me asusta un poco, porque sé que entre los dos hay mucha historia y sentimientos heridos.

    Y por eso yo solo quería parlotear y besarnos.

    Después de un rato rumiándolo, al final hemos decidido intentar que se reúna el grupo para decir claramente lo que somos Yumi y yo. Nos hemos sentado en un banco cerca del comedor a esperar. La primera que llega es Ivette. Nos saluda con la mano y una sonrisa.

    —¿Ahora os toca a vosotras?
    —Sí —afirma Yumi—. Pero solo porque los chicos son chicos.

    Ivette me mira como en aquellos tiempos en los que teníamos que aguantar las disputas entre Ulrich y Yumi sin venir a cuento de nada (en apariencia). Se sienta a mi lado y de repente me siento llena de amor, porque al otro lado también está Yumi.

    —Las tres sentadas juntas… —se me escapa. Ellas dos sueltan una risita amable. Saben que me gusta imaginarnos en un futuro cercano.

    Ulrich y Odd aparecen por los arcos, hablando. Ulrich tiene esa expresión corporal de sentirse avergonzado. Odd está tan campante.

    El primero no da apenas tiempo de saludarnos, se encara a Ivette.

    —Lo siento. Siento mi reacción el otro día. Estoy haciendo todo en mi mano para entenderte y estaré a tu lado. Me costará un poco, pero me acabaré acostumbrando. Eres mi amiga, eso no ha cambiado.

    Ivette se levanta y de inmediato le abraza. No dice nada, solo se queda unos segundos así. Es otro miedo que se desvanece y le da alas para seguir. Toda la tensión se esfuma en ese tiempo.

    Cuando ella se vuelve a sentar me da la mano y yo se la aprieto un poco con cariño. Entonces aprovecho y se la doy también a Yumi.

    —Bueno, ya que estamos —digo a los chicos—. Sí, adivinasteis bien el otro día. Yumi y yo estamos juntas.
    —Ay, menos mal que no estaba siendo un paranoico —suelta Ulrich. ¿De verdad se siente aliviado?—. Creía que había estado viendo visiones los últimos meses.
    —¡Eh, ¿lo has sabido todo este tiempo y no me has dicho nada?! —se queja Odd.
    —¿Qué probabilidades había de que fuera cierto?
    —Y no te sientes… ¿mal? —le pregunta Yumi a Ulrich.

    Él se encoge de hombros.

    —Estoy ya acabando con esa fase. Saber que estáis juntas me quita un peso de encima. No es como si quisiera pasarme la vida zumbando de celos y creyendo estar imaginándome cosas que no son.

    Esta sí es la sorpresa del día. En algún punto que desconocemos, Ulrich ha empezado a madurar y a pasar página.

    —¡No puede ser, X.A.N.A. ha vuelto y ha poseído a Ulrich! ¡Nos lo han cambiado!
    —¡Odd! —protesta él.

    Todo lo incómodo que está siendo el momento queda aplacado por ese comentario y por un papel que Odd mismo trae. Al parecer él también tiene una noticia que dar.

    —Estos días Ulrich y yo hemos estado ojeando el diario de las reporteras del Kadic y ¡mirad! Hemos encontrado esto.

    Nos enseña la portada: el escenario del pabellón de teatro con unos decorados y un titular anunciando la necesidad de encontrar actores y actrices para una obra original y actual. Odd nos señala una frase en particular: se puede elegir cualquier personaje.

    —¡Es ideal para que te presentes para un personaje femenino! —le dice a Ivette.

    Me quedo helada. ¿Cómo porras se reacciona a esto? No sé si es bueno o malo. Yumi parece tener el mismo problema. Y más sabiendo que fue el teatro lo que hizo que cuestionara su género.

    Entonces Ivette saca esa vocecilla que ha adquirido después de años de miedo, pero que también comunica voluntad de ser escuchada:

    —Mi identidad no es un disfraz. Ni un papel.

    Los chicos se miran.

    —Joder, eso ha quedado fatal —dice Ulrich, frotándose el pelo y con la mirada en el suelo—. En realidad, hemos pensado que podrías presentarte no por ser una mujer en el escenario, sino por la ropa.
    —¡Sí! Es un espacio totalmente seguro para que te pruebes ropa que te mole y que la gente ni pestañee por ello —añade Odd con un aspaviento teatral.

    Ivette se tensa de golpe en su sitio y mira al vacío. Está considerando en serio la posibilidad, porque sí, Kadic tiene la costumbre bastante arraigada de mezclar los géneros de actores y personajes a propósito. El profesor de arte considera que obliga a artistas y espectadores a reinterpretar cada obra.

    —Ni siquiera tendrías que escoger un personaje destacado —reflexiona Yumi—. Con que vista de una forma que te guste y diga cuatro líneas…
    —Tengo que pensarlo —concluye Ivette.
    —Creo que yo también me voy a apuntar —añade la japonesa—, alguien me dio la idea de ir de traje hace poco y me gustaría saber si puedo llevar uno en escena.

    Me mira con una sonrisita y yo se la devuelvo con ganas.

    Solo cuando ya hemos vuelto cada uno a su habitación recibo un mensaje de Ivette por Messenger:

    «Me apunto».

    Este es un paso enorme.

    * * *

    Todo el grupo se ha prestado a participar en una obra del Kadic por lo menos dos veces. Yumi es la que más ha subido al escenario; hemos hecho recuento y nos sale siete. Ivette siempre ha sido más de trabajar entre bastidores, pero sabe cómo funciona. Quizá por eso no le resulta difícil presentarse ante el director de la obra (otra vez nuestro profesor de arte, Gustave Chardin) y preguntarle qué papeles hay disponibles.

    —Sissi Delmas ya ha sido escogida como una de las protagonistas, si es lo que preguntas. —Menuda sorpresa nos parece, la hija del director queriendo más atención—. Un par de chicos de la clase de Milly y Tamiya se han adjudicado los papeles que más trabajo dan. Quedan los secundarios, mira.

    La lista no es especialmente larga: hay una escena de baile informal que requiere de varios personajes, y probablemente no hablen mucho. Es ahí cuando vemos que Yumi ya ha pasado por aquí, porque su nombre está apuntado en «chico muy formal». De hecho, hay un papel vacante de chica con la misma característica.

    —Este —lo señala Ivette.
    —Perfecto, te apunto.

    Mientras lo hace, se me ocurre preguntar:

    —¿Por qué hay personajes que son formales en ese baile?
    —Es parte de una discusión entre los personajes principales —explica Chardin—. La protagonista (Sissi) se queja de la poca formalidad de su pareja y señala a esos secundarios como buen ejemplo. Ocurre casi al inicio de la obra y da pie a escenas cómicas posteriores.
    —Entiendo, ¡gracias!

    Ivette me tira discretamente de la manga para irnos y nos despedimos educadamente. Algo la ha hecho salir de ahí corriendo.

    —¿Qué ocurre?
    —El nombre —dice, mientras caminamos—. Me he estresado al ver mi nombre antiguo apuntado.

    La detengo para darle un abrazo. Intenta ser lógica y me dice que es lo normal y que está acostumbrada a eso, pero no dejo que navegue por esa corriente.

    —Claro que no quieres ver ese nombre. Quieres ver el tuyo. Es lo que te identifica, cariño. Siempre que te siente mal verlo, dime algo. O al resto del grupo. Estamos contigo.
    —Vale…

    Me da la mano y la entrelazo bien con la mía mientras volvemos a clase.

    * * *



    La organización de la obra ha tardado unos días en asignar los papeles y convocar a Yumi y a Ivette para el primer ensayo. El resto serán los sábados por la tarde, lo que pilla bien tanto a estudiantes de la Academia Kadic como a los de fuera. Mientras hemos esperado he visto los altibajos de Ivette: es buena idea, no es buena idea; euforia, vergüenza, miedo. Pero se ha mantenido positiva todo este tiempo gracias a algo que dijo durante su primer bajón.

    —Esto es solo una prueba. Llevaré un vestido que no me va a encajar para nada porque yo no soy formal y ya habré dado mi primer paso. Podré verme mejor con otra ropa.

    Es increíble lo que un solo paso ha hecho por ella. Cuando Ivette salió del armario conmigo estaba aterrorizada y deprimida, era muy difícil hacerle ver que poco a poco conseguiría lo que se proponía. Ahora tiene una fuerza y piensa de una forma que me sorprende. Cada vez que da con uno de estos baches y escoge lo mejor para ella y sale mejorada, sé que este es el camino correcto.

    Durante el primer ensayo no hace falta vestirse para la ocasión, así que Ivette se presenta tal cual. A diferencia de Yumi, que despierta todos mis instintos cuando aparece con un traje (chaqueta, camisa, pantalones, corbata) aunque es un disfraz y una coleta alta que solo deja algunos mechones lisos a los lados.

    Estamos en público. Ella me sonríe cuando está de espaldas al resto. Yo pongo morros y suelto:

    —¿Quieres ser Britney? Bien. Ya verás.

    Después de un intercambio de muecas divertidas pensando en la canción con la que nos enrollamos hace unas semanas, ella se va con Ivette a ensayar la escena del baile y veo cómo se mueven de forma simple pero imitando un vals (a diferencia del resto de artistas, que hacen un poco lo que quieren). No consigo escuchar de lo que hablan, pero Ivette nunca ha sido la persona más diestra ni con el contacto cercano ni con el baile. Quizá se trata de eso.

    Intento alejar de mi mente la posibilidad de que, efectivamente, se complete el triángulo y se enamoren. Soy una romántica empedernida y me ilusiono fácilmente. Me pregunto si otras personas poliamorosas sentirán lo mismo que yo.

    Cuando el ensayo acaba, Odd y Ulrich ya han llegado y hablan con Ivette, que no parece más nerviosa de lo habitual, así que aprovecho para atraer a Yumi con una sonrisa y nos alejamos de los ojos de nuestros compañeros y profesores.

    Mis manos atrapan sus costados muy rápidamente. Siento sus curvas, el tacto barato del traje y también su calor. Me basta un segundo mirando sus labios para besarlos. Están suaves y bien tratados, se nota que ha estado esperando el momento en el que la acorrale. Ella responde empujándome contra su cuerpo con las manos en mi espalda. Me voy a volver loca, me encanta.

    Entonces pasa una mano por mi pelo. Mis besos se relajan un poco porque adoro la sensación de cariño que transmite que sus dedos y mi pelo se mezclen con cuidado.

    —Te quiero —susurro.
    —Y yo a ti —me responde. Me da un abrazo que no sabía que necesitaba tanto en este momento.
    —El traje te queda estupendo.
    —Pues espera cuando tenga uno de verdad.
    —Me alegra tanto verte sonreír así…

    Nos separamos y parece que no hay nada que pueda borrarnos la felicidad de la cara. Incluso cuando me asalta la duda:

    —¿Dónde encontramos un vestido para Ivette?
    —Hay un montón de prendas usadas en el almacén. Seguro que hay algo para ella.
    —¿Vamos?

    Yumi se lo piensa. Salimos de nuestro escondite y nos acercamos al grupo. Les digo que pienso en encontrar un vestido para Ivette.

    —¿Te parece bien? —le pregunto a ella.
    —V-vale…

    Los chicos también quieren acompañarnos, así que nos vamos detrás del escenario, que lleva a la puerta de dicho almacén, y allí empezamos a buscar. Se trata de encontrar algo moderno y que no parezca algo exagerado o demasiado de baratillo (dentro de lo que cabe, el traje de Yumi es realista).

    Descartamos vestidos negros, alguno blanco por ser demasiado pequeño para ella y veo que empieza a ponerse nerviosa. «Nada» es una palabra que repite en los siguientes diez minutos, cada vez con peor tono.

    La tomo de la mano. Ivette me mira, completamente vulnerable. Se está aguantando las ganas de llorar.

    —¿Necesitas salir? —le pregunto. Ella se da cuenta de que todos la miramos y sale por su propio pie. Me quedo quieta por su reacción y el un color me llama la atención. Tomo la prenda y salgo tras ella—. Vámonos.

    * * *



    No le he dicho a Ivette que me llevé un vestido del almacén y ha pasado una semana entera negándose en pensar en avances, ropa, cambios, nada. Se está centrando en estudiar y también en recordar bien los pasos de baile que le ha enseñado Yumi. Pero el siguiente ensayo será en breve y yo he procurado tener ese vestido limpio para cuando decida dar el paso.

    Yo también me centro en el baile.

    —¿Qué te dijo Yumi en el escenario el otro día?
    —Me daba pistas sobre cómo bailar —dice sin alzar la vista del libro que tiene entre sus manos—. Se me da fatal.

    Decido intentar sacarla de ese pozo.

    —¿Cómo te sientes dejando que ella te lleve?

    Ivette levanta la mirada y se encuentra con mi sonrisa cálida. Se le escapa una mueca feliz, aunque sea solo un segundo.

    —Distinto. Me gusta.

    Me acerco a darle un beso tierno en los labios. Imito el movimiento de Yumi en mi pelo y noto cómo se relaja con el tacto. En su caso tiene más que ver con el hecho de que tiene melena, pero el efecto es el mismo.

    Pienso un instante en lo cuidadosa que he sido con ella durante todo este tiempo, lo poco capaz que ha sido ella de mostrar pasión durante los últimos años. Ahora empieza a atisbarse el fin de esa época. En el instante en el que ella se sienta más liberada, recuperaré aquellas tardes de incesante besuqueo en su cuarto. Va a sentirse amada y deseada como que me llamo Aelita.

    Realmente no sé si eso tendrá un peso en especial. Quizá me da miedo que se sienta desplazada porque acabo de empezar con Yumi. O quizá sé que quiero que se sienta amada de otras formas.

    Pensar sobre ello acaba por darme el impulso para sacar mi pequeño secreto de la mochila.

    —Tengo algo para ti —le digo mientras me levanto—. Encontré un vestido el otro día.

    Ivette respira hondo. Me da una punzada en el estómago pensar que la estoy forzando a algo y que lo está pasando mal por mi culpa, pero ella interrumpe mis pensamientos.

    —Veámoslo. Puedo con uno.

    Lo despliego. Es un vestido ceñido de color azul turquesa con una falda que da el efecto de una cortina. Los ojos de Ivette brillan inmediatamente. Toma el vestido, lo repasa con los pulgares… Y luego lo suelta.

    —Gírate, por favor —me pide.

    Espero impaciente entre chasquidos de su ropa habitual, algún que otro tropiezo y quejas susurradas. La pobre se está desvistiendo y vistiendo a toda velocidad. Al final, dice que ya está.

    —¿Qué tal? —pregunta, nerviosa.

    Estoy sin palabras. Le queda como un guante. Miro por todas partes esperando encontrar un espejo y maldigo su habitación llena de cables.
    La webcam encima del monitor me mira con ojitos llorosos.

    —¡Necesitas verte con urgencia! —exclamo con alegría. Enciendo su webcam en un tecleo rápido y nos veo a las dos—. ¡Mira!

    Se acerca con algo de miedo, pero le cambia la cara de inmediato. Empieza a mirarse los costados, a tocar la tela de la falda y las mangas cortas que envuelven sus hombros…

    —Me encanta —musita.

    Le da tiempo de hacer dos aspavientos diminutos con los brazos, de pura emoción, y luego empieza a temblar y se echa a mis brazos. Hace mucho que no veo a alguien llorar de felicidad. La envuelvo con delicadeza y cariño.

    —Gracias —balbucea, la pobre—. Gracias por llegar a mi vida.

    Sería impensable que pudiera olvidar nada de este momento, de su rostro emocionado, de su sonrisa, de esos movimientos coquetos mientras se analizaba.

    —Te quiero mucho, Ivette.

    * * *



    Estamos de nuevo entre bastidores, esperando que inicie el ensayo. He encontrado un rinconcito discreto para que Ivette se cambie y se ponga su adorado vestido.

    Yumi no ha llegado aún, dice que en un santiamén estará ahí. Que se ha retrasado por un imprevisto. Yo sé que maquina algo, porque en cuanto nos calmamos un poco pasamos por el grupo de Messenger una foto de Ivette con su fabulosa ropita nueva y ella estalló en corazones (bueno, como yo) y luego no dijo nada más. Sospechoso. Positivamente sospechoso.

    —Queda nada para el ensayo —repite Ivette. Está muy nerviosa. Sabe que sus amigos esperan fuera, sentados, para ver su escena y verla vestida como ella realmente quiere.
    —Todo va a ir bien, cielo. Ya sabes cómo es el baile y Yumi te guiará.
    —Ya, pero…

    Antes de que proteste, Yumi aparece a toda prisa y se detiene a dos metros.

    —¡Madre mía, estás…! —chilla, y boquea un «preciosa» a Ivette para que a los demás no les suene extraño. Las dos al mismo tiempo se dan un abrazo—. Tengo algo para conmemorar la ocasión. He tenido que rebuscar por medio barrio para encontrarlo.

    Se saca de la mochila, junto a su traje, una flor blanca (falsa) que va atada a una cinta rosa.

    —No quería una de verdad porque queda mucho para la obra aún —explica, mientras Ivette la toma con las dos manos. Su expresión es muy parecida a cuando se vio en la webcam el otro día, solo que más controlada; no quiere montar una escena, por muy bonita que sea—. Que se marchite quedaría muy feo, no es precisamente lo que está pasando contigo, ¿verdad?
    —Gracias, yo… es preciosa, me encanta. ¿Me ayudas, Aelita?
    —¡Claro!

    Mientras Yumi se cambia en el mismo rincón discreto, yo encajo con cuidado el imperdible que sirve de base de la cinta en el vestido de Ivette. Lo pongo al lado izquierdo del pecho.

    No hace falta expresar nada con palabras, de repente las tres nos estamos abrazando de nuevo, conteniendo la emoción. Somos todo sonrisas.
    Solo nos interrumpen cuando la escena del baile va a empezar.

    —¿Me permites? —pregunta Yumi a Ivette con caballerosidad. Le pide la mano para llevarla al escenario. Ivette se la da. Yo solo veo resultados sáficos saliendo de ese detalle.
    —Cuídamela bien —le digo a la japonesa con una risita.
    —Por supuesto.

    Ivette me sonríe y me dice adiós con la mano.

    Las dos chicas caminan hacia el escenario con aparente tranquilidad y se llevan mi corazón con ellas. Es solo un ensayo, pero es otro día en el que todo va a cambiar de ahora en adelante.

    FIN



    Edited by Mare Infinitum - 2/10/2022, 22:39
  2. .
    ¡Muchas gracias! Estoy haciendo experimentos con mis relatos y ahora tengo mono de la serie haha pronto llega otro cpn las chicas de la serie, no sé si será hoy o mañana.
  3. .
    Me ha dado un venazo con la serie, así, sin más. Tengo otro fic preparado y pendiente de revisión. Empezamos con los chicos, luego ya llegarán las chicas.

    QUOTE
    Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Tania Palumbo y Thomas Romain
    Pareja: Ulrich Stern x Odd Della Robbia
    Serie/caricatura/cómic/etc: Code Lyoko
    Género: Romance, fluff
    Palabras: 3698
    Clasificación/Rating: +12
    Advertencias: Ninguna

    Frases escogidas: FLUFF; en este orden: 11.“Por favor, quédate” / 7.“¿Esa es mi camisa?" (Pongo camiseta porque dialecto castellano) / Frases 13, 15, 25, pero no expresadas en voz alta.

    Camiseta_para_dos

    Que vivan mis portadas simplonas



    Camiseta para dos




    Yo de adolescente era esa clase de tío. Amargado, de morros todo el tiempo. Pillado por alguien que parecía tan amargado como yo. Ser Ulrich Stern era desagradable la mayor parte del tiempo y nada me detenía para demostrarlo. Incluso tenía un diario.

    En otras palabras, era emo. La reina del drama.

    Cuando se nos acabó la aventura de ser los salvadores del mundo en las sombras, sin Lyoko y sin X.A.N.A., tuvimos que enfrentarnos a un nuevo enemigo: ser personas normales. Y lo llevamos regular.

    Aelita despegó como artista y se convirtió en una estrella adolescente. Apenas la vimos durante el primer año. Se desmadró un poco. Sin padres que le advirtieran o le pusieran freno, se dejó mucho en los estudios, acudía a todas las fiestas donde la dejaran pinchar de DJ y la prensa quiso dar la nota con cotilleos del corazón sobre ella con muchísimos tíos y tías (mentira, según nos confesó).

    —He perdido la mitad de mi vida, sola, encerrada en Lyoko —decía—. Así que quería recuperar todo ese tiempo lo antes posible. Lo único bueno que he sacado ha sido dinero para mi futuro y descubrir que también me gustan las mujeres.

    Cuando aterrizó, estaba agotada de ser el centro de atención y quería recuperar su vida normal, lo cual resultó difícil al principio, pero siguió con su pasión por la informática.

    Jeremie se cabreó tanto por perder ese espacio seguro y especial que tenía con ella que hundió aún más la cabeza en sus estudios y tenías que esperar que él, de buena gana, quisiera compartir tiempo contigo. Si le pillabas de malas era peor que un ejército de abejorros de Lyoko. Nunca dilucidamos si él y Aelita rompieron con todas las de la ley, o si simplemente ella se cansó de tenerle juzgándole a todas horas, pero sé que sigue suspirando por ella. Nunca se ha atrevido a intentar recuperar el contacto y Aelita ha perdido la esperanza de reencontrarse con un amigo.

    Yumi, Odd y yo nos quedamos juntos un tiempo, pero el año de diferencia que nos llevábamos con ella empezó a pesar muy rápido y, aunque nada había cambiado entre los tres, simplemente el tiempo fluyó de otra manera. Yumi se fue alejando poco a poco, siguiendo las expectativas de la familia. Nos veíamos por ahí, o cuando había clase de Pencak Silat, pero ya no era lo mismo.

    Supongo que eso último es culpa mía. Antes de que todo lo de Lyoko acabara decidimos ser «solo amigos». Yo perdía la cabeza por ella. Pero su decisión fue lo mejor que me podría haber pasado, pero para mí fue una ruptura y, obviamente, pasé por la parte de cabrearme sin razón alguna (sí, aún peor que antes). Yumi se alejó de mí por prudencia. Lo bueno es que ahora sí podemos decir que somos amigos.

    Pero entonces quedamos Odd y yo. Y nuestra pasmosa habilidad para suspenderlo todo. Yo estaba hundido, pero él… ¡Ahh, seguía siendo igual de histriónico! ¿Cómo era posible? Y cuando le pregunté…

    —¡Porque tengo ganas de hacer muchas cosas! Mira, Aelita dice que estará por aquí en unos días. Quiero entregarle una nueva demo y que la pase a algún productor, a ver si les gusta mi música. Es un rollo muy distinto al suyo…

    —De esos que te hacen estallar la cabeza, sí —me reía, aunque apenas se me notaba una mueca.

    —… pero sé que puede triunfar. Se me da bien el tema de vídeo, ¿sabes? Si nadie me quiere por mi música lo harán por mis clips. Además, le pediré una cita a Asra, me siento con ganas de salir con alguien.

    Entonces se me quedó mirando y me di cuenta de que era yo quien le miraba fijamente. Eché la vista al suelo, aterrado. Mi cuerpo se rebelaba contra algo, pero solo encontraba rabia y miedo tapándolo todo. Me preguntó si estaba bien, pero le oí como de lejos. Y estábamos en nuestro diminuto cuarto de la Academia Kadic. Mi cuerpo puso el piloto automático:

    Por favor, quédate.
    —¿Qué? —preguntó, algo preocupado.
    —No te vayas. No hagas como…

    No hizo falta terminar la frase. Se sentó a mi lado sin decir nada durante una hora entera, con un rostro ausente y triste. Nunca le había visto así. Varias veces me puso una mano en la espalda. Me sentí comprendido. Tardé un tiempo y alguna que otra conversación dura en entender que Odd tenía todos esos planes para tapar el hecho de que su grupo de amigos se había desintegrado de un día para otro.

    Algo cambió ese día. Nos propusimos hacer lo que el otro no se atrevía: Odd guardó espacios para digerir ese cambio, y yo me propuse ir a campeonatos de artes marciales, representando a la academia. También teníamos el plan de ser decentes en nuestros estudios. Queda como lo más maduro del mundo, pero la realidad es que teníamos cero idea de lo que hacíamos.

    Quizá simplemente nos llevábamos bien.

    Eso sí, el tío tenía una habilidad para meterse en follones y arrastrarme a mí, que telita.

    —Entonces pulsas la alarma de incendios cuando todo el mundo se fije en el escenario, saldréis todos y yo cambiaré los discos.
    —Va a salir mal…
    —¡No seas tan pesimista! ¡El productor de Aelita se irá contentísimo con un disco extra de Odd el Magnífico!

    Todo fue como la seda hasta el final. Pulsé la alarma cuando todo estaba a oscuras, me mezclé con los estudiantes que huían del lugar a pesar de los gritos de Jim y Odd le coló su obra al productor entre unos pocos discos que tenía. Supuestamente había una nota que decía que se reunieran en un punto a concretar por teléfono.

    No le llamaron.

    —Me lo esperaba, he empezado a encontrar fallos en mi disco —dijo al cabo de una semana. Estaba desanimado—. El video no está pulido. La próxima vez haré…

    Nunca he sido muy hablador, así que le sonreí con compasión mientras me contaba sus planes y modificaciones. Tenía ese brillo en la mirada de cuando se le metía algo entre ceja y ceja, y yo siempre le seguía, a pesar de mis malas caras, porque Odd es así. Es magnético.

    Empecé a darme cuenta de que había superado lo de Yumi cuando un día me encontré echando de menos a Odd en su lugar. Él estaba en una cita con una chica y yo rabié por ello, igual que cuando William le tiraba ficha a Yumi delante de mis narices. Entonces las preguntas me asaltaron y me quedé tumbado en mi cama, bloqueado, anonadado.

    —Joder, me gusta. Otra vez, soy lo peor…

    Me quedé dormido al cabo de un largo rato, antes de que Odd volviera. No me enteré de nada, y de repente eran las siete de la mañana y el despertador taladraba mi cabeza. No tuve tiempo de procesar que era bi antes de ver que mi compañero de habitación me había robado la ropa.

    Me quedé embelesado más tiempo del que querría admitir en ese momento.

    ¿Esa es mi camiseta? —pregunté al fin.

    Odd se miró y su pelo despeluchado se inclinó con él.

    —Ah, sí —dijo, como si nada—. Es que no encontré mi camiseta de pijama y lo que estaba más cerca era esta… Espero que no te importe.
    Negué deprisa, Odd me miró raro, y dije:
    —Bueno, en realidad sí. —Él alzó una ceja—. Has llegado a pillar la que apesta más a sobaco.

    Abrió los ojos, husmeó en su axila y se apartó con una mueca. Yo me desternillé de la risa.

    Hay un algo especial cuando esa persona lleva algo tuyo. Yo siempre he sido posesivo con mis cosas, incluyendo la ropa, pero en ese momento la sensación quedó totalmente opacada por lo adorable de que mi camiseta le viniera grande a Odd. Y no se la quitó hasta que nos fuimos a las duchas, lo que fue aún más impactante y bonito para mí: no le importaba mi peste.

    Ya, es raro que me resulte bonito.

    —¿Y qué tal tu cita? —pregunté de forma totalmente casual y para nada indicativo de mis intenciones.
    —Un chasco. Ana es muy divertida, pero se divierte con cosas bastante distintas a las mías. Mis chistes solo han recibido risitas de cortesía. Supongo que le gusto un poco…

    Esa última frase dolió, pero me mantuve firme, esperando a que continuara. Odd sostenía una mirada cansada con su doble en el espejo.

    —No lo entiendo, hay gente que empieza a salir por menos. ¿Qué me pasa? ¿Por qué yo no soy capaz? No es que me flipe enamorarme después de veros a vosotros meter la pata en todo, pero… Nunca llego a esa fase.
    —Ja, ja —me reí con sarcasmo por la puyita—. No sé, quizá necesitas encontrar a la persona adecuada.
    —Ya me he intentado convencer de eso. —Boqueó un par de veces sin llegar a decirme nada, y acabó—: Al final lo acabo forzando todo.

    No supe cómo contestarle. Él se preparó para meterse bajo el chorro de la ducha.

    —Bueno, siempre que lo necesites, te escucho, ¿vale? —le dije antes de que abriera el grifo.

    Odd me sonrió, pero fue de esas veces que te podrías echar a llorar por ello. Fue tremendamente agridulce.

    Pasamos unos días raros en los que, de nuevo, los papeles habituales se invirtieron. Odd estaba más negativo y yo, en cambio, estaba alegre por tenerle cerca. No negaré que causó miradas algo conflictivas, porque no me entendía. Y, en realidad, yo tampoco a él.

    Es lo que pasa cuando flotas en una nube, que dejas de percibir las señales que hay a tu alrededor. Me daba cuenta de que Odd me miraba con cara de mala leche y yo le respondía un «¿Qué pasa?» y él un «nada», pero no veía más allá. Yo estaba más preocupado por mantenerme a su lado y compartir comentarios sobre las gilipolleces que Jim nos hacía hacer en educación física que otra cosa. Estaba tranquilo, feliz, y no tenía intención alguna de romper ese equilibrio con mis tontunadas románticas.

    Pero yo no estaba solo en el mundo.

    —… Te pasaremos a buscar pasado mañana por la tarde. Y lo primero que haremos será hablar.
    —Sí, papá —respondí, mientras Odd me miraba con una ceja alzada desde el otro lado del banco.
    —¡No me hables con ese tono cansino!
    —No es ningún tono cansino…
    —Sí, claro. Al parecer tienes muchas ganas de pasar las vacaciones con tu profesora particular, porque es lo que va a suceder.

    Mi padre siempre había sido justo conmigo con lo de las notas: eran un desastre y me echaba merecidas broncas por ello. Pero al parecer no se había mirado el nuevo boletín donde dejaba claro que había pasado a tener solo dos suspensos, y eso me indignaba, porque casi todos los profesores hablaban de mi gran remontada.

    —Vale —contesté, por decir algo.
    —Nos vemos en dos días.

    Y colgó. Mi madre había protestado de fondo, pero no llegó a decirme nada.

    Me deshinché como un globo. Me tumbé boca arriba en el banco.

    —¿Te van a secuestrar otra vez? —me preguntó. Le miré a los ojos un breve y discreto segundo, para que no se notara que adoraba ver mi campo de visión reducido a su rostro, y asentí—. Qué mal. Pon una excusa. ¿La señorita Hertz? Adoraría anclarte en su clase hasta que aprobaras su asignatura.
    No quise hablar sobre el hecho de que tenía ciencias suspendidas con un 4,95.
    —No se lo van a tragar.
    —¿Di que tienes pareja?

    Le miré de nuevo, aunque no tenía razones para ello.

    —Eso le funcionaría a Yumi aquella vez, pero se trata de mi padre. Ese rancio cabreado a todas horas que quiere convertirme en una réplica de sí mismo.

    Odd fue ensanchando su sonrisa conforme hablaba y tuve algo de miedo. Se fraguaba una travesura.

    —Entonces sé más específico: di que tienes novio. —Abrí mucho los ojos—. Tú lo has dicho, ¡es tan rancio que se cagará en sus pantalones cuando se entere!
    —¡Conseguirás que me saquen de la academia!
    —¡Pero si estamos en último año de todas maneras! —se rio—. Y acabarás aprobándolo todo, ¡los dos aprobaremos! Entonces vas allí, dices que tienes novio, apelas a la comprensión de tu madre, que parece que es un ser humano normal y ¡pam! —Se alzó, brazos en alto—. Vacaciones en Kadic. ¡Es perfecto!
    —Ese plan tiene tantas fallas que los americanos podrían construir Nuevo San Francisco sobre ellas.
    —¿¿Ves?? A esto —repuso, casi juntando los dedos pulgar e índice— de aprobar ciencias estás.

    ¿Qué decía? Magnetismo. Me reí de lo lindo con su lógica aplastante y me apunté el plan en silencio, disimulando mi nerviosismo.

    Esos dos días de espera pasaron rápidos y lentos a la vez. Seguía buscando formas de subir nota en clase, pero Odd me mantenía distraído a su manera (para él, el trimestre ya había terminado). Estaba de mucho mejor humor. No dejaba de pensar que ya tenía planes para estas vacaciones y que era eso lo que le alegraba el rostro. Eso hacía que tener que enfrentarme a mis padres (y probablemente perder) se me hiciera más cuesta arriba.

    Cuando nos quedábamos solos en la habitación todo era normal excepto por las miradas que de vez en cuando nos lanzábamos sin motivo alguno. Era imposible que no se diera cuenta de mis pensamientos: «tienes unos ojos hermosos», «eres adorable cuando sonríes», «no puedo sacarte de mi cabeza»… Y me moría de ganas de decírselo en voz alta.

    Hubo una única vez que nos sostuvimos la mirada:

    —¿Qué pasa?
    —N-nada.

    Sonrió.

    —Sí, algo pasa.

    Y como para cobardica yo, encontré una mentira muy rápido:

    —Es que te he visto de mejor humor estos días y me alegro. El gruñón soy yo.

    Me tumbé boca arriba, para disimular un poco. Él contestó:

    —Eso es verdad. He decidido dejarme llevar más por mi instinto. ¡Odd el Magnífico ha vuelto!
    —Me alegro, aunque eso signifique que me enredes en todas tus locuras.
    —Cuando quieras desapuntarte de esa extraescolar no tienes más que decírmelo.

    Nos reímos un poco y el momento se desvaneció en el aire. Pero quedó el resto de la sospecha a nuestro alrededor. Era intrigante y me costó dormir esa noche.

    El domingo por la mañana, bien tempranito, mis padres ya me esperaban en la entrada de la academia. Mi padre adoraba hacerse notar con su formalidad. Se pensaba que sería el primerísimo en recoger a su hijo, pero la realidad era otra: la mitad de los alumnos habían hecho planes ya la noche anterior y se habían ido con sus familias. Odd se había quedado… dormido.

    Vamos, que la entrada estaba desierta a esa hora. Mientras me acercaba al coche cargando con un abrigo y una mochilita me sentí como en un duelo de un western, con la vista puesta en mi padre y el viento empujando pelusas del desierto de Kadic para darle dramatismo.

    —Hola —saludé.
    —Hola. Sube —ordenó mi padre. Mi madre me miraba desde dentro del coche, en silencio.

    Era hora de un plan loco.

    —Me gustaría quedarme.
    —¿Te ha subido la nota la señorita Hertz?

    Parpadeé un par de veces, sorprendido.

    —Pues en realidad sí, para 0,05 que me faltaba, le hice unas actividades extra…
    —Entonces solo te han suspendido en una, ¿verdad, cariño? —preguntó mi madre, feliz. Lo normal eran cinco o seis. Asentí—. ¡Es una muy buena noticia!
    —Pero más a mi favor para que aproveche las vacaciones con la profesora particular y se quite la última de encima antes de que acabe el curso —repuso mi padre.

    Había tenido la esperanza de que fuera comprensivo, pero me decepcionó, así que me arriesgué.

    —En realidad, me gustaría quedarme porque tengo… —«novio»— pareja.

    Mi padre apretó los labios como si quisiera implosionar desde ese punto. Lo gracioso es que tenía los ojos como platos, así que parecía como si acabara de sorber el jugo de un limón de golpe. Me costó mucho no perder la compostura y reírme en su cara de roca ahí mismo.

    Mi madre, en cambio, salió del coche y me dio un buen abrazo. Luego le dijo a mi padre:

    —Cariño, saca mejores notas, está saliendo con alguien, ¡le está yendo bien! Deja que se relaje unos días…

    Eso le sacó del estado limonero.

    —Se ha pasado muchos años relajado, créeme —escupió. Luego me miró—. ¿Y de quién se trata? No será la japonesa o la mimada hija del director, ¿verdad? No valen nada.
    —¡Cariño! —protestó mi madre.

    Y yo quería huir despavorido porque el bueno de Odd no me había hecho pensar en otra cosa que en él y no en alguna persona que a mi padre le resultara razonable y diera el pego como mentira.

    ¡Maldito Odd!

    —¡Hola, familia Stern!

    Me di la vuelta y ahí estaba. Odd della Robbia, el Magníficamente Maldito.

    —¿Y tú quién eres? —soltó mi padre. Ni se había molestado en identificar a mis amigos.
    —He oído algo de una pareja y, como compañero de habitación de Ulrich, evidentemente tengo que tomar cartas en el asunto. —Se acercó con decisión a pesar de la mirada de desprecio de mi padre y quedó a mi derecha. Me tomó de la mano con decisión, entrecruzando mis dedos con los suyos y se aclaró la voz—. Yo soy su pareja.

    Juro que pensé que me iba a dar un soponcio. Del susto de que apareciera Odd; de mi corazón acelerado por el contacto y por una frase que deseaba tanto oír; de la cara de mi padre intentando hablar y quedándose con la boca abierta (y sé que le estaba estallando el Big Bang en su cabeza).

    —Vaya, esto sí que es una sorpresa —dijo mi madre, rompiendo el silencio.
    —Para mí también, créame, señora Stern. Fue su hijo quien me propuso de salir juntos. Y es muy reciente.

    Estaba deseando gritar «Odd, por favor, ¡cállate!». Y mi madre iba a seguir de charleta con él solo para romper el hielo antártico que se había formado a nuestro alrededor, hasta que mi padre la tomó de la mano brevemente, se dio la vuelta y se metió en el coche.

    —Necesitará un tiempo para asimilarlo —le justificó mi madre con educación—. Disfrutad de las vacaciones ¡y me alegro de que podáis estar juntos!
    —Gracias, señora Stern.
    —Gracias, mamá. Os enviaré un mensaje.

    Me dio un beso en la mejilla, me revolvió el pelo, y se metió el coche. Este arrancó como si iniciara un rally.

    —Pues al final ha funcionado, ¿eh? —soltó Odd, tan alegre.
    —Siempre te sales con la tuya…

    Aún íbamos tomados de la mano. La alcé entre los dos y todo lo demás desapareció a mi alrededor. Me ardía la cara.

    —¿Te molesta? —me preguntó. Negué—. Pues vamos. Tengo que contarte algo.

    Nos desviamos del camino principal y nos metimos en el bosque de la academia. Mi corazón aminoró su velocidad un tanto cuando supe que ya nadie nos vería, y entonces aceleró de nuevo al darme cuenta de que estábamos solos entre los árboles.

    —Admito que soy un egoísta —dijo.
    —¿Eh? ¿Cómo?
    —Esto —señaló nuestras manos alzándolas—. Y la excusa que te propuse. No quería que te fueras con tus padres, porque vaya forma de malgastar unas vacaciones, pero lo he usado para averiguar algo. Y ya lo sé.

    Me soltó la mano, se sentó en la hierba y le dio dos golpecitos para que le imitara. Sonreía con una tranquilidad increíble. Yo estaba de los nervios.

    —¿Cuándo lo supiste? —preguntó.
    —Pu-pues… —balbuceé—. El día de tu última cita. Me puse celoso.

    Odd se rio un poco.

    —Típico de Ulrich Stern.
    —Oye, tampoco tanto, que solo me ha pasado una vez…

    Él asintió y se tumbó boca arriba. Yo también me tumbé, pero hacia él.

    —¿Y tú? —pregunté.
    —Hace un momento, pero tuve varias pistas. Había días que me encontraba mirándote sin razón. Y tú también me mirabas así, y parecía que estaba como soñando… Era extraño. Nunca he tenido esas sensaciones cuando salía con chicas. Me sentía obligado a ser heterosexual, y cuando las cosas no funcionaban… bueno, ya lo viste. Nunca he podido sentirme feliz con alguien de esa manera porque buscaba donde no tocaba. —Se giró hacia mí. Nos quedamos cara a cara. Ahora sí que no podía dejar de mirarle. Se me iba la vista a sus labios—. Y luego estabas tú, que de repente estabas menos gruñón, y me preguntaba por qué. ¿Tú te has visto cuando sonríes? Eres adorable. Y no sabía qué hacer con esa sensación cuando te veía así.
    Su pequeño relato me conmovió. No había sentido lo que él, pero reconocía la frustración. También sentía mucha vergüenza, pero ya conocía esa parte. Siempre hay un momento en el que no puedo sentirla con más intensidad, así que desaparece. Ese fue el momento.
    —Me gustas. Cuando te levantaste con mi camiseta me quedé… ¡alucinado! —Nos reímos. Él tenía las mejillas encendidas—. Porque te quedaba bien, y porque me parecía bonito, y somos amigos… Y no iba a estropear eso, no iba a arriesgarme. Ya era feliz con lo que tenía.
    —Y yo lo he puesto patas arriba con mi escenita —acabó.
    —Odd el Magnífico lo ha conseguido de nuevo. Estoy feliz de tenerte conmigo.
    —Entonces será mejor que te bese antes de que cambies de opinión.

    Me atrapó con sus labios antes de que pudiera decir nada e inevitablemente me olvidé de todo lo demás.

    Unas horas y muchos besos después, había dejado una de mis camisetas limpias en su cama.

    —Odd.
    —¿Sí?

    Le señalé la camiseta con la mirada y una sonrisilla. Me deleité de cada segundo de verle quitarse su ropa y ponerse la mía. Me reí mucho cuando la olió a ver si apestaba a sobaco.

    —Tenía que asegurarme —bromeó.
    —No te daría una camiseta sucia a propósito.
    —Es tuya. Eso lo cambia todo.

    La olió con ganas, aspirando mi aroma mezclado con el del detergente de la academia, y la ronda de besos volvió a empezar.

    FIN



    Edited by Mare Infinitum - 2/9/2022, 12:09
  4. .
    Gracias a los dos, sois unos soletes <3 :3
  5. .
    Y después de años de esfuerzo y de escribir para el foro... por fin tengo los 71 para ascender a rango Master! Voy a ir haciendo links de 10 en 10 para que sea fácil contar y comprobar.

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=79007016
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=79004204
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78971681
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78966323
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78963760
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78961125
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78959422
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78790595
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78648712
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78273393

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78045522
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78020601
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77999490
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77995604
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77854579
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77834565
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77823160
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77766959
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77522187
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77424078

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77136007
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77115027
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77081954
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=76917028
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=76910993
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=76493164
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=76175115
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=75954311
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=75426251
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=75398153

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=75171867
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74968791
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74816132
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74815105
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74797642
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74779286
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74778056
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74757621
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74749385
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74647367

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=74015221
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73698706
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73683078
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73647116
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73629361
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73614367
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73576468
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73467528
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73467170
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73461219

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73411754
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73300621
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73129667
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=73082837
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72942345
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72923152
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72918478
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72911167
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72894046
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72877572

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72862254
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72537814
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72479523
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72328525
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72172736
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=72148396
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71796144
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71733423
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71725644
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71429647

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71168382

    Todos ellos <3 ¡De moderno a antiguo!
  6. .
    Gràcies! La idea era mostrar lleugeresa i llibertat. Olivia és un personatge amb un aspecte molt punk (es una hacker al joc) i volia transmetre la naturalesa en acceptar l'atracció i la gran compenetració que es necessita en una relació BDSM. La Des el va llegir i li va encantar per lo fàcil que resultava veure la compenetració, fossin parella o no, els tocs de domme d'Olivia i els desitjos únicament mostrats amb la confiança tan profunda (tant per Fareeha com per tenir sexe en un bus). És més el lligam que lo sexual.

    Gràcies per llegir i comentar <3
  7. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes pertenecen a Blizzard Activision
    Pareja: Pharah x D.Va x Sombra
    Género: Romance
    Palabras: 500
    Ratiing: +18
    Conceptos usados: PRINCIPAL: 21. ¿A quién estoy viendo Sexo frente al espejo. SECUNDARIO: 13. Donde caben dos caben tres || Sexo entre tres personas.

    En su vestuario




    Hana cerró el vestuario privado de Fareeha Amari con cierta delicadeza y se lanzó a besar a la deportista con ansia. Con lo pequeña que era Hana, a Fareeha no le costó nada acorralarla contra una pared. Eso dio más energía aún a la coreana, que repasó con sus dos manos los músculos de la espalda y las nalgas de Fareeha. Esta, viendo que las cosas iban en serio, dudó:

    —¿Seguro que Olivia está de acuerdo?
    —¿Acaso quieres que ella nos mire mientras follamos? —sonrió Hana.

    Fareeha se quedó sin habla y enrojeció, asintiendo. Hana soltó una risilla y trajo a Olivia al vestuario. Las tres ya habían hablado antes de lo que iba a pasar, solo que ahora Olivia participaría.

    Hana no perdió el tiempo: tiró de la cremallera de su sudadera hacia abajo, revelando todo su cuerpo desnudo. Fareeha quedó boquiabierta.

    —Fíjate —le susurró Olivia—. Está tan dispuesta, desea tanto que la toques… Le encantaría sentirse pequeña entre tus brazos. Cumple su fantasía.

    La deportista volvió a cercar a Hana. Cuando los pechos de la coreana quedaron presionados en su abdomen dejó dominarse por su propio deseo y se los masajeó mientras se besaban.

    —Díselo ahora —dijo Olivia.
    —¿Qué deseas, conejita? —preguntó Fareeha a Hana.
    —Hazme un dedo delante del espejo —contestó ella, gimiendo de impaciencia.

    Las dos se desplazaron hacia uno de cuerpo entero que había. Fareeha se quitó el top deportivo y luego atrapó con sus brazos a Hana. Una mano buscó uno de los pezones de la coreana. La otra bajó hasta su coño humedecido.

    —Uh… —gimió Hana.
    —¿Es lo que deseabas, conejita? —preguntó Olivia, desde la distancia. Sonreía muy complacida por ser quien había orquestado la escena.

    Asintió y besó a Fareeha con la mirada puesta en el espejo y palpó hasta encontrar la vulva de la deportista.

    —Y también quiero que se corra.

    Fareeha veía los obscenos movimientos en el cristal y el poco pudor con el que usaban las palabras… El tacto de Hana era delicado y tan eficaz que acabó restregándose contra su mano, desconcentrada de su propio cometido. Sus gemidos escalaron al orgasmo cuando la risilla pervertida de la coreana llegó a sus oídos. Se apoyó en ella mientras se recuperaba de los temblores, y contraatacó con besos apasionados de los labios a su cuello.

    —Vista al frente —ordenó.

    Hana se mordió los labios mirando a través del espejo cómo la lengua de Fareeha se deslizaba por su cuello, mientras sus manos hacían su trabajo. Pronto, la sonrisilla provocadora se tornó de placer y empezó a curvar su cuerpo.

    —Apriétale un poco los pezones ahora, ya verás —intervino Olivia.

    Fareeha hizo caso y la respuesta fue casi automática: Hana gritó de placer con la llegada de su orgasmo.

    —Tiene dos botones secretos —añadió Olivia, perspicaz.

    Hana le enseñó la lengua de forma provocativa y luego se abrazó a Fareeha, empujándola hacia la ducha para refrescarse.

    «Qué fantasía», pensó Fareeha, mientras se encerraba con la chica que tanto le gustaba.
  8. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes pertenecen a Blizzard Activision
    Pareja: Sombra x D.Va (+Pharah)
    Género: Romance
    Palabras: 499
    Ratiing: +18
    Conceptos usados: 25. En mal momento Los personajes intentan no ser descubiertos mientras tienen sexo.

    El autobús




    El bus de la universidad iba medio vacío. Las pocas personas que había se habían sentado hacia el centro del vehículo, donde estaban las puertas, así que Olivia y Hana estaban solas en la parte trasera, hablando, riendo, besándose... y tocándose con morbo.

    Una cansada y sudada Fareeha entró al autobús en la siguiente parada. Salía de su entrenamiento de baloncesto.

    —¿No es esa chica que dijiste que «hacía que babeara tu coño», gatita? —le preguntó Olivia con malicia a Hana.
    —S-sí…
    —Entonces creo que quiero cambiar de juego —sonrió.

    Fareeha, muy inocentemente, se sentó en la misma hilera que la pareja, pero en la ventana opuesta. Se sacó una toalla para acabar de secarse la cara, sin darse cuenta de nada.

    Olivia dejó de juguetear con su cuerpo y detuvo a Hana también. Escurrió su mano por debajo de la falda de la coreana y se deleitó al notar lo húmeda que estaba su compañera de juegos. Sus dedos se fueron acercándose lenta pero certeramente a su clítoris.

    —Quiero te imagines como te atrapa con su musculoso cuerpo y te mete dos dedos.
    —Qué mala er…
    —Ah, ah —negó Olivia, callándola un dedo en la boca—. No hables. Y no gimas. Ella no te puede descubrir.

    Hana se rio con suavidad. Para mantener las apariencias, pero también porque se le escapaba esa risita cuando estaba demasiado cachonda para pensar.

    Fareeha seguía sin darse cuenta de la situación, por suerte. Se había puesto los cascos y miraba por su ventana, consciente de que Hana Song, una de las chicas más atractivas y famosas del campus, estaba sentada a pocos metros de ella. Se le disparaban los sentidos (y su entrepierna) cuando pensaba en el atractivo de la coreana.

    «Genial, me estoy poniendo cachonda en un bus», se dijo.

    Ojalá se hubiera quitado los cascos entonces, pues habría oído gemir a Hana. El autobús había dado un frenazo ante un semáforo y, sin querer, Olivia presionó más de la cuenta el clítoris de una forma agradable y le arrancó un mal disimulado gemido a la coreana.

    —Perdona —dijo Olivia.
    —No te preocupes —rio Hana—. ¿No querías verme sufrir en silencio?

    Olivia tomó a Hana del mentón con su mano libre y dijo:

    —Por decir eso, ahora te correrás mirándola.

    Hana se puso un poco más roja (su piel la delataba constantemente). Al ver las piernas y los brazos musculados al descubierto de Fareeha, fantaseó con ser empotrada por ella y el orgasmo vino solo. Olivia le puso una mano en la boca mientras la tocaba con la otra y la risilla calenturienta de Hana ocultó lo demás. La coreana se recostó en el hombro de Olivia cuando se relajó.

    Al cabo de poco, se bajaron del bus, y únicamente entonces Fareeha encontró la mirada de Hana. Ésta le lanzó un beso sin ningún reparo, como agradecimiento a su experiencia secreta. Fareeha enrojeció y atesoró el recuerdo que podría haber sido mucho mayor de haberla mirado antes.
  9. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes pertenecen a Blizzard Activision
    Pareja: Widowmaker x Ashe
    Género: Romance
    Palabras: 499
    Ratiing: +18
    Conceptos usados: 8. Húndeme || Uno de los personajes humilla al otro, ya sea verbalmente o mediante otros recursos.

    De rodillas



    Amélie y Elizabeth tenían un código preparado para cuando alguna volvía agotada del trabajo. Ese código activaba o negaba una escena de BDSM específica según lo que desearan. Aquel día, a Elizabeth Ashe le apetecía no tener que hacerse respetar y luchar por todo, como le ocurría en el mundo empresarial. Después de saludar Amélie con un beso, dijo:

    —Estoy cansada de tener que demostrar que tengo el control.

    Cualquier frase parecida valía, y cualquiera de las dos podía decirla, según su preferencia de poder. Para Amélie, esa era una señal acordada de que Elizabeth quería que la sometiera de una particular manera: humillándola.

    —Eso tiene fácil solución —dijo Amélie, aceptando la propuesta.

    Elizabeth se acercó a su cuarto habiendo dejado su chaqueta y bolso en el comedor, y se estaba desatando la coleta que había formado con su bello pelo platino. Llegó con el corazón latiéndole con fuerza porque sabía lo que la esperaba.

    —Hola —susurró a Amélie cuando la vio.

    Esta se giró, sonrió como si hubiera oído a la misma inocencia saludar y dijo:

    —«Hola» ¿y qué más?
    —Hola… ama.

    Amélie aplaudió a su pareja en su mente. Elizabeth solía ser tímida al reconocer quién mandaba. Eso significaba que, o bien ya fluía mejor con la escena, o bien que estaba realmente desesperada por que la pusieran en su sitio.

    —Ven. Ya —ordenó, metida en su papel. Elizabeth le hizo caso—. Arrodíllate. Sin tocarme.

    Amélie observó cómo su sumisa aceptaba sin rechistar. Su pecho se hinchó con el placer de la dominación y sonrió con divertida lujuria cuando esperó a la espalda de Elizabeth.

    —¿Qué hay que hacer con los animales como tú? —preguntó la domme.

    Esta vez sí tardó un instante en contestar.

    —Ponerles… una correa.

    Un instante después, sentía el contacto gélido de los dedos de Amélie en su cuello, junto al cuero y la argolla de metal que quedarían sujetos allí. Elizabeth sintió todos sus problemas desvanecerse cuando sintió que solo tenía que hacer una cosa: obedecer a su ama sin protestar.

    —Abajo —siguió Amélie, dando dos tironcitos a la correa metálica. Se sentó en una silla—. Bésame los pies.

    Elizabeth hizo caso, pero se recreó en las rodillas y piernas de la francesa. Era un lento descenso hacia la total sumisión, la tranquilidad absoluta, que sabía que ambas disfrutaban. Y cuando llegó a los pies, besó los puentes y todos y cada uno de los dedos. Después del último, notó un tirón suave de la correa y miró a los ojos de su ama.

    —Bien hecho —dijo ella—. Voy a premiarte. Siéntate.

    Elizabeth se puso de espaldas a ella en la silla. Las manos de Amélie le rozaron los pechos por debajo la camisa, buscando las cosquillas más que el placer. Era relajante.

    —Otro día le recordaré a mi vaquita cómo sé exprimir estos pechos. Pero por hoy, mimarte es todo lo que necesitamos.

    Elizabeth se acomodó en su hombro y le dio un beso en la mejilla, feliz.
  10. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes no me pertecen mí, sino a Mihoyo
    Pareja: Mona x Sacarosa
    Género: Romance/Erótico
    Palabras: 500
    Rating: +18
    Conceptos usados: 11. Me gusta que me miren || Sexo en público, o donde los personajes pueden ser vistos.

    Callejón



    Es increíble lo mucho que puedes descubrir de una persona cuando empiezas a conocerla capa a capa. Después de meses saliendo juntas, la timidez de Sacarosa se había esfumado.

    —Mona.
    —¿Qué pasa?

    Me besó con ternura en los labios delante de la herrería de Mondstadt. Entonces fue cuando se notó más la desfachatez que había aprendido a mostrar. Me señaló con la cabeza un callejón cercano a mi casa. Estaba bastante a la vista, aunque tenía algunas cajas bloqueando una parte. Sacarosa sonreía con toda la inocencia del mundo, pero yo sabía exactamente qué me estaba pidiendo.

    —Eres incorregible -suspiré con falsedad. Me encantaba cuando se excitaba en plena calle. Era cuando más gemía, mi melodía favorita.

    Me llevó de la mano hasta el callejón y me mostró esa sonrisa de pervertida que adoraba.

    —Te lo has estado imaginando ya, ¿eh? —me acerqué a su oreja—. Eres una exhibicionista.
    —Para ti soy lo que sea, Mona. ¿No vas a tocarme?

    Fingí sorpresa, por lo descarada que estaba siendo, y la arrinconé con un brazo y una mirada de cazadora. Le encantaba. Entonces me di yo el placer: deslicé una mano por debajo de su falda y palpé su ropa interior. Estaba empapada.

    —¿Ya estás así? Impaciente -dije con una risita.
    —No me hace falta nada elaborado, pero quiero que…

    La empujé con la mano que tenía libre contra la pared mientras juntaba los dedos de mi otra mano, presionando su ingle. Ella soltó un gemidito ahogado.

    —¿Cómo te atreves a darme órdenes? Suplícamelo.

    Su excitación estaba a la par que la mía, pero yo no me sentía frustrada por no estar siendo complacida. Fue aún más placentero para mí cuando intentó frotarse con las piernas y protestó porque metí la rodilla para evitarlo.

    —Suplícamelo, zorrita rebelde —repetí. Tuve que controlarme, por el enorme cosquilleo que me dio pronunciar esas palabras.

    Sacarosa se apoyó en mí y se rindió:

    —Por favor, Mona, tócame, mastúrbame, haz que gima.
    —Así me gusta.

    Mi pareja sonrió de inmediato y puso una cara de lascivia total cuando empecé a tocarla rápidamente. Por los Siete, cómo me ponía ver lo desinhibida que era. Así que escogí su forma favorita de hacerse un dedo: uno tocando el clítoris sin compasión y otro asomando por la entrada de la vagina. Sacarosa adoraba sentir que podía ser penetrada en cualquier momento por mí. Y los gemidos no tardaron en llegar.

    —Sshh, zorrita, no queremos que nos escuchen.

    Le tapé la boca con una mano, pero la muy guarra empezó a lamérmela para distraerme. Suerte que no pudo seguir, porque empezó a temblar y llegó al orgasmo. Pensaba que perdería la compostura.

    —Ha sido una pasada… —dijo.

    La abracé con ternura. Me encantaba mimarla después de terminar, siendo ella tan cariñosa siempre. Sacarosa me miró preguntando por mí, pero le dije:

    —No te preocupes, yo ya tengo todo lo que quería.

    Y le lamí la mejilla con dominancia. De repente, ya caminábamos hacia mi casa, para la segunda parte.
  11. .
    Pregunta: si uso un número de forma secundaria en una historia, ¿Puedo usarlo como pilar principal en otra?
  12. .
    Hola, me he dado cuenta de que hay una serie de fics míos publicados para los retos del foro que no están movidos en la categoría adecuada porque son Yuri, y están en espacios de Yaoi. Son estos:

    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78790595
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=78273393
    https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=77995604

    Es más que nada que no se encuentre un lector con el regalito inesperado de señoras morreándose y esas cosas XD
  13. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes pertenecen a Blizzard Activision
    Pareja: Widowmaker x Ashe
    Género: Romance
    Palabras: 500
    Ratiing: +18
    Conceptos usados: 1. La obediencia crea disciplina || Uno de los personajes se somete al otro.

    Tus muñecas




    Amélie había dejado que su nueva compañera de juerga, Elizabeth Ashe, campara un poco a sus anchas sin conocer las normas. Y en el BDSM hay que ir con cuidado. Amélie no quería que las cosas salieran mal y quería educar a Ashe sobre cómo saber estar en una relación de esa clase. Por la seguridad de ambas.

    Una noche cualquiera, enrollándose en casa de la francesa, la situación llegó a un punto crítico:

    —Hazme lo del cuello —le pidió Ashe.

    Se refería a un suave agarre en la mandíbula para mantenerla centrada en un punto. La sutil brusquedad del movimiento era muy excitante para ella.
    Amélie cumplió, en apariencia: la tomó de la barbilla, la torció con habilidad a un lado, exponiendo todo su cuello y su oreja y le dijo:

    —Tú sabes que no deberías darme órdenes, ¿verdad? —susurró la francesa. Elizabeth soltó una risilla nerviosa—. Las doy yo.
    —Me gusta cómo suena —susurró la novata.
    —Perfecto… —Entonces la soltó y dejó a la tejana a cuadros—. Hay que hablar.
    —Oh, ¡no arruines la fiesta!
    —Esto no es una broma, Elizabeth —replicó Amélie—. Es peligroso. No me has dicho ninguna vez qué quieres que te haga, ni me has preguntado lo que prefiero yo, o si aceptas que yo sea tu domme y tú mi sumisa… Nada.

    Elizabeth se colocó delante de la francesa, que la miraba sentada sobre sus rodillas, muy formal. Evitó su mirada un par de veces.

    —Me da vergüenza.

    Amélie se rio con ternura.

    —Anda ya, ¿una provocadora atrevida como tú?
    —He hecho muchas cosas, pero nada como esto —repuso Ashe.
    —Entonces haremos lo siguiente —dio Amélie, asintiendo—. Me dices una cosa que desees. La probaremos, y si te ocurre algo malo, lo que sea, me dices «escopeta» y paro. ¿Sí?
    —De acuerdo. —Esperó unos segundos, cobrando valor para hablar—. Siempre he fantaseado con tener las muñecas inmovilizadas…
    —Vale. ¿Te sometes a mí aunque solo sea una prueba?

    Ashe asintió, más nerviosa y con las mejillas del tono del carmín. Amélie sonrió. Se acercó suave y sigilosamente a Elizabeth y la besó con ternura, tomándola de la nuca. Poco a poco sus manos descendieron por el cuerpo de la tejana, que fue empujado contra la cama. El revolucionado torso de Ashe sufrió una ola de calor cuando Amélie pasó de ser delicada a agarrarla de las muñecas con fuerza y atraparlas contra el colchón.

    Elizabeth soltó un gemidito complacido y rió.

    —Dios, me encanta.

    Ahora estaba expuesta a Amélie. Atrapada y sin escapatoria. Y no quería escapar. Ni siquiera resistirse un poco. Cerró los ojos cuando la francesa acosó su cuello a besos y respondió con sonoridad cuando el primer mordisco se cerró sobre su yugular. Amélie puso los brazos de Elizabeth sobre su cabeza y consiguió juntarlos bajo la fuerza de una sola mano.

    —Me alegro de que te guste ser sometida, vaquera, porque pasarás mucho tiempo así conmigo.

    Y dejó que viera cómo sonreía con superioridad.

    Edited by Mare Infinitum - 12/2/2022, 17:57
  14. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes no me pertecen mí, sino a Mihoyo
    Pareja: Amber x Eula
    Género: Romance/Erótico
    Palabras: 495
    Rating: +18
    Conceptos usados: 6. Te sienta bien || A uno de los personajes le ponen un collar (símbolo de la unión definitiva entre dominante y sumiso).

    El regalo




    Eula caminaba con nerviosismo por las calles de Mondstadt. No por ser una Lawrence, la familia traidora de Mondstadt, sino porque estaba a punto de hacer algo que ponía a prueba toda su capacidad de confiar en alguien a pesar de su gran orgullo.

    Estaba enamorada de Amber, la exploradora de la ciudad. Era enérgica, animada, positiva… Habían pasado meses tanteándose y saliendo juntas, queriéndose cada vez más. Habían bailado un tango único, lejos de miradas indiscretas. Y por todo ello, Eula iba a darle un regalo igual de único.

    Se encontraron en la ribera de la Estatua de los Siete al noreste de la ciudad.

    —¡Hola! ¿Qué tal? —Amber no sabía nada, siempre quedaban fuera de Mondstadt—. Te veo nerviosa… ¿Tienes miedo de mí?

    Eula se sentía tentada con la broma. Si no hubiera estado histérica por darle el regalo, quizás se hubiera lanzado encima de su pequeño cuerpo para reclamar atenciones.

    —En realidad —repuso, sentándose a su lado—, tengo algo que darte.

    Eula sacó una cajita roja y dorada de su bolsillo.

    —¡No tenías porqué! —chilló Amber emocionada. Sacudió la cajita y se oyó un tintineo metálico.
    —Cuando lo abras quizás cambies de opinión.

    Amber la miró con una sonrisa traviesa. Eula enrojeció hasta las orejas, una visión castigada con la peor de las venganzas. La exploradora se deleitó un segundo de más con ello y abrió la cajita. Sacó de dentro un collar de cuero negro con un remache que sostenía un aro metálico hueco en forma de corazón. Su rostro se fundió mostrando amor mientras acariciaba su forma.

    —¡Cielo, es precioso! No sabía… ¡Podría haber preparado algo más adecuado!
    —Esa era la gracia —sonrió Eula, nerviosa—. Quería algo sencillo que ejemplificara nuestro día a día juntas. Estoy preparada.

    Amber dejó la cajita a un lado y se mordió el labio inferior mientras se acercaba a su pareja. El collar era para Eula y era trabajo de Amber ponérselo como símbolo de su unión. La mayor esperaba con la mirada en el suelo, solemne, a que su pareja atara el collar en su cuello. Así, Eula aceptaba ser su sumisa.

    —¿Te aprieta mucho? —preguntó la exploradora, palpando con cuidado.
    —Puedes ajustarlo más, está algo suelto.

    Eula sintió un tirón final y levantó la cabeza con cuidado. Amber se puso delante y contuvo una sonrisa enorme mordiéndose el labio inferior de nuevo.

    —¿Qué tal me queda?
    —Por Barbatos, de maravilla. Tengo ganas de… —Y soltó aire.
    —Adelante —permitió, sin que sonara como una orden. Quien las daba era Amber.

    Ella tomó suavemente del corazón con un dedo y tiró como un gancho. Obligó a Eula a besarla. Y cuando esta empezó a acelerarse, tiró de nuevo y la hizo retroceder. La caballera suspiró de anhelo. Amber se frotó muslo con muslo y suspiró.

    —Me pone mucho. No puedo esperar a tener una cadena a juego…
    —Ni yo —sonrió Eula.

    Solo el collar fue suficiente para entretenerse horas en esa ribera.

    FIN



    _________________________________________________________



    En este drabble he querido dar otro aire al uso del collar. En la comunidad BDSM, la primera vez que se usa el collar es como una ceremonia. Evie Lupine en su canal de youtube tiene un vídeo explicando que puede ir desde un detallito erótico, pasando por un regalo de "la primera vez", un regalo tipo aniversario, hasta una ceremonia digna de una propuesta de matrimonio. Cada pareja escoge la intensidad con la que lo vive. En mi caso, he elegido usar mi experiencia en el mundillo para darle un aire personal a este drabble.

    Edited by Mare Infinitum - 12/2/2022, 18:16
  15. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes pertenecen a Blizzard Activision
    Pareja: Widowmaker x Ashe
    Género: Romance
    Palabras: 446
    Ratiing: +18
    Conceptos usados: 10. ¿Te gusta lo que ves? || Uno de los personajes se excita observando al otro, ya sea en secreto o abiertamente.

    Te veo



    «Eres descarada. Muy descarada. Me has atraído a un bar para universitarios después de tirarme ficha durante toda la reunión entre nuestras familias. Está muy claro que no son los negocios lo que más te mueve, ¿eh?».

    Amélie Guillard observaba con fuego en la mirada cómo la muy alabada mujer de negocios Elizabeth Ashe bailaba con jóvenes a los que no les hacía ni caso solo para contonearse para ella. Contenía todo lo que podía su cuerpo para no ceder a la tentación y romper la magia. Ashe escogió entonces a una mujer para el siguiente baile y boqueó para Amélie:

    —Podrías ser tú.

    No bailaba para ella. No la divertía por orden suya. Era una entidad libre que sabía que la señorita Guillard tenía tendencia a observarlo todo y disfrutar desde la lejanía del espectáculo.

    —Los gatos salvajes son los más divertidos de domesticar —se dijo Amélie, sonriendo.

    Sentada en la barra y observando el baile prácticamente erótico de Ashe, la francesa descruzó las piernas y las cruzó de nuevo de forma opuesta, para dejarle claro a ese «gato salvaje» lo mucho que la excitaba poder recibir sus insinuaciones tan claras sin actuar al respecto. Luego dio un sorbo a la copa de vino que se había procurado.

    Elizabeth, por otro lado, se estaba cansando de tener que controlar las manos de los atrevidos y atrevidas con los que bailaba. Quería en ella las manos de Amélie Guillard. Le agradaba que la joven se recreara en su imagen, pero era hora de algo más.

    —Nos vemos luego, chicos, voy al baño.

    La tejana se deslizó hacia el pasillo que guiaba a los retretes con la suficiente lentitud para que su cazadora no pudiera resistir a seguirla. Apenas le dio tiempo de recolocarse el vestido y peinarse, porque Amélie se acercó por su izquierda y le susurró:

    —Me lo estaba pasando bien, gatita, ¿por qué has parado?

    Ashe quiso responder de inmediato, pero la francesa deslizó una mano desde su pecho hasta su cuello y cruzaron miradas a través del espejo. La de Amélie era muy fiera y de satisfacción. La de Elizabeth era la de alguien que acaba de descubrir que le excita verse tomada por la mandíbula y dominada.

    —¿Decías? —insistió Amélie.
    —Solo quiero que me toques tú —contestó finalmente Ashe, algo avergonzada. Y añadió, para mostrar más aplomo—. Aquellos babosos estaban empezando a molestarme.
    —Oh, solo tenías que decirlo.

    Amélie depositó un simple beso en la mejilla de Elizabeth y luego la invitó a seguirla fuera del bar. Para convencerla del todo, dejó caer una sonrisa de complicidad que Ashe compartió. Caminaron lejos del lugar jugueteando a evitar tomarse de la mano.

    FIN



    Edited by Mare Infinitum - 8/2/2022, 11:36
795 replies since 28/7/2015
.